La Ria del Eo. Naturaleza entre dos aguas

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+ GOBIERNO DE ESPAÑA

MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE Y MEDIO RURAL Y MARINO

Naturaleza entre dos aguas

José María Fernández Díaz-Formentí

www.formentinatura.com

LA RÍA DEL EO Naturaleza entre dos aguas

Situada entre Asturias y Galicia, la ría del Eo es uno de los estuarios más importantes del norte de España. Las aguas del Cantábrico penetran en las pleamares, encontrándose allí con las dulces del río Eo. Así resulta una multiplicidad de ambientes muy interesante, en función de la mayor o menor salobridad del suelo y del tiempo de exposición al aire. Además, la confluencia de aguas marinas y fluviales supone un importante aporte de sedimentos y materia orgánica, que crea un biotopo muy rico en nutrientes para los seres vivos, aunque también les impone unas condiciones muy duras. Este libro pretende acercar al lector a la naturaleza asociada a este importante estuario, para facilitar su comprensión como medio vivo e identificación de las principales especies que lo habitan.

LA RÍA DEL EO

José María Fernández Díaz-Formentí (Gijón, 1963) es médico especialista en estomatología y apasionado naturalista. Es autor del texto y fotografías de siete libros previos: Bosques de Asturias, en el reino del Busgosu (1994), Guía de los Bosques de Asturias (1995), Muniellos, el bosque encantado (1995), Naturaleza en los ríos de Asturias (2000), Asturias en las Estaciones (2001), Muniellos, el reino del roble (2002) y Árboles y arbustos naturales de Asturias (2004). Asimismo, ha participado en otros libros con textos e imágenes. Entre ellos merecen destacar los libros institucionales La Naturaleza de España (2002) y El Principado de Asturias (1998), y otros como Muniellos, Reserva de la Biosfera (2001), Somiedo, Reserva de la Biosfera (2001), Redes, Reserva de la Biosfera (2001), España en Primavera (1998), Guía de las Aves de Asturias (2000), Ecuador, La tierra y el hombre (1998), Bolivia. Lo auténtico aún existe (2000), Ecuador, visiones de Benjamín Carrión (2004), Maravilloso Ecuador (2004), Aves de España una celebración (2004), Las Rutas de la Plata Americana (2004) o Panamá Colonial. Historia e imagen (2006). También colabora en diversas enciclopedias y Atlas, entre ellos la prestigiosa y monumental obra Handbook of the Birds of the World, y en el Handbook of the Mammals of the World. Sus reportajes han sido publicados en conocidas revistas, como World Heritage / Patrimonio Mundial (UNESCO), Natura, Geo, Biológica, Viajes de National Geographic, Rutas del Mundo, Muy Interesante, Revista de Arqueología, Naturaleza Salvaje, España Desconocida, Altaïr, Periplo, etc. Precisamente esta última y prestigiosa revista le concedió en 1992 el Primer premio del 1er concurso de reportajes fotográficos, por su trabajo sobre el Bosque de Muniellos. Es autor o coautor fotográfico de varias exposiciones itinerantes y otras fijas, como las que integran varios Centros de Interpretación de diversos enclaves naturales. También ha editado dos CD con sonidos de la naturaleza de Asturias, Los sonidos en el reino del Busgosu (1994) y Los sonidos de Asturias en las estaciones (2001), acompañando a dos de sus libros. La mayor parte de sus publicaciones están relacionadas con la naturaleza de Asturias, que conoce en profundidad después de más de veinte años de incesantes salidas a la misma. El resto tratan acerca de la naturaleza y arqueo-antropología de los países andinos, y de la selva amazónica, zonas que visita cada año y de las que es un entusiasta explorador y estudioso. Derivado de ello, desde 1998 ha comenzado a colaborar con la UNESCO a través de su revista World Heritage (Patrimonio Mundial), que le ha encargado un buen número de reportajes (texto y fotos) de distintos lugares del Perú, Bolivia, Ecuador, Argentina, Chile, México, EEUU, Islandia, Groenlandia, etc.


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José María Fernández Díaz-Formentí (Gijón, 1963) es médico especialista en estomatología y apasionado naturalista. Es autor del texto y fotografías de siete libros previos: Bosques de Asturias, en el reino del Busgosu (1994), Guía de los Bosques de Asturias (1995), Muniellos, el bosque encantado (1995), Naturaleza en los ríos de Asturias (2000), Asturias en las Estaciones (2001), Muniellos, el reino del roble (2002) y Árboles y arbustos naturales de Asturias (2004). Asimismo, ha participado en otros libros con textos e imágenes. Entre ellos merecen destacar los libros institucionales La Naturaleza de España (2002) y El Principado de Asturias (1998), y otros como Muniellos, Reserva de la Biosfera (2001), Somiedo, Reserva de la Biosfera (2001), Redes, Reserva de la Biosfera (2001), España en Primavera (1998), Guía de las Aves de Asturias (2000), Ecuador, La tierra y el hombre (1998), Bolivia. Lo auténtico aún existe (2000), Ecuador, visiones de Benjamín Carrión (2004), Maravilloso Ecuador (2004), Aves de España una celebración (2004), Las Rutas de la Plata Americana (2004) o Panamá Colonial. Historia e imagen (2006). También colabora en diversas enciclopedias y Atlas, entre ellos la prestigiosa y monumental obra Handbook of the Birds of the World, y en el Handbook of the Mammals of the World. Sus reportajes han sido publicados en conocidas revistas, como World Heritage / Patrimonio Mundial (UNESCO), Natura, Geo, Biológica, Viajes de National Geographic, Rutas del Mundo, Muy Interesante, Revista de Arqueología, Naturaleza Salvaje, España Desconocida, Altaïr, Periplo, etc. Precisamente esta última y prestigiosa revista le concedió en 1992 el Primer premio del 1er concurso de reportajes fotográficos, por su trabajo sobre el Bosque de Muniellos. Es autor o coautor fotográfico de varias exposiciones itinerantes y otras fijas, como las que integran varios Centros de Interpretación de diversos enclaves naturales. También ha editado dos CD con sonidos de la naturaleza de Asturias, Los sonidos en el reino del Busgosu (1994) y Los sonidos de Asturias en las estaciones (2001), acompañando a dos de sus libros. La mayor parte de sus publicaciones están relacionadas con la naturaleza de Asturias, que conoce en profundidad después de más de veinte años de incesantes salidas a la misma. El resto tratan acerca de la naturaleza y arqueo-antropología de los países andinos, y de la selva amazónica, zonas que visita cada año y de las que es un entusiasta explorador y estudioso. Derivado de ello, desde 1998 ha comenzado a colaborar con la UNESCO a través de su revista World Heritage (Patrimonio Mundial), que le ha encargado un buen número de reportajes (texto y fotos) de distintos lugares del Perú, Bolivia, Ecuador, Argentina, Chile, México, EEUU, Islandia, Groenlandia, etc.


LA RĂ?A DEL EO Naturaleza entre dos aguas



LA RÍA DEL EO Naturaleza entre dos aguas José María Fernández Díaz-Formentí


© del texto y las fotografías © de esta edición

José María Fernández Díaz-Formentí CEDER Oscos-Eo | Asociación Puente de los Santos

CEDER Oscos-Eo C/ Camilo Barcia Trelles, 10 - bajo 33770 Vegadeo (Asturias) Tel.: 985 47 65 09 | Fax: 985 47 65 11 ceder@oscos-eo.net web: www.oscos-eo.net

Asociación Puente de los Santos Plaza de España n.º 1, 1.º 27700 Ribadeo (Lugo) Tel.: 982 120 071 | fax: 982 120 838 puentesantos@telefonica.net

Pandiella y Ocio Fotomecánica Principado impresión y encuadernación Gráficas Eujoa diseño y compaginación fotomecánica

d. l.: as-7.322/2008 Impreso en España Printed in Spain


A mi tercer hijo, Diego, deseándole que nunca pierda su mirada de fascinación por lo que le rodea, que siga explorándolo todo y que la naturaleza le enriquezca la vida tanto como a mí.



Agradecimientos Este libro surgió a partir de mi participación, en varias ocasiones, en las Jornadas sobre la Ría del Eo que la Mancomunidad Oscos-Eo ha organizado en Vegadeo. Aquí conocí a los grupos de desarrollo rural Oscos-Eo y Puente de Los Santos, que están desarrollando un proyecto de Cooperación sobre sensibilización medioambiental en este territorio común: se trata del Proyecto Eo-Natura, financiado a través de la Iniciativa Comunitaria LEADER +. Los citados grupos de desarrollo rural consideraron necesaria la elaboración de un libro acerca de los valores naturales de la Ría del Eo, y confiaron en mi persona para llevarlo a cabo, tarea que acepté encantado pues me estimuló a profundizar en el conocimiento de la vida de este importante estuario. Por tanto mis primeros agradecimientos son para su equipo de gerencia y los demás miembros de estos grupos y de la Mancomunidad Oscos-Eo, en especial Andrea González y Marcos Álvarez. Muchas personas me han ayudado revisando partes del texto en las que eran auténticos expertos. Cabe destacar la valiosa revisión del capítulo de la geología que efectuó el profesor de la Universidad de Oviedo doctor Carlos AramburuZabala, y el relativo a las mareas y geografía general de la ría, revisados por el profesor doctor Germán Flor Rodríguez, un importante investigador de los procesos sedimentarios de la ría. Fue mi amigo el profesor José Carlos M. García-Ramos quien después de tomarse un tiempo en revisar dicho capítulo me recomendó la opinión de esos dos buenos conocedores de la ría. También Víctor M. Vázquez, biólogo y miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos, revisó algunas partes del texto, aportando interesantes sugerencias. Luís Mario Arce, sobresaliente ornitólogo y periodista medioambiental, me brindó una notable ayuda a la hora de organizar la información relativa a las aves y los listados de vertebrados de la Ría, tarea en la que también colaboraron los biólogos José Luis Benito, Teresa Sánchez Corominas, el profesor de zoología Carlos Nores, y los guardas-ornitólogos Pablo Fernández y César Alonso Guzmán. Con los invertebrados tuve la ayuda de mi compañero de inmersiones, el biólogo Ricardo Roberto Fernández Martínez, de cuyo conocimiento es reflejo su reciente guía de invertebrados del Cantábrico. El personal del Centro de Experimentación Pesquera de Castropol me ha proporcionado una valiosa ayuda e información, sobre todo en cuanto a la biología de algunos moluscos de la ría. Cabe destacar la colaboración de Carmen Rodríguez, que me permitió incluso tomar fotografías de larvas de moluscos y fitoplancton en el microscopio del Centro; por otra parte agradezco a Jacobo López-Ruiz su compañía para localizar navajas en la bajamar. Otros amigos me acompañaron en mis paseos por la ría, como Arturo de Miguel, José del Hoyo y Joaquín Pérez López, disfrutando de interesantes avistamientos y emociones en sus riberas. La vistosidad final del libro se debe principalmente a la estupenda labor de diseño gráfico de Helios Pandiella y Victoria Ocio, siempre abiertos a intercambiar opiniones y capaces de resolver complicados rompecabezas. Y por último darle las gracias a Carmen, mi mujer, y a nuestros tres hijos, Pedro, Santiago y Diego, por los días que ellos también cedieron para que yo pudiese centrarme en este trabajo.



Índice 11

Introducción: entre dos aguas

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Sobre las rías, estuarios y sus orígenes

23 Las mareas 33

Geología

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El estuario, encuentro de tres mundos

74 Esteros y marismas 108 El mar contra la roca: la desembocadura 131

Flora de la Ría del Eo

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Fauna de la Ría del Eo

258 Bibliografía


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS


LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

Introducción: entre dos aguas

La Ría del Eo es uno de los estuarios más importantes del norte de España. En los mapas y en las fotografías aéreas o de satélite destaca como una profunda brecha en la que el mar se adentra separando Asturias (donde se la conoce como Ría del Eo) de Galicia (llamada allí Ría de Ribadeo). Una separación sólo física, pues la vida de los ribereños gallegos y asturianos a ambos lados de la ría y sus vínculos a la misma es muy similar. La construcción del Puente de Los Santos facilitó la comunicación entre ambas riberas, que antes se conseguía cruzando la ría en embarcaciones o rodeándola por la vieja carretera que cruzaba la orilla entre Vegadeo y Porto. Para estas gentes, la ría y sus ciclos mareales diarios, mensuales y estacionales están siempre presentes. Muchos de ellos están atentos a las mareas para pescar, recoger cebo o marisco, navegar, etc. Este tajo entre ambas regiones mide algo más de 16 km. Desde su desembocadura al mar hasta Vegadeo la longitud es cercana a los 10 km, en dirección norte sur, con anchuras medias de 800 m, que en algunas zonas se aproximan al kilómetro. Aguas arriba de Vegadeo y Porto, la orientación del valle gira al suroeste hasta el puente del Fornacho, donde el extremo de la cola del estuario se continúa con el río Eo (entre Abres y Ría de Abres). Este segundo tramo del estuario es algo más sinuoso, y su canal mide algo más de 6 km, con anchuras variables en función de la zona y la marea (de 40 a 600 m). La superficie total del estuario es de unos 14 km2. Buena parte de la parte externa de la ría está encajonada entre acantilados rocosos no muy altos. En su litoral aparecen algunas playas de cantos y gravas y notables ensenadas laterales de arena y fango, destacando las de La Linera, El Tarrón y Reme/Muro das Lamas. Aguas arriba de Vegadeo, en el canal superior del estuario, el paisaje es diferente. La costa ya no es acantilada, con laderas ocupadas por monótonas plantaciones de eucaliptos y extensas marismas de juncales y carrizos en torno al cauce del estuario. En estuarios como el del Eo, las aguas fluviales se mezclan con las marinas, que se adentran con las subidas de marea. Esto trae consigo una multiplicidad de ambientes muy interesante, creándose distintas franjas de terrenos y vegetación en función de la mayor o menor salobridad del suelo, que además puede variar a lo largo del año en función de las mareas vivas y muertas. La confluencia de ambos caudales, el fluvial y el mareal, supone un importante aporte de sedimentos y materia orgánica, que precipitan y crean un biotopo muy rico en nutrientes para los seres vivos.

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Pero, aunque rico en alimento, la vida aquí es difícil. Las plantas han de hacer frente a cambios bruscos de salinidad y de inundación a lo largo del día, alternando con horas de exposición al aire, al sol y al viento; resistir esas fluctuantes y drásticas condiciones exige importantes adaptaciones fisiológicas, que sólo un limitado número de especies ha logrado. Tampoco para la fauna es un medio fácil. Las continuas fluctuaciones de las condiciones entre las mareas, con cambios incesantes de salinidad en las aguas, sumersión y exposición a la intemperie, con lluvias o desecación, fríos y calores, etc. también exigen a la fauna una alta adaptabilidad y tolerancia fisiológica a esos cambios. No son muchas las especies que consiguen vivir aquí, pero aquellas que lo logran lo hacen con un gran número de individuos. En cualquier caso, para la mayoría de los animales las rasas fangosas expuestas en las bajamares no son precisamente ambientes cómodos. Por un lado la propia naturaleza pegadiza, disgregable e inestable del limo dificulta la movilidad o la fijación de aquellas especies incrustantes o que se fijan por algún extremo de su cuerpo. Escasean rocas o refugios en los que protegerse de la exposición al aire y los depredadores (principalmente aves limícolas) durante las bajamares. Al regresar las aguas de la pleamar se regularizan las condiciones físicas, pero también penetran cientos de peces marinos para alimentarse. Para sobrevivir aquí la mejor solución es enterrarse: el fango oculta al invertebrado de sus depredadores y lo protege de la desecación o de corrientes y oleajes. Gusanos y moluscos filtradores (berberechos, almejas, navajas…) se cuentan por millares en pocos metros cuadrados, y son activamente buscados por las aves. La Ría del Eo es un importante lugar de descanso y recarga de combustible para las aves que vienen desde el norte de Europa rumbo a África. En otoño muchas permanecen unos días descansando y alimentándose antes de proseguir viaje. Esos gusanos y pequeños moluscos que capturan picoteando el fango son transformados en grasa, cuya metabolización proporciona la energía que permite al ave volar miles de kilómetros rumbo al sur. Algunos miles de ejemplares de distintas especies encuentran el invierno en el estuario del Eo lo suficientemente benigno y rico en alimentos como para detener aquí su viaje y pasar dicha estación en sus marismas. Son las conocidas como aves invernantes, que suelen permanecer hasta finales del invierno o inicios de la primavera,


INTRODUCCIÓN

cuando regresan a sus territorios de cría en las tundras y taigas. Por entonces también hacen escala en la ría algunas de las aves que invernaron más al sur, si bien en esta ocasión la escala es breve, pues hay prisa por llegar a apoderarse de un territorio y desarrollar el cortejo nupcial. La importancia de este estuario desde el punto de vista ornitológico ha motivado su inscripción como Zona de Especial Protección para las Aves (zepa); Asimismo es reconocida como Lugar de Importancia Comunitaria (lic), lo que trae consigo su inclusión en la futura Red Europea de Espacios Protegidos (natura 2000) y también ha sido incluida en la Lista de Humedales de Importancia Internacional (Convenio Ramsar 1971). Desde 1988 es Refugio de Caza, y el Principado de Asturias contempla su declaración como Reserva Natural Parcial. El 18 de septiembre de 2007 la unesco incluyó a la ría del Eo en su lista de Reservas de la Biosfera, junto con los Oscos y las Tierras de Burón. Este libro pretende acercar al lector a la naturaleza asociada a este importante estuario, para facilitar su comprensión como ecosistema e identificación de las principales especies que lo habitan. Para ello, la obra se estructura en una primera parte que describe el origen de la ría, su geología, la influencia de las mareas, los ambientes que se crean y la adaptación que exige a los seres vivos la vida en la misma. En una segunda parte se incluye una colección de fichas descriptivas de la flora y fauna más notables o representativas del lugar, que esperamos ayuden al naturalista o visitante de la ría a identificarlas y a disfrutar mediante el conocimiento de su visita a la ría. José María Fernández Díaz-Formentí Otoño 2008

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Sobre las rías, estuarios y sus orígenes El paisaje del litoral cantábrico y la costa occidental de Galicia es en general accidentado, con acantilados que hacen frente al mar poniéndole límites; sin embargo en ocasiones es el mar quien parece haberle ganado la partida a la tierra, adentrándose kilómetros en la misma. Para ello aprovecha los valles en la parte final de algunos ríos: unas veces los inundará de forma permanente (rías) y otras lo hará dos veces al día, durante las pleamares, retirándose en las bajamares para devolverle al río sus dominios durante unas horas: son los estuarios. Como veremos, son muchos los estuarios a los que se les llama «rías» no muy apropiadamente. El caso de la ría del Eo es uno de ellos. Si bien sí tiene un sector de verdadera ría (aguas afuera del puente de Los Santos), más al interior se trata en realidad de un estuario. El mosaico de ambientes creados, la interacción entre las aguas dulces y saladas, el encuentro entre la flora y fauna del mar con la de la tierra y río, la elevada riqueza en nutrientes, su importancia para las aves en sus rutas de migración e invernada, y su belleza paisajística, hacen de los estuarios unos enclaves naturales privilegiados. Por sus dimensiones y ubicación, la ría y estuario del Eo es una de las más importantes del norte de España. Veamos en primer lugar cómo llegó el mar a invadir esos valles cantábricos entre los que se encuentra el que nos ocupa.

Glaciaciones y nivel del mar Desde hace algo más de 1 700 000 años, y hasta hace unos 10 000 años, en el periodo geológico que conocemos como Pleistoceno, nuestro planeta ha sufrido sucesivas glaciaciones, posiblemente debidas a periódicos cambios en la órbita terrestre alrededor del Sol que afectan a la distribución del calor solar sobre la superficie de la Tierra. También parecen haber influido los cambios en las corrientes oceánicas debido al cierre del istmo de Panamá y ciertas variaciones solares. Estas épocas alternaron con sus correspondientes fases interglaciares, de clima más benigno y en una de las cuales nos encontramos en la actualidad (se estima que la siguiente glaciación podría afectar al planeta en unos 23 000 años). Durante las glaciaciones el clima era más frío y riguroso. Las temperaturas medias descendieron entre 3 y 8 °C, y la superficie marina se enfrió de 2 a 6 °C respecto a la actual. Por supuesto existían inviernos y veranos, pero estos últimos eran más frescos que los que hoy conocemos, de forma que la nieve y el hielo acumulado en el invierno anterior no llegaba a derretirse en su totalidad. Al llegar el siguiente invierno se depositaban nuevas masas de hielo y nieve sobre las del año anterior, de forma que año tras año el

Q La ría y estuario

del Eo es una de las más importantes del norte de España. En estos accidentes geográficos, el mar se adentra unos kilómetros en tierra aprovechando los valles en la parte final de algunos ríos, inundándolos de forma permanente (rías) o con las pleamares (estuarios).


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Durante las glaciaciones, amplias extensiones de Norteamérica y de Europa estaban cubiertas por capas de hielo de 2 a 3 km de espesor. La cantidad de agua congelada era tan inmensa que, al no derretirse y volver al mar, el nivel del mismo fue descendiendo. R Iceberg en el fiordo de Kangia, Ilulissat (Groenlandia). P Interior congelado de Groenlandia.

terreno se iba cubriendo de una capa de hielo cada vez más gruesa. Durante el Pleistoceno, el estado dominante era el glacial: cada glaciación duró de promedio de 80 000 a 100 000 años, mientras que los periodos interglaciares sólo se prolongaban de 10 000 a 20 000 años. Hoy aún quedan dos gruesas capas de hielo, en la Antártida y en Groenlandia-Océano Ártico. Amplias extensiones de Norteamérica y de la Europa septentrional, desde el sur de Inglaterra y norte de Alemania hacia el norte, estaban cubiertas en su práctica totalidad por los hielos. En el caso de regiones más meridionales, como la península Ibérica, no llegó a existir esa cobertura continua y prolongada de hielo salvo en las cordilleras, donde los fenómenos del glaciarismo son patentes por encima de los 1300-1500 m. Se calcula que la extensión de tierra firme cubierta por los hielos en el hemisferio norte era de unos 30 millones de km2. Más de una tercera parte de la Tierra descansaba bajo una capa de hielo cuyo espesor medio era de 2,5 a 3 km. Por tanto, la cantidad de agua congelada era por entonces tan inmensa que, al no derretirse y volver al mar, el nivel de este último fue descendiendo a la vez que aumentaba la corteza de hielo. Ese agua que le faltaba al mar y que, congelada, cubría la Europa


SOBRE LAS RÍAS, ESTUARIOS Y SUS ORÍGENES

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La alternancia de pleamares y bajamares nos evoca a diario lo ocurrido en las épocas interglaciares (en las que el nivel del mar ascendía y se adentraba en los valles fluviales) y las glaciales (en las que el mar se alejaba).

y América septentrional suponía un peso tan inmenso sobre dichos territorios que llegó a hundir la corteza terrestre bastantes metros en ellos, tal y como hoy está ocurriendo en Groenlandia (su espesor de hielo alcanza los 3400 m). Hay regiones septentrionales en las que su tierra firme está reflotando progresivamente desde hace unos miles de años, tras la desaparición de la enorme costra de hielo que la cubría y hundía. Ello es muy notorio en


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enclaves en los que la capa de hielo alcanzó los mayores espesores como en Canadá y Escandinavia. Así, el archipiélago de Kvarken, entre Finlandia y Suecia, lleva milenios incorporando nuevas islas y bloques rocosos a su mapa, que actualmente continúan emergiendo de las aguas del Báltico unos 8,5 mm cada año. Se estima que la corteza terrestre de este lugar se ha alzado unos 285 m desde la retirada de los hielos. Durante el Pleistoceno alternaron 17 periodos glaciares (con 5 glaciaciones principales), con sus correspondientes fases interglaciares, de clima más benigno. En dichas fases se derretía en verano más hielo del que se acumulaba en invierno, con lo que el mar iba recuperando agua y su nivel volvía a ascender progresivamente. Por tanto vemos que el nivel del mar ha ido descendiendo y ascendiendo alternativamente en los últimos 1 700 000 años. Los descensos de dicho nivel, durante los fríos glaciales, pudieron superar los 80 m, quizá hasta los 200 m en algún periodo. Evidentemente al descender las aguas marinas, la línea de costa se alejaba (hasta 160 km, según el relieve de los litorales y rasas costeras) y los ríos veían consecuentemente prolongado su curso final hasta la desembocadura, ahora más distante. La islas Británicas quedaban unidas al continente Europeo y también Alaska con Siberia por el estrecho de Bering (usado por los nómadas asiáticos para entrar y poblar el territorio americano).

De la erosión a la sedimentación El alejamiento de la desembocadura traía consigo que los antiguos estuarios, ricos en fangos y sedimentos depositados por el río en su primitiva desembocadura, quedaban progresivamente alejados y aislados del mar, sin recibir ya influencia de las mareas y sin que el río se remansase en los mismos, pues ahora debía avanzar unos cuantos kilómetros en busca del mar. Debido a ello, esos antiguos sedimentos estuarinos volvían a ser excavados y erosionados por el río. Desaparecía la vegetación marismeña y se sustituía por vegas fluviales y vegetación ribereña similar a la presente aguas arriba. Pero cuando en los periodos interglaciares el nivel marino subía de nuevo, las mareas volvían a inundar el valle hasta alcanzar esas vegas que habían sido marismas, y el antiguo estuario volvía a funcionar como tal, con la inundación y remanso de las aguas fluviales y su mezcla con las marinas. Cesaba la erosión fluvial y se reactivaban los procesos sedimentarios, que rellenaban los valles excavados anteriormente. La vegetación de las vegas desaparecía a medida que las condiciones de inundación y salobridad sólo permitían ocupar esos fértiles medios a las especializadas plantas de marisma. La última oscilación importante del nivel del mar comenzó hace unos 60 000 años cuando la glaciación del Würm, una de las más frías, volvió a alejar la línea de costa bastantes kilómetros. Por entonces, y especialmente hace unos 18 000 años, el río Eo excavó su valle profundamente, unos 64 metros por debajo de su lecho actual. Esto constituyó un problema técnico para construir el puente de Los Santos, pues para alcanzar la roca basal en la que apoyar los pilotes centrales se precisó una perforación de más de


SOBRE LAS RÍAS, ESTUARIOS Y SUS ORÍGENES

61 metros a través de los sedimentos que rellenaron posteriormente esa antigua excavación del Eo. Y es que al término de la glaciación, hace unos 10 000 años (Holoceno), una vez más el mar recuperó sus dominios, e incluso los superó; de hecho en el litoral cantábrico subió entre 2 y 3 metros por encima del nivel actual (transgresión Flandriense, hace unos 8 000 años). Cubierto ahora por el mar, el lecho fluvial volvió a rellenarse de arenas y sedimentos (parte de ellas dragadas hoy para conseguir calado para las embarcaciones). En los siguientes milenios el nivel del mar fue descendiendo, con oscilaciones menores, hasta llegar al actual. Según parece, en el presente siglo volverá a ascender unos decímetros. Posiblemente sea un ciclo más de sus variaciones de nivel, acelerado esta vez por el preocupante fenómeno del calentamiento global en el planeta debido al acúmulo de gases que facilitan el llamado «efecto invernadero». Cuando debido a esos cambios de nivel del mar, el tramo inferior de un valle fluvial es invadido por el mar, tenemos una ría. Si el origen del valle inundado por el mar no es fluvial sino glaciar, hablamos de fiordo. Las aguas de las rías típicas son menos profundas que las de los fiordos, aunque sí lo suficiente como para que incluso en bajamar el fondo de la ría permanezca cubierto por las aguas marinas. Es el caso de las afamadas rías gallegas, pero no el de las llamadas «rías» cantábricas. En estas últimas, las bajamares dejan al descubierto los sedimentos del fondo e incluso se aprecia entre ellos el recorrido del cauce fluvial. Dichas zonas de desembocadura

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Cuando debido a los cambios de nivel del mar, el tramo inferior de un valle fluvial es invadido por el mar, resulta una ría, cuyo fondo permanece cubierto incluso en bajamar. En el caso de la ría del Eo, sólo el sector al norte del puente de Los Santos (en la foto) se ajusta a dicha definición, pues aguas arriba se corresponde más bien a la de un estuario, en el que gran parte queda expuesto en la bajamar.


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SOBRE LAS RÍAS, ESTUARIOS Y SUS ORÍGENES

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Durante la glaciación del Würm, el mar se alejó de la línea de costa bastantes kilómetros. El río Eo excavó entonces su valle profundamente, unos 64 metros bajo su lecho actual. Al término de la glaciación, el mar rellenó esa antigua excavación y se colmató de sedimentos. Esto constituyó un problema técnico durante la construcción del puente de Los Santos, pues fue necesario perforar 61 metros de sedimentos para apoyar los pilotes en la roca basal.


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A diferencia de las rías, en las que el valle inundado por el mar es de origen fluvial, en los fiordos dicho valle es de origen glaciar. Fiordo de Geiranger (Noruega) resultante de la excavación por los hielos durante las glaciaciones.

de los ríos sometidas a la invasión de las pleamares son conocidas como estuarios. Entre rías y estuarios hay una diferencia en cuanto al relleno por sedimentos del antiguo cauce fluvial: en las rías verdaderas dicho relleno es insuficiente, por lo que las aguas marinas no los dejan expuestos en bajamar. En los estuarios el relleno por sedimentos es prácticamente completo, por lo que al retirarse las aguas marinas en bajamar, quedan expuestos. Por último, si es la desembocadura del río la que se adentra en el mar, hablamos de delta; en este último caso, el exceso de sedimentos que aporta el río llegan a superar, mar afuera, la línea de costa. Según las anteriores definiciones, las llamadas «rías» del litoral cantábrico (Eo, Navia, Nalón, Villaviciosa, Ribadesella, Urdaibai, etc.) responden más bien al patrón de un estuario que al de las verdaderas rías. Como acabamos de indicar, en los estuarios el mar invade los últimos centenares o miles de metros del río dos veces al día, en las pleamares, y se retira del mismo otras dos veces, en las bajamares, quedando entonces expuestos al aire los fangos del fondo y pudiendo distinguirse en ellos un canal con las aguas fluviales durante esas horas de bajamar. Esto es más notorio en los estuarios pequeños, y no tanto en los de mayor tamaño como en el caso del Eo. En este último incluso hay un sector que sí corresponde a una verdadera ría, al norte del puente de Los Santos, pues sus fondos permanecen sumergidos en bajamar. Merece por tanto la pena que nos detengamos a conocer el fenómeno de las mareas, pues forman parte por definición de lo que es un estuario, y como veremos más adelante constituyen un factor fundamental en la vida del mismo y en su diversidad biológica. No en vano la palabra estuario deriva de la latina aestum, que significa precisamente marea.


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Las mareas Las mareas son movimientos alternados de ascenso y descenso del nivel del mar que se producen con una periodicidad variable de 12 horas y 25 minutos. Por tanto, cada día hay casi dos periodos de algo más de 6 horas durante los que la marea sube de nivel hasta alcanzar su máximo o pleamar, y otros dos periodos similares en los que la marea desciende, retirándose de las orillas costeras hasta su nivel mínimo o bajamar, que deja expuestas zonas antes anegadas por la pleamar. Dada su duración, estas mareas se denominan semidiurnas o semidiarias, y son las que afectan a las costas de España. La Luna y el mar El origen de estas oscilaciones diarias en el nivel del mar es la atracción gravitatoria que sobre las aguas marinas ejerce la Luna, y en menor medida el Sol, junto con fenómenos de inercia asociados a la rotación de nuestro planeta. La fuerza gravitatoria que atrae dos cuerpos (ej.: la Tierra y la Luna) es directamente proporcional al producto de sus respectivas masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa. Esto explica por qué la influencia del Sol es menor que la de la Luna: aunque su masa es 27 millones de veces mayor, el Sol está 400 veces más lejos de la Tierra que la Luna, y recordemos que esa fuerza gravitatoria se reduce con el cuadrado de la distancia. En cuanto a la inercia, es la tendencia de un objeto en movimiento a continuar haciéndolo en línea recta, a no modificar su estado de movimiento si no es por acción de una fuerza. Es clásico el ejemplo de la persona que desciende de un tren en marcha. Los movimientos orbitales que implican a la Tierra, la Luna y el Sol son resultantes de la interacción de las fuerzas de atracción gravitatorias y de la inercia. De no existir inercia, las fuerzas gravitatorias harían que la Luna se precipitase a la Tierra y esta a su vez sería engullida por el Sol. Y sin fuerzas gravitatorias que nos «atasen», los tres astros vagarían alejándose rectilíneamente por el espacio.

Cada día hay dos periodos de unas 6 horas en los que la marea sube y otros tantos en los que baja. Esta oscilación y los drásticos cambios que supone, condicionan la vida en el estuario.


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El abombamiento en el lado opuesto al que está la luna se debe a la fuerza centrífuga [1] de la masa de agua que tendería a escapar al espacio de no ser retenida por las fuerzas gravitatorias [2, 3]

marea baja

marea alta ➊

marea baja

La colosal fuerza gravitatoria que la Luna ejerce sobre la Tierra produce una elevación en la masa de agua oceánica situada en el lado del planeta que mira a nuestro satélite. Además se genera otro abombamiento en los océanos del lado opuesto de la Tierra, debido a la fuerza centrífuga causada por la rotación terrestre, que tendería a que las aguas se escapasen hacia el espacio de no ser porque la atracción gravitatoria del planeta las retiene. Cada 24 horas, un enclave costero pasa dos veces por esos «abombamientos» oceánicos (pleamares), —una vez por la zona de atracción gravitatoria lunar y otra por la zona de fuerza centrífuga repulsiva—. Cuando se encuentra en las zonas «deprimidas» entre ellos se encontrará en bajamar.

marea alta

En el lado del planeta que mira hacia la luna se produce una elevación de la masa del agua oceánica debido a la atracción gravitatoria ejercida por nuestro satélite [4]

La Luna gira alrededor de la Tierra, realizando una vuelta completa en torno a nuestro planeta cada 27 días y 8 horas. Su rotación excéntrica ejerce una atracción gravitatoria sobre la Tierra nada desdeñable: Junto con la ejercida por el Sol, se estima que su «tracción» es capaz de elevar entre 25 y 50 cm algunas zonas de la corteza terrestre cuando pasa por encima. También la atmósfera es sensible a dicha atracción, especialmente en la ionosfera, donde puede alterarse el campo magnético en torno a la Tierra (mareas magnéticas). Pero donde más evidente se hace esa colosal fuerza es sobre los líquidos, debido a su fluidez y movilidad. Las mareas son su principal manifestación. La atracción gravitatoria que la Luna ejerce sobre las aguas marinas produce una elevación en la masa de agua oceánica situada en el lado del planeta que mira a nuestro satélite. Pero además se genera otro abombamiento en el lado diametralmente opuesto de la Tierra. Este último, paradójicamente, se encuentra en el lugar en el que la atracción gravitatoria de la Luna es mínima. Su explicación guarda relación con las fuerzas debidas a la inercia. Allí, la fuerza de inercia es ligeramente superior a la de atracción gravitatoria lunar. Por ello, el agua oceánica en virtud de esa fuerza de inercia (o fuerza centrífuga, que es como se llama a esta manifestación de la inercia), tiende a mantener su movimiento en línea recta, como intentando escaparse del planeta hacia el espacio, pero entonces entra en juego la atracción gravitatoria que ejerce la propia Tierra y que se lo impide. No obstante, se forma allí ese segundo abombamiento de aguas oceánicas. Entre ambas protuberancias quedan unos sectores oceánicos donde la capa de agua está «deprimida». La Tierra gira sobre sí misma bajo esas elevaciones oceánicas y las depresiones que las separan. Durante esas 24 horas de rotación, cada enclave


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costero atraviesa los dos abombamientos y las zonas de aguas deprimidas, experimentando respectivamente dos pleamares y dos bajamares. Evidentemente, no es que las aguas permanezcan estáticas respecto a la Luna y gire sólo la porción terrestre de nuestro planeta. Lo que permanece relativamente estática es esa atracción gravitatoria y fuerza centrífuga inversa que generan las elevaciones del mar cuando pasa por ese polo de atracción o repulsión respectivo y que «alzan» la masa oceánica en ese lugar y momento. Pero no todo es tan matemático y sincronizado. En realidad la elevación de las aguas (pleamares) van a mostrar un desfase o retraso. Por un lado, el impulso gravitatorio que atrae las aguas necesita cierto tiempo para elevar tras de sí esa inmensa masa de agua, y además la topografía y profundidad del fondo oceánico pueden dificultar u obstaculizar una movilización rápida de la misma. Estos últimos factores explican los minutos de diferencia que figuran en las tablas de mareas entre puertos ubicados en la costa o en el fondo de una bahía o ría. Para el abombamiento acuático que es la pleamar, avanzar por esos entrantes geográficos someros ofrece más resistencia que en zonas litorales más profundas. Por tanto, la pleamar no sigue inmediatamente al paso de la Luna por un determinado punto, pudiendo haber desfases de hasta 6 horas. Además, los factores topográficos de la costa y fondos marinos marcan una importante diferencia en la magnitud que las mareas alcanzan en diferentes lugares del mundo. Así, en pequeñas islas oceánicas la elevación media de la pleamar es de unos 75 cm, pero en las costas cercanas a la plataforma continental, como el caso de las costas cantábricas, es mucho mayor, debido a la reducción de la profundidad que obliga a la masa de agua a acumularse y a ascender sobre dicha plataforma, menos profunda que el océano abierto. Cuando estas recorren un terreno llano como un estuario, la diferencia se hace muy notable. En el caso del litoral cantábrico, la elevación de las mareas medias (que son el 73% del total) oscila de 2 a 4 metros, aunque en mareas muy vivas alcanza los 4,8 m. La onda mareal avanza desde Galicia La topografía de los fondos costeros puede obstaculizar y retardar el avance de la masa de agua, por lo que la pleamar no sigue inmediatamente al paso de la Luna por un determinado punto. También condiciona la magnitud de las mareas, pues cuando las aguas recorren un terreno llano como un estuario, la diferencia entre la pleamar y la bajamar se hace muy notable. Ensenada de La Linera.


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hacia las costas vascas (entre Tapia de Casariego y Llanes hay 18 minutos de diferencia, por ejemplo, lo que supone una velocidad de propagación de 164 metros por segundo), incrementando unos centímetros su amplitud al acercarse a estas últimas. Las mayores acontecen en la bahía de Fundy, en Canadá, de 19 metros. Como las causas geográficas no varían, la demora de las pleamares respecto a la posición de Luna es bastante estable, repitiéndose el ciclo de dos pleamares y bajamares en cada punto costero cada 24 horas y 50 minutos aproximadamente. La razón por la que hay esos 50 minutos de diferencia se debe a que la Luna, como indicamos, orbita en torno a la Tierra, dando una vuelta completa cada 27 días y 8 horas. Por tanto, cuando ese punto costero complete su rotación diaria de 24 horas no se va a encontrar de nuevo la Luna donde estaba al principio de dicho ciclo, sino unos 12° más al oriente. La rotación terrestre tardará unos 50 minutos adicionales en lograr que ese punto que estamos analizando alcance y se alinee de nuevo con la Luna, compensando así lo que la Luna orbitó durante esas 24 horas de rotación terrestre.

Mareas vivas y mareas muertas Hemos analizado la influencia que la Luna ejerce sobre las mareas, pero como apuntábamos al principio de la explicación, también el Sol está implicado, aunque pese a su inmensa masa, su influencia es un tercio de la ejercida por la Luna dada la enorme distancia que nos separa (unos 150 millones de km). Con todo, ese tercio adicional de atracción gravitatoria que ejerce el Sol sobre las masas de agua oceánicas no es en absoluto desdeñable, y va a ser responsable de las llamadas mareas vivas y muertas. Cuando el Sol y la Luna se alinean con la Tierra suman sus respectivas fuerzas de atracción gravitatoria. Los «abombamientos» oceánicos se hacen máximos en esos días por lo que las mareas son de mayor amplitud y se conocen como mareas vivas o sizigias. Durante las mismas ocurren las mayores amplitudes de marea, es decir, las pleamares son más elevadas y las bajamares más profundas, siendo su diferencia superior a 4 metros. Dichos alineamientos ocurren en las fases de Luna nueva (la Luna no es visible porque en su rotación alrededor de la Tierra se ha colocado frente al Sol, de forma que cuando nuestro lado del planeta mira «hacia la noche» no está allí nuestro satélite) y en las de Luna llena (cuando la Tierra se interpone en línea recta entre el Sol y la Luna, de forma que en la noche vemos a nuestro satélite frente a nosotros, plenamente iluminado por el Sol). A medida que la Luna continúa su rotación en torno a la Tierra, dicho alineamiento se rompe. Progresivamente el Sol va ejerciendo su atracción en una dirección y la Luna en otra. Cuando ambos astros forman 90° respecto a la Tierra (cuarto creciente y cuarto menguante), no sólo no suman sus respectivas fuerzas de atracción, sino que se interfieren mutuamente. El Sol está entonces ejerciendo su mayor atracción y «abombando» precisamente las aguas oceánicas que corresponden a las que la atracción lunar deja en


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Mareas vivas. Se producen cuando el

Sol y la Luna se alinean con la Tierra, pues se suman las respectivas fuerzas de atracción gravitatoria o de inercia. Ello ocurre en los días de luna nueva [A] o luna llena [C].

A. Luna nueva, marea viva de conjunción

C. 14 días después: luna llena, con marea viva de oposición

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Mareas muertas. Se producen cuando el Sol y la Luna se disponen formando 90° respecto a la Tierra (cuarto creciente [B] y cuarto menguante [D]) interfiriendo sus respectivas fuerzas de atracción.

B. 7 días después: cuarto creciente, con marea muerta

D. 21 días después: cuarto menguante, con marea muerta

esos momentos deprimidas. Es decir, que cuando un enclave costero alcanza la marea baja respecto a la Luna, simultáneamente le correspondería una marea alta respecto al Sol: las bajamares lunares coinciden con las pleamares solares y viceversa. Por tanto, la amplitud de marea (diferencia entre pleamares y bajamares) se reduce en esos días (inferior a 2 metros): son las llamadas mareas muertas o de cuadratura, una tercera parte más débiles que las vivas. Son algo más frecuentes que las sizigias, pues suponen el 25% de las mareas del año. Las pleamares son entonces menos elevadas y no llegan a anegar zonas de un estuario que sí inundan las mareas vivas. Tampoco las bajamares se retiran tanto esos días, y por tanto esos fondos marinos no llegan a quedar expuestos al aire. Como veremos, estas oscilaciones son muy importantes en la distribución de los seres vivos que pueblan el estuario. Además de estas variaciones mensuales, hay otros factores que influyen en la amplitud de las mareas de forma nada despreciable. La Tierra tiene una rotación anual elíptica en torno al Sol. Durante los meses en que la Tierra está más lejana al Sol (en torno a julio, pues el afelio o punto de máximo alejamiento es el 4 de dicho mes) la influencia del astro rey se reduce algo y las mareas son más muertas que las habituales de otros meses, especialmente si además coincide con una Luna en cuarto creciente o menguante. Dos factores están entonces concurriendo para dar lugar a las mareas mínimas anuales, con el menor coeficiente en las tablas de mareas.

Cuando el Sol y la Luna se alinean con la Tierra suman sus respectivas fuerzas de atracción gravitatoria. Los «abombamientos» oceánicos se hacen máximos en esos días, por lo que las mareas son de mayor amplitud y se conocen como mareas vivas. En los días siguientes ese alineamiento se rompe: el Sol va ejerciendo su atracción en una dirección y la Luna en otra. Cuando ambos astros forman 90º respecto a la Tierra, sus fuerzas de atracción se contrarrestan en parte. Aparecen entonces las llamadas mareas muertas.


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Tablas de mareas Los coeficientes de marea nos indican el grado de viveza de la misma tomando como referencia la altura de su pleamar en pies sobre el nivel de la bajamar máxima viva equinoccial. Los mayores coeficientes son de 115 (si se indica en centésimas 1,15), que se corresponden a 21,4 pies (6 metros), y los menores a 32 (o 0,32 en centésimas), de 16,1 pies (4,9 m). Las horas de las tablas de mareas se indican para el huso horario 0 (o Z, meridiano de Greenwich). Por ello, para saber la hora correspondiente en nuestros relojes hay que tener en cuenta el adelanto o atraso de la hora oficial que acordó la Comunidad Europea en cada época del año. Según dicho acuerdo, se adelantará una hora el último domingo de marzo (horario de verano, que en la península es de 2 horas más que la indicada en la tabla), y se retrasará 1 hora en el último domingo de octubre (horario de invierno, que pasa a ser de 1 hora más que la indicada en las tablas).

En los equinoccios el ecuador «solar» terrestre, o latitud en la que inciden los rayos solares con más intensidad, se corresponde con el ecuador geográfico: los rayos solares inciden por entonces perpendicularmente al ecuador terrestre, iluminando por igual los dos hemisferios de nuestro planeta, por lo que la duración del día se iguala a la de la noche. El equinoccio de primavera acontece entre los días 21-23 de marzo y el de otoño entre el 21-23 de septiembre. Entre los meses que separan los dos equinoccios (de septiembre a marzo) la Tierra pasa por el perihelio (distancia mínima al Sol, el 4 de enero). En este periodo la distancia al sol es menor que en el otro semestre, por lo que se generan mareas más vivas que en otros meses, que se potencian aún más los días de Luna llena o nueva. Pero además, cuando el sol se encuentra en el plano ecuatorial, iluminando por igual ambos hemisferios (equinoccios) las pleamares de cada día tienden a igualar sus coeficientes en valores máximos. Ahora esos fenómenos confluyen (Sol y Luna alineados, con el primero en posición más cercana a la Tierra y en el plano ecuatorial de la Tierra —equinoccio—) para dar lugar a las mareas máximas vivas anuales, con las mayores pleamares y bajamares del año y por tanto las mayores amplitudes de marea (mayores coeficientes). Estas pleamares se presentan sobre todo en marzo y septiembre, como dijimos, aunque también se manifiestan en los meses contiguos (febrero, abril, agosto y octubre). Pero todavía hay un tercer factor que puede confluir con los dos anteriores en esos meses. La órbita lunar en torno a la Tierra no es exactamente circular sino un poco elíptica, de forma que cuando la Luna se encuentra más cerca de la Tierra (perigeo) la marea puede aumentar un 15-20 % respecto a la media, y cuando está en su punto más alejado (apogeo) se reduce una cantidad similar. Por tanto, cuando además de una luna llena o nueva, se asocia una posición de la misma en perigeo y todo ello ocurre precisamente el día del equinoccio, se producen las llamadas pleamar máxima viva equinoccial y bajamar máxima viva equinoccial. Esta triple coincidencia ocurre cada 18,6 años. La última de estas mareas se registró en 1993, por lo que la siguiente se espera en 2011. El nivel de la bajamar entonces se considera el máximo alcanzable, y se toma como referencia (0 batimétrico) para indicar la magnitud de las mareas (coeficientes), pues por debajo del mismo el fondo no queda nunca expuesto. En las tablas de mareas se hace referencia a este punto como el de la máxima bajamar observada históricamente (cero hidrográfico). Lo contrario ocurriría en el caso de las mareas solsticiales de verano (21-22 de junio), con lunas en cuarto creciente o menguante y en apogeo: las mareas son entonces de mínima amplitud. Además de estas conjunciones astronómicas, existen otros factores de tipo meteorológico que influyen sobre la magnitud de las mareas. Cuando la presión atmosférica sube (situación anticiclónica), el abombamiento oceánico es contrarrestado algo y la marea es algo menor, mientras que con bajas presiones (borrascas) la elevación oceánica encuentra menos resistencia a su deformación y la marea resultante es mayor. Con un barómetro que nos indique


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Equinoccio de otoño 21-23 de septiembre

VER

ANO

O

Ñ OTO Solsticio de invierno 21-22 de diciembre

23,50

147,5 millones de km

Tierra en perihelio (más cercana al sol) el 4 de enero. La velocidad de traslación de la tierra es máxima (2.ª Ley de Kepler)

152,6 millones de km

Tierra en afelio (más lejana del sol) el 4 de junio.

Luna en apogeo

INV

IER

NO

Luna en perigeo

Solsticio de verano 21-22 de junio

A

R AVE

PRIM

La velocidad de traslación de la tierra es mínima

Equinoccio de primavera 21-23 de marzo

la presión atmosférica de la jornada, un sencillo cálculo matemático puede informarnos de qué incremento o reducción tendrá la altura de marea por causas barométricas. Dado que las tablas de mareas se calculan para una presión media de 760 mm de mercurio (Hg) (= 1.013 milibares), las correcciones barométricas a aplicar resultarán de la fórmula: Corrección barométrica = 14 × (presión actual en mm Hg – presión media de 760 mm Hg). Ejemplo: Si nuestro barómetro indica una presión de 730 mm, la corrección barométrica será de 14 × (730 – 760) = 14 × (– 30) = – 420 mm, es decir, que ese día la marea subirá 42 cm más de lo que indica la tabla de mareas. También los vientos influyen en la magnitud de las mareas. Cuando soplan fuertes y constantes hacia la costa aumentan la marea, y lo contrario cuando son vientos fuertes terrales dirigidos de la costa hacia el mar. En nuestro litoral, los procedentes del oeste (tercer y cuarto cuadrante) son los que más aumentan las mareas, mientras que los vientos del nordeste (primer cuadrante) las atenúan. En el año 2007 un mercante encalló en la ría del Eo cuando pretendió acceder al puerto de Ribadeo durante una de las pleamares más muertas del año y se asoció con viento del nordeste, que la atenuó más aún hasta ocasionar una extraordinaria falta de calado.

Entre los meses que separan los dos equinoccios (de septiembre a marzo) la distancia al sol es menor que en el otro semestre, por lo que la atracción que ejerce es mayor y se generan mareas más vivas que en otros meses, sobre todo los días que además la Luna se alinea (lunas nueva y llena). Cuando esto acontece además en fechas próximas a los equinoccios de marzo y septiembre se originan las mareas vivas máximas del año.


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La variaciones en el nivel de las pleamares y bajamares crean una serie de niveles en la franja intermareal que van a condicionar la distribución de los seres vivos en la misma. Algunas especies sólo van a ser alcanzadas por las aguas marinas unos pocos días del año (pleamares máximas anuales), otras sólo unos días del mes (pleamares vivas) y otras lo serán a diario. Lo inverso ocurre en las bajamares. Algunas especies sólo quedarán expuestas al aire unas horas al año (bajamares máximas anuales) o al mes (bajamares vivas). Plantas y animales se distribuyen en función de su tolerancia o no a la anegación por las aguas o a la exposición al aire en varios estratos, no sólo en los acantilados exteriores, sino también en las marismas del estuario. Acantilados en la Punta de la Cruz (Castropol).


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Las magnitud de las mareas se ve afectada por los vientos y la presión atmosférica, siendo algo mayores en caso de vientos del oeste y bajas presiones (borrascas). S Ruinas de la presa del molino de marea de As Acías (siglo xvii), que permitía embalsar las aguas de la pleamar y aprovechar la energía liberada en su suelta para girar la piedra de molienda.

Desde la Edad Media, diversos países han aprovechado la energía de las mareas mediante molinos hidráulicos que funcionaban durante el reflujo de las aguas en bajamar. Muchos de estos molinos fueron abandonados al aparecer los motores eléctricos. En la parte asturiana de la ría del Eo aún permanecen en pie las ruinas de un antiguo molino de marea, con una presa de piedra que cerraba la pequeña ensenada de As Acías, en la costa norte de La Linera. Este molino data del siglo xvii y su funcionamiento era muy sencillo: cuando la marea subía, la presión del agua abría pasivamente una compuerta que permitía entrar ese flujo a la ensenada de As Acías. En el momento de la pleamar ese flujo cesaba, y poco después comenzaba el reflujo de la bajamar que ahora hacía cerrarse la compuerta. El agua quedaba entonces apresada en la ensenada de As Acías, permitiéndole su vuelta a La Linera y a la ría a través de la conducción de la maquinaria del molino. Esta consistía en una base de piedra sumergida sobre la que pivotaba un eje de madera que portaba una rueda de aspas que giraba con la fuerza de la corriente de reflujo. En la parte superior del eje se encajaba la piedra de molienda, que por tanto giraba gracias a ese impulso. El molino de As Acías funcionó hasta 1914, usándose en la molienda de distintos tipos de cereales. Junto a las ruinas de su presa, cerca de la orilla, aún permanecen los restos de un recinto cuadrado destinado a las acémilas que portaban el grano y, de vuelta, la harina. Existen ruinas de otro molino en la ensenada de Vilavella, en la orilla lucense.


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Geología Una antigua llanura mareal en el hemisferio sur Retrocedamos unos 520 millones de años. Nos encontramos en el Cámbrico Inferior, lejana época en la que aún no existía el río Eo. Los territorios que hoy rodean a la ría del Eo constituían un fondo marino somero junto a la costa, en la zona templada del planeta. La distribución y posición de los continentes era muy diferente a la actual. La península Ibérica se encontraba entonces en el hemisferio sur, entre los 35° y 45° S, latitudes en las que hoy se encuentran países como Nueva Zelanda o el centro y sur de Argentina, Chile o Sudáfrica. El clima y las aguas eran más cálidos que en la actualidad. Los primitivos organismos que pululaban en aquellas aguas poco profundas incorporaban carbonato cálcico a sus tejidos de sostén, caparazones y esqueletos, como hacen los actuales moluscos, crustáceos o corales. En el fondo se depositaban arenas y barros calcáreos formados por precipitación de carbonato cálcico. Parte de esos sedimentos eran atrapados por colonias de microorganismos como las cianobacterias, capaces de capturar y fijar el calcio y partículas carbonatadas presentes en las aguas. En menor cuantía se incorporaban algunos caparazones calcáreos de organismos de mayor tamaño. A medida que estos barros y arenas fueron siendo enterrados y compactados, fueron dando lugar primero a calizas y dolomías. Las enormes presiones y altas temperaturas que actuarían sobre ellas millones de años después produjeron transformaciones en sus propiedades (metamorfismo), de forma Hace más de 500 millones de años, los territorios que hoy integran la ría del Eo constituían un fondo marino poco profundo junto a la costa, en la zona templada del hemisferio sur. Los primitivos organismos que pululaban en aquellas aguas incorporaban carbonato cálcico a sus tejidos de sostén, depositándose en el fondo arenas y barros calcáreos. Esta imagen de la bahía de Loreto en la Baja California (México) nos evoca aquellos primitivos ambientes del Cámbrico Inferior, aunque tal vez las zonas emergidas estaban más distantes.


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El progresivo enterramiento y compactación de las arenas y barros calcáreos generaron rocas calizas y dolomías. Las enormes presiones y temperaturas a las que se verían sometidas después produjeron transformaciones en esas rocas (metamorfismo), formándose mármoles calcáreos y dolomíticos. Resultó así una formación geológica conocida como Calizas de Vegadeo que integra rocas y minerales de esos tipos. W Hoy es bien visible en una cantera a cielo abierto aledaña a Vegadeo. R Calcita cristalizada y sección de roca caliza, ambas de las Calizas de Vegadeo

que parte de aquellas calizas y dolomías formaron mármoles calcáreos y dolomíticos. Resultó así una formación geológica conocida como Calizas de Vegadeo que integra rocas y minerales de esos tipos. El espesor de esta antigua formación es aquí de unos 100 metros. Recibe tal nombre por aflorar hoy día en algunas zonas de dicho concejo asturiano, aunque en la ría del Eo sólo lo hace en una estrecha franja (núcleo de un pliegue anticlinal) que cruza las ensenadas de La Linera y As Acías y se continúa hacia la playa de Penarronda. Hacia el sur reaparece en Vilavedelle (al norte de Vegadeo), donde existió una cantera que proporcionó hasta bien entrado el siglo xx la «pedra de Vilavedelle», una caliza muy usada como piedra noble de construcción para enmarcar puertas y ventanas, peldaños, pilas bautismales, columnas, fregaderos, etc. También aflora junto a Vegadeo, en el límite entre los concejos de Castropol y Vegadeo: allí existió en el pasado una cueva (A Raposa) de casi 90 m de longitud y 7 m de altura, hoy desaparecida por existir una cantera a cielo abierto que explota este yacimiento calizo para fines constructivos. Cerca de los afloramientos y canteras de caliza, en el pasado se construyeron hornos de cal («caleiros»), ubicados junto a la ría para facilitar la carga de la cal producida en embarcaciones. En dichos hornos, las piedras de caliza se calentaban hasta que su carbonato cálcico (CaCO3) se descomponía en anhídrido carbónico (C2O2, que pasa al aire) y óxido de calcio o cal viva (CaO). Una vez fría, esta última se mojaba con agua para formar la cal muerta o apagada —hidróxido de calcio, Ca(OH)2—, tras una fuerte reacción química con gran desprendimiento de calor y desmenuzamiento de la piedra de cal viva original. El polvo blanquecino de la cal apagada se empleaba para fabricar morteros («de cal») en la construcción y como recubrimiento de paredes. También tiene diversas aplicaciones en la industria química.


GEOLOGÍA

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Al norte de Gondwana Avancemos ahora unos 10 millones de años, esto es, hace unos 510 millones de años. Se está terminando entonces el periodo Cámbrico Inferior y comenzando el Cámbrico Medio. La región de la actual ría del Eo continuaba siendo un fondo marino de escasa profundidad situado al norte de un gran continente conocido como Gondwana, que aún tardaría muchos millones de años en disgregarse. La ubicación del actual norte ibérico en el planeta continuaba siendo muy diferente a la actual, pues estaría en latitudes próximas a la actual Sudáfrica. El clima seguía siendo más cálido que el de nuestros días, y en las aguas de aquel mar somero nadaban medusas, mientras por sus fondos se desplazaban trilobites, equinodermos (holoturias), gusanos, braquiópodos y diversos moluscos. La vida sólo ocupaba aún el mar, con la excepción de algunos musgos que comenzaban a aventurarse en tierras húmedas. Cuando el Cámbrico Inferior va tocando a su fin, los sedimentos calizos que generaban el plancton y los primitivos organismos marinos (Calizas de Vegadeo) comienzan a ser sepultados por otras partículas de diferente naturaleza, esta vez silícea. Es la época en la que comenzará a generarse la práctica totalidad de las rocas que hoy vemos en la ría del Eo. Por ello merece la pena que nos detengamos algo más en su descripción. En los fondos de aquel mar somero se encontraba una de las numerosas cuencas sedimentarias presentes en las costas y archipiélagos del norte de Gondwana.

Durante 45 millones de años, los sedimentos calizos que integrarían las Calizas de Vegadeo fueron progresivamente sepultados por partículas de naturaleza silícea que los ríos arrastraban hasta esa cuenca, procedentes de la erosión de las tierras emergidas. Al irse compactando resultó una gruesa formación rocosa conocida como Serie de los Cabos, que hoy aflora en gran parte del litoral occidental de Asturias y en Galicia. Las pizarras de Taramundi son parte de las capas que integran esa serie de los Cabos, aquí visibles en los acantilados de la Punta de La Cruz (Castropol).


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1 El componente fundamental de la arena de origen continental es el sílice (dióxido de silicio, SiO2), que cristaliza en forma de cuarzo. Las arcillas apenas tienen sílice, sino más bien silicatos (SiO44-).

En realidad se trataba de una fosa tectónica alargada que se había formado 50 millones de años antes, cuando distensiones en la corteza terrestre del norte de Gondwana produjeron fallas en la roca basal, que al hundirse abrieron fosas tectónicas en toda esa región del paleocontinente. En aquel mar de pocas decenas de metros de profundidad desembocaban ríos cuyas aguas arrastraban partículas procedentes de la erosión del terreno emergido, probablemente de una gran isla de poco relieve situada al este, en la actual Cantabria. Tal vez, en algunos momentos del Cámbrico emergieron terrenos del centro de Galicia que aportarían sus «granos de arena» desde el oeste a la cuenca sedimentaria, antes de volver a quedar sumergidos, pero el principal aporte de sedimentos siempre vino del este. En las desembocaduras de aquellos ríos debían de existir deltas, así como amplias llanuras de sedimentos encharcados por las aguas fluviales. Tras millones de años de erosión, el relieve emergido se fue suavizando y las arenas que iban llegando a la cuenca sedimentaria arrastradas por los ríos eran cada vez más finas. A medida que los sedimentos se iban acumulando, la presión debida al peso de los mismos se hacía cada vez mayor. Por ello, las partículas que iban quedando más profundas se veían sometidas a tales presiones (pensemos en el peso de una simple palada de arena húmeda) que el agua que se interponía entre las mismas fue expulsada, de forma que éstas se comenzaron a cementar unas con otras (litificación de los sedimentos). Así resultaron unas nuevas rocas compactas, de naturaleza silícea: cuando bajo esas enormes presiones se cementaron entre sí granos de arena, se originaron las areniscas; si dichos granos de arena eran mayoritariamente de cuarzo, resultaban cuarcitas (un tipo particular de areniscas), y si quienes se compactaban eran arcillas, daban lugar a las pizarras.1 Durante decenas de millones de años se continuaron acumulando y compactando arenas y arcillas silíceas en aquella fosa tectónica subacuática. También fueron a parar allí sedimentos procedentes de la erosión de rocas volcánicas, si bien en escasa cantidad. La ausencia de grandes terremotos y turbulencias geológicas durante ese largo periodo permitió constituir una formación de sedimentos compactados muy gruesa, que llegó a alcanzar en esta zona más de 4500 m de espesor, pues el fondo de la fosa tectónica iba hundiéndose progresivamente. La profundidad del mar sobre esa cuenca no debió sufrir cambios drásticos, pero sí lo hizo el espesor de los sedimentos que rellenaban la fosa tectónica, pues a medida que se acumulaban también se hundían. Esta gruesa formación sedimentaria se constituyó sobre todo en los 45 millones de años transcurridos entre el Cámbrico Medio y el Ordovícico Inferior (época Arenig, que terminó hace unos 465 millones de años), y es conocida como Serie de los Cabos, debido a que hoy aflora en el litoral occidental de Asturias constituyendo acantilados, puntas y cabos tan conocidos como los de Vidio o Busto. Las capas más superiores de la Serie de los Cabos son conocidas como «Capas (superiores e inferiores) del Eo», de 200 m de espesor, y están constituidas básicamente por cuarcitas, formadas como dijimos líneas arriba al cementarse granos de cuarzo sometidos a las enormes presiones de la cuenca


GEOLOGÍA

sedimentaria en las que quedaron enterrados. Pese al nombre con que se las conoce, estas capas de cuarcitas más o menos puras, no constituyen el sustrato rocoso de la actual ría sino otras unidades de esa Serie de los Cabos en las que alternan areniscas y pizarras, y que veremos a continuación. 1. Tramo de pizarras con trilobites. No abundan los restos fósiles en la Serie de los Cabos, pero en los estratos más basales de la serie (Cámbrico Medio), entre pizarras verdes (ricas en cloritas y poco metamorfizadas), algunas arenas y margas de ese mismo tono, aparecen con frecuencia trilobites. Se trata de unos artrópodos marinos que poblaron los mares someros del Paleozoico. Su nombre se debe a su cuerpo, que aparece dividido en tres lóbulos longitudinales, uno central o axial y otros dos laterales o pleurales.

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En las rocas más basales de la Serie de los Cabos (Cámbrico Medio, ca. 500 millones de años) aparecen fósiles de trilobites, artrópodos marinos que poblaban aquellos mares someros. Cerca de Vegadeo se encontró un Paradoxides brachyrhachys de 24 cm, el mayor hallado en Asturias, conservado en el Museo de Geología de la Universidad de Oviedo.


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Por encima del tramo de pizarras con trilobites se continuaron depositando nuevas capas de sedimentos cuya compactación dieron lugar a una serie de estratos de areniscas conocidas como Capas de Bres.

Dichos lóbulos estaban acorazados, constituyendo un caparazón protector compuesto de segmentos transversales articulados entre sí que permitían al animal plegarse sobre sí mismo en caso de peligro, de forma parecida a como hoy lo hacen las cochinillas de la humedad. Estos invertebrados solían descansar sobre los fondos de aquellos mares primitivos, y algunos caminaban, excavaban galerías o nadaban sobre las arenas y sedimentos semiconsolidados en el fondo. Al morir, sus cuerpos eran enterrados por las arenas que caían a la cuenca, llegando con el tiempo a fosilizarse. Incluso se han conservado algunos de los rastros producidos al desplazarse por el fondo: son huellas fósiles (icnofósiles) conocidas como Cruziana. Terminado el Paleozoico, los trilobites desaparecieron, y hoy sus fósiles aparecen en las rocas sedimentarias formadas en las cuencas de aquellos mares primitivos. En las laderas que enmarcan la actual ría del Eo, B. Meléndez e I. Asensio Amor (1964) localizaron y estudiaron un importante yacimiento de fósiles de trilobites. Se ubica en la aldea de Presa, perteneciente a Castropol, aunque muy cercana a Vegadeo. Hoy este yacimiento está cubierto por prados y tierras de labor, por lo que no es accesible, pero hace algunos años dichos investigadores pudieron reunir un buen número de ejemplares que les permitió identificar las especies que poblaban aquel mar del Cámbrico Medio, hace unos 510 millones de años. Predominaban los del género Paradoxides, característicos de la provincia faunística atlántica del Cámbrico Medio. Destacan P. bohemicus y P. spinosus. Notable es el hallazgo de un Paradoxides brachyrhachys de 24 cm de longitud, que constituye el mayor trilobites hallado hasta hoy en Asturias, pese a faltarle parte de la cabeza o cefalon. Este ejemplar puede observarse en el Museo de Geología de la Universidad de Oviedo. Además, se pudieron identificar abundantes restos de otros trilobites como Conocoryphe sulzeri, de la misma datación que los Paradoxides. En las cercanías de Ribadeo, Ch. Barrois identificó en 1882 especies similares, a las que hay que añadir Paradoxides pradoanus, P. barrandei, Conocoryphe ribeiroi, C. castroi, Arionellus ceticephalus y Trochocystites bohemicus, así como un ejemplar de braquiópodo. El tramo de pizarras con trilobites tiene unos 200 metros de espesor, y desde Vegadeo se continúa por el interior hasta la costa meridional de la ensenada de La Linera, al este de Castropol. En la orilla opuesta de la misma, continúa alejándose de Figueras y de la ensenada de Arnao, y se prolonga en dirección noreste hasta la playa de Penarronda. 2. Capas de Bres. Por encima de este tramo de pizarras con trilobites, en la Serie de los Cabos, Marcos, Pérez-Estaún, Martínez y Vargas diferencian otras unidades litológicas: las primeras serían las llamadas Capas de Bres, estratos de areniscas que reciben su nombre de una aldea de Taramundi. En el entorno de la ría, afloran en los alrededores de Vegadeo como una ancha banda


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que alcanza los 1250 m de espesor, y que desde Miou y Louteiro se continúa por la mayor parte de las riberas gallegas de la ría, hasta Ribadeo. En la orilla asturiana suponen el zócalo rocoso principal entre Vegadeo, la ensenada del Tarrón y Castropol; también conforman el cabo comprendido entre Figueras y la Atalaya (Punta del Boi), desde el que parte el puente de Los Santos. 3. Capas de Taramundi. Encima se encuentra una última unidad litológica de esta serie paleozoica de los Cabos, y también la de mayor espesor, las Capas de Taramundi, que constan de pizarras gris azuladas. Se formaron en los últimos millones de años del Cámbrico y en los primeros del Ordovícico (Arenig). En sus capas inferiores (Taramundi I, que integran los acantilados de Arnao y Punta de La Cruz, en la orilla asturiana) se intercalan algunas areniscas, y en las más superiores (Taramundi II, entre el fuerte de San Damián y la Peña de los Apóstoles, en la orilla lucense) aparecen pizarras oscuras, limolitas (intermedias entre areniscas y pizarras) más claras y algunas rocas de origen subvolcánico (diabasas, que no llegaron a emerger a la superficie). Las capas de Taramundi (sobre todo las II) son relativamente fáciles de diferenciar cuando se exponen en acantilados o rasas costeras cercanas al mar, pues la erosión por viento y arena crea en sus estratos unas oquedades o alvéolos redondeados. El espesor total de las Capas de Taramundi alcanza los 3350 m y afloran también aguas arriba de Vegadeo, desde A Xunqueira y Casanova (Lugo) hasta Abres.

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Sobre las areniscas de las capas de Bres se encuentra la última unidad litológica de la Serie de los Cabos. Se trata de las Capas de Taramundi, integradas por pizarras gris azuladas formadas a finales de Cámbrico e inicios del Ordovícico (465 millones de años). Constituyen los acantilados de Arnao y Punta La Cruz (Asturias) y los situados en la orilla gallega opuesta. La erosión por el viento y la arena excava en sus estratos oquedades y alvéolos.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

Pena Forada, en la orilla lucense, está formada por rocas de las Capas de Taramundi II, más recientes que las de la orilla asturiana (Taramundi I). Además de pizarras oscuras aparecen limolitas más claras, intermedias entre areniscas y pizarras.

Por hallazgos en otras zonas distintas a la que nos ocupa, parece que en el periodo Ordovícico el clima sufrió un progresivo enfriamiento, que terminaría en una glaciación a finales del mismo.

Cataclismos geológicos La relativa paz geológica reinante durante 140 millones de años (Cámbrico Medio y Superior, Ordovícico, Silúrico y Devónico) se termina a finales del Devónico, con la llamada Orogénesis Varisca o Hercínica. Se trató de un intenso movimiento tectónico que, durante el Periodo Carbonífero que vino a continuación, deformó aquellos espesos acúmulos sedimentarios. Por entonces los continentes se fueron desplazando y colisionando hasta unirse en un único macrocontinente llamado Pangea. Las presiones tectónicas elevaron por entonces cordilleras, como la cordillera Varisca que desde los Urales cruzaba Europa hasta llegar a los Apalaches norteamericanos (recordemos que América del Norte estaba unida a Europa, pues aún no se había abierto el océano Atlántico). En la futura Asturias, los materiales situados al occidente de la región sufrieron graduales presiones desde el oeste, que los elevaron y deformaron creando una cordillera (parte de la cordillera Varisca) y una serie de cabalgamientos y fallas. Examinando un mapa físico de la Asturias actual podemos ver la disposición de los valles y relieves del occidente de Asturias, claramente replegados


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formando una curva entre el cabo Vidio, Cangas del Narcea y Somiedo: es la llamada «Rodilla Astúrica» o «Arco Astúrico», que nos permite deducir la intensa actividad tectónica compresiva de la época. La Serie de los Cabos no fue ajena a las convulsiones variscas del Carbonífero: la cuenca sedimentaria se cerró definitivamente y sus primitivos estratos rocosos litificados se vieron sometidos a una elevación general, acompañada de cabalgamientos, pliegues, fallas y otras fracturas. En muchas zonas, los estratos que antes eran horizontales pasaron a disposiciones casi verticales, emergiendo de la superficie marina en amplios sectores. En los acantilados de Arnao aparecen diques de rocas (microgranitos y felsitas) que se intruyen en la Serie de los Cabos, cuyo origen parece ser magmático o subvolcánico. Más que por la cercanía de volcanes, estas rocas podrían proceder de magmas que ascendieron por algunas de las profundas grietas que se abrieron en el suelo. Durante los 240 millones de años del Pérmico y el Mesozoico que vinieron tras el Carbonífero, esas rocas y terrenos emergidos sufrieron una prolongada erosión. Como tantas veces ocurre en la historia geológica, lo que antes era una roca en formación incorporando sedimentos, dejó de serlo para pasar a ser una roca generadora de clastos (partículas) cuyo destino sería otra nueva cuenca sedimentaria, alejada del área que nos ocupa. De esta época sólo han quedado unos pocos depósitos en la Punta del Corno, que delimita al oeste la playa de Penarronda: constan

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A finales del Devónico se terminó la relativa paz geológica reinante los anteriores 140 millones de años. Comenzó un intenso movimiento tectónico que durante el periodo Carbonífero elevó, deformó, fracturó y plegó los espesos acúmulos sedimentarios de la Serie de los Cabos. Pliegues en los acantilados de la orilla septentrional de la ensenada de La Linera.


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Las rocas de la Serie de los Cabos, emergidas de la superficie marina por la actividad tectónica del Carbonífero, sufrieron una prolongada erosión durante cientos de millones de años. Las que antes fueron rocas en formación, incorporando sedimentos, dejaron de serlo para pasar a ser rocas generadoras de partículas cuyo destino sería otra nueva cuenca sedimentaria.

de conglomerados, brechas, areniscas y pizarras de finales del Carbonífero (Estefaniense, 299-307 millones de años). Hace entre 20 y 50 millones de años, entre el Eoceno Superior y el Mioceno Inferior (Terciario), tuvo lugar una nueva época de gran actividad tectónica, la orogénesis Alpina, formadora de las grandes cadenas montañosas del planeta. En el occidente de Asturias y Galicia se produjo entonces un levantamiento global del relieve, pero esta vez sin apenas nuevas compartimentaciones en bloques o rejuvenecimiento del mismo. Vemos, pues, que desde aquella lejana orogénesis Varisca del Carbonífero, esa región de sustrato paleozoico no volvió a registrar nuevos aportes sedimentarios de importancia, y además durante centenares de millones de años estuvo sometida a desgaste erosivo. Todo ello explica la ausencia de rocas más recientes a las de la Serie de los Cabos, así como el relieve gastado y redondeado, que la relativamente reciente orogénesis Alpina no rejuveneció significativamente.

El Cuaternario En los acantilados y laderas de la actual ría del Eo podemos ver aflorar las rocas de la Serie de los Cabos, en su mayoría areniscas y pizarras, formando el zócalo de roca madre del territorio. Pero sobre el mismo, la prolongada erosión de dicho material basal ha ido acumulando una serie de formaciones superficiales más recientes. Fundamentalmente se han originado en los últimos 1,64 millones de años, periodo conocido como Cuaternario, en el que hoy nos encontramos. A medida que las rocas basales y sus escarpes se erosionan, se van desprendiendo fragmentos de las mismas (cantos silíceos),


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Los acantilados de la actual ría del Eo nos permiten ver aflorar las rocas de la Serie de los Cabos, zócalo de roca madre del territorio. Pero la prolongada erosión del mismo ha ido acumulando depósitos más recientes: los fragmentos silíceos (clastos) que se van soltando de la roca se van acumulando en las laderas de la rasa costera, entremezclándose con arenas y arcillas. Sobre estos depósitos superficiales se han desarrollado los suelos con pastizales y plantaciones forestales que hoy rodean la ría.

que se van acumulando (coluviones) en las partes superiores de las laderas de dichos escarpes. Entre los clastos se interponen guijarros más pequeños que rellenan en parte los espacios entre los mismos, creando una matriz inicial, aunque un tanto escasa. Es lo que en los mapas geológicos se conoce como «formaciones superficiales clásticas de escasa matriz». A medida que esos clastos avanzan arrastrados por los agentes atmosféricos hacia las zonas menos pendientes de la ladera se entremezclan con partículas pequeñas y finas (arenas y arcillas), que rellenan más los intersticios existentes, creando así una matriz más densa. Son las «formaciones superficiales clásticas de abundante matriz». Sobre ambos tipos de formaciones superficiales cuaternarias se han desarrollado gran parte de los suelos con pastizales y plantaciones forestales que hoy rodean la ría. También son destacables los recubrimientos de naturaleza arenosa en la rasa costera al norte de la ensenada de La Linera (entre Figueras, Arnao y Penarronda) y en la orilla gallega opuesta, al norte de Ribadeo. Estos suelos arenosos datan de fines de la última glaciación (transgresión Flandriense, hace entre 10 000 y 8 000 años), por vientos que barrieron desde el suroeste las arenas de la ensenada de Arnao, acumulándolas sobre las rocas más antiguas. Se conoce como rasa mareal a la plataforma rocosa costera que aparece por delante de un acantilado debido a la erosión del mar sobre el mismo. Debido a su origen (socavación del acantilado por el oleaje), estas plataformas coinciden con el nivel de la bajamar. Se han identificado antiguas rasas de este tipo en terrenos hoy emergidos decenas de metros sobre el nivel del mar. Es sabido que desde el Terciario y durante el Cuaternario, existieron movimientos de ascenso (epirogenéticos) muy lentos de todo el conjunto rocoso de la zona, con pausas que permitieron generar esas rasas mareales


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Otro tipo de depósitos cuaternarios relativamente recientes son los de las arenas y fangos relacionados con la dinámica del estuario y su mezcla de aguas. Son notables los de la ensenada de La Linera, El Tarrón, alrededores de Vegadeo, Muro das Lamas y Reme. En las orillas de la ensenada de la Linera (página siguiente, con el islote de Turruyón) encontramos abundantes clastos procedentes de la erosión de acantilados cercanos.

que luego ascenderían hasta su emersión y elevación sobre el nivel marino. En el entorno de la ría del Eo, Germán Flor y G. Mary han localizado algunas de esas antiguas rasas a distintos niveles sobre el nivel del mar. Sobre ellas se encuentran sedimentos de origen marino, principalmente cantos y arenas. Durante el Cuaternario, el propio río Eo y sus afluentes han ido creando terrazas fluviales o aluviales en sus cauces, «playas» en las que acumulan cantos rodados, arenas, arcillas y otros depósitos (llanuras aluviales en los meandros y terrazas en zonas abandonadas por el río). Esas terrazas también fueron siendo elevadas a medida que la tierra ascendía y el río excavaba más su cauce, de forma que hoy se han podido identificar algunas de ellas decenas de metros sobre el actual nivel de las aguas. En el caso de la ría, también aparecen depósitos de arenas y fangos relacionados con la dinámica del estuario y su mezcla de aguas. Son especialmente notables las de las ensenadas de La Linera, el Tarrón, el entorno de Vegadeo, Muro das Lamas y Reme. Otros depósitos litorales son las playas de arena fina de Arnao o el Tesón de la Berlinga que las bajamares descubren frente a Figueras. En el siguiente capítulo abordaremos con más detalle el origen de estos depósitos cuaternarios, que continúan produciéndose a día de hoy. En resumen, los afloramientos geológicos que hoy podemos distinguir en el entorno de la ría del Eo son los siguientes, ordenados de mayor a menor antigüedad geológica:


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Calizas de Vegadeo. Calizas, mármoles y dolomías recristalizadas del Cámbrico Inferior (520 millones de años). Son localizables en una estrecha franja que cruza la ensenada de La Linera desde las orillas al este de Castropol, y se adentra en la de As Acías, en la orilla opuesta. También en las cercanías de Vilavedelle y Vegadeo, donde existen o existieron canteras. Serie de Los Cabos. Rocas silíceas originadas en los 60 millones de años transcu-

rridos desde finales del Cámbrico Inferior (520 millones de años), Cámbrico Medio (520-517 millones de años), Cámbrico Superior (517-510 millones de años) y Ordovícico Inferior (510-465 millones de años). Su zona superior constituye el sustrato geológico fundamental de la ría y su entorno, diferenciándose tres unidades geológicas: 1. Tramo de pizarras (y margas) verdes con abundantes trilobites, fósiles, del Cámbrico Medio, cuyo principal yaci-

miento aflora en la aldea de Presa, muy cercana a Vegadeo. Es una franja de unos 200 metros de anchura que desde esta población se continúa tierra adentro hasta el este de Castropol y ambas orillas de la ensenada de La Linera.

Serie de Los Cabos

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2. Capas de Bres, 1250 metros de espesor de areniscas y limo-

litas claras, laminadas, que afloran en torno a Vegadeo y que desde Miou y Louteiro se continúan por las riberas gallegas de la ría, hasta Ribadeo. En la orilla asturiana suponen el zócalo rocoso principal entre Vegadeo, la ensenada del Tarrón y Castropol; también conforman el cabo de la Punta del Boi, desde el que parte el puente de Los Santos. 3. Pizarras de Taramundi, intercaladas con algunas areniscas. Es el tramo de mayor espesor (3350 m) y aflora aguas II arriba de Vegadeo, desde A Xunqueira hasta Abres, así como en los acantilados de la desembocadura de la ría (Arnao, fuerte de San Damián, Peña de los Apóstoles…). I

Afloramiento del Periodo Carbonífero (Estefaniense) en la Punta del Corno, que delimita al oeste la playa de Penarronda. Aunque no estrictamente en el entorno inmediato de la ría, se encuentra muy próximo a la misma. Con unos 100 m de espesor, consta de conglomerados, brechas, areniscas y algunas pizarras. Su antigüedad es de unos 290-300 millones de años. Formaciones del Cuaternario. En los últimos 1,64 millones de años, las antiguas rocas paleozoicas han sido en parte cubiertas por coluviones, y depósitos en las rasas marinas que luego quedaron elevadas, playas, llanuras de fango y aluviones. Las tierras de cultivo y plantaciones forestales asientan en su mayoría sobre estas delgadas formaciones.


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Playa de Peñarronda Carbonífero Estefaniense de la Punta del Cuerno

Ría del Eo Depósitos de la rasa (Cuaternario)

Relleno Cuaternario de la ría del Eo

Depósitos de la rasa (cuaternario)

Capas de Taramundi I

A

B

Capas de Taramundi II

Capas de Bres

Capas de Bres

Falla de Figueras Falla del Eo

Anticlinal del Eo

Pizarras y margas con trilobites Caliza de Vegadeo

Pizarras y margas con trilobites

Falla del Eo

B A Puente de Los Santos

Ribadeo

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Gali z Prin a cip

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Ensenada de La Linera Castropol

N

R Corte esquemático y simplificado de la ría del Eo y los alrededores, con su cartografía geológica. El corte representado (no a escala) pasaría por la zona exterior de la ría, aguas afuera del puente de Los Santos (línea A-B). Basado en un boceto del doctor Carlos Aramburu (2008), según datos de Fernández-Catuxo (1990) y Marcos y Bastida (1976). Q A la izquierda, mapa geológico de la zona, basado en los mismos autores y en Flor (1990).

A Veiga

Desde las lejanas convulsiones tectónicas del Carbonífero, el occidente de Asturias y Galicia, de sustrato paleozoico, no volvió a conservar nuevos aportes sedimentarios de importancia, y además permaneció sometida a desgaste erosivo durante centenares de millones de años. Todo ello explica la ausencia de rocas más recientes a las de la Serie de los Cabos, así como el relieve gastado y redondeado, que la relativamente reciente orogénesis Alpina no rejuveneció significativamente.


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Una gran fractura Las elevaciones y presiones tectónicas ocurridas durante el Carbonífero y en épocas posteriores dieron lugar a una gran fractura o falla en la Serie de los Cabos. Tal vez esto no ocurrió de forma muy violenta, sino que las distensiones creadas al elevarse todo el conjunto (ascensión epirogenética) propiciaron la aparición de fracturas sobre las zonas de rocas más blandas. Podríamos decir que el suelo se abrió como en los terremotos a medida que ese gran zócalo de rocas silíceas, inicialmente compacto, se iba elevando. Dichas fracturas crearon profundas grietas cuyas paredes tendrían rocas fracturadas, disgregadas o medio sueltas. Estas fallas rápidamente actuaron como colector de las aguas pluviales o incluso de ríos o arroyos cercanos que, desaguando en ellas, aprovecharon las profundas zanjas como nuevos cauces fluviales. Dado que las paredes de esas fallas tenían rocas resquebrajadas, su erosión se vio facilitada por las aguas corrientes, ampliándose poco a poco el incipiente valle. Así comenzó a generarse el cauce de la futura ría del Eo. Siguiendo los exhaustivos estudios de Fernández-Catuxo, Germán Flor, Marcos y Pérez Estaún, de la Universidad de Oviedo, la mayor falla, que tras millones de años de ensanche y erosión crearía el actual estuario, tenía una orientación norte-sur hasta llegar a Vegadeo, donde dicha fractura se continúa no hacia el valle del Eo sino hacia el del río Suarón. Esta gran falla no es directamente observable, pero sí es deducible su existencia dada la falta de una correlación exacta de las formaciones geológicas entre ambas márgenes de la ría. Parece que el lado gallego quedó algo descendido respecto al asturiano (Fernández-Catuxo, 1990), lo que explica que no haya la concordancia precisa antes citada. Además de una falla principal, que dio lugar al cauce de la ría del Eo, otras fracturas transversales en el zócalo rocoso fueron los embriones de las futuras ensenadas laterales, como La Linera. La exposición de capas de pizarras y margas verdes con trilobites, fáciles de desmenuzar, aceleró su erosión y ensanche, hasta resultar esta ensenada.


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Además, se originaron otras fracturas transversales a ella, que serían los embriones de las futuras ensenadas de La Linera y de las de El Tarrón y Reme (estas últimas, enfrentadas a ambos lados de la ría, parecen originadas a partir de una misma falla transversal). Tal vez esas fracturas transversales dejaron expuestas capas de pizarras y margas verdes con trilobites, facilitando su erosión (son rocas más fácilmente desmenuzables) y con ello la formación de esas ensenadas laterales. Hubo también otras fallas menores, como la de Figueras (Fernández-Catuxo), que desde la Punta Penalba (al sur de Figueras) llega a la playa de Penarronda. Una vez establecidos las redes de drenaje y cauces fluviales en esas fallas, millones de años de erosión por ríos y arroyos irían ensanchando el valle, alternando periodos de excavación fluvial con otros de relleno por parte del mar, como explicamos al hablar del origen y formación de los estuarios. En las épocas en que el nivel del mar descendía y se alejaba el litoral, el río profundizaba la erosión del valle, y en las que el mar ascendía inundando el valle, la erosión era sustituida por la sedimentación en sus fondos. La última excavación fluvial importante, durante una glaciación, ocurrió hace unos 18 000 años. Poco a poco la morfología y geografía del valle se iría conformando hasta adoptar la que hoy conocemos.

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El cauce de la ría del Eo parece haber resultado de la erosión de una falla por parte del río. Cuando, en las glaciaciones cuaternarias, el nivel del mar descendía y se alejaba del litoral, el río excavaba y profundizaba la erosión de la falla y el valle. Durante los interglaciares el mar ascendía inundando el valle, y la erosión era sustituida por la sedimentación, rellenándose el cauce. En una de estas fases nos encontramos en la actualidad.


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Las elevaciones y presiones tectónicas crearon distensiones en las rocas de la Serie de Los Cabos que ascendían, lo que propició la aparición de fracturas: el suelo se fue abriendo y agrietando a medida que ese gran zócalo de rocas silíceas se elevaba. Esas fallas rápidamente actuaron como colectores de las aguas pluviales o de arroyos cercanos que, desaguando en ellas, aprovecharon las profundas zanjas como nuevos cauces fluviales. Dado que las paredes de esas fracturas tenían rocas resquebrajadas, su erosión se vio facilitada por las aguas corrientes, ampliándose poco a poco el incipiente valle. Una de esas fallas, más notable, daría lugar al cauce de la futura ría del Eo.


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El estuario, encuentro de tres mundos Un estuario es la zona de desembocadura de un río que se ve sometida a la periódica invasión diaria de las pleamares, quedando el cauce fluvial descubierto en las bajamares. De la mezcla de aguas dulces y saladas va a resultar un medio muy rico para la vida, aunque exigente para la fisiología de sus pobladores. En la foto, encuentro del estuario interno y externo a la altura del puente Príncipe Alfonso, entre Vegadeo y Porto.

En capítulos anteriores hemos visto como durante la formación del estuario del Eo alternaron épocas en las que el mar descendía de nivel, alejándose el litoral, con otras en las que la subida de dicho nivel dejaba el valle inundado por sus aguas. En las primeras el valle quedaba a expensas de la erosión del río, que profundizaba y ensanchaba su cauce. En las segundas, el relleno continuado por el mar del valle (ría en sentido estricto) frenaba su erosión y, por el contrario, facilitaba la sedimentación de fangos y arenas en sus fondos. En pequeña escala esto sigue ocurriendo a diario, debido a los ritmos que imponen las mareas. Un estuario es, por definición, la zona de desembocadura de un río sometida a la periódica invasión de las pleamares (recordemos que en las verdaderas rías el relleno del valle fluvial es constante, también en bajamar); el mar invade los últimos centenares o miles de metros del río dos veces al día, en las pleamares, y se retira del mismo otras dos veces, en las bajamares. Quedan entonces expuestos al aire los sedimentos del fondo (llanuras mareales o esteros), en los que llega a distinguirse un canal por el que discurren las aguas fluviales durante esas horas de bajamar. Todo ello es más notorio en los estuarios pequeños, y no tanto en los de mayor tamaño como en el caso del Eo. Los estuarios son, por tanto, un lugar de encuentro de dos mundos, el marino y el fluvial. Podríamos incluso hablar del encuentro de tres mundos, si además consideramos la exposición periódica al aire. De su mezcla de aguas dulces y saladas, de sus interacciones físicas y químicas, va a resultar un medio muy rico para la vida, aunque exigente para muchos de sus pobladores. Los pulsos de las mareas, invadiendo y evacuando el estuario son el verdadero corazón que bombea vida al mismo y que explica su riqueza y singularidades biológicas.


EL ESTUARIO, ENCUENTRO DE TRES MUNDOS

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Aguas enfrentadas El agua salada es más densa que la dulce. Por esta razón flotamos más fácilmente en el mar que en el río. Esta diferencia de densidad es fácil de evidenciar en un clásico y sencillo experimento: un huevo fresco colocado en un recipiente de agua dulce se sumergirá hasta el fondo, pero si disolvemos unas cucharadas de sal en el agua, volverá a flote. Cuando en un estuario la corriente de aguas fluviales (dulces) se encuentra con la corriente de agua marina (salada) que ha entrado impulsada por la pleamar, se irán entremezclando gradualmente sus aguas. Dicha mezcla puede ser mayor o menor dependiendo de la intensidad respectiva de esas corrientes enfrentadas, es decir, de la cantidad de caudal del río y de la viveza de la marea. Por ello, pueden darse tres situaciones: 1. Cuando el caudal fluvial es mucho más potente que el mareal, el agua dulce, menos densa, se desliza por encima de la salada (que queda en el fondo como una «cuña salina»), mezclándose relativamente poco. Es lo que ocurre en situaciones de grandes avenidas fluviales, sobre todo si se asocian a mareas muertas. Son los estuarios llamados «altamente estratificados», situación que predomina aguas arriba de Vegadeo. 2. Si el caudal de la marea es sólo algo más potente que el del río, esa estratificación ya no es tan marcada. Las aguas se entremezclan más y aparecen aguas en la superficie de salobridad media. Se conocen como estuarios «de mezcla parcial». 3. Si el caudal de la marea es sustancialmente mayor que el fluvial, la mezcla de ambas aguas es mayor aún, aumentando la salinidad de las aguas superficiales, dado que predomina el porcentaje de agua marina (estuarios «verticalmente homogéneos», refiriéndose a la mezcla total de sus aguas en profundidad, con escasa estratificación en la salinidad). Es lo que

Cuando en un estuario, la corriente de aguas fluviales (dulces) se encuentra con la de agua marina (salada) que ha entrado impulsada por la pleamar, se irán entremezclando gradualmente. Las intensidades respectivas de ambas corrientes (caudal del río y viveza de la marea) condicionan la forma en que ambas aguas se mezclan.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

En la cola de la ría, aguas arriba de Vegadeo, el caudal medio del río Eo consigue crear una situación de alta estratificación que mantiene las aguas saladas (más densas) a 1-2 metros bajo la superficie. El caudal fluvial suele ser aquí más intenso que el mareal, que llega debilitado a esta porción final del estuario, más estrecho desde Porto y Vegadeo.

ocurre en épocas de estiaje asociadas a las potentes mareas equinocciales de fines de Septiembre, por ejemplo, aunque también esta situación es la más habitual en la ría durante el resto del año, incluso sin mareas muy vivas. Vemos pues que la mezcla de aguas depende del caudal del río y de la viveza de las mareas. Por esta razón, un mismo estuario puede variar de un tipo a otro en función de la hora del día (pleamar o bajamar), época del año y condiciones climatológicas habidas en la cuenca fluvial (sequías, avenidas) o en el mar (temporales, vientos…). Además, en un mismo estuario la mezcla de aguas va progresando a medida que avanzamos hacia su desembocadura. Es lo que ocurre por ejemplo en el estuario del Eo: los estudios de Germán Flor, L. A. Fernández Pérez y R. Cabrera Ceñal (Universidad de Oviedo) muestran como en la cola de la ría (aguas arriba de Vegadeo), el caudal medio del río Eo consigue crear una situación de alta estratificación que mantiene las aguas saladas a 1-2 metros bajo la superficie, y llegan hasta la altura de Louteiro. El caudal fluvial suele ser aquí más intenso que el mareal, que llega «debilitado» a esta porción final del estuario, estrechado desde Porto. En la parte media del estuario, entre Vegadeo y las ensenadas de El Tarrón (Vilavedelle) y Reme, la capa superficial de agua dulce ya se ha diluido lo suficiente para que la situación se corresponda con la de una «mezcla parcial». Las aguas son aquí salobres en épocas de crecidas del río y más saladas en estiajes y mareas vivas. A partir de Punta Veloso y la ensenada del


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Barco del Cura (entre Vilavedelle y Castropol), y hasta la desembocadura, se pasa ya a unas condiciones de mezcla total, verticalmente homogénea en profundidad. Las fronteras entre dichas zonas no son fijas, y dependen de los factores arriba mencionados, pero siempre hay una salinidad creciente desde la cola de la ría hasta la desembocadura.

Mezclando aguas La mezcla de aguas se realiza de forma compleja: el agua salada del mar se adentra al estuario por el borde occidental, fenómeno común a todas las rías del hemisferio norte. Ello se debe a que la rotación de la Tierra va en sentido de oeste a este, lo que hace que la fuerza o efecto de Coriolis desvíe y acelere las corrientes marinas hacia el sentido de giro (este). Aparte de la corriente mareal principal, las aguas dulces del río y escasamente salobres tienden a fluir por las orillas orientales de la ría, mezclándose lateralmente con las marinas que van por el margen occidental. De nuevo el efecto Coriolis hace que las aguas más saladas de la ribera gallega vayan desviándose hacia la orilla asturiana (este), creándose giros o pequeños remolinos en sentido antihorario (levógiro) durante la pleamar y mareas medias, que facilitan la mezcla de aguas aflorando agua salada hacia la superficie (también se crean giros en sentido horario como compensación, que llegan a crear corrientes

En la zona de la desembocadura la mezcla de aguas es ya total, verticalmente homogénea en profundidad. La anchura de la ría y estuario en este sector hace que el volumen de las aguas marinas llegadas en la pleamar sea claramente dominante, y por tanto también es mayor la salobridad respecto a la cola del estuario.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

El agua salada del mar se adentra al estuario por la orilla occidental durante la pleamar, mientras las aguas dulces del río y escasamente salobres tienden a fluir por las orillas orientales de la ría. Las aguas más saladas de la ribera gallega (en primer plano) van desviándose hacia la orilla asturiana (al fondo) menos salobre. Se crean entonces giros o pequeños remolinos durante la pleamar y mareas medias, que facilitan la mezcla de aguas, aflorando agua salada (más densa y profunda) hacia la superficie.

en forma de «8» y hunden agua dulce en profundidad). En la bahía existente entre Ribadeo, Figueras y Castropol, durante las horas previas y posteriores a la pleamar, las aguas superficiales crean una suave corriente en sentido contrario a las agujas del reloj, mientras las aguas profundas se adentran en la ensenada de La Linera por su orilla septentrional. Durante la marea ascendente existe un gran contraste entre el agua salada que se adentra con fuerza por el lado occidental de la ría (hasta 20 cm/ segundo) y la dulce o salobre que sale por la ribera oriental. Esta última se adentra entonces en las ensenadas asturianas de El Tarrón y La Linera. En la pleamar se producen las mayores mezclas de aguas, con las corrientes y giros mencionados. Prosigue la penetración de agua salada por la ribera occidental, que el efecto Coriolis desvía hacia la orilla opuesta y facilita su mezcla con la dulce, favoreciendo la sedimentación en los extensos fangales presentes entre Vegadeo y El Puntal; por la orilla oriental siguen evacuándose aguas dulces y salobres mezcladas. En la marea descendente continúan efectuándose procesos de mezcla de aguas, aunque no tan acusados como en la pleamar, y en la bajamar la ría sufre un relativo vaciamiento de agua salada: predominan entonces las aguas dulces y salobres, que corren hacia la desembocadura a velocidades de hasta medio metro por segundo, encauzadas sobre todo por el canal principal del estuario, que es prolongación del canal fluvial del río Eo. El agua marina permanece sólo en torno


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a la costa de Ribadeo. En el fondo de las ensenadas se distinguen entonces unos cauces excavados en el sedimento: son los canales mareales («tidal creek»), que drenan las aguas de esas llanuras fangosas y se comportan en parte como arroyos de drenaje, dibujando incluso meandros en el cieno.

Una lucha desigual Por lo expuesto líneas arriba, podemos deducir que en la ría del Eo existe una clara dominancia de las aguas marinas sobre las fluviales, desigualdad bien patente al analizar los datos de caudales del río y las mareas. En sus 78,5 km de recorrido, el río Eo drena las aguas de 819 km2 de territorios gallegos (532 km2) y asturianos (287 km2). Como media, (Fernández Martínez, 1981) el caudal que llega a la cola del estuario es cercano a los 21 m3 de agua por segundo, aunque los valores máximos y mínimos varían mucho (de 425 m3/seg en las mayores avenidas a sólo 0,6 m3/seg en los más intensos estiajes o sequías). Si a partir de esos datos se hace un cálculo de qué cantidad de agua desagua el río Eo al estuario en el tiempo de un ciclo mareal completo (12 horas y 20 minutos), obtenemos cantidades en torno a los 900 000 metros cúbicos como media, que puede ser 20 veces mayor en las riadas o reducirse a tan sólo 26 000 m3 en los estiajes. Veamos ahora lo que ocurre con su «contrincante». Germán Flor y sus colaboradores han hecho un cálculo del volumen de agua marina que se adentra (y luego sale) en el estuario en una marea. Para un ciclo mareal medio la cantidad sería de 14 200 000 metros cúbicos, es decir, casi 16 veces más de lo que desagua el río. En una marea viva esa cantidad

Durante las bajamares, en las ensenadas y llanuras de limo que quedan expuestas al aire se distinguen unos cauces excavados en el sedimento: son los canales mareales (tidal creek), que drenan las aguas de esas llanuras fangosas. Estos canales se comportan en parte como arroyos de drenaje, dibujando incluso meandros en el cieno. En la imagen, el Muro das Lamas durante una bajamar.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

P En el río Eo las condiciones de bajo caudal son las predominantes a lo largo del año. El mayor suele presentarse entre diciembre y febrero, y los mínimos en el verano. Es un río de caudal irregular, pues depende del régimen de lluvias en su cuenca de drenaje y no de la fusión de nieves acumuladas en alta montaña como en otros ríos. Gran parte de las partículas que arrastra el Eo sedimentarán en la ría, al ralentizarse sus aguas cuando se encuentren con las de la pleamar.

llega casi a duplicarse (24 300 000 m3), mientras que en una muerta la cifra desciende a 5 860 000 metros cúbicos, esto es, menos que cuando el Eo baja con mucho caudal. A partir de esas cantidades expuestas las combinaciones son múltiples, yendo desde la situación creada al encontrarse una avenida del Eo frente a una marea muerta (cuando el aporte de agua dulce llega a triplicar al de agua salada), hasta la situación inversa, cuando una marea viva se adentra por el tramo final de un río Eo en estiaje, que aporta 1 000 veces menos agua que el mar. La situación más próxima a una equiparación entre ambos caudales al 50% se correspondería al encuentro de una marea media con un río con avenida. En el río Eo las condiciones de bajo caudal o estiaje son las predominantes a lo largo del año. Por entonces, las mareas vivas dejan notar su influencia hasta el puente de la localidad de Ría de Abres, mientras que las mareas más muertas sólo son apreciables hasta las cercanías de Porto. Por tanto lo habitual es que haya una notable supremacía del caudal mareal sobre el fluvial, lo que se corresponde con la situación de mezcla «verticalmente homogénea» que describíamos al inicio del capítulo. Así como las oscilaciones del caudal mareal son regulares y poco influenciadas por las arbitrariedades del clima (con la excepción de temporales y vientos fuertes), el caudal del río Eo es ininterrumpido pero más irregular, pues depende del régimen de lluvias en su cuenca de drenaje y no de la fusión de nieves acumuladas en alta montaña como en otros ríos. Haciendo un promedio de su caudal encontramos un único máximo entre diciembre y febrero (44 m3/segundo) que disminuye gradualmente en la primavera hasta los mínimos del verano (5,6 m3/segundo).

La sedimentación. Arenas y fangos de la ría La riqueza biológica de estuarios como el de la ría del Eo viene determinada en gran parte por la existencia de amplias superficies (arenales y fangales) en las que sedimentan las partículas que el río Eo y otros arroyos menores han arrastrado hasta aquí. Además se unen a otras partículas que la corriente mareal introduce en el estuario desde la plataforma costera. Veamos como ocurre este doble entrada de sedimentos y nutrientes. Cuando se enfrentan las corrientes mareal y fluvial se produce una ralentización de las mismas en el estuario al actuar en sentidos opuestos durante unos minutos u horas en torno a la pleamar. Las partículas arrastradas por el río quedan ahora liberadas de esa corriente y pueden caer suavemente al fondo atraídas por la gravedad. Esto es fácil de comprender en el caso de pequeños guijarros y arenas, pero en las aguas vienen además arcillas disueltas. Esas partículas son mucho menores, incluso microscópicas (la mayoría apenas son mayores que un glóbulo rojo de la sangre humana). Son las responsables de la turbidez del agua en las riadas, por ejemplo. Su sedimentación por efecto de la gravedad precisaría de muchas horas de quietud absoluta (decantan entonces a milímetros por hora), pues una leve agitación las puede volver a disolver.


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Al enfrentarse las corrientes mareales y fluviales en sentidos opuestos, ambas se ralentizan, y los guijarros y arenas liberados de su arrastre caen al fondo. Además, la presencia de iones positivos en el agua salada neutraliza las cargas negativas que presentan las microscópicas partículas de arcilla. Gracias a ello dejan de repelerse entre sí y se van aglutinando, formando partículas mayores (floculación) que precipitan al fondo. La mezcla de arenas, limos y arcillas sedimentadas dan lugar a los característicos fangales presentes en los estuarios. Ensenada del Tarrón, Vilavedelle.

Sin embargo, en los estuarios ocurre un interesante fenómeno fisicoquímico que va a facilitar su precipitación. Las partículas de arcilla tienen cargas eléctricas negativas en su superficie, que hace que se repelan entre sí manteniéndolas disueltas en el agua del río. Pero el agua marina tiene una notable cantidad de sales disueltas (en torno a 35 gramos por litro en el Cantábrico) con abundancia de iones positivos (cationes) como el sodio, magnesio, calcio y potasio (Na+, Mg++, Ca++, K+). Al mezclarse ambas aguas estos iones positivos de las aguas salobres neutralizan las cargas negativas de las partículas de arcilla. Por tanto desaparece la repulsión entre ellas y cuando se aproximan entre sí, las fuerzas de atracción intermolecular (fuerzas de van der Waals) hacen que se unan entre sí (floculación) generándose partículas mayores. Esos agregados precipitan con facilidad al fondo. A la floculación también contribuye la diferencia de temperatura entre las aguas que se entremezclan y algunos microorganismos, concretamente ciertas bacterias y unas algas microscópicas presentes en el fitoplancton, las diatomeas. Sus secreciones mucosas facilitan la cohesión de esos agregados, e incluso la captación de partículas de carga negativa aún no neutralizada, pues esa película de moco tiene carga positiva. Además otros microorganismos ingieren partículas arcillosas que luego excretan aglutinadas en pequeños paquetes fecales de mayor peso, y que por tanto sedimentan con mayor facilidad.


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De todo lo expuesto podemos ir deduciendo que la sedimentación a lo largo de la ría va cambiando en función del momento de la marea, el caudal del río y la cercanía a la cola o desembocadura. Germán Flor y sus colaboradores de la Universidad de Oviedo (1993, 1997) han estudiado en detalle la zonación de la ría atendiendo a los procesos de sedimentación que ocurren a lo largo de la misma. Estos autores diferencian seis grandes sectores en sentido ascendente, que a su vez podemos agrupar en tres unidades, el de ría y el de estuario externo e interno:

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Las secreciones mucosas del fitoplancton facilitan la agregación y precipitación de arcillas. En la foto, algas flageladas Tetraselmis suecica (redondeadas) y dos diatomeas Cilindrotheca closterium (alargadas).


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

1. Área de ría El sector situado aguas afuera del Puente de Los Santos sí es una verdadera ría, al permanecer siempre inundado por el mar, incluso en las bajamares. La influencia marina es aquí total, y las partículas traídas por el río Eo que llegan hasta aquí son muy escasas. Los depósitos de arena que constituyen la playa de Arnao (en la foto) y los bancales subacuáticos con los que esta enlaza en el puente de Los Santos son traídos por la corriente costera marítima.

La ría propiamente dicha iría desde el estrechamiento del Puente de Los Santos hasta la total apertura al mar, entre la punta de La Cruz (Asturias) y Rocas Blancas- Illa Pancha (Galicia), incluyendo por tanto la ensenada y acantilados de Arnao y los situados en el lado gallego enfrentado. Este área, de 1,5 km2, sí se trata de una verdadera ría, pues se corresponde con la definición de la misma (valle de origen fluvial permanentemente inundado por el mar, incluso en las mareas bajas). La influencia marina es total: los aportes de fangos y clastos debidos al río Eo que llegan aquí son ya muy escasos. Los procesos sedimentarios presentes son por tanto de poca entidad. El fondo, a más de 10 metros de profundidad, es rocoso y cubierto de algas. Las corrientes marinas que entran a la ría tampoco aportan importantes cantidades de arenas o sedimentos. Sólo es reseñable el caso de las playas «en bolsillo» de Arnao, en la orilla asturiana, que quedan cubiertas en pleamar. Sus arenas proceden del litoral gallego cercano, traídas por corrientes costeras que se adentran en este sector en sentido NO-SE, y se continúan bajo las aguas hasta unirse con las de los bancales existentes en Los Santos.


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Illa Pancha

Zonificación de la ría y estuario del Eo según Germán Flor (Universidad de Oviedo). Ortofotomapa propiedad del Centro de Cartografía del Principado de Asturias; Consejería de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio e Infraestructuras.

1. Área de ría

Punta de la Cruz

Ensenada de Arnao

Puente de Los Santos

2. Estuario externo

Tesón de La Berlinga

Figueras

Ribadeo

2a. COMPLEJO DE DESEMBOCADURA

Bahía arenosa

Ensenada de La Linera

Playa de Os Bloques Ensenada de A Vilavella

Río Berbesa

Castropol

Ensenada de As Aceñas Barras mareales arenosas

3a. ZONA DE BARRAS MAREALES ARENOSAS

Centro de Interpretación de la Ría del Eo Ensenada del Cura

3. Estuario interno

Punta Veloso Ensenada de Reme Ensenada del Tarrón

Río Grande Muro das Lamas

Vilavedelle

3b. ZONA DE LLANURAS FANGOSAS

Porto

Río Suarón

Vegadeo

3c. CANAL ESTUARINO SUPERIOR O COLA DEL ESTUARIO


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

2. Estuario externo El estuario externo está comprendido entre las poblaciones de Castropol, Figueras y Ribadeo, llegando hasta el puente de Los Santos e incluyendo la ensenada de La Linera.

Es el sector comprendido entre el estrechamiento de Los Santos y una línea que uniría el muelle de La Punta (Castropol) con la ensenada de A Vilavella y playa de Os Bloques (Ribadeo). Hacia el este se prolonga hasta el arroyo Berbesa o Fornelo, incluyendo por tanto la gran ensenada de La Linera. El complejo de desembocadura se corresponde con el estrechamiento rocoso de Los Santos: En él existe un bancal de finas arenas a más de 2 metros de profundidad («La Carabela»). Parece ser un acúmulo debido


EL ESTUARIO, ENCUENTRO DE TRES MUNDOS

a las corrientes de bajamar que vacían el estuario (delta arenoso de reflujo, siempre sumergido). A sus lados discurren dos canales excavados por las corrientes mareales, siendo más profundo el occidental (7 m) que el oriental (2-7 m). Debido al estrechamiento y al confinamiento entre los bancales, la velocidad de las corrientes es aquí la mayor del estuario. La bahía arenosa, entre Ribadeo, Castropol y Figueras. En las bajamares emergen tres extensos bancales arenosos o «tesones» (La Berlinga —Norte y Sur— y Berbesa), sin colonización vegetal y contorneados por dos canales de drenaje de las aguas de la ría. El principal es el occidental,

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Entre las tres poblaciones hay una amplia bahía arenosa, en la que emergen tres extensos bancales durante la bajamar. De ellos el mayor es el tesón de La Berlinga (en la foto), frente a Figueras. Al fondo, Ribadeo.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

La ensenada de La Linera es una gran llanura lateral de sedimentos fangosos y arenosos colonizados por dos especies de gramíneas anfibias del género Zostera. Parte de esta ensenada, que es la mayor del estuario, ha sido ocupada por cultivos marinos de ostra japonesa.

que discurre junto a Ribadeo con calados de 3 a 4,5 m en la actualidad, tras realizar dragados en el mismo. Es continuidad del canal del río Eo. Por la orilla oriental (Figueras) hay otro canal de drenaje menos importante, de 1,5 a 3 m de calado. En pleamar encauza las corrientes horizontales (en sentido antihorario), y en bajamar recoge las aguas fluviales que desaguan a La Linera. La ensenada de La Linera, es una gran llanura lateral de sedimentos fangosos y arenosos colonizados por dos especies de gramíneas anfibias del género Zostera. Una buena extensión de esta ensenada, que es la mayor del estuario, ha sido ocupada por cultivos marinos de ostra japonesa. Sus limos están surcados por canales drenaje no muy sinuosos, y en los márgenes de la ensenada aparecen playas de cantos (cerca de los acantilados circundantes), o bien con mezclas de arenas, gravas y cantos (en sectores más abiertos). Durante la pleamar, en la zona más externa (occidental) de la ensenada se forma una corriente en sentido horario, que compensa a la adyacente de la bahía arenosa. Existen pequeñas ensenadas laterales, como la de As Aceñas, y varios arroyos que desaguan a la ensenada. En ellos podrían haberse desarrollado pequeñas marismas, pero las canalizaciones y cegamientos de los mismos evitan su desarrollo; sólo quedan algunos restos en As Aceñas y en El Esquilo-Arroyo Berbesa.


EL ESTUARIO, ENCUENTRO DE TRES MUNDOS

3. Estuario interno Va desde la línea que uniría Castropol con la playa de Os Bloques-ensenada de A Vilavella, hasta el puente del Fornacho, donde el extremo de la cola del estuario se continúa con el río Eo (entre Abres y Ría de Abres). En él se diferencian: Zona de barras mareales arenosas, que constituye un segmento de transición, de unos 3 km, entre Castropol/Ribadeo y la punta Veloso, al norte de la ensenada del Tarrón. Aquí aparecen varias barras arenosas estrechas y bastante alargadas (algunas ahorquilladas) que desdibujan el canal principal de la ría y crean unos fondos someros, habitualmente de menos de metro y medio de profundidad. Son el resultado de la interacción de las pleamares y la corriente fluvial en las bajamares, con flujos y reflujos. Parte de los bancales están colonizados por Zostera, y junto a los acantilados se forman estrechas playas de arenas y cantos. Germán Flor destaca la singularidad de estas barras mareales, pues son características de estuarios con rangos de marea muy superiores (más de 4 metros) a los presentes en el estuario del Eo (promedio de 2 a 4 metros). La explicación reside en el estrechamiento del valle en este sector, que acelera las corrientes mareales de entrada y salida hasta velocidades superiores a 1 metro por segundo, equiparables a las de esos estuarios de grandes mareas.

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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

El estuario interno se sitúa aguas arriba de la línea que une Castropol y Ribadeo. En el primero de sus tramos la anchura de la ría se reduce algo y aparece una zona de barras mareales arenosas alargadas, a poca profundidad, que resultan de la interacción de las corrientes mareales con la fluvial. Parte de los bancales están colonizados por Zostera, como se aprecia en esta bajamar.

Algo más arriba, hasta Vegadeo, aparecen extensas llanuras fangosas, como las del Muro das Lamas en la orilla occidental y las de la ensenada del Tarrón en la oriental. La sedimentación es principalmente de fangos, arenas, gravas y cantos. Los cenagales son colonizados por amplias extensiones de seda de mar estrecha (Zostera noltii) y algas como Enteromorpha.

Las llanuras fangosas, entre la zona anterior y Vegadeo (puente de Porto). Se incluyen aquí las extensas marismas de A Xunqueira (Muro das Lamas) en la orilla occidental y las del Tarrón en la oriental. Entre ellas el canal principal de la ría discurre por las orillas orientales, entrando las aguas saladas por la orilla occidental como ya vimos. La sedimentación es principalmente de fangos, arenas, gravas y cantos. Los fangales son colonizados por amplias extensiones de seda de mar estrecha (Zostera noltii) y algas como Enteromorpha, abundando los canales de drenaje. En zonas un poco más elevadas se desarrollan extensos juncales. Las ensenadas fangosas laterales del Tarrón y


EL ESTUARIO, ENCUENTRO DE TRES MUNDOS

Reme no participan directamente de la circulación general de la ría, por estar separadas de las canalizaciones de entrada y salida de agua. Otras ensenadas fangosas de la zona, hoy muy alteradas, son la de El Fondón —desaparecida al rectificarse la Carretera Nacional— y la de Vegadeo, en la desembocadura del río Suarón —en gran parte rellena y edificada. El canal estuarino superior se define aguas arriba de Vegadeo, hasta el puente del Fornacho (Ría de Abres), donde termina la influencia de la corriente mareal. En este tramo la dominancia suele corresponder al río, aunque por la escasa pendiente y el refrenado a su corriente que imponen las pleamares, el canal se hace sinuoso, con meandros de orillas de fango y arena y amplios carrizales y juncales. En el fondo del canal puede reconocerse el extremo hasta el que llega la onda o cuña salina mareal; por encima de ese límite también se nota la subida de las mareas, aunque sin llegar aguas salobres pues el agua del río se embalsa al encontrarse con la onda mareal que le dificulta el desagüe. Por tanto son diferentes aquí el límite superior de la cuña salina (situado a la altura de Louteiro, a más de 10 km de la desembocadura) y, aguas arriba, el límite superior de la influencia de las mareas (puente del Fornacho, que une Ría de Abres y Pedrido —Galicia— con Abres, Asturias). Cuando se enfrentan pleamares vivas a crecidas del río, las marismas que asientan sobre las llanuras del canal estuarino superior llegan a ser inundadas.

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Aguas arriba de Vegadeo se encuentra la cola del estuario, o canal estuarino superior, que llega hasta el puente del Fornacho, en Ría de Abres, donde termina la influencia de la corriente mareal. En su parte inferior, el agua salada llegada con las pleamares se adentra por debajo de las aguas dulces del río (menos densas), formando una cuña salina a algo más de 1 metro de profundidad, que llega hasta la altura de Louteiro. Más arriba (en la foto) ya no llega el agua salada ni mezclada, pero sigue apreciándose la influencia de la pleamar, pues esta dificulta el desagüe del río y sus aguas se ralentizan y embalsan.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

Granulometría

Las partículas de origen marino, que constituyen la arena de la playa de Arnao y los bancos o tesones cercanos, constan

de rocas silíceas desmenuzadas y pequeños fragmentos de conchas de moluscos o exoesqueletos de crustáceos disgregados.

Partícula

Tamaño

Arcillas

< 0,002 mm

Limos

0,002-0,06 mm

Arenas

0,06-2 mm

Gravas

2 mm-6 cm

Cantos rodados

6-25 cm

Bloques

>25 cm

Los sedimentos presentes en la ría del Eo tienen fundamentalmente un triple origen: el mar, los ríos de su cuenca y el propio estuario en sí. Los exhaustivos estudios del equipo de Germán Flor (Facultad de Geología de la Universidad de Oviedo), que resumimos en este capítulo, aclaran su naturaleza y el cómo se distribuyen en el estuario. Las partículas de origen marino penetran en la ría gracias a las corrientes litorales que vienen de las costas gallegas. Gran parte de las arenas con este origen proceden de la cercana ensenada de Foz, y se acumulan en forma de bancos de arena (tesones) en Arnao, el entorno del puente de Los Santos y entre Figueras y Castropol. Están integradas por pequeños fragmentos de rocas silíceas desmenuzadas (cuarzo principalmente, y en menor cantidad feldespatos, moscovitas y pizarras), que se entremezclan con partículas carbonatadas de origen orgánico (bioclastos), sobre todo exoesqueletos de animales marinos (fragmentos de conchas de moluscos, como mejillones, lapas, bígaros etc, y crustáceos como balanos y cangrejos que viven en las rocas, fangos y arenas sumergidas en la bajamar o expuestas en las bajamares. La proporción de los bioclastos va haciéndose menor a medida que ascendemos por el estuario, aumentando el porcentaje de granos de cuarzo y pizarras. Aguas arriba de la ensenada del Tarrón la cantidad de bioclastos es ya muy pequeña (menos del 2 % de las partículas), a diferencia de lo que ocurre en los bancales arenosos cercanos al puente de Los Santos (60-75 %). Los sedimentos de origen fluvial constan de arenas con limos y arcillas, así como de gravas y cantos más pesados que el río va arrastrando al estuario


EL ESTUARIO, ENCUENTRO DE TRES MUNDOS

principalmente en épocas de avenidas y crecidas. Así, aguas arriba de la ensenada del Tarrón aparecen cantos y gravas entremezclados con arenas en el canal principal de la ría y sus taludes, traídos hasta aquí por las avenidas del Eo. Los fangos de limos y arcillas, mezclados con arena, constituyen la mayor parte de los sedimentos de las ensenadas de la ría. En páginas precedentes explicamos cómo ocurre la floculación, agregación y decantación de sus partículas. Las arcillas y limos se forman a partir del desmenuzamiento y reducción a diminutas partículas de silicatos con feldespato. Bajan disueltas en el agua del río y en el estuario sedimentan. Pero en el fango, además, aparece un importante porcentaje de materia orgánica mezclado con arenas y arcillas, que resulta de la descomposición y desmenuzamiento de restos animales y vegetales. Proceden tanto de los arrastres del río (ramas, hojas, troncos, vertidos…) como del mar (arribazones de algas, restos de organismos marinos…), o incluso por la actividad biológica del estuario, desde los excrementos de una garza real hasta las hojas caídas a la ría en otoño, pasando por los restos de las propias plantas marismeñas (hojas, tallos y raíces) o animales. Como en el suelo de un bosque, la descomposición de dichos restos orgánicos libera nutrientes básicos que pueden ser reincorporados a las cadenas alimenticias (tróficas) de los seres vivos, comenzando por bacterias y protozoos y llegando finalmente a peces, aves o al propio ser humano. La riqueza en nutrientes en los fangos del estuario es la clave que explica la abundancia de aves en estos medios, dada la elevada disponibilidad de su alimento: un sinfín de gusanos, moluscos y crustáceos que filtran y digieren toda esa abundante materia orgánica.

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Los sedimentos de origen fluvial constan de arenas con limos y arcillas, así como de gravas y cantos más pesados que el río va arrastrando. Los fangos de limos y arcillas, mezclados con arena, constituyen la mayor parte de los sedimentos de las ensenadas de la ría. Pequeña llanura de fango en las cercanías de Vegadeo.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

En el fango aparece un importante porcentaje de materia orgánica mezclada con arenas y arcillas, que resulta de la descomposición y desmenuzamiento de restos animales y vegetales. Su origen puede ser marino (ej. arribazones de algas), fluvial (hojas, ramas,…) o del propio estuario (ej. restos de plantas de las marismas o excrementos de aves acuáticas, como en la foto). También el hombre colabora con sus vertidos y residuos.

Si en bajamar pisamos una de esas superficies cenagosas, o removemos su sedimento con una pala, comprobaremos que a pocos centímetros de la superficie el cieno es de color negro y maloliente. Esto se debe a que las condiciones en su seno son prácticamente anóxicas, esto es, privadas de oxígeno. Los espacios que dejan entre sí las partículas de arcilla y limo son mínimos, sin prácticamente poros, lo que hace a estos suelos muy asfixiantes en profundidad. Por ello la materia orgánica allí enterrada es descompuesta por un tipo de bacterias anaerobias, capaces de vivir en ausencia de O2. Al no poder recurrir al oxígeno para descomponer esos nutrientes, dichas bacterias recurren a otros procesos metabólicos como la sulfatoreducción, uno de cuyos residuos es el sulfuro de hidrógeno (H2S), gas tóxico que también se genera en los huevos podridos, a los que da su desagradable olor. Se diluye fácilmente en el agua formando ácido sulfhídrico o hidrosulfúrico («gas de alcantarilla»). 2(CH2O) + SO4=  2HCO3– + H2S Esta reducción de sulfatos es el principal proceso bioquímico de descomposición de la materia orgánica en el seno de los sedimentos estuarinos. El color negro que presentan esos cienos bajo la superficie es debido a que el ácido sulfhídrico reacciona con el hierro dando lugar a sulfuros


EL ESTUARIO, ENCUENTRO DE TRES MUNDOS

ferrosos (FeS), de color negro, que precipitan. Por ser suelos con tendencias reductoras, tienden a fijar y almacenar otros metales pesados como el zinc o el manganeso. Por último, el propio estuario aporta sedimentos al mismo en una doble vertiente: por un lado, cuando se derrumba un sector de acantilado de la ría, o hay un corrimiento de tierras en sus taludes, se aportan materiales de muy variado tamaño, desde bloques y pesadas rocas hasta cantos de unos centímetros que se acumulan en su base o en playas, pero también partículas pequeñas de arenas y limos que refuerzan a los traídos por el río. Los cantos acumulados en esas playas mixtas (moldeadas por el oleaje interno debido al viento en la pleamar) y base de los acantilados de la ría son principalmente de pizarra, apareciendo también cuarcitas, en relación con la naturaleza geológica de los acantilados cercanos. Suelen ser aplanados y poco desgastados. Por otra parte, la intensa actividad biológica del estuario genera bioclastos parecidos a los que encontramos en las arenas marinas. La abundancia de moluscos bivalvos filtradores de sus fangos (almejas, navajas, berberechos, ostras…) genera un continuo aporte de conchas, que a medida que se desmenuzan se van incorporando a las arenas y fangos de otros orígenes. Con todo, la proporción de bioclastos en los fangales no es demasiado importante en cuanto al porcentaje de partículas. Los suelos que forman estos sedimentos tienen un alto contenido en sales minerales, pues su escasa porosidad y relieve aplanado dificultan el drenaje y facilitan el encharcamiento de las aguas salobres, que al evaporarse en parte, aumentan la concentración de sales en los fangos. Como cabe esperar, los iones más abundantes son los aportados por el mar, es decir, Cl–, Na+, Mg2+, SO42+ y Br–. La salinidad del suelo se ve influenciada por el clima, pues cuanto más lluvioso es el lugar menos salino es el suelo, al ser diluido y «lavado» su contenido iónico. Por el contrario, durante los estiajes aumenta la evaporación y la concentración de sales en el suelo. En resumen, los sedimentos presentes en el estuario del Eo están constituidos principalmente por arenas, de origen marino entre Castropol, Figueras y Ribadeo y de origen fluvial aguas arriba de la ensenada del Tarrón. Dichas arenas se mezclan con limos y arcillas en las ensenadas laterales y llanuras fangosas. Aparecen también cantos y gravas, traídos por el río en avenidas o desprendidos de los acantilados, y un notable contenido en partículas de origen orgánico.

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Cuando se derrumba un sector de acantilado del estuario, se aportan materiales de muy variado tamaño. Los bloques y cantos se acumulan en la base del acantilado, y son

principalmente de pizarra, con formas aplanadas y poco desgastadas. También pueden ser arrastrados por las corrientes hasta acumularse en las riberas de las ensenadas.


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Esteros y marismas En el mundo hispanohablante se conoce como estero a un terreno pantanoso, intransitable, frecuentemente inundado y poblado de plantas acuáticas. El término designa a un variado tipo de ambientes, que van desde los caños o brazos de agua pantanosos que pueden desarrollar los ríos en sus tramos finales o más llanos, hasta los canales de agua que aparecen en pantanos y marismas. Una de sus acepciones, empleada por algunos autores como Salvador Rivas-Martínez o Álvaro Bueno en sus estudios sobre la distribución vegetal en Los esteros son terrenos pantanosos inundados y poblados de plantas acuáticas. Pueden presentarse en forma de brazos de agua o canales en los tramos allanados de los ríos, pantanos y marismas. En los estudios de distribución de las plantas en los estuarios, suele denominarse estero al terreno costero que queda comprendido entre los niveles de pleamar y bajamar. Es frecuente que se presenten como intransitables llanuras de fango, pero a veces muestran superficies rocosas, cantos, gravas o arenas.


ESTEROS Y MARISMAS

marismas y estuarios, hace referencia a los terrenos costeros que quedan comprendidos entre los niveles de pleamar y bajamar. Son por tanto superficies que diariamente se cubren por las aguas marinas en dos ocasiones (pleamares) y otras tantas quedan expuestas al aire (bajamares). En los estuarios tales terrenos suelen responder en parte a la acepción castellana del término. En efecto, los esteros que quedan descubiertos en la bajamar es frecuente que se presenten como intransitables llanuras de fango, a veces con cobertura vegetal a base de algas y gramíneas del género Zostera, y por definición, inundados con frecuencia. Pero a veces los esteros se presentan alejados de esa imagen pantanosa a la que los asociamos y muestran superficies rocosas, de cantos, gravas o arenas, sin apenas cobertura vegetal y no demasiado difíciles de transitar en bajamar. Sin embargo el término

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La alternancia cada día entre inundación con aguas más o menos salobres y exposición al aire, sol o lluvia, crea unas condiciones muy difíciles para las plantas y animales que viven en el estero. Son pocas las especies que consiguen soportar esos drásticos cambios de salinidad e hidratación y deshidratación. Las que lo han conseguido se benefician de disponer de un medio rico en nutrientes, sin apenas competencia, de forma que cubren ampliamente la superficie del estero. Es el caso de dos especies de gramíneas subacuáticas (Zostera noltii y Zostera marina) y de algunas algas (Enteromorpha y Ulva, principalmente).

«estero» presenta ventaja frente a otros, sobre todo al separar las distintas zonas que veremos. Pronto debemos ir afinando la acepción, pues ya sabemos que no todas las mareas son igual de intensas, y por tanto habrá terrenos que sólo se inundarán esporádicamente. Según vimos en el primer capítulo, dependiendo de la posición de la Luna y el Sol respecto a la Tierra las mareas varían en su intensidad a lo largo del mes, del año, e incluso en periodos de cada 18,5 años. Dejando de un lado ese último caso por su excepcionalidad, en los estudios biológicos de los esteros se toma como su límite superior el que alcanzan las aguas en las pleamares de las mareas máximas anuales, y el inferior el que muestran las bajamares máximas del año. Como vimos, dichas mareas son las más vivas del año, y suelen presentarse en torno a los equinoccios de marzo y septiembre. El estero está comprendido entre sus pleamares y bajamares. Pero, con ser importantes, esas pleamares máximas sólo cubren pocos días al año algunos sectores del estero, los más altos, que permanecen el resto de los meses sin ser inundados. Lo inverso ocurre en las zonas más bajas del estero, que permanecen todo el año cubiertas de agua, excepto en esas bajamares equinocciales máximas en las que quedan expuestas al aire unas horas esos días. La mayor parte del año, las zonas que se inundan un par de veces al día se corresponden con los límites de las mareas medias, en su nivel de pleamar y


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de bajamar, límites como sabemos poco estables, pues cada mes hay mareas más vivas, que crean pleamares más elevadas y bajamares con aguas más retiradas. Rivas-Martínez denomina infraestero a la zona que queda sumergida durante las pleamares medias, y supraestero a las zonas algo más elevadas que esas pleamares medias no alcanzan, pero sí las de las pleamares vivas mensuales y anuales. Ambos medios son muy diferentes. El infraestero (frecuentemente denominado marisma baja o «slikke») es fácil de reconocer: sus suelos son blandos y fangosos, compuestos por limos y arenas. Estos lodazales quedan descubiertos en la bajamar, distinguiéndose entonces canales de drenaje ramificados como un árbol. La cobertura vegetal corre a cargo principalmente de algunas algas capaces de resistir la Los niveles alcanzados por las pleamares y bajamares no son constantes, pues dependen de la viveza de las mareas. Se denomina infraestero, o marisma baja, a la zona que queda sumergida durante las pleamares medias. Se excluye del término a las zonas que sólo se sumergen en las pleamares vivas. Dado que el infraestero está sometido a un ritmo diario de inundación y exposición bastante constante, es fácil de reconocer. Sus suelos son blandos y fangosos, y en la bajamar permiten distinguir unos canales de drenaje ramificados por los que se evacua el agua durante la bajamar.


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El supraestero, marjal o marisma alta son las zonas que no llegan a ser anegadas por las pleamares medias (sólo encharcan sus límites inferiores), pero sí por las pleamares vivas mensuales y anuales. Sus suelos son algo más compactos y están densamente colonizados por vegetales, principalmente juncos y carrizos. También forman canales de drenaje, localmente conocidos como olgas, por los que se desaguan las bajamares.

exposición al aire y al sol unas horas al día (Fucus, Enteromorpha, Ulva…), así como de unas gramíneas, las sedas de mar (género Zostera) adaptadas a la vida subacuática, que llegan a constituir extensas praderas sobre esos limos arenosos. Los invertebrados más abundantes suelen ser gusanos poliquetos («xorra») como Nereis (Hediste) diversicolor o Arenicola marina, que dejan visibles los restos de las partículas que digieren en la superficie, en forma de cordones arenosos en espiral. También aparecen almejas, berberechos, pequeños caracoles de conchas alargadas (Peringia [=Hydrobia] ulvae, Bittium reticulatum) y cangrejos comunes (Carcinus maenas). El supraestero (a veces denominado marisma alta, marjal o «schorre») es igualmente reconocible con facilidad. Los suelos también son de limos, arcillas y arenas, pero están más compactados y maduros que en el infraestero, y no son tan blandos. Además están densamente colonizados por vegetales, entre los que destaca el junco marino y otras plantas marismeñas como el carrizo. Estas comunidades vegetales no se inundan en todas las pleamares: aunque las pleamares medias encharcan algo sus límites inferiores, las de las mareas muertas no llegan a alcanzar el supraestero, y las zonas más elevadas del mismo sólo se inundan en las pleamares vivas. En el seno de estos marjales se forman canales de drenaje por los que se desaguan en la bajamares. A veces se aprecia un pequeño talud, de decenas de centímetros, en los límites que elevan el supraestero sobre el infraestero, generalmente con juncos. Las especies de plantas presentes en estas marismas son más


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planicie mareal de superficie cóncava

nivel de las pleamares máximas anuales nivel de las pleamares máximas vivas escarpe con erosión

nivel de las bajamares medias nivel de las bajamares muertas

canal mareal menor

escalón

nivel de las pleamares medias nivel de las pleamares muertas

SUPRAESTERO

charca salobre

rasa fangosa escarpe con escasa erosión escarpe sometido a erosión

canal mareal de drenaje INFRAESTERO

canal principal de drenaje

variadas que en el infraestero. La fauna es también rica, pero la mayor parte de las especies no son específicas de estos medios y se encuentran también en la campiña cercana. Hemos hecho referencia a las marismas y a su vegetación, pero antes de adentrarnos en su complejidad conviene definir el término. Las marismas son zonas de la costa aplanadas, de suelos fangosos y pantanosos, que se inundan periódicamente con aguas salobres a consecuencia de las pleamares y que suelen estar sujetas a procesos de colmatación por sedimentos. Se

La seda de mar estrecha (Zostera noltii) comienza la colonización de fangos del infraestero o marisma baja, estabilizando el sedimento y atrapando nuevos detritos.


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A medida que el aporte de sedimentos va colmatando los fondos del infraestero, van quedando zonas que permanecen expuestas durante las pleamares muertas. Algunas especies pioneras consiguen afincarse allí, como el salicor (Salicornia europaea).

presentan en el fondo de bahías cerradas, golfos y estuarios. Como vemos, el término es de significado próximo al de «estero», pero «marisma» suele aplicarse más habitualmente a las comunidades vegetales que colonizan esos ambientes, tanto del infraestero como del supraestero. Como comunidad vegetal, la marisma tiene una evolución desde que comienza la colonización de los fangos del estuario hasta alcanzar una madurez en su composición de especies. Justo bajo el nivel de las pleamares muertas se desarrollan praderas de seda de mar (Zostera spp.) entremezcladas con algunas algas. Esta cubierta vegetal queda expuesta en las bajamares del infraestero, cubriendo los fangos de verde. El drenaje de las aguas en bajamar tiende a discurrir por cauces ramificados que van convergiendo, pero pueden quedar charcas salinas, pequeñas depresiones mal comunicadas con las redes de drenaje, por lo que en las bajamares se mantienen encharcadas. Los rizomas de las sedas de mar ayudan a estabilizar el sedimento, y sus partes aéreas atrapan nuevos detritus que se unen a los generados por estos «herbazales» sumergidos en pleamar. Gradualmente, los procesos de sedimentación van colmatando los fondos del estuario hasta que en las pleamares muertas quedan zonas de ese fango expuestas al aire. Algunas especies pioneras consiguen afincarse allí, como la Salicornia o el cirpo marítimo (Scirpus maritimus var. compactus). Sus tallos y partes aéreas atrapan nuevos restos vegetales flotantes y la sedimentación se acelera. A ello ayuda la resistencia que ofrecen a la corriente mareal que llega a ellas, lo que reduce su poder de arrastre y facilita la floculación y agregación de partículas pequeñas. Además, las raíces y rizomas también colaboran aquí a fijar los fangos del suelo, evitando su arrastre por las corrientes. Los arribazones de algas y materiales vegetales son retenidos por los tallos y hojas y el suelo se va elevando por encima de las pleamares muertas. A medida que pasan los años esos suelos van madurando y aumentando de altura. Las aguas en la bajamar se encauzan por las zonas de vegetación menos arraigada, creándose así canales mareales de drenaje, localmente conocidas como olgas. Cuando se trata de una marisma madura estas canalizaciones aumentan su profundidad y anchura, llegando a crearse pequeños barrancos o escarpes de erosión en sus bordes, a veces con escalón intermedio. A la vez, la cobertura vegetal de la marisma se hace más variada y densa, y su poder de retener arribazones aumenta, atrapando ramas, maderas, algas, etc. que llegan a sepultar decenas de metros cuadrados de los juncales. La altura del suelo sigue pues incrementándose hasta el límite al que llegan las pleamares máximas del año. Por encima, las comunidades vegetales ya no pueden considerarse marismas. Estos procesos pueden precisar de decenios o siglos, a veces alternando con periodos en los que la erosión supera a la sedimentación y la marisma retrocede. Es lo que ocurre por ejemplo cuando un canal de drenaje excava su cauce y las paredes de la marisma que le rodea, derribando sus paredes.


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Un duro medio ambiente En el anterior capítulo hemos analizado los procesos de sedimentación que ocurren en el estuario del Eo y los tipos de suelos de fango y arena que crean en sus esteros. Como hemos visto, los fondos arenosos son más habituales cerca de la desembocadura, y los de arcillas y limos en la zona interna del estuario y ensenadas laterales. Todos estos suelos del estero están embebidos en agua debido a que drenan mal en la bajamar, con alta concentración de sales, y condiciones anóxicas en profundidad, pero también son muy ricos en nutrientes para plantas y animales. Resulta así un medio que, aunque abundante en alimento para los seres vivos, impone unas condiciones físico-químicas muy duras para poder vivir allí. La marisma es un medio de duras condiciones fluctuantes, casi opuestas entre sí. La repetida inundación diaria con aguas salobres alterna con similares tiempos de exposición al aire, con lo que esto último implica (lluvias, sol intenso, heladas, etc.). Además el suelo de los fangales es anóxico y puede acumular cantidades de sales disueltas mil veces superiores a las necesarias para la planta, pero que tampoco permanece constante (avenidas del río, lluvias torrenciales…). Todo ello exige complejas adaptaciones fisiológicas para sobrevivir en la marisma.


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Pese a su encharcamiento, los suelos salobres de las marismas no representan para las plantas un medio rico en agua, sino más bien lo contrario. El agua salada ejerce un efecto deshidratante para las mismas, pues las membranas celulares de sus raíces se ven rodeadas de un líquido mucho más salado que el presente en el interior de las células. Por ello las células de la raíz tenderían a deshidratarse, al ir saliendo el agua por sus poros hacia el exterior.

Por un lado, la elevada concentración de sales presente resulta tóxica para plantas y animales no adaptados. En uno de estos fangales puede haber cantidades de sodio y cloro mil veces superiores a las que la planta necesita, y sin un mecanismo de excreción adecuado de esos excesos de sal la planta terminaría muriendo. Los iones cloro y sodio a altas concentraciones dentro de las células imposibilitan un adecuado equilibrio con otros iones como el potasio, y los procesos bioquímicos intracelulares se alteran o bloquean. Por otro lado, el agua salada ejerce un efecto deshidratante sobre las plantas por presión osmótica, como veremos a continuación. Aunque embebidos en agua, esos suelos salinos se comportan como secos para la planta, pues el agua rica en sales es difícil de aprovechar. Para comprender los problemas a los que se enfrentan los seres vivos en estos medios es conveniente recordar el fenómeno físico-químico conocido como ósmosis: Una membrana semipermeable, como la que tienen las células, contiene poros, como cualquier filtro. El tamaño de los poros es tan minúsculo que deja pasar moléculas pequeñas como las del agua, pero no las grandes (especialmente las de mayor tamaño, como azúcares, proteínas, etc). Pues bien, si ponemos en contacto dos soluciones, una con alta concentración de sales y otra con escasa concentración (agua dulce), separadas entre sí por una membrana semipermeable, las moléculas de agua de la solución más diluida tienden a penetrar por los poros de la membrana y pasar así a la solución más concentrada. A medida que pasa tiempo, esta última va diluyéndose y haciéndose menos salobre, pues incorpora agua, mientras


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que la inicialmente más diluida pierde agua y consecuentemente aumenta su salinidad. El proceso continúa hasta que la salinidad a ambos lados de la membrana se iguala. Una planta no adaptada a la salinidad, regada con agua de mar, terminará muriendo. La razón es que las membranas celulares de sus raíces se ven rodeadas de un líquido mucho más salado que el presente en el interior de las células. Por ello las células de la raíz se van deshidratando, pues el agua pasa por sus poros hacia el exterior, en un vano intento de diluir esa agua salada. Podemos deducir que, en el caso de los fangos salobres de las marismas, el encharcamiento de los mismos no representa para las plantas un medio rico en agua sino más bien lo contrario. La gran concentración de sales retiene el agua en el fango y la hace inutilizable para las plantas no adaptadas (sequedad fisiológica de los suelos salinos). De hecho, las adaptaciones biológicas que desarrollan las plantas que viven en estos lugares tienen algunos puntos en común con las presentes en la flora de las zonas áridas, por evolución convergente. El numero de especies de plantas adaptadas a vivir en la marisma es limitado, y se distribuyen en función de la duración de los periodos de emersión/sumersión, grado de salinidad y textura del suelo. Por ello una especie puede ser abundante en un determinado lugar y no existir unos metros más allá. Se denominan plantas halófilas a las que crecen sólo en los medios salinos (del latín y griego, halos [sal] y de filia [amor, apego]; por tanto significaría amantes de la sal). Por supuesto estas especies disponen de mecanismos fisiológicos que les permiten vivir en estos difíciles ambientes. Las membranas de los pelos absorbentes de las raíces de estas plantas se han hecho permeables a la sal disuelta en el agua, que penetra libremente en los tejidos de la planta. Si mordemos un pedazo de una de ellas comprobaremos que tienen un gusto salado. Gracias a sus adaptaciones, el potencial hídrico de –20 atmósferas con el exterior (que tendería a sustraer agua de la planta) es compensado y la planta puede aprovechar los nutrientes que acompañan ese agua salobre. Pero para que las células de la planta no pierdan turgencia por deshidratación (plasmolisis) se ven obligadas a compensar la presión osmótica y a excretar o tolerar los excesos de sodio acumulados. Veamos algunas soluciones: 1. Excluir en lo posible la penetración de la sal en las células. Para ello la membrana celular activa bombas de sodio que expulsan ese ión del interior celular. Esto exige un importante gasto energético para la célula. Es el caso de Atriplex prostrata. 2. Acumular suficiente agua dulce (suculencia). Algunas plantas tienen paredes celulares delgadas y extensibles, que permiten una expansión celular continua. A medida que la concentración salina aumenta en el citoplasma, la célula incorpora más agua para diluirla. Plantas halófilas como la Salicornia evitan concentraciones excesivas de sal en el citoplasma de sus partes

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Las plantas halófilas («amantes de la sal») han recurrido a distintas adaptaciones para vivir en estos suelos salados y fisiológicamente secos. Una de ellas, común con los cactus, es acumular suficiente agua dulce en sus tallos y hojas, diluyendo así la sal por debajo de concentraciones tóxicas. El salicor recurre a esta adaptación, conocida como suculencia.


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El armuelle silvestre, o acelga falsa (Atriplex prostrata) intenta evitar la acumulación masiva de sodio en sus células eliminándolo mediante unas bombas «de achique» en sus membranas celulares que lo expulsan al exterior, aunque con un alto gasto energético para la planta.

aéreas diluyéndolo a base se acumular agua en cantidades notables. Son las plantas suculentas, fáciles de distinguir por la carnosidad y abundancia de líquido en sus tallos y hojas. 3. Adaptar la fisiología celular para tolerar esos desequilibrios del balance iónico, pudiendo funcionar los orgánulos celulares incluso pese a esa alta concentración de iones Na+ y Cl–. 4. Reemplazar iones deficitarios a causa de la gran salinidad, como el potasio, por el sodio. Ambos son iones con carga positiva, pero al ser el Na+ mucho más abundante, la absorción selectiva del K+ se hace difícil. Sin embargo, plantas como el tripolio (Aster tripolium) consiguen reemplazar el potasio por el sodio, si el primero escasea. Gracias a ello esta planta consigue desarrollarse en suelos de salinidad variable: cuando no hay exceso de salinidad aprovecha el potasio presente, y si el suelo es muy salino, lo sustituye por el ión sodio. 5. Acumular la sal en vacuolas, para reducir su toxicidad. Una forma de atenuar o equilibrar la presión osmótica entre el interior y el exterior de las células es almacenar en el interior de las mismas cloruro sódico y otras sales; de esa forma se refrena la salida de agua al exterior. Pero como ya indicamos, la presencia de esas cantidades de iones cloruro y sodio libres en el citoplasma serían tóxicas para la célula. La solución es acumular esos iones en vacuolas, unos «sacos» intracelulares que en estas plantas suelen ocupar un elevado porcentaje del tamaño celular total. De esa forma se atenúa su toxicidad directa, pero no terminan aquí los problemas para la célula, pues las vacuolas tienen una membrana (tonoplasto) que, aunque especializada para mantener las sales encapsuladas,


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también sufre diferencias de presión osmótica respecto al citoplasma. La solución final es equilibrar esa concentración de solutos, no con más sales en el citoplasma, sino con compuestos orgánicos sintetizados por la planta que hacen las veces de sales a efectos osmóticos, pero que no son tóxicos para el metabolismo celular. Morfológicamente estas células son como estrechos sacos citoplasmáticos bañados exteriormente por una solución salada (extracelular) y englobando una gran vacuola también muy salada (intracelular). Los solutos orgánicos que mantienen el equilibrio osmótico de esa franja citoplasmática se comportan como unas «falsas sales minerales». Otras plantas, como el mencionado tripolio (Aster tripolium) o los abundantes juncos (Juncus maritimus) acumulan la sal en vacuolas de las células de sus hojas para excretarla: a lo largo de la vida celular almacenan allí la sal que la planta no ha podido evitar absorber, aislándola del medio celular. De esta forma, las hojas más viejas, con mayor contenido en sal, terminan por secarse y desprenderse, eliminando así una buena parte de la sal de la planta. 6. Mecanismos de excreción de la sal. Los tamariscos (Tamarix gallica), Limonium, Glaux, Armeria y otros consiguen eliminar los excesos de sal a través de glándulas secretoras en sus hojas, expulsándola como un polvo grisáceo, que puede hidratarse en noches con rocío. También son mecanismos de excreción de sal de la planta la eliminación de hojas muertas cargadas de la misma que acabamos de mencionar (Juncus). 7. Acelerar el ciclo biológico para acortarlo y liberar los frutos antes de que la acumulación de sales en los tejidos termine con la vida de la planta. Es el caso de la broza fina (Ruppia maritima). 8. Reducir la absorción de agua (y por tanto de sales) en la raíz, cerrando los estomas (poros) de las hojas para así menguar las pérdidas de agua por evapotranspiración. Ello suele acompañarse de un metabolismo tipo C4, variedad que permite proseguir los procesos fotosintéticos pese a tener los estomas cerrados, y por ello una menor concentración de CO2 en el citoplasma. Muchas plantas de terrenos áridos tienen también este tipo de metabolismo. Además de estas adaptaciones, las plantas halófilas deben mostrar una cierta tolerancia a un eventual cambio drástico de salinidad: de forma súbita, los excesos de sal circundantes pueden desaparecer, como en el caso de una lluvia torrencial durante la bajamar, que diluye y lava sales del suelo. Sin llegar a esos casos, las condiciones de salinidad se modifican varias veces cada día,

El junco marino (Juncus maritimus) acumula la sal en vacuolas, unos «sacos» en el interior de las células de sus hojas en los que se almacena la sal que la planta no ha podido absorber. De esta forma, las hojas más viejas, con mayor contenido en sal, terminan por secarse y desprenderse, eliminando así una buena parte de la sal de la planta.


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Las aguas estuarinas se cuentan entre las más fértiles del planeta, con una productividad de materia orgánica mayor que la de las aguas marinas y fluviales. Ello es posible gracias a la mezcla de aguas de diferente salinidad, que actúa como una «trampa» de nutrientes y sedimentos, la templanza climática y buena iluminación. El hombre ha sabido explotar esa elevada productividad, no sólo recurriendo a la caza, pesca y marisqueo, sino mediante la acuicultura, «cultivando» ostras y otros moluscos.

en función de la dominancia de la ola mareal o fluvial y de la mezcla de aguas. Otro problema que las plantas deben resolver es diseminar las semillas a distancia para que germinen en ambientes tan especiales como los de las marismas. Algunas especies producen semillas muy pequeñas que se mezclan con el fango. Este se adhiere a las patas y plumaje de las aves, en cuyos desplazamientos transportan dichas semillas a otras marismas distantes. Dicho mecanismo de dispersión de las semillas permite explicar la distribución de algunas especies vegetales de las zonas húmedas, a veces de un país a otro lejano. Pero la compensación a la dureza de vivir en este medio y a los ajustes fisiológicos que exige, es poder disponer de unos suelos ricos en nutrientes y sin demasiadas especies competidoras preparadas para explotarlos. Las aguas estuarinas se cuentan entre las más fértiles del planeta, con una productividad de materia orgánica casi siempre mayor (incluso 30 veces más) que la de las aguas marinas y fluviales. Como ya vimos, la mezcla de aguas de diferente salinidad actúa como una «trampa» de nutrientes y sedimentos. Las mareas ayudan a la renovación y circulación de los elementos nutritivos y a la eliminación de productos de deshecho. La amplitud de su geografía y la ausencia de árboles en las marismas hacen al estuario un medio bien iluminado, y sin contrastes climáticos excesivamente drásticos, gracias a su baja cota de altitud y a la acción temperante del océano. Los vegetales (fitoplancton, algas y plantas de marisma) que prosperan aquí son escasamente atacados por insectos y otros herbívoros terrestres, de forma que en su mayor parte terminan por generar detritos aprovechados por moluscos, cangrejos y organismos filtradores de partículas orgánicas. Detritus y plancton son la base de las redes tróficas del estuario. El hombre ha sabido explotar esa elevada productividad del mismo, no sólo recurriendo a la caza y pesca, sino mediante la acuicultura, «cultivando» ostras y otros moluscos.


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Marismas externas e internas Las comunidades vegetales que se desarrollan en las marismas deben soportar cíclicamente inundaciones con aguas cuya salinidad es variable según la zona del estuario, creándose también suelos con importantes diferencias de salobridad. La elevada especialización que impone la vida en estos medios hace que las plantas se distribuyan en función de la frecuencia de inundación a la que se verán sometidas (mareas muertas, medias o vivas) y de la salobridad del agua que las cubre. Tras un pormenorizado estudio de la vegetación de los estuarios de Asturias, Álvaro Bueno (Universidad de Oviedo) diferencia tres grandes complejos de vegetación, también reconocibles en el estuario del Eo: Marisma externa halófila. Como su nombre indica, son marismas que se desarrollan en las zonas cercanas a la desembocadura («externa»), donde las aguas son bastante saladas (plantas por tanto «halófilas», o amantes de la sal), pues la dilución del agua del mar con aguas fluviales dulces apenas se aprecia aquí. Como vimos en el capítulo anterior, el estuario externo incluye el estrechamiento rocoso de Los Santos y la bahía entre Castropol, Ribadeo y Figueras. El infraestero está aquí constituido por llanuras de fango (ensenada de La Linera) y llanuras arenosas (tesones de La Berlinga y Berbesa). Las rasas fangosas con arena son ocupadas por praderas de unas gramíneas capaces de vivir sumergidas bajo el agua salada: las sedas de mar ancha (Zostera marina) y estrecha (Zostera noltii), esta última algo por encima de la anterior. Les acompañan algunas algas pardas (Fucus vesiculosus) y sobre todo algas verdes del género Enteromorpha y Ulva (lechuga de mar), que al no precisar un sustrato duro, llegan a constituir grandes mallas que retienen los sedimentos basales. La marisma externa halófila se desarrolla en las zonas cercanas a la desembocadura del estuario («externa»), donde las aguas son bastante saladas (plantas «halófilas» o adaptadas de la sal). Encontramos estas marismas en la bahía entre Castropol, Figueras y Ribadeo, y en ensenadas laterales como La Linera. Los suelos del infraestero son de arena y fango, con Zostera, algas verdosas, gusanos de «xorra» (Arenicola marina), etc.


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Otras algas que se fijan a los márgenes rocosos internos de la ría o que llegan arrastradas por la marea son Ascophyllum nodosum, Dyctiota dichotoma y Pelvetia canaliculata. La escasa variedad de especies vegetales nos indica la dureza de este medio y la alta especialización que exige. Sin embargo, para la fauna es un medio muy productivo: en algunas praderas de Zostera se han llegado a contabilizar hasta 50 000 gusanos por metro cuadrado. Estas planicies están surcadas por una red de canales de drenaje arboriforme que desaguan la rasa en bajamar, aunque pueden quedar charcas aisladas de dicha red, conservando el agua. Las paredes de esos canales pueden mostrar en su talud un escalón excavado por el flujo y reflujo mareal, aprovechado por algunas plantas. Cerca de los cantiles rocosos que delimitan el estuario, la llanura de fango se entremezcla con piedras, cuya creciente proporción va transformando el suelo en otro de carácter pedregoso que termina por continuarse con las paredes del acantilado. Marisma externa subhalófila. Como describe su nombre, también

se desarrolla en el estuario externo, pero en zonas bañadas por aguas no muy salobres debido a una importante participación de las aguas fluviales, que producen situaciones de mezcla parcial. Los juncales, por ejemplo llegan a adentrarse en las llanuras del infraestero, pues la salobridad de las aguas que les cubrirán es tolerable para su fisiología. Asimismo, este tipo de marismas se presentan en zonas topográficamente más elevadas (supraestero), en las que la marea no llega a diario sino sólo en las pleamares vivas. Ello permite a la planta pasar semanas sin el continuo estrés salino que impone la vida en el infraestero. Al reducirse la salinidad y ser un medio menos exigente, las especies que consiguen desarrollarse aquí son más variadas y ocupan extensiones mayores. En sus La marisma externa subhalófila también se encuentra en el estuario externo, pero en lugares alcanzados por algún arroyo o donde el agua marina ha reducido su salobridad por influencia del río Eo. Esto último se va haciendo más perceptible a medida que nos alejamos de la desembocadura, estuario arriba. Son notables en las ensenadas laterales de El Tarrón (en la foto), Muro das Lamas y Reme.


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zonas más bajas, cercanas a la bocana de estuario, la salinidad aumenta, apareciendo plantas más halófilas. Allí donde las pleamares vivas dejan depositadas acumulaciones de algas y otros restos vegetales y orgánicos sobre los juncos, se crea un medio muy rico en nitratos, que facilita la colonización por plantas nitrófilas. Una de las más abundantes es el lastón de las marismas (Elymus pycnanthus), que llega a crear herbazales también en la marisma interna. La marisma subhalófila (externa e interna) es la predominante en el estuario del Eo. Marisma interna subhalófila. Se localiza en la zona interna del es-

tuario, donde la influencia fluvial es predominante y la salobridad se reduce por ello. Es habitual encontrar estas marismas altas en la cola de los estuarios, donde la onda mareal llega ya debilitada. En el estuario del Eo la encontramos aguas arriba de Vegadeo. La menor salinidad permite el desarrollo de un cortejo de plantas diferentes, menos tolerantes al agua salobre y a las inundaciones plenas diarias. No obstante, también las acompañan algunas plantas de la marisma externa. Predominan los juncales de Juncus maritimus y J. gerardi. Destacan los densos cañaverales de cirpo marino (Scirpus maritimus), de un metro de altura y potentes rizomas que dominan amplias extensiones sin apenas dejar crecer a otras especies. Suelen ocupar los canales principales de marea, que son más profundos y de aguas más salinas. En otros canales de aguas más dulces, los cirpos van cediendo dominancia a los carrizales de Phragmites australis, gramíneas que alcanzan portes de hasta 3 metros. Estos carrizales resultan fáciles de reconocer en el paisaje invernal por su aspecto compacto y amarillento, rematados por penachos de espigas secas. Su intrincada espesura es un buen refugio para la fauna.

La marisma interna subhalófila se localiza en la zona más interna o superior del estuario, en su cola, que en el caso del Eo se localiza aguas arriba de Vegadeo. Aquí la onda mareal llega ya debilitada y las aguas son poco salobres, lo que no impide una masiva colonización de plantas de la marisma externa como los juncos marinos. También aparecen cañaverales de cirpo marino y, en zonas de aguas dulces, carrizales fáciles de reconocer en el paisaje invernal por su aspecto compacto y amarillento. Su intrincada espesura es un buen refugio para la fauna (página siguiente).


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La planicies de juncos por encima del nivel de las pleamares medias están surcadas por canales mareales de drenaje («olgas»), a veces de cierta profundidad, con corrimientos, derrumbes y escalones en sus paredes, cuyas condiciones (inundación, salobridad…) son diferentes a las de la propia planicie.

La topografía de estos tres tipos de marismas no es uniforme, de forma que en cada una hay una serie de accidentes en el terreno que crean unas condiciones de vida ligeramente diferentes a las existentes a pocos metros o centímetros. Algunas plantas se han adaptado para aprovechar esos biotopos, en ocasiones con tal especificidad que sólo es posible encontrarlas en los mismos. En todas ellas hay un canal principal de drenaje que en la bajamar evacua las aguas traídas por la pleamar y que estaban encharcando la marisma. A dicho canal principal confluyen otros secundarios. Junto al canal principal suelen diferenciarse rasas fangosas, que en el caso de marisma interna son de escasa importancia. Cuando estas rasas tienen cierta pendiente, la erosión por las corrientes mareales y fluviales dificulta la fijación de las plantas. Sin embargo, la propia erosión de la rasa puede llegar a crear escarpes algo más pronunciados, que delimitan escalones o terrazas más aplanadas que facilitan el asentamiento de algunas especies vegetales (esto es más notorio en la marisma interna, por ser la rasa de fango más inclinada en torno al cauce fluvial). Por encima de esas rasas de fango, y por tanto del nivel de las pleamares medias, nos encontramos las planicies mareales, que se inundan sólo en las


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pleamares vivas del mes o del año. Es el terreno óptimo para los juncales subhalófilos. El suelo es aquí más evolucionado, compacto y rico en materia orgánica, pues las pleamares vivas depositan abundantes restos de plantas. Estas planicies están cruzadas por canales mareales de drenaje, que evacuan las aguas de la marisma hacia el canal principal ya mencionado. A veces estos canales son de cierta profundidad, sin plantas en el fondo del cauce, pero sus paredes pueden mostrar corrimientos o derrumbes que crean escalones y ambientes ligeramente diferentes a los que existen en la propia planicie. Otros son aprovechados por los arroyos colaterales que llegan a la marisma, atravesándola hasta el canal principal. En esos casos, sobre todo cerca de las zonas más altas (con menos pleamares), el canal puede mostrar plantas dulceacuícolas habituales en el tramo inferior de los ríos. Además de canales, en la planicie mareal pueden existir depresiones o charcas aisladas de la red de drenaje y que conservan aguas salobres durante la bajamar. Algo parecido puede ocurrir en canales cegados que pierden su conexión con el canal principal. En ambos casos aparecen con frecuencia plantas que encontrábamos en ambientes más inferiores, limítrofes entre el supraestero e infraestero.

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Las pleamares vivas inundan las planicies mareales, depositando restos de plantas que flotaban y que son retenidas por los juncales. A veces el arribazón llega a aplastar metros cuadrados del juncal, pero supone un importante aporte de materia orgánica para sus suelos.


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La vida animal P Tampoco para la fauna

es el estuario un medio fácil, aunque sí rico en nutrientes. La solución para sobrevivir aquí es enterrarse. Algunas especies de gusanos y moluscos encuentran en el fango del infraestero un medio adecuado, rico y relativamente protector frente a la desecación, oleaje y depredadores acuáticos y terrestres. Como la disponibilidad de nutrientes para filtrar y aprovechar es muy alta, estos invertebrados pueden alcanzar grandes densidades (a veces miles en un metro cuadrado). Entre los gusanos destacan por su abundancia los buscados como cebo de pesca (“xorra” o “xorria”). La presencia de Arenicola marina (arriba) es muy fácil de detectar por los montículos de cordones de arena, con forma de espagueti, que excreta fuera de la galería en la que vive. En cambio Hediste (Nereis) diversicolor (debajo) es un gusano más errante, que excava galerías en las que refugiarse en bajamar. Aparece fácilmente al excavar en el fango.

No sólo las plantas aprovechan selectivamente los diferentes biotopos que brinda la marisma. La abundancia de materia orgánica pone en marcha con ímpetu las cadenas tróficas (de alimentación) entre los animales, que comienzan con el plancton y los invertebrados filtradores o sedimentívoros de esas aguas y fangos, sustento a su vez de peces y aves. Pese a esta abundancia de alimento, para la fauna tampoco es un medio fácil. Las continuas fluctuaciones de las condiciones en la franja intermareal, con cambios incesantes de salinidad, exposición al aire o sumersión, lluvias o desecación, fríos y calores, etc. también exigen a la fauna una alta adaptabilidad y tolerancia fisiológica a esos cambios. No son muchas las especies que consiguen vivir aquí, pero aquellas que lo logran lo hacen con un gran número de individuos. Para los animales, las condiciones acentúan su dureza en las zonas superiores del infraestero, pues los periodos de emersión son más largos y los cambios que ello impone más drásticos. En cambio, las zonas inferiores quedan poco tiempo expuestas (o no lo hacen, en mareas muertas), y las condiciones son algo más estables. Debido a ello hay más especies acuáticas en el infraestero inferior que en el superior. Además de las adaptaciones a los cambios en las condiciones ambientales, lo cierto es que las rasas fangosas y arenosas del infraestero, aunque ricas, resultan medios incómodos donde establecerse para la mayoría de los animales: por un lado la propia naturaleza pegadiza, disgregable e inestable del limo dificulta la movilidad por el mismo o la fijación de aquellas especies incrustantes o que se fijan por algún extremo de su cuerpo. Además, en bajamar la llanura queda expuesta al sol, sequedad, lluvia, viento e incluso algunas heladas, todo ello sin apenas rocas donde refugiarse de dichos agentes atmosféricos ni del ejército de depredadores que allí acuden (principalmente aves limícolas). En pleamar mejoran y se regularizan las condiciones físicas, pero por los canales principales del estuario, aprovechando la cuña salina que se adentra al subir la marea, penetran cientos de peces marinos para alimentarse. La solución para sobrevivir aquí es enterrarse. Algunas especies de gusanos y moluscos encuentran en el fango un medio adecuado, rico y relativamente protector frente a la desecación, oleaje y depredadores. Por ello estos invertebrados pueden alcanzar grandes densidades (a veces decenas de miles en un metro cuadrado); en general son filtradores y sedimentívoros, que esperan enterrados a que la marea suba para aprovechar las partículas orgánicas traídas por las aguas. Como los sedimentos finos (limos, arcillas) retienen mejor el agua por capilaridad que los gruesos (gravas, arenas), las llanuras de fango no se desecan durante la bajamar, mientras que en playas de arena, la deshidratación superficial es mayor. Y además los limos retienen con más firmeza la materia orgánica que se deposita sobre los mismos, que en el caso de las arenas es fácilmente arrastrada por corrientes y vientos. Los anélidos poliquetos son gusanos con apéndices corporales externos en cada segmento de su cuerpo, bien preparados para excavar el fango y


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buscados como cebo de pesca (aquí conocidos como «xorra» o «xorria»). Unos son errantes, como el omnívoro Hediste (Nereis) diversicolor, que excava galerías como refugio y las abandona al subir la marea para filtrar las aguas salobres que llegan o buscar presas y restos de animales. Otros en cambio son sedentarios, como Arenicola marina, que prepara una galería tubular profunda en forma de U. Para que no se colapse, sus paredes están revestidas de granos de sedimento y detritus cementados con una mucosidad. Dentro de ella, el gusano se mueve filtrando la arena y digiriendo partículas orgánicas y microorganismos que entran. Sus galerías son fácilmente detectables en bajamar, pues tienen una entrada en forma de embudo poco profundo y cerca de ella la salida, reconocible por consistir en un montón de arena filtrada y excretada por el gusano, que acumula en forma de cordón espiral o como montículos un tanto enmarañados. Spio filicornis también es un gusano sedentario en galerías, con hábitos

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Los moluscos filtradores se entierran en el cieno arenoso y quedan comunicados con el exterior mediante tubos o sifones con los que toman alimento y oxígeno y expulsan los desechos. Las almejas y berberechos (en la foto) son los bivalvos más habituales en estos medios.

parecidos, pero que tiende a evitar los fangos y prefiere arenas más limpias como las de los tesones de La Berlinga o las barras arenosas ricas en Zostera marina entre Castropol y Punta Velosa, al igual que Mediomastus fragilis o los Poycirrus spp. Por último, hay especies de gusanos que digieren las partículas de materia orgánica del sedimento excavando activamente galerías en el mismo, y otros son carnívoros, como los nemertinos (Nemertea) o el blanquecino Nephtys cirrosa, que se desplaza nadando lateralmente por los bancales y tesones arenosos de La Berlinga, La Carabela y Arnao. También abundan los moluscos filtradores. La mayor parte son bivalvos (concha dividida en dos valvas aplanadas, que encierran al animal), que se sepultan cavando el sedimento con su pie musculoso y quedan comunicados por el exterior mediante unos tubos o sifones (bien conocidos por los mariscadores) con los que toman alimento y oxígeno y expulsan las sustancias de desecho. Las especies que se entierran más profundamente tienen conchas más finas y delgadas que las que se quedan a menos distancia de la superficie. Los más conocidos y abundantes en la ría son los berberechos (Cerastoderma edule —aunque últimamente su población se ha reducido bastante—), almeja fina (Ruditapes decussatus), almeja babosa (Venerupis pullastra), almeja dorada (Venerupis aureus), almeja vieja (Venus verrucosa) y almeja de perro o cadela (Scrobicularia plana). En zonas más arenosas se entierran Gari fervensis, las tallerinas o coquinas (Tellina [Angulus] tenuis), la navaja longueirón (Solen marginatus) y el muergo (Ensis siliqua). Otros bivalvos como la ostra plana (Ostrea edulis) precisan de un sustrato rocoso, al que parecen fundir una de sus valvas; su pariente japonesa (Crassostrea gigas) es cultivada extensivamente en los alrededores de Castropol. También


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ostrero

zarapito

archibebe correlimos berberecho

almeja

chorlitejo

navaja Peringia ulvae

4 cm 8 12

Gari fervensis

16 Hediste diversicolor

Arenicola marina

los mejillones común (Mytilus edulis) y rubio (M. galloprovincialis) se fijan a las rocas que afloran en las riberas de la ría o base de los acantilados del estuario interno, llegando a hibridarse entre sí. Aguas arriba de estuario, en el río Eo, aparece el mejillón de río (Margaritifera margaritifera), con una interesante biología en su desarrollo dependiente de los salmónidos. Entre los moluscos gasterópodos, con una concha no dividida, sobre los fangales abunda mucho el pequeño y gregario Bittium reticulatum, de concha alargada hasta 10-11 mm. Más pequeños aún (5-6 mm), son Peringia (=Hydrobia) ulvae y Rissoa (Turboella, Pusillina) parva, que pueden aparecer con el anterior a millares por metro cuadrado, sobre todo acumulados en las orillas de las ensenadas fangosas. Ambas especies pueden encontrarse con facilidad en las llanuras de limo con Zostera noltii, como en La Linera o en la situada entre El Puntal y la ensenada de Reme. Mayores son los Monodonta sp., con forma de peonza de menos de 3 cm. En los acantilados del estuario interno y en los bloques acumulados en su base se aferran lapas (Patella spp.), las llamadas peonzas planas (Gibbula umbilicalis) y especies de bígaros, como Littorina saxatilis o el bígaro común Littorina littorea. Y en pequeñas pozas de bajamar en la ensenada de La Linera pueden encontrarse algunos moluscos de la zona de la desembocadura exterior, como la liebre de mar negra (Aplysia fasciata). Los restos de las conchas de todos estos moluscos gasterópodos y bivalvos se acumulan en enormes cantidades en las orillas de las playas fangosas, blanqueadas por el sol. En cuanto a los crustáceos son menos abundantes en especies. En los extensos fangales con Zostera y algas al sur de El Puntal, abundan los pequeños

Los invertebrados filtradores y sedimentívoros que viven enterrados en el fango recurren a distintas formas de aprovechar la abundancia de nutrientes que trae cada marea. El gusano Arenicola marina digiere los sedimentos que caen por el embudo de entrada a su galería, expulsando la arena no aprovechable en forma de cordones. Los moluscos bivalvos (berberechos, moluscos…) se entierran con su pie musculoso, asomando al exterior sus sifones para captar agua con partículas, filtrarla y expulsar el sobrante o los desechos. Las aves limícolas disponen de picos con diferentes longitudes que les permiten acceder a las distintas especies de invertebrados del fango.


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Las conchas de pequeños moluscos gasterópodos aparecen en enormes cantidades desmenuzadas e integradas en las arenas de las playas o, más conservadas, en las riberas de las ensenadas del estuario externo. Suelen ser mayoritariamente Peringia (= Hydrobia) ulvae, Rissoa parva y Bittium reticulatum, cuyos acúmulos vemos aquí en compañía de un cangrejo común o cámbaro, uno de los crustáceos más fáciles de ver en estos medios.

anfípodos Microdeutopus gryllotalpa y las pulgas de agua (Gammarus locusta). En cualquier zona del estuario, entre Ribadeo y Vegadeo, encontraremos pulgas de mar (Talitrus saltator) y saltones (Chaetogammarus marinus) en la orilla, al levantar los residuos vegetales que allí acumula la marea. Los cangrejos comunes o cámbaros (Carcinus maenas) prefieren la franja superior del infraestero; resultan fáciles de ver en los fangos cerca de los taludes y escarpes en los que comienza el supraestero, pues allí suelen excavar sus refugios. También se ocultan en zonas con rocas o piedras acumuladas. Por el contrario, en la franja inferior del infraestero los mariscadores capturan cangrejos buey o «ñoclas» (Cancer pagurus) que se adentran al estuario desde la zona de la desembocadura. En los acantilados del estuario interno aparecen cangrejos corredores o «sapas» (Pachygrapsus marmoratus), fieles al soporte rocoso y evitando los fangos. Y más arriba, ya en la cuenca del río Eo, se ha citado la presencia de cangrejo de río autóctono (Austropotamobius pallipes). Esta riqueza de invertebrados puede llegar a ser muy notable, y para zarapitos reales (Numenius arquata), correlimos (Calidris spp.), chorlitos (Pluvialis spp.), archibebes (Tringa spp.), chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), agujas (Limosa spp.) y otras aves limícolas suponen una vital fuente de alimento. Para ellos, y muchas especies de las aves que recalan en la ría, constituyen una estupenda recarga de combustible y provisiones antes de continuar su viaje migratorio de miles de kilómetros; para otras que deciden pasar el invierno en el estuario son su alimento diario. Las limícolas,


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a veces agrupadas en bandos, prospectan las llanuras fangosas en bajamar, acompañando luego a las orillas de las aguas a medida que sube la marea, pues los invertebrados ascienden a la superficie. Sus patas son fuertes y el pico sensible, con abundantes terminaciones nerviosas para detectar gusanos y moluscos bajo el fango. Unas especies picotean al azar el lodo, otras arrastran el pico hasta encontrar una presa y otras tamizan y filtran sus

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La ría y estuario del Eo es un enclave muy importante como zona de invernada, descanso o paso para un importante contingente de aves del norte de Europa. Algunas encuentran suficientemente atractiva la ría en cuanto a climatología y cantidad de alimentos como para detener su viaje y pasar el otoño e invierno allí. Una ave por entonces habitual es el zarapito real (debajo). Los chorlitejos grandes y correlimos comunes (arriba) son más habituales durante los pasos migratorios, aunque pueden verse algunos casi todo el año.


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Los bandos de aves limícolas prospectan las llanuras fangosas en la bajamar, acompañando luego a las orillas de las aguas a medida que sube la marea, pues los invertebrados ascienden entonces a la superficie. Su pico es sensible, capaz de detectar gusanos y moluscos bajo el fango. Muchas de estas aves suelen ser conocidas como mazaricos, aunque a veces se aplica este nombre específicamente a las de mayor tamaño, esto es, los zarapitos (debajo) y las agujas. En la foto superior un ostrero, «lampareiro» o «gabita».

bocados de barro. La mayoría de estas aves suelen ser conocidas localmente como «mazaricos», aunque a veces se aplica este nombre específicamente a las de mayor tamaño, esto es, los zarapitos y las agujas. Acompañando a los bandos de limícolas, o en solitario, el ostrero, «gabita» o «llamparego» (Haematopus ostralegus) hace honor a su nombre partiendo las conchas de los moluscos con su fuerte pico rojizo. Los fangales también son inspeccionados por la garza real (Ardea cinerea) y la garceta común (Egretta garzetta), en busca de cangrejos y pequeños peces. En zonas más abiertas del estuario externo (generalmente entre Castropol, Figueras y Ribadeo) aparecen en invierno colimbos grandes (Gavia


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immer) llegados de los fríos de Groenlandia o Islandia. También por entonces frecuentan este sector el alca común (Alca torda) y el zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis). Asimismo, diversas especies de gaviotas parecen mostrar predilección por esta zona, como la gaviota patiamarilla (Larus michahellis), reidora (L. ridibundus), sombría (L. fuscus) y el gran gavión atlántico (L. marinus). En los tesones o bancales de arena, y sobre las plataformas de los cultivos de ostras, los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) extienden sus alas a secar. Algunas de estas especies también pueden avistarse aguas afuera del puente de Los Santos, en la ensenada de Arnao, zona preferida también por los patos marinos llegados con los temporales del norte, como los negrones comunes (Melanitta nigra). En las marismas del estuario interno encontramos algunas especies diferentes. Además de buscar refugio el ya mencionado zampullín cuellinegro, también lo hace su pariente el zampullín común (Tachybaptus ruficollis) y la focha común (Fulica atra). Más discretas son las gallinetas comunes (Gallinula chloropus), polluelas chicas (Porzana pulsilla) y rascones europeos (Rallus aquaticus), que ocultos en las espesuras de los juncales resultan difíciles de descubrir. El combatiente (Philomachus pugnax), la agachadiza común (Gallinago gallinago) y andarríos chico (Actitis hypoleucos) prefieren prospectar los canales de drenaje de marea o del canal fluvial. A lo largo del año también podemos avistar algunos paseriformes insectívoros en estos carrizales y juncales. Es el caso del buitrón (Cisticola juncidis), el carricero

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El andarríos chico (Actitis hypoleucos) prefiere prospectar los canales de drenaje de marea o del canal fluvial en el estuario interno en busca de invertebrados. No obstante, en el invierno también acude a niveles más inferiores del estuario, donde encuentra más fácilmente alimento. Aquí lo podemos ver en el momento en que captura un pequeño cangrejo común.


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En las marismas del estuario interno, al abrigo de juncales, cañaverales y carrizales, encontramos otras especies de aves, como el pequeño buitrón (arriba), que revolotea de forma ondulante, con ascensos y descensos, y encuentra en los marjales los insectos de los que se alimenta. El zampullín común (debajo) busca refugio en la espesura de esas marismas, aunque también puede verse en la zona media del estuario.

común (Acrocephalus scirpaceus) y tordal (A. arundinaceus), mosquiteros (Phylloscopus spp.), etc. La ría y estuario del Eo es un enclave muy importante como zona de invernada, descanso o paso para un importante contingente de aves del norte de Europa. Por ello ha sido declarada Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) e incluida entre las zonas húmedas de la Red Natura 2000.


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Los ornitólogos han avistado unas 60 especies de aves de ambientes acuáticos y marismeños, aparte de otras especies no tan específicas de estos medios. Especialmente importante resulta para las anátidas: alrededor del 80 % de los patos que pasan el invierno en Asturias lo hacen en la ría del Eo, lo que supone miles de ejemplares. Ello se debe a la existencia de aguas abiertas, suficientemente profundas incluso en bajamar, y la amplitud del estuario, que les permite agruparse en bandos y movilizarse en caso necesario a ensenadas laterales o a marismas en busca de refugio y alimento. Entre las especies más notables están el silbón europeo (Anas penelope), con frecuencia de 1 000 a 3 000 ejemplares, y el ánade rabudo (Anas acuta), con varios cientos de aves censadas, que algún año supera el millar. Además también están aquí la tercera parte del censo de los ánades azulones (Anas platyrhynchos) de Asturias y la mitad de las cercetas comunes (Anas crecca) y de las cucharas comunes (Anas clypeata). Tras las aves, los peces son el grupo de vertebrados mejor representado; los más fáciles de ver son los mugiles, también llamados lisas, pardetes o «muiles», o «muxiles» (Mugil cephalus, Chelon labrosus), que toleran variaciones importantes de salinidad. Otras especies presentes son el galupe (Liza

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Las anátidas son especialmente importantes en la ría del Eo, gracias a la amplitud del estuario y a la presencia de aguas abiertas y marismas. Entre los más abundantes están los ánades azulones (arriba) y los silbones europeos (debajo).


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Tras las aves, los peces son el grupo de vertebrados mejor representado. Los sargos o chopas (Diplodus sargus, arriba) y las lubinas o robalizas (Dicentrarchus labrax, debajo), penetran en el estuario aprovechando la corriente mareal de la pleamar, en busca de invertebrados en el fondo o de pequeños peces. Son parte de las capturas habituales de los pescadores en la ría.


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aurata), sábalo (Alosa alosa), saboga (Alosa fallax), platija o solla (Platichthys flesus), lubina (Dicentrarchus labrax), sargos (Diplodus sargus), dorada (Sparus aurata), lenguado (Solea vulgaris), anguila (Anguilla anguilla), lamprea marina (Petromyzon marinus), reo (Salmo trutta trutta), trucha común (Salmo trutta fario) y salmón (Salmo salar). En la entrada de Arnao, los pescadores capturan salmonetes, jibias, rayas, rodaballos, centollos, etc. La fauna ictícola penetra en el estuario en busca de los invertebrados que abundan entre las praderas de Zostera, en los fangos y arenas, pero también ellos tienen sus depredadores: algunas aves como el abundante cormorán grande bucean en su busca, mientras las garzas reales permanecen apostadas al acecho de pequeños ejemplares. En sus pasos migratorios por la ría, el águila pescadora (Pandion haliaetus) repone fuerzas haciendo honor a su nombre. Un interesante pez ciprínido es la boga de río o «escalo» (Chondrostoma polylepis), cuyos cardúmenes consiguen remontar la presa de Pe de Viña aprovechando la escala salmonera. Es una especie endémica del occidente ibérico, presente en los ríos de Galicia y ausente en la zona cantábrica con excepción del Eo.

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El salmón atlántico es el rey del Eo y de los ríos de Asturias y Galicia. Su interesante ciclo vital (ver página 209) oscila entre el río en el que nace, un largo viaje marino hasta Groenlandia y un regreso a desovar y morir al río que le vio nacer. En el Eo se pescan cada año de 100 a 200 ejemplares como promedio.


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La población de anfibios aumenta a medida que nos alejamos de la influencia del agua salada. Por tanto son más abundantes en la zona superior de la marisma interna y porción final del río Eo, donde la rana común (foto superior) es fácil de descubrir. Más discreto, pero igual de saltarín, es el sapillo pintojo ibérico (foto inferior), endemismo peninsular de coloración y dibujos dorsales muy variables. Ambos anuros figuran entre las presas predilectas del turón (página siguiente), que puede almacenarlos en sus comederos. Para evitar su fuga, el mustélido puede amputar las extremidades o quebrar su columna vertebral de un mordisco.

Otro importante depredador de peces es la nutria (Lutra lutra), que puede verse en cualquier tramo de la ría, incluso en la zona de su desembocadura al mar. Además de peces, la nutria puede capturar algún ave o pollo en los juncales o carrizales, al igual que el ribereño turón (Mustela putorius). Ambos mustélidos no desdeñan anfibios de la zona, cuya frecuencia aumenta en la zona superior de la marisma interna y porción final del río Eo. Entre los mismos, la rana común (Pelophylax perezi) abunda en las zonas bajas del río Eo, y también se encuentran el sapillo pintojo (Discoglossus galganoi) y el sapo común (Bufo bufo). Respecto al oportunista zorro (Vulpes vulpes) no dejará de explorar la marisma en las bajamares nocturnas en busca de alguna carroña depositada en la orilla o de algún ave dormida.


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El mar contra la roca: la desembocadura Aguas afuera del Puente de Los Santos las condiciones dejan de ser las características de un estuario. Ahora sí nos encontramos ante una verdadera ría, es decir, un valle de origen fluvial permanentemente inundado por el mar, incluso durante las mareas bajas. La influencia del mar se hace aquí total, mientras que la de las aguas dulces del río resulta prácticamente despreciable. Desaparecen los tranquilos ambientes de fangos y marismas, que son reemplazados por el violento encuentro del mar con los acantilados, por la lucha del mar contra la roca que le pone límites. La corriente marina predominante en la zona es la costera que recorre el litoral cantábrico en sentido oeste-este. Los vientos más habituales son los de componente noroeste, siendo los del nordeste los más intensos. Las aguas suelen estar tan agitadas como en el mar abierto, por lo que los procesos sedimentarios son aquí de escasa entidad. Sólo merece la pena destacar el depósito de arenas en la playa de Arnao, en la orilla asturiana, que queda totalmente cubierta en la pleamar. Son traídas hasta aquí por la corriente costera desde el cercano litoral gallego. Dicha corriente se adentra en la ensenada de Arnao, donde sedimentan las arenas que dan lugar a esta playa y se continúan bajo las aguas hasta enlazar con las de los bancales presentes en el estrechamiento de Los Santos. Los acantilados no destacan por su altura sobre el mar (apenas 20-25 metros). Están compuestos, como hemos visto, por la capa de Pizarras de Taramundi, En la zona de ría propiamente dicha, al norte del estrechamiento de Los Santos, desaparecen los tranquilos ambientes de fangos y marismas, y son reemplazados por el violento encuentro del mar con los acantilados, por la lucha del mar contra la roca que le pone límites. Los vientos más habituales que agitan las aguas son los del noroeste, y los del nordeste los más intensos.


EL MAR CONTRA LA ROCA: LA DESEMBOCADURA

formadas hace unos 500 millones de años. Estas rocas (sobre todo las Pizarras de Taramundi II, que incorporan lutitas y limolitas) son relativamente fáciles de diferenciar, pues la erosión por viento y arena crea en sus estratos unas oquedades o alvéolos redondeados. Según hemos visto al hablar de la historia geológica de la región, estas capas han ido sufriendo un progresivo ascenso, sobre todo en el Cuaternario. El embate de las olas sobre la base del acantilado supone un gran impacto energético sobre el mismo. Pensemos en una ola desplazándose a 1 metro por segundo. Un simple metro cúbico de la misma (que pesa una tonelada) estrella contra el acantilado unos 500 julios de energía (Ec= ½ masa × velocidad2, por tanto, Ec= ½ 1 000 kg × 1 m/s2= 500 julios). ¿Y cuánto es esto? Pues si tenemos en cuenta que un julio es la energía que se precisa para levantar 1 kg a 10 centímetros sobre el suelo, esa pequeña ola de 1 m3 es capaz de levantar media tonelada de rocas 10 centímetros contra la gravedad. El impacto de los cantos de roca y guijarros que las olas arrojan a la base del acantilado al batir contra el mismo va socavándolo progresivamente.

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Los acantilados de la zona no destacan por su altura sobre el mar (apenas 20-25 metros). Están compuestos por Pizarras de Taramundi, formadas hace unos 500 millones de años y sometidas después a un progresivo ascenso.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

La enorme energía que el embate de las olas descarga sobre la base del acantilado crea bruscas compresiones en el momento del impacto, seguida de descompresiones al retirarse las aguas. Su efecto, parecido a una carga de dinamita, va derrumbando sectores del acantilado. Sin embargo, los bloques caídos a los pedreros no permanecen inmutables, pues son movidos por el oleaje. Sí son más estables los que están continuamente sumergidos.

Al crearse oquedades, la enorme energía que las olas descargan allí crea un efecto de brusca compresión (impacto en cavidad cerrada) y descompresión (al retirarse las aguas) en esas cavidades, de forma parecida a una carga de dinamita, lo que trae consigo con el tiempo un derrumbe de su parte superior, al irse agrandando las grietas presentes. Las rocas derribadas reducen inicialmente el embate de las olas contra la pared, pero los bloques caídos van siendo movilizados, fragmentados y erosionados por las olas. Las rocas que vemos en los pedreros no permanecen inmutables allá donde cayeron. Grandes bloques de cientos de kilos pueden aparecer al cabo de unos días a docenas de metros del lugar en el que se habían observado inicialmente (recordemos las cifras del párrafo anterior). Progresivamente la pared rocosa va siendo de nuevo atacada por las olas y retrocede algo más. Sin embargo, por debajo del nivel que marcan las bajamares, la acción erosiva de las olas es sustancialmente menor, pues los trenes de olas corren sobre esa plataforma sin descargar su energía como lo hacen contra el pedrero o la base del acantilado. Los bloques acumulados allí pueden permanecer estables mucho más tiempo, y todo esto va a tener importancia para la distribución de la fauna y flora.


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Del mar a la tierra El acantilado y los pedreros de su base son por tanto medios muy diferentes a la sosegada marisma. Las condiciones son duras en cuanto a la acción del oleaje y las fuertes corrientes oscilantes que supone, pero pese a ello, para la fauna y flora marinas es uno de los enclaves más ventajosos. Por un lado, y gracias precisamente a ese oleaje, las aguas están más oxigenadas que en el mar abierto; por su escasa profundidad, la iluminación solar alcanza bien los fondos, que además suelen ser rocosos, y por tanto brindan una estupenda superficie de sustentación, anclaje y escondite para las plantas y animales, a diferencia de un fondo arenoso o fangoso. Los nutrientes no escasean, gracias a la agitación de las aguas, que remueven los sedimentos del fondo y hacen ascender aguas más profundas; además se incorporan los traídos por los ríos en su desembocadura. Abunda el plancton, los desoves, las larvas y alevines, los invertebrados, algas, etc. Al igual que en la marisma se diferencian varios niveles en función de la salinidad y los niveles a los que llega la marea, en los acantilados también encontramos una gradación y zonificación vertical, en estratos o cinturones dependientes de los niveles de las mareas, pero también por la acción del oleaje y sus salpicaduras. La distribución de los seres vivos viene determinada

Las condiciones en la base del acantilado y en los pedreros son duras en cuanto a la acción del oleaje y las fuertes corrientes oscilantes que supone, pero también son aguas más oxigenadas, poco profundas, bien iluminadas y con abundancia de nutrientes removidos del fondo o traídos por las corrientes, en las que no faltan lugares de refugio o de sustentación. Illa Pancha y Ensenada de Rocas Blancas.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

zona de NEBULIZACIÓN

zona SUPRALITORAL

orilla gallega (protegida)

orilla asturiana (expuesta) zona de SALPICADURAS

bígaros

cangrejo corredor pleamar de marea viva

pleamar media

LITORAL SUPERIOR zona LITORAL (intermareal)

xanthoria verrucaria

4,5 m

balanos lapas

pleamar de marea muerta

3m

brezal aerohalófilo

Fucus vesiculosus

LITORAL MEDIO

mejillones POZAS DE BAJAMAR

bajamar de marea muerta

1,5 m

quisquillas

LITORAL INFERIOR

lechuga de mar

bajamar media erizos

bajamar de marea viva

zona INFRALITORAL

0m

Al igual que en la marisma se diferencian varios niveles en función de la salinidad y los niveles a los que llega la marea, en los acantilados también encontramos una gradación y zonificación vertical, en estratos o cinturones dependientes de los niveles de las mareas, pero también por la acción del oleaje y sus salpicaduras. La distribución de los seres vivos viene condicionada por los periodos de exposición al aire y la resistencia a la misma, así como al embate de las olas, el viento o la bruma salina en los niveles superiores del acantilado.

anémona

blenios

estrellas

pulpo

por la competencia entre ellos por el espacio: para una determinada ubicación y horas o minutos de exposición al aire existen unas especies más adaptadas que las demás a esas condiciones, y por ello serán las dominantes en dicha zona. Por supuesto podemos encontrar otras especies, a veces más abundantes en otro nivel, pero no serán dominantes en la zona para la que no están especializadas, pues otras compiten mejor allí. De abajo arriba se distinguen tres zonas principales, la inferior siempre sumergida, la intermedia (litoral o intermareal) sometida a las oscilaciones de las mareas, y la superior, que nunca llega a ser cubierta por el mar: I. Zona infralitoral Permanentemente sumergida incluso en las bajamares vivas máximas del año. Aquí arraigan las algas rojas, cuya frondosidad representa un bosque submarino rico en crustáceos, moluscos, equinodermos y peces «de roca». En los bancales arenosos sumergidos de Arnao se entierra el erizo Echinocardium cordatum, el gusano poliqueto Nephtys cirrosa y moluscos bivalvos, como las coquinas Donax vittatus y Tellina fabula, de concha triangular lisa. Otro gusano que excava sus galerías en rocas, conchas o algas incrustantes es Polydora ciliata. Entre los crustáceos se han encontrado en estas arenas el cangrejo ermitaño Diogenes pugilator y el pequeño anfípodo Siphonoecetes sabatieri.


EL MAR CONTRA LA ROCA: LA DESEMBOCADURA

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II. Zona litoral (intermareal) Es la que queda comprendida entre las mayores bajamares y las mayores pleamares que se alcanzan en el año. En función de la magnitud de las mareas, y por tanto de su frecuencia a lo largo del año o del mes, se subdivide en: II.a. Zona litoral inferior, que sólo queda totalmente expuesta en las mayores bajamares del año (mareas más vivas). Abundan aquí las estrellas marinas (ej. la estrella de arena Astropecten irregularis), los erizos (Paracentrotus lividus), liebres de mar (Aplysia punctata) crustáceos como la pequeña gamba Athanas nitescens, y diversas algas como la lechuga de mar (Ulva rigida). Bajo las piedras se refugian especies menos fáciles de ver, como pulpos (Octopus vulgaris), orejas de mar (Haliotis tuberculata), ascidias, etc. Muchas de estas especies también están presentes en el infralitoral.

La zona litoral inferior solamente queda expuesta al aire en las mareas más vivas del año (por tanto con las mayores bajamares, pocos días al año y por poco tiempo cada vez). Los erizos de mar, orejas de mar (en la foto, una cría al microscopio), la gamba Athanas nitescens y la estrella de arena, son algunos invertebrados aquí presentes, aunque no exclusivos de esta zona.


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La separación entre las distintas zonas litorales no implica una exclusividad absoluta entre las especies que las pueblan, al menos entre zonas contiguas. Aquí vemos un representante de la zona litoral inferior, la liebre de mar, acompañada de una quisquilla, habitual poblador de la zona litoral media. Aunque cada una de estas especies es más habitual en sus respectivas zonas, a veces las encontramos en la franja contigua.

II.b. Zona litoral media (intermareal media); se delimita entre las bajamares y las pleamares de mareas muertas. Por tanto siempre queda expuesta dos veces al día, cubriéndose en las pleamares aunque la marea sea muerta. Cuanto más arriba, más tiempo dura la exposición al aire, pues primero se retiran las aguas en bajamar y más tarde regresan. En los pedreros cercanos a la base del acantilado las bajamares dejan unas pozas permanentes a modo de acuarios, ricos en invertebrados. Destacan las anémonas (Anemona sulcata), cangrejos ermitaños (ej. Clibanarius erythropus) y quisquillas (Palaemon serratus). Algunos alevines de peces quedan en esas pozas, acompañados de blenios o «babosos», como el gobio negro (Gobius niger). Entre las algas, también presente en zonas inferiores, destaca la rodofícea Lithophyllum incrustans, una especie incrustante que forma compactas costras calcáreas sobre las rocas del pedrero. Cuando está húmeda tiene un color rojizo vinoso, que pasa a blanco grisáceo al secarse al sol. Otras rodofíceas con aspecto ramificado y erguido gracias a un disco de fijación y un talo muy impregnado de carbonato cálcico, son las del género Corallina.

Además de periódicas exposiciones al aire dos veces al día, la zona intermareal sufre el embate directo de las olas, que es muy intenso en zonas expuestas y menos en las resguardadas. Cada vez que una ola se estrella contra el acantilado, una franja del mismo sufre el impacto directo de las aguas y su


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mayor descarga de energía. Dicha zona va ascendiendo o descendiendo con la marea. Es la llamada zona de impacto directo. Allí las lapas, mejillones (por debajo de las anteriores), quitones, peonzas y percebes resisten esos fuertes embates gracias a las adaptaciones que luego veremos. Las algas que más abundan en el intermareal de zonas resguardadas son las Fucus vesiculosus.

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La zona litoral media, o intermareal media, queda comprendida entre las bajamares y las pleamares de mareas muertas. Por tanto siempre queda expuesta dos veces al día, cubriéndose en las pleamares aunque la marea sea muerta. En los pedreros de la base de los acantilados quedan una pozas permanentes durante las bajamares: en estos acuarios naturales numerosos animales aguardan el regreso de la pleamar. Destacan en ellas las anémonas (arriba), y los blenios o babosos, como el gobio negro (debajo). Las mucosidades o «babas» de ambas especies les permiten resistir la intemperie fuera de las pozas.


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La zona litoral superior, o intermareal superior, es la situada entre las pleamares muertas y vivas. Las pleamares medias sólo cubren la mitad de este sector, quedando por encima de las mismas una zona de barrido de las olas. En la imagen, de la base de un acantilado en la playa de Arnao, podemos distinguir, de abajo arriba: 1. Piedras cubiertas por algas Enteromorpha, habitualmente sumergidas en las pleamares (salvo en las muertas). 2. Zona de barrido, reconocible por la presencia de los negros líquenes Verrucaria. 3. La zona supralitoral, con líquenes amarillos (Xanthoria, Caloplaca) y blanquecinos (Ochrolechia parella), sometidos a salpicaduras. 4. Por encima, plantas vasculares del acantilado (Plantago maritima, Daucus carota, Armeria pubigera, etc).

4

3

2

1

II.c. Zona litoral superior (intermareal superior) ; entre las pleamares

de las mareas vivas y muertas. Las pleamares medias sólo alcanzan a cubrir la mitad de este sector, y en las mareas muertas no llegan aquí las aguas marinas, quedando algunos días a la intemperie. En las pleamares medias, esta es en parte una zona de barrido, donde el agua de la ola discurre sobre las rocas, lamiendo su superficie ya con mucha menos energía, primero en sentido ascendente e inmediatamente después descendente. Cuando la marea va bajando es la primera zona en quedar en seco, y la última en recibir el agua de la marea que sube. Abundan aquí los balanos o bellotas de mar, pues estos pequeños crustáceos están muy bien preparados para resistir a la intemperie. Entre ellos, Chthamalus stellatus es muy abundante y fácil de distinguir, pues su abertura tiene forma de cometa; Semibalanus balanoides es muy parecido al anterior. Algunos líquenes, como los negros Verrucaria, se afincan en esta franja de barrido.


EL MAR CONTRA LA ROCA: LA DESEMBOCADURA

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La zona supralitoral se sitúa por encima de la zona de barrido de las olas en las pleamares vivas. Aunque nunca queda sumergida, sí se ve salpicada o rociada por la espuma marina, y algo más arriba, por la bruma o agua nebulizada a modo de aerosol. Esta es una zona reconocible por la aparición de fauna y plantas vasculares terrestres.

III. Zona supralitoral o de salpicaduras Está algo por encima de la zona de barrido del intermareal superior. Este sector ya nunca queda sumergida, pero sí salpicada o rociada con espuma marina. Por ello su altura es variable según la pared del acantilado esté en una situación expuesta o protegida. En mareas muertas o con estados de la mar no muy agitados, esta zona puede permanecer incluso seca durante días, por lo que los organismos que viven aquí deben ser capaces de tolerar la desecación del medio días o semanas. En su nivel más inferior, aún no existen plantas vasculares terrestres, pero sí líquenes del los géneros Verrucaria (negros o marrones oscuros) y Xanthoria (amarillos). Abundan los bígaros (pueden resistir muchos días a la intemperie cerrando sus opérculos) y cangrejos corredores (las conocidas «sapas»), que se refugian en grietas que conservan la humedad, descendiendo de zona en caso necesario. Más arriba, las aguas marinas no llegan ya de forma directa, sino nebulizadas a modo de aerosol. Es la región de nebulización, cuya influencia desciende acantilado arriba. No obstante, en función de la intensidad del oleaje, los vientos y la altura del acantilado, que en esta zona del Eo no es mucha, las brumas cargadas de agua salada nebulizada pueden alcanzar la plataforma superior y sus brezales aerohalófilos, tolerantes al viento «salino». En la región supralitoral desaparecen los animales marinos: ya es dominio de la fauna y vegetación terrestres. Las plantas suelen ser especies tolerantes a la salinidad y al viento, y entre los animales son los insectos y otros artrópodos los que más permanecen en estos lugares. Evidentemente, las regiones mencionadas sufren fluctuaciones con las mareas, de forma que, por ejemplo, la región de impacto directo en la pleamar pasa a ser de barrido en la bajamar, si antes no hay rocas en el pedrero que frenen la ola. Además puede haber notables diferencias entre las laderas


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expuestas a barlovento, expuestas a toda la fuerza del viento, olas y corrientes, y las más resguardadas al sotavento. Todo ello nos permite deducir que en un acantilado rocoso existen numerosos ambientes para la vida, separados con frecuencia por unos pocos centímetros y con una estratificación vertical que supone la progresiva transición desde el total dominio marino infralitoral hasta el exclusivamente terrestre. Pero además son zonas no estables sino cambiantes incluso a lo largo del día (mareas), o dependientes de la meteorología (vientos, oleaje, corrientes, lluvia…). Los animales y plantas que han afrontado el reto de vivir en estos medios han desarrollado una serie de adaptaciones para resistir sus duras inclemencias y poder aprovechar sus ventajas. La lapa es un molusco perfectamente adaptado para enfrentarse al violento embate de las olas. En las rocas del acantilado o del pedrero, prepara un lecho al que se adhiere y sella su pie musculoso con una fuerza extraordinaria. Además, su forma cónica

y aplanada apenas ofrece resistencia al agua, y el perfecto sellado le permite la exposición a la intemperie. Los balanos o bellotas de mar, a la izquierda, también se fijan con firmeza a las rocas mediante un cemento, y sellan unas placas cuando se retiran las aguas.

Vivir en el acantilado Los dos principales problemas que se encuentran los seres vivos en la zona intermareal son resistir el oleaje y la periódica exposición al aire en las bajamares. Para no ser arrancado de las rocas por las olas, hay que fijarse con firmeza, y tampoco conviene ofrecer resistencia al embate de las aguas. Si hay un ser vivo que pone en práctica esos principios es la lapa (Patella spp.). Con el borde de su cuerpo araña la roca y prepara un lecho al que adhiere con una mucosidad pegajosa y sella su pie musculoso con una fuerza extraordinaria, como bien saben los mariscadores. Se han medido las presiones ejercidas por las olas sobre el acantilado, con cifras que suelen ir de 0,6 a 1,5 kg/ cm2, pero la lapa se adhiere con una fuerza superior al doble de esa cantidad: 3,7 kg/ cm2. Su forma cónica aplanada llega a ser una continuidad de la roca basal, de forma que apenas ofrece resistencia al ímpetu del agua (de hecho, las que viven en enclaves no tan batidos aumentan la conicidad de su concha). Y además, el perfecto sellado al sustrato le reporta unas ventajas adicionales, que son la posibilidad de resistir la exposición a la intemperie, la sequedad y los depredadores. Los quitones (poliplacóforos) adoptan una táctica muy similar a las lapas, y los balanos o bellotas de mar (Semibalanus, Chthamalus spp.) también se fijan muy firmemente a las superficies mediante un cemento que segregan. Como los anteriores, apenas ofrecen resistencia a las aguas, sellando unas placas a modo de válvulas cuando quedan expuestos en la bajamar, que les permite retener humedad y una pequeña burbuja de aire. El mejillón (Mytilus edulis) sigue una estrategia diferente: como los balanos, tiende a agruparse en colonias cohesionando los individuos, pero la fijación al sustrato la efectúa segregando un líquido viscoso que solidifica en contacto con el agua en forma de resistentes haces fibrosos que permiten al molusco cierta movilidad. Una vez cerrado, su forma en huso resulta suficientemente hidrodinámica.


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Los briozoos, o «animales musgo», son organismos de muy pequeño tamaño (medio milímetro), que cementan al sustrato su exoesqueleto y lo unen con un retículo al de sus congéneres, constituyendo colonias importantes que se presentan sobre rocas, algas, moluscos y cualquier sustrato. Su escaso tamaño les hace tapizar dichas superficies sin apenas ofrecer resistencia adicional a las aguas. Anémonas y actinias son mucho mayores, pero consiguen fijarse muy fuertemente a la roca mediante un mecanismo similar al de las lapas, que no es haciendo ventosa, sino de una forma equiparable a como se unen dos cristales con agua interpuesta (en estos casos es una fina capa de mucosidad adherente). También los percebes se fijan muy fuertemente a la roca, cimbreando sus pedúnculos con los vaivenes de las olas para reducir su resistencia a las mismas. La mayoría de los animales hasta aquí mencionados supeditan su movilidad a la seguridad de resistir el arrastre del oleaje. Es cierto que las lapas abandonan su lecho para ramonear, pero regresan a él, y las anémonas pueden desplazarse de lugar si las circunstancias lo recomiendan, pero abandonar un sustrato seguro es arriesgado si antes de llegar la bajamar no se encontró otro adecuado. Sin embargo algunos animales como las estrellas de mar no tienen refugios tan constantes y deambulan entre las rocas en busca de presas. Cuando advierte una fuerte corriente que puede arrastrarla, la estrella recurre a unas ventosas, los pies ambulacrales, que la fijan a la roca hasta pasar el peligro. Otros como los bígaros (Littorina spp.) complementan su adhesión a la roca con un refugio en alguna grieta en los momentos de mayor impacto. El cierre de sus opérculos córneos les permiten resistir la intemperie, incluso semanas en algunas especies. Los erizos de mar se protegen de las fuertes corrientes del litoral inferior excavando con sus espinas oquedades en las rocas, hechas a la medida del equinodermo. En cuanto a los pobladores vegetales del acantilado, las algas son las únicas plantas capaces de vivir en la zona intermareal, junto con algunos líquenes que lo hacen en la zona más superior del intermareal (por tanto, pocas veces sumergidos). Viviendo en las zonas de impacto de las olas, las algas se

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En un acantilado rocoso existen numerosos ambientes para la vida, no sólo relacionados con las fluctuaciones de las mareas, sino con otros factores como la orientación a barlovento (más expuesto a vientos y olas) o sotavento (más resguardado), presencia o no de rocas en el pedrero que frenen las olas, altura del acantilado, presencia de cuevas, textura superficial de la roca, etc. Allí la vida se estratifica en una progresiva transición desde el total dominio marino hasta el exclusivamente terrestre. Acantilados de Arnao.


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Los líquenes resultan de la asociación de un alga y un hongo, tan exitosa que les permite colonizar ambientes duros e inhóspitos como los acantilados. Allí, el hongo apenas encontraría alimento por separado, y el alga a la intemperie moriría deshidratada por el viento, la sal y la irradiación solar. Zona supralitoral con Xanthoria aureola (amarillo), Ochrolechia parella (costras blancas), Ramalina siliquosa (filamentos vedosos) y Anaptychia runcinata (costras marronáceas).

enfrentan a problemas de arrastre similares; las mayores lo resuelven mediante los rizoides, que se asemejan a las raíces de las plantas terrestres, pero sin las funciones nutricias de estas últimas. Otras recurren a incrustar directamente su talo sobre las rocas (ej. Lithophyllum incrustans), constituyendo resbaladizas costras sobre las mismas, muy adheridas y carbonatadas. Algunas se ocultan de la luz directa y de zonas muy expuestas. Es el caso de Hildenbrandia rubra, que tiñe de rojo las rocas de las paredes de las cuevas de la playa y ensenada de Arnao. Las Enteromorpha y Blidingia minima tapizan las rocas expuestas en la bajamar, fijando sus talos en mallas densas que llegan a envolver dichas rocas, haciéndolas muy resbalosas. Los líquenes resultan de una asociación de alga y hongo. Este último aprovecha los azúcares que el alga sintetiza mediante la fotosíntesis. En contrapartida, el alga recibe envoltura y protección frente a la desecación por parte del hongo. La asociación es tan eficaz que los líquenes pueden colonizar y vivir en ambientes muy extremos, que por separado les resultarían inhabitables, como las rocas de alta montaña o los acantilados. Allí, el hongo apenas encontraría alimento por separado, y el alga a la intemperie moriría deshidratada por el viento, la sal y la irradiación solar. Sin embargo, juntos resisten estos duros medios, distribuyéndose en el caso del acantilado en función de su tolerancia (o incluso necesidad) al agua salada. No olvidemos que el agua salada tiene un elevado poder deshidratante sobre las plantas terrestres. Además, salpicada o nebulizada sobre las mismas sufre una pronta evaporación bajo el sol del acantilado, que tiende a deshidratar rápido a cualquier planta no adaptada. Los líquenes son los vegetales terrestres que más se aproximan al nivel de las aguas marinas, adentrándose algunos (Verrucaria maura) en la zona más superior del intermareal, donde llegan a quedar sumergidos en las pleamares diarias o salpicados en las mareas muertas. Son fáciles de distinguir en las rocas por su color negruzco, que llega a hacerlas parecer manchadas de alquitrán. Algo por encima, en las zonas salpicadas o mojadas por


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las olas, pero no sumergidas se entremezclan con los amarillos Xanthoria aureola, Caloplaca marina y C. thallincola. A medida que las salpicaduras directas van siendo menores, y en zonas más resguardadas, aparecen nuevas especies entre los Xanthoria y Caloplaca: los negros Verrucaria maura van siendo sustituidos por los blanquecinos Ochrolechia parella o los Ramalina del grupo siliquosa, estos últimos fáciles de diferenciar por sus talos de aspecto filamentoso-acintado, en mechones blancoverdosos. En las zonas más elevadas del acantilado, pero aún con influencia de la bruma marina o de sus aguas nebulizadas a modo de vapor aparece sobre la pizarra otro liquen interesante de color marronáceo, el Anaptychia runcinata. Con excepción de los líquenes Verrucaria, las plantas terrestres sólo aparecen en el piso supralitoral del acantilado, a salvo de inundaciones por pleamares vivas, de frecuentes barridos directos de las aguas marinas o de las salpicaduras más intensas. Sin embargo, para vivir aquí hay que ser tolerante a la salinidad, nebulizada como un aerosol. Y hay que resistir una intensa radiación solar (hay pocas zonas de sombra) acompañada de vientos muy fuertes, que además acentúan el poder deshidratante de la sal. El sustrato de la zona dificulta el asentamiento de las plantas, pues en el acantilado pizarroso apenas hay suelo en el que enraizar, que permita evitar el arrancamiento de la planta por el viento y a la vez le conserve

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Las plantas terrestres vasculares aparecen allí donde ya no llegan ni las pleamares más vivas, y por tanto están a salvo de inundaciones o barridos. Sin embargo, para vivir aquí hay que ser tolerante a la salinidad (nebulizada como un aerosol), resistir una intensa radiación solar (hay pocas zonas de sombra), y soportar vientos muy fuertes (que además acentúan el poder deshidratante de la sal e insolación). El sustrato pizarroso de la zona apenas proporciona suelo en el que enraizar para resistir el viento y que a la vez le conserve cierta humedad en torno a las raíces.


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Dada su tolerancia a la sal, que llega nebulizada, las plantas del acantilado pueden mostrar adaptaciones fisiológicas comunes a las de las marismas o ambientes secos y ventosos. Así, el abundante hinojo marino, o cenoyo de mar, tiene sus hojas algo carnosas, conservando agua dulce para contrarrestar la salinidad. Su cutícula epidérmica es gruesa y brillante para reflejar la radiación solar y reducir el calentamiento y transpiración de la planta. Además dispone de potentes raíces que la sujetan a las anfractuosidades de las rocas y de portes almohadillados que reducen la resistencia al viento.

cierta humedad en torno a las raíces. Estos vegetales suelen adoptar formas almohadilladas para reducir la pérdida de agua y enfrentarse al viento. Para resistir la intensa insolación pueden desarrollar cutículas epidérmicas gruesas y brillantes: con ellas reflejan parte de la radiación solar, reduciendo así el calentamiento y la transpiración de la planta, que precisaría reponer con agua dulce. Algunas especies recubren sus hojas con una densa pilosidad que ayuda a conservar una cámara de aire más húmedo y reduce la deshidratación. Otra adaptación es desarrollar hojas carnosas (suculencia), que permite a la planta retener el agua en sus tejidos. Las especies que consiguen vivir aquí tienen con frecuencia estrechas relaciones con las de las marismas, dada su tolerancia o gusto por la sal (halofilia). De hecho, en los acantilados podemos encontrar especies también presentes en la marisma externa halófila, como el salvio (Inula crithmoides), el llantén de mar (Plantago maritima) o la armeria de mar (Armeria pubigera subsp. pubigera). Esta última es una de las especies más características de la flora del acantilado, destacando sus ramilletes de flores blanco-rosadas, aunque la subespecie presente en las marismas no es la pubigera, sino la depilata. También es muy abundante el cenoyo de mar o hinojo marino (Crithmum mariticum), umbelífera de hojas algo carnosas y potentes raíces que se aferran a las anfractuosidades de la roca. Otra de las plantas presentes en los acantilados de la zona es la Spergularia rupicola, endémica de las costas cántabro-atlánticas, sobre todo occidentales.


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Al ascender en el acantilado, la frecuencia e intensidad de nebulización por agua salada se reduce, y esto permite la aparición de nuevas especies, no tan halófilas como las anteriores pero sí más que las plantas de tierra adentro. Las que mencionaremos a continuación también pueden encontrarse más abajo, pero generalmente en zonas del acantilado protegidas o poco expuestas al rociado con agua marina, situación que es más habitual en las orillas gallegas o en zonas internas de la ría (entre la playa de Arnao y el puente de Los Santos). Entre ellas destaca la gramínea Festuca rubra subsp. pruinosa, endémica del litoral atlántico meridional y reconocible por sus hojas finas recubiertas de ceras, que les dan firmeza y una tonalidad verde azulada. Suele acompañarla la zanahoria de mar (Daucus carota subsp. gummifer) umbelífera de flores blancas y frutos con aguijones destinados a ser enredados y dispersados por los animales. Otra umbelífera de tallos robustos y hojas divididas es Angelica pachycarpa, interesante endemismo del noroeste ibérico. Las collejas de mar (Silene uniflora) son fáciles de distinguir por sus flores blanquecinas de cáliz hinchado. La presencia de suelos algo más desarrollados permite la existencia de pequeños herbazales con el trébol blanco Trifolium occidentale, de hojas no moteadas de blanco, y algunas plantas de los prados del interior, como tréboles rojos (Trifolium pratense), zapatitos de la Virgen (Lotus corniculatus), algunas gramíneas, etc. Las piedras o rocas que asoman sobre estas comunidades vegetales apenas tienen suelo, pero sus anfractuosidades permiten la presencia de una pequeña planta crasa de color rojizo, la balsamina (Sedum anglicum), que aparece en grupos compactos con gran número de pequeñas flores blanco-rosadas. Es frecuente que junto a la balsamina aparezca también aquí la Spergularia rupicola.

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La balsamina (Sedum anglicum, izquierda) y Spergularia rupicola (derecha, endémica de las costas cántabro-atlánticas) suelen aparecer juntas en la parte superior del acantilado, donde consiguen enraizar en las rocas que sobresalen entre la vegetación, pese a disponer de poco suelo en sus anfractuosidades.


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La rasa superior del acantilado sigue siendo una ambiente ventoso, con aires portando agua salada nebulizada, pero el terreno es más llano y el desarrollo del suelo mayor que en las paredes verticales que dan al mar. Aunque los árboles, arbustos y matorrales de tierra adentro no consiguen prosperar aquí, sí lo hacen algunas de sus variedades o formas, que han sufrido adaptaciones morfológicas (ej. portes achaparrados) para colonizar estas rasas. Es el matorral conocido como «brezal-tojal aerohalófilo», compuesto principalmente por brezo ceniciento y la forma maritimus del tojo.

Más arriba, ya en la rasa superior del acantilado, aparecen los matorrales. Sigue existiendo un viento fuerte, con algo de agua salada nebulizada, pero el terreno es más llano y el desarrollo del suelo mayor que en las paredes rocosas que dan al mar. Con todo, los árboles, arbustos y matorrales de más tierra adentro no consiguen prosperar aquí. Sin embargo, algunas de esas especies de matorral aparecen en estas rasas con una morfología un tanto diferente a la de tierra adentro. En la actualidad se consideran del mismo taxón, pero han sufrido modificaciones cromosómicas transmisibles que se traducen en portes diferentes, mejor adaptados al fuerte viento. El ejemplo más ostensible es el del tojo, «toxo», árgoma o «cotoya» (Ulex europaeus), que en estas rasas supralitorales aparece con portes achaparrados, con densa e intrincada ramificación cuajada de «pinchos» (muy diferente a su aspecto unos cientos de metros después, en el suelo de los eucaliptales de la zona por ejemplo, donde el porte es mucho mayor y la ramificación no tan densa). Por ello es considerado la subespecie europaeus y dentro de ella asignable a la forma maritimus. Entremezclado con los tojos aparece el brezo ceniciento o argaña (Erica cinerea), de flores rojo-violáceas en racimos que al estar próximos entre sí dan unas hermosas tonalidades al brezal-tojal. Además se encuentra el cardo lechero (Carlina corymbosa var. major), de presencia muy puntual en el occidente de Asturias, y las hermosas flores rosadas de la Centaurium scilloides. También hacen aquí su aparición algunas especies de niveles inferiores


EL MAR CONTRA LA ROCA: LA DESEMBOCADURA

del acantilado, como la zanahoria de mar (Daucus carota subsp. gummifer), collejas de mar (Silene uniflora), llantén de mar (Plantago maritima), armeria de mar (Armeria pubigera subsp. pubigera), trébol blanco (Trifolium occidentale), etc. Además, la rasa supralitoral entre Figueras, Arnao y Penarronda, y la de la orilla gallega opuesta tienen recubrimientos arenosos cuaternarios, como vimos en el capítulo de la geología, lo que puede explicar la presencia de algunas plantas de dunas fijadas, como la cola de liebre (Lagurus ovatus). No existe una fauna terrestre específica en estos acantilados, ni colonias de nidificación de aves marinas, aunque en islotes y acantilados no muy lejanos sí existen dichas colonias, donde se reproducen parejas de cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis), gaviota patiamarilla (Larus michahellis) o halcón peregrino (Falco peregrinus), entre otros. La relativa cercanía de esos asentamientos hace que no sea difícil observar cormoranes moñudos pescando o volando con su rápido batir de alas en la zona más exterior de la ría. Los pedreros de la base de los acantilados son prospectados por ostreros (Haematopus ostralegus), especialmente en la ensenada de Arnao. Los invertebrados residentes en las paredes son buscados por aves como el colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros); en el brezal-tojal supralitoral encuentran refugio abundantes topillos lusitanos (Microtus lusitanicus) y agrestes (M. agrestis) cuyas galerías son fáciles de descubrir en la zona. Algunas aves habituales en el entorno son las codornices (Coturnix coturnix), alondras (Alauda arvensis),

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En los acantilados de la ría del Eo no existen colonias de nidificación de aves marinas, aunque sí en otros no muy distantes, en los que se reproducen parejas de gaviotas o cormoranes moñudos. La cercanía de esos asentamientos hace que no sea difícil observar a estos últimos pescando o volando con su rápido batir de alas en la zona más exterior de la ría o en mar abierto colindante.


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

La gaviota patiamarilla (arriba, izq.) es una de las aves más habituales en las zonas de acantilados y pedreros de su base. Allí todavía recurre a fuentes de alimentación no antrópicas, buscando crustáceos, moluscos, peces, huevos y carroñas. También el halcón peregrino (arriba, dcha.) anida en los acantilados del entorno, donde encuentra abundantes presas entre las aves que recalan en la ría y estuario. Las playas y pedreros de la base son prospectados por los ostreros (debajo), en busca de lapas y pequeños moluscos.

escribanos (Emberiza spp.), tarabillas comunes (Saxicola torquata), currucas rabilargas (Sylvia undata) y bandos de pardillos (Carduelis cannabina) y jilgueros (Carduelis carduelis), perseguidos con fiereza por algún esmerejón invernante (Falco columbarius). Más fácil de observar entre las rapaces es el halcón peregrino (Falco peregrinus), que incluye estas zonas en su territorio de caza. En las noches estivales es posible escuchar el pertinaz canto del chotacabras gris (Caprimulgus europaeus), que recuerda a un motor o carrete de pescador. En inviernos fríos pueden llegar a la rasa algún bando de zorzales


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alirrojos (Turdus iliacus), y en la primavera y verano el alcaudón dorsirrojo (Lanius colliurio). Los acantilados y rasa supralitoral se continúan tierra adentro con el entorno de campiña atlántica de la zona, cuya cubierta forestal autóctona (robles, castaños, etc.) está en la actualidad eliminada, pues lamentablemente se ha sustituido por grandes cultivos de eucalipto. En esta campiña colindante con la ría aparecen plantas y fauna comunes con las del resto de la región, desde el abundante jabalí (Sus scrofa) hasta el corzo (Capreolus capreolus).

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En los brezales-tojales de la rasa supralitoral, las tarabillas comunes (sup. izq.), suelen apostarse en ramas de arbustos prominentes o estacas desde los que escudriña el entorno y salta al suelo a capturar insectos, volviendo luego al mismo posadero. Algún esmerejón (derecha) llega desde lejanos países norteños a pasar el invierno en la rasa costera, donde persigue los bandos de otros pájaros invernantes o en viaje migratorio. El topillo lusitano (debajo) encuentra un estupendo refugio en el intrincado e impenetrable tojal de la rasa costera, siendo detectable su presencia por las galerías superficiales que excava en la tierra.


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En la ría y estuario del Eo apenas hay playas de arena no fangosa. La única presente en la zona exterior de ría es la playa de Arnao, que es también la más occidental de Asturias. Sus arenas proceden mayoritariamente de los aportes que hacen las corrientes litorales procedentes de las costas gallegas, y que traen partículas desde la cercana ensenada de Foz y litoral del entorno. No sólo se acumulan en esta playa, sino en bancos de arena o tesones que se prolongan bajo las aguas desde esta playa hasta el puente de Los Santos. Atardecer en la playa de Arnao, durante una bajamar; al fondo Illa Pancha, en el litoral lucense.


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I. Plantas de la marisma

I. Plantas de la marisma

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Hierba de mar, seda de mar ancha (Zostera marina) [1-7] Planta con aspecto de hierba subacuática perenne. Sus hojas [2] se asemejan a cintas alarga-

das de color verde brillante, cuya terminación es redondeada o un poco obtusa, y el borde es liso. Miden 15 cm o más de largo, y la anchura es de 0,5 a 1,2 cm. Tienen de 3 a 7 nervios paralelos.

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Los tallos son relativamente cortos y ramificados. Brotan desde los nudos de un rizoma alargado blanquecino, con largos espacios entre dichos nudos. El desarrollo horizontal del rizoma permite a la planta colonizar amplias extensiones.

Pese a vivir en ambientes subacuáticos, estas hierbas de mar tienen flores, pero son muy pequeñas, sin pétalos y difíciles de ver. Las hay masculinas (con un único estambre sésil) [4] y femeninas (cuyo estilo termina en 2 estigmas con forma de hilo) [5]. Ambos tipos de flores alternan a lo largo de espigas envueltas en una vaina, que se asemejan a hojas [3]. Para ver las flores normalmente es preciso abrir esas vainas, presentes en la planta desde finales de febrero hasta septiembre. Las flores masculinas maduran cuatro días después que las femeninas para evitar la autofecundación. Las primeras liberan polen filamentoso al agua, cuya densidad le permite permanecer de 2 a 3 días en el entorno en que fue liberado. Esto facilita el encuentro con los estigmas de las flores femeninas. La vecindad de las espigas florales también ayuda, pero es sobre todo la morfología filamentosa del polen la que permite que este sea interceptado por los estigmas de la flor femenina con más facilidad que si fuese esférico. Este polen filamentoso


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es una adaptación de las Zostera a la polinización submarina, que acontece sin precisarse grandes desplazamientos o pérdidas de polen. El fruto es una pequeña drupa de unos 3 mm. Su color es verdoso y tiene actividad fotosintética, lo que le permite producir una pequeña burbuja de oxígeno, que queda atrapada en la cápsula de la semilla. Dicha burbuja va forzando la cápsula hasta romperla, permitiendo así la liberación de la semilla ya madura [6]. Pero no termina aquí la función de esa pequeña burbuja, pues en el momento de la liberación puede permanecer adherida a la pared de la semilla (en torno al 10% de ellas), lo que aumenta su flotabilidad y las posibilidades de dispersión con las corrientes (20 metros y excepcionalmente hasta 200). Las que carecen de la burbuja (o una vez desprendida de la semilla), caen al fondo. También las aves pueden portar semillas de Zostera en sus patas o plumas, aunque sólo permanecerían viables en desplazamientos cortos, posiblemente en el propio estuario. Es muy posible que las anátidas que comen las partes aéreas de la planta (vainas con frutos) ayuden a su diseminación. Estudios con especies parecidas en Japón demostraron una supervivencia del 30% de las semillas una vez excretadas por la anátida, germinando a 100-200 km del lugar donde el pato las había ingerido. Independientemente del sistema de dispersión, son muy pocas las semillas que llegan a germinar, probablemente menos de un 5% (y menos aún si caen en una pradera ya colonizada por Zostera). Parece resultar más exitosa otra forma de reproducción (asexual), mediante los rizomas, de los que brotan nuevas plantas. A veces un rizoma arrastrado por las corrientes a otro lugar, consigue enraizar y desarrollarse en su nuevo destino. La Zostera marina es una planta halófila que vive en la marisma externa, en las zonas del infraestero que permanecen deprimidas y permanentemente encharcadas o sumergidas en las bajamares, de forma que sólo quedan expuestas en las mayores del año. También aparecen en el límite superior del infralitoral, donde nunca queda expuesta. Por ello no es una planta fácil de ver, pues sus rizomas se fijan a suelos de fango y arena muy difíciles de transitar en dichas bajamares. En esos ambientes constituyen praderías subacuáticas de alto valor biológico. Sus rizomas, ramas y hojas estabilizan los sedimentos del fondo, atrapan nuevos materiales ejerciendo una labor de filtrado, proporcionan un

Zostera marina. Espiga floral y flor inmadura

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Zostera marina. Vainas de las semillas vacías tras su liberación

adecuado ambiente, refugio y alimento para numerosos invertebrados y peces, oxigenan las aguas, y por último son fuente generadora de restos vegetales que enriquecen de materia orgánica otras zonas del estuario. Sus detritos son aprovechados por gusanos, moluscos y crustáceos, todos ellos potenciales presas de los peces que se adentran en la ría y de las aves limícolas y anátidas que la frecuentan. Además, su maraña brinda refugio para las crías de los invertebrados y los alevines de los peces. Pese a su alto valor medioambiental, y a los beneficios que trae consigo a la productividad del estuario, las praderas de Zostera marina son hoy ambientes muy escasos en el litoral cantábrico, y es precisamente en la ría del Eo donde se encuentran las mayores extensiones. Su retroceso o desaparición en

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I. Plantas de la marisma

cios entre dichos nudos. El desarrollo horizontal del rizoma, con abundantes ramificaciones, permite a la planta colonizar amplias extensiones. Dicho desarrollo es mayor en el verano, gracias a la mayor insolación y riqueza en nutrientes: en el Mediterráneo se han encontrado crecimientos de casi 1 cm al día en los rizomas durante el verano, frente a los 2 mm diarios del invierno.

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otros lugares (ej. en Vizcaya y Guipúzcoa) se ha debido a la contaminación de las aguas (que favorece el desarrollo de algas y fitoplancton, los cuales impiden una buena insolación de la hierba marina), a la movilización de los sedimentos del fondo por dragados y hélices de embarcaciones (que enturbian las aguas y cubren las hojas de fango y arena), y a daños directos en las praderas subacuáticas (anclas, dragados, construcción de embarcaderos, extracción de cebo y moluscos, instalaciones de acuicultura, etc). La ría del Eo no es en absoluto ajena a esas amenazas, sobre todo a las del último tipo. La pérdida de las praderas de Zostera afectaría notablemente a la riqueza biológica del estuario, a la vez que le privaría de una de sus más valiosos ambientes. Debido a su rareza e importancia, la hierba de mar está incluida en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas del Principado de Asturias como «planta sensible a la alteración del hábitat».

Seda de mar estrecha (Zostera noltii) [8-10] Planta con aspecto de hierba subacuática

perenne. Es parecida a la Zostera marina, pero con unas hojas notablemente más estrechas y finas (2 mm o menos). Su color es también verde brillante y el borde liso, pero tienen un solo nervio principal (a veces se diferencian dos nervios más), y el extremo es redondeado o algo hendido. Comparando ambas Zostera se aprecia una notable diferencia entre sus hojas, sustancialmente más finas en la noltii y con aspecto más de hilo que de cinta. Las nuevas hojas suelen brotar en primavera. Los tallos son también cortos y ramificados. Brotan desde los nudos de un rizoma alargado, más delgado que el de la seda de mar ancha, pero también con largos espa-

En cuanto a las flores, la descripción es común a la realizada con la Zostera marina [8], y lo mismo cabe decir de la polinización y fructificación. El periodo reproductivo se extiende de abril a septiembre. Los frutos son también drupas, pero con la mitad de tamaño que en la seda de mar ancha, esto es, de 1,5 a 2 mm. Se han contabilizado producciones de hasta 9000 semillas por metro cuadrado en una pradera de estas zosteras, pero habitualmente es bastante menos. La liberación y diseminación, fundamentalmente en verano, sigue procedimientos parecidos a los de la seda de mar ancha, con un escaso éxito de germinación, que no llega al 5% de las semillas. La reproducción vegetativa es mucho más importante que la efectuada mediante semillas. La seda de mar estrecha es una planta halófila que vive en las llanuras del infraestero de la marisma externa, algo por encima de las zonas ocupadas por la Zostera marina. Se desarrolla sobre sustratos de arena y fango que quedan expuestos en casi todas las bajamares (incluso en las muertas), pero por poco tiempo, al estar en la parte baja del estero. Además, sus praderas siempre vuelven a ser cubiertas por la marea, pues no se desarrollan por encima del nivel de las pleamares muertas (en tal caso pasarían varios ciclos mareales quedando expuestas). En esas llanuras la planta coloniza amplias extensiones, constituyendo herbazales subacuáticos [10] de gran valor ecológico, en los que también están presentes algas como Ulva, Enteromorpha o Fucus. Dependiendo de la insolación, un metro cuadrado de estas praderas libera de 100 a 1000 mg de oxígeno cada hora. Además cumple otras funciones similares a las de la Zostera marina, como atrapar y estabilizar sedimentos [9], generar restos orgánicos (rizomas y hojas muertas, etc.) exportados a otras zonas de la marisma, sustentar notables poblaciones de invertebrados (aprovechados por peces y aves), servir de alimento para las anátidas y como refugio y cría para peces. Prácticamente en cualquier orilla del estuario encontraremos acumuladas hojas muer-


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tas de seda de mar estrecha. A veces forman arribazones con algas, que quedan atrapados en los juncales, enriqueciendo sus suelos en materia orgánica. En el litoral cantábrico, la seda de mar estrecha no resulta tan escasa como la ancha, pero aún así es una planta en conjunto infrecuente. En el estuario del Eo todavía cubre extensiones amplias, constituyendo un pilar fundamental de su riqueza biológica. Sin embargo, sus praderas no están exentas de las mismas amenazas que afectan también a las de Zostera marina (contaminación de las aguas, movilización de sedimentos y daños directos a sus comunidades). Dado que ocupan zonas más superiores en el estero,

que prácticamente siempre quedan expuestas en las bajamares, las llanuras que ocupan son accesibles a recolectores de gusanos para cebo («xorra»), que cavan y voltean las praderas de Zostera deteriorándolas, pese a que en las mismas, la presencia de los gusanos más buscados (Arenicola marina y Hediste diversicolor) parece menor que en zonas sin dicha cobertura vegetal (aunque en estas últimas, esa remoción constante en el suelo dificulta una eventual recolonización por las Zostera). Por su relativa escasez y la fragilidad de su hábitat, la seda de mar estrecha ha sido incluida en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas del Principado de Asturias en la categoría de «planta vulnerable».


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Junco marino (Juncus maritimus) [11-13] Planta perenne que puede superar el metro de altura, de color verde oscuro. Los tallos tienen vainas parduscas. Las hojas son muy alargadas, cilíndricas y punzantes, de 50 a 100 cm o incluso algo más. La superficie es lisa, un tanto lustrosa. A medida que la hoja envejece, su extremo puntiagudo se seca, y el color pajizo va descendiendo por la hoja. Es habitual la presencia de hojas senescentes o secas intercaladas, en las que la planta ha acumulado excesos de sal como mecanismo de liberarse de la misma. Un rizoma horizontal fija con firmeza la planta al suelo.

Las flores se reúnen en racimos (espigas o panículas un poco laterales), inicialmente verdosas y luego pardas, no demasiado compactas en la inflorescencia ya madura [12]. Las sobrepasa una larga bráctea parecida a las hojas y puntiaguda como ellas, que simula continuar el tallo [12a]. Otra bráctea, en la base, es más corta. Florece entre junio y octubre, dando lugar a pequeños frutos que son cápsulas elípticas. El junco marino suele presentarse ocupando amplias extensiones en el estuario (juncales o «xunqueiras») [11]. Su tolerancia a las aguas salobres y a la

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inundación es notable, aunque no tanto como la de Q otras plantas más halófilas. Ello hace que sus poblaciones se desarrollen principalmente en la marisma alta subhalófila (supraestero), en zonas bien iluminadas con suelos muy húmedos sobre el nivel medio de las pleamares, y drenados por una red de canales mareales. Los juncales ocupan la mayor superficie de vegetación marismeña en el estuario del Eo, resultando fáciles de distinguir al observar el paisaje. Las marismas subhalófilas en las que se desarrolla son tanto externas (Tarrón, Muro das Lamas, Reme…) como internas (Couxela, Arnela, O Cobo y otros juncales aguas arriba de Vegadeo), con más influencia fluvial. La ocupación por la planta suele ser muy densa, comportándose como dominante con frecuencia. Los juncales filtran y atrapan todo tipo de restos traídos por las pleamares vivas, pudiendo quedar sepultados en parte por grandes arribazones. Esto enriquece en nutrientes el suelo de la marisma y lo eleva progresivamente. Además su espesura, rica en arañas y pequeños ortópteros, proporciona un magnífico refugio y lugar de cría para muchas aves. Los juncales fueron aprovechados por los ganaderos de la zona para el mullido de las cuadras y para enriquecer el estiércol. 13

Juncus gerardi [14-15] Este junco no resulta tan llamativo como el junco marino, al que frecuentemente acompaña en Q las marismas externas e internas subhalófilas. Su porte es menor (5-80 cm). Las hojas son aplanadas, con el limbo algo curvado (subcilíndrico o canaliculado). El color es de un verde algo más claro que el del junco marino. Tiene un rizoma fuerte, que le facilita la colonización de los suelos favorables en la marisma formando juncales, aunque menos extensos que los de la especie anterior.

Florece de mayo a septiembre. Las flores se presentan agrupadas en inflorescencias (panículas) no muy densas, al final del tallo, sin brácteas superándolas en longitud. Cada una de ellas es de pequeño tamaño y no muy llamativa, aunque observada en detalle o con lupa se aprecian bonitas tonalidades pardorrojizas en los tépalos basales, resaltando sobre ellos unos conspicuos estambres de filamento rojizo y antera voluminosa, sonrosada cuando está cargada de polen [14]. El fruto es una pequeña cápsula ovoide. 14


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Aparece entremezclado en los juncales de Jun- Q cus maritimus, en el supraestero de las marismas subhalófilas internas y externas, sobre suelos no excesivamente salinos. Abunda algo más en zonas donde hay cierto aporte de agua dulce o encharcamientos menos salobres, cubriendo extensiones no tan importantes como el junco marino, que se diferencian fácilmente de las de este último por su color más claro y porte menor [15].

Carex extensa [16-18] Aunque con un rizoma no tan grueso como

el de los juncos, esta planta también llega a cubrir superficies notables. Las hojas son de color verde claro alargadas y enrolladas sobre sí mismas o formando una acanaladura, de 2 mm de ancho (4 mm al abrir su enrollamiento). El extremo es redondeado, con frecuencia rojo-parduzco. El tallo es de sección casi triangular. Las flores se presentan en la primavera, agrupadas en espigas: la masculina, solitaria (a veces doble), se sitúa por encima de las femeninas. Tiene forma

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cilíndrica alargada o en huso y un tono parduzco. Q Las inflorescencias femeninas son de 2 a 5, de las que puede haber alguna separada y ubicada más abajo del conjunto. El color de estas espigas es verdoso, y la forma es ovoidea, como pequeñas piñas saliendo de la porción terminal del tallo sin apenas pedículo. Pese a que las inflorescencias brotan al final del tallo, unas brácteas que salen de su base, con aspecto de hojas finas y alargadas, sobrepasan al conjunto floral ampliamente hacia arriba. Los pequeños frutos son aquenios con tres caras [18]. Esta ciperácea es otra de las especies habituales en los juncales del supraestero, sobre suelos de arena y fango. Evita las zonas excesivamente salobres, por lo que es más frecuente en la marisma interna subhalófila. Cuando aparece en la marisma externa subhalófila ocupa las zonas más elevadas, alcanzadas sólo por las pleamares más vivas.

Salicor (Salicornia europaea) [19-21] Planta anual, cuyas semillas germinan en

primavera y se secan en otoño. Son fáciles de distinguir por sus ramas y tallos cilíndricos, ramificados en pirámide y tabicados en segmentos carno- Q sos (crasos) [21]. Las hojas son opuestas y soldadas entre sí (a modo de vaina) y con el tallo, constituyendo así cada artejo. Por tanto no muestran hojas separadas del tallo, como en la mayoría de las especies de plantas superiores. El porte es menor de 40 cm y la raíz pivotante, aunque débil.

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En el extremo de las ramas aparecen las inflorescencias, unas espigas verdes como el resto de la planta que alojan a unas diminutas flores [20]. Su pequeño tamaño y la ausencia de pétalos o brácteas llamativas las hacen pasar totalmente desapercibidas, y para poder observarlas es recomendable una lupa. La floración es tardía (finales del verano, principios del otoño). En el estuario del Eo se han encontrado dos especies de Salicornia, la S. europaea y la S. dolichostachya. Las plantas de este género son difíciles de clasificar, dada la sutileza de sus diferencias. En dicha identificación ayuda mucho la morfología y disposición de las flores en la espiga. Ninguno de estos salicores enrojecen notablemente en el otoño, a diferencia de algunas de las otras especies del género. Como mucho

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pueden sonrosarse algo antes de secarse finalmente. Q De ambas especies, S. europaea parece la más abundante, presentándose S. dolichostachya fundamentalmente en las marismas de la orilla gallega. El salicor es una planta pionera en la colonización de terrenos de las marismas subhalófilas, cuando alguna perturbación natural (ej. derrubio de un talud) o humana deja expuesto un sector de terreno libre de plantas perennes. En cualquier caso, la cobertura que hace de la zona no es muy densa. 21

Junco bastardo marino (Triglochin maritima) [22-25] Planta perenne de 15 a 50 cm de altura (habi-

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tualmente unos 30 cm). Las hojas, semicilíndricas y un poco carnosas, no llaman especialmente la atención en las marañas de la marisma, pero sí sus tallos erguidos y firmes, recubiertos en primavera y verano de pequeñas flores, o frutos en verano y otoño. Las bases de las hojas viejas recubren un grueso y corto rizoma subterráneo. Las flores son hermafroditas, de 3-4 mm, verdoso-blanquecinas y sin pétalos. Asientan sobre un perianto con sépalos cuyo color va de verde a rojizo. En el extremo de las flores asoman los estigmas, a modo de pequeños penachos blanco amarillentos [22]. Tras la fecundación desaparecen esos mechones pilosos y van madurando los frutos [24], de tamaño y forma similar a las flores. Molidos y pulverizados se han usado de condimento, y tostados pueden ser un sustituto del café. Triglochin maritima tiene una notable amplitud ecológica en el medio estuarino, pues consigue

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desarrollarse y abundar en los tres tipos de marisma (halófila externa y subhalófila externa e interna) [25]. Aparece pues en las zonas más superiores de las rasas fangosas del infraestero, también entremezclada con los juncales del supraestero y en las planicies, taludes y canales de la cola del estuario. Precisa, eso sí, suelos constantemente húmedos y mal drenados, siendo tolerante respecto a la salinidad de los mismos. 24


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Grama de agua, grama dulce (Paspalum vaginatum) [26-28] Planta perenne de origen exótico. Tiene

aspecto de hierba de hojas relativamente anchas. La característica que más rápidamente permite su identificación son sus parejas de espigas florales al final del tallo (a veces hay más de 2), de hasta 6-7 cm de longitud y separadas en «V» [27]. Como en otras gramíneas, las flores en sí son pequeñas y muy discretas [28]. Procede de regiones tropicales y subtropicales de América. Parece haber sido introducida en el siglo xix, mezclada accidentalmente con otras semillas. A finales de ese siglo ya se encontraba asilvestrada en Galicia. Los estolones enraizantes que desarrolla la hacen una planta de crecimiento muy agresivo e invasor, que forma herbazales sobre suelos húmedos, incluso encharcados, arcillosos y anóxicos. Su adaptabilidad biológica consigue desplazar a las especies subhalófilas nativas del estuario, modificando su composición y estructura. Se presenta en el supraestero de las marismas subhalófilas externa e interna, por lo general en zonas de juncal o de cañaveral de cirpos. El pastoreo favorece la aparición y desarrollo de estos gramales.

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Verdolaga marina, armuelle, sabonera, salobreña, sayón o cenizo blanco (Halimione portulacoides) [29-33] Mata o subarbusto, con portes habitualmente menores a 50 cm y aspecto almohadillado en ocasiones. Sus tallos leñosos van con frecuencia postrados a ras de suelo, enraizando en el mismo. De ellos salen ramas ascendentes con hojas planas y opuestas entre sí, de color verde-grisáceo claro y tacto ligeramente carnoso [30]. La forma de estas últimas es espatulada o lanceolada, con un nervio y un pecíolo algo más claro que el limbo.

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En el extremo de las ramas aparecen las espigas de flores [31, 33], no muy densas, laxas y de color verdoso-amarillento, que puede ir virando a pardorojizo. Las flores, presentes en los meses estivales, son unisexuales y poco vistosas. La verdolaga marina es una planta bien adaptada a los suelos ricos en sales y nutrientes, pero bien drenados o que pierdan rápido su encharcamiento tras la pleamar. Estos suelos son habitualmete arenosos o guijarrosos (ej. en la base de

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algunos acantilados). Su tolerancia a la sal le per- Q mite desarrollarse en las zonas soleadas de las marismas externas (halófila y subhalófila), con más influencia del agua marina. Es planta escasa en el litoral cantábrico, apareciendo en contados estuarios. En el estuario del Eo suelen acompañarlo el salvio (Inula crithmoides) [32], el junco marítimo (Juncus maritimus) y los cominillos (Spergularia media) en la asociación conocida como Halimionetum portulacoidis. 33

Sus hojas son comestibles. La textura carnosa de las mismas y su riqueza en sal las hicieron apetecidas para ensaladas y cocidos.

Hierba de las marismas (Puccinellia maritima) [34] Gramínea perenne con portes de 30 cm o más Q (hasta cerca de 80 cm) con vástagos semejantes a estolones largos, con nudos que echan raíces. Las hojas son alargadas (hasta 20 cm) y recuerdan a las de los juncos, resultando difíciles de despegar. El porte de la planta es menor de 80 cm, y sus macollas tienden a cubrir superficies de cierta importancia (planta cespitosa).

Sus espiguillas florales se agrupan en inflorescencias ramificadas y alargadas, con aspecto de estar comprimidas lateralmente. Florece principalmente de junio a septiembre. Aunque poco llamativa, esta hierba es probablemente la gramínea más abundante en los marjales. Vive en todos los tipos de marisma, quizá algo más en las marismas externas gracias a su buena

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tolerancia a los suelos húmedos y salobres. Está presente en los juncales, entremezclada con los juncos marinos o en las orillas de los canales de drenaje. Entre las plantas que la acompañan de forma habitual figuran los cominillos, la verdolaga marina, el junco bastardo y el salicor.

Cominillos, hierba de las golondrinas (Spergularia media)

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Los cominillos tienen una gran adaptabilidad a los suelos de las marismas y sus diferentes salinidades y cantidad de inundación. Por ello pueden encontrarse en cualquiera de los tres tipos de marisma, abundando algo más en las externas. Son habituales en los juncales, acompañando a la verdolaga marina, al salicor, al junco bastardo, a la hierba de las marismas, al tripolio y a la hierba del cólico o salvio.

[35-37] Planta perenne, habitualmente de escaso

porte. Sus hojas son alargadas, algo carnosas y acabadas en punta no punzante. Se disponen de forma opuesta en la rama, formando una cruz con las de los nudos contiguos (hojas decusadas). Las ramas salen de unos tallos tumbados, con nudos. En primavera y verano aparecen las flores, que miden en torno a 1 cm. Sus cinco pétalos son blancos, con el extremo y el contorno rosado, pudiendo esta tonalidad cubrir la práctica totalidad del pétalo. Tienen 10 estambres y 3 estilos. El fruto es una cápsula que contiene unas pequeñas semillas aladas.

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La rabaniza de los soseros (Spergularia marina), también presente en el estuario del Eo, es una planta muy parecida, con las flores algo menores y a veces totalmente blancas. Como su tolerancia a los suelos salobres es menor que la de los cominillos, se presenta en el supraestero de las marismas subhalófilas externa e interna.


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Acelga salada, limonio marítimo (Limonium humile) [38-41] Planta perenne, de portes no superiores a los 30-40 cm. Tiene una raíz profunda, con pocas ramificaciones laterales y sin rizomas laterales (a diferencia de Limonium vulgare). Todas sus hojas se agrupan en una roseta basal. La forma de las mismas es lanceolada, terminando en un extremo agudo, no punzante o romo. Tienen un nervio principal del que salen muchos otros laterales. El pecíolo es casi tan largo como el limbo. Van formándose desde abril hasta finales de mayo. A mediados de agosto ya están un tanto senescentes, y luego, ya secas, protegen las yemas de renuevo del siguiente año.

De las rosetas de hojas salen tallos erectos, sin hojas pero con flores (escapos), que se ramifican ya desde su mitad inferior [39]. Las flores, hermafroditas, se agrupan en espigas derechas o algo arqueadas, de 3 a 8 cm de largo, en las ramas del escapo [40]. Son de pequeño tamaño (menos de 1 cm), tubulosas, con cinco pétalos de color violáceo y contorno redondeado o espatulado, que rodean otros tantos estambres y estilos [41]. Aparecen en los meses

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estivales (sobre todo de fines de julio a primera quincena de agosto), y son visitadas por insectos, sobre todo himenópteros, dípteros y coleópteros. Los estambres forman el polen antes que el estigma de la misma flor esté maduro para recibirlo: gracias a ello se evita la autofecundación. Las espigas florales secas pueden permanecer en el escapo hasta la siguiente primavera, si antes una pleamar viva equinoccial no las ha arrastrado. Tras la polinización, entre septiembre y octubre van madurando los frutos, unas cápsulas que alojan las semillas. Son dispersadas en el invierno a lo largo del estuario por las corrientes mareales, incluso llevadas a estuarios cercanos por las corrientes costeras. Sus posibilidades de germinar se incrementan si una vez depositadas en el sustrato adecuado, concurren mareas muertas con días de alta pluviosidad, condiciones asimismo favorables para las semillas de otras plantas marismeñas. La dispersión de las semillas parece la responsable de la colonización de nuevas áreas del estuario, pero una vez afincada la planta, la expansión local es fundamentalmente vegetativa. Vive en la marisma externa subhalófila-halófila, prácticamente al nivel que alcanzan las pleamares medias, por tanto en la parte baja del supraestero [38]. Los suelos preferidos son húmedos y de salinidad relativamente elevada, de arena o gravas con limo. Es poco competidora en las comunidades vegetales de la marisma, siendo fácilmente desplazada por plantas de más porte y habitualmente acompañantes, como el salvio, los juncos marinos o la verdolaga marina. Por ello prospera con más éxito en marismas inmaduras, aún en fase de colonización. Limonium humile es una planta muy sensible a la contaminación química (aceites, combustibles…) u orgánica, y además hay varias especies de hongos que la atacan. Se distribuye por el litoral atlántico de Europa, siendo su límite suroccidental la costa cantábrica. Puede hibridarse con el Limonium vulgare, resultando el Limonium x neumanni, que sí está presente en las costas atlánticas galaico-portuguesas. En cualquier caso, la acelga salada es una especie muy escasa en las costas cantábricas: así, la única localidad conocida en que aparece en Asturias es en un pequeño sector de las marismas del concejo de Castropol, por lo que figura en el Catálogo Regional

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de Especies Amenazadas del Principado de Asturias entre las «plantas sensibles a la alteración del hábitat», y en el País Vasco figura como «vulnerable». Debe procurarse no recolectar o dañar estas plantas para evitar su desaparición.


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Hierba del cólico, romero marino, salvio (Inula crithmoides) [42-44] Planta vivaz (perenne), cuyo porte puede

acercarse al metro, aunque habitualmente es menos. Su base es leñosa, y las hojas carnosas, con forma linear-lanceolada. En su extremo, a veces pueden mostrar tres dientes, y carecen de pecíolo. Las hojas jóvenes pueden ser empleadas como condimento en ensaladas. Sus vistosas flores amarillas facilitan su reconocimiento en los meses estivales [43]. Se agrupan en capítulos, esto es, grupos de pequeñas flores en un receptáculo común que simula una sola flor de mayor tamaño (un ejemplo típico es la margarita). Dicho receptáculo es aplanado o algo convexo, con lígulas («pétalos») amarillas. Los capítulos pueden estar solitarios o agrupados en corimbos (inflorescencia en la que las flores nacen a diferentes alturas de un pedúnculo común, pero quedando igualadas en un mismo plano en su cima). Las semillas son aquenios de 2-3 mm. Tienen un penacho compuesto por unos 30 pelillos que facilitan su diseminación con la brisa o el viento.

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La hierba del cólico se presenta en las marismas externas (halófila y subhalófila) [42]. Suele aparecer acompañada de la verdolaga marina, el junco bastardo marino, la acelga salada, el salicor o los cominillos. También crece en los juncales de junco marítimo, aprovechando charcas internas o suelos más salobres. Su buena tolerancia a la sal le permite además desarrollarse en los acantilados. Así, es habitual que ocupe la base de los mismos en los estuarios protegidos, acompañada allí de la verdolaga marina [32].

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sin pétalos. Una vez fecundadas dan lugar a los frutos, unas cápsulas con semillas de dos tipos: unas pequeñas, negras y lisas, y otras pardas rugosas y más grandes. El armuelle se desarrolla en las marismas externas e internas, evitando las zonas sometidas a la mayor salinidad [45]. El medio en el que es más

Armuelle silvestre, acelga falsa, arrastradera (Atriplex prostrata) [45-47] Planta anual, con tallos erguidos o tumbados, Q dada su escasa firmeza. Con frecuencia los tallos muestran tonos rojizos en alguno de sus lados, y un aspecto harinoso cuando todavía son jóvenes. Las hojas inferiores son hastadas, esto es, con dos lóbulos divergentes en su base truncada o curva, y el resto del limbo acabado en punta (como una alabarda).

Las flores aparecen de junio a octubre y carecen de vistosidad [47]. Son unisexuales, como pequeños glomérulos, y se agrupan en racimos piramidales (panículas) no muy compactos, de color rojizo, 46

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competitiva es en aquel sometido a inundaciones de aguas moderadamente salobres y que es muy rico en depósitos de arribazón, y por tanto bien nitrogenado. Tolera bien los suelos salinos, pero deben tener suficientes nutrientes y nitritos, pues es planta nitrófila. Por la misma razón también aparece como «mala hierba» en escombreras o vertederos. En ambientes favorables se muestra competitiva y llega a cubrir decenas de metros cuadrados, sobre todo en los juncales de junco marino.


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Lastón de las marismas (Elymus pycnanthus) [48-50] Gramínea alta y erguida, de tonalidad verde

azulada y porte de hasta 1,20 m. Tiene rizomas alargados. Las hojas son largas y planas (aspecto de «hierba»), pudiendo tener los bordes ligeramente encorvados y el extremo en punta (acuminado). Miden de 8 a 35 cm de longitud y de 2 a 6 mm de ancho. Las flores [49, 50] se agrupan en espigas elípticoalargadas, erectas y grandes (hasta 20 cm), ordenándose a ambos lados de un pedúnculo o raquis aplanado. El lastón de las marismas vive en las marismas externas e internas [48]. Es capaz de soportar grados de salinidad y de humedad muy variables, aunque evita zonas frecuentemente inundadas. Es más habitual por tanto en las zonas altas del supraestero. Precisa, eso sí, suelos ricos en sales nitrogenadas y en materia orgánica, generalmente procedentes de la descomposición de los arribazones de materia vegetal depositados en las pleamares vivas. En esos sectores de la marisma

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se llega a hacer dominante y constituye herbazales halonitrófilos, por lo general en el seno de los juncales de junco marino. Uno de sus enclaves predilectos en ellos son en las elevaciones que delimitan los canales de drenaje de las llanuras mareales de la marisma, por tanto sometidos a menos inundaciones que la propia llanura.

Tripolio, estrella de arroyos, barba roja (Aster tripolium) [51-52] Planta de aparición anual (a veces perenne Q

de corta vida), con portes de 20 a 60 cm. Su tallo es erguido, ramificándose ya desde su base. Las hojas se disponen de forma alterna, con forma lanceolada alargada. Son algo carnosas (suculentas). En la base disponen de pecíolo, que va reduciéndose hasta desaparecer en la parte alta de la planta. Tanto las hojas como los tallos son salados y comestibles.

Las flores aparecen en el verano y están presentes hasta principios de octubre; se agrupan en capítulos, esto es, grupos de pequeñas flores en un receptáculo común que simula una sola flor de mayor tamaño (un ejemplo típico es la margarita). Estos capítulos, de unos 2 cm de diámetro, se reúnen a su vez en racimos tipo corimbo (en ellos las flores nacen a diferentes alturas de un pedúnculo común, pero quedando igualadas en un mismo plano en su cima). Las lígulas («pétalos») de las flores más externas son azul violáceos [52], a veces casi blancos, y con frecuencia se muestran un tanto desordenados en torno al capítulo.

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El tripolio tiene una notable adaptabilidad biológica, que le permite vivir en las marismas externas e internas con diferentes niveles de salinidad e inundación en el suelo, tanto en el supraestero como incluso en el infraestero. Es una de las plantas de la marisma con mayor polivalencia en sus requerimientos ecológicos. Además es tolerante en cuanto al sustrato, desarrollándose tanto en suelos de fango casi encharcados como en los arenosos bien drenados, o en los acantilados salpicados por las olas. Es planta un tanto nitrófila, por lo que es más fácil encontrarla en riberas o zonas de la marisma que reciben arribazones en las pleamares, acompañada de otras plantas con apetencias similares como el armuelle silvestre o el lastón de las marismas. 52


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Acelga silvestre, acelga marítima, espinaca silvestre (Beta maritima)

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[53-55] Planta de ciclo vital anual o bianual cu-

yos tallos estriados y ramificados pueden llegar a los 80 cm. Las hojas son relativamente grandes (8 × 4 cm) en la base de la planta, algo carnosas, de superficie lisa y brillante y de forma romboidal u oval [53]. La nerviación está marcada, el borde es mellado-ondulado y tienen pecíolo, pero en la parte alta de la planta apenas se reconoce, y las hojas son menores y más lanceoladas.

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Florece en primavera y verano [54]. Las inflores- Q cencias (de hasta 15 cm de largo) se presentan en forma de espigas alargadas alrededor de la zona alta del tallo. Las flores, verdosas, se agrupan en glomérulos protegidos por brácteas, con cinco escamas carnosas, cóncavas, de color verde [55]. Suele encontrarse en los arenales y dunas fijas de la costa, así como en algunos acantilados. En el estuario del Eo también aparece en la marisma externa subhalófila, sobre suelos guijarrosos enriquecidos por los arribazones de algas y restos vegetales traídos por las pleamares más vivas del año.

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De la acelga silvestre proceden las distintas variedades cultivadas de remolacha (azucarera, forrajera, roja) y la acelga utilizada como verdura. A diferencia de estas hortalizas, la acelga silvestre carece de raíz engrosada y tiene menor porte. Sus hojas son comestibles, pero las maduras (avanzado el verano) ya resultan bastante ácidas.

Uña de gato, cotula (Cotula coronopifolia)

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las internas hermafroditas o masculinas. El fruto, de 1 a 2 mm, es un aquenio (fruto seco, con la semilla no adherida a la cubierta del mismo), muy aplanado. El procedente de las flores externas es alado, característica que falta en el producido en las flores internas.

[56-57] Planta que reaparece cada año, principal-

mente a partir de tallos rastreros enraizantes (estolones). Su porte es menor de 30 cm. Las hojas son alargadas (5 × 1,5 cm), sin pecíolo (envaina el tallo). Desde marzo, y hasta agosto, aparecen las flores amarillas. Son pequeñas, pero se agrupan en capítulos, o grupos de pequeñas flores en un receptáculo común que simula una sola flor de mayor tamaño. Estos capítulos miden de 5 a 10 mm, y carecen de lígulas («pétalos»). Las flores externas son femeninas, y

La cotula es una planta procedente de África del Sur, probablemente introducida de forma accidental y naturalizada al menos desde 1886. Prefiere suelos limosos, no excesivamente salobres, encharcados a veces y otras desecados (verano). Por ello se presenta principalmente en la marisma interna subhalófila, o en las zonas medias y altas de la externa subhalófila (sobre todo en sectores de la marisma con aportes de aguas dulces). También se presenta en arenales costeros (Penarronda) y medios antropizados.


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Se considera especie de comportamiento invasor, que compite con eficacia con las especies autóctonas por los ambientes y los nutrientes, llegando a desplazar a estas últimas. En el estuario del Eo aún no cubre extensiones importantes, pero sí lo hace en otros estuarios cantábricos.

Matricaria maritima [58-59] Planta con aspecto de margarita grande, Q bianual o perenne. Sus tallos miden de 10 a 80 cm, y pueden ser erguidos o algo tumbados. Las hojas están muy divididas, en segmentos cortos y estrechos, algo carnosos.

Sus flores aparecen en primavera y verano, reunidas en capítulos (grupos de pequeñas flores en un receptáculo común que simula una sola flor de mayor tamaño) de 3 a 5 cm de diámetro. El receptáculo es hemisférico: las flores que se agrupan en el centro son hermafroditas, de vivo color amarillo. Por la periferia se disponen las flores femeninas, blancas o rosadas y provistas cada una de una lígula o «pétalo» blanco. Los frutos son aquenios (frutos

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secos, con las semillas no adheridas a la cubierta de los mismos) de pocos milímetros, con tres relieves o costillas. La Matricaria maritima habita en algunos acantilados, dunas y arenales costeros, así como en las marismas. En estas últi-mas prefiere las colas de los estuarios (marisma interna subhalófila), donde aparece en poblaciones poco numerosas en la zona alta de los juncales. Es una acompañante habitual del lastón de las marismas, pues, como él prefiere suelos ricos en sales Q nitrogenadas y en materia orgánica, generalmente procedentes de la descomposición de los arribazones de materia vegetal depositados en las pleamares vivas. Lo acompaña también en los bordes sobreelevados de los canales de drenaje de las marismas.

Amargones, cerrajón (Sonchus maritimus) [60-61] Planta perenne, con portes hasta 80 cm.

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Tiene un fuerte rizoma subterráneo, del que salen tallos glabros (sin pelos) que se ramifican en la parte superior y pueden mostrar tonos rojizos. Las hojas son alargadas (lanceoladas), casi enteras, con finos dientes espinulosos en el margen y dos aurículas en la base que envuelven algo la rama. El color de las hojas es verde azulado. Desde finales de primavera y durante el verano salen las flores amarillas, reunidas en capítulos (grupos de pequeñas flores en un receptáculo común que simula una sola flor de mayor tamaño), de 1 cm de diámetro como promedio. La base es más ancha que la parte superior, en la que asoman las flores, las cuales tienen un pétalo o lígula y anteras también amarillas. Producen pequeños frutos secos alargados con un denso penacho de pelos blancos (vilano) que favorece la dispersión por el viento [61]. Los amargones viven en las marismas subhalófilas, aunque en la externa se emplazan en las zonas altas de la misma. En la interna tienden a presentarse en los bordes de los canales de drenaje. Suelen encontrarse en el seno de herbazales halonitrófilos de lastón de las marismas, pues al igual que dicha gramínea precisan suelos ricos en sales nitrogenadas y en materia orgánica, generalmente procedentes de la descomposición de los arribazones de materia vegetal

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depositados en las pleamares vivas, por lo general en el seno de los juncales de junco marino. Es una planta escasa, con pocos ejemplares en los lugares en los que aparece. Por el momento, en el estuario del Eo sólo se ha encontrado en las marismas de la orilla gallega, aunque dado el mecanismo de diseminación de sus semillas (viento), cabe esperar su hallazgo también en las marismas asturianas.

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Se presenta en la marisma interna subhalófila, allí donde los suelos no son demasiado salobres gracias a la influencia de las aguas fluviales o a surgencias o arroyos de agua dulce que cruzan la marisma. Al amparo de las mismas también puede encontrarse en las zonas altas de la marisma externa subhalófila. Suele encontrarse en el seno de los juncales y carrizales, aunque de forma dispersa, sin colonizar de forma dominante extensiones destacables.

Glaux maritima [62] Pequeña planta perenne de hasta 15 cm de altura. Sus tallos, de sección cuadrada, son rastreros con zonas erguidas. Las hojas miden menos de 1 cm y son algo carnosas. Su forma es elíptica, carecen de pecíolo y brotan a lo largo del tallo en pares enfrentados (hojas opuestas).

En los meses primaverales y del verano aparecen las pequeñas flores en las uniones de las hojas al tallo, al que se unen directamente, sin pedúnculo. Pese a su aspecto, no tiene verdaderos pétalos, sino cinco sépalos soldados en la base y de un color blanco, rosado o púrpura que dan vistosidad al tallo florido y albergan cinco estambres. El fruto resultante de la fecundación de las flores es una pequeña cápsula (fruto seco conteniendo varias semillas).

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Coclearia, hierba de las cucharas (Cochlearia aestuaria) [63-64] Planta perenne, de porte entre 20 y 45 cm y tallos erguidos. Las hojas recuerdan algo a una cuchara (en latín «cuchara» es cocleare): tienen una forma ovoide ancha, con la base truncada (a veces en cuña o en forma de corazón, poco marcado) y un largo pecíolo (más corto o ausente en la parte alta del tallo).

Desde finales de febrero hasta mayo, e incluso hasta principios del verano, los racimos de flores blancas de las coclearias destacan en el estuario. Los cuatro pétalos de cada una de ellas son blancos, con el borde y el extremo redondeado. Los frutos son pequeñas vainas ovoides de medio centímetro que alojan de 4 a 6 semillas en su interior. La coclearia es una planta habitual en los estuarios cantábricos, en los que se distribuye por la marisma externa subhalófila y por la marisma interna subhalófila, pues prefiere ambientes alcanzados por aguas poco salobres, con notable influencia fluvial. Es frecuente encontrarla en los bordes de los canales de drenaje, tanto en juncales como en

carrizales. Suelen acompañarla plantas como Carex extensa, Glaux maritima, Juncus gerardi, etc. Es una especie rica en vitamina C, por lo que fue consumida por la gente de la mar en ensaladas para prevenir el escorbuto (en inglés y alemán es conocida como «hierba del escorbuto»).

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Hinojo acuático, acibutas (Oenanthe lachenalii) [65-66] Planta perenne umbelífera, de porte inferior a un metro. Tiene unas raíces algo gruesas (1 cm) y tuberosas, de las que salen los tallos algo estriados a lo largo. Las hojas están divididas en segmentos muy finos y alargados, sobre todo en las zonas altas de la planta (forma linear).

Las flores aparecen en primavera y verano, agrupadas en inflorescencias blancas con forma de umbela (todos los radios que sostienen las flores —de 7 a 12— salen de un mismo punto en el extremo del tallo y tienen la misma longitud). El hinojo acuático vive en los limos de la marisma interna subhalófila, en zonas con notable influencia fluvial, evitando suelos salobres. Aparece de forma aislada en el seno de juncales y carrizales, junto a plantas como Glaux maritima o Juncus gerardi. Es una planta relativamente rara en el litoral cantábrico.

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Apio acuático, apio palustre, apio silvestre (Apium graveolens) [67-69] Planta umbelífera bianual (vive más de un año

pero menos de dos), muy aromática, de portes inferiores a los 80 cm. El tallo es hueco y presenta marcadas estrías a lo largo. Del mismo salen abundantes ramas con hojas muy divididas que recuerdan al perejil. Florece en los meses estivales. Las flores se agrupan en umbelas (inflorescencias con varios pedicelos o radios de la misma longitud saliendo del mismo punto al final del tallo), con pétalos blancos [69]. Los frutos tienen cinco costillitas que lo recorren a lo largo. El apio acuático crece en suelos limosos muy húmedos o encharcados, pero no demasiado salobres, de la marisma interna subhalófila. Aparece en juncales y carrizales, aunque en poblaciones escasas. No obstante no es una planta rara.

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Su variedad cultivada, el apio, tiene hojas más anchas y menos divididas, siendo un vegetal ligero, rico en aceites, agua, sodio y potasio y pobre en calorías. Debe restringirse su ingesta en el embarazo, pues su contenido en apiína puede producir abortos.

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Galium palustre [70] Planta herbácea perenne, de tallos no erguidos, lábiles, con tendencia a estar tumbados. Las hojas, de hasta 2 cm, son alargadas y lanceoladas, con un nervio. Van naciendo en grupos de 4 (a veces de 6) a lo largo del tallo (verticilos).

Florece en la primavera avanzada y verano. Las flores son blancas, en grupos (inflorescencias) y con cuatro pétalos cada una, acabados en punta. La corola de cada flor no alcanza el medio centímetro. Los frutos son negros. Esta rubiácea aparece en las zonas menos salobres de la marisma interna, sobre todo allí donde algún arroyo se adentra o encharca la misma con agua dulce, pues es una planta acuática presente en ambientes pantanosos y en orillas de riachuelos. Q

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Cirpo marino, juncia borde, juncia marina (Scirpus maritimus variedad compactus) [71-73] Planta perenne con tallos subterráneos rastreros (rizomas) y con tuberosidades, creciendo en los sedimentos, de los que salen tallos aéreos de 30 a 120 cm, de sección triangular. Las hojas son aplanadas, largas (lineares) y ásperas al tacto, tanto en los bordes como en el envés del nervio central.

En verano aparecen las inflorescencias en el extremo de los tallos [72, 73]. Son conjuntos de 1 a 6 espiguillas relativamente grandes (hasta 4 cm:

Otras especies de cirpos presentes en las marismas del Eo no tienen esas inflorescencias tan grandes) y alargadas, de forma ovoide o lanceolada y color marrón muy oscuro. Carecen de pétalos y prácticamente de pedúnculo (sentadas o sésiles, arrancando directamente del tallo), y contienen varias flores cada una. Dichas espiguillas se agrupan en glomérulos o umbelas. Pese a que las inflorescencias brotan al final del tallo, unas brácteas que salen de su base, con aspecto de 2 a 4 hojas finas y alargadas, sobrepasan al conjunto floral ampliamente hacia arriba. El fruto que forman es una pequeña nuez (1-3 mm) con tres caras, de color pardo a negruzco.


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El cirpo marino se desarrolla en los suelos fangosos siempre húmedos de las marismas subhalófilas interna y externa, tanto en sus cubetas o depresiones encharcadas como en las riberas de los canales de drenaje o del canal principal, adentrándose incluso en el infraestero. Forma extensos cañaverales anfibios, inundados en las pleamares por aguas de distintos grados de salinidad. Suelen acompañarlos el junco marino, la coclearia, el junco bastardo, el tripolio, el lastón de las marismas, la hierba de las marismas, etc. Los rizomas son ricos en almidón. Pueden secarse y pulverizarse para su consumo. También tienen propiedades astringentes, diuréticas y contra distintos dolores abdominales.

Cirpo palustre (Scirpus lacustris subsp. tabernaemontani) [74-75] Planta perenne con porte que puede supe-

rar el metro de altura. Tiene un rizoma relativamente grueso del que ascienden tallos cilíndricos (a diferencia de otras especies de Scirpus cuya sección es triangular), erguidos y de color verde azulado. Las hojas aparecen en la base de los tallos, aunque reducidas a vainas.

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En primavera y verano aparecen las espiguillas florales al final de los tallos [75]. Miden 1-2 cm y son alargadas, de extremo apuntado y color parduzco-rojizo. Se agrupan en glomérulos de cortos pedúnculos. Pese a que las inflorescencias brotan al final del tallo, una bráctea que sale de su base sobrepasa al conjunto floral como continuando el tallo. El fruto es amarillento. Aunque también precisa de suelos fangosos encharcados, el cirpo palustre es menos tolerante a la salinidad que el cirpo marino, por lo que vive sólo en la marisma interna subhalófila, habitualmente en canales y charcas de la cola del estuario, de aguas menos salobres y más remansadas. Ello permite que le acompañen algunas especies de plantas anfibias de aguas dulces (salicaria, Galium palustre…), además de los habituales juncos marinos, cirpos marinos y cotulas. 75


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Carrizo, cañavera, cañiza, caña borde (Phragmites australis) [76-80] Gramínea perenne de gran tamaño (de 80 cm a casi 4 metros), aunque en suelos salinos también pueden hallarse formas enanas. Tiene un rizoma leñoso largo y fuerte, cubierto de escamas, que profundiza a veces más de 1 metro en el sedimento. Del mismo sale un largo tallo erguido, aunque relativamente frágil (en torno a 1 cm de diámetro), con varios nudos no visibles al estar cubiertos por las vainas de las hojas. Las hojas son largas (pueden acercarse a los 50 cm) y no demasiado estrechas (hasta 5 cm), estrechándose hacia el extremo en punta. Son de color verde apagado, virado hacia grisáceo, y el tacto áspero en los bordes.

largos cilios, que dan a la inflorescencia un tacto y aspecto plumoso. Los frutos son secos (cariópsides), con una sola semilla cada uno.

Florece tardíamente, en agosto y septiembre. Sus flores forman espiguillas, que se agrupan a su vez en otros racimos mayores, con una forma conjunta de penacho piramidal (panícula) en el extremo del tallo [79 a]. Estas inflorescencias miden de 10 a 50 cm, la forma es alargada, y aunque densas, son algo colgantes y poco compactas. El color es variable, pardo violáceo, púrpura o rosado oscuro. Las espiguillas tienen

Con los fríos otoñales (noviembre) la planta detiene su actividad biológica y los tallos se van secando [78]. Con las bajas luces del invierno el carrizal destaca en la marisma por su bonito aspecto amarillento o pardo claro, en el que los tallos se ven rematados por «plumeros», que son restos de las antiguas espigas florales, ahora con semillas [79 b, 80]. Tras la parada vegetativa o letargo invernal, la planta

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El carrizo prefiere los suelos fangosos encharcados por aguas no demasiado salobres, soportando también periodos de desecación. Puede encontrarse en las riberas de charcas y lagunas bajas, turberas y ríos tranquilos. En los estuarios se presenta en la marisma interna subhalófila, cubriendo a veces notables extensiones ya desde las riberas del cauce principal de la cola del estuario. Allí se hace dominante y crea densos carrizales, que son un buen refugio para la fauna. Parte de la avifauna aprovecha además sus semillas como alimento. 80

vuelve a activarse en febrero y en el mes de abril ya está en pleno desarrollo gracias a las reservas de sus rizomas. En esa época captura activamente nitratos y fosfatos del agua. Además acumula metales pesados como el plomo en sus tallos, lo que facilita su empleo para eliminar dichas sustancias en territorios contaminados. Por otro lado, sus profundos rizomas oxigenan los sedimentos en profundidad, reduciendo sus condiciones anaerobias. A partir de los mismos, la planta puede reproducirse vegetativamente, apareciendo plantas «ahijadas» en un radio de 8 metros.

Su rizoma fue usado como sustituto de las patatas, harina e incluso café en épocas de escasez. Contiene azúcares y almidón, al igual que el tallo (5% del peso seco de la planta son azúcares). También se pueden comer sus brotes jóvenes, y las semillas molidas proporcionan una harina nutritiva y aromática. El rizoma también se ha usado con fines medicinales (febrífuga, antitusígena, diurética, etc). Los tallos se han empleado en industria de cestería, en esteras, mallas, base de enyesado o revocado de techos y paredes (puede durar de 80 a 100 años), etc.


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Zuazón real, azuzón, casanios, pericón (Senecio aquaticus subsp. barbareifolius) [81-82] Planta de ciclo vital bianual o anual, cuyo

porte puede alcanzar los 120 cm. Sus tallos son erguidos, con unas líneas o relieves de tonalidad púrpura y un interior de aspecto esponjoso. Se ramifican desde la base. Las hojas muestran variadas formas en función de su ubicación en la planta. Unas están divididas en lóbulos, cuyas escotaduras llegan incluso al nervio principal de la hoja [82]. Otras son ovales o elípticas. Tampoco hay uniformidad respecto al pecíolo, que es largo en las hojas basales y falta en la parte más alta de la planta. En junio y julio sus flores amarillas ponen una nota de color en los marjales. Aparecen reunidas en capítulos (grupos de pequeñas flores en un receptáculo común que simula una sola flor de mayor tamaño), que a su vez se agrupan en corimbos (en ellos las flores nacen a diferentes alturas de un pedúnculo común, pero quedando igualadas en un mismo plano en su cima). Cada capítulo mide de 2,5 a 3 cm. Por la periferia se disponen se disponen las flores femeninas, provistas cada una de una lígula o «pétalo» amarillo. En el centro del capítulo están las flores hermafroditas, de forma tubular y amarillas como las de la periferia. Producen pequeños frutos secos alargados.

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El zuazón real no es una planta específica de los marjales, sino de los medios acuáticos en general (ríos, arroyos, cunetas, turberas…), aunque puede tolerar cierto grado de salinidad. En el estuario del Eo se presenta en los juncales de las marismas subhalófilas externa e interna, sobre todo en zonas encharcadas no demasiado salobres o allí donde predominan los aportes de agua dulce.


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I. Plantas de la marisma

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Junco espigado, mansiega, mansega (Cladium mariscus) [83] Planta de la familia de las ciperáceas, perenne Q

y firme. De sus rizomas subterráneos ramificados ascienden tallos erguidos y huecos que pueden superar los 2 metros, cuya sección en la parte superior es triangular. Las hojas son bastante alargadas (hasta 160 cm), estrechándose desde su inserción basal (1,5 cm) envolviendo al tallo, hasta el extremo rígido y de corte triangular. Pueden permanecer varios años en la planta. Son firmes y fibrosas, y como los bordes son finamente aserrados (con cerdas rígidas dirigidas adelante), resultan cortantes y de tacto áspero. Además tienen una «arista» o quilla también cortante (nervio central), que hace que la sección de la hoja sea en forma de «V».

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Florece entre junio y agosto. Las flores se agrupan en espiguillas rosadas y cabezuelas, con brácteas pardas envolviéndolas y pedúnculos. El fruto mide hasta 3 mm de largo, de forma ovoide y color parduzco brillante. Es una planta relativamente rara en el litoral cantábrico. Se desarrolla en prados húmedos, marismas, riberas de arroyos de curso lento y lagunas. En el estuario del Eo aparece en la marisma interna subhalófila, aguas arriba de Vegadeo, en compañía del carrizo y alejada del canal principal.

subhalófila, sobre todo en zonas altas de supraestero encharcadas por aguas no demasiado salobres o allí donde predominan los aportes de agua dulce. Tiene propiedades antimicrobianas, por lo que ha sido usada con distintos fines medicinales (antidiarreica, fiebre tifoidea, limpieza de heridas, eczemas, lavados vaginales…), y para curtir pieles. También es hemostática e hipoglucemiante. Sus hojas, ricas en calcio, son comestibles.

Salicaria, arroyuela (Lythrum salicaria) [84] Planta acuática, de 30 a 150 cm, con rizoma leñoso Q

y tallos tumbados o erguidos. Las hojas brotan en ramilletes (verticilos). Su forma es lanceolada, acabada en punta y con la base acorazonada, sin peciolo.

Entre junio y septiembre aparecen las flores, agrupadas en inflorescencias con forma de espiga de color violáceo o púrpura. Cada flor tiene 6 pétalos alargados, poco tersos o arrugados, con el color intensificado en el centro de los mismos. La salicaria no es una planta específica de los marjales, sino de los medios acuáticos en general (ríos, arroyos, cunetas…), aunque puede tolerar cierto grado de salinidad. En el estuario del Eo se presenta en los juncales de la marisma interna

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II. Plantas de los acantilados

II. Plantas de los acantilados

Cladium mariscus

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Armeria, clavel de playas, denguecillos (Armeria pubigera subsp. pubigera) [85-88] Planta perenne formando cepellones con portes hasta 30 cm. Las hojas son alargadas y estrechas, de bordes prácticamente paralelos (hojas lineares), cubiertas de una densa y fina pubescencia, que da el nombre científico específico a la especie (pubigera) y que es una adaptación para resistir mejor la posible deshidratación por acción del viento costero. Se agrupan en rosetas en la base de la planta, y son comestibles tras una cocción.

Sus racimos de flores destacan en los acantilados entre mayo y julio. Salen agrupadas en glomérulos al final de los tallos floríferos (escapos). Los cinco pétalos de cada flor son sonrosados y están soldados en la base. Tienen también cinco estambres y otros tantos pistilos, terminados en estigmas pilosos.

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Esta subespecie de armeria vive en los acantilados de Galicia y del occidente de Asturias. A medida que nos desplazamos al oriente de la costa cantábrica se va haciendo más rara, pues se va sustituyendo por otra subespecie, la Armeria pubigera subsp. depilata.


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Armeria pubigera subsp. depilata es fácil de reconocer por carecer de la densa pilosidad que presenta la subespecie pubigera en las hojas. La depilata también aparece en el estuario del Eo, pero no como planta de acantilado sino de marisma externa (tanto halófila como subhalófila), pues es bastante tolerante con los tipos de suelo (textura, encharcamiento y salinidad). Allí vive en el supraestero del estuario externo, aunque de forma bastante dispersa y relativamente escasa, en el seno de los juncales más halófilos y en compañía del llantén de mar (también presente en los acantilados), el junco bastardo marino, el tripolio, los cominillos, etc. 88

Llantén de mar, correola de mar saladillo, zaragatona falsa (Plantago maritima) [89-90] Planta perenne con porte de 10 a 40 cm. Q Tiene un tallo subterráneo o rizoma carnoso. Aunque pueden mostrar otras morfologías, lo habitual es que las hojas sean alargadas y estrechas, de bordes prácticamente paralelos (hojas lineares). Se disponen formando rosetas desde el nivel del suelo. Son algo carnosas y pueden mostrar un canal central no siempre bien marcado. Pueden comerse crudas, en ensaladas o cocidas.

Las flores aparecen al final de unos tallos floríferos (escapos) en primavera y verano. Estos tallos son erguidos y sobrepasan ampliamente las rosetas foliares de la base de la planta. Las pequeñas flores se agrupan en espigas cilíndricas laxas a lo largo de esos escapos. Carecen de pétalos, y la única vistosidad la aportan las anteras amarillas de sus estambres. La riqueza en mucílago de sus pequeñas semillas las hicieron ser empleadas contra irritaciones de garganta.

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Es una planta frecuente en los acantilados (sobre Q todo en taludes terrosos), pero también se encuentra en dunas y marismas. En estas últimas se distribuye tanto por las marismas internas de la cola de estuario como por las externas, donde es algo más frecuente en zonas medias y altas del supraestero. Aparece allí en el seno de los juncales de junco marino, con armeria, junco bastardo marino, tripolio, cominillos, etc. Su tolerancia a la sal le permite vivir incluso en charcas y cubetas salinas en el seno del marjal.

Cenojo de mar, cenoyo de mar, hinojo marino, perejil de mar (Crithmum maritimum) [91] Mata perenne y carnosa, con potentes raíces y ta-

llos leñosos en su base, muy ramificados, flexuosos y estriados. Hojas carnosas y divididas, con segmentos de forma linear lanceolada y extremo apuntado. Florece de julio a octubre. Las inflorescencias son umbelas (todos los radios que sostienen las flores salen de un mismo punto en el extremo del tallo y tienen la misma longitud). Las flores allí agrupadas son bisexuales en su mayoría, y un menor

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porcentaje masculinas. Los pequeños pétalos son blancos o amarillo-verdosos. Los frutos son ovoides, con costillas marcadas. Esta umbelífera vive en acantilados, aferrándose a las anfractuosidades de sus rocas con sus gruesas raíces. Su carnosidad es una reserva de agua para resistir la acción deshidratante del viento salino costero. Las aromáticas hojas son ricas en minerales y vitamina C, por lo que fueron utilizadas en ensalada por los marinos para combatir el escorbuto. En conjunto, el cenoyo de mar tiene propiedades diuréticas y depurativas.

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Zanahoria de acantilado, carrota, zanahoria silvestre, carruchera (Daucus carota subsp. gummifer) [92] Umbelífera perenne de portes hasta 40 cm o Q

más de altura. Está muy ramificada desde la base. Los tallos están cubiertos de una densa pilosidad. Las hojas están muy divididas, con pelos más abundantes en los pecíolos y nervios. En verano aparecen sus flores blancas o sonrosadas, reunidas en inflorescencias en umbela (todos los radios que sostienen las flores salen de un mismo punto en el extremo del tallo y tienen la misma longitud). Estas umbelas son convexas y regulares, pudiendo ser desde casi hemiesféricas hasta aplanadas. Las flores que las integran son pequeñas, con pétalos escotados, y se agrupan de forma bastante densa. Los frutos a los que dan lugar están cubiertos por aguijones que se adhieren con facilidad al pelaje de los animales para facilitar su dispersión.

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La zanahoria de acantilado no sólo vive en dichos medios, sino en dunas y terrenos baldíos de la costa. Suele acompañarla la gramínea Festuca rubra subsp. pruinosa. La subespecie sativus de la Daucus carota es la zanahoria cultivada, muy rica en carotenos y vitaminas.

Cola de liebre, cola de conejo (Lagurus ovatus) [93] Planta de vida anual cuyo porte llega a superar Q los 50 cm de altura. Los tallos son erguidos, y las hojas son cortas y anchas, pilosas y terminadas en punta.

La planta destaca sobre todo por sus inflorescencias, unas espigas cuya forma da nombre a la especie y que aparecen entre abril y agosto. Son ovales o casi cilíndricas, muy densas y de tacto lanoso suave gracias a la abundancia de cilios. El color es blanquecino amarillento suave. La cola de liebre es bien conocida por los turistas estivales, pues abunda en las dunas fijas y entorno de las playas con suelos arenosos. Precisa ambientes cálidos y suelos secos, que no permanezcan encharcados. En la ría del Eo aparece en el sector de la desembocadura, en los prados y taludes del acantilado de la ensenada de Arnao.

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Brezo ceniciento, argaña, carpaza, carrasquina (Erica cinerea) [94-95] Arbusto con tallos tortuosos cubiertos de una fina pilosidad blanquecina que les dan un tono ceniciento. Las hojas brotan en ramilletes (verticilos) a lo largo del tallo. Son de forma linear (alargadas con bordes paralelos), aunque de pequeñas dimensiones (de 2 a 7 mm de largo y no más de 1 mm de ancho), con los bordes muy encorvados sobre sí mismos.

Sus flores rosadas o púrpuras embellecen la rasa costera entre los meses de junio y octubre. Se agrupan en racimos alargados, con mayor densidad en los del extremo del tallo [95]. Las flores tienen la forma de una pequeña olla o copa, abierta por cuatro lóbulos. Las anteras de los estambres no llegan a asomar al exterior. Los frutos son cápsulas que contienen semillas algo curvadas. La argaña es planta común en los brezales de los montes y valles cantábricos. En la parte alta de los acantilados y rasa costera colindante con los mismos se asocia al tojo (Ulex europaeus subsp. europaeus

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fma. maritimus) para constituir los llamados «brezales-tojales aerohalófilos». Se trata de un matorral achaparrado de escaso porte, con una densa e intrincada ramificación, todo ello como adaptación a la vida en estas rasas sometidas a un constante viento marino con algo de agua salada nebulizada.

turas de la rasa costera, y se prolonga hasta julio. Las vistosas flores amarillas se agrupan en racimos cortos. Sus pétalos laterales (alas) son algo más largos que el inferior acanalado (carina o quilla). Tiene además un pétalo superior o estandarte. El fruto es una legumbre vellosa que contiene varias semillas entre sus dos valvas.

Tojo, árgoma, cotoya, aulaga, arnelo (Ulex europaeus subsp. europaeus fma. maritimus)

Los tojos que crecen en los acantilados y rasas supralitorales tienen morfologías diferentes a los de tierra adentro. En la actualidad se consideran del mismo taxón, pero han sufrido modificaciones cromosómicas transmisibles que se traducen en portes diferentes, mejor adaptados al fuerte viento. Así, mientras las cotoyas del interior tienen 96 cromosomas en sus células, las de los acantilados tienen 32 o bien 64 cromosomas. Suelen asociarse al brezo ceniciento para constituir los «brezales-tojales aerohalófilos», un matorral achaparrado de escaso porte, con una densa e intrincada ramificación, todo ello como adaptación a la vida en estas rasas sometidas a un constante viento marino con algo de agua salada nebulizada.

[96] Mata espinosa de morfología y portes varia-

bles en función de las condiciones ambientales en que vive. La forma maritimus presente en estas rasas costeras es de escaso porte y aspecto almohadillado. Los tallos son robustos, con surcos. La ramificación es intrincada y compacta. Las hojas son de forma lanceolada-linear, de tacto rígido, coriáceo y espinosas-punzantes. Todo ello hacen al tojal difícil de penetrar o transitar. El periodo de floración es amplio: comienza temprano (diciembre) gracias a las benignas tempera-

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Carlina, cardo lechero (Carlina corymbosa var. major) [97-98] Planta perenne o bianual, con un rizoma

o tallo subterráneo del que salen varios tallos aéreos. Las hojas son firmes, de tacto parecido al cuero y espinosas, sobre todo en los bordes recortados. Carecen de pecíolo, y su base abraza el tallo. Las flores aparecen en verano e inicios del otoño. Son amarillas, reunidas en inflorescencias grandes tipo capítulo (grupos de pequeñas flores en un receptáculo común que simula una sola flor de mayor tamaño), cuyo diámetro puede aproximarse a los 4 cm. Los rodean unas brácteas u hojitas protectoras también de color amarillo [98]. Los frutos son secos (aquenios), con un penacho de pelillos (vilano) que favorecen su dispersión con el viento. El cardo lechero crece en la parte superior de los acantilados (supralitoral), zona de constantes brisas y vientos marinos algo salinos. Comparte ambiente con el brezal-tojal aerohalófilo, tolerante a esos aires con salitre. Es una especie común en el litoral gallego, pero que en Asturias solo se encuentra puntualmente en algunos acantilados del occidente como los de Arnao y Punta de la Cruz.

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Colleja de mar, colleja marina (Silene uniflora) [99] Planta perenne no mayor de unos 60 cm. Los Q tallos son algo prostrados, herbáceos, y las hojas ovales o lanceoladas, algo carnosas y con una fina pilosidad en sus márgenes.

Las flores aparecen en primavera y verano. Son de color blanco (a veces rosadas), con el cáliz de forma ovoidea, hinchado y marcado por una veintena de nerviaciones. 99

La colleja de mar vive en los acantilados marinos soleados y, en menor cuantía, en las dunas fijas. Rehúye los suelos que retienen agua, por lo que es habitual encontrarla en compañía de especies de parecidos requerimientos, como Spergularia rupicola o la balsamina.

Spergularia rupicola [100] Planta perenne de escaso porte. Tiene una cepa

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de tallos robustos y leñosos. Las hojas son estrechas y carnosas, de forma linear, brotando en ramilletes (verticilos). Su época de floración es prolongada, de mayo a noviembre, aunque la mayor producción de flores ocurre en verano. Tienen cinco pétalos rosados y otros tantos sépalos bajo ellos de la misma longitud que los pétalos. Los frutos son cápsulas que contienen semillas oscuras de pequeño tamaño. Spergularia rupicola es una especie endémica de las costas cántabro-atlánticas, sobre todo occidentales. Vive en acantilados y roquedos marítimos soleados, fijándose a las grietas de las rocas y evitando suelos que se encharquen. En sus cercanías es frecuente la compañía de la balsamina y la colleja de mar.

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Balsamina, vermicularia inglesa (Sedum anglicum) P [101] Pequeña planta carnosa, perenne, con nu-

merosos tallos y escaso porte (unos 15 cm). Su coloración general es rojiza, las hojas son ovoides, de pequeño tamaño (5 mm) y almacenan líquido (crasas). Florece desde finales de la primavera y hasta inicios del otoño. Sus flores son de color blanco-rosadas, numerosas y con pétalos de forma lanceolada acabada en punta. La balsamina vive en los acantilados marinos soleados y sobre las rocas silíceas que sobresalen en la rasa costera adyacente. No precisa suelos desarrollados, fijándose a las anfractuosidades de las rocas litorales. Rehúye los suelos que retienen agua, por lo que es habitual encontrarla en compañía de especies de parecidos requerimientos, como Spergularia rupicola o las collejas de mar.

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Centaurium scilloides P [102] Planta perenne con tallos numerosos y tum-

bados, algunos más erguidos y con flores. En los primeros las hojas son redondeadas o romboidales, y en lo alto de los tallos con flores, lanceoladas y sin pecíolo.

Las vistosas flores de color rosa vivo aparecen desde finales de primavera y en todo el verano, agrupándose en cimas. Tienen cinco pétalos entre los que asoman las anteras amarillas. El cáliz es alargado, en tubo. Esta centaura se encuentra en la rasa costera colindante con los acantilados, en los claros de pastizal que hay entre el tojal-brezal aerohalófilo. Aparecen en sus cercanías especies que aprovechas estos suelos ya algo desarrollados, como el trébol blanco Trifolium occidentale, de hojas no moteadas de blanco, y algunas plantas de los prados del interior, como tréboles rojos (Trifolium pratense), zapatinos de la Virgen (Lotus corniculatus), algunas gramíneas, etc. Además, Centaurium scilloides está presente en otros brezales costeros, con Daboecia cantabrica, Erica mackaiana, Ulex gallii, etc. 102


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Verrucaria maura [103-105] Liquen cuyo aspecto recuerda a una man-

cha de pintura negra, alquitrán o galipote sobre las rocas basales del acantilado. Su cuerpo vegetativo (talo) es crustáceo, es decir, con aspecto de una fina costra íntimamente adherida al sustrato rocoso reproduciendo sus anfractuosidades y relieves. Examinándolo con lupa se descubren unos diminutos cuerpos esféricos en el seno del talo (peritecios, de 0,3 mm) en los que el liquen produce las ascosporas, que se liberan al exterior por un diminuto poro.

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Es quizá el vegetal terrestre que más se aproxima al nivel de las aguas marinas, llegando a adentrarse en el nivel más superior de intermareal, donde llegan a quedar sumergidos en las pleamares diarias o salpicados en las mareas muertas. Se fija a las rocas de este nivel y a las de la zona de barrido por las olas en pleamar, rodeándose de balanos. En zonas muy expuestas al oleaje no desciende tanto como en aquellas más protegidas.

Caloplaca marina, Caloplaca thallincola [106-107] Líquenes de color amarillo intenso o ana-

ranjado, con la parte vegetativa (talo) crustáceo, es decir, con aspecto de costra íntimamente adherida al sustrato rocoso. La forma de dichos talos es en rosetas uniformes, a veces con diámetros superiores a los 10 cm y zona central de aspecto granuloso. Los de la especie Caloplaca thallincola tienen los lóbulos que delimitan sus márgenes muy marcados y alargados.


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Caloclapa marina

Los cuerpos fructíferos en los que se producen las esporas (apotecios) también son de vivo color amarillo. Caloplaca marina tiene esos apotecios rojoanaranjados y en mayor número. El color general del talo es más anaranjado, y los lóbulos periféricos algo menos marcados que en C. thallincola.

que se producen las esporas (apotecios) con forma de W pequeños discos, también de vivo color amarillo. A diferencia de Caloplaca, estos líquenes no tienen los lóbulos que delimitan sus márgenes marcados y alargados, sino irregulares y morfológicamente similares a los del centro del talo.

Estos líquenes viven sobre las rocas del acantilado, en la zona intermareal superior, algo por encima de Verrucaria maura, o en contacto con esa especie. Llegan a quedar sumergidos en las pleamares vivas, y en el resto de las mareas son salpicados o mojados por las olas.

Este liquen vive por encima del nivel de las pleamares vivas, en la zona supralitoral o de salpicaduras. Ya no queda sumergido en las pleamares vivas, pero sí es salpicado y rociado con frecuencia por la espuma marina. Acantilado arriba, se fija a las rocas del mismo entre las plantas vasculares habituales de estos medios (armerias, cenoyos, etc) y asciende hasta la rasa costera, donde ya sólo recibe viento salino del mar.

Xanthoria aureola [108] Liquen de color amarillo intenso, con la parte vegetativa (talo) crustáceo, es decir, con aspecto de costra íntimamente adherida al sustrato rocoso. Examinado de cerca se observa que el talo es en realidad intermedio con los foliáceos, pues tiene multitud de pequeñas láminas u hojas paralelas al sustrato. El tamaño de estos talos puede ser notable. En el centro pueden observarse los cuerpos fructíferos en los

Ochrolechia parella [109] Liquen de color blanco grisáceo con la parte P

vegetativa (talo) crustáceo, es decir, con aspecto de costra íntimamente adherida al sustrato rocoso. El tamaño de estos talos puede ser notable. En el centro muestra gránulos gruesos y cuerpos fructíferos


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Xanthoria aureola

Ochrolechia parella

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en los que se producen las esporas (apotecios) con forma de discos (1-3 mm) de borde grueso y aspecto harinoso (pruinoso) por acumulación de sales y células muertas. Su distribución es similar al de Xanthoria aureola, extendiéndose más allá de los acantilados por las rocas silíceas de las zonas bajas. Puede crecer por encima de otros líquenes como los Verrucaria a los que va reemplazando acantilado arriba.

Ramalina grupo siliquosa [110] Como Ramalina siliquosa se designa un con- Q junto de especies de líquenes de complicada taxonomía. Su parte vegetativa o talo tiene aspecto de mechones de filamentos acintados (lacinias) y erguidos, de color verdoso o grisáceo. Se fija a las rocas mediante un disco. En estado de reproducción muestra cuerpos con forma de disco al final de las lacinias.

Este liquen vive en los acantilados, por encima del nivel de las pleamares vivas, pero bajo la influencia de salpicaduras o brisas salobres, al igual que Xanthoria aureola o Ochrolechia parella. En las zonas altas del acantilado convive además con Anaptychia runcinata.

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Anaptychia runcinata [111] Denominado en el pasado Anaptychia fusca, Q

se trata de un liquen con aspecto de láminas u hojas lobuladas íntimamente adheridas al sustrato rocoso mediante unas raicillas o rizinas negruzcas. Este talo foliáceo es de color marrón oscuro por la parte superior y blanquecino por debajo. Los lóbulos del talo son alargados y ramificados, habitualmente mayores en la periferia. En el centro aparecen cuerpos fructíferos en los que se producen las esporas (apotecios) con forma de pequeños discos, también de color marrón. Vive preferentemente en las zonas altas del acantilado, alejado de las salpicaduras directas del mar pero sí bajo influencia de los vientos y brisas marinas cargadas de salitre, donde convive con Xanthoria aureola, Ochrolechia parella y Ramalina siliquosa.

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III. Algas

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III. Algas Enteromorpha spp. y Blidingia minima [112-114] Algas verdes (clorofíceas), con sus partes ve-

getativas o talos con aspecto de densas marañas de filamentos verdes, en poblaciones muy extensas. Existen varias especies del género Enteromorpha, cuya diferenciación entre ellas y con Blidingia minima puede requerir la ayuda de un microscopio, pues sus filamentos pueden mostrarse de morfología muy variable según las condiciones del medio en que habitan. En general resisten bien los cambios de salinidad, y suelen tener un recubrimiento mucoso que les ayuda a soportar la exposición a la intemperie y a la deshidratación. Dicha secreción también es responsable de lo muy resbalosos que son los tapices que forman estas algas en pedreros, rampas de puertos, etc.

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Este conjunto de especies vive en la zona intermareal, mostrando ciertas preferencias cada una de ellas. Enteromorpha intestinalis se presenta en lugares abrigados en los que llega algún aporte de agua dulce (escorrentías, desembocadura de arroyos, goteo de acantilado, etc.). Sus filamentos pueden ser relativamente anchos (con aspecto de intestino) y puede hallarse incluso en la cola de los estuarios, en el infraestero de la marisma interna. Blidingia minima forma densos tapices sobre las rocas en zonas no demasiado expuestas del intermareal superior. Las lechugas de mar (Ulva lactuca) y algas clorofíceas filamentosas como las del género Enteromorpha resisten bien los cambios de salinidad, así como la exposición al aire, desecación e insolación. Ello les permite vivir en zonas que otras especies de algas no soportarían, como las zonas superiores del intermareal (zona de salpicaduras) de costas protegidas, fangos de los infraesteros de las marismas externas (conviviendo con las sedas de mar del género Zostera) e internas, instalaciones portuarias, etc. El aporte de aguas ricas en materia orgánica y nitratos (arroyos llegados de prados estercolados o abonados, aguas residuales, etc.) permite un gran desarrollo de estas especies, que llegan a cubrir notables superficies. El aspecto verdoso que muestran ciertas zonas del infraestero al quedar expuesto en la bajamar se debe mayoritariamente a estas algas.

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III. Algas

Ulva lactuca [115] Es una de las especies de algas clorofíceas Q conocida como «lechuga de mar». Su fronde o lámina tiene aspecto de hoja arrugada o torsionada, fina (tiene sólo dos capas de células), de color verde brillante (talos femeninos) o verde amarillento apagado (talos masculinos). Al tacto la consistencia es parecida a una membrana blanda y flácida, algo traslúcida, y cuando queda expuesta se colapsa sin conservar su forma. Se fija al sustrato mediante un pequeño disco basal, aunque si es arrancada sigue viva y creciendo a la deriva.

La lechuga de mar no es un alga muy exigente en cuanto al medio. Puede encontrarse tanto en los fondos someros continuamente sumergidos del infralitoral, como en los fangos diariamente expuestos del infraestero de las marismas, así como en pedreros y sus charcas intermareales. En cualquier caso el lugar debe estar con suficiente iluminación, por lo que falta en cuevas y en aguas profundas, y tampoco debe ser muy batido, dada su labilidad. Tolera salinidades bajas, lo que le permite ascender estuario arriba, y crece bien en lugares ricos en materia orgánica (sales nitrogenadas). Es un alga comestible en ensaladas, rica en vitamina A.

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Ulva rigida [116] Se trata de la otra especie de alga clorofícea Q

conocida como «lechuga de mar». Es muy parecida a Ulva lactuca, pero como indica su nombre científico, la consistencia de su lámina es más firme o rígida gracias a que tiene la zona media más gruesa. Cuando queda en seco conserva mejor la forma, y el tacto llega a recordar al cartón o cuero (coriáceo). El color es de un verde más oscuro que el de la otra lechuga de mar. Vive sobre las rocas de fondos someros bien iluminados, charcas y cubetas del intermareal, instalaciones portuarias semisumergidas, etc. Soporta condiciones algo más batidas que Ulva lactuca, pero su tolerancia a las aguas poco salobres es menor, por lo que escasea estuario arriba. Esta lechuga de mar también es comestible y con similares propiedades vitamínicas.

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III. Algas

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Hildenbrandia rubra [117] Alga roja (rodofícea), cuya parte vegetativa Q (talo) asemeja a una fina película de pintura roja íntimamente adherida al sustrato. El color puede ir desde el rosado a rojo parduzco, a medida que se superponen capas del alga.

Rehuye los enclaves iluminados y demasiado expuestos a la deshidratación, por lo que suele encontrarse en la zona intermareal bajo rocas, grietas o en cuevas del acantilado, como las existentes en la playa de Arnao: allí encuentra la umbría que precisa, en una paredes rocosas que mantienen el frescor y la humedad durante la bajamar.

Sargazo vejigoso (Fucus vesiculosus) [118] Alga parda (feofícea), de tonalidad pardo olivácea. Al quedar expuesta y desecarse se oscurece bastante y el tacto recuerda al cartón o al cuero (coriáceo). El talo consta de cintas de hasta 3 cm de ancho, que se van bifurcando sucesivamente (división dicotómica). Esas cintas y sus bifurcaciones

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están recorridas por un nervio medio marcado, y los bordes de las mismas son algo ondulados. Al final de las mismas aparecen los cuerpos reproductores o receptáculos. En la planta joven son algo aplastados, y al madurar se hacen bulbosos y granulosos, con forma elipsoidal y ricos en mucílago. Los ejemplares que viven en estaciones protegidas del embate de las olas presentan numerosas vesículas que contienen gas (aerocistes) a los lados de esos nervios medios y en las bifurcaciones. Estas vesículas dan flotabilidad al talo cuando sube la marea de esas aguas tranquilas, facilitando que esté erguido y con mayor iluminación mientras está sumergido. En los enclaves más expuestos al oleaje, el porte del alga es menor y los aerocistes pueden faltar totalmente, pues su presencia facilitaría el arranque del talo por las olas. Este alga se presenta en enclaves intermareales inferiores y medios protegidos, o no sometidos a fuertes oleajes. Se adentra por el estuario aprovechando su tolerancia a la exposición al aire y a aguas no tan salobres como las del mar abierto.

119

Fucus spiralis

III. Algas

Encina marina (Fucus spiralis) [119] Alga parda (feofícea), de tonalidad pardo olivá-

cea. Al quedar expuesta y desecarse se oscurece bastante y el tacto recuerda al cartón o al cuero (coriáceo). El talo consta de cintas que se van bifurcando sucesivamente (división dicotómica) y en su parte final con crecimiento en espiral o con el eje torsionado. Esas cintas y sus bifurcaciones están recorridas por un nervio medio marcado. A diferencia de Fucus vesiculosus, carece de vesículas con gas en el seno de esas cintas, que no deben ser confundidas con los hinchados cuerpos reproductores o receptáculos que sí tiene el talo al final de esas cintas. Estos son más esféricos que en la otra especie (no tan alargados y elípticos) y tienen un pequeño margen o ala más marcado. Vive en zonas protegidas o poco expuestas a oleajes intensos, en el intermareal superior ligeramente por debajo del nivel ocupado por Pelvetia canaliculata. Como tolera variaciones en la salinidad y la exposición al aire, se adentra en el estuario, fijando su talo a la base de los acantilados del mismo, rocas caídas del mismo, pecios semienterrados en el infraestero, etc. Sus restos abundan en los arribazones depositados en la marisma o en sus orillas.


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III. Algas

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Fucus ceranoides [120] Alga parda (feofícea), de tonalidad pardo claro. Q

Su porte es el menor de los Fucus. La ramificación de su talo es similar a la de otras especies del género (dicotómica), haciéndose más abundante en la zona superior. Las cintas que van resultando son más estrechas (1,5 cm) que en las otras especies (hasta 3 cm). En el centro de las mismas se distingue un nervio medio poco marcado, a ambos lados del cual se presentan pseudovesículas bastante alargadas y estrechas, corriendo paralelas al mismo. Al final de las cintas aparecen los cuerpos reproductores o receptáculos aplastados, estrechos y terminados en punta. Cuando el alga queda expuesta y se deseca, su aspecto es más oscuro, y el tacto recuerda entonces al cartón o al cuero (coriáceo). Se adentra en la cola del estuario (marisma interna subhalófila), relativamente lejos de la desembocadura, pues requiere aguas tranquilas y mezcladas, poco salobres. Allí se fija al fango y rocas del infraestero, conviviendo con plantas de la marisma interna como la coclearia.

Pelvetia canaliculata

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[121] Alga parda (feofícea), de tonalidad pardo Q

olivácea y porte de hasta 15 cm de longitud. Se fija a las rocas mediante un disco basal del que parten láminas estrechas y acanaladas que se van bifurcando sucesivamente (ramificación dicótoma). La concavidad de los canales suele quedar mirando hacia abajo, lo que le permite conservar suficiente humedad para resistir la exposición al aire. En los extremos de sus láminas se localizan los cuerpos reproductores o receptáculos de color amarillo, estrechos y alargados, bifurcados o simples, con aspecto verrucoso y con un poro en el ápice de algunos de ellos.

Vive en la zona intermareal superior y en la zona de barrido de acantilados poco expuestos al oleaje, o protegidos como los del interior del estuario. Forma allí una cintura fácil de reconocer, por encima de Ascophyllum nodosum y Fucus spiralis. Resiste la desecación temporal y las aguas poco salobres o dulces que la puedan mojar. Se estima que, usada como pienso, puede incrementar un 10% la producción de leche por el ganado vacuno.

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III. Algas

P

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Ascophyllum nodosum [122-123] Alga parda (feofícea), de tonalidad pardo

verdosa o pardo amarillenta. Su porte puede alcanzar el metro y medio de largo. Al desecarse se muestra más oscura y acartonada. Se fija al sustrato mediante un disco basal, del que parten uno o varios ejes que luego se subdividen en sucesivas cintas, de borde algo aserrado y sin presentar un nervio medio, a diferencia de los Fucus. Sí tienen vesículas aéreas (aerocistes) en el seno de esas cintas, con forma ovalada. El alga comienza a producirlos a partir del tercer año, generando uno por año en cada cinta. Los cuerpos reproductores o receptáculos tienen también una forma ovalada, y están unidos a los bordes del talo por cortos pedúnculos. Los receptáculos masculinos son amarillo-dorados, y los femeninos amarillo-oliváceos. Se presenta en zonas protegidas del acantilado y en el interior del estuario, fijándose a rocas del intermareal superior, ligeramente por debajo del nivel ocupado por Pelvetia canaliculata, y junto al Fucus spiralis. 123


RÍA DEL EO

Fauna


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I. Invertebrados

I. Invertebrados  Anélidos Xorra blanda (Hediste diversicolor [= Nereis diversicolor]) [1] Gusano de cuerpo segmentado (poliqueto), con

90-120 segmentos, cada uno flanqueado por un par de apéndices (parápodos) natatorios con cerdas (quetas). Mide de 6 a 12 cm, es aplanado, delgado y flácido y su color es variable, habitualmente amarillentorojizo, y a veces anaranjado o verdoso. Recorriendo el centro de su dorso destaca el vaso sanguíneo dorsal. En la zona cefálica tiene 4 pequeños ojos dispuestos formando un trapecio, dos palpos gruesos y potentes mandíbulas. Vive en el fango y arenas cenagosas del intermareal, pues tolera bien las aguas poco salobres. Allí excava galerías ramificadas con varias salidas, tapizando sus paredes con barro más compactado para evitar su colapso. Puede nadar y reptar por el fondo, pero una vez creado su sistema de túneles se hace bastante sedentario. Para alimentarse, durante la pleamar asoma la parte anterior de su cuerpo fuera de la galería y registra el entorno inmediato para capturar pequeños invertebrados, detritus y materiales orgánicos traídos por la corriente. Luego los arrastra al interior para desmenuzarlos con sus fuertes mandíbulas y digerirlos. Además atrapa organismos planctónicos mediante un curioso procedimiento: en algunas galerías crea un embudo en su entrada y reviste el interior de una red o malla mucosa. Desde una zona más interna, el gusano mueve y oscila sus parápodos y quetas, creando una corriente de agua intensa que penetra desde el embudo exterior y recorre la galería, siendo aprovechada para respirar el oxígeno que trae disuelto. Esta corriente arrastra a pequeños organismos del plancton que quedan retenidos en la malla de mucus. Luego el gusano devora la red por entero, recuperando las mucoproteínas de la misma y digiriendo a la vez sus capturas.

1

Se trata de un gusano abundante, muy utilizado como cebo para la pesca. Asimismo es buscado en la pleamar por los peces que se adentran en el estuario, y en la bajamar por las aves limícolas que picotean el fango.

Xorrón, xorra negra (Arenicola marina) [2] Gran gusano segmentado (poliqueto), apre-

ciado como cebo, de color rosáceo o pardo-rojizo, cuya longitud a veces supera los 25 cm (habitualmente 11-20 cm). Cada uno de sus segmentos está dividido en cinco estrechos anillos, de los que uno resulta más prominente y, excepto en la cola, está flanqueado por un par de apéndices (parápodos) con cerdas (quetas). En el cuerpo del gusano se diferencian tres regiones: una parte anterior o frontal gruesa (con 6 segmentos sin branquias y con quetas muy involucionadas), una región central (más


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I. Invertebrados

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b a

c

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fina, con 13 segmentos y otros tantos pares de penachos branquiales plumosos, cortos y rojizos) y otra terminal o cola (la más fina, sin branquias ni parápodos en sus segmentos). Vive en la arena de playas abrigadas y del interior del estuario, donde también se encuentra en zonas de arenas cenagosas o con fango del intermareal. Su presencia es muy fácil de detectar en la bajamar, pues elimina unos característicos cordones fecales de arena, que acumula arrollados en montículos en una de las entradas de su galería. Es un gusano sedentario que excava túneles en forma de «U». Por una de sus ramas verticales entra constantemente arena con fango (la entrada puede tener forma de embudo incluso [2a]). En la parte horizontal, más profunda, se encuentra el habitáculo del gusano: esta zona tiene sus paredes revestidas de mucus para evitar el derrumbe y colapso de la galería. La cabeza del anélido mira hacia la rama vertical rellena por la arena que cae, y su extremo anal mira hacia la otra rama vertical libre [2c], también

tapizada de mucosidad. Arenicola ingiere la arena que cae ante su cabeza, cargada de partículas orgánicas y microorganismos, y en su tubo intestinal va cribando la arena, digiriendo esos compuestos orgánicos y micoorganismos y expulsando por el extremo anal la arena ya cribada de alimentos. Poco a poco, la rama vertical libre [2 c] se va rellenando de arena limpia expulsada del intestino, de forma que cada 40 minutos aproximadamente, el gusano se toma un descanso en su alimentación y asciende «marcha atrás» por ese recodo empujando con la parte posterior de su cuerpo la arena defecada que había ido acumulando. Debido a ello va saliendo al exterior esa arena compactada en la galería en forma de cordones, que se van amontonando en la superficie [2b]. Con el conducto de excreción desocupado de arena, el gusano efectúa movimientos peristálticos que consiguen bombear agua desde el agujero de salida de los excrementos hacia el interior. Con ello, Arenicola consigue el oxígeno disuelto en el agua para su respiración (captado por los penachos branquiales) y además moviliza algo la arena que rellena conducto de captación de sedimento, aportándole nuevas partículas alimenticias que llegan disueltas en el agua bombeada y que quedan cribadas por esa arena.


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Para la reproducción tampoco abandonan sus galerías. Los machos liberan esperma por el orificio del túnel de excreción, que entra en los tubos similares de las galerías de las hembras cuando estas bombean agua a su interior para respirar. Allí son fecundados los óvulos, de los que resultan pequeñas larvas ciliadas que salen de la galería y son arrastradas por las corrientes. Tras sufrir una metamorfosis, ya como jóvenes gusanos, pasan a vivir en el suelo de las zonas más bajas del infraestero, y en primavera migran a las zonas altas del mismo. Finalmente, en el otoño se hacen ya adultos y se desplazan por última vez, ahora a las zonas intermareales medias donde excavan sus galerías definitivas.

 Moluscos

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I. Invertebrados

millares de ejemplares (a veces decenas de miles) en un metro cuadrado. En la bajamar se entierra en la arena, asomando sólo sus tentáculos, y cuando sube la marea sale del cieno. Se cuelga entonces en posición invertida de la película superficial del agua, rica en mucus y plancton, de las charcas y aguas remansadas de las ensenadas que se van rellenando. Se alimenta allí de detritus, algas, diatomeas y fitoplancton. Cuando vuelve a bajar la marea continúa alimentándose sobre la arena cenagosa aún húmeda, y cuando esta se va secando, el pequeño caracol se vuelve a enterrar. El las riberas de las ensenadas del estuario sus conchas se acumulan por millones, entremezcladas con las de otros pequeños moluscos.

Peringia ulvae (= Hydrobia ulvae)

Rissoa parva (= Turboella parva = Pusillina parva)

[3-5] Diminuto caracol alargado, en forma de huso, por lo general no mayor de 4 mm (a veces hasta 6-7 mm). La concha es cónica, sólida y lisa (no estriada), con 6-8 espiras muy ligeramente convexas y extremo redondeado (romo). El color es apagado, de blanco amarillento a parduzco. La apertura o estoma es oval o piriforme, cerrándola un delgado opérculo o tapadera cuando el molusco está inactivo. El cuerpo del animal es grisáceo, con motas oscuras.

[4-5] Pequeño molusco gasterópodo de hasta 5 mm de longitud y 3 mm de ancho. La concha es esbelta, con 7-8 espiras convexas, algunas de las cuales pueden presentar relieves longitudinales («costillas»), o ser lisas. Tiene gran variabilidad morfológica y de coloración (crema a pardo), aunque presenta siempre unas características manchas pardas en forma de coma, una de ellas más oscura en la primera espira adyacente al labio de la apertura, este último tintado de intenso color lila.

Es un gasterópodo que prefiere las aguas salobres no agitadas: su presencia es masiva en los fangos del intermareal del estuario externo, sobre todo en las ensenadas y en relación con las praderas de Zostera y con lechugas de mar (Ulva). En las arenas fangosas de estos medios se han contabilizado

Vive en rocas del litoral, hasta 15 m de profundidad, sobre todo en relación con algunas algas como Bifurcaria bifurcata y pequeñas algas rojas. También en ensenadas, charcas de marea, bajo piedras y en hendiduras de las rocas. Deambulan por ellas alimentándose de algas y detritos. Es un

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molusco muy gregario: se han llegado a estimar densidades de 200 000 ejemplares por metro cuadrado en algunos enclaves. Sus restos se reconocen en las arenas de las playas y en las riberas de las ensenadas del estuario, donde se acumulan por miles junto con las conchas de otros pequeños moluscos.

Bittium reticulatum [5-6] Molusco gasterópodo, de hasta 1-1,5 cm. La con-

cha es alargada, estrecha y puntiaguda, formando una espiral de 12 a 15 vueltas poco convexas. Tiene relieves longitudinales (axiales) y otros transversales (4 carenas por vuelta) que los intersectan: allí donde se entrecruzan forman pequeños tubérculos, que se disponen en hileras y retículas que dan lugar al epíteto científico específico del animal (reticulatum). La abertura es acampanada, angulosa u ovalada. El color es pardo, de claro a más oscuro.

Vive en arenas fangosas del intermareal, con frecuencia en las praderas de Zostera, y en el limo entre rocas poco expuestas, así como en fondos someros bajo rocas y con ciertas algas como las clorofíceas del género Cladophora. Son moluscos gregarios y bastante sedentarios. Para alimentarse crean corrientes de agua con unos cilios y filtran las partículas orgánicas en ella disueltas. Como sus poblaciones son muy numerosas, sus conchas aparecen en grandes cantidades desmenuzadas en la arena de las playas o, más conservadas, en las riberas de las ensenadas del estuario externo, junto a Hydrobia ulvae y Rissoa parva [5].

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Navaja rugosa, aguillolo, longueirón vello (Solen marginatus) [8-11] Molusco bivalvo caracterizado por su concha

rectangular, estrecha y alargada (hasta 15 cm). Los márgenes laterales son rectos y paralelos entre sí. Las dos valvas, parecidas entre sí, se separan y abren en los extremos superior (cefálico) e inferior (en relación con el pie musculoso). El margen inferior de cada una de ellas tiene una marcada escotadura adyacente [9], característica de la especie y que ayuda a diferenciarla de Ensis siliqua. El color es blanco amarillento con estrías de crecimiento rectangulares, de tono parduzco claro, que son axiales (verticales) en la parte inferior de la concha (pie) y horizontales en la parte superior (cefálica), hasta el borde de la valva; la transición entre ambas crea una diagonal y separa dos triángulos isósceles. Con frecuencia la superficie está pigmentada de negro por otros organismos que se fijan a ella.

I. Invertebrados

de la galería, lo que permite al pie volver a elongarse. Con movimientos inversos sube por su tubo. Para alimentarse y respirar ascienden por la galería y asoman al exterior unos sifones cortos y fusionados, que bombean al interior del molusco agua con oxígeno, fitoplancton y detritos de los que se alimentan. Si la navaja percibe algún peligro o molestia desaparece de inmediato en su madriguera gracias a la tracción de su potente pie y a un fuerte chorro de agua emitido por los sifones, que además puede desconcertar al agresor. Estos bivalvos no acostumbran a abandonar sus tubos, pero si lo hacen se entierran en otro

Esta navaja vive en los fondos arenosos con algo de limo del intermareal inferior y sublitoral somero. Prefieren zonas con arena fina y escasean en zonas fangosas. Todo ello las hace coincidir en el mismo hábitat que las praderas de Zostera marina. La densidad media de estos bivalvos en los bancos arenosos del Eo es de 1,5 ejemplares por metro cuadrado. El longueirón excava madrigueras profundas (medio metro o más), verticales y de forma tubular, gracias a un potente pie muscular. Se mueven de arriba abajo en estas chimeneas rectas apoyándose alternativamente en los cuerpos cavernosos dilatables de su pie. Al enterrarse, el pie se elonga hacia abajo, y finalmente se ensancha, anclándose así a la arena. Entonces los músculos del pie se contraen y traccionan del molusco, a la vez que este cierra sus valvas. Finalmente la navaja abre de nuevo sus valvas, que quedan apoyadas y afianzadas contra las paredes

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pie musculoso

músculo abductor

corazón y sistema digestivo

branquias

poro cefálico

gónada

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lugar con sorprendente rapidez. Además pueden nadar, coordinando oscilaciones en sus valvas y contracciones del pie, de forma que bombean agua fuera de la concha y se desplazan «a chorro». Los mariscadores saben reconocer bien los orificios de sus galerías. Para extraerlas se recurre a diversas técnicas. Una consiste en estimular a la navaja a asomar al exterior, introduciendo un poco de sal y agua por el agujero. Esto le crea un estrés salino que le hace salir a intentar regularizar la salinidad, o bien confunde la situación con un regreso de la marea ascendente. No obstante, el engaño dura poco tiempo y pronto desaparece de nuevo en su galería. La otra técnica consiste en introducir una fisga o varilla a modo de arpón a lo largo de la madriguera, que ensarta a la navaja al penetrar por la apertura existente entre sus dos valvas y salir por la opuesta. El equipo del Centro de Experimentación Pesquera de Castropol ha investigado algunos aspectos de la biología de este molusco. Uno de sus hallazgos es que en medios no demasiado ricos en fitoplancton, el longueirón invierte esa disponibilidad de alimento en hacer crecer sus órganos y aumentar en anchura, más que en longitud, como sí hace en ambientes más ricos. Por ello las navajas del Eo son algo más cortas y carnosas que las de estuarios con más alimento para ellas como el de Villaviciosa. Además, la disponibilidad de recursos alimenticios (fitoplancton) tiene cierta estacionalidad en el estuario, siendo mayor en el caso del Eo en primavera e inicios de verano: esa más abundante oferta de alimento permite a la navaja acelerar el desarrollo de sus gónadas y la producción de gametos, que se liberan poco después, principalmente en julio y agosto.

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Gari fervensis [10] Molusco bivalvo, de concha fina y alargada. Q Mide hasta 5 cm y su color va de blanco a amarillo o rojizo, a veces cubierta de una epidermis verdosa (periostracum). El interior es sonrosado o púrpura, 10 haciéndose más blanco hacia la periferia. En la superficie de distinguen los anillos de crecimiento concéntricos. Su extremo posterior se presenta Se entierra a relativa profundidad en las gravas truncado y recto, coincidiendo con un prominente y arenas relativamente limpias del intermareal medio relieve o caballón que va desde el umbo al inicio de e inferior y en el sublitoral próximo. Asoma los sifoese borde y que delimita una cara triangular en la nes al exterior para respirar y alimentarse como las zona posterior de la concha. almejas y navajas.


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Almeja fina (Ruditapes decussatus [= Tapes decussatus= Venerupis decussata]) [11-13] Molusco bivalvo grande (hasta 7,5 cm), de

concha ampliamente ovalada y sólida, con uno de sus extremos más redondeado que el otro y el ápice o umbo vuelto hacia dentro. El color es blanco amarillento, con manchas parduzcas. Tiene multitud de finas estrías radiales [12], cruzadas por estrías de crecimiento concéntricas algo menos marcadas que las anteriores, que llegan a constituir una fina retícula (decussatus), sobre todo en el extremo posterior. Por dentro la concha es blanca o ligeramente anaranjada, y se distingue una marca alargada en «U» que llega hasta el centro de la valva (se corresponde con la cavidad paleal en la que se encuentran las branquias y a la que llegan los conductos excretores y gonadales del molusco). La valva derecha tiene dos dientes bífidos en el umbo, con los que articula con la valva izquierda, que sólo tiene uno. La almeja fina vive enterrada a poca profundidad (máximo 15-30 cm) en los fondos de arena o grava limpia o con algo de fango de la parte baja del intermareal, y en fondos someros, a pocos metros. Prefieren ambientes enclaves resguardados, poco expuestos al oleaje, por lo que abundan especialmente en el interior del estuario y sus ensenadas. Tiene un pie musculoso grande que le permite enterrarse [13a], y dos sifones separados [13b] que asoman al exterior y le permiten aspirar y expulsar agua para respirar su oxígeno disuelto y filtrar el fitoplancton y las partículas alimenticias. En bajamar se pueden reconocer en la superficie de la arena fangosa las parejas de poros por los que el molusco asoma los sifones en pleamar, lo que delata su presencia a los mariscadores (la talla mínima para su recolección es de 40 mm). También algunas especies de aves costeras las capturan.

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b

a R. decussatus: cría vista al microscopio

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Almeja babosa (Venerupis senegalensis = Venerupis pullastra) [14-16] Molusco bivalvo de hasta 5 cm de longitud. Su concha es ovalada, pero con bordes algo Q más rectos y alargados, que llegan a hecerla algo trapezoidal (sobre todo en la parte posterior, más angular). Sus estrías concéntricas [16] de crecimiento están bien marcadas, y destacan más que las finas costillas radiales que las cruzan (en la almeja fina suele ser al revés), sin llegar a formar

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cuadrículas como en Ruditapes decussatus. El color es variable, desde gris negruzco o pardo anaranjado hasta blanco crema, con marcas más oscuras. El interior de la valva es blanca, con uno de sus bordes (posterior) pigmentado de color púrpura oscuro. La marca alargada dejada por el seno paleal sobrepasa el centro de la valva. Esta almeja vive en fondos del litoral poco expuestos al oleaje, estuarios y ensenadas, donde se entierra en los bancos de arena o grava, con o sin fango, desde el límite de las bajamares medias hasta los 35-40 metros de profundidad, e incluso más. La razón por la que se encuentra a mayor profundidad que la almeja fina se debe a sus dos sifones, que son más cortos y están unidos hasta el extremo, en el que se separan. Por ello no consigue enterrarse tanto como otras almejas, y soporta menos la exposición en la bajamar. Además tolera peor que la almeja fina los cambios en la temperatura y salinidad del agua, lo que puede traer consigo importantes mortandades en caso de avenidas del río o lluvias intensas prolongadas en el tiempo. Su tamaño, calidad y valor comercial son ligeramente inferiores a la almeja fina. Al abrir el ejemplar vivo desprende mucha baba, lo que da lugar a su nombre. La talla mínima para su recolección es de 38 mm.

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Almeja vieja, pie de burro, verigüeto, escupiña grabada (Venus verrucosa) [17] Molusco bivalvo de concha gruesa y ovalada o

casi circular, con un tamaño que llega a ser próximo a los 6 cm. Destacan sus 20 o más estrías concéntricas, toscas y gruesas, a veces con aspecto verrucoso en los extremos. Color exterior de blanco amarillento a grisáceo o pardo claro, e interior blanco, con una marca del seno paleal pequeña y triangular. El borde es algo dentado. Se entierra en los fondos de arenas toscas y gravas cenagosas gracias a su pie musculoso. Dispone de dos largos sifones respiratorios que asoma al exterior para respirar y alimentarse sobre todo de fitoplancton. Vive entre el límite inferior del intermareal y llega hasta fondos a 100 metros de profundidad. 17


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Berberecho común, verdigón, carneirolo, morgueirolo (Cerastoderma edule) [18-19] Molusco bivalvo de concha algo ovalada y

abombada, de color blanquecino sucio a pardo grisáceo, que llega hasta 5 cm de tamaño. Es gruesa y la surcan 24 (22 a 28) costillas marcadas, que en la blanca cara interna de la concha también son reconocibles, a modo de surcos que se van desvaneciendo al acercarse al centro. Examinándolas de cerca en la cara externa, se aprecia que son aplanadas, un tanto escamosas y ásperas al tacto, cruzadas por anillos de crecimiento concéntricos más oscuros. Al llegar al extremo de la valva, las costillas crean un borde mellado en la misma. Los ápices o umbos (partes más antiguas de la concha) recurvan bastante hacia dentro, lo que unido a la convexidad de las valvas hacen que, examinado de perfil un ejemplar completo, tenga forma de corazón [19]. Vive en los fondos marinos, pero es especialmente abundante en los de arena con o sin fango de la franja intermareal y en el infraestero de las ensenadas del estuario, pues se adapta y tolera aguas poco salobres (aunque su tamaño se reduce algo respecto a los de aguas más saladas). Allí viven enterrados oblicuamente en el fondo, hasta el borde posterior de la concha, desde el que asoman al exterior sus cortos sifones respiratorios con los que también capturan y filtran partículas nutritivas en suspensión. Tiene un

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gran pie anaranjado con forma de dedo, que mantiene doblado dentro de la concha cuando está cerrada. Con él, el berberecho excava la arena fangosa para enterrase, y además le permite dar sorprendentes saltos hasta de medio metro al estirarlo súbitamente después de haberlo curvado sobre un apoyo. La reproducción se efectúa entre febrero y julio, resultando densidades que pueden ser muy notables en las ensenadas de estuarios abrigados y ricos en nutrientes. En algunos lugares de Europa se han contabilizado 10 000 ejemplares por metro cuadrado (es decir, uno por centímetro cuadrado, sin espacio para más). En el estuario del Eo su número y densidad se han reducido notablemente. Los berberechos son recolectados por los mariscadores y capturados por algunas aves. También se usan como cebo de pesca, y sus conchas vacías pueden usarse como «camas» de asiento para captar crías en los cultivos de ostras.


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Ostra común, ostra blanca (Ostrea edulis) [20] Molusco de buen tamaño (hasta 10 cm), con una concha constituida por dos valvas gruesas y ovalado-redondeadas, en cuya superficie irregular se distinguen toscas láminas de crecimiento, foliáceas, concéntricas (a veces faltan o están borradas por la fijación de otros organismos) y cruzadas por estrías radiales. Son diferentes de unos individuos a otros, y en un mismo ejemplar las valvas son diferentes entre sí, a consecuencia de su adaptación al sustrato: la inferior (izquierda) es plana y se fija fuertemente a las rocas o al sustrato, mientras que la superior (derecha) es convexa, apoyándose en la anterior a modo de tapa. El color es grisáceo con zonas violáceas, aunque las algas incrustantes y organismos que se fijan a su superficie pueden enmascararlo. Por dentro es blanca nacarada.

En estado de larva madura segrega una sustancia cementante que la fija para siempre a un sustrato,

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quedando el pie atrofiado. Vive habitualmente sobre rocas o superficies ásperas, desde la parte inferior del intermareal hasta los 50-80 metros de profundidad, sin rehuir las zonas batidas por el oleaje. No soporta grandes variaciones de salinidad ni la turbidez de las aguas. Son importantes filtradores del agua (incluso 5 litros por hora), creando corrientes con unos cilios que succionan el agua y les permite atrapar el fitoplancton en su mucosidad, que luego digieren. Puede formar perlas a partir de partículas que quedan en el seno del bivalvo y que son recubiertas por nácar. La reproducción acontece entre mayo y agosto, cuando no son comestibles. La ostra común era una especie antiguamente abundante, pero su elevada cotización y exceso de recolección llegó a extinguir o menguar mucho sus poblaciones, de forma que quedan ya muy pocos bancos de ostras naturales. En el estuario del Eo aún se encuentran ejemplares en las rocas de la bajamar, pero por su escasez debe evitarse su recogida.

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Ostras del Eo La ostra japonesa Crassostrea gigas fue importada a principios del siglo xx a Portugal desde Japón para su cultivo comercial, dado su rápido crecimiento (hasta 7 cm en el primer año). Desde allí no tardó en ser empleada en toda Europa con fines similares. En el lado asturiano del estuario existe un importante cultivo de ostra japonesa [22]. Comenzó en 1972-1973, pero en 1977 un parásito hizo fracasar ese primer intento y se volvió a intentar, ya con éxito, en 1986. El proceso de su cultivo se inicia a partir de unas crías del molusco («semillas») importadas de Galicia y Francia, de pocos centímetros, con una edad de entre dos y cuatro meses, que se colocan en sacos («pochones») sobre parrillas metálicas situadas en la zona intermareal de la ría (ensenada de la Linera y cercanías de Castropol).

Allí van alimentándose del plancton, y en unos dos años ya suelen adquirir su tamaño y peso comercial (más de 60 g, preferiblemente de 80 a 100 g). Antes de su distribución para la venta, las ostras deben ser sometidas a una depuración, pues como organismos filtradores que son, acumulan en su cuerpo las bacterias presentes en las aguas de la ría y las van digiriendo y expulsando. Para garantizar la salubridad de las ostras, se ha construido una depuradora en Castropol. Allí son llevadas las ostras recolectadas y permanecen unas 72 horas en sus piscinas, que reciben agua filtrada y aseptizada con rayos ultravioleta. En ese tiempo, el molusco vacía totalmente su glándula digestiva y elimina las bacterias que portaba, quedando listo para el consumo humano, con una tarjeta de salubridad donde figuran las fechas de depuración y caducidad. Por

ello no deben consumirse ostras sin esa garantía sanitaria, pues existe riesgo de graves diarreas. El 80% de la producción en la ría del Eo (superior a las 330 toneladas al año en 2006 y con mayores perspectivas para el futuro) es exportada a Francia. El 20% restante se distribuye principalmente por Madrid, Galicia y Cataluña. Por fortuna, parece que por el momento esta especie alóctona no consigue reproducirse y colonizar por sus medios los roquedos del estuario, lo que interferiría con las especies de bivalvos autóctonas.


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Ostra japonesa, ostra rizada, ostra portuguesa, ostión (Crassostrea gigas)

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fibrosos córneos que permiten al molusco cierta movilidad. Una vez cerrado, su forma en huso resulta suficientemente hidrodinámica para enfrentarse al embate del oleaje, si no es extremo. Puede cambiar de lugar rompiendo gradualmente los filamentos que lo sujetan mediante su pie. Son tolerantes a cambios moderados de salinidad, por lo que también se encuentran en el interior del estuario. En el momento de la reproducción la hembra libera de 5 a 12 millones de huevos. Se alimenta por filtración: a temperaturas de 18 °C un mejillón de unos 5 cm llega a filtrar 5 litros de agua por hora, reduciéndose esa actividad si también lo hace la temperatura. Es un molusco comestible, pero puede acumular por filtración bacterias presentes en las aguas contaminadas, capaces de producir fuertes diarreas. Por ello debe ser recolectado en zonas de aguas batidas y limpias o, mejor aún, en zonas de cultivos controlados.

[21-22] Gran molusco bivalvo (hasta 30 cm), de conchas alargadas algo ovoideas, gruesas y rugosas. En la superficie presentan toscas láminas foliáceas concéntricas, de tacto áspero y cruzadas por 6-7 fuertes costillas radiales que al llegar al margen de la concha marcan un borde festoneado u ondulado en la misma. Las valvas son desiguales: la interior es más convexa y larga que la superior (más plana). Color blanco parduzco e interior blanco nacarado, con una mancha púrpura en la zona de inserción del músculo aductor.

Se fija a rocas de la zona inferior del intermareal y en infralitoral somero, hasta 80 metros de profundidad, aunque prefiere aguas calmadas o resguardadas del oleaje. Resiste mejor que la ostra común las variaciones de salinidad y turbidez. Se reproduce entre junio y septiembre. Como la ostra común, es un bivalvo filtrador, pero a diferencia de aquel no se trata de una especie autóctona de nuestro litoral, pues es originaria del sudeste asiático y Japón.

Mejillón atlántico (Mytilus edulis) [23] Molusco bivalvo de concha alargada (hasta

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10 cm), entre ovalada y triangular debido al ápice o umbo puntiagudo. El extremo posterior es redondeado. Las valvas tienen anillos de crecimiento concéntricos, con un color negro, azulado y/o acastañado. Suelen fijarse a ellos briozoos, gusanos tubícolas y bellotas de mar. Por dentro la concha es de color blanco azulado, de aspecto nacarado y periferia oscura. El mejillón rubio (Mytilus galloprovincialis) es parecido y se hibrida con frecuencia. Su tamaño es menor (6 cm) y las valvas más anchas que en el caso del mejillón atlántico, mostrando el borde de la cara interna purpúreo. Los mejillones se fijan en las rocas y cualquier sustrato duro del intermareal medio y en fondos poco profundos (menos de 10 metros), donde tienden a agruparse en colonias. La unión al sustrato (y entre ellos) la efectúan segregando un líquido viscoso (glándula del biso) que solidifica en contacto con el agua en forma de resistentes haces

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Lapa vulgar, llámpara (Patella vulgata) [24] Molusco gasterópodo de concha cónica (hasta 5 cm), gruesa, con el ápice romo (por erosión) y cerrado situado cerca del centro. En los ejemplares que viven en la zona alta del intermareal, la conicidad es más acusada y alta que en los que ocupan niveles inferiores del intermareal o en los individuos jóvenes. Desde el ápice parten toscos relieves radiales o costillas, entrecruzados por líneas de crecimiento. El exterior es grisáceo o azul verdoso, y suele tener bellotas de mar. La diferenciación exacta con otras especies de lapa requiere desprender al animal de su sustrato y examinar sus tentáculos e interior de la concha: en este caso, el pie es amarillo anaranjado, con un tinte verdoso o gris, y los tentáculos son también grises o traslúcidos. El interior de la concha es amarillento sucio.

Es uno de los animales mejor adaptados a la vida en el intermareal. Con el borde de su cuerpo araña la roca y prepara un lecho al que adhiere con una mucosidad pegajosa y sella su pie musculoso con una fuerza extraordinaria, como bien saben los mariscadores. La fuerza de adhesión (3,7 kg/ cm2),

es más del doble de la que ejercen las olas sobre el acantilado, lo que impide su arranque. Además, la forma cónica aplanada llega a ser una continuidad de la roca basal, de forma que apenas ofrece resistencia al ímpetu del agua (de hecho, las que viven en enclaves no tan batidos aumentan la conicidad de su concha). Y además, el perfecto sellado al sustrato le reporta unas ventajas adicionales, que son la posibilidad de resistir la exposición a la intemperie, la sequedad y los depredadores. Cuando la lapa joven se fija a un lugar de la roca ya no lo abandonará: la concha crece adaptándose a su contorno y a su desgaste, de forma que el ensamblaje resulta perfecto. En la pleamar abandona su lecho y se desplaza lentamente por las cercanías ramoneando la película de brotes de algas rojas, pardas y verdes, que intentan fijarse a la roca, limitando así la cobertura total en la misma por Fucus, Ulva y otras especies. Después regresa de nuevo a su oquedad para afrontar la exposición en bajamar. Pese a su preparación a resistir el oleaje marino, también tolera aguas poco salobres, por lo que puede encontrarse asimismo en las rocas y pedreros del interior del estuario. En nuestra región, las lapas han sido recolectadas y consumidas desde épocas prehistóricas.


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Quitón gris (Lepidochitona cinerea) [25] Primitivo molusco con aspecto que recuerda

a una pequeña cochinilla de la humedad. Su concha ovalada está formada por 8 placas móviles (molusco poliplacóforo), imbricadas y articuladas entre sí, rodeadas por un cinturón periférico de manto que sobresale (perinoto), protegido de pequeñas escamas. Mide menos de 2 cm, y su color es variable, de gris oliváceo a otras tonalidades más vivas (amarillento, anaranjado, azulado…), salpicadas de manchas más oscuras. La zona central de las valvas tienen una quilla picuda que sobresale del contorno de la placa. Viven en el intermareal y sublitoral somero, entrando también en los pedreros y base de los acantilados interiores del estuario del Eo. Rehúyen la luz, por lo que suelen encontrase ocultos en grietas, en la base de las piedras y en el interior de conchas vacías de bivalvos. Gracias a la disposición de sus 16-19 pares de branquias resiste la bajamar en esos lugares, aprovechando la humedad allí presente que no llega a evaporarse. Su ancha suela fija con firmeza el animal al sustrato, y su concha aplanada apenas ofrece resistencia al oleaje. Son ramoneadores, y se alimentan de algas incrustantes o filamentosas y sus brotes jóvenes, así como de pequeños animales sésiles como los briozoos.

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Peonza plana (Gibbula umbilicalis) [26-27] Molusco gasterópodo de concha cónica

roma, poco elevada (hasta 15 mm de alto y algo más en anchura). El color basal es verdoso apagado o crema, y sobre él aparecen doce o más rayas anchas de color rojo purpúreo que van desde el ápice a la base, con trayectos oblicuos sinuosos o desdibujados a veces.

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Vive en el intermareal y sublitoral somero de costas poco expuestas a fuertes oleajes. Como además tolera salinidades bajas, se adentra en las rocas y acantilados del estuario. Cerrando su opérculo córneo [27] resiste bien la exposición al aire, por lo que puede encontrarse en zonas medias/altas del intermareal. Para alimentarse ramonea pequeñas algas y detritos vegetales. La reproducción ocurre en los meses estivales. 27


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Bígaro común (Littorina littorea) [28] Molusco gasterópodo de concha cónica gruesa, Q

cuya altura llega a los 3 cm. El extremo es puntiagudo, y las dos vueltas de espira más basales son grandes, con relieves y surcos más marcados en los individuos jóvenes y más borrados (lisa) en adultos. Las uniones entre las espiras están poco marcadas. La columela o columna central de la concha es blanca, y el color general gris parduzco, con líneas concéntricas parduzcas que se aclaran hacia el ápice.

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Se encuentra sobre rocas y algas en el intermareal medio/bajo y en el sublitoral somero, sobre todo si es una costa moderadamente abrigada. El cierre de sus opérculos córneos les permiten resistir la intemperie varios días si las olas lo lanzan a tierra. Durante la pleamar se alimenta de algas, especialmente de fragmentos de las mismas que comienzan a descomponerse, y ocasionalmente de bellotas de mar. En primavera, la hembra pone cápsulas de huevos gelatinosas y flotantes, conteniendo de 1 a 3 huevos. La puesta de una hembra llega a los 5000 huevos. Dentro de las distintas especies de bígaros, Littorina littorea es el más grande y de mejor sabor, consumido ya en épocas prehistóricas: por entonces (hace 20 000 años), la temperatura media era menor y las poblaciones de bígaros eran más abundantes y de mayor tamaño que en la actualidad.

Las bellotas de mar se fijan mediante un cemento a las rocas de la parte superior del intermareal, ascendiendo algo más Ch. montagui que S. balanoides. Están presentes incluso en zonas donde sólo llegan las salpicaduras de las olas, sin quedar en esos casos sumergidos y donde sobreviven con apenas unas gotas de agua o espuma marina. Para alimentarse abren sus placas operculares y sacan sus cirros (apéndices torácicos sedosos), en los que quedan atrapadas las partículas alimenticias (zooplancton y detritus) presentes en esas aguas allí salpicadas. Al retirarse la marea y quedar expuestos de nuevo al aire y sol, cierran sus opérculos para así retener humedad y una pequeña burbuja de aire, y si necesitan más oxígeno dejan una pequeña entrada de aire. Los que viven en la zona media del intermareal disfrutan de más tiempo sumergidos, pero en costas muy batidas

Bellotas de mar (Chthamalus montagui y Semibalanus balanoides) [29] Crustáceos cirrípedos troncocónicos de pe- Q queño tamaño (habitualmente 6 mm, aunque pueden llegar a 10 mm), contorno irregular y color blanco. Su concha consta de 6 placas dispuestas en círculo, soldadas entre sí y con toscos relieves marcados. La abertura que dejan por arriba tiene forma romboidal, de cometa, y la cierran 4 pequeñas placas operculares: las dos más pequeñas (tergos) miden menos de la mitad que las otras dos (escudos). Semibalanus balanoides es muy parecida a Ch. montagui pero la unión entre tergos y escudos dibuja un escalón o peldaño en la primera y sólo una ondulación en la segunda. Usando una lupa, también ayuda en la diferenciación fijarse en el color del repliegue que asoma en la unión entre escudos y torgas, que es azul en Ch. montagui y blanco parduzco en Semibalanus balanoides.

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por las olas evitan ese embate ascendiendo acantilado arriba. También aparecen en las rocas del interior del estuario, sobre todo S. balanoides. Tienden a agruparse en colonias con gran número de individuos, y además de las rocas se fijan a todo tipo de objetos: rompeolas, postes, columnas, pilones, boyas, cascos de embarcaciones, conchas de moluscos, caparazones de crustáceos, tortugas e incluso al cuerpo de las ballenas. En el caso de los barcos, su presencia masiva hace que aumente su resistencia al avance del casco y deterioran la pintura, siendo necesario rascarlo y repintarlo periódicamente.

 Crustáceos Pulga de mar común, pulga de playa (Talitrus saltator) [30] Crustáceo anfípodo de cuerpo comprimido lateralmente y tamaño habitualmente hasta 15 mm (a veces algo más). Tiene 7 pares de patas (anfípodo

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viene del griego: anfi = ambos, podos = pies): los 4 más anteriores los emplea para caminar y corretear, y con los 3 posteriores efectúa saltos de hasta 30 cm. La cabeza es corta, con dos pares de antenas, el segundo de ellos notablemente más largo que el primero. El color va de amarillento o anaranjado a gris parduzco, con una mayor pigmentación dorsal. La pulga de mar es muy abundante bajo las arribazones de materia vegetal que las pleamares dejan en las playas y vegetación marismeña. Basta remover esos restos acumulados en la orilla para verlas saltando por cientos. Tolera bien tanto las aguas marinas como las escasamente salobres. También vive en las playas, en el límite de la pleamar. Para evitar la deshidratación rehuye la luz. En la zona intermareal alta, o cuando las arribazones se secan, se entierra en galerías de varios cm que excava en la arena húmeda: durante la pleamar permanece en ellas, y en las bajamares nocturnas corretea y salta por la playa en busca de alimento. Es detritívoro, aprovechando cualquier tipo de materia orgánica en descomposición, lo que ayuda a la reincorporación de nutrientes a las cadenas tróficas del litoral. Entre sus principales depredadores se encuentran los mugiles.

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Saltón (Chaetogammarus marinus) [31] Crustáceo anfípodo de color verdoso y ta- Q

maño hasta 25 mm. Tiene el cuerpo comprimido lateralmente, y en la cabeza unos ojos con forma de riñón o haba, y dos pares de antenas largas y de tamaños próximos.

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Vive en la zona intermareal superior del estuario, en orillas de gravas y arenas gruesas, bajo piedras y depósitos vegetales de arribazones. Al igual que la pulga de mar, es detritívoro.

Cangrejo de mar común, cámbaro (Carcinus maenas) [32] Crustáceo decápodo (deca = diez, podos = pies),

de color verde oliváceo a rojo o pardo, con dibujos moteados muy variables (sobre todo en juveniles). La parte ventral es verde amarillenta. Su caparazón es algo hexagonal o trapezoidal, más ancho (4-7 cm) que largo (5,5-6 cm), y presenta 5 dientes anterolaterales a cada lado del borde anterior, por detrás de cada ojo, y otros 3 más interpuestos entre los ojos y

más redondeados. El quinto par de patas es el más corto, con el artejo terminal aplanado y puntiagudo. Tiene fuertes pinzas o quelas. Es el cangrejo más abundante en el estuario, pues tolera bien las aguas poco salobres, incluso las contaminadas de puertos y muelles. Vive en la zona intermareal y en las charcas de bajamar, el infraestero de las marismas y ensenadas laterales, así como en el sublitoral a escasa profundidad. Frecuenta los ambientes

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de arena y fango, también las rocas. Es habitual verlo corriendo de lado por las ensenadas cenagosas durante la bajamar, más aún de noche, en busca de moluscos, crustáceos, gusanos, pequeños peces, larvas y carroña. En caso de amenaza adopta una actitud defensiva, alzando sus pinzas o quelas hacia el agresor [32a], también cuando se pelean entre ellos. Excava madrigueras en el fango, sobre todo en los taludes que marcan la transición entre el infraestero y los juncales del supraestero. También se entierra en la arena o fango en caso de peligro o si comienza a desecarse el sustrato en bajamar. En invierno la hembra acumula hasta 185 000 huevos durante varios meses, hasta la eclosión de las larvas, que se incorporan al plancton. Además del hombre, distintas aves y peces lo capturan. En las riberas del estuario y en los arribazones depositados en las marismas, es frecuente encontrar sus caparazones.

Cangrejo corredor, sapa, mulata (Pachygrapsus marmoratus) [33] Crustáceo decápodo (deca = diez, podos = pies),

con un caparazón casi cuadrado de hasta 4 cm. El color va de gris verdoso a rojizo oscuro, moteado o

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rayado, y patas de tonos similares. El rostro (entre los ojos) es amplio, con el borde frontal recto o ligeramente curvo. Tras cada ojo, el borde del caparazón tiene un par de dientes. Las pinzas o quelas están bien desarrolladas, y las patas son largas y vellosas. Es el cangrejo más fácil de ver en los pedreros del intermareal y en la base de los acantilados, donde resulta muy frecuente. También abunda en las escolleras y muelles portuarios. Si mantiene las branquias húmedas, resiste mucho tiempo fuera del agua (incluso 5 días), por lo que asciende bastante por el acantilado, correteando y trepando con agilidad por las rocas. Prefiere la zona de barrido o salpicaduras, en zonas con abundancia de mejillones. Es asustadizo, y al divisar algún peligro se esconde con rapidez en hendiduras y oquedades inexpugnables. Será casi imposible sacarlo de allí, pues se aferra con fuerza y deja perder sus patas al tirar de ellas, que regenera en la siguiente muda. Camina oblicuamente respecto al eje de su cuerpo, con las pinzas alzadas por encima del mismo. Se alimenta de algas, que trocea como «con cuchillo y tenedor», de invertebrados (gusanos, moluscos…) que sean fáciles de atacar y de animales muertos.

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II. Vertebrados  Peces Múgil, muil, muxil, lisa, muble, corcón (Chelon labrosus) [34] Pez alargado y corpulento, con forma que desde

arriba recuerda algo a un torpedo. Mide hasta 70 cm de longitud y su peso va de 2 a cerca de 4 kg. El dorso es gris azulado oscuro (a veces verdoso oscuro); los flancos van aclarándose gradualmente, dibujando 7 u 8 estrías longitudinales de tonalidad gris oscura. La región ventral es plateada. En la cabeza destaca su labio superior, grueso y alto, con papilas verrugosas en su cara inferior. Pese a ello, la boca es pequeña, y no alcanza el nivel del borde anterior del ojo. El labio y mandíbula inferior carecen de escamas.

de algas verdes filamentosas. Lo que ingiere y aspira es filtrado por sus espinas branquiales para retener las partículas de alimento. Se alimenta de día y de noche. La reproducción ocurre entre noviembre y abril, liberando las hembras cerca de 2 millones de huevos. La lisa es una de las especies de «muiles» que se adentran en rías y puertos, quizá el más abundante. Desde el muelle de cualquier puerto cantábrico son fáciles de ver sus grupos, nadando pausadamente cerca de la superficie y asomando su boca fuera de la misma. Hace entonces un característico boqueo con el que aspira el agua superficial rica en plancton. No es una especie apreciada para su consumo, en parte por la frecuencia con la que se le ve en la desembocadura de alcantarillas y aguas residuales, pero en otras zonas sí es de interés comercial.

Se alimenta de partículas orgánicas y detritos presentes en el fango, diatomeas y pequeñas algas e invertebrados. También ramonea tapices subacuáticos

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Otras especies de «muil» que se pueden ver en aguas salobres y puertos son el pardete (Mugil cephalus) —su boca es mayor y llega al borde anterior de la órbita, el labio superior es fino, y además el ojo tiene una gruesa aleta adiposa que llega a la pupila— y el galupe (Liza aurata) —con una mancha dorada sobre el opérculo, sin aletas adiposas en los párpados y con los labios estrechos, sin papilas.

Lamprea marina (Petromyzon marinus) [35-37] Pez alargado y primitivo carente de mandí-

bulas (agnato); en su lugar posee una boca circular en forma de ventosa en cuyo interior hay filas concéntricas de dentículos córneos [36]. La piel carece de escamas y el color es grisáceo o verde amarillento, moteado con pintas oscuras. El esqueleto es cartilaginoso y el cuerpo alargado, recordando a una anguila gruesa de hasta 70 cm de longitud. Tiene dos aletas dorsales en la zona posterior y una pequeña aleta caudal. Tras los ojos se distinguen siete hendiduras branquiales a cada lado de la cabeza, conocidas por los ribereños como «flautas».

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Es una especie que desarrolla parte de su ciclo vital en el río y otra en el mar. En el Eo vive en las zonas bajas del río, aguas abajo de la presa de Pe de Viña, y durante su migración también transita por el estuario. El ciclo vital de la lamprea es interesante: sus larvas nacen enterradas en zonas tranquilas del lecho del río, sin ojos y sin disco oral. Se alimentan filtrando algas y materia orgánica. Cuando tienen entre 2 y 6 años, durante los meses de verano sufren una metamorfosis, desarrollando el disco oral, los ojos, las branquias, etc. En las noches del siguiente otoño siguen la corriente del río hasta el mar. Durante la metamorfosis y el descenso del río no se alimentan, pero al llegar al mar se fijan al cuerpo de un pez con su ventosa oral. Sus afilados dentículos córneos van raspando la piel y tejidos de su hospedador, succionando los tejidos roídos, la sangre y los fluidos rezumantes. En la proximidad del disco oral la lamprea posee además unas glándulas que segregan un líquido anticoagulante. El pez atacado no suele sobrevivir más de una semana (a veces tan sólo unas horas). Durante año y medio, la lamprea continúa parasitando peces de esta forma: la nutritiva dieta que así consigue le permite crecer rápidamente.

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branquial de la hembra. Con los cuerpos paralelos, el macho gira su parte posterior, acercando la región cloacal a la de su pareja y depositando esperma en la cloaca de la hembra con su pene. Poco después ésta última comenzará la puesta de unos 250.000 huevos, que salen ya fecundados, y ambos progenitores los cubren con arena y grava. Tras el desove, los debilitados adultos mueren. 36

A finales del verano o principios del otoño las lampreas ya sexualmente preparadas comienzan a remontar los ríos durante la noche, escondiéndose bajo las piedras en el día. Si la corriente es fuerte o hay rápidos, hacen movimientos bruscos de serpenteo para vencerlos, descansando después aferradas a una roca con su ventosa. Durante el ascenso del río las lampreas van madurando sexualmente, lo cual se acompaña de algunos cambios morfológicos y fisiológicos: su intestino se atrofia, por lo que deja de alimentarse y pierde peso, aumentando en cambio el de las gónadas. Los ojos degeneran y aparecen opacificados. El macho desarrolla su pene y una cresta dorsal con aspecto de cordón. La hembra forma una pequeña aleta anal junto a su cloaca. Cuando llega el momento de la freza (meses de febrero a junio) y completada su madurez sexual, ya no sólo no rehúyen sino que prefieren la luz. Entonces el macho fija su disco oral a una piedra del fondo, y moviendo vigorosamente su cuerpo, excava una oquedad en el lecho del río (a veces de más de 1 m de diámetro y desplazando piedras de más de 1 kg) mientras la hembra le observa nadando en círculos a su alrededor [37]. A continuación esta última se fija también a una piedra con su ventosa. El macho se suelta de su piedra y se fija a la región

La lamprea es atacada por la nutria, y los ribereños del Eo cuentan que cuando eran más abundantes, se encontraban los restos de estos agnatos depredados, con parte de la cabeza y la cola devoradas por el mustélido. Hoy su pesca está prohibida y ha sido catalogada como «vulnerable» en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas del Principado de Asturias.

Anguila (Anguilla anguilla) [38-39] Pez de cuerpo alargado y serpentiforme,

de hasta 1 metro de longitud (incluso más, pero es raro). Sus escamas son inapreciables, y en cambio está cubierta por una película mucosa que la hace muy escurridiza. En ejemplares jóvenes el dorso es gris parduzco, los flancos y el vientre amarillentos. En ejemplares de más edad, el dorso se va haciendo negruzco y la región ventral plateada. Las aletas dorsal, caudal y anal están unidas entre sí constituyendo una lámina continua y estrecha. Las aletas pectorales son relativamente pequeñas. Así como la lamprea y el salmón nacen y se reproducen en el río, engordando y creciendo en el mar, la anguila invierte esas conductas, naciendo y reproduciéndose en el mar y creciendo en el río. En efecto, las larvas de las anguilas nacen en el Mar de los Sargazos, a más de 4000 km


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de las costas cantábricas y no muy lejos del mar Caribe. Los huevos eclosionan en aguas profundas en los meses de marzo y abril, y las larvas se transforman en los llamados leptocéfalos, de menos de 1 cm y cuerpo aplanado transparente. Su nombre procede de haber sido descritas como una especie de pez (Leptocephalus brevirrostris) en el siglo xix, descubriéndose después que se trataba de larvas de anguila. Los leptocéfalos ascienden a aguas superficiales en julio y agosto, aprovechando las corrientes. Allí se alimentan de plancton y, dejándose llevar por la corriente del Golfo, se aproximan a las costas europeas en un viaje que dura de 2 a 3 años. Ya en el borde del talud continental, el leptocéfalo sufre una metamorfosis; deja de alimentarse, su cuerpo se hace cilíndrico y pierde transparencia, tamaño y peso (hasta un 75%) apareciéndole las aletas. Son las angulas, que al principio aún son algo transparentes, pero que van pigmentándose al ir acercándose a la costa. Su tamaño es ahora de unos 6,5 a 8 cm. Durante el otoño, y más aún en pleno invierno (de diciembre a marzo), las angulas comienzan a entrar en las rías, en las que permanecen un tiempo aclimatándose al agua dulce. Como rehúyen la luz, penetran en los estuarios durante las noches, especialmente en torno a las de luna nueva y aprovechando la pleamar, formando grandes bancos con forma de cordones que emiten cierta luminiscencia.

Es entonces cuando se las pesca con un cedazo. La elevada cotización del kilo de angulas y su prestigio gastronómico es, sin embargo, un fenómeno de los tiempos recientes. Del nulo aprecio que tenían en el pasado da constancia el hecho de que en el siglo xix eran pescadas por las mujeres riosellanas cuando iban a lavar al río para dárselas de comida a sus cerdos. En el Eo, en el pasado la angula se pescaba en noches oscuras de vendaval, utilizando un farol de aceite o carburo para atraerlas, y un cedazo o «esquileiro». Durante las bajamares las angulas se entierran entre el sedimento del fondo. En esta primera semana de vida en la ría, el descenso de salinidad y/o el ascenso de la temperatura del agua estimulan una rápida pigmentación: son las llamadas angulas «negritas» o «duras». Terminada su aclimatación en el estuario y formando grupos muy numerosos continúan ascendiendo «en cordón» río arriba, cerca de las orillas. Ahora comienzan a crecer lentamente, transformándose en las «anguilas amarillas», con tonos pardo-verdosos en el dorso y amarillos en el vientre. Las hembras crecen más rápido que los machos. Estos últimos suelen permanecer en los estuarios y tramos bajos de los ríos durante de 6 a 14 años. Las hembras ascienden río arriba, hasta los 1000 m de altura, y permanecen en el mismo entre


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8 y 18 años, superando su tamaño (hasta 1,5 m) al de los machos (50 cm). Mientras viven en el río carecen de escamas, protegiendo su piel una espesa capa de mucus que la hace especialmente escurridiza ante sus depredadores. Además ese moco se embebe y retiene agua, lo que unido a la disposición y pequeñez de sus branquias —que impiden su deshidratación—, le permite resistir bien la desecación de las charcas durante un tiempo. Incluso puede cambiar de un curso de agua a otro deslizándose como un reptil por prados húmedos por el rocío al amanecer o en noches lluviosas. De esta forma la anguila consigue también remontar saltos y rápidos del río y alcanzar charcas o lagunas apartadas. Es un pez voraz, sobre todo en los meses en los que el río tiene las temperaturas más cálidas, capturando gusanos, crustáceos, moluscos, insectos, larvas, anfibios, huevos de peces (trucha, salmón...), alevines e inclusive algunas aves y micromamíferos. Son especialmente activas de noche y en el crepúsculo, escondiéndose de día bajo piedras, raíces ribereñas o entre el fango. Durante el invierno apenas se alimentan, permaneciendo semialetargadas en esos refugios. Entre sus depredadores figuran las nutrias, garzas, cormoranes, etc. Su sangre y piel son tóxicas, pero convenientemente preparadas son comestibles. En el Eo era tradición pescarlas cuando el río bajaba turbio tras unas fuertes tormentas o aguaceros de verano: se usaban como cebos ovillos de lombrices ensartadas en el sedal («tramuella»).

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Cuando alcanza la madurez sexual, el aspecto de la anguila deja de ser verdeamarillento y se hace más oscuro en el dorso y los flancos, mostrándose el vientre plateado: son las «anguilas plateadas», que se están preparando para su vuelta al mar. Los ojos y fosas olfativas aumentan, pues en el mar viajarán por aguas profundas y oscuras. El tubo digestivo degenera, como ocurría en la lamprea. Por ello la anguila deja de alimentarse y va a recurrir a sus reservas (el 25% de su peso es grasa) para su último viaje, largo y sin retorno. Algunas hembras quedan encerradas en los lagos y no descienden río abajo (alcanzan entonces edades entre 30 y 50 años y pesos cercanos a los 10 kg), pero la mayoría lo hacen. Llegan al mar en septiembre y octubre con pesos que alcanzan los 3.5 kg, y avanzan durante 6-8 meses hacia el Mar de los Sargazos, nadando por aguas profundas en el día y superficiales de noche. Así llegan en la siguiente primavera (o un año después según algunos investigadores) al mar que les vio nacer, donde efectúan en aguas profundas (entre 100 y 500 m) la fecundación y desove de más de 1 millón de huevos por cada hembra (incluso hasta 10 millones). Como también ocurría con la lamprea, los progenitores, delgados y agotados, se abandonan a la corriente y la gravedad, hundiéndose lentamente. Así van muriendo, allí donde nacieron años atrás. La complejidad de su ciclo biológico y lo desconocido que aún hoy resulta, motivaron curiosas creencias populares, como la de que las anguilas se formaban a partir de las crines de los caballos caídas al agua.


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Salmón (Salmo salar) [40-47] Pez de aspecto físico cambiante en función

de su edad, del sexo y de las fases de su interesante ciclo biológico. El ejemplar adulto que remonta el río es de cuerpo esbelto y fuerte, estrechándose bastante en la cola («muñeca»). El dorso y los flancos son azul plateados con manchas oscuras. Cuando se aproxima la reproducción, ese color azulado pasa a cobrizo o dorado y se motea de manchas rojas, negras y anaranjadas con halos blanquecinos. Además la mandíbula inferior se alarga y curva hacia arriba, en forma de gancho. Después de pasar varios inviernos en el mar, y ya adulto, alcanza de 90 a 105 cm. Su peso entonces puede rondar los 9 kg, aunque el récord ibérico alcanzó los 16,1 kg: se trataba de una hembra pescada en el río Narcea en 1962. En el Eo, el mayor fue capturado por Antonio Martínez Gayol, vecino de Abres, en 1976: midió 113 cm y pesó 14,7 kg. Los «Salmones de Oro» galardonados desde hace unos años por el Ayuntamiento de San Tirso de Abres oscilan entre los 82 y los 95 cm de longitud, con pesos de 6,25 a 9 kg. En el pasado no era infrecuente pescar salmones de entre 10 y 18 kg, pues eran ejemplares «imperiales» que habían pasado varios inviernos alimentándose en el mar. En la actualidad esos ejemplares son más escasos que los que han estado menos tiempo en el mar y su desarrollo es inferior.

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En cuanto a los individuos jóvenes («pintos») se parecen a las truchas, pero muestran en torno a una decena de manchas circulares grandes en los flancos, y un moteado más fino, este sí parecido a la trucha, en el dorso. La boca es más corta, sin llegar a superar hacia atrás al ojo. En el Eo el número de salmones pescados varía con los años: en algunos no se llegó a la decena, mientras en 1980 se capturaron 1222. Lo más habitual es que cada año el Eo rinda de 100 a 200 ejemplares. Hasta principios del siglo xx se pescaban en los pozos salmoneros mediante redes y nasas. Otras veces se arponeaban furtivamente con fisgas o se enganchaban con grampínes (aparejo con anzuelos), y en ocasiones se envenenaban los pozos con plantas o sustancias tóxicas. Desde los años 40 del pasado siglo sólo se admite su pesca con caña y anzuelo. Antes, el «gancheiro» ayudaba a sacar del agua al salmón que había picado el anzuelo con un garfio de hierro, pero esta herramienta fue prohibida para evitar confundir estos ejemplares con los ensartados furtivamente con fisgas y grampínes.


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Una vida de obstáculos La vida del salmón, rey del Eo y de los ríos de Asturias y Galicia, comienza en los frezaderos de los tramos medios y altos del río: en los finales del otoño o inicios del invierno, cuando los ríos traen un abundante caudal que se traduce en corrientes rápidas y aguas limpias, la hembra efectúa la puesta en el lecho del cauce. Para ello excava con la cola los guijarros y grijo del fondo, creando surcos en los que deposita sus huevos rosado-amarillentos. El macho acude a fecundarlos, tras lo cual la hembra los cubre de nuevo con los guijarros [41]. Entre 1,5 y 4 meses después (según la temperatura de las aguas), nacen los pequeños alevines o jaramugos, todavía en el invierno. Del río al mar En su primer mes de vida permanecen entre la grava del fondo, donde nacieron, reabsorbiendo la vesícula vitelina que por entonces les sirve de alimento y cuyo peso les mantiene inmovilizados en el fondo [42]. Los peligros del río son grandes durante esta fase, pues su pequeño tamaño (menos

de 2 cm) los hace vulnerables a los depredadores, desde otros peces (anguilas, truchas) hasta diversos anfibios e invertebrados. Los alevines permanecen relativamente agrupados, pero cuando desaparece el saco vitelino deben comenzar a alimentarse por su cuenta, cazando insectos, larvas y gusanos [43]. La competencia por la comida les hace abandonar sus costumbres gregarias, buscando aguas someras pero de corrientes rápidas. En esos meses de primavera el río les ofrece un buen caudal y gran número de invertebrados, de forma que el alevín crece rápido de tamaño. Al final del verano ya tiene entre 8 y 10 cm y su aspecto moteado recuerda al de las truchas jóvenes: son los denominados «pintos» [44]. En estos primeros meses de vida los salmones juveniles han sufrido numerosas bajas por los depredadores mencionados y otros que los pescan a medida que crecen: martín pescador, culebras de agua, garzas reales, nutrias, cormoranes, grandes truchas e incluso por el canibalismo de otros congéneres de más edad. Desde los inicios del verano, y más aún a finales del mismo (a veces, en el del año siguiente,


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pasando en ese caso el invierno adormecido entre las piedras del fondo), el «pinto» siente la llamada del mar. Pesa ahora menos de 100 g. De forma relativamente pasiva y manteniendo su mirada a contracorriente, hacia donde nació, el joven salmón se va dejando llevar por el río hacia las salobres aguas de su desembocadura. El descenso se efectúa en grupos y es más acentuado por la noche o en días nublados. Alcanzado el nuevo medio salobre, el hasta ahora «pinto» sufre complejas adaptaciones fisiológicas y conductuales que le van a permitir su aventura marítima. Su aspecto deja de ser tan moteado para hacerse más plateado como el de muchos peces pelágicos. Ahora son conocidos como «esguines». La abundancia de peces, crustáceos y otros invertebrados en la desembocadura facilita al esguín que aumente de peso y ultime sus adaptaciones a la salinidad y al largo viaje que emprenderá. Allí se reencuentra con sus congéneres y se vuelve a hacer gregario.

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bandos no muy numerosos. En estas frías aguas se alimentan de los crustáceos que integran el krill, así como de diversos peces. La abundancia de alimento les permite engordar y ganar unos 2-3 kg por año de estancia. Sin embargo, estas áreas de engorde entrañan también sus peligros para el salmón, sobre todo debido a la pesca industrial, que afecta tanto a los salmones como a sus presas (arenque, caballa, etc). Después de permanecer de 1 a 3 o más inviernos en estos lugares, un fuerte instinto hace que el salmón, como añorando sus orígenes, vuelva al río que le vio nacer, pese a estar a miles de kilómetros y pese a existir otros ríos mucho más cercanos e igualmente adecuados para la reproducción. La mayor parte han pasado dos años (60%) o tres (30%) en el mar. El viaje de regreso se efectúa en grupos de edades parecidas, siguiendo las corrientes del Labrador, Golfo y Noratlántica. Recorren entonces entre 50 y 100 km diarios hasta alcanzar nuestras costas de nuevo. Gracias a su olfato, el salmón reconoce las aguas de la ría o estuario donde terminó su maduración como esguín años atrás. De nuevo en casa

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El gran viaje Cuando el grupo formado se considera suficientemente adaptado y preparado (proceso en el que suelen emplear algunos días), los esguines emprenden su viaje marítimo hacia el norte. En su camino se alimentan de sardinas y otros peces, pero también son atacados por grandes depredadores (delfines, lubinas, etc). Siguiendo las corrientes del Golfo y Noratlántica, los salmones recorren varios miles de kilómetros hacia el Atlántico Norte: la práctica totalidad se dirige al sur de Groenlandia, adentrándose en el Estrecho de Davis (entre Groenlandia y las costas canadienses). Allí, los salmones ibéricos se reúnen con sus congéneres europeos y norteamericanos, formando

Sólo un 3% de los esguines que salieron del río vuelven a él. Aprovechando aumentos de caudal por lluvias, pleamares, etcétera y cargados de grasa y aceites, los salmones emprenden el ascenso de su río. Suelen comenzar primero los del Eo, siendo los del Cares-Deva los más tardíos. Las primeras entradas del año suelen detectarse a finales del invierno, en febrero y marzo («por San Blas —3 de febrero—, salmón verás»). Se trata de los salmones «vernales», de mayor tamaño, generalmente hembras de varios inviernos oceánicos. Miden en torno a 1 metro y suelen rondar los 9 kg de peso o más. Por entonces se levanta la veda y los pescadores pugnan por conseguir el primer salmón de la temporada. Se dice que su captura era anunciada en el pasado repicando las campanas de los pueblos, lo que le ha valido a ese primer ejemplar del año el nombre de «campanu». Tras el ascenso de esos grandes salmones «vernales», y ya en primavera, el tamaño se reduce («abrileños» y «mayucos», de 1-2 inviernos marinos y de 4 a 8 kg de peso) siendo entonces la subida más numerosa. Durante el verano, los salmones que remontan el río —por cierto con


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velocidades de hasta 30 km/h— suelen ser machos que estuvieron sólo 1 año en el mar («serondos» o salmones «añales»), y que probablemente no han invernado en Groenlandia sino más cerca, en las Islas Feröe. Su peso, por tanto, es el menor, apenas 2 kg. Con las primeras lluvias y crecidas del otoño vuelven a subir grandes ejemplares que han aprovechado la primavera y verano para engordar y crecer aún más en el mar, tras haber estado más de 2 años en el norte. La crecida del río y el aumento de caudal supone una gran resistencia a vencer, pero también permite al salmón remontar rápidos y sectores del río que con menos caudal le dejarían varado. Es entonces cuando saltará cascadas río arriba [47], insistiendo hasta conseguirlo, aunque a veces sufrirá traumatismos y heridas al caer o golpearse contra las piedras. Sus saltos espectaculares llegan a ser de 3 metros. A veces descansa en pozas poco profundas o tras una piedra que le proteja de la corriente, asiéndose al fondo con sus aletas pelvianas. Durante este remonte del río el salmón no se alimenta, pues viene adaptado a la dieta marina, pero sí conserva el reflejo de lanzarse sobre las presas, sobre todo llamativas, lo que le hace vulnerable al cebo del pescador. Sobrevive entonces

de sus reservas acumuladas en el océano. Como el celo y reproducción acontecerán de octubre a enero, tenemos la explicación de la progresiva reducción del peso de los ejemplares que ascienden el río: los «vernales», más pesados y primeros en entrar, van a tener que estar casi un año en el río viviendo de sus reservas, mientras que los «añales», de menor talla y peso, entran en verano y sólo deben permanecer sin alimentarse unos meses. A finales del otoño, los salmones han adquirido ya su librea nupcial mientras remontan el río: los machos exhiben grandes manchas rojizas y amarillentas con halos más claros y la mandíbula inferior adopta una agresiva forma de gancho al crecer su tejido cartilaginoso [46]. Los ejemplares más fuertes y audaces llegan así a los frezaderos, donde se encuentran con las hembras, más oscuras y miméticas, y con otros machos con los que combatir. El fin de un ciclo Expulsados los competidores, el salmón macho fecundará los huevos que pone la hembra (la puesta supone el 25% de su peso) y los vigilará un tiempo después, protegiéndolos de depredadores


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como la anguila. Para efectuar el desove, la hembra se tumba de costado y batiendo con energía la cola y el hocico, excava un surco de hasta 3 metros y de unos 30-50 cm de profundidad. Este alargado nido es fácilmente visible desde la orilla, al haberse retirado las piedras oscuras cubiertas de algas y quedar expuestas las piedras más claras subyacentes. Entre continuos temblores, y con sus cuerpos paralelos, cada 10-15 minutos la hembra deposita un paquete de huevos sobre el que el macho desparrama su esperma. Los huevos así fecundados son cubiertos por el macho con grava, si es que la hembra, ocupada ya en excavar otro surco paralelo, no los ha cubierto con las piedras que está movilizando. Las puestas se repiten

durante 3-14 días, incluyendo los descansos de los reproductores en pozos más profundos. El número de huevos puestos por la hembra es alto, entre 8000 y 25 000, lo que supone entre un 25 y un 40% del total de su propio peso (unos 2000 huevos por kg). Desnutridos y débiles tras meses de vida en el río sin alimentarse, golpeados, heridos y agotados por el remonte y la freza, los salmones adultos se dejan llevar por la corriente. Han perdido un 40% de su peso y muchos son víctimas de hongos y otros parásitos. La gran mayoría de estos ejemplares, denominados «zancaos», morirán río abajo, apareciendo varados en las orillas. Algunos autores suponen que las protestas de los trabajadores en siglos pasados por la dieta repetitiva de salmón que les daban sus patronos se debían a que la misma se basaba en delgados e insípidos «zancaos». Pese a todo, unos pocos consiguen alcanzar las rías y estuarios. Ya en el mar se vuelven a alimentar y se recuperan de su débil aspecto. Tras una nueva etapa marina pueden intentar otra reproducción fluvial. Sólo un 4 ó 6 % volverá a desovar por segunda vez, y menos del 1% por tercera vez.


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Salmo trutta fario

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Trucha de río (Salmo trutta fario) y Reo (Salmo trutta trutta) [48-49] La trucha común (Salmo trutta) es un pez

habitualmente fluvial, de aguas limpias. Es una especie cuya morfología, tamaño y hábitos son variables. El cuerpo musculoso, de 20 a 30 cm habitualmente en los ejemplares de río, es de color amarillento o verdoso en el dorso, aclarándose hacia los flancos y el vientre. Está moteado de rojo y negro en cabeza, dorso, flancos y aletas superiores, a veces con un pequeño halo blanquecino en torno a las manchas. Cerca de la aleta caudal muestra una pequeña aleta adiposa con una mancha roja más o menos marcada. La boca es más grande que la del salmón joven, prolongándose más atrás del ojo, y la aleta caudal está muy poco escotada, a diferencia del «pinto» de salmón. Las características descritas se corresponden con la forma más conocida de la trucha [48], que es la que vive en los ríos de aguas frías y bien oxigenadas de forma más o menos sedentaria. Se alimenta principalmente de invertebrados acuáticos y de otros insectos que sobrevuelan o caen a las aguas. Sin embargo algunas truchas son migrantes al mar, y su morfología y tamaño sufren importantes transformaciones: son los reos o truchas marinas [49]. Las diferencias entre las truchas sedentarias en el río y las que migran al mar son tan notables que se han considerado como dos subespecies de la trucha común: El reo o trucha marina sería Salmo trutta trutta, y la trucha común o de río Salmo trutta fario.

Salmo trutta trutta

Sin embargo, para algunos investigadores no cabe tal distinción en subespecies, sino en formas, pues parecen ser idénticas. La diferenciación estribaría sólo sus en sus hábitos, migrantes en el reo y más sedentarios en la trucha, lo que trae consigo diferentes adaptaciones de su fisiología. Así, el reo adopta la tonalidad plateada habitual en los peces marinos y pierde la práctica totalidad de las manchas rojizas, conservando sólo parte de las negras. El reo suele vivir en la zona baja del río, y crece más lentamente que la trucha de tramos más altos. Cuando tienen 1 ó 2 años descienden al mar, momento en el que también «esguinan» como el salmón para adaptarse al nuevo medio. Ahora su crecimiento es mayor y más rápido que el de las truchas que han quedado en el río. Su coloración se hace más plateada y próxima a la de los peces marinos. Durante el día se alejan de las costas y estuarios para capturar pequeños peces de aguas superficiales,

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y en la noche suelen regresar, buscando refugio y descanso entre las rocas y algas. En cualquier caso no se alejan demasiado del litoral. Suele ser de hábitos solitarios o formando alguna pareja. Después de 1 ó 2 años de vida marina, el reo vuelve al río para reproducirse, pero no necesariamente al que le vio nacer, pues remonta también los ríos próximos al mismo. La subida de los reos comienza en mayo, sobre todo con los ejemplares de más edad. Durante el verano desciende, recuperándose después en el otoño. A diferencia del salmón, que raramente repite el ciclo, el reo sí puede remontar y reproducirse varios años en el río, descendiendo de nuevo al mar a principios de año, haya o no desovado. Ello es posible en parte gracias a que cuando regresa al río sí puede continuar alimentándose y reponiendo fuerzas en el mismo. Los ejemplares que han pasado 3 o 4 años viviendo en aguas marinas alcanzan portes parecidos a los de los salmones y un sabor en su carne también próximo. Pero, como estos últimos, es un pez limitado en sus ciclos biológicos por las barreras que impiden su ascenso fluvial (presas).

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 Mamíferos Nutria (Lutra lutra) [50-55] Mamífero carnívoro de la familia de los mustélidos, de cuerpo alargado y extremidades cortas y robustas, con pies palmeados. El pelaje es compacto y corto, impermeabilizado y lustroso, de color pardo, casi blanco en la garganta. La cabeza y cuerpo miden en conjunto 64-67 cm, y la cola 39-42 cm, siendo ancha en la base y apuntada en el extremo. El peso va de 7 a 10 kg, siendo los machos algo mayores que las hembras.

La nutria está muy bien adaptada a la vida acuática en el río. Cuando nada en superficie asoma sólo la cabeza y a veces parte del dorso [55], sin chapotear y sumergiéndose con frecuencia. En el crepúsculo nada y bucea con gran agilidad [51] en busca de truchas, anguilas, lampreas y otros peces que ascienden al río. También consume anfibios, crustáceos, reptiles e

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insectos, así como pequeños mamíferos o aves fáciles de capturar. Cuando captura una rana o sapo, y conocedora de la toxicidad de su piel, procede a desollar a su presa: para ello da una dentellada en el abdomen a modo de corte de bisturí. Luego con sus garras comienza a «desenvainar» la piel del cuerpo invirtiéndola con una facilidad asombrosa. Al final devora las partes comestibles del anfibio y la piel es abandonada como un guante al que se le hubiera dado la vuelta [52].

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Suele depositar sus excrementos en lugares conspicuos, sobre todo piedras sobresalientes, raíces sobresalientes de las aguas, etc. [54] Son bastante oscuros cuando están frescos, y contienen espinas y escamas de peces. Las huellas, redondeadas, muestran 4 o 5 dedos y el talón, y miden de 6 a 9 cm [53]. Sólo en sustratos muy favorables se llegan a distinguir las uñas y las membranas interdigitales. Sus madrigueras de refugio y cría se ubican en oquedades entre rocas de la orilla, raíces, vegetación ribereña, etc. La mayoría de los partos

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ocurren entre mayo y septiembre, permaneciendo las crías (habitualmente 2) con la madre durante un año al menos. A pesar de ser de hábitos principalmente fluviales, han sido avistadas nutrias en algunos estuarios, rías y costas cercanas a desembocaduras de algunos ríos occidentales de la costa cantábrica, como es el caso del estuario del Eo. 54


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Turón (Mustela putorius) [55-56] Mamífero carnívoro de la familia de los mustélidos, de cuerpo alargado (37-42 cm de longitud cabeza-cola) y cola que mide un tercio de la longitud cabeza-cola (15-17 cm). El pelaje es largo, de color marrón oscuro, con una borra también larga, de color gris-amarillento, que le da un aspecto de estar mudando al asomar entre el pelaje oscuro. La cabeza es corta y aplastada, con una antifaz negro en torno a los ojos, y los bordes de las orejas son blanquecinos. Desprende un olor intenso y fétido que se hace insufrible en ejemplares cautivos en recintos pequeños.

Se desplaza trotando con el dorso arqueado, husmeando y olisqueando el terreno. Sus huellas (3-4,5 × 2,5-4 cm) muestran 5 dedos y el talón, este último menor que el de la nutria. Los excrementos los deposita en letrinas cerca de la madriguera: son largos (7 × 0,5-0,9 cm) y retorcidos, acabados en punta y tan malolientes como el propio animal. A veces acumula presas en los comederos cerca de su guarida, sobre todo ranas y sapos comidos en parte o aún vivos, pero inmovilizados tras mutilarlos o haberles roto su columna vertebral de un mordisco en la base del cráneo.

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El turón es querencioso de canales, arroyos, desagües, riachuelos, alcantarillas, etc, donde por la noche y en el crepúsculo caza «aguarones» o ratas de agua y cualquier micromamífero que detecte. También captura aves acuáticas durmientes, sus huevos o los pollos, pero sobre todo es especialista en anfibios. Los restos de anuros (ranas y sapos) y de urodelos (salamandras y tritones) abundan en sus comederos. En el caso de los sapos el turón no come su cabeza para evitar las glándulas parotídeas venenosas, pero esta sí suele mostrar la marca de un mordisco mortal de alguno de sus colmillos. A diferencia de la nutria, come pocos peces, casi siempre ejemplares muertos o moribundos.


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 Aves Las migraciones de las aves: viajeros sin papeles Entre las aves hay gustos para todos. Lo que para algunas especies es un invierno insoportable que las obliga a viajar desde el norte de España hacia el África tropical (por ejemplo, el cuco), es para otras un clima suficientemente benigno como para situar la cornisa cantábrica entre los destinos a los que dirigirse para pasar el invierno. Es el caso de muchas aves acuáticas (anátidas, limícolas, zancudas, etc.), que procedentes

de las tundras de Siberia, Escandinavia o Escocia, encuentran en nuestras rías y marismas un lugar agradable y con alimento suficiente como para quedarse durante el invierno [58]. Otras aves tienen destinos más lejanos, pero se detienen unos días en esas rías y marismas para reponer fuerzas antes de continuar hacia el sur [59]. Lo mismo ocurre en su viaje primaveral de regreso.

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Pilro (Calidris sp.)

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Los preparativos Si quedarse y afrontar los fríos y las dificultades invernales exige una preparación y un coste metabólico importante, la migración no lo es menos. Para emprender con éxito un viaje de varios miles de kilómetros, el ave debe primero cargar sus depósitos de combustible. El mejor es la grasa, pues cede más del doble de energía por gramo que los azúcares o proteínas (y también

hay que transportar el combustible durante el viaje). Por tanto el ave se alimenta activamente y engorda antes de su vuelo migratorio, de forma que la grasa llega a suponer un 25-50% de su peso total. Acabado el viaje, ese porcentaje es tan sólo de un 5%. De nuevo, la anticipación y preparación son básicas para una migración exitosa. El ave debe alcanzar un estado nutricional excelente aprovechando la riqueza de insectos y los días largos del verano para sobrealimentarse. En esta


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Avefrías (Vanellus vanellus)

preparación entran en juego el reloj biológico y el control hormonal. Una vez cargados los depósitos de grasa debe decidir en qué momento emprende el viaje. Aún no se conoce mucho sobre este aspecto, pero parecen influir las condiciones meteorológicas y vientos presentes. Algunas especies disponen de la cantidad justa de grasa para alcanzar su destino, por lo que seguir una trayectoria exacta y conocida y con vientos favorables les resulta vital. Las que migran sobre tierra firme pueden detenerse a comer y reponer grasas, pero para las que cruzan mares y océanos detenerse significa caer al agua y muy probablemente morir, por lo que conviene asegurarse de disponer de vientos favorables y suficiente combustible para el viaje. Los vientos dominantes tienen cierta estacionalidad año tras año, no sólo en el Cantábrico sino en el resto de Europa. Las aves han adaptado sus rutas migratorias a esos vientos, aprovechándolos eficazmente. Si durante el viaje cambian y se hacen desfavorables, el gasto energético para vencerlos es muy grande y el ave puede morir agotada. En estas situaciones, muchas aves evitan luchar contra el viento y se dejan llevar por él, desviando su itinerario de

Pilro Tridáctilo (Calidris alba)

vuelo. Gracias a ello, en nuestras costas pueden verse especies raras con rutas migratorias lejanas que unos vientos desfavorables han traído hasta aquí. Otras especies detienen transitoriamente su viaje hasta que las condiciones vuelven a ser favorables. La partida Las migraciones de la aves en Asturias y en la zona cantábrica han sido estudiadas por numerosos ornitólogos, como Alfredo Noval, algunas de cuyas conclusiones resumiremos a continuación.

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Mazaricos Rabinegros (Limosa limosa)

Mazaricos Reais y Biluricos Claros

Biluricos Claros, Mazaricos Reais e Garzotas

Desde finales del verano, con tiempo anticiclónico despejado, y ayudados por los vientos de componente este, muchas especies de pájaros insectívoros y frugívoros de pequeño tamaño (petirrojos, mosquiteros, carriceros, lavanderas, pinzones, jilgueros, etc.) abandonan en bandos las costas bretonas o del sur de Inglaterra e Irlanda. Los insectívoros parten al atardecer, y quizá entonces toman como referencia el sol poniente para establecer la posición del oeste. Durante la noche cruzan el golfo de Vizcaya y el mar Cantábrico, y a la mañana siguiente muchos llegan a nuestras costas. Otros prefieren una ruta más costera, siguiendo el litoral francés y cantábrico. Estas corrientes migratorias traen consigo también ejemplares que están haciendo viajes más largos,

desde Escocia o Rusia, por ejemplo. Los bandos de insectívoros y frugívoros continúan llegando todo el otoño, algunas especies primero que otras. Un cambio brusco de los vientos de componente este por los del oeste frena su migración y es frecuente entonces ver estos bandos por nuestras rasas costeras, rías, brezales y monte bajo. La migración nocturna es preferida por los pájaros insectívoros, que vuelan a 800-2000m de altura y pueden reconocer bien las rías, costa, sierras litorales y cordillera Cantábrica en las noches despejadas. En cambio, los frugívoros (pinzones, jilgueros, etc.) parecen desplazarse prioritariamente durante el día. Muchos de estos bandos de pequeños pájaros se quedan a invernar en nuestro territorio, generalmente agrupados en bandos.

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Las aves marinas [60] también siguen corrientes migratorias costeras. Suelen aprovechar la presencia de anticiclones otoñales al oeste de Galicia y Portugal, viajando a veces masivamente. Muy notable es el paso de grandes bandos de alcatraces, que procedentes de sus grandes colonias británicas e irlandesas, viajan siguiendo nuestras costas en los meses de agosto a noviembre para invernar en las costas occidentales de África (Mauritania especialmente). Los avistamientos de estas aves pueden ser espectaculares: los días 23 y 24 de octubre de 1994 se registró un paso de entre 70 y 80.000 alcatraces ante las costas cantábricas. En septiembre suelen pasar los jóvenes y en los meses siguientes los grandes bandos de adultos. Otras aves marinas se concentran en alta mar en sus migraciones e incluso en pleno invierno. Paíños, pardelas, alcas, etc., aprovechan la riqueza en plancton, crustáceos («mosquilón» o «krill», Meganyctiphanes norvegica) y bancos de peces (sardinas, bocartes, jureles…) del mar Cantábrico. En cuanto a las aves limícolas o vadeadoras, que buscan alimento en los fangos de rías y estuarios, se aprecia un movimiento migratorio otoñal importante (entre agosto y noviembre) [61-69] y otro de regreso primaveral (abril y mayo). La mayoría de estas aves proceden de Europa septentrional, Escandinavia, Islandia, Rusia, Siberia y la tundra ártica. Aunque su destino suele ser África, muchos ejemplares se ahorran tan largo viaje y aprovechan la benignidad climática de los inviernos costeros para quedarse en nuestras rías y marismas. Es el caso de los zarapitos, correlimos, archibebes, etc. que han abandonado sus territorios del norte huyendo del invierno ártico. Desde el norte de Europa llega también un importante contingente de patos. Ánades, cercetas, porrones, etc., viven en lagunas poco profundas en las que se alimentan de semillas y pequeños invertebrados. Al congelarse las aguas de los lagos y ríos en la Europa septentrional ya no pueden bucear en busca de alimento, por lo que deben desplazarse al sur. Sin embargo, las especies que tienen una dieta más variada, o que tienen un mayor tamaño (ánsares, barnaclas, etc.) pueden retrasar algo más la partida, aprovechando las mejorías transitorias del tiempo. Unas cuantas especies de aves rapaces también viajan miles de kilómetros entre sus áreas de cría

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Píllara Real (Charadrius hiaticula)

Píllara Pequena (Charadrius dubius)

y de invernada. En su viaje algunas descansan unos días en los estuarios cantábricos antes de seguir su viaje hacia el sur o el norte: es el caso del águila pescadora, que repone fuerzas en nuestras rías capturando grandes «muiles». Otros como el pequeño esmerejón prefiere descansar en los matorrales de la rasa litoral, donde ataca los bandos de pájaros invernantes. Algunas de estas rapaces se quedan todo el invierno, como también hacen muchos ratoneros llegados de Francia, que por entonces refuerzan las poblaciones locales residentes y se avistan con más facilidad. El regreso En sus residencias de otoño e invierno, la aves no suelen desarrollar conductas de territorialidad, incluso suelen tender a lo contrario (gregarismo). Durante esta época se preparan para la siguiente estación reproductora, alimentándose y recambiando el plumaje. Cuando el ave está lista para el retorno, azuzada por su reloj biológico y por las crecientes cantidades de hormonas sexuales, emprende el viaje de regreso hacia el

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norte. Lo mismo ocurre con aquellas especies que a fines de verano y otoño se habían ido de la cornisa cantábrica rumbo al sur. Desde sus lejanos cuarteles de invierno (frecuentemente en zonas de África tropical o del sur), comienzan el retorno hacia Asturias y Galicia. Con sus depósitos de grasa repuestos para el viaje y su plumaje renovado y engalanado para el cortejo, las aves emprenden su vuelo migratorio prenupcial. El día de la partida suele estar también condicionado por la meteorología, aunque ahora el estímulo que supone la próxima reproducción es intenso y el ave está inquieta los días previos. Los más apremiados en partir son los machos adultos. Si llegan pronto a las colonias de cría podrán ocupar los mejores territorios y ofrecérselos a las mejores hembras. El riesgo de una partida temprana estriba en que las condiciones climáticas en las áreas de cría sean todavía muy duras. Si el ave agotó sus reservas de grasa en el viaje y no encuentra allí alimento, puede peligrar su supervivencia. Si aún disponen de reservas energéticas suficientes, puede volver hacia el sur nuevamente e intentarlo otra vez unas semanas después. En el caso de que estos pioneros regresen a las áreas de invernada, sus congéneres deducen

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Agachdiza Común (Gallinago gallinago)

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que no es aún el momento de partir. Pero si tras un tiempo no han vuelto, las hembras y juveniles no tardarán en seguirlos. Durante el vuelo migratorio prenupcial las paradas y descansos no son tan prolongadas, pues el ave tiene prisa por alcanzar las áreas de cría y comenzar el cortejo. Resulta sorprendente que año tras año un mismo ejemplar de ave anide en el mismo árbol o seto después de viajar miles de kilómetros desde sus cuarteles de invierno. Con una precisión similar a la de los modernos «GPS», un pequeño pájaro es capaz de reconocer el lugar en el que anidó el año anterior, después de sobrevolar costas, páramos, cordilleras, valles y mares, sin perderse en la inmensidad geográfica. Para alcanzar su destino el ave debe volar en la dirección y sentido correctos durante el tiempo adecuado. Los puntos cardinales son localizados integrando diversas informaciones: el magnetismo terrestre, la posición del sol y de las estrellas, el reconocimiento del paisaje, etc., permiten conservar la dirección del vuelo, e incluso compensar los efectos del viento si tiende a desviarlo. Así vuelven a ocupar sus antiguos y conocidos territorios, alegrando de nuevo nuestros campos y montes con sus cantos o devolviendo el bullicio de vida en las lejanas tundras del Gran Norte.


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Colimbo Grande (Gavia immer) [70-71] Ave acuática robusta, bien adaptada a la natación y buceo gracias a sus patas propulsoras situadas bastante atrás. Es de buen tamaño (68-81 cm). La cabeza es grande, a veces con un abultamiento en la frente. El pico es alto, horizontal y con forma de puñal. Su plumaje invernal es oscuro, con la mitad anterior del cuello blanco esbozando un collar. El juvenil es algo más claro, con el plumaje del dorso de las alas mostrando un dibujo en escamas más claras que en el adulto.

La silueta en vuelo es gibosa, con el cuello estirado y sobresaliéndole los pies por detrás de la pequeña cola. Sus aleteos son potentes y se posa en el agua sobre el pecho. Bucea con frecuencia (por periodos menores de 1 minuto) en busca de peces, crustáceos y moluscos, y cuando levanta el vuelo es ruidoso y chapotea bastante. Es la especie de colimbo más frecuentemente avistada en el Cantábrico. Los ejemplares que llegan a invernar a estas costas suelen proceder de las tundras encharcadas de Islandia y Groenlandia. Acostumbran a penetrar en puertos, bahías, rías y estuarios. En el del

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Eo parece preferir las zonas más abiertas del estuario externo, entre Castropol, Figueras y Ribadeo, así como aguas afuera del puente de Los Santos. Su presencia es relativamente regular, aunque algún año puede faltar. Los invernantes suelen llegar a principios de noviembre y permanecen hasta mediados de marzo o antes. Los conteos más habituales son de 3 a 6 ejemplares.


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Zampullín Cuellinegro (Podiceps nigricollis) [72-74] Ave nadadora y buceadora de tamaño relativamente pequeño (unos 30 cm), con patas propulsoras situadas bastante atrás. Su cuerpo es rechoncho mientras nada reposadamente. Cuando se alarma alza el largo cuello. En plumaje invernal, que es el que se ve por aquí, muestra plumas pardas oscuras que desde la parte superior de la cabeza (píleo) envuelven totalmente al ojo, de vivo color rojo. La frente es empinada, en punta, y el pico está ligeramente curvado hacia arriba. La garganta y base de la cabeza son blanco-sucio. El resto del cuello es gris parduzco por detrás y más claro por delante. El dorso es oscuro y la región ventral clara.

Es esquivo, y despega dificultosamente corriendo sobre el agua [73]. Se sumerge con discreción, sin chapoteo, buceando en busca de crustáceos, moluscos y pequeños peces por periodos de 20 a 25 segundos (a veces el doble). Puede presentarse solitario o en pequeños grupos [74]. Se conoce poco sobre el origen de los ejemplares llegados a los estuarios cantábricos en invierno: podrían proceder de Europa central (Francia, Suiza, Países Bajos). Menos probable parece que lleguen ejemplares de Escocia, Dinamarca, sur de Suecia o de zonas de reproducción en el interior de la península Ibérica (humedales del sur, centro y levante).

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Las mayores colonias de cría se sitúan en Rusia y Ucrania, pero estas poblaciones siguen otras rutas migratorias. El estuario del Eo supone el segundo refugio invernal de este zampullín en el litoral cantábrico, tras las marismas de Santoña (Cantabria), con una presencia que aumentó en los últimos años, aunque también con fluctuaciones: hay años con más de un centenar (el máximo fue en el año 2000, con 217 aves) y otros con pocas decenas. El paso de aves postnupcial ya se detecta desde inicios de agosto, pero los primeros invernantes suelen llegar con el gran paso migratorio de los meses de octubre y noviembre, y los últimos en diciembre. Los zampullines cuellinegros invernantes suelen nadar en las zonas abiertas del estuario medio (entre Castropol, Figueras y Ribadeo). También ascienden al estuario interno, principalmente en la zona de barras mareales entre Castropol y las marismas de Vilavedelle y Muro das Lamas. En pleamar algunos se adentran en la ensenada de La Linera. Entre finales de febrero y mediados de abril, los zampullines cuellinegros abandonan el estuario del Eo, de vuelta a sus áreas de cría.


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Garceta Común (Egretta garzetta) [75-76] Ave zancuda de mediano tamaño (55-65 cm y envergadura en torno al metro), de color blanco, porte esbelto y patas y cuello largos. El pico es negro y largo, con la base gris azulada. Al acercarse la época de celo desarrolla dos plumas ornamentales largas y finas en la nuca. La patas son negras, con los pies de vivo color amarillo, notorios cuando vuela al sobresalir tras la cola.

Durante la pleamar es habitual ver las garcetas comunes en las rocas de los pedreros interiores del estuario, tanto en el canal principal como en las ensenadas laterales. En la bajamar e inicio de la pleamar, aún con unos centímetros de agua, prospectan el infraestero en busca de peces pequeños, gusanos, crustáceos y moluscos. En las marismas y prados cercanos pueden cazar ranas, reptiles pequeños, arañas e insectos (libélulas, escarabajos, etc). Aún con oscilaciones estacionales, es posible divisar ejemplares durante todo el año: desde octubre van llegando invernantes, en torno a un centenar de promedio, con tendencia a descansar en grupos. Llegada la primavera, en abril y mayo van abandonando el estuario rumbo a sus áreas de cría. En el resto de

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la primavera y verano suelen verse ejemplares solitarios divagantes, habitualmente inmaduros no reproductores. En la península Ibérica tiene áreas de reproducción en el sudoeste andaluz, valle del Ebro, Levante, centro de España y sur de Portugal. Su presencia ha aumentado en el litoral cantábrico en las últimas décadas, y ya cría en Vizcaya, Cantabria y Asturias oriental (Llanes). En el resto de Europa, las zonas de cría más cercanas están en el oeste francés, Europa central, norte de Italia y Balcanes.

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Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo) [77-82] Ave pescadora grande, hasta 1 m de longitud

y envergadura de 130 -160 cm. El plumaje es negro (en algunos lugares es conocido como «cuervo marino»). El cuello es largo y grueso, y en torno a la barbilla y mejillas tiene una zona pálida o blanquecina, más amplia (hasta la nuca y parte del cuello) en los ejemplares de la subespecie sinensis. El pico es grande, fuerte, algo ganchudo y de color amarillento. La cola tiene forma de cuña, y las patas son bastante posteriores y palmeadas para facilitarle el nado y buceo. El juvenil es parduzco apagado por encima y blanco sucio en la región ventral. El vuelo es potente, con aleteos rápidos y regulares y el cuello extendido. Suele volar en bandos ordenados en línea o en «V». Le cuesta despegar desde el agua, correteando sobre la misma mientras aletea [80], y luego no acostumbra a elevarse en altura, permaneciendo a pocos centímetros de la superficie. Es un ave buceadora especializada en la captura de peces, principalmente anguilas, múgiles, sollas, etc. También captura algún crustáceo. Su línea de flotación es baja mientras nada en la superficie, con el cuello levantado. Se zambulle con una voltereta y bucea por periodos de 30 a 60 segundos, a profundidades habitualmente de 4-5 metros. Bajo el agua pliega las alas y se impulsa con sus patas de pies palmeados. Para facilitar el buceo su esqueleto está menos neumatizado y es más pesado

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que el de otras aves. Además su plumaje no está impermeabilizado, por lo que no retiene aire y se empapa al sumergirse, reduciendo la flotabilidad positiva del ave. Por ello, cada 3 o 4 zambullidas suele salir a una roca, rama, boya o embarcación desocupada a


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secar su plumaje. Es muy frecuente verlo entonces en su característica imagen, con las alas abiertas y extendidas al sol o a la brisa [79, 82]. El cormorán grande se reproduce por buena parte de Europa, tanto en el litoral (subespecie carbo) como en lagos y humedales interiores (subespecie sinensis). Es una especie que ha experimentado un notable crecimiento poblacional en las últimas décadas, con medio millón de aves en el continente, gracias al aumento de piscifactorías y humedales de cría intensiva de peces (la subespecie sinensis es la que más ha aumentado por ello). En España ya cría en varios embalses y en Asturias hubo algún intento de hacerlo, sin éxito por el momento. En nuestro país se han censado unos 70 000 cormoranes, y en los últimos años la población parece estabilizarse. A diferencia del cormorán moñudo, menor y de hábitos estrictamente marinos, el cormorán grande se adentra también en los estuarios, ríos, embalses, lagos, etc, donde pesca peces de aguas dulces.

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Su presencia creciente en los ríos lo ha puesto en el punto de mira de los pescadores de truchas y salmones, muchos de los cuales atribuyen el descenso de sus capturas a la «proliferación» de cormoranes. Se trata de un polémico asunto en el que deberían


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entrar también a debate otras causas de la reducción Q general de la pesca en los ríos, como la contaminación, el número de pescadores de caña, los cambios en el caudal y en la temperatura de las aguas, los obstáculos que suponen las presas, la eficacia real de las repoblaciones piscícolas, etc. No existen hasta ahora estudios concluyentes que relacionen directamente el aumento de los cormoranes con el descenso de la pesca fluvial, independientemente de otros factores. Además el debate va más allá, pues para muchas personas los cormoranes no suponen molestia alguna y son unos pobladores más de nuestros ríos, cuya gestión y propiedad no es exclusiva de los pescadores. Los cormoranes grandes que migran frente al litoral cantábrico (julio a diciembre) o que acuden a invernar en el mismo proceden mayoritariamente de Gran Bretaña, Irlanda y Francia, pero también los hay llegados de Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Polonia e Islandia. El paso rumbo a los cuarteles de invierno ya se detecta en julio, generalmente de juveniles, y se acentúa en el otoño. Los invernantes comienzan a llegar en octubre, y más aún en noviembre, permaneciendo hasta abril o mayo. En el estuario del Eo la población invernante ronda el centenar de ejemplares, aunque es oscilante: así, en el 2006 sólo se censaron 11 aves, mientras en 2003 fueron 230. Suelen frecuentar el estuario externo, entre Figueras, Castropol y Ribadeo, así como la ensenada de la Linera (les gusta descansar en grupo sobre las estructuras emergentes de los cultivos de ostras) y en los acantilados de la ría. A partir de abril y mayo los cormoranes grandes regresan a sus áreas de cría, aunque todavía de mayo a julio pueden verse algunos ejemplares inmaduros que pasan el verano en la zona.

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De carácter receloso, en la pleamar permanece inmóvil sobre rocas de la orilla, acantilados o vegetación ribereña, con el cuello plegado y apoyada sobre una sola pata durante horas. En bajamar o en aguas someras recorre lenta y cautelosa las riberas de la marisma; con frecuencia se detiene en algún sector y permanece como una estatua hasta que una presa se pone a su alcance, arponeándola con su fuerte pico (a veces lo hace mientras camina si una presa está cerca). Su dieta es muy variada:

Garza Real (Ardea cinerea) [83-84] Ave zancuda grande (91 cm), de plumaje gris

por encima y blanco o blanco grisáceo por debajo. El pico es largo, recto y fuerte, en forma de daga, de Q color amarillo y gris. La cabeza es casi blanca, con una banda negra sobre los ojos que se prolonga en la nuca sobre una pluma ornamental en la primavera. Cuello largo, recogido mientras descansa, que en la base se abre en un mechón de plumas blancas [84]. Patas largas, de color pardo o amarillento grisáceo. Su vuelo es lento y pausado, con aleteos profundos y regulares de sus anchas alas, manteniendo la cabeza y cuello recogidos y los pies extendidos.

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prácticamente come cualquier animal que tenga el Q tamaño adecuado para ser capturado. Aunque los peces son la mayor parte de esas capturas, también caza anfibios, micromamíferos (ratones, musarañas…), insectos, reptiles, pollos y aves pequeñas, moluscos, crustáceos, gusanos, etc. Requiere de 300 a 500 gramos de comida al día. Su preferencia por las anguilas y otros peces, unido al mayor número de ejemplares en ríos, embalses y estuarios, hacen que la garza real sea un ave mal vista por muchos pescadores de río. Su presencia ha ido aumentando en los últimos decenios, y hoy ya no es sólo un ave de paso otoñal o primaveral, pues puede verse todo el año. En primavera y verano suelen verse garzas reales no reproductoras en el estuario del Eo. La presencia de la especie aumenta a partir de agosto, pues se ven ejemplares de paso que descansan en la ría y otros se quedan en la misma. En invierno suelen permanecer en torno a la treintena de ejemplares, duplicándose algunos años. Las aves que recalan en este estuario y en el área cantábrica en general proceden principalmente de las colonias de cría francesas (Loire), alemanas, y otras zonas del arco atlántico: sur de Inglaterra, Holanda, Dinamarca y Suecia. Entre marzo y mayo los invernantes emprenden su viaje de regreso para reproducirse, avistándose otros ejemplares de paso.

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Silbón Europeo (Anas penelope) [86] Anátida de tamaño mediano (hasta 50 cm). Su

cuello corto, la cabeza grande y redondeada, el pico corto y el cuerpo recogido, le dan una imagen un tanto compacta. La cola es puntiaguda, y los extremos de las alas estrechos. El pico, además de corto, es gris azulado claro con la punta negra. El macho es reconocible por su cabeza de color castaño brillante, con la frente y el píleo (parte superior de la cabeza) ocre amarillento. El pecho es rosáceo, el resto del plumaje dorsal es principalmente gris, y blanquinegro el del extremo posterior o popa. En las plumas secundarias de las alas se distingue un espejuelo verde. La hembra y el inmaduro son de colores más apagados, pardorrojizos o grisáceos moteados, con el vientre contrastadamente blanco.

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Su nombre se debe al corto silbido que emite en dos tonos, el primero más alto y el segundo mucho más suave; sus bandos silbando resultan fácilmente reconocibles. Despega casi en vertical de la superficie del agua y vuela con un rápido batir de alas, con giros y maniobras rápidas y ágiles, destacando sus plumas cobertoras blancas y el espejuelo verde. Por el contrario en tierra tiene un torpe caminar debido a sus patas cortas. Su dieta es herbívora, alimentándose de hierbas (ej. Zostera), semillas, hojas, rizomas y bulbos, pero tampoco desdeña los pequeños moluscos y crustáceos que encuentra en el fango, si bien es una parte pequeña de lo que ingiere. La ría del Eo es la principal área de invernada del silbón europeo en Asturias. Las cifras son variables, en torno al millar de ejemplares, pero con años en los que se duplica esa cantidad (en 1993 hubo 2515 silbones) y otros en los que no la alcanzan (601 en 2004). Sus zonas de origen son lejanas, pues cría en las tundras y límites de la taiga del norte de Europa, desde Islandia a la península escandinava, Rusia europea y asiática. En el caso del Eo cabe suponer que procedan de su área occidental de distribución (Escandinavia, Polonia, Escocia e Islandia). Aunque a veces ya se avista algún silbón desde agosto, lo habitual es que los bandos de invernantes lleguen en octubre y noviembre. Frecuenta el canal principal de la ría y las ensenadas laterales, agrupándose en pequeños bandos. Además es un pato que puede verse también en aguas marinas litorales, posándose en ellas durante su migración. Decenios atrás, el gran ornitólogo asturiano Alfredo Noval escribía «… en la ría del Eo no menos de 3000-4000 silbones se apiñan a la subida de las mareas, en especial si estas coinciden con el atardecer, pasando muchos de ellos allí la noche. Otros vuelan hacia el interior ya oscurecido, y regresan a la ría con las primeras luces del alba. Pero su estancia matinal suele durar poco, y en bandos de 50-100 individuos van levantando el vuelo, y sobrevolando Ribadeo, Castropol y Figueras desaparecen hacia el mar, quedando en las horas centrales del día sólo grupos esporádicos repartidos por la extensa ría». A finales del invierno los silbones comienzan su cortejo, y las parejas que resultan emprenden juntas su viaje de miles de kilómetros hacia las lejanas tundras, generalmente hacia el mes de marzo.

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Ánade Azulón, Ánade Real (Anas platyrhynchos) [87-88] Anátida de tamaño mediano-grande (hasta

60 cm). La cabeza es grande, de un hermoso color verde metálico brillante en el macho y con un collar blanco estrecho. El resto del cuerpo es grisáceo, con un espejuelo azul-violeta enmarcado en blanco y negro en las plumas secundarias de las alas; el pecho es acastañado. La popa o parte posterior es negra, con la cola más bien corta y dos plumas rizadas sobre ella. El pico es grande, amarillo-verdoso, y las patas naranjas. La hembra es más discreta en su plumaje, pardo y listado; también tiene espejuelo azul enmarcado en blanco y negro.

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Despega casi en vertical de la superficie del agua, y en vuelo bate las alas con rapidez, con aleteos poco profundos [87]. En tierra tiene andares menos torpes que otros patos. Vive en todo tipo de humedales, ríos y estanques ornamentales, y en invierno puede vérsele en el mar abierto o bahías. Es un ave de dieta principalmente vegetariana: come hojas, brotes, bulbos, rizomas, frutos, bayas y semillas de muchas plantas acuáticas y terrestres. En los lugares donde existe Zostera marina, como en el estuario del Eo, parece que esta hierba subacuática es parte importante en su ingesta. En estos medios, el componente animal de su dieta consta sobre todo de pequeños moluscos (Littorina, Rissoa, Tellina, Hydrobia, etc.), algunos crustáceos y gusanos. En charcas y ríos también captura coleópteros y larvas acuáticas de distintos insectos. No es pato buceador, por lo que al rastrear fondos de 15 a 30 cm basculan y hunden verticalmente su mitad anterior, dejando la posterior apuntando al cielo. En fondos menos profundos llena el pico de fango, cribándolo con sus barbillas para aprovechar su materia orgánica.


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El ánade real es un pato muy popular y conocido, que cría en prácticamente toda España y también lo hace en el estuario del Eo. En marzo hacen el nido escondido en la vegetación marismeña, y mientras incuban o atienden a los pollos, la presencia de los ánades se hace muy discreta. Pone habitualmente de 8 a 11 huevos grisáceos. A las pocas horas de nacer, los pollos abandonan el nido y siguen a la hembra. En junio y julio los machos mudan su plumaje, perdiendo toda su vistosidad (plumaje de eclipse) y quedando temporalmente incapacitados para volar mientras salen las nuevas rémiges, lo que les hace buscar refugio en la espesura para pasar desapercibidos: es el periodo conocido como «mancada». A primeros de agosto habrán completado la muda. El plumaje es entonces discreto y apagado, algo parecido al de la hembra, pero al final del verano o inicios del otoño comenzará a recuperar su vistosidad. La hembra demora la muda de sus plumas hasta el mes de agosto, una vez concluida la cría y adiestramiento de sus pollos para poder recluirse en la marisma sin que estos precisen ya de sus atenciones. Independizados los jóvenes azulones, comienza su dispersión y migración. Vuelan entonces en distintas direcciones, sin marcados patrones o rutas, ni siquiera los de una misma familia. Este abandono de los lugares en que nacieron se mantiene hasta el otoño avanzado, acelerándose si vienen semanas de temporal o frío. Los adultos que sí tienen hábitos migratorios suelen ser los que crían en latitudes muy septentrionales, huyendo del intenso frío y de la congelación de las masas de agua. El mayor paso migratorio se ve de septiembre a diciembre, y los

invernantes suelen llegar desde octubre. De 10 ánades anillados recuperados en Galicia, 5 procedían de otras zonas de España, 4 de Inglaterra y 1 de Bélgica. Por tanto cabe presumir que parte de los ánades reales que se observan en invierno en el estuario del Eo son los residentes reproductores en el área, otra parte son procedentes de distintas zonas ibéricas (Andalucía y otras) y un tercer grupo llegarían del oeste de Europa, donde es migrador parcial. El número censado en invierno en el estuario del Eo es bastante variable, por lo general varios cientos todos los años, con máximos en 2003 (1102 ánades reales) y mínimos en 1996 (117 ejemplares). De todas formas es difícil estimar con precisión su cantidad, pues al igual que ocurre con el Silbón Europeo, durante el invierno muchos ánades reales reposan en pequeños bandos de 4-8 individuos en aguas marinas, a incluso 10-20 millas de la costa. Desde estos reposaderos invernales levantan los vuelos al oscurecer y penetran a los estuarios y praderas húmedas para alimentarse durante la noche. Al amanecer regresan al mar y por el día se divisan menos en el estuario. Los temporales pueden hacer que acudan a buscar refugio en las rías, aumentando súbitamente su conteo. Los invernantes suelen abandonar el estuario pronto, generalmente en febrero, pues en marzo ya comienzan su nidificación en las áreas de cría. El paso primaveral que se observa es escaso. Se ha comprobado que las hembras acostumbran a regresar a criar a lugar en que nacieron, y el macho se ve obligado a seguir a su compañera.


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Ánade Rabudo (Anas acuta) [89-90] Anátida de tamaño mediano-grande (hasta 60 cm). La cola (plumas rectrices) es larga, fina y puntiaguda («rabudo»), contribuyendo a darle al pato una figura esbelta y estilizada, a lo que también ayuda su cuello delgado. En el macho, la cabeza y parte superior del cuello son pardas oscuras (achocolatadas) y el pecho y zona inferior del cuerpo blancos, prolongándose en forma de línea en dirección a la nuca. Las plumas en el arranque de las alas (escapulares) son largas, de color blanco y negro. La popa es negra y amarillenta y el resto del cuerpo en conjunto grisáceo. La hembra es de plumaje mucho más discreto y parecido a las de otras anátidas: ayuda a diferenciarla el cuello más fino y largo, la cola también más larga (aunque menos que el macho) y el pico y patas grises y unas franjas alares pálidas.

Despega verticalmente, y en vuelo bate las alas con rapidez. Planea en círculo antes de posarse en el agua. Se alimenta sobre todo de noche, tanto de vegetales (diversas plantas acuáticas, Zostera marina, algas, etc), como pequeños vertebrados (peces y anfibios) e invertebrados (moluscos, crustáceos, coleópteros…). La dieta animal parece más importante en primavera y verano que durante la invernada. Sus áreas de cría son las tundras arboladas de Siberia, oeste de Rusia, Escandinavia e Islandia,

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y algunos aguazales de Alemania, Polonia y Báltico. Se solapan bastante con las del ánade silbón. El rabudo es un pato muy migrador, cuya llegada en el otoño (octubre-noviembre) o invierno nos evoca las lejanas tundras de las que procede. En la ría del Eo se concentra la mayor población invernante de Asturias, y una de las mayores del área cantábrica, como también ocurre con el silbón. Como es habitual, el conteo de aves que invernan en el estuario es variable con los años, aunque suele ser de unos cuantos centenares (300-500). El máximo de los últimos años coincidió con el máximo del silbón: en 1993 se censaron 1069 rabudos en el Eo (y 2515 silbones), mientras en 2000 sólo invernaron 140 de estas anátidas. Parece que el número de invernantes guarda relación con la meteorología en zonas septentrionales, pues


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los temporales de frío allí aumentan notablemente la cantidad de rabudos que llegan al área cantábrica. Las hembras y machos jóvenes son más proclives a viajar al sur que los machos de más edad, que suelen quedarse en zonas intermedias como los Países Bajos. Al igual que en el caso de los silbones, algunos grupos de rabudos permanecen en las aguas marinas litorales, entrando a las rías en caso de temporal.

Cerceta Común (Anas crecca) [91] Es la anátida más pequeña de Europa (35- 40 cm).

Aspecto compacto, con el pico corto. El macho tiene la cabeza acastañada con los lados verdes de los ojos a la nuca, enmarcados por una línea amarillenta. El resto del cuerpo es grisáceo, destacando una línea blanca en la base de las alas plegadas (escapulares), pecho crema motado y la parte inferior de la cola (popa) con un triángulo de color amarillo orlado en negro a cada lado. La hembra es de plumaje poco conspicuo, parda, listada y con motas oscuras. Despega verticalmente del agua y vuela en bandos densos, con rapidez y agilidad, cambiando repentinamente la dirección de vuelo de forma sincronizada: todo ello, unido a su pequeño tamaño, hace que en vuelo recuerde a un limícola. En migración vuela en líneas. En tierra su caminar es algo torpe. Su dieta es fundamentalmente vegetal, a base de semillas

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flotantes de plantas acuáticas, hierbas de mar (Zostera marina), frutos de aliso flotando, pequeñas algas, etc. Durante la primavera y verano también ingiere pequeños moluscos, crustáceos, gusanos y larvas de insectos acuáticos, incluso ranas recién metamorfoseadas de pequeño tamaño. Prefiere alimentarse de noche, filtrando el agua fangosa en su pico, y dormir de día, cubriendo la cabeza con el ala. La cerceta común cría en Europa septentrional y oriental (Islandia, Escandinavia, Rusia, Báltico, Escocia, Países Bajos, etc) y en Asia llega hasta Japón. También lo hace o lo ha hecho en lugares muy puntuales de la península ibérica, pero en conjunto son pocas decenas de parejas. Lo que sí es mucho más importante es el número de individuos avistados en los pasos migratorios; el más importante de ellos es el otoñal, que suele verse en septiembre y más aún en octubre, volando bandos de cercetas hacia el oeste frente a la costa. Su viaje es paulatino y escalonado, antes de establecerse en un lugar a pasar el invierno. Las cercetas que lo hacen en la ría del Eo y otras zonas cantábricas llegan principalmente de Escocia, Países Bajos, Dinamarca y Escandinavia. La población que se queda a invernar en el estuario del Eo suele rondar el centenar de ejemplares, duplicándose algunos años. Su llegada puede adelantarse ante olas de frío en sus países de origen. De todas formas, dado las tendencias viajeras e

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inquietas de este pato, su número puede variar en función de la climatología: si llegan fuertes olas de frío al oeste de Francia en el invierno, las cercetas allí invernantes no tienen demasiados problemas en llegar un día o dos después a los estuarios cantábricos. Por parecidas razones su censo puede reducirse de una semana a otra en las rías como la del Eo si el otoño o el invierno es rico en galernas y temporales, buscando ambientes más apacibles. Alfredo Noval menciona el caso de una cerceta anillada en Bélgica que fue recuperada tres días después en Asturias, a 1100 km de distancia en línea recta. A finales de enero, y hasta el mes de abril, las cercetas van abandonando las áreas de invernada y comienzan el regreso a sus lejanas zonas de cría norteñas.

Ostrero Euroasiático (Haematopus ostralegus) [92-93] Ave limícola grande (hasta 45 cm) y de aspecto compacto. Es fácil de reconocer por su pico largo (hasta 9 cm) y recto, de color rojo anaranjado, en un ave con plumaje negro (en cabeza y dorso) y blanco (región ventral). Las patas son robustas y rosadas, y los ojos rojos. En individuos de menos de un año, las patas son gris rosadas y el pico es rojo apagado, con la punta oscura (a veces también en individuos de más edad). Su vuelo, potente, puede recordar a un pato por su trayectoria directa con rápidos aleteos poco profundos, destacando entonces una ancha banda alar de color blanco.

El biotopo fundamental que frecuenta el ostrero son las playas arenosas y rocosas, con pedreros y amplia zona intermareal, y los estuarios. En zonas

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septentrionales europeas también se adentra en prados húmedos en busca de lombrices. Su alimentación fundamental son los moluscos marinos, si no las ostras como sugiere su nombre, sí los berberechos, almejas, navajas, coquinas, mejillones, lapas, bígaros, etc. que abre con aparente facilidad introduciendo entre las valvas el pico y apalancando acto seguido. Otras veces golpea el bivalvo contra las rocas, arena o fango para extraer su contenido. Su forma de alimentarse le ha dado los nombres locales de «lampareiro» «llamparego» o «bigareiro», por su afición a las lapas y bígaros respectivamente. En Galicia es denominado «gabita» o «gaiteiro d’area» por sus aflautados silbidos. Además de moluscos también captura algún crustáceo (ej. el cangrejo de mar común, Carcinus maenas) y anélidos como Arenicola marina o Hediste diversicolor. El ostrero es nidificante en las costas rocosas cercanas a la ría del Eo, aunque no en la ría en sí. A partir de febrero, y sobre todo en marzo, comienzan su reproducción, preparando un nido en una depresión del terreno en el que ponen tres huevos. Es sensible a las molestias humanas, por lo que suele anidar en islotes costeros o rocas alejadas del acantilado.

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Debe evitarse perturbar sus nidos pues mientras el ave los abandona sufren una pronta depredación por gaviotas y córvidos. El número de parejas nidificantes en el occidente de Asturias y en las costas de Galicia es muy escaso y con poco éxito reproductor pues consiguen volar un pequeño número de pollos. Terminado el periodo de cría, hacia septiembre, los ostreros del occidente de Asturias y este de Galicia no parecen emigrar, y aunque permanecen en el área, se desplazan más y buscan zonas favorables y ricas en alimento como los estuarios. En la ría del Eo suelen encontrarse en los pedreros y playas de la ensenada de Arnao, en el estuario externo y ensenada de La Linera. En invierno suelen censarse de 10 a 30 ostreros. Parte de ellos pertenecen seguramente a la población reproductora de las cercanías, y otros son invernantes procedentes muy probablemente de Gran Bretaña, y tal vez alguno de Escandinavia, Islandia o Países Bajos. La población invernante (principalmente ejemplares jóvenes) suele llegar entre septiembre y noviembre, y abandonan la ría entre marzo y abril. Además de los invernantes, pueden verse aves europeas de paso hacia el oeste desde julio y hasta noviembre (migración postnupcial). El ostrero figura como «sensible a la alteración de su hábitat» en el Catálogo Regional de Fauna Amenazada de Asturias.

Correlimos Común (Calidris alpina) [94-95] Ave limícola pequeña, normalmente en torno a 18 cm, pero a veces hasta 22 cm. Aspecto compacto, con plumaje pardogrisáceo apagado en el dorso, blanco en la región ventral y gris pálido en el pecho. Cuando se acerca la época de reproducción, el vientre muestra una gran mancha negra, el pecho aparece moteado o listado y el plumaje se hace más pardorrojizo y escamoso. El pico es relativamente largo, negro y con la punta fina algo curvada hacia abajo. El juvenil tiene el plumaje con dibujo más escamoso y un color basal pardo-amarillento en cabeza y pecho.

Vuela rápido, a baja altura sobre el agua o el fango, generalmente en bandos compactos con movimientos perfectamente sincronizados. En las bajamares los grupos de correlimos recorren las playas y fangos del estuario y sus ensenadas laterales en busca de alimento, moviéndose y correteando de forma inquieta de un lado a otro, picoteando al azar, sin cesar, en la arena o fango en busca de los invertebrados de los que se alimenta, principalmente de gusanos poliquetos y pequeños moluscos gasterópodos (también pequeños bivalvos, crustáceos e insectos). Aprovecha las subidas y bajadas de marea para alimentarse, tanto de día como de noche, y en la pleamar descansa en las rocas, escondiendo su cabeza entre el plumaje.


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El correlimos común de la subespecie schinzii es Q el más habitual en el norte ibérico: cría en el sudeste de Groenlandia, Islandia, islas Faroe, Gran Bretaña y sur de Fenoscandia, y tiende a invernar en África noroccidental y suroccidente de Europa. En ocasiones se avistan los de la subespecie arcaica, procedentes de las tundras del nordeste de Groenlandia y camino a Marruecos y Mauritania, y los alpina, algo mayores y llegados del norte de Escandinavia, Rusia y Siberia, cuyo destino principal es el Mediterráneo. Desde finales de julio y hasta octubre, se detie95 nen grupos de varias decenas de correlimos comunes en las rías y estuarios como el del Eo. Vienen de Zarapito Real (Numenius arquata) lejanos aguazales, principalmente de Gran Bretaña y Fenoescandia, y van de camino principalmente [96-97] Se trata del ave limícola más grande que poal suroccidente de la península ibérica y África demos encontrar no sólo en la ría del Eo sino en Occidental (Mauritania) a pasar el invierno, destoda España y Europa, pues mide de 50 a 60 cm (incansando unos días en estos estuarios para repocluyendo el pico). Es fácil de reconocer por su pico ner fuerzas y combustible. Entre 100 y 200 de ellos largo y curvado hacia abajo, de poco más de 10 cm interrumpen su viaje en el estuario del Eo (algunos en los machos y entre 12 y 15 cm en las hembras. El años más de 400) y pasan el invierno en el mismo. plumaje es pardo grisáceo, con un patrón listado y Entre abril y mayo vuelve a verificarse un paso ahora barreado general que llega a desaparecer en el obisen sentido inverso, rumbo a las áreas de cría, y tampillo y región ventral posterior, donde es blanco bién se van muchos de los invernantes, aunque sue(muy visible en vuelo). Las patas son largas y grisálen verse algunos ejemplares en el estuario el resto ceas. Su vuelo es relativamente pausado, parecido del verano.

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al de las gaviotas. Localmente es conocido como Q «algaraván», «mazarico real» o «mazarico curlí», esta última denominación en alusión a su canto. Es fácil de ver en otoño e invierno, en ambientes costeros, frecuentando los fangos intermareales como los de la ensenada de la Linera, así como algunas playas y pedreros. Se alimenta activamente de invertebrados durante las bajamares, descansando en las rocas cuando las arenas y limos quedan cubiertas en pleamar. Captura moluscos (mejillones, coquinas, tellinas, navajas y otros bivalvos), crustáceos (principalmente cangrejos comunes), insectos y gusanos, como Arenicola marina (su pico parece diseñado para prospectar sus galerías) y otros empleados como cebo o «xorra». Ocasionalmente también algún pez pequeño, anfibio o lagartija. Tiene un carácter desconfiado y huidizo, que dificulta la aproximación, pues suele haber un vigilante que da la alarma al grupo mientras se alimenta. Aunque años atrás nidificó en Asturias y esporádicamente lo hace en Galicia, su reproducción en el norte ibérico ocurre de forma ocasional y con muy pocas parejas. No así en el centro y norte de Europa y Rusia, donde se estima lo hacen entre 130.000 y 270.000 parejas. En otoño migran hacia el sur buena parte de sus efectivos. Los destinos de invernada de esos zarapitos reales son los estuarios y costas atlánticas de Europa occidental (Irlanda, Gran Bretaña, Francia, costas del mar de Frisia o Wadden, España y Portugal) y África. Los que alcanzan nuestras costas parecen proceder del norte de Europa (Fenoescandia, Báltico, Gran Bretaña, Alemania…). Van llegando desde julio (inicialmente hembras e inmaduros), aumentando su número en agosto, septiembre y meses otoñales, hasta alcanzar su máximo en el invierno. Algunos siguen viaje, volando en las noches claras mar afuera, agrupados en bandos, pero otros pasan el resto del invierno en nuestras costas y estuarios. El promedio que lo hacen en la ría del Eo está entre 100 y 300, aunque el número de zarapitos reales invernantes es variable, pues depende de las condiciones climatológicas en sus áreas de origen. Así, los temporales en las costas francesas y británicas pueden provocar el desplazamiento de importantes cantidades de zarapitos allí invernantes hacia nuestras costas. Desde febrero, pero sobre todo en marzo y abril, vuelve a detectarse un paso de zarapitos, que desde el sur regresan a sus áreas de cría. En la primavera

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avanzada y el verano sigue siendo posible avistar zarapitos en la ría del Eo y otros estuarios, que corresponden por lo general a individuos inmaduros del primer año. El zarapito real figura como «vulnerable» en el Catálogo Regional de Fauna Amenazada del Principado de Asturias.

Archibebe Claro (Tringa nebularia) [98-99] Ave limícola de mediano tamaño (hasta

34 cm). El pico es largo y fuerte, de color grisáceo y muy ligeramente curvado hacia arriba, con el extremo más oscuro. Las patas son largas, gris verdosas. El plumaje es gris en el dorso, con dibujo escamoso, no demasiado marcado en el adulto durante el invierno, pero sí en el juvenil. La cabeza y parte del cuello son listados. El pecho y vientre son blancos. En vuelo muestra una cuña blanca y alargada en la espalda, sobresaliendo las patas tras la cola. Cuando se alimenta se muestra muy activo, recorriendo las orillas del estuario y sus ensenadas laterales a medida que la marea sube o baja. Va picoteando

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el cieno húmedo y la arena de un lado a otro en busca de invertebrados del fango. También persigue pequeños alevines de peces en las aguas de la orilla, moviéndose nerviosamente con parte de su pico metido en el agua, corriendo con erráticos cambios de dirección. Se alimenta de día y de noche, descansando en las pleamares sobre las rocas, con su cabeza parcialmente oculta en el plumaje, frecuentemente en compañía de otras aves como garcetas, anátidas, zarapitos, etc. Por lo demás es de carácter solitario. Sus zonas de cría son bastante septentrionales, pues lo hace en los claros y bordes de la taiga de Escandinavia, Finlandia, Rusia y Siberia. También hay un área de reproducción en Escocia. Aunque la mayor parte de las aves de esta especie viaja hasta África incluso meridional a pasar el invierno, muchos de los archibebes claros procedentes de Fenoscandia lo hacen en estuarios de la Europa atlántica, sobre todo en el mar de Frisia (o de Wadden: costa danesa occidental, alemana y holandesa), costas británicas, francesas e ibéricas. Los archibebes claros en migración hacia el sur pueden avistarse reponiendo fuerzas en los estuarios cantábricos entre agosto (incluso julio) y octubre. En la ría del Eo se quedan a pasar el invierno de 30 a 70 ejemplares como promedio, permaneciendo por lo general entre septiembre y abril del siguiente año. El paso de aves en migración hacia sus zonas de cría suele detectarse en abril y mayo.

Gaviota Reidora (Larus ridibundus) [101-102] Gaviota relativamente pequeña (34-

43 cm). Su cabeza muestra una marcada diferencia en la época de reproducción y en la postnupcial: Desde febrero-marzo hasta julio es de color chocolate oscuro (a distancia parece negro), con un anillo ocular blanco, y algo incompleta en la nuca (a diferencia de otras gaviotas de cabeza oscura). Posteriormente, durante el verano esa capucha oscura se va «disolviendo», hasta quedar una o dos pequeñas manchas residuales a nivel auricular, que permanecen en el otoño e invierno [101b]. En enero y sobre todo febrero, vuelven a mostrar el capuchón cefálico [101a]. El dorso es gris claro, y las partes inferiores, cuello y pecho son blancos. El pico es largo y puntiagudo, de color rojo apagado, con la punta más oscura. Las patas son también rojas. Los ejemplares juveniles tienen el pico y patas beige (el pico con el extremo oscuro) [100], y el dorso con plumas de ese color entremezcladas con otras más pardas, grises y oscuras. Su vuelo es ligero y más ágil que el de otras gaviotas mayores, con sus quiebros en el aire y sus evoluciones aprovechando las ráfagas del viento. También es más boyante, recordando al del charrán. La especie debe el nombre castellano a su grito, algunas de cuyas vocalizaciones recuerdan a una pequeña carcajada.


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La gaviota reidora frecuenta los puertos, playas y estuarios como el del Eo. A veces sus bandos se ven en prados o tierras de labor, sobre todo si han sido aradas, en busca de insectos, gusanos y larvas. Como otras muchas gaviotas, es una especie oportunista y omnívora, capaz de aprovechar diversos recursos alimenticios, desde carroñas y desechos de pesca hasta los que consigue mediante predación: crustáceos, moluscos, gusanos e insectos. La presencia de algunos ejemplares con plumaje adulto durante la primavera en la ría del Eo hace vaticinar la posible nidificación de la gaviota reidora en la zona, que además parece previsible, dada la progresiva expansión de la especie y sus áreas de cría. Pero es en otoño e invierno cuando esta gaviota se hace muy numerosa en la zona. Se trata de aves llegadas de Finlandia y países bálticos, Bélgica, Holanda, Dinamarca, península escandinava y Gran Bretaña. Unas pocas proceden de Alemania, república Checa, Francia y Polonia (las aves de estos orígenes parecen dirigir sus migraciones más bien al Mediterráneo). A finales de julio ya se ven algunos ejemplares en migración, principalmente inmaduros del año anterior. En agosto va aumentando el

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paso, que se acentúa aún más en septiembre y octubre, ya con adultos también. Ya desde agosto algunas de estas gaviotas se quedan en la ría del Eo para pasar el otoño e invierno, pero el grueso de la población invernante llega a continuación, entre septiembre y noviembre. El promedio que se queda en el Eo es de 500 a 800 gaviotas reidoras, aunque algunos años superaron el millar. En proporción la mayoría son ejemplares adultos, y permanecen entre noviembre y finales de febrero o principios de marzo, quedándose algo más de tiempo los inmaduros. A la vez que los invernantes se van, también recalan en la ría gaviotas reidoras de paso, que descansan y reponen fuerzas antes de proseguir su largo viaje al norte.

Gaviota Patiamarilla (Larus cachinnans) [102-105] Gaviota grande (hasta 68 cm y con enver-

gadura en vuelo que llega a rondar el metro y medio) y abundante. Las patas amarillas que le dan nombre facilitan su identificación, aunque no son específicas de esta gaviota (la sombría, de porte parecido, también las tiene), y además, un 5-10 % de

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ellas las tienen rosadas, lo que las confunde con la gaviota argéntea, de presencia escasa y esporádica en la ría del Eo. El color es blanco en cabeza, pecho y vientre, el dorso gris y el extremo de las alas negro con pintas blancas. También el pico es amarillo, fuerte y ganchudo, con una mancha roja en la mandíbula inferior cerca de la punta (una marca reconocida por los pollos como estímulo para la ceba, que picotean para que la misma comience). A diferencia de otras especies parecidas, esta gaviota conserva el plumaje bastante blanco durante el otoño e invierno, mientras la sombría, por ejemplo, suele presentarla con un moteado o rayado. El ojo tiene el iris amarillo, y en torno al mismo hay un anillo orbital rojo. Las inmaduras tienen el plumaje pardo, muy moteado en las de menos de un año, el pico negro y las patas beige. El vuelo es potente y boyante, planeando y aprovechando el viento costero para efectuar rápidos y súbitos ascensos y descensos. Son bastante gregarias, frecuentando sus grupos los puertos, playas, estuarios, acantilados y embalses. Es un ave oportunista, lo que ha facilitado su expansión. Su alimentación original era a base de crustáceos, moluscos, peces,


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huevos, pollos y carroña, pero en la actualidad es más omnívora y ha sacado provecho de actual civilización de consumo: come prácticamente de todo, siendo muy numerosa en vertederos, siguiendo barcos pesqueros en busca de desechos, etc. También come vegetales, insectos, roedores y pequeños mamíferos, pájaros heridos o moribundos, etc., y a veces persiguen y hostigan a otras gaviotas para que suelten o regurgiten sus presas. Es la gaviota más abundante del Cantábrico. En Asturias hay unas 6000 parejas reproductoras (año 1986), y en toda Galicia unas 26 000. Las parejas son monógamas y se emparejan de por vida. En abril y mayo hacen un nido somero en zonas poco accesibles del acantilado, islotes, tejados, etc y la hembra pone 3 huevos habitualmente. La cría se prolonga hasta junio, e incluso agosto si la primera nidada fracasó y hubo una reposición. Aunque es una especie sedentaria (sobre todo los adultos), los conteos en invierno se duplican respecto a los de primavera. En su mayoría son gaviotas jóvenes o inmaduros del año, que no suelen recorrer más de 50 o 100 km. Desde las zonas de cría se dispersan ya desde julio en busca de ambientes favorables y con recursos tróficos para pasar el invierno, como es el caso del estuario del Eo (habitualmente 100-200 gaviotas patiamarillas en los censos de invierno). No

obstante también llegan algunas gaviotas desde colonias mediterráneas. Las del centro-occidente de Asturias tienden a ir al oeste, y las del litoral cantábrico de Galicia, hacia Asturias. Muchas penetran por los cauces de los ríos hacia vertederos o embalses donde permanecen hasta la siguiente primavera. A partir de diciembre-enero, las gaviotas patiamarillas van regresando a las colonias de cría. En las últimas décadas el nombre científico y la categoría de clasificación de esta común gaviota ha ido cambiando. Inicialmente fue considerada subespecie de la gaviota argéntea (Larus argentatus michahellis), pero después se diferenció como otra especie nueva, que hasta hace pocos años fue denominada Larus cachinnans, perteneciendo la población cantábrica a la subespecie michahellis. En las últimas reclasificaciones de las subespecies de estos láridos, las Larus cachinnans michahellis del oeste de Europa se han elevado a la categoría de especie. La diferenciación con la argéntea es cada vez más evidente, pues no forma parejas mixtas con ellas, cosa que sí hacen con la gaviota sombría, lo que indicaría una mayor proximidad filogenética con esta última. De hecho, algunos estudiosos abogan por unificar la sombría y la patiamarilla en una sola especie.


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Gaviota Sombría (Larus fuscus) [105-106] Gaviota grande, de tamaño y porte parecidos o muy ligeramente menores a la patiamarilla (51-67 cm y con envergadura en vuelo cercana al metro y medio). En común con Larus michahellis tiene, además del tamaño, las patas y pico amarillos (también con mancha roja), el plumaje blanco en cabeza, cuello, pecho y región ventral, y las primarias negras con manchas blancas. La diferencia fundamental es el plumaje del dorso, que es sustancialmente más oscuro («sombría»), de tono gris pizarra. La intensidad de esa tonalidad varía con la subespecie, yendo desde el gris denso (Larus fuscus graellsii del oeste europeo) hasta el casi negro apizarrado (Larus fuscus fuscus de Escandinavia y Finlandia). Por supuesto, la graellsii puede ser difícil de diferenciar de la gaviota patiamarilla, aunque vistas juntas si se aprecia que su plumaje dorsal es de tono más intenso. Otras diferencias son el anillo orbitario naranja o rojo menos conspicuo (la patiamarilla lo tiene rojo marcado), y la presencia de un rayado oscuro en la cabeza y nuca durante el invierno, que desaparece en la época de cría para hacerse totalmente blanco. El inmaduro es muy parecido al de la patiamarilla, con plumaje pardo moteado y pico negro.

Frecuenta las playas, estuarios, bahías, campos y embalses cercanos a la costa. No suele verse en ambientes rocosos (acantilados), puertos ni en basureros. Puede adentrarse algo tierra adentro por los cauces fluviales. En invierno es habitual verla en las playas, agrupadas en bandos cerca de la orillas con docenas de ejemplares y con gaviotas patiamarillas entremezcladas. Su alimentación es muy similar a la de estas últimas: pequeños peces, invertebrados acuáticos, carroñas, puestas y pollos de otras aves, roedores, frutas, despojos y desechos pesqueros, etc. La subespecie graellsii es la más habitual en nuestras costas y cría en el litoral de las islas británicas, Islandia, islas Faroe, Francia y en algunos enclaves del norte ibérico, migrando hacia el suroccidente de Europa y África noroccidental. La subespecie fuscus cría en la península escandinava y Finlandia, dirigiéndose después a pasar el invierno en África y oeste asiático. Algunas de ellas pueden avistarse en nuestras playas durante el invierno. Otra subespecie cría en el norte de Siberia, pero sus destinos y rutas migratorias no pasan por la península ibérica. Además se ha diferenciado una cuarta

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subespecie, intermedius, que cría en Holanda , Dinamarca y Delta del Ebro, con plumaje algo más oscuro que la graellsii, pero menos que las bálticas (fuscus). Es también una de las que podemos avistar en la ría del Eo. La nidificación en el litoral cantábrico es escasa, con pocas colonias en Asturias y Galicia, a veces ocasional, irregular o hibridándose con la gaviota patiamarilla. La colonia regular de cría más cercana a la ría del Eo se encuentra a sólo unos 3 kms en línea recta, en las islas Pantorgas (Tapia de Casariego, Asturias). Un pequeño número de parejas comparte allí la colonia con la mucho más numerosa gaviota patiamarilla. Los adultos parecen permanecer sedentarios en la zona, pero terminada la reproducción los jóvenes comienzan su dispersión. Por entonces se verifica un importante movimiento migratorio de la especie. El paso de estas gaviotas hacia sus zonas de invernada o sus cambios a zonas cercanas se efectúa entre julio y diciembre. Los picos migratorios suelen coincidir con los temporales del oeste, sobre todo en otoño. La población invernante en la ría del Eo suele oscilar de 50 a 200 ejemplares, y permanecen por lo general de noviembre a febrero. La mitad de estas aves son inmaduros del primer año, difíciles de distinguir de los de gaviota patiamarilla. Las que pasan el invierno en las playas y costas cantábricas llegan en su mayoría de Gran Bretaña y Holanda. Unas pocas pueden proceder de Bélgica, Noruega, Islandia, o de zonas de cría próximas.


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Gavión Atlántico (Larus marinus) [107] La mayor de las gaviotas (64-79 cm), con en-

vergadura en vuelo que supera el metro y medio. La gran cabeza, cuello, región ventral y cola son blancos, y el dorso alar negro, con un borde final rematado en un ribete blanco, muy reconocible en vuelo. El pico es grueso y fuerte, de color amarillo y con una mancha roja en la mandíbula inferior como en otras gaviotas grandes. Las patas son rosa apagado o color carne en todas las edades del ave. El iris es amarillo con un anillo orbitario rojo. En otoño e invierno aparece un sombreado en torno al ojo y unas estrías finas grisáceas en la nuca. Su gran tamaño y la oscuridad de su plumaje dorsal facilitan una rápida identificación. Para diferenciarlo de la Gaviota Sombría basta con fijarnos en sus patas rosadas o de color carne. Los jóvenes se parecen a los de otras gaviotas grandes, con un plumaje moteado y rayado en tonos blanco y parduzcos, cabeza y pecho más claros y pico negro. Sólo a los tres años de edad empiezan a presentar plumas negras en el dorso, y los de 4 años ya tienen plumaje de adulto. El Gavión puede avistarse en las playas, estuarios y costas rocosas. También puede encontrarse en puertos, bahías y embalses cercanos a las costas. Además pasa periodos prolongados en el mar, descansando de noche sobre la superficie. A diferencia de otros láridos es solitario, y cuando se entremezcla con un grupo de gaviotas en una playa se puede distinguir por su porte, plumaje y actitud erguida y vigilante. Su dieta es omnívora y oportunista: captura presas naturales (peces, pollos y huevos de otras aves, invertebrados marinos, pequeños mamíferos, insectos, bayas y carroñas) y aprovecha los despojos que le brinda el hombre (descartes de pescado, basuras, etc). Además roba presas a otras aves marinas intimidándolas en pleno vuelo. Las colonias de cría se encuentran en las costas atlánticas de América del Norte, sur de Groenlandia, Islandia, islas Británicas y Faroe, norte de Francia, Dinamarca, Escandinavia, Finlandia, Báltico y noroeste de Rusia. Las aves que nidifican más al norte tienen un mayor instinto migrador y emprenden viajes más largos para invernar que aquellas que lo hacen más al sur (ej. en Francia o Gran Bretaña), por lo que los gaviones que llegan al Cantábrico podrían proceder de las zonas septentrionales (Fenoescandia, Rusia). Sin embargo, las escasas recuperaciones en el

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Cantábrico de aves anilladas son de origen británico (Gales), por lo que unido a los datos de otras recuperaciones ibéricas, es posible que lleguen de cualquier zona de la Europa occidental. Entre julio y diciembre se detecta el paso de los gaviones por nuestras costas rumbo a sus áreas de invernada o cambiando de una zona a otra, aunque el grueso de los mismos viajan por el mar, alejados de la costa. La ría del Eo es uno de los principales refugios invernales para el Gavión Atlántico en el Cantábrico. Algunos años se han contabilizado más de medio centenar, pero lo más habitual en los últimos inviernos es de 15 a 30 gaviones en la ría. Un sitio que frecuentan como lugar de reposo son los pilones del puerto de Castropol, y también se les ve nadando en las aguas del estuario externo, orillas de La Linera, etc. Comienzan a llegar en agosto y septiembre, y los últimos se van en marzo o abril. Un buen número de gaviones inverna en alta mar, y los temporales pueden atraerlos a la costa, lo que explica la súbita variación en los conteos invernales de la especie. A veces pueden verse algunos inmaduros pasando el verano en la ría.


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Charrán Patinegro (Thalasseus sandvicensis = Sterna sandvicensis) [108] Ave marina de tamaño mediano (hasta 46 cm),

de porte esbelto, alas largas estrechas y acabadas en punta. Destaca su largo y estrecho pico oscuro, terminado en punta amarillenta. Las patas son negras, como indica su nombre español. El plumaje es gris plateado en el dorso. En época nupcial (primavera) luce un capirote negro en la cabeza, con una cresta hirsuta y eréctil en la nuca, pero a partir del verano (que es cuando se suele ver en el litoral cantábrico) el capirote desaparece y la frente se vuelve blanca, quedando una mancha oscura ante el ojo y la cresta menos marcada, con estrías grisáceas. El vuelo es boyante, mostrando entonces su cola, poco escotada. Hace picados y zambullidas desde buena altura. Su hábitat es costero. Fuera de la época de reproducción frecuenta las playas arenosas o rocosas, rías, estuarios y puertos. Su alimentación es a base de peces, mayoritariamente de tamaños entre 9 y 15 cm. Los pesca prospectando las aguas someras, cerniéndose por unos instantes para a continuación hacer picados desde más de 10 m de altura. Una de sus presas más frecuentes en los estuarios son los «muíles» de pequeño tamaño. Ocasionalmente captura algún crustáceo o gusano. Este charrán se reproduce en Escocia, norte de Irlanda, Bretaña francesa, mar de Frisia (Wadden), Bélgica, Holanda, Dinamarca, Alemania y Báltico. También en algunos enclaves del Mediterráneo (ej. Delta del Ebro), mar Negro y Caspio. Su paso migratorio por el Cantábrico puede comenzar a detectarse a finales de junio, alcanzando sus valores máximos en septiembre y octubre. Son aves llegadas de las islas británicas sobre todo, pero también de Dinamarca, países bálticos, Alemania, Bretaña francesa, Rusia y Ucrania. A veces sus bandos descansan temporalmente en alguna bahía o estuario antes de continuar viaje. En opinión de Alfredo Noval el grueso de sus efectivos migratorios por el mar Cantábrico atraviesa el golfo de Vizcaya directamente desde la Bretaña francesa hasta el Cabo de Estaca de Bares, siendo menos los que siguen la ruta litoral. Se dirigen principalmente a las costas occidentales de África, llegando hasta Sudáfrica. Los otoños e inviernos benignos parecen favorecer la instalación de invernantes en nuestras costas. El estuario del Eo es uno de los enclaves cantábricos

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con una presencia regular de invernantes, si bien en pequeño número (habitualmente menos de 5 ejemplares, algún año 10). Suelen descansar en el puerto de Castropol y ensenada de La Linera. Habitualmente emprenden el regreso en marzo o abril, incorporándose al flujo migratorio de charranes que regresan a sus zonas de cría (entre marzo y junio, con pico en abril). Al igual que el Charrán Patinegro, hay otras especies de aves de presencia más escasa o irregular, pero que aparecen invernando o descansando con cierta preferencia en esta ría, siendo más raros en otras del Cantábrico occidental. Entre ellas cabe destacar el Silbón Americano (Anas americana), Negrón Común (Melanitta nigra), Porrón Bastardo (Aythya marila), Serreta Mediana (Mergus serrator), Aguilucho Lagunero Occidental (Circus aeruginosus), Espátula Común (Platalea leucorodia) y Avoceta Común (Recurvirostra avosetta) (véase también cuadros de censos invernales de los últimos años y de vertebrados en las dos páginas siguientes). P


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Censo de aves invernantes en la ría del Eo Colimbo Chico Colimbo Grande Colimbo Artico Gavia sp. Zampullín Común Somormujo Lavanco Somormujo Cuellirrojo Zampullín Cuellinegro Zampullín Cuellirrojo Podiceps sp. Alcatraz Atlántico Cormorán Grande Cormorán Moñudo Phalacrocorax sp. Garcilla Bueyera Garceta Común Garza Real Espátula Común Ansar Común Ansar Campestre Ansar Careto Cisne Cantor Cisne Vulgar Barnacla Carinegra Tarro Blanco Silbón Europeo Silbón Americano Anade Friso Cerceta Común Ánade Azulón Ánade Rabudo Cuchara Común Anas sp. Pato Criollo Ánade Gargantillo Porrón Bastardo Porrón Europeo Porrón Moñudo Porrón Moñudo × Porrón Europeo Porrón Osculado Aythya sp. Pato Havelda Negrón Careto Negrón Común Negrón Especulado Serreta Mediana Eider Común Porrón Acollarado Gallineta Común Rascón Europeo

1991 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 1 2 1 1 1 5 13 8 4 4 8 8 6 4 3 0 0 2 1 1 2 1 3 1

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3 1 1 2487 2515 1807 1989 917 1191 1 63 24 16 10 26 38 119 190 82 115 45 115 585 673 155 361 117 169 890 1069 401 431 249 391 9 6 3 52

3 2 865 1374 832 1250 674 1290 601 1851 1119 3 1 1 26 29 22 57 35 28 12 12 27 126 117 94 72 76 197 173 103 250 436 457 385 760 693 1102 532 719 891 298 272 140 458 142 584 282 500 339 5 4 15 9 2 14

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4 1


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II. Vertebrados

Fuentes: R. Martí, J.C. del Moral, Sociedad Española de Ornitología (SEO), Coordinadora Ornitolóxica d’Asturies (COA), Consejería de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio e Infraestructuras del Principado de Asturias. Compilación: Teresa Sánchez Corominas. Focha Común Grulla Común Ostrero Euroasiático Avoceta Común Chorlitejo Grande Charadidae sp. Chorlito Dorado Chorlito Gris Avefría Europea Correlimos Gordo Correlimos Tridáctilo Correlimos Menudo Correlimos Oscuro Correlimos Común Calidris sp. Agachadiza Común Agachadiza Chica Aguja Colinegra Aguja Colipinta Limosa sp. Zarapito Trinador Zarapito Real Archibebe Oscuro Archibebe Común Archibebe Claro Andarríos Grande Andarríos Chico Tringa sp. Vuelvepiedras Común Charrán Patinegro Gaviota Reidora Gaviota Cabecinegra Gaviota Sombría Gaviota Argéntea Gaviota Patiamarilla Gaviota Cana Gaviota de Delaware Gaviota Enana Gaviota Hiperbórea Gaviota Polar Gaviota Sombría 1er invierno Gaviota Patiamarilla 1er invierno Gav. Argéntea/Patiamarilla/Sombría Larus cachinnans/fuscus Gaviota Patiamarilla/Sombría Gavión Atlántico Larus sp. Alca Común Martín Pescador TOTAL

1991 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 202 189 69 62 52 28 5 7 2 0 0 0 11 11 0 0 17

22 1 23 0 58 339 1

12

31

12

17

26

23

0 0 42

0 14 13

0 78 26

10 43 56 56 120 121 3097 2 3

8 2 23

11

12

27

21

93 17

22 192

189

5 6 15

29

5

6

2 13

18

0

6

52 7

400 10 130

206 130 502

0 24 11

188 0

2

10 1 9

7

53 6

4

148

4 167

136

28 3 14 3

13 1 8 8

15 2 2

17 218 3 17 74

13 150 3 13 59

6 3

4

1 24

370

465

26 24

22 26

2 108

10 460

3 11

174

1 119

6 3 91

14 24

313 1 6 1

6 14

2

12

2

6

642

4 443

360 1 297

8 3 494 1 42

29 250 344

67 3

8

123 16 1

123

151

671

467

124

10

1 11

43 35

32 54

2 176 5 5 18 5 9

4 346 1 9 26 1 6

394

466

102

2

2

40

792 20 0

12 16

3 32

10 14

15 11

64

7 20

2 241 1 14 27

24 166 0 7 34

7 336 5 20 61

128

14 105

15 29

11 137 7 12 61

9

10 62 2 10 18 5 60

34 350

15

4 231 8 35 52 4 27

90 15 7

23

28

43

27

9 588 3 84

6 720 1 189

3 704 1288 618 2 0 162 26 137 1 4 361 34 507 13 26

1 1 645 92

12 5 690 1 165

2 2 769 2 65

104

168

91 2

9 7 34

5 5 33

7 9

1 1 2 10 735 1020 401 1 3 1 205 126 144

5 2 1

205

8 2

116 1

339

23 1

134 7

11

748 1 59 188

6

245

126

200

152

73 187 0 27 76 40 230 140 64 61 50 142 17 57 45 80 33 41 31 43 41 33 6 24 1 17 28 18 90 554 695 290 47 140 17 26 16 29 3 20 1 1 12 1 2 4 5 2 1 1 2 6 4 3 2 6484 7589 4859 4873 3684 8854 3935 4555 4300 5590 4246 7557 3267 4979 4708 3996


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FAUNA DE LA RÍA DEL EO

II. Vertebrados

Vertebrados terrestres de la ría del Eo y su entorno Fuentes: INDUROT (Universidad de Oviedo), Atlas de Vertebrados de Galicia (Sociedad Gallega de Historia Natural), Red Natura 2000, Libro Rojo de la Fauna del Principado de Asturias, Atlas de los Mamíferos Terrestres de España, Atlas y Libro Rojo de los Anfibios y Reptiles de España, Atlas de las Aves Reproductoras de España, Atlas de las Aves de España/SEO, COA, ANA, Teresa Sánchez Corominas, Pablo Fernández, Alfredo Noval, Carlos Nores, Víctor M. Vázquez, Luis Mario Arce y observaciones personales del autor.

Anfibios

Salamándridos Tritón ibérico - Triturus boscai Tritón palmeado - Triturus helveticus Tritón jaspeado - Triturus marmoratus Salamandra - Salamandra salamandra Salamandra rabilarga - Chioglossa lusitanica Discoglósidos Sapillo pintojo ibérico - Discoglossus galganoi Sapo partero común - Alytes obstetricans Bufónidos

Triturus boscai

Sapo común - Bufo bufo Ránidos Rana común - Pelophylax perezi Rana patilarga - Rana iberica Rana bermeja - Rana temporaria

Reptiles

Ánguidos Lución - Anguis fragilis Podarcis bocagei

Lacértidos Lagarto verdinegro - Lacerta schreiberi Lagartija serrana - Lacerta monticola Lagartija de Bocage - Podarcis bocagei Lagartija roquera - Podarcis muralis Escíndidos

Lacerta schreiberi

Eslizón tridáctilo ibérico - Chalcides striatus Colúbridos Culebra lisa europea - Coronella austriaca Culebra de collar - Natrix natrix Culebra viperina - Natrix maura Vipéridos

Natrix maura

Víbora de Seoane - Vipera seoanei


FAUNA DE LA RÍA DEL EO

II. Vertebrados

Mamíferos

Insectívoros

Crocidura russula

Erizo europeo - Erinaceus europaeus Topo ibérico - Talpa occidentalis Musaraña tricolor - Sorex coronatus Musaraña ibérica - Sorex granarius Musaraña enana - Sorex minutus Musaraña gris - Crocidura russula Musaraña de campo - Crocidura suaveolens Musgaño patiblanco - Neomys fodiens Musgaño de Cabrera - Neomys anomalus

Murciélago grande de herradura - Rinolophus ferrumequinum Murciélago pequeño de herradura - Rinolophus hipposideros Murciélago enano - Pipistrellus pipistrellus Murciélago de ribera - Myotis daubentoni Roedores Topillo agreste - Microtus agrestis Topillo lusitano - Microtus lusitanicus Rata parda - Rattus norvegicus Rata negra - Rattus rattus Ratón de campo - Apodemus sylvaticus Ratón casero - Mus musculus Ardilla - Sciurus vulgaris

Microtus lusitanicus

Rinolophus ferrumequinum

Quirópteros

Cánidos Zorro - Vulpes vulpes Mustélidos

Sus scrofa

Comadreja - Mustela nivalis Turón - Mustela putorius Garduña - Martes foina Visón americano - Mustela vison –alóctono– Nutria paleártica - Lutra lutra Vivérridos Gineta - Genetta genetta Suidos Jabalí - Sus scrofa Cérvidos

Capreolus capreolus

Corzo - Capreolus capreolus

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Aves

FAUNA DE LA RÍA DEL EO

II. Vertebrados

Clave Especie común y/o reproductora en la zona Especie invernante o de paso migratorio relativamente habitual Especie infrecuente o no constante todos los años

Orden Gaviiformes Familia Gaviidae Gavia immer

Colimbo Chico - Gavia stellata Colimbo Ártico - Gavia arctica Colimbo Grande- Gavia immer

Orden Podicipediformes Familia Podicipedidae Tachybaptus ruficollis

Zampullín Común - Tachybaptus ruficollis Somormujo Lavanco - Podiceps cristatus Somormujo Cuellirrojo - Podiceps grisegena Zampullín Cuellinegro - Podiceps nigricollis Zampullín Cuellirrojo - Podiceps auritus

Phalacrocorax carbo

Orden Pelecaniformes Familia Sulidae Alcatraz Atlántico - Sula bassana Familia Phalacrocoracidae Cormorán Grande - Phalacrocorax carbo Cormorán Moñudo - Phalacrocorax (Leucocarbo) aristotelis

Orden Ciconiiformes Familia Ardeidae Avetorillo Común - Ixobrychus minutus Garcilla Bueyera - Bubulcus ibis Garcilla Cangrejera - Ardeola ralloides Garceta Común - Egretta garzetta Garceta Grande - Egretta alba Garza Real - Ardea cinerea Garza Imperial - Ardea purpurea Egretta garzetta

Familia Ciconiidae Cigüeña Blanca - Ciconia ciconia Familia Threskiornothidae Morito Común - Plegadis falcinellus Espátula Común - Platalea leucorodia

Orden Anseriformes

Tadorna tadorna

Anser anser

Familia Anatidae Barnacla carinegra - Branta bernicla Barnacla cariblanca - Branta leucopsis Cisne Vulgar - Cygnus olor Cisne Cantor - Cygnus cygnus Cisne Negro - Cygnus atratus —introducido— Ánsar Común - Anser anser Ánsar Campestre - Anser fabalis Ánsar Careto - Anser albifrons Tarro Blanco - Tadorna tadorna


FAUNA DE LA RÍA DEL EO

II. Vertebrados

Melanitta nigra

Aythya fuligula

Anas clypeata

Anas platyrhynchos

Anas penelope

Silbón Europeo - Anas penelope Ánade Friso - Anas strepera Cerceta Común - Anas crecca Cerceta de Alfanjes - Anas falcata Ánade Azulón - Anas platyrhynchos Ánade Rabudo - Anas acuta Cerceta Carretona - Anas querquedula Cuchara Común - Anas clypeata Silbón Americano - Anas americana Pato Colorado - Netta rufina Porrón Europeo - Aythya ferina Porrón Pardo - Aythya nyroca Porrón Moñudo - Aythya fuligula Porrón Bastardo - Aythya marila Porrón Acollarado - Aythya collaris Porrón Bola - Aythya affinis Eider Común - Somateria mollissima Negrón Común - Melanitta nigra Negrón Especulado - Melanitta fusca Porrón Osculado - Bucephala clangula Serreta Mediana - Mergus serrator Serreta Chica - Mergellus albellus

Orden Falconiformes Familia Accipitridae

Pandion haliaetus

Milano Negro - Milvus migrans Aguilucho Lagunero Occidental - Circus aeruginosus Aguilucho Pálido - Circus cyaneus Aguilucho Cenizo - Circus pygargus Azor Común - Accipiter gentilis Gavilán Común - Accipiter nisus Busardo Ratonero - Buteo buteo Familia Pandionidae Águila Pescadora - Pandion haliaetus Familia Falconidae

Falco tinnunculus

Cernícalo Vulgar - Falco tinnunculus Esmerejón - Falco columbarius Alcotán Europeo - Falco subbuteo Halcón Peregrino - Falco peregrinus

Orden Galliformes Familia Phasianidae Codorniz Común - Coturnix coturnix Orden Gruiformes

Fulica atra

Familia Rallidae Rascón Europeo - Rallus aquaticus Polluela Chica - Porzana pusilla Gallineta Común - Gallinula chloropus Focha Común - Fulica atra Familia Gruidae Grulla Común - Grus grus

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FAUNA DE LA RÍA DEL EO

II. Vertebrados

Orden Charadriiformes Familia Haematopodidae Ostrero Euroasiático - Haematopus ostralegus Avoceta Común - Recurvirostra avosetta Familia Burhinidae Alcaraván Común - Burhinus oedicnemus Familia Charadriidae Chorlitejo Grande - Charadrius hiaticula Chorlitejo Chico - Charadrius dubius Chorlito Dorado Europeo - Pluvialis apricaria Chorlito Gris - Pluvialis squatarola Avefría Europea - Vanellus vanellus Familia Scolopacidae Correlimos Gordo - Calidris canutus Correlimos Tridáctilo - Calidris alba Correlimos Zarapitín - Calidris ferruginea Correlimos Oscuro - Calidris maritima Correlimos Común - Calidris alpina Combatiente - Philomachus pugnax Agachadiza Chica - Lymnocryptes minimus Agachadiza Común - Gallinago gallinago Aguja Colinegra - Limosa limosa Aguja Colipinta - Limosa lapponica Zarapito Trinador - Numenius phaeopus Zarapito Real - Numenius arquata Archibebe Oscuro - Tringa erythropus Archibebe Común - Tringa totanus Archibebe Claro - Tringa nebularia Andarríos Grande - Tringa ochropus Andarríos Bastardo - Tringa glareola Andarríos Chico - Actitis hypoleucos Vuelvepiedras Común - Arenaria interpres

Limosa limosa

Calidris alpina

Vanellus vanellus

Haematopus ostralegus

Familia Recurvirostridae

Larus michahellis

Tringa totanus

Familia Laridae Gaviota Cabecinegra - Larus melanocephalus Gaviota Enana - Larus minutus Gaviota Reidora - Larus ridibundus Gaviota Cana - Larus canus Gaviota Sombría - Larus fuscus Gaviota Argéntea - Larus argentatus Gaviota Patiamarilla - Larus cachinnans Gavión Atlántico - Larus marinus Gaviota de Delaware (Larus delawarensis) Familia Sternidae

Uria aalge

Charrán Patinegro - Thalasseus sandvicensis Charrán Común - Sterna hirundo Fumarel Común - Chlidonias niger Familia Alcidae Arao Común - Uria aalge Alca Común - Alca torda


FAUNA DE LA RÍA DEL EO

II. Vertebrados

Orden Columbiformes Familia Columbidae

Columba sp.

Paloma Bravía - Columba livia Paloma Doméstica - Columba domestica Paloma Zurita - Columba oenas Paloma Torcaz - Columba palumbus Tórtola Turca - Streptopelia decaocto Tórtola Europea - Streptopelia turtur

Orden Cuculiformes Cuculus

Familia Cuculidae Críalo Europeo - Clamator glandarius Cuco Común - Cuculus canorus

Orden Strigiformes Familia Tytonidae Lechuza Común - Tyto alba Familia Strigidae Tyto alba

Mochuelo Europeo - Athene noctua Cárabo Común - Strix aluco Búho Campestre - Asio flammeus

Orden Caprimulgiformes

Apus apus

Familia Caprimulgidae Chotacabras Europeo - Caprimulgus europaeus Familia Apodidae Vencejo Común - Apus apus

Alcedo

Orden Coraciiformes Familia Alcedinidae Martín Pescador Común - Alcedo atthis

Orden Piciformes Dendrocopos

Familia Picidae Torcecuello Euroasiático - Jynx torquilla Pito Real - Picus viridis Pico Picapinos - Dendrocopos major

Orden Passeriformes Familia Alaudidae Cogujada Común - Galerida cristata Totovía - Lullula arborea Alondra Común - Alauda arvensis Familia Hirundinidae Golondrina Común - Hirundo rustica Avión Común - Delichon urbica

Motacilla flava

Familia Motacillidae Bisbita Arbóreo - Anthus trivialis Bisbita Común - Anthus pratensis Bisbita de Richard - Anthus richardi Bisbita Alpino - Anthus spinoletta Bisbita Costero - Anthus petrosus Lavandera Boyera - Motacilla flava Lavandera Cascadeña - Motacilla cinerea Lavandera Blanca - Motacilla alba

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FAUNA DE LA RÍA DEL EO

II. Vertebrados

Familia Cinclidae Mirlo Acuático - Cinclus cinclus Familia Troglodytidae Chochín - Troglodytes troglodytes Familia Prunellidae Acentor Común - Prunella modularis Familia Turdidae

Saxicola torquata

Petirrojo - Erithacus rubecula Colirrojo Tizón - Phoenicurus ochruros Tarabilla Común - Saxicola torquata Collalba Gris - Oenanthe oenanthe Mirlo Común – Turdus merula Zorzal Real - Turdus pilaris Zorzal Común - Turdus philomelos Zorzal Alirrojo - Turdus iliacus Zorzal Charlo - Turdus viscivorus Familia Sylviidae

Sylvia undata

Cisticola juncidis

Ruiseñor Bastardo - Cettia cetti Buitrón - Cisticola juncidis Buscarla Pintoja - Locustella naevia Carricerín Común - Acrocephalus schoenobaenus Carricerín Cejudo - Acrocephalus paludicola Carricero Común - Acrocephalus scirpaceus Carricero Tordal - Acrocephalus arundinaceus Zarcero Común - Hippolais polyglotta Curruca Rabilarga - Sylvia undata Curruca Cabecinegra - Sylvia melanocephala Curruca Zarcera - Sylvia communis Curruca Mosquitera - Sylvia borin Curruca Capirotada - Sylvia atricapilla Mosquitero Común - Phylloscopus collybita Mosquitero Ibérico - Phylloscopus brehmii Mosquitero Musical - Phylloscopus trochilus Reyezuelo Listado - Regulus ignicapilla

Phylloscopus collybita

Familia Muscicapidae Papamoscas Gris - Muscicapa striata Papamoscas Cerrojillo - Ficedula hypoleuca Familia Aegithalidae Mito - Aegithalos caudatus Familia Paridae Carbonero Garrapinos - Periparus ater Herrerillo Común - Cyanistes caeruleus Carbonero Común - Parus major Parus major

Familia Certhiidae Agateador Común - Certhia brachydactyla Familia Oriolidae Oropéndola - Oriolus oriolus


FAUNA DE LA RÍA DEL EO

II. Vertebrados

Familia Laniidae Alcaudón Dorsirrojo - Lanius collurio Alcaudón Real Norteño - Lanius excubitor Familia Corvidae Arrendajo - Garrulus glandarius Urraca - Pica pica Corneja Negra - Corvus corone Cuervo - Corvus corax Grajilla - Corvus monedula

Emberiza cia

Serinus serinus

Sturnus vulgaris

Corvus corone

Familia Sturnidae

Acuarela de Arturo de Miguel

Estornino Pinto - Sturnus vulgaris Estornino Negro - Sturnus unicolor Familia Passeridae Gorrión Doméstico - Passer domesticus Gorrión Molinero – Passer montanus Gorrión Chillón - Petronia petronia Familia Fringillidae Pinzón Vulgar - Fringilla coelebs Pinzón Real - Fringilla montifringilla Verdecillo - Serinus serinus Verderón Común - Carduelis chloris Jilguero - Carduelis carduelis Lúgano - Carduelis spinus Pardillo Común - Carduelis cannabina Camachuelo Común - Pyrrhula pyrrhula Familia Emberizidae Escribano Nival - Plectrophenax nivalis Escribano Soteño - Emberiza cirlus Escribano Montesino - Emberiza cia Escribano Palustre - Emberiza schoeniclus Triguero - Miliaria calandra

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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

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Índice de especies (Se han excluido las especies citadas en el libro que no cuentan con una ficha descriptiva específica; el primero de los números indica la página de la correspondiente ficha; los restantes refieren a otros lugares en que la especie se cita en el texto)

Flora Acelga falsa: 149 Acelga marítima: 152 Acelga salada: 146 Acelga silvestre: 152 Acibutas: 157 Amargones: 154 Anaptychia runcinata: 178, 120, 121 Apio acuático: 158 Apio palustre: 158 Apio silvestre: 158 Apium graveolens: 158 Argaña: 170 Árgoma: 171, 124 Armeria pubigera subsp. depilata: 167, 122 Armeria pubigera subsp. pubigera: 166, 122, 125 Armeria: 166, 122, 125 Armuelle silvestre: 149 Armuelle: 143 Arnelo: 171 Arrastradera: 149 Arroyuela: 165 Ascophyllum nodosum: 184, 88 Aster tripolium: 151, 84, 85 Atriplex prostrata: 149, 83, 84 Aulaga: 171 Azuzón: 164 Balsamina: 174, 123 Barba roja: 151 Beta maritima: 152 Blidingia minima: 179, 120 Brezo ceniciento: 170, 124 Caloplaca marina: 175, 121 Caloplaca thallincola: 175, 121 Caña borde: 162 Cañavera: 162 Cañiza: 162 Cardo lechero: 172, 124 Carex extensa: 138 Carlina corymbosa var. major: 172, 124 Carlina: 172 Carpaza: 170 Carrasquina: 170 Carrizo: 162 Carrota: 169

Carruchera: 169 Casanios: 164 Cenizo blanco: 143 Cenojo de mar: 168 Cenoyo de mar: 168, 122 Centaurium scilloides: 174, 124 Cerrajón: 154 Cirpo marino: 160 Cirpo palustre: 161 Cladium mariscus: 165 Clavel de playas: 166 Cochlearia aestuaria: 156 Coclearia: 156 Cola de conejo: 169 Cola de liebre: 169, 125 Colleja de mar: 173, 123, 125 Colleja marina: 173, 123, 125 Cominillos: 145 Correola de mar: 167 Cotoya: 171, 124 Cotula coronopifolia: 152 Cotula: 152 Crithmum maritimum: 168, 122 Daucus carota subsp. gummifer: 169, 123, 125 Denguecillos: 166 Elymus pycnanthus: 150, 89 Encina marina: 182 Enteromorpha spp: 179, 87, 120 Erica cinerea: 170, 124 Espinaca silvestre: 152 Estrella de arroyos: 151 Fucus ceranoides: 183 Fucus spiralis: 182 Fucus vesiculosus: 181, 87, 115 Galium palustre: 159 Glaux maritima: 155 Grama de agua, grama dulce: 142 Halimione portulacoides: 143 Hierba de las cucharas: 156 Hierba de las golondrinas: 145 Hierba de las marismas: 144 Hierba de mar: 132 Hierba del cólico: 148 Hildenbrandia rubra: 181, 120 Hinojo acuático: 157 Hinojo marino: 168, 122 Inula crithmoides: 148, 122

Juncia borde: 160 Juncia marina: 160 Junco bastardo marino: 140 Junco espigado: 165 Junco marino: 136 Juncus gerardi: 137, 89 Juncus maritimus: 136, 85, 89 Lagurus ovatus: 169, 125 Lastón de las marismas: 150 Lechuga de mar: 180 Limonio marítimo: 146 Limonium humile: 146 Llantén de mar: 167, 122, 125 Lythrum salicaria: 165 Mansega: 165 Mansiega: 165 Matricaria maritima: 153 Ochrolechia parella: 176, 120, 121 Oenanthe lachenalii: 157 Paspalum vaginatum: 142 Pelvetia canaliculata: 183, 88 Perejil de mar: 168 Pericón: 164 Phragmites australis: 162, 89 Plantago maritima: 167, 122, 125 Puccinellia maritima: 144 Ramalina grupo siliquosa: 178, 120, 121 Romero marino: 148 Sabonera: 143 Saladillo: 167 Salicaria: 165 Salicor: 139, 83 Salicornia dolichostachya: 139 Salicornia europaea: 139 Salobreña: 143 Salvio: 148, 122 Sargazo vejigoso: 181 Sayón: 143 Scirpus lacustris subsp. tabernaemontani: 161 Scirpus maritimus var. compactus: 160, 89 Seda de mar ancha: 132 Seda de mar estrecha: 134 Sedum anglicum: 174, 123 Senecio aquaticus subsp. barbareifolius: 164 Silene uniflora: 173, 123, 125

Sonchus maritimus: 154 Spergularia media: 145 Spergularia rupicola: 173, 122, 123 Tojo: 171, 124 Toxo: 171, 124 Triglochin maritima: 140 Tripolio: 151 Ulex europaeus subsp. europaeus fma. maritimus: 171, 124 Ulva lactuca: 180, 87 Ulva rigida: 180, 113 Uña de gato: 152 Verdolaga marina: 143 Vermicularia inglesa: 174 Verrucaria maura: 175, 116, 117, 120 Xanthoria aureola: 176, 117, 120, 121 Zanahoria de acantilado: 169, 123, 125 Zanahoria silvestre: 169, 123, 125 Zaragatona falsa: 167 Zostera marina: 132, 87 Zostera noltii: 134, 87 Zuazón real: 164

Fauna Aguillolo: 190 Almeja babosa: 192 Almeja fina: 192, 96 Almeja vieja: 193 Ánade Azulón: 232, 103 Ánade Rabudo: 234, 103 Ánade Real: 232, 103 Anas acuta: 234, 103 Anas crecca: 235, 103 Anas penelope: 231, 103 Anas platyrhynchos: 232, 103 Anguila: 206, 105 Anguilla anguilla: 206, 105 Archibebe Claro: 239 Ardea cinerea: 230, 100 Arenicola marina: 186, 95 Bellotas de mar: 200 Berberecho común: 194, 96, 97 Bígaro común: 200, 97, 117, 119


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LA RÍA DEL EO. NATURALEZA ENTRE DOS AGUAS

Bittium reticulatum: 189, 97 Calidris alpina: 237 Cámbaro: 202, 98 Cangrejo corredor: 203, 98, 117 Cangrejo de mar común: 202, 98 Carcinus maenas: 202, 98 Carneirolo: 194 Cerastoderma edule: 194, 96, Cerceta Común: 235, 103 Chaetogammarus marinus: 202, 98 Charrán Patinegro: 247 Chelon labrosus: 204, 103 Chthamalus montagui: 200, 118 Colimbo Grande: 225, 100 Corcón: 204 Cormorán Grande: 228 Correlimos Común: 237 Crassostrea gigas:197, 97 Egretta garzetta: 227, 100 Escupiña grabada: 193 Garceta Común: 227, 100 Gari fervensis: 191, 96, 97 Garza Real: 230, 100 Gavia immer: 225 Gavión Atlántico: 246, 101 Gaviota Patiamarilla: 242, 101, 125, 126

Gaviota Reidora: 240, 101 Gaviota Sombría: 245,101 Gibbula umbilicalis: 199, 97 Haematopus ostralegus: 236, 100, 125, 126 Hediste diversicolor: 186, 95 Hydrobia ulvae: 188, 97 Lamprea marina: 205, 105 Lapa vulgar: 198, 118 Larus fuscus: 245, 101 Larus marinus: 246,101 Larus michahellis: 242, 101, 125, 126 Larus ridibundus: 240, 101 Lepidochitona cinerea: 199 Lisa: 204 Littorina littorea: 200, 97, 119 Llámpara: 198 Longueirón vello: 190, 96, 97 Lutra lutra: 215, 106 Mejillón atlántico: 197, 97, 118 Morgueirolo: 194 Muble: 204 Múgil: 204, 103 Muil: 204, 103 Mulata: 203 Mustela putorius: 218, 106 Muxil: 204, 103 Mytilus edulis: 197, 97, 118 Mytilus galloprovincialis: 197, 97

Navaja rugosa: 190, 96, 97 Nereis diversicolor: 186, 95 Numenius arquata: 238 Nutria: 215, 106 Ostión: 197 Ostra blanca: 195 Ostra común: 195, 97 Ostra japonesa: 197, 97 Ostra portuguesa: 197 Ostra rizada: 197 Ostrea edulis: 195, 97 Ostrero Euroasiático: 236, 100, 125, 126 Pachygrapsus marmoratus: 203, 98 Patella vulgata: 198, 97, 118 Peonza plana: 199, 97 Peringia ulvae: 188, 97 Petromyzon marinus: 205, 105 Phalacrocorax carbo: 228 Pie de burro: 193 Podiceps nigricollis: 226 Pulga de mar común: 201, 98 Pulga de playa: 201 Pusillina parva: 188, 97 Quitón gris: 199, 118 Reo: 214, 105 Rissoa parva: 188, 97 Ruditapes decussatus: 192, 96 Salmo salar: 209, 105

Salmo trutta fario: 214, 105 Salmo trutta trutta: 214, 105 Salmón: 209, 105 Saltón: 202, 98 Sapa: 203, 98, 117 Semibalanus balanoides: 200, 116, 118 Silbón europeo: 231, 103 Solen marginatus: 190, 96, 97 Sterna sandvicensis: 247 Talitrus saltator: 201, 98 Tapes decussatus: 192 Thalasseus sandvicensis: 247 Tringa nebularia: 239 Trucha de río: 214, 105 Turboella parva: 188, 97 Turón: 218, 106 Venerupis decussata: 192 Venerupis pullastra: 192, 96 Venerupis senegalensis: 192 Venus verrucosa: 193, 96 Verdigón: 194 Verigüeto: 193 Xorra blanda: 186 Xorra negra: 186 Xorrón: 186 Zampullín Cuellinegro: 226, 101 Zarapito Real: 238





+ GOBIERNO DE ESPAÑA

MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE Y MEDIO RURAL Y MARINO

Naturaleza entre dos aguas

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LA RÍA DEL EO Naturaleza entre dos aguas

Situada entre Asturias y Galicia, la ría del Eo es uno de los estuarios más importantes del norte de España. Las aguas del Cantábrico penetran en las pleamares, encontrándose allí con las dulces del río Eo. Así resulta una multiplicidad de ambientes muy interesante, en función de la mayor o menor salobridad del suelo y del tiempo de exposición al aire. Además, la confluencia de aguas marinas y fluviales supone un importante aporte de sedimentos y materia orgánica, que crea un biotopo muy rico en nutrientes para los seres vivos, aunque también les impone unas condiciones muy duras. Este libro pretende acercar al lector a la naturaleza asociada a este importante estuario, para facilitar su comprensión como medio vivo e identificación de las principales especies que lo habitan.

LA RÍA DEL EO

José María Fernández Díaz-Formentí (Gijón, 1963) es médico especialista en estomatología y apasionado naturalista. Es autor del texto y fotografías de siete libros previos: Bosques de Asturias, en el reino del Busgosu (1994), Guía de los Bosques de Asturias (1995), Muniellos, el bosque encantado (1995), Naturaleza en los ríos de Asturias (2000), Asturias en las Estaciones (2001), Muniellos, el reino del roble (2002) y Árboles y arbustos naturales de Asturias (2004). Asimismo, ha participado en otros libros con textos e imágenes. Entre ellos merecen destacar los libros institucionales La Naturaleza de España (2002) y El Principado de Asturias (1998), y otros como Muniellos, Reserva de la Biosfera (2001), Somiedo, Reserva de la Biosfera (2001), Redes, Reserva de la Biosfera (2001), España en Primavera (1998), Guía de las Aves de Asturias (2000), Ecuador, La tierra y el hombre (1998), Bolivia. Lo auténtico aún existe (2000), Ecuador, visiones de Benjamín Carrión (2004), Maravilloso Ecuador (2004), Aves de España una celebración (2004), Las Rutas de la Plata Americana (2004) o Panamá Colonial. Historia e imagen (2006). También colabora en diversas enciclopedias y Atlas, entre ellos la prestigiosa y monumental obra Handbook of the Birds of the World, y en el Handbook of the Mammals of the World. Sus reportajes han sido publicados en conocidas revistas, como World Heritage / Patrimonio Mundial (UNESCO), Natura, Geo, Biológica, Viajes de National Geographic, Rutas del Mundo, Muy Interesante, Revista de Arqueología, Naturaleza Salvaje, España Desconocida, Altaïr, Periplo, etc. Precisamente esta última y prestigiosa revista le concedió en 1992 el Primer premio del 1er concurso de reportajes fotográficos, por su trabajo sobre el Bosque de Muniellos. Es autor o coautor fotográfico de varias exposiciones itinerantes y otras fijas, como las que integran varios Centros de Interpretación de diversos enclaves naturales. También ha editado dos CD con sonidos de la naturaleza de Asturias, Los sonidos en el reino del Busgosu (1994) y Los sonidos de Asturias en las estaciones (2001), acompañando a dos de sus libros. La mayor parte de sus publicaciones están relacionadas con la naturaleza de Asturias, que conoce en profundidad después de más de veinte años de incesantes salidas a la misma. El resto tratan acerca de la naturaleza y arqueo-antropología de los países andinos, y de la selva amazónica, zonas que visita cada año y de las que es un entusiasta explorador y estudioso. Derivado de ello, desde 1998 ha comenzado a colaborar con la UNESCO a través de su revista World Heritage (Patrimonio Mundial), que le ha encargado un buen número de reportajes (texto y fotos) de distintos lugares del Perú, Bolivia, Ecuador, Argentina, Chile, México, EEUU, Islandia, Groenlandia, etc.


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