Alberto Vega. Plenilunio

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perdedor

para Noe

Entonces era joven, tenía los bolsillos llenos de golondrinas, por el contrario en la cabeza le anidaron aves un tanto raras, pájaros del deseo. Sus amigos se casaban los domingos casi tranquilamente o morían de golpe sin cuidarse de dejar cuatro letras explicando qué razón poderosa les había empujado a esquivar la mirada, cambiar de acera o sonreír con cara de imbéciles profundos ante un pez de colores (Esta banal historia no tendría la menor importancia de no ser por el hombre que navegaba ríos de ginebra y hablaba solo en un café mientras se hundía entre las piernas abiertas de la noche).

cuaderno de la ciudad

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