H. P. Lovecraft : una vida extraña Howard Phillips Lovecraft fue, sencillamente, el mayor escritor de literatura de terror. Edgar Allan Poe fue quizá el visionario que abrió el camino, Stephen King, el de mayor éxito y Clive Barker, el que ha ido más lejos en el continuo avance del género. Pero las originales ideas lovecraftianas siguen creando ecos que los escritores más sofisticados del género no pueden -o no se atreven- a tratar. Su influencia se percibe a partir de los años 60 en novelas, películas, música, videojuegos y cómics. Bob Kane, creador de Batman, le rinde homenaje encerrando a los villanos en el Asilo de Arkham. Lovecraft inventa la ciudad de Arkham en un relato de 1920, donde sitúa la Universidad de Miskatonic, lugar recurrente en sus cuentos. Otro reconocimiento curioso es la portada del disco Live After Death (1985) de la banda británica Iron Maiden donde aparece una lápida con una cita del cuento La ciudad sin nombre. En el cine, muchos críticos señalan su enorme influencia en Alien (1979) del director Ridley Scott. Allí se plantean todos y cada uno de los miedos del hombre y sobre todo, el tan lovecraftiano terror al infinito y desconocido universo. Jorge Luis Borges en El libro de arena (1976), tiene la cortesía de parodiar su estilo en el cuento There are more things. En sus historias se repiten varios temas que van desde el conocimiento prohibido que, invariablemente, destruye a quien pretende usarlo, la influencia extraterrena en la evolución de la humanidad, las maldiciones familiares que persiguen a los herederos de antiguas mansiones o la imposibilidad de cambiar el curso de los acontecimientos debido a la presencia de influencias malignas. Habitualmente sus obras se clasifican en tres grandes grupos o etapas: gótica, onírica y de horror cósmico. En la etapa gótica, se destaca La casa maldita como un claro homenaje a Poe. El relato describe una casa enorme y abandonada sobre la cual existe una maldición que provoca el rechazo de sus vecinos. Lovecraft logra introducirnos en la casa, recorrerla y conocerla. Así, la participación del lector es requerida para componer un terror basado en la descripción sutil del ambiente. Su estilo anticuado y su prosa con vocabulario arcaico y adjetivos extraños sumergen al lector en un clima opresivo, denso y sofocante. A Lovecraft le apasionaban los gatos domésticos. Su tributo fue Los gatos de Ulthar, uno de sus cuentos favoritos. En él construye una extraña fantasía, inspirada en el estilo del escritor Lord Dunsany. Combina aquí una triste historia de viajeros errantes, un narrador anónimo y una venganza en ciernes para dar forma al origen de una curiosa ley. En Las ratas en las paredes, quizá una de sus mejores piezas narrativas, vuelve a tener protagonismo un felino llamado Nigger-Man / Negrito (el autor tuvo de niño, un gato con ese nombre), pero utilizado en este relato como símbolo de atracción al horror, revelado por el instinto y la curiosidad del animal que guía a su dueño por oscuros pasadizos. Lovecraft no creía en sus deidades fantásticas, o en Dios, el diablo y lo sobrenatural. Se consideraba ateo y se definía como materialista científico, pero las imágenes del horror y la fantasía le fascinaron y sirvieron como combustible de su vida creativa. Su figura está rodeada de ideas equivocadas, se lo ha considerado loco, misántropo, satanista, xenófobo y prejuicioso. Solo fue un soñador, brillante pero excéntrico, que unió el terror, la ciencia ficción y el mito en una amalgama tan revolucionaria que los escritores de terror del siglo XXI tendrán que acudir a él en busca de inspiración. Muchos de sus relatos estaban inspirados en sus propios sueños. De pequeño solía tener una pesadilla en la que unas negras criaturas aladas sin rostro y de apariencia demoníaca, a las que llamaba los Flacos Seres de la Noche, lo