Los lectores y el acto de leer 8 Maricruz Castro Ricalde
Si bien es clara la alusión a Sigmund Freud, sentido captado de inmediato desde las primeras reseñas sobre El mago de Viena, ésta da un giro cuando se le pone a un lado del personaje y el lugar al cual sí se refiere el autor. Maricruz Castro Ricalde es doctora en Letras Modernas, profesora investigadora del Tecnológico de Monterrey, campus Toluca. Ha publicado y coeditado más de una decena de libros. De lo más reciente: Narradoras mexicanas y argentinas, siglos xx-xxi. Dirige la colección “Desbordar el canon”, premiada en 2006 y 2009 por el Conaculta. Es miembro del sni, nivel ii. Como el hombre es pensante y emotivo al mismo tiempo, las dos cosas […] se nos presentan juntas Fernando Pessoa
Uno es los libros que ha leído… Sergio Pitol
U
no de los aspectos más valorados en la prosa de Sergio Pitol ha sido su capacidad para renovar las formas literarias de fines del siglo xx escritas en español. En otros espacios he señalado la eficacia con que ha disuelto las fronteras de los géneros discursivos para ofrecer al lector un ejercicio gozoso de la escritura (2007, 2007a, 2012). Esa porosidad ha propiciado la consolidación de un discurso propio, original, y lo ha insertado en el mismo recinto simbólico en donde convive con dos de sus más admirados autores, Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges. Quizás El mago de Viena (2005) es el ejemplo más depurado de ese estilo que apuesta por la ruptura de las convenciones formales vinculadas con los géneros literarios. El título de ese libro proviene de un relato aparentemente ancilar incluido en las primeras páginas del texto. La atención de Pitol hacia el detalle es proverbial. La relectura de su obra lo ha conducido a cambiar palabras, a eliminarlas, a situarlas en otro lugar de la oración para
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p r i m av e r a , 2013
luego publicarla en un nuevo conjunto que, en sí mismo, genera nuevos significados. La selección del título, por lo tanto, no es inocente. Si bien es clara la alusión a Sigmund Freud, sentido captado de inmediato desde las primeras reseñas sobre El mago de Viena, ésta da un giro cuando se le pone a un lado del personaje y el lugar al cual sí se refiere el autor. Se trata de un mercachifle, protagonista de una novelita light de éxito inconmensurable, que habita no en la capital de Austria, sino en una calle de la delegación de Coyoacán. Como atinadamente apunta Luz Fernández de Alba, desde antes de entrar en materia, Pitol echa mano de “dos de sus recursos favoritos: la parodia y el humor” (2007: 307). En ambas estrategias, la parodia y el humor, descansa uno de los componentes esenciales del lenguaje, el emocional. La cuidadosa arquitectura con que se levantan las expresiones narrativas de Pitol ha conducido a destacar su inteligencia, el amplio conocimiento impreso en cada relato, la poética de un pensamiento enraizado en lo más selecto de la genealogía intelectual de nuestra lengua. Pero también a través de los juegos humorísticos y paródicos, nuestro autor invoca a los aspectos de lo irracional, a las pulsiones constitutivas del ser humano y, por lo tanto, al aspecto patémico como la otra columna vertebral de su prosa. La lectura y una ética de las pasiones El mago de Viena se estructura en 30 entradas diferenciadas por espacios en blanco. Las palabras mayúsculas que marcan el inicio de cada una se integran en el párrafo y además funcionan como su título. Estos recursos, que al mismo tiempo separan y conjuntan,