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La legitimación del PRM y soberanía nacional

Por más que cambien los tiempos, no es una información digerible y aceptable que los partidos políticos anuncien con «fuegos artificiales», que ellos envían la lista de precandidatos a una embajada, sea cual fuere, en este caso, la norteamericana, para que sea ella quien asuma la responsabilidad de depurar y devolverles el resultado del escrutinio, para ellos determinar que sus posibles candidatos están limpios de sometimientos, o les certifiquen que no poseen casos pendientes por narcotráfico, lavado de activos y u otras acciones que riñen contra la ley de la República Dominicana o del país del «Tío Sam».

Con esta acción, que puede parecer una táctica para no cargar con la responsabilidad que le corresponde, de informarle al político que, por su reputación, no puede postularse para ser elegido a una posición electiva. Estos la venden como un gran acto de transparencia, sin embargo, tiene una lectura inversa, de que ni los directivos, ni la organización política desean, asumir el rol de ser los coladores primarios para que los que delinquen, o tienen comportamiento políticamente incorrecto, no sean los seleccionados para dirigir puestos públicos en los poderes del Estado.

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Por el Partido Revolucionario Dominicano, la Comisión Nacional de Elecciones Internas hizo el anuncio del envío del listado de precandidatos a varias instituciones, en voz del presidente de esta, Deligne Asención, dijo que «para conocer la vida personal de cada uno de los aspirantes, se ha envia-

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El arte escénico electoral

El poder siempre se ha expresado a través de símbolos: utilizando la palabra en el discurso, el arte en todas sus formas, el simbolismo que expresaba el arte jerárquico y la identidad de los anhelos de los pueblos y sus líderes. El poder siempre se ha puesto en escena do el listado a la Embajada de los Estados Unidos, a la Dirección Nacional de Control de Drogas, a la Procuraduría General de la República»…, y así continúo.

Si algo ha hecho siempre el ser humano es ver; y si algo ha sido siempre la política es visual. Si algo tiene el poder político es su manejo de lo simbólico, y no sólo de lo instrumental. Siendo así, en las campañas electorales, más que ideología, se enfrentan personajes, y el voto sanciona no tanto las competencias de un actor-candidato, sino más bien sus resultados, su capacidad para captar la atención y suscitar emoción. Sabiendo que la mayor parte de la gente ve la política hoy desde el sillón de su casa o cualquier otro lugar en donde esté, gracias a los dispositivos móviles, y habla de ella como si se tratara de una representación ajena, los gobernantes o aspirantes a serlo se saben actores cuyo desempeño depende no tanto de lo que hacen como del resultado final de su representación. Y los medios, sus propietarios y sus trabajadores son conscientes de que, por serios y responsables que pretendan ser, deben ofrecer un espectáculo si quieren absorber la atención de la audiencia de la que dependen económicamente.

Entonces, cada vez más en política no sólo se refleja la realidad de ciertos acontecimientos si no que la construyen. Dicho de otro modo: no es que las cosas simplemente sucedan, sino que sean manufacturadas para suceder de tal forma, como parte de un relato.

Por ejemplo, la intención última de los mítines y el montaje que ellos implican no es otra que conseguir la mejor imagen en televisión y transmitir el mensaje de victoria a los televidentes, es decir, a los electores en general, ahora grandes consumidores de redes sociales virtuales.

También vemos reflejado ese arte escénico cuando en un programa de televisión o radio acompañan al candidato diversas personalidades del partido y simpatizantes, quienes durante la entrevista o el debate aplauden las intervenciones de su aspirante y entonces en el «pulsómetro» de los asistentes visto en pantalla, los aplausos y aclamaciones recibidas dan una imagen de victoria y de gran respaldo.

Ante la reacción de varios voceros de partidos de oposición, José Ignacio Paliza, presidente del PRM exclamó: «Jamás pensé que la oposición tuviera problemas con la transparencia».

El problema no es que ellos como entidad envíen aquella lista que contiene 4,392 postulaciones para realizar un escrutinio de parte de las instituciones dominicanas del Estado, no, la disposición de remitirla a una embajada, que representa a otro gobierno, a otro país, y a otras directrices políticas, refiere a un problema de soberanía, que el PRM legitima como si fuera correcto, y no lo es.

Un paso más al frente en este escenario sería si una multitud de simpatizantes se concentra en la calle para esperar la salida de su candidato, vitorearle y que las cámaras capten el momento y emitan estas imágenes. Esa manifestación multitudinaria, con cientos de banderas y carteles del candidato y en un ambiente de júbilo y optimismo suelen ser impresionantes. ¡Tantas veces es importante ganar la batalla en televisión! Y más en determinadas situaciones poco ventajosas. Por citar un caso, un acuerdo amigable con las cámaras puede conseguir en ciertas circunstancias que no se usen vistas panorámicas que pondrían en evidencia la insignificancia o el fracaso de una reunión o cualquier actividad. Los enfoques en primer plano al candidato y los medios planos que encuadren a los políticos y a los oyentes pueden dar la impresión de una asistencia numerosa y hasta masiva.

Otra técnica que se suele utilizar es reducir con vallas y banderas el espacio excesivamente grande de una plaza o un local demasiado amplio, con lo que las cámaras enfocan exclusivamente el espacio interior del cuadrado o círculo trazado por los organizadores y la imagen transmitida en pantalla da la impresión de que el lugar está abarrotado.

Los candidatos y sus equipos montan sus estrategias con la intención de demostrar que pueden cumplir con las expectativas de los ciudadanos; buscan convencerles de que es importante que ellos los representen. Para que les concedan el poder de hablar por ellos, hace falta que confíen en él. Entonces, quien anda solo, no recibe aplausos y va a actividades con poca gente, no es creíble ni confiable; no representa triunfo. En una campaña, los votantes responden ante un candidato evaluándolo como bueno o malo, y valorando su fuerza y capacidad para la acción. Por tanto, proyectar dinamismo y preferencia entre las mayorías da muy buenos resultados.

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