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‘Roba, pero no roba motor’, una narrativa que aplica a muchos políticos
ROSARIO MEDINA GÓMEZ @RosarioMedinaG
La inversión de los valores éticos y morales, sustituidos por prácticas contrarias, ejercidos por figuras que representan liderazgos o que inciden en los grupos masivos, tienden a generar en el imaginario de esas audiencias la legitimidad de lo incorrecto, partiendo desde el discurso «esos robaban, pero por lo menos me daban lo mío», hasta la degeneración maximizada de «mi hijo roba, pero no roba motor»; o la más novedosa «mi primo robaba y atracaba, y ya».
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Todas, expresiones con un significado que debe ser aterrorizador para los sectores pensantes, porque revelan la forma de pensar, sin conflicto con lo moral, de personas integrantes de un país donde estas prácticas pueden ir socavando el orden establecido o los adelantos ganados a base de normas y establecimiento de consecuencias para lo que afecta la convivencia social, o el modelo de gobierno democrático. La brecha social, la inequidad económica, las frustraciones por las mentiras repetidas de diferentes representantes de distintos partidos en el devenir del tránsito democrático en la República Dominicana, ha traído vicios importantes en el comportamiento de la sociedad; así como la falta de sanción legal ante el comportamiento de un político con mucho arraigo o con la protección de su entidad partidaria, hace que los gobernados entiendan que lo establecido en los marcos legales pueden ser fácilmente vulnerado, y que los mecanismos más eficaces para hacerlo es recurrir al poder económico, al político, o, tener suficiente dinero que «gestione» la indulgencia legal.
Esto se ha transferido con facilidad a la ciudadanía, que es permeada por el modelo de comportamiento de quienes dirigen, a través de las conductas transferidas por líderes políticos, sociales, comunitarios, o hasta los artísticos. Es parte del efecto que ejerce en muchas personas la influencia de otros individuos.
No hay ningúna ruborización ante la actuación incorrecta o deshonesta de un político frente a la administración de la Cosa Pública; tampoco en la madre que admite que su hijo robaba.
Esa frase que reza «ellos robaban, pero dejaban caer algo» es fundamental para comprender cómo los políticos carentes de ética, han ido construyendo una nueva concepción de la ética y de la moral, en función de sus propios paramentos y condicionando a los más necesitados por medio de la supuesta satisfacción de las necesidades más elementales como las de abastecimiento coyuntural de medicamentos, alimentos de primera necesidad, y de mala calidad; y en el mejor de los casos, asignación de terrenos o apartamentos del Estado, construidos con dinero de los impuestos de ellos mismos, pero que son entregados a cambio de la práctica clientelar, y en intercambio de la voluntad del voto.
Lo que estipulaban Platón y Aristóteles como parte de la génesis del fundamento de la política ha quedado precisamente en los anales de la antigüedad para muchos políticos dominicanos, y para una parte de la población que prefiere emularlos por ignorancia, falta de educación, facilismo o por coincidencia de pensamiento moral.
En esa línea, el experto Alexsandro M. Medeiros en su página reflexiona que «un rasgo característico de la ética en la antigüedad es su inseparabilidad de la política. Desde Platón y su discípulo Aristóteles, la idea de constitución de la polis está impregnada del principio de que la ciudad debe ser gobernada por gobernantes sabios, justos y virtuosos. Es de Aristóteles, por ejemplo, la afirmación de que el hombre es un animal político: zoon politikon».
La conducta real ejercida por muchos dominicanos acerca de la corrupción se revela en el Índice de Percepción de la Corrupción del 2019 que colocó a RD entre los países con mayores niveles de corrupción. En ese momento obtuvo el lugar 43 de 100.
El contraste entre esta forma de ver el ejercicio político, y la responsabilidad que tienen quienes lo detentan, pasa a ser una frase de museo en países como la República Dominicana, donde por diferentes partidos se inscriben candidaturas de personas que han sido sometidos a la justicia, o que se encuentran en un proceso sub júdice, o bajo la consideración judicial.
Ya no hay ningún tipo de ruborización ante la actuación incorrecta o deshonesta de un político frente la administración de la Cosa Pública, como tampoco en la madre que exclama entre la comprensible preocupación de ver un hijo detenido por la Policía: «Mi hijo robaba, pero no roba motor», o aquella que repite las expresiones de dolor porque perdió hijo a manos del cuerpo policial local, en un supuesto «intercambio de disparos; frase actualizada este viernes por la pariente de un delincuente, según de la propia descripción familiar, a quien ella moralmente normaliza o defiende porque este no asesinaba, solo atracaba y ya».
La conducta real ejercida por muchos dominicanos acerca de la corrupción se revela en los datos obtenidos por Transparencia Internacional, que difunde Participación Ciudadana en el año 2019, afirmando que el «Indice de Percepción de la Corrupción coloca otra vez a RD entre los países con mayores niveles de corrupción». En ese momento obtuvo el lugar 43 de 100.
El paralelismo aplicado a las dos narrativas se utiliza para evidenciar la trascendental incidencia que tiene en el comportamiento y el modelaje de los políticos, del gobernante, autoridades descentralizadas, sean líderes municipales o locales, y los demás referentes como representantes policiales, religiosos o militares, influyen en la construcción y establecimiento de los patrones morales y conductuales por los que se debe regir un individuo en el marco de una sociedad, en este contexto, se puede imaginar cuál será el resultado de que los partidos respalden a sus candidatos con problemas con la justicia, o que hayan sido condenados por esta. No le dejan otro camino a muchos que imitar su proceder, que a mediano plazo, convertirá al país en un caos sometido por la ingobernabilidad.
