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La 42, el número de la suerte
Regidores, alcaldesas, ministros y presidentes bailan al político ritmo del dembow, la música de moda. Y la moda no incomoda, menos en la campaña. Capotillo pega sus gritos desde el corazón de La 42, esa calle por donde transitan adeptos circunstanciales de una música inevitable. Por esa calle del viejo barrio, regresan –si que alguna vez habían ido–como mesías a prometer el progreso. Nada que ver con la cultura, que ahora tiene otra sabrosura. El sabor le sabe a gloria.
Desde instituciones inimaginables recorren sus inquietantes distancias, acercándose al voto de la tierra de nadie. Resguardados por la guardia de Mon, grabados desde las alturas por un dron, caminan taciturnos, ajenos a un panorama que creían inexistente, donde grandes y chicos se mueven a paso de vencedores, sobrecogidos por el manto de la noche.
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La 42, donde la esperanza ya no es lo último que se pierde, aguarda por proyectos de vivienda, de electrificación, de desarrollo vial y todo aquello que pudieran lograr, gracias a esa música perecedera.
Pereceremos, a la espera de la expansión de otras 42 que se multipliquen en las 32 provincias. Que no quede pueblo ni paraje ni distrito municipal sin una calle como la gloriosa que ha glorificado el Grito de Capotillo. Blanquitos, popis de turno, vestidos con chacabanas de un blanco impoluto que nublan la vista de los dueños de la calle. Así no más, van un día, regresan otro y se marchan con el olor penetrante que solo la pobreza, la incultura y el subdesarrollo pueden transmitir.
Las escenas de violencia sin fin se repiten una y otra vez. No hay manera de detener la horda enardecida de fieras desbordadas de odio y resentimiento en un país sin solución socio-política desde hace largos años, un país con hambre y sed, lleno de enfermedades que se hunde en la miseria. El asesinato de Jovenel Moise precipitó y complicó el escenario y lo saben todos los organismos internacionales que no se inmutan para hallar una solución. No les interesa y temen a las bandas enardecidas que pululan en Haití. No es para menos, pero deben actuar de inmediato porque la situación empeora. La solución del vecino país no debe pasar más por territorio dominicano.
El pueblo harto, maltratado y cansado de tanto horror como fue la quema de varias personas en plena calle, el asesinato de otros periodistas más en medio de esta violencia desenfrenada y un «gobierno» inoperante, inservible que empuja a cualquiera a salir corriendo para poder sobrevivir. Son 21 los periodistas asesinados desde el año 2020. Claude Joseph y Ariel Henry, uno más díscolo que el otro, no han sabido torear un país cargado de miseria y problemas garrafales. El país más pobre de la región languidece y a ninguna organización internacional ni países de otros continentes que deberían involucrarse para hallar una solución conjunta, parece importarles. A nadie le importa Haití, y menos en estos momentos.
Siempre de día. Ir a La 42 es posible en horas cuando brilla el sol. Los proyectos que se idean, cóncavo y convexo, alteran el sentido común. Pero no se sorprensa. Que con el dembow todo se vale, y todo vale un pepino. A partir del relato que se empezó a narrar a punta de las estrofas que solo puede producir el barrio, por esa calle volveremos a ver lo nunca visto. ¡Bienvenido, Mr. Marshall!
Para la suerte, un buen número. En La 42 no cuentan los récords Guiness de la bachata y el merengue. Es el dembow, estúpidos.
Haití necesita de países que le han soltado la mano hace décadas. Mucha culpa de este desorden migratorio es los pasados 20 años de gestión del PLD
El gobierno de Luis Abinader se encuentra entre la espada y la pared. Tiene las manos atadas frente a la indiferencia internacional cada vez que grita ¡Auxilio! en sedes como la ONU. Cuando usted lea este artículo ya habrá concluido la participación de República Dominicana en el Consejo de Seguridad de la ONU donde se abordó la terrible situación que vive el vecino. Se informó a su vez que Estados Unidos se prepara para sancionar a los líderes de las bandas que operan en Haití y a su vez, no descarta una posible intervención militar. De hecho, el propio subsecretario de Asuntos para del Hemisferio Occidental, Brian A. Nichols afirmó algo que todos conocemos «los líderes de las pandillas alimentan la peor crisis de seguridad que ha vivido Haití en décadas».


En ese sentido, una población que solo tiene como vía de escape huir por tierra, mar y aire para poder sobrevivir. Nunca como antes el desorden que observamos en nuestro país es más latente con la migración haitiana. La mayoría de ellos indocumentados en el que ni siquiera su propio país le facilita la vida con la entrega de documentos pertinentes para aligerar o solucionar su estatus migratorio. Además de decenas de hombres y mujeres embarazadas que cruzan la frontera donde impera mafias a ambos lados de esos 400 kilómetros de norte a sur llegan a nuestro país.
Haití necesita de países que le han soltado la mano hace décadas. Mucha culpa de este desorden migratorio es los pasados 20 años de gobierno PLD y son los primeros que ahora se rasgan las vestiduras y exigen al gobierno de turno una «pronta solución». Y en esos años de gobierno morado mucha ayuda recibió Haití de parte nuestra, inversión en infraestructuras, alimento y demás. Hubo mucha permisividad y descontrol migratorio, desde las mafias en las frontera como ya dije antes, y el negocio de visas en los distintos consulados dominicanos en tierra haitiana.
No me canso de preguntar ¿qué piensa la comunidad internacional con Haití? Nosotros tenemos serios problemas de pobreza, desigualdad latente y la corrupción de Estado que nunca nos abandona. Pero la Unión Europa y demás organizaciones están muy ocupadas en la guerra Rusia - Ucrania y el gas, que preocuparse por Haití, con nula incidencia.