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Desde los emisores. Comentarios de los participantes en el proyecto Cartas sobre la Mesa
from Aproximaciones diversas a una propuesta pedagógica. Cartas sobre la mesa -A quien corresponda-
by Pablo Calle
Desde los Emisores.
Comentarios de los participantes en el proyecto Cartas sobre la Mesa
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Leer me ha salvado, no la vida sino el espíritu. Leer es protección y refugio en tiempos difíciles. Y en tiempos de paz y felicidad, leer sigue siendo refugio del espíritu. No asedia, acoge. No rechaza, se abre”. Catherine Clement
Nací en solsticio de verano, cuando en la camilla de al lado mi tío fenecía a causa de herida de puñal. Mi madre me tuvo sietemesina porque el impacto de la noticia de que mi padre había sido matado en la cárcel, le adelantó las contracciones y terminó en el mismo hospital, la verdad ese día no fue su muerte, sino la de su hermano, quien murió por defenderlo de una violación en el centro de reclusión, mi padre tan solo tenía 18 años. Había caído a este lugar por irregularidad de documentos.
A los dos años, en el año 88, mi padre fue encontrado torturado en una zanja de San Clemente, Caldas con su mejor amigo. Mi madre ya huérfana de madre y ahora viuda, tuvo que emigrar a la capital de Risaralda, en busca de un refugio para su pequeña. Mi infancia transcurrió al lado de primos y un tío que me reconoció como su hija. Ella tuvo que emplearse en restaurantes y cafeterías que le dieran su sustento, con tan solo la primaria terminada, no eran muy buenos los trabajos a los que podía aspirar. Sin embargo, logró darme los cuidados de la primera infancia con una alimentación sana y saludable, así como logró inscribirme al jardín del Colegio Americano, donde obtuve educación de calidad.
Por mucho tiempo, otras familias le pedían que me regalara o que me adoptaban, no podían
ver a una mujer sola con tanto esfuerzo. Ella nunca lo pensó, sabía que yo era lo único que la acompañaba en este mundo. Así que me dio todas las posibilidades para educarme, siempre enfatizaba: “el estudio es lo único que yo te puedo dar”. Así lo cumplió. Nunca quiso tener más hijos porque sus relaciones eran efímeras, y en muchas no cabía mi presencia. Así que deseó no ponerme en segundo plano, y nunca ceder a los caprichos de un hombre.
Por mucho tiempo estuvo sola y vivió bajo el amparo de su hermano que ya tenía familia. Fue ella quién me enseñó a leer y a escribir para que en la escuela no me atrasara. Recuerdo nítidamente que lo primero que aprendí a escribir fueron las Cartas en las que prodigaba mi amor y mi obediencia. Esta era mi manera de consolarla ante las quejas de las profesoras por mi mal comportamiento. O muchas veces, porque la sentía llorar al lado de mi cama. Muchas de esas cartas iban acompañadas de besos marcados, dibujos, flores o anagramas con su nombre. En ellas plasmaba con ahínco mis mayores deseos, en esta correspondencia inició la metáfora, la comparación, el yo lírico, aunque a esta edad no lo interpretara de esta manera, sino que espontáneamente lo que del corazón saliera.
“Nada me costó rayar una hoja… Solo tener una excusa para enamorar a mi madre, y ahí solita Se iba llenando de letras garrapateadas.”
Mi destinataria era la musa y causa de que este género epistolar fuera el cordón umbilical. De alguna manera, las palabras eran consuelo y reconocimiento. Por mucho tiempo alimenté la carta como vínculo con los seres que más amaba. Me sentía segura en él porque sentía que quién las leía, el alma le tocaba. En el colegio tuve una mejor amiga en octavo, que por cosas de la vida, emigró con su familia a España, ambas teníamos tal vez 13 años. En ese tiempo no había celular, las llamadas por Telecom eran costosísimas y el internet aún no se popularizaba. Las cartas volvieron a ser el vínculo de una amistad sincera. Recuerdo que el costo de la mensajería era tan alto, que era necesario escribir sin importar las márgenes y hacer de la letra una artesanía para expresarle a mi amiga todo lo que estaba viviendo en mi adolescencia, y lo que veía de mi país; la bandera de Colombia relumbraba en los bordes como signo de identidad y nostalgia.
“No digas que no te he escrito, Mira bien el tejado de tu casa Y verás que las golondrinas son todas de papel.”
Luis Jairo Henao
Cuando decidí hacer mis primeros diarios, inicié con las cartas a mí misma, una manera de desdoblarme en un yo que pudiera revisarse e interpelarse con sinceridad. Jueza de mi misma, la narrativa fue creciendo, y allí empezó a nacer los personajes.
Cuando a los 14 años leí Mientras llueve de Fernando Soto Aparicio y a los 15 años leí Drácula de Bram Stoker
comprendí que el género epistolar rompía con distancias y claustros para avizorar otros destinatarios que esperan un reencuentro, que se haga justicia o sencillamente pueden ser nuestros salvavidas. La Carta siempre llega al lector indicado o cumple su travesía cuando otros ojos pueden ver con nuestra mirada. Finalmente, en esta carta a la infancia, hablo a una infancia que no solo está en las niñas y los niños, sino también en los adultos que necesitan desconectarse de dispositivos que repiten a intervalos la incomunicación y el solipsismo. Aquellos que se avergonzaron de sus plumas inocentes para encriptarse en mensajes de textos rehusados y en la hojarasca de los sentimientos hechos y las palabras tomadas por memes. Hoy agradezco al género epistolar el camino que me dio para seguir ahondando en la literatura como el único destino al que quiero llegar, así se me presenten todas las adversidades que el acto creativo conlleva, encontré en la carta el sinceramiento que se necesita para alcanzar una lectora o un lector, siempre llevando un mensaje de sabidurías insurgentes, de la mujer que nace en su propio lenguaje. Mano que escribe, Su trazo firme como el sol al mediodía.
Carolina Hidalgo
En la Fundación es tradición escribir, sobre la libertad hicimos un taller que se llamó Cartas sobre la mesa donde hicimos una correspondencia que fue dirigida a diferentes sectores de nuestra sociedad como a nuestros gobernantes o a los indígenas, este proyecto nos dejó muchas satisfacciones porque nos dimos cuenta que teníamos mucho que decir.
En la Fundación desde muy pequeños nos enseñan lo importante de la literatura para nuestra vida, nos enseñan el gusto por la lectura y por ello a los más pequeños se les estimula con cuentos e historias.
Jenifer Castaño
En Cartas sobre la mesa hablamos de las noticias de actualidad y opinamos acerca del tema, redactamos textos que expliquen nuestras pinturas y expresamos lo que sentimos. Las letras son un medio de comunicación muy importante para nosotros, durante el transcurso de las clases aprendimos a expresar fluidamente nuestros sueños y pensamientos.
Mantuvimos correspondencia entre nosotros y nos contamos acerca de nuestras costumbres, de nuestra ciudad, de nuestros gustos y de la misma forma, otros nos hablaron de sus vidas, aprendimos acerca de una cultura diferente, y de cuanto puede cambiar culturalmente todo de una mirada a otra. También tuvimos un taller de estimulación a la lectura, donde aprendimos lo mágicos que pueden ser los libros. Nadar entre las letras y los sentimientos que trasmiten lo importante de la comunicación escrita y la estructura de un escrito o la buena ortografía, aspectos tan importantes en la literatura son los que aprendemos, además la buena interpretación lectora, para los que debemos presentar pruebas de estado, estas clases fueron muy significativas, porque conocimos acerca del secreto de las palabras y de cómo hacer que con unas palabras cambie el mundo.
Anita Espinosa
Escribir cartas ha sido una practica de conocimiento, de conocer el mundo que nos rodea, de conocer la vida que viven otras personas, de conocernos nosotros mismos, pero sobre todo de descubrir el valor de la palabra para llevar consuelo y esperanza.
En Colombia hemos vivido situaciones dolorosas y los niños y jóvenes hemos estado allí, casi como si no estuviéramos, pero nosotros lo hemos visto todo, hemos asistido a cada muerte, a cada dolor, a cada espera, hemos dicho basta, pero no se nos ha escuchado, con Cartas sobre la mesa hemos dicho: aquí estamos, sentimos, sabemos, conocemos, nos dimos cuenta, podemos ayudar, hemos tendido nuestra mano, hemos expresado nuestra tristeza y nuestra esperanza.
Erick Cardona
Un día en clase de literatura nos dijeron: escriban una carta a una persona secuestrada, y nos imaginamos la oscuridad, la tristeza y la soledad en que muchas personas vivían en la lejanía de una selva y creo que fue en esos momentos en que supe qué era Colombia, un país, de muchos países, el de los ricos, el de los pobres, el de los buenos, el de los malos, el de los niños, el de los adultos, el de los hombres, el de las mujeres, el de los que aman, el de los que odian, el de los campesinos, el de los indígenas, el de la ciudad, que bueno seria que un día escribiéramos a un solo país: el de todos.
Luisa Fernanda
Han sido muchas cartas las que he escrito desde que estoy en la Fundación y todas me han mostrado que, aunque me queje hay otras personas que viven peor que yo, que puedo dar a otros una palabra de amor y esperanza. Jhonatan
Yo he participado en casi todas las versiones de Cartas sobre la mesa, al principio si bien no me parecía difícil, sí me daba pena que me leyeran, ni siquiera me gustaba firmar las cartas, hoy cuando veo los libros de las cartas me doy cuenta que dice “anónimo”, yo se que son mías y me arrepiento de no haberlas firmado. Hoy escribo mucho, ya no solo como parte de las actividades en la Fundación, sino a mi familia, a los amigos, y sobre todo a mi misma, pues he entendido que el escribir es como una huella que dejo en el mundo, como un testimonio de mi existencia, de mi modo de pensar y sentir en cada momento de mi vida.
Valentina
A mi me gusta más escribir cuentos que cartas, pero sé que el gusto por la escritura, lo desarrollé a partir de escribir cartas, me gustan mas los cuentos porque prefiero escribir cosas futuristas, describir personajes, historias, manejar el tiempo, en las cartas es transmitir un mensaje o un sentimiento y casi siempre el mensaje parte de la realidad.
Samuel Arango
La primera carta que escribí en toda la vida fue a una persona secuestrada, tenia nueve años y eso marcó un momento en mi vida, no solo por que fue la primera carta que escribí en la vida, sino porque a partir de ese momento tengo interés en las cosas que pasan en el país, uno de niña piensa en jugar y no se entera mucho de las cosas que suceden fuera de su entorno, pero el conocer esa situación, las familias de las personas secuestradas, que en las clases nos hablaran de esa problemática, me hizo ser mas sensible, mas reflexiva de los acontecimientos de nuestro país. Yo le escribía al mayor Guevara y trataba de informarme de todas las noticias que salían sobre él, lo sentía casi como un familiar, al igual que su mamá, no se si mis cartas llegaron a él, porque esta historia no tuvo un final feliz, el mayor no regreso de su cautiverio, y cuando supe del desenlace de ese acontecimiento lloré como si hubiera perdido un hermano, aún lloró cuando lo recuerdo, y espero que ya que está en otro plano sepa que a muchas personas si nos importaba su vida.
Daniela Pérez
Hace tres años estoy escribiendo cartas y esto me ha servido para mejorar la escritura y lectura, he escrito a las mujeres, a mis amigos, a los migrantes, a los desaparecidos. Esto me ha hecho conocer las vidas y los problemas que viven otras personas, nosotros a veces nos ponemos tristes porque nos sentimos mal, porque creemos que nos pasan cosas malas, o porque no tenemos lo suficiente, pero cuando nos damos cuenta que muchas personas tienen una vida mas difícil que nosotros solo nos queda dar gracias a Dios por que somos muy afortunados, por ejemplo, yo no sabia que había tantas personas que desaparecen, me da mucha tristeza saber que muchos son niños, pienso en sus familias y les escribí cartas para que no perdieran la fe que esas personas un día volverán.
Jheriel
Cartas sobre la mesa es símbolo del sentido que entrañan todas aquellas acciones que hacen viable y sostenible la vida en comunidad, es una apuesta a la esperanza, un inventario de transiciones y reparaciones, este proceso es un baluarte al no olvido, un reconocimiento para con todas las voces que nunca pudieron expresar lo que algunos de sus seres queridos aún esperan la verdad.
Hasta hace algún tiempo era ajeno a esta realidad, aun comparto la visión ilusoria del Estado como un rector social que podía dirigir, edificar, consolidar la sociedad colombiana, desconocía, que mi país estaba en guerra por más de 50 años y aún atrás en el tiempo, que no solo era en la ciudades como lo decían los noticieros, en los 80S y 90S con el auge de la coca y las faltas de oportunidades para los campesinos olvidados por el Estado, el conflicto se libró por parte de los actores en los dos frentes generando heridas culturales y sociales, en muchas regiones del país que deben ser reparadas y sanadas dentro de las transiciones.
El respeto y la tolerancia, frente al pensamiento del otro, siendo el primero cuestionado con solo portar un arma, se le dio un desfigurado sentido a la palabra, en el escenario actual cuando todos los vinculados, intentan pasar la página y mirar un nuevo horizonte, estos dos valores son la base que posibilitaría la vida en comunidad de tantos victimarios y víctimas, que retornan a sus lugares de origen, y los que ni siquiera se atrevieron a volver,
ellos que intentan encontrar un lugar de nuevo en la sociedad, sólo a través del reconocimiento en el otro como semejante.
La fraternidad será el combustible para lograr el encuentro en la diferencias de pensamientos, discursos, intereses, valores, la forma de vivir cambia después de que te tocan las historias, las vivencias, los relatos, es por esto que conciliar entre las partes permitirá restablecer el lazo social, es necesario reconocer que pensamos, y tenemos intereses diversos, lo que no implica imponer posturas al otro, en el caso del conflicto armado sin mediar palabra. Él perdón, en el caso del conflicto armado implica amor, requiere un acto de amor hacia sí mismo y hacia el otro, después de todo el identificarse con el dolor del otro, es reconocer la falta y tratar de reparar el daño, así los que obraron contra sus semejantes, colocando en medio de todo las víctimas, buscan en la actualidad volver a encontrarse con su humanidad, esa que la guerra les quitó, mi deber como ciudadano creo es acoger esa solicitud y esperar que la sociedad haga lo mismo por la prosperidad del país. Realmente vale la pena ver con filtros a los otros, como reconocer nuestra diversidad ideológica, cultural, geográfica, el fin del conflicto armado debe pensarse como un cambio de sentido y forma de pensar el mundo, de actuar entre iguales, en este sentido la no exclusión tiene un papel fundamental. Por último, hablar sobre el dolor y silenciamiento del otro del conflicto armado, es algo que me genera temor, ¿cómo identificarse con el dolor del otro, y así ayudarlo a sanar? Es quizá la pregunta que suscita el pensar en el motivo de esta carta, así reconocer las transiciones que conlleva las pugnas, diferencias y sensibilidades producidas por el conflicto armado vivido por el pueblo colombiano, es uno de los retos que sectores del poder desconocen alejados de una realidad que los vincula parcialmente, pero no los afecta directamente.
Carlos Mauricio Marín
Los jóvenes de Colombia viven en diferentes contextos violentos, por esa razón están preparados para cualquier situación, viven a la defensiva, con desconfianza, creo yo que es una manera de sobrevivir en este mundo, la invitación a escribir cartas ha sido un llamado a mirarnos y mirar la sociedad, en esa mirada hemos visto que cada uno de nosotros somos responsables de lo que pasa y que está en nuestras manos cambiar lo que no nos gusta, las cartas que escribí en las diferentes versiones de Cartas sobre la mesa, tenían diferentes destinatarios, pero también eran para mí, para darme esperanza, para darme confianza, para darme valor para seguir adelante, las cartas que escribí fueron cartas que me hubiera gustado recibir.
Junior Mejía
Nuestro proyecto, Cartas sobre la mesa, sale de los salones de clase, viaja a otros lugares y contacta con personas, contribuye a la formación de niños y niñas como futuros ciudadanos comprometidos, invita a todos los lectores a escuchar su voces y soñar con un mundo distinto. Comprometerse con el cambio y realizar acciones decididas para hacerlo efectivo.
Elena Villegas
Participar en Cartas sobre la mesa ha sido un acto tan terapéutico como doloroso. Un ejercicio cotidiano que nos dio la posibilidad de abrir nuevos mundos y conectarnos con las personas en la distancia.
Escribir cartas es una manifestación humana que nos da la posibilidad de las necesidades, los sentimientos y los sueños. Para los más grandes a los más chicos resulta igual de puro plasmar en un papel un mensaje para la persona que amamos, olvidamos o perdonamos.
Los ejercicios de escritura estaban orientados a poder hablar del tiempo, de la vida y de los sueños. Los más pequeños les escribieron la carta a sus amigos más cercanos donde agradecían o compartían alguna experiencia que los movilizara. En el caso de los grandes la indicación fue la misma, sin embargo los resultados fueron totalmente diferentes. Casi ninguna de las cartas tenia destinatario, ellos y ellas se escribían así mismos, casi en un acto de auto descripción.
Ellas y ellos dejaron una parte de sí mismos: qué querían lograr, se recordaron momentos de la vida, lo que les angustia, el futuro que espera. La libertad que ofrece el ejercicio de escribir es única, está compuesta por todas nuestras personalidades, puede ir escrita en códigos o tan literal que todo el mundo la entienda, las cartas de olvido, esperanza, odio o amor, cumplieron su objetivo, el reconocimiento.
Nicolás Muñoz
A veces llegan cartas
La correspondencia es la forma utópica de la conversación porque anula el presente y hace del futuro el único lugar posible del diálogo. Ricardo Piglia
En esta época en la que estamos hiperconectados, hay decenas de formas de enviar un mensaje más efectivas, más rápidas y más sencillas que la de escribir una carta. Aun así, las cartas tienen un encanto extraordinario: escribir una carta a mano es un proceso minucioso que implica un ritmo personal, una marca única que nos descubre como seres humanos de carne y hueso, e indica una intención y un tiempo que se dedica únicamente a esa actividad, no como cuando respondemos por mail mientras miramos la tele. Debemos destinar tiempo para hacerla y sobretodo, pensar en su destinatario. Ese cariño y tiempo que tomaron los niños y niñas de la Fundación Enfances 2/32 para escribirle así a alguien, definitivamente llega al corazón y es el resultado de un trabajo dedicado tanto de
quienes las escribieron como de quienes, de una u otra forma, participaron en el ejercicio.
Conozco el hermoso proyecto de Cartas sobre la mesa publicado en su primera edición en 2008 y he seguido su proceso, que aunque no involucra necesariamente a los mismos niños ni toca los mismos temas, si tiene la misma noble intención de hacerlos reflexionar sobre un mundo que parece no entregarles muchas opciones, su sinceridad autentica y desgarrada, conmueve hasta las lagrimas. Este proyecto tiene diversos influjos: el despertar epistolar que seguramente dejará una huella imborrable en los niños y niñas que escribieron cartas a un padre o madre que perdió su hijo, a un amigo, a ellos mismos o a su madre como la heroína de su historia personal. También a los padres y madres de estos pequeños remitentes que no solo recibirán estas cartas sino que a su vez escribieron a sus hijos, en muchos casos por primera vez, una carta expresando sus sentimientos. Y está además el impacto que dejará en cada lector, este maravilloso trabajo no pasará desapercibido y, sobre todo, será siempre pertinente en nuestra historia que parece repetirse una y otra vez en acontecimientos que inicialmente nos hacen indignar y se nos antojan inverosímiles y después empiezan a hacer parte de nuestra cotidianidad o nueva “normalidad”. Poner las cartas sobre la mesa, permitirá que la memoria del corazón sea más fuerte que el olvido.
A manera de posdata
