Discos y Otras Pastas 97 (abril 2022)

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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com AÑO 16 NÚMERO 97

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EDDIE VEDDER - “EARTHLING” (2022)

EN BUSCA DE LA CANCIÓN PERFECTA “Es difícil saber dónde estás cuando intentas leer un mapa a la luz de una estrella fugaz.” Atrapado por un virus que se ensaña cruelmente con él, desde una cama de hospital Mark Lanegan pinta su desasosiego con toda la amargura de la que es capaz. Ayer se lamentaba por no poder salir de gira, hoy no alcanza a respirar sin ayuda. “Navegar es necesario, pero vivir no lo es”, cuentan que el general romano Pompeyo les dijo a sus marineros, cuando amedrentados por los rayos, se negaban a embarcar durante la guerra. ‘Devil in a Coma’ (Lanegan, 2021), esa bitácora de la enfermedad que lo muestra maldiciendo una y otra vez el encierro que sufre en carne y alma, es la memoria de un hombre que siente como sus costuras se deshacen una a una, intuye que sus días están contados y clama por morir de pie. Es la despedida de quien no acostumbra a despedirse, y será extrañado por quienes nunca extrañaron a nadie.

Su habitual histrionismo tiene otra dimensión. Demora las palabras con ese balbuceo casi imperceptible al inicio de cada frase. Trata de explicar la reacción de su cuerpo frente a la noticia de la muerte de un hombre al que define como único en su clase. Siente alergia a la tristeza. Primero fue la solemne réplica del “Drive” de R.E.M. Luego, la más relajada “Here Comes the Sun” de George Harrison intentó equilibrar las aguas. Ahora, los versos de “Tender Mercies” suenan tan tristes como manda la muerte. Una elección apropiada para un duelo no elaborado. Cuesta elegir cuál de las líneas de esa lírica llena de desesperanza le cabe mejor al homenajeado, si la que reconoce que la misericordia no cura todas las heridas, la que nos confirma que el mundo se desmorona mientras esperamos nuestra oportunidad, o la que admite que los caminos están cerrándose y una tormenta sin fin resuena en el aire. *** “Leonard Cohen. No”. Un frío día de noviembre a Twitter le sobraron caracteres. A Lanegan le alcanzaron quince símbolos. Cree que la muerte es el final, diga lo que diga su amigo Nick Cave. Ese mismo día Lanegan recordó al Lucky de Harry Dean Stanton cuando relata que siendo niño mató sin querer a un ruiseñor y sintió que después de eso

*** Es la noche de un día que podría haber sido apenas recordado por una simpática coincidencia del calendario, pero ha muerto un hombre. El destino puso a Eddie Vedder y al Earthlings Tour en Seattle. Una luz azul tiñe el escenario. Eddie no controla sus manos. 1


“On the Road”. Si sus más significativos proyectos fuera de Pearl Jam lo mostraban recorriendo el camino de otros, el del excursionista Christopher McCandless en el soundtrack de ‘Into the Wild’, o el del propio instrumento que interpretaba en ‘Ukelele Songs’, en ‘Earthling’ Vedder insinúa una búsqueda distinta, al menos desde el punto de vista musical. no había nada más, “el silencio que sobrevino al mundo fue devastador” dice Lucky. Seguramente, también haya recordado su propia sentencia. En Winding Sheet, bautizó una canción con el nombre de esas aves, y en ella reveló el destino de todas las vidas: “No se puede matar lo que ya está muerto.” *** Earthling, es el disco que devolvíó a Vedder a la ruta. Ni el lanzamiento de Gigaton, la última entrega de Pearl Jam, ni el EP Matter of Time, ni el documental ‘Return to Mount Kennedy’ y su respectivo soundtrack, lograron vencer a la pandemia. En 2021 fue la banda sonora de ‘Flag Day’, que lo tiene como coautor, la que alimentó las primeras esperanzas de volver a verlo girando en plan solista. La piedra filosofal de ‘Earthling’ está en “Invencible”, su introducción. Una melodía amable y prometedora que envuelve un alegato de fe irreductible en la capacidad de empatizar que convierte en humanos a los habitantes de la Tierra, los terrícolas que dan nombre al disco. “Somos mucho más que partículas”, canta Eddie en pleno alarde darwiniano. Esa galopante envestida inicial tiene el ímpetu de los comienzos, la ilusión de la partida que no puede aplazarse y hasta una muy bien fingida dosis de nerviosismo.

No es “Power of Right” la encargada de mostrar los matices del paisaje. La segunda posta del disco acelera en la misma dirección, recuperando la fórmula efectiva del vértigo melódico que esconde el primer riff solista de Eddie, con permiso de “Far Behind”. “Long Way” se parece tanto a una canción de Tom Petty, que en el teclado está Benmont Tench. Si bien la sencillez melódica y la rima perezosa no llegan a incomodar, y el oficio de Josh Klinghoffer logra evitar toda añoranza y posible comparación, es difícil evadir la sensación de que estamos frente a una versión de “Given to Fly” apta para todo público. Las cosas vuelven a un territorio más familiar con “Brother the Cloud”, una probable evocación a Chris Cornell que intercala dosis de furia y ternura envueltas en una melodía que acelera con eficacia y que exhibe uno de los arreglos más lúcidos del disco. Entre los frontmans de su generación, Vedder está más solo que nunca. *** Lanegan no renegaba de la gloria ganada con los Screaming Trees, pero minimizaba su leyenda afirmando que había formado una banda porque era lo único que le permitiría costear sus adicciones, entre ellas la de viajar. Estaba orgulloso de todo lo que había logrado estando solo, pero le pesaba el aislamiento forzoso al que lo sometía la enfermedad. “No es lo mismo estar solo que

La sensación de estar emprendiendo un viaje siempre está latente en la huella que va trazando Vedder en cada una de sus aventuras. En su recorrido solitario resuena la tradición de relatos de viaje por la America profunda que modelaron referentes como Jonh Steinbeck o Jack Kerouac, aunque con una mirada menos didáctica que la del primero y no tan cínica como la del autor de DISCOS Y OTRAS PASTAS

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la soledad”. Lucky, otra vez. Si ‘Devil in a Coma’ es su testamento final, el poema Mayormente muerto es su epitafio: “…Casi todos se han ido ahora, mi vieja pandilla, estoy en mis cincuenta, pero la mayoría de ellos murieron a los veinte o principios de los treinta en el mejor de los casos. Han sido un par de décadas largas y solitarias aquí en el desierto…” *** Promediando su itinerario, y aunque suene paradójico, ‘Earthling’ nos desorienta visitando lugares comunes, ya sea repitiendo en “Fallout Today” la sencilla receta de “Long Way”, o recurriendo a una meritoria balada como “The Haves”, a la que se le puede reclamar la falta de contraste con la que Vedder ha sabido realzar sus momentos más dramáticos. Todas las posibles concesiones son hábilmente compensadas entreverando “The Dark”, un rescate emotivo tanto en letra como en acordes. “Tocar en una banda es como estar en una fiesta y hablar muy alto; los shows solistas son como cuando encuentras un rincón tranquilo para tener una conversación más profunda”. Así explicaba Eddie el desafío de pararse en un escenario sin el respaldo de una banda. En este viaje eligió hablar alto. Viejos conocidos como Chad Smith, el ya mencionado Klinghoffer y Andrew Watts, lo acompañan desde el proceso compositivo y forman la banda de apoyo en la gira de presentación. Una lista de invitados que demuestra la

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versatilidad de sus raíces, desde Ringo hasta Stevie Wonder, alumbran los pasajes en los que el rumbo no está del todo nítido. Hay homenajes que cargan demasiado las mochilas, como esos objetos innecesarios que llevamos a cuestas en viajes que reclaman equipajes livianos. “Picture” parece haber salido de las mismas sesiones de la que emergió “E-ticket” del ‘The Lockdown Sessions’ de Elton John. La colaboración urdida por Andrew Watt, productor de ambas grabaciones, favoreció más al disco del británico. “Mrs. Mills”, es una redundante réplica McCartney en manos de un artista que con espontaneidad ya ha logrado retratos más genuinos como “Off He Goes” o “Elderly Woman Behind de Counter in a Small Town”. El final es más significativo de lo que aparenta. “On My Way” no es sólo una coda que permite el rencuentro virtual con un padre ausente, es la declaración de voluntad que reafirma una búsqueda, la que sale al encuentro de la canción que salva al mundo. Esa marcha, a veces certera, otras errática, es la que redime a ‘Earthling’ como una obra que merece ser celebrada. *** Leonard Cohen está parado frente a un atril. No tiene una partitura. Prefirió dejar en el bolsillo de su saco el discurso garabateado en una hoja membretada de hotel. Levemente encorvado y sin su sombrero, luce desamparado. Ha dicho que no está acostumbrado a enfrentarse a una audiencia sin una orquesta que lo respalde, pero que dará lo mejor de sí como solista. Quizás alguien espera que explique el origen de las buenas canciones. Suspira por enésima vez y vencido suelta su confesión: “Si yo supiera de dónde vienen, iría más seguido a ese lugar”. JORGE CAÑADA ABRIL 2022


VICIOGAMES

LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE: SIFU LO BUENO Lo mejor de Sifu es, sin duda alguna, su sistema de combate. Estamos básicamente ante un beat 'em up en tercera persona, en el que controlamos a un artista marcial. Saber leer los ataques de los enemigos es fundamental, ya que aquí los golpes recibidos cuestan mucho. El contador de muertes en Sifu es una mecánica muy interesante: empezamos el juego con una edad de 20 años. La primera vez que morimos envejecemos un año, ya que nuestro contador estará en una muerte. Pero la segunda vez que morimos, nuestro contador sumará dos y, por ende, envejeceremos dos años. Por ello, cada muerte en Sifu tiene un costo, y no podemos morir indefinidamente; ya que, si llegamos a la ancianidad, el juego termina. Hay formas de reducir nuestro contador de muertes: ya sea derrotando a los mini jefes o jefes, o accediendo a los santuarios que están repartidos en el escenario. En estos santuarios, vale destacar, también podremos acceder a otras mejoras, como más barra de concentración o más equilibrio. El nivel de dificultad de Sifu es muy desafiante, sobre todo por la magnífica inteligencia artificial de los enemigos. No solo tienen distintos tipos de ataque, sino que saben protegerse y hasta esquivar nuestros golpes. Mención especial tienen los jefes, quienes son huesos duros de roer, incluso habiendo memorizado sus patrones de ataque. El diseño de los niveles también merece reconocimiento, ya que son variados e intrincados, pero con un agregado especial: a medida que avanzamos, podemos desbloquear atajos para hacer más llevadero nuestro recorrido en una repetición. Además, hay conexión entre los distintos niveles, ya que, por ejemplo, en el primer escenario encontramos una puerta cerrada, cuya llave recién podremos encontrar en el cuarto escenario, lo cual incentiva su rejugabilidad.

LO MALO El estilo gráfico no me convenció del todo. Respeto el diseño caricaturesco utilizado para representar a personajes y escenarios, pero creo que el juego hubiera lucido más si se apostaba por diseños más realistas y detallados. A lo largo de los cinco niveles que componen Sifu, encontré una constante: los tipos de enemigos se pueden contar con los dedos. Sobre el final, esperaba que lleguen nuevos rivales o que al menos los ya existentes tengan un repertorio más variado, pero esto no ocurrió. En algunos momentos de la campaña, la cámara se vuelve un enemigo más, sobre todo en escenarios cerrados en los que el encuadre se ponía en el peor lugar posible. Además, siento que faltan más opciones jugables post campaña. Hubiera sido interesante que incluyeran una modalidad ‘boss rush’ o algún modo horda o contrarreloj que alargue la vida del producto. Finalmente, Sifu está en inglés con subtítulos en nuestro idioma. Acá creo que la gente de Sloclap debió llevar su homenaje a las películas hongkonesas mucho más lejos, y poner al chino como el idioma principal. LO FEO Lamento las declaraciones de Pierre Tarno, fundador de Sloclap, quien confirmó que se incluirá un modo más fácil. Una de las cosas por las que destaca Sifu es por su nivel de dificultad desafiante. Le quitas eso y mucha de esa ‘magia’ se irá. CONCLUSIÓN: Sifu es de lejos, la primera gran sorpresa del 2022 y mi primer candidato a GOTY. Es un videojuego con un apartado jugable excepcional, con una dificultad desafiante y una puesta en escena soberbia, todo un homenaje al cine de artes marciales de Hong Kong. Es un videojuego que recomiendo encarecidamente, y espero que pronto llegue a todas las plataformas. FERNANDO CHUQUILLANQUI

La puesta en escena de Sifu me pareció excepcional, con homenajes directos al cine de artes marciales de Hong Kong. Muchos dirán que la historia y muchas de las escenas vistas en el videojuego tienen inspiración en Kill Bill, pero no olviden que el filme de Quentin Tarantino es en sí una suma de referencias a este tipo de cine.

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LICORICE PIZZA (USA, 2021) ESCRIBE: ÓSCAR CONTRERAS Paul Thomas Anderson sigue siendo el director solvente e innovador de su debut en “Sidney, un juego de prostitución y muerte” (1996). Y sobre “Licorice Pizza” se puede decir que es una comedia romántica que entretiene y emociona, dentro de los términos del cine de Anderson.

Paul Thomas Anderson habita el Olimpo del cine norteamericano contemporáneo junto a James Gray, Clint Eastwood, Bennett Miller, Quentin Tarantino, Martin Scorsese, Paul Schrader, Steven Spielberg, Rick Alverson y Errol Morris. No es un director popular, populoso o de actualidad. De hecho, sus películas no son taquillazos resonantes. La gente las evita porque son exigentes. Otros profesan adoración por su filmografía, de principio a fin.

No es un relato en sordina, disperso, enfocado en las derivas o en el sin sentido de una relación amorosa. No es una colección de anécdotas y situaciones insubstanciales. No. “Licorice Pizzza” es una evocación personal de la vida en California a inicios de los setenta y una aproximación feliz a un romance de juventud, entre un muchacho de quince años llamado Gary Valentine (Cooper Hoffman, hijo del finado Phillip Seymour Hoffman) y una chica de veinticinco de nombre Alana (la linda Alana Haim). Y cómo es que esa relación, que se ata y se desata, por el arribismo sentimental de ambos, por los celos y los negocios que emprenden, al final, los lleva a coincidir y a construir su amor. Sin autoconciencias, sin principio y fin, sin prisa y sin pausa. Gustándose, incluso hasta cuando las cosas no fluyen, y entonces llegan al convencimiento que se necesitan y saben que son el uno para el otro.

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Anderson es consciente del carácter minoritario de su cine y de la gran influencia ejercida por Robert Altman y todos los realizadores norteamericanos de la década del setenta. A través de ellos ha avivado, sin restricciones, un espíritu visionario, experimentador y de aventura, por las regiones menos exploradas de la producción cinematográfica norteamericana. En más de veinte años de carrera, Anderson, como ocurriera con Coppola y Cimino, ha revalorizado el sentido del espectáculo cinematográfico y su impacto ético y estético. Estamos frente a un realizador cinéfilo que ha capitalizado y trastocado, como ningún otro de su generación, los códigos y las formulaciones hollywoodenses para construir nuevos relatos y nuevos enfoques de relatos. “Licorice Pizza” no es la excepción en una larga cadena de éxitos.

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NOVEDADES DISCOGRÁFICAS

NOVEDADES DISCOGRÁFICAS

RED HOT CHILI PEPPERS “Unlimited Love” Algo mágico sucede cuando la alineación Kiedis, Flea, Chad y Frusciante se hace presente. Si bien muchos temíamos, por los comentarios del productor Rick Rubin, que ‘Unlimited Love” fuera un disco parecido a ‘Stadium Arcadium’ (2007) en cuanto a su sonido, pues, lo único en común es el aporte de John Frusciante con sus magníficos solos de guitarra que aderezan muy bien esta última entrega. Los chilis nos sorprenden con sonidos diversos. Hay creatividad, diversión y amor ilimitado por parte de los cuatro, con el funk de siempre como base, y alguno que otro ingrediente que hará de este un menú variado y para todos los gustos. De entrada, “Black Summer”, de lo más complaciente, tema sombrío, aquí no hay mucha novedad, pero sirve para abrir el apetito. Luego se abre la carta, sonido chili en “Let ’Em Cry” o “It’s Only Natural”, y si le agregas una pizca de psicodelia, “Poster Child”. Sonido orquestal con secciones de viento y toques de jazz en “Aquatic Mouth Dance”; groove, coros pop y guitarras sensuales en “She’s a Lover”; coros pegajosos y sonido acuoso en “Whatchu Thinkin’”; rock y la destreza del batero Chad en “Here Ever After”. Y si alternamos, con serenidad, la potencia de la batería y riffs pesados: “These Are The Ways”. Además, tenemos a un bajo que te lleva como en un vals sin parar en “The Great Apes”, y en “The Heavy Wing” John se hace presente en todo el estribillo. También encontramos efectos de voz, a lo Scott Weiland, al final de “Bastards of Light” y acercamientos al western con “White Braids & Pillow Chair”. Y si lo que uno necesita es aliviar a un alma congestionada, tenemos a “Not the One”, que es sencillez y calma. Por último, como postre, “Tangelo”, una bella y delicada pieza con incrustaciones de finos arreglos de sintetizador. Estamos ante un álbum que repasa la trayectoria de la banda, y sobre todo, nos recuerda a la experimentación del “Blood Sugar Sex Magik” (1991), aunque esta vez con elementos más sofisticados. Kiedis nos regala rapeos como no lo hacía en años, a la vez que voces melodiosas y acompañado de los coros de John que tanto extrañábamos. FRANCIS BERENICE

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BAND OF HORSES “Things Are Great” Hay tres momentos claves o hitos en la banda de Ben Bridwell (cantante, compositor y guitarrista): primero, su debut indie en 2006 con ‘Everything All the Time’, bajo el mítico sello Sub Pop, que sorprendió a medio mundo y puso a Seattle de nuevo en la mira de los melómanos y críticos; segundo, su debut bajo una major label en 2010 con ‘Infinite Arms’ que les permitió expandir su sonido hacia el folk y el rock clásico; y me hubiera gustado que ‘Why Are You OK’ (2016) fuera ese tercer hito, por ser el disco que los consolidó como la banda que se atreve a experimentar y tiene éxito, sobre todo artístico, ganándose el respeto hasta del mismísimo productor Rick Rubin. Sin embargo, los últimos cinco años no han sido tan benevolentes con Ben (renuncia de la mitad de la banda, divorcio con demanda de tenencia y la pandemia) e inclinan la balanza hacia ‘Things Are Great’ como el tercer hito, por ser el álbum de una banda que ha tenido que reconstruirse sobre los cimientos de un solo hombre, con diez canciones que la saca de la sala de cuidados intensivos.

Muchos seguidores y la prensa dicen que este es el disco del regreso a los primeros años, pero solo toman en cuenta a los singles “Warning Signs, “In Need Of Repair” y “Crutch”. En realidad, este álbum recorre casi todo el camino andado hasta el momento -y digo “casi”, porque al no estar el músico Tyler Ramsey, el folk se ha diluido un pocoy recoge los pedazos de la última explosión. Por ejemplo, “Tragedy of the Commons”, “Lights” o “In The Heart Times” tranquilamente encajan en cualquiera de sus trabajos de la década pasada. También hay chispazos de novedad como en “You Are Nice To Me” y su hipnótica cadencia rítmica mezclada con mandolina. Y antes de terminar esta reseña, regreso a la primera canción del álbum para recibir una pequeña dosis de esa autosuficiencia que a veces necesito: “Pero las cosas están bien. Estamos solos y no queremos ayuda. No aceptamos folletos, no buscaremos simpatía y no queremos nada”. HENRY A. FLORES

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GET BACK: THE BEATLES VISTOS (Y AMADOS) POR PETER JACKSON - PARTE I ESCRIBE: ROGELIO LLANOS Q. por Michael Lindsay-Hogg, otro combate, en otro orden de cosas, y en diferentes circunstancias, aunque sin las resonancias épicas de la aventura tolkieniana: la lucha por la supervivencia de un grupo musical, pero, mejor aún, la pelea de cada uno de ellos por mantener vivo el espíritu creador del grupo. Porque, al final y al cabo, lo que vemos en ‘Get Back’, entre la sorpresa y la emoción, es el acto mismo de la creación. Peter Jackson nos pone frente a la obra musical en el momento mismo en que se está creando. Sí, el momento maravilloso en el que se hace la luz, en el que los sonidos y las palabras empiezan a nacer. Ese parto duro, violento a veces, tierno y divertido a ratos. Y siempre hermoso.

I. Cuentan las leyendas que alguna vez los cuatro muchachos de Liverpool estuvieron a punto de encarnar a cuatro personajes de la gran novela de J.R.R.Tolkien, ‘El Señor de los Anillos’ (1954). Sí, hablamos de leyendas porque la historia de The Beatles ha dado paso a un sinnúmero de narraciones reales o ficticias de las cuales todos, tirios y troyanos, nos hemos ido alimentando a lo largo de los años. Y la sabiduría fordiana nos lleva a repetir categóricamente, y plenamente convencidos de su verdad, que cuando la leyenda es más hermosa que la realidad, pues, debemos imprimir la leyenda. ‘Get Back’ alimenta de manera proteica esa leyenda. Peter Jackson, su director, oficia de punto de referencia, de nexo entre aquellos personajes famosos que alguna vez quisieron -quizás- ser los protagonistas de una versión musical de la obra de Tolkien y que ahora se han convertido, gracias a la magia del cine y de la tecnología, en protagonistas de su película, que es, también, entre otras definiciones, un film sobre otro film. Hay una gran variedad de preguntas que surgen de inmediato, siendo la primera de ellas la siguiente: ¿Qué hace el talentoso director de la trilogía épica de El Señor de los Anillos en una película sobre The Beatles? Y, más aún, ¿qué es lo que tiene que decir o agregar respecto a la historia de un grupo musical, el más famoso y genial de la historia de la música? Si en El Señor de los Anillos, Peter Jackson nos mostró el épico combate de unos seres de tiempos inmemoriales contra unas fuerzas sobrenaturales que pretenden avasallarlos, transformando así ese enfrentamiento en una lucha por llevar a su universo de la oscuridad a la luz, de las sombras siniestras a la reconfortante claridad del día, en ‘Get Back’, el cineasta también reconstruye, a partir del material filmado en 1969

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Así fue como nacieron las canciones que componen el ‘Let It Be’ (1970), último álbum de The Beatles en publicarse, pero el penúltimo en materia creativa. Su creación postrera fue el impresionante ‘Abbey Road’ (1969), aunque ya desde las reuniones del proyecto ‘Get Back’ (que daría a luz el ‘Let it Be’) empezaron a surgir los bocetos de algunas de las composiciones que constituirían dicho álbum: “Maxwell’s Silver Hammer”, “Something”, “Octupus’s Garden”. II. Dicen las crónicas periodísticas que Peter Jackson es un admirador acérrimo de The Beatles. Y esa admiración lo llevó a indagar acerca del viejo material desechado por Michael Lindsay-Hogg cuando en enero de 1969 filmó lo que sería el documental llamado ‘Let It Be’, como parte del proyecto ‘Get Back’. Al parecer ahora, cuarenta y ocho años después, Apple Corps estaba interesada en hacer un documental con dicho material que, en la conversación sostenida con el cineasta, se reveló que estaba plena y celosamente guardado en las bóvedas de la productora. Una nota previa al comienzo del film nos informa que el material base sobre el cual se gestó ‘Get Back’ estuvo constituido

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por sesenta horas de filmación y ciento cincuenta horas de audio. Un gran motivo de placer para un rendido admirador de The Beatles que podría así reproducir ante sus ojos -y entender mejor que nadieesas horas difíciles y esenciales en la vida y en el fin de la banda. Y también un enorme desafío para un cineasta laureado, muy apreciado por la industria y la crítica, y que venía de conseguir un rotundo éxito con su documental sobre la Primera Guerra Mundial, ‘They Shall Not Grow Old’ (2018), que implicó una ardua labor de restauración, coloreado, adición de efectos de sonido, seiscientas horas de entrevistas a doscientos veteranos y cien horas de metraje original (1). Había, pues, mucho interés en conocer lo que Peter Jackson, con toda esa monumental experiencia en el trabajo documental, podía realizar con el abundante material existente. Dicho material, tal como ya lo hemos referido, en su momento, dio lugar a un film rescatable, aunque, quizás, un poco opaco y falto de brío. Tal vez por ello los cuatro músicos protagonistas no quisieron saber nada de él. La película de Michael Lindsay-Hogg, una especie de cine-verité, que filmaba sin un guion previo, daba cuenta de aquellos gestos y actitudes que ponían en evidencia las divisiones internas del grupo mientras preparaban los temas del que sería su impactante álbum de despedida, ‘Let It Be’. III. Los orígenes de The Beatles nos llevan al año 1956 cuando John Lennon y Paul McCartney empezaron a tocar juntos en pequeños clubes. Dos años después se les unió George Harrison. Sus pasos iniciales los condujeron a Hamburgo en 1960, y en 1961 estuvieron de vuelta en Liverpool tocando en el legendario Cavern Club. Los encuentros con Brian Epstein, que fue su mánager hasta 1967 en que murió por presunta sobredosis, y con George Martin, que devino en su productor musical, son hitos fundamentales en una relativamente rápida evolución musical, que los llevó a la gloria. En 1962 estuvieron listos para entrar a los estudios de grabación. En ese año Ringo Starr se unió a la banda en reemplazo de Pete Best. Y el “Love me do”, “Please Please me”, “I saw her standing there” y “Twist and Shout”, entre otros títulos más, se

constituyeron en la puerta de ingreso hacia un universo musical cuyos frescos, enérgicos y vibrantes sonidos pulsaron aquellas fibras sensibles aún intocadas de una juventud a la espera de una suerte de liberación física y emocional. Talento, creatividad y visión comercial y de futuro, los condujeron hacia ese fenómeno mundial conocido como beatlemanía que los puso en contacto con un público juvenil dispuesto a darlo y afrontarlo todo con tal de verlos y escucharlos. Esta constante exposición pública a través de conciertos, películas, entrevistas y declaraciones en los medios, y que los mantuvo en los primeros lugares de la noticia y de los rankings musicales, generó como contraparte un desgaste enorme en la banda que atentó, además, contra su capacidad creativa. Conscientes de ese desgaste y de las inmensas posibilidades que tenían de intensificar su actividad como compositores, los cuatro músicos decidieron a finales de 1966 dejar de lado las presentaciones en vivo. En 1967 murió Brian Epstein y la banda experimentó un tremendo golpe que más temprano que tarde se reflejó de manera negativa en su disposición y facilidad para llevar adelante su labor creativa. En algún momento del film, ellos reconocen que la partida de Brian Epstein los dejó a la deriva, sin ese padre generador de orden y disciplina tan necesarios para que la creación fluyera de manera rápida y eficaz. En 1968 luego de la experiencia mística al lado del Maharishi Mahesh Yogi, retornaron a Londres a los estudios de grabación, con menos entusiasmo, pero con una buena cantidad de composiciones en el papel y en la memoria para llevar al nuevo álbum. Luego de la grabación del denominado “Álbum Blanco” (1968), en el que ya se percibieron serias fisuras en el grupo, los cuatro dejaron entrever diferentes actitudes respecto a la continuidad de la banda: John Lennon y su pareja, Yoko Ono, estaban absorbidos por la experimentación con la heroína; George Harrison pasaba muchas horas abocado a la producción musical; Ringo Starr estaba ilusionado con su incursión en el mundo de la cinematografía. Y Paul continuaba batallando, en medio del caos, por la supervivencia de un grupo que se había constituido en el símbolo de una década tan turbulenta como pródiga en acontecimientos históricos. (1) https://es.wikipedia.org/wiki/Ellos_no_envejecer%C3%A1n

DIRECTOR: HENRY A. FLORES Discos y Otras Pastas no se hace responsable del contenido de los artículos y agradece a sus colaboradores por la exclusividad.

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