Gerardo: Morir en los sistemas de salud en México

Gerardo Morir en los sistemas de salud en México

Gerardo Flores Chávez Mario Chávez-C ampos

Mientras que la seguridad social no asuma su responsabilidad en el caso de Gerardo, y dé a su familia una vida digna como la que él buscaba para ellos, todo el dinero que se recabe con la venta de este libro será entregado a su esposa Rosalía y a sus hijos Emanuel y Samantha.

Editorial Pelicanus

Gerardo, morir en los sistemas de salud en México Primera edición, marzo de 2011 Gerardo Flores Chávez © Mario Chávez-Campos ©

© Editorial Pelicanus editorialpelicanus @ gmail.com

Diseño y formación: Aída Alanís de la Rosa Coordinación editorial: Mario Chávez-Campos Fotografía de portada: Susana Chávez Campos Fotografía de contraportada: Israel Macuil Arreola

ISBN: en trámite Impreso y hecho en México

Introducción Apenas hace dos días me enteré de una noticia que sabía llegaría muy pronto. A Gerardo, mi sobrino, lo habían dado de alta del servicio de oncología del Centro Médico Nacional Siglo XXI del Instituto Mexicano del Seguro Social y referido a su Unidad de Medicina Familiar. La medicina no tenía más que ofrecerle.

Gerardo padecía desde que nació una rara enfermedad llamada Neurofibromatosis tipo I, también conocida como enfermedad de Von Reckinghausen1. La célebre patología que soportó en el siglo XVIII el inglés Joseph Merrick 2 , al que también llamaban El hombre elefante.

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Las neurofibromatosis son trastornos genéticos del sistema nervioso que afectan principalmente al desarrollo y crecimiento de los tejidos de las células neurales (nerviosas). Estos trastornos ocasionan tumores que crecen en los nervios y producen otras anormalidades tales como cambios en la piel y deformidades en los huesos. Las neurofibromatosis ocurren en ambos sexos y en todas las razas y grupos étnicos y se transmiten a la descendencia de forma autosómica dominante. Los científicos han clasificado los trastornos como neurofibromatosis tipo 1 (NF1) y neurofibromatosis tipo 2 (NF2) cada uno con una alteración en un cromosoma diferente (17 y 22 respectivamente). Existen otros tipos o variantes de neurofibromatosis, pero éstos no han sido definidos aún.

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Joseph Carey Merrick (5 de agosto de 1862 Leicester, Inglaterra - 11 de abril de 1890 Londres), también conocido como “El hombre elefante”, se hizo famoso debido a las terribles malformaciones que padeció desde el año y medio de edad. Condenado a pasar la mayor parte de su vida enrolado

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A diferencia de la enfermedad de Merrick, la enfermedad de Gerardo no produciría neurofibromas visibles y deformantes, pero sí los produjo en un nervio periférico: el femoral3 .

La neurofibromatosis es una enfermedad cuyo diagnóstico es eminentemente clínico, es decir, basta con que un médico con sólida preparación científico técnica haga una historia clínica y una exploración completas, para que detecte los signos fundamentales que caracterizan a la enfermedad. Es importante lo anterior porque no se necesita de un análisis sofisticado, de una batería de estudios de gabinete: el diagnóstico está basado en una buena semiología. Uno de los signos patognomónicos de la enfermedad es tener manchas color café con leche en la piel. Cualquier persona que viera una fotografía de este tipo de manchas jamás las olvidaría. Son tan fáciles de reconocer que difícilmente, un profesional capacitado, podría confundirlas. Sin embargo, Gerardo, que nació en un hospital privado y fue atendido por pediatra privado, nunca fue diagnosticado de niño.

El no haber realizado el diagnóstico a tiempo repercutió sustancialmente en el curso de las complicaciones que en el mundo de la farándula, sólo encontró sosiego en sus últimos años de vida. A pesar de su desgraciada enfermedad, sobresalió por su carácter dulce y educado, así como por una inteligencia superior a la media que sólo pudo demostrar en sus postrimerías.

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En anatomía humana el nervio femoral es la rama más grande del plexo lumbar. Se origina a partir de la división dorsal de la rama ventral de los nervios lumbares 2do, 3ro y 4to. Desciende a través de las fibras del músculo psoas mayor, emergiendo posteriormente de la parte inferior del borde lateral del músculo y desciende entre éste y el músculo iliaco, por detrás de la fascia iliaca; luego avanza por debajo del ligamento inguinal y se separa de la arteria femoral por un segmento del músculo psoas mayor.

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la enfermedad le provocó más tarde, fundamentalmente en la presunción diagnóstica. Del 1 al 2 por ciento de los neurofibromas en nervio periférico pueden ser cancerosos.

Más tarde, Gerardo desarrolló un neurofibroma en el nervio femoral que luego de ser biopsiado4 y tras el estudio anatomopatológico se concluyó que se trataba de un schwannoma maligno o tumor maligno de la vaina de nervio periférico5 . Un tumor con un grado de malignidad extremo, excesivamente invasivo, y con un muy mal pronóstico para la vida de quien lo padece.

El problema es que en el caso de Gerardo, que no es único por cierto, se presentaron un cúmulo de errores diagnósticos y de tratamiento (iatrogenias) que terminaron por apresurar el crecimiento y la invasión tumoral, resultando en una expectativa de vida de tan sólo seis meses y una agonía en condiciones verdaderamente dramáticas y conmovedoras.

Pero sumado a las deficiencias técnico científicas, que incluyeron una cirugía innecesaria de rodilla, se sumaron también los malos tratos, la prepotencia, la deshumanización, la falta de solidaridad de los profesionales de la 4

Una biopsia es un procedimiento diagnóstico que consiste en la extracción de una muestra total o parcial de tejido para examinarla al microscopio.

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Los schwannomas son tumores muy homogéneos, formados solamente por células de Schwann. Las células tumorales siempre permanecen fuera del nervio, pero el tumor por sí mismo puede ya sea empujar el nervio al lado y/o contra una estructura ósea (de esta forma probablemente causando daño). Los schwannomas tienen relativamente un lento crecimiento. Por razones aún no entendidas los schwannomas son en su mayoría benignos y menos del 1% se convierten en malignos, degenerando en una forma de cáncer conocido como neurofibrosarcoma.

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medicina. Los sistemas de salud en México6 se encuentran sumidos en una crisis de desabasto, de falta de infraestructura, de sobre demanda, que impiden no sólo ofrecer una atención médica de calidad sino frecuentemente un trato indigno a los enfermos. Enfermos, que cuando llegan a los servicios de salud se cosifican en un número de expediente y pierden, de manera inmediata, cualquier característica esencialmente humana.

Es muy probable que este texto esté plagado de rabia, de impotencia, porque fue escrito a mata caballo en los pocos días en que Gerardo estaba aún con vida.

La premura tenía una explicación muy sencilla; la idea es que estuviera terminado para que Gerardo lo pudiera leer. Pero ninguna de las dos cosas interfieren en el hecho fundamental: todos los días se comenten yerros en las instituciones médicas, públicas o privadas. Todos los días esos errores repercuten en la función o en la vida de seres humanos. Todos los días esos yerros se quedan ahí, no sólo impunes, sino sobre todo ni siquiera provocan el espacio de reflexión para que los trabajadores de la salud construyan una estrategia para revertir lo cotidiano. De los funcionarios del gobierno nada se puede ya esperar.

La salud pública no es una prioridad en el neoliberalismo.

Lo paradójico en todo caso, es que el control, la supervisión de los establecimientos que ofrecen medicina privada también deja mucho que desear.

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Gerardo fue atendido en el sistema médico privado (Hospital Español de México), en el sistema de seguridad social (Instituto Mexicano del Seguro Social- IMSS) y en el sistema público estatal (Secretaría de Salud del estado de Michoacán de Ocampo).

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Más allá de las estadísticas, que existen y hay muchas, más allá de los estudios que analizan a detalle los sistemas de salud en México, públicos y privados, el hecho es que todos los días, trabajadores de la salud y enfermos, conocemos de un caso dramático en los que la medicina, en lugar de ayudar al ser humano, cataliza el proceso patológico. Mientras no reconozcamos que existe el problema y lo denunciemos, todos seguiremos siendo cómplices. Con el riesgo de escupir para arriba, pero asumiendo la responsabilidad, este texto de “Morir en los sistemas de salud en México”, nos invita a que en lo inmediato, construyamos una estrategia que verdaderamente impacte en la salud de los seres humanos.

Todas las campañas de calidad y calidez promovidas por el gobierno federal han fracasado. Seguimos teniendo profesionales de la salud mal pagados y pacientes (que no usuarios ni clientes) indignamente tratados. Evidentemente el texto no generaliza sus apreciaciones, siempre hay médicos, médicas, enfermeras, enfermeros, trabajadoras y trabajadores sociales, auxiliares administrativos, con un sentido ético y profesional incuestionable, pero eso no quita que el problema exista, ahí está. Todos los que lean este texto recordarán la historia de un primo, un sobrino, un padre, una madre, un hijo que ha caído por desgracia en la maraña de errores de nuestros sistemas de salud.

Tal vez no sirva de nada este texto, tal vez sólo sirva para expiar culpas, sin embargo aquí está, Gerardo lo conocerá y lo conocerán sus hijos, y su familia.

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En las últimas horas he estado pensando si a Gerardo le gustará que este libro sea publicado. Él era poco dado a pelear lo suyo. Lo hacía porque prefería no crear problemas, mejor elegía ser afable, pícaro y optimista. Yo creo que la historia de Gerardo puede servir para sacudir la conciencia de los trabajadores de la salud, de la sociedad y que de una vez por todas, organizados, levantemos la voz para poner en la agenda de prioridades de nuestro país, la salud pública, los sistemas de salud.

Hace poco más de un año, en una visita que Gerardo hizo a Morelia, en la charla del desayuno, recordaba la anécdota de cuando era chofer de una camioneta que repartía productos de telefonía celular, creo, y lo intentaron asaltar. Entonces le pusieron una pistola en la cabeza. Él decía que lo único que le había hecho mantener la calma era pensar en su hijo. A estas alturas, en que ya no queda más que hacer, tal vez sirva de algo que Gerardo sepa que sus hijos estarán bien y que algún día, cuando puedan leer, sabrán que tuvieron un padre valiente que enfrentó con dignidad una enfermedad terrible y unos sistemas de salud deshumanizados.

7 de marzo de 2011 Centro Estatal de la Transfusión Sanguínea Morelia, Michoacán Dr . Mario Chávez-C ampos

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A lo largo del tiempo he comprendido, que en esta vida hay cosas predecibles, y otras son inevitables; el destino marca a las personas con distintos caminos, y es de la vida de un hombre de la que hoy quiero hablar.

Gerardo Flores Chávez

Me enteré y me sigo enterando de niños que nacen bien y al otro día mueren sin que los del hospital sepan o quieran explicar nada. De accidentados que ahí quedan, más por causa de quien los atendió que de las heridas en el accidente. De infartos en la calle por no tener el carnet listo. De negativa de atención médica debido a que por un error en el archivo de vigencia de derechos el derechohabiente está dado de baja.

El resto es un rosario: que a éste se le pasó la anestesia, que aquél programó cesárea de acuerdo con su agenda de Navidad, que el otro ya sabía que el joven había salido muerto de la operación del aneurisma pero que lo mantuvo con el corazón latiendo dos días más para cobrar más caro, que si aquél sólo detectó luxación donde había fractura triple.

Agustín R amos

(De médicos en: Manifiestos, de asombros y costumbres)

Ser afectuoso, cariñoso, hoy, en este mundo marcado por el egoísmo y la violencia, es una respuesta posible y urgente que debemos llevar a cabo Dr . C arlos Díaz Marchant

(Por una escuela cariñosa)

Gerardo es 1 de cada 4000 personas susceptibles de afectarse por la enfermedad llamada Neurofibromatosis tipo 1, también conocida como enfermedad de Von Recklinghausen. Patología cuyo origen se debe al trastorno de un cromosoma y que los padres portadores la heredan a sus hijos en el 50% de los casos. La numerología en que quedó atrapado Gerardo se llama prevalencia; es decir la posibilidad de que una enfermedad se presente en un grupo de individuos en un tiempo establecido. La cifra resulta de dividir el número de sujetos que tienen la enfermedad en un periodo determinado, entre la población total del lugar donde se presenta la enfermedad durante el mismo tiempo. Aunque una cosa son los números y otra, muy diferente, es ser el desafortunado de sacarse, ahora sí que el tigre en la rifa. Gerardo seguramente piensa que por qué si hay millones de posibilidades de no haber tenido la enfermedad, por qué entonces le tocó a él padecerla. Hubiera sido mucho mejor ser del pequeño porcentaje que se gana el premio mayor con un boleto de lotería, o consigue un viaje gratis para conocer siete países de Europa. Sin embargo, aunque inconforme, sabe que el hecho cierto es que tiene la enfermedad y que más que nunca le dará contenido a padecerla. El contenido por supuesto se refiere a todo el dolor que su cuerpo es capaz de resistir y a toda la desesperanza de

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saber que la cara de preocupación que ponen los médicos cuando se refieren a su padecimiento, se debe tratar sin duda, a que el pronóstico no es tan bueno como ellos intentan aparentar que es. A Gerardo le importa muy poco conocer la genealogía del tal Von, y mucho menos por supuesto saber que hace dos siglos el tal científico alemán describió los signos y síntomas de la enfermedad7.

Está enfermedad se caracteriza porque las personas tienen manchas café con leche en la piel, pecas en las axilas o ingles. Los llamados nódulos de Lisch; tumoraciones pigmentadas en el iris del ojo. Dos o más neurofibromas, que son tumores que crecen en los nervios periféricos, el antecedente de tener un familiar directo al que se le haya diagnosticado la enfermedad por contar con alguno de los signos descritos anteriormente.

Gerardo recuerda poco a su padre. Sabe por lo que le han contado que él también tenía la piel cubierta de manchas café con leche y que de ahí las heredó. Desconoce por supuesto si algún médico le habrá hecho el diagnóstico alguna vez, en todo caso lo que verdaderamente le interesa ahora es que su padre le heredó la enfermedad. No lo culpa. ¿Quién puede culpar al destino? También le interesa saber cómo es que si nació en un hospital privado, el Hospital Español de México, y su mamá cumplió con el requisito de llevarlo con mucha puntualidad para sus revisiones de rutina, incluso cómo es que si de niño estuvo hospitalizado en por lo menos dos ocasiones por gastroenteritis y deshidratación, cómo es que el pediatra, el experto espe7

La Neurofibromatosis tipo I fue descrita por primera vez en 1882 por Friedrich Daniel Von Recklinghausen, un patólogo alemán.

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cialista, jamás se preocupó, siquiera un poco, en explicarse la naturaleza de sus manchas en el cuerpo. Ni siquiera porque para el diagnóstico se necesitan sólo tener más de seis manchas café con leche mayores de 3 milímetros. Él sin duda tenía manchas más grandes que eso. Tampoco le preocupó al profesional galeno interrogar y explorar más al padre, del que seguramente la mamá de Gerardo le dijo que tenía las mismas manchas. Solemne y categórico dijo el experto pediatra: Si el niño tiene manchas es porque las heredó de su padre. Y ahí dejó el asunto. Nada de que hay que vigilarlas, nada de que hay que hacer estudios posteriores. Nada, de nada.

Así es que el caso de las manchas en su piel se dio por cerrado con la certeza de que la voz autorizada de un médico había concluido que todo se trataba de pura y vulgar herencia.

Gerardo piensa que la medicina, mejor dicho quienes ejercen la medicina, los profesionales de la medicina, tienen un problema. Y está convencido que no lo asegura por despecho, vamos ni siquiera le interesa afirmarlo. Tiene por supuesto otras cosas más importantes que hacer, mucho más sustanciales en las semanas que aún le quedan de vida, que andar opinando cosas acerca de los muy educados galenos.

Pero nomás de pasada, tal vez se le ocurra escribir que no solamente existe una deshumanización que espanta, sino una marcada deficiencia técnica en muchos profesionales de la medicina. Claro que no podría generalizar, pero ¡oh sino trágico!, sí por lo menos, de todos los médi-

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cos que, maldita sea la cosa, tuvieron que ver, de una o de otra manera, con su desafortunado padecimiento.

Gerardo no fue un niño normal. Por lo menos si normal quiere decir ser exactamente como todos los demás. Gerardo era diferente porque le costó más trabajo que el habitual poder caminar sin tropezarse. Por cierto que en esa etapa de su vida también fue valorado por sabios y doctos médicos. ¿Tampoco se les ocurrió que su padecimiento, que un signo, más otro signo, tal vez encuadraran en una enfermedad que lo explicara todo? Aguapasa-por-mi-casa-cate-de-mi-corazón, ¿qué es?

Pues no. No se les ocurrió. Dijeron que era un niño normal excepto por sus pies chuecos, ¿en varo?, ¿en valgo?

Que importa. Eso ya es únicamente anécdota. Lo que si importó es que le compraron unos zapatos ortopédicos, de esos tan espantosos y tan grandes como el tamaño de la patología que nadie se atrevía a ver. Pero eso no era todo. El calzado en cuestión tenía unos fierros en sus caras laterales de donde se desprendían unas mangueras de hule que luego iban a un cinturón en la cadera. Las simpáticas mangueras hacían parecer al niño como "un astronauta".

Gerardo quisiera recordar que tal vez esa era la palabra que su madre le decía para que se dejara poner semejante armatoste. Las mangueras tenían una función, que consistía en que al caminar echara las puntas de los pies hacia afuera y, oh magia, no se tropezara con sus propios pasos.

Gerardo no recuerda si con el tal artefacto mejoró del todo. Aunque los que crecieron junto con él, afirman que le costó mucho trabajo aprender a jugar hockey. Un

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deporte que le apasionaba. Sobre todo si para aprender a jugar con un bastón con el que se debe golpear una pelota primero se debe aprender a correr sin caerse. Pero Gerardo lo logró. Y no sólo lo consiguió y ya. Logró jugar y con su tenacidad, que eso sí siempre la tuvo, hasta los últimos días, se adueñó de la posición de defensa y vaya si era difícil que los atacantes pudieran con él. Se cumplía la vieja y conocida norma del deporte. Pasa la bola pero no el jugador. Pasa el jugador pero no la bola.

Total que Gerardo, a puro golpe de pulmón, se hizo camino en la vida, a pesar de que en su vida se encontrara con una losa tan pesada y tan difícil llamada escuela.

Y nuevamente, no es que Gerardo pensara que todo estaba mal en ese tiempo en que la vida, no es que le sonriera, pero por lo menos no se dibujaba todavía como una mecha que al prenderse es inevitable que se apague. Pero lo cierto que tampoco en la escuela fueron capaces de articularse con los sabios especialistas médicos para hurgar, para analizar, por hobbie si se quiere, como quien juega a la quiniela, si había alguna relación entre las manchas, la anormal manera de caminar y las dificultades de aprendizaje.

Sufrieron los profesores pero sobre todo sufrió Gerardo.

Tal vez al principio todos pensaron que Gerardo era flojo, como muchos niños son, incluso no faltó, seguro, quien afirmara: este niño se parece a su padre. Como si los padres siempre tuvieran la culpa de todo. Ya luego, y ante la repetición de grados, alguien pensó, porque era inevitable hacerlo ante la avasallante realidad, que el niño tenía un problema. Y bueno ahí se fueron, escuelas diferentes,

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maestros diversos, hasta que optó mejor por aprender un oficio: radiotécnico. Y eso sí que pudo hacerlo. Aprendió a armar y desarmar aparatos electrónicos, tal vez luego le sobraban piezas, pero eso era lo de menos, lo importante era construir de la nada. Un tío de Gerardo, maestro por vocación, y que en alguna época de su vida tomó la estafeta de ayudarlo, confió alguna vez a quien lo quiso escuchar, que a Gerardo sí le gustaba la escuela, el problema es que no podía con ella. Que él aseguraba que no era una cuestión de ganas, simplemente no se le daba.

No es casual que dos instituciones, la escuela y el hospital, hayan cometido los mismos errores; se les haya paseado el problema como en pasarela y no fueran capaces de sospechar nada. Nada de nada. Ambas, una y otra, son soberbias, impenetrables y tan aisladas, no sólo del medio y los padres, sino de los propios niños, y que categóricamente, (asumo la responsabilidad de la palabra) podíamos afirmar que están en la peor, de las peores crisis de su historia. Por lo menos en México, que es lo que le afectó a Gerardo.

Las dos, tendrían que refundarse desde sus cimientos, renacer de las cenizas, y construirse como espacios amorosos, generosos y solidarios. Si por error algún médico está leyendo estas líneas, seguramente empezará a arrugar la nariz y no lo dudo, tal vez reflexione, que eso del cariño a los enfermos son patrañas, lo que importa es tener una preparación técnico científica que asegure que cada acto médico-paciente siempre resultará en beneficio del último. Es probable incluso, que recuerde la máxi-

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ma hipocrática primum non nocere, y volviéndola hipócrita hasta se le hinche el orgullo y ya con la exaltación a tope, arroje el libelo contra la pared y sentencie: eso del cariño a los pacientes son puras mamadas.

Y lo malo, es que no sólo es una apreciación de un único paciente. Y Gerardo se asume como paciente, no como usuario, manera en que últimamente se ha dado por llamar al enfermo a la luz de esos lenguajes importados de las ciencias administrativas. Paciente o usuario son, en el sistema de salud mexicano, privado o público, la misma cosa. Como lo son también los niños de la calle y los niños en situación de calle, los adultos en plenitud, de los viejos, o las putas de las sexoservidoras. Las situaciones no cambian cambiando su denominación.

Pero el punto es que, a los médicos los educan con una visión tan obtusa, que no pueden ver más allá de lo técnico. Incluso, son capaces de justificar tal hecho argumentando que los médicos, seres humanos, no podrían resistir el involucrarse sentimentalmente con los enfermos, seres humanos también, que atienden. Es decir, que un médico traumatólogo que practica una artroscopía 8 de rodilla, lo único que tendría que saber es que el ser humano que yace en la mesa quirúrgica a merced de su bisturí, 8

La artroscopía es un procedimiento quirúrgico usado por los cirujanos ortopédicos para visualizar, diagnosticar y tratar problemas en las articulaciones. La palabra artroscopía viene de dos palabras griegas, ìartroî (articulación) y ìscopiaî (mirar), y juntos significan literalmente mirar dentro de la articulación. Durante la cirugía artroscópica el cirujano ortopédico hace una pequeña incisión en la piel del paciente y luego inserta un instrumento del tamaño de un lápiz, que contiene un pequeño lente y un sistema de luces para magnificar e iluminar la estructura dentro de la articulación.

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es el enfermo de la cama treinta y dos, del segundo piso y que tiene una enfermedad que requiere ese tratamiento quirúrgico y tal vez, si está operando en un hospital público, que es recomendado del director, del administrador, del gobernador, y quizá hasta por unos segundo recuerde su nombre. Lo que no le importa saber, y no quiere incluso hacerlo, es que el cosificado paciente de la cama treinta y dos se llama Gerardo, tiene una esposa que se llama Rosalía, tiene un hijo de cuatro años que se llama Emanuel y tiene una hermosa hija que se llama Samantha que apenas completa los nueve meses. Tampoco le interesa saber que Gerardo tiene planes de, con su crédito de vivienda, buscar comprarse una casa de esas que les llaman de interés social, que aunque minúsculamente estrechas, son al final del día patrimonio familiar. Certeza de hogar.

No le interesa porque además, aunque un día, digamos que amaneciera de buenas, sea porque el patrón del hospital público le ha confirmado que tiene base; es decir trabajo estable con prestaciones y derechos, sea porque es lunes y el domingo ganó el equipo de futbol al que apoya, sea por lo que sea, y se compadeciera por un segundo con el paciente que está atendiendo, no tendría el tiempo suficiente para prolongar la charla. Conversaría a bote pronto, con la prisa de saber que afuera en su consultorio privado tiene tres personas citadas, de estas sí recuerda sus nombres, pero sólo tal vez, le interese conocer que una es esposa de un gerente comercial de una aerolínea, el otro un académico de la facultad de psicología de una universidad privada y otra más, la hija inquieta de un co-

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lega que, tal vez, y sólo tal vez, requiera mandarle a hacer unas plantillas. Así que como no es menester hacer esperar a la gente que sí tiene para pagar sus servicios y como al cliente lo que pida y como el que paga manda, entonces no puede desperdiciar su valioso tiempo con el derechohabiente o no, de la institución pública en la que por las mañanas, preferentemente en las mañanas, cumple a medias un turno que, no lo duda nadie, también le pagan a medias, aunque eso resulte en que también se atienda a medias a pacientes como Gerardo, que se asume infinitamente paciente, no por convicción, si no porque no le queda de otra.

Tal vez Gerardo a estas alturas del discurso estaría verdaderamente embrollado con tanta palabrería, es más se encontraría sumamente fastidiado. Y nadie, absolutamente nadie, desecharía el argumento que lo hace mirar las cosas de un modo exclusivamente subjetivo: ¿o alguien se atrevería a cuestionar que uno sólo mirara lo de uno cuando la vida está por extinguírsele? No creo que nadie lo cuestionaría, a lo mejor, haya quien desprecie el punto de vista de Gerardo por estar contaminado con lo subjetivo. Tal vez. A lo mejor ese argumento válido serviría para llegar a casa, atender a los hijos, besar al esposo o esposa, amante o concubino, y dormir a pierna suelta. Total, mañana será otro día. Y nos olvidaríamos de nuestros yerros.

Como si no hubieran pasado. Como si nunca hubieran sido. De esta manera práctica estaríamos, jornada tras jornada, perpetuando un sistema que no todo lo hace bien.

Con esta acción pretenderíamos no sólo tapar el sol con

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un dedo, sino bajo el argumento del paciente ofendido, de la visceralidad a ultranza, desconoceríamos que existe un grave problema en los servicios de salud.

En fin, que el caso es que, en mayor o menor grado, los pacientes se quejan del desabasto de medicamentos e insumos para la salud, y lo que es más serio, protestan por el trato indigno y déspota con que son atendidos.

Gerardo nos pide a los lectores que hagamos un ejercicio, mínimo, sin riesgo alguno (los riesgos ya los corrió él) para entender un poco de qué se trata lo que está queriendo decirnos. Nos avisa a priori que lo que nos va a compartir no se trata de un famoso garbanzo de a libra, ni de una aguja en un pajar, y que más allá de estadísticas, que esas le tocan a otros, nos invita a que una tarde, una mañana, nos sentemos en la sala de espera de los servicios de urgencias, de consulta externa, y para los que les gustan las actividades extremas pueden acudir a un hospital de oncología, para conversar con los pacientes que esperan, no con mucha paciencia, ser atendidos por algún médico.

Nos advierte también, que de lo que se trata este texto es de llamar la atención de los trabajadores de la salud para que se aboquen a la construcción de alternativas que en lo operativo y más allá del rollo verbal, impacten realmente en la atención con solidez científico-técnica sí, pero también con generosidad, solidaridad y humanismo.

O sea que no tiene pretensiones de cientificidad sino de testimonio. Un testimonio empujado por la necesidad de que la historia, su historia, no se repita nunca más

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en la medida de lo posible. Dirán algunos que consuelo de tontos. No importa: palo dado ni dios lo quita.

Lo que nos pide Gerardo es que, por un momento, seamos él. Que acompañemos el periplo que hizo durante los últimos seis meses, no sólo poniéndonos en sus zapatos, como dicta el lugar común, sino poniéndonos en su dolor, en su rabia, en su impotencia.

Gerardo nos propone que imaginemos, aún más, que como en esos juegos computarizados de última generación, nos volvamos cada uno de nosotros en gerardos virtuales.

Gerardo o tú mismo lector, se levantó (te levantaste) un día por la mañana y sintió un dolor en su rodilla derecha. Tal vez tuvo la intención de atribuirlo a que precisamente ese día se había levantado con el pie izquierdo.

Quizá pensó que luego de practicar un deporte tan demandante como el hockey y después de, rutinariamente, subir decenas de escalones para llegar al departamento de un cuarto piso donde vivía, era normal que la rodilla se resintiera. Seguro pensó, que pronto se le quitaría, y no hizo más que continuar con sus actividades diarias. En ningún trabajo tolerarían que llegara tarde por un incipiente dolor de rodilla. Conforme fueron pasando los días y el dolor no mejoraba, tal vez probó con tomar algún analgésico o antiinflamatorio de los que expenden sin receta en las farmacias. Es muy probable que haya decidido untarse alguna crema, aplicarse un parche, tomar alguna tizana. El trabajo y la necesidad de conseguir dinero para mantener a su familia, lo hacían olvidar por ratos el constante dolor que no

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cedía. Estaba tranquilo, porque ¿nadie se ha muerto de un dolor de rodilla? ¿O sí?

Pasaron los días hasta que el constante dolor de rodilla no aminoraba ni estando acostado. Eso sí que era muy molesto porque el hecho se traducía en que tuviera malas noches sin poder conciliar el sueño. La llegada de su pequeña hija Samantha atenuó la preocupación que tenía por el dolor. Había cosas más importantes que hacer que estar pensando en un terco dolor de rodilla. Y la vida siguió.

Una tarde y ya con mucho dolor decidió ponerse en manos expertas. Así es que, armándose de paciencia, decidió sentarse a esperar en una sala de urgencias de la unidad médica de seguridad social que le correspondía.

Aquí le gustaría a Gerardo hacer un paréntesis. La llevada y traída Seguridad Social. La que iniciara en 1943 con la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social a iniciativa del presidente Manuel Ávila Camacho. La que al empezar sin infraestructura, contratara los servicios de los consultorios médicos de antaño, para dar abasto a la demanda de los trabajadores. Esa, era sin duda mejor que la que tenemos hoy. El sistema se ha corrompido y pervertido hasta el extremo del desabasto y la imposibilidad de, verdaderamente, satisfacer la necesidad de servicio de los derechohabientes. Las cifras de lo que se afirma aquí se pueden buscar en cualquier fuente, incluyendo las del propio gobierno que, ante el tamaño del problema, no le ha quedado otra más que reconocerlo. Como si no lo hubiera sabido desde antes. En fin, el tema de la subrogación

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de servicios tenía su ventaja, y esa era que el paciente podía elegir ser atendido por el médico de su elección. Hoy día, al derechohabiente le corresponde un consultorio, digamos el 19. Si el paciente establece empatía con el médico del 19 es su problema o su calvario. Sólo podrá atenderse en el 19. Estará esclavizado al 19. Cuando solicite cualquier servicio le dirán: primero pase al consultorio 19. Y si el médico del 19 es de los que interroga quasi policiacamente al enfermo, si es de los que supone que el enfermo quiere engañarlo para conseguir una incapacidad y faltar a su trabajo, no importa, tendrá que soportarlo.

En fin, Gerardo dejaría ahí el paréntesis para continuar invitando al lector a que encarne su papel de Gerardo. Bien. Un dolor en la rodilla derecha que parecía banal y que a medida que pasaba el tiempo aumentaba en intensidad a tal grado que ya no lo dejaba siquiera dormir.

Ubiquémonos en la sala de urgencias de un hospital que ofrece los servicios (previamente pagados por cierto) al derechohabiente. Lo primero que ocurrirá es que, a pesar del dolor que usted tenga, -aclarando que el umbral al dolor es por cierto subjetivo; habrá personas que perciban como el dolor más fuerte que han tenido en su vida al dolor que provoca una uña enterrada y habrá quién, estoicamente, en el mutismo pleno, tolere el lacerante dolor de una pancreatitis-, tendrá que hacer una fila para que le revisen su carnet y una señorita, la mayor parte del tiempo malhumorada, le cheque la vigencia de derechos. Cuidado y no traiga el carnet, porque luego del regaño de la señorita jetuda, le negarán, sea como sea, el servicio. ¿Qué si es

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algo de gravedad? ¿Qué si es algo de vida o muerte? Que va, eso no importa. No hay vigencia, no hay servicio. Imagine por un momento que tiene una semana soportando el dolor y tendrá que tragar camote para tolerar la perogrullada de ¿por qué viene hasta ahorita? ¿Una semana y ahora sí es urgencia, verdad? Grábese bien esta pregunta, se la harán en varios momentos durante el proceso de atención. Recuerde siempre; si está usted enfermo es por su culpa y el servicio de salud le está haciendo un favor en atenderlo, ¿no ve usted cuánto trabajo tienen? Una vez salvado el primer filtro usted empezará a darse un respiro y pensar que la atención es inminente, y que bueno porque el dolor de la rodilla es ya prácticamente inaguantable.

Pues no. Usted podrá pasar en la sala cuatro, cinco, muchas horas esperando ser atendido. Sobre demanda le dicen para justificar, y al hacerlo pareciera que la culpa es del paciente que espera. Como si el paciente tuviera la culpa de que políticos y funcionarios, en las épocas de bonanza de la institución, hayan hecho su agosto.

Se imaginará que durante la primera hora de espera usted todavía sacará fuerzas de la nada y tendrá ánimos incluso de conversar con el vecino de la silla de al lado acerca del pésimo servicio que brinda la seguridad social.

El vecino le contará historias de espanto sobre amigos, familiares, vecinos, propias, de la atención de los servicios de salud. Luego, en la media hora siguiente, perderá la paciencia y se levantará con la dificultad de una rodilla enferma, y le preguntará a la señorita jetuda ¿cómo cuánto falta para que me atiendan? Ojalá y usted no haya

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llegado en el horario en que el personal de los servicios de urgencias cambia de turno, porque ahí por lo menos esperará de cajón una hora más. Ella lo mirará con calma, pintando en su cara una pregunta estúpida y se atreverá incluso a darle algún consejito como: "por eso en cuanto se sienta mal venga para que lo atiendan, así ya no le toca estar sufriendo mientras espera”. En la siguiente hora usted buscará hablar con el jefe de la señorita jetuda, con el subdirector, con el director del hospital, con el delegado de la institución, con el jefe de la jurisdicción, con el director nacional del sistema de seguridad social, con el presidente municipal o el delegado, con el gobernador o jefe de gobierno, con el presidente de la república si es posible para que alguien, quién sea pero pronto, lo valore y le quite el terrible dolor que, como cuchillito de palo, lo ha molestado a usted todo el día.

A la tercera hora de espera y luego de haber practicado las mil y una posiciones que se le ocurrieron para mitigar el dolor, ya no tendrá fuerza de nada. Solamente esperará, si es usted católico tal vez ensaye rezar un rosario esperando que alguien le haga el milagro de que lo atiendan pronto. Ojalá también y mientras espera no se escuchen sirenas de ambulancias que llegan al servicio de urgencias. Porque alguien rápidamente socializará la información de que hubo un accidente y todos los médicos se ocuparán en atender a los heridos, así que le tocará, seguir esperando y esperando y esperando.

Después de cuatro horas se conformará pensando que ya no tardan en atenderlo.

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Tal vez, también lamente, no ser del 1 por ciento de la población mexicana que cuenta con seguro de gastos médicos mayores y que puede ir a una institución privada para, apenas llegando, inmediatamente, le estén colocando una bata, acostándolo en una cama mientras un médico con sonrisa perenne le empieza a interrogar cuál es su dolencia. Pero tal vez, también se conforme de no ser del 60 por ciento de la población mexicana que no tiene acceso a la seguridad social y entonces sí, tiene que ir a las instituciones de salud del Estado a pedir de favor, a ver si se puede, sin el ánimo de molestar, ni de quitarles el tiempo, que lo atiendan de un mal que lo aqueja. Quizá también empiece a sentirse culpable de que el Estado adelgace hasta la no atención médica sus responsabilidades con los ciudadanos.

Respirará aliviado de vivir en la capital de México y tener a la mano los servicios de salud, de no ser así, tal vez le habría tocado, además de la espera, viajar algunas horas para acercarse a una ciudad que contara con un hospital y las distancias pueden ser desde una, hasta ocho horas.

Finalmente, lo llamarán por su nombre y entrará usted al consultorio de urgencias. El médico urgenciólogo, que puede ser estudiante de la especialidad, o médico interno, o estudiante de licenciatura, lo valorará rápidamente. A corre y corre. Apenas y le revisará su rodilla, incluso olvidará lo meramente técnico, los pasos de la anamnesis9, 9

En medicina, la anamnesis es el término médico empleado en los conocimientos y habilidades de la semiología clínica, para referirse a la información proporcionada por el propio paciente al médico durante una entrevista clínica, con el fin de incorporar dicha información en la historia clínica. La anamnesis es la reunión de datos subjetivos, relativos a un paciente, que comprenden antecedentes familiares y personales, signos y sín-

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el ABC de la exploración física y así, en un tris, decidirá que necesita una Rx de rodilla. Menos mal que alguien le comunicará que una Rx es una simple radiografía. Si hay sillas de ruedas lo llevarán en una a la sala de imagenología. Si no, le tocará seguir haciendo el esfuerzo por caminar. Ahí esperará otro rato, ya sabe, hay mucha gente. Luego, finalmente decidirá, apenas mirando de reojo la radiografía, que es un problema de meniscos, o de ligamentos cruzados, o algo así de lugar común. Le ordenará a la enfermera que le pongan metamizol sódico intravenoso (neomelubrina), que le den cita con su médico familiar y le prescribirá un antiinflamatorio de esos que el seguro compra por toneladas y a precios excesivos, como diclofenaco o naproxeno. Si tiene suerte todavía alcanzará medicamento en la farmacia, de lo contrario el encargado le dirá que no hay, que tiene que surtir usted mismo la receta. Eso será todo. El lector se preguntará, ¿le vio las manchas café con leche? Lo peor del caso es que tal vez sí, pero a lo más que su habilidad diagnóstica llegó fue a expresarle a la enfermera: ¿Qué rara piel tiene verdad?

Luego, con un poco de menos dolor, usted se irá a casa más tranquilo, porque un sabio y docto médico especialista, le aseguró que era un problema de meniscos, o de ligamentos cruzados, y el diagnóstico lo remitirá inmediatamente a los jugadores de futbol, así que aguantará con calma el dolor. ¿De eso nadie se muere? ¿Verdad? tomas que experimenta en su enfermedad, experiencias y, en particular, recuerdos, que se usan para analizar su situación clínica. Es un historial médico que puede proporcionarnos información relevante para diagnosticar posibles enfermedades.

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Pasada una semana, acudirá con el médico familiar del consultorio 19. Ahí por supuesto tendrá que hacer fila.

Lo habitual es que los pacientes lleguen todos a las ocho de la mañana, hora en que la enfermera les tomará los signos vitales: temperatura, presión arterial, y las medidas antropométricas: peso y talla.

A esperar desde las ocho de la mañana hasta que le toque su turno. Gerardo nunca ha entendido por qué si la consulta empieza a las nueve la gente tiene que esperar dos, tres, cuatro horas. ¿No sería más fácil citar a la gente a una determinada hora para que espere menos en la sala? Tal vez el paciente aproveche para ir a desayunar, para caminar en un parque, si es que puede caminar claro, o simplemente para sentarse en una banqueta alejada del hospital y sentirse libre, disponer de su tiempo como mejor quiera. Gerardo luego se enterará cuál es el verdadero motivo por el que citan a todos a una hora determinada.

Ya en la consulta, el médico familiar mira juicioso la radiografía y decide mandarlo al traumatólogo; el especialista experto en su problema. ¿Y las manchas? Sin comentario.

Usted sale con dolor pero relajado. La vida sigue, hay tantas cosas que hacer a los veintinueve años y con dos hijos. Es época de construir, de despegar en la vida. ¿El dolor? Sigue, pero los antiinflamatorios son suficientes para controlarlo.

Llega la cita con el traumatólogo, ¿ya sabe el protocolo? Acertó. Esperar, esperar y esperar. Una vez que se encuentra frente al especialista lo interroga sobre el dolor de

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su rodilla, y solamente sobre el dolor de su rodilla, bien dice Fernando del Paso, "los especialistas saben mucho de cada vez menos y eso es muy triste". Gerardo habla de su actividad deportiva, que el dolor se presentó dos meses atrás, y cosas así. El especialista revisa la radiografía y decide, -con todo el bagaje de conocimientos técnico-científicos que posee- que son los meniscos y que hay que operar, que no hay otra salida. ¿Le revisó la rodilla?, ¿Le descubrió el torso lleno de manchas café con leche? No, que va. El experto confía tanto en lo que sabe, o eso le han hecho creer desde que lo educaron, que no hay necesidad. Llena unas formas para solicitar los estudios preoperatorios, revisa su agenda y le dice a Gerardo que en dos semanas lo operan. Que no se preocupe, que todo va a estar bien. La cirugía será por artroscopía, así que la recuperación no tendrá mayor problema. Y que eso es todo. No hay de qué preocuparse ¿Nadie se muere por un problema de meniscos? ¿O sí?

Cada vez Gerardo está más tranquilo. Ya ha visitado a tres médicos diferentes y todos le han dicho lo mismo, así es que sólo bastará esperar la fecha y someterse a la cirugía para que el molesto dolor pare de inmediato.

Cuando llega la fecha de la cirugía, día festivo para colmo, Gerardo llega al hospital acompañado solamente de su esposa. Su mamá preocupada le pregunta si es necesario que lo acompañe. Gerardo le dice que no se preocupe, que es una simple cirugía de rodilla. Sólo eso.

Va a estar bien.

Una vez en la cama y con el ayuno de toda la noche, la espera se prolonga. Hasta que finalmente le dicen

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que no hay anestesiólogo y que tiene que esperar todo el puente10 en el hospital. Esto es, tiene que esperar cuatro días hospitalizado sin que le hagan nada. Cuatro días porque son festivos y no hay especialistas. Hasta que terminen su asueto se presentarán a trabajar y le recomiendan que es mucho mejor esperar dentro del hospital que arriesgarse a que le den una cita en dos, tres, cuatro meses después. Así que Gerardo se toma las cosas con calma y decide esperar. ¿Nadie observó las manchas café con leche en los cuatro días que estuvo hospitalizado? ¿Ni siquiera porque tenía puesta una bata? ¿A nadie se le ocurrió realizarle una verdadera historia clínica y una exploración en forma? ¿No había en ese hospital un doctor House despistado? Pues no. Los servicios de salud de la seguridad social tuvieron hospitalizado a Gerardo cuatro días y nadie, absolutamente nadie varió el diagnóstico. Solamente se le realizaría una artroscopía y eso era todo. Así de sencillo.

Y así fue. El experto especialista llegó descansado de los días festivos. Tal vez, quizá, fue a la playa, o a practicar algún deporte extremo, motocross, esquí, algo que le provoque mucha adrenalina y lo haga sentir vivo, superior. En fin, antes de iniciar la cirugía y luego de comprobar que el bloqueo peridural11 había sido todo un éxito y 10

Puente en México se refiere a días de descanso que se suceden hasta por cuatro. Pueden ser digamos, viernes, sábado, domingo y lunes. De acuerdo a los diputados federales esto incentiva el turismo local y el mercado interno.

11

La anestesia epidural o anestesia peridural es la introducción de anestésico local en el espacio epidural, bloqueando así, las terminaciones nerviosas en su salida de la médula. Por lo tanto su distribución será metamérica, o sea se anestesiará la zona del cuerpo que corresponde a los nervios que han sido alcanzados por el anestésico local inyectado.

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que el paciente estaba completamente anestesiado de la cintura para abajo, no olvidó preguntar como bromeando. “¿Cuál rodilla le vamos a operar? No vaya siendo que nos equivoquemos”. A Gerardo le pareció simpática la broma. Para el especialista era un candado para en realidad no equivocarse. Aquí el lector apreciará que se haga un paréntesis. Hay casos, reales, con nombres y apellido, de pacientes sometidos a cirugías innecesarias (Gerardo es uno de ellos). Personas intervenidas quirúrgicamente de apendicectomía12 cuando los tenían que operar de otra cosa. Personas sometidas a biopsias de próstata13 , procedimiento molesto y doloroso que se practica a los varones, sin justificación alguna.

Seguimos con Gerardo, luego de corroborar el área y revisar la radiografía, el experto inicia la cirugía. Con habilidad practica mecánicamente todos los movimientos establecidos. Es como un juego de video: 1, 2, 3, 4, 5, no cambia su rutina. Lo ha hecho tantas veces que sólo basta repetir los pasos y alcanzar la maestría. Cuando llega a la zona en la que se supone estaría el problema no encuentra nada. Nada de nada. Gerardo sigue la cirugía a través de un monitor por el que solamente ve huesos y carne. El experto le explica que es lo que está haciendo. No puede evitar decirle que no, que sus meniscos están bien y se 12

La apendicectomía es una técnica quirúrgica por medio de la cual se extrae el apéndice cecal, que es un tubo sin salida conectado al ciego, primera porción del intestino grueso.

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La próstata es un órgano glandular del aparato genitourinario masculino con forma de castaña, localizada enfrente del recto, debajo y a la salida de la vejiga urinaria.

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pone a buscar a ver que encuentra que justifique el dolor que sin duda, no deja a Gerardo dormir.

Busca y rebusca, el sudor corre por su frente, repite el protocolo: 1, 2, 3, 4, sigue los pasos con religiosidad.

No hay nada. Finalmente encuentra algo pequeño, siente que el alma le regresa al cuerpo y como quien se saca la lotería le dice a Gerardo: “aquí está el problema. Esto es lo que te provocaba el dolor, el retináculo lateral tiene fibrosis y hay que liberarlo”. A Gerardo se le grabaría bien el diagnóstico del experto "liberación de retináculo lateral".

En fin que le prescribió medicamento, lo citó para retiro de puntos y también a medicina física y rehabilitación.

Gerardo siguió todas las indicaciones que el experto le ordenó, con la disciplina del paciente que se interesa por su salud. Efectivamente el dolor mejoró sólo un poco.

Tal vez, muchas ocasiones, la tranquilidad de saberse atendido por un médico, sea suficiente para aliviar el síntoma.

Acudió a rehabilitación y lo valoró el experto fisiatra, le indicó los ejercicios. Gerardo continuaba con el dolor. ¿No le observó las manchas café con leche? ¿No pensó que era por lo menos raro, que luego de una rodilla operada, Gerardo continuara con la molestia? Agua-pasa-por-mi-casacate-de-mi-corazón.

Pues no, tres semanas de rehabilitación en las que el dolor empeoraba con cada sesión y la pierna derecha comenzó a perder fuerza y masa muscular, atrofia, le llaman los expertos. ¿Será que el ejercicio de la medicina se está atrofiando? Gerardo primero les pedía de favor, en buen plan, de cuates, que le preguntaran al fisiatra si todo

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estaba bien con su pierna. Él no notaba mejoría y al contrario el dolor aumentaba cada vez más. Más incluso de cómo lo tenía antes de la cirugía de rodilla. Le dijeron que se aguantara. Que así era la terapia; dolorosa pero efectiva. Al final y con un dolor que no lo dejaba caminar, ni sentarse, Gerardo decidió desistir de las terapias de rehabilitación. No sin la amenaza de los rehabilitadores. Usted sabe lo que hace pero no se puede hacer nada más por usted. Tiene que seguir el tratamiento.

En muy malas condiciones físicas, con la pierna derecha completamente atrofiada, con un dolor insoportable que no cedía con ningún medicamento, Gerardo decidió llamar a su mamá y pedirle ayuda.

La mamá de Gerardo, que pensaba hasta entonces que todo era un simple problema de rodilla, acudió a la consulta privada de un traumatólogo.

Esperó, no tanto, el médico lo valoró y sentenció muy rápidamente: este no es un problema de rodilla. La cirugía fue inútil. La cosa iba bien, aunque no era para tanto, cualquiera a esas alturas se hubiera percatado que la artroscopía de rodilla derecha era absolutamente innecesaria. Sin embargo, luego de explorarlo, ¿vio las manchas? ¿Pensó en una enfermedad rara como la neurofibromatosis? No. Y eso es algo que Gerardo no entiende todavía. Tal vez a los médicos ya no los forman como antes. Tal vez es que el medio los hace chambistas y les corta de tajo el interés por buscar una explicación científica para las dolencias del paciente. El traumatólogo pensó sí que era una enfermedad seria y grave, solo que

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falló en el diagnóstico: Esclerosis amiotrófica lateral14 . Enfermedad en que se va perdiendo la fuerza, tono y masa muscular de piernas y brazos.

La mamá de Gerardo acudió a la familia. Preguntó al sobrino médico. Luego de analizar el caso le recomendó que vieran a un neurocirujano. Eso era lo correcto. Se necesitaban estudios, tomografías, resonancias. Pero había que consultar al experto.

Cuando la gente escucha hablar de neurocirujanos imagina a un médico pulcramente vestido, algunos hasta usan corbatín, ¿corbatín en esta época? Sí, corbatín. Los neurocirujanos pueden tocar con sus manos el cerebro humano, destapar el cráneo, son más que médicos mortales, casi dioses.

Gerardo viajó a Morelia a visitar a un experto, experto, experto neurocirujano. Ciencia pura. Todo marchó bien al principio, porque luego de valorarlo clínicamente, de manera inmediata realizó el diagnóstico: Neurofibromatosis tipo I. Finalmente alguien se preocupaba por las manchas.

Al neurocirujano le parecía increíble que las manchas anduvieran paseándose por la cara de tantos y tantos médicos y a nadie se le hubiera ocurrido presumir el diagnóstico.

Sobre todo si para el diagnóstico no hace falta más que la observación. El experto ordenó una tomografía y cuando la tuvo de vuelta encontró verdaderamente cuál era la 14

La esclerosis lateral amiotrófica (abreviadamente, ELA) es una enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular por la cual unas células del sistema nervioso llamadas motoneuronas disminuyen gradualmente su funcionamiento y mueren, provocando una parálisis muscular progresiva de pronóstico mortal, pues en sus etapas avanzadas los pacientes sufren parálisis total.

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causa del dolor de rodilla, de la atrofia de pierna derecha.

Gerardo tenía un fibroma en el nervio ciático15 . Nervio ciático derecho. Nervio ciático. Lo repitió varias veces para que quedara claro. El tumor comprimía al nervio ciático y ocasionaba que el dolor se reflejara en la rodilla derecha.

Había que operar, que extirparlo, y una vez fuera eso sería todo. La vida volvería a ser como antes, tal vez una pequeña limitación funcional de la pierna pero nada más. Nada más.

El neurocirujano le explicó a Gerardo que había una minúscula posibilidad que ese fibroma fuera maligno; canceroso. Del 2 al 3 por ciento le dijo. El número parecía despreciable. Es de esas sentencias que cuando se escuchan parecen verdaderamente irrelevantes. Mejor ni decirlas. Explicó también que le pediría a un amigo oncólogo que le ayudara a la cirugía. Era necesario tener a alguien cerca, no fuera siendo que a la insignificante cifra se le ocurriera manifestarse.

Llegó el día de la cirugía, dos meses después de la artroscopía, Gerardo estaba nervioso, sobre todo después de saber que los expertos, los inmaculados especialistas también se equivocan. Pero no sólo se equivocan y ya. Son soberbios, no aceptan sus yerros y los llevan hasta las últimas consecuencias. Sí, hasta las últimas consecuen15

Es el nervio más ancho y largo del cuerpo. Comienza en la pelvis, va hasta la parte superior de los muslos por los cuales continúa y se divide en dos pequeñas ramas detrás de la rodillas que van hasta los pies. Su largo curso y gran tamaño hacen que el nervio ciático, particularmente vulnerable a la presión o daño, provoque dolor. El dolor se origina en la parte superior a lo largo de la médula espinal cuando las raíces nerviosas se comprimen o dañan a causa del estrechamiento de la columna vertebral o por el desplazamiento de un disco intervertebral.

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cias. Pero también estaba confiado. Ahora sí, finalmente sabían cuál era el problema. Lo tenían hasta fotografiado.

La mamá de Gerardo se revolvió esos días para conseguir el dinero para el pago de la cirugía. Porque el lector ha de saber que la nueva cirugía tenía que hacerse en un hospital privado. La enfermedad era una cosa seria y no había que demorarse en realizar el procedimiento quirúrgico. Así es que, nadie pensó en buscar que el procedimiento se hiciera en la seguridad social. De hacerlo por esa vía era muy probable que la cirugía se retrasara por lo menos dos meses, tal vez más.

Así que la mamá se endeudó para que lo más pronto posible operaran a Gerardo.

Y así fue, de que hicieron el diagnóstico a la fecha de la cirugía no pasaron más de siete días.

Todo iba bien, parecía que el sino de Gerardo empezaba a cambiar.

Una vez en la cirugía, el oncólogo, al ver la tumoración de Gerardo, hizo el diagnóstico presuncional de sarcoma16: un tumor maligno. Le propuso al neurocirujano cortar en bloque. Eso quería decir quitar el tumor y el nervio. Era evidente que al cortar el nervio ciático la pierna derecha quedaría inmóvil, inútil. Tomaron una biopsia del tumor encapsulado y el experto patólogo en su análisis transoperatorio no concluyó si el tumor era benig16

Un sarcoma es una neoplasia maligna que se origina en un tejido conjuntivo, como pueden ser hueso, cartílago, grasa, músculo, vasos sanguíneos, u otros.

El término proviene de una palabra griega que significa crecimiento de la carne.

Sus características biológicas y clínicas son distintas a las de los carcinomas, ya que, al contrario que éstos, no derivan de células de origen epitelial, sino de aquellas células que durante la fase embrionaria forman el mesodermo.

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no o maligno. Gerardo se enteraría después que lo que verdaderamente ocurrió fue que ningún médico tuvo la suficiente solidez técnico científica, tampoco la sensibilidad, como para agarrar al toro por los cuernos y hacer lo correcto: primero la vida del paciente, luego preservar la función hasta donde se pudiera. Así que ni el neurocirujano experto experto, ni el oncólogo experto, ni el patólogo experto, se pusieron de acuerdo, sólo decidieron biopsiar, desencapsular el tumor y terminar la cirugía. Tampoco pensaron que si había que tomar una decisión ahí, a la mano, tenían a Gerardo. El anestesiólogo lo mantenía despierto, por si se necesitaba su opinión, se lo dijo cuando lo estaba preparando para picarle la espalda con una larga aguja. Él tenía todo el derecho de decidir que quería.

No mover la pierna o vivir lo más que se pudiera. Ahí lo tenían. No le preguntaron. Después el oncólogo, experto, sabio, que nunca se equivoca, reconoció que en ese momento se debió extirpar todo el tumor. Lo reconoció pero no lo hizo. Empezaba el tiempo de buscar culpables.

Luego de la cirugía ya no había dolor, el neurocirujano explicó a Gerardo y a su mamá que había quitado la mayor parte del tumor, que había quedado una mínima porción. Que solamente esperaban el resultado del estudio de patología y que eso sería todo. Si el tumor era maligno había que buscar la opinión de oncología médica para pensar en radio y quimioterapia.

Los estudios de patología demoraron dos semanas.

El patólogo, luego de estudiar todo el tejido del neurofibroma concluyó que se trataba de un schwannoma malig-

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no. Otra vez el tigre en la rifa. Sólo el dos por ciento de los fibromas se malignizan. Le tocaba otra vez a Gerardo bailar con la más fea.

A las cuatro semanas de la cirugía Gerardo escuchaba la perorata del director del Centro de Atención Oncológica de un estado cualquiera. Un discurso que versaba otra vez sobre el mismo tema inicial, ¿por qué esperaron tanto? ¿Por qué acuden a la medicina privada? ¿Por qué a estas alturas cuando ya es muy complicado ayudar al enfermo? ¿Por qué vienen a pedir ayuda a la medicina que el Estado tiene obligación de dar a los ciudadanos? ¿No ven que estamos ocupados? Por enésima ocasión, la culpa de todos los males la tiene el enfermo.

Tiene la culpa de ser 1 de 4000 personas con Neurofibromatosis. Tiene la culpa de que los médicos sean formados con tantas deficiencias técnicas. Tiene la culpa de la insensibilidad y falta de sentido común de los expertos. Tiene la culpa de que su tumor sea del 2 por ciento que resultan ser malignos, terriblemente malignos. Luego del regaño, el director, con aquella soberbia que le da ser el que manda, el que decide sobre la oportunidad de salvarse o no de los pacientes, le ordena una tomografía. Le practican la tomografía al otro día y oh sorpresa. El tumor sigue ahí y está más grande que la primera vez. Creció.

Gerardo se confunde, él iba solamente a que lo programaran para la radioterapia, le habían dicho los expertos cirujanos que el tumor se había extirpado en su mayoría. Pero no. Ahí seguía.

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A Gerardo nadie le dijo que lo que ocurrió es que una vez desencapsulado el tumor se aceleró su crecimiento.

Nuevo periplo para que lo vieran los especialistas, ahora oncólogos quirúrgicos. Horas de espera, todos citados a determinada hora para que los atiendan 2 , 3 , 4, 5 horas después. O para que luego de esperar tres horas salga la enfermera y les avise que el doctor no va a poder venir hoy. La mayor insensibilidad, la deshumanización al tope. Personas con dolores insoportables esperando sentadas en unas sillas de plástico incomodísimas. Personas en camilla esperando que el último aliento de vida pueda prolongarse aún más. Que importa, todo puede esperar. Gerardo se enteraría después que como las enfermeras, las trabajadoras sociales y el personal administrativo sí tienen que mantenerse en su área de trabajo todo el día, por eso es que desde muy temprano, empiezan a tomar signos. Lamentablemente los médicos no checan su entrada ni salida. Sólo firman en una hoja.

Así es que pueden ir llegando a la hora que se les antoje, primero la priva. Primero la consulta que tengan afuera.

Primero muchas cosas. Luego los desharrapados. Luego la perrada. Total, piensan, antes les hago un favor en atenderlos con la miseria de sueldo que me pagan. Esa es la verdad descarnada. La neta pues. Ya no hay vocación de servicio, no hay humanismo, no hay generosidad, no hay cariño por el otro, o por lo menos comprensión.

Nada de nada.

Favores, recomendaciones para que todo camine con mayor celeridad. Ese es el camino.

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Hay que volver a operar, la primera cirugía solamente diseminó el tumor. Eso es lo que todos opinan.

Una nueva resonancia magnética y el experto imagenólogo concluye que el tumor no está en el nervio ciático sino en el nervio femoral. Lo que quiere decir en términos prácticos que si en la primera cirugía se hubiera quitado tumor y nervio la función de la pierna se hubiera conservado. Oncólogo y neurocirujano confundieron al nervio femoral con el nervio ciático. Parece difícil saber cuál es uno y otro. Aunque uno es posterior y el otro anterior. El tumor estaba a la mano. Nomás abrir el abdomen y ahí estaba. De sentido común era anterior.

No hacia atrás donde estaba el ciático. Muestra de que no hay sólo insensibilidad sino deficiencia técnica. Todos podemos equivocarnos, somos seres humanos. Pero debemos tener la capacidad de equivocándonos aceptar y corregir el yerro.

Para que el lector se dé una idea el tumor creció de diez a cuarenta centímetros en cuatro semanas. Hay diferencia de opinión entre los oncólogos quirúrgicos. Unos piensan que se debe hacer una hemipelvectomía, es decir quitar el tumor y toda la pierna derecha y la mitad de los huesos de la pelvis, así de radical. Otro piensa que hay que ser más conservador, quitar todo el tumor y dar quimioterapia y radioterapia. Lo único que se requiere es que los vasos sanguíneos importantes, arteria y vena iliacas17, 17

La aorta termina dividiéndose, a la altura de la cuarta vértebra lumbar, en las arterias ilíacas primitivas derecha e izquierda. Cada ilíaca primitiva se divide a su vez en arteria ilíaca interna y externa. La arteria ilíaca interna irriga los órganos del tracto digestivo (recto) y

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no estén comprometidos, no hayan sido invadidos por el tumor. El oncólogo solicita una angiotomografía para ver si los vasos están afectados.

Favores, recomendaciones, malos tratos, ayunos prolongados y suspensiones del servicio demoran el estudio otra semana. ¿A ningún médico le importa que un paciente esté grave? ¿A nadie le interesa apurar su trabajo cuando saben que la vida de una persona está en peligro? ¿Así les gustaría a los médicos que trataran a sus familiares? ¿Harían lo mismo ellos con sus hijos, sus hermanos?

Una vez con el estudio en la mano el oncólogo quirúrgico decide que va a operar y que hay más del 90% de posibilidades de conservar la pierna.

La cirugía se realiza en un hospital público. Se extrae del cuerpo de Gerardo un tumor de 30 por 20 centímetros. Se corrobora que el tumor estaba asentado en el nervio femoral y no en el ciático derecho. Se corta el nervio y la pierna sigue con movilidad conservada.

Se da de alta con la indicación de que requiere quimioterapia. Una semana de recuperación, una más para conseguir la cita con un oncólogo médico pedante, prepotente y que en todo momento, piensa que está haciendo urogenital (vejiga, próstata, útero y vagina) contenidos en la pelvis y los músculos de la región glútea. La arteria ilíaca externa; se dirige hacia el muslo y bajo el ligamento inguinal pasa a llamarse arteria femoral.

La sangre de las extremidades inferiores es recogida por la vena femoral.

Esta vena pasa hacia la pelvis y toma el nombre de vena ilíaca externa. Allí se une con la vena ilíaca interna o hipogástrica, que drena las regiones pélvica y glútea, ambas venas ilíacas se unen para formar la vena ilíaca primitiva.

La unión de las dos venas ilíacas primitivas derecha e izquierda da origen a la vena cava inferior que asciende atravesando el abdomen; recibe las venas renales y suprahepáticas, y desemboca en la aurícula derecha del corazón.

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un favor al paciente. ¿Recuerda el lector que le recomendé que se acordara de una primera frase? ¿Esa de por qué hasta ahora? Pues el oncólogo médico vuelve a repetir el regaño, ahora les dice a Gerardo y a su mamá, ¿que cómo le van a hacer para comprar los medicamentos de la quimioterapia? Que son carísimos y, ¿que de dónde van a sacar el dinero para conseguirlos? Cómo si realmente le importara. Luego de hacerlos sentir, nuevamente culpables, lo manda a que se realice unos estudios y retrasa un par de días más la prescripción de la quimioterapia. Días después y ya con los resultados de los estudios, el oncólogo médico le hace el favor a Gerardo de recomendarle un tratamiento. Insiste en que es carísimo, ¿que cómo le van a hacer? No hay ninguna palabra de ánimo, nada que demuestre que lo que está por dentro del oncólogo es un ser humano. No hay la menor sensibilidad, cero muestra de humanidad. Nada. Gerardo para el oncólogo es un expediente más de un día cualquiera.

La búsqueda de algún apoyo para conseguir los fármacos demora dos semanas por lo menos. Promesas, mentiras, insensibilidad, ¿a quién le importa si alguien se está muriendo? ¿A quién?

Gerardo decide viajar a la ciudad de México para pasar un tiempo con su familia. Hoy sabe que hizo bien, que bueno que pudo estar con ellos, que los disfrutó, que lo disfrutaron.

Cuatro semanas después de la segunda cirugía para extirpar el tumor había vuelto a crecer del mismo tamaño. Ahora, por supuesto, invadido la trayectoria quirúrgi-

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ca. De nuevo a buscar apoyo. Finalmente una esperanza.

Se consiguen los medicamentos y le dan cita para recibir la primera quimioterapia.

Gerardo es incluido en un programa que compra los fármacos por gramo; lo que significa que la mezcla de químicos viene previamente preparada para cada paciente.

Una ingeniosa estrategia para desperdiciar menos y para hacer más eficientes los recursos económicos. Estirar el presupuesto. Todo eso está muy bien, salvo que no hay que equivocarse en la proporción de cada frasco en la mezcla final.

En la mezcla de Gerardo se equivocaron. Quien la solicitó falló en la cantidad de cada fármaco. Así es que, apreciable lector, imagínese usted que ya con los nervios controlados, ya con los temores discretamente contenidos, se apersona usted muy de mañana y se sienta en la salita para esperar que la enfermera lo llame para recibir su quimioterapia. Llega usted y le informan que algo anda mal con la mezcla. Que el tratamiento para tres días con el que generosamente le ayudaron, le donaron, se preparó sólo para un día. De tal manera que se desperdiciarán dos días de mezcla. Ahorra centavos gasta pesos.

Luego de casi un día completo, al anochecer, finalmente le ponen la mezcla a Gerardo, el oncólogo petulante autoriza que la fraccionen y pues de lo perdido lo que aparezca.

La encargada del programa de gratuidad, una doctora deshumanizada al extremo, promete a Gerardo y a su mamá que la mezcla para el siguiente día ya está asegurada. Que solamente requieren comprar un fármaco.

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Otra vez buscar y rebuscar cómo adquirir el medicamento. La mamá de Gerardo lo consigue. Multiplica los peces y el vino. Se presenta al día siguiente y las enfermeras le dicen a Gerardo que no hay mezcla. Que la de él no está pedida. La mamá indignada reclama a la doctora deshumanizada y ella, sencillamente, dice que no prometió nada y que además, la mamá de Gerardo no tiene idea cuántos miles de pesos se gasta la institución (¿su institución?) para exentarle el pago de los medicamentos. Treinta mil pesos diarios se atreve a decir cínicamente, como si el dinero saliera de su cartera, de sus ahorros.

A grito abierto exhibe el dolor de Gerardo y su mamá con todos los otros, los que sufren también, como para que se den cuenta cuan buena es ella y que suerte tuvieron ellos en estar recibiendo su quimioterapia. Perversidad extrema, verdugos que, lentamente, esparcen sal en las heridas frescas.

La madre de Gerardo pide préstamos, empeña su alma al diablo, consigue los fármacos. En el proceso de compra se entera que todo el tratamiento no cuesta más de veinte mil pesos. ¿Eso es mucho? ¿Es poco? Eso es relativo, lo que percibe la mamá de Gerardo es que ese dinero pudo haberlo conseguido sin esperar la generosidad de un gobierno que, con bombo y platillo exhibe los miles de pesos con los que ayuda a que las personas tengan un tratamiento digno, como si eso no fuera una de sus responsabilidades.

Cada apoyo que el gobierno otorgue por concepto de fármacos, pero particularmente de quimioterapia, tie-

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ne la obligación de informar a los pacientes cuánto cuesta cada cosa. Sin inflar los costos. No es difícil para el gobierno transparentarlo, y sí ayuda para que el propio paciente busque alternativas de financiamiento. No es moral que un gobierno aumente la suma de apoyos con tal de ganar publicidad. Con tal de aparentar benevolencia. No se vale.

Lo peor del caso es que el personal de salud que comete yerros, que trata mal a las personas, deja su turno y se vuelve, se mimetiza entre los ciudadanos. Nada de culpa, nada de la incomodidad que da el saber que no se están haciendo bien las cosas. Nada. Ellos pueden formarse en la fila para comprar unas naranjas, o acudir a la tienda a comprar un listón con la tranquilidad de saberse no limpios, pero sí intocables, o casi.

Los efectos adversos de la quimioterapia fueron devastadores para Gerardo. Los fármacos empleados para combatir a los sarcomas son químicos viejos, demasiado tóxicos. Náusea y vómitos incontrolables. Postración, deshidratación, pero sobre todo un golpe para su animosidad, para su valentía. Pero al final amaneció y a pesar de los efectos sobre las células sanguíneas Gerardo se sintió un poco mejor. Caminó sin ayuda y a veces incluso, pudo aventurarse a jugar a las luchas con su pequeño hijo.

Luego, después de la primera sesión de quimioterapia, y a menos de cinco meses de la primera cirugía, ya sin recursos económicos regresó a la seguridad social, la meca del IMSS , el Centro Médico Nacional. No exento de esperas pero lo atendieron bien, con consideraciones. Ya para entonces los médicos, expertos especialistas, sabían

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que era cuestión de esperar. Y así fue. Desde hace unas semanas Gerardo está postrado en cama. El tumor invadió ya tres cuartas partes de su cavidad abdominal. Los riñones dejaron de funcionar, tiene una sonda de Foley para poder orinar, lo poco que puede. Las piernas están hinchadísimas. Hay que ponerle enemas para que evacue el intestino. Vómitos, náuseas, mucho dolor, demasiado. Tiene metástasis en los pulmones. No hay más que hacer dijeron los médicos. No cirugía, no quimioterapia, no radioterapia.

Así es escéptico lector, imagine usted la situación de un joven de 30 años, con dos hijos, al que en seis meses se le escapó la vida. Es verdad que la naturaleza de la patología era per se catastrófica, dramática. Sin embargo, lo cierto es que si se hubiera detectado a tiempo la enfermedad el dolor de rodilla habría remitido inmediatamente a un tumor en los nervios periféricos. Lo cierto es que si se hubiera extirpado el tumor en bloque, durante la primera cirugía, si no se hubiera equivocado el diagnóstico anatómico, la expectativa de vida hubiera sido mejor. Lo cierto es que si después de la segunda cirugía la quimioterapia se hubiera aplicado inmediatamente, lo cierto es que el hubiera ya no existe. No es una posibilidad.

Así que lector, lo único que queda es que el testimonio de Morir en los sistemas de salud en México, sirva para llamar la atención de la sociedad. Ya no podemos seguir así, no es posible hacerlo.

Para terminar, Gerardo sólo espera que su caso se tome con la justicia necesaria, que la seguridad social acepte su error y asegure una vida digna para su esposa, y

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sus hijos a los que tanto amó. Una vida digna como la que él, con su trabajo diario, buscaba darles. Espera, ya que si algo aprendió en los últimos seis meses fue precisamente a esperar, que los trabajadores de la salud reflexionen, que paren el carrusel de la muerte, que con humildad acepten sus yerros y que cada día, por extenuante que sea, traten a los seres humanos que buscan su ayuda como ellos quisieran que trataran a sus afectos más cercanos, a su familia.

Lo espera sinceramente.

Espera.

Morelia, Michoacán, 8 de marzo de 2011.

Anexo

Conocí a un hombre18 Conocí a un hombre, alto, cabello cano, delgado, con los más grandes valores morales que una persona podría tener. En conclusión un gran ser humano.

Lo vi hacer cosas sorprendentes, pero hubo una que no ha podido hacer el mejor mago o el increíble ilusionista y fue ver cómo partía su corazón y daba un cachito de todo lo que él era y tenía a cada una de las personas que conoció en su vida.

No sé cómo le hacía, pero siempre aparecía donde alguien necesitaba de una palabra, de una mano o sólo de su compañía.

Una persona admirable y respetable. Lo vi dar todo por sus hijos, esposa y familiares que amó muy a su manera.

Hoy por cosas que marca el destino ya hace un año que se nos adelantó en ese largo camino, pero siempre y muy de él, con el sueño de arreglar y dejar todo muy bonito para cuando sea el futuro momento de estar juntos.

Recuerdo, hoy, hace justo un año, todos lamentamos y lloramos su pérdida y lo que no puedo olvidar, es que hasta el cielo nos acompañó y lloró junto con nosotros la partida de un gran ser humano.

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Texto escrito por Gerardo Flores Chávez a propósito de un año de la muerte de su tío Pablo Alfonso Morales Isunza, julio de 2008 .

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Pero hoy me doy cuenta de que él no se ha ido, vive en cada uno de nosotros, en un momento y en una imagen que se congeló y que está en un lugar donde nadie nos lo podrá quitar: nuestro corazón. ¡No más llanto! ¡No estemos tristes! Sabemos que a él no le gustaría vernos así. Lo que el querría es vernos como él fue: alegre, siempre sonriente.

Por eso hoy, mañana y tarde, vivamos la vida cómo él nos enseñó a vivirla: al máximo.

Mi papá grande19 A lo largo del tiempo he comprendido que en esta vida hay cosas predecibles y otras son inevitables, el destino marca a las personas con distintos caminos de vida, y es de la vida de un hombre de la que hoy quiero hablar.

Sólo recuerdo que me hubiera gustado conocerlo desde su inicio, pero tuve la dicha que me guiara en el principio de mi vida, dejándome conocer a una persona recta, honesta, capaz de hacer lo imposible con un ingenio que sobrepasaba los límites de la imaginación. [Conocer] de su fortaleza, de su carácter: fuerte e inquebrantable, que parecía no tener ningún sentimiento, pero detrás de su coraza tenía el corazón más grande, que fue capaz de llenar de amor y vida a toda una familia. El hombre que nos enseñó a no flaquear, a no decaer, a nunca rendirse, a no fracasar, a no renunciar y a no depender de nadie para ser un triunfador y al que nos dio parte de su vida al dejarnos entrar en ella.

El señor que admiré, respeté y valoré por su sabiduría y su inteligencia, pero ante todo por ser un ejemplo de vida, hace unos pocos días comenzó un viaje que lo hará una leyenda, se convertirá en un soldado de Cristo 19

Texto escrito por Gerardo Flores Chávez a propósito de la muerte de su abuelo Carlos Chávez Morán, junio de 2008 .

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para seguir cuidándonos, quizá más lejos, pero tal vez más cerca que nunca. Puedes dormir tranquilo, tus enseñanzas y tus palabras no se olvidarán, te recordamos con alegría, sabemos que estás en un lugar mejor y que no te encuentras solo, agradezco todo lo que hiciste, y todo lo que me diste, pero más que hayas sido un padre y un abuelo y ser ese sabio maestro en este difícil camino de la vida.

Descansa, aquí todo está bien y tu familia, de la cual estuviste orgulloso, está reunida y todo estará y seguirá como tú lo dejaste.

Cartas escritas, de septiembre de 2006 a julio de 2007, por Gerardo Flores Chávez para su hijo Emanuel.

30 de septiembre de 2006.

Hola hijo, ya es la hora de conocerte y que tú nos conozcas. Tu mamá empezó con las contracciones desde ayer pero tus doctores la regaron y tuviste que nacer por cesárea, mientras en la sala de espera tus abuelitos y yo estábamos desesperados por saber de ti y de tu mamá, y en la madrugada del sábado 30 de septiembre de 2006 supe que estaban muy bien los dos y que eras un niño y muy guapo, te amo hijo.

30 de octubre de 2006.

Hola hijo, hoy cumples un mes de vida y de hacer felices a muchos. Claro, después de lo que pasaste, hubo un problema a la hora del parto y parece que tragaste sangre y tenías reflujo; esto es que tu estomaguito no toleraba la leche. Después tenías alta la bilirrubina y esto hizo que te quedaras más tiempo en el hospital. Tu mamá salió primero y tú todavía te quedaste casi una semana, pero el día que saliste todo fue alegría y felicidad como hasta hoy.

Te amo hijo.

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30 de noviembre de 2006.

Hola hijo, hoy cumples dos meses y de convertirte en el motor, pero sobre todo en la inspiración de toda mi vida, haré que siempre te sientas orgulloso de mí y de todo lo que haga.

Sabes, yo digo que duermas sólo en el moisés que me prestó una tía, pero tu mamá preocupona no quiere, pero tú no puedes dormir porque cada que me muevo te despiertas; pero hoy pondré mis condiciones y dormirás solo en tu cama.

Te amo hijo.

30 de diciembre de 2006.

Hola mi bebé, pues lo mismo, hoy cumples tres meses y sabes tienes un angelote, mucha gente te ha regalado muchas cosas y todos te quieren mucho.

También se está planeando lo de tu bautizo, una fiesta pequeña, muy sencilla, pero que sea significativa.

Tus padrinos son tu tío Oscar y tu tía Jurissa, también mañana es Año Nuevo, pasaste tu primera Navidad y Año Nuevo con tu nueva familia.

Feliz año hijo, te amo.

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30 de enero de 2007.

Hola hijo, ya tienes cuatro meses, cada día creces más. Ya gritas, juegas, ya comes y cada día que pasa demuestras que vas a ser muy listo.

Fue tu primer Día de Reyes y pues también te fue muy bien. Sabes el mes que entra es tu bautizo y tomé la decisión de pedir un préstamo en el banco y pagarlo poco a poco.

Para que ya te quiten tus cuernitos.

Te amo hijo.

30 de febrero de 2007.

Pues llegó el día y ya estas bautizado. Hubieras visto que fiesta y cuantos regalos te dieron. Todo salió bien, creo que mejor de lo que esperaba.

Por cierto ya tienes cinco meses, estás creciendo mucho, eres todo un caos, tienes una chispa muy padre hijo, eres un niño muy listo, muy juguetón y muy pero muy risueño, ah y todo parece indicar que vas a ser zurdo.

Te amo hijo.

Ah, tu mamá y yo te pusimos Emanuel.

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30 de marzo de 2007.

Hola mi niño, sí, hoy cumples seis mesesotes y qué sorpresa me diste cuando llegué del trabajo ya decías mamá y a grito abierto, comes muy bien y sigues creciendo mucho y te pones cada vez más guapo y ya pesas mucho. Te nos has puesto malito, pero eres fuerte y tienes buenas defensas y un buen doctor que es nuestro vecino y él y tu mamá te tienen muy sanito.

Te amo hijo.

30 de abril de 2007.

Hoy cumples siete meses y hemos descubierto una cosa que te encanta: el baño. Eres feliz en el agua y que no puedes dormir si no estás bañado. Ya te están saliendo tus primeros dientes. Duermes mucho, tomas mucha leche. Quieren que te dé leche de la Conasupo pero yo no quiero. Aprendes cosas muy rápido y a todos dejas sorprendidos.

Te extraño mucho en el trabajo y sólo espero que sea la hora de salir para correr a verte. Te amo hijo.

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30 de mayo de 2007.

Bueno, sí es lo que crees, hoy cumples ocho meses y ya eres un niño muy despierto, más juguetón, ya quieres gatear. Más gritón y comelón.

Tenemos que estar más al pendiente de ti ya que todo lo que vez en el piso te lo quieres comer y no sólo eso, sino todo lo que te damos lo agarras también y va para la boca. Estás creciendo muy rápido hijo, sano y fuerte, gracias a tu mamá.

30 de junio de 2007.

Ay hijo, hoy cumples nueve meses, ya comes más, ya gateas, nos tienes a todos atrás de ti para cuidarte, te quieres ir para todos lados. Ya te crees un niño grande y nos sigues demostrando que eres un bebé muy inteligente y muy observador y que aprende las cosas muy rápido y todos estamos apostando a que antes del año ya camines solo.

Gracias por cambiar mi vida hijo, te amo. Ah, por cierto, desde hace unos meses ya tomas leche de la Conasupo.

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30 de julio de 2007.

¡Hola Emanuel!

Hoy cumples diez meses. Este mes fue de muchos cambios para ti, ya estas más despierto. Ya eres una bala gateando, y ya quieres empezar a hablar y a caminar. Eres muy latoso, pero este mes pasó algo; te nos enfermaste y no sabíamos qué tenías o qué te pasaba, pensamos que estabas empachado pero no, parece que sólo fue viral o es porque te están saliendo tus demás dientes. Pero sé que estarás bien, te amo hijo, ya mero es tu cumpleaños número uno.

Carta de Gerardo Flores Chávez enviada por hi5 a Erika Patricia Chávez Macías, su prima.

Hola prima. Ya lo quería hacer desde cuando, pero no podía. Tarde pero aquí está. ¿Cómo estás? Muchas felicidades prima, me da mucho gusto que día con día te superes más.

Todavía recuerdo aquella niña de trenzas con la que jugaba a la guerra, o la máquina del tiempo, o a la guerra de zarzamoras y a la niña que casi lloraba por todo, parece que fue ayer.

Felicidades licenciada, gracias por todo lo mucho o poco que has hecho por mí T.Q.M. Cuídate y recuerda que desde allá arriba hay dos personas que también están muy orgullosos de ti, sigue luchando por tus sueños y alcánzalos hasta el final.

Gerardo, morir en los sistemas de salud en México se terminó de imprimir en marzo de 2011 en los talleres gráficos de Siete Cyan, ubicados en Oriente 2, No.70-A , Ciudad Industrial, Morelia, Michoacán, México.

La edición consta de 1000 ejemplares y estuvo al cuidado de L. Eréndira Razo