Cine de ausencia y dolor para elevar el nivel del SSIFF noticiasdealava.eus/2019/09/26/ocio-y-cultura/cine-de-ausencia-y-dolor-para-elevar-el-nivel-del-ssiff
Crítica ‘la hija de un ladrón’, de belén funes, contribuyó a paliar la sensación de mediocridad (www.ghostintheblog.blogspot.com) Por Juan Zapater - Jueves, 26 de Septiembre de 2019 - Actualizado a las 06:05h ¡comenta! Aunque las imágenes que acompañan a la película de Belén Funes insistan siempre en mostrar a los dos Fernández (Greta y Eduard), hija y padre, el título reconoce de manera más certera quién carga con la mayor parte del peso de esta obra: La hija de un ladrón. O sea, la historia que se cuenta es la de ella, la de la hija, la citada Greta Fernández con cuyo rostro, anegado en lágrimas, culmina la desoladora crónica de una familia en ruinas. En un momento del filme, estratégicamente introducido por su directora para resaltar esa condición paterno filial, Greta, al hablar de su padre en la ficción, padre real en la vida, lo deja claro: no puede despegarse de su padre porque, dice, “lo llevo en la cara”. Probablemente ese llevarlo en la cara, esa semejanza genética, introduce una alta dosis de verosimilitud en un trabajo que milita en las formas esencialistas de ese cine europeo que busca en la realidad jirones de una autenticidad que tanto fake y tanta virtualidad digital nos arrebata de día en día. Funes, en su gramática aplica, tal vez de manera demasiado literal, el hacer de los hermanos Dardenne. Como ellos, busca en las víctimas de la sociedad del consumo, en los arrabales de la periferia, esos modelos en los que fijar su narración. Como tantas veces han hecho los hermanos belgas, la directora catalana, formada en la ESCAC, clava el objetivo de su cámara en una joven mujer retratada en pleno tiempo de naufragio y desconcierto. La hija de un ladrón era la tercera y última película a concurso ayer en la Sección Oficial y cumplió con la tarea de contribuir a paliar esa sensación de mediocridad que se ha instalado en la edición del SSIFF de este año. Su presencia, en compañía de la película portuguesa Patrick y de la humorada francesa, Thalasso, mejoraron un poco un panorama tan mortecino como previsible. En realidad, el filme de Belén Funes, con resultar solvente y riguroso en su formulación no cabe duda de cuáles han sido las fuentes formativas de su oficio-, paga un excesivo peaje por su apego a esquemas reconocibles que podrían provocar una sensación de déjà vu en los públicos más iniciados. Esa circunstancia que amordaza su originalidad no impide apreciar los matices de calidad e interés que salpican el metraje de esta dolorosa
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