Orbea 175 Aniversario

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Es la mezcla de lo que somos, de lo que creemos, lo que significa esta fecha para la marca y para quienes la sienten. Es la manera que tenemos de gritar que llevamos casi dos siglos caminando y de que nuestro paso es hoy más fuerte que nunca. Es el momento de demostrar que el camino fue nuestro antes que de nadie. Que lo abrimos, lo pisamos, que hicimos el sendero… Es el momento de demostrar nuestro orgullo por lo que somos, de dónde venimos. Es el momento de gritar que la meta siempre la sentiremos nuestra. Porque llevamos 175 años luchando por lo que somos. Jamás nos rendimos. Jamás nos conformamos. La actitud del trabajo duro y de LUCHA corre por nuestra sangre y por todo aquel que suda nuestra camiseta, que pedalea nuestra marca. VENIMOS de muy lejos… Y somos capaces de llegar mucho más LEJOS todavía. Eso solo demuestra una cosa: NADIE nos alcanzará… JAMÁS.


Edición 1.ª ENERO 2016 Autor IVÁN VEGA GARCÍA Diseño MOVE BRANDING Ilustraciones NAIARA SARASKETA Impresión CENTRO GRÁFICO GANBOA Imágenes FAMILIA ORBEA TRABAJADORES DE ORBEA DE AYER Y DE HOY ARCHIVO MUNICIPAL DE EIBAR MUSEO DE LA INDUSTRIA ARMERA DE EIBAR DIARIO AS

ISBN 978.84.608.4898.1 Depósito legal SS-1490-2015 Aviso legal Quedan rigorosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografías y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ellas mediante alquiler o préstamo públicos. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación publica o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la Ley. www.orbea.com


T I E R R A —

A I R E —

A G U A —

F U E G O —

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SEGUIR CORRIENDO DESPUES DE CRUZAR LA META

LAS BICIS TAMBIÉN SE HACEN CON TIERRA

DE LOS SOTANOS DE EIBAR HASTA LA CIMA DE LA OLIMPIADAS

TODAVÍA EN EL SIGLO PASADO...

ORBEA, UN NOMBRE SOBRE RUEDAS

DESPIECES

Jon Fernández, actual Director General de Orbea

Jesús Gómez Peña, periodista de El Correo

Xabier Usabiaga, periodista de ETB

Pablo Bueno, director del Canal de Deportes On-line de MPIB

Benito Urraburu, periodista especializado en ciclismo

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MIS VIAJES A EUSKADI

LOS PRIMEROS ORBEA

ORIGEN ARMERO

LOS ANTIGUOS ORBEA

Peter Cossins, colaborador de Procycling y Cyclingnews.com

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Retazos, detalles, pequeñas historias e información adicional que ayudan a entender Orbea y su universo.

NACIMIENTO DE ORBEA HERMANOS

LA BICICLETA

EL ORBEA DE LOS AÑOS 80

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ENCARTE

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LOS ORÍGENGES ARMEROS

LA SEGUNDA GENERACIÓN

CONVERSACIONES CON

LA REINVENCIÓN: ORBEA BTT

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EPÍLOGO: UNA HISTORIA CON PUNTOS SUSPENSIVOS

LA SIMBIOSIS CON LA FUNDACIÓN EUSKADI

Iván Vega

10 NOTA DEL AUTOR

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LA BICICLETA Y EL CICLISMO

ORBEA ENTRA EN LA BICICLETA

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LA GRAN FÁBRICA

EL ORBEA CONTINENTAL

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LOS AÑOS 50 Y 60

OTROS EQUIPOS ORBEA

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LA PUBLICIDAD DE ORBEA

LOS TRIATLETAS DE ORBEA

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ENCARTE

NACE LA COOPERATIVA

CONVERSACIONES CON

111 DUEÑOS DE SU FUTURO

ENCARTE CONVERSACIONES CON

Angélica, Juan Manuel y Pepe Orbea. Carmelo Urdangarín. Ignacio Ciarsolo. Socios fundadores. Miguel Ocaña y Jon Fernández. Ander Olariaga.

ORBEA 175 ANIVERSARIO

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Aitor Larrañaga. Jon Coloma. Joseba Arizaga. Juan Carlos Nájera. Miguel Angel Estandía. Miriam Bengoetxea. Xabier Narbaiza.

Jon Odriozola. Roberto Laiseka, Iban Mayo y Egoi Martinez. Igor González. Julien Absalon. Miguel Madariaga. Jokin Mujika, Andoni Olabarria, Roberto Lezaun e Ixio Barandiaran. Marino Lejarreta, Txomin Perurena y José Kruz Mujika. Samuel Sánchez. Pedro Delgado.

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PRIMERO SOLO HAY UNO


SEGUIR CORRIENDO DESPUES DE CRUZAR LA META

Cuando una empresa cumple 175 años hay muchas causas, pero una sola razón, y esta habla, como decía D. José María de Arizmendiarrieta, de la capacidad de renacer y de transformarse, una tarea en la que Orbea siempre ha puesto un empeño especial. Haber pisado los primeros el camino que hoy muchos recorren significa que la palabra futuro siempre ha estado en nuestro decálogo. El habernos empeñado siempre en entregar una empresa mejor que la que encontramos ha sido siempre nuestra guía. Orbea ha forjado su camino en la permanente reinvención, siendo siempre fiel a sus principios eibarreses y vascos, o lo que es lo mismo, a una genética emprendedora y transformadora: transformadora de productos, teniendo siempre en cuenta lo que nuestros clientes valoran, y transformadora de la sociedad, devolviendo siempre al menos tanto como esta nos aporta. Ser capaces de entender las necesidades de nuestros clientes y plasmarlas en forma de producto/ servicio excelente, útil y que transcienda es una de las claves. Hacerlo además de una manera rentable, idiosincrática y única es nuestro quehacer diario y el elemento que nos ha permitido llegar hasta aquí. En la actualidad Orbea mantiene vivo ese espíritu de diferenciación, marcando nuestro propio camino, desde el profundo convencimiento de que únicamente la cercanía y la humildad proporcionan el conocimiento. Nuestros antepasados armeros siempre cultivaron el arte de la transformación y la manufactura cercana al cliente; nosotros hoy reclamamos esa cercanía como propia y reivindicamos la herencia de la industria europea de la bicicleta. Herencia que con orgullo presentamos a través de productos diferenciados, definiendo nuestras reglas, haciendo realidad los sueños de un

público experto, exigente y pasional. Un cliente que, como nuestro pueblo, contribuye a expandir día a día la leyenda del ciclismo. De esta manera, solo sintiendo como muy propio lo que hacemos y teniendo muy claro de dónde venimos, logramos proponer algo tan diferente en un mundo tan global. Sabiendo además que en nuestra marca se integra ese gen artesano y emprendedor con la herencia del saber industrial europeo, donde las esencias de la bicicleta y del ciclismo tienen sus orígenes. En Orbea nos definimos como un gigante que tiene la cabeza en las nubes y los pies en la tierra. Así somos, capaces de proyectarnos hacia el futuro desde la seguridad que te aportan unos buenos cimientos. Solo de esta manera es posible que tres siglos nos hayan contemplado hasta ahora, y así seguiremos porque después de haber pisado los primeros el camino, no queremos abandonarlo, y lo seguiremos recorriendo con los mismos valores de siempre, valores que hablan de historia, compromiso, conocimiento, innovación, transformación y sobre todo reinvención, permanente y cotidiana, mirando la misma realidad con diferentes ojos cada día. Esa mirada que nos permite ver un poco más allá es la que ve un futuro apasionante, donde la bicicleta y el ciclismo están llamados a ocupar un papel protagonista, no solo en el mundo del deporte, sino también en el de la movilidad urbana. Ahí también nos encontraréis, poniendo en juego todo nuestro saber hacer, para conseguir que este mundo sea más amigable y sostenible. 175 años son muchos años, pero pasan como un suspiro cuando se viven con la pasión con la que los vivimos en Orbea.

JON FERNÁNDEZ, DIRECTOR GENERAL DE ORBEA

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Toda historia tiene un origen, este arrancó hace más de 175 años: las raíces se echaron en Eibar, en el corazón de Euskadi, la TIERRA que dio vida a todo y que aún sigue presente. Un lugar donde una generación apellidada Orbea creó una empresa que creció y pervivió en el tiempo, gracias a innumerables personas que fueron, son y serán el AIRE. Un aire que da continuidad a un proyecto que cambió de siglo dos veces, adaptándose al signo de los tiempos, a las demandas, a cada momento, siendo AGUA. Un producto que se amolda a su presente, siendo primero armas y luego bicicletas, máquinas de modernidad que grandes nombres llevaron al límite en el FUEGO de las mejores competiciones del mundo.

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T I E R R A Las raíces de Orbea se hunden en la cuenca del Deba y en Eibar más concretamente. De los primeros trabajadores del hierro de esta tierra surgieron los armeros, entre los que crecieron los cuatro hermanos que dieron vida al primer taller, pequeño en su origen, pero fuerte y grande con los años, hasta entrar en la bicicleta en los años treinta desde los contrafuertes de los Pirineos, con la receta de los grandes maestros europeos y la pasión por el ciclismo que se respira en Euskadi.


LAS BICIS TAMBIÉN SE HACEN CON TIERRA

Lo confieso: me enamoré de una bicicleta. La vi en unos grandes almacenes. Era una Orbea Orduña. Azul. Los focos le sacaban chispas de luz de los cromados. Tenía dos catalinas y cinco piñones. Una barbaridad. Y costaba 15.000 pesetas -90 euros-. Al lado estaba otra bici, de unas 100.000 pesetas y de aluminio. No me interesó. Los sueños también tienen presupuesto. Renové el flechazo con visitas semanales hasta que me atreví a decirlo en casa. Quería presentarles a mi novia. Mi padre me soltó la pasta, mucha para el sueldo de un encofrador que trabajaba seis días a la semana y nunca tuvo vacaciones. Me puso solo una condición: que la comprara en una tienda de bicicletas, a alguien que luego me la arreglara. Y hasta me sopló el sitio: “Vete donde Ezquerra”. Al escaparate del número 46 de la Alameda Recalde. Allí estaba. Gemela. La Orduña. Llovía. Bilbao aún era gris. Tierra mojada. Aunque había luz de sobra para disfrutar del estreno. Pedaleé con ropa de calle por la carretera de la ría hasta casa. Unos doce kilómetros. Barrillo, algo de escoria y el culo y las gafas empapadas. De Bilbao a Lamiako el viento casi siempre pega de cara. Esa mañana de sábado dio igual. Con la camisa al vuelo. Feliz con ella. Ni la presenté en casa. Agarré un trapo y en una intensa y devota hora, bien arrodillado ante ella, la dejé como un rato antes la había visto en la vitrina de Ezquerra. Impecable. Mi primera bicicleta de verdad. Eso no se olvida. Entonces, demasiado joven todavía, del ciclismo solo me interesaban los ciclistas. Uno en especial. Luis Ocaña. Al bajar los párpados le veo en el Tour de 1971. Yo tenía solo seis años, pero guardo en la memoria la imagen de una chepa con tres letras, BIC. Es un recuerdo blanquinegro mezclado con comentarios que les oía a los mayores. Ocaña, eso decían, se atrevía a entrar en la cueva del ogro caníbal, de Eddy Merckx. Cuentos. Infancia. Ojos abiertos. Y, claro, ante un relato así me hice para siempre de Ocaña. Sin más motivo que aquella imagen y un corrillo de voces. Algo tenía aquel rostro de ojos oscuros y melancólicos. El primer héroe. Sin querer, elegí bien. Ocaña es un personaje apasionante que perdió varios Tours y ganó uno, el de 1973. Tuvo fama de valiente, pero fue más que eso: le tenía tanto miedo a Merckx que no dejó de atacarle. Hay dos maneras de ser: los que se esconden en la fila y los que, pese a su temor, dan un paso adelante. Los que saben que van a morir y deciden cómo. Hoy tengo ya 50 años. Con 48, el 19 de mayo de 1994, Luis Ocaña, arruinado, triste y enfermo, se pegó un tiro. No se resignó a una muerte lenta y dolorosa como la de Anquetil, comido por el cáncer. Decidió su fecha final. No le gustaba lo que veía en el espejo. Y al apretar el gatillo, al apagar la luz, rompió el cristal. Queda el recuerdo que dejó para siempre en tantos niños y mayores. Ahí dentro. Cuando tiempo después me topé en aquel escaparate con la Orbea Orduña ya había descubierto que el ciclismo va más allá de los ciclistas. Leía relatos, compraba Miroir du Cyclisme... Así, pedaleando entre hojas de revista, aprendí francés. Empecé a conocer los escenarios, las historias del Tourmalet, del Ventoux y de puertos más cercanos. Como Orduña. Orduña y Ocaña. “Luis Ocaña quizá no sea el mejor de cada etapa, pero es el sol de cada carrera”.

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La frase de Antoine Blondin, legendario cronista de L´Equipe, traza un perfil perfecto de aquel genial, áspero, furibundo, trágico y maravilloso ciclista conquense. El rival del caníbal Merckx en aquella Vuelta a España de 1973 que subió Orduña. Allí se cruzaron la rabia de Ocaña y la fe de Merckx. La feroz frustración de uno y el dominio sereno del otro. A Ocaña le llamaban “el francés” y él, siempre a la contra, decía que su mejor victoria era el campeonato de España. Ese maillot llevaba aquel día. También le decían “el chepas” por la joroba que enseñaba al agacharse en pleno esfuerzo. La estela que intimidaba. La sacó en Orduña. Primero mandó tirar a su fiel Agostinho. Y cuando el fiero portugués se fundió, apareció la chepa. Un arco con mil flechas en el puerto vizcaíno-alavés. Arrancó como vivía, sin mirar atrás: primero se rezagaron Torres, Abilleira, Balagué y Tamames. Ahí quedó plasmada la fotografía de aquella Vuelta: Ocaña al mando, seguido solo por Thévenet y Merckx. Tres ganadores del Tour. Histórico. En Orduña. En el apellido de mi bicicleta, en aquella Orbea conectada a la tierra, a la industria y a la gente del PaísVasco. Un trozo más del paisaje, como Orduña. Tras los ciclistas, las carreras y las montañas, me interesé, claro, por las bicicletas. Historias. Y la de Orbea es, como la de Ocaña, para sentarse y disfrutar. Es un relato con raíz, que sale del valle estrecho donde creció Eibar, abonado con la pólvora de las fábricas de armas. ¡Viva la I Guerra Mundial! Las trincheras del Somme se llenaron con pistolas eibarresas como las que fabricaban los hermanos Orbea. Luego vino la paz, la prohibicición de confeccionar armas y la transformación. ¿Qué hacer con los tubos de los cañones? Pues bicicletas. Así, pedaleando, avanzó la industria armera. Si a Eibar venían sultanes a adquirir escopetas personalizadas por artesanos del damasquinado, a Eibar, a Mallabia, fueron luego los ciclistas para buscar la bicicleta que soñaban. A medida. A su gusto. Joyas de aluminio y carbono. La empresa, convertida ya en cooperativa, metió aún más sus raíces en el valle, en los hogares del pueblo. En su tierra. La bicicleta vasca. Así bautizaron la carrera de Eibar: Euskal Bizikleta. La tierra vale lo que la gente es capaz de levantar de ella. Y Euskadi ha sido y es tierra de ciclismo y bicicletas.

— Si a Eibar venían sultanes a adquirir escopetas personalizadas por artesanos del damasquinado, a Eibar, a Mallabia, fueron luego los ciclistas para buscar la bicicleta que soñaban.

- ¡Esta Vuelta, esta Vuelta que podía haber sido mía! ¿Por qué habré perdido yo esta Vuelta? El navarro entró convencido de que la victoria no era suya. Hasta que alguien le dijo: “Mariano, que puedes ganarla”. Le brincaba el corazón a la espera de la llegada de Antonin Magne, el favorito. Un minuto más de demora para el francés y vencería. Así sigue el relato en Excelsior: “Cañardo, deshecho, no era hombre. No quitaba la vista del lugar por donde tenía que venir Magne. Treinta segundos, veinte, diez... dios, dios, dios. Has ganado la vuelta, Mariano. Y Cañardo explotó en gritos, en gestos, braceando, llorando, y era levantado en vilo por los entusiastas. ¡Qué terribles minutos los que pasó Cañardo!”, finaliza la crónica. En una de las fotos se ve al navarro cambiando de piñón en Sollube antes de iniciar el descenso. Acababa de ganar la ronda. Con una Orbea. En Sollube. Sobre una bicicleta de tierra, hecha en aquel paisaje. Luego, en 1936, fue sexto en el Tour, segundo en la Vuelta a España de 1935, vencedor de siete Voltas, de cuatro campeonatos de España y de la Vuelta a Marruecos... Fue amigo de Zamora, Samitier y Kubala. Y era tan del Barça que acabó en la cárcel por negarse a fichar por el equipo ciclista del Español. Le acusaron de rojo y separatista. Tenía mal genio y a veces lloraba, como aquella tarde en Las Arenas cuando creyó perdida la Vuelta al País Vasco que lleva su nombre. Con una Orbea también corrió Federico Ezquerra aquella Vuelta al País Vasco. Acabó octavo. Ya iba camino del Galibier, el coloso alpino donde fijó el récord de la ascensión. De Ezquerra, y luego de su hijo, era el escaparate de la Alameda Recalde donde pegué la nariz imantado por aquella Orbea Orduña. Tenía nombre de montaña y de reto. Y en ese nombre, vasco, se resume la historia de una industria, la de las bicicletas, que arraigó en Euskadi como en pocos lugares. Mi Orduña era el trozo azul y brillante de un relato que mezcla ciclistas, puertos, carreras y fábricas con una tierra, entre Eibar y Mallabia, donde crecen las bicicletas Orbea. Hiladas con el mimo de los viejos armeros, compiten hoy, en plena carrera comercial, con grandes multinacionales. Como Cañardo y Ezquerra ante Magne, Leducq o Speicher, tres vencedores del Tour. Como luego ante los mejores dorsales del mundo hicieron Lasa, Delgado, Lejarreta, Mayo, Antón... Jinetes de Orbea, la marca de la bicicleta de la que me enamoré: la Orduña, un fruto sembrado, abonado, regado y cosechado en el fértil valle eibarrés donde los caseros le sacan tomates a la huerta y los obreros, bicicletas a la tierra. JESÚS GÓMEZ PEÑA

En los años ochenta Orbea les puso nombres a sus bicicletas. Escenas de Euskadi: Orduña, Sollube, Arrate... Con mi Orduña subí esas cuestas, pisé el suelo donde se forjaron. Y seguí en libros y periódicos el rastro de otros usuarios de Orbea. Descubrí otras escenas también rodadas aquí, como aquella en Las Arenas (Getxo), en 1930, protagonizada por uno de los históricos ciclistas de Orbea, Mariano Cañardo, recogida por el diario Excelsior en su edición del 22 de septiembre y titulada “Los minutos terribles de Cañardo”: “Cañardo cubierto de barro, los dientes bien apretados, apareció en el velódromo de Ibaiondo atronado por las ovaciones entusiastas de la muchedumbre, y dio, pisando fuerte con toda su alma los pedales, la vuelta necesaria para acabar la gran prueba. Le felicitaban, pero Cañardo estaba bajo el peso de una gran tristeza, abatido, casi lloroso”.

PERIODISTA DE EL CORREO

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MIS VIAJES A EUSKADI

Son muchas las cosas del País Vasco que me recuerdan al lugar donde nací, el condado de Yorkshire, en el norte de Inglaterra. El paisaje es exuberante y verde por la lluvia procedente del mar, que lo riega con regularidad; las montañas no son especialmente altas, pero sus pendientes son muy pronunciadas y la pasión por el ciclismo es más intensa que en cualquier otra parte del país. Si hablamos en términos de ciclismo mundial, Yorkshire fue un erial y el País Vasco ha sido durante mucho tiempo uno de sus bastiones, antes incluso de la reciente explosión de entusiasmo hacia este deporte que hemos vivido en la última década. La primera vez que me di cuenta de esto fue cuando estudiaba castellano en Valencia, en 1985. Fue el año en que el Barcelona de Terry Venables introdujo un nuevo tipo de juego en la Liga y en que Seve Ballesteros se batió contra Bernhard Langer por el título del Masters de Augusta. Ese año volqué toda mi atención deportiva hacia otro punto tras toparme con el inicio de la etapa final de la Vuelta a Valencia. Este deporte me cautivó, asombrado por lo cerca que podían llegar a estar los aficionados de los ciclistas, tanto antes como durante las etapas, y más aún cuando Sean Kelly, uno de mis héroes deportivos, ganó la etapa final. A partir de ese momento, empecé a ver las carreras con ansia cada vez que las retransmitían por televisión, algo que se daba con frecuencia en aquellos años. Lo más destacado de ese año fue, sin dudarlo, la Vuelta a España. Gracias a que llevaba cuatro meses estudiando el idioma, pude seguir los comentarios con facilidad, y quedé marcado por lo cerca que estuvo Robert Millar de la que podría haber sido la primera victoria de un ciclista británico en una gran vuelta. Sin embargo, cuando el escocés parecía tener ganada la competición, Pedro Delgado protagonizó un golpe de efecto al ganar la etapa con final en su ciudad natal, Segovia, tirando las esperanzas del primero a la cuneta y adjudicándose la Vuelta. Delgado corría para el equipo Gin MG-Orbea; por aquel entonces, los maravillosos bares de Valencia ya me habían dado a conocer el producto del patrocinador principal. Poco a poco, sin embargo, mi atención se trasladó de la ginebra a Orbea. Un cambio producido por la aparición del equipo Euskadi, cuyas bicicletas eran, como es natural, Orbea. A diferencia de la mayoría de los equipos comerciales, que promocionaban los productos de empresas del sector farmacéutico, de la cerámica o del aire acondicionado, Euskadi ejerció sobre mí una atracción instantánea. Con el respaldo de las empresas y aficionados vascos, este equipo, que estaba efectivamente financiado entre todos, fue emblemático. Representaba a la región vasca y su pasión por el ciclismo. Como otros tantos, disfruté viendo cómo crecía cada vez que subía de división, con sus éxitos ocasionales contra los pesos pesados de este deporte que llegaron a ser cada vez más frecuentes a medida que los colores cambiaron del verde, blanco y rojo del Euskadi al naranja característico del Euskaltel-Euskadi.

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Debido al crecimiento del perfil del equipo, cada vez más periodistas extranjeros visitaban el País Vasco para comprender el secreto de la pasión de esta tierra por el ciclismo. Gracias en gran parte al distribuidor británico de Orbea, Renny Stirling –quien fue sin duda una de las mejores personas que he conocido durante las más de dos décadas en las que he trabajado en este deporte– yo mismo formé parte de una de esas expediciones. Renny preparó una ruta que incluía una visita a la fábrica de Orbea en Mallabia, entrevistas individuales con las estrellas del Euskaltel-Euskadi Iban Mayo y Haimar Zubeldia, una salida en bicicleta al alto de Urkiola y un primer encuentro con el patxaran. Era imposible decir que no. Las espesas nubes que pendían sobre las colinas nos acompañaron durante nuestro trayecto desde el elegante hotel Kurutziaga, en Durango, hasta Mallabia, donde nos esperaba la visita a la fábrica de Orbea. Allí fue donde escuché por primera vez la historia de los primeros años de la empresa en los que se dedicaba a fabricar cañones para armas de fuego, dada la enorme demanda de este tipo de productos durante las primeras décadas del siglo XX. Cuando esta cayó, los cañones se convirtieron en tubos y Orbea inició una nueva andadura en la que actualmente continúa. Escoltado durante la visita por el director de marketing de Orbea, Joseba Arizaga, estoy seguro de que conocí y hablé con casi todo el personal de lo que era en ese momento un equipo relativamente pequeño y que se centraba en gran medida en la fabricación de bicicletas para los mercados español y portugués. Sin embargo, se vislumbraba ya un cambio en el horizonte del que fui por primera vez consciente cuando interrumpimos la visita para comer en la cantina del personal situada en la carretera hacia la fábrica. Trajeron a la mesa grandes fuentes de acero rebosantes de sopa, que anunciaban la inminente llegada de un número importante de invitados. Momentos más tarde, estos invitados entraron lentamente con cara de sueño tras haber volado durante toda la noche desde la recién creada sede estadounidense de Orbea en Little Rock, Arkansas. Para su jefe, Tony Karklins, ésta era la última de una serie de visitas, pero para algunos representaba la primera vez que viajaban fuera de los Estados Unidos. “No estoy seguro de dónde estoy, ni si voy a comer o a cenar”, me dijo uno de ellos. “¿Qué me recomendarías tomar mientras estoy aquí?”. Le animé a que probara el patxaran, pero que lo hiciera después de la salida en bicicleta que estaba prevista para esa tarde por Urkiola. Y fue esa salida la que selló mi amor por el País Vasco. Cuando el fotógrafo de Procycling se sentó en la parte trasera del coche de alquiler para sacarnos fotos a Renny y a mí mientras trazábamos las curvas de esa icónica subida, el cielo se abrió y el sol empezó a iluminar los picos dentados que iban surgiendo de la niebla. Mi bicicleta era una réplica del cuadro de carbono Euskaltel Orbea Starship con el que Mayo se había adjudicado recientemente la victoria en

el Alpe d’Huez. En ese momento entendí totalmente la pasión de los vascos por el ciclismo. Del mismo modo que, en el período de entreguerras, los trabajadores de las fábricas de Leeds y Bradford se dirigían hacia las montañas – hecho que fue recordado en la etapa inicial del Tour de Francia de 2014– sus homólogos en este centro de la industria española se aventuraban a dar una vuelta por estas montañas disfrutando de la libertad que les daba la bicicleta. A medida que nos acercábamos a la iglesia situada en la cima, me sentí tan entusiasmado con la bicicleta –ágil y que casi exigía una mayor velocidad–, con el paisaje y con el inesperado cambio del tiempo, que ataqué a Renny con todo lo que tenía. Por desgracia, no fue suficiente como para siquiera molestar a uno de los mejores contrarrelojistas de Gran Bretaña. Para dejar las cosas claras, Renny mantuvo un ritmo elevado mientras avanzábamos por el llamo antes de lanzarnos cuesta abajo hacia la ciudad natal de Mayo, Igorre.

ascensiones de los Pirineos, donde dieron sus primeros pasos los prototipos de estas bicicletas. Me gusta pensar que mi Orbea expresa por qué soy un aficionado al ciclismo. Mi pasión está arraigada en España, en ese 1985 en el que Pedro Delgado ganó de manera tan asombrosa la Vuelta a España, y en las verdes colinas del País Vasco, uno de los verdaderos bastiones de este deporte. PETER COSSINS COLABORADOR DE PROCYCLING Y CYCLINGNEWS.COM

“Esto hay que repetirlo”, le dije a Renny cuando recuperé el aliento. Poco después de volver de este primer viaje al País Vasco, recibí una gran caja con el cuadro de carbono Orbea Starship equipado con un grupo Campagnolo Record de 10 velocidades que aún utilizo. Me decanté por un diseño blanco y negro más discreto en lugar del inconfundible naranja del Euskaltel-Euskadi. Durante los años posteriores, he viajado al País Vasco varias veces, llevando la bici de vuelta a “casa” en un par de ocasiones, incluida la vez que acepté la invitación de Renny y Joseba para participar en la Quebrantahuesos, que culminé en nueve horas pero que representa uno de mis mejores recuerdos encima de una bicicleta. También he vuelto a Mallabia y he visto cómo ha cambiado la producción de Orbea, centrada ahora más en las bicicletas de carretera y de montaña de gama alta, debido al mayor perfil de la marca tras los éxitos logrados por el Euskaltel-Euskadi y el campeón olímpico de BTT Julien Absalon. Ahora que estoy a punto de abandonar Yorkshire y mudarme junto con mi familia a los Pirineos franceses, estoy seguro de que pronto volveré al País Vasco y a Mallabia. Por desgracia, iré sin Renny Stirling, que murió inesperadamente en abril de 2014. Brindaré por él con patxaran cuando vuelva. También me apena bastante pensar que el equipo Euskaltel-Euskadi ya no existe, dada la oportunidad que ofrecía a los corredores vascos de entrar en el pelotón profesional. Echaré de menos la forma en que los aficionados vascos, vestidos de naranja, iluminaban siempre las etapas pirenaicas del Tour de Francia. Como aspecto positivo, siempre me gustará ver cómo Orbea sigue prosperando y vuelve, mientras escribo, a situarse en el centro de la acción durante el Tour de Francia, con el esprínter Nacer Bouhanni y sus compañeros del equipo Cofidis entre los mejores del mundo. Con motivo del 175 aniversario de la marca, aprovecho la ocasión para rememorar los 30 años que han pasado desde que conocí esta ilustre empresa vasca y para evocar los inolvidables recuerdos que protagonizó. También me entusiasma la idea de lo que se presenta ante mí, ya que regreso con mi Orbea Starship a las

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En su ciclo más reciente Orbea se ha identificado con valores que se trenzan en el carbono y las formas de sus cuadros. La marca ha hecho del ciclismo su hábitat, creando tantas historias como profesionales y aficionados han montado una de sus bicicletas. Máquinas que surgieron de un papel, de una idea, de una necesidad. De ahí, la labor artesanal que siempre marcó el apellido culminó un proceso industrial que mantiene firmes raíces en su tierra. Y esa tierra es Euskadi1, el lugar donde la bicicleta y el ciclismo por extensión son algo más que un deporte, pasando a formar parte de la cotidianidad de muchas personas. Gente que llenó cunetas para animar a las primeras estrellas de este deporte, en los Pirineos ya en la década de los veinte, y que un día cogió la bicicleta para asaltar los montes y paisajes que se integran en su entorno. Con Euskadi como epicentro, la marca se adaptó a todas y cada una de las situaciones que se le plantearon, llevando a cabo una original e insólita evolución en que pasó de los primeros armeros del siglo XIX a ser un productor mundial de bicicletas, con un savoir faire eminentemente europeo que otros muchos han querido imitar. Manteniendo su esencia vasca y las raíces de la sapiencia del viejo continente, siguiendo las tradiciones artesanales que marcaron sus inicios y los procesos industriales que la expandieron, Orbea mejoró en el mejor campo de pruebas, la competición, su producto para ser lo que es 175 años después de su nacimiento. Sin embargo, esta historia tiene un inicio en un lugar concreto, un lugar de tránsito, entre Vizcaya y Guipúzcoa. Ese lugar es Eibar.

FOTO AÉREA DE EIBAR

1. Despiece Nº1, Euskadi, Eibar, Mallabia. P. 240

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LOS ORÍGENES ARMEROS

EIBAR, EL ORIGEN DE TODO

En los confines del Deba, cuando el río toma cuesta abajo hacia su desembocadura en el mar Cantábrico, se supo del nombre de Eibar desde antiguo. Se habla de una primera “anteiglesia” con el nombre de San Andrés de Eibar, con los años patrón de la villa, antes de que en el siglo XIV el rey don Alfonso XI de Castilla diera al lugar categoría de villa independiente ordenando que se levantasen murallas y torres para su protección. El nuevo enclave se llamó Villanueva de San Andrés, el santo del lugar, mártir en Grecia, cuya cruz aspada formaría parte del futuro escudo eibarrés. Unos 200 lugareños celebraron abundantemente su pronta emancipación a mitad de la ladera, pues el gesto real les abría el camino del comercio de las piezas que ya se generaban en el Fuero de las Ferrerías, posiblemente el primer entramado industrial de la zona, que ya había dado señas de un incipiente trabajo sobre el hierro, el mineral que daría con la clave del futuro del lugar. Entrado el siglo XV, el nombre de Eibar pasó a ser corriente, volviendo a su denominación primitiva. El lugar está rodeado de cinco montañas llamadas Arrate, Akondia, Urko, Galdaramiño e Illordo, que servían para dibujar los límites de Guipúzcoa y Vizcaya, separadas por la cuenca del río Ego, cuyas aguas desembocan en el Deba. El lugar era angosto, y a pesar de la abundante lluvia, este vértice fluvial no era el escenario ideal para la agricultura. En los contrafuertes de los Pirineos, obligados por la orografía, los habitantes de la zona sondearon qué podía darles de comer. Rodeados de grandes bosques, la madera fue recurso obvio. Tenían permiso para talar lo necesario, salvo robles. De esa madera sacaron el carbón vegetal, cuyo calor y energía alimentó las primeras ferrerías. A él se añadió la fuerza hidráulica generada por no pocas regatas.

LA PERICIA VASCA Y LAS FERRERÍAS

De forma paulatina surgía a una industria, pequeña y humilde al principio, pero que se generalizó, incorporando más y más gente, manchando como gota de aceite todo el territorio guipuzcoano y por ende vasco. El trabajo del hierro se estaba convirtiendo en la forma de vida más usual; las cercanas cuencas de Mondragón y Somorrostro, también llamado Muskiz, daban el material que los eibarreses domaban. El río Deba les traía la mercancía que luego salía de vuelta muchas veces a cambio de otras materias. De esta manera el paso fluvial unía Elgoibar, donde se documentan algunas de las primeras ferrerías, con Ermua, Placencia y Eibar, y a estas localidades con el mar. Se empezó con elementos de labranza y utillaje. La vía del Deba conformó una línea de transporte muy utilizada que incluso dio nombre a un oficio, los txaluperos, aquellos que llevaban las singulares barcas cargadas de material y quintales de hierro, cuyo precio se calculaba en maravedíes. En Eibar hubo varias ferrerías, pero la más destacada fue la de Olarreaga. Flandes fue el destino de la primera internacionalización. En un principio los puertos guipuzcoanos sacaban lana y traían bacalao y grasa de ballena. Más tarde, sobre todo con el descubrimiento de América, las ferrerías enviaban pedidos sacados de sus fraguas mientras empezaban a llegar productos como el cacao venezolano. Guipúzcoa era una gran fábrica que especializaba el producto según la zona. Si Eibar y su cuenca sacaban armas, Tolosa se dedicaba a las ollas y hachas, entre otras cosas, Hernani y San Sebastián a las anclas de barcos y Azpeitia a los clavos pequeños. Hubo un año, 1481, en el que está documentada la fabricación de dos lombardas por encargo del Duque de Medina Sidonia. Eran tiempos de guerra por Granada, la contienda que cegó a los Reyes Católicos, centrados en la empresa de entrar en la Alhambra. Aquel pedido dio un giro a la producción, llegó el tiempo de las armas, primero blancas y luego de fuego. La pequeña industria eibarresa fue flexible desde los inicios. Paulatinamente, creció una red de pequeños talleres dedicados a la fabricación de escopetas, haciendo prosperar mucho la actividad comercial.

— De esta manera el paso fluvial unía Elgoibar, donde se documentan algunas de las primeras ferrerías, con Ermua, Placencia y Eibar, y a estas localidades con el mar.

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FLORECE EL NEGOCIO ARMERO

LOS OFICIOS DEL ARMERO

LA PROLIFERACIÓN DE TALLERES

LA INVASIÓN FRANCESA Y LAS NUEVAS OPORTUNIDADES

A finales del siglo XV la armería vasca ya tenía gran prestigio, siendo su principal cliente la corona española, incluso ciertos lienzos, llamados beatillas, tuvieron sus primeros ecos desde Eibar. Con los Austrias ya instalados en el trono la monarquía española, con Carlos V al frente, realizó un pedido sintomático. Unos 1.500 arcabuces se solicitaron y se fabricaron bajo la supervisión de los maestros Juan Orbea y Juan Ermua en 1538. Luego les sucedería otro gran maestro, Domingo Loyola, especializado en las cajas de los arcabuces. El conocimiento fluía a tal velocidad que un siglo después 170 maestros y oficiales laboraban en la villa.

La industria armera creció firme. Producto de la sofisticación, empezaron a surgir los diferentes gremios, organizados según especialidades. El más representativo fue el de los cañonistas, quienes hacían los cañones llevando a cabo tres labores: la forja de la barra, el barrenado del orificio central y el limado de la pieza. Lo más frecuente era que las hicieran tres personas diferentes.

El trabajo artesanal por bandera. La villa se poblaba de pequeños talleres con maestros a cargo de varios oficiales que trabajaban en las fraguas, activadas por los saltos de agua canalizados por las diferentes regatas. A inicios del siglo XX se contaban unos 600 saltos por toda la provincia.

Los tiempos venideros acarrearían destrozos en el crecimiento de la villa. El primero a causa de un incendio en 1643 y el siguiente provocado por la invasión de las tropas de la primera república francesa en 1794, un día de agosto en el que la villa se estremeció, pues ya en esos momentos su producción armera era ingente. En la invasión de las tropas napoleónicas se quemaron Eibar, Ermua y Ondarroa por su fidelidad a la corona. En el caso de Eibar el destrozo se tradujo en que cuatro calles quedaron en nada y se perdieron 118 casas, la escuela pública y el hospital. En la invasión se perdieron además cuantiosos documentos.

Bajo el reinado de Felipe II, la corona siguió apoyándose en la creciente estructura creada en el valle del Deba para hacer frente a sus grandes necesidades. Así en 1573, a iniciativa de Hernando Aguirre, importante burócrata del momento, se creó la Real Fábrica de Armas de Soraluze en Placencia, lugar que con el tiempo siempre llevaría asociada la coletilla de “de las Armas”. Se estableció un centro administrativo de negocio y examen, más un banco de pruebas que singularizó a Eibar, por ser el único que hubo en España. El edificio que albergó tal centro creció hasta alcanzar su punto álgido en el siglo XIX. Consistía en una construcción central con los hornos y las chimeneas que aliviaban el vapor desprendido por las máquinas. También había adosados un taller y una presa para la energía. Durante la Tercera Guerra Carlista de este edificio salieron hasta 30.000 unidades anuales. En Eibar, mientras, se puso el taller de cajeros.

— Unos 1.500 arcabuces se solicitaron y se fabricaron bajo la supervisión de los maestros Juan Orbea y Juan Ermua en 1538.

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Tras los cañonistas trabajaban los llaveros, encargados de los mecanismos de disparo y los aparejos, tales como complementos del arma. Con el avance de las técnicas de encendido, los chisperos hicieron evolucionar el arma, pues en su trabajo se fiaba la facilidad de activarla. Este grupo debía atesorar un gran conocimiento técnico.

Todo el entramado, no obstante, estaba a merced de la corona: la fabricación se ceñía a unos prototipos establecidos por el entorno del rey y la producción estaba sometida a los examinadores. El sistema de fábricas reales aseguraba el trabajo, pero limitaba la producción. En el siglo XVII se produjo una caída en la demanda a causa del mal momento por el que pasaba la casa de los Austria.

En ese sentido la mezcla de salitre, azufre y carbón, también llamada pólvora, fue clave para acelerar el proceso. Cuando se supo que se podía usar en revólveres, nuevas posibilidades se abrieron. La llave de mecha se empezó a usar en 1450 para encender la pólvora de la cazoleta. No obstante, el sistema era complicado de activar en condiciones de humedad y lluvia, y ello empujó a que el mecanismo se fuera mejorando continuamente. La innovación no paraba.

Con la entrada del siglo XVIII y el acceso de los Borbones al poder, las tornas cambiaron. La primera crisis importante de la industria armera se superó por mediación del francés Felipe V, que puso en plena actividad la fábrica de Placencia, cosa que repercutió en toda la zona. Eibar era ya un ejemplo de ciudad industrial en que molinos, batanes y otros edificios ganaban importancia para garantizar que el agua diera todo el potencial que la ingente industria necesitaba.

Estaban también los cajeros, que fabricaban las culatas con madera de nogal, y finalmente los aparejos, quienes culminaban el montaje final de las armas y los complementos.

Se creó entonces la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, que en 1735 se hizo con el control de todos los contratos que venían con membrete real. El catálogo se amplió: en la zona del Deba se fabricaban miles de fusiles, carabinas, sables, bayonetas y escopetas que partían hacia América.

La proliferación de estos oficios se trasladaba a la vida social eibarresa por una industria que en el siglo XVIII ya contemplaba 170 casas y casi los mismos caseríos. Estaban los propietarios, los trabajadores… Empezaban a surgir emprendedores, que podían poner su pequeño chamizo al lado de casa para fabricar ciertas piezas, y también los aprendices, cuya suerte se regulaba en un contrato legal de tres años mediante el cual convivían con el maestro, sin un sueldo a cambio pero recibiendo cama, comida y ropa.

Era la segunda internacionalización y cuando la citada compañía quebró, tomó el testigo la de Filipinas. Eran años en los que la excelencia eibarresa era conocida, con importantes pedidos con destino a América. Eibar era cuna de linajes de armeros y entre otros destacó el de Ignacio María Ibarzábal, de cuyo taller salieron sables que sentaron cátedra.

— El sistema de fábricas reales aseguraba el trabajo, pero limitaba la producción. En el siglo XVII se produjo una caída en la demanda a causa del mal momento por el que pasaba la casa de los Austria.

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A las obvias pérdidas sociales y urbanas se sumaron otras más importantes. Las fábricas de armas no podían caer en manos del enemigo francés y por eso cuando la corona vio peligrar sus centros de producción, los desmontó y se los llevó al otro lado de franja cantábrica, hasta Oviedo y Trubia, ambas en Asturias. En ese traslado se movieron también muchos vascos y no solo a los nuevos centros, también a Aragón o más al sur, proveyendo de armas a la resistencia. Volvían tiempos negros para las fábricas de Placencia. La invasión napoleónica fue nefasta por un lado, en el corto plazo, pues arruinó el lugar, pero la amplitud de miras de los eibarreses no quedó cegada. Sin el yugo de los pedidos de la corona, que controlaba la producción, imponía los prototipos e incluso pagaba tarde y mal, el entramado que sobrevivió a la invasión vio nuevas oportunidades de negocio, oportunidades que no eran otras que las del libre mercado, el que se imponía sutilmente al mismo tiempo que crecían las inquietudes laborales de los trabajadores. Surgían en Eibar nuevos pequeños talleres, con margen de maniobra, rápidos y bien enfocados al mercado. Eran talleres ajenos al control real que entraban en el circuito con producto moderno y precios competitivos. Eibar entraba por necesidad y empujada por las circunstancias en los circuitos comerciales y en las corrientes liberales. Así, y debido a los esfuerzos eibarreses para salir de la crisis, surgió una nueva e incipiente producción privada fuera del control real. Dicha producción pudo ofrecer producto a precios competitivos. En este caldo de innovación se imponen mejoras en el producto con la preeminencia de las armas de repetición, como el revólver.

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1840: NACE ORBEA HERMANOS

EL TALLER ARMERO

En el contexto de la época pesaron mucho el desarrollo y el final de la Guerra de la Independencia, culminada en 1814, y las posteriores Guerras Carlistas, cuya primera entrega se inició en 1833. El carácter pionero de Eibar no solo se plasmó en su tremenda actividad industrial, sino que también fue singular en el papel de la mujer en su sociedad. Por ejemplo, uno de los protagonistas del momento, el general Espartero, se rindió al empuje de la mujer eibarresa con la formación en 1834 de un batallón de mujeres que contribuyó a la causa liberal. Porque la mujer en Eibar fue muy considerada desde antiguo.

Aparte de las anteriormente mentadas, nuevas empresas y empresarios entraron en la escena eibarresa. Víctor Sarasqueta, Aramberi, Zulaica, Vicente Arizmendi, José Cruz Echevarría, Treviño, Juaristi, Arutia, Crucelegui, Zamacola, Apalategui Ugartechea y otros se centraron en el arma larga. Bonifacio Echevarría, Gabilondo y Bestegui trabajaban el arma corta.

Un año antes, cuando dos maestros armeros causaron baja en la real fábrica, sus mujeres, ambas llamadas María, ocuparon las vacantes. A pesar de las contiendas del momento, Eibar siempre estuvo en el mismo bando, es decir, entre los partidarios de Isabel II como reina de España ante la corriente tradicionalista plasmada en el infante Carlos. Los pedidos crecían y no paraban de surgir nuevas empresas en Eibar. De esta manera nacieron Orbea Hermanos, cuyas primeras actividades se sitúan en 18402; Larrañaga, Anitúa y Charola; y Zulaica, Gárate y Anitúa. Cerca, unos kilómetros más al sur, siguiendo el trazo del Deba, la real fábrica de armas de Placencia acentuaba su declive, frente a los emplazamientos asturianos y la competencia internacional.

REVÓLVER ORBEA, S.XIX

“Las dificultades crecientes de falta de terreno, a causa de la difícil topografía que la circunda, obligan a establecer talleres apretados y de una gran densidad de máquinas y operarios, o bien a un desarrollo vertical, multiplicando así el aprovechamiento del terreno con el número de plantas superpuestas, lo que hace que adquiera su estructura, en algunos sectores de la villa, el aspecto de importante población que presenta. El problema de la vivienda en Eibar, como consecuencia de su vertiginoso aumento de población, presenta caracteres agobiantes ante las escasas posibilidades de espacio, estando obligados a construir densidades de edificaciones fuertes y a urbanizar las empinadas laderas que rodean a la villa, lo que lleva aparejado obras y movimientos de tierra muy costosos”. Cuentan en la obra La industria guipuzcoana de la cuenca del Río Deba, de la que se ha extraído la cita anterior, que fue la industria la que condicionó la vivienda y no al revés, en la configuración de Eibar.

Así, Eibar, históricamente origen de cañones, diversificaba su catálogo armero, erigiéndose en el principal centro de la comarca. Los talleres privados que trabajaban para las reales fábricas comienzan a producir pequeñas pistolas de pistón y también escopetas, cada vez más utilizadas en España por la popularización de la caza.

Por todo Euskadi y Eibar, en concreto, surgían más y más talleres, pequeños, muy pequeños en su mayoría, dando lugar a un curioso urbanismo fruto de las circunstancias de producción y de lo estrecho del sitio. Por esas fechas se contaba una empresa con cincuenta trabajadores, tres o cuatro con treinta y el resto dispersadas por la villa.

El golpe de gracia para Placencia llegó en 1860: se decretaba la libertad en la fabricación de armas de fuego. En 1865 cerró la real fábrica y se abrió otra de capital privado, la de fusiles Euskalduna. Empezaba por esas fechas la Guerra de Secesión en Estados Unidos, un nuevo foco que atender con los ensayos de fusiles de repetición y percusión central.

“Los gloriosos fundadores de esas industrias, tanto tenían de obreros como de patronos: hombres de escasas necesidades, de escaso instinto adquisitivo, unidos por el parentesco y dominados por un fuerte sentimiento de Comunidad para el trabajo. El centro de producción, el pequeño taller, formaba parte integrante del hogar, no había capacidad técnica en la dirección; las complicaciones técnicas se sustituían por la habilidad. Y a industrias rudimentarias correspondía comercio rudimentario también. El mismo fabricante o alguno de su familia recorría el mundo en busca de mercados con un muestrario bajo el brazo”. Esto apuntó sobre Eibar Wenceslao Orbea Alberdi en noviembre de 1918, un año antes de morir, en su discurso para la creación de la Cámara de Industria provincial. De esa Eibar, que surgió a finales del siglo XVII, también escribió Melchor Gaspar de Jovellanos.

mente. Una armadura de madera hacía las veces de esqueleto y se recubría de mampostería. La planta baja era diáfana, como mucho con una hilera de columnas, cosa que incentivaba la luz, mucha luz, bajo la cual se ponían los bancos de madera. El espacio no permitía gran maquinaria, como mucho un taladro vertical. En el piso de arriba se situaban las viviendas. Junto a los edificios estaban los bancos de trabajo para los operarios. Por otro lado estaban los talleres más grandes y con mejor capacidad. Empezaron siendo de dos pisos, con tejado a dos aguas y grandes ventanales sin importar la estética. Con los años esta ganó peso y se dieron ciertas filigranas en las fachadas, aunque pocas. Se buscaba crear grandes espacios diáfanos que sirvieran para muchos trabajadores y tuvieran luz natural.

— Eran por tanto habituales los pequeños talleres de dos o tres operarios. Muchas veces se instalaban en la propia huerta del propietario de la vivienda, que veía salida a su economía.

Eran por tanto habituales los pequeños talleres de dos o tres operarios. Muchas veces se instalaban en la propia huerta del propietario de la vivienda, que veía salida a su economía. El pequeño edificio tenía doble planta habitual-

ASPECTO INTERIOR DE LA FÁBRICA EN 1922

2. Despiece Nº2, El mundo en 1840. P. 240

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LAS INNOVACIONES QUE ACELERAN LA PRODUCCIÓN

EIBAR, AÑO 1906

En la década de los sesenta del siglo XIX se produjeron varios hechos relevantes para las líneas de producción. Manuel Gárate daba un salto en la concepción de los revólveres y Orbea Hermanos importó un sistema de pulimento desde París que impulsó la producción. Al poco tiempo especialistas parisinos en el niquelado aterrizaban en la villa. Las unidades crecían, el trabajo cundía y en Sudamérica el producto eibarrés corría por los comercios. El perfeccionamiento fue tal que Estados Unidos impuso un arancel para que lo que viniera de Eibar no hiciera sonrojar al productor autóctono.

“Pero si los ojos ven poco, los oídos no cesan de estar en tensión. Cualquiera que sea la dirección que lleve, por todas partes oirá chirridos de lima, golpes de martillo sordo de las transmisiones, el compás descompasado que produce el tintineo de las máquinas en movimiento; y se hará la ilusión de encontrarse en un inmenso taller, movido todo por arte de magia, sin intervención de operarios. Si por acaso en aquel momento suenan las doce, la escena cambia radicalmente. Los ruidos cesan de repente y como por ensalmo las calles se convierten en un hormiguero de operarios. De las angostas puertas comienzan a salir grupos de obreros vestidos con sus típicos trajes de algodón azul oscuro y cubierta la cabeza con clásica boina del mismo color. Momentáneamente constituyen un enjambre, que luego se disemina en busca de sus respectivos domicilios”.

En 1890 se incorporó la energía hidroeléctrica a la villa; poco antes lo había hecho el ferrocarril. Las ventajas de ambos generalizaban la producción y con ella surgían más mercados. Más del 80% de la producción se iba más allá de los Pirineos, siendo el único eslabón de la metalurgia española que no quedaba de puertas hacia adentro. Los pedidos generaban también otras actividades paralelas, como los artesanos que se especializaron en el damasquinado, con el que se personalizaban algunas armas mediante decoraciones geométricas de hilo de oro. Eusebio Zuloaga y Plácido, su hijo, perfeccionaron el sistema con procesos de rayado y cruzado a cuchilla. Este arte no solo se aplicaba a las armas: el altar de la basílica de Loyola y el mausoleo del general Prim se revisten de unas filigranas que en Francia se llamaron “objetos de Eibar”.

Este relato, firmado por Muguerza, es una descripción de Eibar publicada en noviembre de 1906 en La Vanguardia. Entonces la villa tenía unos 7.000 habitantes, de los que más de la mitad eran obreros de la colmena eibarresa. Eibar era a principios de siglo un núcleo antiguo alrededor de la iglesia de San Andrés. Una calle central adoquinada y con buena acera vertebraba la villa, que en sus extremos crecía como desparramándose con nuevos polígonos y centros de producción de incesante trajín. En el centro de la citada calle se erigía el mercado sobre el río y no lejos un ayuntamiento grande, como espejo de la prosperidad que envolvía la localidad. El perfil eibarrés era socialista, pero no del que buscaba la confrontación con la patronal, sino en el punto más pragmático del mismo. El sistema de remuneración que se imponía no era el sueldo corriente sino el trabajo a destajo, es decir, tanto produces, tanto cobras, según una tarifa acordada. De esta manera el obrero se centraba en su cometido y la producción de las no pocas piezas de un arma estaba garantizada con puntualidad suiza. Por su parte el aprendiz eibarrés solía tener unos quince años.

— El perfeccionamiento fue tal que Estados Unidos impuso un arancel para que lo que viniera de Eibar no hiciera sonrojar al productor autóctono.

En 1887 salieron de Eibar unas 130.000 piezas armeras; en 1905 la producción rayaba en las 450.000, desglosadas de la siguiente manera: casi 80.000 escopetas, unas 24.000 pistolas, casi 350.000 revólveres y unos 1.500 fusiles. En 1908 el rey Alfonso XIII visitaba Eibar en fiestas con un acto central que fue la exposición de productos industriales en la Escuela de la Alhóndiga. En la misma se dispusieron tres partes, la primera dedicada a la armería, tanto presente como antigua, la segunda a los grabados e incrustaciones de oro y plata, y la tercera se centró en la industria en general. Orbea y Compañía, Víctor Sarasqueta, Modesto Santos, Bonifacio y Julián Echevarría, Gárate, Anitua y Cía... ahí estaban todos los nombres propios del andamiaje industrial eibarrés.

TRABAJADORES DE UN TALLER DE ESCOPETAS DE EIBAR

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LAS CRECIENTES INQUIETUDES SOCIALES

El cambio de siglo evidenció una necesidad, la escuela armera, y varias realidades sociales: socialismo, huelgas y cooperativismo. En 1903 Eibar había anticipado el futuro de la villa con la creación de seis nuevas fábricas de armas de fuego, talleres de forja y fábricas de lima, de placas esmaltadas y de cerrajería niquelada, lugares de producción abastecidos por un sistema de energía eléctrica. Sin embargo los pedidos empezaron a decaer y los despidos se hicieron familiares. La villa era semillero de las nuevas corrientes sociales que habrían de mirar por los trabajadores en una situación compleja.

de 1913, si bien se inauguró oficialmente en la festividad de San Juan, fiestas mayores de Eibar, del año siguiente. La escuela puso las bases en el cambio del modelo productivo de Eibar, clave para su éxito en las décadas venideras, cuando se hubo de abandonar el arma. La formación de la escuela fue clave en el desarrollo de la mecánica de precisión, que tan importante sería en el futuro. Generaciones enteras de empresarios y obreros salieron de su molde.

Se calcula que en esos años unos 800 obreros trabajaban a destajo, recibiendo en su domicilio las materias primas, sacando adelante las piezas y vendiéndolas a terceras empresas. Casi el doble, unos 1.600 obreros, trabajaban en fábricas o centros de producción más grandes. A pesar de la atomización que ello suponía, la mecanización del trabajo era total.

En Eibar, como en otras poblaciones de matriz armera, se luchó con éxito por mantener la escopeta fuera de este nuevo marco, por considerarse la caza un deporte. En cambio el arma corta, auténtica pieza angular de la industria del momento, quedó muy tocada. Sin indemnizaciones de por medio, una tras otra todas las empresas eibarresas debían pensar en nuevos productos.

Sin embargo, en el verano de 1914 el estallido de la Primera Guerra Mundial provocó una momentánea prohibición de exportar armas que se acompañó de una total sequía de crédito por parte de los bancos.

La ingente producción se vino abajo con el final de la guerra. A la caída de pedidos y las insostenibles tensiones laborales, se añadió el conocido pleito armero, que no fue otra cosa que un empeoramiento legal para los usuarios de armas. Tener una pistola implicaba más dinero en impuestos y peor trato burocrático para sus propietarios. Los atentados anarquistas y el pistolerismo, fenómenos muy instalados en la época, empujaron a estas restricciones, que con Primo de Rivera en el gobierno no hicieron más que incrementarse.

Tras una caída abrupta de los pedidos, una vez finalizó la Gran Guerra, Alfa3 nació en 1920 fruto de una larga y dura huelga en la que los trabajadores de Orbea y Cía. parados generaron sistemas de solidaridad entre ellos para aguantar su pulso al patrón. De esas formas de relación salieron los resortes del cooperativismo. Alfa entró en el mercado con armas, pero no tardó en proponer máquinas de coser. Fue una empresa castigadísima en la Guerra Civil y salió adelante tras la misma por la ayuda clave del Banco de San Sebastián. Entre otros elementos puso a disposición de sus trabajadores escuelas, dispensarios médicos, economato y colonias infantiles.

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A comienzos del siglo XX la actividad industrial en Eibar era frenética, sumada a las innovaciones en el producto y a una legislación favorable en lo que concernía a patentes: garantizaba la protección del producto patentado durante tres años y permitía su libre disposición.

El conflicto que estalló en el corazón europeo puso a prueba todo el entramado eibarrés. Se sirvieron más de 700.000 unidades a países beligerantes como Francia, Reino Unido, Italia y Rumanía. Se calcula que hubo un total de 70 millones de militares en las trincheras, de los que fallecieron unos nueve. En 1915 se rozó el máximo histórico de producción. Las armas eibarresas eran muy útiles en la guerra de trincheras que marcó la contienda. Eibar respondió a la demanda produciendo grandes cantidades de revólveres y sencillas pistolas semiautomáticas que llegaron a ser conocidas como “tipo Eibar” o rubí por parte de los ejércitos aliados. El total de unidades en circulación se estima en 1,4 millones.

La ingente cantidad de trabajadores dio a la villa las llaves del progresismo en España. En 1897 se produjo la primera huelga por motivos laborales en la casa de revólveres y escopetas que suministraba material para la Casa Quintana, que trabajaba en Méjico. La mecha se había encendido y el proceso se fue gestando poco a poco. Desde el PSOE y la UGT se trabajaba en un sistema cercano al cooperativismo, que se plasmó en la creación de Alfa, Sociedad Anónima Cooperativa y Mercantil de Armas de Fuego.

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LOS NUEVOS PRODUCTOS

Con todo, las cifras no tardarían en crecer paulatinamente hasta el significativo repunte que implicó la parte central de la Gran Guerra. Las potencias centrales, en definitiva los imperios alemán, austrohúngaro y otomano, entraron en colisión con Italia, Francia, Reino Unido, Japón y Estados Unidos. España se mantuvo neutral, como congelada en el letargo económico y moral en el que se sumió tras la pérdida de las últimas colonias y los latentes conflictos sociales y económicos que habrían de surgir.

Eibar inauguró en 1904, en vísperas de su fiesta grande de San Juan, el Frontón Astelena, situado en pleno centro, a tocar de Unzaga, que habría de ser uno de los santuarios de la pelota vasca. Un partido a 22 tantos entre Tacolo y Cantabria significó el debut de tan insigne lugar, que vino a mostrar la existencia de una creciente masa de gente con necesidades de recreo tras semanas enteras confinada en los talleres. Los domingos se convertía en habitual ver a trabajadores practicar la pelota al salir de sus puestos de trabajo.

En los días de la creación de Alfa, ya llevaba años funcionando la Escuela de Armería, creada por impulso del concejal eibarrés Pedro Goenaga, quien vio en la dispersión de talleres y con ella, en los procedimientos de trabajo, sendos problemas para la competitividad de una villa que vivía en un entorno de competencia feroz. Alentado por el ejemplo de escuela en la fabril ciudad de Lieja, Goneaga logró la puesta en marcha de la institución el día de Reyes

BOOM Y DECLIVE CON LA GRAN GUERRA

TRABAJADORES DE ALFA

3. Despiece Nº3, La huelga que dio origen a Alfa. P. 241

ESCUELA DE ARMERÍA

“En Eibar se extiende aún más este ambiente [industrial]. Pueblo armero por excelencia, ha tenido la sabiduría de transformarse, en gran parte, con otras variadas ramas de la metalurgia férrica. Esas “blusas”, de tamaño más que regular, que pululan por sus calles, entre los que es difícil distinguir al patrono del obrero, son blusas de trabajo y no de jolgorio y bebida como las que se emplean en otros pueblos. En Eibar, cuando toca beber, se le hace más honor, pechera blanca y traje endomingado”. Así lo explicaba Alfonso de Churruca, banquero y empresario que gestionó Orconera, una de las principales minas de hierro vizcaínas. Si Alfa se metió a fabricar máquinas de coser, la bicicleta se erigió como elemento estrella dada la pericia de los operarios eibarreses en el manejo de la tubería. Así entraron en el sector Gárate, Anitua y Cía. (GAC), Orbea y Beistegui Hermanos (BH). Las dos últimas se situaron en la zona de Urkizu, ahí donde residían los betarras, es decir los de abajo, en contraposición a los de arriba, o goitarras. GAC estaba en Txonta, no muy lejos, igual que otra empresa dedicada a la bicicleta, Abelux, más pequeña y con una producción de gama media dedicada a los niños. También surgieron otras salidas, como el material de oficina, para Olave, Solozábal y Compañía, las balanzas de mostrador en Unceta y Cía. y los grilletes en Bonifacio Echevarría. Las primeras noticias de actividad bicicletera en Eibar se remontan a 1925, en el marco del progresivo abandono de la producción armera. Así ciclos Loinaz y GAC ensayaron las primeras máquinas. El entramado armero asistía a la introducción de un intruso llamado bicicleta, pues al poco tiempo las fábricas de Urkizu, Orbea y BH, entraban también en el negocio. La apuesta de GAC no fue bien vista de inicio. El riesgo que implicaba levantó críticas entre la gente de la villa, pero el arma típicamente eibarresa se estaba arrinconando en su demanda. Nicolás Agirre también estuvo en ese proceso. El perfil eibarrés seguía siendo singular y muy propio del lugar: dos o tres grandes fábricas y viviendas-taller por doquier con una media de veinte operarios en cada una. En medio del cambio de producción seguía ahí esta peculiaridad. Fruto de la fusión de Azpiri, Aranceta y Palacios surgió Lucis, que fabricaba faros de bicicleta alimentados por dinamo. Suar, por su parte, pasó a fabricar accesorios. Felipe Tellería también entró en el negocio, lo mismo que Cadenas Iris.

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LA BICICLETA Y EL CICLISMO

La entrada de la bicicleta en el paisaje eibarrés, y posterior expansión a todo el territorio vasco, tuvo su motor en la gran tradición europea con esta máquina que poco a poco se hizo común en grandes ciudades del viejo continente. De esta manera la bicicleta se referencia desde antiguo en los códices de Leonardo da Vinci, para muchos el primer soñador de este artilugio.

EL SAVOIR FAIRE EUROPEO DE LA BICICLETA

Sin embargo hubieron de pasar unos siglos para ver avances notables en aquel artilugio soñado por Leonardo. El conde de Sivrac, en la Francia posterior a la revolución, dio forma al primer celerífero, ensayo de bicicleta con dos horquillas y sendas ruedas macizas. Al poco tiempo, Karl Friedrich Christian Ludwig Drais Von Sauerbronn diseñó la drasinia, una de las imágenes más divulgadas de los inicios de la bicicleta, y que las primeras publicidades de Orbea, en su periodo de fabricante de bicicletas, reflejan en no pocas ocasiones. Aquella máquina tenía 240 centímetros de lago y pesaba 40 kilogramos. De ella surgieron las primeras competiciones que se podían llamar ciclistas, en Luxemburgo, concretamente. Cuando el invento alemán cruzó hacia las islas británicas pasó a llamarse hobby horse e incorporó ruedas de metal. Se inició entonces, en pleno siglo XIX, una escalada de invenciones que dio forma a la bicicleta actual: los Michaux franceses inventaban el pedal, André Guilmet daba con la cadena y la tracción trasera, los ingleses inventaban la high bicycle con una ingobernable gran rueda delantera, y en el último tramo de siglo Charles Goodyear encontraba la fórmula de la goma que John Boyd Dunlop convirtió en el primer neumático. Todos estos avances condujeron a la masiva popularización de la bicicleta en el siglo XX y la consiguiente proliferación de carreras: del uso militar de la bicicleta surgía el ciclocross y en 1869 nacía la París-Rouen; poco después Charles Terront, ídolo de masas, ganaba la París-Brest-París. En Italia nació la Florencia-Pistoia y en Londres crecían las competiciones de velódromo. Todas las pruebas bebían del carácter pionero de las carreras parisinas de Saint Cloud, documentadas como las primeras de la historia. La bicicleta entraba en el nuevo siglo como elemento plenamente instalado en el paisaje europeo y no tanto en el español.

PRIMER CATÁLOGO DE ORBEA (1931-1932)

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UNA EXCENTRICIDAD LLAMADA BICICLETA

LA PRODUCCIÓN ESPAÑOLA DE BICICLETAS

LA BICICLETA SE ABRE PASO

Retrocediendo en el tiempo, buscando la raíz de la bicicleta en España, en 19004, esta y sus usuarios se consideraban una excentricidad y unos excéntricos. El carácter marginal de la bicicleta en la sociedad de la época estaba en consonancia con la producción en esas fechas; en cambio de Pirineos hacia arriba, la máquina tenía un gran éxito. Francia fabricaba bicicletas elegantes y ligeras, Inglaterra premiaba el aspecto práctico, Italia se centraba en la competición y Alemania sacaba máquinas pesadas.

La clave de la producción doméstica estaba pues en la importación. En Barcelona, Sanromà se convierte en el principal importador de piezas para luego ensamblar los cuadros. La situación giró bruscamente con la Primera Guerra Mundial: si antes de la misma, la fábrica alemana Opel se preciaba de sacar 1.000 unidades diarias, las demandas de la contienda secaron los aprovisionamientos en el exterior. Cabía, por tanto, ingeniárselas para producir dentro de las fronteras españolas. De esta manera la innovación se impuso en los talleres que esporádicamente y con escasas conexiones surgían por la geografía española: Arcos en Madrid, Neira en Galicia, Cuesta, Oca y Villada en Asturias, y Farigola en Barcelona, entre otros muchos.

Con la Gran Guerra, sin embargo, la entrada de material extranjero en España se había reducido mucho, y los productores nacionales veían posibilidades en la bicicleta. De esta manera Orbea entró en la fabricación de llantas metálicas, que competían con las de madera que se hacían en el barcelonés barrio de Gracia. Cada empresa fijó sus miras en las diferentes variedades de bicicleta y por eso Orbea entró en la competición de la mano de las estrellas del momento, como Mariano Cañardo, quien enloqueció al país con su heroica segunda plaza en la primera Vuelta a España de la historia. La sofisticación del proceso, olvidando ya las hechuras armeras, provocó que en Eibar las empresas que apostaron por la bicicleta dieran un paso adelante fabricando carretes, piñones y cadenas.

Los primeros años del siglo XX se distinguieron por dar a luz muchas de las carreras a día de hoy centenarias. En 1903 Henri Desgrange encabezó la creación del Tour de Francia. El sueño de dar la vuelta a Francia partió un día de julio desde los suburbios de París con varios días de competición por delante. La Lieja-Bastoña-Lieja llevaba años celebrándose, el Giro no tardaría en nacer, lo mismo que el Tour de Flandes, espejo de una tierra prendada por el ciclismo de la exitosa París-Roubaix. En España, por esas fechas, la bicicleta que circulaba era de sello internacional. Peugeot, Clément, Alcyon, La Française, Diamant, Raleigh, Humbert, Bianchi, Opel, Mars... y otras muchas eran las marcas que rodaban por los maltrechos caminos de la península. La producción española tuvo un antes y un después en la barcelonesa calle de la Rambla de las Flores, donde un tal Quintana ensayó en primer neumático en suelo español. Con el tiempo, Klein sería la fábrica de referencia en este apartado, compitiendo con la presencia de grandes marcas internacionales, cuyas factorías se instalaban en España: Hutchinson, Michelin y Pirelli, entre otras.

En el proceso de especialización, que buscaba sustituir las fuentes internacionales de piezas, se empiezan a fabricar sillines, manillares y racores en España, al tiempo que las demandas del ejército español ayudaban a incrementar la cantidad y calidad de neumáticos producidos en la península. El papel de la bicicleta en la Gran Guerra fue clave para el transporte de ciertos cuerpos de combate y mensajeros. De esta manera, cuando finalizó el conflicto, la sobreproducción de bicicletas, en previsión de que la guerra durara más, provocó una fuerte crisis en el sector, que buscaba la manera de liquidar enormes stocks, muchas veces llenos de máquinas obsoletas. La solución pasó por una drástica caída de los precios: una bicicleta llegó a costar 150 pesetas, cifra que trajo consigo una mayor penetración de esta máquina en una sociedad reacia a acogerla.

Si GAC, BH y Orbea, más Abelux en menor medida, fueron enseñas eibarresas, por Euskadi la bicicleta también dejaba nombres vinculados a su producción, entre otros Nicolas Arregui, Zeus, Echasa-Fenix, Cil y Gamma. Hubo un buen número de talleres dedicados a la fabricación de piezas auxiliares como Triplex, Iris, Norma, Garechana, Suar, Hermógenes Larrañaga, El Tigre y Ges, y no pocas tiendas, algunas de las cuales fueron Cancio Bilbatua, Salaberria, Askasibar y Juaristi.

Finalizada la Guerra Civil empezó la Segunda Guerra Mundial en Europa. Ello paralizó la industria del viejo continente en varios frentes y en especial en el de la bicicleta, donde Eibar empezaba a cultivar cierto prestigio. Los principales fabricantes de bicicletas daban un giro a su producción y miraban a la máquina de recreo y uso cotidiano, elemento clave en una sociedad que carecía de coches. Orbea, por ejemplo, entró en la fabricación de modelos de paseo a petición del nuevo orden surgido de la Guerra Civil.

— La Guerra Civil estalló en 1936 y por ambos lados –republicano y nacional– surgieron nuevos centros de producción que rivalizaban con la menguante industria armera de la zona.

La fabricación de la bicicleta, así como otros productos nuevos, tuvo su origen en el escaso apoyo que recibía la tradicional industria armera. De hecho el ciclo republicano no trajo novedades para los armeros eibarreses. En un clima de inestabilidad creciente, las armas no eran bien vistas y su producción y venta contaban con numerosas trabas. Casi toda la producción se exportaba, pero el mercado no estaba fácil. La Guerra Civil estalló en 1936 y por ambos lados –republicano y nacional– surgieron nuevos centros de producción que rivalizaban con la menguante industria armera de la zona. Eibar, en su condición liberal, trabajó para la República hasta que le fue posible, pues la primavera de 1937 llevó la guerra hasta el corazón de Euskadi, siendo Eibar una de las localidades peor paradas por los bombardeos de la aviación italiana conchabada con el bando nacional.

— Francia fabricaba bicicletas elegantes y ligeras, Inglaterra premiaba el aspecto práctico, Italia se centraba en la competición y Alemania sacaba máquinas pesadas.

Toda la infraestructura armera pasaba entonces al bando contrario, imponiéndose una militarización de la producción de Gabilondo, Star y Unceta, hasta pocos días antes al servicio republicano, cuyo material se sumaba al proporcionado por los gobiernos fascista de Italia y nazi de Alemania. El resto de empresas que tenían vínculos con las armas fueron obligadas a dejar el negocio, provocando la emigración forzosa de cualificados trabajadores hacia zonas como Valencia. 1936-1937 COMITE DE VIGILANCIA EN EL CAMPANARIO DE LA PARROQUIA SAN ANDRES

4. Despiece Nº4, La maestría de la bicicleta que surgió de Europa. P. 242

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LA BICICLETA EIBARRESA

LOS ASES DEL PEDAL BRILLAN EN EIBAR

En la dirección de GAC5, Eulogio Gárate hizo una reflexión respecto a la implantación de la bicicleta en la ciudad armera: esta no tendría éxito si no se acompañaba de competiciones para publicitarla. Eibar era entonces territorio virgen para el ciclismo; en su historia había destacado un ciclista, un pionero, llamado Cándido Arrizabalaga, también conocido como Apotxiano, cuyas gestas documentaron las primeras carreras hacia 1910.

En 1952, con triunfo del francés Louis Caput, nació la Bicicleta Eibarresa, una carrera que hacía honor a la tremenda importancia de este producto en la villa tradicionalmente armera, siendo principalmente Star quien pudo sacar un provecho efectivo de la nueva legislación respecto a la fabricación de armas cortas y explosivos. La Bicicleta Eibarresa pasó por diversas fases y acabó integrada en la Vuelta al País Vasco en más de una ocasión. En el primer ciclo destacó el vizcaíno Jesús Loroño; en el siguiente, en medio de la Vuelta al País Vasco, Luis Ocaña. La fase moderna de la prueba llegó en 1987, cuando se recuperó para aupar a nombres como Marino Lejarreta, Gianni Bugno, Abraham Olano o Miguel Induráin. Todos estos vistieron el maillot azulón que distinguía al ganador, un azulón procedente de Bergara y su fábrica de buzos en honor a esos trabajadores que dejaban la producción para ver el paso de los ciclistas. Pasillos azules para ver a los mejores del mundo. En esta fase pasó a llamarse Bicicleta Vasca, abriendo el mapa a otras zonas, aunque en 2009 volvería ser parte de la Vuelta al País Vasco. Suerte similar a la que corrió la Subida a Arrate, la explosiva escalada a la emblemática cima que cuenta con una pléyade de grandes nombres en su palmarés.

En 1925 nació el Club Ciclista Eibarrés, al amparo de Gárate, si bien el primer nombre de la entidad fue precisamente Club Ciclista GAC, pasando luego a llamarse Club Ciclista Eibarrés-GAC, antes de su denominación actual. Se inició entonces un ciclo de carreras que culminó en 1931 cuando, en colaboración con la Unión Deportiva Eibarresa, se creó el Gran Premio de San Juan, en honor al patrón de la villa, siendo dominado por los hermanos Montero, Ricardo y Luciano, por este orden. Eibar creció rápidamente en el mapa ciclista nacional. En tiempos de la República fue sede de la salida y llegada del Gran Premio de la República, prueba de ida a Madrid y regreso. En 1935 el legendario Gino Bartali ganó la última etapa de la Vuelta al País Vasco en Eibar. En la década de los treinta Orbea y BH habían crecido hasta ser faros del sector de la bicicleta. De hecho en la primera Vuelta a España de la historia, en el mismo año 1935, los cincuenta corredores que tomaron parte usaron BH u Orbea porque traer otras bicicletas a España con las comunicaciones de la época era carísimo.

El memorial empezó con el triunfo de José Luis Viejo y pasó por ser la prueba del algodón para los mejores amateurs de España. Creció rápido en importancia y Eibar lo hizo suyo. Su divulgación se hizo con la pasión que los eibarreses pusieron siempre en lo suyo. No era raro ver algunos años repartir los carteles y panfletos por los locales en medio del txikiteo, el sagrado ritual de tomar vinos entre horas que los del lugar siempre han respetado. El historial, como dijimos, se abrió con José Luis Viejo, el ciclista que años después lograría ganar una etapa del Tour de Francia con el margen más grande de la historia sobre el segundo, más de veinte minutos. Le seguirían Felipe Yáñez, Miguel Aguilera y Enrique Martínez Heredia. Solo un ciclista repitió triunfo, Jokin Mujika, y en su palmarés se inscriben nombres que fueron grandes en el profesionalismo: Javier Murguialday, ganador de una etapa del Tour, José Luis Rubiera, ganador de etapas del Giro, Unai Osa, podio en el Giro, Óscar Freire, triple campeón del mundo, y Joaquim Rodríguez, varias veces mejor ciclista del mundo en el ranking de la UCI. El arraigo del Valenciaga en su ciudad se muestra en muchas facetas y el pelotón de Lambrettas que precede a los ciclistas es una de sus señas.

En 1972, en la antesala de una crisis vocacional en el ciclismo, nació el Memorial Valenciaga, en recuerdo del industrial José Luis Valenciaga, un infatigable y abnegado promotor del ciclismo. Entre sus méritos se cuenta la celebración de los Campeonatos del Mundo de ciclismo de Lasarte de 1965, que proclamaron campeón al celebérrimo Tom Simpson. Ese año la ambición eibarresa, plasmada en Juanito Txoko, dio vida a la Vuelta a Campazar, con un plantel de participantes formado por Charly Gaul, Lucien Aimar, Jacques Anquetil y Federico Martín Bahamontes.

Pasada la Guerra Civil, el Gran Premio de San Juan se retomó y ganadores como Delio Rodríguez, Julián Berrendero, Dalmacio Langarica o Miquel Poblet adornaron su palmarés. La Vuelta a España privilegió el lugar con repetidas visitas, haciendo ilustre el velódromo portátil y desmontable de Ipurua, dando alas al anhelo de tener un velódromo fijo en la villa. También los Campeonatos de España de ciclocross tomaron como fija la sede eibarresa durante algunas ediciones.

CARRERA DE CICLOCROSS

CORREDORES DE ORBEA

JOKIN MUJIKA EN 1984

5. Despiece Nº5, GAC y BH, los compañeros de viaje. P. 243

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LA TRADICIÓN Y LA PASIÓN CICLISTA EN EUSKADI

La afección eibarresa por la bicicleta y el ciclismo se inscribe en un amor más que centenario de Euskadi por el ciclismo. Ya a finales del siglo XIX se celebraron las primeras carreras ciclistas en San Sebastián. A inicios del nuevo siglo, personajes casi míticos como el bilbaíno Vicente Blanco abrieron la historia vasca en el Tour de Francia forjando historias de auténticos héroes solo concebibles en esa época. El boom del ciclismo fue muy de la mano de los equipos de fútbol, que en esa época proliferaban por el territorio. Así el club donostiarra de la Real Sociedad tuvo su raíz en el anterior club ciclista. En Irún nació el Real Unión, que cobijó a un primer equipo ciclista que dio la alternativa, en los años veinte, a los hermanos Montero y que tuvo a la primera Orbea fabricante de bicicletas como proveedor. También cultivaron sus secciones ciclistas el Athletic Club de Bilbao y el Osasuna de Pamplona. En 1924 nació la Vuelta al País Vasco, auténtico símbolo de la cultura ciclista de Euskadi, con un palmarés de lujo que incluye a campeones de todas las épocas y un ganador por encima de todos, el cántabro José Antonio González Linares. Durante años Euskadi fue inicio y final de la Vuelta a España, que tras muchos años de ausencia volvió a Euskadi en 2011 con victoria de Igor Antón en Bilbao. Aquel triunfo se recordó mucho por reverdecer conocidas estampas en la cuneta, las del color naranja vistiendo los gritos y la pasión del aficionado local al paso de los corredores. La afición vasca en las cuentas echó raíces allá por los años veinte y treinta con éxodos masivos a las primeras excursiones del Tour por los Pirineos, alimentados por las peripecias de Trueba y Ezquerra, primeros conquistadores de las cumbres del Tour. Con los años esa tradición permaneció inmutable y se trasladó a todas la carreras y disciplinas, siendo muy especial el cultivo del ciclocross, el ciclismo de invierno, por las campas de Euskadi. La imagen de la marea naranja fue un proyecto 100% vasco, a todos los niveles. Orbea, Etxeondo y Astore, las tres fueron marcas vascas que apoyaron el proyecto. “Le sumamos vehículos de Irizar y el color naranja tomó los Pirineos porque cedimos al Euskaltel-Euskadi ese privilegio. Pudo ser blanco o verde, color de la fundación, pero fue naranja”, apunta Miguel Madariaga, presidente de la Fundación Euskadi, de la que surgió el equipo Euskaltel-Euskadi, auténtica cima durante dos décadas del ancestral cariño de esta zona por el ciclismo.

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SUBIDA A ARRATE (1968)

COLORES VASCOS EN EL MONT VENTOUX, TOUR DE FRANCIA DE 2013


LOS RIVALES DE LA BICICLETA

EL FUTURO ESTÁ EN MALLABIA

En el momento de la implantación de la bicicleta en las factorías eibarresas, diversos maestros venidos de Francia ayudaron a perfeccionar el tratamiento de los tubos y el ensamblaje de las bicicletas. Eibar hacía de esta máquina su enseña industrial, que además alimentaba una gran cantidad de talleres y pequeñas empresas alrededor de las grandes fábricas, principalmente las dos de Urkizu, Orbea y BH, que estaban puerta con puerta. Así surgieron operarios que trabajaban las cadenas, piñones, faros, coronas y manetas.

El perfil ascendente de la industria plenamente eibarresa se truncó en los setenta cuando la ya iniciada diáspora de empresas se hizo patente con la marcha de no pocas fuera del contorno de la villa. No había sitio para crecer. La ciudad había tocado techo. De esta manera, a la marcha de Camas Astaburuaga, BH, Bueno Hermanos, Gabilondo y Cía., Miguel Carrera y Cía., Forjas Domingo Aristondo, Nicolás Correa, Motobic, Hugo e Irazola SA, se le unió la de otros emblemas. Así Imigas y Amalla Telleria se fueron a Ermua, GAC y Jacinto Alcorta a Abadiño, Rodisa-Ina, Ojanguren y Marcaide, y Larrañaga y Elorza a Elgoibar, Larzep a Mallabia, Solac y Fiasa a Vitoria, Lambretta a Amurrio, Norma a Itziar, Ayra-Durez a Zumaia y Dikar a Bergara.

A pesar de los nuevos tiempos, en plena década de los cuarenta, las fábricas de Eibar seguían manteniendo la esencia que las había hecho diferentes. Por ejemplo, la mujer siguió siendo pieza clave en el engranaje. En los despachos eran usuales, pero también en las cadenas de producción. En BH, por ejemplo, trabajaban más de cincuenta mujeres montado ruedas para bicicletas.

En esa diáspora, Orbea también se fue de su casa eibarresa, al tiempo que se culminó la entrada en el Grupo Mondragón6. Los terrenos de Urkizu se quedaron pequeños, y la marca se fue unos kilómetros más allá, al cogollo de Euskadi, entre Guipúzcoa y Vizcaya, aunque en territorio de la segunda. Mallabia fue el destino de la nueva sede. Una nueva nave, un nuevo entorno que permitía crecer y afrontar la grave crisis que azotó a la bicicleta en los ochenta, con la caída de grandes emblemas, y la posterior entrada de la BTT, la bicicleta de montaña, un producto más global, no solo por lo que respecta al usuario, sino también en la producción.

La competencia le llegó a la bicicleta también de las dos ruedas, cuando varias fábricas empezaron a producir motocicletas. En 1946 se inició la fabricación de las Motobic y cinco años después GAC compraba la patente de Mobylette. Orbea, por su parte, se hacía con los derechos del VeloSolex y empezaban a fabricarse las furgonetas electrociclos, impulsadas por baterías Tudor ante la escasez de combustible. Al mismo tiempo por Eibar empezaron a circular las Lambretta, una moto de origen milanés que fue insignia de la villa y al mismo tiempo motor para empresas que empezaron fabricar accesorios de automoción.

En la década de los setenta Orbea empezó a trazar su futuro con diferentes fases y no pocas dificultades. Lo ha hecho en medio de la tierra que la vio nacer siglo y medio antes, en medio de Euskadi, es decir, con las mismas convicciones que le dieron tantos años de vida.

Pero Eibar no olvidaba sus raíces, es decir, sus productos de precisión: tornos, fresadoras, rectificadoras, prensas, compresores y otras máquinas que facilitan el proceso productivo. La innovación propia del gen eibarrés surgía con frecuencia, como por ejemplo con Olave, Solozábal y Cía. en el dibujo de su grapadora El Casco, según los trazos de Guillermo Capdevila, que ganó un premio de diseño con el uso de un material inédito por entonces: el plástico.

EXTERIOR E INTERIOR DE LA ACTUAL SEDE DE ORBEA EN MALLABIA

LAMBRETTAS

EL CASCO

6. Despiece Nº6, El arco iris cooperativo. P. 243

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LA BICICLETA QUE PLASMA UN SENTIMIENTO

Y esa Orbea se asentó en un entorno de pasión y arraigo ciclista, creciendo entre gente que no veía este deporte como algo más y sí como una forma de llenar sus vidas. Capitalizando en forma de bicicleta la pasión de un lugar apreciado internacionalmente por la incondicionalidad de su afición. Correr en Euskadi gusta, y lo han dicho muchos. Durante esos años Orbea supo sacar adelante equipos y apoyar estructuras competitivas que canalizaron esa pasión por el ciclismo y el triatlón, consiguiendo que no pocos corredores de este rincón de los Pirineos y otros de dimensión mundial tuvieran su oportunidad en los principales circuitos. La colaboración con la Fundación Euskadi y la creación de un equipo de BTT que dio abrigo al mejor biker de todos los tiempos, Julien Absalon, fueron la culminación de ese proceso, alimentando un círculo virtuoso: la marca se proyectó al exterior, pero además mejoró su producto y prestaciones con la maestría que siempre se heredó entre las grandes familias de la bicicleta en Europa. Heredera de esa forma de hacer, Orbea compite con las mismas armas que otros pero manteniendo los pies en la tierra que la vio nacer, Euskadi, y en el lugar donde la bicicleta nació y creció, Europa, donde prácticamente queda como la única de las grandes marcas con presencia en firme entre Euskadi y Portugal. Porque a pesar de la efímera apuesta por otros entornos productivos, como el asiático, nunca se perdió de vista el crecimiento de su factoría de Mallabia, como aquella de Urkizu, el auténtico santuario donde se guarda un tesoro: ese sentimiento, el mismo que quiere que siga dando que hablar dentro de 175 años.

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A I R E El apellido Orbea surgi贸 en tiempos muy remotos, desde los a帽os en que Carlos V fue emperador, y se mantuvo en vanguardia del negocio armero hasta que este dej贸 de ser rentable. Luego con la bicicleta, nuevas personas dieron vida al sue帽o de cuatro hermanos llevando a la empresa a ser la referencia de las marcas a este lado de los Pirineos. La grave crisis de los sesenta del siglo pasado dio paso a los nuevos actores que alumbraron la cooperativa dando aire a la empresa cuando esta tocaba fondo e iniciando el camino que conduce hasta el presente.


DE LOS SÓTANOS DE EIBAR HASTA LA CIMA DE LA OLIMPIADAS

La necesidad agudiza el ingenio, y algunos tienen el don de ver mil ventanas abiertas donde se ha cerrado una puerta. Eibar y Orbea son un claro ejemplo. Ahogado por las laderas de los montes colindantes, Eibar no tuvo otra opción que desarrollar una arquitectura vertical, aprovechando así el poco terreno que le había cedido la naturaleza, y crear un ambiente natural donde la vida en familia y el trabajo convivían en perfecta armonía en el mismo edificio. Esos edificios fueron la cuna de la llamada ciudad armera, y también, posteriormente, de las bicicletas y en parte, por qué no decirlo, del ciclismo vasco. Orbea fue una de las primeras empresas en reorientar su actividad desde la producción de armas hacia la fabricación de bicicletas. Al finalizar la Primera Guerra Mundial la situación se agravó para la industria armera. No había posibilidades para la exportación del producto y se había restringido la venta en el interior del país. Había que reinventarse y Orbea lo hizo con ingenio, firmeza y convicción. Aunque al principio la bicicleta no despegó con la fuerza con que luego lo haría, y hubiera que readaptar la maquinaria y reeducar a los operarios, Orbea contaba con la ventaja de haber sido la fábrica más importante de armas de Eibar, alejándose de la arquitectura natural de otros pequeños talleres: en 1916 ya contaba con un verdadero edifico industrial que a partir de 1929 se dedicó definitivamente a la fabricación de bicicletas. Y a los pocos años de iniciarse en la nueva actividad, Orbea contaba con una plantilla de 1.000 trabajadores y producía la friolera de 50.000 bicicletas al año, iniciando de esa manera la expansión en el estado. No fue fácil implantarse en el mercado nacional y mucho menos en el internacional, dominado casi de forma absoluta por las marcas francesas y británicas. Para superar ese escollo, se apostó, en parte, e imitando a la competencia, por el patrocinio privado de algunos de los mejores ciclistas de la época, como los hermanos Montero, Ricardo y Luciano, o Mariano Cañardo, corredores que tenían una auténtica marea de seguidores. Sus éxitos eran éxitos de Orbea y no fueron pocos. Basta con mirar las fotos de la época para ver un auténtico gentío a ambos lados de la carretera donde a duras penas se aprecia a los corredores en un estrecho pasillo humano. Gentes, no solo de la misma ciudad, sino también de las zonas rurales de la provincia se acercaban allá donde hubiera una carrera para ver a los esforzados de la ruta, quedando así arraigada una afición por el ciclismo que con el paso del tiempo no ha decrecido un ápice. No importaba la distancia ni el tiempo, si llovía o nevaba, no había excusa para no acudir a jalear a las estrellas del momento, algunas de cuyas bicicletas habían sido fabricadas con orgullo y gusto con las manos de algunos de aquellos aficionados que se arremolinaban en las rampas de los puertos colindantes.

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— Orbea fue una de las primeras empresas en reorientar su actividad desde la producción de armas hacia la fabricación de bicicletas.

Gracias al éxito de los corredores mencionados y a la popularidad que vivía el ciclismo, casi todos querían tener una bicicleta y la marca Orbea se hizo muy familiar. La mayoría la utilizaba como medio de transporte para acudir al trabajo o desplazarse a los pueblos más cercanos, y entre ellos algunos intentaban matar el gusanillo de la competición participando en carreras locales o populares, imitando así a sus ídolos. Gracias al gusto, al diseño y la maestría en la fabricación de las bicicletas, Orbea estuvo en la cima, pero mantenerse nunca es fácil. Los problemas tocaron fondo en 1969. Esteban Orbea, el último miembro de la familia fundadora, se encontró al borde de la quiebra. Si no la evitaba 1.500 trabajadores corrían el peligro de quedarse sin trabajo. Insistir es un requisito imprescindible para lograr cualquier objetivo, pero cuando es imposible también es imprescindible saber desistir. La empresa como tal era inviable, y la única opción pasaba por crear una cooperativa. Convencidos de poder seguir fabricando un producto de calidad y atender los requisitos más exigentes de los consumidores, los trabajadores dieron un paso al frente, y se constituyeron como cooperativa dentro de la Corporación Mondragón.

Desde los hermanos fundadores de la empresa de armas Orbea, a aquellos que tras la ruptura familiar decidieron comenzar la andadura en la fabricación de bicicletas, o todos aquellos trabajadores que tras tocar fondo en 1969 constituyeron la cooperativa actual, a todos ellos les ha caracterizado la virtud de saber adaptarse con acierto y celeridad ante los retos que les han presentado tanto la historia como el mercado, y todos los desafíos han sido superados con éxito para llevar a la marca Orbea hasta la misma cima de los Juegos Olímpicos y más allá. Algo de lo que se deberían de sentir muy orgullosos la marca, Eibar y todo el pueblo vasco. XABIER USABIAGA PERIODISTA DE ETB

Tal como hicieron en sus inicios, al principio de los 70 se apostó por el escaparate de la competición y se creó un equipo con Miguel Mari Lasa a la cabeza. Al poco tiempo llegó el equipo amateur de la mano de Patxi Alkorta y Peli Egaña, convirtiéndose en una auténtica cantera de profesionales donde destacaron Peio Ruiz Cabestany y Jokin Mujika. Pero el salto cualitativo lo dieron de la mano de Pedro Delgado, con victoria incluida en la Vuelta a España, y Marino Lejarreta. Con una marca conocida y asentada a nivel nacional, a finales de los 90 Orbea inició una estrategia de internacionalización que trajo consigo empresas filiales en los principales países de Europa y también en los Estados Unidos y Australia. Orbea siempre se había caracterizado por su presencia en la competición y siendo la globalización una realidad, las exigencias se incrementaron. Orbea estuvo a la altura de las circunstancias, una vez más. Con una mezcla de ilusión, estilo, profesionalidad, determinación y estrategia, la vuelta al más alto nivel ya estaba diseñada. Confiaron su impulso en un proyecto modesto pero arraigado en lo más profundo de la afición vasca: la Fundación Euskadi. Junto con el crecimiento del equipo, la marca fue superando fronteras y ampliando su mercado a otras especialidades en auge como la bicicleta de montaña, donde llegó a ser una verdadera referencia mundial, gracias, sobre todo, al fichaje de Julien Absalon, auténtico dominador de la especialidad a finales de los años 2000. Orbea ya era una marca de referencia a nivel mundial compitiendo cara a cara con las grandes marcas estadounidenses o las siempre míticas italianas. Y todo ello gracias a la perseverancia de los cooperativistas, que supieron modernizar a tiempo la empresa y la producción pero sin renunciar nunca a los valores de sus inicios. Orbea sigue hoy teniendo presencia en las competiciones más elitistas y no son pocos los equipos que confían en sus materiales.

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El carácter emprendedor de Eibar fue un gen que en tiempos medievales corrió de casa en casa. La proliferación de negocios basados en las ferrerías y el transporte situó el valle del Deba en la vanguardia de la época. El trabajo del hierro para dar en un primer momento armas primitivas, pero pioneras, hizo crecer notablemente la economía del lugar. Primero se produjeron armas blancas como lanzas, picas, espadas y cuchillos, como germen de lo que con los años fueron los primeros arcabuces, cañones y fusiles. La producción eibarresa gozaba de prestigio y su recorrido fue amplio, llegando hasta ultramar. En compensación, a Eibar y sus alrededores llegaban materiales escasos en el lugar como aceite, vino y sal de Castilla y Andalucía, cueros americanos, y grasa de ballena y piezas de bacalao de Terranova. Se abría un largo episodio de relación con el exterior, con el trabajo de ultramar, de doma del hierro y de los elementos, de reinvención, de aprendizaje continuo...

LOS PRIMEROS ORBEA

LOS LINAJES PIONEROS EIBARRESES

De esta manera, ya en los albores del Renacimiento, Eibar se relacionó mucho con Sevilla, auténtico polo de partida de unas grandes expediciones comerciales que desde un buen principio siempre tuvieron eibarreses a bordo. Apellidos como Ibarra, Isasi e Iñarra, junto al de Orbea, se convirtieron en habituales tanto en las listas de pasaje como en los puestos clave de la gestión del comercio y el intercambio de materiales. El linaje de los Isasi fue muy importante en su momento. En tiempos de Felipe II, a Martín López de Isasi se le llamaba “Rey de Guipúzcoa”, por la tremenda influencia que ejercía en las transacciones de la época. Su poder se consolidó mediante una clara y concisa política de bodas que siempre garantizó la presencia de un Isasi en los puestos clave de la administración. De esta manera la familia levantó un fenomenal palacete, en su tiempo apartado del centro de Eibar, aunque hoy totalmente integrado en su trama urbana.

Los Iñarra, por su parte, fueron un mayorazgo fundado por Juan López de Iñarra, caballero de Santiago, allá por el siglo XVII. El Palacio Iñarra fue su sede principal, en la parte alta de la villa, mientras que la Casa de Ibarra tiene sus orígenes en 1452 con Martín López de Ibarra, en una época en la que su influencia era muy grande, pues poseían elementos estratégicos para el poder económico: una ferrería acompañada de un molino. En estas fechas se sabe de un Orbea, llamado Sancho, quien ejerció de fabricante de picas y lanzas en el Eibar de finales del siglo XV.

El Palacio Isasi, también llamado Markeskua, se sitúa en el antiguo camino real hacia Vizcaya y ofrece la típica fachada renacentista con un escudo sobre una puerta de medio punto. Parte de la realeza ha dormido en sus estancias, desde Isabel II hasta Alfonso XIII y Victoria Eugenia. ESCUDO DEL APELLIDO ORBEA

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UN APELLIDO ARMERO

MARTÍN DE ORBEA Y CONTEMPORÁNEOS

No sabemos si fue el primer Orbea notable, pero sí quien inauguró la relación del apellido con el negocio armero. En el siglo XVI, la armería del valle del Deba ya tenía cierto prestigio y ello no le resultó indiferente al rey Carlos V. De esa manera las tropas del monarca de origen flamenco demandaron a la región una producción de 1.500 arcabuces el año 1538, cuya fabricación supervisó el maestro Juan Orbea, uno de los mejores del momento, en colaboración con Juan Ermua. Nuevos encargos llegaron a Juan Orbea, como otros 5.000 arcabuces y 500 mosquetes unos años después.

La saga tuvo otro notable: Martín de Orbea, hermano de Domingo y Juan de Orbea, quien vino al mundo en 1591 en Eibar y moriría en Vélez, provincia de Málaga. Martín sirvió al rey de España en galeras, llegando a alférez en España y el Océano. Fue propuesto en 1619 para capitán de mar y guerra. Siguió su carrera militar en el cargo de general de la escuadra de Guipúzcoa y acabó como caballero de la Orden de Santiago. En 1631 fue designado almirante de los cinco galeones de Tierra Firme y de la flota de Nueva España. Viajó un par de veces a América, en concreto a Méjico. También por esas fechas vivió en Eibar un Pedro de Orbea, que fue asentista, es decir, responsable de la gestión de municiones.

La presencia de especialistas de tal calado ya evidenciaba la importancia que este sector alcanzaba en la zona desde bien temprano. Domingo Loyola, especializado en las cajas de los arcabuces, continuó la tradición de los dos Juanes mentados, conservando intacta la industria en el sitio. Con los años, la propia inercia de los linajes eibarreses permitió el mestizaje entre ellos y con gentes de otros lugares. Por ejemplo la casa solar de los Orbea tuvo una importancia capital a partir del siglo XVII. En 1565 su renta anual se situaba en los 2.500 ducados. En esos tiempos Ana de Orbea emparentó con el conde de Oñate, Pedro Ladrón de Guevara. Ana entronca con los primeros Orbea de cierto eco en las crónicas. Era la hija de Juan de Orbea, tesorero general del reino de Aragón, quien a su vez era hermano de Domingo Orbea, De Ibarra como segundo apellido, personaje capital en la España del siglo XVI, pues ejerció de tesorero de Carlos V de España y Flandes, siendo persona clave en la zona, pues en su mano estuvieron las negociaciones de temas tan importantes como las hidalguías para Guipúzcoa. La casa Orbea, también llamada torre de Unzaga, se situaba en la parte media de la villa, por debajo de la de Isasi, pero no en el centro de la misma. En la edad media el núcleo urbano de Eibar se ubicada un poco más hacia abajo, alrededor de la iglesia de San Andrés, y su contorno estuvo durante mucho tiempo amurallado. La torre de Unzaga fue una casa palacio muy importante, dotada de una majestuosa escalera en la entrada, perfectamente cubierta por techos artesonados. Con la ampliación de la plaza de Alfonso XIII, en 1900, la casa de Orbea se demolió. Cabe señalar que la denominación de Alfonso XIII se le dio a la actual plaza Untzaga hasta 1931, que luego pasó a llamarse de la República y posteriormente, durante el franquismo, del 18 de Julio. En dicha plaza, el hogar de los Orbea compartió en sus últimos tiempos espacio con una gradería de piedra al fondo, un caserío en el que se instaló la fábrica de limas de don Bonifacio Villabella y un edificio con largo balcón en el que se hallaba el probadero de cañones de escopeta. Así describió el lugar el Padre Galdós en 1894. La majestuosidad del palacio-torre hablaba de la importancia del apellido. Tenía una fachada de 105 pies de largo por 48 de alto, mientras que el fondo se iba hasta los 116 pies. En su horizontalidad se distinguían hasta tres niveles, con un cuerpo central coronado en frontón triangular y marcado por dobles columnas sobre podio incrustadas en el muro que delimitaban el acceso principal, y una hermosa puerta adintelada con los bordes laboriosamente decorados de motivos armeros, seña del negocio familiar, entre cuyos relieves se distinguían arcabuces. Las ventanas de ambos lados se coronaban también con frontones triangulares.

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En el siglo XVII también vivieron dos Francisco Orbea, uno fue capellán mayor de la Real Capilla de Granada y el otro militar, quien llegó a capitán y sargento mayor. Este se inmiscuyó activamente en la vida municipal de Eibar y fue el representante de la villa en las reuniones que tuvieron por objetivo frenar las invasiones francesas desde el norte. Por su parte Juan Bautista de Orbea fue oficial de los papeles de guerra de Su Majestad y acabó siendo alcalde de Eibar a partir de 1633, tras jurar el cargo en la iglesia de San Andrés. También perteneció a la Orden de Alcántara. Aunque no esté probado el parentesco entre todos los mentados, sí que tuvieron en común llevar el apellido Orbea.

— Martín sirvió al rey de España en galeras, llegando a alférez en España y el Océano.

NACIMIENTO DE ORBEA HERMANOS

LA SEMILLA SE PUSO EN 1840

En los dos siguientes siglos se produjeron hechos relevantes para la pujante industria de armas del lugar. La invasión francesa compartó que la corona decidiera desmontar el entramado que tenía como epicentro Placencia de las Armas, con la Real Fábrica al frente, con no pocos fabricantes de llaves entre sus trabajadores. La corona era un cliente seguro pero pagaba tarde y sus peticiones eran muy cerradas, no permitían la innovación. De ese centro de producción se nutría la región, incluida Eibar, donde entre otros arcabuceros trabajaron dos “Juanes” apellidados Orbea. Eibar veía, ya en 1800, cómo una producción pequeña y gremial7 empezaba a crecer, pues los centros fabriles de la corona ya habían sido desplazados más al oeste por el hostigamiento galo. Los armeros acogieron nuevas tendencias que hablaban de armas más sofisticadas, como la que incorporaba llave de pistón, hecho que facilitaba el avance del arma pequeña. A inicios del siglo XIX, la producción se había fragmentado mucho. Todos aquellos que antes servían al centro de Placencia entraban a vender directamente al mercado y alrededor crecía una industria auxiliar notable por la cantidad de actores, todos muy pequeños, que entraban en escena. A pesar del tamaño de los armeros, sus precios resultaban competitivos en los mercados que abordaban. Al mismo tiempo, se instalaba una incipiente burguesía con tiempo libre para el ocio. La caza suponía uno de los elementos distintivos de esta nueva clase social. Al margen de la exportación de la producción, surgía por tanto un mercado interior fuerte y cada vez más consolidado. El aumento de la demanda facilitó además el abaratamiento de los costes y, por ende, la competitividad de la producción. En ese entorno de emprendimiento vivió Manuel María Orbea, que nació en Eibar el año 1797. Manuel María tuvo tres hijos varones y una hija. El primogénito fue Juan Manuel Orbea, nacido en 1826. Su hermano Mateo era dos años más joven, y el tercero fue Casimiro, nato el año 1831. La hija fue Petra Orbea, la más joven, pues vino al mundo en 1837, y se casó con el también armero José Cruz Etxebarria. Se dio la circunstancia de que, a pesar de que el palacete de Unzaga estaba en pie, cada hermano tenía su propia residencia. De esta manera Juan Manuel vivía en la calle Arragüeta número 2, Mateo en la calle Mari Ángela número 28 y Petra en la calle Unzaga número 2.

HERMANOS ORBEA FUNDADORES DE LA EMPRESA DE ARMAS ORBEA

7. Despiece Nº7, Empresas nacidas alrededor de 1840. P. 244

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Esta nueva generación creció en una ciudad-fábrica. Un laberinto encerrado entre laderas verdes y frondosas que se singularizaba por sus casas, todas con sus talleres, pequeñitos, en sus bajos. Un enjambre de ruidos, martilleos, olores, piezas y tornillos. Una atmósfera de innovación y constante emprendimiento. El gen eibarrés que tantas veces ha salido adelante, en medio de no pocas dificultades. Así, con medios modestos y confundidos entre muchos pequeños talleres, empezaron los hermanos a trabajar a partir de 1840, quemando unos primeros años discretos, como un taller cualquiera, en una cultura de empresa pequeña, innovadora y ambiciosa, según afirmó el industrial Julio Lazurtegui. Curiosamente, por esas fechas hubo otros Orbea armeros y eibarreses. Ignacio de Orbea, por ejemplo, quien tuvo marca propia de 1821 a 1856, y José María de Orbea, quien trabajó hasta 1817 en la industria armera. El camino abierto en 1840 creció poco a poco, con los tres vástagos varones al frente, sacando pequeñas piezas, encargos locales. Pero el negocio se expandió, se hizo próspero, porque en el fondo ellos estaban inventado la forma de vivir que daría de comer al lugar durante muchos años. Por eso a partir de 1860 el rótulo Orbea Hermanos ya no solo se leía en la entrada del taller. Ya se podía apreciar en algunos membretes y publicidades, por ser el momento en que la empresa entró con uno de sus productos estrella, el revólver para cartucho de espiga, por mucho que hubiera otros modelos de revólver datados de dos años antes.

— El gen eibarrés que tantas veces ha salido adelante, en medio de no pocas dificultades. Así, con medios modestos y confundidos entre muchos pequeños talleres, empezaron los hermanos a trabajar a partir de 1840.

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LA FÁBRICA MÁS IMPORTANTE DE EIBAR

EL BATALLÓN DE VOLUNTARIOS POR LA LIBERTAD

La primera época de lo que a partir de 1860 se llamó Orbea Hermanos transcurrió con una producción modesta y muy localizada. Fruto de la misma fue su primer modelo reconocido, el revólver de pistón Adams 1851, cuya producción fue pequeña, no hallándose más que un modelo de aquella remesa. El trabajo de los primeros años de la compañía está poco documentado y se sitúa en una época de muchos y pequeños talleres trabajando en Eibar. Sin embargo el primer modelo de revólver para cartuchos de espiga marcó un antes y un después en 1860. La empresa regida por los tres hermanos empezó a crecer en producto y también en publicidad y notoriedad. En 1858 ya habían sacado un primer modelo, pero como decimos el revólver para cartucho de espiga marcó el punto de inflexión. La empresa eibarresa pasaba a ser la más importante del municipio, con la única licencia de fábrica en vigor, junto a la de Ignacio Ibarzábal.

La Tercera Guerra Carlista golpeó fuerte en Eibar y en todo el País Vasco. El pretendiente, Carlos VII en la nomenclatura de los carlistas, quiso apurar sus opciones de tomar el trono. Tras una primera intentona en 1872, los carlistas volvieron a la carga con relativo éxito al año siguiente. Desde Navarra tomaron todo Euskadi, a excepción de las capitales, ubicando su centro de mando en Estella. Durante algo más de dos años se estableció una suerte de estado que se vino abajo cuando las fuerzas de Alfonso XII, una vez resuelto el frente catalán, entraron a por los sublevados, obligando a Carlos a cruzar de nuevo la frontera francesa.

Orbea Hermanos se preciaba de emplear a 50 trabajadores fijos más los ocasionales. La fábrica se dedicó a adquirir patentes, también llamadas privilegios, francesas, e incluso belgas, para aplicarlas en suelo hispano. Juan Manuel era el primer ejecutivo de una compañía que tenía clientes tan potentes como la Armada, que en 1864 realizó un pedido de 4.000 unidades de revólveres de diseño británico, que se sumaron a los 1.500 que se solicitaron desde la fábrica de Durango. Ese año la fábrica eibarresa incorporaba el novedoso pulimentado mecánico, trayendo a la villa a los hermanos Chastang, auténticos impulsores de este sistema, que dotaba a las armas de un mejor acabado. A los dos años Orbea incorporaba los niquelados por galvanoplastia, técnicas, aquella y esta, no conocidas a este lado de los Pirineos. El aprecio por la innovación de los Orbea se plasmó de forma definitiva en los trabajos de personalización que se emprendieron a través del damasquinado, las filigranas inventadas por Eusebio Zuloaga y continuadas por Plácido. Fue tal la importancia de esta técnica aplicada a las armas que el regalo de cortesía del ayuntamiento de Eibar a sus visitas ilustres siempre era un revólver lujosamente decorado. En 1867 Orbea emprendió la tarea de renovar el lote de fusiles y carabinas del Ejército. Aquella faena se hizo a medias con la fábrica de Oviedo, hecho que molestó mucho a los armeros eibarreses.

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En pleno asedio carlista, en 1873, la fábrica de Orbea se alineó con las ideas liberales. A finales de ese año salieron de la factoría 150 carabinas que equiparon al Batallón de Voluntarios por la Libertad por un precio de 4.500 reales. El frente eibarrés fue la réplica de aquel batallón femenino que unos cuarenta años antes había suscitado la admiración de Espartero. Conducían la suerte de ese batallón de voluntarios un grupo de armeros formado por Juan José Larrañaga, Crispín Gárate y José Cruz Etxebarria, el marido de Petra Orbea. El cuñado de este último, Juan Manuel, persona al mando de Orbea Hermanos, era por esas fechas alcalde interino de Eibar, hasta que los invasores le invitaron a salir de la villa por no comulgar con su forma de pensar. Desterrado a San Sebastián, desde allí Juan Manuel se mantuvo a la expectativa de las noticias procedentes de Eibar. En el periodo de dominio carlista fue posible que parte de los impuestos que el nuevo orden instauró se satisficieran con armas. A pesar de las lagunas que existen sobre su actividad, se sabe que la compañía más importante de Eibar logró algún privilegio más para replicar modelos internacionales en suelo ibérico. En 1876, con la retirada de los carlistas, Juan Manuel pudo volver desde la capital guipuzcoana.

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LA SEGUNDA GENERACIÓN

EL OBLIGADO CAMBIO GENERACIONAL

La patente de Smith & Wesson comportó otro salto en la producción de la empresa. A pesar de una enfermedad de Juan Manuel, que retrasó el arranque de su fabricación, la producción fue enseguida hacia arriba. La oficialidad del Ejército era su principal cliente y se inició una ingente exportación a Méjico a través de la firma Quintana Hermanos, donde tuvo presencia José Cruz Etxebarria, por aquel entonces ya padre de Bonifacio Etxebarria, personaje muy conocido en los círculos armeros de Eibar. En la década de los ochenta, la principal fábrica armera es Anitua y Charola, empresa con la que Orbea mantuvo bastantes litigios en relación a patentes y privilegios. El trabajo de los gestores de la fábrica consiguió a su vez otras patentes que la competencia más directa siempre intentaba conjurar con nuevas. Si Orbea logró el plácet de los militares, como proveedor más eficiente, Anitua se hizo con los beneplácitos reales. La producción de Orbea en 1884 se fue a más de 2.500 unidades en los ocho primeros meses, con mayoría muy amplia de revólveres. En 1888 Orbea presentó su catálogo en la feria de Barcelona. Abarcaba desde piezas simples a revólveres con acabado de lujo e incluso incrustaciones de oro. Se dio la curiosidad de que ese mismo año la villa de Eibar tenía 83 personas en su censo con el apellido Orbea, como síntoma de lo extendido que estaba en la zona. El siguiente año trascendental fue 1890. Ese año muere Juan Manuel, la persona que presidía una empresa que fue pionera en la generación de energía al servirse de su salto de agua, hecho insólito en Eibar que tardaría en verse en otras empresas. La muerte del presidente de la compañía hizo que el peso de la misma recayera en su hermano Mateo, quien también fuera alcalde de Eibar, y que según palabras de Julián Etxebarria fue “el alma de la casa”, aunque siempre a la sombra de Juan Manuel. A Mateo se le atribuye la introducción

del brochado, también llamado pulimiento mecánico, una revolución en los métodos fabriles de Eibar. La fábrica de Urkizu empleaba entonces a 105 operarios. Orbea era la primera factoría de Eibar en tamaño a causa de la integración, es decir, la fabricación de todas las piezas que componían el arma bajo un mismo techo. El relevo en la dirección de Orbea comportó el cambio de razón social, pasándose a llamar Orbea Hermanos y Cía. Eso fue en 1898. A pesar del cambio de persona al frente, la orientación sigue siendo la fabricación de revólveres. Paulatinamente la generación inmediata a los fundadores empezaba a tomar responsabilidades. Así, antes incluso del fallecimiento de Juan Manuel, su hijo Jacinto logró un par de patentes y unos años después el vástago de Casimiro, Juan, fue el titular de un privilegio que permitía la fabricación de tercerolas, rifles, carabinas y fusiles. En 1895 Quintana Hermanos, principal cliente mejicano de Orbea, también cotizó como fábrica en la matrícula industrial de Eibar, lo mismo que hizo Gárate, Anitua y Cía. Las tres firmas estaban al frente, pero Orbea tenía mayor calado, y síntoma de ello fue el establecimiento de un taller de cartuchería en 1897, año en que se organizó la sociedad en comandita que implicó que los tres primogénitos entraran a dirigir la empresa.

LOS NUEVOS DUEÑOS

Casimiro Orbea había muerto en 1869. Tres décadas después lo hizo Juan Manuel, y Mateo, el último de la primera generación, fallecería el 15 de noviembre de 1900. Petra, la tía de los nuevos directivos, viviría hasta 1910. De esta manera Jacinto, Valentín y Juan, hijos respectivamente de Juan Manuel, Mateo y Casimiro, accedían a la primera línea de la gestión de la empresa y lo hacían desde una modesta fábrica en Urkizu, creciendo paulatinamente, con el remanente fijo de empleados, siempre en torno a los 50, y con la cartuchería como pujante línea de negocio: se alcanzó la producción de unos 25.000 cartuchos diarios hasta que la Unión Española de Explosivos obligó al cierre de estas instalaciones. Antes el negocio de cartuchos tuvo un hito geográfico, la fábrica instalada en Buenos Aires desde 1907. Los hijos de Juan Manuel fueron ocho y respondieron a los nombres de Miguel, Jacinto, Wenceslao, Valentina, Celestina, Mario, Jacinta y Sinforosa. De estos el primero en incorporarse a la dirección de la empresa fue Jacinto, nacido en 1856 y antiguo teniente de alcalde de Eibar, desde donde desarrolló labores para la Diputación General y en la introducción del ferrocarril en la zona. Poco después sus hermanos Mario y Wenceslao Orbea pasaron a formar parte del primer escalón en la dirección de la fábrica. Wenceslao fue una persona muy importante que excedió con mucho su cometido en la compañía. Abogado de profesión, fue oficial letrado de la Caja de la Diputación. Se le consideró impulsor de la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, a finales del siglo XIX. Casi un siglo después de la unión de esta entidad con la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal, una entidad que muchos años después se llamaría Kutxabank. Wenceslao fue también un filántropo y padre de cuatro hijos. Su trayectoria le llevó a las Cortes Generales con el partido maurista y su visión empresarial fue clave en la creación de una cámara de comercio para la provincia. Con todo, el contexto no era sencillo. Los tratados sobre armería no beneficiaban a los productores, no al menos de puertas adentro. “España para los españoles”, chilló un Orbea al conocer un marco legal que invitaba a los productores a mirar más allá en sus misiones comerciales. Europa y América suponían cada vez un peso más importante en sus cuentas. La internacionalización se imponía como necesaria.

REVÓLVER DECORADO CON DAMASQUINADO

REVÓLVER PATENTE SMITH & WESSON

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LA EXPANSIÓN DEL CAMBIO DE SIGLO

En 1906 Eibar era una ciudad plenamente fabril. Entre sus 7.000 habitantes se contaban unos 4.000 obreros, entre hombres y mujeres, siempre muy presentes en el círculo laboral de una villa que crecía a lo largo. Desde el pequeño altozano donde se ubicaba la iglesia de San Andrés se añadían casas y talleres hacia ambos lados, desenfocando el centro histórico de la localidad, que veía nacer una imponente plaza, la de Unzaga, cerrada en uno de sus extremos por una mole rectangular, el nuevo ayuntamiento, que hacía parecer pequeña la antigua casa comunal, siempre enfrente de la iglesia más importante del pueblo. La ampliación de ese espacio, que tuvo diferentes nombres, dejó en históricas fotografías descoloridas las imágenes del torreón de Unzaga, el que había sido el hogar de los Orbea durante muchos años. Una casa de factura casi medieval desde cuyos balcones veían fluir la vida eibarresa, e incluso corridas de toros.

unos 25.000 diarios, la cual estaba sometida a la vigilancia de la Unión Española de Explosivos. Otro paso adelante aconteció en 1908 cuando Orbea se estableció físicamente en Marruecos, mediante una oficina en el centro de Tánger, cumpliendo las llamadas “prescripciones de Algeciras”.

En Eibar se impartía enseñanza primaria y se potenciaba la educación para los trabajos típicos en la villa. De esta manera se contaba con dos escuelas de dibujo, de donde salían nuevos oficiales. Orbea seguía adelante como la fábrica más importante de Eibar. Si en los albores del nuevo siglo sus talleres tenían unos 60 trabajadores, la cifra creció hasta los 406 en pocos años, situándose muy por encima de Gárate, Anitua y Cía., con 240, y Trocaola, Aranzabal y Cía., con menos de cien. Además Orbea contaba con tres centrales hidroeléctricas propias, dos en Elgoibar y una en Placencia. De Orbea salían unas 400 armas diarias con destino a países como Francia, Alemania y Bélgica, en el radio corto, y Uruguay, Chile, México y Cuba, en ultramar. Se exportaba el 90% de la producción: seguían por tanto muy vigentes los tratados de finales del siglo anterior. Además Orbea se atrevió también con pequeños objetos de nácar, tales como gemelos para chaquetas, pomos de sombrillas, objetos de escritorio y botones, gracias al trabajo de orfebrería que algunos de sus culateros realizaban en los revólveres. La pieza pequeña completaba el puzle de actividades de la empresa. Al mismo tiempo que abrió sede en Buenos Aires8, ese mismo año Orbea y Compañía se planteó una ampliación de sus instalaciones en la confluencia del Paseo de Arrate con la calle de Urkizu, en la parte baja de Eibar. Los dueños formularon una petición al ayuntamiento para ampliar las dependencias y para ello se contó con el arquitecto municipal, Juan José Gurruchaga, quien materializó sus conocimientos en arquitectura industrial con el fin de prolongar las instalaciones de Orbea mediante estructuras de madera, cubiertas a doble vertiente y con ventanales corridos en el piso superior. La luz era clave en la buena marcha de la fábrica. Al año siguiente, Orbea superaba la producción de 100.000 revólveres tipo Smith e innovaba en materia de escopetas. Su plantilla llegaba a unos 500 trabajadores, que también atendían la fábrica anexa de cartuchos, a razón de

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PLAZA DE TOROS FRENTE AL TORREÓN DE UNZAGA (1898)

TORREÓN DE UNZAGA (1898)

página siguiente TRABAJADORES DE ORBEA Y CÍA. (1913)

8. Despiece Nº8, La cartuchería de Buenos Aires. P. 244

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LAS AMPLIACIONES DE LA FÁBRICA

Cuatro años después de las actuaciones del arquitecto Gurruchaga, los dueños de Orbea plantearon nuevas ampliaciones. Para estas reclamaron el concurso de Fernando Zumárraga, quien respetó los principios de su antecesor pero añadió un edificio nuevo que prolongó la fábrica hacia la ladera de la montaña, es decir hacia Matsaria, incorporando nuevas dependencias orientadas hacia la vía de tren, cuya línea entre Donostia y Bilbao ya por aquel entonces cruzaba la villa. En 1911 aconteció un hecho simbólico que los medios de la época quisieron resaltar. España en esos momentos, y en especial Eibar, era escenario de las incipientes luchas entre obreros y patronos. Huelgas salvajes comenzaban a surgir por doquier, significándose una muy sangrienta en Zaragoza. Ajenos al ruido de sables, los trabajadores de Orbea convocaron a sus patronos a un acto que se celebró en los aledaños de la fábrica. El mismo Timoteo Etxebarria, el trabajador más veterano en la empresa, en representación de los casi 600 miembros que componían la plantilla, les daba una placa a los dueños de Orbea obra de Hilario Unceta, un grabador eibarrés especializado en la incrustación del oro en el acero, con la siguiente leyenda: “A la memoria de los fundadores de la casa Orbea y en obsequio a sus dignos hijos y sucesores, ofrecen los obreros de dicha casa esta débil prueba de su profunda gratitud. Año 1911”. Dicha placa reflejaba el busto de los tres creadores de la compañía, casi 70 años antes, y fue entregada a sus hijos y responsables en esos momentos de Orbea, es decir, Jacinto, Mario, Juan y Wenceslao, quien pronunció un breve discurso desde el balcón. El hecho fue muy divulgado por la prensa de perfil conservador, como ácida crítica hacia el socialismo que a su juicio tenía las relaciones entre patronos y obreros. No obstante, las crisis entre el proletariado y la patronal no fueron sencillas de controlar, tampoco en Orbea, donde se produjo un paro y cierre el año 1914.

veinticinco de altura. Toda la estructura respondía a la necesidad de albergar una fundición. Al margen del hierro, se potencian el ladrillo y, cómo no, los grandes ventanales, casi al punto de la total desaparición del muro. Ese mismo año Wenceslao Orbea, que moriría en marzo de 1919, formó parte de las Cortes como diputado por la circunscripción de Bergara, dando su apoyo al Partido Maurista. El presidente Maura visitó la fábrica en alguna ocasión. Orbea sacó en 1916 una producción de 725.183 unidades, incluyendo revólveres, escopetas y pistolas. Era el frenesí de la Gran Guerra. En 1917 una visita del gobernador de Guipúzcoa, Agustín Laserna, puso de relieve en la prensa algunas cifras económicas de la empresa. Orbea y Compañía estaba participada por 19 socios, tenía un capital de cuatro millones de pesetas, daba trabajo a 500 personas y sacaba una producción diaria de 400 unidades.

— Pero el trabajo apremiaba. En plena Primera Guerra Mundial, la producción siguió progresando y las necesidades de espacio y nuevos edificios volvieron a aparecer en 1916. Entonces el encargo fue más grande y marcó un antes y un después en la disposición y el tamaño de la fábrica.

Pero el trabajo apremiaba. En plena Primera Guerra Mundial, la producción siguió progresando y las necesidades de espacio y nuevos edificios volvieron a aparecer en 1916. Entonces el encargo fue más grande y marcó un antes y un después en la disposición y el tamaño de la fábrica. Se le planteó al arquitecto Augusto Aguirre, quien trazó un pabellón industrial para equiparlo con maquinaria de última generación. Eibar estaba ante una instalación jamás vista, algo que marcaba auténticamente la diferencia por lo que implicaba. Arquitectos y estudiosos posteriores vieron en la obra de Aguirre el perfecto cumplimiento de todos los preceptos de la arquitectura industrial. A diferencia de lo que se estilaba en Eibar, esta construcción no se haría en altura y sí ocupando mucho solar. Todo, además, estructurado sobre un esqueleto metálico y con la introducción de elementos ornamentales inéditos, pues aquí siempre se había primado la practicidad y no el abalorio. El resultado fue un espacio interior diáfano de doce metros de anchura por

PLANO GENERAL DE ORBEA, 1915

PLANO GENERAL DE LA INDUSTRIAL ORBEA, 1917

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EL DESPLOME DE LA DEMANDA ARMERA

LA ESCISIÓN DE HIJOS DE ORBEA

La finalización de la Primera Guerra Mundial trajo consigo una reducción muy grande de los pedidos. Orbea, como otras empresas eibarresas, había apostado muy fuerte por este negocio. Al margen de la infraestructura creada, se habían confiado generaciones enteras al aprendizaje del oficio con la recién creada Escuela de Armería. A todo ello se le sumaba una competencia feroz que implicó caída de precios y, con ellos, de márgenes. Desde principios de siglo, no pocas voces advertían de los problemas a los que se enfrentaba el sector armero. Sin embargo muchas de esas opiniones, del frente socialista principalmente, fueron silenciadas fruto de la bonanza en las ventas: cuando estas cayeron los peligros volvieron al primer plano.

Como antes dijimos Orbea tenía, entrados los veinte, presencia en Vitoria. Abandonada la plaza bonaerense, la producción de cartuchos se centró en la capital alavesa a partir de 1917, una vez finalizada la concesión de la Compañía Española de Explosivos. Dos años después, a partir de agosto, la producción alcanzó su máximo rendimiento. En esos momentos ya estaba en Vitoria Pedro Orbea, fundador e impulsor de la cartuchería de Vitoria.

La situación se acabó de complicar por otro motivo. Al margen del problema de la fluctuación de la demanda, aparecieron otros inconvenientes como las políticas restrictivas en la fabricación de armas. Los graves episodios de pistolerismo de principios de los veinte habían obligado a controlar mucho lo que se producía, dejando solo cierto margen en las escopetas de recreo, un sector minoritario respecto al total de la producción.

Pedro, industrial natural de Eibar, fue la cabeza visible de una escisión por causas familiares que tendría lugar en 1926. En Eibar se quedó Orbea Hermanos, con un modelo productivo en plena revisión, y en Vitoria se instauró Hijos de Orbea, centrada en la producción de cartuchos de caza y a pleno rendimiento desde 1936 a 1973. Pedro Orbea, radicado en la ciudad desde 1918, donde murió en 1965, fue una persona importante en Vitoria. Fue concejal del consistorio vitoriano en 1949 y posteriormente alcalde hasta 1951. Presidió además la directiva del Club Deportivo Alavés, el equipo de fútbol de la ciudad, que también dirigió su hijo José Antonio. Pedro Orbea tiene una calle dedicada en Vitoria.

En el seno de Orbea se abrió un debate, acuciado además por la pérdida de la emblemática figura de Wenceslao. Se tomó la decisión de abrir el abanico productivo a la máquina-herramienta, sacando tornos y fresadoras. En 1921 la quiebra de la empresa de Rentería Construcciones Mecánicas Ramón Illlarramendi le facilitó la compra de todos sus bienes de producción y entrar por ende en la fabricación de prensas. Estas actividades se mantuvieron con diferente suerte hasta 1950.

La escisión de una parte de la empresa se produjo, según lo comentado, en un momento crítico para la misma. Desde 1840 las armas habían centrado la actividad de la familia Orbea. Tuvieron otros productos en la mano, incluso vendieron parte de la energía eléctrica de sus saltos de agua, pero las armas supusieron el core de su negocio. Sin embargo, en la década de los veinte el producto armero se vio muy condicionado, quedando relegado a un papel casi residual y elitista.

Anuncios en la prensa de 1921 mostraban tres grandes focos en la actividad de Orbea y Compañía. De un lado las oficinas centrales en San Sebastián. La producción de cartuchos de caza se desarrollaba en Buenos Aires y Vitoria, donde también se realizaban pistones de recambio y cebos para escopetas de chimenea. Por su parte en Tánger se situaban las ferreterías y materiales de construcción. En la Feria de Muestras de San Sebastián, el stand de Orbea exhibía, delante de Alfonso XIII, algunos de los ingenios mecánicos que siempre la hicieron ser pionera.

Durante unos años la sociedad eibarresa debatió sobre nuevos modelos en medio de un enjambre de pequeñas y desiguales empresas entre las que emergían dos, Orbea y Cía. y Gárate y Anitua, la GAC. Pesaba mucho la tradición eibarresa de taller de pequeño tamaño. Talleres instalados muchas veces en los aledaños de la vivienda familiar, dirigidos por el talento individual, con capacidad de cambio y toma de decisión veloz. Estos talleres practicaban la faena que se llamaba “a destajo”, sacaban piezas y piezas que revendían a empresas de gran tamaño, es decir a Orbea o GAC, con cientos de trabajadores.

Si en 1911 los Orbea fueron agasajados por sus obreros, no siempre hubo complicidad desde los trabajadores respecto a la posición conservadora que adoptaba la familia. En 1920 una huelga de trabajadores de Orbea creó la cooperativa Alfa. A raíz de este hecho el diario progresista La Voz de Guipúzcoa dedicó varios editoriales a la familia, que por aquel entonces solía tener presencia entre las instituciones municipales. Una vez escribieron esto: “Son muy duchos, los señores Orbea, en eso de nadar y guardar la ropa, pero esta vez han quedado al descubierto y mal parados”. Paradójicamente, en 1929 Jacinto Orbea fue galardonado con la medalla al mérito del trabajo por petición y suscripción de los propios trabajadores eibarreses. Jacinto Orbea recibió dicha distinción desde su anterior puesto en la presidencia del Comité Provincial de la Unión Patriótica.

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IMAGEN GENERAL DE ORBEA

ANUNCIO DE PRENSA (1921)

JACINTO ORBEA GALARDONADO CON LA MEDALLA AL MÉRITO DEL TRABAJO (1929)

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ORBEA ENTRA EN LA BICICLETA

MARIANO CAÑARDO, EL MEJOR EMBAJADOR INTEGRANTES DE UNO DE LOS PRIMEROS EQUIPOS DE ORBEA

En medio del debate sobre qué producir, surgieron mil dudas. Alfa, ya en marcha, seguía haciendo armas, antes de centrarse en las máquinas de coser. Por su parte, Orbea introdujo la máquina-herramienta y productos de nácar, algo que llevaba años abordando pero nunca con tanta decisión como entonces. En 1925 se fabricó en las instalaciones de Urkizu el primer carrito para niños, aprovechando la pericia en el manejo y ensamblaje de tubos. La primera bicicleta eibarresa la fabricó, no obstante, GAC. La empresa de Eulogio Gárate dio con el producto que fue la clave del cambio. Sus modelos tenían producción limitada y los pasos se dieron con mucha precaución. Nicolás Arregi también contribuyó con la creación de diversos grupos y piezas. Las otras dos empresas de referencia, Beistegui y Orbea, se quedaron expectantes hasta que en 1929 Orbea y Cía. se decidió a hacer las primeras bicicletas. El paso fue paulatino y la publicidad de la época así lo atestigua, con espacios en prensa donde convivían pistolas, carritos de coche y las primeras bicicletas, al tiempo que se anunciaba la máquina-herramienta, un producto que sacaban adelante gracias a sus instalaciones de la parte baja de Eibar, donde ya tenían a pleno rendimiento una fundición que databa de 1915. Orbea llegó a sacar hasta 800 modelos diferentes de maquinaria en este periodo, tales como fresadoras, tornos, taladros, roscadoras y prensas. En 1931 la producción siguió su camino ascendente, pues en España el mercado de la bicicleta era prácticamente virgen. Orbea y Cía. ya no entraba solo en la fabricación y montaje de bicicletas. Alrededor de ellas empezó a sacar complementos. Para entonces Esteban Orbea capitaneaba la nave eibarresa. Esteban era sobrino de Jacinto e hijo del primo de este, Valentín, quien en la gestión anterior tuvo un papel menos mediático de puertas afuera. La tercera generación ya estaba al mando del negocio. La entrada de Orbea en el negocio de las bicicletas se hizo de forma simultánea a la competición, por considerarse el modo ideal de promocionar el nuevo producto. El primer catálogo de Orbea se podía considerar de lujo, con bicicletas de gama alta y explicaciones muy técnicas. Esa vocación de apuntar alto desde el principio se plasmó en la contratación de las estrellas españolas del momento, cuyas victorias dieron cuenta de las bondades de la máquina. Montaron Orbea los hermanos Montero, Ricardo y Luciano; Federico Ezquerra, Salvador Cardona y Francisco Cepeda. Todos fueron corredores importantísimos, con resultados no solo en España, también al norte de los Pirineos, algo que en la época resultaba rarísimo. Sin embargo, el gran embajador de Orbea en su primer ciclo dentro del sector de la bicicleta fue Mariano Cañardo, auténtico ídolo en la España republicana, con muchas victorias, destacando las siete Voltas a Catalunya, la carrera más longeva del momento. Cañardo fue todo en Orbea, negociando incluso pactos privados con la marca en función de sus resultados. El gran momento del navarro con la marca llegó en la Vuelta a España de 1935, la primera de la historia. Entonces solo dos bicicletas entraron en competición, las BH, con los ciclistas belgas, y las Orbea, con las estrellas españolas, y entre ellas el mentado Cañardo, el ciclista que en época de graves tensiones sociales logró consensuar el cariño del público, al tiempo que fue un excelente y perpetuo embajador de la marca. En el carro de la popularidad de Cañardo siempre iba Orbea.

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LOS ESTRAGOS DE LA GUERRA CIVIL

EL BOOM DE LA BICICLETA

La segunda Vuelta a España de la historia se celebró poco antes de que estallara la Guerra Civil. La contienda doméstica se desarrolló en diversos teatros, siendo el vasco uno de los primeros en entrar en liza. De esta manera en septiembre de 1936 se produjeron los primeros combates, que situaron la acción en los alrededores de Eibar y Elgueta.

En 1939, según informó el diario ABC, la empresa Orbea fletó cuatro camiones con víveres para la Barcelona recién conquistada por las tropas nacionales. Llevaban pescado en conserva, dulce de membrillo, harina lactada, chocolate, jabón y galletas. La factura de la caridad de los Orbea ascendió en ese envío a 25.000 pesetas.

Los frentes se quedaron estancados unas semanas, hasta el inicio de la primavera, cuando se inició el ocaso republicano, precisamente en el lugar donde la República se había proclamado antes que en ningún otro sitio, incluso antes que en Madrid. En las semanas de impasse, lo que quedaba del gobierno republicano en Eibar estableció ciertas normas que afectaron la marcha normal de la villa. Desde el llamado Comité de Defensa se estableció una especie de inventario que, bajo el nombre de Industrias Movilizadas, buscó sacar todo el partido al potencial de la industria eibarresa a favor de causa republicana. De esta manera, se invitó a Orbea a participar en esa especie de “bote común” que se gestionaba desde Bilbao, lejos de la primera línea del frente.

El carácter conservador de los propietarios de la fábrica quedó demostrado con el acceso a la alcaldía de Eibar de José González Orbea, otra de las puntas de lanza en la gestión de la fábrica. En el año 40, González Orbea presidió los actos de reconstrucción de la villa tras los estragos “causados por los rojos” durante la Guerra Civil.

De Orbea se sacaron máquinas pesadísimas como prensas excéntricas de 80 toneladas, hornos eléctricos, tornos de revólver, tornos automáticos para tornillos, motores eléctricos, máquinas automáticas para roscar, e incluso dos mesas de dibujo presupuestadas en 540 pesetas. El total del material incautado a Orbea ascendió a casi 164.000 pesetas. Además, la familia Orbea, con Esteban al frente, fue invitada a permanecer en casa los días de asedio, dado su perfil conservador. A pesar de que la bicicleta era parte fundamental de su producción, los Orbea fueron conminados a volver a fabricar armas en ese periodo. El desarrollo de la guerra en lugares tan lejanos como Guadalajara dictaría la sentencia sobre la suerte de los republicanos eibarreses. Las dolorosas derrotas de los ejércitos italianos en la zona aceleraron el asedio sobre el valle del Ego. En abril de 1937 Eibar cayó en manos de los sublevados, que en su entrada encontraron una ciudad destrozada y pocos habitantes. Los vencedores acusaron a los republicanos de haber aplicado una política de tierra quemada, es decir, el destrozo de las mejores infraestructuras de la villa para que sus nuevos gestores se la encontraran lo más arruinada posible. Se comentó incluso que los últimos defensores de Eibar, en un intento desesperado por mantener la villa bajo su control, no dudaron en situar escudos humanos en la zona de Urkizu, en concreto en las azoteas de Beistegui, la fábrica que estaba puerta con puerta con Orbea.

Al año siguiente, Esteban Orbea incorporó la patente del Electrociclo, una moto eléctrica, y de dos triciclos que se declararon de interés nacional. Orbea los pasó a fabricar y prosiguió con el modelo unos años, a pesar de los problemas que daban. Pudieron solucionarlos dotando al vehículo de un motor de mosquito.

— A pesar de que la bicicleta era parte fundamental de su producción, los Orbea fueron conminados a volver a fabricar armas en ese periodo.

Aunque la situación de la bicicleta española era de franca desventaja respecto a sus vecinos del norte, lo cierto es que la parálisis que la Segunda Guerra Mundial impuso a los principales centros de producción fue clave para que el producto español sacara la cabeza. Creció entonces, a causa de la escasez de los suministros de fuera, la necesidad de fabricarlo todo en casa, en un mismo perímetro, reduciendo la dependencia del exterior. Orbea empleaba por entonces a unas 1.000 personas y su producción se disparó hasta las 85.000 bicicletas anuales. Las tres firmas eibarresas de moda, BH, GAC y Orbea, copaban esos días el 85% de la producción doméstica. En 1942, un artículo del ABC afirmaba que “250.000 bicicletas de Orbea ruedan por España” en un informe previo a la presencia de la firma eibarresa en la feria de muestras de Barcelona, donde Orbea inauguró su tienda en la zona alta del Paseo de Gracia, conocida como Els Jardinets de Gràcia, un local largo y amplio, con almacén, taller y oficina incorporados. La tienda se situó en un sitio de paso, al pie del emblemático barrio, y estuvo abierta hasta entrado 2015, cuando la tienda de Orbea en la ciudad condal se fue a la calle de Consell de Cent. Superados los primeros trances de la posguerra, Orbea empezó a completar su colección de bicicletas. Así, a las primeras máquinas que montaron los pioneros ciclistas de los años treinta se le añadían modelos de paseo y recreo que completaron un primer catálogo fuerte para el año 1947.

PORTADA DEL CATÁLOGO DE BICICLETAS DE ORBEA (1947)

El catálogo de Orbea incorporaba modelos de turismo para señora y caballero, también de medio balón, media carrera, carrera profesional e infantiles para niños y niñas. El trabajo de los tubos era herencia directa del periodo armero. En este caso se trabajaba con acero estirado. El producto Orbea se servía a través de una bicicleta entera que se acompañaba de bomba, cartera de herramientas, guardabarros reforzados, doble filete, y en ocasiones guardafaldas para las versiones femeninas. El precio era el de la máquina puesta en el tren desde la estación de Eibar, aledaña a la fábrica, y los riegos del viaje eran a cuenta del consumidor. El pago se difería a treinta días, aunque si se abonaba al contado se podía disfrutar de un descuento del 0,75%. La garantía Orbea era para un año y cubría los vicios de fabricación. Para defectos en cualquier elemento accesorio ajeno a Orbea había que dirigirse directamente al proveedor que lo había suministrado.

No obstante, para Eibar, su cuenca y la provincia de Guipúzcoa en general la guerra se había acabado mucho antes que en otros sitios. Quedaban aún dos años de contienda y el lugar ya estaba asegurado para los nacionales, cosa importante, pues controlar Euskadi cerraba una de las puertas naturales y obvias para acceder a Francia.

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LA GRAN FÁBRICA

LA RAÍCES DE URKIZU

Orbea llevaba muchos años instalada en Urkizu. El barrio más bajo de Eibar, situado hacia la salida en dirección a Donostia, siempre ha estado muy vinculado al apellido Orbea. De hecho, allí donde estuvo la fábrica mucho tiempo se levanta actualmente un polideportivo llamado Orbea. En Urkizu, puerta con puerta estuvo también la fábrica de Beistegui Hermanos, cuyas siglas son BH. En la década de los cuarenta, la fábrica Orbea presentaba el aspecto que históricamente más se ha divulgado y que se reproduce en el catálogo datado de 1947. Se trataba de una gran extensión de terreno, cuya parte baja se corresponde con el actual paseo de Urkizu, una zona peatonal a la sombra de varias viviendas altas, conocidas como las torres, que se asientan sobre la antigua parte baja de la fábrica. Las instalaciones de la fábrica Orbea eran una suerte de edificios repartidos en un espacio más o menos rectangular que quedó dividido por la vía del tren. En la zona baja se encontraba la parte burocrática del complejo, con varias viviendas para la familia Orbea, el frontón, la capilla, el comedor y otros edificios de trabajo. Al otro lado de la vía, en la falda de la montaña, en una zona llamada Matsaria, se situaban el resto de instalaciones y un gran espacio sin edificar. Era la herencia directa de las reformas emprendidas y culminadas unos treinta años antes, sembrando precedentes nunca vistos en Eibar. “Había muchos departamentos separados en naves individuales o medio conectadas. Igual hasta siete u ocho. Tenías la forja, la tornillería, la zona del cromo níquel, ruedas... Era un popurrí de departamentos. Diferentes edificios en definitiva. Alardeábamos de que en Orbea se fabricaba todo, la absoluta totalidad de la bicicleta, salvo la goma de las cubiertas. Aquellas no eran bicicletas ligeras, podían llegar a pesar hasta catorce kilos en modelos como Vivanti”. Luis Pérez, operario de Orbea durante casi 35 años que rotó por diversos puntos de la factoría. “La antigua fábrica de Urkizu era una suma de chamizos, grandes pero bastante destartalados”. José Fernández de Aranguiz, más de 40 años en Orbea. “El propio planteamiento de aquella fábrica fue parte de su fracaso, estaba lleno de escondites y recovecos. No había un orden lógico en las instalaciones. A veces la misma pieza daba varios viajes dentro del recinto llevada en un carro con un caballo”. Ángel Estandía, trabajador de Orbea desde 1948. La entrada a la factoría de Orbea y Cía., Sociedad en Comandita, cuyo recinto se hallaba vallado, se hacía a través de una garita que daba al actual paseo de Urkizu, en esos tiempos llamado paseo de Arrate, aún con el río Ego a la vista. Angélica Orbea, hija de Pepe y nieta de Jacinto, al tiempo que prima de Esteban, recuerda con ternura aquella caseta, pequeña y aislada: “Entraba y salía de casa sin darme cuenta de esa realidad. Recuerdo a mis amigas en la verja, pidiendo entrar para jugar dentro de la casa. Mis amigas se volvían locas por jugar en mi casa”. En la puerta estaba Manolete Ibáñez, y a la muerte de este entró Genaro, que también hacía de jardinero. Con Manolete, en su garita, Angélica se pasó muchas tardes de conversación. Orbea contó con dos porteros, otros tantos serenos, un guardián... Números que revelan las dimensiones de la empresa. Se podría decir sin temor que era una ciudad dentro de Eibar, gestionada por gente rica de cuna, de tercera generación. No eran nuevos ricos, y eso les hizo siempre cercanos, al menos a una parte de ellos. IMÁGENES AÉREAS DEL BARRIO DE URKIZU DE EIBAR

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LA VIDA DE LOS VÁSTAGOS ORBEA

AZULA Y LOS AGUADORES

Enfrente, al otro lado del río, estaba la fuente de Urkizu, desde donde los botijeros y aguadores abastecían regularmente a los operarios de Orbea durante la jornada laboral. Traían el agua fresca, estaban en constante movimiento, yendo y viniendo, entrando y saliendo, por el arco de acceso y pululando por la especie de callejero que se instalaba dentro de los muros de la factoría Orbea. Se contaron hasta tres aguadores, distintos estos de los botijeros, pues si los aguadores iban en carro con todos los cántaros, los botijeros los llevaban a mano, uno a uno, desde la fuente hasta el acceso de Orbea. Estaba entre ellos Antonio Azula. En unos brazos de madera llevaba los botijos, a veces hasta doce. No siempre los botijos llevaban solo agua, a veces el vino rebosaba por sus bordes. El vino era una especie de grasa que lubricaba la vida eibarresa y por añadidura, la de Orbea. En Bodegas Gil admitían que ciertas empresas consumían más vino solo ellas que el resto de Eibar junto.

— Traían el agua fresca, estaban en constante movimiento, yendo y viniendo, entrando y saliendo, por el arco de acceso y pululando por la especie de callejero que se instalaba dentro de los muros de la factoría Orbea.

El segundo piso, por su parte, era para Pepe Orbea y sus seis hijos. Tuvo diez, pero cuatro no salieron adelante. Tenía una claraboya central por donde subía una fastuosa y brillante escalinata, coronada por una vidriera. Sus dependencias comprendían varias habitaciones: una para el abuelo Pepe, otra para Angélica, en el vértice opuesto, una doble, y otra de invitados, con el sugerente nombre de “cuarto forastero”. En el otro esquinazo había un salón de té, con un comedor y un hall anexos. En el cuarto vértice había otra habitación, que en un primer momento se dedicó a dormitorio y al final fue comedor de diario, por estar pared con pared con la cocina. Los pasillos que rodeaban la iluminada claraboya eran tan anchos que los pequeños podían competir en ellos montados en sus bicicletas e incluso jugar al escondite. En la cocina trabajaba Juli, que también limpiaba las estancias. Con ella colaboraban otras dos doncellas que servían la mesa, planchaban y limpiaban. En el año 1967, en vísperas de quebrar la empresa, se contaban hasta 18 trabajadoras en la casa solariega de los Orbea.

Atravesada la puerta, se accedía a una zona ajardinada rectangular, dejando la casa solariega de Orbea a la derecha y el edificio de recambios a la izquierda. La casa principal era una construcción cuadrada de 25x25, es decir 600 metros cuadrados, con tejados a cuatro aguas y tres pisos. “Era una casa maravillosa”, según la describe Angélica.

En el último nivel de la casa se situó el camarote, el lugar dedicado al servicio, con lavadero y sala de costura. Cabe señalar la historia que rodeaba a la costurera. Regina era su nombre, y era la hermana del primer alcalde socialista de Eibar, Alejandro Tellería, que proclamó la república antes que en Madrid el año 1931. También hubo una sala que se dedicaba al secado del embutido tras la matanza.

Había varios pisos compartidos por dos familias, la de Manuel Escodín Orbea, sin hijos y casado con una madrileña; y la de Pepe Orbea, hijo de Jacinto. En un principio, la parte baja se dedicó a las oficinas de la empresa hasta que en la década de los cuarenta se construyó un edifico semicircular junto a la vía que se dedicó a oficinas. Fue entonces cuando los bajos pasaron a ser un espacio de exposición de bicicletas, junto a otro que se atribuyó Escodín para sus asuntos personales. La primera planta fue también para la rama de los Escodín. De esta manera planta baja y primera estaban conectadas. ESCULTURA “EL AGUADOR” FRENTE A LA FUENTE DE URKIZU

“Nuestra familia se integró perfectamente con el pueblo, la gente y sus trabajadores. Nuestros amigos eran las mismas personas del pueblo, en muchos casos trabajadores de la propia Orbea”, explica Angélica, quien admite que tuvo una infancia muy feliz en este entorno tan fabril. Y es que las disensiones entre la rama de Pepe Orbea, la que provenía directamente de Jacinto, y la de su hermano Valentín, representada por Esteban, eran cada vez más patentes y obvias, algo que trascendería en la gestión de la empresa. Juan Manuel Orbea, hijo de Juan Manuel, hermano de Angélica, tenía por ejemplo una estrecha relación con el responsable del acceso a la factoría, Manolete, a cuyo frontón le encantaba ir a jugar cuando José González Orbea se quejaba del ruido que hacían los críos, pues su vivienda se situaba justo detrás de la casa solariega y al lado del frontón Orbea. Más a la derecha en el plano, y aledaña a las viviendas de Pepe y José González Orbea, estaba la capilla, una construcción simple, rectangular, con una pequeña espadaña en su extremo y porche en el acceso. Esa capilla se hizo en honor al tío Mario, soltero pero devoto personaje que un día fue a Roma, donde se hizo con una piedad –escultura de la Virgen María con Jesús yaciendo entre sus brazos– ciertamente llamativa. Mario la llevó a su Eibar y la guardó en el bajo de la casa hasta el día de su muerte. Entonces los familiares la recuperaron, dedicando toda una capilla a su memoria. En medio de la misma, delante del altar, se erigía la piedad. Tras la demolición del lugar, la escultura se puede visitar en la iglesia de Amaña, en la entrada de Eibar desde Ermua. Los Orbea, conservadores y profundamente religiosos, se levantaban todas las mañanas para no faltar a la misa de las ocho y media, a la que se iba en ayunas. No probaban bocado hasta salir de la misma, ni siquiera una gota de agua. Oficiaba un capellán llamado don Tomás. El acceso de los Orbea se hacía por detrás, casi de forma directa desde las dependencias, situándose junto al altar mayor, unos dos metros por encima del nivel de acceso. A la izquierda se sentaba la familia de Esteban y a la derecha la de Pepe. Los oficios eran abiertos, salvo excepciones. La gente de la calle entraba por el frontal y se situaba a los pies de la capilla. La parte más residencial del complejo, justo debajo de la vía del tren, se completaba con el edificio de oficinas, una especie de mansión semicircular erigida en los años cuarenta, perfectamente ajardinada en sus alrededores. A ella los trabajadores iban a firmar sus contratos y a finiquitar sus sueldos. “Yo la única vez que entré en ese chalet fue para firmar el contrato para tres meses. Ya no volví a acceder. Era una zona muy al margen de la vida de los trabajadores”, rememora uno de los empleados de la fábrica y posterior socio de la cooperativa, Jaime Ulacia.

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01. PLAZA DE URKIZU, EIBAR, CON INSTALACIONES DE ORBEA Y BH | 02. CASA Y DESPACHOS CENTRALES DE ORBEA 03. CAPILLA DE ORBEA | 04. TALLER | 05. EMPLEADOS | 06. VISTA GENERAL

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01. CAPILLA | 02. CASA SOLARIEGA ORBEA | 03. FABRICACIÓN DE RECAMBIOS | 04. LABORATORIO. DEP. ASISTENCIALES | 05.CONSTRUCCIÓN DE MAQUINARIA 06. CENTRAL ELÉCTRICA | 07. CARPINTERÍA | 08. OFICINAS GENERALES | 09. CHALET | 10. FRONTÓN | 11. CONSTRUCCIONES DE BICICLETAS | 12. PINTURA 13. MONTAJE DE BICICLETAS | 14. ALMACÉN DE EXPEDICIONES | 15. PULIMENTO | 16. GALVANOPLASTIA | 17. ALMACÉN DE PRIMERAS MATERIAS 18. FORJA | 19. FUNDICIÓN | 20. SOLARES

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LOS DIRECTIVOS DE LA FACTORÍA

LA FABRICACIÓN “CASI” INTEGRAL DE LA BICICLETA

LA PARTE ALTA DE LA FÁBRICA

Como se dijo, la relación entre los gestores de Orbea no era sencilla. Al margen de llevar estilos de vida muy diferentes e incluso vivir en casas separadas, el modelo de gestión no siempre estuvo claro. La dirección la asumió Esteban Orbea, hombre soltero y afable, cercano en el trato, según quienes le conocieron, pero muy influenciable por su hermana Josefina, y algunos de los hombres de confianza que tuvo a su lado, como por ejemplo Manuel Escodín Orbea y José González Orbea, primo de Esteban siempre ataviado con una pajarita.

En la década de los cuarenta, y también en la de los cincuenta, la práctica totalidad de la bicicleta se fabricaba en la factoría Orbea, salvo contadas excepciones como los neumáticos, excesivamente complejos para encajarlos en un entramado de edificios ya de por sí complicado de entender. Incluso los sillines se hacían en el entorno de Orbea.

El acceso a la otra parte de la factoría se hacía por un estrecho túnel bajo la vía del tren. Cruzado el umbral, a la izquierda, se situaba el departamento de pintura, a las órdenes de Anastasio y David. Era un edificio de tres plantas que tenía precedentes en las construcciones industriales eibarresas: alargado, hecho en altura y con enormes ventanales que iluminaban grandes espacios diáfanos. Adjuntos estaban sendos bloques para la construcción y el montaje de bicicletas.

“Los Escodín y el otro Orbea –Pepe– guardaban las distancias”, explica Carmelo Urdangarín, persona importantísima en los años que habrían de venir y profundo conocedor de las interioridades de la empresa. Esteban y su hermana vivían fuera del propio recinto, enfrente del taller de escopetas de Víctor Sarasqueta. El chófer de Esteban era Luis Hernando, persona también cercana a su jefe. Esteban era un tipo muy abierto, fue alcalde e incluso tuvo una calle dedicada en Eibar. Frecuentaba Bilbao, y si algún trabajador se lo encontraba por el lugar, podía llevarle de vuelta a Eibar sin mayor problema y con toda naturalidad. Obviamente no tenía carné de conducir. A la cúpula de Orbea rendía cuentas José Hernando, que fue el director y la persona de los “dineros”. Con el tiempo Hernando fue una pieza de gran poder en la empresa. A su cargo estaba Gandiaga, el encargado de las nóminas, mientras que Sabino Iceta era el jefe de compras. Este grupo compuso la parte más técnica de la dirección de la empresa, ajena a la familia, y trataba con esta a través de Matilde, que atendía la gestión con los Orbea. A la izquierda del plano, una vez se ha accedido al jardín, enfrentada a la casa solariega, se encontraba una nave de fabricación de recambios. Esta sección la dirigía un personaje que se hizo respetar: Dionisio Mendizábal, alias Zumárraga, por haber nacido allí. Mendizábal, una persona muy honesta, enseñó a afilar las herramientas a mucha gente. Era muy exigente, pero muchos aprendieron de él. La cartuchería estaba en una nave llena de máquinas. Con el tiempo, Mendizábal puso un pequeño taller en Matsaria con José Luis Orbea, hijo de Pepe, en el que fabricaban bombas para inflar ruedas. La creación de negocios en la órbita de las empresas eibarresas por parte de sus trabajadores fue una constante en Orbea y en todo Eibar, donde siempre había un hueco para buscar un negocio alternativo y volver a la casa madre a vender a buen precio. Mendizábal fue íntimo amigo de Pepe Orbea. “Durante años, cuando empezaron a ver que Orbea no iba bien, venía a tomar todos los mediodías un blanquito con mi padre para llorar el desastre que se avecinaba. En la cartuchería las mujeres ponían los radios a las ruedas y perforaban los carretes”, cuenta Angélica. En esa zona estuvo también el comedor, en el que se quedaban los trabajadores que solicitaban rancho. Un catalán se ocupaba de su gestión. Había que apuntarse y ser asiduo al comedor para poder utilizar el servicio.

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Detrás de la cartuchería estaba el laboratorio y enfrente, una nave alargada y estrecha dedicada a la construcción de máquina-herramienta, el negocio complementario a la bicicleta, que Orbea sostuvo entrados los cincuenta una vez había adquirido los bienes de la desaparecida fábrica de Illarramendi en Rentería. Esta sección se conoció como “moderna” y la dirigían Arregui y Jaranegui. De aquí salieron fresadoras, tornos, prensas e incluso perfiladoras de llantas que usaron los propios Orbea. Enfrente de la nave dedicada a la máquina-herramienta estaba el salto privado de agua, cuya energía se sumaba a la procedente de los saltos de Placencia y Elgoibar. José era el electricista de Orbea y responsable de aquel sistema rudimentario, pero muy adelantado en aquellos tiempos. “Toda la electricidad funcionaba por transmisiones. En vez de haber motores por máquina, había unos motores grandes que movían las poleas, que se conectaban con las diferentes máquinas por unos cables altos. Luego enchufabas cada máquina con una palanquita”, describe el operario Luis Pérez. También a este lado de la vía, muy cerca de la cartuchería, se instaló el economato, donde las mujeres de los trabajadores adquirían de todo. Por el economato se acercaba mucho Pepe Orbea, persona muy maternal, que falleció a finales de los sesenta tras una larga enfermedad. El copropietario se preocupaba de qué se compraba mirando, paseando por el recinto, pero también hablando con Juan Gasteiz, responsable de aquel pequeño almacén.

Aquí trabajaban una buena ristra de encargados, pues las secciones no eran pocas. Ramón González llevaba el departamento de sillines, Marcelo ejercía de jefe de montaje, Antonio Erquizia era el encargado de las llantas, Echave llevaba el control de tornillería, Echániz coordinaba el temple y Ángel Gutiérrez sacaba las piezas de la fundición, también llamada forja. En la fundición trabajaba otro personaje muy celebrado en la antigua factoría. Era Pedro Iríbar, un tipo de enormes dimensiones a quien llamaban cariñosamente “el pequeño” durante muchos años. Su departamento se conocía como brasage, una expresión de origen francés, y en él se soldaban los tubos que unidos por racores daban como resultado el cuadro de la bicicleta. Capítulo aparte merecen los pulidores, instalados en una larguísima nave, algo más baja que el resto. José Luis Alegría, Antonio Guede y Zuazua eran las cabezas visibles de un departamento que se preciaba de estar bien considerado en las nóminas. Los pulidores trabajaban con tambores que dejaban las piezas exentas de imperfecciones. En ellos daban vueltas y vueltas durante una hora para salir perfectas. Bielas y tornillería eran elementos pulidos en esta sección.

Todas las partes de la fábrica, diseminadas en un callejero desordenado y anárquico, se unían a través de un carromato tirado por un par de burros. Laudelino Campos era el responsable de llevar y traer piezas, tubos, manillares y sillines a cuestas de su carro por estrechas callejuelas, en cuesta y adoquinadas algunas. Los Orbea tenían al otro lado de la vía, enfrente de los edificios de fundición y demás, un gran espacio sin urbanizar. Eran campos amplios aunque inclinados donde había unas cuantas vacas y gallinas que proporcionaban leche y huevos a la familia. Miguel se cuidaba de los animales, y también de sembrar cuatro cosas para el consumo de la saga.

— Todas las partes de la fábrica, diseminadas en un callejero desordenado y anárquico, se unían a través de un carromato tirado por un par de burros.

Los botijos de los pulidores, al margen de agua, se alimentaban de buen coñac. Un día Escodín, altanero él, les pidió beber de uno de sus botijos y al probar aquello soltó a bocajarro: “¡El agua de Urkizu cada vez es mejor!”. Por esta zona se desaguaba la taladrina que salía de trabajar las piezas. Ésta servía para sacar toda la roña de las piezas y sus restos bajaban arroyo abajo, dejando un olor insufrible antes de que esa agua se reciclara y volviera al circuito para seguir trabajando. Entre los responsables de cada sección y la dirección de la empresa estaba un personaje llamado Martín. Conocido como Kaminerua, serpenteaba por aquella suerte de callejuelas interiores sondeando el trabajo y su proceso. Él informaba a los jefes directamente.

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LAS CONTRATACIONES DE ORBEA

ESTEBAN ORBEA, UN TIPO ENTRAÑABLE

Si Martín Kaminerua estaba por encima de los encargados, todos estos tenían por debajo, a su cargo, un ayudante directo y personal, más una pléyade de personas de todo tipo y procedencia. La política de contrataciones en Orbea era dudosa y esa bola se hizo tan grande que supuso un lastre enorme que contribuyó, cómo no, a la situación límite de la década de los sesenta.

Esteban, afable, sincero, a veces demasiado, admitía ante sus empleados más veteranos que “vamos para atrás como los cangrejos”. Esteban Orbea empezaba a convencerse de que, a la tercera generación, el apellido madre se desvincularía de la empresa. Con Orbea ya en cooperativa, Esteban desapareció de la vida pública eibarresa, incluso en su condición de antiguo alcalde. Afectado por el quebranto, se refugió con su familia en Zarautz. Solo aparecía por Eibar en fiestas, ya fueran las de San Juan o las de San Andrés. “Jodidos, jodidos, ya sé que habéis montado una empresa buena, buena y no os acordáis de mí”, les soltaba con cierto grado de resignación a aquellos que antes habían sido trabajadores suyos y entonces eran ya cooperativistas. Esteban moriría mayor, con unos noventa años.

“Esteban nos solía decir que estábamos todos en el mismo buque y nosotros le preguntábamos qué pasaba si parte de los marineros se dedicaba a hacer agujeros”, comenta al respecto Ángel Estandía. Al margen de la actitud de muchos y de una media de edad de la plantilla elevada, no era extraño que cada trabajador tuviera su petaquita de coñac al lado de su máquina para refrescarse a media tarde. El alcohol era corriente en los puestos de trabajo, así como en la vida eibarresa en general, donde existía una fuerte cultura de eso que llamaban txikiteo en los ratos libres de la jornada partida. No obstante, se exigía cierta seriedad porque en Orbea no eran pocos los que estaban trabajando. En la entrada de la factoría, cada trabajador disponía de una pequeña chapa de latón con un número personal. Cuando se cruzaba la garita, se cogía cada chapa y se colgaba a la entrada de los departamentos. De esta manera también desde portería podían cerciorarse de qué trabajadores estaban y quiénes no, con un simple vistazo a las chapas. En los cincuenta, el mejor momento de la fábrica, llegaron a ser hasta 1.000 obreros, pero alcanzada esa cifra, el declinar de la contratación indicaba que las cosas no se estaban haciendo bien.

EN LA IMAGEN ESTEBAN ORBEA (DCHA)

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LOS AÑOS 50 Y 60

EL TRABAJO A DESTAJO

En 1950, recién acabados sus estudios de peritaje mercantil, entraba en Orbea un personaje clave. Carmelo Urdangarín ingresó en la sociedad anónima para ejercer de cronometrador, una tarea que tenía por objetivo poner orden a un cierto desbarajuste en las retribuciones de la empresa. El cronometrador tenía la función de estudiar los procesos, ver el tiempo y la dificultad que implicaban y ponerle un precio a la pieza acabada. Era aplicar el concepto de trabajo a destajo, que siempre marcó el carácter fabril y emprendedor de Eibar. “Tantas piezas, tanto cobras”. La labor de Carmelo se veía como esencial en una factoría que, salvo las ruedas, fabricaba la bicicleta entera. De los departamentos de Orbea salía un inventario de hasta 1.500 piezas diferentes que servían para montar de arriba abajo una bicicleta. Esas piezas se distribuían entre el cuadro, la horquilla delantera, la dirección, el pedalier, las ruedas, los carretes delanteros y posteriores, las coronas, la rueda libre, las cintas, los sillines, los dos frenos y sus cables, los casi 600 eslabones de la cadena, y durante un tiempo hasta las bombas de inflar que un día José Luis Orbea, hijo de Pepe, se llevó a fabricar fuera de la empresa.

Lejos quedaban las tardes de miel, cuando todo sonreía y las circunstancias empujaban a una vida de auténticos empresarios de éxito. Tras despachar los asuntos por la mañana, los Orbea pasaban sus tardes con algunos de sus encargados y se iban a San Sebastián a quemar las horas. Otros días compraban el pescado en Ondarroa o repollos en caseríos de alrededor, por Mendaro. Juanito, Patxi, Castellón… fueron algunos de los chóferes, un gremio que tuvo sobrado trabajo con los Orbea en los años buenos. Castellón, en concreto, era el jefe de chóferes e incluso afeitaba a Pepe Orbea.

“Había infinidad de tubos, cuadros, racores, fileteados... También los guardafaldas para las bicicletas de mujer. Hubo que ir a ver cómo trabajaban las rederas en los puertos para poder fabricarlas. Hay que tener en cuenta que una biela primero se estampaba, luego había que llevarla a pulir, pasarla por los tambores, rascarla... Cada pieza tenía sus fases y había que ponerle precio a todo eso”, rememora el propio Carmelo.

En esos años sesenta, 23 eran los socios de la empresa, siendo Esteban y Josefina los principales. “Poca gente puede hablar mal de Esteban Orbea, excesivamente confiado para muchos. Era pequeño de estatura, calvo. No soportaba que nadie fumara en el entorno de la fábrica”, rememora Ángel Estandía, un empleado que tuvo gran trato con el responsable de la sociedad, algo que no era usual, pues entre los más de 700 trabajadores que estaban en Orbea, la estampa de Esteban era poco o nada conocida. Algunos lo vieron en el momento justo de firmar el contrato y poco más.

Dentro de las labores de cronometrador también se incluía todo el repertorio de piezas para la máquinaherramienta que Orbea sacaba del departamento de moderno. De ese departamento también salían máquinas que usaban los propios Orbea.

ÁNGEL ESTANDÍA CON SUS COMPAÑEROS

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EL ATERRIZAJE DE LA VELOSOLEX

En 1956 la cúpula de Orbea contactó con la empresa francesa Solex. Al poco tiempo se visitaron sus instalaciones de Courbevoie, no lejos de París. El viaje de los Orbea a Francia no fue sencillo. El país vecino estaba sumido en graves conflictos laborales, mucho peores que los que se planteaban en Eibar. Al cruzar la puerta de la fábrica, escupitajos e insultos salieron de la boca de los operarios franceses hacia los representantes de Orbea. Les consideraban la viva encarnación del capitalismo que tanto daño les estaba causando. El objetivo del viaje se centraba en la obtención de la patente de fabricación de la nueva VeloSoleX, “la bicicleta que anda sola”, como rezaba el eslogan publicitario. Orbea incorporó a su producto esta línea de bicicletas con motor en medio de una villa que veía crecer su parque automovilístico. Incluso una vez firmado el acuerdo las cosas no fueron sencillas, por la situación de proteccionismo que se imponía en la España franquista. La primera licencia adquirida, la del modelo 1100, no fue sencillo ejecutarla pues se tuvieron que pasar de contrabando muchas de las piezas por la frontera de Hendaya y sus montes. Fue la lógica reacción a la creciente popularidad del coche. Para ello, los gestores de la firma eibarresa adaptaron una parte de la fábrica para sacar adelante una producción de unos 60.000 ciclomotores hasta entrados los sesenta. En el encaje de la VeloSoleX dentro de la factoría Orbea colaboró activamente el ingeniero francés Wilson, que se hizo acompañar de un grupo de ingenieros en la plantilla de Orbea. La VeloSoleX se fabricó desde 1957 a 1968, en vísperas del nacimiento de la cooperativa. Su influencia en la facturación fue notable; por ejemplo, en 1960, a los tres años de su aterrizaje en la fábrica, aportó más de 14 millones a los 82 que facturó la compañía. Tres años después, en 1963, la VeloSoleX le significó a Orea casi 24 millones de los 142 de su facturación anual. Ese año “el ciclomotor más barato del mundo” tocó techo e inició un lento declive hasta situarse en los seis millones en 1967, año en el que la facturación de la empresa había retrocediendo hasta los 118 millones. La VeloSoleX fue popular fuera y dentro de Orbea. Sus empleados fueron activos usuarios de la misma, organizando excursiones por la costa y alrededores, al margen de algunas promociones puntuales que tuvieron eco en la prensa de la época. También había quienes acostumbraban a ir al trabajo en este ciclomotor de origen francés. “Yo tuve una VeloSoleX y me salió fenomenal. Trabajando en Orbea la adquirí por cuatrocientas pesetas y acostumbraba a hacer mis recorridos por la costa”, recuerda Jaime Ulacia, un trabajador que entró hacia el final de la sociedad anónima.

TRABAJADORES DE ORBEA

ANUNCIO DE VELOSOLEX (AÑOS 60)

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EL DÍA A DÍA DE LA FÁBRICA

EL DECLIVE DE LA SOCIEDAD ANÓNIMA

“La jornada arrancaba a las ocho de la mañana, se paraba a comer hora y media y luego se volvía hasta las seis o seis y media, salvo que hubiera incidencias que produjeran horas extras, cosa no habitual”, relata Carmelo Urdangarín sobre la jornada tipo del trabajador de Orbea. Sobre la misma Juan Manuel Orbea completa que hubo una época en la que “se introdujo el sábado inglés hasta las doce y media, aunque se acabó quitando”. La rotación de personal en Eibar también se dejó notar en Orbea, de cuyas naves salieron muchos encargados que luego acabarían en otras fábricas, y viceversa. Eibar era esos años un hervidero fabril. Era tal la marabunta de gente que iba y venía del trabajo que era imposible hacerla coincidir toda al mismo tiempo. De tal manera que se impuso una especie de horario para que cada fábrica llamara a sus trabajadores. Cada empresa tenía una sirena diferente, que sonaba en diferentes momentos para escalonar el acceso y la salida de los trabajadores. De esta manera se evitaban aglomeraciones puntuales, si bien la calle Arragueta, que unía Urkizu con Unzaga, se colapsaba cada mediodía cuando los trabajadores, con su buzo de color azul, tomaban dos, tres o cuatro vinos camino de sus casas. Entre todas las empresas situadas en esa zona se podían juntar hasta 5.000 trabajadores que caminaban al unísono entre los bares España, Aguiñaspi, Don Manuel, Tocayo o José María. “Fútbol y chavalas eran los temas favoritos”, precisan. En 1960 se produjo un relevo en la enfermería de Orbea. Entró Juan Manuel, el hijo médico de Pepe Orbea, entonces ya gravemente enfermo. Juan

Manuel, que sucedió a su tío José Ignacio Iraolagoitia, fue un pluriempleado de la sanidad eibarresa y dedicaba un par de horas cada mañana a la fábrica que llevaba su apellido. En esa época los accidentes laborales ocurrían con frecuencia. Se trabajaba con maquinaria pesada. Juan Manuel, el médico, trabajaba con denuedo para evitar las amputaciones. Ahí donde muchos colegas veían la solución sencilla, él proponía alternativas. Si en 1950 los empleados llegaban a la cifra de 700, ya en los sesenta esta bajó a 500. En esas fechas Carmelo Urdagarín asumió el papel de jefe de personal. Paulatinamente se introdujeron cambios en la forma de retribuir a los empleados. Se solía pagar semanalmente pero se pasó a hacerlo cada dos semanas. Luego se realizaba mensualmente a través de un cheque bancario que evitaba estar sacando ingentes cantidades de dinero de los bancos para liquidar las nóminas en metálico. Eso, que a priori parecía lo normal, “supuso un problema para muchos trabajadores, que acostumbraban a quedarse parte de lo que percibían para sus gastos sin que sus mujeres lo supieran”, apunta Carmelo, quien admite que “los cambios en la forma de remunerar fueron muy complicados. Trabajamos en varias reuniones en lo que entonces se llamaban jurados de empresa, una institución jurídica impuesta por ley en la que los trabajadores elegían a los representantes que negociaban los convenios colectivos”.

DEPARTAMENTO DE SOLDADURA AUTÓGENA

PERFILADO AUTOMÁTICO DE LLANTAS Y GUARDABARROS

En 1960, Eibar es una villa en plenitud. La vida se transforma en todos sus órdenes. La economía, motor siempre de cambios, es reflejo de una sociedad próspera que crece en población. Se crean nuevas empresas fruto de la actividad económica, pero también de la preparación de muchos encargados y trabajadores que siguen incrementando la producción. La vida eibarresa muestra síntomas de modernidad con la apertura de cines, salas de fiestas y grandes almacenes. Surge una industria, la del ocio. En este clima de bonanza creció también la demanda de coches y motocicletas; los buenos años para la bicicleta empezaban a ser historia, aunque la villa había trenzado, por obra de Eulogio Gárate y sus colaboradores, una íntima relación con el ciclismo y las carreras ciclistas, de todo tipo además. El 8 de febrero de 1960 Orbea y Cía. Sociedad en Comandita cambió de forma jurídica, pasando a llamarse Orbea y Cía. Sociedad Anónima. El año 1963 fue una fecha clave en la empresa. A esas alturas Pepe Orbea ya no estaba en condiciones de dirigir la empresa, tras sufrir una larga enfermedad unos años antes. Desde el consejo de dirección de Orbea, formado por Esteban Orbea, Manuel Escodín y José González Orbea, se pidió consejo a la asesoría empresarial de origen francés Ibérica Bedaux. El primer diagnóstico de esta fue concluyente: “La distribución en planta de Orbea S.A. adolece de todos los defectos de edificaciones e instalaciones”.

Con el informe sobre la mesa la cúpula directiva de Orbea discutió cada una de las opciones y volvió a recurrir a la consultora de referencia. Francisco Donate tomó el dossier de la empresa eibarresa y estudió sobre el terreno. Buscó un emplazamiento en el centro de España, por la zona de Guadalajara, en un radio de unos 50 kilómetros alrededor de la ciudad castellano manchega. Finalmente se marcó Tarancón, localidad relativamente equidistante de Guadalajara, Madrid y Cuenca, situada en el trazado ferroviario de Madrid a Valencia. Por aquellas fechas esta localidad de la Alcarria conquense superaba por poco los 7.000 habitantes. Como aduce Carmelo Urdangarín, se escogió Tarancón por “su situación en el centro de España y porque ofrecía terrenos baratos”.

— En este clima de bonanza creció también la demanda de coches y motocicletas; los buenos años para la bicicleta empezaban a ser historia.

La fábrica Orbea, que en la década de los diez había despegado hacia la excelencia industrial, construyendo unos edificios que sentaron cátedra, veía cómo sus instalaciones envejecían sin remedio, poco a poco, acoplándose a la descripción de “chamizos destartalados” que algunos trabajadores de la época recuerdan. No había renovación, ni inversión. No se mejoraban las instalaciones. Los consultores de Bedaux recomendaron tres opciones para reconducir la situación; dos de ellas se plasmaban en Eibar, la otra aconsejaba una nueva factoría: “En la factoría de Eibar: derrumbar trece edificios en las propiedades de Orbea S.A. y construir en su lugar un edificio de dos plantas con una superficie cubierta total de 6.000 metros cuadrados. En la factoría de Eibar: respetar en su mayor parte las instalaciones actuales y construir un edificio de dos plantas, con una superficie cubierta total de 4.000 metros cuadrados, en la falda del monte. Construcción de una nueva factoría en un edificio de planta única con una superficie cubierta de 5.000 metros cuadrados en un lugar de óptima localización”.

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TARANCÓN, EL PEOR SÍNTOMA

LA QUIEBRA DE ORBEA

“El gran error de Esteban Orbea fue enviar parte de la producción a Tarancón por un tema de sueldos. Se llevaron ruedas y varias máquinas. Acabaron montando bicicletas como hacíamos aquí. Había unos tres o cuatro camiones que salían semanalmente con los componentes”, dice Jesús Portugal, trabajador entonces y con los años uno de los socios fundadores de la cooperativa. Su compañero Luis Pérez coincide en que “la apertura de Tarancón fue un mal síntoma. Era una forma de desentenderse de la fábrica por parte de la familia, así lo entendimos nosotros. Se llevaron la producción a un lugar lejano, en vez de invertir en su sede de toda la vida. En Eibar la maquinaria era vieja y empezaba a no ser rentable. Con el tiempo se dieron cuenta del error y trataron de enmendarlo, pero era tarde”. La percepción de algunos de los trabajadores del momento tenía cierta base. Presentadas varias opciones, los Orbea decidieron llevarse lejos parte de la producción; sin embargo, la eibarresa era una factoría cargada de defectos. La construcción de la factoría de Tarancón se culminó al año. Se estableció allí una nueva empresa con el nombre de Sociedad Anónima Industrial Orbea, cuyo acrónimo de burocracia era INDOSA. Orbea construyó una nave de 5.500 metros cuadrados para albergar a 170 trabajadores. “No creo que construir la fábrica de Tarancón fuera un capricho. Fue una cuestión de logística posiblemente”, justifica Pepe Orbea, uno de los nietos del Pepe Orbea original, quien por aquel entonces estaba fuera del día a día de la empresa. “Tu padre se puede morir en cualquier momento”, le repetían a su hija Angélica, que vio cómo su progenitor estuvo casi una década cuidado en su cama sin ninguna evolución positiva. “Abrir una delegación en la zona central para montaje y distribución permitiría ahorrar el transporte de bicicletas en cajas de madera desde el norte. Creían más racional hacerlo allí, llevando las piezas desde Eibar”, afirma Carmelo Urdangarín. Parte de los 170 trabajadores de Tarancón, unos 80, salieron de Eibar. Entre ellos varios encargados y técnicos. No todos los trabajadores instalados en la antigua fábrica aceptaron trasladarse al sur. Ángel Estandía afirma: “Esteban me insistió de todos los modos, incluso me vendió la idea de que allí el embutido era muy bueno y podría chiquitear como en Eibar, pero me negué en redondo”.

das. La situación no hacía presagiar nada bueno. Las cuentas se resentían y la empresa cayó en un círculo vicioso. Si las VeloSoleX tuvieron su pico a inicios de los sesenta, su lento declive fue acompañado por la merma en la facturación de la empresa. De los 142 millones facturados en 1963 se pasó a 118 en 1967. Carmelo Urdangarín, desde su posición de jefe de personal, veía cómo el número de trabajadores descendía paulatinamente.

Por esas fechas, incluso un poco antes, la empresa tomó conciencia de su verdadera situación. En noviembre de 1967 la sociedad se dotó de un sistema de contabilidad más completo, con un grado de credibilidad inédito hasta el momento. Fueron los días de la verdad, aquellas jornadas en las que emergió la realidad con toda su crudeza. La empresa estaba endeudadísima y los números no salían.

Orbea deja de ser una sociedad anónima. El diagnóstico era claro: “El mayor endeudamiento de la empresa y la financiación con créditos a corto plazo suponen una importante incidencia en costos”. Ello, añadido a “los fuertes desequilibrios de tesorería” apuntados, cuadró una quiebra en toda regla agravada por un entorno que se adaptaba con celeridad a los cambios de una sociedad cada vez más motorizada y que demandaba menos bicicletas.

“Las cosas no funcionaban bien en Eibar, y Tarancón, que también tuvo sus problemas, fue al mismo tiempo víctima”, diagnostica Carmelo. Y así fue, en la población conquense las bajas se sucedían, sobre todo cuando llegaba el buen tiempo y parte de sus trabajadores prefería irse al campo a sacar el jornal que Orbea no podía procurarles. Aquello fue otra gota en el vaso de problemas de la sociedad. La producción sufría graves parones y no tenía la fluidez necesaria. En las épocas punta abastecer era muy complicado, más cuando, a marchas forzadas, se decidió ampliar el catálogo de bicicletas con diez modelos más sacados al mercado, tres de ellos plegables, y la mejora de las referencias ya existentes. A mediados de 1968, la empresa incorporó otra novedad a su porfolio de productos, un aparato de gimnasia con el sugerente nombre de Orbea Trainer. Con su salida al mercado se esperaba facturar diez millones de pesetas el primer año.

Contrastan varias versiones. La de Carmelo Urdangarín: “Los Orbea no acertaban con la gestión adecuada. La innovación era muy pequeña, existía una resistencia a los cambios por parte de los trabajadores y los Orbea no les apretaron”. Por otro lado, desde los trabajadores la percepción era distinta. José Fernández, desde su mesa de tornillería, admite que “no sabemos directamente lo que pasó, pero mi percepción es que los Orbea parecían cansados. Los hermanos arrancaron el negocio, pero muchas veces los sucesores no están a la altura o no tienen el mismo empuje”.

“La empresa empezó a perder entidad hasta que el endeudamiento se hizo tremendo. Esteban Orbea estaba bien pillado por la banca. Aquello era evidente que no podía sostenerse mucho más, porque a las decisiones empresariales inadecuadas se sumaron los fortísimos endeudamientos con préstamos personales a Esteban Orbea”, rememora Carmelo Urdangarín.

“Las noticias llegaban poco a poco y ninguna era buena. No podía llegar nada bueno de todo aquello. Veíamos que la actividad bajaba, que los camiones salían medio llenos”, describe el trabajador de la época Jesús Portugal. El informe que manejó el Grupo Mondragón para diagnosticar la situación de Orbea, ya cooperativa, antes de entrar en la corporación, detalló varios puntos que explican, contablemente, el desastre de Tarancón. Por un lado la inversión realizada no tuvo la mejor financiación, lo que causó graves y fuertes desequilibrios de tesorería. Al plan inicial se añadieron gastos no contemplados, y la calidad de Eibar no se pudo mantener en Tarancón. Además los repetidos retrasos en la producción, a causa de las constantes bajas de los trabajadores, complicaron los suministros y la salida correcta del producto, que en ocasiones llegaba tarde al mercado. No obstante, en Tarancón no fueron todo inconvenientes. Con su apertura se daba a Orbea una capacidad de producción que desde luego no supieron aprovechar sus gestores, y eso que el espacio de Eibar podía organizarse mucho mejor con el traslado de parte de la producción a la localidad conquense.

Luis Pérez, que en Orbea estaba disfrutando de su primer empleo, añade: “No nos engañemos, lo que pasó en Orbea, pasó y seguirá pasando en muchas fábricas. Llega un momento en que falta dinero, hay que poner más y no se renueva. Eso es fatal y al final fue lo que pasó”. Con todo, la familia recuerda amargamente aquellos momentos de declive total. Angélica Orbea, desvinculada ya en aquel momento de la empresa, no quiso saber nada de la inminente cooperativa que se iba a formar. Su mirada se pierde en el recuerdo de la casa, la garita, las tardes con sus amigas entre chamizos fabriles... Todo aquello ya es material para el recuerdo, fotos amarillentas y maltratadas por el paso del tiempo. Pasaron años hasta que supo de la suerte de la empresa que llevaba su apellido. “Yo creo que los Orbea no pensaron jamás que pasaría lo que pasó. Lo que vemos es que empleados como José Hernando, administrador, tuvieron un gran poder, lo mismo que Carmelo Urdangarín, Pepe Delgado, Peli Egaña y Aldabaldetreku, que tenían en el bolsillo a Esteban. Al final este, por no tener follones, lo soltó todo y la familia sacó el único rédito de la casa”, relata Juan Manuel Orbea.

Con todo, la cantidad de trabajadores en Eibar bajó ostensiblemente. La puesta en marcha de la fábrica en Tarancón significó que en Eibar sobraba espacio. Toda la parte que quedaba por debajo de la vía, la residencia más cartuchería y moderno, fue puesta a la venta. Los Orbea estaban dispuestos a dejarse arrancar 5.000 metros cuadrados de su joya, la fábrica de Eibar, la misma que pusieron en publicidades de media España y de la que alardeaban desde tiempos inmemoriales. Su nuevo uso sería la construcción de vivien-

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EL CÍRCULO VICIOSO

Orbea desde principios de siglo había sido el faro, la joya de la corona de la industria eibarresa. Con casi 130 años de historia fue la que tiró del carro de la villa armera durante muchas décadas. Su nombre era parte de la esencia eibarresa, casi tanto como la cruz aspada de San Andrés que luce en el escudo de la villa. Cuando vino el boom de la Primera Guerra Mundial se convirtió en el estandarte de las construcciones industriales, con una fábrica moderna, avanzada, y salto de agua propio. Fueron independientes hasta en la generación de su propia energía.

Eibar vivía esos días horas de zozobra porque la situación de Orbea se sumó al apogeo de la diáspora de las empresas con sello eibarrés. Beistegui Hermanos, BH, con quienes los Orbea mantuvieron una relación de íntimos amigos a pesar de haber sido competencia, hacía años que se había trasladado a Vitoria, donde aún sigue operativa. Pero a esta se le sumaron otras empresas, al punto de que en un solo año, 1972, Eibar pierde de un plumazo 8.000 puestos de trabajo porque las 68 empresas que los amparaban se repartieron entre Abadiño, Durango, Ermua, Vitoria, Burgos y Navarra.

Pero el círculo virtuoso que envolvía su historia de innovación y ganas de superarse se hizo lento, cada vez más, hasta convertirse en vicioso. Una especie de serpiente de varias cabezas que afectaba a los cimientos mismos de la empresa. Las instalaciones envejecían sin que la renovación llegara por ningún lado. La producción separada y nutrida por los talleres de alrededor de la época armera pasó a ser integral cuando se abordó la bicicleta, y eso en un entorno tan precario como el antiguo centro de Urkizu era inviable. La empresa decayó lentamente, tan lentamente que ni sus dueños eran conscientes de la que se avecinaba. Además las rencillas familiares eran evidentes y aliñaban una situación imposible de por sí.

— Con casi 130 años de historia fue la que tiró del carro de la villa armera durante muchas décadas. Su nombre era parte de la esencia eibarresa, casi tanto como la cruz aspada de San Andrés que luce en el escudo de la villa.

“Hemos de pensar que esa generación cogió el poder con treinta años y no lo soltó hasta los sesenta”, afirma Angélica. Su sobrino Juan Manuel apunta: “La gestión fue mala porque no hubo relevo a tiempo. Cuando empezó la crisis surgieron ciertas rencillas en la familia, no se admitía lo que decía el otro. Por otro lado no se movió la fábrica de sitio cuando se comprobó que en Eibar no había lugar para crecer”. A un sistema de fabricación propio del siglo pasado se le unió una política de contratación desastrosa, casi funcionarial. Cuando la producción integral se empezaba a revelar como un lastre no hubo manera de corregirla porque no se podía dejar a tantas personas sin trabajo, pero al mismo tiempo el mantenimiento del sistema perjudicaba cada vez más a la empresa. Los problemas que daba una plantilla inadecuada se tradujeron en resistencia a cualquier cambio. Y en medio de todo aquello el endeudamiento feroz, un apalancamiento terrible que dejó seco el margen de maniobra. En aquellos momentos la empresa estaba en manos de 23 socios, entre los que Esteban y su hermana Josefina eran los propietarios más importantes. “La empresa entró en quiebra. Esteban tuvo que vender deprisa tres grandes edificios a un constructor”, concreta Carmelo Urdangarín. Sobre la situación exacta de la economía de Orbea en esos tiempos, Juan Carlos Fernández de Mendiola, entonces director administrativo, afirmó que todo fue producto de un desfase de tesorería solventado con aplazamientos de pago y refinanciación de la deuda.

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PUBLICIDAD DE CARRITO Y BICI (1935)

LA PUBLICIDAD DE ORBEA

EL CÓDIGO POSTAL NÚMERO UNO DE EIBAR

La fábrica Orbea, la que durante muchos años ocupó el paseo de Arrate número 7 y fue código postal número uno de Eibar, fue el gran orgullo de la empresa. Prueba de ello es que el dibujo de esa “ciudad dentro de la ciudad” se utilizó en muchas de las publicidades que la empresa realizó en las décadas de los cincuenta y sesenta. La publicidad de Orbea tuvo un amplio eco en la prensa regional. Aunque en ocasiones era Orbea, la casa madre, quien realizaba la inserción, fueron los diferentes distribuidores quienes llevaron el peso de muchas acciones en la prensa de sus respectivos lugares de influencia. Ocurrió en toda España salvo en Barcelona, donde Orbea tenía tienda propia de cara al público, desde mediados de los cuarenta. Fue una salvedad, pues el resto de la distribución se hacía a partir de terceras empresas. De esta manera, las publicidades surgidas de la parte baja del barcelonés barrio de Gracia se complementaron con los infinitos anuncios de todos los tipos que generó la tienda Viuda de Chaves en Sevilla, un negocio que pagó creatividades grandes, pequeñas, robapáginas y hasta anuncios por palabras, con el singular encabezamiento de “Chaves dice...” acompañado por “el militar siempre prefiere Orbea” y por “aproveche su tiempo usando una tremenda Orbea”.

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“VELOSOLEX, LA BICICLETA QUE RUEDA SOLA”

El mapa ibérico presentaba establecimientos como Domingo Agustín en Núñez de Arce de Madrid, Casa Cachaza en A Coruña, Manuel del Castillo en Huelva, Ciclos Morenito en Mataró, Terrassa y con los años en Collado Villalba, y Esteban R. Calasanz en Tafalla. Todos en su justa medida contribuyeron a divulgar el nombre y el producto en sus respectivas zonas. En la publicidad9 que Orbea emprendía de forma directa se hacía siempre acopio de buenos eslóganes de diferente origen. Algunos por ejemplo quisieron aludir a la antigüedad de la marca, entonces ya centenaria: “La calidad y solidez no se improvisan. Orbea es el resultado de una larga experiencia y honradez industrial”. También introducían el factor tiempo, valioso ya por entonces: “Llegue primero yendo sobre ruedas”. Y a veces formulaban preguntas directamente al lector: “¿Qué hará Ud. con una bicicleta Orbea?”. Todos los anuncios tenían un reclamo idéntico: “Orbea, la bicicleta que todo el mundo desea”.

Por esas fechas, a mediados de los cincuenta, Orbea sacó adelante generosas campañas de publicidad con su nuevo producto estrella, la VeloSoleX, la patente que trajeron de Francia, entroncando con la tradición de la empresa de adquirir modelos internacionales, como ya hicieron en la época armera. Con la VeloSoleX Orbea quemó el cartucho de la publicidad convencional, pero también hizo ensayos de contenido novedoso y original.

“La mecánica puede ser desconocida, para quien lleva felizmente una VeloSoleX”.

En lo que a la producción de anuncios en prensa se refiere, se sacaron adelante varias creatividades con diferentes tamaños y un eslogan común a todas: “VeloSoleX, la bicicleta que rueda sola”, o también “Tarde o temprano Ud. poseerá una VeloSoleX”. De esta manera, el serial de reclamos fue amplio:

“Útil para toda la familia”.

“VeloSoleX llega a España tras triunfar en el extranjero”. “Equilibrada en todas sus partes”.

Las delegaciones más activas en su divulgación fueron las de Málaga, Sevilla y Barcelona. La campaña, al margen de los diarios, se extendió también a la radio, siendo muy familiar la cantinela de la VeloSoleX Orbea en las emisoras. El modelo de origen francés, fabricado en la factoría Orbea, costaba unas 4.500 pesetas y para demostrar las bondades de su uso y la resistencia de sus piezas se organizó una excusión por etapas de varios días. Retratada por Pérez Buendía en ABC, se realizó en agosto de 1956 y se bautizó como “La ruta por la costa norte”. Fueron un total de veintinueve trabajadores de la fábrica Orbea de Eibar quienes salieron hacia Vitoria en VeloSoleX y allí se subieron a un tren que les llevó a Vigo. Desde allí iniciaron una travesía por toda la franja cantábrica, haciendo parada y fonda en Órdenes, Villalba, El Pito, Santander, Bilbao y San Juan de Luz, punto desde el que regresaron a Eibar. En su crónica, el periodista recalcó el litro de gasolina que la máquina gastaba en 100 kilómetros.

Esta expresión cerraba multitud de medias páginas y páginas enteras, pero también trufaba las diferentes partes de los camiones que la empresa contrató en la caravana publicitaria de la Vuelta a España, como por ejemplo la de 1957, que ganó Jesús Loroño, el ídolo del lugar.

— En la publicidad que Orbea emprendía de forma directa se hacía siempre acopio de buenos eslóganes de diferente origen. Algunos por ejemplo quisieron aludir a la antigüedad de la marca, entonces ya centenaria.

“Veintinueve muchachos de la factoría del VeloSoleX-Orbea en Eibar han cubierto una etapa de 1.200 kilómetros en diez jornadas, conduciendo la bicicleta motorizada anteriormente expuesta. Vascos, navarros y gallegos participaron en la prueba. El de mayor edad, casado, con cincuenta años y cinco hijos. El de menor, diecinueve años”. “El VeloSoleX-Orbea se portaba como el mejor amigo. A excepción de los pinchazos, nada anormal se produjo. El resultado feliz probó la seguridad de este medio de transporte personal. Sus extraordinarias condiciones le sitúan en lugar preferente”. Orbea ponía el acento en su trayectoria con bicicletas motorizadas para vender sus VeloSoleX. Anteriormente ya habían tenido el electrociclo, una novedad traída también del extranjero, que en esa época hacía furor en los países nórdicos. Las comunicaciones de este producto, de finales de los cuarenta, hacían referencia a sus virtudes, que convencieron al ejército para utilizarlo, siendo habitual en las ferias militares. También fabricaron bicicletas reforzadas con motores Yresa. PUBLICIDAD DE 1946

9. Despiece Nº9, Los eslóganes de 1947. P. 245 PUBLICIDAD DE 1956

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LOS SOBRESALIENTES DE ORBEA

LAS CAMPAÑAS DE ORBEA

Sin embargo, si algo marcó la presencia publicitaria de Orbea en la década de los cincuenta y sesenta fue su apuesta por las campañas, promociones y concursos que la firma organizó con otras empresas. En 1951 se ensayó, al parecer con éxito, pues se repetiría la fórmula muchas veces, una acción conjunta con la marca de brandy Fundador, que se preció de lanzar un concurso con un millón de pesetas en premios, incluyéndose hasta veinte bicicletas Orbea, diez para hombre y otras tantas para mujer, valoradas en mil pesetas cada una. En los dos años siguientes el anís La Castellana fue el compañero de viaje con dos sorteos mensuales de bicicletas Orbea y otros productos eibarreses, como las máquinas de coser Alfa. La firma de anís celebraba ese ejercicio sus bodas de oro y estuvo un par de años más sorteando material de Orbea.

Con Chocolates Colonial, Orbea estuvo también presente en los medios formando parte del repertorio de los premios por el centenario de la empresa chocolatera. Se sacaron a sorteo doce bicicletas en lo que se bautizó como un “grandísimo concurso”. También con Chocolates Nestlé se realizaron varias campañas mediante cupones al abrir la tableta, igual que con Chocolates Lourit y el Club Juvenil Kas, ya en los sesenta y con varias VeloSoleX de premio. En 1967 se celebró una de las últimas campañas de la empresa en su ciclo de sociedad anónima, la que emprendieron con la Unión de Distribuidores de Ediciones, poniendo veinte bicicletas Orbea como segundo premio a los agraciados.

En la década de los cincuenta la relación de la bicicleta con la infancia fue un filón para los gestores de Orbea. De esta manera se lazaron los “Premios Sobresaliente”, una campaña de inserciones en prensa que buscaba premiar a los estudiantes más sobresalientes de las diferentes áreas donde Orbea tenía un distribuidor. Así optaron al premio estudiantes de primera enseñanza, de escuelas de trabajo, de institutos laborales, de artes y oficios, de comercio y de peritaje. Era imprescindible llevar el certificado de primero de la clase al agente Orbea más próximo antes de julio para entrar en los sorteos de hasta 200 bicicletas Orbea. La gama de reclamos fue variada y los creativos de Orbea dieron en el clavo.

Aprovechando el contexto de excelencia se ponía el broche a todas las publicidades relacionadas con esta campaña: “También Orbea sobresale por su perfecta fabricación y gran rendimiento”. De forma directa, y colaborando con la Cadena Ser, Orbea emprendió un par de campañas que se complementaron con su presencia en la caravana de la Vuelta a España. Fue el que llamaron “Concurso Vuelta Ciclista Ibérica”, un nombre de amplio rango geográfico en el que Orbea invitaba al público a adivinar altos de montaña y finales de etapa, pues en esa época el conocimiento que existía del recorrido no era el mismo que hoy en día. Se pusieron en juego sorteos de 15.000 pesetas en premios. “Sentado en su butaca se puede triunfar”, decía la publicidad. Si otras publicidades respondieron al carácter veterano de la fábrica eibarresa, (“1842 a 1945, el prestigio de una buena marca aumenta a través del tiempo”), hubo otra campaña que realmente sentó precedente por su originalidad. A finales de los cincuenta se lanzó el “Concurso infantil de castillos de arena”, donde Orbea colaboraba aportando premios, al igual que la aerolínea Air France, a una campaña lanzada por el suplemento de ABC, Blanco y Negro, el diario francés Le Figaro y varios medios regionales como El Faro de Vigo, El Diario Montañés, El Comercio de Gijón, El Correo Español, Diario Vasco y La Voz de Galicia. El concurso se desarrollaba entre varias playas del norte de España, de San Sebastián a Vigo, pasando por A Coruña, Bilbao y Santander. El tema era libre y los concursantes hacían auténticas maquetas a escala de castillos optando al premio de una bicicleta Orbea.

PUBLICIDAD DE “LOS SOBRESALIENTES DE ORBEA” EN LOS AÑOS 50

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AUTOBUS PUBLICITARIO

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ESCAPARATES VARIOS (Aテ前S 50-60)

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NACE LA COOPERATIVA

“En 1970 la fábrica era una ruina y su plantilla tenía una elevada edad. Encima todo estaba en un suelo que no era ni plano. La fábrica era una sucesión de espacios. En el tercer piso estaba el montaje, enfrente de la estación de Eibar y desde él acostumbrábamos a ver la gente ir a la playa. En esa misma planta estaba también la pintura. En esos momentos el trabajo de los tubos se unía con racores que se encajaban. La pintura para esas partes se hacía manualmente y con mucho cuidado. Métodos tradicionales con un pincel para rellenar el hueco. Era un trabajo de artesanía. Había secciones de soldadura y montaje de carretes, forja, donde se estampaban las piezas, un economato... Un edificio aquí, otro allí, sin orden alguno. Recuerdo una nave central hacia la vía del tren con huecos por medio. Había también una línea aérea que llevaba las bicicletas de un lado a otro. Las bicicletas se sacaban en cajas de madera al tren y de ahí salían”. Miguel Ángel Estandía, director industrial de Orbea, describe la fábrica de Urkizu a finales de los sesenta.

LOS TRABAJADORES TOMAN EL MANDO

José Fernández de Araguiz estuvo más de cuarenta años en Orbea, entre sociedad anónima y cooperativa; fue unos de los socios fundadores del periodo cooperativo. Llevó tornillería, calidad, troqueles, utillajes y mantenimiento. En su mente está bien grabada la secuencia de hechos: “Un día nos citan y nos cuentan la situación y la postura de los Orbea. Peli Egaña instigó una reunión que se produjo en uno de los comedores de Orbea. Nos cuenta que la cosa está mal y nos ofrece la solución: formar una cooperativa. El tema económico no era sencillo porque los bancos no acababan de confiar en un grupo como el nuestro, totalmente nuevo en estas cuestiones”.

LOGOTIPO DE LA COOPERATIVA ORBEA

Jesús Portugal, como el anterior también entre los socios fundadores, estuvo unos 37 años vinculado a Orbea. Llegó a ser sereno y vigilante, pero pasó mucho tiempo entre el cromo-níquel y la pintura: “Peli Egaña fue sincero en ese momento. Nos dice que estamos hundidos, que hay un agujero tremendo. Nos ofrece la opción de la cooperativa. Quien quisiera seguir debía aportar una cantidad y si no, a continuar la vida en otra empresa. Quien tenga el dinero que lo ponga y en caso contrario a endeudarse con el banco. Hubo gente que no quiso meterse y se marchó, también quedamos unos cuantos. Nos tocó poner de inicio. La cifra inicial recuerdo que fueron más o menos medio

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millón de pesetas. Pasamos unos años de un miedo terrible”. La trayectoria de la familia Orbea al frente de la empresa de sus bisabuelos tocaba a su fin. Desde la propia masa de trabajadores, Peli Egaña y Carmelo Urdangarín lideraron la posibilidad de crear una cooperativa. La suerte estaba echada, más cuando la gestión de los últimos años había dejado seca la tesorería de Orbea. La empresa sin margen de maniobra, una malísima noticia cuya solución surgió de entre los propios empleados. Peli Egaña les reunió. Carmelo Urdangarín lo recuerda perfectamente: “A los trabajadores se les dio la opción de elegir entre irse al desempleo o intentar una aventura, con la ayuda del Grupo Mondragón”, con unos quince años de trayectoria entonces. Se optó por la cooperativa porque “el cooperativismo es algo muy sentido en el País Vasco”, prosigue Carmelo Urdangarín. “No fue una solución decidida por nadie en concreto, la situación se imponía. El conjunto de trabajadores tenía que optar entre el paro o la cooperativa. Fue una solución colectiva. José María Ormaetxea –uno de los cofundadores del Grupo Mondragón– tuvo muy claro desde el principio que había que instalar la solución cooperativa. Había buenas y recientes ex-

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LOS VIAJES DE PELI EGAÑA

periencias con Novak en Elgoibar y Soraluce en Placencia de las Armas”. La influencia de gente de Mondragón se formalizó el 27 de diciembre de 1971 con la integración de Orbea Sociedad Cooperativa en el Grupo. El tránsito de sociedad anónima a cooperativa no implicó paro alguno de la producción. Mientras se tejían los resortes de la nueva figura empresarial, Peli Egaña fue nombrado presidente, Luis Hernando, el hombre de las cuentas de la sociedad anónima, su mano derecha, y Carmelo Urdangarín sería el primer gerente de la cooperativa durante sus primeros cinco años de existencia. La estructura y burocracia no sufrían cambios significativos. Gandiaga hacía las nóminas e Iceta seguía como jefe de compras, una figura que habría de ser clave en la salida adelante del proyecto porque se empezaba a barruntar la opción de dejar atrás la fabricación integral de la bicicleta. Orbea cerraba Tarancón y quería poner en orden su casa. Con la mitad del terreno de Eibar vendido, quedó la parte alta, por encima de la vía, para la cooperativa. “Se negociaron acuerdos privados e individuales y prejubilaciones con los trabajadores. Pasamos de 700 personas a 350 más o menos”, apunta el primer gerente cooperativo, Carmelo Urdangarín.

— Orbea cerraba Tarancón y quería poner en orden su casa. Con la mitad del terreno de Eibar vendido, quedó la parte alta, por encima de la vía, para la cooperativa.

“Peli tenía contactos en el ministerio. A través del Fondo Nacional de Protección al Trabajo se logró gran parte del dinero para financiar la nueva cooperativa. A ello se sumó la ayuda de Caja Laboral10. También se dio una de las condiciones imprescindibles en una cooperativa: que el trabajador arriesgue su dinero. Todo, por eso, se hacía bajo la supervisión de Ormaetxea, un hombre de fuerte carácter que mantenía férreo control sobre todo. Era el director general y presidente de Caja Laboral. Siempre fue muy exigente, llevaba un control total de todos los procesos. No paraba de pedir informes de todo”, recuerda Carmelo Urdangarín Para sacar adelante la nueva cooperativa hacía falta una financiación a tres bandas: la ayuda de Madrid, la de Caja Laboral y la de los propios trabajadores, que pasaban a ser socios y parte de la entidad. Peli Egaña realizó un par de viajes a Madrid para sacar adelante la cooperativa. En las reuniones del ministerio de Trabajo tuvo de interlocutor a José Solís, ministro franquista, habitualmente bien trajeado, a quien llamaban “la sonrisa del régimen”. Egaña logró sacar 25 millones de pesetas a fondo perdido un año y otros tantos al siguiente. Al presidente de Orbea Sociedad Cooperativa le acompañaban el delegado provincial de sindicatos y el jurado de empresa, formado por unas doce personas.

presidente de la junta rectora”, lo describe el socio Luis Pérez. “No tenía grandes estudios pero sí lo que se dice mucha labia, y se movía muy bien. Debemos recordar que los miembros de la junta rectora avalaron el inicio de la cooperativa con su patrimonio y sus pisos”, completa José Fernández.

— Para sacar adelante la nueva cooperativa hacía falta una financiación a tres bandas: la ayuda de Madrid, la de Caja Laboral y la de los propios trabajadores, que pasaban a ser socios y parte de la entidad.

Caja Laboral también entró en la financiación de Orbea, pero con la condición de que los trabajadores pusieran de su parte, es decir, que pusieran dinero. Y no solo eso, técnicos de la entidad entraron en las entrañas de la empresa, vieron y comprobaron que los procesos no estaban bien definidos y aconsejaron cambios profundos en la cadena de producción, llegando incluso a recomendar que se prescindiera de algunos trabajadores. Orbea capeaba el temporal en esas fechas con una plantilla muy envejecida. Se entró incluso a valorar nuevamente cada puesto de trabajo y el sueldo acorde a la productividad y situación de la cooperativa. A los trabajadores que se quedaron en Orbea se les concedió la categoría de socio. De esta manera se les expidieron unas cartillas personales en las que siempre estaban al corriente de su situación respecto a la empresa. Es decir, una vez habían hecho la aportación inicial, esa cartilla iba firmada por el secretario, José Armentia. “Eran unas cartillas con el nombre de Orbea donde salía nuestro saldo con la empresa, mediante los asientos de cada año. No era dinero físico y sí tu situación de socio en Orbea. Se calculaba respecto al dinero que pusiste el primer día. Luego en el momento de dejar la empresa o jubilarte tenías que liquidar ese saldo. Si había beneficios teníamos un saldo positivo, y al revés. Eran personales de cada trabajador. Se la conocía como la libreta de retornos y extornos”, explica el socio Luis Pérez. Personaje clave, Peli Egaña es objeto de múltiples opiniones, muchas hablan de su carácter extrovertido y arriesgado. “Tendría cosas malas como todas las personas, pero fue la figura clave en esos momentos. Acabó siendo el primer

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10. Despiece Nº10, El paraguas de Mondragón. P. 246

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LA ANGUSTIA DE LOS PRIMEROS MOMENTOS

ORBEA DEJA EIBAR

El nacimiento de la cooperativa no fue sencillo. Al margen de los movimientos de los nombres que marcaron la suerte del nuevo proyecto, Egaña, Urdangarín, Ormaetxea y compañía, la presencia y aportación de los socios fundadores tuvo mucho que ver en que la ecuación saliera bien. No era sencillo, Orbea arrastraba todos los problemas de su anterior etapa, la empresa además se había empequeñecido respecto a una competencia que le había comido parte del pastel, un pastel cada vez más pequeño porque la bicicleta ya no era la estrella en la mayoría de las casas.

Desde finales de los años cuarenta el goteo de empresas que iban dejando Eibar por falta de espacio para expandirse fue creciendo hasta los setenta, cuando el desmantelamiento de empresas se aceleró. Orbea siempre había estado en el entorno de Urkizu, pero la situación no se sostenía. Arrinconada por la venta de la mitad de los terrenos, la opción de crecer pasaba por la creación de un nuevo centro de producción, desvinculándose de Eibar.

Jesús Portugal muestra emoción, muchos años después: “Fue una época muy dura porque tenías que pedir dinero al banco cuando ya tenías una hipoteca con ellos. Todo sumaba y encima en un momento en el que no podías saber si la cooperativa saldría o no adelante. Imagínate si aquello no tiraba, sin trabajo, sin piso y endeudado. Fueron momentos de mucha tensión. Pasamos un tiempo sin cobrar, aunque luego todo se regularizó”. Javier Fernández precisa: “Hasta tres veces tuve que pedir préstamos por Orbea. La primera vez para entrar en la cooperativa y luego dos para cubrir pérdidas. Aunque no siempre lo compensábamos con dinero y sí con horas gratis para la empresa. Creo que al final de todo, echando cuentas, lo único que nos quedamos sin cobrar fue una paga. Hemos podido cobrar con algo de retraso al principio, pero luego todo fue puntual. Sí que es cierto que no cobrábamos mucho y a ello se le sumaba que si había deudas había que cubrir”. Y Jesús Portugal insiste: “Cierto es que formamos la cooperativa con miedo, con mucho miedo, pero como aquí no creo que estuviera mejor en otro sitio. Cuando sacamos el préstamo estábamos todos acojonados, perdona que te lo diga así. Tuve que pedirlo poco después de sacar el piso. Fue una especie de cara o cruz. Nunca sabías cómo podía salir aquello. Conozco mucha gente que se salió y le ha pesado irse. Tenía un compañero que un día comiendo, me preguntaba qué iba a hacer y siempre le dije que me quedaba, pues en el fondo estaba en un sitio que ya conocía. Él se fue, y las muchas veces que me lo crucé me dijo que se había arrepentido”. La cooperativa pasó bastantes años subsistiendo para asomar un poco la cabeza a inicios de los ochenta. “Hubo un año que se ganó bastante y al siguiente se perdieron hasta 600 millones. La verdad es que los años con beneficios fueron los menos”, rememora con media sonrisa Jesús Fernández. Para compensar posibles subidas de sueldo que no podían tener lugar, algunos socios llegaron a dar a la cooperativa 150 horas anuales sin cobrar. Pero no solo eso, Orbea ya no era una cuestión económica, la implicación emocional fue transversal y afectó a todos los miembros de la familia, pues como se vería con los años, muchos hijos de aquellos socios tomaron el relevo de los suyos dentro de la cooperativa. En muchas mesas de Eibar, en la intimidad del hogar, Orbea era tema de conversación habitual durante la cena. Había mucho en juego.

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“Estaba claro que en Eibar no se podía crecer y los terrenos que se quedó la cooperativa, una vez los Orbea saldaron las cuentas con el resto, no eran los mejores. Un día me llegaron noticias de que un propietario de unas tierras a la salida de Ermua, en Goitono, quería venderlas para uso industrial. Me dijeron que eran estupendas, pero al saber del lugar tenía el miedo de que se inundaran cuando lloviera fuerte. Un día que llovió mucho me acerqué a verlos y estaban perfectos, ni anegados ni nada. Orbea compró todo lo que hoy es el polígono de Goitono. Se dio la circunstancia de que los dueños de esos terrenos tenían otros en la parte derecha de la carretera. Quisieron venderlos por partes esperando que se revalorizaran pero no fue así”, rememora Carmelo Urdangarín, artífice del cambio junto a Peli Egaña, si bien el gerente que llevó a cabo el traslado de la fábrica fue Luis Mari Illarramendi. El cambio de sede condujo a un cambio de modelo productivo. Orbea dejaba la fabricación integral de la bicicleta. El socio José Fernández de Aranguiz recuerda: “El cambio de factoría nos hizo comprender que según estábamos en Eibar no podíamos seguir. Hacer todas las piezas de la bicicleta como las hacíamos era inviable y el tiempo lo demostró. Queríamos competir con el exterior pero no estábamos preparados. Teníamos secciones que debían irse fuera. No era necesario tenerlo todo en la fábrica, ni tampoco rentable. Primero sacamos la forja, de donde salían las bielas, los carretes y todo lo que es estampado. Luego le siguieron tornillería, sillines... Aquí había robots de soldadura que no salían rentables y se quitaron. Cuando vinieron parecían buenísimos, pero pasaron los años y no resultaban como se esperaba de ellos”. Aquellos terrenos, recuerdan los trabajadores del momento, se compraron a 150 pesetas el metro cuadrado y durante mucho tiempo Orbea fue la única empresa en el polígono. Con el tiempo se sumaron otras empresas, de todo tipo y tamaño, de bricolaje, transporte, máquina-herramienta, fresado, tratamiento de metales, construcción mecánica, embalajes y caucho celular, entre muchas otras actividades. El cambio de sede y de modelo productivo en Orbea coincidió con el paso de un tren que no se quiso dejar escapar. En aquellas fechas, inicios de los setenta, la bicicleta vivía una especie de primavera en los Estados Unidos. Las máquinas de diez velocidades eran especialmente apreciadas en el gigante anglosajón. Orbea hizo las gestiones para entrar en un pastel enorme que implicó la presencia de no pocos fabricantes europeos, pues en Asia la estructura era aún inexistente. Sin embargo esta suerte de “primera internacionalización” resultó un fracaso, pues el intermediario de Orbea en América no resultó ser agua clara, dando pie a un pleito que duraría doce años.

JUAN CARLOS FDEZ DE MENDIOLA, UNO DE LOS FUNDADORES DE LA COOPERATIVA, EN LOS TERRENOS DE ORBEA, MALLABIA.

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LAS PRIMERAS DIFICULTADES DE LA COOPERATIVA

LA SEGUNDA INTERNACIONALIZACIÓN

En unos inicios muy complicados, la cooperativa había cumplido sus primeros años instalada en Mallabia y no arrojaba la toalla. De hecho el producto Orbea tenía alguna que otra alegría, como los dos Trofeos Internacionales de Calidad a una empresa española otorgados por la Editorial Ofice los años 1973 y 1974, que se sumaron a sendos premios Eurofama en 1972 y 1974. Todos los reconocimientos tuvieron su espacio en los diarios del momento, al igual que otras promociones que ahora se realizaban desde el seno de la cooperativa. A inicios de la década la nueva Orbea retomaba el hilo de la publicidad premiando con una bicicleta plegable para niño al viajero medio millón que subiera al teleférico de los Rosales en la Casa de Campo madrileña. En Barcelona Orbea realizó campañas junto a los Almacenes Capitol de la calle Pelayo anunciando bicicletas plegables por 3.999 pesetas, bicicletas de media carrera por 3.600 y bicicletas para niños por 2.950. De hecho, la vinculación de la bicicleta como premio escolar volvió a ser un filón en el mensaje de la empresa realizando la oferta del Día del Colegial con los Almacenes Sears, sacando bicicletas por 3.595 pesetas la unidad. En 1975, con el ánimo de relanzar las ventas de las primeras máquinas surgidas de la factoría de Mallabia, Orbea realizó una campaña de publicidad en la que sorteaba máquinas de fotografía marca Kodak con la compra de una bicicleta. En mayo de 1977 Ignacio Ciarsolo entró como director financiero de Orbea. La situación era muy preocupante. Analítico, formado en cuestiones financieras, el nuevo responsable del dinero de Orbea describe la situación con precisión: “En esa época un 95% de nuestra producción se correspondía con la bicicleta de niño y también plegable. Se trataba de productos muy estacionales que se vendían un par de meses al año. Hablamos, por otro lado, de un producto estandarizado”. El nuevo director financiero lamenta la pérdida de importancia de Orbea: “Tiempo antes Orbea había sido mucho mayor que BH, pero con la crisis se invierte la situación. En los setenta BH podría tener la mitad de cuota de mercado, luego venía GAC y al final las tres hermanitas, Orbea, Torrot y la catalana Rabassa”. Además el entorno de mercado y competencia no ayudaba: “Estamos ante un mercado maduro y unos canales asentados. BH estaba muy bien instalada y dominaba la comunicación con campañas de Navidad que recuerdo muy agresivas. GAC también tenía su importancia pero lo jugaba más a su ciclomotor, la Mobylette. Nosotros estábamos en una situación residual”. Ciarsolo baraja problemas pretéritos que condicionaron los primeros años de la cooperativa. La apuesta de Egaña y Urdangarín por llevarse la fábrica a Mallabia era buena, casi la mejor, pues lo de Eibar no daba más de sí. Sin embargo “todo el crecimiento que realiza la cooperativa es en base a deuda. A la hora de hacer una inversión se hace con la perspectiva de que cueste lo menos posible.” Se podía llamar administración de la miseria. El segundo

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gerente de la cooperativa, de procedencia industrial, fue Illarramendi, que había sido director de producción con Carmelo. Illarramendi se encuentra con que en Orbea se seguía haciendo mucha pieza pequeña con unos medios muy anticuados. Además era necesario mantener la producción integral de la bicicleta porque la carga de trabajadores era muy alta y debías emplearlos, apunta Ciarsolo.

Si a principios de los setenta Orbea abordó lo que fue un primer salto al más allá, a Estados Unidos, casi nada, y la apuesta no salió bien, la segunda internacionalización de Orbea tampoco dio el resultado esperado. Bajo la gerencia de Gaizka Plagaro se centró el tiro en el mercado francés: era próximo, se tenía cierto conocimiento y accesibilidad y al mismo tiempo BH se merendaba el mercado por debajo de los Pirineos.

Tremenda competencia, mucho mejor situada en todos los sentidos, deuda ingente, plantilla vieja, nula competitividad... Los condicionantes económicos eran terribles. Ello implicó una rotación de gerentes que pasaban sin encontrar la tecla a una situación que “era una trampa”. Más gráfico, imposible.

Eran ya los ochenta y “Gaizka intentó abrir camino en Francia, donde estaban Mercier, Peugeot y Gitane, marcas que ocupaban toda la cadena de distribución”, destaca Ignacio Ciarsolo. “Se abrió la posibilidad de acceder a través de hipermercados entrando en competencia con marcas muy asentadas. Para ello Orbea debió buscarse un intermediario en Francia que facturara allí y luego a Orbea. Creamos la marca Delisle, ciclista francés algo conocido que nos ayudó en la promoción y el conocimiento en Francia. Pero no resultó sencillo: debías vender en un canal que primaba el precio, tenías que concretar una empresa para que te introdujera, tenías que utilizar los servicios de Delisle para que pusiera su nombre y promoviera el producto. Y para colmo tenías que afrancesar tu producto”.

— En esa época un 95% de nuestra producción se correspondía con la bicicleta de niño y también plegable. Se trataba de productos muy estacionales que se vendían un par de meses al año. Hablamos, por otro lado, de un producto estandarizado.

— Bajo la gerencia de Gaizka Plagaro se centró el tiro en el mercado francés: era próximo, se tenía cierto conocimiento y accesibilidad y al mismo tiempo BH se merendaba el mercado por debajo de los Pirineos.

A grandes rasgos Raymond Delisle fue un ciclista de segunda línea francés, nacido en una de las esquinas de Normandía, que acumuló prestigio siendo campeón nacional y ganando una etapa en el Tour, carrera que corrió doce veces quedándose a un paso del podio, a solo nueve segundos de Raymond Poulidor, en 1976. Una vez dejó el ciclismo profesional fue hotelero. Su participación a favor de Orbea en su mercado de origen fue interesante, pero insuficiente. “Al final todo acabó en graves pérdidas para la cooperativa. Quisimos abrirnos camino en la bicicleta de carreras, complementarla a la de paseo de nivel bajo-medio, porque en Europa había tendencia a volver a hacer deporte entre los adultos, y perdimos una cantidad importante de dinero”, comenta Ciarsolo. Los socios fundadores recuerdan perfectamente aquel ejercicio. Tras años de estrecheces en la cooperativa, en los que los asientos a final del año en la cartilla de Orbea no reflejaban el sacrificio y las horas ofrecidas a la cooperativa, parecía que a inicios de los ochenta las cosas empezaban a funcionar. Pero la expedición francesa, de la cual se aprendería mucho para el futuro, se plasmó en unas pérdidas muy tangibles para los trabajadores de la cooperativa, quienes tienen fresco en la mente el mordisco que se dio a su posición respecto a la empresa, paradójicamente después de unos años en que las cosas parecían ir a mejor.

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LOS OCHENTA CAMBIAN LA SUERTE DE LA COOPERATIVA

Hay experiencias que, por dolorosas, son útiles, y el raid francés tuvo su coste en lo económico, unos 50 millones de pesetas en pérdidas, pero supuso una inversión de futuro en conocimiento. Ignacio Ciarsolo dejó la dirección financiera y tomó el mando de la cooperativa justo cuando tocó capear con los socios las pérdidas de Francia. Ciarsolo se encontraba al mando de una empresa sin recursos propios y recurrió a Caja Laboral, “pero esta sugiere que los trabajadores también debían poner si queríamos su ayuda. La primera gestión fue reunir a los trabajadores en pequeños grupos y explicarles la situación. Se daba el caso de que en ese momento todos los trabajadores eran socios”.

gable para una máquina íntimamente relacionada con el ocio, las vacaciones y la niñez de muchas personas.

El asiento negativo en sus cartillas era un hecho y no solo eso, de las citadas reuniones en grupos de socios surgió la necesidad de sacar adelante préstamos personales por cada uno de los implicados a razón de 300.000 pesetas, que se liquidarían en un periodo de entre tres y cinco años. Esta cifra es un promedio, pues se puso sobre la mesa el índice laboral y lo que cobraba cada uno para que la carga fuera proporcional a las posibilidades.

Orbea había perdido músculo en la comercialización, por sus obvios problemas económicos, pero también a causa de una imagen muy dañada. El recién nombrado gerente toma nota y se empieza a “trabajar en ello, aunque en medio de problemas ya conocidos: una plantilla enorme vinculada a la fabricación total de la bicicleta y una deuda grande. Asumimos que debíamos, además de mejorar imagen, reforzar canal de distribución. En esa perspectiva se planteó mi entrada de gerente, además en un contexto de mercado muy duro. En Europa, en general, a partir del 81 se produjo un importante crecimiento en la demanda de productos deportivos, pero esas expectativas estuvieron sobrevaloradas por unos fabricantes que se pasan de frenada, dando origen a una gran crisis de la bicicleta”.

“Cerré la vía francesa porque los canales franceses no dejan que entremos y no conviene entrar en esas condiciones”, zanja Ciarsolo sobre los problemas de un mercado próximo pero manifiestamente complicado. Analítico, Ciarsolo quiso ver sobre la mesa un paisaje claro y nítido de cómo estaba Orbea en 1982, en plena vorágine de la serie Verano azul, en la que los protagonistas aparecían circulando por Nerja montados en bicicleta, una publicidad impa-

“Lo primero que hice fue pedir un estudio de mercado para ver qué había pasado”, explica. “Orbea es una marca muy conocida en España, el nivel de notoriedad es de más del noventa por ciento, eso no era un problema. Cogimos un grupo de gente e hicimos una encuesta preguntándoles cuántas fábricas de bicicletas conocían y si sabían a qué se dedicaba Orbea. De ese sondeo sacamos la conclusión de que la imagen de Orbea era negativa, que era algo del pasado. Nuestra bicicleta se consideraba pesada”.

A los no pocos problemas se le añade otro, el stock. Se fabricó pensando en que la campaña navideña de 1982 sería buena y no lo fue tanto. Los gurús erraron y en esa pasada de frenada cayeron auténticas instituciones como Raleigh en el Reino Unido. “Pensando que las ventas iban a ser buenas, decidimos hacer una campaña fuerte en televisión durante una Navidad. Aparte de que el gasto no dio resultado, porque era como una gota de agua en el mar, empezó a producirse una generación de stock que evolucionó hacia una situación muy negativa, en contraposición a lo que ocurría en Asia, donde empezaban a crearse estructuras. En pocos años muchas firmas desaparecen y España no quedó exenta. En ese periodo desaparecieron Rabassa y Torrot, estuvo a punto de desaparecer GAC. Solo estaba bien BH. Nosotros por nuestra parte intentábamos aumentar nuestra cuota con un enfoque claro para llegar a la bicicleta que querían los nuevos ciclistas, con una percepción más adecuada del mercado y buenos canales. Habíamos mejorado en bicicletas de carretera pero seguíamos lejos de las firmas internacionales”, relata Ciarsolo.

— Se fabricó pensando en que la campaña navideña de 1982 sería buena y no lo fue tanto. Los gurús erraron y en esa pasada de frenada cayeron auténticas instituciones como Raleigh en el Reino Unido.

Con todo, Orbea empezó a enderezar el rumbo desde abajo. Sabedora de que en el plano internacional existían riesgos que podían llevarse por delante la cooperativa, se centraron en el mercado español, “porque era el que teníamos más a mano”, precisa Ciarsolo. La deuda, la sempiterna deuda, era una condena, pues estaba satisfecha además a tipos de interés de dos dígitos, con un coste financiero casi inasumible del siete por ciento. “Además no éramos competitivos”, para colmo. Se seguía dando vueltas a cómo soltar más y más piezas no rentables en la cadena de creación de una bicicleta.

TRABAJADORES DE LA COOPERATIVA DE ORBEA

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EL ORBEA DE PEIO, JOKIN Y... PERICO

En los albores de la historia de la bicicleta en Eibar se conformó un círculo que se retroalimentaba perfectamente. Los gestores de Orbea decidieron equipar la mitad del pelotón de la Vuelta a España de 1935, la primera de la historia, llevándose consigo a la estrella más mediática del momento, Mariano Cañardo, a 2,5 pesetas el kilómetro si quedaba primero, 1,5 si era segundo y una si pisaba la tercera plaza. Fue segundo y esa Vuelta tuvo más de 3.400 kilómetros. Luego, desde el propio seno eibarrés, surgió el círculo perfecto combinando marcas de bicicletas con la competición ciclista. Gárate, el alma de GAC, lo demostró sacando adelante carreras que se identificaron con el producto estrella de las entrañas fabriles de Eibar. Orbea apostó fuerte en una campaña de publicidad para la Navidad de 1982 y los resultados no fueron los apetecidos. Peli Egaña coqueteaba con la idea de recuperar el papel competitivo de Orbea como parte del giro estratégico para la marca. El ciclismo era el hábitat natural para promocionar la bicicleta. No era un deporte caro, ni mucho menos, y además significaba poner el material a prueba ante los ojos de los aficionados. En 1982, Orbea lanzó un primer equipo aficionado cuya plantilla se repartía entre ciclistas de Donostia y el Goierri bajo la batuta de Patxi Giner. Fue el primer Orbea, íntegramente vestido con los colores azules de la cooperativa. Ahí estaban los hermanos Mujika, Jokin y José Kruz, Peio Ruiz Cabestany, Antxon Lekuona, Valentín Dorronsoro... El equipo además estaba en actividad los doce meses, pues en invierno el grupo de ciclocross salía a competir con José Ramón Izaguirre, Iñaki Mayora, José María Yurrebaso y Xabier Izuzkiza.

Aitor Larrañaga, jefe de producción de Orbea, estuvo presente en aquellos tiempos pioneros: “Me gustaba mucho el mundillo y me ofrecí al director para volver a otras carreras los fines de semana. Al no tener carné de conducir podía acercarme a las carreras en coche con Betegui y Narciso, dos de los corredores, principalmente en el entorno vasco. Si había que ir más lejos debía pedir permiso en el trabajo. A finales de julio de 1982 pedí permiso para ir a la Vuelta a Murcia, la primera carrera a la que fui con mi nuevo carné de conducir. Luego incluso me tocó conducir en carrera, algo que es complicadísimo”. El mecánico entró en contacto con las dos personas que estaban maquinando un proyecto más grande y ambicioso: un equipo profesional. Desde la Sociedad Deportiva Danena, con Patxi Alkorta, y la propia cooperativa, en la persona de su presidente, Peli Egaña, se decidió crear el primer equipo Orbea profesional como culminación de un proceso que se había gestado durante unos años. Fue el momento de contratar al magnífico ciclista que fue Domingo Perurena como director de la formación, junto a Francisco Giner. Egaña incorporó a Aitor Larrañaga a la fábrica de Orbea para sacar adelante una línea de trabajo fundamental para capitalizar el rédito del equipo ciclista. Crecía de forma incipiente la necesidad de sacar bicicletas especiales, de carreras, que eran minoría en una producción que se centraba en las Vivanti y otras bicicletas de paseo y ocio. Esas máquinas las montaba el especialista Julio Gamarra, quien incorporó al propio Larrañaga al equipo de montaje. Eran muy pocas las bicicletas que salían, pero tenían algo que Orbea rara vez había tenido: un gran margen de beneficio.

Cuando no estaba en competiciones, Larrañaga rememora: “De lunes a viernes estaba en la cadena de la fábrica, donde acabé trabajando en todos los puestos. Tanto Julio como yo entrábamos en la cadena cuando ya no teníamos trabajo en el montaje de las bicicletas que se salían de lo normal”. Las ideas de Egaña se tenían que plasmar en el día a día de la cooperativa y la pretensión de sacar adelante un equipo profesional encajaba con la nueva estrategia que manejaba Ciarsolo desde la gerencia: “Tras lo que nos pasó con la televisión decidimos seguir invirtiendo en publicidad, pero con un enfoque diferente. Vimos en el deporte de la bicicleta un elemento para cambiar el rumbo y la percepción. El equipo ciclista Orbea se aprovechó de la existencia previa del Azkar, con ciclistas como Jokin Mujika, auténticos ídolos en la época. Fue con Jesús Mari Aguirrezabala con quien nos decidimos a probar en aficionados”.

Delgado, cuando se enteró del interés de Orbea: “Muchas bicicletas han de vender estos para pagar tu sueldo”. Baranda hizo muchos números: “El equipo pudo suponer entre un 5 y un 10% de la facturación de Orbea, cuando la rentabilidad era del 2%. Era imprescindible compartir ese gasto con otros patrocinadores, si llega a seguir sola la empresa se arruina. Es posible que entonces la facturación rondara los 500 millones de pesetas”. Perico admite buenos recuerdos de su periodo en el equipo azul, y sorpresa por la ambición que movía a una escuadra muy humilde en medios: “Vi esa ilusión de que con tan poca cosa, íbamos a ser muy grandes. La sorpresa más importante fue esa: la ambición que mostraba Orbea por ser grande, porque al margen del equipo profesional, tenían otras estructuras”.

Los ensayos se acabaron en 1984. “Entonces ya fuimos equipo profesional”, precisa Ciarsolo. El proyecto se plasmó en dos años, el primero para entrar en el pelotón y el segundo con una apuesta fuerte. Jesús Baranda marca los tiempos: “En 1984 fue un equipo modesto. El fichaje de Perico fue un gran esfuerzo. Saltabas de ser un segunda a jugar en Champions. Tuvimos que hacer encaje para ver cómo pagar todo aquello. Llegó MG y fue una ayuda enorme, aunque no era suficiente porque no podía correr el Tour y había que buscar otro patrocinador. El golpe inicial estaba amortiguado, aunque si no llega a aparecer Seat para el Tour la situación se hubiera complicado”. Tomaban entonces relevancia esas palabras que Julio le dijo a su hijo, Pedro

— El ciclismo era el hábitat natural para promocionar la bicicleta. No era un deporte caro, ni mucho menos, y además significaba poner el material a prueba ante los ojos de los aficionados.

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PEDRO DELGADO, RICARDO ZÚÑIGA Y PEIO RUIZ CABESTANY EN 1985

EQUIPO DE AFICIONADOS (1982)

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LOS BENEFICIOS DEL EQUIPO ORBEA

Sacar un equipo como aquel tenía un reverso de la moneda, una intrahistoria que no salía en los titulares que describieron la Vuelta a España que Perico ganó en el último momento, pero que sostenía toda la estructura que rodaba por las carreteras de medio mundo. Aquella inversión, tras unos años de dificultades, había que venderla a los trabajadores: “Para muchos trabajadores aquello no era una inversión y sí un gasto.”, admite Aitor Larrañaga. “Se veía como un dinero que se daba a terceros. Entonces yo no era socio y aquel dinero salía de otros, además en un tiempo en el que no había beneficios”.

ello se añadió una política comercial muy fuerte. Vendíamos que de nuestra fábrica salían los cuadros de las victorias de Perico”. Sobre este punto Baranda lamenta que no existiera un plan preconcebido para sacarle mayor partido a la temporada que el equipo Orbea firmó en 1985: “Los éxitos deportivos no tuvieron una repercusión inmediata. No hubo grandes incrementos en las ventas de las bicicletas, al menos no lo notamos así. Tampoco hubo un plan específico para explotarlo. Visto desde ahora habría que haber hecho un marketing más profesional. No lo acompañamos porque éramos neófitos”.

“A nivel interno se vendió con dificultades. Cuando estábamos trabajando a pleno rendimiento para la campaña de Navidad, haciendo horas extras sin cobrar y sacrificando tiempo personal, se vieron en la televisión vasca unas entrevistas con ciclistas de Orbea esquiando en los Pirineos. La gente lo criticaba y era difícil de justificar, pero lo hicimos. Peli Egaña se involucró mucho en explicarlo. No obstante nuestra idea era que, una vez que aquello tuviera un sponsor principal, nosotros reduciríamos nuestra presencia económica. Gin MG, Seat y Caja Rural fueron patrocinadores del equipo, cuya propiedad era de Danena, no de Orbea”, relata Ignacio Ciarsolo.

Sobre el incipiente valor que empezaban a tener los mass media, Aitor Larrañaga tiene una anécdota reveladora: “Recuerdo que nuestro presidente, Peli Egaña, llamaba a su hijo a casa y le pedía que contara todos los segundos que Orbea salía en pantalla y los sumara. Al menos así tenía una valoración para poder venderla a la empresa, se podía al menos saber lo que te costaba patrocinar un equipo respecto a lo que tenías que pagar en anuncios de televisión”. Desde la perspectiva de fábrica y producto Larrañaga no duda en etiquetar aquella experiencia como “el gran empujón que nos llevó al punto actual. Un equipo te obliga a mejorar el material y a competir. Si no tienes un equipo no puedes testear tu producto, pero tampoco te vendes. Muchas veces es imposible entrar en los sitios con una bicicleta desconocida si no estás acompañado de un equipo que la pruebe y la ponga al límite. Puedes pasar todos los controles de calidad que quieras, que no te escucharán si no estás en profesionales. Ya se dice que es un escaparate ideal pero a veces es complicado llegar, porque los equipos pasaron de adquirir las bicicletas a tenerlas gratis y recibir un dinero por parte de las marcas para que las llevaran”.

En efecto, los socios estuvieron muy pendientes de todo lo que se cocía en el equipo. Jaime Ulacia admite que siempre estuvo atento “a la rentabilidad del equipo. Desde mi posición pensaba en si podía ayudarnos a promocionar nuestro producto o si, por el contrario, nos podía suponer un lastre. Esa duda yo la tenía. Era la mentalidad de entonces y te lo preguntabas, aunque en el fondo pensabas que si se hacía, era para bien y para mejorar el conocimiento de la empresa. Era un tema que se comentaba mucho en los corrillos. Estábamos pendientes de los resultados. Con los años vimos que mereció la pena la inversión”.

“En el mundo del ciclismo hay que estar ahí”, insiste Larrañaga. “Es muy complicado valorar el impacto y los beneficios que sacas, pero creo que es indiscutible que a la larga te beneficia. Por ejemplo, nosotros sacamos un modelo de bicicleta con el nombre de Cabestany cuando este empezaba a ganar carreras desde aficionados”.

Incluso el equipo afectó al día a día de muchos trabajadores: “Los primeros años no tanto, pero luego se dio el caso de estar pintando bicicletas el sábado de madrugada para que el ciclista de turno compitiera al día siguiente”, puntualiza Jesús Portugal. “Durante el año veíamos cantidad ingente de cuadros que se rompían o se torcían por accidentes de la propia competición. Pasamos muchos sábados a las doce de la noche pintando cuadros”. Para José Fernández de Aranguiz “la apuesta del equipo fue sin duda buena. Aunque en ese momento nos generara dudas”. Ciarsolo, la mano que ejecutó el proyecto, aunque Egaña tuviera la visibilidad, admite que las tornas cambiaron con el equipo, se pensaba a medio y largo plazo: “El coste fue tan importante que solo se justificaba en la medida en que estábamos sembrando para el futuro. Aquella apuesta influyó en el cambio de percepción sobre Orbea. Fuimos pioneros y nos situó en el mercado. Era un equipo de ciclistas jóvenes que transportaba elementos positivos. El equipo nos ayudó mucho en los canales de distribución, porque lo relacionaban con su propia actividad. Antes del equipo corría el chascarrillo “Orbea en cada bache se estropea”, y el equipo mejoró la imagen. A todo

JOKIN MUJIKA (1984)

PERICO DELGADO (1985)

No obstante, treinta años después existe el convencimiento de que la suerte de Orbea se empezó a cambiar en ese ciclo. “Sin duda fue un hito muy relevante. Fue una de esas apuestas que ahora se llaman estratégicas o de futuro, pero que antes eran intuitivas y de corazón. Nosotros teníamos una visión muy clara de que una marca que quería estar en el deporte debía estar vinculada al profesionalismo. Nosotros ya lo habíamos estado en el pasado, en los años 30. Y de alguna manera en esos momentos reactivábamos esa presencia y tuvimos la gran suerte de encontrarnos a Pedro, que ganó para todos nosotros la Vuelta. Desde ahí se consolidó un camino que empezó con el Orbea Danena, siguió con Gin MG-Orbea y Seat-Orbea, y posteriormente con la Fundación Euskadi, con Euskaltel y hoy con Cofidis. Nos sirvieron para darnos a conocer, pero también como fuente de saber y de innovación para la marca”, concreta Jon Fernández.

LUIS VICENTE OTIN (1985)

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LA COOPERATIVA TUERCE SU SUERTE

Los efectos del equipo, sus victorias y su notoriedad se prolongaron un año más. En 1986 el Seat-Orbea también había sido protagonista en diferentes momentos de la temporada, algunos, además, de gran impacto, como la etapa en el Tour de Francia que ganó Peio Ruiz Cabestany. Curiosamente ese año el gran espejo de Orbea, la ya vitoriana fábrica de BH, se metió también en el pelotón profesional copatrocinando al Zor de Álvaro Pino, un año después de que Perico ganara la Vuelta. “BH era un líder muy celoso de su cuota de mercado. Teníamos que hacer las cosas de una manera sutil, que no nos descolocara respecto a ellos. Conseguimos cambiar en gran medida la imagen que se tenía en público y canales, penetramos en mercados que no nos querían comprar porque BH y GAC estaban por delante. Tuvimos que reconstruir la red por toda España con extrabajadores de Orbea, gente muy comprometida con la empresa. Al mismo tiempo logramos prejubilar a más gente, otro sobrecoste añadido. Trabajábamos en un mercado con altibajos y muy duro, sin embargo veía que a poco que fueran bien las cosas podíamos salir adelante, siempre con las dudas sobre la apuesta. Sabíamos que iba a desaparecer gente del mercado y lo vimos en Francia, lo que nos dio opción a entrar”, precisa Ciarsolo. Parecía que las cosas habían cambiado, para bien además. “Los beneficios fueron muy escuetos pero estábamos bien situados entre las cooperativas del grupo, ni muy arriba ni muy abajo”, prosigue Ciarsolo. “Se notaron mucho las horas cedidas por los socios más los créditos solicitados. Habíamos sentado las bases para el posterior desarrollo de Orbea”. El abandono de la producción integral, ahora ya en Mallabia, traía ventajas que en el futuro inmediato serían decisivas. Baranda recuerda el proceso como muy lento, progresivo, pero imparable: “La fama de Orbea no era la mejor, y aquellos éxitos tampoco se plasmaron en el corto plazo porque tampoco se hizo una mejora sustancial del producto. Fue todo muy gradual, más en un momento en que se iba desintegrando la producción quitando plantilla y secciones, incluso subcontratando poco a poco. Íbamos haciéndonos con una agenda en Asia. El producto mejoraba en el sentido de que eliminabas las partes más deficitarias de la cadena. La producción integrada era una fuente de problemas. Poco a poco recolocamos a la gente o la prejubilamos, incluso con problemas de dinero”. “Las jubilaciones fueron una constante en Orbea”, argumenta Baranda. “En 1969 pasaron más de 300 socios a la cooperativa y diez años más tarde quedaban unos 200”. “Yo entré como director de recursos humanos en 1989, con la instrucción de conducir un proceso de jubilaciones anticipadas, porque la carga de estructura era muy alta y de una edad media elevada. Empezamos a tener planes de jubilación que nos ayudaron a aliviar la estructura salarial”, apunta Jon Fernández, director de recursos humanos por aquellas fechas.

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Ayudó el marco legal de los años ochenta, “muy propicio para prejubilar sacando los dos últimos años en el cálculo de la jubilación y dando a los trabajadores la máxima cotización posible en autónomos”. Ello propiciaba que quien dejaba la cooperativa lo hiciera en la mejor de las condiciones. Ese esfuerzo, como los anteriores, lo absorbió Orbea. Esas condiciones duraron pocos años, pero se aprovecharon al máximo. Los grandes problemas del inicio de la cooperativa se estaban solventando. Se estaba bajando la edad media de la plantilla, se estaba logrando desendeudar la estructura con la venta de las últimas parcelas de la fábrica de Eibar y solo se asumía la parte de la producción que daba buenos resultados. Se fabricaba aquello que interesaba y el resto se compraba fuera. La agenda de Orbea crecía en contactos, sobre todo en el mercado naciente de Asia. Orbea saboreaba la opción de vender fuera, pero quizá lo más importante era comprar en aquellos mercados lejanos: “El sector de la bicicleta en Europa se estaba trasladando a Asia”, explica Miguel Ocaña, futuro gerente. “Taiwán

— Parecía que las cosas habían cambiado, para bien además. Los beneficios fueron muy escuetos pero estábamos bien situados entre las cooperativas del grupo, ni muy arriba ni muy abajo.

empezaba a ganar fuerza en la industria auxiliar y de accesorios de la bicicleta. En España y Europa empezaba a decaer esta industria”. Por esas fechas Orbea compró Zeus, la reputada marca de grupos instalada en el durangués barrio de Matiena, que pasaba por dificultades. “Orbea fue la mejor oferta que nos llegó, porque le interesaba una marca que se movía en un nivel superior en bicicleta de carretera, por eso adquirió solo el nombre, nada más. Lo demás se vendió todo. El edificio de Zeus sigue existiendo, incluso hasta no hace mucho se podían leer las letras. Abajo hay un pequeño taller, una de las plantas se alquiló por cachos con gente joven y un gimnasio”, recuerda Pilar Rodríguez, trabajadora en Zeus, primero, y posteriormente coordinadora comercial de Orbea. Pilar entró “a trabajar en Orbea en el departamento comercial, centrada en el mercado nacional, pues exportación había muy poca. Trabajábamos con delegaciones que tenían despacho más almacén en diferentes sitios de España. Desde la fábrica salían camiones llenos de material”. Este sistema funcionó hasta hace unos diez años. La cooperativa trabajó con diversos delegados. Así en Sevilla estaba José Carlos Martínez; en Málaga, Eduardo; en Levante, Santos Susilla y Toni Valls para bicicletas y neumáticos; en Barcelona, Antonio Jiménez, al margen de la tienda física, y en Madrid hubo varios delegados, entre otros Alcubilla. Donde no hubo delegación fue en el norte, por atenderse directamente desde Mallabia. “Las llamadas que recibíamos en comercial eran solo desde las delegaciones, nunca de la tienda física. Nuestros delegados visitaban y tenían contacto con los puntos de venta, muchas veces nos llamaban desde estos. Te pasaban un pedido que se apuntaba en una hoja que iba a almacén con réplica a facturación. Mucho papeleo y trabajo mecánico”, rememora Pilar. Dadas las exigencias del mercado, en aquella época se trabajaba con camiones repletos de material. Actualmente se sirven las bicicletas una a una, lo que implica tener un conocimiento muy nítido de lo que quiere el cliente. AITOR LARRAÑAGA, MECÁNICO DE ORBEA, EN LA SALIDA DE LA LIEJA-BASTOÑA-LIEJA DE 1985

— Por esas fechas Orbea compró Zeus, la reputada marca de grupos instalada en el durangués barrio de Matiena, que pasaba por dificultades.

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A REBUFO DE LA BTT

Si a inicios de los setenta Estados Unidos y la eclosión del BMX implicaron nuevas normas en el mercado, otra vez desde el gigante anglosajón venían noticias que movían todo el mapa mundial de fabricantes de bicicletas. A finales de la década de los ochenta aparece una bicicleta de etiqueta americana pero fabricada en Asia que tenía grandes posibilidades comerciales. Hasta la fecha la bicicleta había estado muy marcada: por un lado estaba el producto para niños, por el otro la máquina de rendimiento deportivo, bicicletas de carretera. En medio, un gran nicho de adultos cuyas necesidades no acababan de estar cubiertas. La bicicleta todo terreno, la BTT, vino a atender ese enorme mercado. En este sentido, Jon Fernández detalla que “en el boom de la BTT coinciden un montón de variables en el mercado español. Por un lado tuvimos un producto que democratizó el uso de la bicicleta. En los años anteriores teníamos la bicicleta llamada ’multiempleo’, que era para niños menores de 14 años, y luego estaban las de carreras, que eran minoría. No había un producto intermedio pensado para personas que simplemente querían disfrutar de su tiempo libre: se pasaba del esfuerzo casi deportivo al máximo, a los niños. La BTT logra que todo el mundo pueda utilizar una bicicleta. A un mercado que prácticamente se dobla en cantidad se le suman canales de distribución: grandes superficies, bancos con sus promociones... Y a todo ello una situación económica que hasta 1992 fue boyante”. En 1990 Alcampo, por ejemplo, tenía una oferta de bicicleta Mentor BMX R 500 con garantía Orbea por 9.995 pesetas. Orbea observaba los cambios y aunque acogió las novedades, los gestores del momento, no obstante, comparten la opinión de que la cooperativa vivió unos momentos dulces que de haberse aprovechado al 100% habrían dado un resultado aún mejor. Ciarsolo, quien estaba cerca de dejar la gerencia, recuerda que “desde nuestra posición veíamos que en Estados Unidos la BTT estaba teniendo un gran éxito. Anteriormente vimos que la BMX había tenido su origen allí. Decidimos hacer una prueba comprando unidades en Taiwán y Corea. Así comenzamos. Cuando llegó la BTT del todo ya habíamos avanzado un trecho, pero estábamos pendientes de estudiar nuevas posibilidades sin reparar en lo que teníamos. Con esas primeras bicicletas hicimos un test y primeras pruebas. Organizábamos en hoteles pruebas de mercado para conocer la opinión de la distribución. No obstante estábamos en la antesala de una revolución, la de los componentes de Shimano”, apostilla sobre lo que vendría a continuación del boom de la BTT. Para Baranda “el salto cuantitativo de Orbea llegó con la BTT en cuanto a ser una empresa rentable, no de supervivencia. Si en ese momento hubiéramos aprovechado la cresta podríamos ser mucho más de lo que somos. Ese boom nos pilló un poco por sorpresa. No supimos ver las variables clave que acompañaban ese cambio. Volvimos a caer en el error de fabricar y fabricar porque la demanda era inmediata, no aprovechamos el momento para invertir en el producto e innovar. Había mucha rentabilidad, pero eso dura tres o cuatro años y el mercado se inundó de bicicletas. Tendríamos que haber percibido

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por dónde iba el futuro, si bien no era sencillo. Estaba claro que ese boom no iba a ser eterno”.

FÁBRICA (1990)

FÁBRICA (1994)

Si los cambios y la evolución de Orbea en el plano cooperativo siempre habían sido a fuego lento, con calma y fluidamente, la BTT vino a irrumpir con estrépito. El director de industria, Miguel Ángel Estandía, hijo de Ángel Estandía, relata cómo este producto llegó de golpe pero para quedarse: “A finales de los ochenta se produce la irrupción de la BTT. Tuvimos que salir fuera a comprar las propias BTT porque éramos incapaces de hacer ese producto. Entre 1990 y 1993 pasamos de hacer las multiempleo a centrarnos en la BTT. No fue una decisión, fue pura obligación. Los objetivos de producción de BTT se multiplicaban, aunque nuestros medios eran los que eran”. De inicio Orbea se hizo con producto acabado en Asia. “Acabamos por comprar los cuadros, pero antes nos traíamos las bicicletas enteras. El gerente Aguirrezabala va a China y las compra allí. Fueron unos años que con el boom de la BTT se vendían bicicletas por todos los lados. Hasta los bancos metieron bicicletas en sus promociones. Era tal la demanda que surgieron empresas que hacían de intermediarios entre los bancos y las marcas. Llegamos a trabajar para la editorial Planeta mediante bicicletas que llevaban blanco, amarillo y negro”. La locura de fabricación se retroalimentaba, el excelente margen que daba vender las máquinas a los bancos animaba a seguir por esta senda. “Para Orbea aquellos fueron años de beneficios muy buenos. Nuestra relación con Asia era muy intensa. Llegamos a sacar 10.000 bicicletas mensuales”, precisa Estandía en relación con el frenesí productivo que envolvió el periodo entre 1989 y 1994. Baranda hace números: “Tuvimos tres años muy buenos a inicios de los noventa. La cifra de facturación se pudo ir a 4.000 millones de pesetas perfectamente. Pero tres años más tarde, en 1996, más o menos, estás en unos 2.500 millones. Esa subida y bajada ocurrió en seis años”.

Otra vez un círculo vicioso que Jesús Baranda retrata por fases: “Todo lo dicta un mercado completamente distorsionado. Teníamos los almacenes a tope porque queríamos garantizar una respuesta inmediata al mercado. Te anticipas a lo que vas a vender en seis meses. Cuando la demanda decae, el resultado se resiente y al final vimos que no hubo una dirección estratégica clara. No podíamos por otro lado abrir nuevos mercados cuando no dábamos abasto aquí”. “De repente se duplica todo, en lugar de 800.000, se venden dos millones de bicis. Pero llega un momento en que el tsunami pasa, la ola se retira y queda lo que queda”, resume Jon Fernández.

En esas bruscas oscilaciones hubo un antes y un después: Shimano, el gigante de los componentes, rompía la baraja sacando grupos diferentes cada año. Aquella decisión dejaba fuera de juego el modelo que Orbea, acuciada por la demanda, había adoptado. De repente parte del stock estaba fuera del mercado, no podía tener salida. “Lo que teníamos en almacén comenzó a estar fuera de moda. Solo se podía sacar al mercado si se depreciaba. Tuvimos que asumir ese ajuste con dos años de pérdidas”, lamenta Estandía. En efecto, las urgencias de la fabricación supusieron contar “con unos márgenes inesperados. Con ellos la cooperativa generó una estructura en proporción. Pero los márgenes se resienten porque entran nuevos actores al mercado y se establece una guerra de precios”, prosigue Baranda, que a su vez indica cuál debió haber sido el camino: “Tendríamos que haber invertido en producto, y no solo cuando los márgenes caían, sino antes”. A todo ello se sumaba el hecho de trabajar con Asia y los plazos que implicaba. Se hacían los pedidos a medio año vista, no como en Europa, que llegaban al mes. Entre que se efectuaba el pedido y este llegaba la situación del mercado se había complicado ostensiblemente.

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DUEÑOS DE SU FUTURO

LA APUESTA SE LLAMA GAMA ALTA

1997 resultaría un año clave, el año de lo que Miguel Ocaña, gerente a partir de ese año, calificó como “una de esas apuestas que se llaman estratégicas y marcan el rumbo de los años siguientes”. Desde el inicio del ciclo cooperativo, Orbea había ido sacando la cabeza, no sin problemas. Las herencias del anterior periodo no se saldaron hasta finales de los ochenta y a partir de entonces el mercado metió a Orbea en una especie de montaña rusa que agitó sus resultados: de beneficio récord a ingentes pérdidas. Sobre la mesa se dejaron bien claras las opciones: bicicleta económica o bicicleta de gama alta. Estandía lo recuerda así: “Una parte de la empresa pensaba que yendo a la bicicleta económica nos íbamos al agujero. Otros insistían en que teníamos que competir con Colnago y Pinarello, ellos debían ser nuestros modelos. Sin embargo desde Mondragón se nos marcó con claridad el camino: o nos vamos a la gama alta, que da dinero, o cerramos”. Para plasmar ese camino se incorporó Miguel Ocaña. Desde Mondragón se habían realizado una serie de cambios en la organización, con unos servicios centrales y diferentes ramas, entre las que estaban las empresas de equipamiento, donde se ubica Orbea, exactamente entre las de raíz industrial. “La clave estaba en aprovechar sinergias y en homogeneizar sistemas retributivos y buscar la fórmula de ayudar a las cooperativas que lo pasaban mal”. Miguel Ocaña describe qué situación vivía Orbea en el momento de su incorporación: “Cuando entro en 1997 había una crisis importante en el negocio de la empresa, con dos orígenes muy marcados: en los años precedentes se había vivido un boom en la bicicleta de montaña en 1992, al que Orbea quizá llegó con un poco de retraso, pero al que ya se había incorporado plenamente. En los años venideros, la BTT se convirtió en una especie de commodity para las cajas de ahorros, pues la utilizaron como centro de muchas de sus promociones. Habíamos incrementado la venta de bicicletas y Orbea estaba en esa ola, porque tenía una posición muy fuerte en el mercado español. Tras aquella crisis la venta anual de bicicletas en España estaba en 750.000 unidades, cuando en los años anteriores se había superado ampliamente el millón”. “Mire qué marcha tan saludable tienen nuestros clientes”, rezaba la publicidad de Unicaja en 1992. “Vamos a transportarle a un mundo sin asfalto, sin tráfico, sin ruido, sin prisas, sin stress...”. La publicidad de cajas de ahorros atrayendo clientes con bicicletas se había hecho usual en la prensa nacional. Con la entrega inicial de 4.000 pesetas y el depósito de 2.994 mensuales, la entidad malagueña te daba una Orbea Sherpa, el primer modelo BTT de la historia de la cooperativa. La bicicleta fue también elemento de gancho en las promociones de la famosa enciclopedia Érase una vez el cuerpo humano, regalando una Orbea de 18 velocidades al adquirir la obra entera a razón de 3.950 pesetas al mes. Ponían una línea 900 para realizar el pedido, llegando incluso a atender en fines de semana y festivos. Ocaña prosigue diciendo que “en 1997 se estaba perdiendo dinero, y se entra con una apuesta de esas que se llaman estratégicas y que marcan el rumbo de los años siguientes. La decisión no es otra que dedicarnos exclusivamente a la venta de nuestro producto propio, dejando paulatinamente la marca blanca. A su vez nos convencemos de que tenemos que salir fuera para capear los vaivenes del mercado español e ir a un producto que sea vendible más allá de las fronteras, porque no puedes ir a Europa con un producto de baja gama, a vender solo por precio. Para hacer eso hacía falta una marca fuerte y desarrollar producto. De esta manera marca, producto y mercado pasaron a ser las tres patas a las que íbamos a pegar. Cuando al cabo de unos años la gente nos hablaba del cambio que habíamos dado, la respuesta TRABAJADOR DE ORBEA

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LA FUNDACIÓN EUSKADI, EL NUEVO COMPAÑERO

está en esa decisión, metiendo gente a diseñar producto con una incorporación importante de ingenieros, trabajo en la comunicación de la marca con la creación de mensajes alineados con lo que queríamos ser, y buscar mercados más allá de Francia, es decir, atacando todos los mercados internacionales accesibles, principalmente los europeos, desde Gran Bretaña a Alemania. Como curiosidad, en esas fechas no teníamos director de exportación”. Las primeras decisiones de Ocaña no resultaron sencillas. Había que reconducir la situación y “hubo que tomar decisiones dolorosas con retoques de sueldos, horas no remuneradas... Por suerte Orbea ya tenía una plantilla de 70 socios, llegando a los 140 trabajadores si contábamos los eventuales”, concreta Baranda. La gestión de compras seguía ganando peso y por ello se puso a Jon Fernández desde recursos humanos al frente de la misma. Se quería ir a un nivel de producto que diera a la cooperativa las riendas de su negocio, más allá de los vaivenes del mercado y las actuaciones de los grandes proveedores. “Era un momento en que el proveedor mandaba, incluso por encima del mercado. Hubo una especie de pelea entre Suntour y Shimano en la que el resto estábamos en medio. A inicios de los noventa podías contar con varios proveedores donde ir comprando las piezas por separado. Pero Shimano entró a vender el grupo entero. Eso nos evitaba quebraderos de cabeza, pero había que decidir con quién ibas. Nosotros nos fuimos a Shimano. Las tiendas miraban lo que sacaban los proveedores y si tu producto no lo tenía estaba anticuado, y eso pasó con el stock”, recuerda Estandía.

— “Era un momento en que el proveedor mandaba, incluso por encima del mercado. Hubo una especie de pelea entre Suntour y Shimano en la que el resto estábamos en medio”.

Comprender ese nuevo escenario no fue sencillo y hasta hacerlo propio pasó un tiempo “en el que acumulamos material que no tenía salida y que se vendió por debajo del precio”, concreta Estandía. “No eran unas pérdidas por no ventas y sí por venta por debajo de precio”. No obstante, ya en 1995 se acordó comprar cuadros de alta gama, tiempo que coincide con el inicio de los equipos profesionales de la Fundación Euskadi, que había debutado un año antes. Diez años después de tener el equipo Orbea, con sus diferentes copatrocinadores, y de haber equipado al Caja Rural de Marino Lejarreta, Erwin Nijboer y Mathieu Hermans, las bicicletas Orbea volvían al máximo nivel con un equipo además marca de la casa, sostenido por aportaciones individuales de socios.

— “En 1993 empezamos a concebir la fundación, al año siguiente ya estábamos en las carreteras. Con el inicio de la fundación se estrechó nuestra relación con Orbea”.

En términos económicos, Baranda sostiene que “la apuesta por la Fundación Euskadi no supuso una gran inversión. Nuestra relación se inició en 1994, cuando no estábamos en nuestro mejor momento. A nosotros solo nos significaba las bicicletas, y no un desembolso importante. A ello se añadía que Shimano y Campagnolo nos regalaban los grupos. A nosotros solo nos tocó poner los cuadros”. Cabe señalar que el vínculo Euskadi-Orbea había nacido unos años antes, germinando en el primer equipo de Cafés Fortaleza. Miguel Madariaga, presidente de la Fundación Euskadi, siempre ha tenido en alto aprecio el vínculo de Orbea con el proyecto por el que se ha desvivido: “En 1993 empezamos a concebir la fundación, al año siguiente ya estábamos en las carreteras. Con el inicio de la fundación se estrechó nuestra relación con Orbea. Ya teníamos buen conocimiento de su producto, incluso ya habían estado en profesionales. Estaban muy bien equipados. Al sacar el equipo teníamos necesidad de sacar material”. Y ahí se produjo una llamada. Recuerda Madariaga: “Contacté con Jon Fernández, quien gestionó todo directamente. Necesitábamos a Orbea porque estaba al lado de casa y ya era una gran empresa. Con Jon y el presidente de la diputación convinimos que Orbea nos iba a ayudar equipándonos y nosotros a Orbea en su proyección”.

MIGUEL MADARIAGA, FUNDACIÓN CICLISTA DE EUSKADI

En medio de esa recién iniciada colaboración, Orbea se estaba rehaciendo del varapalo de la primera mitad de los noventa. De la euforia de los primeros años al brusco descenso: “En 1997 se logró reconducir la situación con una fuerte reducción de gastos y redoble de esfuerzos”, precisa Baranda. “La demanda cayó mucho pero no tanto como esperábamos. Corregimos los defectos en el producto y empezamos a ser más creíbles. En dos o tres años habíamos vuelto a la senda de los beneficios trabajando los conceptos de producto e internacionalización, primero por Europa. Si querías salir debías ir con un producto creíble. Todo eso fue relativamente rápido, dominando las variables que te permitían hacerlo así”. Y esa credibilidad fue acompañada del elemento original que supuso el nacimiento de la Fundación Euskadi. Para Jon Fernández “ayudó mucho el propio formato del equipo, en cuanto que no era al uso, y sí un equipo sostenido

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ORCA Y LA REVOLUCIÓN DEL CARBONO

por socios privados. Se llenaron muchas páginas de revistas, muchos diarios, y Orbea estaba ahí, como parte clave de todo ese proceso. En esa época, de alguna manera, nosotros estábamos iniciando una estrategia de producto, mercado y marca, que empujábamos a la vez porque además se alimentaban unas a otras”.

El cambio de siglo introdujo un material que habría de ponerlo todo patas arriba: el carbono. En Orbea se asimila poco a poco el nuevo elemento, como la BTT, pero la historia habría de ser diferente, no se quiso volver a caer en errores pasados. Al respecto Jon Fernández rememora que “hubo un momento en que de alguna manera se alinean producto, mercado y marca: es perfecto. Además coinciden los éxitos en el Tour, tienes mercados importantes en plena apertura, como Estados Unidos en 2003, cuando Mayo y Zubeldia le disputan el Tour a Armstrong, como toda Europa, como una parte importante de Asia, con Japón creciendo mucho, por ejemplo. Teníamos suficiente trabajo hecho en tantos mercados que podíamos sacarle todo el rédito al equipo. Habíamos además empezado a personalizar el producto, cuadros a medida, llegando incluso a pintar el nombre del usuario. Sin embargo el momento clave llegó cuando fuimos los primeros en sacar un cuadro monocasco de carbono, que además no resultaba aburrido. No eran los típicos tubos, nuestro primer Orca era el típico cuadro que gustaba o no gustaba, pero no dejaba indiferente”.

La originalidad de la Fundación estaba en eso precisamente, en que era una fundación: “La Fundación salió paralela a la del Athletic”, prosigue Madariaga. “Para conseguir los 4.500 socios, ahora tenemos unos 1.600 porque se van dando de baja, tuvimos unos estatutos que estipulaban que los corredores tenían que haber nacido o haberse hecho en Euskadi. Los socios de alguna forma tenían que ver que éramos la salida para el ciclismo vasco. Así llevamos 22 años, de ellos los últimos tres en solitario desde que nos apartaron del Euskaltel haciendo una estructura propia al margen nuestro”. Se había aprendido de las lagunas que acompañaron la gestión comercial de los éxitos del Orbea unos quince años antes. Según comenta Ocaña, “la relación de Orbea con el profesionalismo venía de lejos, incluso con el propio equipo Euskadi, luego Euskaltel. Esa relación venía de atrás. Lo que ayuda es la primera participación del equipo en el Tour. Eso sí que de alguna forma da confianza a la marca: tenemos un nivel de producto que puede competir en el Tour. La gente se percató del salto de calidad. En esos momentos si vendías en Bélgica poder enseñar que estabas en el Tour ayudaba mucho”.

Orca es un acrónimo de “Orbea carbono”, una expresión marcada por la sencillez y concreción que encierra parte de la receta del éxito reciente de la cooperativa. Según Ocaña “el primer Orca es una decisión estratégica que marca el futuro. Veníamos de una fabricación de aluminio donde la concepción venía impuesta por el fabricante de tubos, fuera Columbus o quien fuera. Se hablaba de unas etiquetas de las tuberías que definían la calidad del cuadro. Las calidades venían marcadas por el fabricante”.

La importancia de la Fundación Euskadi para Orbea quedó probada desde el inicio; de hecho, como el propio Madariaga admite, “hay que agradecerle a Orbea mucho, porque si no es por ella el proyecto hubiera muerto a los dos años de nacer, pues había fuertes egoísmos entre los corredores, sus representantes... Aquello era una especie de jungla, muy duro. Jon nos aconsejó siempre muy bien. Dar el paso del segundo al tercer año costó mucho, hablo del año 96. Si no encontrábamos un sponsor ibamos a tener graves problemas”. Igor González de Galdeano fue primero ciclista en la Fundación Euskadi y posteriormente mánager general del Euskaltel hasta 2013. En su bagaje admite que “Orbea ha sido sin duda el mayor impulsor del ciclismo vasco y si este ha llegado adonde ha llegado es en parte gracias a ella. Ha sabido crear gama alta y conjugarla con los ciclistas y el ciclismo de la tierra”. En el balance final Igor resalta que “Orbea ha crecido por Euskaltel e incluso diría que ha sido la marca que más ha apostado por el proyecto, incluso más que las instituciones. Cuando el equipo se estaba apagando y parecía que no iba a ser, como así fue, Orbea quiso continuar con el proyecto, pero no resultaba viable. Ha creído en él por marca, porque se identifica con la tierra, con Euskadi, y eso es un valor añadido, y segundo porque el equipo era diferente.

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— Orca es un acrónimo de “Orbea carbono”, una expresión marcada por la sencillez y concreción que encierra parte de la receta del éxito reciente de la cooperativa.

Baranda también lo describe con certidumbre: “El impresionante boom que implica el carbono nos pilla inspirados. Ahí sí que logramos ser de los más creíbles del mercado. Lo que venía siendo una trayectoria ascendente se culminó con un salto en 2003-2004. En los años venideros tenemos una Orbea desde el punto de vista financiero con una posición que veinte años antes no podíamos imaginar”. En efecto, la cooperativa se había asentado en el mejor momento de sus treinta y pocos años de historia y la enseña Orbea volvía a sus instantes más sólidos en más de 160 años de trayectoria.

PRIMEROS EQUIPOS DE LA FUNDACIÓN EUSKADI

Y el mejor momento llegó justo cuando se había logrado culminar el plan orquestado en 1997. Un plan que hablaba de ser dueños de la empresa, ajenos a los problemas del mercado o la tiranía de los proveedores. La única opción era fabricar con calidad y ser originales. Las palabras de Ocaña lo resumen: “Habíamos logrado algo muy difícil: que el producto nos diferenciara, y ello sumado a un patrocinio que también nos diferenciaba”. Orca fue la piedra de toque para Orbea, el elemento que le dio el control sobre su negocio. El espaldarazo llegó a través de un reconocimiento internacional que la situó como “bicicleta del año” a través del Eurobike Award. Esto contaban importantes prescriptores sobre Orca en las páginas de publicidad de Orbea en 2005:

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“Bicicleta del año y cuadro del año”. Ciclismo a Fondo, revista número uno de ciclismo en España. “Bicicleta del año”. Vélo Magazine, revista de referencia en Francia.

— “Los premios llegan tras un año de éxito en el mercado. Tienes el premio por el éxito, no al revés”.

“Los artesanos de cuadros podrían aprender mucho sobre diseño y presentación del Orca”. www.cyclingnews.com. “La subida se hace dura, subes de pie, y bam... de repente eres Iban Mayo en Alpe d’Huez”. Pez Cycling News. “El premio fue un espaldarazo”, admite Jon Fernández. “Los premios llegan tras un año de éxito en el mercado. Tienes el premio por el éxito, no al revés. Sea como fuere el proceso fue un éxito. Tardamos un año en terminar de desarrollar lo que luego fue el Orca. Nos hemos reído mucho de las previsiones comerciales que hicimos. Se dijo que igual en el primer año solo venderíamos cincuenta en Francia, pero resulta que los vendimos en la primera semana”, rememora Ocaña. La ansiedad ante la respuesta del mercado fue obvia, “había que tener presente que para nosotros aquello fue jugar en terrenos en los que no habíamos competido nunca”, precisa Jon Fernández. Con el cambio de siglo, la publicidad de Orbea empezó a virar en el sentido que marcaban las nuevas consignas de la dirección. Si bien no se abandonó la publicidad compartida con grandes superficies, como El Corte Inglés, se pasó a poner mucho acento en el producto de gama alta y en las prestaciones que la máquina daba a los corredores del Euskaltel en los grandes foros. Así, la imagen de Roberto Laiseka cruzando brazos en alto la meta de Luz Ardiden se divulgó ampliamente en el mercado nipón. “Orbea nos daba acceso a lo último que salía en el mercado y lo más importante es que les teníamos cerca de casa, si tenías un problema tenías una llamada fácil”, admite Igor González de Galdeano. “No había que contactar ni con Italia ni con Estados Unidos. Cualquier problema se solucionaba en un momento. Eso nos daba ventaja sobre cualquier otro equipo que sobre el papel podría tener mejor desarrollo de producto”.

CUADRO ORCA

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EL MERCADO GLOBAL

EN EL GIGANTE ASIÁTICO

La tercera de las tres patas de la estrategia de Orbea correspondía a mercados. Y en esa batalla la internacionalización fue la clave. Tras un par de experiencias fallidas, llegaba el tercer asalto al tablero multinacional. Las diferencias respecto a las otras dos eran obvias: había buen producto y se estaba trabajando intensamente la marca. Orbea contaba con embajadores de color naranja en las mejores carreras. Su cuadro Orca había recibido un espaldarazo y además se estaba sembrando por doquier.

El foco sobre el mercado estadounidense dio sus frutos. En 2006, las proyecciones de ventas en el gigante norteamericano se situaron por encima de los 30 millones de euros, lo que implicaba ser el mercado más importante en el porfolio de la compañía, incluso por delante del doméstico.

Jon Fernández lo describe rápido: “Afrontamos los mercados con tres estrategias distintas porque en aquel entonces usábamos la fórmula de red. Marcamos una línea en Europa oriental, gestionándolo directamente desde aquí con personas moviéndose en origen. Servíamos a Múnich como podíamos hacerlo en Bilbao. Nos basábamos en la rotación de producto sin necesidad de inversión por parte del distribuidor. Eso nos diferenció. Todas las posibilidades logísticas que nos daba esa opción las explotamos. Teníamos otros mercados que nos importaban por notoriedad y volumen, como el estadounidense, o por notoriedad, como el australiano. Ahí decidimos establecer nuestras propias filiales. De esta manera abrimos en 2003 en Estados Unidos y dos años después en Australia”.

Ocaña por su parte concreta que “China se desarrolla en zonas clave, con ciudades punteras como Pequín y Shanghái. Ahí tienes opción de montar red de distribución, porque además es donde hay gente con poder adquisitivo que no es diferente al consumidor europeo, pues les gusta lo mismo que al de aquí, incluso también el nivel de salario. Ese núcleo de población va creciendo rápido. Cogiendo ese segmento vemos que su preferencia es la BTT con comportamientos muy similares a los de aquí. Otra cosa es la bicicleta tradicional china, en la que nosotros no entramos”.

Sí, año 2003, el Tour del centenario, máxima expectación e intensidad. Iban Mayo ganó en Alpe d’Huez y pocos días después Lance Armstrong coronaba solo el Tourmalet con la única compañía de la sociedad del Euskaltel, Mayo y Zubeldia, ambos sobre sus cuadros de carbono recién moldeados. Ocaña admite que con esos mimbres “fuimos a Estados Unidos con toda la intención”. Y no era cuestión baladí, allí la partida se jugaba en un terreno en el que “se vendían 22 millones de bicicletas anualmente, lo mismo que en toda Europa”, argumenta Jon Fernández. “En 2003 se vive un boom de la bicicleta de carretera en los Estados Unidos. Exactamente igual que antes había pasado aquí con la BTT. Con Lance Armstrong, la bicicleta de carretera subió. Nosotros teníamos tradición, marca distinta y fresca, junto a imágenes como la de Armstrong solo con Zubeldia y Mayo en el Tourmalet. Eso era fantástico para nosotros, te abría las puertas de Estados Unidos”. “En esa época, en Estados Unidos había como una imagen de las marcas americanas y por otro lado las europeas. Nosotros teníamos el glamour de los europeos. Éramos cool”, recuerda Ocaña, a lo que Jon Fernández añade: “Éramos los depositarios del saber hacer europeo en la bicicleta de carretera, y ellos eran nuestros herederos. Igual que nosotros cogimos las bicicletas BTT de Cannondale y Gary Fisher para estudiarlas, a ellos les pasaba lo mismo con las bicicletas de carretera. Todo hizo que ese mercado fuera muy atractivo. Al mismo tiempo entramos en Australia, donde nos convencimos de que debíamos tener un importador con el que había que generar buena relación para comprender su mercado”.

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Europa, Estados Unidos y... Asia. “Entramos por Japón, Taiwán, Corea, Singapur... El americano es un mercado homogéneo, en cambio el asiático ofrece tantas versiones como países. En Japón, la BTT no existe y sí mucha bicicleta barata y de carretera. En China, la BTT es fuerte. En las categorías de precio tampoco tiene nada que ver. La parte del mercado chino a la que tienes acceso es muy reducida, por mucho que se perciba como muy grande. Cuando trabajamos sobre China hicimos un estudio en el que nuestro mercado aparente para bicicletas que superaran los 1.500 dólares era de 65.000 unidades. Hablamos del año 2009”, razona Jon Fernández.

ORBEA USA

No obstante, en China Orbea se sumó a sinergias de Mondragón abriendo una factoría en Kunshan, no muy lejos de Shanghái. “En 2007 se crea el parque industrial de Kunshan en base a unos terrenos que compra una empresa de Mondragón, Win Group, que vende fitness para gran distribución y debía ubicarse allí. En lugar de comprar terreno solo para ellos, nos dio opción a otros de ir con ellos. En aquella época estaba muy en el candelero la desaparición de las tasas antidumping establecidas en Europa para importación de producto chino. Una estrategia defensiva invitaba a tener nuestra propia fábrica en Asia. En lugar de aliarte con gente allí, vas directamente a hacerlo porque además teníamos terrenos propios y con Mondragón ya sabíamos cómo establecernos en todos los sentidos, en la negociación de contratos y en el trato con las autoridades. La estrategia al inicio es muy defensiva, diseñando un primer boceto de fábrica para grandes cantidades, pero en el transcurso de la ejecución del proyecto se va orientando hacia fabricaciones de media y alta gama, porque las tasas antidumping al final no son tales”.

ORBEA KUNSHAN

La fábrica china se suma a la de Mallabia y a una en Portugal. “Las tres fábricas son parecidas. Más o menos hay 38 trabajadores en China”, describe Jon Fernández. En el reparto de roles Ocaña precisa que “la ingeniería se crea en Mallabia y se plasma allí. En Estados Unidos también tuvimos montaje por un tema de gestión industrial. Allí solo hay cuestiones de distribución y logística”.

ORBEA PORTUGAL

La factoría portuguesa se sitúa en Aveiro, localidad encarada al Atlántico entre Oporto y Coímbra. Emplea a una media de unas 40 personas en una instalación inicial de 8.000 metros cuadrados, si bien se le ha incorporado otra de unos 10.000 para cuestiones de logística. “La fábrica portuguesa alimenta una gama media-baja en los mercados europeo y americano. En Mallabia, en cambio, se fabrican todo tipo de gamas”. En 2015 Orbea se desprendió de su fábrica china para focalizar la producción en sus dos factorías ibéricas. 119

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EL FUTURO DE LA BICICLETA Y ORBEA

En 2008 la cooperativa cuadró el círculo en los Juegos Olímpicos de Pequín. Las medallas de oro de Samuel Sánchez en la carrera de fondo en carretera y de Julien Absalon en la prueba de BTT sirvieron para coronar la década por la que Orbea llevaba tiempo suspirando. A los éxitos deportivos se le unió una explotación comercial completa, con los mercados ya trabajados y los canales en pleno funcionamiento. “Me han demostrado una gran pasión por la BTT y por mejorar. Han trabajado tradicionalmente la bicicleta de carretera, pero en su momento también apostaron por la BTT y lo hicieron con todo el convencimiento. Joseba era el mánager de marketing, tenía grandes conocimientos y fue muy sencillo trabajar con ellos”, terció Julien Absalon, doble campeón olímpico y quíntuple mundial. El fichaje de Absalon sirvió para apuntalar la apuesta de la cooperativa por la BTT, toda vez en carretera se habían logrado grandes éxitos con Orca. Aunque el francés pasa por ser el mejor biker de la historia, lo cierto es que su encaje en Orbea resultó sencillo: “Orbea es una empresa familiar, con una fábrica muy especial en el País Vasco. La gente de allí es sencilla para trabajar con ellos. Es una empresa que se acerca mucho a los corredores y viceversa. Fue interesante estar en el equipo Orbea, trabajar directamente con los ingenieros, porque llevando las bicicletas a competir las pudimos probar a fondo. En mi carrera no solo me ha gustado competir, también quería aportar mis sugerencias en el diseño de la bicicleta”. En el marco de la convivencia de la marca, la fábrica y las personas de la misma, con los deportistas a los que equipaban, Igor González de Galdeano recuerda que “una de las acciones que hicimos fue una visita de los corredores del Euskatel a la fábrica de patrocinadores como Orbea y Astore. El objetivo era que el ciclista viese qué había detrás de una bicicleta, algo que muchas veces no sabía o no quería ver. Cuando lo comprobaron se sorprendieron al ver que había más de trescientas personas detrás, que había una cooperativa detrás que vivía muchas veces de que el ciclista vendiese bien su producto. Muchos ciclistas fueron capaces entonces de entender que su responsabilidad iba más allá”. “El ciclista se centra en lo suyo, quiere lo mejor y cree que todo se puede resolver con una llamada de teléfono, pero las cosas son más complicadas. Conllevan procesos y emplear a personas a las que a veces desconocen, y aquellas visitas fueron buenas”, continúa Igor. “No les costó entenderlo, esa es la verdad. He tenido ocasión de coincidir con ciclistas como Samuel Sánchez e Igor Antón, que fueron muy racionales y me ayudaron mucho en esta labor”, concluye. En 2007 se había incorporado al porfolio de la cooperativa la marca neozelandesa de neoprenos Orca, sumándose así al serial de actividades que no tenían la fabricación y venta de bicicletas como elemento clave, pues Orbea

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ya apadrinaba desde hacía unos años circuitos de aventura, viajes e incluso la marcha Monegros, una maratón en la que se dan cita anualmente miles de bikers y que tiene su espejo en la carretera con la Orbea Gran Fondo. De hecho en triatlón Orbea y Orca saborearon un Ironman con Craig Alexander. En esa época hubo deportistas muy vinculados a Orbea que desaparecieron prematuramente, como Víctor Cabedo e Iñaki Lejarreta, cuyo apellido es indisociable de la historia moderna de Orbea. “Toda la vida estuvo con Orbea. Yo solo le he conocido como ciclista Orbea. El último año no estaba al 100% enrolado, pero sí tenía relación porque era su sponsor. Falleció y quizá desde entonces tenemos incluso más relación con la marca, quizá por la historia que vivió mi sobrino”, recuerda su tío Marino. En 2013 Orbea facturó 65 millones de euros, de ellos unos dos tercios proceden de más allá de los Pirineos, 53 países, en los que destacan las aportaciones europea y estadounidense. Los nuevos usos de la bicicleta, su normalización en las ciudades, como elemento de transporte común, más una masa de usuarios de toda la vida que quieren un producto cada vez más personalizado marcan el camino a seguir. El futuro se presenta incierto, como siempre, pero cruzado el umbral de los 175 años, la historia sigue, no para. “Tenemos muy claro que debemos trabajar en ámbitos para acceder y ser visibles ante el usuario y desde ahí desarrollamos una estrategia de multicanal. Hasta ahora hemos elegido un canal de tienda especialista que tiende a desaparecer, y el consumidor decide por dónde acceder a la marca. La marca todopoderosa que elige al canal no tiene futuro. Debemos llegar al multicanal para que el usuario nos pueda alcanzar”. Jon Fernández. “Si nos preguntamos cómo van a estar las cosas en diez años y sobre las formas de consumo, vemos que el panorama cambia totalmente”. Miguel Ocaña. “Antes había un perfil general de usuario que te servía para definir estrategias. Pero ahora hay muchos perfiles. Cambia la tienda tradicional, pero también la gran superficie basada en precio. El comercio electrónico es muy fuerte, cada vez más. Se impone potenciar la comunicación en redes sociales. Hemos de definir procesos internos que vengan desde la experiencia del consumidor. Estamos pendientes de la bicicleta eléctrica y de todo el ámbito de movilidad pegado al mundo eléctrico o no, y ver cómo evoluciona en las ciudades”. Jon Fernández.

ORBEA MONEGROS 2014


A G U A Desde muy antiguo Orbea fue referencia en la creación de armas. Su producto corrió rápido por ejércitos y policías de medio mundo y tuvo su cénit en la Primera Guerra Mundial. Pero tras esta una grave crisis afectó al sector, una criba que obligó a ser agua y adaptarse al nuevo entorno y necesidades sacando de aquellos tubos que servían de cañones los cuadros de bicicletas que le dieron el nuevo futuro.


TODAVÍA EN EL SIGLO PASADO…

Para los que llevamos esto del ciclismo en las venas, desde la más lejana infancia, el nombre de Orbea siempre ha supuesto esa imagen familiar de la bici que permanecía en algún lugar recordado con añoranza en la casa donde crecimos. Entre chavales, comparando nuestras primeras monturas, aquellos que tenían la fortuna de poder pedalear sobre una de estas presumían entre postillas con greguerías del estilo de “Orbea, la que nunca se estropea”. Por encima de la marca comercial, de la que unos preadolescentes de los años 60 poco entendíamos, estaba esa imagen rotunda que nos hacía identificar cualquier producto del fabricante vasco asociado a la calidad: en la España de la posguerra tardía no cualquiera podía disfrutar de una Orbea. Pasaron los años, la revolución de la industria del ciclismo revolvió a los aficionados, y cientos de marcas rimbombantes acapararon la atención de los usuarios más innovadores. En la década de los 80 hubo una catarsis, culminada por el nacimiento de la bici de montaña, y los colores, las formas y hasta el propio concepto de la bicicleta cambiaron de manera radical. Orbea seguía ahí, aunque posiblemente no estuviera capitalizando estos cambios, abanderados por empresas imberbes del otro lado del atlántico y algún que otro clásico de la industria transalpina más tradicional. Por avatares del destino, mi vida laboral dio un giro y, a finales de los 80, me vi ganándome la vida con algo que hasta el momento, solo había supuesto para mí una gran afición: el ciclismo. Durante cerca de una década mi labor estuvo relacionada con las pruebas del material ciclista que salía a la luz en los albores de los 90.

— Tiempos dorados en los que Orbea necesitó reinventarse, para poder mantener ese espacio que, con tradición, buen hacer y una filosofía que a muchos usuarios les agradaba, había conseguido sobrevivir en el mercado durante más de un siglo.

Ya que siempre hemos gozado de muy buena relación personal con los responsables de Orbea, fue a ellos a quien recurrimos para proponerles nuestra inquieta locura. En aquel momento fue Jon Fernández, el máximo responsable de producto, quien atendió nuestra solicitud, poniéndose a nuestra disposición para lo que fuera necesario. Dicho y hecho: a las pocas semanas teníamos en nuestras manos un cuadro de bicicleta de carretera, montado a nuestra medida, en el que nos habían incluido el soporte para montar unas pinzas de freno de disco trasero. La idea original era la de fabricar una horquilla de aluminio con soporte para el disco delantero, ya que eran los albores de las horquillas de carbono y no existían modelos -ni de lejos- con este tipo de soporte. En esas estábamos cuando recibo una llamada de teléfono desde Taiwán: era Jon Fernández, que se encontraba en una feria de material para la industria ciclista y había localizado un artesano que tenía horquillas de carbono con soporte para la pinza de freno de disco, realmente estaba entusiasmado por el hallazgo, y pocos días después me la hizo llegar para completar el montaje de aquella primera bicicleta Orbea (aunque luciera las pegatinas Zeus) con frenos de disco: 16 años antes de que otros fabricantes se fijasen en esta innovación tecnológica. ¿A alguien le pueden caber dudas sobre las inquietudes tecnológicas de Orbea? PABLO BUENO DIRECTOR DEL CANAL DE DEPORTES ON-LINE DE MPIB

Y llegó la década prodigiosa, en la que nuestros ciclistas, siguiendo la estela del gran Pedro Delgado, acaparaban toda la atención de los aficionados al deporte. El mercado de la bicicleta creció de manera exponencial y las cifras de venta anual en España rebasaban el millón de unidades. Tiempos dorados en los que Orbea necesitó reinventarse, para poder mantener ese espacio que, con tradición, buen hacer y una filosofía que a muchos usuarios les agradaba, había conseguido sobrevivir en el mercado durante más de un siglo. Los aluminios aeronáuticos, el escandio, la fibra de carbono… Orbea, secundada por su marca filial Zeus, no le hacía ascos a nada, y se subieron al mundo del progreso más puntero. Corría el año 1999 cuando, sorprendidos por el desembarco de los frenos de disco en las bicicletas de montaña, en la redacción de Ciclismo a Fondo, donde yo ejercía como Director Técnico, pensamos en experimentar con esta nueva tendencia en la bicicleta de carretera. En aquel momento no existía ningún modelo producido en serie en el que se montase este sistema de frenos.

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ORIGEN ARMERO

En 1840 Eibar era un enjambre de minúsculas empresas. Un constate tintineo productivo, cíclico y machacón que se oía al doblar cualquier esquina de la villa que ya se llamaba armera. Hacía unos años que la corona, mala pagadora, había dejado de realizar sus pedidos en el lugar. Esto abrió la producción a modelos que los encargos reales omitían. Con esa realidad, cuando los cuatro hermanos Orbea crearon su pequeño taller lo hicieron en medio de una instalación progresiva del pequeño revólver y una importante producción auxiliar. En un entorno donde crecía el nivel de vida, surgió una clase pudiente con nuevas formas de ocio, como la caza, que aumentaron la demanda y al mismo tiempo limitaron los costes. Ello, añadido al enrarecido ambiente por las sucesivas guerras carlistas, que tuvieron a algunos Orbea entre sus protagonistas cuando estas alcanzaron Eibar, incrementó paulatinamente la producción.

LOS PRIMEROS REVÓLVERES

El primer modelo documentado11 de Orbea Hermanos fue un revólver de pistón que ya se producía a satisfacción en 1858, siendo el único de su género en el lugar y surgido del entonces molino de Urkizu, en la parte baja de Eibar. A los dos años llegó el primer modelo de revólver para cartuchos de espiga, que marcaría positivamente la trayectoria de la empresa. Sin embargo la actividad de los cuatro hermanos Orbea al frente de la fábrica se centraba en la obtención de licencias internacionales para generar producto en la zona. Así fue en 1860, con las primeras publicidades pululando por la prensa y los carteles del momento, cuando se incorporó el modelo de revólver Lefaucheux 1854, en dura pugna con el centro de Trubia, que se le adelantó quitándole la exclusividad. En este modelo, la empresa eibarresa no innovó y se dedicó a clavar las indicaciones de la patente.

mado Gaubert”, procedente de París, con la novedad de tener un cilindro-cañón estriado. En 1864 se produjo el primer gran pedido para la fábrica, unos 4.000 revólveres “tipo Kerr” con destino a la Marina. En aquellos momentos los expertos valoraron positivamente la calidad de los revólveres Orbea con la llegada de nuevas referencias internacionales tales como Gene P. Smith y Chris C. Curtis. Si los modelos Kerr empezaron y acabaron con la Marina, los primeros Lefaucheux abrieron el foco en clientes como el ejército, que realizó varios pedidos. Esta última patente sería la estrella en las ventas de la empresa durante más de una década. En aquellas fechas la personalización ya se integraba en el producto, con finos trabajos de damasquinado y detalles de oro y plata, símbolo del poderío de sus clientes, que querían sus iniciales y grabados a su gusto.

En la carrera por las patentes Orbea Hermanos, que ya era la empresa más importante de Eibar, junto a la de Ignacio Ibarzábal, con 50 operarios fijos, solicitó la licencia del “sistema de armas lla-

11. Despiece Nº11, El catálogo histórico de Orbea. P. 248

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ANUNCIO DE ORBEA Y COMPAÑÍA (1904)


LA INNOVACIÓN Y LA PERSONALIZACIÓN DEL PRODUCTO

LA PATENTE DE SMITH & WESSON

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Para Orbea Hermanos la personalización y el trabajo artesanal de su producto fue un elemento de diferenciación en aquellas fechas, igual que lo fueron algunos procedimientos importados del extranjero como el pulimentado mecánico, un sistema de trabajo inédito que supuso traerse de Francia a Eibar a los hermanos Chastang, auténticos impulsores de este sistema, que dotaba a las armas de un mejor acabado. A los dos años la factoría de Orbea incorporaba los niquelados por galvanoplastia.

La ocupación carlista de Eibar, en la tercera parte de este conflicto, no ocasionó grandes destrozos en la fábrica Orbea, que posiblemente tuvo que suministrar armas a los ocupantes a modo de impuesto. Cuando las fuerzas carlistas se retiraron en 1876, los responsables de la fábrica se apresuraron a obtener la patente Smith & Wesson, dando inicio a una época de fabricación, de este tipo de revólveres que no solo influiría en la fábrica Orbea sino en todo Eibar.

A pesar de las dificultades, Orbea logró en 1906 vender en Marruecos a través de una delegación en Tánger y Cádiz, al tiempo que abría su fábrica de cartuchos en Buenos Aires, hecho que le otorgó el carácter de empresa transatlántica.

En aquellas décadas Orbea Hermanos sacaba una producción de entre 400 y 500 armas diarias. A finales de 1860 la empresa era la más notable de Eibar. Ya en la década de los setenta la fábrica entró con el modelo Remington, llegando a las 150 carabinas para equipar al batallón de los Voluntarios por la Libertad que combatió en la Tercera Guerra Carlista. En 1880 Orbea Hermanos ya tenía la matrícula industrial de fábrica con la instalación del primer salto privado de agua para generar su propia electricidad.

Dos años antes, en 1874, el Gobierno había autorizado a los mandos del ejército a utilizar el modelo Smith & Wesson que comercializaba Joaquín Aranburu, la misma persona que en 1878 conseguiría la licencia de fabricación para Orbea.

— A finales de 1860 la empresa era la más notable de Eibar.

En 1881 Orbea fabricó modelos de Merwin-Hulbert, por los cuales entraron en litigio con Anitua y Charola, que acabó con ambos sin la patente, cosa que poco importó en la compañía de Urkizu, que vio cómo su nuevo modelo Ona triunfaba, no sin pleitos de Anitua y Charola de por medio. Con todo Orbea logró sacar adelante el nuevo modelo y este pasó a ser arma privilegiada en el ejército.

Aquel momento fue clave en el salto de la producción, a pesar, incluso, de la enfermedad del primer ejecutivo de la compañía, Juan Manuel Orbea. De esta manera Orbea no solo vendía al ejército sino que también exportaba a México a través de Quintana Hermanos.

Los modelos de Orbea Hermanos tuvieron una importante presencia en la feria de Barcelona de 1888 dispuestos en forma de pirámide a la vista del público. Alguno de aquellos montajes iba “con incrustaciones de oro de mucho lujo”, según contó Nicolás Bustinduy, un ingeniero industrial eibarrés de la época. Este mismo afirmaría que todo el material que Orbea usaba en su fábrica era totalmente autóctono, salvo la madera importada de América. Con la segunda generación ya al frente de la empresa, Juan Orbea rubricaba la patente Errexa, cuyo sistema fue aplicable a diferentes tipos de armas, desde carabinas a rifles. Casi en el cambio de siglo, la empresa pasó a llamarse Orbea y Cía., convirtiéndose en una sociedad en comandita, forma jurídica con la que afrontó la primera década del 1900, un periodo muy complicado, con la desaparición de diversas empresas.

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En aquellos momentos la producción de Orbea y Cía. incorporó nuevos productos como objetos de nácar, botones, pomos de paraguas y algunas piezas decorativas. Según comentó Pedro Sarasqueta, en 1909 Orbea sacó unas 16.500 escopetas y 35.000 revólveres. 404 operarios se debían a la fábrica, llegando a contar con su propia Mutualidad para la vejez.

CAJA DE BALAS SEMI-BLINDADAS DE LA CARTUCHERIA ORBEA DE BUENOS AIRES

Mientras tanto la empresa no paraba de sumar patentes a su catálogo. Fue tan ingente la incorporación de diferentes sistemas que Orbea tuvo que ingeniar un escudo heráldico que combinaba la H de Hermanos con la O de Orbea para poner su sello, de forma reconocible, en su enorme producción. Entre otros sistemas sacaron el conocido Urkizu para equipar escopetas de caza, o los modelos tipo Eibar. El estallido de la Primera Guerra Mundial significó un repunte de la producción. Los revólveres tipo Smith, con su característico tambor marrón y las iniciales OH marcadas en el final de la empuñadura, viajaron a los frentes italiano y francés y equiparon al ejército inglés en un trabajo muy complicado por los continuos vetos de los inspectores británicos, aduciendo problemas en la calidad del producto, que por otro lado era muy competitivo en precio. Ya en los veinte las autoridades inglesas los declararon obsoletos, derivándolos a diferentes fuerzas policiales. Finalizada la Gran Guerra se abrió una nueva cartuchería en Vitoria, en 1916, toda vez se había vendido la de Buenos Aires. Orbea pasó por momentos de incertidumbre, que incluso comportaron algunos cambios de denominación, como el de La Industrial Orbea, que operó a finales de la década de los diez. En 1926 la situación se precipitaría con la escisión de la empresa, por un lado se mantuvo Orbea y Cía. en Eibar y por el otro nació Hijos de Orbea S. en C., instalándose en Vitoria.

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LA BICICLETA

La grave crisis armera que acompañó al fin de la Primera Guerra Mundial y las circunstancias legales que rodearon el negocio armero, con una regulación estricta que afectaba directamente a la producción, llevaron a los armeros eibarreses a contemplar otras salidas. GAC fue pionera en la bicicleta eibarresa. Gárate sacó el primer modelo antes de la década de los treinta. Le siguieron Orbea y Beistegui Hermanos, como parte sustancial y representativa del producto que habría de tomar protagonismo en la villa guipuzcoana en los años sucesivos.

Los años 30 y 40

EL PRIMER CATÁLOGO DE BICICLETAS

La entrada de la bicicleta en Eibar fue acompañada de inversión en ciclismo, tanto a nivel organizativo como competitivo. En Eibar crecía un ingente calendario de carreras dentro y fuera del lugar. El Club Ciclista Eibarrés, junto al Club Deportivo, sacaron adelante buenas carreras que incrementaban la afición de la población por este deporte, entonces, a finales de los veinte, poco desarrollado en España. Pero es que además se entraba en el patrocinio directo de las estrellas del momento, como los hermanos Montero y Salvador Cardona, que en 1929 ganó una etapa en el Tour, siendo el primer español en lograrlo, gesta que un poco más tarde repetirían Federico Ezquerra y Mariano Cañardo. De esta manera el primer catálogo que Orbea editó sobre la bicicleta se articuló sobre los nombres de referencia en el ciclismo del momento. El libreto, cuya portada ilustra una bicicleta de tipo media carrera en caracteres azules y sombras negras, ponía el énfasis en que los tres modelos que se ofrecían estaban referenciados por los triunfos firmados en la temporada 1931 por Ricardo Montero en la Vuelta a Vizcaya, Salvador Cardona en la Volta a Catalunya y Mariano Cañardo en el Campeonato de España y la Vuelta a Madrid. De inicio Orbea se situaba como pionera en la fabricación de bicicletas de competición en suelo español.

industrial de los Orbea que dirigían la empresa en esos momentos. La descripción de las tres bicicletas reflejaba acabados de gran nivel y materiales de primer orden. Casi se podría decir que estábamos en aquellos momentos ante tecnología punta con un perfil de usuario elitista, de gran nivel adquisitivo. El modelo de media carrera estaba en cuatro tallas con racores brasados, esmalte azul con manguitos rojos, frenos de espiral con cables cubiertos, guardabarros reforzados, llantas niqueladas con esmalte al centro que impedía su oxidación, manillar de media carrera, carretes de gran calidad, pedales estancos a sierra que agarraban la zapatilla e impedían que el agua se filtrara en sus rodamientos, rueda libre, bomba con sujeción y cartera de herramientas con desmontables que permitían quitar la cubierta en caso de pinchazo y parches para la reparación de la rueda. La versión de señora solo ofrecía una talla, cuadro de tipo cisne, que permitía montar con más facilidad, guardafaldas en la rueda de atrás y un cárter de cadena, que cubría la cadena para quienes llevaran falda. El modelo turista se ofertaba en cuatro tallas con cuadro esmaltado en negro con filetes oro o azules, rueda libre y, como la de media carrera, neumáticos de 700 milímetros.

El catálogo, escueto si se quiere, contaba las maravillas de las bicicletas de media carrera, de turista y de señora. Rápidamente quedó patente el espíritu

En muchos casos se recalcaba que los elementos eran marca Orbea. Era el caso de los esmaltes, los frenos y las ruedas, hecho que reflejaba la progre-

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EQUIPO ORBEA, AÑOS TREINTA


SE AMPLÍA EL CATÁLOGO

siva integración de la fabricación de las piezas en la misma fábrica de Urkizu. Las piezas ajenas a la fábrica madre eran los neumáticos, los sillines y las llantas de madera, de cuyo resultado habrían de responder ante el cliente los propios proveedores. A su vez todos los modelos se vendían con el sistema de baño de aceite, lo que permitía una perfecta lubricación de todos los rodamientos de la máquina, desde pedales a carretes. La garantía respondía en el primer año de vida de la bicicleta “contra todo vicio de fabricación o de materiales”. Este primer catálogo fue la carta de presentación de Orbea en el mercado de las bicicletas y decía así: “Deseamos que esta nuestra nueva especialidad

industrial obtenga entre nuestros futuros clientes la acogida más entusiasta, para el logro de la cual no hemos escatimado sacrificio alguno que se nos haya podido presentar, pues hemos querido que nuestra bicicleta sea un producto lo más genuinamente nacional, enfocando industrialmente todos los adelantos modernos conocidos para la fabricación de bicicletas, tanto en materia de maquinaria como en capacidad directora”.

PRIMER CATÁLOGO DE BICICLETAS DE ORBEA (1931-1932)

Cuatro años después, la firma eibarresa sacó un catálogo parcial con una maquetación tipo diario, que incluía hasta seis modelos. Orbea seguía poniendo el acento en la calidad de su producto en función de la fiabilidad que mostraba en la competición. Así, el encabezado de la oferta explicaba textualmente: “Catálogo parcial de las bicicletas Orbea, primera marca nacional con garantía de fabricación, vencedoras en cuantas carreras participaron en 1935”. En la descripción de los productos se seguía apreciando la calidad de los materiales, pero se demostraba que la marca se abría a otros públicos con modelos no tan sofisticados como la “Orbea turismo gran lujo” o la “Orbea señora”, que incorporaban pedales de goma y frenos de vaina. También se incluyó una “Orbea paseo” cuyos cables de freno iban cubiertos. Este modelo tuvo una gran salida en el uso profesional, pues su configuración permitía trabajos de reparto. La marca seguía centrada en la fabricación de bicicletas de competición y prestaciones altas con hasta tres versiones de bicicletas de carreras. La primera fue la “Orbea carreras”, con la fabricación en el recinto eibarrés de vainas delanteras y traseras, frenos, pedales, llantas, radios empavonados, técnica que impedía su rápida oxidación, y dirección. Todo en acero estirado en frío, lo que proporcionaba mayor rigidez y resistencia. El resto de elementos se disponían como en la actualidad, a mayor nivel de precio, mejores proveedores en ruedas, sillines y demás. En la bicicleta “Orbea profesional carreras”, que fue la más utilizada por los profesionales a los que equipó la marca en la época, se incluyó un primer cambio con un tensor bajo el plato que permitía dar la vuelta a la rueda trasera en el momento de cambio de pendiente, tanto en el inicio de las subidas como de los descensos. El volteo de la rueda se hacía sencillamente con el uso de roscas tipo palomilla. Ambos modelos además tuvieron versiones cadete para niños de 12 a 14 años, con cuadros de 50 cm y ruedas de 650 mm. En un escalón más alto situaron la “Orbea súper profesional”, que fue la que Mariano Cañardo utilizó en la primera Vuelta a España de la historia. Se trataba de un “gran modelo especial” fabricado con vainas y tubos marca Reynolds. La guía era de duroaluminio, que se traducía en un menor peso de la máquina.

CATÁLOGO DE BICICLETAS DE ORBEA (1935)

Pasada la Guerra Civil, Orbea mantuvo buena parte del catálogo anterior a la misma. La fábrica tuvo que salir adelante tras los estragos del conflicto, durante los cuales volvió ocasionalmente a fabricar armas por petición de los frentes. En un catálogo de 1942, la empresa reafirmaba su “acatamiento a S.E. el Generalísimo” ofreciendo como novedades el “modelo bebé”, exclusivamente para niñas pequeñas, con cuadro tipo cisne, ligero, y guardafaldas cubriendo la rueda trasera.

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UNA VOCACIÓN AMPLIAMENTE INDUSTRIAL

A los cinco años, Orbea y Cía. sacó un catálogo para distribuidores que sobrepasaba con mucho la calidad y presencia de los anteriores. En el mismo se volvía a hacer hincapié en el tipo de público que utilizaba la bicicleta entonces, un producto quizá más elitista, identificado con el estilo de vida y el modo de vestir. “En esa época quería una bici y mi padre siempre me decía que estaban haciéndola. Pasaban los meses y nunca llegaba. El nivel de sueldos era el que era. Él trabajaba en una fábrica de bicicletas pero las miraba de lejos porque eran un artículo de lujo”, rememora Miguel Ángel Estandía, director industrial de Orbea, quien en aquellas fechas tenía a su padre, Miguel, trabajando en la compañía. Con todo, llama la atención el modo de reflejar la fábrica de Urkizu en las primeras hojas del folleto. El orgullo de los Orbea, su fábrica, una especie de ciudad dentro de Eibar, se mezclaba con la raíz de fabricantes del apellido que siempre estuvo muy arraigado a lo industrial. Así se mostraba en diferentes láminas el interior de algunas secciones de la fábrica, como la galvanoplastia y las secciones de decorado y lima. Incluso se explicaban procesos, acabados y materiales para que el vendedor supiera todas las características del producto Orbea. En aquel catálogo de 1947 había tres modelos. El primero de “media carrera”, una serie niquelada y manillar curvado con frenos en manetas como en la actualidad. También se incorporaban bomba, acoplada al cuadro, y bolsa de cuero con herramientas y recambios. La bicicleta “carrera profesional” tenía el cambio trasero como actualmente y palanca de cambio a la derecha del tubo inclinado. Hacía menos de diez años que el cambio, entendido como en la actualidad, funcionaba en el Tour de Francia. El modelo además contaba con “las indicaciones de los grandes campeones”, de ahí la calidad de ciertas piezas, como el eje de pedalier de acero al cromo-níquel, los carretes de acero especial, más ligero, y las bielas extrafinas de alta calidad. El tercer modelo era la versión “militar, freno cable”. Su uso se destinaba a las fuerzas armadas españolas, construyéndose bajo su supervisión con aceros de alta resistencia y una dirección “inderregable con cementación especial”, es decir, una dirección plana muy maciza y resistente.

MODELOS MEDIA CARRERA, CARRERA PROFESIONAL, MILITAR

IMAGEN DEL CATÁLOGO DE 1947

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La Velosolex y sus antedecentes

LAS BICICLETAS QUE “CAMINAN SOLAS”

En 1942 Esteban Orbea, entonces ya al frente de la empresa, contactó con la compañía Electrociclos S.A., un fabricante de vehículos eléctricos. En el marco del acuerdo, Orbea y Cía. se comprometió a producir tres modelos: una moto eléctrica y dos triciclos de caja delantera. Un año antes ese proyecto se había declarado de interés nacional dentro del Concurso de Vehículos Eléctricos. Con el ánimo de responder a esa confianza, Orbea asumió la fabricación de estos vehículos con el objetivo de “servir al mercado nacional, cumpliendo las consignas recibidas”, según se explicaba en el tríptico de la época. El ”electrociclo Orbea, tipo moto”, se diseñó para aliviar el tráfico de las grandes ciudades. Su radio de acción llegaba hasta los 100 kilómetros, llegando a alcanzar una velocidad de 60 kilómetros por hora. El abastecimiento de la máquina se debía hacer en el garaje del usuario durante la noche. Por su parte el “electrociclo Orbea de tres ruedas” tenía tracción tanto adelante como atrás, lo mismo que el “electrociclo Orbea tipo plataforma”. Estas unidades se destinaban al reparto de mercaderías, llegando a arrastrar hasta 500 kilos en la versión de plataforma. Fue por ello que la máquina tuvo buena aceptación en las grandes ciudades y polígonos industriales. No obstante, tras diversos problemas con la tracción eléctrica se incluirían motores auxiliares tipo Mosquito e Iresa. El electrociclo abrió el camino a una posterior experiencia de bicicleta con motor, la VeloSolex, un producto que marcó diez años de la fábrica de Urkizu. El ingenio procedía de Francia, inventado por dos ingenieros en 1941, y no empezó a comercializarse hasta cinco años después. Las penurias económicas de la Segunda Guerra Mundial se combinaron con la necesidad de transporte barato para que la nueva máquina llegara para quedarse. En cuarenta años fueron más de cinco millones las VeloSolex que circularon por Europa, llegando a ocho en 1988. Se fabricaron también en Japón, donde tuvieron especial acogida.

PIEZAS DE COMUNICACIÓN DE VELOSEX

VELOSOLEX CEDIDA A ORBEA POR EL SOCIO FUNDADOR FERNANDO CIMARRO

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ONCE AÑOS DE VELOSOLEX

En 1956 los propietarios de la fábrica Orbea, con Esteban al frente, se pusieron en contacto con la empresa francesa Solex para solicitar la licencia de fabricación de este elemento de transporte. Exactamente igual que muchas décadas antes, Orbea se identificaba con la importación de patentes e ingenios que hicieran crecer su producto. El gen industrial hacía el resto. El acuerdo se firmó no sin dificultades, pues en Francia estaban viviendo graves disturbios por las condiciones laborales de los trabajadores. Orbea entró a fabricar algo que desconocía totalmente y a ello dedicó parte de sus instalaciones, que hubo de adaptar, al margen de formar obreros en el proceso. Se tuvieron que traer piezas como el cuadro de la bicicleta o el motor de Francia, pasando los elementos por contrabando a través de Hendaya y los montes de alrededor.

— La fabricación de VeloSolex en la factoría de Orbea se alargó desde 1957 a 1968. Su curva de facturación fue representativa de la situación de la empresa.

La fabricación de VeloSolex en la fábrica de Orbea se alargó desde 1957 a 1968. No obstante, existen testimonios que hablan de primeras unidades fabricadas ya en diciembre de 1955, hecho que se conmemoró en una excursión de 30 trabajadores probando el nuevo producto. Su curva de facturación fue representativa de la situación de la empresa. Así, en 1960 se superaron los catorce millones de facturación, llegando a los 24 tres años después. En 1967 la VeloSolex le significó a Orbea casi seis millones. En la publicidad de VeloSolex, “la bicicleta que camina”, se hacía hincapié en los beneficios de la máquina y sus características, como la importancia de mantener y limpiar los filtros y el consumo de un litro de gasolina cada 100 kilómetros. Su precio en 1963 rondaba las 4.000 pesetas.

ANUNCIO DE VELOSEX (1963)

CARTEL DE VELOSEX

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EL PRODUCTO CRECE

Paralelamente a la difusión de la VeloSolex, las versiones de bicicletas Orbea crecían a ritmo modesto. Sin embargo, fruto de más de una década de evolución y observación del mercado, surgió un catálogo a inicios de los sesenta que abrió el abanico de modelos a casi todas las edades, condiciones y tipos de usuarios.

estabilidad aunque con cubierta más ancha y robusta. El manillar era plano y los frenos, de varilla.

Así, con el eslogan “Andar en bicicleta es sano y barato”, se dispusieron hasta catorce modelos, siendo el más común el de “paseo y balón” con frenos de varilla, que mostraba mayor detalle en la pintura. El modelo “paseo cable” era más completo, incorporando un faro que se activaba con dinamo en la rueda delantera, frenos con funda, cambio trasero y sillín con ligera amortiguación.

En la rama infantil se encontraban los modelos “cadete” y “niños”, con una sorprendente variedad de tallas, especialmente el segundo modelo, que tuvo hasta cinco medidas diferentes. Estaba el modelo de niñas con cuadro tipo cisne y guardafaldas trasero, que se inspiró en las rederas de los puertos de Lekeitio, y el de “niños-turismo ligero”. Sin embargo, ese catálogo incluyó por primera vez el nombre de un modelo ampliamente divulgado en los siguientes años. Fue la Gua-gua, con tallas para niños pequeños que empezaban a montar en bicicleta.

La gama subía para gente con ciertas aptitudes de competición, así se pasaba de “media carrera” a “profesional” con medio guardabarros para proteger los frenos, pero no al usuario, del barro y los charcos, y “gran competición”, que incorporaba un doble plato, frenos Mafac de tiro central y un elemento muy original, una tija colocada al revés.

Durante ese periodo la garantía incluía un año de cobertura desde la fecha de adquisición de la bicicleta, limitándose “exclusivamente a la reparación de la máquina o al cambio de pieza defectuosa expedida franco Eibar y devuelta a portes debidos”. En el caso del neumático la garantía se debe a la política del proveedor.

Para uso cotidiano estaban el modelo “turismo ligero” y la versión “levante”, una bicicleta equipada con una parrilla posterior pesada, ideal para el transporte y reparto de mercaderías, con ruedas más pequeñas que incentivaran la

Hasta 1960 se contaron en Orbea hasta un millón y medio de bicicletas fabricadas en Urkizu. Para entonces el material principal seguía siendo tubos de acero estirados en frío y reforzados de acuerdo con las normas internacio-

— Hasta 1960 se contaron en Orbea hasta un millón y medio de bicicletas fabricadas en Urkizu.

nales. Al mismo tiempo, Orbea sacaba adelante una producción de más de 800 elementos de máquina herramienta, entre los que se contaban tornos paralelos, prensas excéntricas, prensas de fricción y fresadoras de cremallera. “En 1969 muchas bicicletas eran de freno de varilla, todo fabricado en Orbea, salvo las cubiertas y poco más. Se trataba de un producto muy anticuado y además salían muy pocas bicicletas”, describe Estandía.

BICICLETA DE PASEO (1), BICICLETA MODELO PRINCIPIANTE (2), BICILETA 1/2 CARRERA PLANO (3), BICICLETA DE TRANSPORTE (4), BICICLETA MODELO NIÑA (5) (1970)

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La cooperativa

EL PRIMER CATÁLOGO DE ORBEA COOPERATIVA INDUSTRIAL

La situación financiera de Orbea y Compañía se precipitó a finales de los sesenta y entró en escena la nueva cooperativa. Ya en 1970 esta lanzó su primer catálogo con el sello de Orbea Cooperativa Industrial en la portada. Aunque se seguía trabajando desde Eibar, se pudo anunciar la construcción de una nueva nave en Mallabia12, Vizcaya, que habría de entrar en funcionamiento en breve. No obstante, la fabricación seguía estando integrada en Orbea y así se plasmaba en las descripciones, de las que se deducía que los sillines y las direcciones seguían saliendo de las naves de Eibar. El modelo más sencillo era el de “paseo de varillas”, cuya versión femenina era la bicicleta “señorita modelo lirio”. En la bicicleta de media carrera se puso un manillar plano, mientras que seguía evolucionando sobre el modelo “transporte” con ruedas muy gruesas, de balón ancho, dos pesadas parrillas, una delante y otra detrás, un sillín ancho y sujeción tipo moto para cuando la bicicleta no podía estar apoyada en la pared.

— Hubo, no obstante, dos novedades que habrían de llegar para quedarse y marcar la trayectoria de la casa durante las décadas de los setenta y ochenta. De esta manera surgió el modelo Orbea cross R/500, un evidente antecedente del posterior Furia, que vendría al poco tiempo.

La variedad de bicicletas apuntaba a la competición. En aquellas fechas colaboraban con los hermanos Lasa, con la máquina para principiante que incorporaba manillar de carreras, con sus manetas de frenos y cambios delantero y trasero, más otras versiones como la júnior. El modelo “gran lujo” incorporaba sillín marca GES. Hubo, no obstante, dos novedades que habrían de llegar para quedarse y marcar la trayectoria de la casa durante las décadas de los setenta y ochenta. De esta manera surgió el modelo Orbea cross R/500, un evidente antecedente del posterior Furia, que vendría al poco tiempo. Esta versión incorporaba el manillar curvo y regulable típico de las llamadas bicicletas de paseo y dos tipos de rueda, la de atrás gruesa y pesada, y la delantera más fina. La Furia iría evolucionando hasta incorporar una palanca de cambio, tipo de coche, ya en los ochenta. Sería la Furia Super. También se sumó un modelo de BMX, con los años el famoso Galaxy con cuadro de competición para mayores de ocho años. “Desde luego que no era un producto como en la actualidad. Había problemas de todo tipo, tanto en el producto como en la propia supervivencia de la cooperativa, pues estábamos en un entorno muy complicado”, rememora Estandía. En 1975 el catálogo ofrecía modelos en la misma sintonía que cinco años antes, desde bicicletas para niños a máquinas de competición, e incluso se incluyeron un par de modelos de aparatos de gimnasia. Por un lado una bicicleta estática plegable, con cronómetro, cuentakilómetros y pedales acolchados, y por el otro una tabla, también plegable, en acero y acolchada. La máquina permitía hacer ejercicios y a su vez pedalear tumbado.

12. Despiece Nº12, La fábrica de Mallabia. P. 248

MODELO ORBEA CROSS R/500 (1970)

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BICICLETA ORBEA NIテ前 (1950-60)

ORBEA ALTUBE (1975)

BICICLETA ORBEA (1980)

ORBEA VIVANT

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LA ORBEA YOVANA

Por aquellas fechas nacía la bicicleta Yovana, un modelo que se extendió por la geografía como una mancha de aceite, siendo uno de los símbolos de la niñez y las vacaciones de verano de muchas personas.

“Recuerdo que eran de acero y pesaban unos diez u once kilos”, completa. La oferta de Orbea se empezó a estructurar en diferentes familias y para esas fechas se trabajaba en cross, paseo, multiempleo, carrera y BMX.

Había dos modelos, uno plegable y el otro no. Esta bicicleta tuvo la peculiaridad de incorporar una tija muy larga que permitía adaptarla a la altura del niño que la utilizaba durante muchos años. Para los más pequeños se ideó la Susy.

De esas familias, las bicicletas de carreras crecían muy poco a poco al calor del equipo Orbea, primero, y Caja Rural, posteriormente: “El equipo Orbea nos pedía bicicletas de acero. Cuando el equipo estaba a pleno rendimiento, subcontratábamos los cuadros, a veces a Zeus, dependiendo del periodo. En ese momento teníamos dos personas que sacaban unos 100 cuadros, casi en exclusiva para el equipo. Más allá no contábamos con demanda de cuadros, porque realmente no teníamos nombre en este segmento.” Concluye que “el material era comprado a Columbus y los racores a otros. Venía todo muy dado. Intentamos hacerlo nosotros pero no teníamos demanda. Hay que reconocer que estábamos a años luz de Pinarello”.

Para tomar la medida de la importancia que tuvo la Yovana cabe decir que fue el producto con el que se identificó a la marca hasta que esta entró en el mundo de la competición a mediados de los ochenta. Su incidencia en la cuenta de explotación de la cooperativa fue enorme, llegó a significar mucho más del 50% de unidades producidas a inicios de los ochenta, dejando en un segundo plano al resto de productos. En 1988 se estimó que su incidencia era del 30%, y su influencia bajó en picado con la entrada de la BTT. “En 1980 sacábamos unas 120.000 bicicletas al año y de ellas la mitad eran Yovanas –prosigue Estandía–. Tenían su mercado pero de bajo precio. Competían bien con el resto, pero BH nos superaba. Orbea sobrevivía.” “Paulatinamente nos metimos en bicicletas de carretera, que sin tener un gran precio sí que nos sirvieron para marcar el camino previo al equipo ciclista –afirma–, fabricando incluso nosotros los cuadros. Desde entonces no hemos parado de mejorar. Cuando ganamos la Vuelta a España, aún no teníamos capacidad de hacer cuadros de alta gama”.

— Su incidencia en la cuenta de explotación de la cooperativa fue enorme, llegó a significar mucho más del 50% de unidades producidas a inicios de los ochenta, dejando en un segundo plano al resto de productos.

En 1980 el catálogo de Orbea incorporaba modelos de carrera como Gorbea, cuyos once tubos eran Reynolds, con horquilla Zeus y tija Campagnolo, o Urbion, con los tres tubos principales Columbus. El modelo Arrate, otra bicicleta de competición en carretera, fue la empleada por el equipo Orbea de aficionados en 1982. En ese año se sacaron modelos de paseo como Berria, Bakio, Luarca o Donosti, con aluminio en ciertas piezas y cambios Simplex. Dos años después los éxitos de Peio Ruiz Cabestany invitaron a sacar una bicicleta con su nombre. Con todo la Yovana fue un modelo que “duró bastante tiempo –recuerda Estandía–. Por ejemplo en 1988 aún había bastante producción de ese tipo de bicicletas. Eran bicicletas que llamábamos de multiempleo, valían para ir a la playa o al huerto, también para pasear. Ofrecíamos varias tallas: 500, 450, 400, 350 y hasta 300”.

MODELO ORBEA YOVANA

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La irrupción de la BTT

UN TSUNAMI LLAMADO BTT

El último suspiro de la década de los ochenta tiene el nombre BTT bien grabado. Sin embargo en Orbea hubo margen para una interesante aportación relacionada con la carretera. A su más o menos establecido porfolio de productos se añadió una bicicleta que causó sensación en su momento y tuvo buena aceptación en el mercado. Fue el modelo Zafiro, que incorporó un cuadro horizontal ligeramente inclinado según se acercaba al sillín, lo que proporcionaba mayor rigidez. Esa variación se inspiró en la bicicleta que Francesco Moser había usado en su récord de la hora, años antes. Además el freno trasero se acoplaba al cuadro en una especie de uve invertida y los proveedores eran de primer nivel, desde Cinelli a Zeus, pasando por Columbus y Campagnolo. Su pequeño sloping se impuso en varios modelos que habrían de venir.

— Las tres primeras BTT de Orbea fueron la Cervino, la Sherpa y la Nómada, tres bicicletas muy sencillas, de arranque, con 18 velocidades, cuadro de acero soldado con racores, frenos cantiléver, grupos económicos, manillar plano, posibilidad de guardabarros, bielas Stronglight y pintadas por el sistema araña.

Pero, como dijimos, se avecinaban cambios sustanciales. “A finales de los ochenta se produce la irrupción de la BTT –señala Estandía–. Tuvimos que salir fuera13 a comprar las propias BTT porque éramos incapaces de hacer ese producto. El gerente Aguirrezabala va a China y las compra allí, donde las preparan los americanos. Entre 1990 y 1993 pasamos de hacer las multiempleo a centrarnos en la BTT”. Primera consecuencia: “Las Yovana pasaron a la historia. No fue una decisión nuestra, fue pura obligación. Los objetivos de producción de BTT se multiplicaban, aunque nuestros medios eran los que eran”. Orbea no tuvo otra elección, esas máquinas ideadas en Estados Unidos que se fabricaban en Asia, donde ya hacía unos años que crecía una producción, en principio modesta, de bicicletas, vinieron a revolucionar el mercado. Las tres primeras BTT de Orbea fueron la Cervino, la Sherpa y la Nómada, tres bicicletas muy sencillas, de arranque, desde luego, con 18 velocidades al principio, cuadro de acero soldado con racores, frenos cantiléver, grupos económicos, manillar plano, posibilidad de guardabarros, bielas Stronglight y pintadas por el sistema araña. Poco después se incorporarían otros modelos, cuyo precio variaba principalmente por el grupo que se le acoplaba. Vinieron la Mustang, la Karakorum y la Nordkapp o Cabo Norte, en honor a las travesías de Dina Bilbao.

MODELO SHERPA (1989)

13. Despiece Nº13, Algunos proveedores de Orbea. P. 249

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LA DIGESTIÓN DEL BOOM

— En 1993 los catálogos de BTT incluyeron las primeras suspensiones. Los números salían, las ventas eran enormes.

A pesar de que en un principio la BTT entró a través de la compra de unidades en origen, igual que había pasado otras veces, como por ejemplo con la VeloSolex, Orbea tuvo que estudiar la forma de construir por sí misma la bicicleta.

Al poco tiempo se lanzó el modelo Orion, que fue la primera BTT para niño, así como la Evasion como modelo femenino de la Sherpa. La versión Riamo fue la bicicleta de montaña que Orbea dedicó a cubrir la feroz demanda que llegaba desde las grandes superficies.

Estandía recuerda que “la BTT era de origen americano pero se fabricaban en Taiwán mediante una soldadura que nosotros éramos incapaces de hacer. Era la soldadura TIG, y nosotros trabajábamos con la MIG, que era por arco eléctrico: ponías una varilla de acero sobre la zona a soldar, le dabas calor y licuaba. Eso dejaba un cordón grueso entre uniones. Por otro lado, el TIG creaba un arco de mucha temperatura, aunque sin aportación de hilo. Permitía acabados más finos, sin cordones. Daba la opción además de juntar piezas de mucho menos espesor”.

“En esos años, se vendían bicicletas por todos los lados. Los bancos ofrecían una bicicleta al abrir tu libreta con ellos, fueron tantos los que lo hicieron que al final surgieron empresas que hacían de intermediarios entre los bancos y las marcas. También hicimos cosas con la editorial Planeta con versiones en blanco, amarillo y negro”, admite Estandía.

Estandía lo narra así: “Hasta 1993 montábamos todo con Shimano, que mantenía sus grupos mucho tiempo en el mercado, podían durar hasta seis años, y Orbea solo cambiaba el color de los cuadros. Pero la demanda bajó y Shimano empezó sacar sus grupos anualmente. Cambiaba todas las piezas cada año”.

En 1993 los catálogos de BTT incluyeron las primeras suspensiones. Los números salían, las ventas eran enormes: “De 1989 a 1994 tuvimos unos resultados muy buenos. Nosotros vendíamos la bicicleta al banco con un buen margen, porque ellos al final no iban a venderla”.

El escenario pasó a ser radicalmente diferente: “Veníamos de una inercia en que comprábamos mucho porque todo salía, pero pasó que lo que teníamos en almacén comenzó a estar fuera de moda. Solo se podía sacar al mercado si se depreciaba y tuvimos que asumir ese ajuste con dos años de pérdidas. Las tiendas miraban lo que sacaban los proveedores y si tu producto no lo tenía estaba anticuado, y eso generó un gran stock. Acumulamos material que no tenía salida y que se vendió por debajo del precio. No eran unas pérdidas por no ventas y sí por venta por debajo de precio”.

Los cambios en la fábrica de Mallabia fueron muy notorios: “En un principio no podíamos competir con los taiwaneses porque soldábamos con robots y aquel trabajo era manual. Nos vimos obligados a ir dejando el MIG e incorporando el TIG. El desarrollo vino obligado por las circunstancias, no fue algo que nosotros decidiéramos. Con el tiempo pasamos a hacer nosotros algunas bicicletas, pero con unas soldaduras que no resultaban atractivas y no eran fáciles de colocar en la tienda”.

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Tiempos dorados: “Para Orbea aquellos fueron años de beneficios muy buenos. También ayudó que se vendiera el espacio de Orbea en Eibar al recalificarse. Para poder sacar esa producción tuvimos que hacer varios viajes a Asia con el objetivo de buscar buenos proveedores. Llegamos a sacar 10.000 bicicletas en un mes”.

MODELOS CERVINO (1990) Y NEXT ONE (1994)

Pero aquello no podía durar mucho. En un principio el proveedor de grupos escogido por Orbea, Shimano, sacaba grupos cuya venta duraba unos años, pero esa norma cambió, sus grupos pasaron a renovarse anualmente y esto hizo polvo las cuentas de la cooperativa.

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LA GAMA ALTA

En su historia Orbea había pasado por muchos momentos ligados a la coyuntura y a aciertos y errores propios. Sin embargo entonces se imponía una decisión valiente y clara, apostar por aquel tipo de producto que diera margen y estuviera ajeno a los vaivenes del mercado y la tiranía de los proveedores. Durante esos años la locura de la BTT y el frenesí productivo eclipsaron la operación que se realizó con la adquisición de dos marcas vinculadas a la gama alta: Zeus14 y Veneto. Estandía recuerda de Veneto que “era un fabricante francés de gama alta gestionado por Ángel Soria y lo que hicimos fue comprar su red comercial en 1989. Sus oficinas estaban en Saint Lary y sus dimensiones eran mucho más pequeñas que Zeus. Fabricaba unas 1.000 bicicletas al año compitiendo con Pinarello”. A su vez estaba Zeus, que “adquirimos en el momento de su cierre. Fabricaba básicamente componentes y al final también montaban la bicicleta entera. Para subir ese peldaño que Orbea necesitaba, Zeus tenía esa imagen de calidad, no quizá al nivel de Pinarello, pero sí en un escalón intermedio. Era muy conocida en toda Europa. De ellos solo cogimos el nombre”. Con Zeus dentro de Orbea se dio una circunstancia curiosa, pues resultó que “sacábamos por un lado bicicletas Zeus y por otro Orbea, siendo casi la misma calidad pero sin que la marca Orbea tuviera el prestigio de Zeus. Fue un tiempo en que la gente no sabía que éramos los mismos”.

Trabajábamos fuerte en trasladar la experiencia de las bicicletas de carretera a las de montaña y así aguantamos lo que pudimos”, precisa Estandía. “Hacia 1995, ya empezamos a comprar cuadros, desde la alta gama hacia abajo hasta hacer desaparecer lo que teníamos aquí”, prosigue. Entre los cambios que llegaban hubo decisiones que marcaban cuán alto era el tiro: “También por esos años quisimos hacer la competencia a Pinarello en carretera, al hacernos especialistas en soldar TIG sacando una buena producción de cuadros de carretera, incluso para equipos profesionales. Fuimos el cliente más importante de Columbus, a razón de unos cuarenta cuadros diarios. Llegamos a mejorar mucho en los cuadros a medida”.

— Se imponía la necesidad de empujar el producto de montaña y de carretera al mismo tiempo, y hacerlo además abandonando ciertas costumbres, como la fabricación de cuadros.

Incluso se rizó el rizo con la salida de cuadros con tres marcas, una en cada tubo: “Se iba probando la comercialización entre una marca y otra a ver qué pasaba. Se dio el caso de que sacamos bicicletas con las tres marcas en el cuadro: Veneto, Zeus y Orbea. En un principio Zeus era la bicicleta del Euskaltel, pero poco a poco fuimos metiendo Orbea. Al final fuimos todos a Orbea porque era notorio que nosotros las hacíamos todas y no era normal triplicar los gastos de mantener tres marcas”. Se imponía la necesidad de empujar el producto de montaña y de carretera al mismo tiempo, y hacerlo además abandonando ciertas costumbres, como la fabricación de cuadros. “Entonces teníamos cuadros de aluminio y acero. El de aluminio lo comprábamos. El de acero lo fabricábamos aquí, con la soldadura de cordón gordo y también con otra que era abrasiva con una llama de calor, no un arco, y por medio de latón se unían las piezas. Un poco como los racores.

BICICLETAS ZEUS (1993)

14. Despiece Nº14, La historia de Zeus. P. 249

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EL CAMINO HACIA EL PRIMER ORCA

ORCA Y LA BICICLETA DE CARRETERA

La evolución comenzaba a ser obvia: “Pasamos de los tubos de primera mitad de los ochenta a un tubo más delgado para poder vender en Francia. Incluso fuimos capaces de hacer cuadros de Zeus, aunque hasta un cierto nivel. En el proceso de personalización decidimos que queríamos ir a competir con los grandes mediante un grupo de soldadura TIG, y otro de aerógrafo, con gente muy especializada, mucho más artesanal y no tan en serie”. En esa evolución Estandía recuerda que “empezamos a fabricar cuadros de alta gama de carretera para otras marcas. Pasamos de comprarlos en Italia a ser nosotros los fabricantes. Si hablábamos de baja gama había que ir a China, porque de lo contrario no entrabas en precio. Fue ahí donde se hizo el verdadero salto a la alta gama, llegando a los cuarenta cuadros diarios, cuando antes hacíamos casi cuarenta al año”. Euskaltel-Euskadi empezó con la bicicleta roja de Zeus, pero cuando Roberto Laiseka ganó una etapa de la Vuelta a España de 1999 en el Alto de Abantos, la primera de una gran vuelta, lo hizo con el nombre de Orbea en el cuadro. Con el Euskaltel-Euskadi asentado, a pesar de las dificultades de los inicios, la fabricación a medida tomó la oferta de la marca. La tradición artesanal que había marcado a Orbea desde sus inicios empezaba a plasmarse en las bicicletas: “Nos realizaban pedidos desde los distribuidores en base a un programa informático con la morfología de la persona para sacarle el cuadro perfecto. Pintábamos el cuadro a gusto del cliente, incluso poniendo su nombre”. “En acero trabajábamos en diferentes clases de cromo molibdeno, con diferentes precios según las aleaciones que le daban más o menos espesor. Llegamos a tener un cuadro de aluminio por debajo del kilo y espesores mínimos de 0,4”, puntualiza Estandía. En el periodo 1997-2001 la exportación gana cuota en Orbea y la imposición de personalizar el producto es fundamental. Se fabricaban cuadros a medida, cambiando los métodos de soldadura y además la pintura, siempre clave, para dejar la máquina a gusto del consumidor.

Mayo presenció todos los procesos que conllevaba la bicicleta de aluminio. Vio el corte de los tubos, la soldadura y la fijación de las partes, la nivelación del cuadro, cómo se lijaba “hasta el límite de la soldadura” para pulir su aspecto, y el pintado y fijado de pegatinas más el montaje de dirección, frenos y pedales. “Recuerdo ese día. Vi cómo se fabricaba la bicicleta, me quedé impactado. Fue un día muy bonito. Me sorprendió la forma de trabajar, con una fabricación enorme y encima al lado de casa”, contó el exciclista. En aquella época Orbea producía unas 800 bicicletas diarias, de las cuales unas 150 se correspondían con los procedimientos más artesanales que se siguieron con Iban Mayo, en 2002 una de las mejores promesas del Euskaltel-Euskadi. El corredor le daría una vida de 27.000 kilómetros anuales a esa bicicleta.

— Empezamos a fabricar cuadros de alta gama de carretera para otras marcas. Pasamos de comprarlos en Italia a ser nosotros los fabricantes.

La bicicleta, como años antes con la BTT, vuelve a vivir otra sacudida: ahora es en forma de material, y este se llama carbono. “En la bicicleta los grandes saltos en la producción han venido por el cambio de material, de acero a aluminio y de este al carbono, que además era un material muy utilizado en muchos otros sectores por las prestaciones que los metales usuales no pueden dar”, explica Miriam Bengoetxea, quien por aquellas fechas se incorporó a la cooperativa por la necesidad de manejar un material totalmente desconocido entre sus operarios. Miriam, química de formación, apunta que “hasta más o menos 2003 el carbono llegaba a la industria de la bicicleta de forma paulatina, primero con tirantes de carbono, luego la trasera de carbono y al final pasó a toda la bicicleta”. Por eso “en esas fechas Orbea decide tener su cuadro 100% de carbono y diseñado desde Orbea. Es decir, apostamos por crear producto propio, porque en ese momento lo sencillo habría sido ir a Asia y tener una marca blanca. Este proceso implicó que se incorporara gente nueva a Orbea”. Ese cambio “fue gradual porque surgieron lagunas de conocimiento. Sabíamos mucho sobre cómo se corta y se une un metal, pero nada del carbono y la forma de pegarlo. Era otro universo”, completa Miriam Bengoetxea. La marca había tomado el mando de su producto apoyada en el carbono y surge un proyecto que tiene nombre y apellido: Orbea Carbono, conocida por el acrónimo Orca. “Es una cosa muy simple y a veces lo simple es lo que mejor funciona, es un acrónimo de Orbea y Carbon”, explica el product manager de carretera, Joseba Arizaga.

FIBRA DE CARBONO

— La marca había tomado el mando de su producto apoyada en el carbono y surge un proyecto que tiene nombre y apellido: Orbea Carbono, conocida por el acrónimo Orca.

A finales de ese ciclo Orbea realizó un vídeo en el que convocó a Iban Mayo en la fábrica de Mallabia para asistir a la creación de una bicicleta a medida. Un técnico tomó las medidas al ciclista para saber la dimensión exacta del cuadro. También se le anotó la medida del brazo para confeccionar la parte delantera del cuadro y mediante un programa se conjuntó el cuadro, proporcionándole la mejor posición posible sobre la máquina.

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EL ORCA Y SUS CONSECUENCIAS

EL CAMINO DE LA DIFERENCIACIÓN

”Fue un proyecto que nació tarde –relata Estandía–. Cuando nos decidimos en teoría no íbamos a vender nada, porque todo el mundo ya ofrecía carbono, por eso decidimos comprar. En una reunión de entonces nos preguntábamos qué iba a pasar si no se vendían y resulta que en el primer mes se vendieron los 500 y tuvimos que ir a China para poder enseñar la técnica en una factoría”. Aquello fue como darle la vuelta a un calcetín. Miriam Bengoetxea, recién incorporada en pleno lanzamiento del Orca, en 2003, lo recuerda así: “La apuesta por Orca viene seguida de un éxito arrollador, dándose cuenta en la casa de que, aunque saben mucho de bicicletas hechas en aluminio, cuando das el salto a un nuevo material, como los composites, aprecias que cambia todo, la forma de fabricarlo, su comportamiento... Cambiaba todo, desde la forma de trabajarlo, cómo se moldea, cómo se controla su calidad, a las maneras de diseñar”. El foco de Orbea en esos momentos se fija en el área de Hong Kong, principalmente la zona de Shenzhen, “donde se aglutinan la mayoría de los proveedores de la bicicleta, no solo de cuadros, también de componentes”, concreta Miriam. La persona clave en el salto de Orbea al carbono otorga a los contactos del lugar un papel fundamental en un periodo donde había mucho en juego. Habla de Rubén Gabilondo y Tiziano Lin, personas que negociaban in situ y escogían los proveedores. “Para Orbea los proveedores de piezas de carbono siempre han sido estratégicos”, remacha Miriam. Su importancia se explica porque “aquello fue una gran revolución en su momento –reitera Miriam–. Si los cuadros se han externalizado ha sido por una cuestión pura y dura de costes, y con más motivo cuando hablamos de estos materiales, que son de trabajo muy manual: desde el corte, al lijado y el pintado. Es todo muy manual, con muchas más horas de trabajo que un cuadro de aluminio. Por eso también se hace en Asia”. Para Arizaga “el carbono apareció como alternativa al aluminio porque daba menos peso y mayor rigidez, pero sobre todo la posibilidad de diseñar de forma libre las formas y volúmenes del cuadro, controlando a su vez el peso y la rigidez”.

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Y ahí estuvo la clave, en el diseño: “El aluminio venía con formas redondas y ovaladas y eso influía en el diseño. El carbono daba otras opciones. Pasamos de tubos completamente redondos a formas muy particulares y personales que favorecían la estética del cuadro sin perjudicar la rigidez del mismo”. En ese sentido Miriam advierte que “sería absurdo que el carbono tomara la totalidad de la bici por sistema. Hay que emplear los materiales para funciones muy claras y precisas, tener claro el objetivo. Lo importante es tener un abanico claro de conocimientos de materiales y saber cuándo usarlos”. Y lo justifica: “Si por ejemplo para una abrazadera de sillín tenemos un material que ofrece mejores prestaciones que el propio carbono, no es lógico usar carbono por sistema”. No obstante, las ventajas del nuevo material se materializan en una “mayor flexibilidad en el diseño, en que es menos denso que el aluminio y por tanto más ligero, porque no tiene corrosión y permite la customización, aunque pintarlos es complicado porque la superficie no es sencilla de trabajar”, enumera Miriam, que cuando entró en la cooperativa tuvo que viajar a China para auditar procesos de pintura ante las particularidades del nuevo material: “Viajé con la gente de pintura porque los cuadros daban rechazo a la pintura”. Y es que “pintar composite requiere más proceso que un cuadro de aluminio, cambia en la preparación”. El cuadro debe estar limpio y tener una rugosidad adecuada. Industrialmente esos procesos están preparados, el carbono requiere más idas y venidas”. Fueron tiempos de locura pues “la previsión para ese Orca eran 500 cuadros para el primer año y salieron 500 el primer mes. Ante semejante tsunami tenemos que pedirle al proveedor que él también pinte con aerografía. Me tocó auditar el proceso. Había que transferir conocimiento tanto hacia allí como hacia aquí sobre las particularidades del producto”, relata la responsable de innovación.

La apuesta tuvo riesgo, fue grande, pero marcó el futuro de la cooperativa porque rompió con todo e hizo de la marca algo diferente: “El dibujo de la Orca responde a la necesidad de diferenciarte desde el diseño –completa Arizaga–. Si hasta entonces las formas entre las diferentes marcas no te distinguían, el carbono te daba esa opción. Queríamos diferenciarnos desde el diseño, que el cuadro tuviera una personalidad propia. Había además unas necesidades de pesos objetivos, rondando el kilo. Nosotros llegamos a tener cuadros por debajo del kilo”. Aunque el material se plasmara en Asia, el dibujo, la ingeniería, salían de Mallabia. Iñaki Argote fue uno de los ingenieros que estuvo en ese tren, y también Miriam Bengoetxea, que pone el acento en que “el proceso se creaba en Mallabia y se materializaba en casa del proveedor, estando encima del proceso de industrialización”. Es decir, el dibujo se creaba en la casa madre de Orbea. Se contactaba con el proveedor, que daba los primeros bocetos plasmados en carbono. En Mallabia se recibían las pruebas, se corregían y verificaban.

Con todo Arizaga admite que “Orca es un hito en la historia de Orbea, pero también en la historia de la bicicleta. Nace en una transición de los cuadros de aluminio hacia la era del carbono. Antes del aluminio las bicicletas se solían hacer en acero. En unos pocos años vimos el boom del aluminio, dejando el acero atrás. Entramos en cuadros soldados, ligeros y a medida para cada ciclista”.

— “Orca es un hito en la historia de Orbea, pero también en la historia de la bicicleta. Nace en una transición de los cuadros de aluminio hacia la era del carbono”.

Luego, los modelos definitivos se probaban y aprobaban en Euskadi, desde donde se mantenía el sello artesanal con la pintura personalizada de los cuadros y el servicio postventa. El 2015 Orbea integró de nuevo todo desde su sede vizcaína, potenciando la planta de Mallabia para la llamada “gama alta”. Pero para llegar a este punto hubo muchos viajes a casa del proveedor, desprendiéndose de muchos prejuicios: “A nosotros nunca nos dio miedo decir que el cuadro salía de Asia, porque, por suerte o desgracia, el precio de la mano de obra prima en la estructura de costes de cualquier empresa industrial”, prosigue Miriam. Aunque los costes nunca hicieron perder de vista que el corazón de Orbea está en la tierra que la vio nacer: “En nuestro caso la particularidad de cooperativa siempre nos empujó a mantener empleo local y decidimos no sacar todos los procesos de fabricación de Mallabia: sí a la fabricación del cuadro pero no a la pintura y la personalización, a diferencia de otras marcas, que mandan el diseño y vienen los contenedores con la bicicleta montada”. Sobre el dibujo del primer Orca, Estandía recuerda la participación de “LKS Diara, del grupo Mondragón. La entrada del carbono acabó con la soldadura. Por el contrario, el carbono impedía el cuadro a medida porque se hacía con moldes. Cuando surgió el carbono dejamos poco a poco el aluminio. Trabajamos con cuatro o cinco tallas, abarcando todo tipo de usuario”.

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LAS PRESTACIONES DEL ORCA

Samuel Sánchez, el hombre que guarda varios Orca en su garaje, sobre uno de los cuales se aupó hacia su oro olímpico, recuerda “el primer molde de Orca. A todos nos llamó mucho la atención porque teniéndolo en la mano veías el entramado de carbono”.

“Cuando tú has diseñado una bicicleta para un objetivo y un ciclista nos lo corrobora es que estamos en el buen camino. Una buena marca de bicicletas debe ser capaz de asesorar a un ciclista sobre lo que necesita para sus salidas de fin de semana”.

“Se estaba imponiendo este material y el cuadro era muy bonito. Ponía Orbea en naranja, era muy atractivo, llamaba la atención, era como ir adelantado a tu tiempo y a todo el equipo nos gustó la rigidez y lo manejable que era esa bicicleta de carbono bajando”, completa.

Por eso Arizaga considera que “la competición te da un punto de exigencia que lleva tu producto al límite. Tienes que comprender al ciclista y cómo entiende él la bicicleta. Por ejemplo, si tienes un ciclista que quiere ser competitivo en un puerto como el Tourmalet, pues sabes que tiene que ser una bicicleta superligera y rígida porque busca sacarle el máximo partido. En las clásicas de primavera, cuando ruedan por encima del pavé, el concepto ligereza no es tan importante, se valora la tracción de la bicicleta y su capacidad de absorción”.

No obstante, desde aquel cuadro a los que vendrían hubo saltos cualitativos que Miriam resume “en peso, en resistencia y en rigidez, que son las tres claves. Ese Orca de 2003 sorprendió por su éxito. Cuando entró en Orbea, ese cuadro ya se estaba industrializando”. El primer Orca costaba unos 1.800 euros y su entrega se realizaba en un mes. En esas un cuadro equivalente de Pinarello se iba a los 3.000 euros, con un difuso plazo de entrega. El nuevo cuadro le daba poder a la marca, pues la ponía a competir de tú a tú con enseñas del calado de Trek o Giant. Sin embargo Orbea pudo añadir el plus de la pintura personalizada.

Y concluye: “Nosotros debemos saber interpretar lo que dicen los pros para diseñar y entender lo que quiere el usuario”. Desde su creación el Orca ha tenido hasta cinco versiones, dos de ellas con cambios “severos, es decir, modificación importante de su look sin que comprometiera su industrialización. En esa bolsa de cambios fueron importantes cuestiones como la ligereza y rigidez, estética y precio.

Según Samuel Sánchez, “lo principal en una bicicleta, lo que todo el mundo busca, es la rigidez, pero un exceso de rigidez puede provocar que la máquina te expulse. Tiene que haber un alto grado de rigidez, pero también cierta flexibilidad para que al tomar las curvas la bicicleta no vibre, sea dócil y la puedas manejar”.

En el desarrollo de un nuevo Orca se contemplan un equipo de ingenieros, que reciben un cuaderno de especificaciones a raíz de lo observado en el mercado, encuestas de usuarios, revistas y otras fuentes de observación. A partir de ahí empieza un periodo de 18 meses para hacer el diseño en 3D, fabricar los primeros moldes y prototipos, realizar los ensayos y concretar las tallas.

El ciclista admite que “hacía muchas pruebas con la bicicleta en casa, poniéndola al límite, y nunca me ha dado inseguridad. Eso es fundamental, tener confianza al saber que vas a entrar en una curva y que no te va a hacer algo extraño que signifique perder carreras o irse al suelo. En las carreras que he decantado a mi favor la bicicleta me ha ayudado mucho y eso es muy importante para un ciclista”. En la convivencia entre profesional y proveedor de bicicletas, Arizaga ha sido siempre la persona de Orbea en los equipos: “Lo que la marca tiene que demostrar es que vive del ciclismo y entiende de ciclismo. Entender lo que quiere un usuario es la clave. Parece sencillo, pero no lo es. Hay que entender qué necesita un corredor que está disputando unas olimpiadas, hay que ser capaz de crear un producto para ellos”.

— El nuevo cuadro le daba poder a la marca, pues la ponía a competir de tú a tú con enseñas del calado de Trek o Giant. Sin embargo Orbea pudo añadir el plus de la pintura personalizada.

Pero los éxitos hay que trasladarlos al usuario: “Todo eso es conocimiento que trasladas a tu gama. Eso aporta Orca, un know how que debemos saber explicar a la gente. Yo cuando explico qué es la bicicleta al final no deja de ser mi explicación sobre lo que han diseñado los ingenieros, pero hasta que no montas una bicicleta y percibes lo que explico, no deja de ser un cuento”. MODELO ORBEA CARBONO, ORCA (2003)

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LAS OPCIONES QUE ABRIÓ EL ORCA

“Ese hito representa un cambio de una etapa de desarrollo de producto generalista hacia una especialización. Es el punto de partida hacia esa especialización. Se sofistican los materiales, el usuario demanda un producto específico tanto en carretera como en montaña y se lo podemos dar. Se abre el nicho del triatlón”, comenta Arizaga. Para el técnico “hay que molestarse en buscar todas las mejoras posibles. Orca15 representa perfectamente esa especialización. Hemos evolucionado hacia una bicicleta entendida como la herramienta perfecta para que el ciclista mejore su prestación individual. Con esa idea vamos orientados hacia un diseño más funcional manteniendo una identidad visual”. En el triatlón Orbea apostó por Ordu, hora en euskera: “Se trata de una bicicleta de contrarreloj con postura aerodinámica. Son bicicletas muy especiales. Seguimos con el Orca para toda esa gente que hace casi más kilómetros que los propios pros. Luego viene Avant, que es la bicicleta endurance.

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— “Hemos evolucionado hacia una bicicleta entendida como la herramienta perfecta para que el ciclista mejore su prestación individual”.

La denominación de Avant entronca con la Pax Avant, la marcha cicloturista transfronteriza, entre Navarra y Francia, que Orbea promovió como complemento de carretera al Maratón de los Monegros16. Estandía precisa que en su composición prima el aluminio con incursiones concretas de carbono según se va a la parte alta de los modelos. El modelo Avant evolucionó hacia dos tipos. Por un lado la serie M de carbono, más pesada que el Orca, y el modelo H, que puede tener manillar plano. Con Orca “hemos abierto otros nichos –asegura Arizaga–. Orca es un modelo que responde a la competición y a la mejora de la prestación individual, y desde ella nace la gama Avant, para un usuario que no compite por nada en concreto y sí quiere mejorar y progresar pero sin gran presión. Avant nace para asistir a un ciclista que se fatigue menos, que tenga mayor control y sensación de seguridad sobre la bicicleta”.

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15. Despiece Nº15, Orca, la referencia en triatlón. P. 249 16. Despiece Nº16, La aventura se llama Monegros. P. 250

MODELOS ORBEA ORDU, AVANT Y ORCA (2016)

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ALMA, OIZ Y LA BTT

En cambio de siglo sentó muy bien a la gama de carretera de Orbea. Si la BTT era la gran protagonista solo una década antes, la marca encontró el primer filón en la rueda fina y luego trabajó en dar salida a su parte de montaña, que llevaba tiempo revelándose como clave en las cuentas de explotación. “En BTT entramos con Alma, que son bicicletas de estética similar a la carretera”, concreta Estandía. Mientras Iñaki Argote trabajaba la gama de carretera, antes de entrar Joseba Arizaga, Xabier Narbaiza pasó a ser el ingeniero para BTT. En medio de ambos, dando soluciones, “sobre todo relacionadas con el carbono”, se situó Miriam Bengoetxea. Narbaiza se incorporó en 2002, cuando Orbea aún alimentaba de producto a las grandes superficies, algo que sin duda querían ir dejando. Él mismo hace una foto del producto de montaña en el momento de acceder a la cooperativa. “La BTT de Orbea en 2002 era algo que aspiraba a vender en el mercado nacional y francés, como mucho, en una segmentación de precio por debajo de las 100.000 pesetas, unos 600 euros, una categoría de bicicleta a la que ya no nos dedicamos. Era otro nivel de ambición”. Entrando en el detalle afirma que “eran bicicletas para un usuario menos exigente. Muchas veces eran bicicletas de transporte que igual el fin de semana se aprovechaban para ir a una vía verde. Ahí hay una evolución tremenda. Si querías salir más allá, ir a Estados Unidos o Reino Unido, había que hacer las cosas no igual que los mejores, sino mejor e incluso distintas. Nos llevaban años de ventaja. Había reto”.

LAS PRIMERAS MEJORAS

Bicicletas correctas con un nivel de ambición y personalidad bajos, es decir prestaciones estándar, incluso por debajo de los mejores competidores. Para corregir esa situación “entraron cuatro personas. Ahí hay una indicación de por dónde iban las cosas. A nuestro nivel no hemos tenido nadie que nos haya enseñado lo básico”. “Ha sido un aprendizaje a base de sufrir, de prueba-error. Hacíamos desarrollos en los que no teníamos en cuenta cosas que había que valorar. Entramos en un momento en que el sector permitía equivocaciones”, recuerda Narbaiza. Las primeras hojas de especificaciones que recibe el primer equipo de BTT no pasan del titular y un pequeño texto acompañando la petición. Concreciones pocas, improvisación total. “En aquella época las condiciones eran pocas, aquello era mucho jazz e improvisación”, afirma. La dotación de un equipo de personas que trabajara de continuo es la clave para empezar a hacer producto alejado de lo estándar. “Había poco conocimiento sobre la doble suspensión, por ejemplo. Hemos hecho producto y nos hemos equivocado, pero todo a base de pasión, con un componente de ingeniería y aprendizaje de los errores”, afirma Narbaiza, quien admite mucha emoción en los primeros procesos, con un reciclaje casi natural.

CUADRO OCCAM (2016)

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LA CREACIÓN DE PRODUCTO

LAS FAMILIAS DE MONTAÑA

La propia inercia del mercado18 y los conocimientos del entramado de ingenieros de la marca invirtieron los papeles. Ya no se propone desde comercial, son los propios diseñadores quienes marcan el paso. “Proponemos cómo debe ser el crecimiento de la marca en montaña. Nos juntamos, valoramos el sector, detectamos oportunidades, vemos si el usuario valora su bicicleta desde la perspectiva del ocio y no tanto de competición. Nos documentamos de todo, de lo que dicen los usuarios, las revistas, de las tiendas... Y en nuestra mano queda la estrategia, acordar los recursos, tanto económicos como humanos, y adelante. Hace un tiempo la definición de los proyectos era algo ambigua, pero esperando que nosotros acabáramos proponiendo”. Y en esa batalla reconoce que “como marca pequeña hemos arriesgado en ciertos productos en los que nuestra cifra de ventas no era relevante como para tener miedo a perderlas. Hemos podido hacer bicicletas más radicales. A veces ha podido ser la estética, haciendo guiños a usuarios extremos que podrían ser líderes de opinión que nos trajeran clientes más normales. Hemos sido relevantes en ese sentido”. El periodo medio de creación de producto se va a los 24 meses, dos años redondos en los que los estados morales suben y bajan al ritmo que se va creando la criatura. “Estás un poco en el aire, idealizando cómo hacer la bicicleta perfecta –explica Narbaiza–. Viajas a entornos diferentes, vas a otros países, visitas las tiendas más exigentes, entrevistas a usuarios... Todo entra en un proceso de embudo en el que la parte final del proyecto está en seguir el trabajo de tu proveedor, que cada eje esté en tolerancia, que cada pieza esté en su perfecta función”. Hay un momento clave, la llegada del primer prototipo, el undécimo mes: “Ya tocamos producto. Hay una época en que las bicicletas no son bonitas, pero ayudan a descartar opciones o a fijar por dónde debería ir la línea de trabajo. Son cosas a las que no les damos mucha visión después porque a veces hay tanto para contar que el proceso de comunicación no da abasto”.

La puesta de largo de la bicicleta, la aceptación de la prensa, que esta quiera o no venir a las presentaciones... Todo juega, y en ese proceso el fichaje de Julien Absalon ayudó a lubricar la cadena: “Cuando una marca está identificada como gama media-baja, que llegue con el mejor biker sirve para mostrar que tu trayectoria rompe moldes. Siendo coherentes con una estrategia de comunicación buena que te pone en las revistas, la percepción que los usuarios tienen de la marca acaba cambiado. Al principio sorprende mucho, luego lo hace menos, pero te mantiene bajo presión. Es una presión positiva, es una presión de crecer”.

— “Hay un punto en el desarrollo que puede ser frustrante porque nunca acabas. Cuando tienes la primera bicicleta resultado de doce meses nunca suele estar perfecta, siempre tienes cosas para retocarlas. Un hijo cuando nace es al momento bonito, pero la bicicleta nunca deja de nacer”.

Narbaiza resume que “tenemos cuatro grandes familias. Por un lado Alma y Oiz para XC. Se trata de bicicletas con un punto de competición y ejercicio físico de alta intensidad, para gente que valora el rendimiento deportivo. Los matices entre una y otra dependen de los terrenos y del estado físico. Más o menos rígida dependiendo el terreno que pises”. Alma fue la línea que marcó el cambio y Oiz, en honor a un monte vizcaíno no lejos de la fábrica, fue su paso adelante con un cuadro más ligero, doble suspensión y largos kilometrajes por adelante. En otro orden “tenemos Occam y Rallon para doble suspensión, donde se nos reconocía poco –admite Narbaiza–. Aquí la teoría dice que se trata de un usuario de ejercicio físico, sin llegar a la locura del descenso... Con Rallon el componente de espectáculo es más importante, acompañado por un tema físico. A veces en el mismo grupo tienes una Alma y una Rallon, porque cada uno se pica en su terreno”. La Rallon, denominada de esta manera como homenaje a una zona de las Bardenas Reales navarras, es una máquina que se perfila en la pujante modalidad de enduro, con profesionales del descenso aunque con cierta prestancia física. El modelo prima la amortiguación, con un recorrido de hasta 160 mm. El fraile Guillermo de Ockham inspiró el nombre de la plataforma Occam, referida al principio llamado “la navaja de Ockham”, que propone que “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta”. Se trata de un cuadro de carbono, aunque también hay versiones en aluminio, con amortiguaciones más cortas, de geometría de cálculo cinemático, que se comporta bien en las subidas. Las familias de Orbea se completan con la gama de deporte de MX, las multiuso de Sport y las Confort. Se les suma producto urbano, que incorpora también bicicleta eléctrica, las Grow, bicicletas para niños premiadas por su diseño de cuadro telescópico, y las de trekking.

“Hay un punto en el desarrollo que puede ser frustrante porque nunca acabas. Cuando tienes la primera bicicleta resultado de doce meses nunca suele estar perfecta, siempre tienes cosas para retocarlas. Un hijo cuando nace es al momento bonito, pero la bicicleta nunca deja de nacer”.

18. Despiece Nº15, “La bicicleta de comuniones y Reyes”. P. 251

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EL FUTURO

Como siempre, para Orbea atravesar la meta no implica dejar de pedalear y lo que ha de venir supone un punto y seguido. Las cifras hablan del cambio en el paradigma productivo que se ha dado en Orbea. Sin embargo, el futuro, como hace diez años, como hace veinte o medio siglo, está por escribir. “Por poco que guste, el nivel de especialización va a ir a más. Crece el usuario muy informado, mucho más crítico a la hora de hacer una inversión... Nos vamos a encontrar exigencias mayores, con más calidad y mismo precio y al mismo tiempo más cercanía. Vamos hacia más categorías de producto y más customización”, vaticina Xabier Narbaiza, quien admite que en el riesgo y la apuesta por nuevos productos se cifra la ganancia para la marca.

— “Por poco que guste, el nivel de especialización va a ir a más. Crece el usuario muy informado, mucho más crítico a la hora de hacer una inversión...”.

En esa labor casi profética indaga a diario Miriam: “Trabajamos en generar conocimiento sobre lo que no sabemos, de aerodinámica, de materiales... No hablamos de cosas para mañana, sino para prototipos, de testeos y ver cómo nos puede ayudar en nuestros procesos de fabricación, consultando con proveedores estratégicos”. Ese proceso implica “aprender dónde no estamos seguros o podemos avanzar: doble suspensión, aerodinámica. También debo concretar proyectos avanzados en centros tecnológicos y con universidades. Al final del proceso, cuando llega la hora de industrializarlo, hay que ver los costes”. “Antes había un perfil general de usuario que te servía para definir estrategias. Pero ahora hay muchos perfiles. Cambia la tienda tradicional, pero también la gran superficie basada en precio. El comercio electrónico es muy fuerte, cada vez más. Se impone potenciar la comunicación en redes sociales”, afirma Jon Fernández. Fruto de esa democratización, el gerente de Orbea plantea el siguiente reto: “Definir procesos internos que vengan desde la experiencia del consumidor. Estamos pendientes de la bicicleta eléctrica y todo el ámbito de movilidad pegado al mundo eléctrico o no, y ver cómo evoluciona en las ciudades”.

OPTIMA (2016), BICICLETA ELÉCTRICA

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LA BICICLETA ELÉCTRICA

UNA HISTORIA CON PUNTOS SUSPENSIVOS

Y en ese mundo eléctrico Orbea ya trabaja, porque, como admite Rufino Pérez de Bicicletas Pelin, distribuidor de la marca en Cáceres: “El futuro a corto plazo se ve extraño porque llegan nuevos productos, como la bicicleta eléctrica, que tiene gran recorrido y entrará con fuerza”.

De esta manera Gantxegi adivina dos futuros distintos: uno para la movilidad y otro para el ocio, desde relajado a exigente. “Lo que es obvio es que muchas ciudades se cierran al tráfico y ello favorece los modos de transporte alternativo, entre los que la bici emerge porque es poco intrusiva, limpia y sencilla, pudiéndose cubrir 10 kilómetros casi sin sudar”.

El cambio es en ese sentido total porque “los canales de distribución posiblemente ya no sean los clásicos. Existe la sensación de que hay que especializarse: urbanas, eléctricas… Aunque en el fondo vemos que el mercado de la bicicleta es estable, sin altibajos fuertes. A la bicicleta le queda mucho que decir en esta sociedad”. La relación de Orbea con la bicicleta eléctrica tiene antecedentes lejanos. Como recuerda Jon Gantxegi, director de compras, “Orbea empezó con la bicicleta eléctrica de la mano de Gazelle, en Holanda, en 2008. Esa colaboración fue de dos años, trayendo modelos a España. Los sistemas eléctricos en el mercado eran muy básicos en esa época. Teníamos una bici holandesa difícil de encajar en nuestro catálogo, aunque nos permitió poner un pie en ese sector”. Sin embargo las tornas cambiaron: “Con el tiempo –prosigue Gantxegi– vimos que la tecnología mejoraba con tracción en la rueda trasera, los usuarios eran cada vez más, entrando un actor llamado Bosch, que vino desde la industria automovilística solicitando un cuadro específico en el que el motor fuera en el eje de pedalier”.

Y ahí reside la clave, en la cantidad de gente que la bicicleta eléctrica puede incorporar a su bolsa de usuarios: “A nivel de ocio va a ocurrir que gente que no practicaba ciclismo verá que su barrera física desaparece, siendo además la bicicleta divertida. En el tramo de exigencia habrá un antes y un después, porque se podrán hacer cosas que en circunstancias normales no se podían ni plantear, incluso salir con gente con la que no podías ni salir...”.

— “Lo que es obvio es que muchas ciudades se cierran al tráfico y ello favorece los modos de transporte alternativo, entre los que la bici emerge porque es poco intrusiva, limpia y sencilla”.

El cambio estaba en marcha: “Optamos por una solución de buje trasero que no implicaba un cuadro específico, porque además la demanda no era importante en nuestros mercados. La técnica ha evolucionado, el sistema de Bosch ha ido funcionado con un engranaje fiable y postventa adecuada, generando un estándar de bici de media-alta gama con motor central. Incluso ha generado producto eléctrico para bici de montaña”. En esta aventura hubo un año clave: “En 2013 debíamos tomar una decisión en este campo y viendo lo que tenían Bosch y Shimano nos animamos al constatar que los mercados empiezan a despegar. Dos años después hemos desarrollado cinco líneas distintas con motores de Bosch y de Shimano para cubrir desde la movilidad pura y dura, hasta el ocio y el deporte relajado, y soluciones para BTT”.

OPTIMA (2016), BICICLETA ELÉCTRICA

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F U E G O La mejora de Orbea siempre se ha vinculado a la competici贸n. Desde que el apellido pasara a formar parte del universo de la bicicleta, el fuego de la competici贸n ha obligado a mejorar constantemente, al tiempo que signific贸 el perfecto escaparate para demostrar que desde Orbea se trabaja con la exigencia de los mejores.


ORBEA, UN NOMBRE SOBRE DOS RUEDAS

Imagen de marca

Imagen y nombres

No resulta nada fácil colocar en un orden lógico, proporcionado, justo y equilibrado, una empresa como Orbea, un nombre tras el que se esconden palabras como trabajo, triunfos o personas, por no ampliar de una forma llamativa un espectro de letras que nos llevan directamente a una historia única, la que da el paso del tiempo y las razones que permiten perdurar en él.

El propio Perurena definió esa unión de una forma sencilla, pero muy clarificadora: “Orbea, el equipo ciclista, contó con otros patrocinadores, pero para la gente, para los aficionados, seguía siendo Orbea”. La marca estaba consolidada en un ciclismo que comenzaba a despegar de una forma llamativa. No es fácil llegar a esa simbiosis.

De Perico Delgado y Peio Ruiz Cabestany, una pareja que tuvo una gran aceptación entre los aficionados, pasaríamos a otro dúo que aportó presencia internacional, el formado por Marino Lejarreta y Mateo Hermans, el tulipán holandés que lograría imponerse en nueve etapas de la Vuelta a España y en una del Tour de Francia.

Hablamos de una firma que se acerca a los doscientos años de existencia, de poner sobre la carretera, los caminos, el cemento, la madera de las pistas de los velódromos o el asfalto de las ciudades unas máquinas que han conseguido hacer felices a quienes han rodado sobre ellas y también a los que se han visto reflejados en sus triunfos, en esos colores azules que con el paso de los años han evolucionado, pero sin perder su esencia.

Con un presupuesto muy bajo, el rendimiento que obtuvieron resultó abrumador. Cualquier equipo va unido a un nombre y el de Orbea tuvo la fortuna de juntarse, sobre todo, sin olvidarnos de todos los que formaron parte de él, a Perico Delgado, Marino Lejarreta, Peio Ruiz Cabestany, Mateo Hermans y Jokin Mujika, entre otros muchos corredores.

Fue una convivencia fructífera para el grupo, con un Marino Lejarreta, “el junco de Berriz”, que llevaría el sello de Orbea a lo largo de toda su carrera, un ciclista con un palmarés en el que no faltan victorias que llegó al corazón de los aficionados por su pundonor, por su entrega en la carretera más que por sus victorias, que es mucho decir.

Un Orbea que surgiría en ese año citado, 1985, con una base procedente de grupos de aficionados llamativa. Había un Orbea-Valencia, que dirigía Paco Giner, y un Orbea-Guipúzcoa, que llevaba Patxi Miner, amparado en la Sociedad Deportiva Danena, con el eibarrés Peli Egaña como máximo responsable. Orbea trabajó durante mucho desde abajo, lo que a la larga le acarrearía problemas, puesto que se encontraba con que cada temporada tenía cinco chavales que podían acceder al mundo profesional.

Para Orbea, la presencia de esos corredores resultó todo un bombazo puesto que no solo ganaban, sino que llegaban a lo más hondo de los aficionados, ilusionaban a la gente, tenían un algo que les hacía especiales. Eran, en suma, corredores muy queridos que llevaron el nombre de Orbea a lo más alto.

Si queremos asociar una marca a sus vencedores, a los que a base de levantar las manos en las grandes citas del ciclismo mundial han contribuido a hacer más grande una empresa especial, diferente en su funcionamiento, estamos más que sobrados de nombres. Los datos, los números, los triunfos, su presencia en los medios han sido, y continúan siéndolo, llamativos. En el caso de Orbea, los matices cuentan, y mucho, puesto que desde el apoyo a la base, donde comenzó todo, llegaron hasta lo más alto, y ahí siguen, en el WorldTour. El camino ha resultado largo, pero sólido, pegado a unos valores, a una forma de entender una empresa, sin descuidar lo más cercano y llegando a donde sus intereses necesitaban, y necesitan, estar. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que Orbea ha ido labrando su presente, desde el pasado, cuando Mariano Cañardo llevaba un maillot con esas letras, en un ciclismo en blanco y negro, en el que los equipos se formaban para determinadas pruebas, con ciclistas que no tenían, en muchos casos, formaciones a las que unirse y que participaban en carreras ciclistas con marcas de bicicleta que comenzaban a asomarse a un mundo que entonces era un abismo hacia lo desconocido. Pero quizá donde Orbea comenzó a modelar su nombre, que no su marca, porque para entonces ya tenía mucho bagaje de todo tipo acumulado, fue cuando surgió el equipo cuyo nombre fue el de la empresa nacida en Eibar, en 1985, dirigido por Txomin Perurena. Resultó una unión que parecía inseparable. Durante muchos años, a pesar de que llegaron otras firmas comerciales que permitieron el sostenimiento económico del grupo deportivo, el sello de Orbea se mantuvo inalterable.

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La bicicleta azul se convirtió en el primer juguete que muchos niños tuvieron como regalo, por lo que el arrastre de un grupo profesional elevó a los altares esas cinco letras. Primero llegó la Vuelta a España de 1985 con Perico Delgado y la firma MG como patrocinadora, que para el Tour de Francia sería sustituida por Seat. Hablamos de otro ciclismo, de otra forma de hacer las cosas. Lo que fue aquella carrera a nivel deportivo está más que explicado, puesto que en 2015 se han cumplido treinta años de una victoria que marcaría el inicio de la trayectoria deportiva de Perico Delgado. Para Orbea fue el inicio de lo que llegaría poco más tarde. Junto a él aparecía Peio Ruiz Cabestany, un ciclista diferente, distinto, enigmático, carismático, que se había formado en el equipo de aficionados, como la mayoría de los componentes del primer grupo deportivo Orbea. Hablamos de una empresa vasca que siempre tuvo corredores de otras latitudes en función de los mercados en los que se desenvolvía, en una medida inteligente que se ha mantenido hasta nuestros días.

En mountain-bike tuvieron a Julien Absalon, otro campeón olímpico y mundial, junto a un equipo por el que pasaron muchos nombres, como el del segundo clasificado en el Tour de Francia de 2014, Jean Christophe Péraud. La de Orbea y el ciclismo de competición es una historia interminable, que no tiene final, que abarca tantos nombres, triunfos y datos que parecen empequeñecer a otras firmas en apariencia más potentes. Hablamos de una empresa que hoy en día continúa con su presencia a nivel internacional con el equipo Cofidis, en un mercado que le interesa, el francés, que tiene a un esprínter como hombre fuerte, Nacer Bouhanni. No ha sido una marca que haya tenido en sus equipos a muchos hombres rápidos, salvo Mateo Hermans, en un deporte en el que el paso de los años cambia las tendencias o los intereses. Orbea continúa en lo más alto del ciclismo mundial

Más tarde llegaría la unión entre Orbea y Euskaltel, lo que no nos debe hacer olvidar que hubo un equipo de categoría Continental llamado únicamente Orbea por el que pasaron un buen número de profesionales, entre ellos Mikel Landa y Jon Izagirre. Otro vivero que no se valoró como se merecía. Fue un embrión de ciclistas que permitió que se cumpliesen muchas ilusiones.

Cerca de doscientos años de vida, de presencia, de un buen hacer en el producto, de saber situarse en un mundo de millonarios, sin desmerecer frente a ellos, han conseguido un maridaje perfecto entre las bicicletas, las personas y la victoria. No es algo fácil de lograr y menos durante tanto tiempo.

Si los colores, los logotipos de Orbea ya sabían lo que era ganar etapas en Vuelta, Giro y Tour, con Euskaltel, en un ciclismo que cada vez tenía más presencia en los medios informativos, en la televisión, rozarían la gloria, puesto que Samuel Sánchez conseguiría una medalla de oro olímpica, a la que se sumarían etapas en la Vuelta a España y el Tour, podios en la Vuelta, montaña en el Tour de Francia, Vuelta al País Vasco.

BENITO URRABURU PERIODISTA ESPECIALIZADO EN CICLISMO

Una trayectoria en la que también aparecieron otros nombres como los de Iban Mayo, Roberto Laiseka o Haimar Zubeldia, en una lista interminable de ciclistas. Durante quince años se convirtió Orbea en compañero de viaje de una empresa que le facilitaba la presencia en los mejores escenarios del ciclismo mundial. Sería injusto olvidarnos de su apoyo al ciclocross, a la pista, con presencia en Campeonatos del Mundo, por no hablar de los títulos nacionales conseguidos con nombres como los de Jokin Mujika, Iñaki Maiora y José Mari Yurrebaso, entre muchos otros.

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La entrada de la casa Orbea en la competición se hizo casi desde el mismo momento en que la bicicleta pasó a formar parte de la actividad principal de la empresa eibarresa. Olvidada la fabricación de armas, muchas fábricas de Eibar empezaron a pensar en nuevos productos. Por su parte las marcas que centraron el tiro en la bicicleta se sumaron a las teorías del dueño de GAC, Eulogio Gárate, quien consideraba incompleto el negocio de fabricación de bicicletas sin que éstas rodaran por las carreteras montadas por los ases del momento en un deporte que, aunque incipiente, empezaba a ser muy popular. De esta manera, desde el Club Ciclista Eibarrés y el Club Deportivo surgió un calendario de competiciones que trajo a Eibar a los mejores ciclistas del momento, a veces incluso grandes estrellas internacionales. En los albores de los treinta, tres grandes marcas estaban ya centradas, tras miles de discusiones internas sobre qué producir, en la creación de bicicletas: Gárate, Anitua y Compañía (GAC), Beistegui Hermanos (BH) y Orbea y Compañía. Si la estrategia de la primera pasó principalmente por la organización de carreras, BH y Orbea se fueron directamente a equipar al pelotón. Cada uno con su estrategia, lo cierto es que su empuje fue clave para la modernización del ciclismo español, completamente ajeno a lo que pasaba más allá de los Pirineos, donde este deporte ya tenía competiciones consolidadas y fabricantes de gran prestigio. Para tomar conciencia de la situación del ciclismo español en esas fechas solo hace falta recordar que no fue hasta 1929 cuando se produjo la primera victoria de un ciclista español en el Tour de Francia, la firmada por el valenciano Salvador Cardona, a quien el tiempo pondría como un primer espada en la historia de los “antiguos Orbea”, como le gusta definirlos a Txomin Perurena. Hasta entrada la década de los treinta, el ciclismo a este lado de los Pirineos había sido territorio de pioneros aislados e individualmente cultivados. Algunos, como Jaume Janer, corredor del Tour en los años veinte, podían irse a la mejor carrera posible por suscripción popular y competir desde un tercer nivel, sin tener opción a rodar con las estrellas porque los reglamentos lo impedían. En materia ciclista, España estaba en el más completo subdesarrollo.

MARIANO CAÑARDO

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LOS “ANTIGUOS ORBEA”

LOS PRIMEROS NOMBRES

LAS VICTORIAS DE LUCIANO MONTERO

Las raíces de lo que fue el equipo pionero de Orbea en el ciclismo, teniendo en cuenta que en aquella época, que dos corredores llevaran el mismo maillot no implicaba mayor compromiso que el publicitario con su mecenas, se encuentran en Irún, y en el Real Unión de Irún en concreto. El club irundarra tuvo sus orígenes a principios de siglo. Siempre se le conoció por su vinculación al fútbol, de hecho fue uno de los equipos que jugaron la primera Liga nacional de balompié en 1929; sin embargo también tuvo un equipo ciclista.

Ese mismo año nació en España el Gran Premio de la República, una carrera que duró hasta 1936 y que se disputó en un trayecto de ida y vuelta entre Eibar y Madrid dividido en cuatro etapas. Orbea formó parte de aquella organización y también presentó su equipo de gala para que el pequeño de los Montero, Luciano, ganara la edición inaugural.

El mismo nació en 1923 e incorporó a cuatro corredores, cuatro auténticos pioneros: Evaristo Huarte, Justo Iñarra, Félix Pérez y Sebastián Susperregui. El equipo completó su primer año con más penas que alegrías, pues el calendario para competir era justito y las condiciones para hacerlo, infrahumanas, hasta que en 1924 incorporó un nombre que habría de ser importante en la prehistoria del ciclismo español: Ricardo Montero. Aunque abulense de origen, Ricardo siempre fue considerado irundarra como el que más. En su trayectoria se contarían más de 100 victorias. También ilustre, Luciano Montero, seis años más joven, se sumó al Real Unión en 1926. Los Montero fueron posiblemente los pioneros en la creación de atletas de la marca. Una línea que abrieron los hermanos pero que continuaron muchísimos hasta bien entrado el siglo XXI con el perenne amor vasco por el ciclismo como telón de fondo. Ya en los treinta Orbea entró en el mercado de la bicicleta con tres modelos, uno de ellos llamado “de media carrera”, que era lo más similar a lo que utilizaban los ases de la época. Orbea proveyó en 1931 de forma individual a Ricardo Montero, que ganó la Vuelta a Vizcaya, a Salvador Cardona, ganador de la Volta a Catalunya, y a Mariano Cañardo, campeón de España y vencedor de la Vuelta a Madrid. Pero volviendo al equipo de Irún, el Real Unión era de lo más conocido del momento y eso le valió el primer patrocinio como tal de Orbea y Compañía, que aterrizó como sponsor y proveedor de bicicletas en 1932. Aquella entrada tintó de azul celeste el maillot del equipo. En su seno seguían los hermanos Montero, pero también José Aguirre y Joaquín Iturri.

Para Luciano, que ya había sido campeón de España años atrás, aquella temporada fue muy buena, pues ganó el Gran Premio de Valladolid y las pruebas de Donostia y Valladolid. Además fue tercero en el prestigioso Gran Premio de Eibar, que ganó su hermano, y quinto en el Critérium du Midi, cuando los ciclistas españoles competían poco más allá de los Pirineos. Ricardo Montero seguía mientras tanto engordando su palmarés; al gran premio eibarrés le sumó las vueltas a los Puertos y a Levante. El cariño y apego que despertó el mayor de la saga instalada en Irún le valió un caluroso homenaje de los operarios de Orbea, quienes en noviembre de 1932 llenaron un par de autobuses para participar en el acto de homenaje que su pueblo le montó una vez acabada la temporada. Aquella jornada incluyó partidos de pelota, un banquete y varios regalos: un par de álbumes de firmas, uno exclusivo de los operarios de la factoría eibarresa, y una arqueta llena de productos eibarreses.

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En 1933, Orbea siguió con el Real Unión de Irún sacando adelante otro equipo donde seguían los hermanos Montero más Andrés Arriaga, Eusebio Bastida y José Urdangarín. Fue otro año marcado por los buenos resultados de los hermanos: Ricardo se hizo con la segunda edición del Gran Premio de la República y Luciano ganó la Vuelta a Legazpia más las carreras de Bergara, Irún, Bayona y Luarca, y el subcampeonato de España. Luciano supuso un ciclista de enorme talento, como se probaría dos años después, cuando fue medalla de plata en el Campeonato del Mundo que ganó el belga Jean Aerts, un ciclista que se prodigó mucho en el calendario nacional del momento, siendo un rival duro para muchos de los ases españoles. En ese mismo año Orbea entró a patrocinar diferentes circuitos por España. La denominación Gran Premio Orbea se utilizó en una carrera celebrada en Madrid, en mayo de 1933, y en otra en Sevilla, ya en 1935, con los mejores ciclistas del momento. Orbea, como equipo, acudía a aquellas carreras.

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UN ÍDOLO LLAMADO MARIANO CAÑARDO

Aunque Orbea ya había sido la bicicleta de Mariano Cañardo en algunos momentos, como en su triunfo en el Campeonato de España de 1931, no fue hasta 1934 cuando el ciclista nacido en Olite compitió con la licencia expedida a través de la marca. Orbea empezó a funcionar como algo que se podría entender como un equipo20.

de ser líder en su sector tradicional, la armería, a querer serlo en el nuevo, la bicicleta. En 1935 España era un país con graves problemas. En pleno ciclo de la Segunda República, el país estaba siendo dirigido por un gobierno de derecha y acababa de dejar atrás turbulentos episodios como la revuelta asturiana o la cuestión de cataluña, en donde se había proclamado el estado catalán en la República Federal Española.

En 1934, el primer año de los tres que funcionaría Orbea como formación, fueron seis los ciclistas que vistieron los azules tamizados del equipo eibarrés. A Cañardo se le sumarían una leyenda en vida como Salvador Cardona, autor de innumerables gestas y grandes triunfos21, Francisco Cepeda, Antonio Escuriet y Federico Ezquerra. En el capítulo de logros, Cardona aportó un podio en la Vuelta a Castilla, donde Escuriet se hizo con una etapa, más otra en la Volta a Catalunya, en la que Mariano Cañardo sumó otro triunfo parcial que aliñó con el campeonato de Catalunya, un título que le costó varios intentos antes de conseguirlo. Además el navarro acabó noveno en el Tour de Francia, donde sería varias veces top ten. Por su parte el vizcaíno Ezquerra sumó el Gran Premio de Bilbao, la Vuelta al Valle de Leniz y el Gran Premio de Torrelavega. Al igual que Cañardo, estuvo en el Tour e incluso fue tercero y cuarto en sendas etapas. Estaba claro que al corredor nacido en Las Encartaciones la ronda francesa le gustaba.

En ese avispero, el país asistía a algo que realmente le ilusionaba, la primera Vuelta a España de la historia, la carrera que habría de poner el ciclismo nacional al nivel de otras grandes naciones que tenían desde hacía mucho tiempo sus mejores carreras funcionando a pleno rendimiento. Como L ‘Auto en Francia o La Gazzetta dello Sport en Italia, el diario Informaciones puso en marcha la primera edición de la Vuelta con 50 ciclistas en liza, 33 de ellos españoles, y una subasta por ver qué marca montaban las estrellas internacionales.

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“Un día del año 1934, en la cima del Galibier, Federico Ezquerra hacía el milagro de la difícil conjunción de un coloso vencido por otro coloso, a golpe de pedal. ¡El Galibier y Ezquerra! Hasta aquel día el amo era Christophe... Luego un muchacho sencillo, enjuto, nos maravillaría a todos con su hazaña, como si por milagro su figura hubiera crecido junto a la cima, para asombrar al mundo deportivo que se escondía tras la gloria de los ases, que no pudieron ver el sillín de Ezquerra en el Galibier. Triunfó Federico Ezquerra. El viejo mito de Christophe se derrumbó aquel día. Y sobre el helado paisaje del Galibier, un águila, que tenía colores españoles, escribió y firmó la hazaña más asombrosa de la Vuelta a Francia”, contaba un catálogo de Orbea años después de la gesta del vizcaíno en el Tour. Doblegar la montaña, en aquellos años, era un premio incluso más valorado en el imaginario colectivo que obtener una general final.

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Al final los ciclistas internacionales fueron para BH y los nacionales para Orbea. Es decir, Mariano Cañardo, Vicente Trueba y Federico Ezquerra correrían con la marca de Urkizu, que puso a su disposición la Orbea Súper Profesional, según alardeaba la publicidad, “la bicicleta más ligera del mercado”.

— En ese avispero, el país asistía a algo que realmente le ilusionaba, la primera Vuelta a España de la historia, la carrera que habría de poner el ciclismo nacional al nivel de otras grandes naciones que tenían desde hacía mucho tiempo sus mejores carreras funcionando a pleno rendimiento.

Al margen del equipo, Orbea proyectaba su marca en patrocinios como el de la primera Vuelta a Castilla y León de la historia. Organizada por el Valladolid Ciclo-Excursionista, Orbea aportó 1.000 pesetas a la bolsa de publicidad, al margen de participar con sus primeros espadas, de entre los cuales Cardona acabaría segundo. Llama la atención la elevada apuesta en nombres que hizo Orbea en su entrada en el ciclismo. A la vista de los primeros productos ciclistas de la firma eibarresa, se aprecia una clara vocación industrial y de calidad. Eso significa que para vender un producto tenido por caro, solo se podía hacer a través de las estrellas del momento. Los mejores embajadores de una marca que pasó

Con las lógicas complicaciones de la época, resultaba imposible traer las bicicletas del extranjero, por eso se acordó que las dos firmas eibarresas, BH y Orbea, equiparían a partes iguales al pelotón. El mánager de los ciclistas belgas, apellidado Versnyck, se convirtió en el hombre más perseguido del momento. Todos querían a los belgas.

20. Despiece Nº20, Los equipos de carretera que llevaron Orbea. P. 253 21. Despiece Nº21, El palmarés histórico de Orbea. P. 253

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NACE LA VUELTA A ESPAÑA

DOLOR Y GLORIA EN EL TOUR DE FRANCIA

El día 29 de abril de 1935 arrancó la Vuelta con una etapa entre Madrid y Valladolid que empezó a destapar los malos momentos que habría de pasar Mariano Cañardo, quien ya desde el primer día fue presa de un pinchazo tras otro. Aunque el navarro afincado en Barcelona fue segundo en la etapa inaugural, su suerte empezaba a estar escrita. Al día siguiente, Antonio Escuriet lograba para Orbea su primera etapa en la Vuelta a España tras hacerse fuerte en el trayecto hacia Santander. Escuriet habría de perder el liderato al día siguiente en manos de Gustaaf Deloor, que sería el ganador final. En Zaragoza, y en medio del diluvio universal, Mariano Cañardo ganaba la quinta etapa, un día después de que la caravana atravesara Eibar, con miles de operarios en la calle haciendo tiempo hasta que llegara el pelotón y los voluntarios del Club Deportivo propiciando las asistencias para los corredores que las necesitaran. Calor popular y cariño a raudales. Cañardo era el ídolo que aunaba una España muy fragmentada, sin embargo los pinchazos no paraban de cebarse en él, ya camino de su querida Barcelona. No obstante, el periplo catalán de la primera Vuelta dejaría otra alegría a la familia del equipo Orbea, que vio cómo Antonio Montes ganaba en Tortosa. Durante la siguiente etapa, en Valencia, se producía una terrible caída del bravo equipier italiano Paolo Bianchi, que corría en el equipo Orbea y llegó muy perjudicado tras ser atropellado por un coche. Dos días después de Montes en Tortosa, Salvador Cardona, quien poco antes había ganado el Gran Premio de la República, sumó la cuarta etapa del equipo en Murcia.

lugar, en medio de una multitud enfervorizada que quiso sacarlo en volandas del lugar. Con el tiempo aquella exhibición final del navarro se vio también premiada en términos económicos. Como admitiría el propio Cañardo, Orbea le pagaba 2,5 pesetas el kilómetro de carrera si la ganaba; 1,5 pesetas si quedaba segundo, y una peseta si era tercero. Cañardo afrontó la última etapa fuera del cajón, apuró sus opciones y se ganó más de 5.000 pesetas, que sumó a las 11.456 que obtuvo en premios. Con lo uno y lo otro, el segundo clasificado ganó más que el primero, Deloor, que se alzó con una bolsa de premios de unas 16.300 pesetas. La temporada se completó con otros éxitos relevantes como la Volta a Catalunya, que ganó Mariano, la quinta de su trayectoria, más la cada vez más abundante aportación de Ezquerra, primero en el Trofeo de Fallas de Valencia, luego en el Circuito de Getxo y en los grandes premios de Vizcaya, Bilbao, Alonsotegi y Aracena.

Sin opción a ganar la carrera, pero convencido de que la segunda plaza era posible, Mariano Cañardo salió a por todas en la etapa final. Atacó en el alto de los Leones y arriesgó tanto bajando, que solo el líder Deloor y el austriaco Max Bulla pudieron seguirle. Cañardo volvió al podio, del quinto al segundo

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Aquel equipo, no obstante, estuvo marcado por un suceso acaecido un año antes, en 1935, durante el Tour de Francia, un suceso luctuoso y triste que no fue otro que la primera muerte de un ciclista en la historia de la mejor carrera del mundo. Su protagonista fue Francisco Cepeda y el escenario, una etapa alpina. Con Cañardo fuera de la competición desde la quinta etapa, porque “sencillamente no iba nada y no tenía sentido insistir”, afirmó, la carrera entró en una fase de ataques aislados por parte de los ciclistas nacionales que quedaban para intentar ser el segundo ciclista español en ganar una etapa en el Tour, años después de la de Cardona en el 29. En la jornada con final en Bourg d’Oisans, un grupo comandado por René Vietto iba en cabeza. Por detrás, Cepeda se lanzó a todo gas a por ellos con idea de entrar en el grupo que se jugaría el triunfo de etapa. Era el descenso del Lautaret, el puerto aledaño al Galibier, Cepeda tuvo la mala suerte de ser embestido por un coche en uno de los tramos de más riesgo. Atendido in situ, el ciclista no daba señales de mejoría. Le llevaron de urgencia a un hospital en Grenoble, donde seguiría inerte. El 12 de julio de 1935, Francisco Cepeda fallecía en Francia. El corredor de Sopuerta tenía 29 años y la mayoría de compañeros estaban ya retirados de la carrera. Trueba, Ezquerra, Cardona y el mentado Cañardo no hicieron nada relevante en el Tour de aquel año, como si su actuación fuera negro presagio de lo que habría de ocurrir.

La carrera proseguía y la única opción española para la general se llamaba Mariano Cañardo, quien era literalmente asaltado por una masa cada vez que cruzaba la meta de cualquier etapa. Con todos los ases fuera de la pugna, Cañardo era objeto de un seguimiento casi enfermizo por parte de la prensa y al mismo tiempo de los aficionados. Cada día le preguntaban por el ataque que le daría el triunfo. “Conviene esperar”, repetía, pero correr en aquellas condiciones era casi milagroso, como para buscar un triunfo que por otro lado Deloor tenía a buen recaudo. A pesar de ello Cañardo no cejó y entró en Andalucía decidido a dar la vuelta a la situación. Camino de Granada atacó duro y Digneff cayó de la segunda plaza, que en aquellos momentos pasaba a ser del navarro. Tras Sevilla y Cáceres, la carrera afrontó el tramo final con Digneff enfurecido, pero sin suerte. Cerca de Zamora, Cañardo notó problemas en su cadena. En un principio se soltó un eslabón y pudo solucionarlo con un imperdible; al poco rato la cadena saltó por los aires y un aficionado le dejó su bicicleta para que pudiera cruzar la meta zamorana a cinco minutos de los favoritos.

En 1936 Orbea arrancó su última temporada en el pelotón, la última de este primer ciclo. Su número de ciclistas cayó de nueve a seis, pero mantuvo a corredores del valor de Ezquerra, Escuriet, Acosta y Montes. Se les sumaron el guipuzcoano de Ataun Fermín Apalategui y el bilbaíno Jesús Dermit.

Sin embargo, el ciclismo es una rueda que nunca deja de girar y donde un día encuentras la desolación más absoluta, el siguiente te ofrece el momento más mágico. Así fue un año después. Las estrellas españolas estaban brindando una carrera muy diferente. Cañardo estaba entre los mejores de la general, un joven Julián Berrendero deslumbraba con su forma de atacar los puertos y Ezquerra era un ciclista respetado y vigilado. MARIANO CAÑARDO, RECIBIDO POR UNA MULTITUD TRAS SER SEGUNDO EN LA VUELTA A ESPAÑA DE 1935

Una vez acabada la etapa entre Niza y Cannes, en un bonito paseo por los Alpes mediterráneos, que incluía los puertos de Sospel, Braus y La Turbie, un grupo de ciclistas españoles hojeaban atónitos la presa. El diario L’Eclaireur anunciaba a toda página: “L‘armée espagnole du Maroc se révolte contre le Gouvernement de Madrid”. “¿Qué pasa en España?”, se preguntaban entre ellos y le preguntaban al enviado especial de El Mundo Deportivo, que estaba siguiendo la carrera para atestiguar la inquietud de los ciclistas españoles y la extrema delgadez que lucía el físico de Ezquerra: “Un perfecto cuerpo desnudo de todo atisbo de grasa”.

Ezquerra había tenido unos problemas estomacales días antes, una especie de cólicos. “Pero ya estoy apañado”, repetía. Tenía fijada la mirada en aquellos collados paralelos al mar. La etapa partió rauda hacia Cannes y ya en el Sospel se produjo el ataque de Félicien Vervaecke, uno de los belgas más fuertes. Al poco Ezquerra salió a por él. A la fiesta se sumó Sylvère Maes, nada menos que el líder del Tour de Francia. Ezquerra y tan ilustre compañero fueron haciendo camino, hasta que el líder puso al vasco en problemas en los descensos. Ezquerra se agarró a aquella moto para encontrar en las subidas su mejor aliado, pues ya coronando La Turbie el corredor de Orbea se fue solo para ganar la etapa con casi dos minutos sobre el ciclista que ganaría aquel Tour de Francia. Ese año de turbulentos acontecimientos también había visto la segunda edición de la Vuelta a España, con una situación realmente compleja de gestionar en el equipo del país anfitrión. Según pasaban los días, Antonio Escuriet se iba consolidando en la segunda posición de la general. Si el belga Gustaaf Deloor se situó como claro líder, el corredor de Orbea acariciaba a posibilidad de subir al podio de la grande hispana. Sin embargo, su solidez empezó a socavarse justo cuando la carrera entraba en Galicia. A pesar de las dudas, en el seno español surgió la pregunta de si había que defender la segunda plaza de Escuriet: Cañardo estaba por apoyarle y salía en persona a cualquier intento, incluso de sus propios compañeros españoles, que pudiera poner en riesgo a Escuriet. Pero el hermano del líder, Alfons Deloor, adivinó grietas en el plan español y se dedicó a hostigar. Un día Berrendero y Trueba, hartos de tanta orden, saltaron y reventaron a Escuriet, dejando en bandeja el doblete a los belgas y provocando una discusión en el seno del equipo de casa. Escuriet acabó aquella Vuelta en quinta posición.

— Sin embargo, el ciclismo es una rueda que nunca deja de girar y donde un día encuentras la desolación más absoluta, el siguiente te ofrece el momento más mágico.

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EL ORBEA DE LOS HERMANOS LASA

ORBEA VUELVE A LA VUELTA

su publicidad la enseña de la marca italiana de bicicletas Legnano, toda una leyenda, con Gino Bartali y Alfredo Binda como estandartes de un nombre que propició nada menos que 16 triunfos en el Giro de Italia. La contribución de ambas marcas, vinculando al equipo a la Obra Atlético Recreativa, dio lugar a un bloque bastante competitivo a lo largo del año.

Tras los rutilantes treinta de los Montero, Cañardo y Ezquerra, vino un ciclo en el que Orbea patrocinaba a ciclistas a título individual. A ello se sumó que la producción tuvo por objetivo nichos de población que parecían ajenos a la suerte de los “forzados de la ruta”, término que popularizó el mítico periodista Albert Londres, incansable cronista y testigo directo de los Tours de los veinte.

El bloque, como decimos, tuvo dieciséis ciclistas, manteniendo parte de la estructura del año anterior y añadiendo a otros, que encontrarían allí el trampolín a otras escuadras más fuertes, como Ángel María Barrigón, que acabaría en el equipo La Casera, dirigido por Bahamontes. Con todo, aquel fue el Orbea de los hermanos Lasa.

Fue el caso de Antonio Andrés Sancho, un ciclista catalán que con Orbea firmó éxitos notables como la Volta a Catalunya de 1941, carrera que conquistó vistiendo los colores del FC Barcelona y con la ayuda de Cañardo. Sancho también ganó etapas en la remozada Vuelta a España, amén del Campeonato de España, el Trofeo Masferrer y la Vuelta a Levante.

José Manuel Lasa era el director deportivo. Entonces estaba recién retirado de la competición. Tuvo dos hitos: ser olímpico en Tokio 1964 y subcampeón del mundo juvenil. Por su parte, su hermano Miguel Mari pasó por ser el mejor ciclista del equipo. El corredor de Oiartzun compitió para Orbea hasta agosto de aquel mismo año, pero en ese periodo ofreció unos resultados excelentes.

También corrió con Orbea en los cuarenta Miguel Lizarazu, corredor de Usurbil. Se trató de un buen especialista en ciclocross, tres veces campeón de España. Ya en los sesenta el catalán Vicente Roig fue otro de los patrocinados por la marca, que en aquellos tiempos ya tenía una tienda funcionando al 100% en la ciudad condal. Esa lista también incluyó a otros, como José Bilbao, Martín Elexpuru o Amalio Hortelano, a quienes se les atribuye el mecenazgo de Orbea en algún momento de su trayectoria. Al mismo tiempo Orbea era testigo de eventos que Eibar, en su calidad de ciudad de la bicicleta, seguía organizando. Y no fueron pocos: a las subidas a Arrate, carreras por San Juan y posteriormente el Memorial Valenciaga y la Bicicleta Eibarresa se les unían excelentes carteles de pista con veladas en Ipurua en las que eran habituales Jacques Anquetil, Federico Martín Bahamontes o José Pérez Francés. Fue en la década de los setenta, con Orbea aprendiendo a funcionar como una cooperativa, cuando la marca recuperó el pulso del ciclismo de competición. En 1970, el nuevo equipo Orbea se configuró en la categoría amateur especial, es decir, que tuvo opción de correr carreras como el Cinturón de Mallorca o la Vuelta a Aragón, contra equipos como los Werner o Ignis y rivales del tamaño de José Antonio González Linares, Fernando Manzaneque y Agustín Tamames. El equipo lo formaron doce ciclistas, entre los que destacó el valenciano de 27 años José Martínez Esterlich, que llegó a ganar una etapa de la Vuelta a Aragón. De aquel ciclo competitivo de Orbea, que duraría cuatro años, se hicieron rostros habituales Demetrio Martí y Jesús Roda, igual que los hermanos Tomás, Salvador y Francisco, ambos nacidos en Náquera. De aquel primer Orbea surgió también Carlos Pedro Jovellar, quien el año siguiente correría de amarillo con el mítico Kas, el equipo de referencia en aquellos momentos. En 1971 el equipo dio un evidente salto adelante. La plantilla se fue a los 16 ciclistas, que vistieron el color amarillo de una escuadra que incorporaba en

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MIGUEL MARI LASA

Miguel Mari Lasa sería dos veces campeón de España, tanto de regiones como de montaña, en la localidad de Estella. Además logró ganar la general del Cinturón de Mallorca, pisar el podio de la Vuelta al País Vasco y ser sexto en las dos carreras catalanas, Setmana y Volta. Al final de su carrera, el guipuzcoano engrosaría la selecta lista de corredores con victorias en las tres grandes vueltas: dos etapas en el Tour, otras tres en el Giro y seis en la Vuelta.

— Miguel Mari Lasa sería dos veces campeón de España, tanto de regiones como de montaña, en la localidad de Estella.

El día 29 de abril de 1971, el equipo Orbea-Legnano se presentó en la salida de la 26ª edición de la Vuelta a España en Almería. Para tan importante carrera José Manuel Lasa se llevó a diez corredores: Gabino Ereñozaga, Ángel Barrigón, Salvador Claret, Miguel Mari Lasa, Demetrio Martí, Enrique Sanchidrián, José Martínez Esterlich, Antonio Ayestarán, Manuel Trenco y Félix González. Los Orbea llevaron los dorsales comprendidos entre el 91 y el 100. La carrera se puso en marcha con un prólogo de cuatro kilómetros en el que el holandés del Bic René Pijnen ganaba por delante de José Antonio González y Luis Ocaña. Desde un buen inicio Miguel Mari Lasa se situó como el hombre fuerte del equipo. Pasaron los días y ya en Calpe, el de Oiartzun quedó segundo. Sería segundo cuatro veces. Hubo una etapa clave, que fue la contrarreloj de 2,5 kilómetros de Bilbao en la que el cántabro González Linares le devolvió una derrota a Lasa, quien un mes antes le había ganado el cinturón mallorquín. Sin embargo para Lasa hubo otro premio mejor, el liderato de la carrera, que mantuvo solo un día, porque a la siguiente jornada hubo movimiento hacia Vitoria con Luis Ocaña de ganador de etapa y el belga Ferdinand Bracke vistiéndose con la camisola que Lasa había estrenado, lustrosa, aquella mañana en Bilbao. Otra vez un belga se cruzaba en el camino de Orbea. Fue por eso una carrera que se decidió por poco. La Vuelta finalizó en Madrid y Lasa acabó cuarto a poco más de un minuto del tercer integrante del podio, Luis Ocaña. En agosto, Lasa fichó por el Kas y los dos siguientes años del equipo serían más modestos. En 1972 la plantilla se redujo a siete ciclistas, que serían los mismos que habrían de estar en 1973, aunque con algún cambio. Dirigió el equipo en este periodo José Escrig, con una victoria de etapa en la Vuelta a Colombia, a cargo de Pascual Fandos, como resultado más destacado. Escrig dirigiría el Monteverde, a donde se llevó corredores de Orbea como Barrigón y Valls.

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EL ORBEA DE LOS AÑOS 80

LAS SEIS HORAS DE PEIO Y LEKUONA

La historia del Orbea de los años ochenta, un equipo que con los años pasó a ser icónico por muchos motivos, tuvo un punto de arranque más o menos claro, el día 16 de enero de 1982, cuando la pareja de ciclistas guipuzcoanos formada por Antxon Lekuona y Peio Ruiz Cabestany ganó las Seis Horas de Euskadi. Peio, auténtico estandarte de ese Orbea, fue una personalidad en el templo donostiarra que es el velódromo de Anoeta, donde ganaría años después junto a Urs Freuler y pisaría el podio varias veces. Sin embargo, pocas veces le marcó esta competición como cuando defendió la suerte de Orbea junto a Lekuona en 1982: “Aquella victoria es uno de los mejores recuerdos que tengo de toda mi vida como corredor ciclista. Era David contra Goliat, y ganó David. Enfrentarte a los mejores corredores del mundo y ganarles dos chavalines es algo que no se me olvidará nunca”, le comentó Peio a Benito Urraburu en las páginas del Diario Vasco. Ese día Elosegi, Peregrina, Perea y algún otro facilitaron las cosas a la pareja guipuzcoana. “Lekuona estaba que se salía, yo creo que en uno de sus mejores momentos. Éramos unos desconocidos y fue una sorpresa total”, rememora el donostiarra. Peio tenía entonces 19 años. La tradición ciclista pesó en casa y siguió el camino de su padre, Jorge, que había sido también corredor. Desde bien joven destacó como excelente rodador, especialmente en la pista, como buen persecucionista. En 1983, en la antesala del profesionalismo, fue campeón de España de contrarreloj por equipos. Su trayectoria se alargó una década. Lekuona era de la misma quinta que Peio y su periplo con Orbea fue hasta los años del Caja Rural. En 1982 se oficializaba el regreso de Orbea a los pelotones, aunque en un primer paso como equipo amateur. El objetivo era el profesionalismo, pero se debía hacer de forma escalonada, pues en los primeros años, hasta 1985, la inversión recayó sobre las arcas de la cooperativa. La estructura deportiva salió a medias con la Sociedad Danena. Del entendimiento entre Peli Egaña y Patxi Alkorta, llamado Panadero, presidente de la citada sociedad, se puso en marcha el equipo coronado por el éxito en Anoeta. Así el Orbea-Danena que nació ese año fue enteramente amateur, aunque con nombres cuya proyección entonces ya se intuía: Jokin y José Kruz Mujika, luego mecánico en el Euskaltel, Narciso Fernández, Santiago Izuzkiza, Juan Ignacio Elósegui, José Luis Betegui y Valentín Dorronsoro, más la pareja de Anoeta, Antxon Lekuona y Peio Ruiz Cabestany, entre otros. Un nutrido grupo que representaba dos tierras: el Goierri y los alrededores de Donostia. “En esos momentos el mejor equipo de aficionados de Guipúzcoa era el Danena, dirigido por Patxi Alkorta. Peli se dirigió a ellos con la idea de crear algo. Ya en 1982 se formó el primer equipo de aficionados, época en la que yo también era ciclista. En 1983 estaban prácticamente todos los mejores aficionados de España: José del Ramo, los hermanos Urien, Jokin Mujika, Peio Ruiz Cabestany... Gran parte de los mejores de España estaban aquí. Recuerdo que se ganaron carreras importantes como las vueltas al Bidasoa y a Valencia, el subcampeonato de España individual, y también por equipos”, rememora José Kruz Mujika, entonces ciclista, posteriormente auxiliar del Orbea profesional.

EQUIPO ORBEA EN LAS SEIS HORAS DE EUSKADI

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JOKIN MUJIKA Y EL CICLOCROSS

ORBEA SE HACE PROFESIONAL

En esos niveles había un ciclista que maravillaba, se llamaba Jokin Mujika. Su progresión invitaba a pensar en cosas grandes, pero mucha gente le señala un día como un punto de inflexión: “Cuando Peli Egaña fue al Danena, el mejor ciclista de ese club ya era Jokin, quien venía haciendo cosas importantes tanto en ciclocross como en carretera desde juveniles –prosigue José Kruz–. El primer año de aficionado, hasta el accidente de la Vuelta a Navarra, ganó muchas cosas”. Aquel accidente fue tremendo. Fue en 1981. Recuerda José Kruz que “fue en una Vuelta a Navarra, yendo Jokin de líder. Por la mañana se disputaba una etapa en línea y por la tarde la crono en Leiza. Estaba calentando, cuando un italiano que iba tarde a la salida se chocó con él y le provocó una grave fractura en la cabeza”. Txomin Perurena, quien tomaría a Jokin a su cargo dos años después, admite que “esa fractura afectó al futuro de la carrera de Jokin. Yo de él siempre me quedaré con su victoria en Arrate, el último día de la Euskal Bizikleta”.

Un día Txomin Perurena, el exciclista de Oiartzun que había superado las 150 victorias, recibió una llamada. Era Peli Egaña: “Al dejar Teka –donde fue director– tenía asumido que dejaba la dirección de equipos. Llegué a pensar que había terminado mi ciclo. Peli me convenció de que no, que podía continuar. Mi experiencia dirigiendo equipos se remonta a mi época de corredor, por orden de Dalmacio Langarica en el Kas, tomando decisiones en la propia carrera, porque los medios de entonces no eran los de ahora. No había pinganillos y alguien dirigía desde dentro de la carrera. Incluso Langarica tenía en mente que pudiera haber sido algún día director del Kas, pero no pudo ser”.

El recuerdo de aquel trance siempre ha perseguido al ciclista: “Todo el mundo siempre me habla de ese accidente en Navarra –dice el propio Jokin–. Desde mis inicios destaqué bastante. En el momento del percance estaba en mi primer año de amateur. Ya había llegado a ser subcampeón del mundo de ciclocross. Ese primer año de amateur gané bastantes carreras y tuve muchos seguidores. Para muchos ese accidente me condicionó. No sabría decirte si fue realmente decisivo. Cuando vas quemando etapas ves que alrededor tuyo también sube el nivel y no es tan sencillo destacar”.

Txomin tomaba la dirección y Patxi Miner le acompañaba. Quince ciclistas formaron aquella histórica plantilla: Frédéric Bonomelli, Rafael Cerdà, José del Ramo, Valentín Dorronsoro, Ginés García, Mathieu Hermans, Jerónimo Ibáñez, Jokin Mujika, Imanol Murga, Luis Vicente Otín, Peio Ruiz Cabestany, Miguel Ugartemendia, Jon Koldo y José Ángel Urien, y Felipe Yáñez.

En 1984 Orbea daba el salto al profesionalismo y Txomin fue el director. Era el “Orbea cebra”, por las franjas horizontales de su maillot. “Le llamábamos Orbea cebra por las rayas del diseño de Etxe Ondo, que además era un buen patrocinador, conocido de Patxi Alkorta”, rememora Aitor Larrañaga.

Por su parte la relación de José María Yurrebaso con Orbea fue algo más larga. Antes, por eso, había ganado una etapa en la Vuelta a España de 1981, si bien el apellido Yurrebaso se situó casi siempre en el contexto del ciclocross. Con Orbea pisó dos veces el segundo peldaño del podio en el Campeonato de España y a lo largo de los años se debería al Seat-Orbea. El tiempo le situaría como auténtico pionero del BTT en España.

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“Para ir a competir quedábamos en un punto de encuentro. Podía ser siempre el mismo, pero también dependía de dónde fuera la carrera. Algunos venían de Mallorca, como un ciclista apellidado Cerdà, al que íbamos a recoger al aeropuerto más cercano. También puntualmente alguno podía ir por su cuenta a las carreras. Teníamos poco material para movernos y debíamos hacer casi milagros. Una vez empezaba la temporada, ya no parabas: vuelta tras vuelta. Los corredores cambiaban, pero los auxiliares y la estructura siempre eran iguales. En aquella época teníamos delegados de Orbea en cada punto al que íbamos y allí nos ayudaban en todo. El delegado seguía la carrera y era nuestro invitado”, concluye Aitor.

“El primer equipo fue muy bonito. No obstante, me quedo con el recuerdo de esa Vuelta al País Vasco, en la que competimos con un equipo totalmente euskaldun. En la gestión, Peli Egaña tenía la voz cantante y los cuartos. Yo solo la dirección del equipo. No obstante no fue una entrada abrupta, anteriormente, en alguna prueba de amateurs, yo ya había estado relacionado con Orbea. Recuerdo haber dirigido el equipo durante los Tres Días de Santiago, entre otras carreras. Lo bueno fue que cuando se dio el salto al equipo profesional no se prescindió del equipo amateur. Se mantuvo toda la estructura”, rememora Txomin.

Sea como fuere, en el haber de Jokin se halla una pieza muy rara entre grandes ciclistas españoles, un subcampeonato del mundo de ciclocross juvenil, logrado en Suiza el año 1980. Precisamente fue en la modalidad invernal en la que Orbea dio el siguiente paso teniendo en ficha pro a dos ciclistas de grandísimo prestigio en este terreno: Iñaki Mayora y José María Yurrebaso. El primero, nacido en Ormaitzegi, fue dos veces campeón de España con Orbea, los años 1983 y 1984, títulos aderezados con la carrera de Igorre. Mayora vinculó su trayectoria a marcas de la tierra: primero Zeus, Orbea en el tramo central y finalmente Razesa.

Un equipo en el campo profesional ya no era el grupo de ciclistas de carrera en carrera, de fin de semana en fin de semana. Ahora se entraba a competir en muchas vueltas por etapas, carreras largas y clásicas. Las exigencias humanas y de material alrededor del bloque se multiplicaron. Aitor Larrañaga entró como mecánico gracias a los años anteriores, resolviendo en amateurs, y a la prescripción de los ciclistas de su zona, Yurrebaso y Mayora entre otros.

JOKIN MUJIKA

— En 1984 Orbea daba el salto al profesionalismo y Txomin fue el director. Era el “Orbea cebra”, por las franjas horizontales de su maillot. “Le llamábamos Orbea cebra por las rayas del diseño de Etxe Ondo, que además era un buen patrocinador, conocido de Patxi Alkorta”, rememora Aitor Larrañaga.

EQUIPO DE CICLOCROSS (1982-83)

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Por su parte José Kruz dejó la bicicleta. Ganaba a veces, pero no acababa de progresar como le hubiera gustado. Su hermano Jokin prosiguió, él pasó a una segunda línea: “Entré de chófer y mecánico con la adquisición de un nuevo bus. Dejé el ciclismo en activo en 1983, porque estaba desmoralizado. Con la compra del autobús les hacía falta chófer y como yo tenía carné, me lo ofrecieron y no lo dudé”. “José Kruz era chófer, mecánico, montador y jefe de material”, precisa Txomin. Era un hombre orquesta.

— “Si ahora todos los equipos tienen dos buses, uno de material y el otro para los corredores, entonces todo se juntaba en ese bus”.

El famoso bus, que además se puede ver en muchas fotos, era “un autobús mixto. Si ahora todos los equipos tienen dos buses, uno de material y el otro para los corredores, entonces todo se juntaba en ese bus. En la parte delantera estaban los asientos y detrás el almacén para bicicletas. Lo usábamos para ir a las carreras, llevar a los corredores, descargar y cargar material y por la noche reparar lo que hiciera falta. Era nuestra casa rodante”. Ese bus realizó muchísimos viajes, dando trabajo extra al tremendo motor, situado delante para que el conductor se percatara en caso de avería. “Recuerdo que José Kruz, una vez dejó el ciclismo, condujo el autobús porque tenía carné de primera, y al mismo tiempo fue mecánico. Además de él y yo, había un tercer mecánico, que también ayudaba en el equipo aficionado que llevaba Patxi Miner, con Pedro Navarro de mecánico. Terminabas una vuelta y tenías unos tres días de descanso hasta la siguiente. Llevábamos autobús, bicicletas y material al caserío de José Kruz, que lo tenía en Itsasondo, y allí poníamos todo a punto”, relata Aitor Larrañaga en relación con el reparto de roles en aquella auténtica aventura.

EQUIPO ORBEA Y ALGUNAS FIGURAS VASCAS DE INICIOS DE LOS OCHENTA

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LA PRIMERA TEMPORADA

LA APUESTA PASA A MAYORES

Y llegó la competición, un momento anhelado, de mal recuerdo para Txomin: “El debut deportivamente fue bien”. José Kruz prosigue diciendo que “la primera carrera fue en Castellón, era una vuelta de tres días. Fue la primera salida que hicimos desde Euskadi. Aquellos primeros viajes fueron curiosos, pues se daba la circunstancia de que muchos de los ciclistas habían sido compañeros míos un año antes. Íbamos todos juntos a las carreras. Había una relación muy directa. Posteriormente estuvimos unos días concentrados en Gandía y luego nos fuimos a la Vuelta a Andalucía, por la zona de Fuengirola. También corrimos en Málaga en una especie de critérium de un día”. La victoria no tardó en llegar, la logró Peio Ruiz Cabestany en Vall d’Uixó, durante la Vuelta a Valencia en la que finalizaría segundo, a solo un segundo de Bruno Cornillet. Peio fue además la punta de lanza del equipo en la principal carrera que le tocó a los azules aquel año, la Vuelta a España. Un joven donostiarra, entonces de 22 años, aún tierno, se plantó en la salida de Jerez de la Frontera para ser segundo en el prólogo tras Francesco Moser, quien ese mismo año ganaría el Giro de Italia frente a Laurent Fignon. Peio superaba a excelentes especialistas como Jesús Blanco Villar, e incluso volvería a ser tercero, esta vez en Soria, acabando su primera Vuelta a España en decimoquinta posición.

No obstante Orbea no se quedó sin subir al podio de Madrid. En el mismo escenario en que Éric Caritoux se coronó por seis segundos sobre Alberto Fernández, Felipe Yáñez se vistió el último maillot que le proclamó rey de la montaña de aquella edición. El diez del Orbea para aquella Vuelta lo formaron Dorronsoro, Del Ramo, García, Mujika, Murga, Otín, Ugartemendia, Urien, Yáñez y el propio Peio. Sin embargo, como Txomin recordó, la presencia de “un equipo totalmente euskaldun en la Vuelta al País Vasco” fue algo que quedó grabado en la memoria de los inicios, más cuando en la segunda etapa de la mejor carrera del lugar, Jon Urien ganaba en Vitoria, tras una escapada a 35 kilómetros de meta que salió bien porque el ritmo frenético del pelotón en el primer tramo de carrera invitó a un posterior relax en el control de la prueba por parte del equipo de Sean Kelly. La euforia en Vitoria fue total y Urien fue medio vapuleado por la gente que esperaba impaciente su llegada. Esos días la moral de Euskadi estaba disparada, con el Athletic de Bilbao cerca de su segundo título de Liga consecutivo. Orbea iba en ese carro.

“El éxito del Tour de 1983, aunque no llegamos a ganar, significó una revolución. Fue gracias a esa aventura del equipo Reynolds que nuestro miedo a correr en el extranjero se fue diluyendo. En esos años, los presupuestos de los equipos estaban muy ajustados y en Reynolds había mucho gallo en el mismo corral. Estábamos Julián Gorospe, Ángel Arroyo, José Luis Laguiía... Un grupo de corredores muy caros. Yo en mitad de la temporada 1984 quería saber un poco sobre mi futuro. El Reynolds me ofreció unas condiciones económicas que no me apetecían. Era joven aún, pero estaba asentado y quería mejorar mi contrato. Entendí la posición de José Miguel Echávarri, quien tuvo que hacer una apuesta, y se quedó con Gorospe y Laguía. Tanto Arroyo como yo tuvimos que salir del equipo”, rememora Pedro Delgado sobre su salida del equipo Reynolds. Y en estas que “entre las distintas opciones llegó la de Orbea –prosigue el exciclista–. Peli Egaña me comentó que querían consolidar el salto a profesionales y que necesitaban un ciclista de mi carisma y de mi potencia. Tras unas negociaciones que no fueron eternas, me enseñaron un proyecto que me hacía ilusión porque asumir un rol de jefe de filas me parecía todo un reto. Al acuerdo económico se unió otro fundamental, que fue poder llevarme corredores de confianza a esa nueva aventura: vinieron cuatro o cinco ciclistas conmigo, entre otros Anastasio Greciano”.

tras estaba compitiendo me llegó la oferta de Orbea. Mi padre al saberlo me vino a decir que tenían que vender muchas bicicletas para pagar un equipo ciclista. Mi padre, siendo obrero de toda la vida, no podía imaginar cómo se realizaban las cuentas de una empresa. Igual que yo siempre tuve claro irme al Orbea, mi padre no lo veía claro”. La primera gran jornada del Orbea en 1985 llegó en la última etapa de la Vuelta al País Vasco. Si aquel día que salió de Amurrio, para completar un doble sector, se hubiera sabido el desenlace final más de uno habría perdido la apuesta. A poco de coronar el puerto de Deskarga, Peio Ruiz Cabestany se marchó con el suizo Muller. Ambos excelentes pistards, aplicaron entonces un descenso de manual y un tránsito a meta que ni los mejores equipos del mundo pudieron conjurar. El premio quedó repartido: etapa para el helvético y liderato para Peio, quien lidió con Kelly, Lejarreta y Lemond, sobre todo Lemond, en la crono de la tarde para lograr otra alegría mayúscula en la gran carrera de la tierra: la general de la Vuelta al País Vasco.

Así fue, Pedro Delgado, el ciclista que había conseguido sorprender a propios y extraños con una actuación memorable en el Tour de 1983 recalaba en el Orbea, en lo que significó un evidente paso adelante en la confección del equipo. “No sé cómo se le iluminó a Peli, pero la aportación de Perico fue muy grande”, admite gráficamente Txomin. El equipo Orbea de 1985 recibió durante el primer tramo de la temporada el copatrocinio de Gin MG, la empresa de ginebras situada en Vilanova i La Geltrú. El equipo siguió creciendo y llegó hasta los 21 ciclistas: José Balaguer, Frédéric Bonomelli, Pedro Delgado, José del Ramo, Manuel Jorge Domínguez, Valentín Dorronsoro, Anastasio Greciano, Mathieu Hermans, Jerónimo Ibáñez, Santiago Izuzkiza, Antxon Lekuona, Jokin Mujika, Imanol Murga, Erwin Nijboer, Luis Vicente Otín, Vicente Ridaura, Peio Ruiz Cabestany, José Salvador Sanchis, Jaume Vilamajó, Felipe Yáñez y Ricardo Zúñiga.

PELI EGAÑA, ACOMPAÑADO DE PEDRO DELGADO, RICARDO ZÚÑIGA Y PEIO RUIZ CABESTANY

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El equipo era grande. Lo era de inicio, y con aspiraciones altas. A la calidad que ya había se le añadió el segoviano. “Yo era un corredor confirmado y con mucha proyección, por eso apostaron por mí –recuerda Perico–. El triunfo no lo tenían asequible y por eso hicieron la apuesta. Tenían a gente buena como Jokin Mujika o Peio Ruiz Cabestany, pero buscaban un toque de experiencia o de singularidad en cuanto a tener ese caballo ganador. Veía que la empresa quería ser protagonista y les aporté esa diferencia. Recuerdo que cuando estaba negociando con Orbea viví una anécdota muy buena. Mien-

CATÁLOGO DE ORBEA PARA 1985 CON PEDRO DELGADO Y PEIO RUIZ CABESTANY

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LA VUELTA MÁS INCREÍBLE DE LA HISTORIA

El presagio de Peio empujó al equipo a ir a por todas a la Vuelta a España, en su edición de los cincuenta años. Sí, había transcurrido medio siglo desde que Orbea estuviera con Mariano Cañardo en la edición inaugural. “El objetivo para la Vuelta de 1985 era ganarla, sobre todo porque en 1984 me quedé con ganas de haberlo hecho mejor. Esa edición me dejó la sensación de que debía haberla ganado. Incluso fui líder pero me pasó factura la juventud. En la famosa crono de Torrejón de Ardoz no estaba lejos de Caritoux y Alberto Fernández pero me pegué un leñazo incluso rodando mejor que Julián Gorospe, que al final ganó esa etapa. Podría haber dado la campanada”, lanza Pedro Delgado, quien lideró un diez completado por Greciano, Ibáñez, Mujika, Peio, Yáñez y Zúñiga, más los veloces Hermans, Domínguez y Vilamajó. La carrera partió de Valladolid y pronto se fue al norte, donde Miguel Induráin se convirtió en el líder más joven de la historia de la prueba. En la sexta etapa volvía la cima de moda en aquellos momentos, esta vez algo pronto, los Lagos de Covadonga, donde Perico cumplió con el guion, ganando por delante de Robert Millar y Álvaro Pino. “Ese día cogí el amarillo pero al siguiente me vine abajo en Alto de Campoo. Creo que entonces se puso de líder Peio. Toda la ilusión que tenía puesta en la carrera se resintió, pero Txomin tuvo claro que el líder era yo”. La jerarquía sobre el papel no se correspondía con la clasificación: “La situación era complicada: Peio se puso por delante de mí en la general. Txomin me decía que yo seguía siendo el líder, que estuviera siempre ahí, que no perjudicara a Peio, pero que el líder era yo, porque Peio era joven y podía fallar en la tercera semana. Sin embargo Txomin no quería desperdiciar la opción de Cabestany. A mí me tocaba ir arañando segundos por donde pudiera. Vivimos momentos duros, porque la prensa criticaba que yo atacara al líder”. Perico recuerda una jornada en especial, la de Tremp: “Se escaparon Kelly, Pino, Fignon y otros. El equipo se vació hasta que solo quedamos Peio y yo. Entendí en todo momento que yo debía trabajar para Peio. Fue una etapa preciosa. El maillot amarillo había que respetarlo si yo iba con él. Viéndolo ahora, está claro que debía haber estado más atento y haberme colocado en el grupo de delante. Con todo, según pasaban los días veía que la Vuelta se escapaba. Cada día iba perdiendo opciones. Robert Millar se puso de líder a tres días del final, por delante de Pacho Rodríguez y Peio”. El escocés cogió el amarillo precisamente en esa etapa de Tremp. Las tres últimas jornadas tenían la palabra. Primero una crono en Alcalá de Henares, luego la etapa de la sierra segoviana, y la traca final en Salamanca. La general la comandaba Millar con trece segundos sobre Pacho Rodríguez, algo menos de dos minutos respecto a Peio y con Perico más allá de los cuatro y medio.

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En Alcalá Peio voló por encima de los 43 kilómetros a la hora, sacando unos 40 segundos a Pacho y Millar. Perico se descolgaba del todo, perdiendo más de dos minutos, lo que en la general se tradujo en más de seis minutos de demora respecto al escocés, que tenía al colombiano Rodríguez pisándole los talones y a Peio en el borde del minuto. En la meta alcalaína dos declaraciones muy interesantes. “Creo que ya he ganado la Vuelta”, comentaba Millar. “Me da igual hacer tercero que el veintitrés”, avisaba Peio. Pero habría de pasar lo imposible. De Alcalá a las Destilerías Dyc, celebérrimo final de etapa en las Vueltas de los ochenta, había doscientos kilómetros de tránsito por una zona propicia para los sustos. “Quería al menos ganar la etapa en casa y que ello me compensara –dice Perico–. Todos los movimientos tuvieron por objetivo la etapa”. Así fue: “La jornada arrancó a tope –prosigue el segoviano–. Peugeot, el equipo del líder, se dedicaba a controlar tan fuerte que en el primer puerto estaba muy diezmado. Hubo un momento en que Millar salía en persona a los ataques. Con tal control, empezábamos a pensar que la victoria de etapa se estaba complicando. Yo tenía tiempo perdido en la general y un cierto margen”. El momento clave llegó en Cotos, donde “la carrera se puso seria. Allí ataqué varias veces, también Dietzen, los colombianos... pero Millar no nos dejaba a nadie. Incluso Peio también se movió. Pensaba que yo no era un rival peligroso para el líder pero Millar estaba muy obcecado con mi rueda, quizá fuera por rivalidades pasadas...”.

— “Quería al menos ganar la etapa en casa y que ello me compensara –dice Perico–. Todos los movimientos tuvieron por objetivo la etapa”.

PERICO Y LA NIEBLA

¿QUÉ PASÓ ENTRE NAVACERRADA Y DESTILERÍAS DYC?

La tragedia para Millar llegaría en ese momento de tranquilidad que acontece en la coronilla de Navacerrada, justo cuando “atacó Pepe Recio y se fue solo –prosigue–. Pensé que la etapa se iba. Estaba medio entregado en el falso llano entre Cotos y Navacerrada y en la última parte, casi antes de iniciar la bajada, se echó niebla. La meteorología era muy desapacible. Pensé que si no había podido subiendo había que probar bajando. Saqué veinte o treinta metros y me lancé. Tenía perfectamente memorizada la bajada. La niebla fue mi gran aliada ese día. Recio coronó con un minuto y a los siete kilómetros ya le había cazado. El conocimiento del lugar me ayudó”.

Sobre lo que rodeó al desenlace de la carrera, Perico admite que “las circunstancias de esos momentos se me escapan y al final te quedas un poco con lo que te cuentan. Millar iba solo y el Zor de Mínguez no quiso meterse a perseguir. Lo que me sorprende es que Millar no se enteró de mis cinco minutos de ventaja hasta muy al final. En el paso del puerto del León a Segovia entraron corredores por detrás que superaban al grupo de favoritos”.

“Una vez cogí a Recio le animé a relevar, pero no pasaba. Sabía que llegando con él no podría ganarle, así que pensé en probarle, en el puerto del León. Allí puse un ritmo muy fuerte tratando de descolgarle, pero no pude. Mientras, nos llegaban referencias: íbamos por encima de los dos minutos y yo seguía obcecado con la etapa. Nos dijeron que llevábamos tres minutos y convencí a Pepe para relevar porque sabía que el líder estaba sin compañeros”, concluye el segoviano. Txomin tiene aquella jornada bien grabada: “Antes del alto de Cotos, Robert Millar tuvo un percance y se descolgó todo el equipo a esperarle. A los pocos kilómetros, volvió a tener otro percance y nuevamente le esperó el equipo, con tan mala suerte que se quedó solo en el pelotón principal. Por delante ya iba muy fuerte Recio. Perico conocía muy bien la zona y unos metros antes de coronar Navacerrada, en medio de la niebla que había, tomó unos metros y se lanzó a tumba abierta en el descenso”. El momento clave para el entonces técnico fue la unión de Perico y Recio: “Pudo coger a Recio y los dos tiraron a morir con la lógica de que uno iba a por la etapa, aunque sin la certeza de que podíamos ganar la Vuelta, porque Perico estaba a más de seis minutos del líder. Creo que tanto el director de Millar como el propio corredor no estuvieron bien. Se dijo que no tuvieron suficiente información, cosa que no es cierta. La victoria no era esperada, pero Perico la quiso luchar delante de su afición, no hay que olvidar que llegaba a Segovia, concretamente a Destilerías Dyc, y se encontró un fruto no esperado”.

“El director de Millar no pasó referencias hasta muy al final –continúa Perico–. Se puede decir que yo gané la Vuelta a España, pero fue realmente el director del Peugeot quien la perdió. Millar fue una víctima de la gestión de su director, que dijo que no supo de las referencias y eso es mentira. A mí me dijeron que se dieron referencias en cada momento. Incluso Televisión Española las estaba dando. Ahí hubo una suma de factores en que esa Vuelta de 1984 que debió ser mía y no pudo ser, acabó llegándome al año siguiente. Una por la otra”. Sea como fuere, en Salamanca Perico ganaba la Vuelta a España, “una Vuelta caída del cielo”, reconoce Txomin, con Millar y Rodríguez segundo y tercero, a menos de un minuto, y Peio cuarto. “En aquellos tiempos tenía mucha influencia José María García. Imaginaros lo que hubiera dicho si equipos españoles como Zor y Teka, delante en la general por equipos, hubieran tirado a por los fugados, que eran españoles. José María García los podría haber hundido. Ninguno de ellos trabajó para neutralizar aquella escapada, cosa que nos benefició”, completa Txomin. Y si la niebla fue aliada en el momento de arrancar en la cima de Navacerrada, también fue compañera en la etapa del Tour que Pedro Delgado ganaría en la cima de Luz Ardiden, un Tour que Orbea corrió con Seat y no con la ginebra catalana, pues la Grande Boucle no permitía patrocinios de bebidas alcohólicas. En 1985 muchas cosas confluyeron para que al remozado Orbea, ahora con el nombre de Seat, las cosas no le salieran como esperaba en ese Tour, el de los cambios tecnológicos: “Aquel Tour estaba siendo complicado, porque yo iba de gallito pero la carrera estaba loca y las cosas no salían. A mí nada me estaba saliendo bien y además se vivía una revolución en el material con las ruedas lenticulares, el inicio de la cabra... Todo el día probando material. La primera semana me dejó perdido en la general”. A todo ello se añadieron problemas de salud: “Con el inicio de la montaña me puse con fiebre. Veía que la carrera pasaba sin suerte. Iban pasando los días y decidí centrarme en un triunfo parcial. Atrás quedaron los Alpes y llegó la gran etapa de los Pirineos, la de Luz Ardiden”.

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LA PIZARRA DE TXOMIN

MARINO LEJARRETA VISTE ORBEA

En la salida, en la reunión previa todo parecía muy bonito sobre el papel que dibujó el director: “Nos pedía que fuéramos una piña. Pidió que alguien saltara en el Aspin, y que luego otro empalmara. Por ejemplo, que Peio aguantara en el Tourmalet y luego que Perico pudiera cogerle en la bajada. Claro, esto oído así, aunque fuéramos jóvenes ya teníamos varias batallas, sonaba a cuento chino. Esa conversación quedó ahí, en el aire, e incluso levantó algunas risas entre los asistentes”, recuerda Perico ante lo que parecía rizar el rizo. Txomin lo recuerda así: “Las etapas de los Pirineos siempre son especiales para los corredores de la tierra. Aquel Tour no estaba saliendo bien, así que planteamos la etapa al ataque. En el Aspin debió haber atacado Jokin Mujika, pero no tuvo su día. Sin embargo quien sí lo hizo fue Pepe del Ramo, que coronó primero. Luego un ciclista con el que no contábamos demasiado, porque estaba acatarrado y el objetivo era mantenerlo en carrera, que era Peio, atacó en el Tourmalet para coronar primero una vez pasó a Del Ramo”. Pero la suerte de alquimia practicada por Txomin dio resultado: “En el Aspin, desde el coche, se pidió a Pepe del Ramo que atacara –tercia Perico–. Bajando Aspin, Peio atacó y enlazó antes del Tourmalet, hasta donde le llevó Pepe. La carrera empezó a ponerse muy seria porque había como una especie de alianza entre Bernard Hinault y el Café de Colombia. El francés pidió a Lucho Herrera que no atacara, pero yo sí que lo intenté”. “Perico, que siempre ha sido un tío inteligente en carrera, con mucha visión, atacó cuando vio a Hinault que no marchaba en perfectas condiciones, aun sabiendo que iba un compañero por delante. Perico venía de la Vuelta, era nuestro hombre fuerte en el Tour y nos vimos en la obligación de parar a Peio. Perico se unió con él, y juntos hasta el pie de Luz Ardiden. Se pudo ganar por suerte”, prosigue Txomin. En la cumbre del Tourmalet “Peio coronó primero y luego yo –narra Perico–. Txomin ordenó al coche de Paco y Pascua que me esperara. Enlacé con Peio antes de Luz Saint Sauveur y me llevó hasta el primer tramo de Luz Ardiden. Empecé el puerto con un minuto más o menos. Al poco me avisaron de que Lucho había atacado y que iba recortando la distancia. Estábamos en medio de la niebla y yo sin ver nada cada vez que miraba para atrás”. Paredes de niebla, agua en suspensión, agua ciega, que dejaban a Perico a merced de los elementos y la incertidumbre: “Los kilómetros no pasaban. Hubo un momento en que la diferencia se estabilizó y eso me dio mucha confianza para llegar. Fue un día muy complicado por esa niebla que me perjudicaba a mí, pero que puso nerviosos a los aficionados, que no pudieron ver más que la llegada. Fue una gran victoria sobre todo por muchos nervios e incertidumbre”. De aquella etapa solo se vio al segoviano cruzar la meta, surgido de una masa de algodón que lo ocultó hasta la cima.

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La historia se había escrito en grande y en renglones seguidos. Sin duda se supo de Orbea y de lo que su carácter podía darle al ciclismo. Orbea ya no era una máquina pesada. Era una bicicleta de campeones. El paso se había dado. Egoi Martínez fue ciclista profesional muchos años después. Por aquellas fechas cumplió los ocho años. Recuerdos que se hacen perennes, él no tuvo nunca una Orbea de pequeño pero desde su pueblo, al pie de Aralar, supo entonces de la marca: “Mi primer recuerdo con Orbea es aquel equipo de Peio y Perico, entonces tenía unos cinco o seis años. En mi casa se vivía mucho el ciclismo y aquellos días los recuerdo perfectamente”. El año 1985 fue una temporada icónica para la marca. La proyección que los éxitos de Perico proporcionaron a Orbea tuvo una curiosa correa de transmisión. En plena explosión de revistas especializadas en ciclismo se dio la circunstancia de que Orbea fue conocida en Estados Unidos mucho antes de que la primera bicicleta de la empresa eibarresa aterrizara en el gigante mercado anglosajón. “Antes de que llegase a los Estados Unidos, Orbea ya se conocía por las fotos de las revistas del Tour”, afirma Scott Warren, profesional de la industria de la bicicleta en Estados Unidos, quien valora que Orbea haya seguido vigente en el imaginario desde entonces.

— La historia se había escrito en grande y en renglones seguidos. Sin duda se supo de Orbea y de lo que su carácter podía darle al ciclismo. Orbea ya no era una máquina pesada. Era una bicicleta de campeones. El paso se había dado.

La tercera temporada de Orbea en el pelotón se haría de inicio con Seat compartiendo espacio en el maillot. Pedro Delgado había dejado el conjunto para probar la experiencia internacional con el PDM holandés. El equipo seguía regido por Txomin Perurena y Francisco Miner, subiendo la cifra de ciclistas hasta los 24: Juan Carlos Alonso, Jesús Arambarri, José Balaguer, Frédéric Bonomelli, Roque de la Cruz, Manuel Jorge Domínguez, Antonio Esparza, Manuel Guijarro, Mathieu Hermans, Jerónimo Ibáñez, Santiago Izuzkiza, Pascal Jules, Roland Leclerq, Marino Lejarreta, Antxon Lekuona, Willem Meijer, Jokin Mujika, Imanol Murga, Erwin Nijboer, Vicente Ridaura, Peio Ruiz Cabestany, José Salvador Sanchis, Jaume Vilamajó y José María Yurrebaso. La gran noticia previa al arranque de la campaña fue el regreso de Marino Lejarreta a Euskadi: “Cuando nació Orbea yo estaba en Italia, en el Alfa Lum. Estaba lejos de casa pero he de reconocer que me hizo una ilusión tremenda cuando me enteré de la creación del equipo. De hecho a partir de ese momento siempre intenté ayudar al equipo en todo lo que pude, aunque a veces fuéramos rivales. Eso sí, siempre que no me afectara a mí o a mi equipo. Estaba dispuesto a echar una mano porque siempre he tenido una simpatía especial por Orbea, porque en mi entorno ha habido gente que ha trabajado en Orbea. Para mí siempre ha sido el equipo de casa”.

Marino y Txomin se conocían ampliamente. El técnico guipuzcoano ya había dirigido al vizcaíno en el Teka: “Conocía a Marino desde antes. Ya en el Teka estuve con él y vivimos juntos la Vuelta a España de 1982. Siempre nos ha unido una gran amistad. Como corredor fue un fuera de serie, nunca racaneó. Nos unía el objetivo de llegar a lo más alto y en la historia del ciclismo nadie ha terminado las tres grandes vueltas en el mismo año tantas veces como él”. “Yo había cumplido tres años en Italia y veía la hora de que tenía que volver y si era posible en el equipo de casa. Hablé con Peru y llegamos a un acuerdo. Para mí Peru era una persona conocida y nos teníamos mucha confianza. De hecho en el acuerdo para irme a Italia en 1983, él estuvo presente en la conversación. Si tenía que volver debía hacerlo al equipo de casa, dirigido por él”, añade, flemático, Marino. “Para mí Marino, y con él su hermano, fue siempre una persona entrañable. Había, aparte de la relación profesional, una gran admiración personal”, completa Txomin.

Marino llegaba al Orbea con 28 años, para cumplir 29 aquel mismo mes de mayo. Había pasado tres temporadas en el Alfa Lum italiano e incluso antes había corrido para el Teka, equipo con el que había ganado una Vuelta a España, la de 1982, por descalificación de Ángel Arroyo. Desde el mismo momento de la gestación del equipo, tres años antes, muchos dieron por hecho que Marino y su hermano Ismael correrían en el Orbea. Incluso el propio Txomin lo aseguró en unas declaraciones: “Estoy prácticamente convencido de que Ismael y Marino correrán conmigo cuando Orbea saque equipo profesional. Nuestra idea es hacer un equipo con gente de aquí, por eso pienso que la presencia de los hermanos Lejarreta es fundamental para el objetivo que nos proponemos”. Aquellas palabras de finales de 1982 publicadas en ABC fueron proféticas, aunque no de cumplimiento instantáneo. Tardaron unos años en verificarse, y no fue por falta de cariño y apego de Marino a la marca de origen eibarrés: “El padre de un amigo íntimo estaba trabajando en Orbea y la primera bicicleta que entró en casa, por mi padre, fue una Orbea. Aquella bicicleta tenía manillar de ciclista, pero verla nos generaba una gran ilusión. La usaba mi hermano, pero a mí me parecía increíble. Cuando necesitábamos algo todo era de Orbea, y con el tiempo el amigo también entró a trabajar”.

MARINO LEJARRETA EN TOUR DE FRANCIA DE 1987

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“C’EST INCROYABLE”, DIJO PEIO

LAS TRES GRANDES DE MARINO

El retorno de Marino se plasmó en una temporada con cinco victorias. Sus inicios no fueron sencillos y en la Vuelta la tónica no cambió hasta que llegó la cronoescalada de diez kilómetros al alto del Naranco, Oviedo, en la octava etapa. Marino no estaba satisfecho de cómo le estaba resultado la carrera, pero en la emblemática cima ovetense se sacó la espina.

por debajo de la máquina y veía que me comían terreno. Pero ordenaba a mis piernas que fueran más deprisa”, confesaba el ciclista al maestro Javier de Dalmases en las páginas de El Mundo Deportivo. Peio se sobrepuso a la decepción de perder una carrera como el Midi Libre el último día ante el valón Claude Criquielion.

“Significó una gran alegría. El día anterior ya tenía una corazonada, se lo dije a Peru y al final gané por delante de Sean Kelly”, concreta. Allí Marino se impuso a Sean Kelly y Álvaro Pino. El de Berriz acabó aquella Vuelta quinto, por delante de Pedro Delgado, mientras que Peio fue séptimo. El donostiarra había sido segundo en la etapa que salió y llegó a Barcelona, etapa que cayó en manos de uno de los mejores velocistas que han pasado por el Orbea, el asturiano Manuel Jorge Domínguez.

En 1986 empezó a dar resultados interesantes un velocista holandés llamado Mathieu Hermans. Siempre en el Orbea, desde su creación, el rubio ciclista creció poco a poco, pero aquella temporada ya apuntó maneras ganado dos etapas en la Vuelta a Aragón más otra en Romandía. Hermans siguió creciendo y al año siguiente, ya con Caja Rural como principal patrocinador del equipo, añadió a su palmarés tres etapas en la Vuelta a Valencia.

En esa carrera brilló también Pascal Jules, el íntimo amigo de Laurent Fignon, que ganó la general de los sprints especiales. Ese año Marino ganaría nuevamente en Oviedo, en la Subida al Naranco, y la general de la Vuelta a Burgos. En julio el Seat-Orbea volvió al Tour de Francia. Fue una edición marcada por el dominio de los ciclistas de La Vie Claire, que coparon la primera, segunda y cuarta posición con Greg Lemond, Bernard Hinault y Andrew Hampsten. Jokin Mujika formó parte de la expedición azul a Francia y recuerda muy bien cómo iba el equipo del controvertido Bernard Tapie: “Nos llevaban a mil todo el día, era un control férreo y absoluto. A veces Hinault paraba a mear y cuando te dabas cuenta ya estaba de vuelta en cabeza con todo el equipo tirando a bloque”. Sin embargo, hubo un día de alegría extrema para el equipo dirigido por Perurena. Fue en la cuarta etapa, entre Lievin y Evreux, a través del silencioso norte galo y por medio de un kilometraje de monumento ciclista, más de 240 kilómetros corridos bajo un sol abrasador. Fede Etxabe, quien un año después sería el primer español en ganar en Alpe d’Huez, inició las hostilidades serias de cara al triunfo de etapa. El vizcaíno atacó a menos de cuarenta de meta, abriendo un hueco que Peio Ruiz Cabestany supo cerrar cuando saltó a cinco kilómetros de la llegada y superó al escapado para llegar a meta hecho un despojo, tras rodar en solitario por delante de un pelotón conducido por Eric Vanderaerden. “C’est incroyable”, acertaba a decir entre pregunta y pregunta. El mismo Jacques Anquetil en persona le felicitó. “En mis tres años de profesional he perdido a veces etapas muy importantes en los últimos metros. Por ejemplo, en la Vuelta a España del 84 a manos de Moser. Por eso creo que lo más importante que he conseguido con estas derrotas es que he aprendido a morirme sobre la bicicleta. El último kilómetro ha sido angustioso, el más angustioso de mi vida de corredor. Miraba

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Sin embargo, lo que no tuvo parangón fue lo de la Vuelta a España de 1988, cuando ganó seis etapas nada menos: Badajoz, Valladolid, León, Santander, Albacete y Madrid. Seis etapas que sumó a otras en Volta a Catalunya, Setmana Catalana y en las vueltas a Murcia y Valencia. En 1989 Hermans ganó en Blagnac la undécima etapa del Tour de Francia, en una temporada en que ya traía otras tres etapas de la Vuelta. Hermans fue uno de los grandes anotadores del Orbea en su periplo por la carretera. “Desde luego que fue grande. Él fue el estandarte del clan de los holandeses. Era un grandísimo sprinter rodeado además por muy buenos compañeros”, afirma Txomin en alusión a Erwin Nijboer y René Beuker, entre otros. En la Vuelta a España de 1987, por eso, hubo color verde, pues Caja Rural ya copaba el maillot en los podios con victorias de dos velocistas catalanes: Antonio Esparza ganó dos etapas y Jaume Vilamajó una muy simbólica, la llegada en Madrid, una plaza que tradicionalmente siempre se le resistió al ciclismo español. De hecho, hasta 2015 ningún ciclista hispano ha vuelto a ganar en el Paseo de la Castellana.

— Sin embargo, hubo un día de alegría extrema para el equipo dirigido por Perurena. Fue en la cuarta etapa, entre Lievin y Evreux, a través del silencioso norte galo y por medio de un kilometraje de monumento ciclista, más de 240 kilómetros corridos bajo un sol abrasador.

El año 1987 Seat ya no siguió como patrocinador del equipo y el relevo lo tomó Caja Rural, una entidad muy vinculada históricamente al ciclismo, con dos periodos muy marcados. El año pasó a la historia por, entre otras cosas, ser el primero en que Marino Lejarreta afrontó su primer triplete: acabar las tres grandes vueltas el mismo año, algo que repetiría varias veces y que durante mucho tiempo le situó al frente de un singular registro. La entrada de Caja Rural se concretó poco antes de arrancar la Vuelta. La entidad pagó cincuenta millones de pesetas para ello. “En 1987 fue cuando corrí las tres grandes por primera vez y en efecto, lo hice con una Orbea. Esa primera vez fue un poco aventura. Me fue bien en el Giro y en el Tour. Al año siguiente tuve un accidente y no pude repetirlo y fue una pena, porque a mí me venía de perlas correr las tres grandes el mismo año”, recuerda el ciclista vizcaíno.

A finales de 1989, con Caja Rural ajeno al patrocinio, Orbea no llegó a un acuerdo para renovar la presencia de Paternina, que fue compañero de viaje durante el Tour que Marino acabó quinto. En 1990, el equipo cumplió una irregular temporada con Artiach como patrocinador, sin poder tomar la salida, por ejemplo, en la Vuelta a España porque la FICP no autorizó un pelotón que superara los 200 corredores, quedando fuera el entonces Artiach-Royal. La Hucha de Oro de Dirk Dekker fue el principal resultado del último año de las bicicletas Orbea en el pelotón tras estar de forma ininterrumpida desde 1984.

La forma de afrontar las tres grandes por parte de Marino sería, ya aquel año, similar a la de otras temporadas, es decir, haciendo una clasificación discreta en una de las tres, en este caso la 34ª plaza en la Vuelta a España, y dando lo mejor en las otras dos. De esta manera se presentó el Caja Rural en el Giro de Italia en la primera ocasión que la marca Orbea afrontaba la grande transalpina en aquel periodo de los años ochenta. Perurena se llevó a San Remo, inicio de la carrera con un prólogo en descenso, a Pascal Jules, Mathieu Hermans, Roland Leclercq, Jaume Vilamajó y Jokin Mujika. Marino finalizó cuarto el Giro, a menos de un minuto del podio, que cerró Erik Breukink, y luego iría al Tour, donde fue décimo. Aquel año, por eso, la victoria fue una constante en el vizcaíno, que ganó la Clásica de San Sebastián, la Subida a Arrate, la Vuelta a Burgos y la Subida a Urkiola. Además pisó el podio de una carrera tan singular y codiciada como el Gran Premio de las Naciones, disputada por los mejores contrarrelojistas del mundo.

MARINO LEJARRETA EN TOUR DE FRANCIA DE 1989

En 1988 Marino abandonó la Vuelta a España en la décima etapa, curiosamente el día en que Hermans ganaba en Santander, mientras que finalizaba el Tour de Francia en la 16ª plaza. No obstante, su palmarés creció con victorias en pruebas como la Escalada a Montjuïc, vueltas a Burgos y Galicia, Ordizia y Urkiola, siendo además tercero en un monumento como Lombardía. Al año volvió a la carga con las tres grandes, y tras una Vuelta discreta fue quinto en el Tour, ya con los colores del Paternina, formando parte del grupo selecto en todos y cada uno de los momentos clave, y décimo en el Giro. A ese balance añadió la carrera decana del calendario español, la Volta a Catalunya, y participó en una victoria muy especial, en la crono por equipos de la Vuelta a España, que el Caja Rural ganó por delante del Reynolds en Vigo. El grupo conducido por Txomin Perurena voló merced a Wechselberger, Hermans, Leclercq, Nijboer, Beuker, Sanchis, Arenas y Arntz.

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LA REINVENCIÓN: ORBEA BTT

JOKIN MUJIKA, EL PIONERO

En el ocaso de la década de los ochenta, mientras Orbea veía cómo su tercer periplo en la carretera, tras los de los treinta y los setenta, tocaba a su final, el mundo de la bicicleta vivía un periodo de efervescencia. Un producto nuevo irrumpía en el mercado. Se ideaba en Estados Unidos y se construía en Asia. Eran las bicicletas todo terreno, las BTT, cuyos primeros modelos en Orbea llegaron a finales de los ochenta, algunos de ellos pintados de verde y amarillo, es decir, los colores del Caja Rural de carretera, como si los equipos, aunque de modalidades diferentes, se entrelazaran en el tiempo y las formas. Siguiendo un esquema similar al de otras ocasiones, la marca creyó que para entrar en el mercado la competición podría ser un buen camino. Se trataba de proyectar el nuevo producto, que hacía estragos en el mercado y que Orbea había incorporado a su catálogo. El primer Campeonato de España de BTT se celebró en 1989 y lo ganó el catalán Paco Sala. El segundo sería para un viejo conocido de Orbea, el guipuzcoano José María Yurrebaso. El germen del incipiente Orbea Racing Team tuvo un nombre, Jokin Mujika, quien no pudo sacar todo el provecho que debió darle la carretera: “Mi primer año en Orbea pude ganar una etapa en la Vuelta a Galicia más otra carrera en León. Hice mis cositas e intenté ser regular. Posiblemente mi mejor momento sobre una Orbea fue esa subida a Arrate que logré ganar delante de grades nombres, aunque el año anterior conseguí ganar la Vuelta a Galicia por delante de Induráin y Perico. Viéndolo desde ahora puedo decir que fui un ciclista un poco irregular. Igual me salía bien una carrera y a la siguiente no destacaba como quería”. Tras vestir el maillot del Orbea, pasó por el Caja Rural y luego el Banesto, pero las cosas no mejoraron. “Pasé mi ciclo de Orbea y la verdad es que las cosas se fueron torciendo ya en el Caja Rural, a pesar de que el equipo era potente, con Hermans y Marino al frente. Tuve la suerte de entrar en el Banesto, donde quizá no di todo lo que se esperaba de mí. Posiblemente tenía un mejor calendario en Orbea, siempre con carreras buenas, como el Tour. En Banesto había otras expectativas con Induráin y Perico y no pude destacar”. Y claro, cuando pasan los días y no se emerge, otros nombres te toman el puesto: “De repente me vi que de estar casi en el mejor equipo, me quedé sin contrato. También desaparecieron otros equipos y no encontraba nada. En esas fechas unos treinta profesionales dejaron de correr. Yo tenía 28 años y se me consideraba algo veterano. Salir al extranjero era complicado porque no trabajábamos con mánagers y el contacto con otros directores no era el de ahora. Si no tenías nada a nivel estatal o en Portugal, estaba complicado ir más allá”.

JOKIN MUJIKA EN UNA CARRERA DE CICLOCROSS (1983)

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IXIO AL MANDO DE TODO

OLABERRIA, GARRO, LEZAUN...

Por aquellos días Ixio Barandiaran andaba siempre cerca del negocio de bicicletas que Jokin no podía atender por sus viajes. “Entré en el mundo de la bicicleta gracias a la tienda de Jokin en Beasain –empieza comentando Ixio–. El vínculo con Orbea era de tienda a marca. La relación se estrechó hasta que entré directamente en Orbea. Ya como cliente, desde la tienda, le propusimos a Orbea la posibilidad del equipo. La propuesta llegó cuando Jokin acabó de competir en carretera. Vimos que aún tenía cosas que ofrecer. La entrada de la marca fue poco a poco, al principio Orbea entró como sponsor de las carreras de ciclocross. El trabajo fue a más y la marca entró directamente en el equipo, siempre bajo mi dirección”.

El camino estaba trazado y poco a poco la estructura creció. Volvió a las huestes de Orbea Andoni Olaberria, un talento en BTT, que llegaba avalado por un título y un subcampeonato nacionales. Andoni, primo de Leire, medallista olímpica en la pista de Pequín, tenía ADN Orbea: “Con 17 años empecé a correr con el Orbea en juveniles. Luego estuve de amateur con Caja Rural y al final con Paternina”. “Llevaba cuatro años corriendo en BTT y veía cómo el equipo Orbea iba creciendo, pues también llegaron Garro e Igor Fernández –prosigue Andoni–. En 1995 apostaron algo por mí, venía de ganar el Campeonato de España. A partir de esos días el equipo ya se hacía fuerte. Estuve con ellos unos seis años. En 1995 y 1996 tuve dos años muy malos, luego remonté manteniéndome, con altibajos, entre los corredores que contaban para carreras nacionales y siendo llamado por la selección para europeos y mundiales”.

Sin competir en carretera, a Jokin la bicicleta le seguía tirando. Hacía más de diez años que había sido subcampeón del mundo de juveniles en ciclocross y la modalidad de barro y frío le iba perfecta. Fue hasta tres veces campeón de España ganando a la leyenda, el valenciano Paco Pla, y al futuro dominador, el vizcaíno David Seco. Inspirado, Ixio animó a Jokin a probar suerte en la BTT. La línea de progreso era clara, de las ruedas finas de la carretera al tubular híbrido de campas y prados, para aterrizar en la nueva modalidad que tenía adeptos por doquier.

La llegada de Andoni fue justo después de la de Juan Carlos Garro. “Un biker muy bravo y explosivo que si hubiera pillado la época actual habría dado que hablar”, según Ixio. Ciertamente tuvo relevancia también en aquella época, entre otras cosas ganó siete etapas de la Vuelta a España BTT, carrera a la que, como en el Tour de la modalidad, Orbea acudía ante lo mejorcito del mundo, entre otros el Sunn, con Christophe Dupouey y Miguel Martínez, el primer campeón olímpico de BTT.

“Había un fiebre, a la revolución del mercado le siguió una ola de competiciones. Había oportunidades de brillar”. Ixio recuerda que “la idea era buena porque coincide con el momento de explosión de la BTT. Teníamos potencial y un corredor de calidad. Había además un buen entorno para este deporte, con televisión incluso para apoyarnos”.

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— Primero Jokin, luego Roberto. Sin esperarlo, Ixio se había metido en un mundo relativamente nuevo a dos profesionales de la carretera, con años, experiencia y muchos conocimientos que repartieron entre sus compañeros de equipo.

En 1996, hastiado de la carretera, como Jokin, aterrizó Roberto Lezaun, que también como Jokin era familia de Ixio. Lezaun había sido profesional de carretera cinco años. Estuvo en el Banesto y se dio la circunstancia de que su primera carrera profesional, la Vuelta a Andalucía, la acabó ganando frente al danés Jesper Skibby, quien no escatimó riesgos en los descensos para poner a prueba al navarro. Lezaun pasó su último año de profesional en la Fundación Euskadi, con la que corrió su cuarta y última Vuelta a España.

También existía un vínculo directo: “Ixio y yo somos familia, además él llevaba nuestra tienda porque mi hermano y yo estábamos siempre compitiendo o de viaje –rememora Jokin–. Sinceramente no me veía fuera del ciclismo con esa edad. Trabajé como profesor de taller con mi título de maestría en FP y me llegó la opción de correr en ciclocross a través de Orbea. Ixio hacía de chófer, mecánico y todo. Empezamos los dos juntos y poco a poco fue viniendo gente. Yo acabé de competir en 1996”. De entrada Jokin ya ganó el Open de Euskadi, todo un presagio.

— “La propuesta llegó cuando Jokin acabó de competir en carretera. Vimos que aún tenía cosas que ofrecer. La entrada de la marca fue poco a poco, al principio Orbea entró como sponsor de las carreras de ciclocross”.

portista, pues venían de la carretera. Yo conocí la BTT en sus inicios siendo un deporte incipiente y poco serio. Cuando llegó la gente de carretera enseñó al resto la importancia de una buena preparación y la profesionalidad”, comenta el técnico.

Lezaun, no obstante, valora su paso por la carretera muy positivamente: “En todas las épocas, desde mis años de escuela, pasando por amateurs, categorías inferiores y profesional. Y digo buenísimo porque al final haces lo que te gusta y llevas la vida que quieres. Quizá lo peor fueron mis años de profesional, porque es un ciclismo muy duro, donde sufres, más con mi nivel, que iba todo el día en la cola. Entrenas mucho, te cuidas como el que más, pero no hubo manera. En 1996 me decidí por la BTT”. ROBERTO LEZAUN

IXIO BARANDIARAN PRESENCIANDO UNA CARRERA DE CICLOCROSS

Primero Jokin, luego Roberto. Sin esperarlo, Ixio se había metido en un mundo relativamente nuevo a dos profesionales de la carretera, con años, experiencia y muchos conocimientos que repartieron entre sus compañeros de equipo. “Roberto fue un buen maestro para muchos. Cuando yo entré en la BTT lo hice un poco a mi aire, improvisando, pero tanto Roberto como Jokin enseñaron a muchos la importancia de la disciplina en la vida del de-

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LOS PRIMEROS JUEGOS OLÍMPICOS DE LA HISTORIA

EL REFERENTE DEL BTT NACIONAL

LA INTERNACIONALIZACIÓN

Roberto tuvo una buena adaptación a la nueva modalidad: “El paso a la BTT no me supuso un gran problema, aunque al principio siempre tenía incertidumbre de cómo me iba a ir. Incluso siendo ciclista de carretera salía a veces en BTT en periodos de menos competición. En las salidas de la Vuelta a España del 95 me puse pesado con José Kruz, el hermano de Jokin, para que me ayudara a encontrar algo”.

Orbea era el referente del BTT nacional, copando las dos plazas olímpicas en hombres. Además Jokin fue subcampeón de España en 1996 y Roberto campeón en las dos siguientes ediciones. El proyecto estaba en marcha. En 1997 el Orbea Racing Team tenía once ciclistas, de ellos dos belgas, cinco franceses y cuatro españoles. La caravana del equipo se hizo habitual en los mejores circuitos. Se veía en la Hexagonal –lo que viene a ser el Tour de Francia de BTT–, las Copas del Mundo, las pruebas nacionales... A los buenos resultados contribuyó la unión del grupo.

La familia que fue el Orbea Racing Team en sus primeros cuatro años siguió creciendo paulatinamente. En 1997 aterrizó Janet Puiggrós, en 2001 Iñaki Lejarreta y la temporada siguiente la doble campeona del mundo Margarita Fullana, una de esas competidoras que dejan huella por donde pasa. “Fue una persona muy especial, muy buena deportista”, describe Ixio.

E insistiendo, Roberto logró su propósito: “José Kruz y yo nos conocíamos de cuando coincidí con él en el Euskadi. Ese año fue el primero de la Vuelta en septiembre y veía que yo en pros no pintaba nada. La BTT me gustaba y creía que tenía margen para hacer cosas. José Kruz me ayudó a entrar en el Orbea. El primer año me costó coger el ritmo, pero ya pude estar en los Juegos. En 1999 y 2000 fui campeón del mundo en Team Relay”. El año 1996 Atlanta acogía los Juegos Olímpicos que incluyeron por primera vez la carrera de BTT en su programa. La BTT miraba de igual a igual a sus dos compañeras de viaje, la carretera –que ese año también se abrió a ciclistas profesionales por primera vez– y la pista. Miguel Martínez y Paola Pezzo fueron los campeones de tan singular cita. En la selección española los dos representantes fueron los bikers del Orbea. Ambos tuvieron sensaciones encontradas, la emoción de estar en una Olimpiada derivó en una discreta decepción por los resultados deportivos. “Fue una bonita experiencia en general, aunque en lo deportivo no lo fue tanto, porque me retiré a mitad de carrera y me quedé escondido por el recorrido medio llorando por la decepción. Sin embargo la experiencia fue preciosa: coincidir con Jokin en unos Juegos Olímpicos, el momento de la ceremonia inaugural...”, rememora Roberto. “Para mí lo mismo, en la experiencia deportiva ni fu ni fa. Quedé más o menos el veinte, pero llevamos el recuerdo de coincidir con otros atletas en la villa olímpica. Recuerdo que iban dos chicas en BTT y vimos la mentalidad que tenían. Nosotros veníamos de profesionales de la carretera, de entrenar en serio, de cuidar el material... Ellas iban un poco más a lo ligero, también porque era un deporte incipiente. Esa sensación nos chocaba bastante”, completa Jokin.

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Roberto recuerda que “en los seis años que pasé en BTT estuve de maravilla en el equipo. Convivíamos mucho. Con Jokin estuve un año, mientras que Andoni y yo entramos y salimos juntos del equipo. Para mí fue una gran experiencia. Íbamos juntos a todos los lados. Ixio conducía, pero no había problema en echarle una mano en todo. Éramos un grupo de amigos, aunque en nuestra condición de profesionales, sabíamos qué debíamos hacer en cada momento. Ixio poco nos tenía que decir. Fueron unos años muy buenos”. Andoni añade que “el ambiente era realmente increíble, funcionábamos como un equipo más humilde. Íbamos muchas veces las vísperas de la carrera, veíamos el circuito casi al anochecer, pero eso no pesaba por el ambiente. Llegábamos al punto donde habíamos quedado, era verles y parecíamos niños pequeños”. No obstante, siempre hubo profesionalidad, había en juego dinero de la cooperativa y no era cuestión de frivolizar. “Siempre fuimos muy serios en la preparación, sobre todo en su época, porque yo alternaba mi trabajo con la competición –prosigue Jokin–. El buen ambiente entre compañeros facilitó mucho las cosas. Si ganaba un compañero era como si ganara uno mismo”. Serio pero emotivo, Andoni Olaberría describe un día que fue perfecto ejemplo de la camarería que presidía aquel grupo: “Después de dos años tan malos que tuve, hubo un día en 1997 que volví a ganar una carrera del Coronas. Aquello fue como si empezara un segundo capítulo. También recuerdo el día que ganó Igor en Galicia. Era un compañero que prometía pero nunca acababa de rematar. Cuando llegué por detrás, no recuerdo si segundo o tercero, le cogí y le abracé como una exhalación”. Para Ixio “Andoni siempre ha sido esa gran persona que en esos momentos me ayudó mucho, significó un gran apoyo. Como ciclista fue sorprendente, porque cuando tenía el día era intratable. Hubo días en los que en la salida me decía que no lo veía claro, y yo sabía que ese iba a ser su día”.

Al tiempo se abrió la senda a estrellas internacionales. Abrió el camino Cédric Ravanel, un francés de la legendaria localidad de Sallanches, que tomó parte en numerosas competiciones internacionales siendo habitual en la vanguardia de las mejores carreras. Los intereses de Orbea en el país galo se consolidaban con él: “Fue una buena persona, de hecho sigo teniendo buena relación con él. Siempre nos echó una mano cuando lo necesitamos en el mercado francés. Fue discreto y bueno”. Le siguieron otros nombres y destacó la aportación de un biker llamado Marek Galinski, ocho veces campeón de Polonia y cuatro veces olímpico, un ciclista que tuvo un final precipitado: falleció en un accidente de coche en 2014. Ixio recuerda que “fue muy bueno. Con él me vale la misma explicación que con Jokin y Roberto Lezaun, fue anteriormente profesional de carretera y venía con la lección aprendida. Él solo se dedicaba a correr y enseñar al resto”. Los fichajes foráneos incluyeron un nombre que con el tiempo haría el camino inverso a Jokin, Leazun y Galinski. Fue Jean-Christophe Péraud, y su aportación llegó en el mismo momento que un ciclista que eclipsó todo lo que le rodeaba, Julien Absalon. Péraud formó parte del mejor Orbea Racing Team, junto al prometedor andaluz Rubén Ruzafa. Para Ixio, Péraud fue “muy bueno, a nivel deportivo quizá eclipsado por Julien Absalon en BTT, a pesar de su gran calidad. Es una excelente persona y me alegro mucho de ver hasta dónde llegó”. Péraud despierta unanimidad en el aprecio que demuestra la gente por sus gestas cargadas de trabajo ímprobo y extenuante. “Cuando Péraud acaba la carrera puedes tener la seguridad de que no le queda nada en el cuerpo. Lo ha dado todo”, recalca Joseba Arizaga. “Es un sufridor nato”, remata Ruzafa, compañero esos años. En el Tour de 2014 Péraud fue segundo, culminando una progresión en la que nunca una temporada fue peor que la anterior.

EQUIPO ORBEA

— Abrió el camino Cédric Ravanel, un francés de la legendaria localidad de Sallanches, que tomó parte en numerosas competiciones internacionales siendo habitual en la vanguardia de las mejores carreras.

EQUIPO ORBEA CON JULIEN ABASALON

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JULIEN ABSALON, EL MEJOR BIKER DE LA HISTORIA

EL ORO OLÍMPICO DE ABSALON

Asumido el éxito por su cuadro de carbono, la marca viró su mirada hacia el producto de BTT. Había que intentar darle un giro al producto de montaña y se pensó a lo grande. “Hasta la fecha Orbea era percibida como la fábrica de bicicletas de carretera que además hacía buenas máquinas de montaña, a pesar de que en esa época llevábamos un equipo de BTT que había visto pasar a Margarita Fullana, Roberto Lezaun... En 2007 decidimos cambiar de marcha y hasta que no fuimos a por el campeón Julien Absalon, no se produjo ese salto de calidad en la marca”, tercia Joseba Arizaga, product manager de Orbea en carretera, pero gran valedor de la adquisición del mejor biker del mundo por parte de la cooperativa. “Entonces pasamos a ser referencia en BTT subiendo cuatro peldaños de golpe al ganar mundiales y olimpiada. Orbea con conocimiento tecnológico, con grandes prestaciones. Ese mensaje quisimos mandar y lo logramos. Además incorporamos mucha gente en el área técnica e ingenieros”, resume el técnico. “Toda la labor la realizó Joseba, que en mi opinión hizo un gran trabajo porque se trajo al mejor biker de todos los tiempos”, completa Ixio. “Absalon y yo nos conocíamos desde hacía tiempo. Julien es muy listo y nos vio crecer. Yo vi su primer mundial cuando corría en juveniles y supe que tenía mucho talento. Hemos crecido juntos y se dio cuenta de que en ningún otro sitio iba a estar como aquí”, resume Joseba Arizaga, responsable de marketing de Orbea en el momento de la contratación del francés. Para Arizaga “existía un objetivo, que era mejorar la imagen de Orbea en el mundo del BTT y que eso nos llevara a más ventas. En ese plan desde marketing debíamos conseguir la visibilidad que no habíamos tenido para cambiar el posicionamiento de la marca. Orbea ya estaba en la BTT pero nos faltaba ese paso adelante, sobre todo a nivel internacional. Surgió la oportunidad de fichar a Julien, empezamos a hablar con él, hubo un buen entendimiento entre todos”. En las negociaciones el francés “demostró interés y a través de un cliente de los Vosgos, donde él vive, lo conseguimos. Él es un ciclista muy exigente porque ya venía de ganar olimpiadas y mundiales. Era el número uno indiscutible. Al margen de la visibilidad, su exigencia nos daría mejoras en el producto. Él vio en nosotros un espacio que anteriormente no tenía, un grupo de personas y un ambiente muy familiar frente a un ambiente más frío enfocado hacia la consecución de resultados”. Visibilidad y mejora de la bicicleta, dos cuestiones que vinculaban íntimamente la competición con el producto. “Julien Absalon: el nombre lo dice todo. Le ha dado el máximo nombre a Orbea. A nosotros nos faltaba un ciclista de nivel mundial para apuntalar el proyecto y pudimos tener al mejor del mundo”, remarca Ixio.

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Absalon llegó a Orbea “en plena madurez física”, como él mismo se describió los días de su estreno con Orbea. Tenía 26 años, era el año 2007. Habían pasado tres temporadas desde su proclamación como campeón olímpico en Atenas. El francés de los Vosgos, una fría y montañosa región al noreste del hexágono, empezó tarde en el BTT, pero supo rápido que le gustaría. Su primera gran logro fue ser campeón del mundo juvenil, a este le sumaría dos títulos mundiales sub 23.

— “Julien Absalon: el nombre lo dice todo. Le ha dado el máximo nombre a Orbea. A nosotros nos faltaba un ciclista de nivel mundial para apuntalar el proyecto y pudimos tener al mejor del mundo”.

El biker fichó por Orbea siendo campeón del mundo. Había renovado anualmente esa condición desde el título olímpico de Atenas 2004. En 2007, con la publicidad de la cooperativa, lo volvió a ser en Fort William, Escocia. Su primer objetivo, ser campeón del mundo durante todo el ciclo olímpico, estaba cumplido. Sin embargo el estadio de los Juegos era su motor para seguir en lo más alto. “Atenas fue el mejor día de mi trayectoria deportiva, los juegos son la principal motivación que un deportista como yo puede tener”, admitió a un año vista de los Juegos de Pequín.

segundo fue el súmmun. El momento en que gana Julien y Jean-Christophe llega segundo es indescriptible. Los habíamos fichado para que Orbea se situara como una referencia en la BTT y el día aquel lo conseguimos. Ninguna marca pudo decir que ganó esa olimpiada como lo puede decir Orbea ante todo tipo de marcas”, concluye Arizaga.

Y llegó la cita china, justo al final de aquellos juegos se corría la carrera de BTT. Orbea llegaba a la misma con la victoria de Samuel Sánchez en la prueba de carretera. Sin embargo, que Absalon ganara era la apuesta casi segura, lo del asturiano fue menos previsible. Por ello, y a pesar de cruzar la meta de la gran muralla como la bicicleta más veloz, la prueba de fuego seguía estando en la carrera de BTT. “La olimpiada de Pequín fue muy intensa. Fueron días muy bonitos a los que acudíamos con un competidor que sabíamos que si nada fallaba iba a ganar, como así fue. Julien era un profesional que además te dejaba hacer y con él todo resultaba más fácil. Absalon le ha dado a Orbea el caché que le faltaba. Nacimos como un equipo familiar, nos hicimos internacionales y con su llegada pasamos a ser el mejor del mundo”, recuerda Ixio. “Aquello fue estrepitoso e inolvidable. Ir a una olimpiada y ver que un corredor tuyo gana el oro fue indescriptible. Cuando fichamos a Absalon sabíamos que no íbamos a probar, sabíamos que íbamos a ganar”, recuerda Arizaga, quien añade que “estuvimos con Absalon, con Jean-Christophe Péraud, que además ganó la plata, Iñaki Lejarreta, las chicas del equipo americano... un montón de corredores. Con Julien sabíamos que optábamos a lo máximo”.

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El doblete francés fue sobre una Orbea. Absalon ganó la medalla de oro y casi dos minutos después Jean-Christophe Péraud, “un ciclista que nunca escatima un gramo de energía”, especifica Arizaga, se colgaba la medalla de plata. En octava posición, Iñaki Lejarreta era diploma olímpico. Balance redondo. Arizaga relata los momentos en torno al campeón: “En los días previos estuvimos pendientes del material, de que nada fallara. Con Julien estábamos a por lo más alto. Julien es persona muy accesible y humilde, sobre todo sufridor nato, nunca dejará dentro nada. Siempre va a dar un 300%”. Absalon tiene nítidos recuerdos de ese día: “La gente de Orbea estuvo conmigo en Pequín, fue muy bonito. Yo corría por la Federación Francesa, pero ellos tuvieron un grupo de personas preocupándose de cada detalle de la bicicleta. Joseba e Ixio estuvieron siempre ahí y es algo que no se puede olvidar”. “Había un nivel de tensión importante. El día de la carrera posiblemente acabáramos sufriendo más que él. Cuando se fue solo pensamos en que todo saliera bien, que no hubiera ningún incidente. Cuando vimos que Péraud iba

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IÑAKI LEJARRETA EN EL CORAZÓN

LAS NUEVAS APUESTAS DE RUBÉN RUZAFA

En los juegos pequineses, Iñaki Lejarreta logró la octava plaza y un meritorio diploma que, aunque eclipsado por el doblete de sus compañeros franceses en lo más alto del podio, gozó de gran valor, por ser un diploma tejido desde Euskadi, en el seno de una familia siempre apegada a la marca.

Rubén Ruzafa fue otro de los bikers que formaron parte del mejor Orbea de la historia. Nacido en 1984, el andaluz cosechó una importante cantidad de triunfos en BTT, destacando sus cuatro títulos nacionales, entre XC y maratón, y la contribución al oro del equipo español de relevos en el Mundial de Livigno de 2005, al margen de dos podios en la Copa del Mundo.

Iñaki tenía 24 años el día de Pequín. Hijo de Ismael y sobrino de Marino Lejarreta, fue uno de los cuatro integrantes del equipo Orbea. Fue una vez campeón del mundo de relevos junto a otros dos corredores que pasaron por la casa, Roberto Lezaun y Marga Fullana. Creció con buenos resultados en el europeo y logró varios triunfos a nivel doméstico, principalmente la Copa Catalana. Sin embargo, como el polaco Galinski, su final fue anticipado. Murió en accidente de tráfico a finales de 2012, atropellado mientras entrenaba por la zona de Iurreta.

Sin embargo llegó un punto de inflexión que tuvo que ver con su no selección para los Juegos Olímpicos de Pequín de 2008. “Llevaba varios años debatiéndome entre la BTT y el triatlón”, admitió entonces para pasar página y dedicarse profesionalmente al triatlón de montaña. Se la jugó a la carta de la polivalencia llevada al extremo físico para acabar siendo campeón del mundo de XTERRA en Hawái el mismo año 2008. El resultado “me hizo plantearme seriamente cambiar de deporte, pero el sueño de formar parte de la selección olímpica de BTT lo llevaba persiguiendo desde mis comienzos y ante lo cerca que estuve en 2008, quería intentarlo para 2012. Tras dos años difíciles, especialmente este último, en que perdí toda opción de ser olímpico por una infección tras la Copa del Mundo de Sudáfrica y sobreentrenamiento, ha llegado la oportunidad de mostrar hasta dónde puedo llegar en triatlón”, afirmó. Y así lo hizo, llegando a ser nuevamente campeón años después.

Para Joseba Arizaga “Iñaki es una persona que nunca vamos a olvidar. Ha compartido muchos años con nosotros, hemos trabajado mucho juntos, hemos contribuido a su sueño y diploma en la Olimpiada. Lo teníamos a diez minutos de aquí. Cuando se interrumpe de esa manera, te genera un vacío enorme y no puedes dejar de recordarlo. Es una persona querida”. “He vivido muchos años con él. No puedo decir que fue como un hijo pero hemos pasado mucho juntos. Tenía talento y apellido, me da pena por él, por su entorno. Pero la vida es así. Él me ha enseñado cosas y yo a él, y a día de hoy seguimos manteniendo la relación con su familia”, reseña Ixio. Y su tío, Marino, completa que “Iñaki ha estado toda a vida con Orbea. Solo le he conocido como ciclista Orbea. El último año no estaba al 100% enrolado en el equipo, pero sí tenía relación porque era su sponsor. Falleció hace unos años y quizá desde entonces tenemos incluso más relación con la marca, por toda la historia que significó mi sobrino”.

— Hijo de Ismael y sobrino de Marino Lejarreta, fue uno de los cuatro integrantes del equipo Orbea. Fue una vez campeón del mundo de relevos junto a otros dos corredores que pasaron por la casa, Roberto Lezaun y Marga Fullana.

— “Orbea es la marca que más ha apostado por mí, por mi formación como deportista y persona, junto a grandes deportistas como Absalon, Lejarreta y Péraud. Les estoy muy agradecido por darme esta oportunidad”.

IÑAKI LEJARRETA

Para Ruzafa, según contó a SoloBici, “Orbea es una gran marca de bicicletas, siempre apostando por la innovación. Actualmente es una de las mejores marcas del sector, y su secreto es el gran equipo de personas que la componen, desde las tiendas y los trabajadores de la fábrica, a los equipos que llevan sus productos. Orbea es la marca que más ha apostado por mí, por mi formación como deportista y persona, junto a grandes deportistas como Absalon, Lejarreta y Péraud. Les estoy muy agradecido por darme esta oportunidad. Iván Moya y Julián Brujeas me han enseñado a controlar todos los elementos de la bici y han hecho muchísimas aportaciones para que sea de los mejores. Estoy orgulloso de haber pertenecido al Orbea Racing Team y de haber estado en los años de mayor gloria del equipo”. Su mejor momento como biker fue el podio, segundo, en la Copa del Mundo de Schladming y el orgullo de ganar en la Coupe de France, en Val d’Isère, a sus dos ilustres compañeros, Julien Absalon y Jean-Christophe Péraud.

RUBÉN RUZAFA

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LA AVENTURA DEL LUNA PRO TEAM

La historia de Orbea en BTT ya había abierto un capítulo femenino con Marga Fullana como estandarte, pero la apuesta se dobló. La mujer, como en la historia de la fábrica Orbea, volvió a ser parte de la otra fábrica de la marca, la de atletas, mediante la colaboración estrecha con el Luna Pro Team, una escuadra de origen anglosajón que se precia de ser la más veterana en su género, con la trayectoria más exitosa y una excelente labor en la divulgación del deporte femenino en todas las vertientes y niveles. El Luna Pro Team se considera uno de los equipos más laureados de la historia del BTT femenino, hecho que tiene su mérito, pues se equilibra con los fines solidarios que mueven el proyecto. La colaboración de Orbea con el grupo que viste de blanco y azul ha tenido su mejor momento en la incorporación de una deportista que es una celebridad en Canadá, Catharine Pendrel, una pequeña gran mujer de 165 centímetros por 50 kilogramos, que en 2008 entró en el equipo y aquí permaneció durante mucho tiempo. Pendrel dio a la Orbea Alma la segunda vida de que disfrutó Julien Absalon en la primera, ganando grandes carreras desde su entrada en el circuito. Ya en su primer año estuvo cerca de ser podio en los Juegos Olímpicos pequineses de 2008, la que habría sido cuarta medalla de la marca en China. Pendrel se quedó a nueve segundos del bronce y aquel mismo año sumó la primera de una serie de diez victorias en mangas de la Copa del Mundo. La popularidad de la biker de la antigua colonia británica de Nueva Escocia fue tal que en Londres tuvo el honor de llevar la bandera canadiense durante la ceremonia inaugural, un acto que tuvo gran sabor ciclista, pues un pistard como Chris Hoy elevó el estandarte del anfitrión y Brad Wiggins, reciente ganador de aquel Tour, tuvo un papel destacado. En Londres, por eso, a la canadiense la suerte no le sonrió en exceso, siendo novena. Pendrel, sin embargo, se hizo grande con dos títulos mundiales, el primero en Suiza en 2011 y el siguiente en la cita noruega de 2014. Su importancia en el mundo anglosajón se completa con el oro en la carrera de BTT de los Juegos de la Commonwealth de 2014. La canadiense pasó a la historia por ser la primera mujer en ganar el maillot arco iris con una doble suspensión, lo hizo gracias al desarrollo de Orbea y el equipo que dieron con la Oiz ganadora en 2014.

LUNA PRO TEAM

CATHERINE PENDREL, CAMPEONA DE MUNDO

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LA SIMBIOSIS CON LA FUNDACIÓN EUSKADI

“En un viaje al Tour de Francia, creo que en una cafetería de Lourdes, acompañado del presidente de la Diputación de Vizcaya, José Alberto Pradera, y un par de amigos, empezamos a hablar de la situación del ciclismo vasco. Estábamos delante de todos los buses de los equipos. Estaba ahí el de Pedro Delgado, creo recordar. Lamentábamos que muchos ciclistas vascos no pudieran competir a pesar de su nivel porque no había forma de salir adelante. Vimos que necesitábamos un equipo vasco para darles salida. Yo trabajaba en la diputación y nos cogimos confianza con el presidente. Hicimos varias reuniones en el despacho de Pradera y de ahí pensamos que la mejor manera era crear una fundación y sacar adelante el equipo profesional. Yo no estaba en ningún momento para ser presidente del proyecto. En ese tiempo trabajé con Juan Carlos Urrutxurtu, que era el jefe de prensa y secretario del presidente y murió joven”. Las palabras de Miguel Madariaga, presidente de la Fundación Euskadi, hacen referencia a los primeros esbozos de lo que a partir del 17 de junio de 1993 sería una fundación cultural y social de carácter privado y duración ilimitada. Era la Fundación Euskadi, instalada en el antiguo seminario de Derio, cerca del aeropuerto bilbaíno, y nacía con la idea de otorgar prioridad a la creación de un equipo ciclista profesional, formado por deportistas que hayan nacido en los “Territorios Históricos de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra o que se hayan formado en las canteras de los referidos territorios, que participe en las pruebas estatales e internacionales de mayor prestigio mundial, difundiendo el deporte vasco en el mundo entero, así como la posibilidad de crear un fondo social que dé cobertura y amparo económico a los miembros del equipo ciclista de acuerdo con el reglamento que se establezca a tal efecto”. “La fundación salió paralela con la del Athletic. Para conseguir los 4.500 socios, ahora tenemos unos 1.600 porque se van dando de baja, hicimos unos estatutos que explicaban que los corredores tenían que haber nacido o haberse hecho en Euskadi. Los socios de alguna forma tenían que ver que éramos la salida para el ciclismo vasco. Así llevamos 22 años, de ellos los últimos tres en solitario desde que nos apartaron del Euskaltel, haciendo una estructura propia al margen nuestro”, dibuja Miguel Madariaga. La Fundación además estructuró un aula pedagógica con una media anual de 2.500 niños pasando por sus manos, la fiesta de la bicicleta y una escuela de BTT en Txorierri.

CICLISTAS DE LA FUNDACIÓN EUSKADI

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UN EQUIPO DIFERENTE

Los inicios de la andadura de Madariaga en el ciclismo vienen de lejos en el tiempo. “Mi mayor experiencia se ha centrado en formar equipos. En los setenta tuve el primero, un equipo juvenil en Mungia. Estuve en el equipo de auxiliares del Teka, también llevé los aficionados del Teka y del Super Ser. Fui creciendo y en el mundillo completé mi formación en temas como alimentación. En los noventa vi que hacía falta algo en el ciclismo vasco y nos pusimos a trabajar en ello. Desde siempre he trabajado por el ciclismo, generando una experiencia inusitada que un día me valió para meterme en el ciclismo profesional”. En 1987 fundó una escuadra amateur con el nombre de Beyena, empresa vizcaína de leche. Con el tiempo pasó a llamarse AVSA, una compañía aseguradora, y al final Café Fortaleza, en un tiempo en que el equipo de Madariaga ya montaba Orbea. En ese ciclo dos corredores destacaron: Roberto Laiseka y Abraham Olano. Ambos acabaron de formarse en el AVSA antes de dar el salto al profesionalismo, en el caso de Laiseka siempre vinculado al propio Madariaga.

Con la Fundación Euskadi “ayudó mucho el propio formato del equipo, en cuanto que no era al uso, y sí un equipo sostenido por socios privados. Se llenaron muchas páginas de revistas, de diarios, y Orbea estaba ahí, como parte clave de todo ese proceso. En esa época, de alguna manera, nosotros estábamos iniciando una estrategia de producto, mercado y marca, que empujábamos a la vez porque además se alimentaban unos a otros”, explica Jon Fernández, gerente de Orbea y testigo muy directo de la relación de la marca con la fundación. “Orbea ha crecido por Euskaltel e incluso diría que ha sido la marca que más ha apostado por el proyecto, incluso más que las instituciones. Cuando el equipo se estaba apagando y parecía que no iba a seguir, como así fue, Orbea quiso continuar con el proyecto, pero no resultaba viable. Ha creído en el proyecto por su valor de marca, porque se identifica con la tierra, con Euskadi, y eso es un valor añadido, y porque el equipo era diferente. No era un equipo al uso. La Fundación Euskadi transmitía una serie de valores que seguro está intentando encontrar a través de Cofidis”, suscribe Igor González de Galdeano, que fue primero ciclista en el Euskadi que mutaba a Euskaltel y luego mánager del Euskaltel hasta 2013. “Recuerdo un estudio del Gobierno Vasco en San Diego sobre la palabra Euskadi y su conocimiento –prosigue el técnico y exciclista alavés–. Un porcentaje enorme conocía esa denominación gracias al equipo. Muchos no eran capaces de saber dónde estaba Euskadi, pero sí sabían que había un equipo con ese nombre. Incluso pensaban que Euskaltel, al ser algo tan local, era algo similar a una escudería. En los últimos años teníamos mucha presencia de Euskadi en el maillot y los aficionados de medio mundo sabían de la idiosincrasia e ideología del equipo. En ese barco íbamos todos, Orbea entre otros”.

“Tengo que darle muchas gracias a Orbea porque si no es por ellos, el proyecto hubiera muerto a los dos años de nacer porque había muchos problemas a nuestro alrededor: una especie de jungla, muy duro. Jon nos aconsejó siempre muy bien. Dar el paso del segundo al tercer año costó mucho, hablo del año 96. Si no encontrábamos un sponsor íbamos a tener graves problemas”, recuerda Madariaga.

— “Orbea ha crecido por Euskaltel e incluso diría que ha sido la marca que más ha apostado por el proyecto, incluso más que las instituciones. Cuando el equipo se estaba apagando y parecía que no iba a seguir, como así fue, Orbea quiso continuar con el proyecto, pero no resultaba viable”.

“En 1993 empezamos el trabajo de la Fundación y al año siguiente ya estábamos en las carreteras. Con el inicio de la fundación empezó nuestra relación fuerte con Orbea. De ellos ya teníamos buen conocimiento de su producto, incluso ya habían tenido un equipo en profesionales años antes. Estaban muy bien equipados. Al sacar el equipo teníamos necesidad de sacar material”, rememora Madariaga. “Contacté con Jon Fernández, quien manejó todo para que saliera adelante la colaboración –aclara Miguel–. Necesitábamos a Orbea porque estaba al lado de casa y ya era una gran empresa. Con Jon y el presidente de la diputación acordamos que Orbea nos iba a ayudar con el material y nosotros a Orbea en su proyección”.

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DIECISIETE CICLISTAS PARA UN SUEÑO HECHO REALIDAD

LA MANO SALVADORA DE EUSKALTEL

Tras un buzoneo de 25.000 cartas a particulares y empresas, se reunió el presupuesto para que el equipo profesional de Euskadi fuera una realidad en 1994. Con una plantilla de 17 deportistas donde se mezclaba la experiencia de ciclistas como Peio Ruiz Cabestany y Javier Murguialday, ambos ganadores de etapa en el Tour de Francia, con una buena pléyade de jóvenes como el burgalés Íñigo Cuesta, César Solaun, Roberto Laiseka y Aitor Osa, echó a rodar el proyecto. Domingo Perurena, Txomin, fue el director del nuevo equipo, que vestía los colores de la ikurriña, con centro blanco, hombros verdes y laterales rojos. Aunque la victoria no fue fácil, pasaron varias carreras en la que los nuevos nombres del equipo empezaron a tomar la medida de la competición con sus Zeus rojas, la marca de Orbea para la gama alta. Entre Andalucía, Murcia, Setmana y Aragón quedó clara la punta de velocidad de Javier Palacín, el ciclista que más cerca anduvo de una victoria, que llegó en el escenario más deseado, en la Vuelta al País Vasco, cuando Agustín Sagasti logró en Loiola el primer triunfo de la historia de la nueva estructura. Poco después el Euskadi debutaba en una gran vuelta, en la última Vuelta a España celebrada en abril, con un equipo formado por Peio Ruiz Cabestany –dos años antes había sido líder de la carrera–, Juan Carlos González Salvador, Rubén Gorospe, Juan Tomás Martínez, Javier Murguialday, Agustín Sagasti, Íñigo Cuesta, Roberto Laiseka, Javier Palacín y César Solaun. El veloz González Salvador consiguió la segunda plaza en la meta de Valencia, a mitad de carrera más o menos. El sprinter del equipo fue batido por el mítico Jean Paul Van Poppel. En un rincón de la llegada valenciana, en medio de unos pocos, González Salvador expresaba su impotencia por la derrota sufrida. Recordaba entre sollozos que “nuestro equipo no se sostiene por un sponsor que invierte un dinero y espera amortizarlo sobradamente dando a conocer su producto. Se trata, en cambio, de un microcosmos de sponsors que sostienen económicamente un equipo ciclista para que represente a su casa, a su tierra, a su país. Hay un gran empeño emotivo de un pueblo detrás de sus victorias o sus derrotas”. Esa carrera fue dura por la falta de opciones de hacer algo notorio. Peio Ruiz Cabestany fue el 29º en Madrid, a casi una hora de Tony Rominger. “Cuando fuimos a la Vuelta por primera vez hubo apuestas para ver en qué etapa nos retirábamos todos. Fue complicado, pero a mí me dio la opción de ganarme la vida en esto, porque estaba en un momento en que si esa oportunidad no me hubiera llegado posiblemente no habría seguido siendo ciclista”, rememora Roberto Laiseka.

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Porque si hubo alguien que vivió el 100% de su trayectoria en el entorno de Miguel Madariaga y la Fundación Euskadi, ese fue Roberto Laiseka. El vizcaíno pasó por AVSA y Fortaleza antes de ser pro en el nuevo equipo Euskadi, una oferta oportuna, pues si de aquella Laiseka no recibía propuesta de ser profesional podría haber colgado la bicicleta, porque los años pasaban y él ya tenía 24 primaveras, la frontera decisiva para un ciclista si no es aún profesional. “Recuerdo aquel primer equipo, recuerdo a Cabestany, Murguialday, el Volcán de Barakaldo, Rubén Gorospe, con gente joven como Cuesta, Heredia, el difundo Sagasti, Lazpiur y yo mismo. Creo que Usabiaga no llegó ni a salir en la foto. Aquello fue una aventura. Ir a las carreras era tremendo”, cuenta el exciclista.

— Tras un buzoneo de 25.000 cartas a particulares y empresas, se reunió el presupuesto para que el equipo profesional de Euskadi fuera una realidad en 1994.

El equipo siguió rodando pero los problemas que describió Madariaga empezaron a afectar al día a día del conjunto. El segundo año las cosas se complicaron mucho en lo económico, sobre todo cuando el gran valedor del proyecto, José Alberto Pradera, salió de la presidencia de la diputación vizcaína. Las deudas no eran pocas y Madariaga se vio en una situación muy complicada, tanto que su patrimonio personal estuvo amenazado. “Recuerdo que en el 95 me embargaron el piso. No entraba el dinero y los corredores exigían. Realmente lo pasamos mal, pero nos apoyaron mucho”, afirma Madariaga. “El sueño nació con la idea de que fuera un proyecto enteramente vasco, pero con muchas dificultades. Nadie creía en ello pero Miguel Madariaga fue cabezón y logró que todo aquello viviera más de veinte años. Recuerdo que pasamos meses sin cobrar, tanto ciclistas como auxiliares. Miguel llegó a poner su patrimonio en juego. Hay que reconocerle que no lo tuvo nada fácil”, afirma Igor González de Galdeano, en aquellas fechas ciclista del Euskadi antes de partir al Seguros Vitalicio. La Diputación de Vizcaya ayudó a la solvencia momentánea y las marcas vascas que estaban en el tren no desistieron en su apoyo. Etxeondo, Astore, Insalus y Orbea remaron también para hacer más llevadera una situación que no tuvo visos de solucionarse hasta 1997.

El capital que la telefónica invirtió en el equipo fue lo suficientemente abundante como para que el maillot variara de forma sustancial. En un principio fue con tonos azules y el número 050 estampado; a la larga vendría el naranja. Porque la intención de Ibarretxe al intermediar en la entrada de Euskaltel estaba clara: “Ibarretxe estaba obsesionado en que un equipo vasco llegara a los Campos Elíseos. Yo luché mucho por estar en el Tour –admite Madariaga–. Tocando diversas teclas sabía que tenía que llegar a Jean-Marie Leblanc, acompañado por Ramón Mendiburu en función de traductor. Paco Rodrigo me acompañó en esa empresa. Me dijo que era posible que Euskaltel estuviera en el Tour porque a él le interesaba tenernos en los Pirineos. Al final se pudo lograr”.

— La Fundación Euskadi siempre ha tenido lo mejor que hay en el mercado. Lo hemos visto en los doce Tours en que he estado, en los nueve Giros y en las catorce Vueltas a España.

“Hemos de admitir que si Orbea no hubiese contribuido al 100%, las cosas no habrían sido como han sido –prosigue Madariaga–. Todo ha sido entre Jon y yo. Hemos conectado perfectamente. La Fundación Euskadi siempre ha tenido lo mejor que hay en el mercado. Lo hemos visto en los doce Tours en que he estado, en los nueve Giros y en las catorce Vueltas a España”. En lo deportivo fueron años muy complicados también por las situaciones que Madariaga ya describió. Íñigo Cuesta, César Solaun y Álvaro González de Galdeano fueron la punta de lanza. “El año crítico del equipo fue 1997 –relata Laiseka–. Pensábamos que se cerraba la ventana en septiembre cuando se dijo que no había patrocinio, pero llegó Euskaltel con el 050. Fuimos de menos a más y ya vemos hasta dónde se llegó en 2005 y 2006, cuando se tocó techo y se mantuvo el nivel”. Así fue, a mitad de la temporada 1997 la empresa telefónica vasca, Euskaltel, entraba a patrocinar el equipo. “El apoyo de Euskaltel llegó por mediación de Juan José Ibarretxe, exciclista y gran aficionado. Con ellos empezamos a ver la luz, aunque Orbea siempre estuvo en ese proceso. Desde ese punto fuimos creciendo y creciendo hasta ser lo que fuimos”, se emociona Madariaga con el recuerdo.

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LA MAREJADA QUE FUE MAREA

LLEGADA Y TRIUNFO EN EL TOUR DE FRANCIA

Y naranja fue la marea que tomaría en los años venideros los Pirineos, cuando el Tour aterrizaba en un entorno tan cercano en el sentimiento y geográficamente con Euskadi. “Este fue un proyecto 100% vasco, en todos los niveles. Orbea, Etxeondo y Astore, las tres fueron marcas vascas que apoyaron el proyecto. Le sumamos vehículos de Irizar y el color naranja tomó los Pirineos porque cedimos a Euskaltel ese privilegio. Pudo ser el blanco o el verde de la fundación, pero fue naranja”, admite Madariaga.

En 1998 entró Julián Gorospe en la dirección de un equipo que presentaba nuevos y prometedores nombres: Joseba Beloki, Ángel Castresana, Bingen Fernández, los hermanos González de Galdeano, Alberto Martínez, Alberto López de Munain y Haimar Zubeldia.

Igor González de Galdeano recuerda que “lo de la marea naranja salió gracias al equipo. El ciclismo necesita ilusión pero también resultados y Euskaltel era capaz de generarlos. Si no tienes un equipo de éxito es más complicado todo. El aficionado quería a su equipo en las mejores carreras. El equipo daba la talla a nivel de pelea, siempre visible, y a nivel de resultados, con pocas pero buenas victorias”. “Las camisetas naranjas fueron un acierto increíble porque se veían desde pie de puerto por toda la carretera. Mi victoria fue en los Alpes, pero lo de los Pirineos era una locura. Recuerdo la etapa de Saint Lary que Pereiro perdió con Hincapie en la que a veces era complicado pasar por el pasillo. La marea naranja era una locura y llamaba la atención”, incide Iban Mayo, quien corrió cinco Tours con el Euskaltel. Egoi Martínez tiene grabada una imagen, un día, de la marea naranja. Fue en el Tour de 2004, en La Mongie. Por delante Ivan Basso y Lance Armstrong corrían por la etapa y la general; a su paso dejaban un hilo por donde pasaba el resto de contendientes. Ese surco estrecho estaba emparedado por filas de aficionados de tres, cuatro y cinco en fondo ataviados de naranja: “Era mi primer Tour y era mi primera etapa de montaña. Fue en La Mongie. Esperaba a ver qué pasaba y subí con la piel de gallina. Me impactó mucho. Todos los años fueron una confirmación y nunca defraudaban”. Laiseka pone un punto de comparación: “En el Tour siempre ha habido mucho aficionado vasco. En Superbagnères vi a Hinault y en Luz Ardiden a Induráin. Lo único que cambió fue que esta gente iba vestida de naranja. De hecho en el Tour la cantidad de aficionados siempre abruma. En 2001 tuve un encontronazo con un espectador por la cantidad de gente que había y me descolgué. Por suerte se quedó Casagrande y gracias a su equipo pude volver al grupo”.

Sin embargo el ciclista más fiable era, año tras año, Roberto Laiseka. El de Gernika logró en 1999 la primera etapa del Euskaltel en la Vuelta a España. Fue casi al final de la carrera, en el durísimo alto de Abantos. Al año siguiente el sobrio ciclista vizcaíno repitió en Andorra, al final de la undécima etapa, exactamente en el alto de Ordino. Laiseka no solo coleccionaba cumbres, también buenas generales, pues aquel año fue sexto al final. “Es justo reconocer que la primera victoria, no debemos olvidarlo, fue la de Sagasti en la Vuelta al País Vasco. La mía en Abantos fue la primera en una grande y sirvió para recompensar el esfuerzo de todos. Veíamos cómo corredores buenos se iban, tipo Íñigo Cuesta, que hasta hacía bien poco había estado ahí. Estuvimos persiguiéndola desde 1994, pero la victoria de Sagasti fue muy recordada, además de ser la primera fue en casa”, concluye Laiseka. “Cuando pasamos a profesionales el corredor que más nombre le dio a la Fundación fue Roberto Laiseka. También hay que reconocerle valor a Iban Mayo y a la larga a Samuel Sánchez, quien ha sido un corredor, aparte de ser un gran ciclista, muy inteligente, que a pesar de todo ha salido siempre adelante. Samuel mucho antes de haber logrado lo que acabaría logrando ya le había dado mucho al ciclismo vasco y a la Fundación. No quiero olvidarme de la gran contribución de Haimar Zubeldia”, dice a modo de homenaje Madariaga. Pero el premio gordo habría de venir, y sería además en los Pirineos, en Luz Ardiden22. En una etapa dominical, con las cunetas teñidas de naranja y el fervor emanando del suelo al cielo y confundiéndose con el calor reinante, se produjo el primer triunfo del Euskaltel en el Tour de Francia. Con la general debatiéndose entre Lance Armstrong y Jan Ullrich, con el exciclista de Euskaltel Joseba Beloki atando su segundo podio consecutivo en la mejor carrera del mundo, Roberto Laiseka aprovechó para atacar desde la base del puerto. La alegría de Laiseka en Luz Ardiden fue mayor porque “hubo una etapa, la que ganó Cárdenas, en la que pensé que se había ido a opción al llegar segundo. Antes de Luz Ardiden pasé una jornada malísima de calambres en la que no pensé nunca llegar, si no llega a ser por Unai Extebarria y los aficionados no lo consigo. Si hubiera sido en los Alpes me habría retirado. Recuerdo que

dije que tenía las piernas como mantequilla y fatal. Se lo comenté a López de Munain y a Unai, pero me empujaron a seguir”. Porque desde el coche había una ambición mal disimulada por ganar la etapa. Gorospe mandó tirar a los del pelotón. “Había unos quince escapados y Julián Gorospe puso el equipo a tirar –refresca Laiseka–. Yo me pregunté por qué debíamos tirar de esa manera, si no teníamos nadie para tirar. Pasamos Aspin y Tourmalet, donde intenté escaparme sin suerte. Ya en Luz Ardiden arranqué a unos diez kilómetros, fui rebasando escapados hasta que adelanté a Belli, que hizo segundo. A falta de tres para meta veía que ganaba en medio de la marabunta de gente vestida de naranja, fue increíble y especial”. El Euskaltel debutó aquel año en el Tour y se hizo con su primera etapa. Además un cortejo de seguidores sembró la ruta por los Pirineos. Las demandas de Leblanc a Madariaga para darle luz verde al equipo se cumplieron con creces. Los ciclistas que estuvieron en el primer nueve de los naranjas en la Grande Boucle fueron David Etxebarria, Ángel Castresana, Íñigo Chaurreau, duodécimo en la general final, Txema del Olmo, Unai Etxebarria, Iker Flores, Roberto Laiseka, Alberto López de Munain y Haimar Zubeldia, quien llevaba un par de años de impresión a pesar de su evidente juventud, ganando la Bicicleta Vasca y dando muestras de clase en el Dauphiné.

“MAREA NARANJA” EN LAS CUNETAS DEL TOUR

— Pero el premio gordo habría de venir, y sería además en los Pirineos, en Luz Ardiden. En una etapa dominical, con las cunetas teñidas de naranja y el fervor emanando del suelo al cielo y confundiéndose con el calor reinante, se produjo el primer triunfo del Euskaltel en el Tour de Francia.

22. Despiece Nº22, Luz Ardiden, la montaña talismán. P. 253

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LA IRRUPCIÓN DE IBAN MAYO Y HAIMAR ZUBELDIA

En 2002 el Euskaltel volvió al Tour, pero fue al año siguiente cuando acabaría de explotar, siendo protagonista de todos los tiempos de la carrera. La segunda victoria de etapa de la historia del equipo en la carrera gala sería nada menos que en Alpe d’Huez y de la mano de Iban Mayo. En una edición marcada por la manifiesta debilidad de Lance Armstrong, Mayo aprovechó un recodo de la subida para meter metros e irse solo hacia una victoria absolutamente histórica, pues desde Federico Etxabe ningún ciclista español había logrado el triunfo en tan cotizada cima. Con Mayo siempre hostigando y Haimar Zubeldia delante con los mejores, Euskaltel se vio en medio de una imagen histórica: en la cima del Tourmalet coronando con Mayo y Zubeldia en cabeza, solo acompañados por la icónica pareja Armstrong-Ullrich. La situación llegó a ser tan propicia que Zubeldia fue un claro aspirante al podio que finalmente ocuparía, en su tercer peldaño, Aleksandr Vinokúrov. En una épica escapada camino de Bayona, Tyler Hamilton consiguió inmiscuirse entre los dos ciclistas de naranja y el cajón. Al final Zubeldia, quinto, y Mayo, sexto, en una carrera que cumplió todos y cada uno de los objetivos que los integrantes del equipo habían pretendido en el momento de subirse al barco. Pero 2003 hubo de torcer la historia definitivamente, porque antes del propio Tour, el fenómeno que estaba suponiendo Iban Mayo dejó otras imágenes para el recuerdo, como el triunfo más tres etapas parciales en la Vuelta al País Vasco, 18 años después de Peio, y su segunda plaza en la decana de las clásicas, la Lieja-Bastoña-Lieja. En la Vuelta a España, el Euskaltel lograba copar las dos primeras plazas de la etapa de Burgos, la famosa que le dio un tiempo precioso a Isidro Nozal, con Unai y David Etxebarria. Euskaltel finalizaba la memorable temporada entre los trece mejores equipos del mundo. Mayo no vacila en hablar de 2003 como “un gran año. Se consiguió ganar en País Vasco, además bien, con Samuel haciendo podio. Las cosas empezaron a salir bien ya en casa, para Orbea fue importantísimo. Luego vino Lieja, donde hice segundo. En el Dauphiné se sumaron etapas y otro segundo puesto y la guinda llegó en el Tour, en Alpe d’Huez”.

compramos con etapas en el Tour. En ese momento la gente que ganaba esa carrera iba camino de ser una gran estrella, pero no fue mi caso”. Para Egoi aquel triunfo no tuvo continuidad: “Yo gané pero no pude corroborarlo en mis años como profesional. Creo que tardé mucho en encontrar mi sitio en pros. Hasta los dos o tres últimos años no me vi cómodo en mi sitio. Estuve cerca de cosas buenas, cerca de ganar etapas en la Vuelta, donde fui líder, o en el Tour. A toro pasado no me lamento, porque creo que si llego a ganar aquella etapa en el Tour las cosas no habrían cambiado tanto. Cuando crucé la meta aquel día supe que había pasado un tren para mí. Gerrans hizo su jugada y le salió bien”. Egoi se traslada a Prato Nevoso, Tour de 2008, cuando, escapado de lejos con Simon Gerrans, este le ganó la etapa tras prometerle que no iba a disputarla. Cosas del ciclismo. La experiencia del tercer Tour en la historia del equipo abrió grandísimas expectativas para el año siguiente. Y estas crecieron más cuando Iban Mayo arrasaba por donde pisaba. El de Igorre encadenó triunfos en Alcobendas, Naranco y Asturias, pero sobre todo voló en el Dauphiné, ganando una histórica cronoescalada en el Ventoux por dos minutos sobre Lance Armstrong. Sin embargo el Tour fue otra historia y ya de inicio, en la primera semana, una caída en los tramos de pavés dejó fuera al vizcaíno.

— Iban Mayo dejó otras imágenes para el recuerdo, como el triunfo más tres etapas parciales en la Vuelta al País Vasco, 18 años después de Peio, y su segunda plaza en la decana de las clásicas, la Lieja-Bastoña-Lieja.

Pero hubo más, una victoria de esas que marcan la carrera de un ciclista y hablan del cariño y empeño de un equipo por la base. En Francia, también, en el Tour de Porvenir, concretamente, Egoi Martínez lograba ganar la general final. El navarro admite, humilde, que “fue una victoria a otro nivel si lo

ROBERTO LAISEKA (2001)

IBAN MAYO (2003)

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LA ENTRADA DE IGOR GONZÁLEZ DE GALDEANO

EL NOMBRE DE SAMUEL SÁNCHEZ

A finales de 2005 Igor González de Galdeano era un exciclista recién retirado: “El final de mi carrera tuvo que ver con una decisión personal. Dejé la bicicleta relativamente joven, con 32 años, y entré a ser secretario técnico del Euskaltel. Yo tenía una licenciatura de educación física sin terminar, me faltaban dos de los cinco años”.

Volviendo un poco atrás, en el año 2000 entraba en el equipo sin hacer ruido un asturiano que daría mucho que hablar, aunque ya incluso entonces generó controversia, pues no todos estaban conformes con su ingreso en el equipo, a pesar de que sus últimos años los había pasado compitiendo en la tierra. Sea como fuere Samuel Sánchez había llegado para quedarse por largo tiempo, hasta catorce temporadas, en el equipo naranja.

Igor siempre pensó en el futuro: “Cuando era ciclista profesional, era de los que pensaban mucho en la fase posterior a mi vida deportiva. Me consideraba un afortunado en mi carrera profesional al estar valorado deportivamente y económicamente y al correr en las mejores competiciones, por eso creía que era un buen momento para dejarlo, más con la idea de acabar mis estudios. Sin embargo en ese proceso me llamó Miguel, algo con lo que yo no contaba”. En esa llamada, Madariaga le hizo una petición muy concreta al alavés: “Me propuso lo que yo nunca había tenido en la cabeza: ser responsable de un equipo World Tour. Me dijo que tenía muchas dificultades en la gestión del proyecto y que podía serle útil. Hemos de tener en cuenta que ser un equipo vasco con solo ciclistas vascos tiene un gran valor y singularidad de puertas hacia afuera, pero también genera sus problemas”. Problemas que hablan de vicios muy instalados: “Por el mero hecho de ser ciclista vasco tenías una oportunidad más que el resto para ser profesional. Tenías la posibilidad de ser profesional en cualquier equipo, más en el Euskaltel. Esta situación complicaba las cosas porque hacía difícil la gestión. En ese momento Miguel me pidió ayudarle y acepté. En un principio me costó quitarme la mentalidad de ciclista en la gestión, pues no resultaba la mejor manera de llevar un proyecto ciclista”. El técnico se puso en la piel de quienes tenía delante, a quienes tenía que dirigir: “El ciclista, y yo he sido ciclista, es un ser egoísta que piensa en él y todo lo quiere para él. A veces pretende mejorar olvidándose de su entorno y ello va en contra de los intereses del equipo”. Las cosas de partida no fueron fáciles, “pero tuve mucho apoyo de Miguel y ahí estuve diez años de mánager general de un equipo World Tour –cuenta Igor–. Tuve la ocasión de pasar a pros con Orbea, en este caso la Fundación, y a su vez tuve la posibilidad de ser máximo responsable de un equipo World Tour, uno de los veinte elegidos a nivel mundial, también utilizando Orbea”.

En 2005, Euskaltel logró una notoria y muy sufrida victoria con Iñigo Landaluze en el Dauphiné, más otra cargada de genio y clase por parte de Aitor González en la Vuelta a Suiza. A pesar de un discreto Tour, el equipo siguió sumando en la Vuelta a España con dos victorias muy diferentes: la de Roberto Laiseka en Cerler, en lo que fue su tercer éxito en la grande hispana, y la de Samuel Sánchez en el Santuario de la Bien Aparecida, en unas circunstancias muy singulares, pues el ciclista que iba escapado, el colombiano Ardila, se confió al ver una pancarta que no era la meta, siendo rebasado por el asturiano antes de la misma. Sea como fuere la victoria, peculiar si se quiere, dio a Samuel Sánchez la llave de una carrera que se estaba llenando de frustrantes puestos de honor y ninguna victoria. En 2006 el ovetense ganaba dos etapas seguidas de la Vuelta al País Vasco y cuajaba una victoria de impresión en la llegada a Cuenca de la Vuelta a España, tras uno de los descensos más temerarios que se le recuerdan a un ciclista. En esa misma carrera explotaba Igor Antón, quien ganaba en la inédita pero dura cima de Calar Alto. A los pocos días Samuel fue clave en la resolución del Mundial, rompiendo la carrera al final para Alejandro Valverde y acabando cuarto, mientras que en Zúrich no perdonó y ganó su prestigioso Gran Premio. Todo el bagaje acumulado puso a Samuel como segundo mejor ciclista del mundo en el ranking de la UCI.

SAMUEL SÁNCHEZ GANANDO EN LUZ ARDIDEN Y SIENDO PREMIADO COMO MEJOR ESCALADOR DEL TOUR DE 2011

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EL VIAJE AL OLIMPO DE SAMUEL SÁNCHEZ

LOS ÚLTIMOS AÑOS

Si Samuel se pone a repasar su carrera deportiva y los momentos para no olvidar no duda en asegurar que “el primer momento es la olimpiada, que es mi mayor éxito deportivo por mucho que no me debiera al Euskaltel, pero sí que lo hice con una Orbea. Un oro en unos juegos es algo que sobrepasa a tu deporte. También tengo momentos muy marcados, como la Vuelta al País Vasco y el podio en el Tour, tanto por la montaña como por el podio de la general. No se me olvida tampoco la primera vez que subimos como equipo al podio de la Vuelta, fue en 2007 y logramos ganar tres etapas. Entonces vivimos una de las cronos más rápidas de siempre, que fue en Collado Villalba”.

Sin embargo contábamos con una selección de ensueño, con Carlos Sastre, Alberto Contador y Óscar Freire”.

De esa manera Samuel conseguía en 2007 el primer podio del Euskaltel en una gran vuelta, la Vuelta a España, donde quedó tercero tras ganar tres etapas. Samuel fue también podio en País Vasco y Haimar Zubeldia volvía a quedar quinto en el Tour, donde el sello de lucha lo marcó Amets Txurruka, designado ciclista más combativo de aquella edición.

Visto mucho tiempo después, se percata de que una victoria olímpica, sin embargo, trasciende a todo: “Sí que podía imaginar lo que habíamos logrado y que eso iba a durar toda mi vida. En mi ciudad tengo una calle con mi nombre, una estatua a tamaño real, infinidad de premios... Ves la trascendencia que tiene y que nada que logres en tu deporte lo va a igualar”.

El seleccionador repartió marcajes: “Era complicado porque Alejandro era nuestra baza, pero todos teníamos dos corredores marcados. Antequera me dijo que me fijara en Andy y Rebellin. Fue un circuito muy duro, con calor y humedad, auténticamente rompepiernas, doce kilómetros de subida y doce de bajada. Nos fuimos tres yo me daba por satisfecho. Pero cuando ganas el oro...”.

Y llegó 2008, el mejor año de Koldo Fernández de Larrea, el velocista del equipo, que sumó cinco triunfos. En Suiza, Antón siguió engordando el palmarés con otra etapa y en el Tour Samuel se quitaba los sinsabores de sus primeras participaciones en la carrera gala. Llegó a ser segundo en Alpe d’Huez. A los pocos días, el asturiano se proclamaría campeón olímpico de ruta en Pequín. “El hecho de estar en unos Juegos es bonito, pero si encima estás lejos de casa, en un país exótico... saliendo de un marco como Tiananmén y llegar a la muralla china... Imagínate. Ya de salida fue algo increíble y muy bonito, pero cuando a falta de diez kilómetros íbamos tres ciclistas de cara a meta ya nos veíamos con una medalla. La cosa se complicó cuando llegó Cancellara por detrás, sin embargo luego logré ganar al sprint. Es sencillamente increíble”, admite el dorado protagonista.

Del desarrollo de la carrera admite: “No me veía favorito, pero sabía que tenía opciones. Una olimpiada es difícil, son cinco ciclistas por selección, hay que estar muy listo, saber leer la carrera en cada momento. Teníamos un férreo marcaje con Italia. Ellos estaban pendientes de Alejandro Valverde.

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En la Vuelta de ese año, el vizcaíno parecía una baza que al menos podía inquietar al líder, Alberto Contador. Con el pelotón lanzado en el descenso del Cordal y Antón sexto en la general pero transmitiendo grandes sensaciones, el corredor se quedaría a las puertas del Angliru por una caída y posterior abandono. Situación similar, e incluso más dolorosa, viviría a los dos años cuando, liderando con autoridad la Vuelta a España, se cayó en los prolegómenos de la ascensión a Peña Cabarga, dejándose por el camino la general de una carrera de tres semanas. La decepción, terrible, fue paliada en parte por la eclosión de Mikel Nieve en la etapa de Cotobello, una inédita cima en el Principado de Asturias. El binomio Antón-Nieve saldría a la luz en un fin de semana del Giro de 2011. El sábado Antón ganó en la durísima llegada al Zoncolan, inaugurando el palmarés naranja en Italia. Al día siguiente Nieve se hizo con un maratón agotador por los Dolomitas en el que los ciclistas llegaron de uno en uno tras uno de los esfuerzos más notables jamás vistos en carrera. El Giro, a pesar de ser la última vuelta de tres semanas en entrar en el hilo del Euskaltel, dio la última victoria al equipo en una carrera de esta naturaleza, la de Jon Izagirre en Falzes en 2012.

De esta manera Igor, con la empresa Euskaltel, presentó un plan para que el equipo pudiera mantener a base de puntos UCI su estatus en el máximo nivel. En 2013 este proyecto se ejecutó, ya sin la Fundación Euskadi, siendo el último año de Euskaltel en el pelotón. Una etapa en el Dauphiné de Samuel Sánchez y la general por equipos en la Vuelta a España fueron los resultados más destacados de la temporada que vio el final del equipo naranja en el ciclismo. Un punto y seguido a una historia de éxito que alimentó de nombres vascos y jóvenes el ciclismo mundial, con éxitos como el Tour del Porvenir y el Mundial sub 23 de fondo del vasco francés Romain Sicard, el top ten de Jonathan Castroviejo en la crono de los Juegos de Londres y la irrupción de corredores como Mikel Landa o Beñat Intxausti. Una historia que tuvo un momento lúgubre con la muerte por accidente del joven Víctor Cabedo, muy querido por la familia ciclista de Euskadi y Orbea.

En la complicada lucha por la general de una grande, Samuel Sánchez se quedó a menos de un minuto del ganador de la Vuelta de 2009, Alejandro Valverde. Unas semanas después, conseguía su primer segundo puesto en el Giro de Lombardía, una carrera cuya victoria siempre ha merodeado. Al año siguiente Samuel haría suya la victoria en Arrate, durante la Vuelta al País Vasco. Para el astur la legendaria cima eibarresa habría de figurar varias veces más en su palmarés.

“La experiencia fue además en todos los sentidos, porque el ambiente no era ciclista, era muy seco, sin apenas público, no dejaban llegar mucha gente al circuito. Era muy dispar lo que estaba ocurriendo allí respecto a lo que se vivía en España, con la revolución que se había armado con la primera medalla de oro”, cuenta de los momentos posteriores al éxito. “En la villa estábamos tranquilos. Me llamaban de mi casa y me preguntaban si era consciente de lo que acababa de hacer, me decían que había montada una muy grande, mientras que en China estaba todo tranquilo porque sabíamos que al día siguiente teníamos que coger la bicicleta y preparar la contrarreloj”, prosigue.

El oro de Samuel Sánchez en los Juegos Olímpicos de 2008 fue la culminación para el equipo. Para Orbea fue el primer renglón de un capítulo que cerraría Julien Absalon días después siendo campeón en BTT. El año para Euskaltel caminaba por cotas inimaginables, tanto que pocos recuerdan que entonces surgió la legendaria mala suerte de Igor Antón en momentos clave.

SAMUEL SÁNCHEZ, GANANDO LA CARRERA DE FONDO DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PEQUÍN

Los años 2010 y 2011 se significaron como los mejores de Samuel Sánchez en el Tour de Francia. En ambos subió al podio de París. En el primero fue segundo en la general si descontamos las descalificaciones de Alberto Contador y Denis Menchov, primero y tercero en la general original. Al año siguiente fue el mejor escalador de la carrera, algo que no conseguía un corredor español desde Txomin Perurena, y ganador en Luz Ardiden diez años después que Roberto Laiseka, quien tuvo que dejar el ciclismo a causa de una grave lesión durante el Giro de Italia de 2006.

INSTANTÁNEA DEL ÚLTIMO AÑO DEL EUSKALTEL- EUSKADI

En 2012 el Euskaltel volvió a ganar la Vuelta al País Vasco con Samuel, e Igor González de Galdeano dejó la dirección y se gestó el nuevo proyecto de equipo en el máximo nivel, contemplando la entrada de ciclistas extranjeros.

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EL ORBEA CONTINENTAL

En 2005 Jon Odriozola era un ciclista recién retirado. Un día su móvil sonó: “Fue una llamada un poco extraña. Era ciclista, acababa de terminar mi carrera, ello genera unas dudas sobre saber qué hacer. Había sacado mi título de director con Olano, Laiseka y Murua. Recibí el encargo de llevar adelante el nuevo equipo Orbea continental, cosa que me sorprendió porque no dejaba de ser una persona nueva, aunque en mis últimos años como ciclista me tocó hacer un poco de director desde dentro de la carrera por la experiencia y porque ya era veterano. Fue una sorpresa y un gran regalo para mí”. Así fue, el año 2005 Orbea asumió directamente, poniendo su nombre, el nuevo equipo continental que debía abastecer al equipo de la Fundación Euskadi. Se tomaba el relevo de Olarra al frente del patrocinio de este equipo de transición para muchos ciclistas. Al frente del mismo se situaba el citado Jon Odriozola, quien había sido profesional en Italia y en el Banesto de Zülle y Olano. Odriozola recuerda que “me contactó Joseba Arizaga. Fue una llamada inesperada, acababa de sacar el título de director deportivo. Para mí fue un privilegio que se pensara en mí. Dejaría de dar pedales, pasaría a un mundo diferente, a dirigir un equipo profesional, con lo que ello conlleva”. Al técnico de Oñati le sucederían en la dirección del Orbea exciclistas conocidos como Julián Gorospe, quien fuera director en Euskaltel, y Álvaro González de Galdeano, siempre con Miguel Madariaga al frente.

EL PASO INTERMEDIO

Fueron quince los ciclistas que formaron parte de aquel primer proyecto y casi todos encontraron acomodo posterior en otros equipos, cumpliéndose la función de estructura trampolín en un tiempo en que la categoría continental se concibió desde los organismos rectores como el modo ideal de integrar a los élites en el profesionalismo. Ese año “hubo la opción de crear equipos continentales, una categoría que sigue estando un poco perdida –explica Odriozola–. Era un equipo profesional de formación que ofrece a los chavales ser profesionales, porque tienen un sueldo y corren grandes carreras. Hay que encajar muy bien esta categoría. Creo que Orbea aportaba el mejor material, grandes conocimientos y la experiencia que tiene. Fue un paso valiente e interesante, bueno para todos”. CICLISTAS DEL ORBEA CONTINENTAL

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categoría porque es muy necesaria. Orbea tuvo un gran equipo, con buena estructura, en imagen, en seriedad, y eso que en la época surgieron varios equipos en España. A ello le añadimos que fuimos capaces de conseguir bonitos resultados deportivos, que quizá no sea el principal objetivo pero que siempre ayuda porque las carreras están para disputarlas e intentar ganarlas”.

“El ciclismo como tal necesita de pasos intermedios, no todo es aficionados o Tour de Francia –prosigue–. Hay que darle mejor encaje a esta

La puesta de largo no fue sencilla, se partía de cero: “Fue una estructura que surgía de la nada. Un proyecto en el que teníamos que encajar un calendario. Arizaga, desde Orbea, y yo como responsable buscamos entendernos intentando sacar adelante los intereses de la empresa: dar salida a los chavales de casa, dar salida a un ciclista americano por cuestiones comerciales, probar material... Fue un privilegio trabajar con el grupo Orbea y muy sencillo. Hubo mucho trabajo, pero cuando se hace con ilusión y con un grupo en el que todos remamos en la misma dirección se hace más sencillo”.

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MOMENTOS QUE MARCARON

“Recuerdo con cariño el triunfo de Jesús del Nero en nuestro primer Tour del Porvenir, que era nuestro pequeño Tour de Francia, porque al final el ciclismo debe tener victorias que premien el trabajo. Al año siguiente Aaron Villegas ganó en la Bicicleta Vasca delante de equipos de primer nivel. Ganamos como tenemos que ganar los pequeños: con lucha y suspense. No obstante no me gusta dar nombres, porque era eso, un equipo, desde el grupo directivo al resto. Aportábamos todos lo mejor. Los ciclistas entendieron lo que quería la empresa, todos aportaron lo máximo”, prosigue el técnico. El equipo vivió su mejor momento con Aaron Villegas en la Bicicleta Vasca. En un pelotón poblado de equipos Pro Tour como Saunier y Euskaltel, y otros de gran nivel, dígase el Kaiku, el ciclista alicantino se armó de valor para meterse en todos los cortes de la jornada que salía desde Ispaster, localidad de gran tradición de ciclocross, para llegar al alto de Gatzaga.

— El equipo cumplió su función y dio salida a ciclistas como Beñat Albizuri, Vidal Celis, Jesús del Nero, Alan Pérez, Rubén Pérez, Julen Zubero, Iván Velasco, Juanjo Oroz, Jonathan Castroviejo, Mikel Nieve, Romain Sicard, Mikel Landa, Jon Izagirre, Víctor Cabedo y Omar Fraile.

Tras numerosos cortes Villegas saltó en solitario a cuarenta de meta, llegando muy apurado, tanto que el líder Koldo Gil le cogió a trescientos metros del alto. Lejos de descolgarlo, Gil espoleó al ciclista de Orbea para que entrara primero en meta. Aquel día fue muy significado, pues se lograba la victoria en casa y en la carrera que surgió desde las mismas raíces de Orbea, ya que en su día fue Bicicleta Eibarresa. Sobre la relación del equipo con Orbea, Odriozola recuerda que “Arizaga estaba muy encima a nivel técnico. El trabajo deportivo se mezclaba mucho con el técnico y de probatura. Recuerdo la etapa que ganamos en Salinas, que tuvo a toda la gente de SRAM allí viendo cómo íbamos. El equipo se surtía de material del máximo nivel siendo un equipo continental. Bueno para nosotros porque teníamos lo mejor, y para Orbea, porque tenía su banco de pruebas. Fue un equipo que creo dejó huella”. En los primeros años el equipo salió con el blanco como seña. Con el tiempo el azul ganó terreno en el maillot, que acabó siendo negro. El equipo cumplió su función y dio salida a ciclistas como Beñat Albizuri, Vidal Celis, Jesús del Nero, Alan Pérez, Rubén Pérez, Julen Zubero, Iván Velasco, Juanjo Oroz, Jonathan Castroviejo, Mikel Nieve, Romain Sicard, Mikel Landa, Jon Izagirre, Víctor Cabedo y Omar Fraile. El bloque tuvo siempre el patrocinio principal de Orbea, si bien contó con compañeros de viaje como Oreka SDA, una empresa de distribución alimentaria. El año 2012 Orbea cesó en el patrocinio.

EQUIPO ORBEA CONTINENTAL CON JON ORDRIOZOLA AL FRENTE

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OTROS EQUIPOS ORBEA

La nueva época que abrió Orbea con su regreso a los pelotones en los ochenta introdujo la máquina montada en Mallabia en numerosos equipos de medio mundo y diferente tamaño, más allá de las colaboraciones explícitas con la Fundación EuskadiEuskaltel y la creación del equipo Orbea en funciones de filial. Al año siguiente de abandonar el copatrocinio del Seat-Orbea, con el Caja Rural ya rodando, hablamos de 1987, hubo un equipo curioso en Bélgica llamado Lucas-MüllerOrbea. De tercera división, el conjunto integró a dos ex Orbea como José del Ramo y Felipe Yáñez. En aquel equipo corrió Bjarne Riis, antes de fichar por el Système U de Laurent Fignon. En su biografía Riis cuenta su paso por esa estructura: tuvo un sueldo de unos 1.200 euros al mes que no se satisfacía con puntualidad. Con todo el equipo logró una invitación para la Vuelta a España, en la que estuvieron gracias sobre todo a la incorporación de dos ex Orbea como Pepe del Ramo y Felipe Yáñez. Su concurso fue discreto, con la única aportación reseñable de Werner Devos en la etapa con final en Villarreal, donde fue segundo tras Alfonso Gutiérrez. Pasaron unos años antes de volver a ver a Orbea en el pelotón, a no ser que fuera un Euskaltel quien la luciera. En 2003 la marca, dentro de la vorágine que se originó en los Estados Unidos con los nuevos modelos de Orca, entró a trabajar con el Jelly Belly, un importante productor de caramelos y gominolas en el que se iniciaron ciclistas como Tyler Farrar o Danny Pate. La colaboración con este equipo duró cuatro años. Paralelamente se formó en Japón el equipo Orbea-Etxeondo, dirigido por el técnico catalán Pau Doncel y con José Guillén, buen contrarrelojista catalán, entre sus diez ciclistas, todos japoneses. Los intereses comerciales y la proximidad al territorio de estas escuadras fueron clave en estas apuestas locales. También por aquellas fechas Orbea fue la bicicleta del Winix-Techem, que vio los inicios de Linus Gerdemann, y del CCC-Polsat, longeva estructura polaca en la que estaba el biker del Orbea Marek Galinski, al margen de otros corredores de renombre como Łukasz Bodnar y Dariusz Baranowski, exciclista del Banesto de Olano, sin obviar a todo un ganador del Giro de Italia como Pavel Tonkov. También calzaron Orbea los suizos del Team Megabike, los franceses del Bretagne, los británicos Twenty3C, Rubicon y Land Rover, y los americanos del Team Type 1, más los equipos femeninos Cheerwin, Wecor Builders, Montauban Cycling Féminin y GKV.

ORBEA ENDURO CREW

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DEL MILANEZA AL COMUNITAT VALENCIANA

EL PROYECTO GALLEGO

LA CREACIÓN DEL ORBEA ENDURO CREW

LA SINGULAR HISTORIA DEL TEAM NOVO NORDISK

Una colaboración singularmente exitosa fue la que se mantuvo con el Milaneza-MSS portugués. El proyecto llevaba rodando unos años gracias al quehacer del mánager luso Manuel Zeferino, quien fuera profesional en los ochenta acumulando días de competición en el Tour y la Vuelta, con una victoria de etapa en la Vuelta a Portugal como principal resultado.

En 2007 el exfutbolista ruso del Celta de Vigo y la Real Sociedad, Valery Karpin, promovió la creación del nuevo equipo de raíz gallega Karpin-Galicia, un equipo regentado, curiosamente, por un mito de BH como Álvaro Pino, que en su primera temporada tuvo 19 ciclistas. Ezequiel Mosquera fue posiblemente su mejor exponente. El gallego ya venía del Comunitat Valenciana y saldó todas sus vueltas a España quedando entre los cinco mejores.

En 2013, fruto de la creciente afición en la modalidad de enduro, nació el Orbea Enduro Crew, un equipo que se acopló a la promoción de las nuevas evoluciones del modelo Rallon y que fijó sus competiciones entre España, Francia y Eslovenia más algunas mangas de las Enduro World Series, un circuito que hace las veces de Copa del Mundo de la modalidad.

En 2015 Orbea simultaneó colaboraciones equipando a dos bloques de trayectoria singular. Uno, el Team Novo Nordisk, porque utiliza el ciclismo para expresar la realidad de un colectivo en ocasiones invisible, el mundo de los diabéticos, y el otro, el Cofidis, por su carácter de pervivencia en el pelotón desde 1997, en un ciclismo de tanta tradición y peso histórico como el francés.

En 2002 Orbea equipó a los portugueses, que para esas fechas tenían entre sus dieciséis corredores a ciclistas como Melchor Mauri, ganador de la Vuelta a España de 1991, el velocista Àngel Edo, Joan Horrach, el danés Claus Møller y el suizo Fabian Jeker. También estaba el exciclista del Euskaltel Txema del Olmo, más los portugueses Rui Lavarinhas, Bruno Pires y Vítor Gamito. El resultado más significativo de aquellos años fue la Vuelta a Asturias que ganó Jeker en 2003. Al poco tiempo Orbea también entró con otro equipo portugués. En 2008 trabajó con el Fercase-Paredes Rota dos Móveis con Francisco Mancebo y Eladio Jiménez. Aquella misma temporada Orbea fue la bicicleta del Ceramica Flaminia de Giampaolo Caruso y Filippo Simeoni, conocido por sus divergencias con Lance Armstrong durante el Tour de 2004.

En la ronda española el equipo que con los años pasó a llamarse Xacobeo 2010 logró dos etapas mediante David García, en Ponferrada en 2008, y Gustavo César Veloso, en Xorret de Catí en 2009. Este último consiguió un notable éxito ganando la general final de la Volta a Catalunya de 2008. Casualmente, en una época en la que Orbea se estaba labrando un buen bagaje en el triatlón, el triatleta gallego Iván Raña formó parte del equipo. Otro corredor destacado fue David Herrero, que también estuvo en Euskatel. Herrero llegó a ganar una etapa en la Vuelta al País Vasco. En 2010 el Xacobeo dejó de existir.

Entre otros pilotos entraron Vid Persak, campeón esloveno, que pisó el podio del campeonato de Europa, Primoz Strancar, también esloveno y campeón del mundo Master y Eva Garrido, subcampeona de España. En su trayectoria el equipo granjeó una amplia colección de podios y una buena proyección en los medios.

“El problema es que hay una muy mala educación respecto a lo que implica ser diabético. Por ejemplo mi enfermera lo primero que me dijo fue que no podía hacer deporte, ni competir. Obviamente no acepté e incluso pedí el alta voluntaria. Si sabes llevarlo, si te controlas los picos de glucosa y tus niveles son lineales, puedes compatibilizar perfectamente el deporte con la enfermedad. Incluso diré más, el deporte es bueno para controlar tus niveles de azúcar, pues tienes al cuerpo trabajando continuamente en restablecerte de los esfuerzos. Para que te hagas una idea, en una vuelta por etapas paso de necesitar diez unidades de insulina el primer día a dos el último, fruto del esfuerzo”, explica David Lozano, uno de los corredores del Team Novo Nordisk. Novo Nordisk es una compañía farmacéutica con sede en Dinamarca, presencia en 35 países, unos 39.000 empleados y más de noventa años de historia. Su trabajo en innovación para personas diabéticas la ha situado en la vanguardia de este colectivo. Fue en 2006 cuando a través del deporte la empresa decidió dar visibilidad a un colectivo cuya problemática mucha gente desconoce.

El año 2006 Orbea pasó a equipar al equipo profesional español del Comunitat Valenciana, heredero directo del legendario Kelme. Aquella temporada juntó a una buena pléyade de ciclistas como Eladio Jiménez, David Latasa, Rubén Plaza y David Bernabeu. El mejor resultado de la temporada lo logró David Blanco, que ganó la Vuelta a Portugal más dos etapas.

La forma de proyectarse fue el deporte, siendo el ciclismo un eslabón más en la cadena junto al running y el triatlón. La compañía apostó decididamente por el ciclismo confeccionando una plantilla de nivel profesional continental de unos 17 ciclistas diabéticos procedentes de diez países para demostrar que el alto rendimiento no está reñido con esta dolencia.

— En 2002 Orbea equipó a los portugueses, que para esas fechas tenían entre sus dieciséis corredores a ciclistas como Melchor Mauri, ganador de la Vuelta a España de 1991, el velocista Àngel Edo, Joan Horrach, el danés Claus Møller y el suizo Fabian Jeker.

ORBEA ENDURO CREW

En 2014 Orbea pasó a equipar a este equipo, que entre otros corredores tiene al mentado David Lozano, ciclista catalán con grandes resultados en BTT y ciclocross, y a Javier Megías. El objetivo del equipo va más allá de los meros resultados deportivos. La normal convivencia de sus ciclistas en medio de un pelotón profesional ya es suficiente argumento para sacar adelante la estructura. Entre sus directores se encuentra quien fuera profesional italiano en los años ochenta y noventa, Massimo Podenzana.

KARPIN-GALICIA

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EL COFIDIS Y LOS GRANDES ESCENARIOS

La colaboración de Orbea con Cofidis se plasmó en 2015 y obedece a la necesidad de tener escaparate y presencia en las mejores carreras del mundo, a las que el equipo rojo tiene acceso directo. El final del Euskaltel dejó a la marca sin presencia en esos foros durante un año, pero la idea de volver siempre estuvo sobre la mesa porque aunque “no hemos sufrido en ventas, sí que teníamos claro que Orbea tiene que estar en la competición. No desapareces del imaginario colectivo como marca cuando desapareces un año de la competición, probablemente tampoco si pasan dos años, pero si dejas de estar de manera permanente, con ese usuario que vive la competición de forma tan apasionada como es el ciclista, probablemente empieces a tener problemas”, aseguró al respecto Jon Fernández a la revista Volata.

— El fichaje de un velocista muy seguido a nivel internacional como Nacer Bouhanni sirvió además para completar el puzle de tipos de ciclistas que han competido con Orbea.

El Cofidis-Solutions Crédits es un equipo dirigido por Stéphane Augé con 25 ciclistas y un calendario muy similar al World Tour. “Al final todos tenemos nuestros valores y nuestra identidad como marca –prosigue Jon Fernández–. Nosotros intentamos cuidar siempre con quién nos vinculamos; luego, sí, haces una lista de los que han quedado libres ese año y qué podría transmitir una asociación de marcas. Y bueno, Cofidis es un equipo que te garantiza presencia en el Tour de Francia, muy importante porque para nosotros Francia es nuestro segundo mercado”. El fichaje de un velocista muy seguido a nivel internacional como Nacer Bouhanni sirvió además para completar el puzle de tipos de ciclistas que han competido con Orbea: “Tener a Nacer Bouhanni con nosotros es importante. Nunca hemos sido una marca de sprinters y el hecho de serlo te obliga a estar siempre a la última en rendimiento del producto, a ser muy exigente en la zona del pedalier, del tubo de dirección, sacarle el rendimiento a cada vatio de potencia que el sprinter le pega a la bicicleta... Es un mundo en el que para nosotros es importante estar, necesitamos aprender rápido y nos ha servido que Bouhanni esté para tomar una última decisión”. La entrada de Orbea en Cofidis fue cerrar el círculo para Luis Ángel Maté, quien creció sobre una bicicleta, “siendo un salvaje”, como él mismo adujo cuando supo que la marca nacida en Eibar equiparía a su equipo. “Estar en el Tour es lo que antes, ahora y en el futuro da relevancia y presencia a la marca”, confirma Joseba Arizaga, quien trenzó con el equipo un trabajo que fue más allá de la mera provisión de bicicletas. Se quiso trabajar mano a mano en la mejora de sus ciclistas y por ende del producto. “En Francia han pasado las cosas más importantes para Orbea”, completa Arizaga, quien valora la exigencia de los adoquines y la potencia de ciclistas corpulentos en la mejora de la marca.

NACER BOUHANNI, TEAM COFIDIS

CICLISTAS DEL TEAM COFIDIS

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LOS TRIATLETAS DE ORBEA

Igual que en su día la BTT, el triatlón supuso una mejora sustancial del producto y un obligado mercado al que atender y adaptarse. De esta manera Orbea caminó de la mano de diferentes actores para que su bicicleta de referencia en este ámbito, la Ordu, entrara en un entorno muy competitivo.

EL IRONMAN DE CRAIG ALEXANDER Y ANDREW STARYKOWICZ

El Ironman se ha convertido en una de las pruebas de mayor seguimiento en el mundo. La sola consecución de uno de ellos implica un nivel físico muy por encima de la media, abriendo a las marcas hacia la exigencia más extrema posible. Los orígenes militares ya reflejan que aquí solo pueden competir atletas de altísimo perfil. Aunque se trata de una modalidad más o menos reciente con una tradición mucho más reducida, el escaparate que implica es brutal y Orbea pudo entrar en el principal evento del mundo, el de Kona en Hawai, de la mano de Craig Alexander, uno de los mejores triatletas de todos los tiempos, nacido en Sydney en 1973. Alexander empezó a destacar en 2006 pero explotó de forma definitiva en el Ironman hawaiano en 2008, cuando se impuso en unas condiciones climáticas nada sencillas al triatleta español Eneko Llanos. Alexander se equipó con los neoprenos de Orca y montó una Ordu en el tramo de bicicleta. Su planificación resultó perfecta, tanto que repetiría éxito dos veces. Las exigencias de Alexander abrieron las puertas a Orbea en este entorno. Sin embargo más longeva ha sido la relación de la marca con el triatleta estadounidense Andrew Starykowicz, que con más de diez años y lo mejor de su trayectoria en la casa ha llevado la máquina de Orbea a ser referencia en los tramos de bicicleta en Hawai. Starykowicz ha marcado los mejores parciales hasta el momento en el Ironman de referencia. En 2012 clavó el crono en 4:04:39; al año siguiente bajó ese registro un par de minutos, dejándolo en 4:02:17, siendo auténtico espejo del ritmo que hay que llevar en el tramo intermedio de esta durísima prueba.

ANDREW STARYKOWICZ ENTRENANDO CON SU ORBEA ORDU

VICTORIAS DE ANDREW STARYKOWICZ Y CRAIG ALEXANDER

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DE DANI MOLINA A ROGER ROCA

LA COMPETICIÓN ES MEJORA CONTINUA

En el triatlón paralímpico Dani Molina es el hombre de Orbea. Nadador de origen, participó en los 100 metros espalda de los paralímpicos de Atenas 2004. Antes había sufrido un accidente de moto que le supuso perder la pierna derecha a los 22 años. Con el tiempo se fijó en el triatlón y se dedicó a él tras quince años sin montar en una bicicleta. A los nueve meses se planteó un objetivo muy ambicioso: ganar el mundial de Auckland (Nueva Zelanda) en 2012. Fue plata, pero su tesón y trabajo en tan corto espacio de tiempo quedaron probados.

La permanencia de Orbea en la competición, casi de forma ininterrumpida, desde la década de los ochenta, bien a través de la carretera, la BTT o el triatlón, incluso en las fórmulas más jóvenes, como el triatlón de montaña, ha respondido a la voluntad de crear un círculo en el que creando atletas se mejora la bicicleta.

Albert Moreno es otro triatleta que pasó por las huestes de Orbea, llegando a ser subcampeón del mundo de duatlón sub 23 y ganador de pruebas como el Half Natureman y el Extrememan de Menorca. Roger Roca fue un runner de siempre que un día se atrevió con los duatlones, llegando a ser campeón del mundo en 2011. Influenciado por Roger Roca y Albert Moreno, un día Roger Serrano se atrevió con el mundo de los triatlones, llegando a ser campeón mundial sub 23 de Triatlón Cross. En el siempre relevante papel de la mujer, desde antiguo, en Orbea no pasa desapercibida la presencia de una triatleta sueca en el serial de atletas de la marca en esta disciplina. Åsa Lundström entra dentro de ese perfil. Hablamos de una doble campeona del mundo de Ironman que aprecia especialmente el tramo de bicicleta, sobre todo si es sinuoso. Åsa se describe como “triatleta de larga distancia”, con voluntad de permanencia, de seguir...

“Siempre hemos estado vinculados al valor de ser combativo, de estar en permanente pelea sin tener en cuenta el tamaño del adversario. Siempre nos hemos visto como Astérix contra las legiones romanas. Nosotros nunca vamos a poder ser tan grandes como los demás por nuestras características de financiación y sistema jurídico, dado que somos una cooperativa. Y sí, buscamos valores, pero también estamos abiertos a nuevas experiencias de mundos de los que entendemos que podemos aprender cosas”, concluye Jon Fernández. La competición es fuego, el fuego doma las voluntades, marca el camino, significa visibilidad, prueba y test. Ser fuego es mejora continua, para que los defectos se corrijan a base de aciertos. Orbea tomó ese camino y no quiere dejarlo.

DANI MOLINA ENTRENANDO

ANDREW STARYKOWICZ

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Despieces Retazos, detalles, peque帽as historias e informaci贸n adicional que ayudan a entender Orbea y su universo.


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Euskadi, Eibar, Mallabia

El mundo en 1840

La huelga que dio origen a Alfa

Situada en los contrafuertes de los Pirineos, Euskadi se encaja en una esquina del mar Cantábrico. Son 7.200 kilómetros cuadrados bañados por el bravo mar al norte y limitados por La Rioja, al sur, Cantabria y Burgos al oeste y Navarra al este. Con el tiempo fueron varias sus denominaciones, desde Provincias Vascas a Comunidad Autónoma del País Vasco. Su contorno incluye tres provincias, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, y su pasado sabe de señoríos y grandes marineros que siempre miraron más allá.

En 1840 España vivió el final de la primera Guerra Carlista, un conflicto que influyó mucho sobre la industria eibarresa, por los pedidos de armamento que comportó, y también en lo social, pues Eibar siempre se situó en el lado liberal. Las guerras carlistas arrancaron en el periodo de 1833 a 1840 y siguieron con dos secuelas, acabando la tercera y última en 1876. Fue en Bergara, el 31 de agosto de 1839, cuando, mediante un abrazo entre los generales Espartero y Maroto, se puso punto final en el norte a la contienda, que acabaría definitivamente en Catalunya un año después. El 12 de octubre de 1840 el citado Baldomero Espartero, general de larga trayectoria, asumió la regencia por la minoría de edad de la infanta Isabel.

En 1920 la situación de la armería eibarresa rozaba la catástrofe. El final de la Gran Guerra y la legislación contraria a la profusión de armas disminuyeron el caladero de clientes para la principal actividad eibarresa. De esta manera se sucedieron las huelgas, dado el malestar creciente entre la masa de trabajadores.

En la actualidad residen en estas tierras más de dos millones de habitantes, siendo la Ikurriña su seña y símbolo. Establecida en 1931 y recuperada en 1979, la bandera vasca basa su dibujo en la Union Jack británica, dando protagonismo al rojo por la sangre vertida, al blanco por su fe cristiana y al verde por las raíces del árbol de Guernica, el lugar donde el sentimiento vasco se hace tangible. Entre Vizcaya y Guipúzcoa, cerca de Eibar, se sitúa Mallabia, un lugar alto, salpicado de caseríos y pequeños entramados urbanos, si bien a partir 1970, en medio de la diáspora de empresas de matriz eibarresa, ha albergado un par de polígonos industriales de importancia. En uno de ellos, el de Hambre, Orbea culminó su traslado desde su Eibar natal. Mallabia es parte de Vizcaya, de hecho está geográficamente en el Duranguesado, sin embargo pertenece a la comarca natural guipuzcoana del Bajo Deba, esa cuenca fabril que desarrolló industria desde tiempos remotos. Su población es de 1.000 habitantes.

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Poco antes en Barcelona se había producido un hecho singular y precursor. El día 10 de mayo se fundó la Asociación de Protección Mutua de Tejedores de Algodón o Sociedad de Tejedores, a iniciativa de Josep Munts. Este ente se considera el primer sindicato de España, el cual, una vez superadas las primeras dificultades, se instaló en todas las poblaciones donde existían fábricas de algodón. En la otra punta del mundo, las medidas chinas respecto a la importación de opio recrudecieron la guerra del opio, provocando la reacción inglesa. A finales de aquel año los Estados Unidos vieron cómo un republicano accedía por primera vez a la presidencia, fue William Henry Harrison. En las artes el mundo lloró la pérdida del violinista italiano Niccolò Paganini, al tiempo que nacían tres personajes franceses del calibre de Émile Zola, Auguste Rodin y Claude Monet.

Una de esas huelgas tuvo lugar en el seno de la fábrica de Orbea y fruto de ella surgió el 28 de octubre de Alfa. En sus primeros escarceos empresariales la nueva y original aventura cooperativa entró a fabricar armas de fuego, pero ante el panorama adverso del sector empezaron a sacar el producto que les hizo mundialmente famosos, la máquina de coser, aunque con los años su porfolio se diversificó hacia otras ramas. Ya en 1932 Alfa no hacía ni una sola arma.

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La maestría de la bicicleta que surgió de Europa

GAC y BH, los compañeros de viaje

El arco iris cooperativo

Hay consenso en considerar que las primeras bicicletas eibarresas fueron obra de GAC, o sea, Gárate, Anitua y Compañía. La empresa, situada en el barrio de Txonta, tuvo sus orígenes en la anterior Larrañaga, Gárate y Compañía, que desapareció en 1892; liquidada esta, los herederos de Crispín Gárate recogieron lo que les correspondió y formaron sociedad con José Francisco y Eulogio Anitua y Nemesio Astaburuaga, llegando a conformar, tras el de Orbea, el taller más grande de la villa, con 32 obreros hasta 1896, que pasó a ser considerado fábrica a partir del año siguiente.

El cooperativismo se entiende como una doctrina económico-social cuyo fin es la resolución del problema de la oposición entre capital y trabajo mediante el desarrollo de las cooperativas de todo tipo. En la historia se han formado cooperativas con fines económicos, sociales y educativos, siguiendo diferentes modelos, desde cooperativas de ahorro, de consumidores y de servicios, hasta otras de artistas, artesanos, comercio y enseñanza, dependiendo de los gremios en las que se desarrollen.

Son tres las marcas europeas que se pueden considerar pioneras en el diseño y posterior industrialización de la bicicleta: Raleigh, Bianchi y Peugeot. Las tres surgieron en lugares tan lejanos entre sí como Nottingham, Milán y Montbéliard, localidad francesa situada muy cerca de la frontera con Suiza. En este último lugar nació la firma del león, Peugeot, un entramado fabril especializado en el acero que pasó por diferentes productos, como el menaje, para dar con la bicicleta de la mano de Armand Peugeot en 1882. Peugeot fue la máquina que montó Lucien Petit-Breton en los primeros Tours de la historia, y también la de Robert Millar en la Vuelta a España de 1985 que perdió a manos de Pedro Delgado. La marca Peugeot forma parte de Eurocycle, una enorme corporación que engloba grandes firmas como la francesa Gitane, nacida en 1925, siendo la máquina de Jacques Anquetil, o la italiana Bianchi. Precisamente hay consenso en considerarla, juntamente con Bianchi, como una de las marcas más antiguas del mundo de la bicicleta. Creada en 1885 por Edoardo Bianchi en la milanesa Via Nirone, esta última llegó a emplear a 400 personas en 1907 y sus máquinas fueron montadas por Fausto Coppi y Felice Gimondi. La tercera marca del siglo XIX es Raleigh, surgida en la fabril Nottingham de la mano de Frank Bouwder. Si un lugar en el mundo puede presumir de ser artífice de la bicicleta artesana, personal y casi íntima ese es el norte de Italia, y en especial el trecho comprendido entre la Lombardía y el Véneto. De esta manera surgieron marcas como Atala en 1908, Bottecchia, que llegó a inspirar a Salvador Dalí, en los años 20, Olmo en la década de los cuarenta, Gios y Cinelli en 1948, De Rosa en 1953, Billato en 1954 y Guerciotti en 1964. Curiosa es la historia de Wilier, un acrónimo que viene de la Italia libre tras la primera Guerra Mundial. La empresa nació a inicios del siglo XX pero tomó su nombre en 1928, siendo siempre la marca de Bassano del Grappa, al norte de Verona. En 1952 nacieron casi al unísono Pinarello y Colnago, auténticos estandartes de la bicicleta artesanal italiana. La primera es la marca de Treviso, muy cerca de Venecia, y surgió fruto de los ingresos que Giovanni Pinarello obtuvo por ser el último en un Giro de Italia. Con los años la marca ha sido garante de grandes éxitos, entre otros los de Pedro Delgado, Miguel Induráin, Jan Ullrich y Chris Froome. Por su parte el exprofesional de los cuarenta Ernesto Colnago abrió su taller en Cambiagio, cerca de Milán, siendo el hombre tras la bicicleta de Eddy Merckx, Giuseppe Saronni, Joop Zoetemelk y Tony Rominger.

La Vie Claire de Hinault y Lemond. Bélgica fue el hogar de Flandria, nacida en 1940, y de Eddy Merckx, el emblema que el mejor de todos los tiempos diseñó en 1980, una vez había dejado la competición. Prendados de la tradición del viejo continente, en Estados Unidos y Asia también crearon sus marcas. En el periodo más reciente la fabricación íntegra de la máquina se ha centrado en el continente asiático por una cuestión de costes y volúmenes, cosa que ha significado a Orbea como la única gran marca que mantiene cierto músculo industrial en el viejo continente desde sus centros de Mallabia y Portugal.

Su taller de Txonta, que fue arrasado en la Guerra Civil, se adaptaba a la orografía del lugar con una forma rectangular de dos pisos y tejado a dos aguas. La estrechez del emplazamiento obligó a que la escalera estuviera fuera del edificio, que por dentro era totalmente diáfano y muy iluminado merced a los amplios ventanales ubicados en sus laterales. De su entraña surgieron no pocos revólveres y pistolas automáticas. La crisis posterior a la Primera Guerra Mundial propició que Eulogio Gárate, abuelo del futbolista del Athletic José Eulogio Gárate, introdujera la bicicleta a partir de 1926, centrándose exclusivamente en ella cuatro años más tarde. En la década de los cuarenta la Mobylette fue su producto estrella. En 1977 la fábrica se trasladó al barrio de Matiena, en Durango, en medio de la diáspora de empresas eibarresas. Fue en 1996 cuando se procedió a su disolución a causa de sus pobres resultados empresariales. La creación de BH es más reciente y surgió de una entente entre los tres hermanos Beistegui: Domingo, Juan y Cosme. Si el primero puso el capital, los otros dos aportaron conocimientos de armería y técnicas comerciales respectivamente. Su primer taller llegó a los cuatro operarios en 1913, multiplicando por diez esa cifra tres años después, desbordados por los pedidos de las potencias metidas en la Primera Guerra Mundial.

Los orígenes teóricos del cooperativismo están en 1820 en el Reino Unido y Francia, si bien se plasmaron por primera vez en 1844 con la creación de una cooperativa textil, cuando una industria de la ciudad de Rochdale, en el Gran Manchester, quebró y sus 28 trabajadores la rescataron tras una huelga aportando unos 28 peniques por persona. Estos 28 pioneros propugnaron sus normas ante la Cámara de los Comunes del Reino Unido, quedando como parte de los principios cooperativos, entre otros, la libre adhesión y retirada de la cooperativa, control democrático para elegir los gestores y directivos, libertad religiosa, interés limitado sobre el capital, participación económica equitativa y limitada, formación continua, reparto de excedentes para que redunden en todos los miembros por igual, y preocupación y compromiso por la comunidad. A partir de la experiencia de Rochdale surgieron iniciativas similares en España y Francia, donde se hizo popular la vieja bandera del cooperativismo: los siete colores de arco iris donde el rojo es el amor que une a las personas, el naranja el amanecer glorioso, el amarillo la luz del sol que da calor y vida, el verde la esperanza, el azul marino el mar por el que se trazan nuevas rutas, y el violeta la virtud y la humildad.

En la década de los veinte, y una vez superada la crisis, la empresa se instala en la zona de Urkizu, cerca de la factoría de Orbea, un poco más abajo. El edificio principal se encargó en 1926 y era muy similar a todos los de su género y objetivo. Tuvo hasta tres plantas, con grandes ventanales por doquier, haciendo chaflán. En la década de los treinta se centraron en la fabricación de bicicletas. En 1955 empezaron a fabricar motocicletas y poco después se trasladaron a Vitoria, donde fabricaron hasta que repartieron su producción entre China y Portugal.

En Francia Émile Mercier creó en 1933 su marca, con la que equipó a Raymond Poulidor. Fue una de las víctimas de la crisis de los ochenta, cayendo en bancarrota en 1985. En 1951 Jean Beyl dio origen a Look, la máquina de

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AIRE Despiece 07

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Empresas nacidas alrededor de 1840

La cartuchería de Buenos Aires

Los eslóganes de 1947

Pocas empresas tienen sus raíces alrededor de 1840. Pocas empresas que se hayan mantenido activas hasta, o cerca de, los 175 años. En 1840, de forma paralela al primer taller de los Orbea en Eibar, nació en Cádiz la Naviera Pinillos, fruto de la iniciativa de Miguel Martínez de Pinillos y Sáenz de Velasco. La empresa fue revolucionaria en su momento y no tardaría en incorporar unidades de vapor con las que alimentaron un fluido tráfico hacia y desde las Américas. La crisis de la Primera Guerra Mundial afectó seriamente el negocio, que se centró en rutas peninsulares. Con el tiempo acabaría integrada en el Grupo Boluda.

En la primera década del siglo XX, Orbea mantenía sendas licencias industriales por fábrica y cartuchería. En 1907 concretamente Casto Orbea, junto con Gerardo Ariznabarreta, establecieron en Buenos Aires un taller para fabricar cartuchería con una plantilla inicial de 60 trabajadores. Fue aquella una expansión paulatina, pues se había iniciado unos años antes con la instalación de ciertas partes de la fábrica.

En 1947 Orbea publicó su primer gran catálogo de bicicletas tras haber sacado varios, pero de tamaño y calidad menores. El catálogo de ese ejercicio sí fue un gran esfuerzo de publicación en forma de una revista que estaba en manos del vendedor y no del cliente. La relación de eslóganes y consejos que recoge suponen un contrapunto respecto a los planteamientos actuales de venta.

A los dos años de su inauguración esta fábrica producía anualmente 36,6 millones de cartuchos, algunos de ellos exportados a España para satisfacer la demanda de la Unión Española de Explosivos, S.A.

“Si no encuentra en este catálogo algún recambio que Ud. necesite, pídanoslo también; hemos omitido numerosos artículos por no hacerlo demasiado extenso”.

La filial de Orbea en Argentina estaba en la calle Humberto de la capital bonaerense. Su gestión corría a cargo de técnicos eibarreses. A los pocos años el negocio se trasladó a la confluencia de las calles Rondeaux y Castro, con la instalación de una fábrica que llamaba la atención por su tamaño.

“Ligereza, suavidad y duración con carretes Orbea”.

Según contaba un artículo publicado en la revista La Baskonia de 1911 se trataba de una nave amplia con todo lujo de detalles arquitectónicos y una sala diáfana y luminosa con unas cuarenta máquinas, entre las que se contaban calibradoras, encoladoras, rectificadoras y satinadoras. Además dos patios anexos permitían la ventilación de las instalaciones. Al lado de la fábrica se situó un complejo de chalés para los obreros, que entre otros entretenimientos podían quemar ratos jugando al frontón que los gestores de la fábrica habían construido en el sitio y en el que el propio Casto Orbea se dejaba ver para jugar sus partidas con los operarios.

“La calidad de nuestras llantas de acero no ha podido ser igualada”.

Un año antes había nacido en Estados Unidos la empresas Berkshire Hathaway, cuyas primeras actividades se centraron en el textil pero que evolucionó hacia los seguros y reaseguros junto a la fabricación de ladrillos y joyería. Warren Buffet es hoy en día su primer ejecutivo. También en 1839 se abría en Barcelona un pequeño taller de impresión que dio origen a la firma de papelería Miquel Rius. En 1841 nació en los Países Bajos la firma de moda C&A de la mano de los hermanos Brenninkmeijer, Clemens y August. En Suecia empezó a funcionar la empresa de material fotográfico Hasselblad. En 1842 surgió el primer Monte de Piedad, fue en Sevilla y Huelva, y un año después se publicó el primer ejemplar del tabloide inglés News of the World, un diario siempre en el filo que dejó de publicarse en julio de 2011 por un escándalo de escuchas telefónicas. En la esfera de las grandes marcas internacionales cabe señalar que en 2015 American Express cumplió 163 años, Nestlé 147, Goldman Sachs 144, Coca Cola 127, Boeing y BMW 97 y Walt Disney 90.

Como dijimos, las instalaciones fueron impulsadas por Casto Orbea, nacido en Eibar, y gestionadas por Gerardo Ariznabarreta, un mecánico de Placencia de las Armas. Fueron además un puente entre la nación argentina y Euskadi. Por gestiones llevadas a cabo desde la Diputación de Bizkaia y la Casa de Juntas se envió a Buenos Aires un retoño del árbol de Guernica que el 11 de mayo de 1919 se plantó frente a la Casa de Gobierno de la nación argentina. En 1924 el presidente de la república, Marcelo Torcuato de Alvear, visitó la cartuchería, que al siguiente año Orbea abandonó cediendo las acciones al ICI argentino, quien dio continuidad a la actividad de la fábrica con el nombre de Duperial, empresa centrada en la industria química y que con los años acabó integrada en Akzo Nobel.

“Si está descontento de algún servicio nuestro, díganoslo con franqueza, nos agrada conocer nuestros defectos para corregirlos”.

“Vendiendo artículos Orbea ganará dinero y amigos”. “Vd. es buen vendedor; seleccione un buen proveedor”. “Favorezca a sus clientes con recambios Orbea”. “El acero de nuestras bielas es analizado antes de comenzar su manipulación. Nuevamente es examinada su resistencia después de mecanizada la biela”. “Empleamos únicamente materiales de primera calidad, seleccionados y analizados cuidadosamente en nuestros laboratorios”.

“Nuestros técnicos se preocupan por Vd. y le facilitan materiales de toda garantía”. “Aunque aparente ser desconfiado, el cliente acaba entregándose al vendedor. Es nuestro deber servirle con lealtad”. “Facilitaremos con agrado cualquier aclaración técnica que nos solicite”. “El comprador confía en Vd.; confíe Vd. en nosotros”. “Venda Vd. más cada día. Nuestros artículos le facilitarán el camino”. “Todos los artículos que fabricamos están sometidos a las normas internacionales de medidas y tolerancia”. “Su almacén está incompleto si no dispone de material Orbea”. “Consideramos nuestros productos como los mejores. Ello nos incita a mejorarlos constantemente para mantener esta afirmación”. “Colabore Vd. con nosotros haciéndonos cualquier observación sobre nuestros productos”. “Venda Vd. un artículo que le acredite, dice un lema conocido. Vendiendo artículos Orbea su crédito está asegurado, afirmamos nosotros”. “No necesita Vd. convencer al cliente; este sabe que Orbea equivale a la máxima garantía”.

“¿Un buen vendedor? Vd. mismo. ¿Un buen artículo? Orbea. ¿Un buen cliente? El que paga y queda contento”. “Todas las piezas, fabricadas en grandes series, están rectificadas y controladas escrupulosamente y son intercambiables”. “No se torture con reclamaciones de su clientela; utilice los recambios Orbea”. “Calidad, presentación, economía: se lo ofrecen los recambios Orbea”. “La marca Orbea es una garantía para el cliente y una tranquilidad para Vd.”.

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Despiece 10 El paraguas de Mondragón Arrasate/Mondragón es un municipio guipuzcoano de unos 22.000 habitantes, situado en el Alto Deba. En su seno nació uno de los principales movimientos cooperativos del mundo, conocido como Grupo Mondragón, en cuyo círculo han crecido empresas de varios tamaños y niveles de actividad, algunas de ellas líderes en su sector. En la actualidad varias cifras explican la dimensión del Grupo Mondragón. Una es lo suficientemente representativa del tamaño alcanzado por el considerado primer grupo cooperativo del mundo y no es otra que su cuota en el PIB vasco, equivalente al 4%. Esta importancia se refleja en los 12.000 millones de euros de ingresos y los 74.000 empleados en las diferentes empresas de su órbita. El producto generado desde Mondragón se hace a través de presencia en 41 países y se vende en 150. El trabajo constante, la adaptación a los ciclos económicos y el continuo cuestionamiento del propio modelo son las bases del negocio. “Un presente, por espléndido que fuere, lleva escrita la huella de su caducidad en la medida en que se desliga del futuro”. Esta frase fue pronunciada por José María Arizmendiarrieta, sacerdote nacido en Markina, quien se considera auténtico pionero del grupo. Arizmendiarrieta llegó al municipio de Mondragón en 1941 con los estragos de la Guerra Civil bien presentes. Instalado en el lugar, el sacerdote se ocupó activamente en su reconstrucción.

Un año después se puso la semilla de lo que sería Eroski, que durante un tiempo se llamó Comerco y en 1972 alcanzó la cifra de 32 centros. El año 1959 nació Caja Laboral, una entidad de crédito creada para dotar de herramientas financieras al entramado cada vez más grande y con mayor cantidad de empleados, hecho este que sugirió la creación de unos servicios de provisión social bajo el nombre de Lagun Aro, importante aporte, pues el trabajo de los cooperativistas no estaba contemplado por el régimen de la Seguridad Social. Al principio de los sesenta nacían cooperativas como Taci, de lavadoras y frigoríficos, conformando lo que sería el emblema del grupo, que no fue otro que Fagor Arrasate. Con el paso de los años entraron otras empresas representativas como Soraluce, con el foco en las fresadoras. En 1964 se impuso el apoyo mutuo entre cooperativas y entre otras medidas se procedió a agruparlas para su mejor gestión conjunta. De esta manera se crearon las agrupaciones comarcales con la cercanía en la gestión y la circulación de inteligencia como principales valores. La primera agrupación fue la de Ularco, cuya zona de influencia fue el Valle de Leniz, al sur de Mondragón. Ese mismo año 1964 la escuela profesional llegaba a los 1.000 alumnos. Las agrupaciones comarcales alcanzaron el número de quince a finales de los setenta. Cada grupo mantenía su zona geográfica con el nexo común de Caja Laboral, auténtico apoyo financiero del entramado entre cuyas funciones figuró siempre la de apoyar a aquellas cooperativas en dificultades.

Desde su creciente influencia constituyó sistemas de trabajo colaborativo y social que buscaban el beneficio social en un entorno de pobreza extrema. Curiosamente fue en un equipo de fútbol donde apoyó parte de su proyecto, una fórmula que impulsó las relaciones entre sus integrantes, y por ende entre las familias. En 1943 Arizmendiarrieta impulsó la creación de la Escuela Profesional que derivaría en el futuro en la Universidad de Mondragón.

Las cooperativas, entre tanto, se dotaron de órganos de dirección idénticos entre ellas con la supervisión de la corporación. La asamblea general donde los trabajadores, en el fondo socios de la cooperativa, tenían voz y voto; a ella se vinculaban los consejos rector, social y de dirección, quienes a su vez trabajaban bajo el paraguas de Mondragón, que incorporaba grandes enseñas como la fábrica de carrocerías de autocar Irizar, y la suministradora de piensos compuestos Miba.

El nacimiento de Ulgor

La dimensión internacional

Sin embargo el primer paso tangible hacia el presente de Mondragón Corporación se dio en 1956, cuando cinco personas consolidaron, el simbólico día del 14 de abril, el nacimiento de Talleres Ulgor. Esos cinco pioneros fueron José Luis Usatorre, Jesús Larrañaga, Alfonso Gorroñogoita, José María Ormaechea y Javier Ortubay. La primera cooperativa sita en Mondragón estaba ya en marcha y de ella surgiría lo que en el futuro se llamaría Fagor.

Mondragón abrió las puertas al mercado internacional en 1966. Para ese momento el grupo había aumentado un 22% su cifra de ventas y un 14% su masa laboral. La proyección internacional del grupo tuvo un aldabonazo con un hecho simbólico relacionado con el ciclismo, cuando el año 1970 se presentó en la Escuela Politécnica de Mondragón el Fagor, el equipo ciclista de Luis Ocaña y Luis Otaño, que permanecería en el pelotón hasta bien entrados los ochenta, con Stephen Roche.

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En esos años la revolución tecnológica en muchas empresas tenía un nombre: el ordenador, a la vez que se avecinaban tiempos muy complicados, con la crisis mundial que se anunció en 1974 y se agudizó durante los siguientes años, causando ajustes radicales en muchas compañías. Por esas fechas Orbea, ya instalada en Mallabia y constituida en cooperativa desde 1969, formalizó su entrada en Mondragón. El año 1976, en pleno azote de la crisis, la organización lloró la pérdida de su fundador, don José María, cuya delicada salud ya le había dado algún disgusto años antes. En 1968 había sufrido una angina de pecho y para facilitarle el transporte diario los trabajadores le regalaron una VeloSolex de Orbea. A pesar de la difícil coyuntura, los encargos internacionales toman protagonismo en los resultados de la corporación, llegando pedidos de mercados emergentes como Venezuela. En 1980 la exportación ya implicaba el 22,5% de la facturación de la rama industrial y Eroski había sobrepasado los 100.000 clientes. Ocho años después los ingresos totales superaban los 1.200 millones de pesetas. El caché de los integrantes de la corporación le valió encargos notables, como la elevación de la cúpula del Palau Sant Jordi para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 a cargo de Urssa, que pocos años después también levantó la estructura que dio forma al Museo Guggemheim y las estructuras de las nuevas construcciones en la Zona Cero de Nueva York. La nueva organización La organización comarcal de cooperativas se retomó ya en los años noventa mediante un esquema sectorial, es decir, las cooperativas de Mondragón dejaron de agruparse por zonas y pasaron a estarlo por actividades y sectores. Así surgieron las divisiones industrial, con hasta siete ramas bajo su competencia, financiera y de distribución, con varios principios corporativos por bandera para todos los integrantes: la reinversión de los resultados, la actuación solidaria entre las personas, la aportación inicial de capital, el flujo de información entre las cooperativas y la desaparición de la competencia interna. Una fecha simbólica para el grupo fue el 14 de abril de 1997. 41 años exactamente después de su creación, Mondragón puso en marcha su primera web, la de Ulgor. Por esas fechas la corporación suponía el 4,5% del PIB del País Vasco, una influencia que se mantuvo más o menos en los mismos parámetros hasta 2015.

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El catálogo histórico de Orbea

La fábrica de Mallabia

Algunos proveedores de Orbea

Orca, la referencia en triatlón

Si existiera un catálogo trasversal que sirviera para conocer todo lo que Orbea en su día fabricó o un día vendió, la relación de productos incluiría: Revólveres Escopetas Piezas decoradas de damasquinado Máquina herramienta (fresadoras, tornos...) Cartuchos Energía eléctrica Carritos de niños Productos de nácar, desde objetos de escritorio a gemelos Bicicletas y piezas de bicicleta, salvo los neumáticos La VeloSolex Viajes con Orbea Travel Eventos, desde el Maratón de Monegros a la Pax Avant Aparatos de gimnasia (en colaboración con Atala) Prendas de neopreno Complementos de triatlón: gafas para nadar, mochilas... Ropa y cascos de ciclista Patines Orbea Training Componentes Orbea

En la década de los setenta Orbea decidió dejar su sede histórica en Eibar e irse a las instalaciones nuevas de Mallabia, en el polígono de Hambre, una extensión cuya compra gestionó Carmelo Urdangarín y que abrió la puerta a nuevas empresas. Aquella decisión tuvo mucho de obligatoria: la parte de la fábrica eibarresa era pequeña y no había margen para crecer. En 2015 la factoría de Mallabia emplea a 180 personas en una extensión de 13.000 metros cuadrados construidos, que si incluimos la zona de camiones y patio llega a los 15.000.

La relación de proveedores de las diferentes partes de la bicicleta es amplia y significa una importante cuota del total de empresas que trabajan en el gremio a nivel mundial. En grupos, Orbea ha trabajado con los cuatro grandes proveedores: FSA, Shimano, SRAM y Campagnolo. También se equiparon algunas bicicletas con Zeus en los setenta y ochenta, principalmente. Simplex fue proveedor de cambios. Por su parte Mavic y DT suministran ruedas, llantas y radios, Fox las horquillas, Weimann las manetas durante los ochenta, y la tubería es de Columbus.

En 1993 Scott Unsworth, excampeón de triatlón, fundó en la ciudad neozelandesa de Auckland la marca Orca con la intención de fabricar un tipo de ropa para la competición que fuera idónea para combinar en las tres actividades que componen el triatlón. Su primer nombre fue el de Performance Speedsuits, pero con el tiempo pasó a llamarse Orca y rápidamente se situó entre las marcadas de referencia.

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En 2012, dada la importancia que adquiere Orca dentro de Orbea, se decidió dedicar recursos y capital humano en exclusiva a la firma de ropa de triatlón. De esta manera Jon Coloma se puso al frente: “Desde Mallabia llevamos marketing, ventas y logística, es decir inventarios, compras… Tenemos un equipo de dos personas de gestión comercial en Little Rock (EEUU) y un equipo de desarrollo de producto e industrialización en Hong Kong, porque la mayoría de proveedores están allí. Hablamos de un producto blando, sobre todo neopreno, que implica el 70% de la facturación de Orca, además de ser su producto original. Tenemos que ser conscientes de la importancia de la marca en países como Nueva Zelanda, de hecho Orca patrocinó a la selección neozelandesa de los Juegos Olímpicos del 2000, los que se celebraron en Sydney. En el repertorio de la firma entran: neoprenos, monos de competición de una o dos piezas debajo del traje, accesorios, desde gafas para nadar hasta mochilas, gorros, porta dorsales… Y hemos dado el salto a la natación en aguas abiertas. La situación de la marca está en el top 3 mundial, liderando ciertos países”.

En sus instalaciones hay dos unidades de pintura, una en automático en base agua y robotizada y otra manual con baja temperatura de curado del barniz líquido para carbono. También hay un control de cuadros previo a montajes y servicio de cuadros sueltos. Para el apartado de montaje hay una cadena de gama media y una zona de gama alta, en la que las bicicletas se hacen bajo pedido. A su vez hay también dos líneas de ruedas para ambas gamas. En uno de los laterales se halla el almacén de componentes y expediciones, además del área de servicio de Orca, junto a las oficinas de calidad, mantenimiento y servicios centrales. Además Orbea ha trabajado con sendas factorías en China, con la que se dejó de operar en 2015, y Portugal. Como cuenta Miguel Ángel Estandía, el centro de Portugal responde a “no perder la facturación de grandes superficies. Fabricar para estas implicaba picos de faena que repercutían en la calidad de Mallabia, pues no se podía tener una línea para gama alta que al día siguiente se destinara a sacar producto de gran superficie. Trabajar con grandes superficies se hizo muy complicado porque en las subastas los precios se volvieron inasumibles. Nuestro centro de China fue exactamente igual que Mallabia”.

La historia de Zeus A finales de los ochenta Orbea adquirió la marca Zeus, un emblema que estaba muy bien instalado en el perfil de usuario alto. Tras muchos titubeos y malos años, la marca instalada en Matiena acabó cerrando sesenta años después de abrir. Zeus nació en 1926 en Eibar en medio de un debate sobre qué hacer en relación con el negocio armero. En esas fechas Nicolás Arregui ya había ensayado la fabricación de las primeras piezas de bicicleta y Zeus tomó esa sapiencia para sacar adelante su producto a finales de la década de los veinte. La Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial popularizaron el uso de la bicicleta en las décadas posteriores. Zeus llegó a tener un complejo industrial en la zona de Abadiano de más de 6.000 metros cuadrados. La marca destacaba por la calidad de sus grupos, llegando a ser conocida como la “Campagnolo española”. En sus buenos años la marca llegó a tener 200 empleados y era habitual ver su enseña en equipos de los setenta y ochenta. La situación del mercado, muy complicada en la industria de los componentes, lastró sus resultados, llegando a ser absorbida por Orbea en 1989.

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En 2008 Orbea empezó a distribuir la marca a nivel mundial por un acuerdo con Scott Unsworth, pero al año la empresa de Mallabia lo hacía todo: diseño, fabricación, distribución y posventa. En Orbea este proceso lo lideró Jon Coloma, quien pasó por varias responsabilidades y aprovechó su experiencia y conocimiento del mercado oceánico para sacar adelante la marca nacida en aquel entorno.

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La aventura se llama Monegros

La línea de cascos

“La bicicleta de comuniones y Reyes”

En 2001, Orbea se lanzó a organizar lo que con el tiempo sería uno de sus emblemas y principales nexos con el usuario: el Maratón de los Monegros. Para Juan Carlos Nájera, responsable del evento, “se escogió Monegros porque hay nombres que evocan aventura. Alaska, Samarkanda, Tombuctú, Monegros, Bardenas... Hay nombres que ya de por sí suenan bien, al menos de modo particular. En esas fechas se hacía la Baja Aragón, que era una prueba con un origen similar al Dakar en coches. Queriendo hacer algo al estilo pensamos en Monegros. Fui allí, estudié rutas, hablé con ayuntamientos de lo que implicaba una prueba de estas características, pedí los permisos...”.

El año 2010 Orbea decidió entrar en la fabricación de cascos como expansión natural de su negocio hacia otras ramas que se complementaran con la bicicleta; en definitiva los cascos, como la bicicleta, son un “elemento duro” para el ciclista.

En 2015 Orbea contaba con hasta 125 negocios que vendían su producto por toda la geografía española. Hablamos de la red de proximidad, la que lleva instalada muchos años, que conoce el producto pero también al cliente, lo que quiere y lo que quería, e incluso vaticinar qué puede gustarle en el futuro. Por eso Orbea tiene su tienda en Barcelona desde los años 40: primero el histórico local de los Jardinets, al final del Paseo de Gracia; luego abrió el Campus de la calle Consell de Cent. Hablamos con seis tiendas con perspectiva histórica sobre Orbea, su producto y las afinidades con sus clientes.

Desde Recambios Antolín apuntan que su negocio camina por la quinta generación, “con la sexta entrando, desde 1876”. Su tatarabuelo tenía una fragua, compraba tubos y los soldaba. “Fuimos artesanos de la bicicleta”, reivindican. Como algunos de sus compañeros, recuerdan que las ventas se centraban en “Reyes y comuniones. Desde entonces el cambio en el producto ha sido radical. Recuerdo cuando llegaba el camión con las bicis llenas de grasa. En la mejora del producto los vendedores tenemos nuestra cuota de culpa, con nuestros comentarios y recomendaciones”.

Rufino Pérez gestiona Bicicletas Pelin en Cáceres. Sus inicios fueron con la moto, pero incorporó rápido la bicicleta. La vida sobre dos ruedas y con Orbea desde hace treinta años. La suya ha sido una relación estrecha con Orbea desde 1985 en la que ha visto cómo se daba la vuelta al producto de la marca: “De ser una marca española que fabricaba producto muy generalista, lo que llamábamos bici de paseo, se ha pasado a ser una marca con personalidad propia, desmarcándose en el diseño, y eso se ha notado en las ventas”.

Javier habla desde Calmera Ciclismo, abierto en Madrid desde 1942: “Nos costó unos veinte años conseguir la marca para Madrid, porque se cotizaba alto. Zeus llegó incluso antes de entrar en Orbea. En 1968 hicimos los primeros contactos con la marca. Entonces era una bicicleta de primer precio —niño y paseo—. Siendo una marca conocida, sus acabados y calidades no eran todo lo finos que han llegado a ser. Cuando empezamos en 1968 vendíamos bicicletas por 1.900 pesetas, unos 10 euros, cuando ahora Orbea casi no tiene bicis por menos de 300. Mi padre paseaba un bus por Madrid con publicidad para los aprobados y para Reyes anunciando las bicicletas”.

La primera edición acogió a 400 participantes y “fue un pequeño caos, porque el Cierzo sopló fuerte y se retiraron la mitad. No dimos abasto en retirar a todos al mismo tiempo. Sin embargo gustó y la prueba fue creciendo poco a poco. Aquella primera edición fue en Grañén y posteriormente nos centramos en Sariñena. Cruzábamos el río Alcanadre, logrando imágenes similares a las que se ven en los rallys de aventura”, recuerda Juan Carlos Nájera. La prueba creció y creció hasta llegar a los 4.000 bikers. “Estuvimos en esa cifra de participantes un par de años, hasta ver que lo hacíamos bien. Luego saltamos a 6.000 y en 2015 hasta 8.000. Tenemos una demanda importante, generando una lista de espera de 1.000 personas en dos días. Orbea como tal no se dedica a eventos y queremos presentarnos al usuario de una forma potente”.

La gama se diseñó con una apuesta en tres líneas, según las calidades, con tres modelos cuyos nombres se inspiraron en dioses de la mitología noruega: Odín y Thor, más un guiño al alfabeto noruego, Rhune. Se consideró que el casco era el complemento idóneo al negocio de bicicletas y su gama se amplió con la idea de mejorar los pesos, llegar a los 250 gramos, y abrirse hacia nuevos nichos más allá de la carrera: BTT, ciclismo urbano y niños. En 2015 se incrementó la apuesta con la aportación de nuevos accesorios, como una cubierta para lluvia que hace el casco más aerodinámico ante las inclemencias meteorológicas. Las mejoras en peso llevaron el modelo R10 a los 225 gramos, compitiendo con los mejores cascos del mercado.

Por su parte Ángel, de Ciclos Aragón, trabaja la marca en Zaragoza desde 1974, una decisión de proximidad: “La persona que llevaba la marca en la zona fue clave. También en Zaragoza había un almacén que nos daba mucha comodidad a la hora de trabajar”. Ángel recuerda que “montabas una bicicleta como la Yovana y perdías mucho tiempo en ello. Ahora el producto te llega perfecto. Antiguamente debías pelear para venderlas, ahora vienen a por ella. Antiguamente había poco para comparar”. La bicicleta ha pasado de producto estacional a venderse todo el año: “Antes las bicicletas se vendían en dos épocas: comuniones y Reyes. El resto del año te veías negro pare vender una bici. Ahora tienes clientes todo el año con las ideas muy claras ante la variedad de marcas y el abanico que tienen. La gente tiene más tiempo libre para salir en bici, eso hace que se compre bicicleta durante periodos más largos y con gustos más diversos”. Más de cuarenta años dan para mucho: “Llegamos a tener hasta tres generaciones de clientes: de abuelos a nietos”.

Rafa Agirre tiene la tienda más cercana a la factoría de Mallabia. Desde 1992 gestiona su negocio en el corazón de Ermua: “Entré en pleno boom de la BTT y luego llegó Induráin y aquello mejoró mucho las ventas. Hoy tenemos usuarios que son casi profesionales, te vienen con todo muy claro”. Su ciclo al frente de la tienda toca a su fin y su hijo toma las riendas. Como en las generaciones de clientes, también hay relevo en la gestión de los negocios.

Joaquín Faura, de Ciclos Faura, en Albacete, fue profesional tres años con el Orbea y cuando colgó la bicicleta se incorporó a la red comercial: “Trabajé al máximo para instalar la marca en la zona. Depositaron una confianza muy grande en mí, respetando años buenos y no tan buenos”. De la marca destaca “la tecnología, el diseño y el servicio, prácticamente todo. Al inicio había paseo y carretera, luego la BTT. Ahora hay infinidad de gamas”. El cambio ha sido brutal: “Orbea tenía una imagen de bicicleta obsoleta y cambiar esa percepción fue complicado. Ese ha sido un gran logro. Tenía imagen de marca antigua y ha trabajado mucho para quitarse esa etiqueta. Pasan generaciones en las que los hijos vienen a por una bici Orbea porque a sus padres la suya les salió muy bien”.

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Las aventuras ciclistas de Fagor y Eroski

Los equipos de carretera que llevaron Orbea

El palmarés histórico de Orbea

Luz Ardiden, la montaña talismán

Dos empresas importantes en el conglomerado de Mondragón, como son Fagor y Eroski, tuvieron presencia en el pelotón internacional, además con importantes ciclistas en sus filas. Fagor pasó dos épocas en el ciclismo. La primera arrancó en 1966 con el histórico Pedro Machain como director de ciclistas entre los que emergió el conquense Luis Ocaña, acompañado de Mariano Díaz, Luis Otaño, José María Errandonea y Ramón Mendiburu, junto a los olímpicos Jaume Alomar y Jordi Mariné. Curiosamente en ese equipo corrieron también dos futuros directores del Orbea: José María Lasa, quien lo sería en los años setenta, y Txomin Perurena, una década más tarde. En 1970 Fagor entró a medias con Mercier en el patrocinio de un equipo, que tuvo como gran estandarte al famoso ciclista francés Raymond Poulidor, acompañado del que luego sería carismático director, Cyrille Guimard, y un ganador de Vuelta como el alemán Rolf Wolfshohl.

Orbea desde 1932 a 1936 Orbea-OAR desde 1971 a 1973 Orbea-Gin MG y Seat-Orbea desde 1984 a 1986 Caja Rural y Paternina desde 1987 a 1989 Lucas-Müllers en 1987 Euskadi y Euskaltel-Euskadi desde 1994 a 2013 CCC-Polsat en 2003 Team Orbea- Etxeondo en 2003 Milaneza en 2003 y 2004 Winfix en 2003 Jelly Belly desde 2004 a 2006 Orbea continental desde 2005 a 2012 Grupa PSB en 2005 Bretagne en 2006 Comunitat Valenciana en 2006 Team Mega Bike en 2006 Maderinox en 2007 Karpin-Galicia desde 2008 a 2010 Webcor en 2008 Fercase en 2008 Team Type 1 en 2009 Rubicon en 2010 Team NovoNordisk en 2014 y 2015 Team Cofidis en 2015

Desde 1930, cuando se cosió el primer emblema de Orbea a un maillot, hasta 2015, la saga de campeones que han logrado grandes éxitos con una bicicleta de la casa ha sido grande. Repasamos aquí los grandes hitos:

Según el marketing manager de Orbea, Ander Olariaga, “Antes la marca se centraba en comunicar las victorias conseguidas y los éxitos los medíamos en resultados deportivos. Ahora, los usuarios nos demandan conocer cómo trabajamos desde dentro con los equipos profesionales en el desarrollo y mejora continua de nuestros productos. El resultado deportivo es una parte más en el conjunto y trabajamos para que nos valoren por nuestros valores, por nuestra forma de vivir el ciclismo. Pero debemos admitir también que es cierto que ganar una etapa en el Tour sí tiene un valor diferencial”.

En la década de los ochenta, bajo la batuta de Luis Ocaña, Fagor volvió al ciclismo. Fue en 1985 y en ese ciclo Pedro Muñoz posiblemente fuera su ciclista más emblemático, si bien el más importante resultó ser el irlandés Stephen Roche, que estuvo dos años, el primero de ellos con el maillot arcoíris que había conquistado en el mundial de 1987. Eroski, por su parte, fue compañero de viaje del ONCE desde 2001 a 2003. Fue el equipo que vestía de rosa en el Tour y que vio a Joseba Beloki subir dos veces al podio de la mejor carrera, destacando también el futuro manager general del Euskaltel-Euskadi, Igor González de Galdeano, que llegó a ser líder del Tour.

Carretera 1932- Luciano Montero gana el Gran Premio de la República 1933- Ricardo Montero gana el Gran Premio de la República 1935- Mariano Cañardo gana la Volta a Catalunya y es segundo en la Vuelta a España 1941- Antonio Andrés Sancho gana la Volta a Catalunya 1971- Miguel Mari Lasa es campeón de España de regiones y montaña 1982- Peio Ruiz Cabestany y Antxon Lekuona ganan las Seis Horas de Euskadi 1984- Jon Urien gana una etapa en la Vuelta al País Vasco 1985- Peio Ruiz Cabestany gana la general de la Vuelta al País Vasco y Pedro Delgado la de la Vuelta a España 1988- Marino Lejarreta gana la Volta a Catalunya 1994- Agustín Sagasti gana una etapa en la Vuelta al País Vasco 2003- Iban Mayo gana la Vuelta al País Vasco y Egoi Martínez el Tour del Porvenir 2006- Samuel Sánchez gana el Campeonato de Zúrich 2008- Samuel Sánchez es campeón olímpico Ciclistas que ganaron etapas en el Tour de Francia: Federico Ezquerra, Mariano Cañardo, Pedro Delgado, Peio Ruiz Cabestany, Mathieu Hermans, Roberto Laiseka, Iban Mayo y Samuel Sánchez. Ciclistas que ganaron etapas en la Vuelta a España: Antonio Escuriet, Mariano Cañardo, Antonio Montes, Salvador Cardona, Peio Ruiz Cabestany, Pedro Delgado, Marino Lejarreta, Mathieu Hermans, Antonio Esparza, Jaume Vilamajó, Roberto Laiseka, Samuel Sánchez, Igor Antón y Mikel Nieve. Ciclistas que ganaron etapas en el Giro de Italia: Igor Antón, Mikel Nivel y Jon Izagirre. BTT 1997 y 1998- Roberto Lezaun es campeón de España 1999 y 2000- Roberto Lezaun es campeón del mundo de relevos 2007- Julien Absalon es campeón del mundo 2008- Julien Absalon y Jean-Christophe Péraud son campeón y subcampeón olímpicos. Rubén Ruzafa es campeón del mundo de XTERRA 2011- Catherine Pendrel es campeona del mundo 2014- Catherine Pendrel es campeona del mundo y de los Juegos de la Commonwealth

En efecto, ganar en el Tour marca la diferencia y una bicicleta Orbea ha ganado varias veces en la mejor carrera, y en especial en la cima pirenaica de Luz Ardiden, donde se marcaron tres de los mejores momentos de la historia competitiva de la marca. De esta manera quedó fijada la fortuna ya en la primera ocasión que el pelotón asaltó la cima, cuando en 1985 Pedro Delgado logró culminar el trabajo que Txomin Perurena había diseñado en el bus aquella mañana, para incredulidad del personal. Dieciséis años después un ciclista montado en una Orbea levantó los brazos en la verde ladera de Luz Ardiden. Fue Roberto Laiseka, quien burló el marcaje de Lance Armstrong y Jan Ullrich para lograr un triunfo especial no, lo siguiente. Fue el primero del Euskaltel-Euskadi en el Tour y culminaba con éxito el largo anhelo de muchos aficionados de ver un equipo vasco entre los mejores del mundo, y encima ganando. A los diez años Samuel Sánchez prolongó el idilio ganando una nueva etapa tras un duelo final con el belga Jelle Vanendert, que además sirvió para que el asturiano iniciara su camino hacia el maillot de lunares rojos que acabaría vistiendo en París. Luz Ardiden no será ni la cima más alta ni la más dura de los Pirineos, pero desde luego ha ofrecido a Orbea los mejores momentos en la mejor carrera del mundo.

Triatlón 2008- Craig Alexander gana el Ironman de Kona

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UNA HISTORIA CON PUNTOS SUSPENSIVOS

Escuchando a Juan Manuel, bisnieto de Jacinto Orbea, explicar que un día en La Habana, visitando un museo, hubo quien le enseñó armas marca Orbea porque por allí, en ultramar, el apellido también tuvo recorrido, se toma la medida de la universalidad con la que la enseña Orbea convive desde hace tiempo. Hace un año, recibí el encargo de escribir y condensar en un libro la historia de Orbea. 175 años, nada menos, una historia que abarca tres siglos diferentes y no pocas etapas. Una aventura con mayúsculas que nos permitió adentrarnos en la grandeza de un apellido, primero, y marca, luego, que con trabajo, tesón y detalle se hizo internacional y fuerte. Cuando Orbea empezó a fabricar bicicletas, hace más de 85 años, su recorrido no había hecho más que atravesar el ecuador. Desde entonces la marca pasó por muchos estadios, pero siguió a lo de siempre: innovando, trayendo patentes y cuidando lo artesano de sus genes, poniendo el acento en su arraigo a la tierra que la vio nacer. En este año hemos escuchado y ordenado las palabras de los Orbea de apellido, aquellos cuyos antepasados cincelaron las primeras bicicletas de la marca y crecieron en la histórica fábrica eibarresa. Supimos de la rebotica del paso de sociedad anónima a cooperativa, un proceso por el que nos guio Carmelo Urdangarín, un cicerone que un día pisó una ladera verde y suave, sobre la que hoy se asienta la fábrica. Respiramos la emoción en las palabras cargadas de recuerdo vivo y sincero de los socios fundadores, personas que un día cargaron con una empresa en situación comprometida para sacarla adelante. Tuvimos el privilegio de saber de los encajes de los ochenta, cuando el negocio empezó a remontar, con Ciarsolo, Baranda y todas las personas que afilando el lápiz hicieron posible el futuro. Un futuro que se desvelaba entonces, pero que resultó bueno, gracias a la innovación de personas cuyos ojos se iluminan cuando me hablan de Orbea: Aitor Larrañaga, siempre entre bicicletas; Xabier Nabaiza, la BTT en la cabeza todo el día; Joseba Arizaga, que no hay cosa que no sepa hacer; Miriam Bengoetxea, la exploradora de la compañía, y Miguel Ángel Estandía, quien ingenia que todo sea viable. Con ellos la bicicleta encuentra las formas que la desnudan ante usuarios que quieren ser Absalones, Pericos, Jokins y Samueles. Escucharles ha sido hojear un libro de sabiduría en voz alta y firme. Seguros, sinceros y comprometidos, no escatiman ni sentimiento ni crítica. Una orquesta en la que Miguel Ocaña y Jon Fernández ponen la partitura y el ritmo. Su actitud nos demuestra que nada de lo ocurrido ha sido casualidad, porque quienes llevaron la bicicleta a sus límites siempre sacaron partido. Perico en su Vuelta, los juegos de Absalon y Samuel, la marea naranja por las cumbres, el grupo de bikers pioneros de Ixio… Eso no se logra fácil. Hay sueños, horas e insomnio, doy fe. Un año después solo puedo decir que ha sido un privilegio, y este libro permite apreciar que la aventura ha merecido el empeño. IVÁN VEGA AUTOR

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UNA HISTORIA ESCRITA POR TODOS

Los 175 años de Orbea resumidos en un libro no ha sido una labor sencilla y desde luego ha necesitado de un trabajo coral. En esta obra han sido protagonistas y manos amigas todos los trabajadores que en algún momento han puesto su grano de arena a que Orbea sea lo que en el presente: trabajadores de ayer y hoy y gente que ha participado con su cariño y entusiasmo pero que no están ya entre nosotros. Pero en esta aventura caben amigos como los distribuidores de la marca, quienes son el rostro de la marca en sus ciudades, las marcas que proveen Orbea, los equipos y embajadores, los medios de comunicación que se han hecho eco del proyecto y ayudado en la documentación del mismo, el apoyo de las instituciones... En el fondo fotográfico de esta obra han contribuido el Archivo Municipal de Eibar, el Museo de la Industria Armera de Eibar, el Diario As y otras muchas aportaciones de trabajadores, antiguos trabajadores y el impagable esfuerzo de la gente de marketing sacando material antiguo y no tan antiguo de cualquier resquicio. A todos, muchas gracias.



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