Om yoga América edición Colombia

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HISTORIAS YÓGUICAS

MI

CORTO CAMINAR en el

YOGA

Ana Josefa Medina anajmedina@yahoo.com

Soy una mujer madura; cumplo los roles de esposa, madre, abuela e hija, entre otros. En el tiempo, bastante saludable, sin cirugías ni hospitalizaciones, pudiera decir, que, en ese sentido, he sido muy afortunada. Al llegar a la etapa de transición de la jubilación y cuando los hijos se alejaron del hogar por su profesión y para formar sus propias familias, me pregunté cómo lidiar con esos duelos, con esas ausencias significativas que habían llenado, hasta ese entonces, una buena parte de mi vida.

También, en esta etapa, más que en ninguna otra, llega la hora del recogimiento y de las profundas reflexiones en relación con la propia existencia, de querer buscar en el interior y oír nuestra propia voz, en la búsqueda de nuevos sentidos, en especial el espiritual. Bajo tales circunstancias, consideré empezar a practicar yoga con cierta regularidad, pues siempre había sentido una fascinación e inclinación por esa disciplina oriental, quizás por lo profundamente humano que este estilo de vida promueve. Me topé con el lugar adecuado y las personas formadas que me ayudaron a encontrar ese tesoro escondido que es la práctica del yoga, un tesoro de múltiples aristas e infinitos saberes que aprender e integrar. Adentrarse en cada asana y, lo que esta implica, no llega todo de una vez, sino que poco a pocohe ido descubriendo cómo a través de la actividad corporal, en sintonía con la respiración, es posible concentrar la atención en la percepción de cada postura y en cada parte del cuerpo. Después de tres años y medio de práctica he tomado consciencia de que cada postura bien realizada y alineada facilita la unidad o integración cuerpo/mente en pos del alma.

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Mis iniciadores Cristina Schweizer y LeonidBerbesí, con su amor y exigencia despertaron mi motivación interna y disposición para la práctica regular. Además, comenzar el yoga con la filosofía, la técnica y los soportes propuestos por el maestro Yyengar terminó demostrándome que así mi cuerpo si podría avanzar. Estoy consciente de lo mucho que me queda por aprender y retos que afrontar, y que el recorrido no ha sido tan sencillo, sin embargo, reconozco y me alegro con mis avances: algo de mejor movilidad y flexibilidad, mayor capacidad de resistencia para el sostenimiento y estabilidad en algunas asanas, así como la posibilidad simultánea de concentración y relajación durante las mismas. Naturalmente, sigo sintiéndome saludable, vital, satisfecha y en gratitud con los beneficios que me proporciona cada práctica. Hoy valoro el silencio, la respiración,la relajación, la meditación como vías de encontrarme en paz y en armonía conmigo misma, con los otros, con la naturaleza y con el fluir de la energía cósmica. En otras palabras, vivir en y cultivar el yoga.


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