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Movimientos eclesiales, semillas de vocación

Al comenzar el año, el Papa francisco confía a la Iglesia las«intenciones de oración» para seguir mensualmente un itinerario de oración, pidiendo así por las necesidades más palpables dentro y fuera de la Iglesia; cada mes, estas intenciones se depositan a la fe de los feles, para que, unidos en un mismo sentir, se haga manifesto el deseo de Cristo, como lo expresa San Pablo, de «ser un solo Cuerpo» (Ef 4, 4)

Reflejo de un proceso de renovación y de una Iglesia siempre en salida, el Papa invita a seguir durante todo el año este camino de unidad, y como ha sido en los primeros meses, el Sumo Pontífice propone, para el mes de mayo, orar por los movimientos y grupos eclesiales. Así lo ha dado a conocer a través de la página «red mundial de oración del Papa»: «oremos para que los movimientos y grupos eclesiales redescubran cada día su misión evangelizadora, poniendo sus propios carismas al servicio de las necesidades del mundo», pero ¿por qué es necesario pedir por los grupos y movimiento eclesiales si se entiende que estos ya están evangelizados y trabajan para la evangelización?

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Para entender al Papa sobre la invitación de orar por los grupos y los movimientos eclesiales hay que entender primero que el Espíritu Santo se derrama sobre todos los fieles en forma de carisma o de Don, es decir, todos los cristianos poseemos la acción del Espíritu Santo en nuestro interior y es necesario pedir a Dios que potencialice el Don que ha sido derramado en nosotros. El Espíritu Santo es el mismo para todos pero actúa de manera diferente en cada uno, así como lo expresa el Apóstol de los gentiles, «hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversi- dad de actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. Pero la manifestación del Espíritu le es dada a cada uno para provecho. Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversas clases de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de Él». (1Co 12, 4-7). En la actualidad hay una múltiple manera de palpar la acción del Espíritu Santo. Están las asociaciones, los grupos, las pequeñas comunidades y muchos movimientos. Tanta es la riqueza del Espíritu que no se agota. El Señor ha sido generoso con nosotros y en el caminar de la Iglesia nos acompaña de manera tan simple y al mismo tiempo tan misteriosa.

Los grupos o movimientos que conocemos de la Iglesia son una expresión libre de la acción del Espíritu Santo en el hoy de la historia. Surgen como una forma de impulsar la evangelización y sobre todo como una renovación espiritual con un sentido fuerte de comunión. Podría decir que entre más grupos o movimientos existan, más se manifiesta la acción de Dios, ya que el Espíritu que las anima, rejuvenece la Iglesia, la llena de energía y la impulsa para que sea de verdad misionera. Incluso la Iglesia misma es un movimiento que peregrina en la historia del hombre y de las comunidades. Ella de acuerdo al mandato de Cristo, actúa en su nombre y lo anuncia a todos los hombres.

Los movimientos de la Iglesia deben reflejar el amor del Padre y del Hijo en comunión con el Espíritu Santo. De tal manera que este reflejo de amor divino es garantía de la obra de Dios. Dentro de estos movimientos Dios suscita en el corazón de cada miembro la necesidad de trabajar por el Reino. Y en esa necesidad, Dios suscita vocaciones específicas, las fortalece y los hace comprometerse en la Iglesia. Deben realizar con toda la plenitud la misión sacerdotal, profética y real de Cristo, de la cual participamos todo el pueblo de Dios, es así que los movimientos o grupos eclesiales se convierten en semilleros de vocaciones. Cuando el Espíritu inicia una obra suscita en el corazón de los hombres el interés de unirse a ella, los capacita, los fortalece y los envía a la misión, los hace misioneros y los pone en camino a la misión.

Pero no siempre ha sido así de fácil. El Papa nos ha recordado, en muchas y diversas ocasiones, sobre las problemáticas en las que caen los grupos eclesiásticos; la tendencia a aislarse, de ser un grupo cerrado y elitista, de convertirse en una mera convivencia social, olvidando la esencia de su centro. Nos ha advertido sobre las tentaciones en las que pueden caer, así como lo hizo con los participantes en el tercer congreso mundial de los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, en su discurso habla «de no caer en la rutina, de no buscar contentarnos con esquemas tranquilizadores que paralizan, y que a su vez son estériles, de no caer en la tentación de querer enjaular al Espíritu Santo»1. Sin duda, resultaría contradictorio que un movimiento permanezca estático y aislado de los demás. Los grupos o movimientos eclesiales siempre deben estar en movimiento. Ellos deben tratar de responder a las necesidades de nuestro tiempo, tienen que ser testimonio de un amor trinitario. Y volvemos al discurso del Papa, donde ofrece tres consejos para volver encon-

22-11-2014./ https://www.vatican.va/content/francesco/es/ speeches/2014/november/documents/papa-francesco_20141122_convegno-movimenti-ecclesiali.html trar la finalidad de pertenecer a un grupo eclesiásticos o a movimiento: «¡No olviden la lozanía de su carisma, la lozanía del primer amor, renueven el entusiasmo de la llamada del Señor!; Debemos acompañar y acoger, sobre todo a los jóvenes, respetando su libertad; y por ultimo, buscar siempre la unidad, venciendo la división, la rivalidad y la maledicencia», y otro consejo que podemos agregar, es de la acción de orar y trabajar; Orar a Dios para que dirija esta obra comenzada en los grupos y en los movimientos, que sea Él quien los dirija: trabajar, esforzarnos en la acción evangelizadora, en la ayuda mutua y en los distintos servicios, dando ejemplo y testimonio del amor de Dios, ser reflejo de la acción del Espíritu por medio de las obras.

Por ultimo, las ultimas palabras del Papa dirigidas a los participantes del congreso; «Seguid adelante: siempre en movimiento… ¡No os detengáis nunca! ¡Siempre en movimiento!».

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