Albedrío #1

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jo del público, incapaz de entender pesar de la dificultad que para A DANZA BUTOH A LA LUZ DE CCIDENTE en qué momento los recintos del un ser moderno implica el inicios arte dejaron de dedicarse al regocijo y placer de los hecho de considerarse integral, es decir, en armonía en sus por Laura Irene Zúñiga como sentidos, para fomentar y aplaudir el disgusto. De de su materia, pensamiento y entorno, resulta intole- surgió rable la visualización de un cuerpo literalmente frag- un rechazo a la rápida “occidentalización” a la que la alguna manera, subyace un cometido artístico de tomentado, como el emanado de las generaciones ex- sociedad japonesa se inclinaba; en su expansión hacia dos los tiempos: el de atentar contra la comodidad puestas a la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki. Europa y América, se trata de un proceso inverso de como estilo de vida. El silencio, ya sea para descifrarSer testigo o testimonio de los huesos expuestos, las “orientalización” que ya había comenzado con los lo, propiciarlo, combatirlo o soportarlo, siempre es un venas, los folículos; de la fusión de la piel con los intercambios económicos del siglo XVIII y obtenido reto. órganos visuales y auditivos, de la transformación de su acceso al panorama artístico con el afán orientalista Lo butoh, en su aspiración de trascender lo humade las primeras vanguardias de fines del siglo XIX. los cuerpos en masas uniformes, y aún considerarse no, de purificar lo humano, de devolverlo a la pureza Es, por otra parte, un aprendizaje del silencio co- incorpórea, convierte el baile en deseo de lo absoluto, parte de la raza humana, implica una capacidad intuitiva para llegar a la conclusión de que el Ser es mucho mo medio vital para el diálogo, luego de que las socie- el punto máximo al que puede llegar un cuerpo en la dades sean víctimas y culpables cotidianas de la intole- danza de los pies enterrados es la inmovilidad. Al más que la materia de su cuerpo. Hacer evidente esa fragmentación literal, rescatarla rancia a la voz de los otros. Si bien cada manifesta- igual que otros procesos individuales que se trabajan como prueba del poder y la indolencia ilimitada de ción artística es sobre todo humana y cada obra maes- de lo interno a lo externo, puede ser intolerable desde hombres cuyos pensamientos tra se sobrepone a los regionalismos, las clasificacio- fuera, porque apenas es posible percibir el movimienDemasiado corpóreo, fueron capaces de instaurar nes, teorizaciones y patentes; esta disciplina, a pesar to de esas almas acompañadas por los cuerpos en limitado, hectáreas de desiertos donde de estar principalmente sustentada en una filosofía tránsito. No obstante las pretensiones, se ha instauracompacto. antes hubo sociedades huma- oriental, se conecta con búsquedas que atañen a toda do una estética que, lejos de esos primeros años de Tendré que abrir los poros nas, y lograr que a pesar de la comunidad moderna que ha visto sus castillos ideoló- real repulsión y veto, parece tener éxito por sí misma; Y disgregarme un poco. reconstrucción de los edifi- gicos esfumarse y, aún más importante para el caso, de alguna manera, ya hemos sido educados en el exNo digo demasiado. cios, las familias y los cuerpos desaparecer de su primera plana a la propia figura del tremo del péndulo que ha superado el horror al espaOliverio Girondo, “Restringido propósito” nunca se borren las huellas hombre, para ser sustituida por máquinas inteligentes cio vacío. del vacío impuesto para silen- y misiles. En este entorno, es preciso afinar el concepto de Es de subrayar en esta danza un movimiento es- “espectador” que comenzó a ser cuestionado y desciar es una necesidad de esa danza que asegura un lugar en el escenario a la indefinible esencia humana. pacial sin banderas ni estirpes, a la medida de lo acreditado en los años 60, a raíz de las teorías de GroSi bien, presenciar un espectáculo de danza butoh humano. En aras de una trascendencia necesaria del towski, Stanislavski o Augusto Boal. El desempeño puede causar aversión, no sólo por el aspecto inusual cuerpo, es preciso comenzar con la disolución de las tradicional del que espera en su grato asiento una de algunos cuerpos −no necesariamente jóvenes, no diferencias, ya no hay morfologías continentales ni sucesión de escenas preparadas para su satisfacción habitualmente musculosos, no comúnmente excluido raciales, y mucho menos esa obligada distinción de cedió terreno al “participante” de un hecho artístico. el deterioro de su carne−, sino también por la pacien- género a la que nos han orillado los recientes discur- El silencio, el vacío y la inmovilidad puestos sobre el cia a la que es sometido un espectador occidental y sos gubernamentales. Se puede llegar hasta donde escenario son sólo un camino que el asistente ideal moderno −acostumbrado a las ágiles demostraciones nuestras intensiones de fusión con el cosmos lo per- debe recorrer hacia sí mismo, en un proceso de desade la danza clásica y tradicional−, esta forma de la mitan. En el terreno de las almas, la percepción del rrollo humano que completa el quehacer del bailarín. danza, como muchos otros aspectos de la cultura volumen, la forma y el color no es un tema posible. En la recepción, también debe dejarse de lado oriental, procura una sensibilización que deje atrás ese Ese es el principal motivo del blanco utilizado en cualquier costumbre interpretativa, puesto que la estereotipo de belleza que reduce lo humano a lo cor- muchos de los trabajos de danza butoh. práctica pugna por la búsqueda de un estado original, Ésta, como muchas obras contemporáneas, de- previo a la codificación de las emociones y, por lo poral. En el desarrollo y expansión del butoh, cierto manda una actitud menos pasiva de sus receptores, tanto, previo a su simbolización. Luego de una ardua fenómeno merece una atención importante. Aunque quedó atrás el encanto de la butaca. Es común el eno- técnica depurativa, nunca fácil para un ser so12

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EDITORIAL os será imposible desligar el deseo de iniciar una revis- duden, ya las críticas han tocado los postigos, las que hemos ta de las pretensiones de protagonismo que seguramen- recibido como corresponde: cínicamente.

te se nos adjudicarán; sin embargo, es el lector, personaje

Y no es que hayamos sido los más adecuados para esta

más importante en el mundo de las letras, quien en primer iniciativa; en todo caso fuimos los únicos. La displicencia lugar juzgará que no es posible aspirar a la fama con una re- aluzó las caras de quienes llamamos en nuestro socorro, en vista tan escasamente inmortal. Sólo diremos que las preten- vísperas que nos tomarían más de un año. Nos topamos de siones son ciertas a medias. Que esperamos ser famosos e in- frente con el muro del descrédito, no sin razón. Estuvimos a mortales sabiendo que fracasaremos. Que el vértigo, encarga- punto también de la desidia, no sin entusiasmo. Pero ilógicos, do de obligar al suicida a retroceder, ha sido ineficaz en noso- nos dimos a la tarea de perder el tiempo. Privilegio este últitros. Saltaremos porque el temor de no hacer nada es mayor mo para compartir. al temor de hacer algo y morir en el intento.

Invitamos a todos los que lleguen a leer estas pala-

Este empalmo de hojas de manufactura sencilla fue bras, por supuesto que con el deseo de sentirnos menos solos, concebido sin imaginar la complejidad de la empresa. Suma- a ignorar el vértigo y arrojarse con nosotros. Es esta la hora mos y restamos, luego dividimos y volvimos a calcular, nunca de cometer errores. De cualquier manera el peligro es latente multiplicamos. Dispusimos que el espacio fuera amplio, abier- y nos perseguirá el resto de nuestras vidas, es mejor empezar to, luminoso, y por último verificamos que los cimientos en el a vivirlo. fangoso campo de la independencia estuvieran firmes.

Ahora que esta revista está en sus manos, es de uste-

Por cierto que callaremos los oscuros negocios que nos des el trabajo más importante: darle vida con sus colaboraciovimos obligados a cometer, las vergonzosas concesiones que nes, convertirla, con espíritu lúdico y de experimentación, en entablamos con reciprocidad, los insultos que mediaron entre campo de batalla de uno mismo, mesa cordial o no del dialogo, nosotros con tal de que fuera posible este primer número. No antro crítico, museo de la crónica, trinchera de la conciencia, es fruto, en ningún sentido, de la concordia. Tal vez por eso la albergue de la poesía, manicomio del pensamiento, prostíbulo única conjura que nos puede salvar es que pase de mano en de las ideas… En suma, hagan de ella lo que quieran, incluso mano hasta que las verdaderas decisiones no corran por nues- limpiar la mierda y arrojarla después a la indiferencia, como tra cuenta. De hecho, en virtud de que puede haber quienes lo generalmente se acostumbra con estas publicaciones; al final, es su albedrío.

CONTENIDO

SALUTACIÓN INÚTIL

LA DANZA BUTOH A LA LUZ DE

OCCIDENTE …………………1,12

BORGES Y LA TRAICIÓN …………………………3 DOÑA MACABRA ……………………………………………4 FORTUNATA Y JACINTA ……………………………5

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Antonio Nogueira*

o puedo saludar a quien no conozco y menos a quien va a morir, en lo primero porque no saludo a quien no conozco y en lo segundo porque hay me-

jores asuntos antes de morir y no seré yo quien los interrumpa. No celebro, en esta lógica, una nueva revista de literatura universitaria hecha por jóvenes, primero por estar hecha por jóvenes que no saben lo que hacen, principal rasgo del ser joven, y porque para celebrar algo habrá que saber primero de qué se trata. De esta revista no es posible aún decir si vale la pena celebrarla, pues ni siquiera he leído, para bien o para mal, uno solo de sus textos, sean estos poéticos o críticos, si algo hay de

ENTREVISTA A

poesía o de crítica en ellos. Sin embargo, apuesto la chaqueta que llevo puesta y mi

EVODIO ESCALANTE …………………………………6,7 UN MUERTO SÓLO HABLA CONSIGO …………8

cachucha inglesa a que pasará sin pena ni gloria por el riachuelo de las letras que atraviesa este país, el cual, sobra decirlo, también pasa sin pena ni gloria. Lo apuesto (así, a renglón seguido) porque no es el tiempo de las revistas de literatura ni mu-

HEBRAS DE HUMO …………………………………9,11 GÁRGOLA ………………………………………………………10 LAS AZUCENAS O EL INTOXIQUISMO ……11 LEGALIZACIÓN DE MARIHUANA ………………12

al fracaso absoluto a pesar de que haya quien no lo quiera saber, aunque lo sepa, por dos razones: 1) los universitarios de hoy no leen lo suficiente ni lo de sus propias carreras y 2) la literatura ocupa un sitio menor en el gusto popular, si no sentimos la inclinación de llamar literatura a cualquier texto escrito. En honor a la verdad, también hay que mencionar, de pasada, que la literatura que se libera de las exigencias

INKE GUNIA Y LOS CONCEPTOS DE LITERATURA

cho menos si son éstas universitarias; se ha visto que unas y otras están destinadas

del éxito, incluso antes de que éste ocurra, es una literatura redimida del gramatical-

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mente pesado fardo de las ambiciones. *

Colabora con nosotros: Fotografía, dibujo o textos (Times New Roman, 12 pts., doble espacio de interlineado, alrededor de 5 cuartillas, o menos si puedes, en formato de Word. ¿Poesía? Tú sabrás): revista.albedrio@gmail.com

R EVISTA A LBEDRÍO http://revistaalbedrio.blogspot.com Comité editorial Israel Hernández Rojas Aliosha Lailson Barrios Oliver Velázquez Toledo

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Ex-crítico literario.

Colaboradores Anastacio Naranjo (le cerdé) Omar Reyes Vega José de Jesús Gutiérrez Laura Irene Zúñiga Ramón Félix Alvarado Ciotti Raúl García Hernández Diseño de portada: Uriel Lailson Barrios Publicidad: Claudia Guerrero (claus_DGM@hotmail.com)


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n el transcurso de la historia pocos hombres han pasado de villanos a héroes, en especial si están muertos o son figuras míticas; sin embargo, la figura de Judas, que por siglos representó el orden de lo maligno, ha adquirido nuevos matices. Para esto, Borges elabora especulaciones que presentan a Judas como una imagen inaudita del héroe. En “Tres versiones de Judas”, Borges regresa, nos dice Woodall, “a un terreno bien conocido por él: la investigación epistemológica realizada por un oscuro erudito”: Neils Runeberg, personaje teologal que en 1904 muestra su primera versión de Judas en su libro Kristus och Judas. En dicho libro, Runeberg, “miembro de la Unión Evangélica Nacional, […] hondamente religioso”, analiza el “misterio central de la teología”, el misterio de la relación entre Judas y Jesús. Primero distingue una especulación de Tomas de Quincey, donde se relaciona a Iscariote con grupos de judíos rebeldes que buscaban, a través de la condena de Jesús, mover al pueblo a una revuelta contra Roma; pero “Runeberg sugiere una vindicación de índole metafísica”. Todos conocen la historia de Judas, la noche del terrible beso. El personaje de Borges postula que éste no fue un acto casual; por el contrario, “fue un hecho prefijado que tiene su lugar misterioso en la economía de la redención”. Runeberg advierte, con marcada base platónica (“el orden inferior es un espejo del orden superior”), que toda vez que Dios se hizo carne, humano (la forma arquetípica, Dios, se materializa, se degrada, es imperfecto) lo hizo como un sacrificio a favor de los hombres: “Para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representación de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fue ese hombre”. El sacrificio de Judas consistió, según Runeberg, en “rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y a ser huésped del fuego que no se apaga”. De acuerdo con el postulado del Topos Uranus, la imagen reproducida del arquetipo (el hombre, Judas) se humilla aun más, refleja con su dolor el de Jesús y accede con ello a su forma original a través de la experiencia aguda de la degradación. Runeberg lo explica: “Judas refleja de algún modo a Jesús. De ahí los treinta dineros y el beso; de ahí la muerte voluntaria, para merecer aún más la Reprobación”. La tesis comporta un carácter herético y desmitificador. Borges, contrario a lo que postulan los evangelios canónicos y con ellos la institución eclesiástica, nos entrega un Judas heroico; su traición no es tal, sino que es un asceta que no envilece su cuerpo: “Judas hizo lo propio con el espíritu. Renuncio al honor, a la paz, al reino de los cielos […] Obró con gigantesca humildad, se creyó indigno de ser bueno”. Lo importante de esto es que el gran sacrificio que hizo Judas así le fue mandado. Él, “único entre los apóstoles, intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús”. Runeberg fue refutado “por los teólogos de todas las confesiones”. El obispo de Lund contesta con un extracto de la Biblia: “el tercer versículo del capítulo veintidós del Evangelio de San Lucas”. Éste es importante, representa la primera versión de Judas que conocemos a través de los evangelios aprobados por la iglesia y se ha mantenido vigente hasta nuestros tiempos, incluso en 1953, nueve años después de la aparición de Ficciones, Giovanni Papini escribe lo siguiente:

En 1978, un grupo de campesinos que buscaba tesoros enterrados en las cuevas del Egipto Medio descubrió algo mucho más valioso que el oro. Eran los libros del UATRO VERSIONES DE UDAS que más tarde sería conocido como Códice Tchacos, compuestos por un grupo de cristianos gnósticos que valoraban por Raúl García Hernández el conocimiento como camino esencial para llegar a Dios. Restaurar esos textos, poner un orden mínimo en el complejo rompecabezas, exigió una década de paciencia. Los que éste se encuentra a merced de fuerzas superiores; papiros, resecos por la falta de cuidado, eran una parva de fragmentos minúsculos, ennegrecidos, casi ilegibles. Entre trata quizá de suavizar la figura mítica de Judas, sobre esos desechos estaba el Evangelio de Judas. Después de que la que se ha forjado el antisemitismo atroz. Runeberg National Geographic lanzó una primera edición en inglés, fue traducido a todas las lenguas occidentales.

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se entrega a la reelaboración de la teoría. Casi tres años tarda en publicar su “libro capital” el Den hemlige Frälsaren, en el que postula la segunda versión de Judas, la que, como el Borges narrador afirma, “es una mera perversión o exasperación de Kristus och Judas”; en ella se exagera el concepto del sacrificio ejercido por Dios, como la afirma el argumento general del libro:

Dios totalmente se hizo hombre pero hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: Fue Judas.

“La conclusión es monstruosa”, Runeberg se entrega a morir en la dolorosa desesperación de la indiferencia. “Tres versiones de Judas” muestra premisas que se asemejan mucho a una cuarta versión de Judas que Borges no conoció, pero que intuyó. Esa cuarta versión está fuera de la ficción de Borges, aunque de alguna manera ya se encontraba presente; me refiero al Evangelio según Judas. El escritor argentino en 1975 presenta en El libro de arena otro cuento de índole teologal llamado “La secta de los treinta”; en el epílogo a dicho libro, Borges aclara: “‘La secta de los treinta’ rescata, sin el menor apoyo documental, la historia de una herejía posible”. El cuento trata sobre una secta de la que se tiene vago conocimiento a través de un manuscrito incompleto. Sin embargo, queda claro que sus conjeturas no vinieron de la nada. Sin duda, Borges sabía que el cristianismo pasó por varías etapas después de la crucifixión de Jesús; por lo tanto, tenía conocimiento de que había otras formas de la cristiandad diferentes de la que se constituyó como oficial. En los primeros dos siglos de la cristiandad, la iglesia católica se fundamentó en el Nuevo Testamento, es decir, su dogma absoluto, y para ello necesitaron aniquilar toda forma de cristiandad que atentara contra sus principios. Uno de esos grupos antagonistas del cristianismo ortodoxo, aparte de simonianos, ebionitas y nazarenos, fueron los gnósticos del cristianismo temprano. Los gnósticos, explica Marvin Meyer, de la Universidad de Chapman: Creían que hay una fuente primaria de bondad, la cual concebían como la mente divina, fuera del universo físico. Los humanos portan una chispa de ese poder divino, pero lo detiene el mundo material que lo rodea.

Por lo que Meyer deduce que estas ideas atentaban contra la iglesia, pues proponían: Que las personas ordinarias podían estar conectadas con Dios. La salvación consistía en despertar esa chispa dentro del espíritu humano y reconectarla con la mente divina. Para lograrlo, se requería la guía de un maestro, y ése, según los gnósticos, fue el papel que desempeñó Cristo. Quienes entendían su mensaje podían convertirse en algo tan divino como Jesús mismo.

Bajo estos postulados gnósticos, la iglesia se sentía amenazada. Aconteció entonces, continúa Meyer, que (y de esto es muy probable que Borges tuviera noción, pues estuvo registrado):

Alrededor del año 180 d.C., Ireneo, el obispo de Lyon, escribió un extenso tratado llamado En contra de las Satanás entró en Judas la noche de la cena. Judas, herejías. El libro atacaba los puntos de vista sobre el mensaje pues, estaba poseído por Satanás: era, en aquel momento, la de Jesús que diferían de aquellos del pensamiento tradicional de la iglesia. Entre los denunciados se encontraba un veste y la forma humana de Satanás. grupo que reverenciaba a Judas y que había producido una Papini lleva el tema del traidor al límite: historia ficticia que denominan el Evangelio según Judas. La persona [Judas] en la cual se había escondido De esta manera las fuentes de Borges pue[Satanás] fue arrojado como un guiñapo y como un guiñapo colgó de la rama. Enloquecido el traidor, amorosísimamente den ser rastreadas, aunque no conoció los textos, sino traicionado. sólo las ideas centrales. En una extraña vuelta del

Esto es no sólo una reafirmación del dogma, laberinto se hace el gran hallazgo. Tomas Eloy Martíes también la validación de la creencia cristiana de que nez comenta al respecto: el bien y el mal son agentes externos al hombre y de

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Desde el rápido muestreo expuesto sobre las ideas rectoras del gnosticismo, se encuentran similitudes con la teoría de Runeberg, sobre todo si uno observa que tienen un trasfondo platónico. Hemos visto cómo en esta teoría, la forma humana refleja su forma ideal que permanece en un estado superior. Para los gnósticos, el conocimiento del hombre permite que el ser común se pueda liberar de su cárcel material que es el cuerpo, la réplica imperfecta de la figura arquetípica que aspira a volver a su forma original que es la forma superior de las ideas, es decir, aspirar a Dios. Una cosa más: estas afinidades entre el gnosticismo y la propuesta de Borges sólo se dan en la primera versión de Runeberg sobre Judas; la segunda, como se ha visto, ha quedado de lado, puesto que postula la teoría caótica y exasperada de Judas como encarnación del Verbo. Se sabe que algunos grupos gnósticos reverenciaban a Judas como factor infaltable del drama divino; mas no se hizo un culto dedicado enteramente a él, por lo que no existe registro, y si existe no lo he encontrado aún, de que en algún momento se haya especulado en torno a Judas como el elegido, como sí lo hizo Borges. Lo escrito en “Tres versiones de Judas” se acerca de manera sorprendente a fragmentos ya traducidos del Evangelio según Judas. Retomemos una idea: él fue elegido para saber el secreto propósito de Jesús. En el artículo de Cockburn encontramos: En el pasaje clave, Jesús le dice a Judas: “Sacrificarás a la carne que me cubre.”[…] Judas mataría a Jesús para hacerle un favor. Lo que sucederá finalmente es que [Jesús] se deshará de su carne, de lo físico, y por consiguiente liberará al Cristo real, al ser divino del interior. Que se le confiara a Judas esta tarea es señal de su condición especial. “Levanta tu mirada y ve la nube y la luz dentro de ella y las que la rodean”, Jesús le dice para animarlo. “La estrella que dirige el camino es tu estrella.” Judas entonces tiene una revelación en la cual asciende a hacia “una nube luminosa”. Desde abajo los testigos oyen una voz que proviene de la nube. Aunque lo que dijo tal vez nunca se sepa debido a que justamente esa parte del papiro está rasgada.

La coincidencia entre Borges y el evangelio de Judas es clara, éste es el héroe elegido para ayudar a Jesús en su transición, ¿cuál es ese terrible secreto que refiere Runeberg? El secreto que le devela a su discípulo es que lo necesita para liberar al “Cristo real.” Lo que realmente preocupó a la iglesia es que ello prometía un cielo accesible a través del conocimiento y no de la fe. Jesús regresaría a su forma ideal una vez que Judas lo ayudara a dejar el impedimento del cuerpo. Paralelamente, la necesidad del sacrificio de Judas refleja el de Dios. Un momento después a Judas lo acomete una revelación. En términos de Borges, la revelación de su destino, porque “él es quien en verdad entiende el mensaje de Cristo”, por lo que accede a la verdad del Verbo. Judas al vender a Cristo, accede a Dios, aunque eso signifique el mayor de los sacrificios, el conocimiento del dolor humano más profundo, la degradación del ser a la condición del hombre impío. Por otra parte, la divinidad es también conocedora del dolor físico a través de Jesús y logra una visión entera de los padecimientos del ser humano, tanto interiores como exteriores. Ambos cumplieron con su destino y el círculo se completó. La relación entre la ficción de Borges y la realidad se ha estrechado a partir del descubrimiento del texto antiguo, esto quizá no sorprenda demasiado tratándose de Borges. Su ficción y el códice Tchacos han sido indispensables para la inusual transformación de Judas, fenómeno que se verá reflejado en los nuevos conflictos dogmáticos de la iglesia.


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perdido en una batalla: “y ahí me dejaron rodando a fuerza expresiva del esperpento pone de por el monte, gritándole, llamándolo…, pero no relieve rasgos típicamente pasados por alto. RASGOS SIMBÓLICOS EN PERSONAJES DE apareció nunca. Luego, cada vez que entrábamos Desde Valle-Inclán sabemos que “los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Es- DOÑA MACABRA DE HUGO ARGÜELLES en alguna ciudad o algún pueblo, iba yo casi de puerta en puerta preguntando por él.” Y al mismo perpento” y que el sentido trágico de la vida –la por Ramón Félix Alvarado Ciotti tiempo con la Malinche, si prestamos oídos a los mexicana, en este caso– “sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”; en contubernio tablemente, por las venas de México. La otra, la de dicho por Octavio Paz en cuanto a la relación de ésta con el gran guiñol, este recurso multiplica sus posibili- Armida, es la feminidad proveniente más bien del con la llorona. Tampoco tiene herederos y aunque los dades. Reconocido como el antepasado del cine gore, mestizaje que desde la Colonia reclama el lugar que de busca, no los encuentra, quizás sólo en los animales el teatro de gran guiñol abarrotaba sus salas en París a hecho ocupa en la aristocracia, esa casta que devino que ampara, como el caballo cuya anécdota revela el partir de 1897 en la medida que los espectáculos que clase social, herencia decimonónica cuyos parámetros carácter surrealista de lo mexicano. “Algo bien turbio” debió sucederle, dice ahí se presentaran descompusieran los gestos de los todavía jerarquizaban a la sociedad mexicana en aboasistentes hasta la crisis o el desmayo. La presencia de lengos y según haciendas en tiempos del porfiriato. Othón sobre Ricardo. Armida cuenta que, mal herido, la sangre, de la muerte, de los escenarios espeluznan- Figuras maternales ambas cuyas contrapartes no son lo perseguían “los chacales de Huerta” y fue protegites contribuía al éxito en sus propósitos. Sin embargo, menos elocuentes. El Coronel, miembro de la milicia do por su familia, lo que le costó perderla, hasta que el humor forma parte de esta expresión y en la obra que vertió sangre por una patria incierta, personifica él mismo murió, quizás enterrado a destiempo por la que nos ocupa, a través de la farsa, pieza corta cómi- una actitud enterrada precozmente, pero que ha deja- confusión con sus viajes astrales. Su ausencia parece ca, esencialmente popular, de acuerdo con la defini- do un tesoro en el subsuelo. Octavio, por su lado, prematura, como prematura pudo ser la prescripción ción de Ann Ubersfeld, que “tiene por característica interpreta al padre presente que encarna una reflexión de los méritos de esos militares y la entrada a la vida girar alrededor de un engaño: en general hay un men- sobre la masculinidad “ilusionista”, hacedora de su institucional del país por medios improvisados. Tampoco tuvo herederos sino oportunistas. Demetria lo tiroso o ‘farsantes’, más algunos engañados”. Ésos mujer ideal: cadáver, pero exquisito. Fantasmas que vuelven de ultratumba, toca- describe al vuelo ante Armida: “Todavía te acuerdas son los personajes, dice la especialista. Un engaño triunfante o desarticulado es, a menudo, la intriga. dos por el esperpento, para recordar a sus herederos de lo que quiso ser y no pudo ser.” En Lucila y Othón se compendia el sector Tres recursos que constituyen esta obra teatral y nos las íntimas deudas que los constituyen. Dice Demetria advierten de la extravagancia del terreno, de la a Armida: “¿Qué no seremos, Octavielo, tú y yo unos contra el que responde doña Macabra, quien los des‘hibridez’ de su constitución, por más que algunas meros fantasmas que todavía no se enteran que lo cribe por sus puntos débiles, acaso los principales. veces sólo se repare en el éxito comercial de la obra son?”; y da la clave ella misma: “A los difuntos nomás Personajes no menos grotescos ni menos caricaturizados que los otros, tampoco con ellos sabemos si reír o en su producción televisiva o en la ineficacia de la es cosa de saber oír con el corazón”. Licántropo, hipnotizador, profesor Aricará meditar sobre lo que significan. Herederos completacinematográfica. A todas luces, la presencia de canciones –aricarar, “arar superficialmente”–, Octavio el Gran- mente desinteresados del origen de sus herencias. mexicanas ubica en un espacio cultural a los persona- de, ilusionista, supersticioso. “Ya está en una clínica Dice Armida a Lucila: “aunque estuviera sola, prefiero jes; no es gratuita la cita de versos relativos a la muer- donde le proporcionan los medios suficientes para su estarlo que soportar ese mundo que está lleno de gente. En las tradiciones del país, el culto a la muerte readaptación”, dice Mario. Es la figura masculina que te estúpida (la ve) y mezquina, convenenciera, pragmáocupa un lugar principal. Pero también aquella Danza sobrevivió a la revolución mexicana, cuenta con los tica y mediocre.” En varios momentos conocemos los macabra medieval viene a cuento, como las calaveras 60 años justos para haber sido muy niño para la bola; impulsos que mueven a estos mexicanos, sujetos a la que se escriben en vísperas de noviembre. Además, renuente todavía para conceder cabeza a la mujer que patria con sus reglas económicas y sociales, productos las dos mujeres encarnan sectores extremos, una, por construye. “Cuando le cortan la cabeza a uno ipsofacta- del Estado moderno ya conformado para esa década, un lado, a los inconformes que se unieron a la revuel- mente se convierte en trofeo”, dice Armida. Acción muy diferente a la de sus antepasados. Dice Othón: ta; la otra, a la clase acomodada del XIX, beneficiada que implica una reflexión sobre la posesión del cuer- “En el fondo, tú y yo siempre nos hemos entendido”, más tarde por el periodo de Porfirio Díaz. Una de 70 po, aunque sea inanimado, como un poder erótico. Lucila: “Lo que pasa es que ahora estamos hablando y la otra de 71 años, respectivamente. Edades que “¡Debe ser una especie de médico, de loco o de asesi- de dinero.” Desde entonces, este texto consigna la corresponden a las generaciones que vivieron aquella no!”, clama Lucila cuando ha conocido el oficio del indiferencia que ya veríamos en cuanto a feminicidios época; de hecho, cada personaje está determinado por huésped. Para el año en que esta obra fue escrita, pa- años después, pero que en suma dibuja a estos persoel mismo factor. Al inicio del primer acto, la acota- rece incluso referir a la predilección por los viajes del najes, repercutiendo contra la idiosincrasia nacional presidente en turno, heredero también de los frutos toda: ción contrasta a estas dos mujeres: Demetria está limpiando un rifle. Tararea: “La rielera”. Está de la revolución. Pregunta Othón: “O sea, que no OTHÓN: (Leyendo.) Año de 1963: La policía todavía no vestida de soldadera, con blusa de caqui y canana. Al cuello, un encuentra las demás partes del cuerpo de la hermosa siempre está en la casa…”, y contesta Armida: paliacate. Lleva una larga trenza canosa. mujer que apareció flotando mutilada en el canal del Entra Armida vestida de negro, muy fin de siglo. Peinado alto, “Nomás cuando viene a México.” desagüe. Hasta ahora falta por encontrar los brazos, las cuello de encaje y un collar de perlas. Actitud refinada. manos, las piernas, los pies, la cabeza y el ombligo. (Ríe) Armida es la sobreviviente de la clase domi¿Y cómo pueden decir que es hermosa? Seguramente el En todo caso, Armida y Demetria son pertronquito debe estar muy bien. (Da vuelta a la hoja del nante que fue sacudida por la revolución y las vicisitusonajes hermanados por el sufrimiento, en el que periódico.) ¡El futbol! Leonor y Mario son los predilectos de los radican precisamente las razones de este esperpento y des de aquellos años, por estar el país debatido entre de la farsa. Una y otra han sido de alguna manera Díaz, Madero, Villa, Zapata, Carranza, etcétera. En- ancianos, han heredado lo que de ellos corresponde. heroínas de sus propias historias, pero ya de tal mane- carna a la clase alta mexicana de esa época, pero con- Él admira al olvidado Octavio, ella tiene la actitud que ra locas, envejecidas, anacrónicas y siniestras, que son vertida en una anciana fuera de su tiempo, enloqueci- prefiere Armida. Mario se presta a la caracterización un par de despropósitos urdiendo tinglados para su da por el amor perdido, por el hijo perdido, por el de don Juvenal, un anciano, como en demostración diversión. Esta representación sustentada en el humor hijo que busca y en cierto modo encuentra en la figura de su atavismo, de su flexibilidad para adecuarse a las negro nos ofrece a través de Demetria una puerta de de Mario, por el rechazo que su propia familia tiene pasadas generaciones, con tal de obtener consideraacceso al porqué de sus recursos, a manera de una de su actitud, de su élite. Dice Armida: “En Londres ciones especiales. Además, la distinción que hay en sugerencia de lectura: “Sí, sí, mejor llorar y reír… pa’ hay un club de damas que justamente tiene de estos sus portes, en sus bellezas, les confieren la simpatía de no llorar.” Pero de esta celebración se nos avisa que pececitos y los cuidan y les echan hasta sus joyas… los viejos, exceptuando tal vez a Demetria, quien no no es ocasional, sino un experimento, “¿qué clase de por snobs” y adelanta “claro, con eso se calcifican me- demuestra una inclinación particular por ellos. Leonor y Mario son ejemplos de la otra parte, en contraste experimento?”, pregunta Othón, y contesta Armida jor. Yo también les echo las mías, a veces…” El hijo perdido significaría la falta de sucesocon Lucila y Othón, entre los herederos de esas in“(Observándolos divertida.) Digamos que de convivencia… Ritual”. Es decir, este rito, como también anun- res dignos, pues la nación que está a la vista está cons- fluencias históricas representadas en Armida, Demecia con la palabra psicodrama uno de los personajes, irá tituida por personajes mediocres, gente como la sobri- tria, Octavio y Ricardo. El tesoro encontrado refiere de cualquier más allá del simple disfraz, pues una teatralidad así na y su marido. expone una multitud de signos. Se dirá después: “festival anímico-musical-barroco” y “populachero y nocturnal”. En los personajes de Doña Macabra de Hugo Argüelles se cifrarían, como vemos, varias raíces que alimentan la identidad mexicana. Por una parte, la imagen femenina de la mexicanidad en Demetria, representante ella de lo nacional que hay entre la Malinche y la Adelita, nos viene de la Conquista y la Revolución, episodios cuya sangre corre para bien o para mal, pero siempre inevi-

DEMETRIA: A veces, la he sorprendido en su cuarto arrullando a un niño que imagina, fantaseando pues. OCTAVIO: Pero para Armida debe ser real. Tanto como para mí, mi Crisótida (La ve con ternura) y para ti, la otra Demetria con la que a veces platicas.

Dice Demetria: “todo por servir se acaba; y vaya que nosotras hemos servido, sobre todo la una para la otra”. De todos los personajes es quien mejor evoca en el imaginario su significado simbólico, lo que se ha vuelto para la mexicanidad la revolución: unas trenzas, cananas, corridos, etcétera. Entabla una cercanía con La llorona, cuando cuenta sobre su hijo

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manera a la riqueza en forma de descubrimiento, de un sacar a la luz aquello que subyace en los fundamentos de este edificio. Sin embargo, están por verse las significaciones de los porcentajes. Cuánto hay de premio y cuánto de fardo en este tesoro. En fin, las posibilidades simbólicas de los personajes en esta obra, y los detalles en general, motivan en una lectura de este tipo, numerosas interpretaciones; empero, es un trabajo que aquí sólo se apunta, cuando exige mayor cuidado y detenimiento que los que le he dado.


no se haya nombrado así mismo como un Al Dr. P. Larousi, quien le dio cuerpo al texto. santo, no se puede desligar de su condición o se necesita ahondar en los personajes MAXIMILIANO RUBÍN de hombre, por lo mismo no puede apartar de Galdós para darse cuenta, en una de sí la idea del amor idealizado. El exceso primera lectura, de la autonomía que cada uno Y LA FIGURA IDEALIZADA DE FORTUNATA de razón y el estoicismo de Maxi sólo son adquiere y de cómo ésta depende del mundo por Claudia Guerrero efectivos mientras se mantiene alejado de literario que forjó el escritor, así también, de la trascendencia de ciertos personajes que en dos o propio y confía en que los baluartes del sueño y el esta idealización de la figura de Fortunata y mientras más obras sirve de base para dicha autonomía, como ensueño le defenderán de las inexorables embestidas permanezca en el plano de la realidad, es decir, consel famoso doctor Augusto Miquis o el prestamista de la realidad”. Esta realidad es el desamor y la infide- ciente del desamor. Con la muerte de Fortunata se Torquemada. Es por eso que en las novelas galdosia- lidad de Fortunata; la realidad alterna, el amor y la asegura la cordura de Maximiliano y por medio del sometimiento al razonamiento del amor que siente nas, nos dice Agustín Yáñez, “toda su fuerza arranca figura de Fortunata idealizada. Por medio del amor, Rubín adquiere con- por ella, deja al descubierto su idealización: de los personajes y no de la anécdota que se narra; Pues mis extravíos, ¿Qué ha sido más que la exésta puede ser pobre, monótona, de antemano sabida fianza en sí mismo y mejora considerablemente en sus presión exterior de las horribles agonías de mi alma? Y para o presentida […]; sin embargo, las peripecias de los clases de farmacéutica. Lo que lo anima aún más, es la que no quede a nadie ni el menor escrúpulo respecto a mi personajes poco importan para mantener la atención, palabra de matrimonio que le da Fortunata y su pro- estado de perfecta cordura, declaro que quiero a mi mujer lo sostenida por el desenvolvimiento de los caracteres”. mesa de ser mujer honrada, aunque esta idea la ad- mismo que el día en que la conocí; adoro en ella lo ideal, lo eterno, y la veo, no como era, sino tal y como yo la soñaba Cada personaje es presentado de manera individual y quiere de Maximiliano y no por convicción propia. Al y la veía en mi alma; la veo adornada de los atributos más encarna la dualidad entre bondad y maldad, los perso- conocer su pasado pretende redimirla por medio de hermosos de la divinidad […] ahora que no vive la contemnajes son como en la vida real, ni buenos ni malos, su amor; sin embargo, los únicos sentimientos que de plo libre de las transformaciones que el mundo y el contacto del mal le imprimían. sólo son y rebasan el límite del realismo al generar ella consigue son la compasión y la piedad. La supuesPor medio de la muerte es liberada Fortunata deshonra es el motivo del encierro de Fortunata en ta y es, de manera irónica, la representación de la docuna visión del mundo. Galdós llega en la construcción de sus nove- Las Micaelas, lo que en Rubín provoca un mayor gra- trina que él predicaba para la liberación del alma del las al grado de que cada estrato social es recreado con do de idealización. Aunque Fortunata pretende ser mundo materialista. Maxi en su locura se erige como minucia, asimismo recrea su estado emocional, por lo mujer honrada y redimida al salir del convento, recae un redentor predicando la muerte como liberación; que no es raro encontrarnos distintos tipos de perso- en la infidelidad. Esto es un golpe que provoca la sin embargo, se da cuenta de que “la bestia” es invennajes en una sola novela. Un tipo de personaje en ruptura entre la Fortunata idealizada y la real, ruptura cible. Más adelante dice Maxi: “No, amigo; vivir no. particular que Galdós aborda constantemente, es el que Maxi tratará de evadir por medio de sus lecturas La vida es una pesadilla…Más la quiero muerta.” Con loco. Aquí me refiero a un personaje enigmático, que filosóficas en la botica. la muerte de Fortunata, Maxi la puede idealizar para a pesar de su locura pareciera ser el personaje más siempre y sin que pueda la realidad contraponerse. cuerdo en Fortunata y Jacinta: Maximiliano Rubín. Y Aunado a lo anterior, en Maximiliano hay ya sobre él vale la pena preguntar ¿su locura es verdadera cierto determinismo en el fracaso del matrimonio, o es sólo un artificio para evadir la realidad? para ello Galdós nos da referencias del matrimonio de La figura de “Maxi” aparece hasta la segunda sus padres: parte de la obra galdosiana, lo primero que leemos Tiempo hacía que las deudas socavaban la casa, y se sostenía apuntalada por las consideraciones personales sobre él es un retrato detallado de su físico: “era de que los acreedores tenían a su dueño. El motivo de la ruina, cuerpo pequeño y no bien conformado, tan endeble según opinión de todos los amigos de la familia, fue la mala que parecía que se lo iba a llevar el viento, la cabeza conducta de la esposa de Nicolás Rubín, mujer desarreglada y escandalosa, que vivía con un lujo impropio de su clase y chata, el pelo lacio y ralo […] Su piel era lustrosa, fina, dio mucho de que hablar por sus devaneos y trapisondas. cutis de niño con transparencias de mujer”, se descriDiversas e inexplicables alternativas hubo en aquel matrimonio, que tan pronto estaba unido como disuelto de be como un personaje tímido, achacoso, “raquítico, hecho, y el marido pasaba de las violencias más bárbaras a de naturaleza pobre y linfática, absolutamente privado las tolerancias más vergonzosas. Cinco veces la echó de su de gracias personales”, no por ello tonto, aunque imcasa y otras tantas volvió a admitirla, después de pagarle todas sus trampas. potente en sus relaciones conyugales. Es un hombre Dos datos cabe desatacar de esta cita, la prifrustrado que recurre constantemente al ensueño para mera es que Maximiliano contrae matrimonio con una aislarse de la realidad: “soñaba que tenía su tizona, El regreso de Fortunata es la perdición para mujer similar a su madre que debido a su modo de bigote y uniforme, y hablaba dormido. Despierto deli- Maximiliano, pues aunque Feijoo le recomienda pervida se duda de que los hijos sean del mismo padre, lo raba también, figurándose haber crecido una cuarta, manecer con su marido y no hacer escándalos, ella lo segundo es que Maximiliano vuelve una y otra vez a tener las piernas derechas y el cuerpo no tan caído vuelve a engañar; Rubín, al sospecharlo, va perdiendo Fortunata debido al amor y el deseo que siente por para adelante, imaginándose que se arreglaba la nariz y la razón poco a poco. Empieza por tener errores en la ella. Los celos son la principal causa de que él evada la que le brotaba el pelo”. Más adelante el narrador, composición de las formulas en la botica, seguidos realidad. ahondando en los pensamientos de Rubín, revela que por los cambios de humor, las mañanas insoportables La locura que aparenta Maximiliano es, pues, se convencía de ser otro, no tenía jaquecas y hasta se y las noches amenas, su extrema debilidad y, después, su manera de evadir la realidad. El final que da veía a sí mismo como oficial del ejército; nada más sus ataques de violencia. En sueños le es revelada la Galdós a la novela es significativo debido a que lo que alejado de lo que realmente era. infidelidad de Fortunata, lo que muestra que dentro pretendía era la redención de Fortunata. Maximiliano Por todo lo anterior se deduce que “Maxi” de su locura tiene ciertos destellos de lucidez, pues le provoca la muerte indirectamente por medio de la vivía entre dos realidades, por ello idealiza la figura de busca incasablemente las pruebas de la infidelidad de revelación de la noticia de la nueva amante de Juan Fortunata y es de esa idealización de la que se enamo- su esposa. Temía que alguien le arrebatara su honor y Santa Cruz. Fortunata puede al fin liberarse, pues en ra. Concuerdo con Ignacio Elizalde y Ricardo Gullón cuando todo se descubre, regresa a sus lecturas filosóun mundo donde todo era fingimiento, la sinceridad en que el deseo de evasión de Maximiliano incurre en ficas; Ignacio Elizalde nos advierte que el cerebro de de Fortunata estaba de más. Maximiliano se aparta del la creación de una realidad alterna, su locura se vuelve Maxi “ya propenso a las elucubraciones más absurdas, mundo cuando su misión como redentor está concluipatente cuando presiente la segunda infidelidad de va despertando la obsesiva manía de identificarse con da. El mundo exterior ya no es para Maximiliano una Fortunata y aumenta al sospechar que ella está espe- el Pensamiento puro”. Aunque más adelante se nos prioridad y aunque pretenden engañarlo de nuevo al rando un hijo de Santa Cruz. revela que es una treta para descubrir el engaño de hacerle creer que va a un monasterio, él piensa: “si Con la evasión justifica la infidelidad de su Fortunata. creerán estos tontos que me engañan. Esto es Leesposa y se protege ante la sociedad. Dice Gullón: El amor que por ella siente permite a ganés. Lo acepto, lo acepto y me callo, en prueba de “Maximiliano, cuerdo a ratos y demente en ocasiones, Galdós, según Gullón, la creación de un personaje la sumisión absoluta de mi voluntad a lo que el munentiende la realidad y los sucesos según son, pero al “fisiológicamente ruin pero con alma y conciencia de do quiera hacer de mi persona.” No podrán encerrar mismo tiempo forja la teoría y el absurdo que los ex- hombre; por eso puede sentir la infidelidad de su musu pensamiento, es cierto, pero el tendrá que esperar a plique y legitime a sus propios ojos y los otros; es un jer, hasta el punto de enloquecer realmente; la ama la muerte para poder liberar su alma. loco que quiere ser tenido por tal, para conseguir de la con plenitud de corazón, volcado en el sentimiento, y BIBLIOGRAFÍA sociedad la tolerancia sin desprecio concedida a los su vida tiene sentido por el amor” y a pesar de que Pérez Galdós, Benito. Fortunata y Jacinta (dos historias de dementes”. De esta manera asegura que tanto su des- Maxi tome como estandarte la lógica para descubrir la casadas), Porrúa, México, 1979. honra como el hijo bastardo de Fortunata se justifi- verdad, cuando Fortunata le habla de amor vuelve a Elizalde, Ignacio. “Personajes anormales” en Pérez quen. perder la razón y como consecuencia es encerrado en Galdós y su novelística, Universidad de Deusto, Bilbao, 1988. Retomando la idea del enamoramiento, Leganés. El amor, por tanto, no pertenece a la lógica Gullón, Ricardo. “Personajes anormales” en Galdós, Maxi, explica Gullón, “se ha refugiado en un mundo sino que es parte de la naturaleza y aunque Maximilia- novelista moderno, Gredos, Madrid, 1973.

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MADERA PARA SER CRÍTICO ENTREVISTA A EVODIO ESCALANTE

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nunca estudié filosofía formalmente, pero sí me recuerdo a mí mismo tratando de leer textos filosóficos, recuerdo que por mi cuenta leí las Lecciones preliminares de filosofía, de García Morente, y recuerdo que por mi propia iniciativa tenía ahí la Fenomenología del espíritu de Hegel, y a veces trataba de leerla, sin entender nada, pero, bueno, yo hacía el esfuerzo, como que siempre estaba consciente de que es a partir de un esfuerzo que tú logras algo. Entonces sólo muy tardíamente descubrí que empezaba a entender cosas de filosofía, pero en la filosofía mi formación fue más que nada autodidacta y sólo ya en una etapa de madurez, cuando me inscribí en el doctorado en literatura, pues hice una especie de trampa, yo lo llamo, porque todos los seminarios que tomé fueron de filosofía, como que me interesaba ya reforzar ese aspecto de la formación filosófica. Por eso yo nado entre dos aguas, mi maestría y doctorado son en letras, pero muchas horas de mi tiempo las he dedicado a leer filosofía, que además yo mismo me justifiqué que la necesitaba para explicarme este poema de José Gorostiza, “Muerte sin fin”, que es un poema que tiene una infraestructura filosófica de alguna manera. –Usted no es de aquí, de la Ciudad de México… –Yo soy de Durango. Mi formación original es en Durango, allá estudié la primaria y allá estudié la carrera de leyes. –¿Aquí estuvo en la UNAM? –Yo aquí estudié en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. –¿En qué año estuvo ahí? –En la UNAM estuve en realidad en dos épocas, estuve en 66 y 67 cuando yo quería estudiar ciencias políticas y luego estuve hacia mil novecientos setenta y…, me inscribí en la Facultad de Filosofía y Letras en 75, hice la maestría y me recibí en 79. El primer producto de mi vida académica es un libro que escribí sobre José Revueltas, que fue mi tesis de maestría. –También tiene un libro sobre jazz, ¿cierto? –Pues no propiamente un libro, sí llegué a publicar SILVESTRE artículos y una especie de plaquette sobre cuestiones de jazz, porque, bueno, también desde muy chamaco me Silvestre el fuego gustaba el jazz. De hecho, llegué a formar un grupo Silvestre de jazz, hacíamos free jazz, que puede ser lo más fácil La noche dormida en la matriz de los eucaliptos o lo más difícil del mundo porque es ponerse a imLa navegación de nuestros ojos provisar y a lo que salga y formación musical no la Que van a dar al triángulo tengo, pero sí cierta cosa autodidacta de escuchar mucho jazz, eso sí. Divino –¿Toca algún instrumento? Silvestre el beso –El piano y el saxofón. La carne –Todavía. La inocencia –Pues el saxofón lo tengo muy abandonado. A veces El pecado le doy al piano, pero lo aporreo, yo digo que no lo La unión de nuestros cuerpos toco, yo lo aporreo, con toda libertad. En el trasero verde de la luna. –Al dedicarse al arte, en este caso específico a las letras, uno busca algo que va más allá de la simple estabilidad económica, algo que podríamos llamar un De Un demonial de días (1975). crecimiento espiritual; pero en estos casos siempre n vísperas del viaje a Francia del profesor Escalante, del que volverá en septiembre próximo, consideramos oportuno obtener una conversación con él para conocer de primera mano los entretelones que supone cada clase, pero que por la distancia que la inercia inflige, sujetos a la academia, nos perdemos. En pos de ese objetivo, cuyo cumplimiento habrá que buscar con cada uno de nuestros catedráticos, pretendimos romper el hielo comenzando con uno de los críticos sobre literatura contemporánea que ocupa un lugar decisivo en los periódicos. –¿Cómo fue su formación en la licenciatura, qué carrera estudió? –Mira, en realidad yo debo reconocer que he tenido una vida un tanto extraviada, hice varios intentos en varias disciplinas. Hubo una época en que estaba, en la época de juventud, muy politizado, de hecho me inscribí en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, quería estudiar para politólogo o sociólogo. Mi vida ha dado una serie de tumbos, no soy el mejor ejemplo para un estudiante; pero yo creo que cada quien va encontrando la verdad de su propia vida. Después de eso terminé, porque había dejado inconclusa, la carrera de leyes. Mi formación inicial es de abogado, aunque muy pronto me di cuenta de que como abogado no iba a funcionar; también escribía cuentos y poesía, desde niño prácticamente, entonces la vocación literaria la descubrí muy pronto y también un poco tarde, porque luego ya cuando fui abogado me dije “bueno, la verdad yo no quiero ser abogado” y en esa época me vine a vivir a la Ciudad de México en busca de mejores oportunidades de trabajo. Me vinculé a la Universidad Metropolitana que estaba en ese momento en proceso de formación y empecé a dar clases aquí; ya estando aquí alguien me sugirió que estudiará la carrera de letras, una maestría; yo pensé que no podría estudiar una maestría, puesto que tenía una licenciatura muy diferente, pero ya me explicaron que sí, que paga uno ciertas materias para equilibrar y, en efecto, estudié la maestría de letras. Más tarde hice el doctorado, pero esto es resultado de una serie de tanteos que fui teniendo en mi vida. –En su propia experiencia, ¿cómo ha sido el diálogo entre filosofía y poesía? –Bueno, un remanente de mis lecturas orientadas hacia la política fue el interés por la filosofía, que era un interés muy juvenil y no sé, a la mejor siempre consideré que la filosofía era muy difícil, entonces

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esperamos el reconocimiento de una colectividad, algo que al final sería un pago, no muy alejado de la riqueza económica, ¿usted elabora su trabajo esperando este reconocimiento o lo hace únicamente por un crecimiento espiritual? –La pregunta es compleja. Yo diría que el punto básico de sustentación es la subsistencia material, digamos, yo de alguna forma estoy muy ligado a lo que es la universidad, porque desde hace más de 30 años trabajo en la universidad. Claro, eso me da una base muy sólida, una plataforma, porque tengo resuelto de alguna manera el problema económico al tener una base en la universidad desde su fundación, porque me tocó ser fundador de esta unidad, y de la universidad por lo tanto. La universidad tiene 35 años, son los años que yo tengo trabajando aquí, soy del personal más antiguo. Ahora, cuando uno escribe, no escribe uno, creo yo, pensando en un beneficio material, económico, porque además la poesía no te da para vivir en México, a lo mejor la crítica literaria un poquito, porque te pagan por un artículo, pero igual lo que te pagan por un artículo, por una reseña o por un ensayo, es muy poco. Entonces eso lo haces tú por gusto propio y quizás también por un posible reconocimiento a una labor, es decir, en la medida en que publicas un libro de poemas pues ya te empiezan a decir que eres el poeta, ¿no?, digamos, eso te da un distintivo. Yo, cuando ingresé a esta universidad, publiqué algunas cuestiones en el terreno de la poesía y pues decían "ah, es el poeta", “además escribe”, o sea, no tenía meramente la formación de, pues, “me titulé” o "tengo un doctorado en el colegio de México", no, sino que tenía ese plus o ese extra que es "el que escribe". Entonces, aunque no quieras, creo que sí está implícita esta búsqueda de reconocimiento, porque lo otro sería también muy feo, que tú publiques un libro de poemas y nadie te identifique, que nadie te lea, que publiques en los periódicos y que nadie te lea, sería un contrasentido horrible porque estás buscando una comunicación. Es algo que tiene la letra escrita, tú como profesor o conferenciante te diriges a un público de treinta o de sesenta personas, pero un artículo que publicas en el periódico, virtualmente, o sea como una posibilidad, lo pueden leer cinco mil, claro, si bien te va, a lo mejor nada más te leen dos o tres gatos; también caes en un terreno muy difícil, no sabes quién te leyó, esa es mi experiencia como articulista en los periódicos, nunca sabes quién te leyó, de pronto sí, alguien te comenta algo y sientes bonito, porque bueno, sí, alguien me leyó.


LA VERDAD NO HA ESTADO DE TU PARTE La verdad no ha estado de tu parte. Buena razón para apagar el noticiero y entregarte a una música sin palabras. Las hormigueantes frases de un saxofón alto, por ejemplo, si ese saxofón es el de Jimmy Lyons. El golpeteo incesante de una batería si esa batería es la de Sunny Murray. La errática danza de un bajo eternamente a contrapelo en esta ocasión de John Lindberg y de un silencio que se destrenza igual que un surco imaginario encima del frenesí y la amargura más completa. Al concluir la música, la noche entera se despide de ti y borbotea incesante en tus tripas mojadas. De Todo signo es contrario (1988). - En este camino por la crítica literaria, después de tanto tiempo, se van creando necesariamente animadversiones, ¿cómo es lidiar con este asunto, se pierden amigos, se ganan amigos? - La crítica, ejercida tal como yo la ejerzo, tiene ese lado difícil, pues en lugar de ganar amigos, a lo mejor los pierdes; vas perdiendo amigos en el camino porque además la cultura crítica en México está muy subdesarrollada, la gente no entiende que hagas una crítica de un libro, piensa que estás criticando a la persona de carne y hueso, no al texto, y por lo tanto si yo escribo una crítica negativa de un libro de David Huerta, no solamente pierdo la amistad de David Huerta, sino de todos los amigos de David Huerta que consideran que es un gran poeta y que yo estoy equivocado además y que soy una bestia de mala leche por criticar a un poeta. Es más fácil que te abras paso en la república de las letras como creador, como poeta o novelista, como cuentista, como dramaturgo, que como crítico, al crítico siempre pesa la idea de que el crítico es un resentido, porque es un tipo que intentó escribir y se dio cuenta de que no sabía escribir o que no le salían bien las cosas y entonces ya de perdida se dedica a la crítica. Siempre hay una idea deficitaria del crítico, como alguien que no la hizo el terreno de la creación y se refugia el terreno de la crítica, como si fuera el terreno de los amargados, también hay que luchar contra ese prejuicio, claro, se requiere de cierta madera, no digo un espíritu de sacrificio ni un heroísmo, pero sí se requiere de una madera para ser crítico y para mantenerte en esa posición crítica.

- ¿El lugar de la crítica en México tiene que ver con este concepto de que vivimos en una especie de república de la simulación donde todo estaría bien, lo que se espera de una reseña es que hable bien del libro? –Claro; pero creo que eso tiene que ver con la vida total de México, también tenemos jueces que simulan impartir justicia, políticos que simulan que hacen las cosas y a veces no las hacen, es más retórica que realidad. Todo el país es como un país de la simulación y entonces también tenemos que simular que hacemos crítica cuando son notas de sociales: “Bienvenido al mundo del libro, porque eres muy buen escritor, nos estabas haciendo falta", y el lado negativo de la crítica, que creo que es el que realmente cuesta trabajo, porque escribir una reseña elogiosa de Cien años de soledad no me causa ningún problema, pero el día que escribas algo en contra de García Márquez entonces sí te puede causar problemas; ahora, no estás obligado a hacerlo, solamente que de veras creas que es malo. –¿Una crítica que busca opinar lo diferente? –Sí, tampoco hay que caer en eso. A fin de cuentas el crítico tiene la obligación de decir la verdad, o si es muy pretencioso hablar de “la verdad”, porque eso es como decir “yo tengo la verdad”, al menos “su verdad”. Yo siempre he entendido la crítica como una especie de apuesta y que el verdadero crítico se ve cuando se atreve a decir no, cuando se atreve a decir que algo está mal hecho, pero el crítico no es tampoco un ser superior, el crítico se equivoca igual que cualquier otro mortal, es un riesgo que hay que correr, me parece que sobre todo el crítico que se ocupa de la producción actual siempre está corriendo riesgos, porque ya sabemos que el Quijote es una obra maestra, ahí ya no hay broncas, pero el último libro que acaba de sacar Juan Villoro ¿es bueno o es malo? Ahí no tienes una tradición que respalde porque es un libro que acaba de surgir, de un escritor con prestigio, pero a fin de cuentas se está decidiendo quién es Juan Villoro, ¿es un autor que vale la pena o no vale la pena? A fin de cuentas, la crítica contemporánea, creo, es por muchas causas la más arriesgada, tienes que arriesgar más. –En lo personal, ¿usted se siente más poeta o más crítico? –Me siento más crítico literario y ensayista que poeta. –¿Qué consejo podría darle a los estudiantes que en algún momento esperan obtener un reconocimiento de la colectividad? –Yo digo, primero que nada, que antes que el reconocimiento, uno debe hacer lo que le gusta, vamos, creo que si tú me pides la fórmula para triunfar en la vida, diría "hacer lo que te gusta, realmente", claro, te pagan por hacer lo que te gusta, entonces a lo mejor ya no te gusta tanto, porque es algo que haces obligado, la sociedad te obliga a vivir de un… pero yo creo que a la postre lo que da rendimientos es que tú hagas lo que te gusta hacer, claro, hay que descubrir lo que te gusta hacer, también; pero una vez que descubres lo que te gusta hacer, pues hazlo y trata de darte gusto a ti mismo haciendo lo que te gusta y creo que tanto el aspecto económico como un posible reconocimiento en términos de prestigio vendrá por a ñ ad id ur a o no

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vendrá, pero, bueno, lo importante es que tú hagas lo que te gusta hacer, lo que te satisface íntimamente, creo que eso es a la postre lo que te hace feliz, lo que hace que te vaya bien en la vida. Es una especie de creencia mágica, pero bueno. –¿Ser profesor era lo que usted esperaba, está satisfecho? –Me gusta ser profesor, aunque no es tampoco algo que yo me haya propuesto, sino que es también un poco... la vida me fue llevando hacia allá. Alguna vez hubo la oportunidad de ser profesor, y bueno, sí me gusta ser profesor, el diálogo con los alumnos, creo que eso es algo que también te mantiene en la actualidad, te mantiene vivo. –Para más adelante, ¿cuáles son sus planes, en qué está trabajando? –Ahorita no tengo así algo muy claro, en el terreno de la filosofía estamos trabajando a Hegel, he escrito tres o cuatro, quizá hasta cinco textos sobre Hegel, que luego he pensado que me gustaría reunir y que eso formara un libro, pero también está a medio hacer ese libro en dado caso, y bueno, en el terreno literario he estado trabajando más que nada lo que son las vanguardias artísticas en México, también por ahí he ido acumulando una serie de textos que me gustaría reunir en un libro, esos son como los dos proyectos que tengo.

CORRECCIÓN DE GALERAS Spinoza, Ética Se equivoca el filósofo: El Amor no es Alegría del Alma segura de saber que su causa está fuera. Que no hay causas externas, mi Dios, y tú no estás afuera lejos de mí ni cerca Desde adentro palpitas y te expandes como única especie soberana aunque yo no lo quiera

PASTORIL Tus ojos En la hora translúcida Dos relámpagos de cristal Pastando quietos En el bosque de ébanos De Cadencias de amor y neciedumbre (1998). –¿Y en creación? –Debo decir que escrito muy poco de creación últimamente, pero me gustaría retomarlo, nomás que la creación no depende tanto de una decisión personal, sino que sabes que también se tiene que ir dando un poco. Así finalizamos la charla. Agradecimos el tiempo y tras un apretón de manos avanzamos a las escaleras para encontrar la salida del edificio “F”; las últimas frases ya no fueron grabadas. En el trayecto nos comentaba, a pregunta expresa, que se había salvado casi por azar del desenlace del dos de octubre de 1968, lo que trajo a colación el recuerdo de quienes había conocido en el movimiento, de aquellos que tras los sucesos se les había traslapado su posición política; también agregó que es más fácil escribir poesía antes de los treinta años, que después ya no se puede tomar a la ligera.


A

el parque. Reuní toda la fuerza que hí estabas, sentada afuera de tu casa, fumando. Lucías feliz y recuerdo que N MUERTO SÓLO HABLA CONSIGO pude, y logré levantarme. Ya caminaba en pos de mi venganza pensé que la relación con tu novio iba mejor o por Aliosha Lailson Barrios cuando una idea hizo a la calle girar que probablemente lo habías mandado al carajo, aunque eso me pareció imposible, jamás serías feliz excusado esperando que éste les solucione la vida, y dos, tres veces. Casi me aplasta un taxi porque estuve sin la compañía de un hombre; me aguantaste a mí a los escasos autos que pasan bramando por las aveni- a punto de caer en su camino pero me impulsé hacia pesar de mis constantes bipolaridades y, según parece, das, resaltan la velocidad con la que se va haciendo el lado contrario. Ahí, con la rodilla izquierda en el también has soportado las amenazas de suicidio y los cada vez más temprano, o peor aún, cada vez más suelo, agarrado del barandal del puente que cruza el canal de aguas negras, me pregunté cómo sabía de tu malos tratos de ése güey que me sustituyó, ése del que tarde. Yo quería una cerveza más y ya no tenía embarazo si tenía más de dos meses que no conversáni siquiera puedo pronunciar su nombre sin sentir asco. Pobre tipo, eras el centro de su universo, segu- cigarros, pensaba en dónde podría conseguirlos cuan- bamos. Una estampida de imágenes invadió mi pensado de pronto aparecieron dos figuras que me sacaron miento y aterrado corrí hasta mi casa en donde intenramente tanto o más, como lo has sido del mío. Te levantaste para ir hacia la avenida, segura- de mis anhelos, tu madre y tu hermano. Él corrió a to ordenarlas sin éxito frente al espejo. No puedo mente a buscarlo, tu apariencia física atraía las mira- preguntarme por ti. En ese momento imaginé que tu llenar la laguna que está entre nuestro encuentro en la das de todos los tipos cercanos. Recuerdo tus delga- novio había estallado al saber la noticia. Creí que la tienda, y el vómito en mis tenis cuando recobré la dos brazos, tus largas y bien delineadas piernas, la golpiza ahora sí te obligaría a dejarlo y contestaba a tu conciencia. Sólo evoco un caos de imágenes incoperfecta redondez de tus senos y esa cadera que, hermano que te había visto pasar, tendrá unas seis herentes, incomprensibles. Es más, no sé por qué mientras caminabas, daba la impresión de que en horas, pero no regresar. ¿Cómo chingados ver algo en hablo como si estuvieras detrás de esa horrible imacualquier momento reventaría las costuras del pan- mi condición? Tu búsqueda continuó, las figuras de gen en el espejo, si ya estás muerta. Está bien, un último esfuerzo. Después de la talón. Te imaginé con él sin poder contener las ganas los protagonistas se alejaron unos metros hasta que de vomitar, me desvié hacia la parte trasera de un más adelante se encontraron con el sujeto con el que hiriente mirada de adiós, me parece haber salido tras puesto de tacos cerrado y de mi boca salieron abun- supuestamente debías estar. La curiosidad mezclada de ti. Alguna cosa dije que te llevó a informarme sodantes chorros de mezcal y porquería. Los clientes con preocupación, que no resultaba más que morbo, bre tu embarazo, me irrité bastante y casi regreso a la frecuentes de aquel lugar no estarían tan contentos de me llevó a caminar hacia ellos. En medio del camino tienda, pero tú confesaste que tenías miedo de que tu esa sorpresa como lo están de ingerir carne y tripas de me detuve a orinar la llanta de un carro, cuando ter- novio quisiera que abortaras. Me arrepentí de irme y, perro todas las noches. Después de limpiarme los miné, vi que los tres se acercaban a mí. Esta vez fue más tranquilo, te sugerí caminar. Llegamos al parque, restos de vómito en mi boca con la mano y restregarla tu madre la que me preguntó si te había visto, le repetí nos sentamos en una banca mientras te pedía que lo dentro de la bolsa del pantalón, corrí hacia la avenida lo mismo que a tu hermano mientras intentaba enfo- mandaras al carajo, que tuvieras al bebé y dijeras que para ver que tomabas camino a su casa. car al nuevo integrante del grupo. Me arrepentí de era mío; pero tu risa y las confesiones de amor por Con el asqueroso sabor del coraje en la len- haber orinado antes de tenerlo enfrente y sentí satis- ese güey me llevaron a la realidad. Supe que el hecho gua y el paladar, te seguí. Me sentía flotar de manera facción al verlo preocupado. Tuve ganas de lanzárme- de que abortaras no significaba que fueras a dejarlo. involuntaria por el mismo lugar por donde pasaban le a golpes porque decía que no habías estado con él, Casi me pongo a llorar a gritos y no evité que un par tus pies, como si algo, ¿un aroma?, me llevara hipnoti- porque el cerdo se parecía tanto al que alguna vez fui, de gotas escurrieran desde mis ojos cuando acariciaste zado, parecíamos personajes del Flautista de Hamelin que me hacia recordar la felicidad perdida, y además, mi cara diciendo que ya lo superaría, que tenías que hasta que ambos entramos en la tienda. Mientras tú porque en el fondo en verdad me indigestaba, lo odia- irte. Te levantaste para seguir tu camino y yo… fui detrás de ti, te sujete con delicadeza e intenté besarte, pensabas en cigarros, unos Delicados con filtro por ba con toda mi alma, lo odio, aun sin ella. favor, yo pensaba en evitar la incipiente cruda, ¡una Yo creí que él sabía dónde estabas, pero el te resististe y el forcejeo hizo caer tu chamarra. A cerveza por el amor de Dios! Al verme sonreíste a escuchar que lo negaba despertó en mí el deseo de empujones te llevé detrás de la jardinera y un deseo de modo de saludo, me pareció que me invitabas a con- entrometerme. Por un lado quise molestarlo, por poseerte me invadió. Suplicabas que me calmara, no versar, tuve ganas de abrazarte y decirte cuánto te otro, me sentí mal, tal vez por preocupación, tal vez me detuve; con la rodilla me golpeaste en los huevos, extrañaba pero me sentí como un anciano incapaz de por los tres días que el alcohol llevaba recorriendo mi casi logras escapar pero te golpeé la cabeza con una devolverte la sonrisa. Un nudo se ató dentro de mí, sangre, abrumando mi cerebro, creando falsas imáge- piedra, dejándote sin conocimiento. Un espanto hizo apretando todas las vísceras, trepó hasta la garganta nes, expulsando falsos sentimientos; por eso, cuando que me paralizara un momento antes de recordar que para asfixiarme. Creí notar un cambio en tu mirada, la alguien sugirió visitar a una de tus amigas para ver si el hecho de que amaras a ese cabrón, me dejaba sentí taladrar mi cuerpo, lacerar mi alma. En defen- estabas con ella, yo me ofrecí a ir también. muerto, para siempre sin ti. Esto me hizo golpearte sa sólo pude girar la cabeza hacia el tipo gordo Seguramente la preocupación de tu madre u n a y o t r a v e z m á s mientras me arrepentía de d e t r á s d e l pringoso mostrador balbuceando cua- evitó que me mandara mucho a la chingada, así que hacerlo y me arrepentía de arrepentirme. En silentro palabras: una bien fría, don. unos minutos después cruzamos el parque donde tú y cio golpeé un par de veces más y… parece que Debí haber estado inconsciente por varias yo acostumbrábamos vernos, conversarnos, hacernos, regresé a embriagarme más de lo que estaba. horas. Cuando me recobré estaba confundido, al mi- sernos. Tu hermano encontró una chamarra que le Así fue, debo haber bloqueado todo lo que rar el suelo y ver mis tenis salpicados de una masa pareció ser tuya, su suposición me provocó un vuelco hice. Ahora me siento solo, como si no existiera nadie grumosa y pajiza junto con media docena de botellas en el estomago; todos nos miramos asustados antes más que yo en el universo, como si no existiera yo. de caguama vacías, me di cuenta de que había seguido de correr a casa de tu amiga, en donde su mamá, con Los recuerdos que tengo de tu muerte parecen ajenos, bebiendo. Intenté recordar lo que había sucedido los pelos enmarañados, enojada y algo dormida, nos siento que alguien se posesiono de mí y terminó con después de nuestro doloroso intercambio de miradas, dijo que tenía días sin verte. Después de unos segun- nuestras vidas. pero nada. La tienda ya había cerrado, estaba oscuro. dos de incertidumbre, de pronto, di media vuelta para Estoy sentado frente al espejo y veo una cara En la mano tenía un envase más con un charco amar- regresar al lugar donde estaba tu chamarra. desconocida que es muchas caras desconocidas. Mi go y caliente al fondo, lo ingerí de un trago, ¡qué Una vez más me dirigí en tajante línea obli- rostro ya no es mi rostro y tampoco te veo a ti por horrible sabe la cerveza caliente!, e intenté recordar cua a la fatal jardinera. Sentí aumentar los latidos de ningún lado. Frente a mí está una herramienta espealgo. Aún no puedo creer que no haya visto a nadie, mi corazón, los huevos regresaron a asfixiarme; en- rando a ser usada. Esa cosa insignificante me servirá trato de imaginar a la gente que seguramente desfiló tonces decidí amarrarlos a su lugar y caminé con paso para sentirme vivo una vez más, durante un parpadeo, frente a mí, pero no logro hacerlo, sólo veo ir y venir firme hacia mi objetivo, vi los cabellos, pero esta vez o para darme cuenta de que jamás existí. Además va a un solo cuerpo, o varios cuerpos, pero sin rostro. el golpe no me detuvo. Continué sólo un par de pasos ayudarme a vengar tu muerte, porque la masa informe Imposible recordar a un puñado de personajes de más pues la imagen completa me noqueó, las piernas sobre los hombros en el espejo, para mí es todos, relleno que no cumplen ninguna función en mi vida, me temblaron, no fueron capaces de sostenerme. Con todo el no-mundo al que no perteneces tú, ni pertepobres tipos carentes de fin, todos están tan solos un último esfuerzo me arrojé hacia delante, caí sobre nezco yo. Un segundo es el novio histérico pidiendo como yo. ti trastornado, sollozando. Juraba que mataría al que que abortes, al siguiente el ex novio celoso tratando A esa hora ni siquiera el aire deambulaba las te hubiera deformado a golpes, repetí mil veces que de recuperarte, finalmente no es nadie, y no siendo calles, eso sí, hacia un chingo de frío, pero nada de mataría al hijo de puta en cuanto recuperara la fuerza nadie, seguramente es el hijo de puta que te mató, que aire. La oscuridad y el frío siempre ahuyentan todo. en las piernas y me pregunté cómo podía existir un nos mató. La gente está en sus camas volando a través de sus cabrón que fuera capaz de golpearte hasta la muerte. Sonrío satisfecho por el rumbo que tomarán sueños hacia lugares a los que nunca llegará en la rea- Recordé que estabas embarazada y que ibas a casa de las cosas y le apunto a la cabeza. En la cara del muy lidad, los perros se meten debajo de cartones o entre tu novio a decirle, lo imaginé alcoholizado, histérico cerdo se dibuja una horrible mueca burlona y parece las hierbas, se acurrucan en las esquinas formadas por por la noticia, con el rostro trastrocado por la cólera apuntar, también, hacia mí. ¡Qué ironía! Si me apunto paredes de casas humanas, los ebrios abrazan algún golpeándote con una piedra. Lo vi arrastrándote hasta a la cabeza parece que el güey se apunta a sí mismo.

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ejé escapar el humo del cigarrillo con dirección a la puerta del cuarto. Inhalaba una vez más y exhalaba bolitas humeantes que se acumulaban bajo el umbral de la puerta difuminando formas extrañas. Por un momento pensé en la posibilidad de tu rostro formado por los delgados contornos del tizne, la visión se hizo clara, (Me ha parecido desde que te conocí, Yolanda, que tu rostro tiene una armonía de tiempos antiguos, la misteriosa belleza de una esfinge lunar, sola, eternamente sola en el ancho mundo) y entonces sentí en los pasos que se aproximaban, en la sombra que traía el libro de Borges en una de sus manos, sentí que eras tú, Yolanda, quien cruzaría la puerta del cuarto. Sin embargo, fue la voz crepuscular de Salomé la que rompió con la ilusión nebulosa del ensueño, irrumpió desnuda y hermosa con las antiguas palabras de Borges en sus labios: Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser. La piedra eternamente quiere ser piedra, y el tigre, un tigre. Enunciadas las palabras que tú, Yolanda, algunas ves también recitaste, dejé de aferrarme a esa realidad onírica que es el recuerdo, no sin sentir la angustia de quién despierta de un sueño del que no quiere ser despertado. Después, tus ojos de avellana, Yolanda, y el om de tu frente se disolvieron en las entrañas vacías del aire. Salomé agregó palabras sobre Borges que no atajé y sus labios dejaron salir un armonioso canto silábico, su cuerpo se ajustó al sutil devaneo, quedando yo absorto en su cadera: su tatuaje, su movimiento ascendente de serpiente de agua en los signos de la arena. Salomé cedió su cuerpo al movimiento de percusiones evocadas, imaginadas. Una vez más Salomé tomó el resto de la toronja para llevarla a mi boca y depositar en mi oído su sentencia: Una mañana, la odalisca hará cantar al pajarillo azul que duerme bajo el sombrero. Sólo entonces me quedaré tus mañanas en el mundo. Como una gata no saciada de retozar, Salomé estrujó más néctar invitándome a sus brazos, a sus ojos de fuego vivo. La noche instalada en la ventana se hizo más profunda, nuestros cuerpos intuyeron que pronto llegaría el alba y anclamos nuestros besos en la cama húmeda de toronja. No sé a qué hora quedé solo. Ni en qué momento el libro de Borges saltó del lecho. Después de la noche de octubre en que te fuiste, Yolanda, no hay día que estés ausente de mi memoria, ni hay libro en el que no te encuentre. Sin duda los primeros días que suceden a la pérdida son de una tristeza desesperante, terrible. Sin embargo, con el paso del tiempo ni el dolor, el reproche o tu recuerdo se disuelven en el olvido, sólo he quitado el patetismo que le hace daño a cualquier hombre, sobre todo si uno piensa volver de la batalla pasional a la vida cotidiana. Lo mejor es mantenerse ocupado. Y así lo he hecho: dividí mi tiempo buscando, cámara en mano, las actividades de la “Guerrilla de las sombras”, la misma que preparó la caída del avión donde viajaba el Secretario General de la Nación. Los mismos que debajo de la tierra, mientras duermen los banqueros y los cerdos, dispersan las bombas y esperan pacientes a que en los hemisferios de este país esté sembrada la gran bomba de sus carnes, listos para detonar. “Destruir para Construir” es el lema escrito en tinta sobre la fotografía que guardaba la imagen de aquellos hombres armados y con máscaras blancas debajo del tránsito nocturno de la ciudad. Cuando no estaba tratando de capturar una imagen de la sombra de la guerrilla, invertía mis horas en el delicado arte del ajedrez y en el ejercicio nocturno de la lectura, de manera que no hubiera un espacio libre para pensar en ti, Yolanda. Lo cual no es preocupante, nadie ha matado con el pensamiento, ni creo que te importe que habites en el mundo de mis ideas.

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HEBRAS DE HUMO por Omar Reyes Vega Empero, si la situación es de por sí lastimosa, se ahondaría el patetismo ridículo si cedo mi razón al apasionamiento desmedido; por eso no te he buscado. El desasosiego me excedería si no fuera por mis trabajos, el alcohol y Salomé… Por cierto, recordé que el sábado vendrá Salomé. Prometió, más bien amenazó, con un regalo. En consecuencia decidí, ya que me veía obligado, salir a buscar un obsequio que devolviera la amabilidad del gesto. Al momento de cruzar el umbral de la puerta pensé en ti, Yolanda, pensé en el regocijo de buscar un regalo para ti. Pensé en la casa enorme y vacía y te pensé en la sala, en el sillón debajo de la lámpara de mimbre haciendo muñequitos de miga de pan, leyendo un cuadro de Lautrec o acariciando al gato que nunca tuvimos, mientras esperas mi regreso. No sé qué habrá sido, por qué razón, fue quizás el tiempo y la reafirmación de perseverar en ti y tú en mi memoria; quizá mi inexorable nostalgia de bibliófilo o descubrir la ausencia de mí mismo en el dibujo arabesco de Salomé, efímera como la arena que la trajo y se la llevó. Sencillamente quizá, sea el constante pensar en ti, Yolanda, lo que me ha traído a la puerta de la galería fotográfica donde te conocí. Abordé el metro bajo un cielo gris y agitado. Sólo en la calle me di cuenta de la gran agitación social a causa de los últimos acontecimientos: en la plaza central, el Presidente daría un discurso nacional en torno a la amenaza latente del cártel del Norte, organización que hace tres días tomó los linderos de la ciudad en respuesta al último golpe asestado por el poder militar. Por otra parte, en otro frente de batalla, la guerrilla había desplegado una gruesa capa de neblina en torno a sus subordinados instalados en la ciudad. El ejército y cuerpos armados de elite los buscaron por todos los rincones de la urbe: no hubo alcantarilla o suburbio de pobres y ricos que no fuera minuciosamente inspeccionado. El grupo guerrillero “de las sombras” no había dado muestras de actividad desde las detonaciones bancarias del 20 de enero; en lo que a mí respecta, no me dijeron nada acerca de sus planes, siempre fueron muy herméticos pese a que yo demostré entusiasmo auténtico por el compromiso armado. Sin embargo, inmediatamente después de la detonación en el Banco Central, me vi en la necesidad de esconder el archivo fotográfico que me vinculaba con el grupo rebelde. Los federales, si uno los provoca, no tardarían en seguirme la pista y esto sólo era el principio del conflicto. Por lo tanto, determiné que durante este tiempo continuaría bajo el cobijo del periodismo, ya llegará el momento de unirme a la causa, de la misma manera que esas fotos fueron tomadas para la posteridad. Ya seremos útiles en su momento. Una vez que emergí del subterráneo, después de caminar varias calles, advertí las pesadas nubes grises con bultos negros que oprimían la plaza resguardada. Entre las vallas múltiples de acero, efectivos de la guardia presidencial delimitaban la amplia corte de periodistas, cámaras, reporteros, patrullas y un helicóptero que volaba bajo pese al clima. De entre la multitud reconocí a Godínez, corresponsal de Los Últimos Días. Me acerqué y lo noté ansioso; le ofrecí un cigarrillo que aceptó de buena gana y le pedí que me pusiera al tanto. Pues bien, aproximadamente hace diez minutos, el vocero presidencial informó que el mensaje a la ciudadanía lo emitiría el Presidente, por obvias razones, a puerta cerrada a través del canal del Estado, mensaje que está muy próximo a declarar. A nosotros se nos ha pedido que esperemos, ya que posteriormente el vocero mandará a su representante para dar a

conocer la versión del discurso presidencial para los medios de comunicación. Los colaboradores más cercanos al presidente llevan largo tiempo enclaustrados en Palacio Nacional. Sin duda, viejo, deben estar en estos momentos midiendo los efectos de los últimos eventos; qué te cuento cabrón, en no menos de media hora se corrió como pólvora la noticia: dos gobernadores del Norte fueron hallados decapitados. Los pinches gordos descabezados no importan, pero ya el hecho de que el narco haya tomado posesión de los palacios de gobernación, eso sí que está cabrón. Así que esperaremos a ver cómo reacciona el Presidente. Godínez acomodó su gabardina estropeada por las constantes olas de viento, esta vez él me extendió un cigarrillo. Lo encendí. Lo encendió. Oye, cabrón, y tú dónde has estado, me preguntó Godínez después de exhalar la primera bocanada. Agradecí el cigarro, la información y me retiré no dando más explicaciones como es mi costumbre. Me alejé de las vallas de seguridad y de frente me tope con la librería que frecuentaba contigo, Yolanda, y donde compré Cien años de soledad el día que te hice mi novia. Advertí con tu recuerdo que el preocupado presidente tardaría aproximadamente una hora más en dar a conocer los detalles. Entonces las calles que recorrimos juntos se me antojaron en medio del caos. Caminé, Yolanda, con tu recuerdo y llegué hasta aquí, con la sorpresa de encontrar la galería abierta a pesar de que todo mundo está atrincherado en su casa, delante del televisor, esperando a ver quién ataca primero. Recordarte, Yolanda, en el pasillo de la galería, es volver a sentir tu tímida mano en la mía, la curiosa sombra de tu talle auscultando las fotografías que nos hablaban de los muchos, infinitos rostros de la ciudad: su cara de anciano, de cosa olvidada en el mundo debajo del puente peatonal, su semblante de mujer, de punto suspendido en el espacio esperando un encuentro sobre el andén del metro; la ciudad con sus sombras de niños hambrientos emergiendo de las cloacas de la alameda, la bruma que cubre el rostro de la masa que transita por las estrechas calles, seres sin identidad, desolados autómatas con sus coches en el tráfico, dispersos en quién sabe qué paraísos perdidos o quizá en escaparates con maniquís reales detrás del espejo de smoke, prostitutas jóvenes sobre avenida central, padrotes vigilando a distancia, letreros, espectaculares al pie de los edificios de negocios en llamas, el fuego ilumina el g r a f i t i d e l s u e l o : “ D e s t r u i r p a r a Construir” y un tumulto de risas porcinas, sentadas delante de un banquete, la bandera nacional detrás de la mesa principal, la fotografía capta la voracidad de los hocicos repletos de carne humana: esos son los rostros de la ciudad que contemplamos en aquella exposición sobre la caótica metrópoli, la misma que también nos ha visto andar y desandar. Esta ocasión la galería está sola. Un vigilante atento me mira con cierta desconfianza cuando anoto mis datos en el cuaderno de visitas. Intuí que la galería se hallaba abierta en razón de los estudiantes. En momentos de turbación social difícilmente se piensa en ir a una galería cualquiera, por lo tanto no es de extrañar que al vigilante le fuese inusual mi visita, así que le mostré mi carnet de fotógrafo. El vigilante sonrió cortés y me señaló la entrada. Penetré a la solemnidad del silencio. Las luces tenues, dispuestas para iluminar y resaltar las fotografías, me dieron la sensación de irrealidad, el pasillo rojo me condujo a la primera estancia de la exposición en turno. Sin embargo, al contemplar el juego geométrico y cromático de la primera fotografía, supe que el estar ahí, frente al cuadro, era una forma de leer y ver los recuerdos. Todo es un pretexto para llegar a ti, Yolanda, al recuerdo de haberte encontrado sola y aterida de mármol a la orilla del mundo, soñándome, dando forma a mi cuerpo de barro, nombrándome en la confusión de mi soledad. Parece tan extenso el tiempo transcurrido desde entonces, y a la vez tan 11

Dibujo de fondo: Tomás Velázquez


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orres sin voltear a ver cuántos te persiguen, las pisadas retumban en tus orejas como si fueran veinte. No hay aire, el pavimento se vuelve una tela suspendida en el vacío, batallas con tu par de pies, se enredan, caes. El hombre murciélago surge otra vez de entre la basura que espera irse de viaje. Recuerdas a Mariana, el olor de su boca, ahí tirado donde estás, oyendo cada vez más cerca el sonido de los pisotones y un rocanrol despreciable, interpretado por Roberto Jordán, en la radio que dejaste encendida. Sólo dame una señal, espetabas a Dios junto a la gente en las iglesias, hincado frente a un retablo de beatitudes. Fiel creyente en los milagros, suministrabas veladoras, monedas de diez pesos a los santos. Bautizos, bodas, misas de cuerpo presente, atestiguaste en todas ellas que la vida es un circo a la hora de los payasos y los enanos. Esperabas algo distinto. Libros, revistas, artículos en tabloides de ciencia atiborraron más tarde tu estudio, la pequeña bodega arriba del edificio que habilitaste para concretar tu búsqueda. Fuera cajas de periódicos atrasados, cartas de otras mujeres y recuerdos de relaciones atrofiadas; adiós a la ropa que no usabas, los zapatos, los acetatos, la pornografía. Durante aquellos meses viviste en una pocilga llena de polvo que no limpiaste. Seres nocturnos, aunque se han reportados excepciones, mamíferos provenientes del eoceno, bestezuelas oscuras habitantes de los rincones de la tierra. Abandonaste tu trabajo ante la estupefacción de tus compañeros; quedaron libres los cajones, las canastitas que confeccionaron con estambre las mujeres de la oficina aparecían en su verdadera fealdad sin lo útil de contener lápices. Extrañarías tu sillón reclinable, ergonómico, nada importó el esfuerzo que te había costado con los jefes. Mariana es una habitación abierta, Mariana es una puerta abierta, Mariana tiene la boca abierta. El baño de tu casa decía: aquí estuvo Mariana, pero lo habías escrito tú; un graffiti espurio rezaba mi nombre es Mariana, quiero sexo, llámame, y tú llamabas incansablemente. Cinco, cinco, cuatro, etcétera, te aprendiste de memoria los dígitos malditos. Sin embargo, tú sí recibías llamadas de hombres que preguntaban por ella, de mujeres inclusive; era el colmo. Ya no vive aquí, respondías incólume, tenías a la tristeza amarrada a un poste. Afuera el frío de la noche silbaba entre los árboles, rodeaba los edificios, se colaba por las alcantarillas y brotaba por los respiraderos del metro, convertido en vapor. Mariana dijo que le gustó la película, pero que el tipo no fue tan buen marinero, los pudo llevar antes a tierra. Tú no sabías nada de mares, de África, de cine en blanco y negro. Katharine Hepburn habitaba todas las pantallas excepto la tuya. Has visto ciento diez minutos los rasgos suaves de Mariana, sus mejillas te conducían al beso, a la caricia. Observaste el estilo de su nariz para ingresar el aire, el azul de las diminutas venas que como plantas trepadoras cruzaban su cuello. El cabello que se trenzaba en su nuca te permitía contemplar con cierto gusto el área yugular. Los senos casi desaparecían bajo el vestido de una sola pieza, pero la caída de la tela justo en la espalda se relanzaba en el principio de las nalgas. Se hacía tarde, las semanas de manos furtivas, de pieles sudadas, saboreaban su desemboque. El callejón oscuro, la soledad de ambos, hasta la luna sumó méritos para el encuentro apoyados en la barda: piernas arriba, esto es un antojo. Mariana recorrió con sus uñas y con el filo de sus dientes cada zona de tu cuerpo lacerado por la abstinencia, bastó una palabra de sus caderas para resucitarte. Ahora no recuerdas ese instante en que advertías una decisión. Tanto tiempo de premeditarlo, tantos devaneos para calcular las frases, el gesto disimulando la importancia. Era hora. Su cabello por fin cruzaba tus dedos, su mirada se perdía en tus ojos,

GÁRGOLA por Oliver Velázquez Toledo alguna fijación de la adolescencia la mantenía en esa pose cinematográfica. Cuántas veces ocurrió, cuántas noches, escenas perfectamente diseñadas acabaron en la práctica. Mariana seguro que las recuerda. Para ella, el amor estaba bien, ibas de aquí para allá, surgías de la penumbra, acometías sin demora, eras el beso justo en el área apropiada. Llegó a admirarte aunque tú no lo supieras. Sin embargo, de ti se decían otras cosas. Por ejemplo, que trasnochabas impunemente, bebiendo litros de cafeína delante de tu escritorio, garabateando por un lado, escribiendo por el otro. Se hablaba en los descansos de tu afición por la carne, soltaban risitas burlonas, era natural: la preferías cruda. Se preguntaban cómo un tipo así había conseguido el trabajo en el diario, cómo habías durado tres años en tu columna parloteando sobre una mezcla arbitraria de política y tradiciones místicas de un oriente de caricatura. En suma, los peores elegían un apelativo para ti: el vampiro. Para entonces ya no platicabas con nadie, no podrías ubicar el origen de este aislamiento. ¿Fuiste tú, solitario en tus asambleas interiores, quien sin darse cuenta comenzó a detestarlos desde su país llamado cuerpo? ¿O ellos dejaron de considerarte a raíz de tus públicas costumbres, a causa de que sintiéndote libre habías optado por mostrarte tal cual eres: comedor de bistecs crudos, desvelado por convicción, afecto a la información dudosa de filiación oculta? Nada de esto podía ser novedad para ellos, cuántos periodistas viven de noche, quién ha sido capaz de entregar su artículo sin un bostezo de por medio. El que esté libre de noctambulismo que tire su primera cuartilla. Uno solo que alce la mano seguro de que nunca puso los ojos sobre un tratado de mitologías rosacruces, quién viene a presumirnos que jamás cultivó ciertas tendencias extrañas como aborrecer las verduras o pronunciarse por consignas sin posibilidad de triunfo. A ver, ¿quién? Blanco de la libido mal encausada debiste soportar los cuchicheos, los motes de mal gusto, la mala leche. Poco a poco la animadversión te echó de los pasillos, cuando habías conquistado lo suficiente a Mariana, cuando habitaba ya tu casa y ambos trepaban muy tarde el automóvil para volver a tus dominios. Pensaste que siendo ella tan popular cambiarían la percepción sobre ti, seguramente correría la voz de tus correrías en su piel. Serías vampiro ya no por esos dientes puntiagudos que otorgaban a tu rostro una malicia cómica, sino por la seducción de la que disponías generosamente; mira que ligarte a Mariana, la reportera estrella del redactor en jefe. Nada más equivocado. La sorna abundó entre tus colegas, los comentarios a voz en cuello que aprovechaban tu cercanía. Era insoportable. Uno puede realmente ser digno de repulsión según sus méritos; pero lo terrible es que alguien más te lo exponga en plena cara, sin el menor gesto de un usted disculpe, se me salió. Quizás en todo esto hubiera responsables: tú en primer lugar y Mariana en el segundo. Sospechaste con justa razón que algo había filtrado de tu intimidad: tus desplantes infantiles en momentos inoportunos, esa falta de virilidad cuando la ocasión clamaba por lo contrario, el gusto malsano de hurgar su entrepierna durante los días prohibidos. No fueron capaces de reconocer en esto último un rastro de tu estirpe. Mariana se fastidió un mediodía después de cubrir la conferencia de prensa del Ejecutivo, algo habría dicho que la movió a la reflexión. Oíste en la contestadora su mensaje, me voy mañana al Sur, cubriré la inauguración del hospital para perros. Pero al

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otro día te habrías enterado de que pasó la noche con el fotógrafo de la fuente, en una sesión que bien podías imaginarte. Las semanas siguientes tu columna decayó, la chispa que distinguía sus construcciones gramaticales se había ido al carajo. Esa opinión desgarbada, un tanto infeliz pero comprometida, colapsó hasta que tus superiores tuvieron que charlar contigo. El acuerdo fue que si en un par de emisiones no corregías el rumbo, te deparaban un espacio en la sección de espectáculos ecuestres. Tu faz cambió radicalmente a los pocos días, la palidez que te caracterizaba se tornó en un color verdoso de ataúd y encierro. Los ojos, apenas un par de canicas inexpresivas; tus pómulos, dos huesos sobresalientes como las esquinas de los viejos edificios. Los colmillos se convirtieron en los únicos órganos que parecían cobrar salud de manera inversa al resto de tu cuerpo. Tu apelativo había cambiado por “la gárgola”. Eso sí, leías más. Circulabas por los andenes de las librerías de segunda mano, gastabas la mitad de tu salario en política, el resto en orientalismo misticoide. La Dirección estaba satisfecha de tu repunte, te habías librado del hipódromo y su olor a establo, como la vida te privaba de la fetidez que despedía Mariana por su boca, a causa de ese hábito desaparecido en ella: cepillarse los dientes. En general ocurría lo mismo. El hombre murciélago atacaba a Mariana y tú no podías hacer nada, una fuerza inexplicable te mantenía como en una sala de cine viéndolo todo en la pantalla. Su cuerpo terminaba derrumbado en la banqueta y en un abrir y cerrar de ojos alguien te perseguía en el sueño. Durante aquel tiempo fue tu proyección constante. Incluso llegaste a pensar que el hombre murciélago compartía rasgos con el fotógrafo, asunto que complicaba tu situación emocional: admitías la importancia de los juegos de Mariana.

Esta vez apagas el radio, te incorporas, avanzas hacia el exterior. Un deseo inevitable de pisar la calle te acomete. Date cuenta de que has dormido demasiado, ya es de noche. Tomas rumbo hacia el poniente, sorteas los automóviles bajo el influjo que te motiva a vagar sobre el eje vial; tu cara no es la misma, la seriedad le otorga el desprecio que le hacía falta. A tres cuadras está la casa de Mariana, le vas a decir que investigaste, a dos, que sabes quién eres, a una, un vampiro. La contemplas a la puerta de su casa, le besa el cuello a un tipo, es el fotógrafo, piensas que te gustaría estar en su sitio. Pero algo ocurre, el hombre se desploma. No puedes moverte, la misma quietud se apodera de tu impulso motor como en el sueño. Por fin concéntrate, mira los rasgos de Mariana, no es la misma, es su transformación. Viste incansablemente esas miniaturas medievales de seres que se alimentaban de sangre, claro, yo te lo digo, es una de los nuestros. Mariana ya te ha visto, se aproxima. Estas sílabas resuenan en tu cerebro como las monedas que caen en una alcancía: tú no eres vampiro. Lo repite telepáticamente Mariana, a punto de besarte también. Francamente extrañabas su aliento. El rostro de ningún modo es la ternura que te conmovía antes. Debiste saber que no soportarías la visión, estás pasmado.


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estrecho, que puedo imaginar que estás en casa dibujando con la tele encendida en el canal de las noticias, expectante de los sucesos en Palacio Nacional, esperando mi regreso para comentar los acontecimientos de gravedad. Cansado y excitado, llegaría con las ideas y las impresiones agolpadas en la mente. ¡Ya, tranquilo!, me dirías, y pasarías tu mano entre mi pelo descompuesto. Me mirarías con tus ojos radiantes de avellana, iluminados por el lunar de luz que se abre en tu frente. Entonces, me sentiría agradecido por tenerte precisa en el momento que la historia reclama la acción del hombre. Puedo, pensaría yo, salir a enfrentar a las huestes de la enajenación con la certeza de que el mundo que ganemos será el mundo que habré ganado para ti, Yolanda. No habría incertidumbre en la batalla porque sabría quien soy y por qué estoy peleando, siempre querré ser yo, porque yo soy tú, perseverar en ti es perseverar en mí, no quiero ser otro, deseo ser en ti siempre, inalterable, constante. Pero ni siquiera los rostros de la ciudad, ni la galería, nada es lo mismo, todo es cambiante, con el tiempo hasta los recuerdos se habrán de deformar pese a nosotros mismos y todos nuestros esfuerzos por conservarlos en su forma original. Observo las fotos, Yolanda, y todas son fragmentos de ti, perspectivas en las que sólo yo te sé: de espaldas, escondiéndote en el pudor de las sabanas; líquida en la orilla de la puerta, quizá pensando el trazo de otro dibujo, ahora vestida sólo con tu piel, dormida y ausente, fría e indolente como la naturaleza de la nieve. Tú debajo de un arco de auroras, tú en la playa gris que no conocimos juntos, tú en mí, amante. Tú en la cocina, en los pasillos de la casa, tus pasos en el cuarto. Ausencia: la sombra de ti leyendo, la sombra de ti amando, la sombra de ti llorando, la sombra de ti en todas las formas de mi memoria. Sin embargo, nada, ni la casi materialización de tu recuerdo, me llenó tanto de terror como la gran detonación que cimbró mis oídos y el suelo de la galería. Algunas fotos cayeron de la pared. No supe que pensar. Primeramente intuí que se trataba de un terremoto y pensé que algo parecido debieron experimentar en Haití, con esfuerzo intenté acercarme a la entrada para cerciorarme de lo ocurrido, pero no llegué más allá de la sala de exhibición de video. El estruendo de una segunda detonación no sólo dio conmigo en el suelo, sino que también acabó con la energía

eléctrica e inmediatamente quedé en la penumbra, en una densa y sofocante oscuridad. A rastras, busqué la salida tratando de guiarme con la pared. Grité con la esperanza de encontrar la voz del vigilante. Sin embargo todo fue inútil, nadie respondía ni la luz asomaba; por el contrario. La oscuridad parecía enfatizar los sonidos exteriores. Claro, no era un terremoto, la detonación que había dejado sin luz la galería seguro no habría sido lejos: botas se escuchaban recorrer el pavimento. Traté de tranquilizarme y poner atención a lo que sucedía afuera, mientras continuaba buscando la salida. Los helicópteros me dijeron que acaso toda esta zona se encontraba bajo el dominio militar; seguía guiándome por la pared, pero tuve que arrojarme al suelo cuando escuché las claras ráfagas de ametralladora. Guardé silencio. La metralla continuaba, otra detonación se escuchó. Desesperé y continúe arrastrándome, escuchando el sonido del fuego y los gritos. Sobre la pared coloqué mi oído y puse atención: Ahí están, güey, tomaron la calle 5 y ahora esos pinches guerrilleros se acercan a calle 7, el General acaba de dar la orden de replegarnos sobre la glorieta central para repeler el avance enemigo. Eso fue lo que alcancé a escuchar y mi corazón se llenó de regocijo al concluir, más bien al suponer, que se trataba del ejército rebelde de las sombras. Al parecer era la guerrilla y no el narco quienes habían entrado en acción. Eso me animó a insistir en la búsqueda de la salida. Nada logré en la oscuridad, ya había pasado mucho tiempo y yo no podía salir. Me detuve al notar que no llegaba a ninguna parte, el ruido exterior fijó mi atención: primero tuve noción de que los alrededores de la galería, es decir, como a cuatro calles de la plaza central, habían sido salvaguardados por el ejército, el sonido pesado de los tanques y el vocerío de los soldados eran claras imágenes en la oscuridad. Los disparos ahora eran aislados y mi excitación por la expectación se acrecentaba. Revisé que mi cartera estuviera conmigo, sin embargo, en estos casos es ambiguo el resultado de portar identificación: uno no sabe si eso habrá de salvarlo o condenarlo. Golpes cercanos distrajeron mi atención, eran voces de muchos que se ponían de acuerdo. Contaron y luego otro sonido seco de un tremendo golpe sobre una estructura de metal, están tirando la puerta… La estructura

no aguantó más de tres porrazos. El golpe de luz fue violento, las órdenes se escucharon por toda la oscuridad, yo me estaba incorporando cuando fui expulsado por una detonación directa sobre la galería, sentí el golpe violento y luego otro golpe de la pared en donde se estrelló mi cuerpo. Quedé tendido, Yolanda, quise encontrar tu rostro, levantarme, pero fue inútil, me sentí mareado y distante del fragor de las balas, de los gritos de los soldados y de sus contrincantes que gritaban con acento norteño, todo se hizo confuso en la nube de polvo y pólvora, mi cuerpo pesado y la nube, gris, gris, una paz gris… Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser. La piedra eternamente quiere ser piedra, y el tigre, un tigre. Me desperecé al notar que Yolanda no continuaba con el texto de Borges, quité las sábanas y torné a buscarla a través del espejo donde encontré sus enormes ojos de avellana, nos miramos con la misma impresión de quienes se reconocen desde lugares muy lejanos. Algo iba a decir Yolanda, pero se interrumpió al mirarme fija y desconcertadamente. Entonces caí en la cuenta de que yo también estaba en esos momentos ahí, pero desde un lugar lejano. Yo estaba en la galería de fotografía y había quedado herido e inconsciente bajo el fuego de la batalla. Sin embargo, evadí rápido ese pensamiento para acercarme a ti, Yolanda, al intentarlo me percaté de que algo se movía atrás de mí, observé alrededor y descubrí que ese no era mi cuarto, ni la cama donde estaba era mi cama. Quise reaccionar, pero no lo logré, quedé estático al sentir un dolor profundo que nacía del pecho, sentí que las células de mi cuerpo se soltaron y pude percibir el aire adentro de mí. La cosa cercana a mi espalda se incorporó, era un hombre al que traté de distinguir cuando quise voltear. Al hacerlo noté con terror que una parte de mi rostro quedó suspendido en el aire en débiles hebras de humo. El horror fue mayor cuando a mi espalda, descubrí que sólo había una infinita hoja gris y vacía, la nada. Me esforcé una vez más por encontrar tu rostro, aun me mirabas a pesar de que todo alrededor, incluido yo, se hacía humo, se desvanecía. Me miraste con la angustia de quien despierta de un sueño del que no quiere ser despertado, Yolanda, me miraste con el amor de tus recuerdos y supe que sería el último. Después me desvanecí en las entrañas vacías del aire.

Pregunta retórica

DE LAS AZUCENAS O EL INTOXIQUISMO*

Asesores poéticos… Qué les parece este verso:

Anastacio Naranjo (le cerdé)

− Tengo triste el pene ¿O será mejor decir que se me rompió el corazón? Aunque bueno, el dolor no es grande, os lo aseguro

Instrucciones para el hijo pródigo

Sólo es vergüenza Porque una noche le dije Puta sin merecer el honor

Cayó profundo en el pozo un cisne de cristal Batido, revuelto, vuelto a revolcar

Escribiré, pues, entonces, esto:

Una habitación sin techo en la cima de una casa occidental Una biblioteca de colores:

“Tengo roto un sueño y hueco el corazón Respira, y no dejes de mirar

Se me cayó un dedo

Construye, y no pares de habitar

Y me instalé en el alcohol

Corre lento, llega primero, muerde, come sal

Siento el frío

Usa un cepillo de cerdas de metal

Ladran los perros

Compra un auto a buena edad…

Tiemblo en sueños

Rompe el bastón de la abuela

Viajo en avión…

Pinta la puerta Profundiza tus conocimientos sobre la infidelidad

Las voces no callan

Camina sin andar

La masturbación no basta

Se un borracho

La meditación es cara

Un buen marido

Bella es la paz

Y lava los platos y limpia mis pies

Con que se adornan los muertos Parece invierno

“No puedo hacerlo todo a la vez y se me olvida que debo rezar…”

Se me quiebra un ala Me llevan al hospital Comeré atún de lata…

− En mi familia se razona con el culo

Y viceversa”.

*Poemas premiados por el X CECIL.

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INKE GUNIA: LOS CONCEPTOS EN LITERATURA por José de Jesús Gutiérrez Hernández Gunia, Inke. De la poesía a la literatura. El cambio de los conceptos en la formación del campo literario español del siglo XVIII y principios del XIX, Madrid, Iberoamericana, Vervuert, 2008.

E

n poco más de 250 páginas, la doctora Inke Gunia -de origen germánico- se entrega a la tarea de describir el cambio del concepto de literatura en Europa durante el transcurso del siglo XVIII y los inicios del siglo XIX. El término de poesía, en íntima relación con el concepto de literatura, tiene varias definiciones a lo largo de la época mencionada. La autora se enfoca en aspectos culturales que florecían en la España decadentista de la dinastía Borbónica. Un desarrollo de la cultura que se circunscribe al terreno social y se distancia de las acciones políticamente mal vistas. En efecto, el repaso del cambio del término “literatura” está enmarcado por estudios de índole lexicográfico e historiográfico, con un profundo conocimiento del contexto de esos tiempos, de los estudios acerca de la Ilustración y su impacto en España, de la variación del concepto de buen gusto y de la historia de las ideas. Las principales fuentes son alemanas y españolas, entre los críticos, por ejemplo, se hallan Ute Frackowiak, Joaquín Barrientos y Pedro Álvarez de Miranda.

El libro se puede dividir en dos diferentes partes, historiográficamente hablando: la primera, desde el reinado de Felipe V hasta el de Fernando VI (1700- 1759); y la segunda, desde el inicio del reinado de Carlos III al de Carlos IV (1759-1808), en España. Cada parte está a su vez presentada en cuatro temas y el último tema de cada sección ofrece subtemas que se apartan de lo histórico para abordar la concepción artística o cultural de la época. Las referencias de este tipo son muy específicas, más cuando la autora nos habla del cambio producido en España en relación con la producción de literatura del momento y a la aceptación de la misma en los principios del siglo XIX. La búsqueda de los escritores y críticos del momento por hacer un proyecto que defina y consolide términos como poesía y literatura, es insuficiente, se pierde en sus propios laberintos personales sin tomar en cuenta las transformaciones que España vive como sociedad, puesto que las estructuras económicas, políticas, y hasta de educación, incentivan la creación de un campo literario y reelaboran la idea de arte. Estas perspectivas, inevitables en un trabajo serio sobre estos temas, proporcionan dinamismo al desarrollo del estudio. Desde el prólogo, Gunia enfatiza la importancia de la literatura como modelización cultural, es decir, tras un análisis de los conceptos de valor histórico-social se verá el desarrollo del término “literatura”. Los varios estudios que tratan sobre particularidades en los procesos destinados al consumo de literatura en el siglo XVIII, en España, son muy fructíferos y valiosos. La autora no lo ignora y plantea desde las primeras páginas que “la combinación del análisis del cambio del concepto de poesía durante el

LEGALIZACIÓN DE MARIHUANA por Ay, pinche Olibachas

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o hablaremos del compromiso cabal con que la policía aparta a los consumidores del ocioso ministerio de fumar, ni de la legitimidad de semejantes buenas intenciones a expensas del libre albedrío, ni del desinterés con que el ejército combate a las fuerzas del mal en las figuras de los intratables narcotraficantes. No es nuestro tema, porque ya es tema de expertos. No defenderemos tampoco la justicia con que cualquiera, en virtud de la neuroquímica, se ve en las circunstancias de afición a ciertos narcóticos, amén de la psicología, ni repetiremos cómo estos estimulantes han acompañado a la humanidad por la intrincada travesía de vivir. No nos importa en lo más mínimo el reconocimiento a nuestra minoría (que al interior de la minoría es ya menor), porque en todo caso enmendamos la plana que reza no confíes en las mayorías, agregando no confíes aun en las minorías. Simplemente, para no darle demasiadas vueltas al asunto, desde este rincón que no es ninguno, emitimos un voto, y al mismo tiempo una protesta, en contra de la legalización de la marihuana. Con asombro hemos visto que en numerosas trincheras, desde artísticas hasta políticas, se alza con júbilo la exigencia de la legalización de la olorosa planta. ¿Legalización?, nos preguntamos mientras las cejas se deforman decepcionadas. En principio, en este caso, legalizar es dejar en manos del sistema lo que pertenece por antonomasia a la contracultura, a la

contestación airada en las narices de una maquinaria monumental, que si por ella fuera homogeneizaría a las multitudes con la camiseta de la estabilidad inocua. De cuándo acá el Estado ha manejado con buen fin alguna cosa, la que sea. Los colegiados del reggae y la mostaza, los concejales del rock y la greña de meses –incluso los pachecos de bajo perfil–, ¿ahora claman, en sintonía con cierto grupúsculo de encorbatados, por el reconocimiento del eterno Leviatán de una práctica que por suerte todavía corresponde al ámbito de lo clandestino? Así es. Olvidan, y no seremos nosotros quienes se los recordemos, que la permanencia del empleo hasta nuestros días de plantas sagradas como los hongos del sur y los cactus del norte se debió en buena medida a la secrecía con que los grupos indígenas mantuvieron su uso. Los religiosos españoles sólo atinaron a satanizar los efectos, pero afortunadamente las consecuencias no prosperaron. Crucemos los dedos nosotros para que una remota legalización de marihuana no coloque en los aparadores de las cadenas comerciales unas verdes cajetillas de cigarros con sus respectivas dosis de fertilizantes y otros ingredientes de diagnóstico reservado, sujetas a las alzas y bajas de la Bolsa, en medio de campañas publicitarias que acabarían por enterrar bíblicamente el significado, si alguna vez lo tuvo, de fumar mota. Toque y rol.

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siglo XVII y principios del XIX, con los resultados particulares al proceso de diferenciación de un aspecto social destinado a la producción y recepción de obras literarias que aquí se propone, es un planteamiento nuevo”. Sin duda, los cambios expuestos en el libro se focalizan en la transformación de significado de los términos poesía y literatura. Tema que se desarrolla muy analíticamente y que cumple con los propósitos iniciales de la autora, según se aprecia en las conclusiones a las que llega y que se relacionan directamente con reestructuraciones de diferentes órdenes, tanto sociales como políticos y económicos, siendo estos últimos verdaderos campos de batalla. Finalmente, una vasta bibliografía –que comprende desde los textos literarios de la época, la obra lexicográfica, hasta los estudios históricos, sociológicos y literarios en diferentes idiomas– completa este análisis que enriquece las ideas de significación entre literatura y poesía. Este trabajo de Inke Gunia es un muy útil aporte para los estudios de consumo y de consumidores de literatura del siglo XVIII, cuya consideración es imprescindible cuando se trata de valorar las complejidades en cuanto a definiciones de arte. Al mismo tiempo es una guía para quienes estudian la historia del arte y para los que se inician en los estudios de la Ilustración y de lo que pasó después de ella en España. 1

cial, lo que se observa es una serie de impulsos biológico-orgánicos. El resultado de este procedimiento suena intransmisible, sobre todo en culturas con un patrón de aprendizaje alejado de la experiencia y ceñido a las explicaciones, los cuestionamientos y la teoría. Rumbo a la trascendencia del círculo lógico de la existencia de las cosas, en aras de la libertad de la conciencia, un receptor de danza butoh debe comenzar por dejar en el vestíbulo cualquier exigencia del pensamiento. La técnica de butoh se inscribe en la polémica indeterminación de los géneros contemporáneos, gracias a su multidisciplinaria alimentación cultural, aunque en la vía poco concurrida del teatro sagrado, cuyo reto fundamental es, según Peter Brook, no sólo la materialización de lo invisible, sino la aportación de las condiciones suficientes para su percepción. Por supuesto, fundadas en esa necesidad comunicativa de lo impalpable, es de esperarse que no todas las apuestas se concreten en el exitoso desplazamiento o instauración del espacio sagrado de los templos al escenario, a través de la mediación de intérpretes que, bajo esta dinámica, también trasladan al extremo de sus vidas la búsqueda y la práctica de lo divino. Por lo dicho anteriormente, el asistente debe poner en práctica un alto grado de paciencia consigo mismo, pues ya se ha dicho que para una persona automatizada en el aprendizaje y la sensibilización a través de procesos mentales de interpretación, más que a partir de la experiencia y los sentidos, la danza butoh es todo un desafío. BIBLIOGRAFÍA SUGERIDA: Brook, Peter, El espacio vacío. Arte y técnica del teatro, Barcelona, Nexos, 1986. Camila Lizarazo, María, monografía de estudios teatrales: “Lo grotesco en el butoh”, dirigida por: Mauricio Martínez, Universidad de los Andes, departament o d e h u m a n i d a d e s , m a y o d e 2 0 0 0 . ( http:// www.japonartesescenicas.org/danza/articulos/grotesbutoh.html).


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