Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos. 1846 - 1848

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Nuevo Le贸n durante la guerra M茅xico-Estados Unidos 1846 -1848



Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos 1846 -1848 Eduardo Cázares Puente

CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS UDEM

2009

MUNICIPIO DE MONTERREY


UNIVERSIDAD DE MONTERREY Rector Dr. Francisco Javier Azcúnaga Guerra Vicerrector de Educación Superior Dr. Antonio Dieck Assad Director de la División de Derecho y Ciencias Sociales Lic. Jorge Manuel Aguirre Hernández Directora de Departamento de Ciencias Sociales Mtra. Miriam Hinojosa Dieck Director del Centro de Estudios Históricos Dr. Óscar Flores Torres

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Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos. 1846 - 1848. Primera edición: agosto de 2009. Diseño de portada e interiores: Diseño3 / León García Dávila, Erika Rojas Sierra, Yvette Bautista Olivares. Imagen de portada: El ejercito mexicano derrotado por los colonos texanos. José Emilio Pacheco, Andrés Reséndez. Crónica del 47. Clío, México, 1997. © Eduardo Cázares Puente D.R. Óscar Flores Torres Paseo del Parque 124, Col. Cumbres 2do. Sector, Monterrey, N.L., C.P. 64610 © 2009 Centro de Estudios Históricos UDEM © 2009 Universidad de Monterrey Av. Morones Prieto 4500 Pte., San Pedro Garza García, N.L., México, C.P. 66238 Conmutador: +52 (81) 8115-1000. Lada sin costo 01-800-801-UDEM http://www.udem.edu.mx/ceh © R. Ayuntamiento de Monterrey, 2006-2009 Quedan rigurosamente prohibidos, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos. 1846 - 1848, es un libro editado por el Centro de Estudios Históricos de la Universidad de Monterrey. Se agradece a don Guillermo Zambrano por el patrocinio del mismo.

Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico ISBN 978-970-95040-2-6


Para los hÊroes olvidados de septiembre del 46 que defendieron esta ciudad de Monterrey‌ A mi esposa Lizzette, a Eduardo y Manuela, mis padres.



y Introducci贸n



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a guerra que protagonizaron México y los Estados Unidos a mitad del siglo XIX es un hecho en la historia que ha dejado una serie de consecuencias regionales, nacionales e internacionales, y, que aún a más de 150 años de distancia, siguen repercutiendo en el diario vivir de ambas naciones. La diferente conformación de cada pueblo, sus primeros pobladores (naturales) y colonizadores, han marcado el destino de cada nación. Su desarrollo como colonias de países europeos tan distintos en idioma, costumbres y religiones, hicieron de estos vecinos geográficos (México y Estados Unidos), rivales militares, contrincantes que lucharon hasta la muerte por los territorios de la América Septentrional. La primera etapa de este conflicto sucedió en los terrenos de las Nuevas Filipinas (Texas). Sus vastos terrenos preparados para la siembra y la cosecha enmarcaron la disputa entre mexicanos y colonos angloamericanos por un territorio que, desde la época Colonial, era centro de polémica. La captura en San Jacinto del discutido general Antonio López de Santa Anna y la firma del Tratado de Velasco puso fin al prefacio de etapa. Diez años después (1846), ambas naciones se declaraban la guerra. Texas había pasado a formar parte como un estado más de la Unión Americana, y el conflicto mexicano-angloamericano iniciaba por motivo de la ambición de unos, y el orgullo e intolerancia de otros. Monterrey, el centro de operaciones del noreste mexicano cayó bajo el dominio invasor en septiembre de 1846. Su ocupación duró casi dos años, en los cuales se originaron un cúmulo de fenómenos sociales, económicos, políticos y culturales que enmarcaron la transformación del Monterrey agrícola de principios del siglo XIX, al Monterrey comercial (1850-1880), para finalmente dar el paso al Monterrey industrial.


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A la par del florecimiento comercial en el noreste mexicano, se suscitaron tres flagelos que castigaron las poblaciones de Nuevo León: los embates de las tribus seminómadas, las invasiones de aventureros norteamericanos y la proliferación de la actividad bandolera en la región. Estas actividades azotaron y dañaron la economía de las indefensas villas del noreste mexicano. A través de la organización vecinal, la implementación de campañas militares y la creación de leyes que ponían fuera de la ley a estos delincuentes, se logró erradicar y contener estas amenazas. El orden, la paz y el progreso que postulaban las ideas centrales del Porfiriato, lograron dar paz y prosperidad a esta región. La élite comercial surgida de la guerra México-Estados Unidos y de la Guerra de Secesión norteamericana, se convertía en el impulso del proceso de industrialización de Monterrey, y del movimiento mercantil-industrial en América Latina a finales del siglo XIX y principios del XX.

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Mapa de los Estados Unidos Mexicanos en 1824. Fuente: Historia de México, Tomo 8. Salvat, México, 1978.

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y I. M茅xico-Estados

Unidos: origen de su confrontaci贸n



Rivalidades añejas En la medida en que la reconstrucción del pasado es una operación que se hace desde el presente, es natural que los intereses que más pesan participen en la recuperación del pasado.1 Enrique Florescano

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través de la historia, México y los Estados Unidos de América han tenido innumerables problemas de tinte político, social, económico, racial, cultural y religioso. En algunas ocasiones, estas tensiones han provocado intervenciones militares y conflictos diplomáticos. Los más conocidos son la Guerra México-Estados Unidos durante los años de 1846 a 1848, y la ocupación militar norteamericana del puerto de Veracruz en el año de 1914. Historiadores como la maestra Ángela Moyano Pahissa han manifestado que la historia de las relaciones entre vecinos está ligada a los problemas, sobre todo cuando las tradiciones culturales difieren entre sí. Estos aspectos los vemos reflejados en la relación histórica entre ambas naciones. Por lo tanto, estamos de acuerdo con la maestra Moyano cuando afirma que: “Los Estados Unidos son producto de una combinación de culturas europeas sobre una base inglesa; nunca hubo mezcla cultural con los indios norteamericanos. La base de las tradiciones y de su manera de ver la vida fueron esencialmente inglesas. En cambio, México es un país enteramente mestizo, sus tradiciones y modos se derivan de la mezcla de los mundos indígenas e hispano”.2 Por lo tanto, la herencia inglesa para los norteamericanos

1 Florescano, Enrique. La Historia y el Historiador. México: Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 9. 2 Moyano Pahissa, Ángela. México y Estados Unidos: Orígenes de una relación. México: SEP, 1985, p. 11.


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y la española para los mexicanos, marcó de manera determinante el futuro de ambas naciones. Para comprender mejor la relación histórica de México y los Estados Unidos como naciones, es necesario remontarse a la etapa de la colonización. Podemos asegurar que es en esa etapa cuando inicia a forjarse el carácter de dos naciones distintas en una misma región. Alejados por la lengua, la religión y las costumbres, pero unidos por la ubicación geográfica, ambos pueblos “abordarían los mismos problemas con puntos de vista diametralmente opuestos”.3 Los primeros intentos españoles por colonizar las lejanas regiones ubicadas al norte de la Nueva España, correspondieron a “españoles procedentes de la península y por algunos ya establecidos, en su segunda etapa, por mexicanos criollos, indios, mestizos que contribuyeron a acrecentar el territorio conocido y desarrollaron las actividades económicas que sirvieron de base para el establecimiento de las colonias al norte de México”.4 Al parecer, entre 1510 y 1513, las primeras exploraciones de la América septentrional fueron encabezadas por Hernán Cortés hacia California y por Nuño de Guzmán hacia Galicia, lugares donde fundaron nuevas poblaciones. Juan Ponce de León llegó hasta la Florida en busca de la fuente de la juventud. Estas exploraciones estuvieron basadas en la búsqueda de nuevas riquezas para la Corona y para los conquistadores. Los mitos de las ciudades de oro propiciaron la creación de una serie de fantasías en la mente del europeo. Al no encontrar tales tesoros, el español menospreció desde entonces tales territorios a tal punto de que las Misiones, iniciadas a finales del siglo XVI, fueron encabezadas por algunos criollos, sacerdotes e indígenas. Para Agustín Cue Cánovas, el papel del indígena originario del centro de México, quien era llevado a colonizar las vastas regiones del norte, fue de suma importancia ya que ayudó al desarrollo de la economía y provocó el rechazo hacia el indio bárbaro.5 Cuando España intentó colonizar los vastos territorios al norte del Virreinato, otros colonos ya los ocupaban. Por ejemplo, ingleses y rusos ya codiciaban estos territorios que eran ocupados por sus habitantes naturales, los indios. La primera colonia de lo que sería el territorio de los Estados Unidos se fundó en 1607 ante la amenaza francesa, rusa e inglesa; y por motivos de estrategia, la Corona 3 Ibid, p. 15. 4 Flores Caballero, Romeo. La frontera entre México y los Estados Unidos. Monterrey: UANL, 1976. p. 1. 5 Cue Cánovas, Agustín. Historia social y económica de México. México: Trillas, 1963. p. 54. 16

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Española inició la colonización de Texas. Se establecieron presidios y misiones con el fin de crear sitios de avance, fortalezas militares, núcleos de población sedentaria en el norte del país; de esta forma se había iniciado la fase de defensa de la frontera norte demasiado tarde ya que los colonos angloamericanos, algunos franceses e ingleses, y los indios semi-nómadas eran dueños de una parte de la América Septentrional. A consecuencia de estos posicionamientos, en el norte de la Nueva España se fundaron misiones y presidios, los cuales fueron rápidamente extinguidos. La colonización de Texas, que no pudo realizarse sino de modo disperso e incompleto, obedeció a aspectos que consideramos fundamentales: a) Detener la expansión inglesa y rusa, así como solventar los ataques de los indios del norte. b) Reafirmar la soberanía española en el lejano territorio amenazado por la penetración francesa en la Luisiana. Las posesiones de la Corona Inglesa en Norteamérica formaban una faja de territorio cuyo límite se extendió a lo largo de la costa del Atlántico, desde las orillas de los grandes Lagos hasta cerca del Golfo de México. Para resumir el papel de la civilización angloamericana, el destacado historiador Paul Adams afirma que, “desde los primeros asentamientos de los europeos hasta la independencia (norteamericana), y más allá aún, la sociedad de los blancos de Norteamérica fue fundamentalmente, por utilizar la precisa expresión de Louis Hartz, un fragmento de Europa”.6 Como territorios dependientes de Inglaterra, las Trece Colonias Norteamericanas se convirtieron en un mundo anglosajón y protestante. América era la nueva Tierra prometida para este nuevo pueblo elegido. Concebían en su mundo que el indígena americano no tenía derecho a la tierra porque no la cultivaba y no la hacía producir, “estaban convencidos de que el puritano debía glorificar a Dios por medio del trabajo”.7 De aquí la crítica a la doctrina católica que prohibía la usura y exaltaba la pobreza,8 ya que su mentalidad estaba ligada al progreso material y espiritual, por ello “consideraban a la pobreza como un estado 6 Adams, Wiil Paul. Los Estados Unidos de América. Siglo XXI. México: 1989. p. 12. 7 Moyano Pahissa, op. cit., p. 24. 8 Estas creencias del cristianismo medieval eran repudiadas por el Calvinismo y sus seguidores.

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despreciable y la prueba de la ociosidad y el vicio”.9 En relación a este tema Max Weber preguntaba, “¿hay alguna razón para que las ganancias derivadas de los negocios no sean mayores a las que se obtienen por la propiedad de la tierra?.”10 El que podía ser rico y no lo era, pecaba. Esa mentalidad progresista inyectada por todo inmigrante europeo que se establecía en Norteamérica fue punto de partida para el despegue comercial, cultural y, más tarde, territorial de los angloamericanos de los siglos XVIII, XIX y XX. La gran mayoría de los inmigrantes de las Colonias inglesas en Norteamérica llegaron preparados en actividades comerciales e industriales que fortalecían, primero, su comercio interno y después su participación en el mercado mundial. “Su importancia creció de tal modo que la base de su prosperidad económica fue que los europeos tenían la necesidad de los productos americanos en su cotidianidad”.11 Otra característica que poseían los colonos europeos en Norteamérica, y que los distinguía del mundo hispano, era que disfrutaban de una cierta autonomía política en la que predicaban y practicaban la democracia. Había una conciencia ciudadana que les permitía la toma de acuerdos en equipo. Tenían una Iglesia autónoma, ajena a la centralización que manejaba la élite católica en las colonias españolas. Por el contrario, el Absolutismo español no permitió ni permitiría, durante su mandato en América, un solo espacio de libertad política, cultural y social. Sin embargo, la situación económica de las colonias no era muy solvente para la mayoría de la población. El control de las exportaciones e importaciones era regido por una serie de restricciones parlamentarias que les impedía a los colonos desarrollarse de manera plena y autónoma. “El parlamento estaba autorizado a regular el comercio en el imperio, pero no podía imponerles tributos directamente a los colonos, sus vidas, sus libertades y propiedades se encontraban bajo la protección de la constitución inglesa al igual que los derechos de los otros súbditos en Inglaterra”.12

9 Moyano Pahissa, op. cit., p. 23. 10 Moyano Pahissa cita a Max Weber, The Protestan Ethic and the spirit of Capitalism, George Allen Ltd., Londres, 1976, p. 23. 11 Véase Adams, W. Paul. op. cit., p. 12. 12 Ibidem, p. 23. 18

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Ante las constantes imposiciones de la Corona, relacionadas a impuestos y prohibiciones establecidas, se creó un Congreso Continental en 1775. Este organismo declaró la independencia de las Colonias inglesas en Norteamérica en 1776, reafirmando este hecho con las victorias militares sucesivas. Cabe señalar que desde el inicio de las hostilidades, las Colonias angloamericanas fueron apoyadas materialmente por Francia, España y Holanda, rivales continentales de Inglaterra; a diferencia de los países hispanos que lograron su independencia en el siglo XIX. Los nacientes Estados Unidos de América no renunciaron a su herencia inglesa, por el contrario, “excepto durante el periodo de independencia, es larga la lista de personajes norteamericanos que han hecho hincapié en su herencia inglesa”.13 Parte de la mentalidad que poseía el colono norteamericano se relacionaba a una clara simpatía de la expansión hacia el oeste. América, el Nuevo Edén, se convirtió en el sueño de libertades políticas e ideológicas para el emigrante europeo. Impulsados por este ideal, los norteamericanos retomarían ese slogan para adoptarlo a sus necesidades y a su contexto inmediato. “Al lejano oeste, far west, en la fórmula imperial norteamericana adivinada y programada de antemano”.14 Esta frase formó parte de la herencia inglesa, y fue adaptada de acuerdo a las nuevas ambiciones del pueblo angloamericano. Desde la época colonial, los europeos en Norteamérica se enfrentaron a un problema que les originaría continuas dificultades a través de su historia: la confrontación directa con el indio semi-nómada del norte. A pesar de mostrar un atraso comparativo a las grandes culturas del centro de México, había zonas indígenas que causaron grandes estragos a los colonos norteamericanos, quienes no ocupaban su tiempo tratando de relacionarse con ellos, por el contrario, no pensaban incorporarlos a la civilización puritana. Es así, que como consecuencia del movimiento migratorio angloamericano hacia el oeste, los asentamientos locales, tanto de indios y americanos, sufrieron un reacomodo constante a lo largo de los siglos XVIII y XIX. En 1803 Francia vende la Luisiana a los Estados Unidos de América y con ello se inicia el siglo de oro de la expansión interna norteamericana. Gastón García Cantú en las invasiones norteamericanas a México, nos dice que Estados Unidos era para 1803 una nación agrícola que tenía en el algodón la garantía más 13 Angela Moyano Pahissa, op. cit., p. 15. 14 Ortega y Medina, Juan A. Destino Manifiesto. México: Patria, 1982. pp. 26-27.

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grande de producción exportadora en el mundo. Sus primeros presidentes fueron terratenientes agrícolas del sur; de tal forma que la expansión hacia el oeste fue impulsada por la fracción sureña angloamericana, quien abogaba por más y mejores tierras para beneficio de quien la trabajaba. La mayoría de los anglos pensaban que al haber democracia, se cumplirían las necesidades materiales, que consistían en tierra, agua y propiedades. De ahí el equilibrio encontrado en las fuerzas productivas de ambas regiones, la zona norte y la sur, y por lo tanto, el desarrollo agrícola del sur, iba a la par del desarrollo mercantil en el norte. Sumado a estos hechos, y al repudio a las civilizaciones nómadas de Norteamérica, pronto se posesionaron de los territorios de estos últimos. En referencia a lo anterior, García Cantú explica que la democracia procurada por Jefferson se apoyaba en una estructura agrícola. Al repudiar la vida de las ciudades, ver en ellas el origen de la inmoralidad, puso todo su empeño en crear una nación de agricultores. La tierra de los indios fue el primer objeto de su política.15 Retomando el tema de la Luisiana, su importancia histórica se debió al significado que adquirió años después. Historiadores como José Emilio Pacheco han considerado que la Luisiana convirtió a los norteamericanos en amos y señores del comercio americano en Europa, debido a la adquisición del puerto de Nueva Orleans y al control definitivo del río Mississippi, considerado el río vértebra de esa nación. Incluso el mismo Pacheco afirma que la ocupación de la Luisiana, por colonos norteamericanos, abrió las puertas para la invasión de Texas debido a que España nunca se preocupó por establecer los límites fronterizos con la Luisiana. De la misma forma, Gastón García Cantú afirmaba que la posesión de la Luisiana, considerada la de mayor relevancia en toda la historia de los Estados Unidos, “fue el paso previo para el dominio de la Florida y la invasión de México”.16 En referencia al mismo tema, William Jay en su Revista de las causas y consecuencias de la guerra mexicana, escribío lo siguiente: Se invocaba el pretexto de que la Luisiana recientemente adquirida por compra que se hizo a Francia, no tenía límites definidos y Tejas debía considerarse parte de ella. España a su vez, sostenía que Arroyo Hondo, 15 Ibidem, p. 14. 16 Ibid, p. 11. 20

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tributario del río Colorado (río Roxo), era el límite occidental de la Luisiana. Los angloamericanos empeñábanse en demostrar que el límite natural cedido por Francia era el río Grande, lo cual quería decir, según ellos que la adquisición hecha por Norteamérica debía incluir Tejas y una gran parte de Nuevo México.17

Por consiguiente, queda claro que la adquisición de la Luisiana es, para la gran mayoría de los historiadores, el inicio de la conquista del norte de México a manos de los angloamericanos. Con la colonización de la Luisiana a partir de 1803, la ocupación de la Florida en 1819 a través del Tratado Adams-Onís y la adquisición de algunos pequeños territorios en la frontera con Canadá, los Estados Unidos de América iniciaron el siglo de su expansión territorial interna, regulados por la constante migración europea a sus tierras, su crecimiento económico, su revolución tecnológica, su desarrollo industrial, pero sobretodo, impulsados por su gran convicción puritana que los hacia considerarse los dueños del continente americano.

17 Jay, Williams. Revista de las causas y consecuencias de la guerra mexicana. Polis, México, 1948.

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Mapa de México y los Estados Unidos de América hacia 1835.

Fuente: José Emilio Pacheco, Andrés Reséndez. Crónica del 47. Clío, México, 1997.

Mapa de las Provincias Internas de Oriente hacia finales del siglo XVIII. Fuente: Cartografía de México virreinal y del siglo XIX. UANL, Monterrey, 1997.

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y II. El contexto del

MĂŠxico independiente (1821-1836)



México: los intentos por crear el poder político Protesto ante los cielos y la tierra que nos perdemos si no se suprime el artículo de soberanías parciales. Actum est de república. Señor por Dios, ya que queremos imitar a los Estados Unidos en la federación, imitémoslos en la cordura con que suprimieron el artículo de Estados-soberanía en su segunda constitución.18

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os Estados Unidos Mexicanos nacieron en 1821 con grandes expectativas económicas, respaldadas en legendarias riquezas que algunos criollos novohispanos de finales del siglo XVIII se encargaron de promover a través de sus investigaciones.19 De la misma manera, el trabajo de investigación que realizó el científico alemán Alejandro de Humboldt durante 1803 y 1804 en los territorios de la entonces Nueva España, marcó el pensamiento de toda una generación criolla. El cumplimiento de la profecía hecha por el barón Humboldt en su Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España parecía inminente: “El vasto reino de la Nueva España, bien cultivado, produciría por sí solo todo lo que el comercio va a buscar en el resto del mundo”.20 A manera de comparación, Humboldt afirma: “sí la fuerza política de dos estados dependiese únicamente 18 Matute, Álvaro. México en el siglo XIX: Fuentes e interpretaciones. México: UNAM, 1993, cita a Fray Servando Teresa de Mier. “Profecía sobre la Federación”, p. 252. 19 Citamos por ejemplo al Dr. Manuel Abad y Queipo con su Memoria, José Donato de Austria y sus Reflexiones acerca del comercio de Veracruz, y el astrónomo Ciriaco y Herrera Cevallos, en su Expedición para precisar posiciones astronómicas y levantar un Mapa de las costas del Golfo de México, desde el río Bravo al Mississippi. 20 Krauze, Enrique. Siglo de Caudillos: Biografía política de México. México: Patria, Colección Andanzas, Tus Quets Editores, 1994, cita a Alejandro von Humboldt, p. 47.


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del espacio que ocupan en el globo y del número de sus habitantes; sí la naturaleza del suelo, la configuración de las costas, el clima, la energía de la nación y, sobre todo, el grado de perfección de las instituciones sociales no fuesen los principales elementos de este gran cálculo dinámico, el reino de la Nueva España podría colocarse en el día al lado de la Confederación de las repúblicas americanas”.21 En septiembre de 1821 concluía el movimiento independiente con la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México. En el transcurso de siete meses había ocurrido lo que la insurgencia no había podido lograr en once años de lucha armada: la independencia política de España. Encabezados por la audacia del Jefe Realista Agustín de Iturbide, la aristocracia criolla, sacerdotes, militares, profesionistas, comerciantes, amalgamó a su alrededor a las clases populares y mediante el pacto de Iguala inició la culminación de la lucha independiente en México. José Emilio Pacheco en su Revista Crónica del 47 menciona que la Nueva España “se transformó en México por obra de un golpe militar de las mismas fuerzas realistas que habían derrotado a los insurgentes”.22 Es así como las desgracias mexicanas de las décadas posteriores serían trazadas por la ambición de la élite criolla en el poder. Enrique Krauze en Siglo de Caudillos afirma que con el tiempo la conquista de México, en 1521, fue provocada por los grupos indígenas adversos al imperio mexica, y la independencia, en 1821, por los españoles o hijos de hispanos avecindados en México que, temerosos a la nueva aplicación de la Constitución liberal de Cádiz, encontraron en Iturbide, el caudillaje libertador.23 Podemos afirmar que la independencia mexicana no puede explicarse si la tenacidad de los guerreros insurgentes hubiera menguado, y si la figura de Iturbide como Jefe del Ejército Libertador no hubiera emergido. En contra punto, mientras la independencia norteamericana se había logrado mediante la unión de los diferentes grupos sociales y económicos de las colonias inglesas en América, en México se había conseguido la autonomía de España a través de la traición de los súbditos de la Corona Española en tierras novohispanas. La contrarrevolución de independencia que inició Agustín de Iturbide en febrero de 1821 fue el comienzo, según palabras de Enrique Krauze, de un acto reivindicatorio. 21 De Humboldt, Alejandro. Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España. México: Porrúa, 1991, p. 6. 22 Pacheco, José Emilio. Crónica del 47. Revista Editorial Clío, México, 1997, pp. 10-11. 23 Krauze, op cit. p. 97. Para mas información véase en esta obra el capítulo “Sueño Imperial”. 26

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Su honor ultrajado y el de México valían un abrazo con el último de los insurgentes: Vicente Guerrero.24 El 27 de septiembre de 1821 entraba el ejército de las Tres Garantías a la ciudad de México. Exactamente once años con once días después de iniciada la lucha armada por Hidalgo. El Ejército Trigarante, creado por la fusión de los ejércitos insurgentes y realistas, garantizaba tres principios fundamentales: la Unión entre los diversos grupos sociales, la Religión católica y la Independencia de España. Para Krauze, los lazos con España no se rompían: se desataban; era la primera vez que la revolución de independencia se manifestaba en la Ciudad de los Palacios. “Aquel 27 de septiembre”, escribiría el notable historiador Lucas Alamán, “ha sido...el único día de puro entusiasmo y de gozo, sin mezcla de recuerdos tristes o de anuncios de nuevas desgracias que han disfrutado los mexicanos”. En realidad, México nacía de una grave contradicción social, de un abrazo entre realistas e insurgentes, entre peninsulares, criollos e indios, entre el pasado prehispánico y los tres siglos coloniales, “entre la rama y el tronco”.25 A partir de la figura de Iturbide comienza a desarrollarse en México un Siglo de Caudillos que, en opinión de Krauze, manejan el destino nacional durante los siglos XIX y XX. Es preciso señalar que en ese contexto a Iturbide se le atribuía todo el mérito de la consumación de la Independencia. “En la flor de su edad”, narra Alamán, “de aventajada presencia, bien parecido en la sociedad, se entregó sin templanza a las disipaciones de la capital”; el mismo Iturbide había preparado su ascenso a la silla real al formular el Plan de Iguala. Aunque después en sus Memorias negaría que ambicionara el poder. En aquel momento de ensueño imperial el Reino Mexicano se expande desde la Alta California, al norte, hasta los territorios del Panamá, al sur, desde el Océano Pacífico hasta el Golfo de México; la idea providencista que acarrea Iturbide lo asciende al mandato imperial. Con ello se habían cumplido los compromisos del Plan de Iguala y los intentos por crear un poder político en México habían iniciado, según Iturbide “porque el establecimiento de una monarquía... es lo que nos indica la extensión inmensa de nuestro territorio, en la desigualdad enorme de fortunas, en el atraso de las costumbres en las varias clases de población y en los vicios de depravación identificada con el carácter de nuestro siglo”.26 24 Ibidem., p. 102. 25 Krauze, op. cit., p. 103. 26 Krauze (1994), op cit., pp. 103-104 cita a Agustín de Iturbide.

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En esos momentos de romance nacional, Iturbide pedía a su pueblo “unión, fraternidad, orden, quietud interior, vigilancia y horror a cualquier movimiento turbulento”.27 La historia ha juzgado de distintas maneras el papel de Iturbide al frente del imperio, pero él mismo visualizaba que las rebeliones contra su gobierno podrían desestabilizar las instituciones que lo habían ascendido al trono real. El emperador afirmaba en carta a Bolívar: Carezco de la fuerza necesaria para sostener el cetro; lo repugné y cedí al fin por evitar males a mi patria próxima a sucumbir de nuevo, sino a la antigua esclavitud, sí a los males de la anarquía.28

Para Josefina Zoraida Vázquez en su libro México al tiempo de su guerra con los Estados Unidos, las condiciones del México de 1821 “fueron poco propicias para la fundación del nuevo Estado y menos para su fortalecimiento. La elección de un gobierno monárquico constitucional era lógica; sin embargo, el regionalismo y fragmentación de las provincias y la multiplicación de ayuntamientos chocaron contra los intentos centralistas del imperio y su representación estatamental”.29 Es así como Iturbide divergió contra la fuerza de los caudillos regionales que impedían el funcionamiento de las instituciones monárquicas. Ejemplo de ello fue el levantamiento que encabezó en 1822 un célebre brigadier veracruzano, antiguo amigo de Iturbide a quien colmó de elogios y grados: Antonio López de Santa Anna. Junto a Guadalupe Victoria, Santa Anna proclamó el Plan de Casamata en el cual se desconoce la autoridad de Iturbide y se proclama la República como modelo de gobierno. Muy pronto varias regiones secundarían, el plan e Iturbide abdicaría. A palabras expresas de Lucas Alamán se iniciaba la Era de las Revoluciones de Santa Anna, en la cual el caudillo de Manga de Clavo llegaría once veces a la silla presidencial. De esta forma fracasaba el primer intento por crear un gobierno estable y apegado a las leyes. A la inexperiencia de la clase gobernante se le agregaron múltiples problemas sociales, políticos, económicos y culturales.

27 Matute (1993), op. cit., p. 230, cita a Agustín de Iturbide, Plan de Iguala. 28 Krauze, (1994), op cit., p. 109, cita a Agustín de Iturbide carta a Simón Bolívar. 29 Vázquez. México al tiempo de su guerra con los Estados Unidos. México: Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 22. 28

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Diversidad de ideas: el progreso y el retroceso Trescientos mil criollos querían entrar a ocupar el lugar que tuvieron por trescientos años setenta mil españoles, y la facción yorkina, que tenía esta tendencia en toda su extensión, halagando las esperanzas y deseos de la muchedumbre, era un torrente que no podía resistir la facción escocesa, compuesta de los pocos españoles que habían quedado y de los criollos que participaban de sus riquezas y deseaban un gobierno menos popular.30

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na vez que fracasó el intento por establecer una monarquía constitucional en México, la élite criolla que había apoyado a Iturbide veía ahora en la figura de Antonio López de Santa Anna el nuevo Caudillo que la providencia había enviado para que la antigua Nueva España recobrara el esplendor que había adquirido a finales del XVIII. “Sin embargo, reflexiona Angela Moyano Pahisa, el pensamiento oficial del México independiente quiso ser antihispano y con eso destruyó las bases para conseguir una unidad nacional.”31 De esta forma se renunciaba a la herencia española y se trataría, sin éxito, de identificarse con instituciones ajenas a la realidad nacional. El carecer de arraigo en la tradición, a diferencia de los norteamericanos, provocaría que los mexicanos no consiguieran la estabilidad necesaria para su desarrollo como nación. Esta inestabilidad pronto se convirtió en anarquía y caos para el país. Ninguna de las culturas indígenas tuvo la fuerza para constituirse como base de esa identidad.

30 Lira, Andrés. Espejo de discordias. México: SEP, 1984, p. 19, cita a Lorenzo de Zavala. 31 Moyano Pahisa, (1985), op. cit., p. 16.

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Para el prominente intelectual del Porfiriato Justo Sierra, “los tres primeros lustros de nuestra historia nacional están dominados por la amenaza y temor de un conflicto con España”.32 Con ello la desconfianza nacional no sólo era interior sino exterior. El problema real era que no había una base sólida en dónde comenzar a cimentar la gran nación con que soñaban los criollos y no sería hasta 1857 cuando la Constitución Liberal desencadena a México de su etapa colonial. El frágil modelo republicano federal instaurado en 1824 aseguró la unión territorial, así como la expulsión del último reducto español de Veracruz, y el reconocimiento de la Gran Bretaña. Sin embargo no resistiría el embate de los militares impacientes que comenzaban a hacer del cuartelazo su modo de vida. En 1824 es nombrado Guadalupe Victoria primer Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. El modelo Federal aplicado daba relativa libertad a los caudillos regionales, pero limitaba la figura presidencial regulándola con el poder legislativo. El célebre ideólogo regiomontano Fray Servando Teresa de Mier planteaba en 1823 el futuro fracaso de un federalismo extremo en México. De la misma forma criticaba la búsqueda de arraigo en las instituciones norteamericanas al comentar: Me canso en estar indicando a V. Sob. la diferencia enorme de situación y circunstancias que ha habido y hay entre nosotros y ellos, para deducir de ahí que no nos puede convenir su misma federación.33

Él mismo refutaba a los diputados del Congreso la ignorancia con que trataban de manejar la opinión pública para que se aceptara la Federación, y lo hacía al cuestionarles “¿Cómo han de querer los pueblos lo que no conocen?.”34 Después de su discurso en la Cámara de Diputados el Dr. Mier fue acusado de partidario del centralismo. Pronto él demostraría que en rigor no lo era. La idea central de la propuesta del Dr. Mier consistía en la unificación de poderes alrededor de un gobernante fuerte para fortalecer el proyecto institucional, por lo cual, la República Federal iba a desunir y orillar a los mexicanos a las lagunas de discordias. Él mismo afirmó “en fin nada de junta

32 Sierra, Justo. Documentos de la época. México: Secretaría de la Reforma Agraria, 1981, p. 11. 33 Matute, Álvaro, (1993), op. cit., p. 244, cita a Fray Servando Teresa de Mier. 34 Ibid., p. 247. 30

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señor, ni de federación con las otras provincias..., firmes que aquí estoy yo, y nada teman”.35 Con el tiempo la profecía del Dr. Mier se cumpliría. Ante aquel ambiente, los hombres de la época se reunían en agrupaciones intelectuales llamadas logias masónicas. Andrés Lira en su libro Espejo de Discordias describe que surgieron dos grupos que dominaron la política nacional durante la década de los veinte: los yorkinos y los escoceses. Sobre esto menciona “El rito escocés en el que imperaba la etiqueta y buenas maneras (y) el rito de york dispensado de toda etiqueta y distinción a sus miembros”.36 Esta diversidad de puntos de vista propiciaría el aceleramiento del divorcio entre las clases medias y las clases privilegiadas, que desencadenaría la Guerra de Reforma en los años cincuentas. Lorenzo de Zavala escribiría al respecto de las logias masónicas en 1930 que, “se fue constituyendo el partido popular contra el partido de la oligarquía o de la jerarquía”.37 Lorenzo de Zavala, empresario, liberal yucateco y organizador del rito de York, pugnaba por el derecho de las clases desheredadas y proclamaba la igualdad política, pese a las enormes diferencias de fortuna y civilización; según Andrés Lira, Zavala pensaba que ningún estrato social del México independiente estaba preparado para gobernar el país, “unos por ricos y otros por pobres”, veía en el empresario angloamericano, emprendedor e innovador, al único ser capaz de dirigir los destinos de nuestra nación. Sus viajes por la Unión Americana y su apoyo al movimiento texano de 1836 así lo constataban. Otro gran pensador de la época fue el doctor José María Luis Mora. Nacido en Guanajuato, fue llamado el teólogo liberal porque creció bajo los efectos de una educación tolerante y de equilibrio de ideas. Una vez en el exilio en Francia, comenzó a evaluar los sinsabores de la situación mexicana. Poseyendo como característica la ecuanimidad, Mora reflexionó que el problema real de México eran las instituciones coloniales que, a pesar de lograda la Independencia, no se habían desligado del país. Escribió el doctor Mora en 1837: Se quiso comprometer en el partido de la resistencia al general Iturbide, pero nada o muy poca cosa se logró en esto a pesar de 35 Archivo Histórico de Monterrey (AHM), Fondo Capital de Provincia, Sección Correspondencia, Serie Políticos, Colección Principal, Volumen 2, Expediente 20, Carta del Doctor Mier sobre el Estado de las Provincias Internas. 36 Lira, Andrés, (1984), op. cit., p. 18. 37 Ibid, p. 18.

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que el partido escocés que derribó el trono era el núcleo de semejantes deseos. La voz República vino a substituir a la de Imperio en la denominación del país; pero una y otra eran poco adecuadas para representar, mientras se mantuviesen las mismas instituciones, una sociedad que no era realmente sino el Virreinato de Nueva España con algunos deseos vagos de que aquello fuese otra cosa.38

Para el doctor Mora, la República Federal era un logro palpable del progreso, era un algo importante, pero ese algo tenía que enfrentarse a la oposición de los que se querían mantener en el poder y con ello iniciar la lucha entre el progreso y el retroceso; de la misma forma se refiere a los federalistas o yorkinos como Partido de los cambios, y Partido de la inmovilidad a los centralistas o escoceses. El gran problema era que el partido del progreso no tenía un sistema estructurado para avanzar, y el partido del retroceso todavía no conocía bien los medios de mantenerse; el primero hablaba de libertad y progreso, el segundo de orden público y religión. Haciendo un análisis más profundo del contexto nacional, a fines de 1826, escribió Mora que, el progreso “estaba en lo general representado por los gobiernos de los Estados, el retroceso o statu quo por el clero y la milicia y el Gobierno general era un poder sin sistema que por su fuerza muy superior, fijaba el triunfo del lado donde se cargaba en las luchas que, sin haberlas previsto, ni calculado, encontraba al paso empeñadas entre el progreso y el retroceso”.39 No obstante, dentro de las filas del retroceso, el Doctor Mora hallaba a la institución que manejaba los destinos de empresarios y militares y que era la causante de que el país contramarchase: el clero, institución religiosa de conformación colonial promotora de las desgracias mexicanas. A diferencia de Mora, Lucas Alamán, criollo nacido en la colonial ciudad de Guanajuato, consideraba que la causa de los males radicaba en la legislación adoptada, ya que era contraria a las tradiciones y usos de la nación. Mora mencionaba que “La solución consistía en acomodar las instituciones al estado de cosas y no pretender que el contexto se amolde a las instituciones.40 El único problema era que México había renunciado a los usos y costumbres españolas. 38 Matute, Álvaro, (1993), op. cit., 261, cita a José María Luis Mora. 39 Ibidem. 40 Krauze, Enrique (1994), op. cit., p. 153, cita a Lucas Alamán. 32

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La solución de Alamán, inversa a la de Mora, era desechar el sistema federal y republicano por impracticable, y comenzar por fortalecer el poder ejecutivo. El historiador Enrique Krauze afirma, “ni Mora era un anarquista, ni Alamán era partidario de una dictadura, ni siquiera de la monarquía. Ambos creían en los adelantos de los tiempos, la libertad y el orden”.41 Al fin y al cabo eran portadores de opinión de los hombres de su tiempo. Ante el fracaso de la República Federal por la carencia de un Ejecutivo fuerte que gobernara al país, surge la alternativa de la República Central en 1836, mediante la cual los Estados libres y soberanos pierden su autonomía, el papel del congreso disminuye, y el Ejecutivo central se fortalece. La implantación de este modelo trae consigo el apoyo de las instituciones heredadas de la colonia al gobierno central, así como el rechazo generalizado de la provincia que deseaba continuar con el esquema federal. Por lo anterior, a partir de 1836, México inició un parte aguas en su historia nacional: tres intervenciones extranjeras y la amputación de una gran parte de los territorios sitos en el norte del país.

y Los militares criollos dominaban el

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escenario político de México en los primeros años de vida independiente.

Fuente: Historia de México, Tomo 8.Salvat, México, 1978.

Fuente: José Emilio Pacheco, Andrés Reséndez. Crónica del 47. Clío, México, 1997.

41 Ibidem.

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Pintura de Agustín I, emperador de México en 1822.

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Pintura del general Antonio López de Santa Anna, quien fue once veces presidente de México. Fuente: Krauze, Enrique. Siglo de Caudillos, Biografía Política de México (1810 – 1910). Patria, Colección Andanzas, Tus Quets Editores, México, 1994.

Pintura de fray Servando Teresa de Mier, religioso y político regiomontano que luchó por el establecimiento de la República en México. Fuente: Historia de México, Tomo 8. Salvat, México, 1978.

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y III. Texas: pasado,

independencia y anexi贸n



Una historia conflictiva

La nación mexicana ofrece a los extranjeros que vengan a establecerse en su territorio, seguridad en sus personas y en sus propiedades, con tal que se sujeten a las leyes del país... 42

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n 1804 el angloamericano John Adams exponía al aventurero James Wilkinson las ambiciones que compartía con una gran parte de norteamericanos, que buscaban cada día la conquista del nuevo oeste en América: La gente de Kentucky está llena de ansias de empresas y aunque no es pobre siente la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos. México centellea ante nuestros ojos. Lo único que esperamos es ser dueños del mundo.43

La carrera norteamericana de expansión interna del siglo XIX se había iniciado, y México sería muy pronto la próxima víctima, tal y como lo fue en su momento con España, Inglaterra y Francia. El historiador José Emilio Pacheco fue claro al señalar que el hecho crucial del México Independiente, al margen de la voluntad y las responsabilidades históricas, era la contigüidad con los Estados Unidos. Su porvenir estaría determinado por la geopolítica. Para entender el caso texano es necesario remontarse a sus orígenes. Como ya mencionamos en el capítulo primero, las costas y planicies texanas fueron exploradas por España desde el siglo XVI. Uno de los primeros en cruzar y posesionarse del territorio de Texas fue el explorador Álvarez Núñez Cabeza de Vaca; de la misma forma sabemos que, dada la belicosidad de los indios naturales, 42 Decreto del Gobierno Federal, 18 de agosto de 1824, citado en Matute, Álvaro (1993), op. cit., p. 393. 43 Carta citada en García Cantú, Gastón, (1986), op. cit., p. 15.


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todos los intentos por colonizar la región en los siglos XVI y XVII fueron un fracaso. Alonso de León, Gobernador del Nuevo Reino de León, hijo del capitán del mismo nombre, poblador y explorador de esta región, realizó una de las primeras incursiones de pacificación y reconocimiento al vasto territorio texano en mayo de 1688, y años después, dio inicio al proceso de evangelización que finalmente fracasó.44 Para finales del XVII, el norte de la Nueva España se vio amagado por colonizadores franceses al mando del explorador Roberto de la Salle, quien estableció un fuerte al noreste de Texas y que llamó San Luis. Es preciso agregar que tal colonia pronto se esfumó y motivó la fundación de misiones novohispanas que pronto se vieron acechadas por la ferocidad de los indios teixas. Como dato, la misión de San Antonio de Béjar se fundó en 1718, distanciada a más de mil kilómetros del último poblado de Coahuila.45 Estos datos son de gran importancia y legitiman la postura, primero de la Nueva España y después de México en la disputa legal de tales territorios durante el siglo XIX; mientras tanto, los Estados Unidos se empeñaban en demostrar que Texas pertenecía a la Luisiana, comprada a los franceses en 1803. Como consecuencia del conflicto entre norteamericanos y mexicanos, durante enero de 1845, aparecieron una serie de artículos en el Periódico Oficial del Estado de Nuevo León, en los cuales se trataba de demostrar desde el punto de vista nacional que Texas pertenecía a la Nueva España desde la época colonial: La provincia de Tejas donde tiene establecimientos la España desde el siglo XVI, confina con el oriente con la Luisiana y comprende el extenso país que media desde el río Medina hasta el presidio hoy abandonado de Nuestra Señora del Pilar de los Adaes, que dista pocas leguas del fuerte de Natchitoches, 20 leguas de la misión de los Aís, 40 de la de Nacogdoches, 150 del abandonado presidio del Orcohiaco, 200 de la Bahía del Espíritu Santo, 40 del presidio de San Antonio de Béjar…, pacificada, restablecida y aumentada la provincia de Tejas solicitó al Marqués de Aguayo la reunión de 200 familias tlaxcaltecas y de otras tantas de Galicia en España o de Canarias…, y con algunas de ellas se pobló la Villa de San Fernando, 44 Cavazos Garza, Israel. El General Alonso de León, descubridor de Texas. Monterrey, R. Ayuntamiento de Monterrey, 1993, pp. 37-39. 45 Moyano Pahisa, Ángela, (1985), op. cit., p. 66. 38

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inmediatas al presidio de Béjar…, poco después se trató de formar un establecimiento general y uniforme de presidios para cubrir las provincias internas de la Nueva España.46

Durante el siglo XVII Francia cede la Luisiana a España. En 1800 los galos vuelven a posesionarse de este territorio y, en 1803, lo venden a los Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno español había dejado muy claro al regresarla a Francia, que Texas nunca había pertenecido a la Luisiana. La rápida colonización de la Luisiana por los angloamericanos motivó el pronto encuentro entre dos realidades que habían estado separados por siglos. “De la Luisiana a Tejas ya no había mas que un paso: la venta de esa colonia había roto el dique que contenía aún el torrente que se desbordó luego sobre México”.47 Gastón García Cantú afirmaba que con la adquisición de la Luisiana iniciaba la etapa de introducción de máquinas de industria textil, la apertura de canales de riego, la construcción de vapores fluviales y la instalación de fábricas en Nueva Inglaterra y Pensilvania.48 La utilización del río Mississippi como vía fluvial desarrollaba las actividades comerciales de Norteamérica. Ramón Alcaraz escribía a mediados del siglo XIX lo siguiente: Aquel país (la Luisiana), que en poder de España, lejos de producir ventaja, le era perjudicial y gravoso, se convirtió en una fuente de riquezas que supieron explotar las manos emprendedoras e industriosas en que había caído.49

Durante la Independencia de México, la insurgencia mexicana había mantenido comunicación con el gobierno norteamericano a fin de solicitar ayuda en caso de requerirla. La maestra Ángela Moyano nos ejemplifica lo anterior con el caso del insurgente Bernardo Gutiérrez de Lara quien, en 1813 con ayuda americana, consiguió apoderarse de San Antonio de Béjar.50 Otro caso similar ocurrió alrededor de la figura de José María Morelos y Pavón, quien en 1813 ofreció a los angloamericanos la provincia de Texas a cambio de ayuda para el movimiento insurgente. 51 Con ello se demuestra 46 AGENL (Archivo General del Estado de Nuevo León), Semanario Político, 31 de enero de 1845. 47 Alcaraz. Apuntes para la guerra entre México y los Estados Unidos. 1991, p. 44. 48 García Cantú, Gastón, (1986), op. cit., p. 11. 49 García Cantú, Gastón, (1986), op. cit., p. 11. 50 Moyano Pahisa, Ángela, (1985), op. cit., p. 67. 51 Orozco y Berra, Manuel (Compilador). José María Morelos: Siervo de la nación. México: Red Editorial Iberoamericana, 1992. p. 61.

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que en nuestro país nunca se dudó de la posesión texana como parte del territorio heredado de la Nueva España. A causa de la ocupación norteamericana de la Florida, que en esos momentos era parte de las colonias españolas, en 1819 se firmó el Tratado Onís-Adams en el cual España cede los territorios de las Floridas y se fija una nueva línea divisoria entre ambos países: Arrancará del seno mexicano en la embarcadura del río Sabina en el mar; seguirá al norte por la orilla occidental de este río hasta el grado 32 de latitud; desde allí por una línea recta al norte hasta el grado de latitud en que entra en el río Rojo de Natchitoches y continuará en el curso del río Rojo al oeste hasta el grado 100 de longitud occidental de Londres y 23 de Washington, en que se cortará este río y seguirá por una línea recta al norte por el mismo grado hasta el río Arkansas, cuya orilla meridional seguirá hasta su nacimiento en el grado 42 de latitud septentrional y desde dicho punto se tira una línea recta por el mismo paralelo de latitud hasta el mar del sur.52

Con ello los norteamericanos renunciaban, por el momento, a la provincia de Texas. El primer intento formal por colonizar Texas fue promovido por Moisés Austin, quien representaba a trescientas familias y afirmaba haber sido súbdito real de la corona española en la Luisiana. La maestra Ángela Moyano en Orígenes..., reflexiona sobre tres causas que motivaron la autorización para la colonización de Austin: la primera se refiere a que Austin había sido súbdito y deseaba volver a serlo; la segunda menciona que las autoridades reales pensaban que los colonos formarían una barrera contra una posible invasión angloamericana; la tercera se debe a la influencia liberal que pugnaba por la apertura de las fronteras a los colonos extranjeros.53 En enero de 1821 se concedió a Moisés Austin la autorización para establecer colonos en Texas. El permiso concedido consistió en lo siguiente:

52 Alcaraz, Ramón, (1991), op. cit., p. 49. 53 Moyano Pahisa, Ángela (1985), op. cit., p. 68. 40

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1ª Que pudiesen establecer en Texas trescientas familias precisamente de la Luisiana, e introducidas por Moisés Austin. 2ª Los individuos de estas familias debían de ser todos católicos romanos, o hacerse tales antes de entrar en el territorio de Texas. 3ª Que trajesen consigo constancias fidedignas de su buena vida y costumbres. 4ª Que prestasen todos el debido juramento de obedecer y defender al gobierno del Rey de España, y de observar la constitución política de la monarquía española, sancionada en 1812.54 Stephen F. Austin, hijo de Moisés, continuaría la tarea de su padre al lograr en 1823 un acuerdo con el gobierno mexicano que le concedía elegir y posesionarse de la tierra de su preferencia y le abolían impuestos durante diez años.55 En 1848 escribiría Ramón Alcaraz en referencia a la colonización: La inmigración que debía haber proporcionado brazos laboriosos a la agricultura y servido a la industria y al comercio, dio por final resultado la segregación de uno de los Estados más importantes de la república, lo que nos envolvió luego en la guerra desastrosa actual.56

Uno de los problemas que provocaron el enfrentamiento con el mundo anglosajón fue el marco legal mexicano, ajeno totalmente al norteamericano; desde la primera etapa de la Independencia en México, Miguel Hidalgo había proclamado la abolición de la esclavitud en 1811. José María Morelos también lo había expresado en sus Sentimientos a la Nación en 1813. Iturbide la había prohibido durante su Imperio; el colono norteamericano se rebeló contra la ley mexicana, ya que no podía dejar en libertad el motor de su riqueza: la esclavitud. Ahora bien, es preciso señalar que la gran mayoría de los colonos poseían esclavos y, por lo tanto, su procedencia era sureña; “se enfrentaban las instituciones y los modos de vida”, advierte Moyano Pahisa. “Según el derecho anglosajón, la propiedad es totalmente privada; el gobierno no tiene ningún derecho sobre ella”.57 El 54 Permiso concedido a Moisés Austin para colonizar Texas, véase Matute, Álvaro, (1993), op. cit., p. 391. 55 Permiso de colonización a Stephen Austin, 11 de marzo de 1823, véase Matute, Álvaro, (1993), op. cit., p. 391-392. 56 Alcaraz, Ramón , (1991), op. cit., p. 53. 57 Moyano Pahisa, Ángela, (1985), op. cit., p. 70.

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norteamericano pensaba que el esclavo era de su propiedad y al prohibir la esclavitud, el gobierno mexicano era injusto. La obligación para practicar la religión católica indignaba al norteamericano. No aceptaba la intolerancia de cultos que se vivía en México y, además, consideraba que el catolicismo era una religión falsa e idólatra. “La animosidad contra el catolicismo era ya, entonces, una vieja herencia anglosajona..., además les era sinónimo de superstición, servilismo y arbitrariedad”.58 Por lo tanto el orgullo puritano protestaba; pero la rebeldía no era meramente económica, sino que obedecía, según Angela Moyano, a raíces históricas. Si realmente no había tradiciones, ni costumbres, ni raza, ni idioma, ni creencia religiosas, entonces, ¿por qué se permitió su entrada a territorio mexicano?. Un número considerable de personajes de la política nacional sentían gran admiración por los Estados Unidos de América. Entre ellos estaban Lorenzo de Zavala, Valentín Gómez Farias y demás conocidos. Lorenzo de Zavala expresaría decepcionado en 1830: “La República Mexicana vendrá pues dentro de algunos años a ser amoldada sobre un régimen combinado del sistema americano con las costumbres y tradiciones españolas”.59

Este grupo de personajes expresó en su momento sus reservas respecto a hombres como Lucas Alamán y Manuel Mier y Terán, a quienes definían de retrógradas e intolerantes por considerar que cualquier relación con Norteamérica sería dañina para los mexicanos. El rechazo o admiración hacia los Estados Unidos fue un punto importante en la historia de la política mexicana del XIX. Edmundo O’ Gorman expresó en referencia a los liberales y conservadores: “Los políticos de tendencia liberal se sentían llamados a emular a los Estados Unidos como el modelo en que debía inspirarse la Nueva España independiente. Mientras que los llamados conservadores se oponían. Fue así que el problema de identidad de la nueva nación quedó concebido como el de una disyuntiva entre seguir siendo como ya era por herencia del pasado colonial o llegar a ser, por imitación, como Estados Unidos”.60 58 Ibidem., p. 72. 59 Lira, Andrés, (1984), op. cit., p. 67, cita a Lorenzo de Zavala. 60 O’ Gorman, Edmundo. México, el trauma de su historia. México: UNAM, 1977, p. 23. 42

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Con esto se trata de explicar, a nuestro parecer, el problema de Texas, ya que los liberales o federalistas pensaban que mientras crecía el número de colonos, aumentaba la influencia norteamericana en aquel Estado. En 1828 el general Manuel Mier y Terán, uno de los militantes más respetados del partido centralista, escribió un informe al gobierno mexicano de Vicente Guerrero sobre la colonización de Texas en el que hacía un fuerte llamado a las autoridades nacionales:“Al Gobierno Supremo de la Federación se le han hecho repetidas y enérgicas manifestaciones del inminente peligro que corre aquel interesante Departamento, de llegar a ser presa de las ambiciones norteamericanas”.61 Manuel Mier y Terán partió rumbo a Texas, entonces provincia mexicana, con una expedición bajo su mando que debía encargarse de establecer líneas fronteras entre México y los Estados Unidos (Véase Anexo 1). Su informe, los diarios del teniente José María Sánchez, y de los naturalistas Rafael Chowell y Luis Berlandier están compilados en el libro Crónica de Tejas: Diario de viaje de la Comisión de límites. El proceso de colonización sajona en Texas aumentó gradualmente desde 1821 hasta 1836: La población total de esta provincia en este último año era de alrededor de siete mil mexicanos, contra treinta y cinco mil norteamericanos. Luis Chávez Orozco afirma que “los colonos norteamericanos se podían dividir en dos clases: unos eran fugitivos de la república vecina, muchos mandados en sorteo con la señal que allá se acostumbra poner a los ladrones y facinerosos; otros jornaleros pobres que no han tenido cuatro o cinco mil pesos con que comprar un sitio de tierra en el norte, y por el deseo de ser propietarios, que es una de las virtudes de nuestros vecinos, han venido a Tejas”.62 Un ejemplo claro de las formas de concesión de las empresas o permisos para colonizar el territorio texano era el siguiente: Sito en la Colección Protocolos del Archivo Histórico de Monterrey, encontramos un poder otorgado por Juan Cameron a Santiago Pauwer (vecino de Goleat en el departamento de Tejas) para que a su nombre “y representación de derechos que tiene adquiridos como empresarios en las tierras que para poblar el departamento de Tejas, le concedio el supremo gobierno de Coahuila y Tejas en union del mismo Pauwer pueda poblar el citado Pauwer los referidos terrenos del mismo modo y en los propios 61 Moyano Pahisa, Ángela (1985), op. cit., p. 75, cita a Manuel Mier y Terán. 62 Molina, Mauricio (Selección). Crónica de Tejas: Diario de viaje de la Comisión de Límites. México: INBA, 1988, p. 172, véase apéndice de Luis Chávez Orozco.

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terminos q. el otorg.te [que el otorgante] tiene contratados con el gobierno...” (sic.) Además le dio poder para que pudiera usar de la acción que le corresponden y le fueron traspuestos por José Uihlein, vecino de México, mediante un poder otorgado en México el 26 de octubre de 1832 para poblar las tierras del departamento de Tejas, según permiso del gobierno de Coahuila y Tejas, de fecha de 14 de noviembre de 1826 (Otro ejemplo véase Anexo 2).63 El intento centralista por prohibir la esclavitud en Texas provocó la rebeldía de los colonos. La mano de obra negra en los campos de algodón y tabaco era el motor de la economía en los estados sureños de Norteamérica. Gran cantidad de esclavos negros huían de los campos de trabajo en el sur americano y se refugiaban en territorio mexicano, debido a que en México se había abolido la esclavitud según la Constitución Política de la nación mexicana emitida en el año de 1824. Como prueba de lo anterior, presentamos un documento existente, en el Archivo Histórico de Monterrey, que relata la huida y refugio de un esclavo negro llamado Juan Jackson en la ciudad de Monterrey. El escrito relata lo siguiente: Se presentó el ciudadano Edmund Querk vecino del Estado de la Luisiana y Provincia de la Apeluza, manifestando un poder por el cual biene facultado para recoger y conducir para aquel Estado al negro Ysaac en razón a ser esclavo huido del servicio del Ciudadano Alexandro Robb, y haviendo sido presente el enunciado negro, conbino este con ser el mismo que se refiere en el exorto poder, según y como la desripcion que todas sus señales se hase, mas no con la del nombre por llamarse Juan Yacson, como tampoco a ser esclavo como se reclama, pues aunque es cierto sirbió al referido Robb, fue biolentado y extraido por la fuerza de su casa, y que por lo tanto no serle deudor de cosa alguna, no puede benirse a marchar con el demandante.64

La falta de una autoridad eficiente, la inexistencia de una aduana que organizara las entradas y salidas del territorio mexicano, y la movilidad constante de una línea fronteriza provocaron que, mucho antes de lograda su independencia, Texas se convirtiera en una colonia anglosajona más que en una región mexicana. 63 AHM (Archivo Histórico de Monterrey), Fondo Capital del estado, Sección Asuntos Legales, Serie Poder, Colección Protocolos, Volumen 37, Expediente 47. 64 AHM , Fondo Capital del estado, Sección Asuntos Legales, Serie Poder, Colección Correspondencia, Volumen 17, Expediente 67, Folio 1, 5 de enero de 1826. 44

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Ejemplo de ello es el número de pobladores para 1829 , mientras los norteamericanos sumaban alrededor de veinte mil, los mexicanos apenas alcanzaban los tres mil.65 A palabras de Ramón Alcaraz, “era imposible que aquel estado, en que a la vez escaseaban los vínculos de unión con México, hubiera permanecido mucho tiempo sin romper el pacto bajo el que vivía constituido”.66 Los planes para colonizar el norte de México no surtieron efecto entre la población mexicana. Ni la entrega de tierras, ni la abolición de impuestos los animaron a residir en tales territorios. Era claro, la nación mexicana era desde la época de las culturas prehispánicas un pueblo centralizado. Para Glenn Price en su libro Orígenes de la guerra con México en los treinta, Texas “se convirtió en el refugio de hombres inquietos y violentos de las ciudades del Mississippi y de las costas del Golfo; hombres que encabezaron el movimiento de resistencia a las leyes de los extranjeros en cuyas tierras vivían”.67 Esta clase de hombres fueron primordiales en los sucesos posteriores. En noviembre de 1835, la convención de colonos de Texas se pronunció por separarse de la República Mexicana hasta que no se volviese a la federación, pues Santa Anna había proclamado el régimen centralista y ellos habían firmado un contrato de lealtad a las instituciones de la República Federal, que gobernó durante los primeros años de existencia de México como nación, y que terminaba con el cambio de modelo. Esto no fue más que un pretexto para rebelarse. Según la declaración de independencia de Texas, los colonos habían tomado las armas en defensa de sus derechos y libertades, que estaban amenazadas por los excesos de los déspotas militares; asimismo, cesan civil y moralmente la obligación de mantener la unión, sin reconocer ningún derecho de las autoridades mexicanas, formando un gobierno independiente y premiando con donaciones de tierras a todos aquellos que prestaban sus servicios en la lucha armada y legal.68 Al igual que Texas, los departamentos de Zacatecas y Durango se rebelaron, 65 Alcaraz, Ramón, (1991), op. cit., p. 54 66 Ibid., pp. 54-55. 67 Price, Glenn. Orígenes de la guerra con México: la intriga Polk-Stockton. México: Fondo de Cultura Económica, 1974, p. 38. 68 AHM, Fondo Capital del estado, Sección Gacetas y Periódicos, Serie Congreso de la Unión, Colección Impresos II, Volumen 4, Expediente 7, Folio 11, 28 de enero de 1836.

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pero pudieron ser controlados por el poder central. La rebelión texana no sólo era distinta por el reto bélico que figuraba, sino que además, el choque enfrentaría a dos mundos distintos por primera vez: el mexicano y el angloamericano. Mientras los Estados Unidos insistían en su neutralidad y en respetar la soberanía de las otras naciones, mandaban tropas a la frontera con Texas para salvaguardar los intereses de sus ciudadanos en México. En un comunicado recibido por el Gobernador de Nuevo León, y remitido por el Secretario de Guerra y Marina, se informaba que el Gobierno haría efectivo el derecho de la nación al ser indemnizada de los gastos, daños y perjuicios que le ocasionaren o hubieren ocasionado en la actual Guerra de Texas.69 El 1 de marzo de 1836, los colonos proclamaron la independencia de Texas. La farsa fue desenmascarada y, según la maestra Moyano Pahissa, los colonos “se quitaron el disfraz de federalistas y aseguraron que su caso se parecía al de México cuando se declararon independientes de España”.70 Las primeras victorias mexicanas en Texas, en el Álamo y en Goliat, se distinguieron por la crueldad y el temple sanguinario de los triunfadores. Estos hechos provocaron que el antimexicanismo del anglosajón se acrecentara y naciera el grito de guerra “Remember the Álamo”, utilizado por los texanos en las batallas posteriores. La sorpresiva derrota de Santa Anna, en San Jacinto, motivó el retiro de las fuerzas mexicanas de Texas. Las gestiones para que se reconociera la independencia de tal nación y la aceptación de la nueva frontera hasta el río Bravo, no fueron más que trámites burocráticos que entorpecieron la posible reconquista inmediata de tales territorios. El rechazo de los Tratados de Velasco por el congreso mexicano provocaron la formulación de una tardía expedición que devolviera Texas a la geografía nacional. En un comunicado enviado por José María Tornel, Secretario de Guerra y Marina, al Gobernador de Nuevo León, Juan Nepomuceno de la Garza y Evia, se estableció la continuación de la guerra con los colonos texanos, así como la libertad del Presidente Santa Anna,

69 AHM, Fondo Capital del estado, Sección Correspondencia, Serie Políticos, Colección Impresos II, Volumen 22, Expediente 4, Folio 1, 9 de abril de 1836. 70 Moyano Pahisa, Ángela, (1985), op. cit., p. 82. 71 AHM, Fondo Capital del estado, Sección Intervención Norteamericana, Serie Texas, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 3, Expediente 2, Folio 3, 20 de mayo de 1836. 46

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y la utilización de todos los medios para recuperar la Provincia de Texas.71 Mientras tanto, los grupos políticos del país trataban de encontrar a los responsables de tal fracaso. Los federalistas acusaban a los centralistas de corrupción e ineptitud, los centralistas se defendían al manifestar que el momento difícil por el que atravesaba el país no ameritaba un cambio de régimen. Era claro que los intereses personales se oponían a las necesidades de la nación y, aunque hacía quince años de haber logrado su independencia, el país no era más que un conjunto de regiones faltas de unidad. Texas nació como república en 1836 y se encaminó hacia la anexión con la Unión Americana, objetivo central de las conspiraciones de los colonos. Durante sus nueve años de autonomía fue reconocida como república independiente por los Estados Unidos de América, Francia e Inglaterra. El doctor Romeo Flores Caballero nos dice que la vida en la República de Texas no transcurrió en paz durante sus años de existencia; fueron incontables los incidentes de insurrecciones internas y los intentos del gobierno mexicano para recuperar el territorio, y no faltaron los exaltados que propusieron la creación de la República del Río Grande.72 La realidad fue que los diez años de independencia texana fueron los años de divergencia del congreso norteamericano. A los norteños no les convenía la anexión de un estado que respondía a los intereses sureños, mientras estos últimos anhelaban la introducción de sus modos de vida a los territorios recién conquistados. Por lo tanto, la unión de Texas a los Estados Unidos era una cuestión que debía esperar. En tanto, México aún se consideraba a Texas como un territorio propio, pero en rebelión. Por la circular enviada el 17 de enero de 1837 al Ayuntamiento de Monterrey, el Ministerio de Relaciones Exteriores e Interiores contaba al Departamento de Texas como parte de los Estados Unidos Mexicanos.73 En 1845, la mayoría sureña en el congreso norteamericano se declaró a favor de la reanexión de Texas y la reocupación de los territorios del Óregon. La noticia de la aceptación de Texas como un estado más de la Unión Americana llegó en el mismo momento en que México aceptó concertar con los texanos. La elección fue obvia y en 1845, Texas fue incorporada a los Estados Unidos de América. Una necesidad o no, este hecho fue el motivo que inició una guerra desigual que fijaría la consolidación angloamericana y el fin del sueño criollo en México. 72 Flores Caballero, Romeo, (1976), op. cit., p. 25. 73 AHM, Fondo Capital de Departamento, Sección Correspondencia, Serie Políticos, Colección Impresos II, Volumen 22, Expediente 3, Folio 4, 17 de enero de 1837.

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Mapa de la provincia de Texas, con la división de colonias hacia 1835. Fuente: Riva Palacios, Vicente. México a través de los siglos. Océano, México, 1991.

Mapa del Nuevo Reino de León a principios del siglo XIX.

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Fuente: Cartografía de México virreinal y del siglo XIX. UANL, Monterrey, 1997.

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Contrato de una empresa o colonia en Texas entre los norteamericanos Green De Wilt, Benjamín R. Milan y Frost Jhons. Fuente: Archivo Histórico de Monterrey, Colección Protocolos.

El ejército mexicano fue derrotado por los colonos texanos, lo que provocó la independencia texana de México.

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Fuente: José Emilio Pacheco, Andrés Reséndez. Crónica del 47. Clío, México, 1997.

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y IV. La invasi贸n

norteamericana en Nuevo Le贸n y sus repercusiones en la regi贸n

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Grandes grupos de montañas, al parecer desprendidas de la sierra, rodean la ciudad menos por el oriente y norte,...es agradable la ciudad, así por la buena índole de sus habitantes como por la fertilidad del terreno, y paseos inocentes que este mismo proporciona. 74

Descripción de Monterrey, diario del teniente José María Sánchez (1828).

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n el periodo comprendido entre los años de 1846 y 1848, sucedió en la capital de Nuevo León un hecho que no tenía precedentes. La ciudad sagrada de México se enfrentaba ante el peligro de una invasión extranjera. La ola de soldados norteamericanos se concentraron sobre Monterrey desde el 19 de septiembre, y cinco días después entraban victoriosos sobre los escombros de una ciudad convertida en un cementerio, según palabras de José Sotero Noriega, testigo presencial de este acontecimiento. Este hecho marcó para siempre su existencia en la geografía nacional. La ocupación norteamericana sobre Monterrey se alargó desde finales de septiembre de 1846 hasta julio de 1848, fecha en que salieron las últimas tropas de territorio nuevoleonés. Durante este tiempo, sucedieron en esta localidad un sinfín de consecuencias ambivalentes: el contrabando y el comercio legal, el respeto de los oficiales americanos y la violencia de los voluntarios, la guerrilla como resistencia y la guerrilla como oficio para asesinos y criminales. Es necesario que entendamos este periodo y sus repercusiones en el curso de la historia, porque es crucial para entender el desarrollo de la actividad comercial antes y durante el periodo de la guerra de Secesión Americana, y el despegue industrial regiomontano de finales del siglo XIX. Enrique Florescano afirma: “sí para los poderosos la reconstrucción del pasado ha sido un instrumento de dominación, 74 Molina, Mauricio, (1998), op. cit., p. 25.


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para los oprimidos la recuperación del pasado ha servido como hilo afirmador de su identidad y como fuerza emotiva que mantiene vivas sus aspiraciones de independencia y liberación”.

Monterrey durante la ocupación norteamericana Monterrey fue la más grande e importante ciudad en el noreste de México..., está situada en la entrada noreste de las montañas de la Sierra Madre para vagones y artillería...75 A principios de septiembre de 1846, los habitantes del estado de Nuevo León vivían amenazados por el fantasma de una guerra no deseada y, para la cual, no estaban preparados. La guerra entre México y los Estados Unidos había iniciado en mayo de 1846, y las fuerzas americanas que atacarían la capital del estado de Nuevo León, se enfrascaron en una feroz lucha por tomar una ciudad defendida por casi 4,000 soldados mexicanos. La ocupación de Monterrey, por parte del ejército angloamericano, duró casi dos años, en los cuales se puso a prueba la resistencia de los nuevoleoneses, la capacidad de organización del gobierno estatal, y la formación de las bases para el florecimiento de un mercado regional que se fortaleció aún después de 1848. El objetivo de esta investigación es entrelazar los diversos pormenores de esta etapa regional, poco clara en cuanto al contexto histórico, para encontrar un significado a los procesos locales posteriores al conflicto. Para 1845, el entonces Departamento de Nuevo León, integrante de la República Centralista Mexicana, formaba parte de una de las regiones más tranquilas y estables del país. Alejado de las revoluciones y cuartelazos que constantemente azotaban a la nación, Nuevo León permanecía neutral ante tales acontecimientos. Ante los conflictos emergidos de las pugnas entre conservadores y liberales en la capital del país y sus repercusiones nacionales, surgía la respuesta del grupo que gobernaba la localidad, y que hacia valer su poder de decisión en 75 Wilcox, Cadmus. History of the mexican war. (1892), p. 79. 54

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la región. Estos individuos también “compartían una clara propensión al federalismo y al control local, pero sin aferramientos ni dogmatismos y con la capacidad para asimilar y atenuar los movimientos y proyectos centralistas provenientes de la capital”.76 Las principales actividades económicas en el valle de Monterrey eran la agricultura y la ganadería. El clima semiárido y la situación geográfica motivaron a forjar un carácter combativo del nuevoleonés, quien aprendió a sobrevivir en medio de incesantes sequías que asolaban la región. Como un apunte de lo anterior, en plena guerra con los norteamericanos, el alcalde de la Villa de la Punta de Lampazos notificaba al gobierno estatal que los novillos, donados por los rancheros y hacendados del municipio, estaban flacos por la sequía del año anterior.77 Otro problema que enfrentaron principalmente pueblos y ranchos del centro y norte del Estado fueron los constantes ataques de los indios seminómadas del norte. Al respecto del tema, el gobernador del Estado José María Parás en sus Memorias de 1849 dice: La guerra con ellos (los indios), sobre la mayor parte de los pueblos del Estado, nos arrebata con frecuencia, la seguridad que pudiéramos disfrutar sin esta plaga desoladora. La impotencia que hasta aquí hemos manifestado respecto a ella, es una de las cosas que más nos deshonran ante los ojos de las naciones estrangeras.78

Este problema se acrecentó sobretodo entre los años de 1840 a 1855, en donde se tiene notificación de los municipios del norte y noreste del estado, que pusieron en alerta al gobierno estatal sobre el ataque de los indios a sus propiedades,79 alcanzando enormes dimensiones después de terminado el conflicto armado en 1848. En lo concerniente a la situación de caminos e industria, Parás señalaba que antes de la guerra: 76 González Quiroga, Miguel, en Herrera Serna, Laura (coordinadora). México en guerra (1846-1848). México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1997, p. 358. 77 AGENL., Alcaldes, Lampazos, c-7, 14 de mayo de 1846. 78 AGENL., Memorias; José María Parás, 1849, p. 5. 79 AGENL., sección concluidos, expedientes CL36/618, 1840, 297 ff., también véase José Reséndiz Balderas, “La política de Vidaurri y la expulsión de las tribus nómadas en el noreste de México”, tesis de licenciatura, UANL, 1983.

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Estas vías de comunicación...se hallan en regular estado; y aunque en la administración central se dictaron disposiciones para mejorarlas, nunca pudieron tener efecto, porque esta clase de obras demanda siempre fondos suficientes y esclusivos para coronarlas..., (la industria) del Estado aun se halla en la infancia: la agrícola que forma principalmente su riqueza, no ha hecho ningunos adelantos notables: el mismo mecanismo, la misma clase de instrumentos, el sistema que aprendimos de nuestros padres, prevalecen hasta el día.80

Todos estos retrasos materiales y la inminente llegada del ejército norteamericano a Nuevo León motivaron respuestas encontradas: Para muchos la ocupación enemiga sería un desastre mas, como veremos más adelante, algunos ciudadanos trataban de seguir con la rutina de sus vidas a pesar de la ocupación, otros, en cambio, buscarían provecho o ventaja de la nueva situación.81

La muestra de desconfianza en el gobierno nacional era clara. Desde 1836 se había planeado la reconquista de la provincia de Texas (la cual nunca se llevó a cabo). Todo parece indicar que durante los nueve años siguientes a 1836 se solicitaron préstamos a los ciudadanos para realizar tal expedición. Ejemplo de ello se ve reflejado en una carta enviada por el presidente municipal de Salinas Victoria, en noviembre de 1845, al gobernador Manuel María de Llano, en la cual dice que: Varios vecinos que han ofrecido algunos donativos para la guerra de Tejas, quieren conservarlos hasta que esta se emprenda..., no hay en ello inconveniente alguno supuesto que los productos de dichos donativos han de ser esclusivamente invertidos en los gastos de aquella guerra.82

Con la guerra tocando a las puertas de su territorio, los políticos y militares nacionales se debatían entre proclamas e intereses. En Nuevo León, un grupo de políticos encabezados por Manuel María de Llano, Juan Nepomuceno de la 80 AGENL., Memorias; José María Parás, 1849, p. 8. 81 González Quiroga, Miguel, en Herrera Serna, Laura (coordinadora), op. cit, pp. 427-428. 82 AGENL., Alcaldes, Salinas Victoria, c-10, 20 de noviembre de 1845. 56

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Garza Evia, José de Jesús Dávila y Prieto, José María Parás y Santiago Vidaurri, supieron manejar las revueltas nacionales sin mayor problema para el estado al interponer sus intereses personales, autónomos a los caprichos de los caudillos nacionales, haciendo valer su poder y experiencia en la localidad. Mientras algunos sectores de la sociedad se comprometieron a salvar la soberanía del país luchando hasta el último hombre, otro, como el eclesiástico, cooperaría para la causa mexicana ordenando a sacerdotes la organización de misas y oraciones para el triunfo nacional.83 En el Estado se organizaba un cuerpo de auxiliares compuesto por ciudadanos mayores de edad. En junio de 1846 el gobernador Juan Nepomuceno de la Garza y Evia mediante una circular ordenaba: En el estado de Nuevo León, todo hombre de la edad de 18 a 50 años tiene la obligación de incluirse en la milicia y defender al país de la invasión norteamericana. Están excentos los eclesiásticos; sirvientes domésticos y de las haciendas.84

Ante ello, los gobiernos municipales encargados de organizar tales milicias respondieron de dos formas: los que se vieron impedidos, limitados por la apatía, el miedo y el rechazo a la leva de sus vecinos, y los que se apuntaron de manera inmediata ante la respuesta efusiva de sus ciudadanos; para muestra del lector, enumeramos los siguientes casos: él alcalde de Apodaca escribía en julio de 1846 al gobernador de la Garza y Evia que sólo había cinco hombres para cubrir el undécimo Escuadrón de Auxiliares.85 Otros alcaldes como el de Cerralvo, se limitaron a decir que los vecinos no podían prestar el servicio de las armas por incapacitados.86 Por el contrario, hubo municipios que sí respondieron al llamado. En Higueras se alistaba a la Compañía de Milicias los vecinos de la Hacienda de Ramos y de Ciénega de Flores.87 También, por mencionar otro caso, el encargado del Juzgado primero de la ciudad de Monterrey solicitó, ante el Gobernador del Departamento, 83 AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 22 de junio de 1846. 84 AHCENL (Archivo del Honorable Congreso del Estado de Nuevo León), Expedientes, c-12, Actas, 16 de junio de 1846. 85 AGENL., Alcaldes, Apodaca, c-2, 19 de julio de 1846. 86 AGENL., Alcaldes, Cerralvo, c-13, 17 de julio de 1846. 87 AGENL., Alcaldes, Higueras, c-2, 16 de mayo de 1846.

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la aprobación de cuatro compañías de infantería y dos de caballería que compusieran la Milicia Local conforme al decreto de la Asamblea Departamental del 18 de junio pasado.88 Lo mismo sucedió con la milicia de Lampazos, quien por necesidad no salió de la villa para no desproteger al pueblo de las depredaciones de los indios.89 De la misma manera, para el reclutamiento de las milicias fueron alistados los vagos y viciosos de los pueblos y villas de Nuevo León. Muestra de ello es el caso del alcalde de Cerralvo, quien notificó a la autoridad militar de la ciudad que los vagos capturados en esa villa serían remitidos a Monterrey para su utilidad en las labores de fortificación de la plaza.90 Otro problema grave que tuvieron que enfrentar los gobiernos municipales fueron las constantes deserciones de los soldados del ejército. En su estancia en Linares, el general en jefe del Ejército del Norte tomaba medidas drásticas: se condenaba a muerte a toda persona que hubiera desertado y no se reportara a su escuadrón en los próximos quince días después de publicadas sus órdenes.91 Muy pronto esta ley sería secundada por los distintos municipios del estado. Anteriormente en Santa Catarina el alcalde incitaba a sus vecinos a la captura de estos individuos a cambio de cinco pesos por desertor;92 en Santiago los vecinos se organizaban en grupos para vigilar entradas y salidas de extraños y así poder identificar a los desertores.93 de una forma u otra las deserciones y los pretextos para evadir la actividad militar nos demostraron varias cosas: primero, que no había una conciencia nacional que motivara a la defensa del país y solamente se comenzó a hacer algo cuando los norteamericanos se encontraban en la esquina de enfrente; segundo, que los reclutamientos forzosos causaron más histeria y rechazo que razonamiento y orgullo nacional. Para junio de 1846, la parte norte del estado de Tamaulipas se encontraba invadido por la ola norteamericana. Después de ocupar Matamoros, los norteamericanos se trasladaron a la Villa de Camargo, a través de la ribera del 88 AHM., Fondo Capital del Departamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Milicias Civiles, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 2. 89 AGENL., Alcaldes, Lampazos, c-7, 17 de agosto de 1846. 90 AGENL., Alcaldes, Cerralvo, c-13, 4 de julio de 1846. 91 AGENL., Alcaldes, Linares, c-9, 26 de julio de 1846. 92 AGENL., Militares, c-42, 14 de abril de 1846. 93 Ibid., 4 de abril de 1846. 58

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río Bravo, y desde allí iniciar la invasión del estado de Nuevo León. A palabras expresas del maestro Miguel González, “la intención norteamericana era controlar el noreste de México, cuyo centro se encontraba en Monterrey”.94 Monterrey era, según José Sotero Noriega, “una de las ciudades más hermosas de la República Mexicana, la capital de la frontera. Situada en un fértil valle en medio de altísimas y pintorescas montañas, la naturaleza se ostenta en toda su belleza y vigor.95 Era en efecto la Ciudad Sagrada del norte de México. Inviolada por los efectos de las revoluciones en México, tendría pronto los efectos devastadores de una guerra sangrienta. Sotero Noriega, testigo presencial del combate profetizaba lo evidente: “Después de las desgracias del río Bravo el torbellino de la guerra la amenazaba muy inmediatamente y los habitantes preveían un grave y doloroso conflicto.96 En agosto de 1846 se recibían los primeros avisos de la presencia angloamericana en Nuevo León. Durante algunas horas, Cerralvo es ocupado por unos cuarenta voluntarios americanos quienes posteriormente se retiraron,97 lo mismo sucedió unos días antes en la villa de China.98 Ante esta problemática, el ejército mexicano se había trasladado de Linares a Monterrey para comenzar las labores de defensa de la ciudad. Las múltiples carencias que sufría el soldado mexicano se habían hecho evidentes desde Matamoros. Los víveres que había solicitado el General Mariano Arista para la defensa del puerto, al gobernador de Nuevo León, no habían sido conseguidos, prueba de ello es que de las 165 mulas que se solicitaron para transportar maíz, sólo se consiguieron 50 en el Departamento.99 Por lo tanto, era lógico pensar que el ejército mexicano no estaba preparado para afrontar la guerra. Los primeros desastres en las batallas de Palo Alto y Resaca de la Palma (al norte de Matamoros, cerca de lo que hoy es la población de Brownsville, Texas), lo evidenciaban y la defensa de Monterrey significaba el recobro de la confianza y del prestigio perdido para la fuerza armada mexicana. 94 González Quiroga, Miguel, en Herrera Serna, Laura (coordinadora), op. cit., p. 425. 95 Noriega, Sotero. El Sitio de Monterrey. ACTAS, Revista No. 12. Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 1980, p. 2. 96 Ibid., p. 4. 97 AGENL., Militares, c-45, 14 de agosto de 1846. 98 Ibid., 11 de agosto de 1846. 99 Ibid., 3 de abril de 1846.

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En agosto de 1846, la ciudad de Guadalajara fue la cuna del golpe federalista del general Mariano Salas contra el régimen pro-monárquico del General Paredes y Arrillaga, y que por enésima vez, trajo consigo una serie de confusiones que originarían en parte la derrota en Monterrey. A mediados de agosto, Salas, ya instalado como presidente de México, nombra General del Ejército del Norte a Pedro Ampudia, en sustitución de Francisco Mejía. Sotero Noriega como testigo de los hechos menciona que: Este nombramiento por mil títulos impolítico, resucito antiguas prevenciones que se desarrollaron de tal modo, que varios jefes escribieron a México mostrando su descontento: la prensa denunció este disgusto, y se engendraron varias antipatías que fueron al fin de funestas consecuencias.100

Estos altibajos en el ánimo de los defensores se vió reflejado cuando el 16 de septiembre “todos obedecieron al sentimiento patriótico y exaltando los ánimos y el entusiasmo se olvidó todo”.101 Ante el rechazo de buena parte de los militares contra el nombramiento de Ampudia, a quien le atribuían la derrota de Palo Alto, la prensa y del grupo político que controlaba la política del Estado. Inclusive Garza y Evía y Manuel María de Llano escribieron a México pidiendo que se removiera a Ampudia, y se mantuviera al General Mejía.102 Sin embargo, el general Francisco Mejía despejaba dudas y el 21 de agosto anunciaba que el nuevo General pronto llegaría a la ciudad, y que a pesar del pesimismo, no abandonarían la ciudad como se rumoraba.103 A partir de su llegada, la postura de Ampudia fue en parte similar a la asumida por Santa Anna en la Angostura meses después: “practica escrupulosos reconocimientos, encarga la perfección de las obras a los ingenieros militares y encomienda al capitán de la plana mayor D. Francisco Segura, que practique el reconocimiento del camino hasta el rancho de Papagallos”.104 No había duda, quería limpiar su imagen. 100 Noriega, Sotero, en ACTAS, op. cit., p. 4. 101 Ibid., p. 6. 102 Garza y Evia y Manuel María de Llano inclusive escribieron se removiera a Ampudia y se mantuviera a Mejía. AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 21 de agosto de 1846. 103 AGENL., Militares, c-45, 27 de agosto de 1846. 104 Noriega, Sotero, en ACTAS, op. cit., p. 5. 60

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Ante el anuncio de que varias villas del Estado estaban ocupadas por los norteamericanos, las tropas en Monterrey se alistaron. El general Ampudia cerró filas, decretó la ciudad en estado de sitio y subordinó la autoridad civil al mando militar. Con esto, Ampudia se convirtió en Comandante de la plaza y Gobernador; ante el informe de que la ciudad estaba convertida en un nido de desertores y malhechores,105 ordenó que nadie saliera sin permiso ni pasaporte. Dos días después anulaba tal decreto porque ponía en entre dicho la honorabilidad del regiomontano. Esta sería la primera de una larga lista de sus contraórdenes. Para corroborar lo anterior, Pedro Garza Ayala, Alcalde de la villa de Guadalupe, notificaba al Alcalde de Monterrey que había recibido el oficio que contienen las medidas tomadas por el Jefe de operaciones del Ejército Mexicano para defender la plaza, entre ellas, declarar en sitio la capital para resguardarla del ataque norteamericano.106 El crecimiento del ejército emplazado en Monterrey creció de mil quinientos a cinco mil personas, por lo que se creó la necesidad de almacenar más parque, alimentos y agua. Los municipios de Marín, Salinas Victoria y San Francisco (Apodaca), aportaron quinientas fanegas de maíz;107 de la misma forma la villa de Guadalupe cooperó con seiscientas.108 Algunos historiadores han atribuido la derrota de Monterrey a la falta de víveres, pero por los documentos encontrados hemos visto que esta no es una causa que justifique la capitulación ya que Monterrey se convirtió en un gran granero. El avance norteamericano hacia Monterrey provocó pánico inclusive entre los altos jefes militares mexicanos. El plan original de defensa se sustentaba en presentar combate en el paraje conocido como Papagayos, ya que en caso de retirada, el terreno daba ventajas para llegar a salvo a Marín. Ante el rechazo de la Junta de Militares se acordó defender la villa de Marín, para así dejar a Monterrey como base de refuerzos. Ante la sorpresa de muchos y del mismo Ampudia, la junta militar decidió atrincherarse en Monterrey y defender la plaza a sangre y fuego. A causa de esa decisión, el 12 de septiembre, Pedro de Ampudia solicitó al Alcalde de Monterrey la remisión de la cantidad de sacos de lana y 105 AGENL., Militares, c-45, 4 de septiembre de 1846. 106 AHM, Fondo Capital del Departamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 2, Expediente 1, Folio 16. 107 AGENL., Militares, c-45, 8 de septiembre de 1846. 108 Ibid., 14 de septiembre de 1846.

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algodón que había en la ciudad, para que sirvieran en las labores de defensa de la plaza.109 Ese mismo día, requerió al Alcalde de Monterrey la reunión de todos los techadores libres que había en la ciudad, así como los carreteros, con el fin de trasladar material como el guilote y pita de amarras, procedente del Topo Grande, para techar la Catedral nueva ubicada en la Ciudadela, ya que es muy importante para la defensa de la plaza.110 Dos días después, demandaba al Alcalde primero de Monterrey, que ordenara a todos los dueños de la haciendas o encargados de justicia de los ranchos de su Jurisdicción, que auxiliaran cuando fuera necesario a las tropas mexicanas con abastecimientos, como maíz, carne, frijol o de cualquier otra clase. Si alguien se negaba a ayudar, sería tomado como aliado de las tropas americanas, las cuales se dirigían ya a la ciudad capital con el objetivo de tomarla.111 La falta de decisión del mando militar ante la inexistencia de una estrategia planeada se manifestó en la fortificación de Monterrey. Según Sotero Noriega: El día 13 de septiembre la junta de jefes de brigada decidió que se abandonasen las obras de fortificación que se construían entre la Ciudadela y el cerro del Obispado, continuándose solo las dos de los puntos referidos y la de la Tenería, que antes se había considerado importante..., el 19 de septiembre ante el sigilo del enemigo se mandó reparar el mismo reducto.112

Estas vacilaciones peligrosísimas, se sumaron a la antipatía contra Ampudia y el resultado final de la batalla evidenció el rostro de veleidad e ineptitud del comandante para defender la ciudad, ya que las labores de fortificación se habían hecho de manera inadecuada. Los norteamericanos, como ya lo hemos dicho, pensaban que la toma de Monterrey les daría el control del Golfo de México. Cadmux Wilcox, autor de uno de los estudios más completos sobre el sitio de la ciudad, describió la situación geográfica de Monterrey en las siguientes líneas: 109 AHM, Fondo Capital del Departamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 8. 110 AHM, Fondo Capital del Departamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 9. 111 AHM, Fondo Capital del Departamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Disposiciones, Colección Guerra México Estados Unidos (1832-1848), Volumen 1, Expediente 1, Folio 11. 112 Noriega, Sotero, en ACTAS, op. cit., pp. 6-7. 62

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Monterrey, la capital de Nuevo León fue grande, la más floreciente, y desde un punto de vista militar, la más importante del noreste de México, teniendo una población de 10,000 habitantes. Situada en un extenso valle a lo largo de una base de altas y pintorescas montañas de la Sierra Madre y fertilizadas por las aguas cristalinas del San Juan. Siguiendo entre líneas orilladas con bellas casas, villas y jardines floreados, fue una buena fortificación...113

Antes de llegar a Monterrey los norteamericanos debieron afrontar diversos problemas que repentinamente aparecieron en su camino. La hostilidad de pueblos y villas mexicanas donde llegaban, las enfermedades gastrointestinales, pero ante todo, a la expresión máxima de sus prejuicios culturales: el racismo. Las instrucciones de buen comportamiento y trato a los civiles se opacaron por las actitudes agresivas de una sección del Ejército: los Voluntarios, quienes ponían en práctica la doctrina del Destino Manifiesto. El escritor José Emilio Pacheco en su Crónica del 47 nos hace una pequeña alusión a este aspecto en las siguientes líneas: Los voluntarios de Arkansas eran conocidos por sus depredaciones. El general Wool los consideraba el peor cuerpo de voluntarios en cuanto abusos contra la población mexicana... (en un instante) la gruta estaba llena de voluntarios gritando como diablos, mientras que más de veinte mexicanos se encontraban tirados sobre las peñas o muriendo en charcos de sangre y las mujeres y niños se colgaban de las rodillas de los asesinos implorando clemencia.114

Ante tal actitud, los nuevoleoneses mantuvieron una actitud de rechazo contra el soldado norteamericano. El alcalde de Cerralvo recomendaba que ante la llegada del ejército angloamericano se retiraran las familias de las poblaciones llevándose todos sus recursos para evitar que el enemigo se posesionara de ellos.115 Ante la falta de un plan de defensa claro, Ampudia tumbaba y levantaba fortines. Con los norteamericanos a la vista, el comandante de la plaza solicitaba a las villas cercanas palos, picos y azadones para la fortificación de la ciudad.116 113 Wilcox, Cadmus, op. cit., p. 85. 114 Diario de Sam Chamberlain, 10 de febrero de 1847, en Pacheco, José Emilio, (1997), op. cit., p. 60. 115 AGENL., Militares, c-45, 4 de septiembre de 1846. 116 AGENL., Alcaldes, Monterrey, c-32, 14 de septiembre de 1846.

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La respuesta no se hizo esperar, ya que ese mismo día, el alcalde de Apodaca mandaba 54 hombres a la capital para ayudar en las tareas de defensa.117 Todo era prisa, pues los norteamericanos se presentaron frente a la ciudad el 19 de septiembre de 1846. Las batallas de Monterrey iniciaron justo cuando la ciudad cumplía sus 250 años de fundación. Las familias habían abandonado la ciudad unos días atrás, vertiendo lágrimas por sus deudos y con el terror en sus semblantes;118 el ejército invasor sumaba alrededor de seis mil atacantes y los defensores aproximadamente el mismo número. Al final de la batalla, a expresión del Maestro Miguel Ángel González, las palabras del capellán Sotero Noriega retumbaron a través de los años: “Monterrey quedó convertida en un gran cementerio. Los cadáveres insepultados, los animales muertos y corrompidos y la soledad de las calles, todo daba un aspecto pavoroso a aquella ciudad.”119 Los norteamericanos ocuparon la ciudad a partir del 24 de septiembre, cuando Ampudia capituló y decidió retirarse; los informes norteamericanos impresionaron a la opinión pública, ya que no daban crédito a cómo una ciudad tan bien fortificada se había entregado. El capitán norteamericano, Franklin Smith, relató que fue una verdadera desgracia para los mexicanos haber rendido una plaza tan bien defendida. “Haber entregado ese lugar a esa fuerza fue verdaderamente deshonroso, sin precedentes y asombroso.”120 Dados los acontecimientos, han surgido varias teorías sobre la caída de Monterrey. Algunos cronistas locales narran que la capitulación se debió a la falta de víveres y parque. Enrique Torres López en la Historia del agua en Monterrey afirma que, entre otras cosas, la derrota mexicana se debió a la falta de agua en la ciudad.121 Sotero Noriega está convencido de que los oficiales fueron los que presionaron a Ampudia para que capitulara, ya que corrían el riesgo de quedar atrapados en la ciudad y ser aniquilados por los norteamericanos. Al final, Noriega tuvo razón: “Cuantos sacrificios estériles, cuanta heroicidad burlada, cuanta cobardía impune y triunfadora.”122 117 AGENL., Alcaldes, Apodaca, c-2, 14 de septiembre de 1846. 118 Noriega, Sotero, en ACTAS, op. cit., p. 6. 119 Ibid., p. 11. 120 Citado por González Quiroga Miguel, en Vázquez, Josefina, (1997), op. cit., pp. 348-349. 121 Torres López Enrique. La Historia del agua en Monterrey. Monterrey: Castillo, 1985, p. 30. 122 Noriega, Sotero, en ACTAS, op. cit., p. 10. 64

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El maestro Miguel González hace, a nuestro parecer, el análisis más acertado acerca de la caída de Monterrey. Él parte de la idea de un conjunto de intrigas entre el general Pedro Ampudia y la élite política que controlaba los destinos del Estado durante ese periodo. Sin consultar, Ampudia rindió la plaza y pidió al Lic. Francisco de Paula Morales que asumiera la gubernatura; para nadie es un secreto que entre Ampudia y el grupo político de Nuevo León siempre hubo relaciones frías. Días después de la capitulación de la ciudad, el gobernador Morales escribía a México que Ampudia “había prometido luchar hasta el último trance con todas las fuerzas que tenía a su mando, pero no lo hizo, a pesar de que los víveres almacenados en la Catedral estaban casi íntegros”.123 En la capitulación del 24 de septiembre se estimaban los siguientes acuerdos: El ejército mejicano sacaría sus armas y equipaje, una batería de seis piezas, municionada con veinticuatro tiros cada una, una parada de cartuchos por plaza, dejando el resto del material; comprometiéndose por su parte los norteamericanos a no sobrepasar la línea de los Muertos, Linares y Victoria en siete semanas, en cuyo tiempo trabajarían en diligenciar la paz.124

Con este acuerdo, el gobierno del Estado anunciaba el traslado de la capital a la villa de Galeana,125 e iniciaba un largo peregrinar de casi dos años por el sur de Nuevo León (Dr. Arroyo, Linares, Río Blanco, y en su momento mas crítico, Matehuala, S.L.P.). Todo parece indicar que la presencia del gobierno en Monterrey provocaría grandes desacuerdos y hostilidades. Dos días después de la capitulación de la ciudad, el encargado del Juzgado 1º constitucional se entrevistaba con el Jefe del Ejército americano en la plaza para requerirle la seguridad de la población, a lo que el general Zacarías Taylor contestó que “no habría cuidado de ello”, para de esta manera evitar trastornos perjudiciales.126 Sumado a esas diferencias, las agresiones de los invasores contra los civiles eran intolerables. En junio de 1847 el alcalde de Monterrey escribía al gobernador Morales que promoviera leyes de protección para que los ciudadanos del estado 123 Citado por González Quiroga Miguel, en Vázquez, Josefina, (1997), op. cit., p. 350. 124 AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 6 de octubre de 1846. 125 AHM, Fondo Cuartel Maestre, Sección Correspondencia, Serie Políticos, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 12. 126 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Informes, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 6, Folio 5.

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se libraran de los abusos de los norteamericanos.127 Al parecer Morales protestó, pero el general Zacarías Taylor le argumentó que era muy difícil controlarlos.128 Estos hechos eran muy comunes durante este periodo, en octubre de 1846, el encargado de justicia del Juzgado primero de Monterrey, comunicaba al Secretario Interino del Supremo Gobierno de Nuevo León que, por orden del general Taylor, sólo podría publicar en la ciudad las órdenes y circulares locales, no así las del Supremo Gobierno de la Nación. De la misma forma, le participaba las medidas de seguridad implementadas por el Jefe Americano a toda persona que llegara a la ciudad.129 En un hecho muy conocido en la ciudad, el encargado del Juzgado primero de Monterrey, informó al Gobernador del Estado, la muerte del mexicano Manuel Peña a manos de un guardia americano, por no haber respondido al “quien vive” tres veces en inglés. Asimismo, requería al Gobernador que presionara al Jefe de la plaza de Monterrey para que tal orden se derogara o se modificara.130 Morales realizó durante estos seis meses de peregrinaje una labor ejemplar al frente del gobierno del Estado. Dos meses después de ocupada la ciudad de Monterrey, Morales informaba a los municipios que Nuevo León volvería a integrarse a la Federación y se regiría por la Constitución de 1824 y, para ello, pidió la opinión de los municipios. Muy pronto, las muestras de apoyo de algunos municipios se vieron reflejadas; por una parte, el ayuntamiento de Santiago votaba a favor de la soberanía del estado y de su integración a la Federación;131 y por otra, Lampazos apoyaba la renovación del pacto de alianza con los otros estados del país y sugería la integración de un congreso local.132 El mismo gobernador Morales formuló la idea de una red de comunicación entre la administración estatal y los municipios. En la circular del 1 de septiembre de 1847 planteaba que “se establecen tres líneas principales de comunicación con la capital del estado. La primera comenzará en Concepción y tocará los pueblos intermedios, Río Blanco, Galeana, Linares y a terminar en Cadereyta 127 AGENL., Militares, c-45, 15 de junio de 1847. 128 AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 6 de octubre de 1846. 129 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Informes, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 14. 130 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Toque de queda, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 28. 131 AGENL., Militares, c-46, 23 de diciembre de 1846. 132 Ibid., 24 de enero de 1847. 66

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Jiménez. La segunda comenzará en Agualeguas, tocando Cerralvo y terminando en Cadereyta. La tercera en la Punta de Lampazos, atravesará los pueblos de Bustamante, Villa Aldama y terminará en Salinas Victoria.”133 La idea central era que los alcaldes fueran los conductos ordinarios para mantener la comunicación y unidad del estado. Por desgracia, la presencia norteamericana en el estado, la falta de interés y la apatía de algunos alcaldes, fueron los motivos que causaron la cancelación del proyecto. Mientras el gobierno estatal sorteaba miles de dificultades para sobrevivir, la población de Nuevo León se dividía entre combatir al invasor o entablar buenas relaciones con él; las crónicas norteamericanas relatan que una vez ocupada la ciudad, los soldados se instalaron inmediatamente en las casas desocupadas; el fenómeno que se había presentado en Matamoros se repitió en Monterrey: “una ola de negocios como salones de billar, restaurantes, cantinas se instalaron en la ciudad manejados por comerciantes americanos con fines mercantilistas.”134 El comercio se convirtió en un punto de unión entre los militares norteamericanos y la población civil. Se generó una economía de guerra que resultó provechosa para algunos productores de la región. De tal forma se inició el contacto lucrativo entre ambos bandos, incluso el general Ampudia intervino unos días antes de la batalla y decretó que todo aquél que prestara algún servicio al invasor sería pasado por las armas.135 Durante los dos años de permanencia norteamericana, en Nuevo León podemos afirmar que se crearon las bases financieras para la creación de un mercado regional entre el sur texano y el noreste mexicano, que se acrecentaría con el cambio de frontera en 1848. Como muestra de ello, en octubre de 1846, y por orden del Brigadier general Worth, el primer Teniente S.C. Pembertón, participa el siguiente decreto: “I. Toda clase y Descripción de Establecimiento p.a el juego son por esta prohibidos- Toda persona, que después de ponerse el Sol, de esta fecha, abra y tenga directa o indirectamente tal establecimiento, será arrestado y encarcelado en la prisión de la ciudad a cargo del Alcalde para ser tratado como los demás presos. 133 AGENL., Alcaldes, Lampazos, c-7, 1 de septiembre de 1847. 134 González Quiroga, Miguel, en Herrera Serna, Laura (coordinadora), op. cit., p. 444. 135 AGENL., Periódico Oficial (1846), (Boletín Oficial 1), Semanario Político, 31 de agosto de 1846.

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II. Se permiten los Billares mas han de estar cerrados, ha no ser que haya excepción Especial, al toque de cajas a las ocho en la retreta. Los guardias y oficiales que están de guardia están encargados de la ejecución más eficaz de estas órdenes- Por autoridad del General en Jefe. Cuartel General y División. Monterrey, 8 de octubre de 1846.136 A finales de ese mismo mes, C. Pembertón, Primer Teniente y Ayudante, ordenó por requerimiento del general Worth, la prohibición de los establecimientos que vendan licores antes de las nueve de la mañana, o después de las doce del medio día, bajo la pena de perder la licencia. Así también, se procedió a cerrar los negocios que acontezcan con la actitud desordenada.137 De esta forma, mientras el gobierno extranjero administraba de manera ordenada la Ciudad, algunos habitantes sacaban provecho de la invasión y otros mantenían encendida la flama de la lucha. En el caso de Nuevo León, algunas regiones del Estado mantuvieron la hostilidad contra los angloamericanos mediante la táctica de guerrillas. En el norte, el general Antonio Canales, antiguo enemigo de Santa Anna y del Centralismo, brillaba por sus victorias obtenidas entre los caminos de Cerralvo y Camargo.138 En marzo de 1847, el alcalde de Pesquería Grande, Juan Bautista García, informaba a su homólogo de Monterrey que los arrieros le habían solicitado al agente americano Samuel, que garantizara el envío de una escolta, que llevaran las mulas y los arrieros a Camargo, ya que el peligro estaba latente por las partidas de Canales y otros.139 En el sur, algunos milicianos de Galeana encabezaban la resistencia popular; cabe agregar que entre ellos se encontraba el futuro General de la División del

136 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 8, Folio 3. 137 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 8, Folio 4. 138 AGENL., Militares, c-46, 3 de febrero de 1847. 139 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 2, Expediente 2, Folio 28. 68

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Norte, Mariano Escobedo.140 En un hecho muy conocido, un grupo de cien americanos invadieron la villa de Galeana, con el fin de explorar las Bocas de Santa Rosa y Morelos, e instruirse de alimentos y demás productos, y en defensa, algunos milicianos sometieron a los soldados invasores en Santa Rosa y capturaron ocho acémilas en que conducían sus equipajes, doce caballos frisones con sus monturas correspondientes, once carabinas, once pares de pistolas, once sables, e igual número de prisioneros.141 En tanto, el mismo alcalde de Monterrey José de Jesús Dávila y Prieto, enviaba los pormenores de los movimientos del ejército invasor al General Santa Anna, acantonado en San Luis Potosí.142 Podemos afirmar que la guerra de guerrillas dejó de funcionar en el instante mismo en que el movimiento se radicalizó, atacando los patrimonios de sus mismos compatriotas, provocando que el rechazo civil contra estos movimientos se hiciera patente. De ser un movimiento de resistencia popular se convirtió en una actividad de pillaje. El alcalde de Linares, a mediados de septiembre de 1847, acusaba a las guerrillas de caer en desmanes contra la población civil;143 los residuos de las guerrillas en Nuevo León originarían el posterior fenómeno del bandidaje que tantos problemas provocó a gobiernos posteriores. El maestro Miguel González Quiroga describe a estas bandas como un flagelo más del angustiado pueblo de Nuevo León. A pesar de los diferentes problemas que enfrentaba la administración estatal, el gobernador electo José María Parás (primer Gobernador del Estado y miembro del grupo ilustrado que manejaba los destinos de Nuevo León desde la década de los 20’s.) logró regresar a la capital junto a su gabinete a principios de 1848. Los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, firmados en la ciudad de México, pusieron fin a la guerra y a la ocupación. La fecha clara de la entrada del gobierno del estado a Monterrey no era precisa. Los norteamericanos se retiraron hasta julio de 1848. Durante su marcha al norte, ejecutaron sus últimos desmanes: el alcalde de Marín los acusaría de incendiar el pueblo antes de seguir su camino.144 140 AGENL., Militares, c-46, 13 de enero de 1847. 141 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 2, Expediente 2, Folio 28. 142 AGENL., Militares, c-46, 26 de diciembre de 1846. 143 Ibid., 16 de septiembre de 1847. 144 AGENL., Alcaldes, Marín, c-8, 8 de abril de 1848.

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A mediados de 1848, el gobernador Parás comenzó el reparo del aparato estatal. Después de firmados los tratados de paz, logró consagrar la regeneración del estado, consolidó los ayuntamientos como los agentes inmediatos del gobierno, fortaleció los cuerpos de policía urbana y rural para combatir las hordas de bandidos que asolaban los caminos del Estado. Impulsó el desarrollo de las actividades económicas, mejoró la calidad de los caminos, ofreció mejor vigilancia en ellos y mostró a la inversión en la minería y en la industria mercantil, agrícola y fabril; reorganizó la Hacienda Pública, impulsó el comercio mediante la abolición de alcabalas; y ante todo, su logro más importante fue la organización de la Guardia Nacional en el estado, que combatió las incursiones de los indios y de los aventureros americanos a territorio nacional.145 Al concluir el conflicto, surgieron un sin fin de consecuencias provocadas por la derrota. Los munícipes se acusaban entre sí de haber sido serviles ante el invasor. Años después, el alcalde de Monterrey culpó, sin dar nombres, a varios alcaldes que se habían vuelto voluntarios ante los americanos.146 Estos individuos fueron, sin lugar a dudas, los nuevos comerciantes y contrabandistas que se beneficiaron económicamente de la ocupación norteamericana. De esta forma concluía la etapa del conflicto en Nuevo León. Duró cerca de dos años (septiembre de 1846 a julio de 1848) y, más que perjudicial, la “nueva realidad” beneficiaría en gran medida el desarrollo comercial de la región noreste de México.

145 AGENL., Memorias, José María Parás (1850). 146 AGENL., Alcaldes, Monterrey, c-38, 12 de mayo de 1853. 70

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El ejército norteamericano que comandó el general Zacarías Taylor, acampó en Corpus Christi antes de iniciar su avance hacia territorio mexicano. Fuente: Sandweiss, Martha; Stewart, Rick, Huseman, Ben W. Eyewitness to war. Prints and Daguerreotypes of the Mexican War, 1846-1848. Amon Carter Museum, Fort Worth, Texas, 1989.

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Panorámica de la ciudad de Monterrey en 1846. Acuarela. Fuente: Sandweiss, Martha; Stewart, Rick, Huseman, Ben W. Eyewitness to war. Prints and Daguerreotypes of the Mexican War, 1846-1848. Amon Carter Museum, Fort Worth, Texas, 1989.

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En el valle de Monterrey se cultivaba la tierra y se criaban los ganados, como formas de subsistencia. Fuente: Sandweiss, Martha; Stewart, Rick, Huseman, Ben W. Eyewitness to war. Prints and Daguerreotypes of the Mexican War, 1846-1848. Amon Carter Museum, Fort Worth, Texas, 1989.

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Circular del general Pedro de Ampudia a los habitantes de Nuevo León, llamando a la guerra a todos los hombres mayores de 18 años. Fuente: Archivo Histórico de Monterrey, Colección Guerra México-Estados Unidos.

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y Plano de la ciudad de Monterrey. Posiciones defensivas del ejército mexicano la mañana del 21 de septiembre de 1846.

Fuente: Archivo Histórico de Monterrey, Colección Mapas.

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El 21 de septiembre de 1846 se iniciaron los ataques del ejército norteamericano a la ciudad de Monterrey. Fuente: Sandweiss, Martha; Stewart, Rick, Huseman, Ben W. Eyewitness to war. Prints and Daguerreotypes of the Mexican War, 1846-1848. Amon Carter Museum, Fort Worth, Texas, 1989.

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Las batallas de Monterrey, calle por calle. Fuente: Sandweiss, Martha; Stewart, Rick, Huseman, Ben W. Eyewitness to war. Prints and Daguerreotypes of the Mexican War, 1846-1848. Amon Carter Museum, Fort Worth, Texas, 1989.

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La ciudad de Monterrey fue tomada por el ejército norteamericano el 25 de septiembre de 1846. Fuente: Sandweiss, Martha; Stewart, Rick, Huseman, Ben W. Eyewitness to war. Prints and Daguerreotypes of the Mexican War, 1846-1848. Amon Carter Museum, Fort Worth, Texas, 1989.

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y Plano de la ciudad de Monterrey. Posiciones ofensivas del ejército norteamericano la mañana del 24 de septiembre de 1846.

Fuente: Archivo Histórico de Monterrey, Colección Mapas.

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La ciudad de Monterrey ocupada por el ejército norteamericano Acuarela, octubre de 1846. Fuente: Sandweiss, Martha; Stewart, Rick, Huseman, Ben W. Eyewitness to war. Prints and Daguerreotypes of the Mexican War, 1846-1848. Amon Carter Museum, Fort Worth, Texas, 1989.

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Retrato del general Zacarías Taylor.

Fuente: Sandweiss, Martha; Stewart, Rick, Huseman, Ben W. Eyewitness to war. Prints and Daguerreotypes of the Mexican War, 1846-1848. Amon Carter.

Plaza de armas de la ciudad de Monterrey ocupada por militares norteamericanas. Fuente: Sandweiss, Martha; Stewart, Rick, Huseman, Ben W. Eyewitness to war. Prints and aguerreotypes of the Mexican War, 1846-1848. Amon Carter Museum, Fort Worth, Texas, 1989.

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y V. El embate

de las tribus “bárbaras”



Barbaries Las incursiones de las tribus (de indios) a territorio mexicano eran tan frecuentes que los estados fronterizos, después de un período de esperanza, volvieron a reorganizar sus milicias para luchar contra los indios.147

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l cambio fronterizo formulado por los Tratados de Guadalupe-Hidalgo trajo consigo consecuencias de índole regional para Nuevo León. La realidad de la nueva frontera, no era motivo de sorpresa, mas sí era un cambio al que debían adaptarse ambas naciones. En medio de incursiones de los indios y de los aventureros (también llamados filibusteros), los años posteriores a 1848 fueron de constantes reclamaciones , indignación y protestas del lado mexicano y acuse de inocencia del lado norteamericano. Los obstáculos que enfrentó la administración estatal a partir de 1848, se vieron conjugados por los efectos posteriores de la guerra, que situaron a Nuevo León dentro de su destino: 1. La guerra de exterminio contra el indio semi-nómada se volvió una necesidad. 2. La captura y exterminio de los bandidos, fenómeno social que incrementó con la guerrilla contra los norteamericanos. 3. El combate a las hordas de aventureros americanos que constantemente atravesaban la frontera con México y causaban destrozos en las villas del noreste mexicano. 4. La formación de un mercado regional provocado por el acercamiento de la frontera al río Bravo y la consolidación de los capitales regionales en las décadas 147 Moyano Pahisa, Ángela (1987), op. cit., pp. 204-205.


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posteriores a 1848, que motivarían el despegue económico de la región noreste a finales del XIX. Primeramente, uno de los problemas más serios que enfrentaron los gobiernos estatales del XIX fueron las invasiones de los indios semi-nómadas. Para ubicarnos en el origen de este problema, no es necesario volver al pasado: la política española utilizada durante el siglo XVI para controlar las tribus sedentarias de Mesoamérica fracasaría más tarde con las tribus nómadas del norte. Por lo tanto, se crearon nuevos mecanismos para lograr el control de estas regiones. Isidro Vizcaya afirma que de esta forma se crearon los presidios: “su objetivo era contener las incursiones de éstas hacia las zonas donde se habían establecido pueblos, reales de minas y ranchos”.148 Y aunque nunca se logró pacificar la frontera, durante los últimos años de la etapa Colonial en México, se pudo contener las depredaciones de forma relativa. El México independiente fue el heredero de este problema y ante la falta de una política que resguardara el bienestar de los estados fronterizos en la región norte, el problema se agudizó. Joaquín de Arredondo escribía en 1820 que: Los pueblos fronterizos, de ricos y abundantes, habían quedado reducido a la mayor miseria. Los bárbaros han muerto a sus vecinos, cautivado a sus hijos y mujeres, robado sus vienes de campo y talado sus sementeras.149

Este conflicto se acrecentó tanto, que el problema de los nómadas se presentaría hasta la década de 1880, cuando la política estatal logró controlar y extinguir el problema; ahora bien, ¿por qué se presentó esto?, ¿cuál es la conexión con las consecuencias de la guerra México-Estados Unidos?... Pues bien, el objetivo de este apartado es señalar cómo el problema indígena se fue transformando en un efecto posterior del conflicto armado, y cómo reaccionó el gobierno y la población de Nuevo León para enfrentar tal problema. Según Isidro Vizcaya, los indios que más incursionaban en Nuevo León eran los lipanes, los kikapus y los comanches, los cuales se dividían en muchas parcialidades que se extendían desde el actual estado de Arizona hasta el sur de 148 Isidro Vizcaya, en Cerutti (coordinador). Monterrey, Nuevo León, El Noreste. Monterrey: Facultad de Filosofía y Letras, 1987, p. 51. 149 AGENL., Gobernadores, caja 1810-1821, 18 de diciembre de 1820. 80

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Texas.150 De entre ellos, los más agresivos eran los denominados lipanes, quienes gradualmente, o fueron aniquilados por las campañas emprendidas por el gobierno estatal, o se integraron a la sociedad. Prueba de ello es el oficio enviado por Juan Garza González, Secretario del Gobierno del entonces Estado de Nuevo León-Coahuila, al alcalde de Monterrey, en donde le refería que: Se han presentado a la 1ª Autoridad política de Rosas ocho indios lipanes manifestándole que desean con el pequeño resto de sus familias someterse absolutamente al Gobierno, abandonar la vida errante y criminal que han tenido y vivir en sociedad dedicados al trabajo con el fin de abrasar la religión cristiana, para lo que están en la mayor disposición de bautizarse, encargando únicamente que no se les recuerde el último acontecimiento desgraciado que sufrieron al ser conducidos a esta ciudad.151

Estas tribus originalmente se habían establecido más hacia el norte de Texas y al oeste de la Luisiana. Con motivo de la ola norteamericana que se estableció en las llanuras texanas desde la década de los años 20, estas tribus quedaron orilladas cerca del río Bravo, justo en medio de Texas, Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas. Dichas tribus que asolaron las regiones del norte de Nuevo León durante el siglo XIX, fueron contenidas por las férreas campañas de aniquilación que el gobierno estatal, vecinos y militares formularon en su contra. En una circular de la Secretaría de Gobierno del Departamento de Nuevo León al prefecto del Distrito de Monterrey se le mencionó que el Gobernador había remitido al general Mariano Arista el plan de campaña que propuso ejecutar contra los bárbaros, persiguiéndolos hasta sus mismas rancherías.152 Sin embargo, las carencias materiales y financieras impedían la organización de estas campañas. En carta dirigida al prefecto del Distrito de Monterrey por Herculano Cantú, subprefecto de la villa de Salinas Victoria, le comunicó que tras haberse diferido la campaña contra los bárbaros para el mes de agosto, preguntó si es necesario enviarle las mulas que se le requirieron o no, debido a las apresuraciones que

150 Vizcaya, en Cerutti (coordinador), op. cit., p. 54. 151 AHM, Fondo Monterrey del Estado de Nuevo León (tercera época), Sección Correspondencia, Serie Políticos, Colección Correspondencia, Volumen 100, Expediente 5, 9 de agosto de 1856. 152 AHM, Fondo Capital de Departamento, Sección Indígenas, Serie Persecuciones, Colección Impresos II, Volumen 23, Expediente 5, Folio 70.

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había tenido para cumplir con esta orden.153 Días después, el referido Herculano Cantú, informaba que el Juez primero de Paz de Lampazos se hallaba sin parque para la defensa contra los bárbaros.154 Esta falta de organización entre gobierno y vecinos motivó a que el combate contra el indio semi-nómada se prolongara por varias décadas más. La independencia de Texas, en 1836, trajo funestas consecuencias para las autoridades de los estados fronterizos. La preocupación se centraba en la defensa territorial de la frontera contra dos fuerzas externas: la de los aventureros norteamericanos avecindados en Texas, y las incursiones de los indios del norte. Cabe aclarar que, aunque los estadounidenses rechazaban cualquier lazo de unión con estas tribus, tenían especial interés en desestabilizar el Estado Mexicano y, por ello, algunas de las incursiones nómadas a territorio nuevoleonés eran financiadas por algunos aventureros texanos y comerciantes norteamericanos, quienes les aseguraban la compra del ganado. Gastón García Cantú escribió en referencia a lo anterior que: En la huida de las tribus a México, asolaron pueblos, aldeas y rancherías, sirviendo así como avanzadas de la invasión de los colonos y posteriormente del propio ejército de los Estados Unidos.155

Después de terminada la guerra con los norteamericanos en 1848, el problema al que se enfrentaron las autoridades municipales del estado de Nuevo León fue el abandono que sufrieron sus territorios: Las correrías continuas de los indios impedían cualquier actividad productiva. Toda ocupación campestre resultó sumamente peligrosa, pues las personas dedicadas a ella, estaban siempre expuestas a ser asesinadas o cautivadas por los salvajes.156

La situación era grave, los municipios del estado que habían tenido que soportar el torbellino de la guerra recién concluida, tenían la amenaza de dos frentes. En 153 AHM, Fondo Capital de Departamento, Sección Indígenas, Serie Persecuciones, Colección Correspondencia, Volumen 62, Expediente 4, Folio 16. 154 AHM, Fondo Capital de Departamento, Sección Indígenas, Serie Defensa-exterminio, Colección Correspondencia, Volumen 62, Expediente 1, Folio 10. 155 García Cantú, Gastón (1971), op. cit., p. 163. 156 Isidro Vizcaya, en Cerutti, (1987), op. cit., p. 60. 82

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1845,

el alcalde de Vallecillo manifestaba al gobierno estatal que temía una invasión de los indios y de los texanos.157 Estos temores no eran infundados, ya que la Comandancia del Ejército del Norte había recibido informes desde la frontera de que una partida de indios, integrada también por norteamericanos, preparaban una invasión a territorio mexicano.158 Por fortuna, muchas veces las discordias entre anglos y nómadas terminaban por abortar tales expediciones. De lo contrario, el saqueo y destrucción de los pueblos fronterizos hubiera aniquilado, probablemente tales poblaciones. A principios de 1845, alcaldes de la región norte de Nuevo León mandaban una propuesta al gobierno del estado para que el pago de contribuciones se quedara en las arcas municipales y así poder iniciar una guerra contra el indio,159 y aunque la situación era complicada para dichos pueblos, la administración estatal no contestó tales demandas. El grado de descuido que sufrían los estados del norte del país era inmenso. El periódico oficial del estado presentaba en su edición del 9 de febrero de 1845 las desgracias de estas regiones y sugería al gobierno nacional la política a seguir para proteger tales entidades: Las irrupciones de los bárbaros; la vecindad del pueblo invasor norteamericano; la inmensa extensión territorial y la pequeñísima población que la cubre; la gran distancia y la dificultad de las comunicaciones con el núcleo del país... Dejar a estos Departamentos todos los elementos posibles de prosperidad individual, no tocar para nada sus rentas; armarlos; dejarles leyes excepcionales; protegerlos directamente, empleando el ejército en defender sus fronteras; plantear un sistema bien calculado de presidios, de misiones y de colonización; fijar los límites entre la República y la Norte América; abrir caminos mas cortos y mejores: componer y mejorar los que ya existen...160

Una de las villas más afectadas por las constantes correrías de los indios fue sin duda la de Punta de Lampazos (hoy Lampazos de Naranjo). Su localización cercana a la frontera con los Estados Unidos la hizo blanco fácil de aventureros y seminómadas. En diciembre de 1848, el alcalde primero informaba al gobernador 157 AGENL., Militares, c-42, 17 de febrero de 1845. 158 Ibid., 11 de febrero de 1845. 159 Ibid., 7 de abril de 1845. 160 AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 14 de marzo de 1845.

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Parás que aventureros de San Antonio de Béjar y salvajes atacarían las villas de la frontera y que requerían ayuda militar para afrontar tal situación, ya que la milicia local no contaba con los medios necesarios para dirigir la defensa.161 Autoridades de Vallecillo y Marín señalaban para 1850 y 1853 respectivamente, que varios ranchos de la región habían sido desocupados a consecuencia de las hostilidades de los bárbaros;162 a respuesta clara de estas necesidades, el alcalde de Cerralvo crea en 1851 el fondo contra la invasión de indios o cualquier otro enemigo.163 Desde un principio, la autoridad estatal estuvo interesada en iniciar el combate contra el indio. Su exterminio se volvió una necesidad ante el nuevo contexto: el cambio de frontera significaba para Nuevo León la oportunidad para iniciar un comercio regional con sus nuevos vecinos. La hostilidad del indio originaría nuevos conflictos entre los nuevos comerciantes y su aniquilación se volvería algo fundamental. En abril de 1850, el gobierno estatal expidió un decreto en el cual se gratificaría con veinticinco pesos a quién matara o capturara un indio.164 En febrero de 1854, el municipio de Monterrey aplicaría un impuesto para la guerra contra los indios, en el que sólo los que tuvieran las posibilidades económicas lo pagarían (la cantidad a pagar, no fue especificada en el documento revisado).165 Anteriormente, el Comandante Juan Zuazua emprendería una campaña para combatir los ataques de los indios en Parás, Vallecillo y Sabinas Hidalgo;166 la persecución de los indios llegó a tales dimensiones que el gobierno de Nuevo León decretaba que todas aquellas pertenencias o bienes que fueran quitados al nómada durante su persecución serían para aquél que la obtuviera.167 Los esfuerzos de las autoridades estatales y municipales se vieron reflejados en la gradual pacificación y exterminio de estas tribus. A pesar de los constantes destrozos causados por los indios, robo de caballos, asesinatos, secuestros y matanza de reses, las campañas de exterminio, implementadas por el gobierno de Santiago Vidaurri, fueron sucesivamente surtiendo efecto. En el año de 1856, 161 AGENL., Alcaldes, Lampazos, c-8, 6 de diciembre de 1848. 162 AGENL., Concluidos, Expedientes CL36/618, Vallecillo, 11 de abril de septiembre de 1853. 163 AGENL., Alcaldes, Cerralvo, c-51, 8 de febrero de 1851. 164 AGENL., Periódico Oficial (1850), El Órgano Oficial, 25 de abril de 1850. 165 AGENL., Alcaldes, Monterrey, c-38, 3 de febrero de 1854. 166 Ibid., 18 de noviembre de 1852. 167 AHCENL., Decreto 8, 25 de abril de 1850. 84

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1850.

Marín,

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Santiago Vidaurri, Gobernador del Estado Libre y Soberano de Nuevo León y Coahuila, informaba de la compra de más de tres mil rifles para la defensa de los derechos nacionales y de la frontera que continuamente sufren las incursiones de los bárbaros.168 En un decreto expedido por el gobernador Vidaurri, con fecha del 2 de octubre de 1857, se informaba que el gobierno del Estado, usando de la facultad de la parte final de la restricción primera del artículo 111 de la Constitución General, celebraba una coalición con los estados hostilizados por los bárbaros para hacer a estos la guerra ofensiva y defensiva.169 Agudizado el problema en el Estado, el Gobernador Vidaurri decretaba que, el Gobierno auxiliaría a los que salieran a favor de la campaña contra los bárbaros con cinco pesos por plaza para que se bastimentaran, y con armas y municiones a los que no las tuvieren de su propiedad.170 Estas medidas de seguridad fueron tomadas para fortalecer la paz fronteriza y el desarrollo comercial de la región. En los años posteriores, las depredaciones de los indios seminómadas en las villas del Estado de Nuevo León disminuyeron. Las denuncias sobre presencia de indios en la región eran esporádicas, hacia 1875 el alcalde de Monterrey sólo recibió una denuncia sobre el asalto que cometieron dos indios en la Hacienda de los Urdiales.171 El aumento de la población, en ambos lados de la frontera, provocó la alternativa de eliminar al indio seminómada o reconcentrarlo en áreas reducidas. Don Isidro Vizcaya afirmó que “el final de las incursiones de los indios coincide con la consolidación del régimen de Porfirio Díaz, el primer gobierno estable del México Independiente. Y resume que “es notorio cómo en los setentas y ochentas se van repoblando áreas antes abandonadas; hay un aumento notorio en la producción agrícola y ganadera, y como resultado, una mayor prosperidad en regiones antes asoladas por los indios”.172 168 AHM, Fondo Monterrey, Nuevo León y Coahuila, Sección Decretos, Reglamentos y Circulares, Serie Estatales, Colección Principal, Volumen 14, Expediente 17. 169 AHM, Fondo Monterrey, Nuevo León y Coahuila, Sección Decretos, Reglamentos y Circulares, Serie Estatales, Colección Impresos II, Volumen 27, Expediente 2, Folio 89. 170 AHM, Fondo Monterrey, Nuevo León y Coahuila, Sección, Serie, Colección Impresos II, Volumen 14, Expediente 2, Folio 19. 171 AHM, Fondo Monterrey Contemporáneo, Sección Correspondencia, Serie Gobierno del Estado, Colección Misceláneo, Volumen 175, Expediente 2, Folio 21. 172 Anuario del Archivo General del Estado (Volumen 1). En Isidro Vizcaya. Tierra de Guerra Viva: Nómadas y Civilizados en el Noreste Mexicano, 1800-1885. Monterrey: AGENL., 2003, p. 223.

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Al finalizar las incursiones de los indios bárbaros se terminó con uno de los azotes que afligían al nuevoleonés desde la época de la colonización (siglo XVI). Los problemas fueron primero contra los naturales de esta región y después contra tribus de apaches, comanches y lipanes que irrumpían el territorio mexicano desde la otra parte del río Bravo. Las incursiones de indios seminómadas fueron consecuencia del acercamiento fronterizo y el repoblamiento de sus territorios por la ola angloamericana que invadió los territorios de Texas, Nuevo México y California.

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Indios lipanes acechaban las villa del norte de Nuevo Le贸n. Fuente: Sitio web http://mx.geocities.com/ presidial/dibujos.htm

Indios comanches a caballo.

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Fuente: Sitio web http://mx.geocities. com/presidial/ dibujos.htm

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y VI. Bandidos

y Filibusteros en Nuevo Le贸n



Bandidos El bandido fue y sigue siendo el dolor de cabeza más grande para los gobiernos, para los gobernadores, para quienes debían aplicar la ley, y obviamente, para los habitantes de todo el territorio nacional.173

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no más de los flagelos que debió afrontar la autoridad estatal fue la creciente ola de asaltos y crímenes en los caminos de la región. Enrique Krauze describe el contexto general del país, al referirse a esta actividad: “Por si faltase una guerra en aquella geografía bélica, estaba la guerra cotidiana contra los enjambres de bandidos que asolaban los caminos”.174 Esta actividad empleada antes del conflicto se incrementó y fue una consecuencia desagradable y problemática de la ocupación norteamericana. Por ello, el bandolerismo no es consecuencia directa de un acontecimiento político o militar, de una invasión extranjera o la caída de un régimen. El bandidaje es una manifestación de crisis, de desorden, de problemas económico-sociales que requieren solución.175 El fenómeno del bandidaje en el noreste mexicano durante el siglo XIX se puede explicar, según Eric J. Hobsbawm, “porque la primera y probablemente la más importante, de las fuentes de bandidos se da en las economías rurales o de medio ambiente rural en las que la demanda de trabajo es relativamente pequeña o que son demasiadas pobres para emplear a todos sus hombres capaces; 173 Solares Robles, Laura. Bandidos somos y en el camino andamos. Bandidaje, caminos y administración de justicia en el siglo XIX (1821-1855): el caso Michoacán. Morelia: Instituto Michoacano de Cultura, 1999, p. 89. 174 Krauze, Enrique (1994), op. cit., p. 175. 175 Solares Robles, Laura (1999), op. cit. p. 111.


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en otras palabras, en las zonas rurales sobrepobladas”.176 Monterrey era en septiembre de 1846 una pequeña ciudad limitada a diez calles de norte a sur y a veinticuatro arterias de oriente a poniente, y, en general, la economía del Estado durante la mitad del siglo XIX se basaba en la agricultura, la ganadería y en actividades comerciales. Esta realidad social, aunada a la ocupación extranjera de la región motivó el incremento del bandidaje en los caminos y brechas del noreste mexicano. Esta actividad delictiva tuvo antecedentes serios en la región. En mayo de 1843, Patricio González, Juez primero de Paz en turno de San Francisco de Cañas, comunicaba al Prefecto de Monterrey acerca de la penetración de una partida de ladrones vestidos de indios, los cuales se llevaron un gran número de caballos mansos.177 A principios de 1846 vecinos de la ciudad de Monterrey enviaban un manuscrito ante el Gobernador, solicitándole la destrucción del edificio de la Ciudadela (también llamada Catedral Nueva), la cual se ubica al norte de la ciudad, “por ser un lugar propicio para que los revoltosos o los bandidos se apoderen de él, y sean los amos y señores de los infelices habitantes de esta ciudad”.178 Días después de ser ocupada la ciudad de Monterrey, los focos de alerta por el inminente incremento de esta actividad delictiva surgieron entre los alcaldes del estado. El encargado del Juzgado único de la villa de Guadalupe, Pedro Garza Ayala, prevenía al alcalde de Monterrey de la presencia en la villa de Ramón Sillar, de quien se sospechaba era un ladrón. También, se creía que donde estaban hospedado se reunían más criminales, y debido a que los vecinos no tienen armas, solicitaban le girara instrucciones para actuar.179 Las medidas de seguridad implementadas por las autoridades mexicanas y norteamericanas no se hicieron esperar. Por un lado el Gobernador interino del Estado, José de Jesús Dávila y Prieto, remitió el reglamento para la policía y seguridad interior de los pueblos del estado de Nuevo León, el cual trataba de 176 Hobsbawm, Eric J. Bandidos. España: Ariel, 1976, p. 29. 177 AHM, Fondo Capital de Departamento, Sección Correspondencia, Serie Políticos, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 3, Expediente 1, Folio 6. 178 AHM, Fondo Capital de Departamento, Sección intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 2, Expediente 1, Folio 40. 179 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 2, Expediente 1, Folio 14. 92

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remediar el problema que enfrentan los pueblos y los caminos, los cuales están infectados de cuadrillas de ladrones.180 Otro intento por contener el pillaje surgió a través de un Decreto estatal en 1850, en el cual se condenaba a “todo ladrón que asalta dentro y fuera de las poblaciones del estado a la pena de muerte, sea cual fuere la importancia del robo;181 municipios como el de Guadalupe, organizaban cuadrillas de vecinos para perseguirlos, pero al parecer, pocas veces lograban capturarlos;182 o como el de Monterrey, donde la organización vecinal mantenía alejados de estas zonas a los criminales.183 En el otro frente, J. W. Tibbatts, Coronel del 16 de infantería del ejército de los Estados Unidos, y Gobernador civil y militar de Monterrey, suscribía el siguiente reglamento para solucionar los problemas de la ciudad, que estaba infestada de ladrones, asesinatos, tahúres, vagamundos: 1º. Todas las diversiones, entretenimientos y bailes públicos, sin permiso, quedan prohibidos sin permiso especial. 2º. Quedan prohibidos la venta de licores y vinos sin el permiso especial. 3º. Se manda cerrar todas las casas de juego. La tahurería queda prohibida. 4º. Se prohíbe cargar las armas de fuego o blancas en la calle. 5º. La interferencia impropia con las propiedades mexicanas, sin el consentimiento de los dueños, está prohibida. 6º. Se prohíbe descargar las armas de todo calibre en la ciudad. 7º. Los oficiales no comisionados, es decir, los sargentos, cabos y soldados, no podrán entrar a la ciudad, a menos que sea para prestar algún servicio público o que tengan permiso escrito por el jefe de su cuerpo. 8º. Los carreteros empleados en el servicio del Cuartel-Maestre deben retirarse al lugar ó sitio en donde estén estacionados sus respectivos carros desde el anochecer, hasta la hora que amanezca. 9º. Todas las personas que no sean vecinos mexicanos, han de presentarse a los cuarteles militares. 10º. Todas las personas que no sea mexicano vengan a la ciudad, han de presentarse a los cuarteles militares.

180 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 1, Expediente 1, Folio 29. 181 AHCENL., Decreto 67, 24 de marzo de 1850. 182 AGENL., Alcaldes, Guadalupe, c-3, 21 de julio de 1851. 183 AGENL., Alcaldes, Monterrey, c-37, 8 de septiembre de 1853.

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11º. Ningún individuo que no sea mexicano, no tenga empleo o que no esté habilitado para quedarse bajo la supervisión del ejército de los Estados Unidos. 12º. Todos los vecinos, y los que han de entrar a Monterrey, tendrán que acudir ante el alcalde o un comisionado a registrarse. 13º. Todos los desórdenes de cualquier clase, no mencionados en este reglamento, serán castigados.184

El problema del bandolerismo se extendió y golpeó las áreas productivas de la región. Al igual que el problema de los indios, los bandidos se convirtieron en un obstáculo que ponía en peligro la buena comunicación comercial con sus vecinos del norte; los asaltantes se sumaron a la lista de una serie de enemigos para las autoridades locales. A pocos meses de haber regresado a Monterrey, el gobernador del estado, José María Parás, solicitaba al Congreso la creación de la policía rural para combatir el bandidaje.185 Meses más adelante, el ayuntamiento de Sabinas Hidalgo solicitaba permiso a la autoridad estatal para levantar una fuerza de seguridad en la villa.186 Haciendo un paréntesis sobre este tema, es preciso señalar las diferentes áreas que esta actividad delictiva presenta. Es muy común hablar del bandolero como aquel que despoja de una pertenencia a otro individuo por necesidad personal o por hábito. Sin embargo, durante la etapa de la ocupación norteamericana en Nuevo León, el asaltante de camino adquirió una personalidad distinta a la conocida comúnmente en la región. El ladrón que asolaba los caminos y brechas para atacar diligencias o individuos, se convirtió en un guerrillero que arremetía contra las tropas invasoras, contra sus trenes de abastecimiento, y que enarbolaba la bandera de la libertad para cometer sus fechorías. Estos individuos visualizaban las guerrillas como la mejor solución para enfrentar al hostil vecino.187 La ocupación de Monterrey, como base de comunicación entre los pueblos de Marín, Cerralvo y Camargo, formaba parte de la estrategia norteamericana. “Esta ruta”, citando a Joseph Chance, “era

184 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 1, Expediente 8, Folio 13. 185 AHCENL., Expedientes, c-14, 18 de mayo de 1848. 186 Ibid., 29 de agosto de 1848. 187 AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 16 de julio de 1846. 94

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recorrida por trenes que comúnmente conformaban ciento cincuenta vagones y mas de mil mulas de carga”.188 Las actividades de las guerrillas encabezadas por Antonio Canales, Cristóbal Ramírez y Norberto Galán, causaron estragos entre las filas norteamericanas, mismos que eran pagados por las villas o rancherías más cercanas al lugar donde se desarrollaba el atraco. En referencia a lo anterior, el maestro Miguel González Quiroga menciona que“asi mismo, los civiles y neutrales se convirtieron en blanco de ambos bandos. Las haciendas que no colaboraban con los rancheros, corrían el riesgo de ser quemadas por antipatrióticas. En cambio si colaboraban con estos guerrilleros se arriesgaban a ser destruidas por los norteamericanos”.189 De una forma u otra, las villas del norte se vieron castigadas por ambos frentes. Todo parecía indicar que una de las consignas de la guerrilla era eliminar a todo aquel individuo que colaborara con los norteamericanos. En una carta al gobierno nacional, el gobernador José María Parás explicaba las causas por las que había ordenado a Norberto Galán la disolución de su guerrilla, ya que “al no poder arrebatar ningún botín al enemigo, los guerrilleros sobrevivían asaltando a pobres e indefensos mexicanos”.190 En abril de 1847, el encargado del Juzgado primero constitucional de Cadereyta Jiménez, escribía al alcalde de Monterrey acerca de la proclama emitida por el general Zacarías Taylor, Jefe del Ejército de ocupación en la ciudad de Monterrey, reclamándole las múltiples emboscadas que los guerrilleros mexicanos habían organizado, destruyendo trenes de carros, y asesinando carruajeros. Por tal circunstancia, el general Taylor exigió a los ciudadanos del país, “una indemnización por la pérdida, causada por la destrucción de los trenes y el pillage de lo contenido”. Y debido a que no era intención del ejército americano hacer la guerra contra el pueblo mexicano, sino contra su gobierno central. Los constantes ataques de las guerrillas, y las pérdidas causadas por los criminales, mencionaba Taylor, serían liquidadas por los Departamentos de Nuevo León y Tamaulipas.191 188 Joseph Chance, citado por González Quiroga Miguel, en Vázquez, Josefina, (1997), op. cit., p. 456. 189 Ibid., p. 456. 190 AGENL., Militares, c-51, 31 de diciembre de 1847. 191 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 2, Expediente 2, Folio 16.

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Días después, el capitán A. Montgomery, encargado del Cuartel Maestre del Ejército Americano en Monterrey, comunicaba al alcalde de esta ciudad, que todos los pueblos comprendidos en el reparto de los $47,500 pesos que se hicieron en Cadereyta Jiménez, para reponer el valor de los trenes destruidos por el general Urrea, debían aportar a esa ciudad, dentro de tres o cuatro semanas, lo que les correspondía en maíz. Tal cultivo debía ser pagado al contado en valor de 18 reales la fanega. En respuesta a lo anterior, el Juzgado primero de Monterrey certificaba el comunicado a todos los pueblos relacionados a este pago.192 Sin embargo, alcaldes como el de China explicaban “que ya no hay más maíz que enviar a Monterrey, ya que los cosecheros ya despacharon el cultivo que tenían en la última partida de carros, y lo que había, las tropas americanas lo han consumido pagándolo todo.193 El alcalde de Cerralvo corroboraba la misma situación que la de su colega de China: “las fanegas de maíz solicitadas difícilmente serán enviadas, por la escasez del cultivo y por no haber carretas y mulas en que transportarlo.194 En general, la situación agrícola de los campesinos de Nuevo León era muy austera, y su producción estaba a merced de las tropas norteamericanas y de las guerrillas mexicanas. Eric Hobsbawm explica en su libro Bandidos, que el ladrón “no es sólo un hombre, sino un símbolo”, dándole un prestigio personal entre el populacho que dura más allá de su muerte. “La leyenda del bandido”, afirma Hobsbawn, “entre los campesinos mismos es peculiar, ya que el enorme prestigio personal de los bandidos célebres no impide que su fama sea bastante efímera”.195 La práctica del bandidaje se desarrolló aún mas durante las décadas de posteriores a la ocupación norteamericana en Nuevo León, alcanzando estos individuos personificaciones épicas por sus hazañas, como por ejemplo el caso de Agapito Treviño, apodado el Caballo Blanco. Este legendario cuatrero hizo pasar estragos a la justicia nuevoleonesa durante los años de 1852 a 1854, año en que finalmente fue ejecutado. En 1852 su fuga de la cárcel motivo gran alarma entre los alcaldes 192 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Comunicados, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 2, Expediente 2, Folio 17. 193 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 2, Expediente 1, Folio 22. 194 AHM, Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México-EEUU, Volumen 2, Expediente 1, Folio 29. 195 Hobsbawm, E. (1976), op. cit., p. 164. 96

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de Monterrey y las villas circunvecinas. Solicitó su captura Santiago Vidaurri, Secretario de Gobierno de Nuevo León, y envió al alcalde de Monterrey su filiación: “Agapito Treviño: (alias Caballo Blanco) natural y vecino de esta capital, soltero y de 23 años de edad: es alto, musculoso, bastante trigueño, ojos negros chicos, pelo negro, lizo, nariz grande gruesa algo chata, boca grande, lampiño.196 La fama de este bandido ha rebasado las fronteras de la región, siendo el personaje central de películas en el cine nacional, novelas y trabajos de investigación. La práctica del bandolerismo en Nuevo León tuvo su auge durante y después de la ocupación norteamericana en la región noreste de México. El combate que la autoridad puso sobre ellos fue de dos frentes: por un lado el legal, al imponer penas de muerte para los practicantes de esta actividad y para sus partidarios; y por el otro, el militar, organizado por los propios vecinos y por el aparato estatal. Finalmente, la prosperidad y la paz que promovía el Porfiriato permitió el control de esta actividad Nuevo León.

Filibusteros A los graves flagelos que provocaron las depredaciones de las tribus seminómadas y del incremento del bandolerismo en el noreste mexicano en las inmediaciones del siglo XIX, se le agregó el embate de algunos aventureros norteamericanos, quienes estaban constituidos por grupos de blancos que, disfrazados de indígenas y mezclados con estos, atravesaban la línea fronteriza a robar ganado a territorio mexicano, inestabilizar las villas fronterizas y crear el caos en poblados y ciudades. A pesar de los logros, el problema de la inseguridad en Nuevo León creció. Estos grupos también eran llamados filibusteros, palabra que proviene del holandés Vrij Buitre, del inglés freebooter, y del francés flibustier, y significa “el que va a la captura del botín”.197 Este término era dado a los integrantes de la Cofradía de los Hermanos de la Costa, piratas que por varios años se encargaron de desestabilizar el comercio español en las Antillas, y aterrorizar las poblaciones del mar Caribe. 196 AHM, Fondo Monterrey capital del Estado (segunda época), Sección Correspondencia, Serie Diversos, Colección Correspondencia, Volumen 90, Expediente 10. 197 Gall, J. F. El Filibustero. Fondo de Cultura Económica, México, 1957, p. 9.

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Los filibusteros estaban en desacuerdo con el Tratado de Guadalupe-Hidalgo y ansiaban ante todo más y mejores tierras en donde se expandiera su dominio y riquezas. Por lo tanto, se armaron y auto-financiaron en grupos de aventureros dispuestos a conseguirlas. J. Gall menciona que uno de los factores que engendra la práctica del filibustero es la existencia de un pueblo pobre, vecino de un país de comercio desarrollado.198 Los norteamericanos del sur tenían dos objetivos que justificaban su proceder: a) mayor territorio para la esclavitud; b) la expansión de sus instituciones superiores a pueblos inferiores. La maestra Ángela Moyano Pahisa comenta que la providencia los había colocado junto a México, y este demostraba ser un país confundido por constantes revoluciones.199 La idea de desestabilizar los pueblos y ciudades del territorio mexicano por parte de algunos norteamericanos, no fue compartida por el gobierno de Washington, ya que las discordias entre el norte y el sur impedían darle más poder a los plantadores; la idea de establecer una República independiente en México volvió a retomar fuerza. La penetración de estos grupos en la vida cotidiana del nuevoleonés se hizo tan fuerte, que algunos intentaron entablaron relaciones laborales, y sacar un provecho de las circunstancias. Muestra de ello es la Circular que la Secretaría de Gobierno del Departamento de Nuevo León envió al Prefecto del Distritote Monterrey, en donde se menciona que, “debido al tráfico que algunas personas han entablado con los tejanos, en el que roban las caballadas de los vecinos fronterizos y las llevan a Tejas para su comercio, el Sr. Gobernador le recuerda a las autoridades de dichos pueblos el deber que tienen de salvaguardar los intereses de sus habitantes ya que estos delitos se cometen a ciencia y paciencia de las autoridades encargadas”.200 De la misma manera que el fenómeno del bandolero y del indio seminómada, el filibustero no surgió a partir de la ocupación norteamericana en la ciudad. El acercamiento fronterizo, la ambición del norteamericano por obtener más y mejores tierras, y la existencia de una frontera con un vecino débil motivaron la práctica de esta actividad delictiva. La guerra México-Estados Unidos sólo fue 198 Ibidem., p. 13. 199 Moyano Pahisa, Ángela (1992), op. cit., p. 213. 200 AHM, Fondo Capital de Departamento, Sección Correspondencia, Serie Ayuntamiento de Monterrey, Colección Impresos II, Volumen 23, Expediente 5, Folio 60. 98

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un detonante para que se incrementara el contrabando y la depredación de las villas del noreste mexicano por la incursión de las tribus seminómadas, la actividad del bandidaje en los caminos y las invasiones de los filibusteros a territorio mexicano. Desde la época Colonial en México, se tienen reportes de incursiones armadas extranjeras a territorio de la entonces Nueva España. En 1800 Felipe Notan, autor de las primeras cartas geográficas de Texas y contrabandista entre Natchez y San Antonio de Béjar, incursionó por las márgenes del río Rojo en busca de oro.201 En 1819, James Long, con 300 hombres, se apoderó de Nacogdoches y anunció que Texas era ya, una república libre e independiente.202 Tiempo después, el Comandante Gaspar López informaba al Cabildo de la ciudad que el presidio de la Bahía del Espíritu Santo había caído en manos de los aventureros angloamericanos la madrugada del día cuatro de octubre y por hallarse las tropas que defienden estas provincias en estado indefenso, por falta de monturas y caballos, ha solicitado un préstamo voluntario a los habitantes de Monterrey para reforzar la milicia y expulsar al invasor extranjero.203 En 1833 el doctor Manuel María de Llano prevenía a las autoridades de Monterrey sobre el ataque de una sección de 200 aventureros, por lo que solicitó se pusieran sobre las armas todos los milicianos cívicos, para que los contubiesen y regresasen los insultos que esos maleantes querían hacer a las instituciones federales y del estado.204 A principios de la década de los cuarenta el gobernador del departamento de Nuevo León informaba que una fuerza de texanos, compuesta de 150 hombres, logró sorprender a una partida de tropa que estaba en Laredo bajo las órdenes del capitán Lafuente. Se pidió al prefecto de Monterrey que dictara órdenes a las autoridades de Sabinas, Vallecillo, Villaldama y Lampazos a efecto de que tomaran sus medidas de precaución poniendo espías de toda su confianza para que fueran a observar al enemigo en la línea del conflicto.205 201 García Cantú, Gastón (1986), op. cit., p. 126. 202 Ibidem., p. 130. 203 AHM, Fondo Capital de Provincia, Sección Correspondencia, Serie Ayuntamiento de Monterrey, Colección Correspondencia, Volumen 8, Expediente 2, Folio 30. 204 AHM, Fondo Capital del Estado, Sección Correspondencia, Serie Diversos, Colección Correspondencia, Volumen 34, Expediente 8, Folio 1. 205 AHM, Fondo Capital del Departamento, Sección Correspondencia, Serie Políticos, Colección Correspondencia, Volumen 55, Expediente 3, Folio 2.

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La llamada República de la Sierra Madre volvió a tomar forma dentro de la cabeza de algunos norteamericanos y mexicanos. La excusa utilizada era la falta de un gobierno mexicano legal y estable que protegiera y diera continuidad a los proyectos de los estados fronterizos.206 La intención de los plantadores texanos de confundir y crear un caos en los estados fronterizos mexicanos estuvo a punto de cobrar efecto, pero no contó con el apoyo oficial del gobierno americano. En plena guerra con México, algunos terratenientes texanos revivían la vieja idea de que a Texas le pertenecía el territorio que iba desde el río Bravo hasta la Sierra Madre Oriental. Uno de estos grupos llamado Cazadores de búfalos, tenía como propósito apoderarse del mencionado territorio, con el propósito de establecer una llamada República de la Sierra Madre.207 Mientras tanto, Nuevo León, al igual que la mayoría de los estados fronterizos, padecía de la falta de apoyo del gobierno nacional, y constantemente sufría la invasión de su territorio por grupos extranjeros. En septiembre de 1848, bandas de norteamericanos invadieron territorio nacional saqueando los municipios de Lampazos y Bustamante.208 El gobierno angloamericano se desligaba de tales agrupaciones al considerarlos ajenos a sus decisiones y prometía aprehenderlos. Lejos de verse frenadas, tales expediciones se incrementaron. En noviembre de 1848, el alcalde de Lampazos avisaba que la villas de la frontera serían asaltadas por ochenta filibusteros y solicitaban una tropa de cien soldados para defenderse.209 Anteriormente, en julio de ese mismo año, los comerciantes, vecinos y rancheros de Sabinas Hidalgo y Villaldama eran asaltados por aventureros, quienes conseguían un botín de entre doce y quince mil pesos entre oro y plata.210 Por los datos recopilados, las villas más afectadas por los ataques de los aventureros norteamericanos fueron Lampazos, Vallecillo, Villaldama y Sabinas Hidalgo. Mientras tanto, la administración estatal trataba de regular los mecanismos de seguridad para poder gobernar. El Congreso del estado aprobaba en abril de 1849, la organización y disciplina de 715 hombres para la Guardia Nacional.211 206 Moyano Pahisa, Ángela (1985), op. cit., p. 326. 207 Ibidem., p. 215. 208 AGENL., Alcaldes, Lampazos, c-8, 3 de septiembre de 1848. 209 Ibid., 7 de noviembre de 1848. 210 AGENL., Periódico Oficial (1848), Semanario Político, 20 de julio de 1848. 211 AHCENL., Expedientes, Decreto 35, 1 de abril de 1845. 100 y


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Durante el gobierno de Santiago Vidaurri se inició un proyecto de reforzamiento militar en la frontera, que permitió el combate a las constantes invasiones de indios y aventureros a territorio mexicano. Sin embargo, las incursiones de estos grupos permanecieron vigentes. Por medio de una circular girada por la Secretaría del gobierno del estado de Nuevo León y Coahuila, se informaba al alcalde de Monterrey de las pretensiones que abrigaban los aventureros del Norte y de la expedición que tratan de ejecutar sobre los pueblos de Nuevo León y Tamaulipas.212 Siendo Santiago Vidaurri gobernador del estado de Nuevo León y Coahuila (unidos por decreto del mismo Vidaurri) se volvió a insistir en el establecimiento de la República de la Sierra Madre, que unía a los estados mexicanos de Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, y el norteamericano de Texas. Al mismo Vidaurri se le señaló como partidario de esta separación. En una carta enviada al editor del periódico Southern Intelligencer, de Austin, Texas, y con fecha del 28 de Febrero de 1861, en la ciudad de Monterrey, Vidaurri le hizo referencia a una carta publicada por el referido semanario en donde se desligaba de cualquier intento separatista: “El Noticioso de ambas fronteras” de Matamoros, con fecha 18 de este mes de Febrero, ha creído poder llenar con mi nombre y el del Sr. Gobernador del Estado de Tejas los vacíos que intencionalmente ha dejado en su redacción el autor de la referida carta. Este documento alude a la creación de una República de la Sierra Madre formada por los estados fronterizos del norte de esta República y por el Estado vecino de Tejas, y con un cinismo que me abstengo de calificar, me señala, aunque tácitamente, como el autor de tan criminal y necio proyecto… Si el poseedor de dicha carta fuere mexicano es mandarla llevar en el acto a México y entregarla al Supremo Gobierno de esta Republica para que juzgue y castigue debidamente el autor de tan inaudito atentado contra la independencia y soberanía de la Nación, prometo solemnemente costear hasta México los gastos de la persona que en su poder semejante prueba de infamia y traición, ansioso de extraviar la opinión pública en Tejas esperanzas ilusorias y en México sospechas y temores. Por lo demás, mi carácter y mis antecedentes ya como hombre privado ya como hombre público se encargaron por si solos de contestar a los cargos que con tanta ligereza. 212 AHM, Fondo Monterrey, Nuevo León y Coahuila, Sección Reglamentos, Decretos y Circulares, Serie Estatales, Colección Impresos II, Volumen 9, Expediente 3, Folio 22.

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Como Gobernador de un Estado fronterizo tengo el deber de cultivar con la potencia vecina aquellas relaciones de paz, y de reciproca benevolencia que señalan los tratados entre ambas Republicas y que tanto contribuyen al bienestar y programa de sus pueblos respectivos. Pero desafió a cualquier extranjero o hijo del país que manifieste la más mínima tendencia mía hacia una política que no sea radical y esencialmente mexicana.213

A pesar de todo, las invasiones filibusteras fueron frenadas más por el rechazo de las propias autoridades norteamericanas que por la débil defensa del gobierno mexicano. El gobierno estatal y el pueblo de Nuevo León se enfrentaron, después de la guerra con los angloamericanos, a tres enemigos comunes que pusieron a prueba su capacidad de resistencia. Entre 1840 y 1860, el estado vivió una doble y diferente realidad: mientras las villas del norte eran amenazadas y saqueadas por los ataques de nómadas, filibusteros y bandidos, los pueblos del sur mantuvieron su ritmo de vida normal, ajenos a las consecuencias de la guerra. Al lograr controlar las consecuencias de la guerra, el estado y más propiamente los comerciantes, iniciaron el desarrollo de la actividad comercial emergida como un efecto directo a partir de la guerra con los angloamericanos.

213 AHM, Fondo Monterrey, Nuevo León y Coahuila, Sección Correspondencia, Serie Políticos, Colección Principal, Volumen 45, Expediente 1. 102 y


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Retrato de bandolero. Fuente: http://mx.geocities.com/presidial/dibujos.htm

Asaltante de caminos.

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Fuente: José Emilio Pacheco, Andrés Reséndez. Crónica del 47. Clío, México, 1997.

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y VII. El Comercio

fronterizo



Llegó el siglo presente, el siglo de novedades y con él comenzó a desarrollarse la agricultura, a decaer la ganadería, a introducirse la industria, a variar las costumbres, a pulirse los modales, a refinarse los gustos y a desenvolverse en fin, el espíritu del siglo.214

E

n febrero de 1848 se firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo, el cual ponía fin a la guerra México-Estados Unidos (1846-1848). El acercamiento de la frontera entre ambas naciones a las márgenes del río Bravo, cambió para siempre la geografía de la región, lo que trajo consecuencias económicas, culturales y sociales que aún a la fecha persisten. Sin embargo, un rubro que prosperó sin medida fue el comercio fronterizo. El Dr. Mario Cerutti, investigador reconocido del tema, afirma que “lo que para México representó una auténtica tragedia, gestaría inéditas posibilidades para esa pequeña y aislada urbe al píe de una de las prolongaciones de la Sierra Madre”.215 Era el comienzo de la transformación de la región noreste de México: de una sociedad agrícola al inicio de la guerra, surgiría una sociedad que se orientaría a la actividad comercial en los años posteriores. Una vez retomando el control administrativo del estado, José María Parás ordenó al Tesorero que aprovechara el armisticio con los Estados Unidos, para reorganizar la administración pública del estado.216 A nivel nacional surgen voces que alertan sobre un mejor republicanismo en México que acepta las distintas manifestaciones religiosas, la extinción de las órdenes de los frailes, monjas, 214 José Eleuterio González citado por Celso Garza Guajardo. Nuevo León: destino y desafío de una frontera. (1991), p. 199. 215 Mario Cerutti, en Garza Guajardo, Celso (1991), op. cit., p. 203. 216 AGENL., Periódico Oficial (1848), Semanario Político, abril 6 de 1848.


y Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos. 1846 - 1848. x

canónigos, cofradías, suprimiendo los fueros, aboliendo las aduanas interiores, y ofreciendo educación gratuita a la juventud.217 El desarrollo comercial en la región noreste de México se acelera con la ocupación norteamericana, la cual duró casi dos años. La ola de fusiles trajo también para Monterrey una ola de dinero y nuevos establecimientos comerciales. Podemos afirmar que se repitió el mismo fenómeno que en Matamoros, ya que pronto brotaron como por arte de magia una gran cantidad de norteamericanos interesados en establecerse en la ciudad. “Tiendas, mercancías, bebidas y juegos norteamericanos suplantaron a los mercaderes mexicanos.”218 Instalados en Monterrey, los soldados norteamericanos traían entre sus órdenes mostrar un buen comportamiento ante los civiles. Las depredaciones a los ranchos y a los pueblos que quedaron debían evitarse por el bienestar y la buena cordialidad con los vecinos. De hecho, el ejército norteamericano puso en práctica la política de compra a precios justos de sus abastecimientos en propiedades mexicanas. Aunque cabe agregar que no todos los oficiales estaban de acuerdo en pagar lo que consumían, ya que consideraban que los efectos de la guerra debían caer sobre el derrotado.219 Era claro, la invasión norteamericana cambió para siempre los destinos del noreste de México. Los efectos del comercio con los extranjeros, desvió la ruta comercial, que originalmente circulaba entre Monterrey y el puerto de Tampico, hacia Matamoros y las orillas del Bravo. La consolidación de Texas como región libre, abrió los caminos para su integración al mercado internacional y con ello, la necesidad de crear un intercambio mercantil con diversas zonas comerciales. Las villas texanas, como Brownsville y Laredo, establecidas a orillas del Bravo, entrelazaron un mercado regional con los pueblos y las ciudades del noreste de México. Para muchos mexicanos no era un secreto que el objetivo de los texanos eran los grandes centros mineros del norte mexicano. El de algunos mexicanos era continuar con las actividades, muchas veces de contrabando, para amasar grandes fortunas; la intención lucrativa de los comerciantes del sur de Texas y del noreste de México pronto creó un fenómeno económico-social: la consolidación de un mercado fronterizo en dos regiones ajenas totalmente una de la otra. “Si divorciaba (el río Bravo) jurídica y políticamente ambos Estados217 Ibidem., junio 8 de 1848. 218 John R. Kenly, 1873, citado por González Quiroga, Miguel, en Herrera Serna, (1997), op. cit., p. 444. 219 AGENL., Alcaldes, Linares, c-10, 27 de abril de 1848. 108 y


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nación, unía con generosidad dos ámbitos regionales ubicados en sus extremos geográficos, al menos en el plano del movimiento mercantil”.220 Pero, ¿ésta era la realidad de todo el estado de Nuevo León? Era claro que los grandes negocios eran exclusivos de unas cuantas personas, pero contrario a esto, muchas poblaciones como Lampazos, Cerralvo, Vallecillo y Villaldama, quedaban aisladas y empobrecidas por los ataques de los indios, de los filibusteros y de los bandidos. En 1851, el alcalde de Cerralvo, Antonio López, alertaba al gobierno estatal sobre la emigración de familias a distintos puntos de la región por falta de víveres.221 Por tal motivo, el municipio se vio en la necesidad de organizar algunas fiestas y kermés para solventar los gastos administrativos o tratar de vender el maíz más barato para solventar las desgracias.222 A pesar de los apuros económicos, el alcalde informaba al gobierno estatal que en las sierras de la región se habían encontrado minas con productos explotables que harían volver a la prosperidad al pueblo.223 Esta situación contrastaba con algunos municipios que al parecer no fueron alcanzados por los efectos de la guerra y, por el contrario, siguieron trabajando con mayor prosperidad. Como ejemplo tenemos a Montemorelos, Linares y Cadereyta Jiménez que, en su momento, fueron junto a Monterrey los municipios más importantes de Nuevo León. Estas villas no sufrieron los embates de invasor, pero sí beneficiaron su economía. Aunque cabe agregar que estas villas, ya vislumbraban un empuje económico desde principios del siglo XIX. En 1850, el gobernador José María Parás analizaba en sus Memorias la situación del estado. En ellas confirmaba el avance comercial de la región, pero resaltaba las limitaciones propias de la entidad; en referencia al problema de los indios, enfatizaba que los pueblos de Nuevo León estaban regularmente más armados y más acostumbrados a defenderse, pero aún sin lograr poner remedio a la plaga de la frontera (los indios).224 También ponía en balance los efectos de las enfermedades que constantemente azotaban a la población, como por ejemplo, la epidemia de cólera asiático que solamente en Nuevo León causó 4282 decesos.

220 Mario Cerutti, en Garza Guajardo, Celso (1991), op. cit., p. 209. 221 AGENL., Alcaldes, Cerralvo, c-14, 31 de enero de 1851. 222 Ibid., 23 de enero de 1852. 223 Ibid., 31 de octubre de 1852. 224 AGENL., Memorias de José María Parás, 1850.

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A manera de dato, la población de Nuevo León para 1850 era de 134, 543 habitantes.225 Parás veía como una necesidad la mejora de caminos como ruta para el transporte, la comunicación y el comercio, actividad “que día a día adquiere mayor vigor en la región.226 Los esfuerzos del gobierno del estado por promover la actividad comercial no sólo se centró en la reconstrucción y vigilancia de los caminos de la localidad, sino en el apoyo fiscal a los comerciantes. En referencia a lo anterior, Parás escribió que “la animación del comercio cada día se hace más visible por el enlace que ha formado con el interior con motivo de la abolición de las alcabalas.”227 Aunque para 1850 la actividad comercial ya ocupaba un rango muy importante dentro de la economía regional, la agricultura seguía siendo la principal actividad productiva. El cultivo del piloncillo y el azúcar se había incrementado a partir del acercamiento de la frontera.228 El cuadro 1 muestra la actividad productiva de los municipios más importantes de Nuevo León para 1850:

225 AGENL., Memorias de José María Parás, 1850. 226 Ibidem. 227 Ibidem. 228 Ibidem. 110 y


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Cuadro 1: Estado que manifiesta la riqueza industrial y profesional de Nuevo León en 1850.229

Municipio y sobresalen más

Género de industria a que se dedican .

Ciudad de Monterrey Valle de Santa Catarina Villa de Santiago Villa de Guadalupe Ciudad Cadereyta Villa de Marín Villa Sabinas Hidalgo San Francisco Apodaca Villa de Lampazos Villa de Agualeguas Ciudad de Montemorelos

Comerciantes Labradores y arrieros Agricultores Agricultores Agricultores Agricultores y ganadería Criadores Agricultores Criadores y agricultores Agricultores Agricultores

Podemos afirmar que el gobierno de Parás representó a la élite comercial local surgida de la guerra contra los angloamericanos. Él estaba convencido de que a Nuevo León la naturaleza lo había favorecido. Como muestra, en sus Memorias de Gobierno, en 1850, escribió: Fértil nuestro suelo por las producciones agrícolas propias de su clima caliente, templado, frío, regado por muchos ríos, arroyos y fuentes, rico de metales de plata, cobre, plomo, fierro y varias otras sustancias minerales, surtido de madera, de cantera, de mármoles, de perla de hermoso oriente que se cría en el Salado, de excelentes pastos, de criadores para toda clase de ganados, de suma favorecidos pródigamente por la naturaleza de todos sus dones.230

El desarrollo de un comercio fronterizo originado desde la ocupación angloamericana en Nuevo León, modificó gradualmente las actividades económicas de los alrededores. De una sociedad puramente agrícola, la ciudad se transformó, poco 229 Memorias de José María Parás (1850). 230 Idem.

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a poco, en una base comercial de la región. Sin embargo, el amasamiento de riquezas fue exclusivo de sólo un grupo privilegiado y la gran mayoría de la población del estado volvió a sufrir los flagelos originados por la guerra.

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Acuarela de la plaza de armas de la ciudad de Monterrey a mediados del siglo XIX. Fuente: Museo Regional del Obispado de Nuevo León.

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y Eduardo C谩zares Puente x

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Feria de la ciudad de Monterrey a mediados del siglo XIX. Fuente: Archivo Hist贸rico de Monterrey, imagen sacada del plano de Monterrey de 1865.

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Plano de la ciudad de Monterrey hacia 1850. Fuente: Archivo Hist贸rico de Monterrey, Colecci贸n Mapas.

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Conclusiones y

C

on la firma del tratado de paz en la hacienda de Guadalupe–Hidalgo, el 2 de febrero de 1848, finalizó la guerra méxico-angloamericana. Este hecho simbolizó el inicio de una nueva etapa que proyectó a los Estados Unidos de América como una gran potencia mundial, y orilló a los mexicanos a iniciar un reacomodo que le permitiera salir del estancamiento social-político-económico y moral en que se vieron inmersos. La complejidad misma del tema, nos obligó a tratar de explicar los orígenes de las relaciones entre mexicanos y norteamericanos, así como sus ancestros (España e Inglaterra, respectivamente), con la intensión de tratar de comprender los conflictos del Siglo XIX; el impacto de razas y de conquista sufrido en su territorio por los tribus semi-nómadas primero, y por los árabes después, influyeron en el español para relacionarse e incorporar a las culturas mesoamericanas a sus dominios americanos. En contraparte, dentro del mundo del anglosajón, no estaba en planes incorporar a ningún grupo o etnia, ajeno a la raza. El espíritu de aventura de unos, la persecución política y religiosa de algunos otros, fueron el detonante para que América se convirtiera en el paraíso terrenal soñado, en la tierra de la libertad y, sobretodo, en el lugar de las oportunidades. La necesidad de más y mejores tierras para el colono norteamericano y el desprecio inicial de la autoridad hispana a las áridas zonas del norte de la Nueva España, fue el motivo de los primeros conflictos territoriales a partir de 1803, cuando los Estados Unidos de América compraron, a Napoleón Bonaparte, la Luisiana. A partir de ese momento, sino es que desde antes, la ola angloamericana se volcó sobre el oeste, conquistando en tan sólo treinta años, más del doble de su territorio. Para 1819, mediante el Tratado Adams-Onís, se agenciaron la Florida y, con ello, iniciaron los preparativos para invadir los territorios del norte de la entonces Nueva España.


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En 1821, México había nacido como país, mas como hemos visto, nunca como nación. La independencia lograda por los intereses de la clase criollo mexicana, fue una muestra del grado de incertidumbre en que navegó la sociedad mexicana durante sus primeros años de libertad. La falta de un proyecto de nación, la carencia de actividades económicas como la minería, la agricultura, la ganadería, que eran el sotén de la sociedad mexicana, se vieron afectadas por los 11 años de lucha civil y por la expulsión de gran parte de la comunidad española que habitaban en México a principios de la década de 1820. Aunado a esto, la ausencia de un líder que encaminara al país dentro del orden y el progreso, provocaron la anarquía total en una nación inexperta. En tanto los intereses de la política mexicana se debatían entre centralistas y federalistas, los colonos norteamericanos se encargaban de poblar los vastos territorios texanos, impulsados por la prensa, el gobierno estadounidense y su ambición personal. A nuestro parecer, Texas es el laboratorio perfecto para demostrar que la guerra entre mexicanos y norteamericanos (1846-1848), no fue más que un conflicto de intereses entre las facciones norteñas y sureñas de la Unión Americana. W. Paul Adams, destacado historiador, plantea en su libro Los Estados Unidos de América, los conflictos que hubo a causa del regionalismo norteamericano. Aunque él deja claro que hubo una convivencia pacífica en ciertos momentos históricos, que así lo requerían entre ambos grupos, las disidencias ideológicas los orillaron a llegar a una sangrienta guerra civil. En el momento mismo del conflicto contra los mexicanos, los sureños ya planeaban cómo incorporar los territorios a conquistar a su sistema esclavista. Todos estos conflictos se incrementarían durante la década de 1850, y originarían la guerra de Secesión en 1861. Ante ello, la independencia de Texas (1836) y su anexión a la Unión Americana en 1845, provocaron la guerra México-angloamericana, tan deseada por la mayoría de los sureños y algunos norteños; y por otro lado, en medio de convulsiones internas, los mexicanos enfrentaron una guerra que no debieron responder. La derrota mexicana provocó las consecuencias ya conocidas por nosotros, marcando el fin del dominio criollo y el ascenso de la clase media al poder en México (en especial, a partir de la Revolución de Ayutla en 1854). La toma de Monterrey (del 20 al 24 de septiembre de 1846), fue un golpe desmoralizador para el ejército mexicano, y en contraparte, un gran logro para los militares norteamericanos quienes después en sus crónicas de guerra, 116 y


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señalarían que no sabían cómo una ciudad tan bien fortificada se había rendido tan fácilmente. Nuestra Entidad se vio invadida cerca de dos años por las tropas norteamericanas (1846-1848). La toma y control de Monterrey por el ejército angloamericano, convirtió a la ciudad en el centro mercantil y militar del noreste de México. A consecuencia del establecimiento de militares y familias norteamericanas en Monterrey, durante casi dos años, surgió la necesidad de mudar sus tradiciones y costumbres a nuestra región. De esta forma, algunos comerciantes estadounidenses y mexicanos con fines lucrativos crearon las condiciones para desarrollar una economía de guerra y, cuando finalizó el conflicto en 1848, esa relación estrecha se incrementó con el acercamiento de la frontera al río Bravo. Los intentos del gobierno del estado por subsistir durante estos años difíciles son dignos de mencionar. Sin embargo, la falta de capacidad de convocatoria, ante la adversidad de la ocupación extranjera en Monterrey, hizo nulo el papel de liderazgo del gobernador. Muestra de ello, fue la falta de apoyo que sufrió por parte de los municipios el gobierno del Estado encabezado primero por Francisco de P. Morales (1847) y José María Parás después (1848), que los obligaron a renunciar al máximo cargo del Estado. Los norteamericanos abandonaron la ciudad de Monterrey en julio de 1848 a causa del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, el cual cedía los territorios mexicanos de Texas, California y Nuevo México a los Estados Unidos de América, fijando la nueva línea divisoria en el río Bravo; el auge comercial impulsado por las relaciones entre mexicanos y norteamericanos durante el conflicto, y el acercamiento fronterizo, impulsó el desarrollo de nuevas fuentes financieras en las orillas del Bravo. Se crearon Casas Comerciales muy importantes en Laredo y Brownsville, que daban servicios a los nuevos comerciantes mexicanos y norteamericanos. Entre ellos se encontraban don Evaristo Madero, abuelo de Francisco I. Madero, y Patricio Milmo, ambos comerciantes establecidos en Monterrey, quienes amasaron grandes fortunas a causa de sus negocios con comerciantes angloamericanos. Sin embargo, el desarrollo comercial requería de condiciones de seguridad para incentivar tales actividades en Nuevo León. Las devastaciones de los indios semi-nómadas, que se incrementaron durante el siglo XIX, fueron controladas mediante una extensa campaña militar en las décadas de 1850 a 1880. El bandidaje sufrió una tenaz persecución desde finales del conflicto (1848) y las invasiones y

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de los filibusteros norteamericanos al norte del estado fueron reprimidas por el propio gobierno estadounidense, negándoles, inclusive, el apoyo militar y moral que llegaron a tener los colonos en el caso de Texas. La llegada de Santiago Vidaurri al poder, originó la llegada de los intereses de los comerciantes a las altas esferas de poder. Por ello, Vidaurri implementó una política de libre comercio que consolidó los capitales de muchos negociantes mexicanos, lo que aseguró la pacificación del estado mediante fuertes campañas militares que fortalecieron las bases para el crecimiento mercantil del noreste de México. Es así como la guerra México-angloamericana provocó la creación de nuevos espacios regionales en la sociedad, en la política y en la economía, lo que modificó el porvenir de muchos neoleoneses durante la segunda mitad del siglo XIX. Los comerciantes, clase social emergida del conflicto (1848-1846), también serían los precursores del desarrollo industrial de Monterrey a partir de 1890, encabezando con ello, el movimiento mercantil-industrial de América Latina a inicios del siglo XX.

118 y


y Anexos



ANEXO 1 Informe del general Manuel Mier y Terán en el cual prevé en 1829 una posible rebelión de colonos y además subraya el descuido y la falta de elementos para defender Texas.*

E

s llegado el momento en que por último manifieste a vuestra señoría la situación que guardo para la defensa de esta frontera, los recursos con que cuento y los temores que tengo de verme comprometido en un lance que no veo remoto. La fuerza armada consiste en ciento cincuenta infantes del 12 batallón y sesenta dragones mal montados; la posición no es nada ventajosa; no hay ninguna especie de fortificación; el auxilio más cercano vuestra señoría sabe lo que dista, la retirada está a merced de quien quiera cortarla en la enorme y despoblada distancia a que me hallo. Los habitantes mejicanos con quienes pudiera contar son pocos, diseminados en porción de terreno, sin armas y amedrentados, pues conocen su estado; las tribus de indios sirve al que más les da, yo carezco de todo y no puedo darles nada; luego es claro que cuando no sean enemigos, sean indiferentes. Queda demostrado que una fuerza de doscientos hombres mal equipados, aburrida al ver el abandono con que se les trata, sin haber recursos de defensa; que su subsistencia está a merced de los norteamericanos, es la destinada únicamente a sostener este punto; vamos a mis temores.

*Fuente: Moyano Pahisa, Ángela. México y Estados Unidos: Orígenes de una relación (1819-1861). México: SEP, 1985, pp. 75-76.


y Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos. 1846 - 1848. x

Por noticias y cartas de Orleáns y otros puntos, de toda fe, y por los papeles públicos, se el apresto que las tropas de la república del norte hace sobre nuestras fronteras, en el fuerte que solo dista de aquí treinta leguas, existe hoy una fuerza de 700 infantes; desde el río Sabina hasta este pueblo solo hay habitantes norteamericanos, a mi retaguardia están las colonias de Austín y la de Atascosito también de norteamericanos; entre todas ponen sobre las armas, en el momento que quieran, mas de tres mil hombres, dueños de los víveres, de los pasos de los ríos, en fin, del país. ¿Será posible que me defienda? Antes que ahora me he manifestado los desafectos que son estos colonos a México y mis sospechas se han confirmado hoy que he sabido que se van a reunir los de el rumbo del río Sabina y este pueblo para formarse en milicia nacional, elegir sus oficiales, etc., y mucho me temo un golpe de mano. No espero que el gobierno del norte haga una invasión, pero si de acuerdo con él den una asolada los colonos, como que ven mi situación, satisfechos de la ventaja que disfrutan y sólo en un caso de refuerzo que les de idea de exponer el paso, tomará parte la tropa de línea de aquella república, cuyo proceder no le faltará con que contestarlo.

122 y


ANEXO 2

Contrato de Colonización ubicado en el AHM (Archivo Histórico de Monterrey), Fondo Capital del estado, Sección Asuntos Legales, Serie Poder, Colección Protocolos, Volumen 33, Expediente 88.

E

n la ciudad de Monterrey, Capital del estado de Nuevo León, a los treinta días del mes de abril de mil ochocientos veinticinco. Ante mí el ciudadano Yrineo Castillón Alcalde Constitucional segundo nombrado, y Juez de primera Instancia del partido de la misma Ciudad, y testigos de asistencia con quienes actuó por falta de Escribano a más de los instrumentales que al fin se nombrarán se presentó Green Duilt Ciudadano de los Estados Unidos del Norte de América, y dijo: que como empresario de la Colonia de Duilt en la nombrada antes Provincia de los Texas. (perteneciente al Estado de Coahuila), por una consideración de aprecio y amistad para con los Señores Benjamín R. Milán y Frost Jhonrn, se havia determinado y convenido con ellos como en efecto se conviene y decide a hacerlos participes de dicha empresa, concediendo a cada uno de los expresados Benjamín R. Milán y Frost Jhonrn en una tercera parte del interés de la empresa, y concesión que se le ha hecho para establecer la Colonia nombrada de Duilt en dicho Texas, en virtud de contrata y capitulación celebrada el efecto por el mismo Green con el Gobernador del Estado de Coahuila en la villa del Saltillo el día de quince del mes y año del corriente, y


y Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos. 1846 - 1848. x

con tal arreglo a la Ley de Colonización que rige en dicho estado, a cuyo documento así como a la expresada Ley quiere se sujeten y arreglen en un todo los mencionados Benjamín R. Milán y Frost Jhonrn a fin de llevar a efecto todos tres en Compañía dicha empresa y contrata bajo las condiciones siguientes que servirán de base en la expresada compañía. 1ª Los dichos Benjamín R. Milán y Frost Jhonrn compañeros en dicha empresa como quedan declarados tendrá y pertenecerá a cada uno, una tercera parte de la Colonia y concesión hecha igual a la que en si se reserva el principal, debiendo por lo mismo ser iguales en todo tres, así las pérdidas y gastos que resulten como las ganancias y utilidades. 2ª Que convenidos como están de formar dicha compañía para llevar a efecto la empresa y concesión indicada, uno de los de la misma compañía será nombrado compañero activo, para girarla, gobernarla y dirigirla, bajo del reglamento y prevenciones que la misma compañía tenga a bien establecer y fijar. 3ª Que ninguno de los compañeros será arbitro para vender, cambiar, ó enajenar su interés en dicha Colonia o parte de tierras que en razón de este convenio le correspondan, sin el expreso consentimiento de los otros dos hasta haber pasado el quince de abril del año de mil ochocientos treinta y uno bajo la pena de perder todo su interés en dicha contrata y compañía el que vendiere, cambiare, o enajenare. 4ª Que el compañero activo mantendrá y conservará en su poder un libro, para asentar en él con la debida claridad y exactitud, todas las rentas y dinero percibido, gastos y pagos que sea preciso hacer. 5ª Que cuando dicha Compañía o la mayoría de los Compañeros, teman o presuman que esta escritura es defectuosa, que no es suficientemente obligatoria, ó que no está formada con arreglo a las Leyes, los tres compañeros en general y cada uno de por si en particular, se obligan eficazmente el uno al otro, y el otro al otro bajo la pena convencional de cincuenta mil pesos a hacer cualesquiera reforma, alteración ú adición que la misma compañía crea conveniente, ó las Leyes del país requieran; cuidando solo de mantener y conservar siempre el verdadero y principal sentido, y principal significación de esta escritura a que se contrae. 6ª Que todos los gastos necesarios para llevar a cabo dicha colonización, logro y fomento de a concesión indicada, han de ser pados (sic) y satisfechos religiosamente y con puntualidad por la compañía. 124 y


y Eduardo Cázares Puente x

Y siendo reunidos y presentes ante mi los expresados Benjamín R. Milán y Frost Jhonrn, con el principal Green Duilt, en sus personas que doy fe conozco, y bien impuestos de todas las cláusulas y condiciones que se han indicado por medio del Doctor J. V. H. Grannell.... que les sirvió de intérprete, por no estar perfectamente instruidos en el idioma español, dijeron estar conformes y ser cuanto entre si han pactado y convenido, y que se obligan a observar y cumplir, sujetándose al efecto a las autoridades constituidas de la Nación, y en particular a las de este estado y del de Coahuila, renunciando su fuero domicilio, y vecindad, y Leyes que puedan hacer en su favor , pues quieren ser compelidos y obligados al cumplimiento de cuanto se expresa en esta escritura, en el modo y forma que exigen y previenen las Leyes que rigen en estos estados y la practica y formalidades que se observan en todos los documentos de igual naturaleza al presente: Asi lo otorgaron y firmaron conmigo, con el intérprete, y los testigos de asistencia , siendo instrumentales los ciudadanos Licenciado Juan Bautista Arizpe, José Phillips, Francisco Rada, presentes y de esta vecindad. Yrineo Castillon Green De Wilt Benjamín R. Milán Frost Jhons J. V. H. Grannell

De Asistencia Miguel Nieto

De Asistencia Mariano de Melo

y

125



Fuentes Consultadas y

Archivos AHM Archivo Histórico de Monterrey. AHCENL Archivo del Honorable Congreso del Estado de Nuevo León. AGENL Archivo General del Estado de Nuevo León.

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128 y


y Índice Introducción

I. México-Estados Unidos: origen de su confrontación

9 13

II. El contexto del México independiente (1821-1836)

23

III. Texas: Pasado, Independencia y Anexión

35

IV. Invasión Norteamericana en Nuevo León y sus repercusiones en la región

51

77

V. El embate de las tribus “bárbaras”

VI. Bandidos y Filibusteros en Nuevo León

89

VII. Comercio fronterizo

105

Conclusiones

115

Anexos

119

Fuentes Consultadas

127



y Índice onomástico A

Adams, John, 35 Adams, W. Paul, 114 Alamán, Lucas, 30, 31, 41 Álamo, 44 Alcaraz, Ramón, 37, 39, 43 Aldama, Villa, 65 América, 16, 17, 35 América Latina, 116. Ampudia, Pedro, 58, 59, 60 angloamericano, 35 angloamericanos, 16, 19 Angostura, 58 Apodaca, 59 Arista, Mariano, 57 Arizona, 78 Arkansas, 61 Austin, Moisés, 38 Austin, Stephen F., 39 Austin, Texas, 99

B

Blanco, Río, 63, 64 Bolívar, 26 Bonaparte, Napoleón, 113 Bravo, río, 57, 77, 84, 98, 105, 106, 115 Brownsville, 57, 106, 115 Bustamante, 65, 98

C

Cadereyta, 64, 65 Cadereyta Jiménez, 93, 94, 107 California, 84, 115 California, Alta, 25 Camargo, villa de, 56, 65, 92 Camerón, Juan, 41 Canadá, 19 Canales, Antonio, 66, 93 Cantú, Herculano, 80 Caribe, mar, 95 Catedral, 60, 63 Cerralvo, 55, 56, 57, 61, 65, 82, 92, 94, 107

Cerutti, Mario, 105 Chance, Joseph, 92 China, 94 China, villa de, 57 Ciénega de Flores, 55 Ciudadela, 60 Coahuila, 36, 41, 42, 79, 83, 99 Colorado, río, 19 Cortés, Hernán, 14 Cue Cánovas, Agustín 14

D

Dávila y Prieto, José de Jesús, 55, 67, 90 Díaz, Porfirio, 83 Doctor Arroyo, 63 Durango, 43

E

Escobedo, Mariano, 66 España, 14, 17, 25, 35, 36, 38, 113 Espíritu Santo, bahía de, 97 Estados Unidos, 81, 91, 105, 113, 115 Estados Unidos de América, 13, 14, 17, 40, 41, 44, 45 Estados Unidos Mexicanos, 23

F

Flores Caballero. Romeo, 45 Florescano Enrique, 51 Florida, 14, 19, 38, 113 Francia, 16, 29, 35, 36, 45

G

Galán, Norberto, 93 Galeana, 63, 64, 67 Galicia, 14 Gall, J., 96 García Cantú, Gastón, 17, 37, 80 Gracía, Juan Bautista, 66 Garza Ayala, Pedro, 59, 90


y Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos. 1846 - 1848. x

Garza y Evia, Juan Nepomuceno de la, 44, 55, 58 Gaspar López, 97 Gran Bretaña, 28 Goliat, 44 Gómez Farías, Valentín, 40 González, Miguel, 57, 62, 63, 67, 93 González, Patricio, 90 González Garza, Juan, 79 Grande, Pesquería, 66 Guadalajara, 58 Guadalupe, villa de, 59, 90, 91 Guanajuato, 30 Guerrero, Vicente, 25, 41 Gutiérrez de Lara, Bernardo, 37

H

Hidalgo, Miguel, 39 Higueras, 55 Holanda, 17 Hobsbawm, Eric J., 89, 94 Humboldt, Alejandro de, 23

I

Inglaterra, 35, 45, 113 Iturbide, Agustín de, 24, 26,

J

Jackson, Juan, 42 Jay, William, 18 Jefferson, 18

K

Kentucky, 35 Krauze, Enrique, 24, 25, 31, 89

L

Lampazos, 64, 80, 81, 97, 98, 107 Lampazos, Punta de, 52, 65 Laredo, 97, 106, 115 Las Antillas, 95 León, Alonso de, 36 Linares, 56, 57, 63, 64, 67, 107 Lira, Andrés, 29 Llano, Manuel María de, 54, 58, 97 López, Antonio, 107

López de Santa Anna, Antonio, 26, 27 Long, James, 97 Luisiana, 17, 18, 19, 36, 37, 42, 79, 113

M

Madero, Evaristo, 115 Madero, Francisco I., 115 Marín, 59, 67, 82, 92 Matamoros, 56, 57, 65, 106 Matehuala, 63 Medina, río, 36 Mejía, Francisco, 58 Mesoamérica, 78 México, 13, 25, 28, 29, 37, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 51, 57, 58, 68, 77, 78, 83, 95, 96, 97, 98, 105, 106, 114, 115, 116 México, ciudad de, 24, 67 México, Golfo de, 15, 60 Mier, Dr., 28, 29 Mier y Terán, Manuel, 40, 41 Milmo, Patricio, 115 Mississippi, 18, 43 Mississippi, río, 37 Montemorelos, 107 Monterrey, 42, 51, 52, 55, 57, 59, 60, 61, 64, 65, 66, 67, 68, 79, 82, 83, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 97, 106, 114, 115, 116 Monterrey, Ayuntamiento de, 45 Monterrey, valle de, 52 Montgomery, A., 94 Mora, José María Luis, 29 Morales, Francisco de Paula, 63, 115 Morelos y Pavón, José María, 37, 39 Moyano Pahisa, Ángela, 13, 27, 37, 38, 40, 44, 96

N

Nacogdoches, 36, 97 Natchez, 97 Noriega, Sotero, 57, 61 Norteamérica, 16, 37, 42 Notan, Felipe, 97 Nueva España, 14, 15, 23, 24, 36, 97, 113 Nueva Inglaterra, 37 Nueva Orleáns, 18 Nuevo León, 51, 54, 56, 57, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 92, 93, 94, 95, 98, 99, 100, 107, 108, 109, 115 Nuevo México, 115 Núñez Cabeza de Vaca, Álvar, 35 Nuño de Guzmán, 14

132 y


y Eduardo Cázares Puente x

Santiago, 56 Segura, Francisco, 58 Sierra, Justo, 28 Sierra Madre, 51, 61 Smith, Franklin, 61 Sillar, Ramón, 90

O

O`Gorman, Edmundo, 40 Oregón, 45

P

Pacífico, Océano, 25 Pacheco, José Emilio, 18, 24, 35, 61 Palo Alto, 57, 58 Panamá, 25 Papagallos, rancho de, 58 Papagayos, 59 Parás, 68, 82 Parás, José María, 53, 55, 67, 92, 93, 105, 115 Paredes Arillaga, 58 Pawer, Santiago, 41 Pemberton, S.C., 65, 66 Pensilvania, 37 Peña, Manual, 64 Ponce de León, Juan, 14 Price, Glenn, 43

T

Tamaulipas, 56, 79, 93, 99 Tampico, 106 Taylor, Zacarías, 63, 64, 93 Teresa de Mier, fray Servando, 28 Tejas, 41, 42 Texas, 15, 18, 35, 36, 37, 38, 39, 41, 43, 44, 45, 57, 79, 80, 84, 96, 97, 98, 99, 106, 114, 115, 116 Tibbatts, J. W., 91 Topo Grande, 60 Tornel, José María, 44 Torres López, Enrique, 61 Tratado de Velasco, 44 Treviño, Agapito, 94, 95

Q

V

Quero, Edmund, 42

Vázquez, Zoraida, 26 Vallecillo, 81, 82, 97, 98, 107 Veracruz, 28 Veracruz, Puerto de, 13 Victoria, 63 Victoria, Salinas, 65 Victoria, Guadalupe, 26, 28 Vidaurri, Santiago 55, 82, 83, 95, 98, 116 Villaldama, 97, 98, 107 Vizcaya, 78 Vizcaya, Isidro, 83

R

Ramírez, Cristóbal, 93 Ramos, hacienda de, 55 República Mexicana, 43 Resaca de la Palma, 57 Río Grande, República de, 45 Rojo, río, 97

S

Sabina, río, 38 Sabinas Hidalgo, 82, 92, 98 Salas, Mariano, 58 Salinas Victoria, 54, 59 Salle, Robert de la, 36 San Antonio de Béjar, 36, 37, 82, 97 San Francisco, 59 San Francisco de Cañas, 90 San Jacinto 44 San Juan, 61 San Luis Potosí, 36, 67 Santa Anna, 43, 44, 58 Santa Catarina, 56 Santa Rosa, Boca de, 67

W

Washington, 96 Weber, Max, 16 Wilkinson, James, 35 Wilcox, Cadmus, 60 Wool, general, 61 Worth, 65, 66

Z

Zacatecas, 43 Zavala, Lorenzo, 29, 40 Zuazua, Juan, 82

y

133


y Nuevo Le贸n durante la guerra M茅xico-Estados Unidos. 1846 - 1848. x

134 y


y Otras obras del autor CEH/UDEM

El otro lado del espejo México en la memoria de los jefes de misión estadounidenses (1822-2003)

Monterrey histórico

ISBN 978-970-95040-0-2

ISBN 978-968-6858-25-9

Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos 1846-1848

Industria, Comercio, Banca y Finanzas en Monterrey 1890-2000. Industry, Commerce, Banking & Finance in Monterrey, Mexico

ISBN 978-970-95040-2-6

ISBN 978-970-95040-1-9

La Materialización del Pensamiento La línea como herramienta fundamental de la cultura

Viajes a América de Nicolás Cardona 1613-1623

ISBN 978-968-68582-2-8

ISBN 978-968-68581-8-1


Nuevo León durante la guerra México-Estados Unidos. 1846-1848, de Eduardo Cázares Puente, se terminó de imprimir en el mes de agosto de 2009 en los talleres deDiseño3 y/o León García Dávila, Valle de San Juan del Río No. 10, Col. Vista del Valle, Naucalpan, Estado de México. Se tiraron 1000 ejemplares en papel cultural de 45 gms. Se utilizó tipografía, Garamond, 12 en 14 puntos. Supervisión de la edición Óscar Flores Torres y Marco Aurelio Ávalos Díaz. Diseño de portada e interiores: Diseño3 / León García Dávila, Yvette Bautista Olivares.




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