Esferas 10: Identidad/Identidades - Identity/Identities

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reflejaba su realidad y contradicciones, impulsaba sus proyectos de perfeccionamiento humano y era útil al enriquecimiento cultural (tanto en la esfera espiritual como material) de los mismos (Guadarrama González 1999, 66). Eielson, incluso, en aquel texto con evidencias más claramente sociales como El cuerpo de Giulia-no, en el que el poema totalizador sobre nudos de colores que se equivalen con el cosmos total y la sociedad total se posiciona en un mismo horizonte epistémico que empata la filosofía ancestral andina y las proyecciones filosóficas de su obra utópica (heterotópica, anti-utópica infra) artística crítica de la Modernidad, superadora de esta: “Sin duda acierta Eielson en servirse de la arquitectura [en El cuerpo de Giulia-no] y de lo urbanístico para connotar de manera eficaz y breve las contradicciones del capitalismo” (Ramírez Franco 54). La obra utópica, así leída, de Eielson es un constante reflejo de la inestabilidad del sujeto moderno localizado en una línea que viene desde la primera globalización de 1492; inestabilidad que se traduciría en la materialidad del signo eielsoniano y en sus constantes proyecciones sígnicas: “El resultado de esa primera mundialización [la conquista de América] fue una cultura que viviría en perpetuo “equilibrio inestable” y donde se conciliaron y procesaron diferentes sensibilidades” (Ainsa 2001, 24). La utopía de este artista es mucho más que una reactualización de un sistema milenario de múltiples proyecciones semáticas, semióticas, epistémicas y ontológicas: “Eielson compone sus novelas mediante la incorporación de diversos códigos, pero sin la intención de sintetizarlos o armonizarlos en una suerte de obra de arte total: los anuda” (Ramírez Franco: 72). La utopía de Eielson es mucho más que un movimiento artístico y de significados múltiples de visibilización de sistemas que atan/ unen una sociedad andina/peruana en tensión permanente y en necesidad de existir en esa tensión: Ni asimilados ni absorbidos, sino generadores de culturas híbridas y de formas de existencia cuya perpetuación y vitalidad dependía de su propia habilidad para improvisar en la inestabilidad, surgió un mestizaje entendido como esfuerzo de recomposición en un mundo que había estallado en fragmentos y, al mismo tiempo, como adecuación local a los nuevos marcos impuestos por los conquistadores y por una inequívoca relación inicial de dominación marcada por desajustes y asimetrías. (Ainsa 2001, 23) La utopía de Eielson incluye todos estos sistemas epistémicos, pero es, además, un claro atentado contra la modernidad exportada desde un pretendido Occidente estable a sus periferias, produciendo colonialidad a partir del poder (Quijano 2014), cuyo objetivo en Eielson pareciera superar ese mestizaje histórico del que habla Ainsa y atar los fragmentos culturales para replantear y reconstituirse en resistencia negativa utópica de los sistemas modernos. Estos sistemas, implantados como formas coloniales contrarias a la latinoamericanidad utópica, en los quipus-ceques de Eielson se transforman en tensos y discontinuos, como todo sistema mestizo: “Los mestizajes no son nunca una panacea; expresan combates que nunca tienen un ganador y que siempre vuelven a 164


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