CRÓNICA DE GETAFE, Nº 40. 5 de noviembre de 2018

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No se os puede dejar sol@s Vuelve el hombre, dicen, como broma electoral. No es cierto; no se ha ido. Pedro Castro es, a pesar de sus aciertos y errores, un personaje indiscutible, cercano para muchos aunque cuestionado y apartado, precisamente por los suyos, por su ‘herederos’ —y sobre todo por Sara Hernández, su ‘hija política’—. Pedro Castro dimitió tras ser imputado en el caso Aparcamientos. De qué secreta manera se pactó una querella incluyendo al ‘viejo’, ausente en la decisión, y librando a Hernández que sí presidió la Junta que adjudicó un aparcamiento a la Coop. Jilguero 2005, presidida por el marido de [su amiga Cristina González] y cuyo consejo rector estaba formado, además, por su padre y su madre. González, edil entonces, votó a favor aunque aseguró que no sabía nada ‘del pastel’. Igual que la mujer de aquel alcalde que metía un jaguar en su garaje y se enteró por la prensa... Risas. El regreso a la actualidad de esta ‘noticia río’, que nació hace más de 10 años, que tuvo en jaque a 29 imputados y que desembocó en la dimisión del exalcalde y de otros ediles socialistas en 2014 [acabo archivada en 2016], se debe a que Pedro Castro acaba de meter por registro en el Ayuntamiento una petición a la alcaldesa reclamando los 12.700 euros que puso en el 2012 para su defensa como el resto de imputados. El viejo es, en términos cinematográficos, el ‘último mohicano’, el postrer acusado en recuperar las costas. «Incluso —añade desbocado— , el penúltimo cobró en junio del año pasado, en 2017». Solo queda él; y no tiene intención. «No sé, — reflexiona en voz alta— si tendré que denunciarla por odio». ¡Qué fuerte! Pedro Castro se queja con razón de la animadversión de Sara Hernández; le ha marginado en el partido y en los actos instituciones; ha despreciado su experiencia; no le habla ni le saluda;

ha quitado sus fotos de la ‘casa del pueblo’ y de la web del Ayuntamiento; le ha bloqueado, en las redes sociales. Se trata del odio al padre, la obsesión de algunos fanáticos y sectarios por acabar con el pasado, cambiar la historia y apropiarse de las ideas, los proyectos y la vida del progenitor [político]. No hay que ser doctor, como en el caso de Pedro Sánchez, para calificar de plagio el intento de Hernández de rescatar proyectos de Castro como ideas propias; recuérdese el Plan —firmado en su día con el ministro de Defensa—, para usar los cuarteles del ACAR, el traslado de Corrugados [también firmado] y otros propósitos fallidos del exalcalde. Castro dice con sorna que «cualquier día esta mujer presenta el enterramiento de la carretera de Toledo». Risas de la parroquia. Incluso, como el lector puede comprobar, Hernández le ha plagiado a Castro hasta la firma.

Acabemos diciendo —otra noticia más— que Castro prepara, y muy en serio, la publicación de un libro que bien podría titularse como esta crónica: ‘No se os puede dejar sol@s. Febrero de 1983-Junio de 2011’. ¿Una bomba? Ahí lo dejamos. Recapaciten.


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