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Arranca disputa por megacontrato
VÍCTOR FUENTES resto: si la primera debería no solo proporcionarte nueva información sobre el mundo –en teoría derivada de siglos de pruebas– sino contrastar y matizar la que ya posees, el segundo ejerce un influjo casi siempre más drástico, arrinconándote en las ficciones compartidas por tu mismo grupo.
Seis empresas presentaron ofertas para adjudicarse los contratos que abrió la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para renovar los equipos de revisión de vehículos en las 21 aduanas fronterizas del país (19 en el norte y 2 en el sur).
Es uno de los convenios más importantes para el sistema, que podría superar los 13 mil millones de pesos.
Aunque la resolución se dará a conocer el 6 de marzo, sólo dos empresas ofertaron por las seis partidas.
La china Nuctech Company, en consorcio con Cruant S. de R.L., y la empresa mexicana LTP Global Software -que ya es proveedora de Sedena-, hizo la oferta más baja, con un máximo de 11 mil 747 millones de pesos.
La estadounidense Rapiscan Systems cotizó en 731.8 millones de dólares (13 mil 500 millones de pesos). Nuctech fue fundada en 1997 por Hu Haifeng, hijo de Hu Jintao, quien fue Presidente de China. Desde 2019, la mayoría de sus acciones son propiedad de una paraestatal.vvv
Igual que con nuestros genes, los padres son egoístas y tiránicos con sus memes –el término inventado por Richard Dawkins para referirse a las ideas, hoy tan sobajado por las redes–: salvo excepciones, no solo aspiran a que sus hijos se les parezcan, sino que piensen igual que ellos. Y, si bien los jóvenes suelen rebelarse naturalmente contra sus progenitores y sus ideas anticuadas, con la madurez muchos regresan a sus principios –otra vez esta palabra– a fin de asegurar la continuidad de su grupo. Frente a la constante inoculación de ideas de que somos objeto por parte de nuestras familias, y al reforzamien- reforzamien to del entorno y los medios, contamos con una única vacuna: la autocrítica. Una invención memorable que permite cuestionar cualquier idea y cualquier principio. Cualquiera. Al menos desde la antigüedad clásica y sobre todo a partir de la Ilustración, la autocrítica ha sido nuestra solitaria defensa contra el anquilosamiento y los prejuicios –y contra toda forma de discriminación– heredados o asumidos solo porque sí. Vivimos, sin embargo, en una época que cada vez la desdeña más. Como pocas veces en el pasado reciente, preferimos articular todos los mecanismos posibles para frenar cualquier cuestionamiento interno y volcarnos, en cambio, en una agresiva batalla contra quienes no piensan similar. Para empezar, se desprecia la educación pública –y en general todo lo público– y las familias enarbolan su derecho a decidir cómo educar a sus hijos: es decir, cómo adoctrinarlos sin intrusiones o contaminaciones ajenas.
Por otra parte, las redes sociales, que al nacer parecían abrirnos hacia mil perspectivas diversas, se han revelado como toscos reforzadores de los peores prejuicios. La lógica que imponen es la de seguir solo a quienes piensan como tú, impidiendo que alguien ponga en duda tus convicciones. En nuestro mundo no se premian las dudas y menos aún las dudas hacia tus creencias, sino el ataque brutal y descarnado hacia los otros. Y si esos otros se identifican en un único bando enemigo –si prevalece el engaño de que solo existe un ellos y un nosotros–, la endogamia llega a extremos cada día más peligrosos.
Eso que llamamos polarización no es sino una estrategia que busca expandir esta ficción criminal: si el otro está siempre equivocado, puedes sentirte tranquilo porque tú en todo tienes la razón. Quien fomenta esta división en solo dos opciones, la mía y la tuya –sobre todo desde el poder, pero también fuera de él– no busca otra cosa que cegarte. La incondicionalidad –el burdo tiempo de definiciones– es el cáncer del pensamiento. Ello no quiere decir, por supuesto, que no luches con todas tus fuerzas contra quienes te parece que están errados, pero solo una vez que, en vez de descalificar a los otros en cada mañanera o a insultar a diario al Presidente en redes, te has dedicado a cuestionarte sin tregua por qué crees en lo que crees.
El Lector Escribe
Escozor
Lo cierto es que a AMLO no le gusta, e incluso le causa escozor, la democracia liberal con la que coinciden los países más prósperos e igualitarios del orbe.
La evidencia ahí está, no hay siquiera pudor en esconderlo: ataques constantes a quienes piensan diferente; desdén a la independencia de poderes; falta de respeto a la ley y a las instituciones autónomas, rechazo a la prensa crítica y un largo etcétera. Tiene arraigada la idea de que lo que él piensa y decide es lo justo, lo verdadero y lo mejor para el país. Los resultados lo contradicen.
Isidro López P. Ciudad de México
Denuncian a Romero Tellaeche y Álvarez-Buylla