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Un día normal en el condominio
Hartos de que les robaran y del despilfarro, las y los habitantes de un condominio fueron a elecciones para nombrar un nuevo administrador. Uno de los vecinos tenía años prometiendo que con él el presupuesto alcanzaría porque era honesto y austero. Rechazado en otras ocasiones, esta vez arrasó.
Apenas pasado el cómputo vecinal, el novel administrador dispuso que se cancelara una importante obra. Primer gran alboroto: ya hay pagos comprometidos y sería un derroche no seguir, dijeron unos; no no, les daré lo mismo pero más barato, confíen, dijo el electo al imponer su decisión.
A las pocas semanas de estar al mando de la administración, el vecino dejó sin gas a todo el edificio. Nunca había pasado. Nunca de los nunca. Los condóminos se tuvieron que organizar para acceder al poco combustible que se surtía: largas colas y cambios de rutina por semanas.
¿Qué pasa?, preguntaron los inquilinos, ¿cómo pudo suceder? Es que con la anterior administración se robaban el gas, lo suspendimos por su bien, explicó el nuevo. Es un pequeño esfuerzo que traerá muchos ahorros. Desmañados o trasnochados todos se encogieron de hombros: ojalá.
La guardería fue lo siguiente en morir. “Las señoras robaban desde hace dos administraciones”. Los reguladores de la energía fueron sustituidos por (pobres) diablitos. La limpieza se contrató a empresas fantasma: “Las otras estaban
Opine usted: nacional@elfinanciero.com.mx cochupadas”. Y la seguridad a soldados: “Son incorruptibles”.
A pesar del cambio, los delitos en el condominio siguieron a la orden del día. El boletín del condominio dio cuenta, como desde tiempo atrás, de los diversos reportes y estadísticas nada halagüeñas: yo tengo otros datos, dijo campechano el encargado, que anunció nuevas y grandes obras.
Agregó que ahora hablaría diario de la marcha del condominio. No hace falta, para eso está el comité de vigilancia, que ellos auditen y reporten, le contestaron. Ese fue un invento de los que se fueron para no informar, ya no habrá comités, ahora yo les reporto directo, ¿va? Unos lo apoyaron.
En esas reuniones comenzaron a llegar vecinos que ni vecinos eran. Unos personajes salidos de producción B de TV Patito. En las sesiones eran los que más preguntaban, bueno, no hacían preguntas: melcocha y nadería eran sus intervenciones. Casi todos los vecinos reales huyeron de ese patio.
Como los asaltos en los accesos, los robos a las viviendas e incluso los asesinatos seguían, el administrador prometió que su gestión sería la de la seguridad o no sería, y acto seguido contrató más soldados, y les dio el control de puertas, elevadores, cámaras y las cuotas de mantenimiento.
La paz no llega, publicó el boletín un buen día. Buitres, zopilotes, camarilla, chayoteros, sicarios de la pluma y otras lindezas fue la respuesta del administrador a quienes hacían el boletín. Cuidan los intereses del pasado, están al servicio de una mafia. Adjetivos le sobraban, resultados no.
De las cuotas sacó bastante dinero para apoyar a los vecinos más desfavorecidos, y a eso se atribuía que siguiera siendo popular en no pocos departamentos; pero enrevesados trámites impuestos por el nuevo encargado hicieron más difícil a esos pobres el acceso bienes y servicios. Al ser evidenciado él siempre respondía que le ponían cuatro estrellitas: ni a Obama.
Al acercarse el fin de su periodo, sin mucho qué presumir en seguridad o eficacia, con militares que espiaban a todo dios y no explicaban nada, propuso que un incondicional le sustituyera. Sus argumentos a los descreídos fueron groserías: farsantes, corruptos, canallas, pseudodefensores de derechos, pseudoambientalistas…
O sea, un día normal en el condominio donde el que debería servir agrede.