Cali precursora
al padre Luis Carlos Rojas Garcés, párroco, y le dio orden de cerrar inmediatamente el templo. Aparecieron luego unos obreros con sus herramientas; entonces el obispo malhumorado y todo poderoso, dijo al párroco: “La catedral no es un cementerio y está convertida en un cementerio”. Para nada valieron nuestras observaciones, pues arbitrariamente dio la orden a los obreros de abrir los sepulcros con pico y pala y sacar los restos de los difuntos sepultados en el espacio interior del templo, comenzando por el sepulcro del primer obispo, monseñor Eladio Posidio Perlaza, continuaron con los restos del prócer Joaquín de Cayzedo y Cuero, los del eximio hijo de Cali quien fue candidato a la presidencia, el general Alfredo Vásquez Cobo y los de fray Severo Velásquez […] y otros más.
Y la barbarie, con mitra, de aquellos a los que aquel divino Maestro llamó sepulcros blanqueados, arrojó esos huesos en los que estaba concentrada la historia heroica, dolorosa y amarga que fue la vida de nuestro prócer tutelar que aquí dejamos expuesta. Quizás los restos, hoy confundidos en el aire y la tierra de la villa extendida, nos lleguen a tocar diariamente con la brisa de las tardes, para infundirnos con su roce fe en nuestro destino y confianza en el futuro. Post Scriptum. El buen primo, don Tomás de Santacruz, hablaba de que las causas o expedientes de los criminales no le habían sido suministradas y que él había ido encontrando poco a poco a los presos. Esas causas se habían suspendido en su instrucción y fallo el día 27 de diciembre, por órdenes del anterior teniente de gobernador y presidente del cabildo, coronel don Blas de la Villota, y él las había guardado en su mayor parte. No se puede saber por qué hizo tal cosa, aunque no es arriesgado afirmar que no lo hacía para favorecer a los prisioneros caleños que él odiaba. 221