4 maestros colombianosde la fisonomía caricatográfica por c a villegasuribe

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4 maestros colombianos de la fisonomía caricatográfica

evidenciar la extrema síntesis del ojo ciclópeo de la verbosa cocinera de Palacio: Dioselina Tibaná, queremos señalar cómo Calarcá inquiere gráficamente en las manos nerviosas de ese personaje preocupado por los “cocinaos” de Palacio. Gesticulación que reafirma otra de características de Dioselina: su propensión al chisme. Detrás de la fisonomía de Dioselina también es posible reconocer a Garzón, gracias a la exageración de la boca y la dentadura desigual. Recordar a Dioselina Tibaná es volver a mirar con una tristeza extraña y una sensación de pérdida irrevocable, matizada por la risa, a un hombre que latigó momentos vergonzosos de la historia colombiana. Tiempos prolongados y profundizados, como inimaginable pesadilla, en un proceso de desinstitucionalización y atornillamiento que aún carcome y desesperanza. La Tibaná, con su mirada urticante, jocosa y critica, nos acerca desde las orillas del recuerdo a ese catálogo de imaginarios inolvidables: Nestor Elí, Godofredo Cínico Caspa, el chafarote del Quemando Central, la periodista gomela, el estereotipado izquierdista John Lenin; narcos, paracos y embajadores gringos; en fin, un sinnúmero de personajes bien concebidos y mejor interpretados que dieron cuenta del ingenio de los caricaturistas audiovisuales; entre los cuales Jaime tenía la voz cantante. Volver a Dioselina y a toda la polifonía de creaciones caricaturescas de Garzón y su equipo de caricaturistas, es también entender la parodia como un mecanismo de la risa que, en un proceso de circularidad, sale de la cultura y regresa a ella transformándola. Ella explica por qué, en una noche de domingo, no se podía ser el mismo colombiano antes y después de ver a Quap, El noticero, cuando Garzón desnudaba, con gracia inimitable, las verdaderas razones de las gesticulaciones mediáticas.

3.4. La enormidad, monstruo grande y borgesiano La exageración como nota predominante vuelve a ser la constante en el ejercicio artístico de Omar Figueroa Turcios al momento de homenajear a Garzón. Este fisonomista mundial le brinda condiciones antropomórficas al pato simbólico de Quap, para dejarnos entera la fisonomía de Garzón con una mano y un dedo acusador que sale de su cola de pato. De esta manera, Turcios subraya simbólicamente la condición de monstruo enorme de Garzón, de figura mítica, detrás de la cual sobreviven, para la memoria, los personajes Emerson de Francisco o William Garra. Este hombre–pato, podría hacer parte, sin complejo alguno, de la panoplia de quimeras transmitidas por los griegos en un catálogo inmortal de imaginarios cosmogónicos, o engrosar, con gracia, el grupo de seres recreados e inmortalizados por Borges en su Manual de Zoología Fantástica. Don Jorge Luis, con su sorprendente mirada de asombro y creatividad, y su conocimiento de la Cábala, le hubiera dado vida plena con el nombre, también mítico, de El Gárpato, un ser implacable que persigue a los corruptos desde las profundidades de la inconsciencia, desde el vórtice de su cerebro esquizofrénico. Cómo hace de falta El Gárpato

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