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Entrenadores de alto rendi
from MAZATLÁN 200220
by Noroeste
Escribo esta columna con mucha pesadumbre y desasosiego. Primero, pensé dedicársela a la manifestación feminista del viernes 14 de febrero en la Ciudad de México, en protesta por el feminicidio de Ingrid Escamilla; a comentar la manera, totalmente vergonzosa, en que el Gobierno de Claudia Sheinbaum respondió a ella. Un operativo policiaco represivo e intimidante sobre mujeres que fueron rociadas con extinguidores y con gases pimienta por policías, que tenían la encomienda de proteger los monumentos ante todo, como si los monumentos fueran más importantes que las vidas de mujeres. Como debieran, en realidad, proteger a mujeres que a diario son agredidas, violadas y asesinadas en las calles de esta ciudad.
Ver el despliegue policiaco me hizo recordar, con indignación y decepción, los operativos y encapsulamientos que solía hacer la policía de Mancera, evidenciando que la Ciudad de México, ha vuelto a ser tomada por el garrote, ahora en manos de la Jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, contra mujeres feministas. Ver como las agredían con gas para proteger las vallas de madera que rodean a El Ángel, para bajarlas de las escalinatas, me dejó estupefacta.
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De eso pensaba hablar hoy y, también, de la respuesta del Presidente ante los cuestionamientos que la periodista y activista Frida Guerrera le hizo ese mismo día por la mañana y en la que se le ocurrió un decálogo que no hizo sino evidenciar que el Presidente López Obrador no tiene ninguna sensibilidad para el tema de la violencia de género, ni la entiende, ni le preocupa, ni contempla políticas públicas para atacarla. Un Presidente que confunde delitos cometidos contra mujeres con malos comportamientos que merecen “regaños” y explicaciones morales. En eso estaba yo pensando cuando se dio a conocer, el fin de semana, el hallazgo del cuerpo de una niña de corta edad en bolsas de basura en la Alcaldía de Tláhuac, en la Ciudad de México. El lunes nos enteramos que tenía nombre, se llamaba Fátima Cecilia y tenía 7 años. Pronto conocimos la tragedia: su madre llegó unos minutos tarde a recogerla a la escuela, pero ya la habían raptado. Más tarde sabríamos que la escuela solía sacar a los niños y dejarlos en la calle y que a Fátima se la llevó una mujer con ella. Los familiares intentaron poner la denuncia en una Alcaldía, luego en otra, se pusieron a buscarla, consiguieron videos. Durante cinco días, la Policía no hizo nada, nada al menos como lo que hizo cuando ya estaba muerta: publicar la foto de la raptora, seguirle la pista, interrogar gente. Fue hasta que la encontraron asesinada, tirada en bolsas de basura y salió en los medios, cuando decidieron hacer algo. Todo ardió en las redes, en la opinión pública, entre las mujeres feministas, porque si ya la indignación por el asesinato de Ingrid Escamilla había encendido la llama y más precisamente la filtración de las fotografías de su cuerpo maltratado, el asesiJueves 20 de febrero de 2020. Mazatlán, Sinaloa
nato de Fátima lo volvió una hoguera.
La Fiscalía, sumida en la incompetencia, junto con la Jefa de Gobierno, quien antes se atrevió a contestarle a la prensa que la cuestionaba sobre la marcha feminista “ahorita no”, cometió actos de comunicación garrafales, tratando de criminalizar a la madre de Fátima, publicando una tarjeta informativa del DIF que buscaba desviar la atención de su propia actuación, generando molestia y más indignación, dando informaciones contradictorias y completamente fuera de lugar sobre los padres de la niña.
En escasos cuatro días, pudimos ver el verdadero rostro del Gobierno, tanto local como federal. La cadena de cosas que ha ocurrido no hace sino evidenciar asuntos muy graves para las mujeres que pueden resumirse en una: estamos indefensas, el Estado es nuestro enemigo. El Estado nos dejará, de niñas, en la calle indefensas, sacándonos de la escuela; si nos secuestran, la Policía no hará nada para encontrarnos; si nos asesinan, la Fiscalía culpabilizará a nuestras madres buscando evidenciarlas, mientras los gobernantes dirán “ahorita no” o “el problema del feminicidio es producto del neoliberalismo, la falta de amor y cariño”, e intentarán cambiar el tema. Si acaso hay fotos de nuestro cadáver humillado, el Estado las filtrará a la prensa misógina y amarillista que a su vez, dirá que nos mataron “por amor”. Si acaso se nos ocurre protestar y salir a la calle llenas de rabia e indignación, lo que nos espera es una cantidad enorme de policías que evitarán que rayemos sus paredes, sus monumentos, con nuestra rabia y nuestras palabras heridas, nos encapsularán, nos rociarán con extintores y con gas lacrimógeno. Todo para que no alcemos la voz, escribamos sobre las piedras lo que no quieren escuchar, les ofende. Esa es nuestra terrible realidad, y esa es la explicación de por qué las mujeres están en las calles y por qué estarán más que nunca, rayándoles sus paredes al poder, al Estado. No tenemos otra opción más que gritar, salir a gritar a la calle que no aceptamos ya que maten a ninguna más, con la complicidad de todos. Esa es la explicación de por qué encontramos tan ofensivas las explicaciones del Presidente cuando quiere adoctrinar a los “malos” y dice que, en unos años, “se requiere tiempo”, el amor llegará a las familias mexicanas y dejarán de matarnos.
Y es que aquí vale la pena repetirlo: nos están matando. Tal vez, el lenguaje ya se diluyó lo suficiente para transmitir con eficacia la barbarie: por eso hay que repetirlo, una y otra vez, escribirlo en todos los muros y monumentos: nos están matando. Están matando a niñas de 7 años, a mujeres de 20, a mujeres de 30, a mujeres de todas las edades. Las están tirando en bolsas de basura, en canales, en baldíos, en el desagüe, desapareciéndolas. Cada semana, somos advertidas de lo que vale nuestra vida, de que en México cualquiera puede
matar a una mujer porque no pasa nada. Ya las autoridades harán un escándalo, simularán que les indigna, echarán a andar el mismo discurso de siempre, pero no harán nada, absolutamente nada, para cambiar las condiciones que permiten que nos asesinen: volverá a suceder una y otra y otra vez, porque no hay políticas efectivas, porque en los ministerios públicos no les dan importancia a nuestras denuncias de maltrato, desaparición, amenazas, violación, porque nadie los investigará o lo hará deficientemente, porque nos atacan en el espacio público, en la calle, los parques, el transporte, en los taxis, en los espacios privados y no hacen nada para evitarlo: sigue pasando. Los jueces seguirán diciendo “no fue violación porque no hubo penetración, salvo con los dedos”, liberando a los asesinos; los legisladores, demagógicamente, aumentarán las penas, como si eso produjera que un policía, un ministerio público, hiciera su trabajo.
Y sí, mientras no atiendan el problema desde todos los ángulos a través de políticas públicas prioritarias, seguirá pasando. Mientras sigan diciendo “ahorita no”, mientras el gobierno de Andrés Manuel López Obrador siga desprotegiendo a las mujeres como ha hecho desde que llegó al poder, dejándolas sin estancias infantiles, sin refugios, reduciendo el presupuesto para los programas de género, seguirá ocurriendo.
Parece una burla, y tal vez lo es, que el Gobierno pretenda combatir los feminicidios con una “constitución moral”. Una burla humillante que lo único que ha hecho es revelar que nuestros gobernantes no tienen ninguna empatía real con víctimas, pero peor aún, están convencidos de que no tienen ninguna responsabilidad en estos crímenes. Bueno, pues eso venimos a decirles cuando escribimos “feminicidas” en El Ángel, en las puertas y muros de Palacio Nacional: sí son responsables, el Estado es responsable. Es responsable de que una niña de 7 años pueda asistir a una escuela pública sin que a la salida la abandonen en la calle, es responsable de que haya delincuentes que matan a niñas y mujeres impunemente, es responsable de no buscarla con eficacia priorizando su vida desde el primer minuto, es responsable de que una niña pueda ir a la escuela sin que la maten porque a su madre se le hizo tarde para recogerla: es responsable.
Claudia Sheinbaum, así le incomode el tema y no tenga ni un gramo de empatía, es responsable. López Obrador, la cabeza del País, es responsable de atender el problema con políticas prioritarias y no con prédicas; y la primera y apremiante responsabilidad de las mujeres, señores y señoras gobernantes, es decírselos. Es gritárselos hasta que lo escuchen, es escribírselos en piedras y monumentos, si es preciso, hasta que lo entiendan. Es poner el cuerpo y la voz por las que ya no pueden hacerlo, por Fátima Cecilia, por Ingrid, por Valeria, por todas aquellas que fueron asesinadas o están muy débiles. Es exigirle justicia al Estado para ellas, para todas; es llorarlas con rabia y con dolor, pero también con esperanza y entereza.
Las mujeres han cumplido, con dignidad y valor, señora Sheinbaum, señor López Obrador, es hora de que ustedes cumplan: ni una más.
RODRÍGUEZ
Motores de R O D O L F O D Í A Z FONSECA @rodolfodiazf rfonseca@noroeste.com ETHOS
ejemplaridad L os jóvenes siempre buscan modelos de vida y de conducta. Ansían encontrar trazos y pautas a seguir, ejemplos inspiradores que los motiven al seguimiento e imitación. Lo lamentable es que no siempre hallan los mejores ejemplos. La insaciable sed de auténticos ídolos la mitigan en charcos ponzoñosos y malolientes. Su falta de suculentos platillos la sacian con las sobras que caen de improvisadas mesas. Si no existen posters y retratos de míticos héroes, cualquier dibujo barato servirá como sustituto para emular sus ilícitas acciones, como apuntó Jorge Yarce en su libro Valor para vivir los valores: “La crisis de valores en la sociedad actual puede mirarse bajo el prisma de la falta de héroes, es decir, de personas que encarnen valores y a quienes valga la pena imitar. Hay demasiada mediocridad y conformismo, demasiada aspiración al éxito económico y al disfrute del poder como metas supremas de la vida”. Por desgracia, agregó, en el seno familiar escasean los modelos ejemplares, de ahí que los jóvenes se vean impelidos a buscar paliativos con los cuales tapar los hoyos de su ansiedad: “Muchos eligen el modelo equivocado. Como no hay padres “modelos”, o escasean, los hijos a veces escogen al deportista famoso que es un modelo en la práctica de un deporte pero que, a veces, en su vida personal es poco ejemplarizante. Es un ídolo de barro cuya fragilidad no le permite a quien lo admira forjar una construcción seria de valores. Ese tipo de “héroes” son héroes para admirar, no para imitar. Los medios de comunicación se han encargadode fabricar montones de estos “héroes”. Yarce subrayó: “Por esto, los padres, los maestros y los jefes, cuando encarnan los valores que quieren promover, pueden convertirse en “motores de ejemplaridad”. ¿Vivo los valores? ¿Soy motor de ejemplaridad?
OBSERVATORIO ALEJANDRO SICAIROS alexsicairos@hotmail.com
Niños en las fauces de la bestia del crimen
Redes ciudadanas, el blindaje a la infancia
Por fortuna, Kevin Ramsés, de 12 años de edad, fue encontrado ileso en Mazatlán y compete a la Fiscalía General del Estado determinar las circunstancias en las que fue privado de la libertad en la Colonia Juárez y localizado horas después en el sector Pradera Dorada, sin embargo, el caso refuerza la percepción pública de que la integridad física y moral de los menores de edad está en vilo, colgando del hilo providencial que los pone o los quita en manos criminales que dan cuenta a nivel nacional de la brutalidad aplicada al vulnerable sector infantil.
Tratándose de un resultado que nos anima, el reto a superar es que todos los casos terminen con las víctimas sanas y a salvo. A partir de aceptar que existe la delincuencia inhumana en extremo, aquella que toca a los que nunca debiera afectar, como sinaloenses debemos prepararnos para la defensa férrea de los niños y la exigencia de que las autoridades y la justicia nunca fallen al cuidarlos a ellos. Es real el contexto de violencia generalizada donde la barbarie se camufla con sus mil fauces, pero procede a configurarse en medio del cotidiano salvajismo una tendencia a afectar a menores de edad con los diferentes modos de delincuencia. Simultáneamente, el aparato de seguridad pública y los sistemas de investigación y justicia dan muestras de que no están preparados y carecen de capacidad técnica y operativa para hacerle frente a la situación.
Siendo más duros en el planteamiento, ni siquiera tienen la voluntad política para entrarle a circunstancias donde está de por medio la vida de los niños. El caso de la pequeña Fátima, por ejemplo, puso a temblar a todo México por las características del crimen y la interrogante de por qué tenía que pagar ella por la descomposición del sistema de protección a la niñez, hedor viejo que hoy la indignación generalizada lo convierte en más nauseabundo.
Es a la vez la más reciente evidencia de que el Estado mexicano carece de capacidad de respuesta ante ataques a la infancia. La misma reacción del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que se esconde detrás de la excusa trillada de culpar “a la crisis y la pérdida de valores que provocó el modelo neoliberal”, deja mucho que desear respecto a la expectativa pública de que sea él quien cumpla el mandato constitucional de hacer valer el estado de derecho. En la atmósfera local, Kevin Ramsés, según la primera versión oficial que se difundió el martes por la mañana, fue privado de la libertad a las 8:00 horas cuando se dirigía a su escuela. En una parada de camiones de la Colonia Juárez fue interceptado por sujetos que se transportaban en una camioneta y se lo llevaron sin saberse a dónde.
Lo importante de este caso es que de inmediato se movilizó la Policía de Mazatlán y la solidaridad de los mazatlecos tendió un cerco cívico que orilló a quienes lo secuestraron a sentirse perseguidos con el buen desenlace que ya se conoce: al niño se le encontró deambulando junto a una menor de edad en el sector Pradera Dorada. A reserva de los datos que aporte la carpeta de investigación, aquí estamos hablando de un final que trae consigo una gran moraleja y oportunidad.
La participación ciudadana resulta crucial en la búsqueda de desenlaces donde siempre salgan incólumes los niños que se vean afectados en eventos de desapariciones o privación ilegal de la libertad. Cuando la gente asume la responsabilidad de salvaguardar a las víctimas de la violencia se activa un mecanismo poderoso que nada ni nadie será capaz de detener. Las instituciones abandonan las desidias, la delincuencia se siente perseguida y las posibilidades de rescatar a los afectados se multiplican.
El protocolo Alba, implementado recientemente en Sinaloa con enfoque de seguridad para las mujeres, o la alerta Amber cuyo propósito es involucrar a la población en el rastreo de personas desaparecidas, han demostrado cómo la eficacia resulta mayor si la ciudadanía colabora al acuerparse como ejército de apoyo a los que están en peligro.
Tampoco se trata de suplantar a la fuerza pública ni a la procuración e impartición de justicia en las funciones que les corresponden. La contribución cívica ha funcionado y lo más seguro es que gracias a ésta han regresado con sus familias muchas personas que han sufrido la desaparición forzada y que viven para contarla como efecto de que Sinaloa las ha buscado codo a codo.
Por Fátima, que el Gobierno no la supo defender, o por Kevin Ramsés, quien libró la vertiente de peligro, de hoy en adelante hagamos posible la articulación entre gobierno, sociedad, policía investigadora, fiscalías y juzgados, para defender a nuestros niños. Que a ellos nos lo toque la salvaje delincuencia alimentada con impunidad.
Reverso Mira, Sinaloa, esos guiños, De la brutalidad habitual, Es el crimen que a nuestros niños, Acecha como ave del mal.
Ley aplicada, ley viva
Cada vez que se agudiza la incidencia sobre determinado delito, los Congresos federal y estatales proceden a aumentar la pena corporal para quienes los cometan. Esto no contribuye a inhibir la comisión de ilícitos porque los delincuentes pocas veces son ubicados y detenidos, es raro que sean llevados a los tribunales y cuando ello sucede se atraviesan tráficos de influencias para proveerles impunidad. Siguen en las calles, sin pisar las prisiones. Entonces, decidir por más años de cárcel para hechos de feminicidio, o casos de ataques a niños, no es la solución. Lo que funcionaría es que la ley, así como está, alcance a quien la violente, sea quien sea.