4A OPINIÓN
Jueves 28 de mayo de 2020. Culiacán, Sinaloa
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El cubrebocas de López Gatell A D EL A N AVA R R O B EL LO SinEmbargo.MX
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auspiciada por el Presidente de la República, se dijo oficialmente que no era necesario. En México la alerta del Gobierno de no utilizar un aditamento para cubrir nariz y boca se arraigó, a pesar que en privado los médicos recomendaban usar un cubrebocas, aparte de lavarse las manos constantemente, y mantenerse aislados en la medida de los posible, porque en México tampoco se decretó un aislamiento total. Se recomendó eso sí, la sana distancia en actividades públicas o lugares de concurrencia comunitaria. Efectivamente, durante los primeros 67 días de la Jornada de Sana Distancia y aislamiento, López Gatell y otra parte del Gobierno aseguraban que los cubrebocas solo debían ser utilizados por los enfermos, y por supuesto por el personal médico. El Presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que él no lo utilizaba porque López-Gatell no se lo había recomendado. Es de esperar que ahora que el Subsecretario de Salud decidió utilizar la protección facial, también lo hará el Presidente, especialmente porque ya prepara -en cuanto inicie la “nueva normalidad” el 1 de junio, cuando de manera paulatina se irán retomando las actividades
asi 70 días después, más de 8 mil defunciones y alrededor de 75 mil positivos a Covid-19 en México, el Subsecretario de Salud del Gobierno de la República, Hugo López-Gatell, se puso un cubrebocas. Solo por un tiempo menor y para unas fotos, porque después de haber sido liberada esa imagen, llegó a su conferencia diaria en Palacio Nacional, ya no lo portaba. Lo traía sí, en un bolsillo interno de su saco. Previo a esa hazaña que ocurrió el lunes 25 de mayo, de manera empecinada, el Subsecretario en el que, al menos públicamente, el Presidente Andrés Manuel López Obrador fijó sus esperanzas (palabra que le atrae en demasía al Mandatario nacional), reiteró que no era necesario el uso del cubrebocas para que los ciudadanos mexicanos se protegieran de contagios de COVID-19. Contrario a normas internacionales en otros países, en los cuáles desde un inicio de la pandemia decretada por la Organización Mundial de la Salud se determinó el obligatorio uso del cubrebocas para mitigar la dispersión del contagio del nuevo coronavirus, en México con un sistema de salud muy limitado y una movilidad social incluso
EDITORIAL
laborales, públicas, académicas y sociales- una gira que emprenderá por seis estados de la República en una semana. Es justo decir que no por no utilizar el cubrebocas el virus se dispersó en México con la rapidez y en la cantidad que lo ha hecho hasta el día de hoy que el país llegó al primer lugar de letalidad del virus en América Latina, hay otros elementos como lavarse constantemente las manos, guardar la sana distancia y mantenerse aislado, pero también es correcto decir que de haber el Gobierno tomado esa recomendación internacional como propia, en México, como ahora sucede en el mundo, la cultura del cubrebocas estaría arraigada, pero la necedad del Gobierno mexicano pesó más que la emergencia sanitaria y la contención, al desechar una de las medidas para evitar la propagación del virus. En países como España, Italia, incluso en los Estados Unidos y con mayor medida en países de Asia como Corea del Sur, los gobiernos se dieron a la tarea de fabricar cubrebocas para repartirlos entre los ciudadanos. Hay casos donde las máquinas expendedoras de protectores faciales son la nueva normalidad.
Pero no fue el caso de México. Aunque de hecho, antes del 25 de mayo, cuando el Subsecretario utilizó por primera vez de forma pública un cubrebocas, el Gobierno ya había establecido la utilización del mismo. En los “lineamientos técnicos de seguridad sanitaria en el entorno laboral”, un documento de 30 hojas publicado en el Diario Oficial de la Federación el 14 de mayo de 2020, se especifica que, para regresar a labores, las empresas deberán determinar el uso obligatorio de cubrebocas en todo momento de la jornada laboral. En el apartado B3 “medidas de prevención de contagios en la empresa”, se especifica y van más allá al señalar que las empresas deben proveer a sus trabajadores, aparte de dispensadores a base de alcohol al 70 por ciento para la limpieza de manos de los empleados, “productos sanitarios y de equipo de protección personal a las y las (sic) personas trabajadores, incluyendo cubrebocas, lentes protectores y/o caretas”. El mismo Gobierno que instó a no utilizar un cubrebocas ahora lo hará obligatorio en las áreas de trabajo. De hecho recomiendan en el documento oficial a las empresas, entregar a sus trabajadores, “cubrebocas (3) de preferencia que sea lavable a fin de ser empáticos con el medio ambiente (capacitar sobre su limpieza y reemplazo)”, así como “protector facial o goggles o lentes de seguridad con protección lateral, superior e
CIZAÑAS DE CECEÑA
La polémica de las pruebas
La neta desafinada del Neto Coppel
BUHEDERA gfarber1948@gmail.com www.farberismos.com.mx/web
G U I L L E R M O FÁ R B E R
Sarcasmos Hombres sin honor
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Con el tiempo y un ganchito
Otros
l Gobierno federal mexicano decidió no realizar pruebas de Covid-19 de manera masiva a la población, argumentando que no es una medida que pueda resolver nada. Sin embargo, todos los países que han conseguido aplanar la curva lo han hecho de esa manera: realizando la mayor cantidad de pruebas posibles, detectando a las personas contagiadas y manteniéndolas en aislamiento hasta que dan negativo en las pruebas. Ayer, senadores panistas protestaron por lo que consideran una decisión equivocada de las autoridades y se pusieron unos tapabocas donde se podía leer la palabra: pruebas. El Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, salió al aire para asegurar que aplicar pruebas a toda la población es “un desperdicio de tiempo, de esfuerzo y de recursos”. Y en la respuesta está el truco, porque es cierto que no se pueden aplicar pruebas a toda la población en un país con 126 millones de habitantes, pero nadie le está pidiendo eso. Ningún país con una población tan grande está haciendo pruebas a toda su población, lo están haciendo a las personas que tienen algún síntoma que son sospechosos de haber estado en contacto con alguna persona contagiada. El problema es que en México las pruebas están destinadas para personas con síntomas muy fuertes, ya prácticamente en estado de hospitalización, es más muchas de las personas que dan positivo en las pruebas ya ni siquiera están vivas a la hora en que se obtienen los resultados. La cruda realidad es que el Gobierno federal mantiene el control de las pruebas y ni siquiera permite a los estados que realice pruebas a su arbitrio. Usted se preguntará si detrás de esta decisión ¿hay razones políticas, económicas o de alguna otra índole? Son todas al mismo tiempo o es simplemente cerrazón, pero la estrategia de México ha sido la de encerrarse y cerrar los ojos.
erardo de la Concha abunda sobre Richard Wagner, a quien califiqué de “hombre sin honor” porque nunca pagaba sus deudas: “Ah, Wagner es musicalmente grandioso. Pero creo que eso que comentas era parte consustancial de la bohemia artística y política que cocinó todas las revoluciones en todos los órdenes de la vida europea. Bakunin, el gran anarquista -compañero de Wagner en la insurrección de Dresde- era un tremendo sablista y mitómano. Su contraparte Marx no cantaba mal las rancheras, hasta que se volvió -y relativamente- el mantenido de Engels. Al no estar muy conformados los mercados y desaparecidos prácticamente los mecenazgos de los nobles, los artistas de distintos géneros tendían a ser unos miserables, sablistas, estafadores, morosos, vividores, además de viciosos, soñadores, mitómanos, aprovechados, ociosos. De Baudelaire a Wilde, los escritores famosos eran unos manirrotos y si podían dejaban de pagar incluso las cuentas de los restaurantes. El genial Dostoyevski vivió endeudado toda su vida y tenía que huir de los acreedores, salvo un respiro casi al final. Tolstoi y Turgueniev no sufrieron de carencias sólo por su origen, pero uno despilfarró su fortuna en sus ensoñaciones místicas y el otro era un avaro. Y en ese medio emergieron los revolucionarios, e incluso la profesionalización creada por los bolcheviques era también relativa. A Lenin lo mantuvo su mamá hasta la edad en que ya era un labregón. Stalin apartaba para su manutención dinero de los asaltos bancarios que organizaba eficazmente y que fueron el motivo de su ascenso en el Partido Bolchevique. Hitler era un vagabundo y sólo el estallido de la Primera Guerra Mundial lo salvó de buscar comida en los basureros, sobre todo después de que se murió su mamá. De los grandes revolucionarios de la época quizás sólo Mussolini se salvaba de esas vergüenzas, pero por obra de su esposa Donna Rachel, que hacía milagros con el poco dinero que se agenciaba el Duce -ya le decían así desde sus primeros tiempos-. Aunque no menospreciaba la ayuda de sus admiradoras -generalmente sus amantes-. Así que, de acuerdo a los parámetros que comentas, la mayor parte de las grandes figuras de los tiempos de Wagner y posteriores, eran malas personas por sablistas y vividores”.
J O R G E G . C A S TA Ñ E DA @JorgeGCastaneda
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s evidente que en México, como en casi todos los países afectados por la pandemia, reina una gran confusión en la sociedad sobre lo que ocurre. La información es a la vez abundante -algunos dirían excesiva- poco confiable y contradictoria. Hay países donde los liderazgos han salido bien parados, gracias a buenos resultados, y otros, donde la reprobación de la opinión pública es severa, y no necesariamente justificada a la luz de los acontecimientos. Los casos extremos: Bolsonaro en Brasil ha tenido un desempeño político, sanitario y económico absolutamente desastroso, pero conserva el apoyo incondicional de un tercio del electorado. Macron, en Francia, va mal en las encuestas, a pesar de resultados nada despreciables. La constante es la confusión. Un dato de Estados Unidos, publicado en Reforma el martes, ilustra el fenómeno. Ocho de cada 10 de los 100 mil fallecimientos ocurridos en ese país se produjeron entre personas de más de 65 años. Estadísticamente hablando, los decesos en los demás cohortes de la población no existen. Pero no hay un apoyo político o social en Estados Unidos para una política odiosa, pero mucho más racional, de confinamiento de los adultos mayores (tengo 67 años). El país se hubiera podido ahorrar la
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peor contracción económica desde los años 30 de haber previsto esta distribución de las muertes por el coronavirus. En México, la situación es semejante. Me remito a una encuesta entre los habitantes de la Ciudad de México levantada por Reforma. Las respuestas son un ejemplo o lujo de confusión y contradicción. A la pregunta de si debe seguir el confinamiento, o ha llegado el momento de reanudar actividades, por más de dos a uno, los capitalinos responden que lo primero. Pero al mismo tiempo, 67 por ciento dice que ha aumentado la violencia contra las mujeres, que 56 por ciento de la gente ha empezado a salir, 61 por ciento afirma que es común ver a la gente en la calle sin tapabocas, y sobre todo, 41 por ciento confiesa que ha dejado de percibir ingresos. En otras palabras, los habitantes de la capital prefieren mantener la cuarentena, pero reconocen sus consecuencias nefastas, así como el incumplimiento de sus normas. Lo peor es la cercanía de la enfermedad. Más de un tercio de la población encuestada declara “saber” de alguien que murió por coronavirus. Si nos atenemos a la cifra de los 8.5 millones de habitantes de la ciudad, eso significa que casi 3 millones de oriundos de la Ciudad de México “saben” de un muerto. Uno de cada cinco dicen “saber” de un vecino, es
inferior de ojos”. Entre otras medidas, en el documento recuerdan las ya informadas, contar con mecanismos de detección de contagio, termómetros para medir la temperatura, áreas de aislamiento determinadas, lavarse las manos con agua y jabón o alcohol, cubrirse la nariz al estornudar o toser, no escupir, no tocarse la cara con manos sucias, limpiar y desinfectar lugares cerrados y de uso común, mantener la sana distancia. Alternar en las empresas los horarios de comidas para evitar hacinamiento, de utilización de baños y actividades comunes, así como la adquisición de más camiones de transporte (para las empresas que los tengan), para evitar las aglomeraciones en espacios cerrados. Un mes a ntes de lo que la mayoría de los países con altos niveles de contagio empezaron a permitir la movilidad social y laboral, México iniciará el 1 de junio “la nueva normalidad”, con protocolos de seguridad sanitaria para proteger la salud y evitar la dispersión del virus COVID-19, en lo que el Gobierno de la República ha llamado una “reapertura ordenada, gradual y cauta con la finalidad de continuar en el cuidado de la salud de las personas”, cuya etapa de preparación inició el 18 de mayo y concluirá el 31 del mismo mes, aunque Gatell y su cubrebocas se hayan estrenado hasta el 25 de mayo para predicar con el ejemplo, aunque sea de manera temporal.
decir 1.8 millones; 13 por ciento “saben” de un amigo, y 8 por ciento de un familiar que murió. O sea, 800 mil capitalinos “saben” de un familiar que falleció; “saber” de una familiar es conocerlo. Con las cifras más elevadas de todas las estimaciones (10 mil), el dato es totalmente inverosímil, aunque el término “saber” se presta a todo tipo de interpretaciones. Por último -y lo más revelador del pensamiento mágico- por casi dos a uno, la población del ex-DF cree que la decisión de posponer la abertura gradual de actividades del 1 de junio al 15 del mismo mes es correcta. ¿Por qué? No existe ni remotamente alguna razón. Quince días más o menos no van a cambiar nada. Es como la gente que dice “nos vemos cuando esto pase”. ¿Qué significa “cuando esto pase”? ¿Qué va a pasar? Salvo una vacuna, que tardará algunos meses, no existe ningún elemento que modifique la situación entre el 1 de junio y el 15. Existen razones logísticas de los hospitales que podrían justificar una postergación. Pero hasta donde entiendo, los capitalinos no somos funcionarios del IMSS. Todo esto equivale a pensar que, siguiendo a Leo Zuckerman con su invocación de Pepe el Toro, con el tiempo y un ganchito, las cosas se arreglan. Solo en la imaginación de Pedro Infante... y de decenas de millones de mexicanos.
Fernando Amerlinck: “Mozart fue un hipergenio a las órdenes del príncipe arzobispo de Salzburgo, Colloredo. Tampoco ese grandioso genio estaba libre de las miserias humanas de la gente que necesita comer todos los días cuando lo que quería era hacer obras de arte. Tuvo suerte Bach, contratado por la santa madre iglesia. Y muchísima suerte el hipergrandioso Händel, contratado por la corte inglesa. Wagner, en el principio de su carrera fue un deudor contumaz como todos los de su generación y oficio pero en su madurez tuvo el patrocinio del rey Ludwig de Baviera, que ha pasado a la historia por sus maravillosas locuras y castillos y también porque financió a Wagner y le construyó un teatro que resultó buen negocio pero no para sus acreedores. Y Wagner no fue un hombre agradecido, ninguna perita en dulce ni humanamente admirable. Le fascinaban los lujos y el dinero. Pero traicionó a amigos y traicionó a mujeres. Lo único que nunca traicionó fue la música. Nietzsche se sintió traicionado por Wagner pero no tanto por la conducta de Wagner sino porque como anticristiano le pareció insoportable una ópera como Parsifal; ya había detestado Tannhäuser y su tema de salvación por el amor (recurrente en Wagner). Wagner sin duda era un bipolar completo. Moralmente al menos. Como músico es uno de los para mí grandiosos: Wagner, Beethoven, Händel, Mozart, Bach. El que de plano no tiene nombre es Marx, que tanto se quejaba de la explotación al proletariado que a la única empleada que tuvo no le pagó nunca. En vez de explotarla con eso de la plusvalía, mejor de plano no le pagó”.
Oooooommmmmm Recuerda meditar cuanto puedas, cuando puedas. Excelente introducción a la meditación, y cómo entrar en paz y relajación: http://www.todo-mail. com/content.aspx?emailid=2581
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