La Nigüa, Núm. 2

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dIÉGESIS —Que eres la única persona con la que me nace ser pasiva, es decir, antes sí me gustaba pero nunca fue mi hit, siempre me gustó más la onda activa, pero contigo… es raro, no sé cómo explicarlo, es que… es como si la pasividad fuera la onda, ¿sabes cómo?… ¡Chale, no me hagas caso ya estoy pacheca! Se acercó hacia la cama en puros calzones y con una erección plástica, se colocó entre los pies de Mariana, la tomó de las piernas y la jaló hacia ella, Mariana se sostuvo de su cuello y se amoldó a su cuerpo. Lentamente Óscar fue introduciéndose entre las piernas que se escurrían de un lubricante cálido e inodoro. Romina se internó lo más profundo que pudo, al grado realizar un perfecto embrocamiento de su cuerpo. Sus sentidos comenzaron alterarse dando inicio a un delirio candente deseando un sexo desenfrenado y salvaje, fue como si algún ente extraño se hubiera apoderado de ella, un ente monstruoso, gigantesco, malévolo y lujurioso. Comenzó una lucha de poder, el sometimiento contra la resistencia, quería derrocar a Mariana, tragársela, reventar su cuerpo, doblegar su firme convicción de aguantar el embate hasta las últimas consecuencias. Se escuchaba una voz a lo lejos que decía “And now I knowwho’s in control, and now I knowwho’s in control…”, mientras la transgresión del cuerpo se efectuaba. La quijada de Romina estaba trabada, su rostro enrojecido, líneas de sudor se marcaban en su pecho, la mirada estaba perdida en algún lugar de su mente en donde su identidad había sido perturbada. Mariana estaba a punto de eyacular, intentaba contener su orgasmo para no ceder, quería resistir un poco más. Romina comenzó a morder su cara desesperadamente mientras balbuceaba frases entrecortadas, los ojos de Mariana delataron un “Me rindo, ya no puedo más, me vengo”, cuando la nariz de Romina comenzó a sangrar mientras su cuerpo se movía estrepitosamente. Una mácula roja recorrió su boca y mentón hasta gotear sobre las tetas de Mariana provocando en ella un geiser cálido. Romina suelta un grito seco y estruja el lánguido cuerpo de su acompañante mientras sus piernas se convulsionaban por el estallido neuronal de un orgasmo. Los ojos de Mariana quedaron abiertos y fijos en un punto imaginario, su boca entreabierta, su mente en blanco, en lo que el cuerpo de Romina encogía lentamente volviendo a su tamaño original, se fue acercando discretamente a su mujer que permanecía enmudecida, se acomodó a un costado de ella abrazando su torso y envolviéndose con sus largos brazos. Mariana se preparó para recibirla y volviendo a enredar sus extremidades como si fuesen un par de hiedras, se acomodaron para descansar. Mariana cerro los ojos, y en su pachequez, podía mirar como en una película que se proyectaba por dentro de sus párpados una toma cenital en donde se encontraban ambos cuerpos entrelazados, ella seguía con la mirada perdida en el techo, con el cuerpo pálido de tan cansado y la boca blanca y seca, mientras Romina hacía dibujos con la sangre de su pecho.

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la nigua n°

2 abril 2012


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