La Nigüa, Núm. 2

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dIÉGESIS a la casa se percató que Romina ya estaba terminando de acomodar los trastes recién lavados. Ahora fue ella la que se aventó a la cama a mirar la televisión mientras Romina terminaba los quehaceres. —¿Vas a fumar otra vez? —Sí, quiero ver una película. —Yo ya terminé. —¡Yey! Qué bueno, la verdad me declaro incompetente en ese tipo de menesteres. Se acomodó Romina a un costado de Mariana, le tomó la mano y la puso sobre aquel bulto entre las piernas. Mariana le sonrío, tenía el rocket en una mano y la otra sobre Óscar, pero volteó a seguir mirando el monitor. De pronto, Romina comenzó a robar su atención con caricias y besos por todo el cuerpo y frases sugestivas cerca del oído. Mariana comenzó a extasiarse con aquella estimulación de sentidos, la mota había logrado hacerla sentir de manera intercalada cada una de las reacciones que le provocaban en el cuerpo, comenzó a disfrutar ese calor que emergía de entres sus piernas. Romina se deleitaba observando las expresiones de aquella mujer envuelta en sensaciones, se levantó rápidamente para colocar una película porno en la televisión. Apareció Sean Cody desvistiendo a un hombre joven y varonil para hacerle sexo oral. Las dos se detuvieron a mirar la película, pero en menos de cinco minutos volvieron a su asunto. Romina se dio a la tarea de llevar al extremo de la calentura a su novia con frases vulgares, Mariana respondía a cada comentario de la misma manera, los cuerpos comenzaron a segregar sudor, se sentía la temperatura elevarse en cada rincón del cuarto. Romina buscó en el cajón del buró un paquete de condones, Mariana se lo quitó con la boca y la jaló hacia ella. Se enredaban sus cuerpos como si fuesen un par de serpientes; Mariana comenzó a bajarle el pants a Romina, abrió el paquete con los dientes escupiendo un trozo de plástico que le había quedado entre los labios y lo fue colocando lentamente. Romina le pasó nuevamente el rocket a Mariana mientras le decía “Fuma y dame un shotgun”. Mariana aspiró lo más que pudo aquella combustión y exhaló en la boca de su mujer todo el humo grisáceo que salía de sus pulmones. Romina cogió el control remoto de la T.V., puso la película en mute y conectó la computadora al estéreo para escuchar música en lo que Mariana se perdía mirando el techo sonriendo. —¿Qué te da risa? —Que hoy me vas a poner un cogidón. —Así es, mi vida, estás en lo cierto. —Ja, ja, ja. Lo sé. ¿Sabes qué se me hace súper chistoso? —dijo mientras se cubría la cara con las manos. —¿Qué?

la nigua n°

2 abril 2012

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