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TIEMPOS hubo en los que los libros m237sticos eran considerados frecuentemente como escritos de segunda clase por los te243logos, como libros 250tiles m225s bien para la edificaci243n personal de la piedad que para ayuda en la especulaci243n teol243gica. Todos admit237an en abstracto como noci243n v225lida la de revelaciones privadas, cuando Roma las acepta pero en concreto, la actitud general era la de un mal disimulado menosprecio.Pero ahora tenemos en el firmamento eclesi225stico a dos nuevas luminarias que veneramos no solamente como a santas, que eso ya era de antes, sino tambi233n como Doctoras de la Iglesia. A Santa Teresa de Avila y a Santa Catalina de Siena podemos leerlas con la misma actitud espiritual y mental con que leemos a San Agust237n. Ninguna de las dos fue universitaria, ni supo lo que supo por el camino de la cultura. Una y otra pudieron decir lo que San Pablo: que su Evangelio, lo recibi243, no de mano de hombres, sino por revelaci243n de Jesucristo. (Gal 1, 12). Este Doctorado de dos m237sticas eminentes nos permite entender mejor lo que el Vaticano II quer237a decir, cuando en el n250mero ocho de su Constituci243n Dei Verbum dijo que la Iglesia 'No se limita a predicar lo que oy243 desde el principio, sino que predica tambi233n lo que Ella misma es, lo que llega a conocer por el estudio y la contemplaci243n de los cristianos, por su experiencia vital. La autoridad de los Doctores de la Iglesia no es otra, en el fondo, que la autoridad de la Iglesia que los declara tales. Las experiencias de los m237sticos son experiencias de la Iglesia misma, que no las tiene, ciertamente como experiencia colectiva, pero s237 como experiencia vital. Por los escritos de los m237sticos habla la Iglesia como de cosa suya. A Santa Teresa la salud225bamos ya desde antiguo con el nombre de Doctora M237stica, pero no hab237a en ello nada, fuera de la opini243n particular de muchos sobre la significaci243n de sus escritos. Ahora habla la Iglesia misma, cuando le confiere, juntamente con su par de Siena, el t237tulo de Doctora de la Iglesia, que es como decir, Maestra de los Te243logos y no solamente autora de libros de piedad. Entonces, una visi243n integral de la vida cristiana no se tiene sino cuando por la Teolog237a Dogm225tica se sabe lo que Dios dijo sobre lo que es la esencia de la vida cristiana, y se sabe tambi233n c243mo hace en concreto lo que prometi243 para santificar a sus hijos. Un te243logo buen conocedor de la Dogm225tica, pero insuficiente en M237stica y desconocedor de la Hagiograf237a, es, sin m225s, y sin restarle m233ritos, un te243logo a medias.