Y por encima de todo descollaba una figura horrible, que llegó a ser tan familiar como si fuera cosa corriente desde los primeros tiempos del mundo; la figura de la aguda hembra llamada La Guillotina. Era el tema popular de toda clase de bromas; era el mejor remedio para el dolor de cabeza … Era la Navaja nacional que afeitaba excelentemente, y el que besaba la Guillotina miraba a través del ventanillo y estornudaba dentro del cesto. Era el signo de la regeneración de la raza humana y substituía a la Cruz. Y muchos eran los que llevaban a guisa de dije modelitos de la Guillotina, en el mismo lugar en que antes llevaran la Cruz, a la que desdeñaban para creer en aquélla. Tantas eran las cabezas que cortaba, que tanto ella como la tierra que la sustentaba estaban llenas de sangre. Se desmontaba, como un rompecabezas de juguete para un joven Diablo, y se volvía a montar cuando la ocasión lo requería. Silenció a los elocuentes, abatió a los poderosos, abolió lo bello y lo bueno.