Los males que afligían entonces la cristiandad: a saber, la superstición, la incredulidad, la ignorancia, las vanas especulaciones y la corrupción de costumbres, frutos naturales del corazón humano, no eran nuevos en la tierra...Habían atacado, sobre todo en el Oriente, diversas religiones que habían tenido sus días de gloria. estas religiones enervadas habían sucumbido bajo el peso de estos males, y ninguna volvió a levantarse jamás. ¿Debe ahora el cristianismo experimentar la misma suerte? Estas fuerzas enemigas ... podrán afirmarse sin oposición sobre las ruinas de la Iglesia de Jesucristo? No: Hay en el cristianismo lo que habría en ninguna de las religiones de los pueblos. Puédense considerar en este caso dos leyes, por las cuales Dios gobierna en todo tiempo el mundo. En primer lugar, prepara lentamente y de lejos lo que quiere cumplir; suyos son los siglos para ejecutarlo. Cuando el tiempo ha llegado, efectúa las cosas más grandes por los medios más pequeños. El obra en la naturaleza y en la historia.