Juan Luis Posadas - La rebelión de Espartaco

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I t a l ia

Apeninos para cortarle el camino a Espartaco, dispuso a sus tropas en formación de doble acies: es decir, con las cohortes formadas de dos en dos, y no en triple fila como era lo habitual. Con ello, sin duda, pretendía cubrir más terreno. Sin embargo, esto hacía que las líneas romanas, estiradas, no tuvieran una resistencia en profundidad sufi­ ciente para aguantar las cargas de cincuenta mil rebeldes. Salustio dice que Léntulo defendía este paso elevado con grandes pérdidas, y que confundió a sus propios bagajes con las tropas de vanguardia, quizá de Gelio26. El caso es que, finalmente, Espartaco pudo superar al cónsul Léntulo, aunque sin derrotarle totalmente27. Según Plutarco, Espar­ taco derrotó a los lugartenientes de Léntulo: quizá se refiera a una de sus alas, y tomó su campamento, apoderándose del bagaje al que se refiere Salustio28. Retirado Léntulo con grandes pérdidas, pero no derrotado del todo, las fuentes no son unánimes sobre qué ocurrió después. Al pa­ recer, Espartaco se volvió contra Gelio y Arrio y los derrotó también parcialmente29. Hay que comprender que un ejército irregular como el de Espartaco, que quizá era superior en caballería al romano, no estaba en disposición de derrotar a un ejército legionario romano, que era muy superior en táctica y disciplina. Las armas de los rebeldes, muchas de ellas improvisadas, no podían con el muro de acero que presentaban al frente unas legiones bien adiestradas. Las lanzas y fle­ chazos de los romanos supondrían una sangría para las filas rebeldes. Sus estocadas entre el muro de escudos eran mortales para aquellos campesinos y esclavos liberados. Por eso, es comprensible que, aunque derrotados, los romanos pudieran retirarse en formación con parte de sus fuerzas intactas, y que los rebeldes no se atrevieran a perseguirlos. Después de esto, ya en el Lacio, cerca de Roma, los cónsules deci­ dieron unir sus tropas en un desesperado intento de frenar el ataque de Espartaco sobre la ciudad. No cabe duda de que el recuerdo de Aníbal (.Hannibal ad portas!, les decían a los niños romanos para asustarlos)

26Sal. Hist. 3.106. 27Liv. Per. 96.2. 28 Plut. Cras. 9.9. 25 Liv. Per. 96.3, App. B C 1.117.

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