Anónimo - Historia Augusta (Págs. 496-776)

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(Julio C ap ito lin o )

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D esp u és de la m uerte en Á frica de G o rd ian o el V iejo y de su h ijo, com o M axim in o , encolerizado, se ap roxim ase a la C iu d ad p ara vengar el hecho de que los G o rd ian o s hubieran sid o d eclarados A u ­ gu sto s \ el senado, m uy agitad o, corrió al tem plo de la C o n co rd ia 2, siete d ías antes de los idus de ju ­ lio — m ientras se celebraban los ju ego s en h on or de A p o lo — 3, b u scan d o un rem edio contra el fu ro r de un h om bre p erverso. A sí^pjtes, cuando d os varo- 2 nes consulares em inentes, M áxim o y B alb in o (aun­ que D e x ip o 4 y A rrian o 5 dicen que M áxim o y Balbino fu eron elegidos en con tra de M áxim ino des­ p u és de los G o rd ian o s, el n om bre de M áxim o es om itid o p o r m u ch o s h istoriad ores que ponen en su lu gar el a e P u p ie n o )6, con sid erad os am bos ilustres, uno p o r su b o n dad , otro p o r su valo r y firm eza, en­ traron en la C u ria m o stran d o en el sem blante su gran tem or ante la llegada de M axim in o, aunque el cón sul había p lan tead o o tro s p rob lem as, aquél que debía m anifestar su o p o n ió n en p rim er lugar, ha­ bló de este m o d o : « O s in quietan asuntos m enores 3

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Cf. Maximinos, 20,1 y Gordianos, 22, 1. Cf. Pértinax, n. 17. Tenían lugar entre el 6 y el 13 de julio. Cf. Maximinos, n. 57. Cf. Maximinos, n. 59. A esta confusión también se hace referencia en Maximinos, 33, 3.


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y debatim os en la C u ria cosas p ro p ias casi de vie­ jas en un m om en to crítico. ¿Q u é necesidad hay de 4 tratar sob re la reparación de lo s tem plos, sobre la ornam entación de un a basílica, sob re las term as de T ito 7, so b re la c o n stru c c ió n del A n fiteatro 8, cuando M axim ino, al q ue con m igo declarastéis ene­ m igo p ú blico 9, nos am enaza, cuan do lo s dos G o r ­ dianos, a quienes hab íam os encargado la defensa, están m uertos y en el m om en to presente no h ay ningún so co rro que n o s perm ita respirar con tran ­ quilidad? P o r tanto, p ad res con scrip tos, deliberad y n om brad em peradores. ¿Q u é o s d em o ra? N o d e ­ béis ser derrotado s m ientras cad a uno tem e p o r sí 2 m ism o y m uestra m iedo en lu gar de coraje». D e s­ p u és de estas p alabras, cuan d o to d o s estaban en si­ lencio, M áxim o, que era el de m ay o r edad y el m ás ilustre p o r sus m éritos, su v a lo r y su firm eza, c o ­ m enzó a expresar su op in ión , in dicando que debían ser elegidos d os prín cipes. E n ton ces V etío S ab i­ no 10, de la fam ilia de los U lp io s, tras solicitar del cónsu l que le fuese p erm itid o in terrum pir y hablar, inició así su d isc u rso : «S é, p ad res con scriptos, q ue 2 es conveniente m o strar firm eza en los m om en tos críticos para que nu estro s p ro y ec to s sean tom ad os con decisión y no con largos titubeos, y que debe­ m os abstenernos de tantas palabras y opiniones cuando el asunto es urgente. Q u e cada un o p ien se 3 en su p ro p io cuello, que se acuerde de su m ujer y de sus hijos, y de la fortu n a de su pad re y de sus an tepasad os; to d o ello está am enazado p o r M ax i­ m ino, hom bre colérico p o r naturaleza, cruel, inhu­ m ano y ciertam ente im placable ahora q u e la causa

7 Al sur del Esqulino y junto a las Termas de Trajano, con las que a veces han sido confundidas. 8 El Coliseo. Cf. Heliogábalo, n. 47. 9 Cf. Maximinos, 15,2. 10 Tras la ascensión al imperio de Máximo y Balbino, se le nombró prefecto de la Ciudad, cf. 4,4.


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le parece lo bastante ju sta. E l, en orden de batalla y tras d isp on er los cam pam en tos en lugares conve­ nientes se dirige a la C iu d a d ; v o so tro s, en cam bio, con vuestras deliberaciones pasáis el día aquí sen­ tados. N o es necesario un largo d iscu rso : ha de nom brarse un em perador, o m ejor, han de n o m ­ brarse d os prín cipes, uno que se ocupe de lo s asun ­ tos civiles y otro de los bélicos, uno que resida en la C iu d ad y otro que salga con el ejército al ens v o y a decir el nom con firm adlos, si os leños o tros m ejo res: M áxim o y B alb in o , de los cuales, uno en los asu n ­ tos m ilitares es tan grande que ha elevado el con o ci­ m iento de su linaje con el renom bre de su valor, y el otro es con o cid o hasta tal p u n to p o r su n o b leza que resulta necesario al E sta d o tanto p o r la delica­ d eza de sus costu m bres co m o p o r la in tegridad de vid a que ha m o strad o siem p re desde edad tem pra­ na en los estud ios y en las letras. T enéis un a op inión, pad res con scrip to s, q u izá m ás p elig ro sa p ara m í que p ara v o so tro s, p ero tam p o co o s resultará su ­ ficientem ente segu ra a v o so tro s si n o designáis em eradores a éstos o a o tr o s.» C u an d o term inó de ablar se aclam ó de m anera unán im e: «E s ju sto , es ecuánim e. T o d o s estam os de acuerdo con la o p i­ nión de Sabino. A u g u sto s M áxim o y B alb in o, que los dioses os guarden. L o s d io ses o s hicieron p rín ­ cipes, ¡q ué ellos o s p ro tejan ! D efen d ed al sen ado de los ladrones, os en com en d am os la guerra con tra los bandidos. Q u e M axim in o , enem igo p ú b lico , m uera con su h ijo ; ¡p ersegu id al enem igo p ú b lico ! Felices vo so tro s p o r la decisión del senado, feliz el E sta d o p o r vuestro gobiern o . D irig id con fortaleza lo que el senado o s ha en tregado ; recibid gustosa3 m ente lo que él o s ha en com en d ad o.» C o n éstas y o tras aclam acion es fu eron hechos em peradores M áxim o y B alb in o. E ntonces, salieron del sen ado y p rim ero subie-

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ron al C ap ito lio y oficiaro n sacrificio s; d espués, convocaron al p u eb lo ante las tribunas de los o ra ­ d ores. A llí, tras escuchar el d iscu rso sob re la o p i­ nión del senado y so b re su elección, el pueblo r o ­ m ano, en unión de algun os so ld ad o s que habían acudido p o r casu alid ad , gritó: «T o d o s n o so tro s s o ­ licitam os que G o rd ian o sea C é sa r.» E ste , nieto de G o rd ian o p o r parte del hijo q ue m urió en A frica, tenía entonces, según la m ay o ría han afirm ado, ca­ torce años n . Se Te b u scó apresuradam ente y p o r una nueva especie de decreto del senado, pues ese m ism o día se había p ro m u lg a d o y a o tro , fue tra s­ ladado con rap idez a la C u ria y proclam ado C é ­ sar u . 4 L a prim era p ro p u esta de los príncipes fue que los d os G o rd ian o s fueran d iv in izad os. A lg u n o s piensan que só lo uno, el V iejo , fue llevado entre los d io ses, p ero y o recuerdo haber leído en los lib ro s, que tan prolijam ente escribió Ju n io C o rd o , que am bos fu e ­ ron divinizados. P ues, el V iejo p u so fin a su v id a ahorcándose, m ientras el joven m urió en la guerra, lo que sin d u d a le hace digno de m ayor respeto, y a que m urió luchando. D esp u és de tal p rop u esta, se encom endó la prefectura de la C iu d ad a Sabino, h om bre sereno y acord e con las costu m bres de M áxim o, la pretorian a a Pinario V alente 13. Pero antes de hablar de sus actos es conveniente decir algunas cosas so b re sus costu m b res y su lin a­ je, n o com o Ju n io C o rd o , que in dagó to d o s los d e ­ talles porm en orizad am en te, sin o com o lo hicieron Suetonio T ran q u ilo o V alerio M arcelino ; aunque C urio Fortunaciano 14, que escribió la historia de este p eríod o, ha trasm itido p o cas c o sas, C o rd o , sin em -

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11 Sobre su edad y parentesco, cf. Gordianos 22,2-4. 12 Cf. Gordianos, n. 42. 13 Pariente de Máximo, cf. 5,5. 14 Tanto Fortunaciano como Marcelino son autores desconocidos en otras fuentes.


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bargo, ha narrado un gran núm ero de anécdotas, al­ gunas de las cuales resultan indecentes. 5 M áxim o era hijo de M áxim o , un in dividuo de la plebe 15 que, según dicen unos, era herrero y, se­ gún otros, fabricante de carretas. E n gen dró a M áxim o de una m ujer llam ada Prim a. T u v o cuatro her­ m anos varones y cuatro hem bras, que perecieron to d o s en la p ubertad 16. C u an d o nació M áxim o, se dice que un águila arro jó en un cuarto de su casa un tro zo de carne de buey de gran tam año, pues es­ taba abierta al exterior p o r un p equeñ o im pluvio 17; com o la carne perm aneciese allí y nadie se atrevie­ ra a tocarla p or los escrú p u lo s religiosos, el águila la cogió de nuevo y la so ltó en el recinto sagrado m ás p róxim o, que era el de Jú p ite r P ro tector . En ese m om en to aquello no pareció p resagiar nada, p ero su reinado vino a p ro b a r eme no se había he­ cho sin m otivo. P asó to d a su/t^ventud en casa de P inario, su tío paterno, a q u i¿ a ,n o m b ró prefecto del Pretorio tan p ro n to com o fue d esign ado em pe­ rador. N o estudió m ucho tiem po con el gram ático ni tam poco con el rhetor 19, pues cultivó siem pre

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15 Sin embargo, Herodiano (VIII 8,1) se refiere a Máximo y Balbi­ no, calificándolos de patricios·. «El pueblo estaba contento con ellos porque le enorgullecía contar con emperadores patricios que fueran dig­ nos del imperio.» 16 El término celia se emplea en un sentido amplio para designar cual­ quier dependencia de una casa. Propiamente significa el lugar donde se guarda algo, su traducción más corriente es «granero» o «despensa», aunque aquí parece más bien referirse al cuarto de la casa en que Máxi­ mo habitaba, haciendo hincapié con tal término en la humildad de ori­ gen de éste. 17 El impluvio era un depósito cuadrado, situado en medio del atrio de la casa, donde se recogían las aguas de lluvia, luego de pasar éstas por el compluvium; con el tiempo, sin embargo, adquirió el significado general de espacio descubierto y libre en las casas, significado que, cree­ mos, tiene en este pasaje. 18 A partir de una inscripción (C. .1. L. XIV 3555) se conoce la exis­ tencia de un templo de Júpiter Praestes, «Protector», en Tibur (Tivoli), pero no se sabe que existiera en Roma ningún santuario con tal nombre. 19 El rhetor era el profesor de elocuencia; su enseñanza constituía el


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el valor y la d isciplin a m ilitar. F u e tribuno m ilitar, 7 ejerciendo n u m ero so s cargos, y después alcanzó la pretu ra gracias a los d isp en d io s de Pescenia M a r­ celina que le ad o p tó y so stu v o com o si fuera su hijo. D esp u és asum ió el p ro co n su lad o de Bitinia, 8 lu ego el de G recia y en tercer lugar el de la G alia N arb o n en se. D esp u és de estos cargos, fue enviado 9 com o legado contra lo s sárm atas, im poniendo su d om inio en el Ilírico ; desde allí fue trasladado al R in donde ob tuvo bu en o s resu ltad os en sus enfrantam ientos con los germ anos. M ás tarde, se le adm i- 10 ró com o un prefecto de la C iu d ad prudentísim o, in ­ teligente y firm e. P o r ello, el senado le entregó 11 com o p rem io el p o d er im perial, aunque, p o r ser un h om bre de nueva fam ilia, era contrario a la ley. E n aquel m om en to to d o el sen ado estuvo de acuerdo en que no había nadie m ás capacitado que él p ara 6 recibir el título de príncipe. Y , p u esto que m uchos desean con o cer las c o sas m enores, direm os que le gu stab a m ucho com er, m uy p o c o el vino y no era m u y aficion ado a los asu n tos de V en u s; siem pre se ­ vero, tanto fuera com o en casa, hasta el punto de recibir el sob ren om bre de T riste. D e sem blante gra- 2 ve, in cluso huraño, alto de estatura, su aparencia c orp oral era m uy saludable, de costum bres p o c o dignas de estim a, p ero ju sto , in clu so en los m om en­ tos críticos, nunca se m o stró in hum ano o d esp ia­ dado. Siem pre p erd o n ó a quien lo solicitaba y n o 3 se encolerizó a no ser que hubiera suficiente m o ti­ vo p ara ello. N u n c a se p restó a con spirar, fue con s- 4 tante en sus decisiones y no co n fió en otros antes que en sí m ism o. P o r ello, fue m u y querid o p o r el 5 sen ado y tem ido p o r el p u eb lo , que conocía su ri­ g u rosa p refectura y veía que la dureza de su c o n ­

grado más elevado en la escuela romana. Enseñaba a los jóvenes a pre­ pararse para la vida pública, acrecentando su cultura media con el es­ tudio de los textos clásicos.


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ducta podía desarrollarse co n más virulencia en su m andato im perial. 7 El nobilísim o Balbino fue cónsul p o r dos veces y ocupó el gobierno de innum erables provincias. E n efecto, dirigió la adm inistración civil de Asia, Africa, Bitinia, G alacia, el P o n to , Tracia y las G a­ lias. D e vez en cuando m an d ó el ejército, pero tuvo siem pre m enor relevancia en los asuntos bélicos que en los civiles. Por su bondad, su enorme rectitud y su respeto, se había granjeado u n inm enso am or hacia su persona. D e m u y antigua familia — según aseguraba él m ism o— , descendía de B albo C ornelio T eofanes 20, quien había conseguido la ciudadanía p o r m edio de G neo P o m p e y o ; al parecer, este h o m ­ bre era m u y noble en su p ro p ia patria y, además, e sc rito r de h is to ria . E ra B alb in o de e sta tu ra corriente, distinguido en su apariencia y excesiva­ m ente proclive a los placeres. Tenía la ayuda de u n a inm ensa fortuna, pues era rico p o r sus antepasados y había unido à las herencias m uchas riquezas co n ­ seguidas p o r él m ism o. Ilustre en su elocuencia, destacó p o r sus escritos entre los poetas de su tiem ­ po. Inclinado al vino, al alim ento y a los asuntos am orosos y elegante en su m anera de vestir; nunca le faltó de nada. E sto le h izo p oco agradable ante el pueblo; sin em bargo, fue tam bién m u y querido p o r el senado. Esto es lo que hem os averiguado sobre la vida de am bos. A lgunos p en saro n que ellos debían ser com parados del m ism o m o d o que Salustio com pa-

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20 P u ed e alu d ir a L. C o rn elio B albo, quien o b tu v o la ciudadanía r o ­ m ana p o r sus servicios hacia P o m p e y o , bajo cuyas órdenes com batió en H isp an ia; su p erso n alid ad n o s es tam b ién con o cid a gracias al p ro B al­ bo de C iceró n . B albo fue ad o p tad o p o ste rio rm e n te p o r T eófanes de M itilene, quien aco m p añ ó a P o m p e y o en sus cam pañas co n tra M itrídates, de ahí el cognom en T eófanes con qu e se le m enciona en el pasaje. A h o ­ ra bien, el au to r, según se d esp ren d e de las palabras que siguen, parece h ab er co n fu n d id o a am bos in d iv id u o s, pues el fam oso escritor de H is­ to ria es T eófanes de M itilen e y n o B albo. 21 C f. Salustio, C at., L IX .


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ra a C atón y C ésar 21, señalando que uno era seve­ ro y el o tro afable, que aquél era v irtuoso y éste fir­ me, que uno no era pródigo en sus dádivas y el o tro 8 abundaba en todo tipo de riquezas. E sto sobre sus costum bres y su linaje. Tras serles entregados todos los honores im pe­ riales y las insignias del cargo, después de asum ir la potestad tribunicia, el im perio proconsular, el pontificado m áxim o 22 y el n o m b re de padres de la patria, M áxim o y B albino iniciaron su gobierno. 2 Pero m ientras se hacían en el C apitolio los sacrifi­ cios rituales, el pueblo rom ano contestó el im perio de M áxim o. Pues, los hom bres del pueblo tem ían su severidad, que consideraban m u y favorable para el senado y m uy contraria a sus deseos. P or ello, ocurrió, com o dijim os, que em pezaron a pedir que 3 el joven G ordiano fuese declarado príncipe 23; éste fue nom brado inm ediatam ente y no se les perm itió acudir al Palatino con u n a escolta arm ada, antes de ho n rar con el nom bre de C ésar al nieto de G ordia­ no 24. D espués de que esto ocurriera, se celebraron 4 ritos sagrados y se ofrecieron juegos escénicos y circenses, y u n espectáculo de gladiadores. Luego, M áxim o realizó sus ofrendas en el C apitolio y fue enviado a la guerra con tra M axim ino con un e n o r­ me ejército, perm aneciendo en R om a los pretorianos. D ebe decirse con brevedad de dónde procede la costum bre de que los em peradores cuando m ar- 5 chan a la guerra ofrezcan un espectáculo de gladia­ dores y de fieras salvajes. M uchos afirm an que en ­ tre los antiguos era un rito concebido en contra de (, los enem igos, cuya intención era que N émesis (es decir, una cierta m anifestación de la Fortuna) 25 se

22 T ítu lo s en los que se asentaba el p o d e r im perial, cl. A n to n in o Pío, n. 13. 23 C f. 3, 3. 24 C f. G ordianos, 22,2-3. 25 N ém esis, hija de Jú p ite r y de la N ecesidad, era la diosa vengadora


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calmase con la sangre ofrecida p o r los ciudadanos en aquel tipo de com bates 26. O tro s han escrito, lo 7 que yo considero más verosím il, que los rom anos, cuando van a la guerra, deben ver luchas, heridas, armas y hom bres desnudos peleando entre sí, para que no tem an en la guerra a los enem igos arm ados o se asusten de las heridas y de la sangre. 9 A m p ie s , M áxim o m archó a la guerra m ientras los pretorianos perm anecieron en Rom a. E n tre 2 ellos y el pueblo h u b o tantos enfrentam ientos que se llegó a la guerra civil: una gran parte de la ciu­ dad de R om a fue incendiada, los tem plos fueron u l­ trajados y todas las calles se m ancharon de sangre, ya que Balbino, u n hom b re poco enérgico, era in­ capaz de calmar la revuelta. Pues, m archando entre 3 la gente, tendía sus m anos a todos, estuvo a p unto de ser herido p o r las p ied ras y, según dicen algu­ nos, fue golpeado incluso con u n a vara. Y no h u - 4 biera calm ado el tu m u lto si no hubiera llevado ante el pueblo al pequ eñ o G ord ian o , vestido con la p ú r­ p u ra y colocado sobre los hom bros de u n hom bre m uy alto. D espués de que éste fue visto, el pueblo los soldados se calm aron y p o r am or hacia el p e­ queño G ordiano volvieron a la concordia 27. N u n - 5 ca nadie a su edad fue tan querido, gracias a los m é­ ritos de su abuelo y de su tío p aterno, quienes, en­ frentados a M axim ino, m u riero n p o r el pueblo ro ­ m ano en Africa. T an to valor tiene entre el pueblo., ^ 10 rom ano el recuerdo de las nobles acciones. Af í j ) pues, tras m archar M áxim o a la guerra, el s e n a a tr ^ envió hom bres de rango consular, p retorio, cuesde los crím enes. Es extraña la relación que el a u to r establece entre ella y la F o rtu n a . 26 E l v erd ad ero o rigen de estos juegos parece hallarse en E tru ria, d o n d e em p ezaro n a su p la n ta r en los rito s funerarios a los sacrificios h u ­ m anos. 27 E l a u to r parece m ezclar esta revuelta de la que habla con la que se p ro d u jo antes de la aclam ación de G o rd ian o I II com o C ésar; cf. 3, 3; M axim ino s, 20,6; G ordianos, 22, 2 y H e ro d ia n o , V II 10,5-9.


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torio, edilicio e incluso tribunicio a través de todas las regiones, para que cada población preparase las provisiones, las arm as, las fortificaciones y las m u ­ rallas con la intención de que M axim ino se desgas­ tase a su paso p o r cada u n a de las ciudades 28. Se 2 ordenó, entonces, que to d o lo que hubiera en los campos se llevase al in terio r de las ciudades p ara que el enem igo público no encontrase nada. A de- 3 más se envió a los inspectores del trigo 29 a todas las prinvicias para que llevasen la orden escrita de que se tendría p o r enem igo a cualquiera que ay u ­ dase a M axim ino. E n tretan to surgieron de nuevo 4 en R om a enfrentam ientos entre el pueblo y los so l­ dados. A unque Balbino p rom ulgaba m il edictos n o 5 se le escuchaba; los veteranos, en unión de los p retorianos, se refugiaron en los cam pam entos del p re ­ torio y el pueblo em pezó a sitiarlos. Y nunca se h u - 6 biera llegado a la reconciliación si el pueblo no h u ­ biera cortado los canales del agua 30. E n la C iudad, 7 antes de que se anunciase que los soldados se acer­ caban ya pacíficam ante, se arrojaron tejas desde los techos de las casas y todo tipo de vajilla que se encon­ trara en su interior. P o r ello, la m ayor parte de la 8 C iudad 31 quedó d estrozada y m uchos perdieron sus riquezas, pues los ladrones se m ezclaron con

28 C f. M a xim in o s, 21-23. 29 F rum entarii; cf. A d ria n o , n. 56. 30 C f. H e ro d ian o V II 11,3-4: «F inalm ente, p uesto que nada habían co nseguido con sus asaltos, los jefes de la o peración decidieron cortar to d o s los co n d u cto s de agua q u e afluían al cam pam ento, a fin de so­ m eter a los soldados p o r sed y p o r falta de agua corriente. Su táctica de ataque fue, p ues, desviar hacia o tro s canales to d o el sum inistro de agua, co rtan d o y cerran d o las tuberías q u e conectaban con el cam pa­ m en to .» Los orígenes y el d esarro llo de estos acontecim ientos están ex­ p u esto s con m ay o r claridad en H e ro d ia n o V II 11-12. 31 F re n te al térm in o urbs, em pleado en las líneas anteriores (in urbe a u tem ..,), el biógrafo utiliza aquí la p alabra civitas (m aior pars civitatis periit), ya que se refiere tan to a pérdidas m ateriales com o a las bajas p ro ­ ducidas en tre la p o b lación ciudadana (civitas).


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los soldados para robar, donde lo encontraran, aquello que conocían ya de antem ano. 11 M ientras estas cosas sucedían en R om a, M áxim o — o Pupieno— p reparaba la guerra en Rávena con un gran equipam iento, pues temía enorm em ente a M axim ino; al referirse a él, a m enudo decía que no hacía la guerra co n tra u n hom b re, sino contra u n Cíclope. Pero M axim ino fue vencido de una m anera tan absoluta en A quileya que sus p ropios solda­ dos 32 le asesinaron y su cabeza fue llevada a R á­ vena y después enviada p o r M áxim o a Rom a. N o debe silenciarse aquí la lealtad de los aquileyenses ha­ cia los rom anos, pues, se dice, que para lanzar las flechas ofrecieron los cabellos de sus m ujeres en lu ­ gar de las cuerdas de los arcos 33. Balbino, que era el más tem eroso, se alegró de tal m anera que, tan p ro n to com o recibió la cabeza de M axim ino, rea­ lizó una hecatom be. La hecatom be es un sacrificio de este tipo: se levantan en u n solo lugar cien aras construidas con cesped y se sacrifican en ellas cien cerdos y cien ovejas. A h o ra bien, si el sacrificio es realizado p o r u n em perador, se m atan cien leones, cien águilas y o tro s animales de este tipo p o r cen­ tenas. Según se dice, los griegos realizaban u n sacrificio de este tipo cuando padecían una epidem ia de peste, y consta que m uchos em peradores lo han celebrado 34. 12 A (kpiies, tras realizar este sacrificio, Balbino ini­ ció con enorm e congratulación la espera de M áxi­ m o, que volvía desde R ávena con el ejército y las tropas intactas. Pues, M axim ino había sido vencido p o r los ciudadanos de A quileya y p o r unos cuantos soldados que allí se encontraban, dirigidos p o r C rispino y M enófilo, hom bres de rango con­ sular, enviados p o r el senado. M áxim o, entonces, 32 C f. M axim inos, 22-23. 33 C f. M axim inos, 33, 7. 3'1 C f. M axim in o s, n. 47.

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m archó a A quileya p ara que todas las regiones p e r­ m aneciesen seguras e intactas hasta los Alpes y p ara contener a las poblaciones bárbaras, si es que q u e ­ daban algunas, que habían favorecido a M axim ino. D espués le fueron enviados veinte legados senato­ riales, cuyos nom bres están en C o rd o (entre ellos había cuatro de rango consular, ocho antiguos p re ­ tores y otros ocho con el rango de cuestor), con c o ­ ronas y u n decreto del senado en el que se ord en a­ ba la erección en su h o n o r de estatuas ecuestres de oro. Balbino se encolerizó p o r ello, afirm ando que M áxim o se había esforzado m enos que él, pues m ientras él había contenido tan grandes guerras en la C iudad, aquél había perm anecido en Rávena to ­ talm ente desocupado. P ero se valoran tan to las in tenciones que a M áxim o, p o r haber m archado co n ­ tra M axim ino, le fue atribuida u n a victoria que él m ism o no supo que había sido obtenida. Por tan to, tras apoderarse del ejército de M axim ino, M áxi­ m o llegó a la C iudad con gran pom pa y rodeado de una gran m ultitud, m ientras los soldados se q u e ­ jaban de haber perd id o al em perador elegido p o r ellos m ism os y de que su lugar fuera ocupado p o r esos que el senado les había asignado. Y el descontentó que aparecía en sus ro stro s no p o d ía ser d i­ simulado. Ya ni siquiera se abstenían de hablar, aunque M áxim o había dicho a m enudo a los solda­ dos que debía producirse el olvido de los aconteci­ m ientos pasados, les había dado grandes sumas de dinero y había enviado las tropas auxiliares a aque­ llos lugares que habían elegido. Pero los ánimos de los soldados, nuevam ente em papados de odio, n o pudieron ser refrenados. Finalm ente, aun cuando escucharon aclamaciones del senado que se referían a los soldados, se levantaron con m ay o r encono contra M áxim o y Balbino, debatiendo diariam ente

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35 P ara los acontecim ientos que se n a rra n a continuación, cf. H e ro diano V III 7-8.


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entre ellos quiénes debían ser nom brados em pera­ dores. 13 El decreto del senado que provocó su am otina­ m iento tuvo la siguiente f o r m a 36: C uando Balbi­ no, G ordiano, el senado y el pueblo rom ano salie­ ron al encuentro de M áxim o que avanzaba hacia la C iudad, h u b o prim ero aclam aciones públicas, que estaban dirigidas a los soldados. D esde allí se m archó a la C uria, donde, después de las aclam acio­ nes de costum bre, se dijo: «Así actúan los em pera­ dores sabiam ente elegidos, así perecen los em pera­ dores elegidos p o r gente inexperta.» Era evidente para todos que M axim ino había sido nom brado p o r los soldados y que B albino y M áxim o lo habían sido p o r los senadores. T ras decir esto, los soldados em pezaron a irritarse aún más, sobre todo con­ tra el senado, que parecía celebrar su triunfo sobre los soldados.. Sin duda B albino y M áxim o regían el E stado con gran m oderación y con el co ntento del senado y el pueblo rom ano. T enían en gran respeto al senado; prom ulgaban óptim as leyes; escuchaban las causas judiciales con im parcialidad y disponían con gran acierto las cuestiones m ilitares. Pero cuando ya se había dispuesto que M áxim o m archase contra los partos, B albino contra los germ anos y que el joven G ordiano perm aneciese en R om a, los soldados au­ m entaban día a día en su cólera, pues buscaban la o p ortu n id ad de asesinar a los em peradores y difí­ cilmente podían encontrarla con p ro n titu d , porque la guardia germ ana 38 rodeaba a M áxim o y Balbi-

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36 N atu ralm en te n o se trata de u n d ecreto del senado, sino de una aclam ación. 37 Es decir, los persas, cf. G ordianos, 26,3. 38 Según H e ro d ia n o (V III 8,2) la presencia de esta guardia germ ana en R om a era u n o de los m otivos del o d io de los soldados hacia M áxi­ m o y B albino: «T am bién m o tivaba su disgusto la presencia de los ger­ m anos ju n to a M áxim o, viviendo en R om a, P ensaban que se opon d rían a cu alq u ier in ten to de su p arte, y sospechaban que les estaban al acecho


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no. H ab ía tam bién desavenencias entre Balbino y 14 M áxim o 39, pero silenciosas y que se intuían más que se veían, pues B albino despreciaba a M áximo p o r su hum ilde origen y M áxim o despreciaba a Bal- 2 bino p o r su debilidad. P o r ello, se presentó una o p o rtu n id ad para los soldados, que com prendían que con facilidad pod ían ser asesinados dos em pe­ radores en desacuerdo. E n fin, en cierta ocasión en que la m ultitu d , los soldados y los sirvientes pala­ ciegos se encontraban presenciando representacio­ nes escénicas, hicieron u n ataque contra los em pe­ radores que se habían quedado solos en com pañía de la guardia germ ana. E ntonces, tras producirse la 3 revuelta de los soldados, inm ediatam ente le fue anunciado a M áxim o que se trataba de u n a p ertu r­ bación y u n tu m u lto difícilm ente evitable si no se enviaba a la guardia germ ana, pero , com o, casual­ m ente, los germ anos estuviesen con B albino en la otra parte del Palacio, M áxim o se dirigió hacia Balbino para solicitar su ayuda. E ntonces, aquél, sos- 4 pechando que le pedía la guardia para utilizarla en su contra y que M áxim o preten d ía la m onarquía, prim ero le eludió y después llegaron incluso a una abierta discusión. C u an d o se encontraban enfren- 5 tados en tal disputa, llegaron los soldados y, tras despojar a am bos de sus vestiduras reales, los saca­ ron del Palacio llenándolos de injurias e incluso preten d iero n arrastrarlos hasta su cam pam ento a través de la C iudad, tras haberlos prácticam ente despedazado; pero al advertir que los germ anos ve- 6 nían en defensa de los príncipes, m ataron a ambos y los abandonaron en m edio del trayecto. E n tre­ tanto el C ésar G o rd ian o , ensalzado p o r los solda- 7 dos, fue nom b rad o em perador — esto es A ugusp ara desarm arlos co n algún engaño y , al estar allí los germ anos, o cu p ar su sitio sin dificultad. E l ejem plo de Severo, q u e d esarm ó a los asesinos de P értin ax , acudía a su m em oria.» 39 C f. H e ro d ia n o , V II 8,4.


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to— , pues en aquel m o m en to no había otro a quien recurrir; luego, tras p ro ferir insultos contra el se­ nado y el pueblo, los soldados se retiraron inm e­ diatam ente a su cam pam ento. Los germ anos, p o r su parte, puesto que los em peradores habían m uer­ to y no tenían ninguna causa p o r la que luchar, se m archaron fuera ae la C iudad, donde estaban sus cuarteles. 15 Estos buenos em peradores tuvieron este final, indigno de su vida y de sus costum bres. Pues, com o puede verse a través de los hechos, n o había nadie más fuerte que M áxim o — o Pupieno— ni más b o n ­ dadoso que B albino. A u n q u e tiene potestad para ello, el senado n o elige a los m alvados. A dem ás, am bos habían sido puestos a pru eb a en sus num e­ rosos cargos y dignidades — u no había sido cónsul dos veces y prefecto de la C iudad, el otro cónsul en dos ocasiones— y habían alcanzado el pod er im ­ perial a u n a edad m adura. F u ero n queridos p o r el senado e incluso p o r el pueblo, que ya tem ía m e­ nos a M áximo. E sto es lo que sobre m áxim o hem os recogido principalm ente de H ero d ian o , escritor griego. Pero m uchos han dicho que M axim ino fue vencido en Aquileya no p o r M áximo, sino p o r el em perador P u ­ pieno, y que éste fue asesinado con Balbino. E n am ­ bos casos om iten el n o m b re de M áxim o 40. Es tanto el desconocim iento o la deform ación entre estos obcecados historiadores que m uchos pretenden lla­ m ar P upieno al m ism o M áxim o, aún cuando H e ­ rodiano, que escribió su vida en los tiem pos en que éste vivió, le llam a M áxim o y no Pupieno y aun­ que D exipo, escritor de le n g u a . griega, dice que M áxim o y B albino fuero n nom brados em perado­ res contra M axim ino después de los dos G ordianos y que M axim ino fue vencido p o r M áxim o y no p o r

40 C f. 16,7 y 18 y M a xim inos 33, 3.

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Pupierio. El desconocim iento de estos escritores se revela además cuando dicen que el pequeño G o r­ diano fue prefecto del P reto rio , ignorando m uchos que a m enudo era llevado a h o m b ro s para ser m os­ trado a los soldados 41. M áxim o y Balbino ocu p aro n el p o d er durante u n año 42, después de que M axim ino reinara con su hijo durante tres años, según un o s, aunque otros aseguran que fue u n bienio. 16 La casa de Balbino todavía ahora puede verse en Rom a, en las Carinas 43, grande y m ajestuosa; es hasta el presente posesión de su familia. M áximo — a quien la m ayor p arte de los historiadores lla­ m an Pupieno— no tenía riquezas, pero sí u n enor­ me valor. Bajo el m andato de am bos, los carpos 44 lucharon con tra los m esios. Se p ro d u jo tam bién el principio de la guerra contra los escitas y, en esa m ism a época, la destrucción de la ciudad de Istria 45, o, com o dice D exipo, de la ciudad ístrica. Este auto r alaba m ucho a B albino, dice que se en­ frentó a los soldados con ánim o valeroso y así m u­ rió, y afirma que no tem ía a la m uerte p o rq u e es­ taba m uy versado en todas las doctrinas filosóficas; pero niega que M áxim o fuera el hom bre que han descrito la m ayoría de los autores griegos. A ñade, además, que era tan grande el odio de los aquileyenses contra M axim ino que hicieron las cuerdas de los arcos con los cabellos de sus m ujeres y así dispararon las flechas.

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41 C f. 9,4. 42 La ascensión de G o rd ian o III com o em p erad o r ú nico parece h a ­ ber o cu rrid o en ju n io del 238; (cf. M agie II, p , 478, η. 3). 43 Carinae. «Q uillas». Se daba este n o m b re al barrio p o rq u e el techo de las casas se parecía a la quilla de las naves. 44 T rib u dacia expulsada del suelo ro m an o p o r F ilipo entre los años 245 y 247 y que p articip ó en la invasión de T racia que costó la vida a D ecio en el 251. 45 A n tig u a ciudad de D o b ru d ja , co n q u istad a p o r L úculo en el 72 a. de C.


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D exipo y H e ro d ian o , que han investigado la his- 6 toria de estos em peradores, dicen que M áxim o y Balbino fueron los príncipes elegidos p o r el senado contra M axim ino, después de la m uerte de los dos G ordianos en A frica; con ellos tam bién fue n o m ­ brado el tercer G o rdian o , todavía u n niño. Pero no 7 encuentro el n o m b re de M áxim o en la m ayoría de los autores latinos y, sin em bargo, he hallado al em ­ perador P upieno acom pañando a Balbino; se dice incluso que este P up ien o luchó en A quileya con M axim ino, cuando los h istoriadores antes m encio­ nados aseguran que M áxim o ni siquiera luchó con­ tra M axim ino, sino que perm aneció en Rávena y allí le fue com unicado que se había conseguido la victoria: A m í me parece que P upieno y M áxim o son la m ism a persona. 17 P o r esto he intecalado u n a carta de felicitación, que fue escrita acerca de P upieno y Balbino p o r u n cónsul de su tiem po, en la que se alegra de que el Estado haya sido restablecido p o r ellos, después de encontrarse en m anos de m alvados bandidos: «C laudio Juliano a los A ugustos P upieno y Bal- 2 bino. T an p ro n to com o m e he enterado — aunque todavía no p o r vuestra sagrada proclam a, sino sólo a través del decreto del senado, que m e envió m i co­ lega C elso E liano, varón clarísim o 46— de que p o r decisión de Jú p ite r O p tim o M áxim o y de los dioses inmortales y del senado, y con la aprobación de todo el género hum ano, el E stad o os había sido confia­ do para que lo preservaseis de los sacrilegios de u n im pío bandido y lo gobernaseis de acuerdo con las leyes rom anas, y o , santísim os señores e invencibles A ugustos, me alegré p o r la ciudad de R om a, para cuya salvación fuisteis elegidos ; m e alegré p o r el se­ nado, al que devolvisteis su antigua dignidad p o r la confianza que depositó en v osotros; me alegré p o r

46 C f. M axim in o s, n. 2; H eliogabalo, n. 13 y A lejandro Severo, n. 23.


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Italia, a la que principalm ente habéis defendido de la devastación de los enem igos; me alegré p o r las provincias, a las que, heridas p o r la insaciable ava­ ricia de los tiranos, habéis devuelto la esperanza de salvación; en fin, m e alegré incluso p o r las legiones y p o r las tropas auxiliares, que adoran ya vuestras imágenes en cualquier parte del m undo y, libres de la antigua deshonra, han recibido con vuestro nom bre u n sím bolo digno del principado rom ano. N un ca h u b o una voz tan p o ten te, ni u n discurso tan afortunado ni u n ingenio tan fecundo, que p u e ­ da expresar dignam ente la felicidad del Estado p o r estos hechos. C uán grande es esta felicidad y q u é características tiene hem os p o d id o com probarlo desde el inicio m ism o de vuestro principado, pues habéis restablecido las leyes rom anas, la justicia, que ya no existía, la clem encia, que había desapa­ recido, y la vida y las costum bres y la libertad y la esperanza de sucesores y herederos. Es difícil en u m erar estas cosas y aún más describirlas con la dig­ nidad con que m erecen ser expuestas. Pues, ¿de qué m odo explicaría o contaría y o cóm o vosotros nos habéis devuelto la vida, que u n execrable bandido, tras desplegar sus verdugos p o r cada una de las p r o ­ vincias, había am enazado claram ente, confesando su cólera contra n u estro ilustre estam ento?, sobre todo cuando m i m ediocridad n o sólo no puede ex­ presar la felicidad pública, sino que ni siquiera da a entender la alegría particular de mi ánim o, al ver a estos hom bres com o A ugustos y príncipes del gé­ nero hum ano. D esearía que su inalterable conduc­ ta aprobase m i sobriedad y mis costum bres com o si fueran antiguos censores y así, aunque y o confió en que éstas hayan sido ya confirm adas p o r los tes­ tim onios de los anteriores príncipes, m e enorgulle­ cería p o r la im portancia de vuestras opiniones. O jalá los dioses p rotejan ahora y en el fu tu ro esta fe­ licidad del m undo rom ano. Pues cuando os veo, no puedo desear ninguna o tra cosa, sino aquello que

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se dice im ploró el vencedor de C artago 47 a los dio­ ses, a saber, que conservasen la república en la co n­ dición en que entonces se encontraba, p o rq u e n in ­ guna m ejor p o d ría tener. D el m ism o m o d o ,y o pido 9 ue conserven el E stado p ara v osotros en esas coniciones en las que lo habéis logrado colocar cuan­ do todavía se tam baleaba». 18 Esta carta p ru eb a que P upieno es el m ism o a quien m uchos llam an M áxim o. Sin duda, en estos 2 tiem pos no se ha encontrado fácilm ente entre los griegos el n o m b re de P u p ien o e igualm ente ha sido difícil hallar entre los latinos el de M áxim o; p o r ello, las gestas llevadas a cabo contra M axim ino, en unos casos se dice que fu ero n realizadas p o r P u ­ pieno y en o tro s p o r M áxim o.

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47 E scip ió n E m iliano. C f. V alerio M áxim o IV 1,10.


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LO S D O S V A L E R IA N O S

(Trebelio Polión)

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Velsolo, rey de Reyes, a Sapor: «Si yo supiera que los rom anos p ueden ser vencidos de manera d e­ finitiva alguna Vez, te felicitaría p o r esa victoria de la que te jactas. Sin em bargo, puesto que, ya sea 2 p o r la fuerza del destino o p o r sus propias v irtu ­ des, aquel pueblo es m uy p o deroso, vigila para que el haber capturado a un anciano em perador — y esto con ayuda de artim añas— no resulte perjudi­ cial para ti o para tus sucesores. R ecuerda a cuán- 3 tos pueblos enem igos los rom anos han puesto bajo ' su yugo, aunque aquéllos a m enudo resultasen v e n ­ cedores en m uchas batallas. E n efecto, hem os oído 4 que los galos les vencieron e incendiaron aquella gran ciudad 2: hoy están som etidos a los rom anos. ¿Q ué decir de los africanos 3?, ¿Acaso no les ven­ cieron? A hora, sin em bargo, están som etidos a los rom anos. N ad a digo sobre ejem plos más lejanos y 5

1 U n a laguna en el texto nos ha p riv ad o de las biografías de Filipo el A rabe (244-249), D ecio (249-251), T reb o n ian o G alo (251-253) v E m iliano (253). D e V aleriano, que se co n v irtió en em perador en el 253 y cayó p risio n ero de Sapor I en el 259, sólo conservam os los capítulos finales de su biografía, cf. In tr., p. 11. 2 Parece aludir a la co n q u ista de R o m a p o r los galos en el año 390 a. de C ., tras su victoria ju n to al río A lia. 3 P u ed e referirse a las co n tinuas victorias de A níbal sobre los rom a­ nos d u ran te la Segunda G u e rra Púnica.


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uizá m enos im portantes 4. M itrídates el Póntico 3om inó to d o el A sia M en o r; pues bien, fue venci­

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do y actualm ente el Asia M en o r es de los rom anos. 6 Si quieres m i consejo, aprovecha la ocasión de paz y devuelve a V aleriano con los suyos. Yo me ale­ gro de tu buena suerte, p ero sólo si sabes servirte de ella.» 2 Veleno, rey de los c a d u s io s é, escribió com o si­ gue: «Recibí con alegría, íntegras e incólum es, las tropas auxiliares, que y o te había enviado. Pero no m e alegro tan to efe que V aleriano, príncipe entre los príncipes, haya sido capturado; me alegraría más si fuese devuelto. Pues, los rom anos son más temibles cuando son vencidos. P o r ello, actúa com o 2 conviene al hom b re p ru d e n te y que la fortuna, que a m uchos engañó, no te envanezca. V aleriano tiene un hijo E m p erad o r y un nieto C ésar 7, ¿y qué me dices de todo el m u n d o rom ano, que unido se le­ vantará contra ti? D eja en libertad, p o r tanto, a Va- 3 leriano y haz la p az con los rom anos, provechosa tam bién para n o so tro s a causa de las tribus del Ponto . » 8 3 A rtabasdes 9, rey de los arm enios, envió la si­ guiente carta a Sapor: «A m i me corresponde una parte de tu gloria, p ero m e tem o que, más que ven­ cer, has p lantado semillas de guerra. Su hijo recia- 2 4 A cep tam o s aq u í la lectu ra de O b re c h t, inferioribus. E l interioribus de los m ss. P y E , admitido» p o r H o h l, parece fuera de contexto. 5 L a P rim era G u erra M ittíridática term in ó con la victoria de Sila en el 85. L a Segunda, fav o rab le tam bién a las arm as rom anas, representa­ das en este caso p o r P o m p ey o , finalizó en el 66. 6 P u eb lo del n o rd este d e la M edia, q u e habitaba u n a región bañada p o r el M ar C aspio. 7 G alieno y Salonino, cf. L os dos Galienos. 8 E l P o n to E u x in o o M a r N eg ro . L os h ab itan tes de aquella región, aliados del p u eb lo ro m an o , dejarían de h o stig ar al rey sasánida y a sus aliados. L a in ten ció n del tex to parece ser d em o strar los n u m ero so s alia­ d os co n que co n tab a V aleriano; cf. 4. 9 N o se conoce la existencia de n in g ú n re y arm enio de este n o m b re en el siglo III d. de C.


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ma a V aleriano y su nieto y los generales rom anos y toda la Galia y toda A frica y toda H ispania y toda Italia y todos los pueblos del Ilírico, de O rie n ­ te y del P o n to , todos los que están de acuerdo con los rom anos o som etidos a su autoridad. H as capturado a u n anciano, p ero te has hecho enemigo de todos los pueblos del m u n d o y quizá lo m ismo nos ocurra a noso tro s, pues enviam os tropas auxiliares, som os vuestros vecinos y siem pre trabajam os para vosotros, luchando a vuestro lado.» 4 B a c tria n o s10, íb e r o s 11, a lb a n o s 12 y tauroescitas 13 no aceptaron las cartas de Sapor, p o r contra escribieron a los generales rom anos prom etiendo tropas auxiliares p ara liberar a V aleriano de su cau­ tiverio. Sin em bargo, m ientras V aleriano envejecía entre los persas, O d en ato de Palm ira 14 reunió un ejér­ cito y restableció el E stado rom ano casi en sus an­ tiguos límites. C ap tu ró los tesoros del rey parto, incluso sus concubinas, a las que estos reyes tienen en más estim a que sus tesoros. Sapor tem ió más, entonces, a los generales rom anos y rápidam ente, p o r m iedo a O d en ato y Balista 15, se refugió en su rei­ no. Y este fue, p o r algún tiem po, el fin de la guerra pérsica. 5 E sto es lo que m erece ser conocido acerca de V a­ leriano, cuya vida, loable a lo largo de setenta años, ascendió a tal grado de gloria, que, después de ejer­ cer todos los cargos y m agistraturas de manera in ­ signe, fue hecho em perador no , com o suele ocurrir, en una asamblea tum ultuaria del pueblo, ni en una

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10 B actriani. H ab itan tes de la B actriana, región asiática q u e actual­ m en te se in cluiría en el T u rq u están afgano. 11 H ib eri. S ituados al n o rte del C áucaso. 12 A lb a n i. H ab itan tes de A lbania, antigua región caucásica. 13 Tauroscythae. H ab itab an la p arte n o rte de la actual C rim ea, al sur de R usia. 14 C f. T reinta usurpadores, 15. 15 C f. T reinta usurpadores, 18.


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revuelta de soldados, sino p o r la justicia de sus m é­ ritos y casi con la unánim e opin ió n de to d o el m u n ­ do. C iertam ente, si a todos se diera la posibilidad 2 de decidir qué em perador desean, no sería elegido ningún otro. Y para que conozcas la enorm e im portancia que 3 tuvieron los m erecim ientos públicos de Valeriano, escribiré algunos decretos del senado en los que to ­ dos po d rán advertir qué o p in ió n tuvo siem pre so­ bre él este ilustrísim o estam ento. Siendo cónsules los dos D ecios, com o se celebra- 4 se, a instancias del em perador, una sesión del sena­ do en el tem plo de C ásto r y Pólux 16 el sexto día antes de las calendas de noviem bre, se inquirió la opinión de cada u n o de los senadores sobre a quien debería encom endarse la censura 17 (pues los D e­ cios habían dejado este asunto bajo la p otestad del nobilísim o senado). E n p rim er lugar, el p reto r p re ­ guntó: «¿Cuál es vuestro deseo, padres conscrip­ tos, en lo que a la elección del censor se refiere?»; después requirió la opin ió n de aquél, que en ausen­ cia de Valeriano (pues él estaba entonces con D ecio en el cam po de batalla) era el princeps del sena­ do 1S. E ntonces, todos, co n tra la costum bre norm al al em itir sus votos, dijeron unánim em ente: «La vida de Valeriano es una censura. A quél, que es el m e- 5 jo r para todos, nos juzgará a todos. A quél, que no ha com etido ningún delito, juzgará al senado. A quél, a quien nada puede reprocharse, em itirá su opinión sobre nuestra vida. V aleriano fue censor 6 desde la niñez. V aleriano ha sido censor durante 16 C f. M a xim in o s, n. 35. 17 D esd e los p rim e ro s tiem pos del im p erio la censura fue asum ida p o r los p ro p io s em p erad o res entre sus atribuciones (cf. 4,8) o sim ple­ m en te sup rim id a. C o m o indica M agie (op. cit., I l l , p. 8 y η. 3) este in ­ te n to de restablecer la m ag istratura q u e se señala en el texto es p ro b a ­ blem en te falso y fo rm a p arte de la tendencia del biógrafo a m agnificar la im p o rtan cia del senado en la política del im perio. 18 C f. G ordianos, 9,7.


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to d a su vida. Senador p ru d en te, senador m odera­ do, senador sereno. A m igo de los buenos, enemigo de los tiranos, enem igo de los delitos, enimigo de los vicios. T odos le acogem os com o censor. T odos querem os im itarle. El es el prim ero p o r su linaje, noble p o r su sangre, intachable en su vida, ilustre p o r su educación y singular en sus costum bres si­ guiendo el ejem plo de los antiguos.» Tras repetir estos pensam ientos varias veces, añadieron: «Todos estam os de acuerdo.» A sí, se term inó la sesión. 6 C uando D ecio recibió este decreto del senado, convocó a todos los cortesanos, m andó llamar tam ­ bién al m ism o V aleriano y, en esta reunión de los hom bres m ás distinguidos, leyó en voz alta el d e­ creto del senado y dijo: «Feliz tú, Valeriano, p o r la opinión que de ti tiene to d o el senado, o m ejor aún, p o r la opinión que de ti tienen los espíritus y corazones de to d o el orbe hum ano. Recibe la cen­ sura,^que a ti te entrega el E stado rom ano, pues sólo (tu ja m ereces. H ab rás de juzgar sobre la co n ­ ducta ae^todos, tam bién sobre nuestra propia co n ­ ducta. TlJ/ueterm inarás quienes deben perm anecer en la C uria, restablecerás la clase ecuestre y la si­ tuarás en su antiguo estado 19, fijarás el límite de los diferentes censos, asegurarás, distribuirás, y es­ tablecerás los im puestos y controlarás los asuntos públicos, se te dará autoridad para escribir leyes y habrás de juzgar sobre los escalafones m ilitares; tendrás a tu cargo el arm am ento y habrás de em itir un juicio sobre n u estro Palacio, nuestros jueces y los prefectos más em inentes; salvo el prefecto de la

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19 El ordo equester ad q u irió gran im portancia en la vida im perial; en él se reclutaban altos cargos com o el p refecto del P re to rio , el ae E gipto o el praefectus annonae. A p a rtir de Severo, esta clase social qued ó abier­ ta a los m ilitares de co n d ició n hum ilde, ya que el centu rio n ad o podía c o n stitu ir el p rim e r escalón en la carrera de un caballero; tal vez, ese restablecim iento del que habla el texto se refiere a la necesidad de im ­ p ed ir que los m ilitares de carrera ingresaran en tal ordo.


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ciudad de R om a, los cónsules ordinarios 20, el rey de los sacrificios 21 y la suprem a virgen Vestal — m ientras se m antenga p u ra— dictarás sentencia sobre todo. Pero incluso aquéllos sobre los que no puedes ju zg ar se esforzarán en com placerte.» Estas 7 fueron las palabras de D ecio, a las que V aleriano re ­ plicó de esta m anera: «Te pid o , venerable em pera­ dor, que no me asignes la responsabilidad de ju z ­ gar al pueblo, a los soldados, al senado y al con­ ju n to ae los jueces, trib u n o s y generales. Es p o r 8 ello p o r lo que ¡tu jien es el n o m b re de A ugusto; el oficio de censor te co rresponde a ti y no puede ser ejercido p o r un sim ple ciudadano. P o r tanto te pide 9 la indulgencia para este cargo, que está en desacuer­ do con m i vida, no guarda p ro p o rció n con m i ca­ pacidad y está en con tra de estos tiem pos, pues la naturaleza de los hom bres n o desea ya la censura.» 7 Podría contar m uchos o tro s decretos del senado y juicios de los más notables sobre V aleriano, si no fueran conocidos en su m ay o r parte p o r vosotros y no experim entara cierto p u d o r al ensalzar de tal m anera a u n h om bre, que fue vencido p o r su inexo­ rable destino. A h o ra me referiré a V aleriano el M e­ nor. 8 Valeriano el Joven, hijo de m adre distinta que la de G alieno, atractivo p o r su aspecto, adm irable p o r su m oderación, ilustre p o r su erudición si tenem os en cuenta su edad, respetable p o r sus costum bres y alejado de la vida libertina ae su herm ano, fue nom brado C ésar p o r su p ad re cuando estaba au­ sente y, según dice C elestino 23, recibió de su h er­ m ano el título de A ugusto 24. N ad a hay digno de 2 20 C f. C aracalla, η. 10. 21 R e x sacrorum. In stitu ció n m u y antigua — se piensa incluso que pu ed e p ro ced er de la época m o n árq u ica— que se en co n trab a entre las m ás im p o rtan tes de la jerarq u ía religiosa. 22 D id io Ju lian o , n. 9. 23 A u to r desconocido. 24 C f. Gállenos, 14, 9-11.


LOS DOS VALERIANOS

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m ención en su vida a no ser que nació en un linaje noble, fue educado espléndidam ente y m urió de m anera desgraciada. Y puesto que sé que m uchos, cuando leen en su 3 sepultura la inscripción «V aleriano em perador», se equivocan al creer que fue devuelto el cuerpo del Valeriano capturado p o r los persas, pensé que de­ bía escribir, para que no se deslice ningún error, que Valeriano el joven fue enterrado en los alrede­ dores de M ilán y que p o r o rden de C laudio se agre­ gó esta inscripción: «Valeriano em perador.» N o creo que nada m ás se deba indagar acerca del 4 Viejo o el Joven V aleriano. Y puesto que tengo m ié- 5 do de excederm e en los lím ites de este volum en si incluyo en él a G alieno — el hijo de Valeriano, del que ya os hem os contados m uchas cosas, quizás de­ masiadas, en la vida de su padre— y a Salonino, el hijo de G alieno, a quien la h isto ria de su tiem po lla­ m ó tam bién G alieno, pasaré, com o he p rom etido, a o tro volum en. Pues, siem pre me som eteré a v o ­ sotros y a la fama, a la que n ad a podem os negar 25.

25 L a trad u cció n de este pasaje ha sido realizada co n ayuda de las con­ jeturas que P eter in tro d u jo p ara com p letar las lagunas existentes en él.


23.

LO S D O S G A L IE N O S

(Trebelio Polión)

1

C apturado V aleriano (¿dónde, en efecto, debe iniciarse la vida de G alieno ', a n o ser en esta gran desgracia que arruinó su vida?), con un Estado tam ­ baleante, pues O d en ato 2 se había hecho con el p o ­ der en O rien te, y con un G alieno que se alegraba al descubrir la cautividad de su padre, los ejércitos vagaban sin ru m b o fijo 3, los generales m u rm u ra­ ban en cualquiera de las provincias y en todos ha­ bía tristeza p o rq u e V aleriano, el em perador ro m a­ no, era retenido en Persia com o si fuera un escla­ vo. Pero la tristeza era m ay o r p o rq u e G alieno, tras ocupar el poder, estaba arruinando al E stado con su conducta tanto com o su p adre lo había hecho al ser víctim a del destino. E ntonces, siendo cónsules G alieno y V olusiano, se reúnen M acriano y Balis­ ta4, convocan los restos del ejército y, com o el im ­ perio rom ano de O rien te se encontraba en situa­

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1 G alieno es u n em p erad o r p articu larm en te m altratad o p o r la H isto ­ ria A ug u sta , y a sea p o r su desconsideración hacia el senado al privarle de los m andos m ilitares, ya sea para dar m ay o r realce a la figura de C lau ­ dio, ascendente de C o n stan cio C lo ro . Sin em bargo, la crítica m oderna tiende a rev alo rizar su figura y se co n sid era que sin su labor la obra de restau ració n de los em p erad ores ¡líricos h u b iera resultado im posible. 2 T reinta usurpadores, 15. 3 A p artir de aq u í seguim os hasta el parágrafo 2 las conjeturas de O b re c h t y P eter, que han servido para co m p letar las lagunas existentes en el m an u scrito P. 4 C f. Treinta usurpadores, 12 v 18.


LOS DOS GALIENOS

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ción inestable, buscan a quién hacer em perador. Pues G alieno se com p o rtab a tan negligentem ente que ni siquiera se h izo m ención de él ante el ejér­ cito. Finalm ente, pareció bien n o m b rar em peradores a M acriano y sus hijos con el fin de que asu­ m ieran la defensa del E stado. D e este m odo, el p o ­ der im perial fue entregado a M acriano; las causas de que él, en com pañía de sus hijos, dirigiese el im ­ perio fueron éstas 5: prim ero , que ninguno en aquél tiem po era considerado más sabio para gobernar ni más apto p ara adm inistrar el E stado; en segundo lu ­ gar, era riquísim o y p o d ía suplir con su propia fo r­ tuna el gasto público; a ello se añadía que sus h ijos, jóvenes m uy valerosos, se entregaban a la guerra con toda su capacidad, de m odo que cons­ tituían u n ejem plo p ara las legiones en todas las obligaciones militares. 2 E ntonces, M acriano, tras ocu p ar las regiones que estaban a su alcance, solicitó ayuda de todas partes y dirigió bajo su m ando la guerra, superando todas las m edidas, que habían p o d id o im aginarse contra él é. M acriano destinó a P isón 7, uno de los nobles y principales del senado, a A caya para que d e rro ­ case a V alente 8, que gobernaba aquella región del E stado con el título de procó n su l. Sin em bargo, V alente, cuando descubrió que P isón venía contra él, asum ió el p o d er im perial. Pisón, entonces, se re ti­ ró a Tesalia, donde m u rió ju n to a o tro s m uchos, derro tad o p o r los ejércitos enviados contra él p o r V alente. Tam bién P isón fue designado em perador con el sobrenom bre de Tesálico. E n tretanto, M acriano, cuando el O rien te se hubo estabilizado, dejó allí a u n o de sus hijos y m archó prim ero a A sia

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5 Pasaje lacu n o so en P q u e H o h l ha com pletado en p arte con las lec­ tu ras de 2 . 6 D e nuevo pasaje lacunoso. 7 C f. T reinta usurpadores, 21. 8 Cf. T reinta usurpadores, 19.


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y luego al Uírico. E n el Ilírico se enfrentó a D o m iciano 9, un general del em perador A ureolo que se había alzado con el p o d er en con tra de G alieno, con un ejército de trein ta m il soldados, que dirigía conjuntam ente con u n o de sus hijos. Pero M acriano y su hijo — que se llam aba tam bién M acriano— fueron vencidos y to d o el ejécito se entregó al em ­ perado r A ureolo 10. 3 M ientras el E stado se encontraba en gran confu­ sión, prácticam ente en todas sus regiones, O denato, cuando descubre que M acriano y su hijo han m uerto, que A ureolo gobierna y que G alieno ejer­ ce su autoridad con más indolencia, se apresura a capturar, p o r si la suerte tiene a bien concedérselo, al o tro hijo de M acriano y a su ejército. Pero los que se hallaban con el hijo de M acriano — cuyo nom bre era Q u ieto n — , com o estaban de acuerdo con O d en ato p o r la instigación de Balista, prefecto de M acriano, m ataro n al joven y, tras arrojar su cuerpo p o r la m uralla, se entregaron de form a m a­ siva a O den ato . Así, O d e n a to se convirtió en em p erado r de casi to d o O rien te, m ientras A ureolo re­ tenía el Ilírico y G alieno conservaba R om a. E l m ism o Balista m ató, además de a Q u ieto y al guardián del tesoro, a m uchos ciudadanos de Em esa 12, ciu­ dad, a la que habían huid o los soldados de M acria­ no, que fue prácticam ente destruida. E ntre tanto, O denato, com o si estuviese del lado de G alieno, o r­ denaba que todo lo que ocu rría le fuera anunciado a éste con rigurosa veracidad. Sin em bargo, G alieno, cuando supo que M acriano y sus hijos habían m uerto, com o si estuviese se­ guro de los acontecim ientos y su padre ya hubiese

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9 C f. Treinta usurpadores, 12, 14. 10 E n este tiem p o , A u reo lo era to d av ía u n general de G alieno, pues n o se p ro clam ó em p erad o r h asta el 268. 11 Cf. T reinta usurpadores, 14. 12 C iu d ad de la C elesiria, h o y H o m s.


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sido recuperado, se entregó al placer 7 a la lujuria. D io espectáculos circenses, escénicos, gim násticos, incluso una cacería y luchas de gladiadores, y co n ­ vocó al pueblo, com o en los días triunfales, para la celebración y el aplauso. Y aunque m uchos lam entasen la cautividad de su padre, él se alegraba des­ m edidam ente y, p retextando honrarle, decía que su padre había sido capturado p o r su afán de virtud. Se sabe con certeza que él n o hubiera podido so ­ p o rta r las recrim inaciones de su padre y que su d e­ seo más ardiente era n o tener que sop o rtar sobre sus hom bros el peso de la autoridad paterna. 4 P o r aquellos tiem pos, E m iliano 13 asum ió el p o ­ der im perial en E gipto y, tras apoderarse de los gra­ neros, d erro tó a m uchas ciudades con el agobio del ham bre. Sin em bargo, T eó d o to , general de Galieno, trabó com bate con él, le capturó, le despojó de sus galas imperiales y le entregó vivo al em pera­ dor . M ientras G alieno co ntinuaba apegado al lujo y la corrupción, se ocupaba en diversiones y orgías y no gobernaba, sino com o lo hacen los niños que juegan a ejercer el p o d er, los galos, en quien es ca­ racterístico n o p o d er tolerar a los gobernantes in ­ dolentes, alejados de la v irtu d rom ana e inclinados al lujo, n o m b raro n a P ostu m o em perador 15; éste contaba con el apoyo de los ejércitos, que detesta­ ban a u n em perador entregado p o r com pleto a los placeres. G alieno condujo su ejército contra éste, pero, cuando em pezaban a sitiar la ciudad en la que Postum o se había refugiado, al rodear los m uros que los galos defendían, fue herido p o r u n a flecha. P ostum o gobernó las Galias d urante siete años y las defendió con gran energía de las incursiones bár-

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13 C f. T reinta usurpadores, 22. 14 P ara la trad u cció n del pasaje 4 y 2 hem os aceptado parcialm ente algunas de las conjeturas que da O b re c h t p ara com pletar la laguna de P. 15 C f. Treinta usurpadores, 3.


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baras. G alieno, obligado p o r las desgracias, hizo la paz con A ureolo p ara luchar contra P ostum o, con quien entabló una larga guerra, en la que, con fo r­ tuna variable, se sucedieron los asedios y com ba­ tes. A tales males se añadía que los escitas 16 habían invadido B itinia y destru id o sus ciudades. Fue entonces cuando, tras incendiarla, devastaron la ciu­ dad de A staco, que después fue llam ada N icom edia. E n fin, com o si todas las regiones del im perio se hubieran sublevado, com o si se hubiese p ro d u ­ cido la conjuración de to d o el m u n d o , surgió tam ­ bién en Sicilia una especie de guerra servil, secun­ dada p o r ladrones y vagabundos, que m uy a duras penas p u d o ser subyugada. 5 Y to d o esto se hacia p o r desprecio a G alieno; pues no hay una situación que favorezca más la apa­ rición de la osadía entre los m alvados o de las ilu­ siones entre los buenos que el tem or a un m al em ­ perado r o el desprecio a un em perador corrom pido. Siendo cónsules G alieno y Fausiano, entre tantas calamidades bélicas, se p ro d u jo además u n gra­ vísimo terrem oto y h u b o oscuridad d urante m u ­ chos días. Se escuchó tam bién u n tru en o que p ro venía del retu m b ar de la tierra, y n o del tro n ar de Jú p ite r. A consecuencia del terrem oto m uchas construcciones se d erru m b aro n cuando sus h abi­ tantes se encontraban en el in terio r y m uchos h o m ­ bres m urieron de m iedo. E ste desastre fue más fu­ nesto en las ciudades de A sia, p ero tam bién R om a y Libia se vieron afectadas p o r él. La tierra se abrió en m uchos lugares y p o r las hendiduras b ro tó agua salada. El m ar inundó m uchas ciudades. E ntonces se buscó el favor de los dioses; consultados los li­ bros Sibilinos y de acuerdo con lo prescrito p o r ellos, se hicieron sacrificios a Jú p iter Salvador 17.

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16 T al invasión parece que tuvo lugar el año 258. El biógrafo suele referirse con el térm in o escitas a los godos. 17 E p íteto de Jú p ite r, equivalente al Σ ω θ ή ρ de los griegos, q u e es re­ lativam ente frecuente en algunas inscripciones rom anas.


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Pues había surgido u n a epidem ia de peste tan g ran ­ de en R om a y en las ciudades griegas que en un so ­ lo día m urieron p o r la m ism a enferm edad cinco m il hom bres. C uando la fo rtu n a se m o strab a cruel, m ientras, en un sitio u n terrem o to , en o tro las hendiduras del suelo y en todas partes la peste devastaban el m u n ­ do rom ano, m ientras V aleriano perm anecía en cau­ tividad y los galos estaban sitiados casi p o r com ­ pleto, m ientras O d en ato hacía la guerra, A ureolo cercaba el Ilírico 18 y E m iliano había ocupado Egipto, una parte de los godos 19... cuyo nom bre, com o he dicho más arriba, ha pasado a los godos, tras devastar Tracia, invadió Macedonia· y puso si­ tio a Tesalónica 20, y en ninguna parte, ni siquiera en un grado interm edio, h u b o tranquilidad. T o d o esto se hacía, com o hem os com entado frecuente­ m ente, p o r desprecio hacia G alieno, el hom bre más apegado al lujo y m ejor dispuesto p ara cualquier 6 acto vergonzoso que n o im plicara riesgo. C o n tra estos godos se luchó en A caya, de donde se retira­ ro n tras ser vencidos p o r los aqueos, que estaban a las órdenes de M arciano. Sin em bargo, los escitas, es decir, una parte de los godos, devastaron Asia; fu^ espoliado e incluso incendiado el T em plo de la L una de Efeso 21, cuyo n o m b re es fam oso entre los pueblos. A vergüenza contar lo que G alieno decía casi en b rom a en estos tiem pos, cuando se sucedían estos hechos y las desgracias del género hum ano eran continuas. Así, cuando le fue anunciado que E gipto se había separado se dice que com entó: «¿Y qué?, ¿no podem os estar sin el lino egipcio?» Y

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18 A ceptam os la co n jetu ra Illy ricu m de E y sse n h a rd t para com pletar la laguna de P. 19 L aguna en el texto. 20 Según Z ó sim o (I 29,2), el sitio de T esalónica p o r los godos tuvo lugar el 253 ó 254. D edicado, com o se sabe, a A rtem is; so b re esta invasión, cf. 7, 3.


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cuando descubrió que Asia había sido devastada por la acción de los elem entos y las incursiones es­ citas, afirm ó: «¿Q ué?, ¿no podem os pasarnos sin afronitro?» Y después de p erd er la Galia, se dice 6 que riendo com entó: «¿Acaso está más seguro el 7 Estado con los m antos de los atrabates?» 22. E n fin, de este m o d o brom eaba sobre todas las regiones del m undo, cada vez que alguna de ellas se perdía, con idea de aparentar que había sido privado de cosas sin im portancia. Y para que en la época de su reí- 8 nado no faltas-e ninguna desgracia, la ciudad de Bizancio, fam osa p o r las guerras navales y p u erto del P onto , fue destruida de tal m anera p o r los solda­ dos del p ro p io G alieno que no h u b o ni un solo suerviviente . Y n o se p o d ría encontrar entre los 9 izantinos una familia antigua si n o fuera p o rq u e alguno, ocupado en un viaje o enrolado en el éjercito, se libró de la m atanza y p u d o representar la 7 antigüedad o nobleza de su linaje. G alieno, en to n ­ ces, em prendió la guerra con tra P ostum o con A u ­ reolo y con el general C laudio, que depués sería em perador, el prim ero del linaje de nuestro César C onstancio 24. P o stu m o , ayudado p o r m últiples tropas auxiliares provenientes de los celtas y de los francos, m archó a la guerra con V ictorino 25, a quien había hecho copartícipe de su pod er im pe­ rial. D espués de entablar num erosos com bates con alternativas diversas, la victoria correspondió al bando de G alieno. Tenía éste la audacia que surge 2 del valor repentino, pues algunas veces reaccionaba con violencia ante las injurias recibidas. Finalm en­ te, m archó a B izancio para vengar a sus habitantes y, aunque no pensaba que pudiera ser recibido den­

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22 P u eb lo de la G i t í í 'Bélgica. 23 Cf. 7, 2, d o n d e se habla del castigo infligido a los autores de tal m atanza. 24 Cf. C laudio 13, 2. 25 Cf. Treinta usurpadores, 6.


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tro de los m uros de la ciudad, se le perm itió la en ­ trada al día siguiente m ediante un acuerdo; pero después, rom pió éste y dio m u erte a todos los sol­ dados, que desarm ados se hallaban rodeados en cír­ culo p o r los contingentes del em perador 26. T am bién en aquellos tiem pos los escitas fueron arrasa­ dos en Asia gracias al valor e inteligencia de los ge­ nerales rom anos, y, a continuación, regresaron a sus lugares de origen. Tras m asacrar a los soldados de Bizancio, G alieno, com o si hubiese realizado algo grande, voló a R om a en rápida carrera y, después de convocar al senado, celebró las decennalia , con nuevos tipos de espectáculos, con u n esplendor inusitado y con una m uestra escogida de toda clase de diversiones: 8 Tan p ro n to com o llegó, m archó hacia el C apitolio entre los senadores, vestidos con la toga, los m iem ­ bros del o rden ecuestre, y los oficiales vestidos de blanco; precediéndoles avanza to d o el pueblo, y abren la m archa casi tod o s los siervos y las m ujeres con lám paras y antorchas de cera. D elante m archan, además, a izquierda y derecha, cien bueyes blancos con los cuernos entrelazados co n cintas doradas, resplandecientes a causa de los dorsales de seda de diferentes colores; doscientas ovejas, adm irables p o r su blancura avanzan tam bién p o r am bos lados, y, al lado, diez elefantes, que había entonces en R om a; mil doscientos gladiadores, adornados con gran po m p a con los m antos dorados de sus m atro ­ nas, y a ellos se u nen doscientos animales dom és­ ticos de to d a clase, revestidos con ornatos esplén-

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26 Se desconoce p o r qué m otivos los soldados llevaron a cabo la m a­ tan za d e B izancio referida en 6, 8. 27 L a org an izació n de estos juegos se re m o n ta a A u g u sto , q u ie n los celebraba cada vez q u e se p ro d u cía la p ró rro g a de sus poderes p o r diez años. E stas decennalia de las q u e habla el tex to parecen haber tenido lu g ar en el 262, d iez años después de que G alieno y V aleriano fueran n o m b rad o s em p erad o res; algunas m onedas conm em orativas so n te sti­ m o n io d e ello.


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didos, carrozas con m im os y to d o tipo de h istrio ­ nes y púgiles con correas 2S, n o com o los que se en­ frentan en las luchas norm ales. T odos los bufones representaron «Ciclópeas» 29, algunas eran asom ­ brosas y dignas de adm iración. Los cam inos reso- 4 naban p o r todas partes con los vítores, los gritos y los aplausos. El em perador, en m edio, m archa ha- .5 cia el C apitolio con la toga triunfal y la túnica pal­ m ada, entre los senadores, com o hem os dicho, y en com pañía de tod o s los sacerdotes, vestidos con la toga pretexta. Flanqueándole el cam ino, había 6 lanzas doradas, distribuidas de quinientas en qui­ nientas, centenares de banderas sin contar las que son propias de cada corporación, y los emblemas de las cohortes y las estatuillas de los tem plos 30 y los estandartes de todas las legiones. Desfilaban, 7 además, individuos, que representaban a diferentes naciones, a los godos, sárm atas, francos y persas, 9 no m enos de doscientos en cada grupo. C o n este desfile aquel ho m b re incapaz cree engañar al p u e­ blo rom ano. Sin em bargo — así son las brom as de los rom anos— , u no declara favorecer a Postum o, o tro a Regiliano 31, o tro a A ureolo o a Em iliano y o tro a Saturnino 32, pues tam bién éste se conside-

28 Flacculis. Es u n hapax del que se han dado diferentes trad u ccio ­ n es: B albino G arcía (op. cit., p. 928 y n. 19) considera que la p alabra co n cierta con púgiles e indica el sentido falso de éstos respecto a los au­ tén tico s p ú g iles; su trad u cció n es: «... púgiles flacos representando p a ­ ro d ias de lucha.» Sin em bargo, la trad u cció n de M agie nos parece m ás acertada: «and boxers w h o fo u g h t, n o t in genuine com bat, b u t w ith the so fte r straps» (op. cit., I l l , p. 32 y n. 1); este a u to r considera que los fla ccu li eran unas correas que p ro teg ían las m anos de los pugilistas de las que habla Pausanias en V I 23, 3 (cf.ιμ ά ν τ ες ο ί μ α λ α κ ώ τερ ο ι). 29 Cyclopea. R epresentaciones burlescas que tenían p o r objeto p a ro ­ d iar la figura de los C íclopes. A ellas se refiere tam bién H o racio (cf. S. I 5,64 y E. II 2,125). 30 Se refiere a las estatuas patronales de los d istintos cam pam entos de las legiones. 31 C f. T reinta usurpadores, 10. 32 Cf. T reinta usurpadores, 23.


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raba ya em perador. Y en m edio de to d o ello, existía un enorm e descontento p o r la cautividad del p a­ dre, a quien su hijo había abandonado sin vengan­ za, aunque los extraños habían in tentado vengarle de una u o tra m anera 33. P ero n o se conm ovía G alieno p o r tal asunto, pues tenía el corazón em bo­ tado p o r los placeres, sino que p reguntaba a los que estaban alrededor de él: «¿Q ué tenem os para co­ m er?, ¿qué diversiones se han preparado?, ¿qué tipo de representación y qué clase de juegos circen­ ses habrá m añana? Así, tras acabar el desfile y después de celebrar las hecatom bes 34, vuelve a su re ­ gia residencia y, cuando term in aro n los banquetes y festines, fijó otros días para nuevas diversiones públicas. N o debe qued ar en silencio cierta brom a, que ha llegado a ser m u y conocida: u n grupo de persas era llevado en la procesión, com o sí se tra ­ tase de prisioneros (cosa ridicula); entonces ciertos bufones se m ezclaron con ellos, indagando to d o con avidez y exam inando con particular deteni­ m iento el ro stro de cada uno de ellos. A l preguntárseles p o rq u é actuaban de m anera tan insólita, los bufones respondieron: «Buscamos al p adre del em ­ perador.» C uando esto llegó a oídos de Galieno n o fue conm ovido p o r la vergüenza, la clemencia o el am or filial, y ordenó quem ar vivos a los bufones. El pueblo soportó esta acción con más tristeza de la que nadie hubiera supuesto. Los soldados, a su vez, se apenaron de tal m anera que no m ucho des­ pués le devolvieron el golpe. 10 Siendo cónsules G alieno y S aturnino, O denato, rey de Palm ira, se convirtió en em perador de todo O riente, y ello sobre to d o p o rq u e, m ientras G alie­ no no hacía nada o a lo sum o acciones ridiculas, inútiles y placenteras, él se declaró, p o r sus valien­ tes hazañas, digno de las insignias ae tan gran au33 Cf. 10, 1-3. 34 Cf. M axim inos, n. 47.

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toridad. E n seguida em prendió una guerra contra 2 los persas para in tentar la venganza de Valeriano, de la que su hijo se había olvidado. P ro n to ocupó 3 N isibis y C arras; los habitantes de ambas ciudades se entregaron a él y rechazaron a G alieno. N o fal- 4 tó, sin em bargo, una m uestra de respeto de O d e ­ nato hacia^ G alieno, pues le envió — casi com o in ­ sulto hacia él y jactancia de sí m ism o— unos sátra­ pas 35 que había capturado. C u an d o éstos llegaron 5 a Rom a, aunque O d en ato había sido el vencedor, G alieno celebró el triu n fo ; p ero no se hizo m en­ ción del padre, a quien n i siquiera hubiera divini­ zado, cuando se enteró de que estaba m uerto, si no se le hubiera obligado — aunque, en realidad, el p a­ dre aún vivía, pues los rum ores acerca de su m u er­ te eran falsos— . O d en ato asedió en C tesifonte a 6 m ultitu d de p arto s y, tras devastar todos los luga­ res de alrededor, m ató a innum erables hom bres. 7 Pero cuando los sátrapas de todas las regiones acu­ dieron a C tesifonte p ara llevar a cabo una defensa conjunta, los com bates fueron largos, con alterna­ tivas diversas, y la victoria rom ana se dem oró aún más. Sin em bargo, com o O d en ato n o pretendía o tra 8 cosa sino liberar a V aleriano, insistía día tras día y se esforzaba com o el m ejor de los com andantes, arrostrando el suelo extranjero las dificultades de 11 aquellos parajes. M ientras estos acontecim ientos se producían en suelo persa, los escitas invadieron Capadocia. Tras capturar las ciudades de aquella re­ gión en una guerra tam bién larga y de diversas al­ ternativas, se dirigieron a Bitinia. P o r to d o ello, los 2 soldados pensaron o tra vez en la necesidad de un nuevo em perador. E ntonces, G alieno, com o no consiguió aplacarlos y reducirlos a su autoridad, se­ gún su costum bre, los m ató a todos. M ientras los soldados buscaban u n príncipe dig- 3 35

E n tre los persas recibían tal n o m b re los gobernadores provincia-


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no de ellos, G alieno se convertía en arconte — es decir, el sum o m agistrado— de A tenas, im pulsado p o r aquella vanidad, que le hacía p reten d er no sólo ser inscrito com o ciudadano, sino estar presente en todos los ritos sagrados. E sto n o lo habían hecho ni A driano en la época más feliz del im perio ni A n ­ tonino en aquella paz floreciente, a pesar de que am bos em peradores se habían dedicado con tal en­ trega a las letras griegas que, a juicio de los más grandes hom bres, apenas eran inferiores a los más sabios 3é. A dem ás, G alieno, despreciando las cuestiones de E stado, -deseaba ser incluido entre los m iem bros del\AÍtSópago 37, pues fue, no puede negársele, ilustre en 'la oratoria, en la poesía y en to ­ das las artes. Suyo es aquél epitalam io, que entre cien poetas resultó ganador. Pues cuando casó a los hijos de sus herm anos, todos los poetas, tan to grie­ gos com o latinos, recitaron epitalam ios d urante va­ rios días, y él, cogiendo las m anos de los desposa­ dos, según algunos transm iten, recitó estos versos: «Id, jóvenes m íos, m archad, sentid juntos el [calor que se desprende de vuestros apasionados [cuerpos, que las palom as n o superen vuestros su­ su rro s, que las hiedras n o aventajen a vuestros bra-. [zos, que la u n ió n de las conchas no sea superior [a la de vuestros besos.» 38

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36 A d rian o fue arco n te de A ten as antes de su b ir al p o d e r (cf. A d r ia ­ no 19, 1). T an to él co m o M arco A u relio se iniciaron en los M isterios eleusinos (cf. A d ria n o 13, 1 y M arco 27, 1). 37 El A reópago es el consejo o trib u n a l m ás ilustre y antiguo de la H isto ria de A tenas, que siguió existiendo bajo la d o m inación ro m an a al m enos h asta el siglo IV. E n p rin c ip io se reclutaba e n tre los antiguos arcontes, p ero el s e n tid o d e l pasaje parece in d ic a r que en esta época los arcontes hab ían p e rd id o ese antiguo derecho. 38 C f. B aehrens, P . L. Μ ., IV , p p . 103-104.


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Es largo enum erar los versos y discursos, que le perm itieron brillar entre los poetas y oradores de su tiem po. P ero una cosa se exige al em perador y otra se requiere del poeta o del orador. 12 C on toda justicia se alaba una óptim a acción de G alieno. E n efecto, en el consulado de su herm ano ” 1 J ~ "■ ariente Lucilio, cuando descuhabían sido doblegados p o r O denato , que tanto N isibis com o C arras habían pasado de nuevo a p o d e r rom ano, que toda M eso­ potam ia era nuestra, llegándose p o r fin hasta C te­ sifonte, que el rey había huido, que se había cap­ turado a los sátrapas y que m uchos persas habían m uerto, llamó A ugusto a O d en ato y, tras hacerle partícipe del p o d er im perial, m andó que se acuñase una m oneda en su h o n o r en la que se reflejase la cautividad de los persas. E l senado, la C iudad y las gentes de toda edad ap ro b aro n tal decisión. Galieno fue, además, m u y ingenioso y desde luego agra­ da contar algunas acciones en las que se dem uestra su ingenio: En cierta ocasión en que un to ro inm enso fue enviado a la arena y se hizo salir a un cazador para abatirlo, G alieno, aunque aquél no consiguió m atarlo después de tenerlo a tiro diez ve­ ces, le arrojó una corona, y al preg u n tar todos p o r qué hacía eso, cóm o coronaba a un hom bre tan in ú ­ til, él o rdenó al heraldo que dijese: «Es cosa difícil no herir a un toro con tantas oportunidades.» O tra vez un individuo vendió a su m ujer piedras p re c io ­ sas de vidrio com o si fuesen auténticas y ella, tras conocer la verdad quiso vengarse entonces; G alie­ no pareció ordenar que el vendedor fuese entrega­ do a los leones, p ero de la jaula salió un gallo ca­ p ó n ; adm irados todos p o r tan absurdo proceder, ordenó anunciar al heraldo: «U n engaño com etió y o tro ha padecido.» D espués dejó m archar al co­ m erciante. M ientras O d en ato se ocupaba en la guerra con los persas y G alieno, com o solía, se dedicaba a ac-

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tividades inútiles, los escitas llegaron a H eraclea 39 con una escuadra naval y desde allí regresaron a su patria con el botín, aunque m uchos, tras ser derro­ tados en un com bate naval, perecieron en el nau­ fragio. 13 Poco después, O d en ato m urió, víctim a de las asechanzas de su p rim o 40, en com pañía de su hijo H erodes 41, a quien tam bién había procla­ m ado em perador. E ntonces, Z enobia 42, su m ujer, puesto que los hijos que le quedaban, H ereniano 43 y Tim olao 44, eran m u y pequeños, asum ió el pod er y reinó d urante m ucho tiem po, n o m ujerilm ente ni según los m odos fem eninos, sino con más coraje y sabiduría no sólo que G alieno — m ejor que él cual­ quiera, incluso una doncella, h ubiera podido go­ bernar— , sino tam bién que o tro s em peradores. G alieno preparó la guerra con tra los persas y con ella la tardía venganza de su padre, tan p ro n to como le fue anunciado que O d e n a to había m uerto. D espués de reunir u n ejército p o r m edio de su general H eracliano llevó a cabo la acción de u n príncipe sa­ bio. Sin em bargo, este H eracliano, cuando m archa­ ba con tra los persas, fue vencido p o r los palm iranos y p erdió todas las tropas que había reunido, pues Z enobia gobernaba virilm ente entre los palm iranos y la m ayoría de los orientales. E ntretan to , los escitas, navegando a través del m ar N egro, p e­ n etraro n en el D an u b io y llevaron a cabo graves de­ vastaciones en suelo rom ano 45. C uando G alieno se dio cuenta de ello, n o m b ró a los bizantinos C leodam o y A teneo para que organizaran y fortificaran las ciudades; se lu c h ó alrededor del m ar N egro, y 39 40 41 42 43 44 45

Situada en la costa n o rte de Bitinia. Su n o m b re era M aeonius, cf. T reinta usurpadores, 15, 5 y 17. C f. T reinta usurpadores, 16. C f. T reinta usurpadores, 30. Cf. T reinta usurpadores, 27. Cf. T reinta usurpadores, 28. Se trata de la invasión de los h éru lo s del año 267.

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los bárbaros fu ero n vencidos p o r los generales b i­ zantinos. T am bién los godos fueron derrotados en un com bate naval p o r el general V eneriano, aunque éste cayó dignam ente en el cam po de batalla. L ue- 8 go, los godos devastaron C ízico, el Asia M enor y toda G recia, p ero fueron vencidos p o r los atenien­ ses al m ando de D exipo 46, u n escritor de aquella época 47. Expulsados de allí, vagaron p o r el E piro, M acedonia y Mesia. G alieno, m ientras tanto, im - 9 pulsado al fin p o r las desgracias públicas, se enfren­ tó a los godos, que m erodeaban p o r el Ilírico y p o r un raro azar abatió a gran nú m ero de ellos. A l en­ terarse de esto, los escitas, tras hacer una barricada con sus carros, in ten taro n h u ir a través del m onte Gesaces 48. E ntonces, M arciano se enfrentó a los 10 escitas con desigual fo rtu n a 49... Estas m edidas lla­ m aron a la rebelión a todos los escitas. 14 El general H eracliano m o stró en todos estos h e­ chos una gran dedicación al E stado. Sin em bargo, com o ni él ni M arciano pudieran tolerar las co n ti­ nuas iniquidades de G alieno, em prendieron u n plan con el objetivo de que u n o de los dos asum iera el po d er 50... Fue elegido C laudio, el m ejor de todos, com o direm os en su m om en to , quien, aunque n o 2 tom ó p arte en la conspiración, era respetado u n á­ nim em ente p o r los conjurados, y p o r ello parecía, com o más tarde se p u d o co m p ro b ar, digno del p o ­ der im perial. É ste es el C laudio de quien procede 3 C onstancio, nuestro m uy diligente César. T o m ó 4 parte tam bién en la conjura contra G alieno u n tal C eronio o C ecropio, g obernador m ilitar de D alm a46 E n la batalla del río N e sto s, en tre M acedonia y T racia; en ella p a r­ ticipó tam b ién G alieno, au n que el b iógrafo lo ocu lta deliberadam ente. C f. A leja n d ro Severo, n. 62. 48 D esco n o cid o . M agie (op. cit., I l l , p. 44 y η. 4) apunta la p o sib ili­ d ad de que se trate del m o n te R o d o p e en T racia. 49 D e nuevo, lagunas en el texto. 50 N u e v a laguna en el tex to. M ás in fo rm ació n sobre estos aconteci­ m ien to s en Z ó sim o I 40 y Z onaras X II 25.


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cia, quien ayudó a éstos de m anera inteligente y m oderada. P ero com o no p o d ía alcanzar el p o d er 5 m ientras G alieno estuviera vivo, pensaron que de­ bía realizarse u n atentado con tra su persona con el objetivo de apartar de la dirección del género h u ­ m ano, en u n m om ento en que la república estaba cansada de tantas desgracias, a tan m iserable ruina hum ana. Así, evitarían que el E stado, acostum bra­ do al teatro y al circo d urante tan to tiem po, pere­ ciese a causa del encanto de las diversiones. Tal fue 6 el plan que tram aron: G alieno estaba enfrentado a A ureolo p o rq u e éste había asum ido para sí la más alta jerarquía del E stado y diariam ente esperaba la llegada peligrosa e intolerable de este im provisado em perador. C onociendo esto, M arciano y C ecropio ordena- 7 ro n súbitam ente que se anunciase a G alieno la in ­ m inente llegada de A ureolo. El reunió a sus tropas 8 y se encam inó a la batalla com o si fuera cierto, y entonces fue asesinado p o r los sicarios enviados para tal fin. Se dice que G alieno fue abatido p o r la 9 espada de C ecropio, el g obernador de D alm acia, y hay quien afirm a que su m uerte se p ro d u jo en las cercanías de M ilán, d o n d e tam bién fue asesinado, de m anera inm ediata, su h erm ano Valeriano, un h o m b re del que m uchos aseguran que fue A ugus­ to, m uchos que César y m uchos que ninguna de las dos cosas. E sto últim o es im probable, pues, des- 10 pués de ser capturado V aleriano, encontram os es­ crito en los fastos: «D urante el consulado del em ­ p erad o r Valeriano.» ¿Q u é o tro Valeriano puede ser, sino el herm ano de G alieno? T enem os noticia 11 de su linaje, p ero no conocem os su rango o, como otros han em pezado a llam arlo, su dignidad im pe­ rial 51. 51 El a u to r em plea los térm inos dignitas y maiestas, que n osotros h e ­ m os tra d u c id o aquí, respectivam ente, p o r «rango» y «dignidad im p e ­ rial».


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D espués de m o rir G alieno se p ro d u jo una gran rebelión de los soldados, m ovidos p o r la esperanza de botines y de espolio público, decían para p ro ­ vocar el odio, que les había sido arrebatado u n em ­ perad o r útil e indispensable para ellos, y al m ism o tiem po p oderoso y com petente. P o r esta causa, se 2 llevó a cabo u n a reu n ió n de los principales jefes, para que calmasen a los soldados de G alieno de aquella m anera con la que suelen ser aplacados. E n ­ tonces, después de que M arciano les prom etiera y ellos aceptaran veinte áureos para cada u no (pues tenía a su disposición abundancia de tesoros), los soldados, p o r p ro p ia iniciativa, hicieron que G alie­ no apareciera en los fastos com o u n u surpador. Así, 3 aplacados los soldados, C laudio, hom b re venerable y justam ente respetado, querido p o r todos los hom bres buenos, am igo de la patria, amigo de las leyes, grato al senado y m u y reconocido p o r el p u e­ blo, recibió el p o d e r im perial. 16 Esta fue la vida de G alieno, que y o he contado con brevedad en estas páginas, u n individuo que, engendrado para com er, beber y disfrutar de los placeres, p erdió sus días y sus noches en el vino y las orgías y prov o có que el m undo entero fuera de­ vastado p o r la aparición de casi veinte 52 u su rp ad o ­ res, entre los que había m ujeres que gobernaron m ejor que él. Y para que no quede sin m ención su 2 deplorable habilidad, digam os que en prim avera ha­ cía alcobas con las rosas y realizaba castillos con la fruta. C onservó uvas d u ran te tres años y sirvió m e­ lones en m edio del invierno. E nseñó de qué m ane­ ra se podía tener m osto d urante to d o el año. Siem­ pre ofrecía fuera de estación higos frescos y otras frutas recién cortadas del árbol. Siempre cubrió sus mesas con m anteles recam ados en oro. H iz o vasos 3 52 A u n q u e aquí dice viginti, después se nos n arrará las biografías de los T yra n n i triginta, que serán definitivam ente 32, cf. T reinta usurpa­ dores, n. 1.


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adornados con piedras preciosas que tam bién eran de oro. R ociaba con polvo de o ro sus propios ca- 4 bellos. A m enudo se paseaba con la corona radia­ da 53. E n R om a, donde los em peradores aparecían siem pre con la toga, se le vio vestido con una clá­ m ide p u rpúrea, que tenía broches de o ro y piedras preciosas. T enía una túnica viril de p ú rp u ra y oro, con mangas. U saba un tahalí con brillantes y se ata­ ba con correas, adornadas de gemas, unas sandalias a las que solía llam ar «reticuladas» 54. A costum bra- 5 ba a ofrecer banquetes en público, A blandó al p u e- 6 blo con donaciones y desde su asiento repartía re ­ galos al senado. A dm itió a las m atronas en su C o n ­ sejo, y él m ism o les entregaba cuatro m onedas de oro con su nom bre cuando éstas besaban su m ano. 17 A l saber que su padre V aleriano había sido captu­ rado, se dice que dijo acerca de él lo que el m ejor de los filósofos afirm ó, tras la pérdida de su hijo: «Sabía que le había engendrado mortal.» 55 Y no fal- 2 tó A nio C ornicula Sfa p ara falsam ente alabar a G a­ lieno con sus palabras, com o si fuera u n valeroso em perador. Frecuentem ente hacía su aparición al 3 sonido de la flauta y se retiraba con el sonido del órgano 57, ordenando que sonase la m úsica cuando salía o regresaba. E n verano se lavaba seis o siete 4

53 S ím bolo del p o d e r que en prin cip io se reservaba p ara los em p era­ do res dinivizados, p ero después fue llevada p o r m u ch o s em peradores del siglo III, a m ed id a que se iba p ro d u c ie n d o la orientalización del ré­ gim en im perial. 54 C am pagus reticulatus. E l campagus era una sandalia utilizada por los p atricios que, su jeta en el taló n y en tre los dedos, dejaba el pie al descu b ierto . Las correas del cam pagus, atadas a la p iern a, p o d ían fo r­ m ar u n a re d que se ad o rn ab a co n pedrería. 55 A trib u id a p o r C iceró n a A naxágoras, cf. Tuse. I I I 30 y 58. Cf., tam bién, Séneca, Polyb. 11,2. 56 D esco n o cid o en otras fuentes. 57 El órgano hid ráu lico , que fue inv en tad o p o r C tesibius de A lejan ­ dría en el siglo III a. de C ., fue m u y u tiliz a d o en la antigüedad. Sobre las circunstancias en que fue in v en tad o , cf. B. G arcía (op. cit., p . 934, n. 30).


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veces al día; en invierno, dos o tres. Bebió siem pre 5 en copas de oro, despreciando el vidrio, pues en su opinió n no había nada más vulgar. V ariaba siem- 6 pre los vinos y nunca bebió en u n banquete dos co­ pas del m ism o vino. Las concubinas se recostaron 7 con frecuencia en sus triclinios y casi siem pre tuvo dispuesta una segunda m esa p ara bufones y m im os. 8 C uando iba a los jardines, que llevaban su nom bre, siem pre le seguían todos los funcionarios de Pala­ cio. Le acom pañaban los prefectos y jefes de todos los servicios, quienes eran invitados a los banque­ tes y se bañaban en las piscinas al m ism o tiem po que el príncipe. A m enudo tam bién las m ujeres eran 9 adm itidas: con él las jóvenes herm osas, con·aqué­ llos las viejas deform es. Y con frecuencia decía que se divertía, m ientras p o r todas partes toleraba la 18 ruina del m u n d o entero. M o stró , sin em bargo, gran crueldad hacia los soldados, m atando, a veces, en un solo día a tres y cuatro mil. O rd en ó que se hiciera u n a estatua para él, más 2 grande que el C olo so 58 y ataviada com o el sol, pero m urió antes de acabarla. H ab ía em pezado a nacerse con unas m edidas tan grandes que parecía tener doble tam año que el C oloso. H ab ía querido 3 ponerla en lo más alto del m onte E squilino y que tuviera u n a lanza, p o r cuyo m ango u n niño pudie­ se ascender a lo más alto. Sin em bargo, después, tal 4 proyecto pareció estúpido, tan to a C laudio com o a A ureliano, sobre to d o p o rq u e tam bién había o rd e­ nado que se hiciesen caballos y u n carro de u n ta­ m año acorde con el de la estatua y , además, que fuera colocada en u n a base m u y alta. H ab ía p ro - 5 ectado que el p ó rtico F lam inio 59 se prolongase asta el p uente M ulvio y que tuviera cuatro hileras de colum nas o, com o o tro s dicen, cinco; la p rim e­ ra hilera estaría com puesta p o r pilastras, en cuyo

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58 Cf. A dria n o , n. 89. 59 Es decir, co n stru id o a lo largo de la vía Flam inia.


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frente aparecerían colum nas con estatuas; la segun­ da, la tercera y el resto ten d rían sim plem ente co­ lum nas, form ando una fila de cuatro. Es largo escribir tod o s los hechos que llevó a 6 cabo. El que quiera conocerlos que lea a Palfurio Sura 60, quien escribió el diario ae su vida. N o s o ­ tros refirám onos a Salonino.

SA L O N IN O G A LIE NO 19

E ra hijo de G alieno y nieto de V aleriano. Pocas cosas m erecen escribirse sobre él, salvo que nació de noble linaje, fue educado regiam ente y m urió n o p o r su p ro p ia culpa, sino p o r la de su padre. Existe gran confusión acerca de su n om bre. M uchos h is­ toriadores se refieren a él con el no m b re de G alie­ no y otros tantos con el de Salonino. Q uienes dicen que se llam aba Salonino explican que recibió tal nom b re a p artir de su nacim iento en Salona 61, y aquéllos que aseguran que su nom bre era G alie­ no, dicen que tal n o m b re proviene de su padre y de su abuelo G alieno, quien, en o tro tiem po, ocuó un destacado lugar en el E stado. H asta hoy se a conservado una estatua suya al pie del m onte de R óm ulo 62, esto es, delante de la Vía Sacra, entre el tem plo de Faustina y el de V esta, junto al arco F a ­ biano 63; en ella se lee la inscripción: «A G alieno el joven», y al lado, «A Salonino». A p artir de lo cual su nom bre p o d rá ser com prendido. Es suficientem ente conocido que G alieno superó los diez años de m andato. D ig o esto p orque m u -

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60 A u to r desconocido. 61 C iu d ad de la costa d álm ata; parece m ás acertado el origen del n o m ­ bre que se p ro p o n e en 21, 3. 62 E l P alatino. C o m o es sab ido, en la d isp u ta con R em o , R ó m u lo as­ cendió al P alatino, m ien tras aquél se dirigió al C a p ito lio para observar el vuelo de las aves; cf. L ivio I 6,4. 63 C o n stru id o , al parecer, p o r Q u in to F a b io M áxim o el A lobrógico.


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chos han dicho que fue asesinado en el año noveno de su im perio. E n su m o m en to contarem os que bajo su reinado h u b o o tro s usurpadores. Pues nos pareció bien incluir en u n v olum en único a los vein­ te 64 aspirantes al tro n o , ya que n o m ucho puede decirse sobre ellos, y en la V ida de G alieno ya he­ m os narrado bastantes cosas. Sobre G alieno será suficiente lo que hem os dicho en este libro. Pues y a hem os contado m uchas cosas en la V ida de V aleriano y en el libro que he­ m os de escribir sobre los trein ta usurpadores n arra­ rem os m uchas otras que parece poco útil reiterar y m encionar con tan ta frecuencia. A ello se añade que intencionadam ente he o m itid o ciertos hechos para que sus descendientes n o se sintiesen heridos p o r 20 la publicación de m uchos detalles. T ú sabes que los hom bres entablan grandes disputas con éstos, que escribieron algo sobre sus antepasados, y creo que no te será desconocido lo que M arco Tulio dice en su «H ortensio» 65, escrito a im itación del «P rotrep­ tico» é6. Sin em bargo, y o v o y a con tar una anécdota, que, aunque es intrascendente, tiene cierta gra­ cia y trajo una nueva co stum bre: E n cierta ocasión en que la m ayoría de los soldados, que habían acu­ dido a u n banquete, se despojaron de sus armas en el m om ento en que éste daba com ienzo, se cuenta que el niño Salonino — o G alieno— les arrebató sus cinturones, adornados de o ro y piedras preciosas, y, com o era difícil hacer u n a reclam ación en Pala­ cio po r algo que se había perdido, los hom bres so­ p o rta ro n su pérdida en silencio, p ero a p artir de en­ tonces, cuando fueron invitados al banquete, se sentaron siem pre con las arm as, que llevaban ceñi­ das, y com o se les preguntase p o r qué no se des-

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64 Cf. n. 52. 65 O b ra p erd id a de C icerón. 66 N o se conserva esta o b ra aristotélica, en la q u e se ex hortaba al es­ tu d io de la filosofía.


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pojaban de sus cinturones, se dice que respondie­ ron: «Evitam os a Salonino.» D esde entonces se im ­ plantó la costum bre de reclinarse con los cin tu ro ­ nes puestos cuando se está con el em perador. Y o 5 no puedo negar que p ara m uchos esta costum bre tiene un origen distin to ; dicen que los hom bres acudían al alm uerzo m ilitar (prandium ) ceñidos con sus armas, pues se llam ó «preparación» (parandium ), p o rq u e «prepara» (paret) a los soldados para el com bate 67; en apoyo de tal idea encontram os el hecho de que aún h oy se cene sin armas con el em ­ perador. H e escrito tales cosas p o rq u e m e parecen dignas de conocerse y recordarse. 21 A hora pasem os a hablar de los veinte u su rp ad o ­ res 68 que surgieron en tiem pos de G alieno p o r el desprecio que provocaba un em perador tan desa­ fortunado. A cerca de ellos debem os decir pocas co- 2 sas y narrarlas con brevedad, pues m uchos de ellos no merecen que sus nom bres se utilicen para com ­ pletar un libro, aunque algunos, al parecer, no es­ taban exentos de valor y fueron m uy provechosos para el Estado. Son tan diversas las opiniones acerca del nom bre 3 de Salonino que el au to r que cree hablar con más veracidad asegura que fue llam ado así p o r Salonina, su m adre, a la que G alieno am ó perdidam en­ te 69. Tam bién amó a la hija de un rey bárbaro, de nom bre Pipara 71, p o r lo cual 72 G alieno y los 4

67 E sta relación sem ántica p arece inexistente, pues p ra n d iu m p ro v ie ­ ne de prandeo «com er», y no de paro «preparar». 68 A u n q u e en el capítu lo 19, 7 ha h ablado ya de «T reinta tiranos», aqu í vuelve a decir vig in ti tyranni, cf. η. 52. 69 P referim os aq u í la lectura q u a m is de Salmasius que el q u a m vis de P., aceptado p o r H o h l. 70 A ceptam os aq u í la co n jetu ra de M agie e t dilexit p ara cubrir la la­ guna de P. que H o h l h a asum ido. 71 Según A urelio V ícto r (Caes. 33,6) era hija de un re y m arcóm ano a q uien G alieno cedió p arte de P anonia. 2 M agie in tro d u c e quare p ara c u b rir la laguna de P.


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ue le rodeaban siem pre se teñían el pelo de am ario. E n cuanto al nú m ero de años que d uró el im perio de V aleriano y G alieno, se h an trasm itido afir­ m aciones totalm ente falsas, pues aunque es sufi­ cientem ente conocido que ellos gobernaron quince años — es decir, que G alieno alcanzó el decim o­ quinto año de reinado— com o V aleriano fue cap­ turado en el sexto, unos han escrito que G alieno gobernó nueve años; otro s, que casi diez. Sin em ­ bargo, es patente que celebró unas decennalia en Rom a, y que, después de estos juegos, venció a los godos, hizo la p az con O d en ato , inició la unión con A ureolo, luchó contra P o stu m o , contra L olia­ no, y, en fin, realizó acciones que constituyen u n elogio para él. C o n to d o , son más num erosas las que alim entan su deshonra, pues, se dice, que p o r las noches frecuentaba siem pre las tabernas y que vivió entre m im os, bufones y rufianes.

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L O S T R E IN T A U S U R P A D O R E S 1

(Trebelio Polión)

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Tras haber escrito varios libros con un estilo im ­ p ro p io de u n h isto riad o r y m ás próxim o a lo v u l­ gar que a lo erudito, llegam os a esa época durante los años en que G alieno y V aleriano gobernaron el E stado, en la que surgieron treinta usurpadores; pues m ientras V aleriano se ocupaba en las grandes obligaciones de la guerra con los persas, Galieno, com o se ha dem ostrdo en su lugar, no sólo era des­ preciado p o r los hom bres sino tam bién p o r las m u ­ jeres. Sin em bargo, puesto que la oscuridad de es- 2 tos hom bres, que volaban desde diversas partes del m und o hacia el p o d er im perial, es tan grande que sobre ellos son pocas las cosas que pueden ser d i­ chas o investigadas p o r los estudiosos, y com o en la obra de todos los historiadores, que escribieron

1 E l a u to r titu la este capítulo T yra n n i triginta, co n el fin, sin duda, d e crear u n p aralelism o en tre la H isto ria d e R o m a y la de A tenas, pero, en realidad, tales indiv id u o s n o fu ero n «tiranos», sino sim plem ente u su rp ad o res o aspirantes al p o d e r; adem ás, sólo tenem os certeza de que n ueve de ellos u su rp a ro n el p o d e r: P o stu m o (258-268); Leliano, M ario, In g en u o (258), R egaliano (258), A u reo lo (268) y M acriano y sus d o s hi­ jos (260-261). D e los dem ás, algunos p u e d e n ser invención del biógrafo (S atu rn in o , T reb elian o y C elso), o tro s n u n c a d e te n ta ro n el p o d e r im ­ perial (O d en ato , M eo n io , Z en o b ia, etc.), y , en fin, o tro s son de época d istin ta a la de G alieno (V alente, V icto rin o , T étrico). P o r o tro lad o , el capítulo co n tien e trein ta y dos n o m b res; los d o s ú l­ tim o s, co m o explica el p ro p io a u to r (31, 7-12), no so n de la época de G alieno y tien en p o r o b jeto co m p letar el n ú m ero de trein ta si se hace exención de Z en o b ia y V ictoria.


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tanto en griego com o en latín, hasta tal p u n to p a­ san inadvertidos que ni siquiera sus nom bres apa­ recen con frecuencia, y , finalm ente, puesto que los detalles que m uchos nos han transm itido sobre aquéllos nos han llegado con versiones m uy dife­ rentes, y o los he reunido en u n solo libro, breve además, sobre to d o p o rq u e m uchos de los hechos que a ellos se refieren ya han sido contados en las vidas de V aleriano y G alieno y no hay necesidad de repetirlos.

C IR IA D E S 2

Este h o m b re 2, rico y noble, h u y en d o de su p a­ dre Ciriades, venerable anciano al que apesadum ­ braba con sus malas costum bres y su afán p o r el lacer, se refugió ju n to a los persas, tras haber roado una gran parte del o ro p atern o e incluso una enorm e cantidad de plata. A llí se unió y asoció con el rey Sapor y, después de aconsejarle que llevase la guerra contra los rom anos, arrastró al territorio rom ano p rim ero a O d o m aste 3 y después al p ro p io Sapor. Tras conquistar A n tio q u ía y Cesarea 4, se ganó el sobrenom bre de C esareano; luego fue nom orado A ugusto, y conm ovió to d o el O rien te con el r Dsadía provocaban; sin asesinado a su padre (hecho que niegan algunos historiadores), él m ism o m urió, víctim a de las asechanzas de los suyos, en el m om ento en que V aleriano se encam inaba ya h a­ cia la guerra con los persas. A la historia no ha lle-

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2 M agie (op. cit. I l l , p. 66 y η. 1) le identifica con el aventurero M ereades, u n sirio d e A n tio q u ía q u e se alió con S apor tras ser expulsado de su patria p o r m alversación de fo n d o s públicos (cf. A m iano M arce­ lino , X X III 5,3). 3 Q u iz á se refiera a O ro m astes, el h ijo de Sapor. 4 C iu d ad de C apadocia, cu y o n o m b re actual es K aisaríyeh.


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gado nada más que parezca ser digno de m ención acerca de este hom bre, al que su fam osa huida, su parricidio, su cruel tiranía y su n o to ria inclinación a los placeres llevaron a las letras.

POSTUMO 3

Este ho m b re m u y valiente en la guerra e in q u e­ brantable en la paz, tuvo tal rectitu d durante toda su vida que G alieno le puso ju n to a Salonino, su propio hijo — cuando éste se h izo cargo del gobier­ no de las Galias— , p ara que fuese guardián y guía de su vida, sus costum bres y sus actos imperiales. Sin em bargo, según h an afirm ado algunos autores 2 (aunque el hecho no es acorde con sus costum bres), después rom pió su lealtad y, tras m orir Salonino, asum ió el p oder. C o n más verosim ilitud otros h an 3 transm itido que los galos, com o odiaban con vehe­ m encia a G alieno y n o p odían so p o rtar que su hijo les gobernase, n o m b raro n em perador a aquél, que p o r delegación ejercía de hecho el p o d er y, tras en ­ viar a unos soldados con tal fin, dieron m uerte al joven. C uando éste m urió, P o stu m o fue recibido 4 con alegría p o r todo el ejército y p o r todos los ga­ los, y se entregó a la reorganización de las Galias durante siete años, m ientras G alieno frecuentaba los placeres y las tabernas, y envejecía am ando a una m ujer bárbara 5. E ntonces, G alieno inició u n a 5 guerra contra P ostum o en la que fue herido p o r una flecha. Sin duda, en el corazón de todos los 6 pueblos galos existía una estim a pro fu n d a hacia P ostum o porq u e, tras rechazar a todos los pueblos de la G erm ania, había devuelto la antigua seguri­ dad al im perio rom ano. Sin em bargo, como se 7 com portase con absoluta rectitud, los galos, hacien-

5 C f. Galienos, 21, 3-4.


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do h o n o r a aquella antigua costum bre que siem pre les im pulsa a desear las revoluciones, le asesinaron bajo la instigación de Loliano. Si alguno quiere conocer los m éritos de P ó stu - 8 m o, lea el juicio que acerca de él tenía Valeriano en esta carta que aquel em p erad o r envió a los galos: «H em os n o m b rad o com andante del limes del R in 9 y gobernador de la Galia a P o stu m o , el hom bre más digno de la austeridad de los galos. M ientras él esté presente, el soldado estará a salvo en el cam pam en­ to, se m antendrán los derechos en el foro, la ley en los tribunales de justicia y la dignidad en su pala­ cio; él velará p o r lo que es p articular y p ro p io de cada u n o ; y o espero que m e déis las gracias p o r en­ viaros a este hom b re, que m erecería en justicia el lugar del príncipe y ante el que y o m e descubro de­ lante de todos. Pues, si m e engañase en la opinión 10 que tengo del él, habéis de saber que en ninguna parte del m u n d o en contraría a alguien que pudiera recibir m i com pleta aprobación. H e otorgado el tri- 11 bunado de los voconcios 6 a su hijo, P ostum o de nom bre, quien, aunque es joven, se m o strará en su conducta digno del padre.

POSTUMO EL J O V E N 4

A cerca de este h o m b re nada puede contarse, sino que, después de ser n o m b rad o C ésar p o r su padre y de recibir el título m eram ente honorífico de A u ­ gusto, fue, según se dice, asesinado ju n to a su pa­ dre, cuando L oliano, tras aceptar el p o d e r im perial que los galos le habían ofrecido, ocupó el lugar de P ostum o. Sin em bargo, tuvo — es el único detalle 2 que merece m encionarse— tal predisposición p ara la elocuencia que se dice que sus «C ontroversias» 7 6 P u eb lo de la G alia N arb o n e n se en tre el R ó d a n o y el D urance. 7 P u ed e referirse a las D eclam ationes o Controversiae, atribuidas a


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se hallaban insertas en la o b ra de Q uintiliano, quien, com o la lectura de u n solo capítulo m ostra­ rá al p rim er vistazo, fue el más ingenioso o rad o r del pueblo rom ano.

L O L IA N O 5

A causa de la rebelión encabezada p o r este h o m ­ bre 8, P ostum o, el h o m b re más valiente de todos, m urió en la Galia, después de haber restituido a su antigua condición el p o d er ro m an o , cuando las G a­ lias estuvieron a p u n to de p erderse p o r los excesos de Galieno. Tam bién L oliano fue, sin duda, m u y 2 valiente, pero ante el tem o r de una rebelión no m ostró entre los galos la autoridad que sus fuerzas le perm itían. M urió a m anos de V ictorino, hijo de 3 V itruvia o de V ictoria 9, quien después fue llamada M adre de los C am pam entos y recibió incluso el nom bre de A ugusta, aunque ella, p o r sí misma, para esquivar el peso de u n a carga tan grande, entregó el m ando p rim ero a M ario y después a Tétrico y a su hijo 10. C iertam ente, tam bién Loliano resultó 4 provechoso para la república en algún aspecto, pues restitu y ó a su antigua condición algunas ciu­ dades de la G alia y algunos cam pam entos que, edi­ ficados p o r P ostu m o en suelo bárbaro durante los siete años de su gobierno 11, habían sido destrui­

Q u in tilian o ; una serie de p leito s legales im aginarios que se em pleaban en las clases de retórica. 8 L o lian o se rebeló co n tra P o stu m o y to m ó el p o d e r im perial, pero sólo m o m en tán eam en te, pues éste, según se desprende de los testim o ­ nios de A. V íctor (Caes. 33,8) y E u tro p io (IX 9), consiguió derrotarle y acabó con su vida. P o r tan to , la afirm ación que hace aquí n u e stro bió­ grafo parece to talm en te erró nea. 9 Cf. 31. 10 C f. 24-25. 11 N o h ay acuerdo so b re la fecha en q u e se p ro d u jo la usurpación de P o stu m o , p ero n o rm alm e n te se co n sid era que estuvo dos añ o s en el p o d er, en tre el 258 y el 268.


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dos e incendiados p o r una repentina invasión de los germ anos. D espués fue asesinado p o r sus propios soldados p o r ser excesivamente riguroso con el tra­ bajo. Así, m ientras G alieno conducía el E stado a la ruina, en la Galia se sublevaron, com o defensores del nom bre de Rom a, prim ero P o stu m o , después Loliano, luego V ictorino y p o r últim o — pues de M a­ rio nada direm os— T étrico. Y o creo que a todos ellos se les había o torgado u n d on divino para que, m ientras aquella peste era incapaz de m overse ante las desgracias que provocaban sus increíbles exce­ sos, no les fuese dada a los germ anos la posibilidad de apoderarse del territo rio rom ano. Pues si ellos hubieran penetrad o entonces del m ism o m odo en que lo hicieron godos y persas, la acción conjunta de los pueblos extranjeros en suelo rom ano habría provocado la desaparición del venerable im perio del pueblo rom ano. La vida de L oliano, com o la de P ostum o, es desconocida en m uchos p untos, so­ bre todo en sus aspectos privados. La fama que dis­ frutaro n en vida fue p ro d u cto del valor, no de la im portancia del rango.

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V IC TO R IN O 6

G uando P ostum o el Viejo supo que G alieno ve­ nía contra él con tropas m u y num erosas y que se hacía necesaria no sólo la ayuda de los soldados sino tam bién la de o tro príncipe, llam ó a V ictori­ no 12, un hom bre de gran valía en cuestiones m ili­ tares, para que participase del p o d er im perial, y con su ayuda se enfrentó a G alieno. Sin em bargo, aunque prolongaron la guerra d urante m ucho tiem po

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12 D e acuerdo con A. V íctor (Caes. 33,12) y E u tro p io IX 9, V icto­ rin o n o co m p artió el p o d er im perial con P o stu m o , sino que lo asum ió después de M ario y bajo el im perio de C laudio.


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con gran cantidad de tropas auxiliares llegadas de G erm ania, finalm ente fueron vencidos. Luego, des- 3 pués de que L oliano fuera tam bién asesinado, sólo V ictorino se m antuvo en el poder. Este, p o r o c u ­ p ar su tiem po en ro m p er los m atrim onios de sus soldados y oficiales, tam bién fue asesinado; en efec­ to, tras form arse una conjura contra él, m urió en A gripina 13 a m anos de un intendente m ilitar 14 a cuya m ujer había deshonrado. Tam bién el hijo de V ictorino, que había sido nom b rad o César p o r la m adre de éste, V itruvia — o V ictoria— a la que des­ pués se llamó M adre de los C am pam entos, fue eje­ cutado, aunque era todavía u n niño, instantes des­ pués de que su padre m uriera en A gripina. A cerca 4 de V ictorino, p o r el hecho de ser m uy valiente y a no ser p o r sus lujuriosas inclinaciones, un em pera­ d o r excelente, m uchas cosas nos han sido transm i­ tidas p o r num erosos autores. C reem os, sin em bar- 5 go, que será suficiente intercalar aquí u n fragm en­ to de cierto libro de Julio A teriano , en el que h a­ bla así sobre V ictorino: «Yo considero que ningu- 6 no ha de anteponerse a V ictorino, el que gobernó las Galias después de Julio 16 P ostum o, ni Trajano p o r su valor, ni A n to n in o p o r su bondad, ni N erva p o r su dignidad, ni V espasiano p o r su buen gobier­ no del erario, ni Pértinax o Severo p o r la austeri­ dad de to d a su vida o p o r su severa disciplina m i­ litar. Sin em bargo, su deseo y su pasión p o r los pía- 7 ceres que las m ujeres p ro p o rcio n an arruinó hasta

13 A grippinensis Colonia, actual C o lo n ia. 14 E l texto dice actuarius, qu e en los autores de esta época significa in ten d en te m ilitar, au n q u e en p rin cip io el actuarius era aquél q u e to ­ m aba al d ictad o las palabras del que hablaba. El térm in o , no obstante, p arece ten er u n a significación genérica y se aplica a los em pleados en tareas ad m inistrativas al servicio público o privado. 15 A u to r desconocido. 16 E l n o m b re co m p leto de P o stu m o , según sabem os p o r o tras fuen­ tes, era M . Cassianius L a tin iu s P ostum us A ugustus. E l n o m b re Iulius que se da aquí es in co rrecto .


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tal p u n to todas sus buenas cualidades que ninguno se atrevería a escribir las virtudes de alguien que, en opinión de todos, m ereció ser castigado.» P o r tanto, ya que los escritores tuvieron esta opinión acerca de V ictorino, m e parece que y o he dicho ya bastante sobre su carácter.

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V IC T O R IN O EL J O V E N 7

A cerca de él n o ha llegado a las letras sino el he­ cho de que fue nieto de V ictoria e hijo de V ictori­ no, y que, tras ser n o m b rad o C ésar p o r su m adre o abuela en el m om ento en que V ictorino m urió, fue ejecutado inm ediatam ente p o r los soldados que estaban en pleno fu ro r. E n fin, aún p ueden verse 2 en los alrededores de A gripina unos sepulcros h u ­ m ildes, cubiertos p o r u n m árm ol de reducidas p ro ­ porciones, en los que se lee esta inscripción: «A quí yacen los dos V ictorinos que u su rp aro n el p o d er imperial.»

M A R IO 8

D espués de la m uerte de P o stu m o , V ictorino y L oliano, M ario, u n antiguo h errero — según se dice— , alcanzó el p o d e r im perial p o r espacio tan sólo de tres días. Lo que m ás se desea saber sobre su persona y o lo desconozco, excepto el hecho de que su brevísim o m andato le hizo más ilustre. Pues com o aquel cónsul que, ocupando el consulado en calidad de su stituto d urante las seis horas del m e­ diodía, fue ridiculizado p o r C icerón 17 con esta brom a: «H em os tenido u n cónsul tan severo y rí­ gido que durante su m agistratura ninguno ha al-

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17 C f. Fam. V I I 30,1. Se refiere al cónsul C . C an in io R ebilo, suffec­ tus el 31 de d iciem bre del año 45 a. de C .


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m orzado, ninguno ha cenado, ninguno ha d o rm i­ do», tam bién parece que sobre M ario p o d ría decir­ se lo m ism o, ya que u n día fue hecho em perador, o tro día intentó gobernar y el tercero fue asesina­ do 18. Fue, sin duda, u n n o m b re valiente que alcanzó el p ó d e r im perial tras reco rrer varios grados del ejército; a él, p o r tratarse de u n herrero, la m a­ yoría le llam aron M am urio y algunos V eturio 19. Sin em bargo, ya hem os dicho m uchas cosas sobre este u surpador, acerca de quien bastará añadir aquello de que tenía las m anos más fuertes que n a ­ die, tanto para golpear com o p ara em pujar, pues, según parece, en los dedos tenía nervios pero no v e­ nas. Se dice que retenía con el dedo índice los carros en m archa y que, con u n solo dedo, golpeaba de tal m anera a los más fuertes que se dolían com o si hubieran sido sacudidos p o r el contacto de una m aza de m adera o de hierro. C o n la fuerza de dos dedos aplastó m uchos objetos. Fue asesinado p o r un soldado al que, cuando era general o, después, al asum ir el p oder, había despreciado p o r tratarse de un antiguo trabajador de su herrería. Dícese que el asesino exclamó: «Esta es la espada que tú m ism o has forjado.» L a p rim era arenga de M ario, se­ gún se cuenta, fue así: «Sé, com pañeros, que se m e puede echar en cara m i antiguo oficio, del que to ­ dos sois testigos. Sin em bargo, que cada uno diga lo que quiera. O jalá y o trabaje siem pre el hierro y

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18 E n otras fuentes h ay tam bién coincidencia sobre la brevedad de su m an d ato ; cf. A. V ícto r 33,12: H o c iugulato, post b id u u m Victorinus deligitur. 19 M a m u rio V etu rio forjó los escudos de los sacerdotes salios (lla­ m ad o s ancilia) y su n o m b re aparecía en el carm en saliare. Cf. O v id io , Fast. I l l 380 y ss.: « N u m a... co m p ren d ien d o que el destin o del im p erio estaba ligado a aquel escudo, to m ó una sagaz d eterm inación: o rd e n a fa­ b ricar varios escudos m ás, cincelados a sem ejanza del prim e ro , p ara co n ­ fu n d ir a quienes in ten taran sustraerlos. E l trab ajo fue realizado p o r M a­ m u rio , de q uien resu lta difícil d ecir si descollaba m ás p o r sus buenas co stu m b res o p o r su talen to artístico».


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no m uera entre vino, flores, m ujerzuelas y taber­ nas, com o hace G alieno indigno de su padre y de la nobleza de su linaje. Q u e m i oficio de herrero m e sea reprochado, m ientras las naciones extranje­ ras reconozcan en sus desastres que y o he m aneja­ do el hierro. En fin, yo m e esforzaré p ara que toda Alam ania, toda G erm ania y tod o s los pueblos que están alrededor, consideren al pueblo rom ano com o a una nación de hierro y tem an en noso tro s espe­ cialmente el hierro. Sin em bargo, quisiera que vosotros consideráseis que habéis convertido en em ­ perado r a alguien que nunca supo tratar con algo distinto del hierro. E sto lo digo p o rq u e sé que nada puede ser usado con tra m í p o r aquella pestífera crá­ p u la excepto el hecho de que y o sea u n forjador de espadas y lanzas.»

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IN G E N U O 9

Siendo cónsules Tusco y Baso 20, com o Galieno se dedicara al vino y a los m anjares, pasase el tiem ­ po entre alcahuetes, m im os y m eretrices y perdiese lo bueno de su origen en la continua dependencia del placer, Ingenuo, que entonces gobernaba la Panonia, fue nom b rad o em perador p o r las legiones de Mesia a petición de los soldados de Panonia. En ningún o tro m om ento pareció que los soldados p u ­ dieran tom ar una decisión m ejor para el Estado que en aquella ocasión, cuando, ante la irrupción de los sárm atas, n o m b raro n em perador a alguien que p o r su capacidad podía rem ediar los males de la rep ú ­ blica. Sin em bargo, la causa que le im pulsó a asum ir el p o d er fue su tem o r a resultar sospechoso

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20 E l año 258, au n q u e A. V íctor (Caes. 33,2) m antiene que la vuelta de In g en u o se p ro d u jo con p o ste rio rid ad a la cap tu ra de V aleriano, es decir, después del 260.


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para los em peradores 21, ya que era m u y poderoso, necesario para el E stado, y — lo que más alarm a a los gobernantes— despertaba gran simpatía entre los soldados. Pero G alieno, que, si en contadas ocasiones se com portaba com o u n com pleto deprava­ do, cuando la necesidad le obligaba, era veloz, fu e r­ te, enérgico y cruel, d e rro tó finalm ente a Ingenuo en la batalla 22 y, cuando éste fue ejecutado, des­ cargó su odio de la form a m ás rigurosa sobre to ­ dos los habitantes de Mesia, tan to civiles como m i­ litares. N in g u n o se lib ró de su crueldad; fue hasta tal p u n to d u ro y sanguinario que en m uchas ciu­ dades no dejó con vida a n in g ú n individuo del sexo m asculino. Se dice que Ingen u o , después de ser capturada la ciudad d o n d e se hallaba se sum ergió él m ism o en el agua, p o n ien d o así fin a su vida, para no caer en m anos del sanguinario tirano. A ún se conserva u n a carta de G alieno, escrita a Céler Veriano 23, en la que se m uestra su extraordinaria crueldad. P o r esta razó n y o la he introducido aquí, para que to d o el m u n d o com prenda que un h o m ­ bre disoluto, si la necesidad lo exige, puede ser m u y cruel: «G alieno a V eriano. N o me dejarás satisfecho si sólo matas a los soldados, a los que tam bién al azar habría p o d id o quitar la vida en las guerras. D ebe perecer todo varón, incluso los ancianos y los que aún no han llegado a la p u b ertad pueden ser ejecutados sin mi censura. H a de m o rir todo aquél que deseó el mal p ara mí, to d o el que habló en mi contra, en contra del hijo de V aleriano, en contra del padre y herm ano de tantos príncipes. Ingenuo fue nom brado em perador. H iere, m ata, asesina, com prende mi estado de ánim o; debes encolerizar-

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21 N atu ralm en te, G alieno y V aleriano. 22 D u d o so si fue en M ursa o en S irm io, am bas ciudades de P anonia. Cf. A. V íctor, Caes. 33,2 y E u tro p io IX 8,1. 23 A u to r desconocido.


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te con el m ism o odio que y o , que he escrito esto con mi p ro p ia m ano, te estoy dem ostrando.»

R E G A L I A N O 24 10

Era destino del E stado que en época de G alieno cualquiera que tenía posibilidades se encum brase hacia el p o d er im perial. A sí, Regaliano, que ocupa­ ba la jefatura m ilitar en el Ilírico, fue declarado em ­ perado r con el im pulso de los m esios, que, antes con Ingenuo, habían sido derro tad o s, y con cuyos parientes G alieno se había ensañado horriblem en­ te. Este llevó a cabo con valentía num erosas haza- 2 ñas contra los sárm atas, p ero m urió a m anos de los roxolanos 25 con el consentim iento de los soldados, ya que los habitantes de la provincia estaban tem e­ rosos de que G alieno realizase de nuevo acciones tan crueles. Si yo cuento cuál fue el origen de su gobierno, 3 parecerá, tal vez, p u ra fabulación. Pues, ciertam en­ te, alcanzó el p o d er m erced a u n a b ro m a funesta: 4 E n cierta ocasión en que Regaliano se hallaba ce­ nando en com pañía de algunos soldados, u n lugar­ teniente del trib u n o se levantó y dijo: «¿De dónde hem os de creer que proviene el no m b re de Rega­ liano?» Inm ediatam ente o tro afirm ó: «Yo creo que viene de reino.» E ntonces u n o de los que estaban 5 presentes, que había sido estudiante, em pezó a de­ clinar com o lo hacen los gram áticos, diciendo: «Rex, regis, regí, Regalianus». E n seguida, u no de 6 los soldados, que constituyen u n tipo de individuos

24 D e acuerdo con la nu m ism ática su n o m b re co rrecto es R egaliano, aun q u e en los m an u scristo s en co n tram o s R egilianus, lectu ra que H o h l ha m an ten id o . M agie (op. cit.,I l l , p. 86 y η. 1) o p in a q u e el n o m b re R e ­ gilianus resp o n d e al deseo de m an ten er la singular etim ología que se ofrece en X 3 y ss. 25 P u eb lo de Sarm acia, en tre el T anais (D o n ) y el B oristenes (D n ie­ per).


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inclinado a llevar a efecto lo que piensa, dijo: «E n­ tonces, ¿puede ser rey?», y o tro : «¿Puede ejercer su po d er real sobre n o sotros?», y o tro : «Dios te im ­ puso el no m b re de rey.» Para qué más. El día después de que tales frases fueran pronunciadas, cu an ­ do salió p o r la m añana, fue saludado com o em pe­ rador p o r los soldados de p rim era línea 26. D e este m odo, lo que a o tro s les fue entregado m ediante la audacia o una razonada elección, a éste se lo dio una aguda brom a. Fue, no puede negarse, u n h o m b re que siem pre mereció la aprobación en los asuntos m ilitares y que desde hacía tiem po resultaba sospechoso p ara Galieno p o rq u e parecía digno del p o d er suprem o; era de origen dacio, pariente de D ecébalo , según se dice. Se conserva u n a carta del divino C laudio, entonces u n simple ciudadano, en la que da las gra­ cias a Regaliano, gobern ad o r m ilitar ael Ilírico, p o r haber recuperado esta provincia, cuando to d o se perdía p o r la indolencia de G alieno. Y o la encon­ tré en su form a original y consideré que debía ser introducida aquí, pues tuvo u n carácter oficial: «Claudio a R egaliano con el saludo m ás afectuoso. A fortunado el E stado que ha m erecido tener en sus cam pam entos m ilitares a u n h o m b re com o tú, afo r­ tunado G alieno, aunque nadie le da a conocer la verdad, ni de lo bueno ni de lo m alo. B onito y C elso, los asistentes de n u estro em perador, me tra n s­ m itieron cóm o te co m portaste en la batalla de E s­ cupo 2S, cuántos com bates realizaste en u n solo día y con qué rapidez. Serías digno del triunfo si aún estuvieran vigentes las antiguas co stum bres 29.

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26 Príncipes. Su po sició n en el ejército im plicaba u n m ayor prestigio e influencia sobre los dem ás soldados. 17 R ey de los dacios, que causó n u m ero so s problem as a D om iciano y fue vencido p o r T rajan o , el añ o 107. 28 C iu d ad de M esia, h o y U sk u b . 29 L a posib ilid ad de celebrar la cerem onia del triu n fo quedó re strin ­ gida, a p a rtir de A u g u sto , a los em p erad o res; sin em bargo, d u ra n te la


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Pero, ¿para qué decir más? Yo quisiera que tuvie­ ras presente a cierto ho m b re y que cuando o b tu ­ vieses alguna victoria actuases más cautelosam ente. Me gustaría que me enviases algunos arcos sarm áticos y dos capotes m ilitares, pero provistos de he­ billas, pues y o te he enviado algunos de los nues­ tros.» Esta carta m uestra cóm o pensaba C laudio sobre 13 Regaliano, una opinión que, en aquel tiem po era sin duda m uy considerada. Este hom bre no fue apoyado en sus ascensos p o r 14 G alieno, sino p o r su padre V aleriano, com o C lau­ dio, M acriano, Ingenuo, P o stu m o y A ureolo, que fueron asesinados, todo s ellos, m ientras detentaban el p o d e r im perial, aunque eran dignos de él. Es de 15 adm irar en el em perador V aleriano el hecho de que a todos aquellos a los que convirtió en generales, alcanzaran después el p o d er im perial con la ap ro ­ bación de los soldados; de ellos se desprende que el anciano em perador se m o stró en la elección de los generales del E stado, com o la felicidad rom ana — si los hados hubiesen p erm itid o que continuase el gobierno de un buen príncipe— lo exigía. ¡O jalá 16 hubiera sido posible que aquéllos que alcanzaron el p o der hubieran p o d id o gobernar p o r más tiem po, o que el gobierno del hijo de V aleriano hubiera d u ­ rado m enos, para que nuestro E stado se m antuvie­ ra en la posición que le corresponde! Pero la F or- 17 tuna fue dem asiado com placiente consigo misma, cuando jun to a Valeriano se llevó consigo a los bue­ nos em peradores y m antuvo a G alieno más tiem po del que convenía al E stado.

rep ú b lica p o d ía ser celebrada p o r cu alq u ier m agistrado con im perium , que cum pliera los dem ás req u isitos exigidos para que pu d iera llevarse a efecto; cf. ]. G uillén , Urbs R om a, III, p. 529 y ss.


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AU R E O L O 11

Tam bién este hom bre, cuando dirigía los ejérci­ tos de Iliria con desprecio hacia G alieno — com o todos en aquel tiem po— , fue obligado p o r los sol­ dados a asum ir el p o d er im perial. C uando M acria- 2 no con su hijo M acriano 3 se levantó contra G a­ lieno con tropas m uy num erosas, A ureolo derrotó a su ejército y atrajo a su causa a algunos soldados que se dejaron corrom per. Y com o a p a rtir de en- 3 tonces A ureolo se convirtió en u n poderoso em pe­ rador, G alieno, tras in ten tar inútilm ente dom inar a u n hom bre tan fuerte, h izo la p az con él, en el m o ­ m ento en que se disponía a em prender la guerra contra P ostum o. Sobre este asunto ya se han dicho m uchos detalles y aún habrem os de con tar alguno más. D espués de que G alieno fue asesinado, C lau- 4 dio trabó com bate con A ureolo y le d erro tó junto a ese p uente que ahora se llam a Puente de A ureo­ l o 31; allí Claudio le erigió u n sepulcro, pero h u ­ m ilde, com o corresponde a u n u surpador. Todavía 5 ahora se conserva un epitafio en griego que dice así : «C laudio, después de m uchos com bates ven­ c e d o r de este usurpador, dichoso al fin, o torga a A ureolo esta sepul­ t u r a p ara h o n rar su m uerte; él, que con to d a justicia le ha sobrevivido, hubiera querido respetar su vida si su egre­ g io ejército lo hubiera tolerado; pero con todo derecho sus soldados no han [perm itido que vivieran aquéllos que son indignos de él, y m ucho m e[nos A ureolo.

30 N o s separam os de H o h l al rechazar la lectura M acrino de su ed i­ ció n y adm itir, en cam bio, la de M acriano, q u e aparece en Σ. 31 A l N o r te de M ilán, sobre el río A dda, hoy se llam a P o n tiro lo .


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C laudio, que, sin em bargo, es clem ente, le ha [consagrado u n p u en te con su nom bre, y u n sepulcro p ara conservar los últim os res[tos de su cuerpo». Yo he escrito estos versos tal com o han sido traducidos p o r un desconocido gram ático; pues, au n ­ que podían estar m ejor traducidos, m i intención es m antener la literalidad p ara que la verdad h istó ri­ ca, que y o pienso he de guardar p o r encim a de todo, n o se pierda, pues n o m e p reo cu p o en abso­ luto de la elegancia de m i estilo. E n efecto, y o m e he p ro p u esto trasm itiros hechos y n o sólo palabras, sobre to d o cuando los hechos son tan num erosos com o los que se encuentran reunidos en la vida de . los treinta usurpadores.

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M A C R IA N O 32 12

C uando fue capturado V aleriano, que durante m ucho tiem po fue u n o de los hom bres más ilustres del E stado, después u n valeroso em perador y por, últim o el más desgraciado de todos los m ortales — no sólo p o rq u e y a viejo pasó sus últim os años en­ tre los persas, sino tam bién p o rq u e dejó descen­ dientes indignos de él— , Balista 33, prefecto dé V a­ leriano, y M acriano 34, su general más relevante, com prendiendo que G alieno n o era digno de esti­ m a y que los soldados reclam aban o tro em perador, se reunieron en cierto lugar para ver qué podía ha­ cerse. E ntonces se acordó que, p uesto que G alieno

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32 Según la nu m ism ática el n o m b re co rrecto es M acriano y n o M a­ crin o com o aparece en ocasiones en los m anuscritos de la H istoria A u ­ gusta y en o tro s autores. 33 C f. 18. 34 A lgunos detalles de su sublevación n o s so n y a conocidos p o r G a ­ lienos, 1,2.


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se encontraba alejado y A ureolo había usurpado el p o d er im perial, debía n om brarse u n príncipe — sin duda el hom bre más capacitado— para que no su r­ giera ya ningún o tro usu rp ad o r. A continuación 3 Balista (según lo transm itido p o r M eonio A stianacte 35 que estuvo presente en esta reunión) p ro n u n ­ ció estas palabras: «Mi edad, m i vocación y mi de- 4 seo m e alejan en gran m anera del p oder imperial, pero yo — no puedo negarlo— , estoy buscando u n buen príncipe. ¿Pero quién hay que pueda llenar el 5 lugar de Valeriano a n o ser quien sea tal como tu eres, fuerte, tenaz, íntegro, p ro b ad o en las labores del E stado y ·— lo que es más conveniente para quien ocupa el pod er— , poseed o r de una gran fo r­ tuna? P o r tanto, ocupa el lugar que corresponde a 6 tus m éritos. M ientras tu lo desees, podrás utilizar­ me com o prefecto. O jalá que tu sirvas al Estado de m anera tan positiva que to d o el m undo rom ano se alegre de que te hayas convertido en em perador.» 7 A estas palabras M acriano contestó: «Yo sé, Balis­ ta, que no en vano el p o d er im perial se otorga al hom bre p rudente. Q u iero , en efecto, auxiliar al E s­ tado y apartar a aquella calam idad del tim ó n de sus instituciones, p ero esto n o es p ro p io de m i edad: soy anciano, no p uedo dar ejem plo com o jinete, debo bañarm e con m ay o r frecuencia y al com er soy más delicado; las riquezas me apartaron ya hace tiem po de las costum bres m ilitares. D ebem os bus- 8 car a algunos jóvenes, y no a u n o , sino a dos o tres m uy valerosos, que, desde las diferentes partes del m undo, puedan restablecer el E stado que Valeria­ no, p o r su destino, y G alieno, con su género de vida, han echado a perder.» D espués de estas pala- 9 bras, Balista com prendió que M acriano, al hablar así, parecía estar pensando en sus hijos, y p o r eso replicó de este m odo: «H em os entregado el Estado 10

33 A u to r desconocido.


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a tu sabiduría: confíalo a tus hijos, M acriano y Q uieto , jóvenes valerosos, que ya hace tiem po fue­ ro n nom brados trib u n o s p o r V aleriano, pues, p o r el hecho de ser hom bres Dueños, n o pueden estar a salvo m ientras im pere G alieno.» E ntonces, M acriano, dándose cuenta de que sus pensam ientos h a­ bían sido com prendidos, elijo : «Accedo a ello y de m i p ro p io dinero daré u n a doble paga a los solda­ dos. Pero tu has de ayudarm e con la responsabili­ dad de la prefectura y debes p ro cu rar el aprovisio­ nam iento necesario en los lugares convenientes. Ya m e encargaré y o de que G alieno, u n ser desprecia­ ble incluso entre las m ujeres, conozca a los gene­ rales de su padre.» E ntonces, M acriano, después de que con el consentim iento de todos los soldados fue nom brado em perador ju n to con sus hijos, M a­ criano y Q u ieto , inició enseguida la m archa contra Galieno, dejando sin solucionar los asuntos de O riente. Pero cuando m archaba con u n ejército de cuarenta y cinco m il soldados, se enfrentó a A u ­ reolo en el Ilírico o en los lím ites de Tracia y , tras ser derrotado, fue asesinado ju n to a su hijo. Luego, treinta m il soldados se pasaron al bando de A u ­ reolo. A M acriano le venció D om iciano 36, el ge­ neral más valeroso y enérgico de A ureolo, que de­ cía descender de D om iciano y D o m itila 37. A l tratar de M acriano, m e parece inexcusable pasar en silencio la opin ió n de V aleriano, expresada p o r él en el discurso que desde la fro n tera con los persas envió al senado. E n tre otras cosas leem os en el discurso del divino V aleriano: «Yo, padres conscriptos, estando ocupado en la guerra pérsica, he confiado a M acriano, en lo que concierne a los as­ pectos m ilitares, la organización de to d o el E sta­

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36 C f. 13,3 y G alienos 2,6. 37 D o m itila era la n ieta del em p erad o r D o m ician o , au n q u e esta d es­ cendencia parece falsa.


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do 3S. El es fiel a voso tro s, leal a m í y tan amado com o tem ido p o r los soldados. C uando dirija sus ejércitos, llevará a cabo sus pro p ó sito s del m odo que sea. Y esto, padres conscriptos, no es nuevo ni 17 inopinado para vosotros. Su valor ha sido bien p ro ­ bado en Italia de niño, de adolescente en la Galia, de joven en Tracia, en A frica cuando era un hom ­ bre m aduro, y finalm ente, cuando su vida ya decli­ naba, en el Ilírico y D alm acia, pues en diversos com bates se com p o rtó , para ejem plo de los demás, de m anera m uy valerosa. A esto debem os añadir 18 que él tiene hijos jóvenes d ig n o s 39 de figurar en nuestra corporación de R om a y de nuestra amis­ tad.» Y así seguía.

M A C R IA N O EL J O V E N 13

A l escribir sobre el gobierno de su padre, se han expuesto ya m uchos detalles acerca ae este hom ­ bre, que nunca hubiera sido n o m b rad o em perador si a los ojos del padre n o pareciese digno de ello. Sobre el joven M acriano se han contado m uchas hazañas m aravillosas, relativas a la valentía de sus años jóvenes. Sin em bargo, ¿qué puede hacer la valentía de un solo hom bre frente al destino, o de qué es capaz en el curso de las guerras? Pues, aunque era un hom bre enérgico y tenía la com pañía de un sa­ pientísim o padre — p o r cuya intervención había em pezado a gobernar— , fue, com o hem os dicho más arriba, vencido y despojado de treinta mil sol­ dados p o r D om iciano. N o b le p o r parte de su m a­ dre, p o r su padre sólo valiente y preparado para la guerra, alcanzó con enorm e brillantez, la más alta

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38 C o n sid eram o s innecesaria la inclusión de la partícula et, que rea­ liza H o h l. 39 V olvem os a separarnos de H o h l, al co n sid erar aq u í más p robable la lectu ra dignos que da Σ y acepta Magie.


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jerarquía, después de haber ocupado los grados más bajos de la milicia.

QUIETO 14

Este, com o dijim os, era hijo de M acriano. Fue nom brado em perador con su padre y su herm ano de acuerdo con la opin ió n de Balista. P ero cuando O denato, que desde hacía algún tiem po ocupaba el O riente, descubrió que M acriano, padre de Q u ie ­ to, había sido vencido ju n to con su herm ano p o r A ureolo, y que los soldados se habían apartado de su m ando, com o si reinvindicase la causa de G alie­ no, m ató enseguida al joven Q u ieto y con él a Ba­ lista, prefecto desde hacía m ucho tiem po. Q u ieto fue un joven digno del im perio rom ano, que de­ m ostró ser hijo de M acriano y herm ano de M acria­ no, quienes juntos fueron capaces de conducir el Estado en los m om entos difíciles. N o m e parece que deba om itirse al tratar de la familia de los M acrianos — la cual todavía h o y res­ plandece— algo que sus m iem bros han tenido siem ­ pre com o característica peculiar. La im agen de A lejandro M agno de M acedonia aparecía siem pre la­ brada en las m onedas y en los anillos de los h o m ­ bres y en las diadem as 40, brazaletes 41, anillos y todo tipo de adornos de las m ujeres; la costum bre se observaba hasta tal p u n to que aún h o y se con­ servan en esta familia túnicas, cinturones y capas de m ujer, que m uestran el retrato de A lejandro con bordados de diversa confección. H ace poco vim os a C ornelio M acro, varó n de esta m ism a familia, m ientras se celebraba una cena en el tem plo de H é r-

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40 R eticu lu m . C f. M a xim inos, π. 54. 41 E l dextrocherium era u n brazalete que se llevaba en el b razo de­ recho, m ientras el spinter ad o rn ad a el izq u ierd o .


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cules 42, beber a la salud de un pontífice de una p á­ tera de electro 43 que tenía en m edio el ro stro de A lejandro y alrededor contenía to d a su historia en pequeñas y m inúsculas pin tu ras, y cóm o después m andó que ésta se pasase entre todos los adm ira­ dores de u n hom b re tan glorioso. Y o he puesto esto aquí po rq u e dicen que son ayudados en todas sus obras quienes llevan labrada en o ro o plata la im a­ gen de A lejandro.

O D ENATO 15

Si O d en ato 44, príncipe de Palm ira, n o hubiera asum ido el p o d er im perial, cuando V aleriano fue capturado y los recursos del E stado ro m an o se en­ contraban agotados, to d o se h ubiera perdido en O riente. P o r esta razó n , tras asum ir, com o prim ero de su linaje el título de rey, reunió u n ejército y m archó contra los persas en com pañía de Z eno­ bia 45, su m ujer, de su hijo m ay o r, que se llamaba H erodes, y de H eren ian o y T im olao 46, los hijos m enores. P rim ero som etió N isibis y la m ayor p arte de O rien te con to d a la M esopotam ia, después derro tó al m ism o rey y le obligó a huir. P o r últim o , persiguió a Sapor y a sus hijos hasta C tesi­ fonte, y, tras capturar a las concubinas y recoger su gran botín, volvió al oriente rom ano con la es­ peranza de p o d er d erro tar a M acriano, que había em pezado a gobernar con tra G alieno, p ero aquél

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42 Es difícil saber a qué tem plo se refiere, y a que existían en R o m a va­ rio s tem p lo s dedicados a H ércules. 43 M ezcla de cu atro p artes de o ro con u n a de plata q u e da el co lo r del ám bar. 44 R ey de P alm ira que recibió de G alieno el g obierno de todas las provincias asiáticas y de E gipto. N o existe constancia en otras fuentes de que se rebelara co n tra G alieno y asum iera el título de A ugusto. 4? Cf. 30. 46 Cf. 27-28.


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había m archado ya con tra A ureolo y Galieno. com o M acriano hubiese m u erto 47, O d en ato m ató a su hijo Q u ieto , m ientras Balista, según afirm an la m ayoría, u surpó el p o d er im perial para evitar ser ejecutado. E ntonces, después de restablecer la situación en gran parte de O rien te, fue asesinado con su hijo H erodes — quien había recibido el título de em perador ju n to a su padre al regreso de Persia— p o r su prim o M eonio , que tam bién había asum i­ do el p o d er im perial. Yo creo que los dioses estaban encolerizados con el E stado, cuando, desapa­ recido V aleriano, no quisieron conservar a O d en a­ to. C on toda seguridad, él, en com pañía de su m ujer Z enobia hubiera restablecido no sólo el O rie n ­ te, al cual había llevado ya a su antigua situación, sino todas las partes del m u n d o entero. H o m b re enérgico en la guerra y, según cuentan la m ayoría de los escritores, fam oso siem pre p o r sus inolvida­ bles cacerías, quien desde edad tem prana consagró sus esfuerzos, com o es deber de un hom bre, a cap­ turar leones, leopardos, osos y dem ás animales sal­ vajes y vivió siem pre en m ontes y selvas, so p o rtan ­ do el calor, las lluvias y todas las calamidades que en sí contienen los placeres de la caza. E ndurecido p o r ellas, so p o rtó el sol y el polvo en las guerras pérsicas; y su esposa, que en opinión de m uchos era más fuerte que su m arido, no tenía costum bres diferentes, a pesar de ser las más noble de todas las m ujeres de O rien te y, según afirma C ornelio C a­ pitolino 49, la más herm osa.

47 V encido p o r D o m ician o , general de A u reo lo , cf. 12.14. 48 C f. 17 y Gállenos 13,1. 49 A u to r d esconocido.

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L O S T R E IN T A U S U R P A D O R E S

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HEROD ES 16

H erodes, que no era hijo de Z enobia, sino de una m ujer anterior de O d en ato , recibió el título de em ­ p erado r a la vez que su p adre; fue un hom bre sin igual en sus refinam ientos e inclinado a los lujos de O rien te y Grecia, que tenía las tiendas de cam paña adornadas con estatuillas, los pabellones engalana­ dos con telas de oro y todos los detalles que son propios de los persas. P o r ello O d en ato , con el talento que le caracterizaba, y m ovido p o r el indul­ gente afecto de un padre, le entregó las concubinas del rey 50, las riquezas y las piedras preciosas que había capturado. Z enobia m o strab a hacia él la conducta p ro p ia de una m adrastra y con ello consiguió que fuese el más querido de sus hijos p ara O d en a­ to. Y nada más se ha conservado que pued a decirse sobre H erodes.

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M E O N IO 17

E ste hom bre, prim o de O d en ato , no estuvo m o ­ vido, en el asesinato de aquel excelente em perador, p o r otra causa que no fuera una envidia desprecia­ ble, pues no tenía nada que reprocharle excepto el afán de lujo de su hijo H erodes. D icen que previam ente se había puesto de acuerdo con Zenobia, quien no p o d ía so p o rtar que su hijastro H erodes ocupase la más alta jerarquía antes de que sus h i­ jos, H ereniano y T im olao, recibieran el título de príncipes. Lo cierto es que M eonio era tam bién u n ser inm undo y p o r eso, aunque p o r una equivocación fue aclam ado em perador, enseguida fue ejecu­ tado a m anos de los soldados p o r los m erecim ien­ tos contraídos con sus desm anes.

50 S apor I. C f. 15,4.

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BALISTA 18

A cerca de éste, disputan los escritores entre sí so­ bre si llegó a ser em perador. M uchos dicen que, tras m o rir Q u ieto a m anos de O d en ato , Balista, aunque fue perd o n ad o , se convirtió en em perador po rq u e no se fiaba ni de G alieno, ni de A ureolo ni de O denato. O tro s afirm an que, alejado ya de los 2 cargos públicos, fue asesinado en u n a finca que ha­ bía com prado para sí ju n to a D afne 51. M uchos han 3 dicho que asum ió la p ú rp u ra para gobernar según la costum bre rom ana, que se puso al frente del ejér­ cito e hizo m uchas prom esas sobre su gobierno, pero fue ejecutado p o r aquéllos a quienes A ureolo había enviado para apresar a Q u ieto , el hijo de M a­ criano, a quien Balista consideraba su p ropia presa. Fue u n hom b re ilustre, capaz en el gobierno del Es- 4 tado, enérgico en sus decisiones, brillante en las campañas m ilitares, excepcional en el aprovisiona­ m iento de víveres, hasta tal p u n to grato a Valeria­ no que le elogió en una carta con tales argum en­ tos: «Valeriano a R agonio C laro 52, prefecto del Ilí- 5 rico y de las Galias. C laro, pariente m ío, si en ti hay buen juicio — y yo sé que lo hay— sigue las disposiciones de Balista y adm inistra a su m anera. ¿Te das cuenta de cóm o él deja sin gravámenes a 6 los habitantes de las provincias, de cóm o guarda los caballos allí donde hay forraje y consigue el ap ro ­ visionam iento de los soldados de lugares donde hay trigo, de cóm o no obliga ni al habitante de la p ro ­ vincia ni al p ropietario de tierras a dar trigo cuan­ do ellos carecen de él ni a apacentar caballos donde es im posible hacerlo. N o h ay m ejor aprovisiona- 7 m iento que solicitar en cada lugar aquello que se produce, de ese m odo no se grava al E stado con los gastos de transporte y o tro s desem bolsos. Galacia 8

51 L o calidad p ró x im a a A n tio q u ía, en Siria. 52 A u to r desconocido.


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tiene abundancia de trigo, T racia tiene sus grane­ ros repletos y el Ilírico rebosa en su p roducción; es en esos lugares donde debe acam par la infante­ ría, aunque en Tracia tam bién p o d ría invernar la ca­ ballería sin perjuicio de los provinciales, pues de sus cam pos se recoge gran cantidad de heno. Y el vino, el tocino y los o tro s alim entos deben ser p ro ­ porcionados p o r aquellas regiones en las que tales producto s se den con abundancia. T odos estos son consejos^de Balista, quien o rd en ó que cada pro v in ­ cia sum^npwase sólo u n p ro d u c to , aquél del que tu ­ viese excécfente, y que el ejército se apartase de ella. U n a resolución que fue oficialm ente decretada.» Se conserva tam bién o tra carta de V aleriano en la que da las gracias a Balista y m uestra los conse­ jos que p o r éste le fuero n dados para gobernar el E stado, alegrándose de que, gracias a ellos, entre sus colaboradores no hubiese n in g ú n trib u n o figu­ rativo — es decir, desocupado— ningún asistente que, realm ente, careciese de trabajo, n ingún solda­ do que, en verdad, no luchase nunca. E n fin, se dice que este h om bre, cuando yacía en su tienda de cam paña, fue asesinado p o r u n solddo raso que p retendía ganarse el favor de O den ato y G alieno. Yo no he descubierto con suficientes garantías la verdad acerca de la persona de Balista, pues los escritores de aquel tiem po nos han tram itido m uchos detalles sobre su prefectura, pero p o ­ cos sobre su reinado.

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VALENTE 19

Este hom bre, un m ilitar estim ado tam bién p o r el renom bre de sus virtudes civiles', detentaba el go­ bierno de A caya, cargo que le fue otorgado en aquél tiem po p o r G alieno. M acriano, que le tem ía p ro fundam ente p o rq u e sabía que era un hom bre so ­ bresaliente en todas las facetas de la vida y porque

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se daba cuenta de que, a causa del odio que las bue­ nas cualidades despiertan, V alente era u n enemigo para él, o rdenó que fuera asesinado tras enviar a P i­ són, m iem bro de u n a fam ilia que, entonces, erax m iiy noble y de rango consular. V alente, que to m e 3 ;' pó ,precauciones y se puso en guardia con gran di­ ligencia, viendo que no p o d ía auxiliarse a sí m ism o de otro m o d o , asum ió el p o d e r im perial y, en b re­ ve tiem po, fue asesinado p o r los soldados.

VALENTE EL VIEJO 20

O p o rtu n am en te se nos ocurre, al hablar de este Valente, m encionar tam bién algunas cosas acerca de aquel Valente 53 que fue asesinado en tiem pos de los anteriores em peradores. Pues, según se dice, fue 2 tío abuelo del V alente que asum ió el p o d e r bajo G a­ lieno. O tro s, sin em bargo, aseguran que era su tío. D e cualquier m odo, la fo rtu n a fue sim ilar para am- 3 bos, pues éste fue asesinado tras haber sido em ­ p erado r en el Ilírico d urante unos pocos días.

PISÓ N 21

Este 54, enviado p o r M acriano p ara asesinar a Valente, cuando, previendo el fu tu ro , se dio cuenta de que éste sería n o m b rad o em perador, se retiró a T e­ salia y allí de acuerdo con n o m uchos más, asum ió el po d er im perial. Luego, después de recibir el so­ b renom bre de Tesálico, fue asesinado. E ra u n

53 M ie n tras D e d o m arch aba a la guerra c o n tra los godos en el añ o 250, este V alente u su rp ó en R o m a el p o d er, p ero p ro n to fue asesi­ n a d o , cf. A . V íc to r, Caes. 29,3. S eguram ente, su inclusión aquí se debe al in ten to del biógrafo de com pletar el n úm ero de «Treinta usurpadores». 54 N in g ú n o tro a u to r n o m b ra a este P isó n y la num ism ática no ates­ tig u a su existencia.


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hom bre de gran integridad, conocido en su tiempo con el nom bre de F r u g i55 y que descendía de aque­ lla familia de Pisones, a la que C iceró n se unió para aproxim arse a la nobleza . Fue u n hom bre m uy 2 estim ado p o r tod o s los em peradores. El m ism o Valente, quien se dice que envió a los hom bres que le asesinaron, afirm ó, según se cuenta, que él no es­ taba a bien con los dioses infernales, al haber o r­ denado que Pisón fuera ejecutado, pues aunque era su enem igo, el E stado ro m an o no tenía ho m b re que pudiera igualársele. C o n agrado he in tro d u cid o u n decreto del sena- 3 do sobre Pisón, con objeto de que se conozca su grandeza: el séptim o día antes de las calendas de julio, cuando se anunció que P isó n había sido ase­ sinado p o r V alente y que éste últim o había m uerto a m anos de los suyos, A urelio Fusco 57, ciudadano de rango consular, que, tras reem plazar a Valeria­ no, era el prim ero en expresar su opinión, dijo: «C ónsul, consulta», y, después de ser interrogado, 4 añadió : «Propongo hono res divinos para Pisón, p a­ dres conscriptos; confio en que G alieno, Valeriano y Salonino, nuestros em peradores, han de aprobar tal determ inación. N o h u b o h o m b re m ejor ni más recto.» C onsultados los demás, después de éste, de- 5 cretaron para P isón una estatua entre los generales triunfantes y u n carro de cuatro caballos. Su esta- 6 tua aún puede verse, p ero la cuádriga que ellos de­ cretaron, fue erigida con idea de que pudiera ser transportada y aún no ha sido repuesta en su anti­ guo lugar, pues se encontraba en estos parajes en 7 los que fueron edificadas las T erm as de D ioclecia­ no, de nom bre tan eterno com o sagrado.

55 Frugi. A djetiv o indeclinable que designa al h o m b re m oderado, so ­ b rio y h o n rad o . 56 C icerón casó a su hija T ulia co n G ay o C a lp u rn io P isón F rugi. 57 C f. A u reliano 40,4, d o n d e se habla de u n in d ividuo del m ism o n o m b re que fue p ro n có n su l de A sia en el 274-?75.


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TREBELIO PO LIÓ N

EMILIANO 22

Es p ro p io del pueb lo egipcio, com o de gentes de­ m entes o enloquecidas, situar al E stado en los más graves riesgos a p a rtir de cuestiones sin im p o rtan ­ cia; frecuentem ente, p o r saludos descuidados, p o r 2 no ceder el sitio en los baños públicos, p o r la carne o las verduras intervenidas, p o r cuestiones relativas al calzado de los esclavos u otras cosas similares, llegaron en sus revueltas a p o n e r en grave peligro al E stado hasta tal p u n to qije ft|e necesario d ispo­ ner tropas en su contra. Xsi^pués, con el fu ro r que 3 les caracteriza, cierto día en que u n esclavo del cu­ rial 5S, que entonces gobernaba en A lejandría, fue asesinado p o r u n soldado, p o rq u e había dicho que sus sandalias eran m ejores que las m ilitares, la m u l­ titud, una vez congregada, se dirigió a la casa del general Em iliano y le hostigó con to d a la cólera y todos los utensilios que son p ro p io s de los m o ti­ nes: se le arrojaron piedras, se le atacó con la es­ pada y n o faltó ninguna de las arm as usuales en una rebelión. O bligado p o r tales hechos, Em iliano asu- 4 m ió el p o d e r im perial, pues en su fuero intern o sa­ bía que de cualquier m odo iba a m orir. El ejército 5 de E gipto se m o stró de acuerdo con él, sobre todo or ocfio hacia G alieno. Y n o le faltó vigor para go- 6 ernar el E stado, pues reco rrió la Tebaida y toda la provincia de E gipto, y, hasta d o n d e le fue p o si­ ble, apartó a los b árbaros co n su firm e vigor. E n 7 fin, en gracia a sus virtudes se le llam ó A lejandro o A lejandrino (pues incluso esto es incierto). C uan- 8 do preparaba una cam paña co n tra los indios, el ge­ neral T eó d o to , que había sido enviado p o r orden de G alieno, le h izo p risio n ero y, según se dice, fue

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58 E l curator rei publicae, in stitu ció n m unicipal de sum a im p o rtan c ia en el siglo III. E ra n o m b ra d o p o r la curia p e ro el n o m b ram ie n to exigía la ratificación im perial. C o n tro la b a la ad m in istració n y las finanzas de la ciudad en que gobernaba.


LOS T R EIN TA U SU RPA D O RES

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estrangulado en la cárcel, com o ocurría con los antiguos presos . N o creo que deba om itir, al referirm e a Egipto, un hecho que trasm iten los antiguos historiadores y que está al m ism o tiem po relacionado con Galie­ no. C uando éste quiso o to rg ar el pod er proconsular a T eó d o to , los sacerdotes se lo im pidieron, d i­ ciendo que no era lícito llevar las insignias consu­ lares a A lejandría. E sto — com o bien sabem os— lo recuerda tam bién C icerón en su discurso contra G abinio 60, y, en fin, aún hoy tenem os la concien­ cia de que este asunto está vigente; p o r ello, conviene saber que, cuando vuestro padre H erenio Celso 61 aspira al consulado, n o es lícito lo que de­ sea. Pues, se dice, que en las cercanías de Menfis hay una colum na áurea en la que está escrito en le­ tras egipcias que E gipto sólo será libre cuando a esta provincia lleguen las togas pretextas y las fas­ ces ae los rom anos. Lo que p u ede leerse en el gram ático Próculo 62, el hom bre más sabio de su tiem ­ po, cuando habla sobre las naciones extranjeras.

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SATU R N IN O 23

Saturnino 63, un ho m b re elegido p o r Valeriano, fue el m ejor de los generales que hubo en la época de Galieno. Tam bién él, incapaz de sopo rtar el de-

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59 F ue u n a p ráctica bastante com ú n en tiem pos de la república m a­ tar en el T ulian o (calabozo del E stad o , llam ado así p o r ser obra de Ser­ vio T u lio ) a los jefes extranjeros que caían en m anos de los generales ro m an o s; recuérdense entre o tro s los casos de Y ugurta o V ercingétorix. 60 G ab in io fue u n lugarten iente de P o m p ey o que co n trib u y ó co n sus tro p as a que P to lo m eo A uletes fuese restablecido en el trono. C u a n d o regresó a R om a, en el 54, C ice ró n le atacó en un discurso q u e no conservam os. 61 D esconocido. 62 P ro b ab lem en te, se refiere a E u tiq u io P róculo, p ro feso r de M arco A u relio (cf. M arco 2,3). 63 C f. Gállenos 9,1 ν Firmo 11,1.


T REBELIO P O L IÓ N

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senfreno de G alieno, que ya pasaba las noches en públicas diversiones, em pezó a dirigir a los solda­ dos, a su m anera, n o com o lo hacía su em perador, y recibió el p o d er im perial de m anos del ejército. Fue un hom bre de sabiduría inigualable, ilustre p o r su dignidad, p o r sus gratas costum bres y p orque obtuvo victorias conocidas en todas partes, incluso entre los bárbaros. E l m ism o día en que fue revestido p o r los soldados con la túnica de los em pera­ dores, se dice que p ro n u n ció estas palabras ante la asamblea: «C om pañeros, habéis perd id o un buen general y habéis hecho u n m al príncipe.» E n fin, después de llevar a cabo valerosas hazañas en el cur­ so ae su reinado, com o adoptase una actitud disci­ plinada y severa hacia los soldados, fue asesinado p o r los m ism os que le habían nom b rad o em pera­ dor. U n a de sus disposiciones le ha hecho fam oso, la de haber o rdenado a los soldados que se senta­ sen a com er con los sayos para que sus piernas no estuvieran desnudas, en invierno con los más tu p i­ dos y en verano con o tro s más ligeros.

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TÉTRICO EL VIEJO 24

D espués de que V ictorino y su hijo fueran ase­ sinados 64, su m adre V ictoria — o V itruvia— , reco­ m endó para el im perio a T étrico, senador del p u e­ blo rom ano que dirigía el gobierno en la Galia; la razón para tal recom endación estribaba en el pa­ rentesco, que, según dicen m uchos, existía entre am bos; luego h izo que se le llamase A ugusto y no m b ró C ésar a su hijo. Sin em bargo, T étrico, después de haber llevado a cabo m uchas felices accio­ nes y de h ab er gobernado d urante m ucho tiem po,

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LOS TREINTA USURPADORES

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fue vencido p o r A ureliano 65 y,. com o n o pudiera so portar la desvergüenza y atrevim iento de sus p ro ­ pios soldados, se entregó, voluntariam ente, a este príncipe tan d u ro y severo. Se ha transm itido, in - 3 cluso, la cita de u n verso, escrito inm ediatam ente p o r él a A ureliano : «Libéram e, Invicto de estas desgracias» é6. Sin em bargo, A ureliano, de natural desconfiado 4 y nada proclive a la reconciliación o a la clemencia, condujo en su triu n fo a T étrico, aunque era un se­ nad o r del pueblo rom ano, de rango consular, que, con la autoridad de u n gobernador, había dirigido el gobierno de todas las provincias galas; y lo m ism o hizo, en aquel tiem po, con Z en o b ia 67, la m ujer de O d en ato y con los dos hijos de éste, H erm an o y Tim oleao é8. Sin em bargo, A ureliano, que era u n 5 hom b re dem asiado rígido, se sintió vencido p o r su conciencia y n o m b ró a T étrico, a quien había p a ­ seado en su triunfo, inspector 69 de toda Italia, esto es, de Cam pania, del Sam nio, de la Lucania b rú ­ cense, de la A pulia calabresa, de E tru ria y U m bría, del Piceno, de la Flam inia y de to d a región p ro d u c­ tora de trigo 70; y no sólo consintió que Tétrico viviera, sino que incluso le m antuvo en la más ele65 Según E u tro p io (IX 13,1) en C atalaunos. M ás detalles en A . V íc­ to r, Caes. 35,4-5. 66 Cf. Eneida, V I 365, d o n d e P alin u ro dirige a E neas estas m ism as palabras. 67 C f. 30,24-26. 68 C f. 27 y 28. 69 Corrector. L a finalidad y atribuciones d e este cargo han sido m u y discu tid as; aunque fue creado a finales del siglo I no se convirtió en re­ g u lar h asta el siglo III. Su lab o r de vigilancia n o se circunscribía ú n i­ cam ente a las tareas financieras, sino q u e tam bién atañía al o rd e n pú b lico . 70 E n el siglo III Italia quedó dividida en dos regiones: la annonaria, q u e coincidía prácticam en te con la Italia su p e rio r, y la suburbicaria (Ita ­ lia cen tral y m erid io n al); según el au to r, T étrico fue n o m b rad o correc­ to r de to d a Italia, p u es las regiones que cita en p rim e r lugar se co rre s­ p o n d e n casi con la Italia suburbicaria; cf. B. G arcía, op. cit., p. 953 y n. 24.


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TREBELIO PO LIÓ N

vada posición, llam ándolo a m enudo colega, algu­ nas veces com pañero y, de vez en cuando, incluso em perador.

TÉTRICO EL J O V E N 25

Este 71, siendo niñ o , fue n o m b rad o C ésar p o r V ictoria, después de que ella m ism a recibiera de m anos del ejército el títu lo de M adre de los C am ­ pam entos. A un q u e fue paseado en el triunfo de A u- 2 reliano ju n to a su pad re, desem peñó después todos los cargos senatoriales; además, conservó intacto el p atrim onio, que legó después a sus descendientes, , según dice A urelio Fusco 72, fue siem pre u n om bre distinguido. M i abuelo 73 solía con tar que 3 era amigo, suyo y qué nadie gozó de m ayores preferenoíaCallente ae A ureliano o de los príncipes que le sucedieron. Se conserva en la actualidad la casa 4 de los T étricos, situada en el m o n te C elio, entre dos bosques y frente al tem plo de Isis, que cons­ tru y ó M etelo 74; es m u y herm osa, y en ella h ay una p in tu ra en la que se ve a A ureliano o torgando a los dos T étricos la pretexta y la dignidad senatorial y recibiendo de ellos el cetro, la corona y la ciclada. La p in tu ra es u n m osaico 75 y, según se dice, el día de su inauguración los dos T étricos ofrecieron un banquete a A ureliano.

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71 D e acuerdo co n las inscripciones y m onedas su n o m b re era P ío E suvio T étrico C ésar. Se discute si fue o n o n o m b ra d o A u g u sto . 72 C f. n. 57. 73 Las alusiones al p ad re o abuelo del biógrafo (Firmo, 9,4; Caracalia 12,3; 14,1; 1; etc.) so n im itación de S uetonio (O tó n , X 1 y Cal. X IX 3)· 74 D esco n o cem o s q u ién fue el M etelo q u e c o n stru y ó este ejem plo, p ero sabem os q u e existió u n santuario consagrado a Isis en la cara n o r­ te del C elio. 75 P referid o s aq u í la lectu ra m usiuo de M agie que la de m useo que d a P y adm ite H o h l.


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T R E B E L IA N O 26

A vergüenza ya exponer cuántos usurpadores hubo bajo G alieno p o r culpa de los vicios de aquel hom bre libertino, pues sus excesos eran tales que hubiera m erecido que el n ú m ero de hom bres que se levantó contra él fuera más elevado, y su cruel­ dad era tan grande que con razó n se le temía. E sta 2 crueldad la ejerció co n tra Trebeliano 76, que fue h e­ cho príncipe en Isauria 77 cuando los isaurianos 3 quisieron tener su p ro p io jefe. Y, áunque algunos le llam aban jefe de piratas , él se o torgó a sí m is­ m o el título de em perador. Incluso, o rdenó acuñar m oneda 79 y edificó u n palacio en una ciudadela de Isauria. L uego se replegó a las regiones recónditas y seguras de los isaurios y,, pro teg id o p o r los m o n ­ tes y las estrecheces de aquellos Tugares, m antuvo, d urante algún tiem po, el p o d er en Cilicia. Sin em - 4 bargo, C am sisoleo , .general de G alieno de origen egipcio y herm ano del T eó d o to que había captura­ do a Em iliano, tras arrastrarle a cam po abierto, le venció y después le asesinó. A p artir de entonces, 5 no se ha p o d id o llevar a los isaurianos, que tem ían que G alieno se ensañara con ellos, a terreno llano, ni siquiera con la m ediación hum anitaria de algún em perador. D e hecho, a p a rtir de Trebeliano se les 6 consideró bárbaros; su país, situado en suelo r o ­ m ano, se halla defendido, según el nuevo tipo de protección, similar al limes, p o r los parajes y no p o r los hom bres. Pues no sobresalen p o r su tam a- 7 ño ni tienen reconocido valor, son desconocedores

76 Sólo co n o cid o p o r la H istoria A ugusta. 77 C o m arca del A sia M en or, en la región m o n tañ o sa del T a u ro , en­ tre la P isidia y la Celicia. 78 A rchipirata. L a Isauria era un fam oso refugio de piratas y ban­ d idos. 79 N o se h a conservado n in g u n a y p uede que sea p u ra invención del biográfo. D esco n o cid o en otras fuentes.


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TREBELIO PO LIÓ N

del m anejo de las armas e im prudentes en sus de­ cisiones, pero están seguros en su territorio, p o r­ que si se sitúan en los lugares elevados no pueden ser atacados. E l divino C laudio estuvo a p u n to de conseguir que abandonasen sus propias regiones y se establecieran en Cilicia, pues tenía la intención de entregar el territo rio que estaba en p o d er de los isaurios a u no de los am igos que le eran más fieles, para que ninguna rebelión volviera a surgir desde aquellas tierras.

H E R E N IA N O 27

C uando O d en ato m urió, dejó dos hijos, H ereniano y su herm ano T im olao 81 en n o m b re de los cuales, Z enobia, tras u su rp ar para sí el p o d er im ­ perial, gobernó más tiem po del que es conveniente e una m ujer. A sus hijos, vestidos con el traje p u r­ púreo, pro p io del em perador rom ano, los llevaba a las asambleas públicas, a las que asistía com o lo ha­ ría u n hom bre, ensalzando, entre o tro s ejem plos, las figuras de D id o , Sem iram is 82 y C leopatra, fu n ­ dadora de su estirpe 83. Sobre la m uerte de sus h i­ jos tod o es incierto; m uchos dicen que fueron ejecutados p o r A ureliano y m uchos o tro s que falle­ cieron de m uerte natural, pues los descendientes de Zenobia todavía h o y se encuentran entre los nobles de Rom a.

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81 T am b ién desco n o cid o s en otras fuentes'. 82 R ein a de los asirio s q u e fue reg en te en tre los años 810 y 805 a. de C . Según la leyenda, co n q u istó M edia, Persia, A rm enia, E gip­ to y L ibia, y se m o stró co m o una gran soberana. é C f. 30,2.


L O S T R E IN T A U S U R P A D O R E S

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TIMO L A O 28

Acerca de éste, consideram os digno de conocer­ se lo que ya hem os m encionado en relación a su herm ano. H a y sólo u n detalle que le separa de H e - 2 reniano, el haber p u esto tan to afán en los estudios rom anos que, en p o co tiem po, consiguió confirm ar lo que su m aestro había insinuado sobre él, e in ­ cluso que se dijese que él h ubiera p o d id o conver­ tirse en el más gránele de los retóricos latinos.

CELSO 29

C uando las provincias galas, las orientales e in ­ cluso las del P o n to , Tracia y el Ilírico se en con­ traban separadas del im perio, y m ientras G alieno frecuentaba las tabernas y pasaba la vida en los b a­ ños públicos y en las casas de placer, tam bién los africanos, a instancias de V ibio Pasieno, p ro c ó n ­ sul de A frica, y de F abio P om p o n ian o , general en jefe del limes de Libia, n o m b raro n em perador a C elso 84, revistiéndole con el peplo de la diosa C e ­ leste 85. E ste hom bre, que antiguam ente había sido 2 un trib u n o destinado a A frica, vivía en sus posesio­ nes com o u n simple particular, p ero tal era su afán p o r la justicia y era tan grande el tam año de su cu er­ po que parecía digno del p o d e r im perial. Tras ser 3 nom brado em perador, fue asesinado, el séptim o día después de haber alcanzado el p o d e r im perial, p o r una m ujer de n o m b re G aliena, prim a herm ana de Galieno, y, p o r ello, apenas es m encionado entre los príncipes m enos conocidos. A instancias de los 4 sicenses , que habían conservado su lealtad a G a-

84 N a d a n o s es co n o cid o e n o tras fu en tes tan to de este C elso com o de esos Pasieno o P o m p o n ia n o a los q u e acaba de citar. 85 C f. Pértinax, n . 16. 86 H ab itan tes d e Sicca, ciu d ad de N u m id ia , h o y el-K ef.


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lieno, su cuerpo fue devorado p o r los perros, y, con un nuevo tipo de injuria, su im agen fue colo­ cada en la cruz, m ientras el vulgo se regocijaba com o si estuviera viendo al p ro p io Celso clavado en el patíbulo.

ZENOBIA 30

Ya no quedaba ningún p u d o r; en las penosas cir­ cunstancias p o r las que pasaba el E stado, se llegó a tal p u n to que, m ientras G alieno se com portaba de un m odo incalificable, las m ujeres, incluso, gober­ naron de m anera brillante, y aún las extranjeras. E n 2 efecto, una extranjera, de no m b re Z enobia, de la que ya se han dicho m uchas cosas, quien se jactaba de proceder del linaje de las C leopatras y los P to lom eos, después de la m uerte de su m arido O d e ­ nato, cubrió sus hom b ro s con el m an to im perial, adornándose con las vestiduras de D id o y adm i­ tiendo incluso la diadem a 87. O cu p ó el im perio en nom bre de sus hijos, H eren ian o y Tim olao, más tiem po del que una p erso n a del sexo fem enino p o ­ día soportar. Pues esta orgullosa m ujer desem peñó 3 las funciones de u n rey, d u ran te el m andato de G a­ lieno y m ientras C laudio se encontraba ocupado en la guerra con los godos, y sólo cuando con gran di­ ficultad fue vencida p o r A ureliano y llevada en su triunfo, se som etió a la ley de Rom a. Se conserva u n a carta de A ureliano que testim o- 4 nia el cautiverio de esta m ujer. E n efecto, com o al­ gunos le recrim inaron que él, el más valeroso de los hom bres, llevase en su triu n fo a una m ujer, com o si se tratase de u n general cualquiera, él, en­ viando una carta al senado y al pueblo rom ano, se

87 L a diadem a era u n trib u to c o m ú n m en te u tilizad o p o r los reyes h e ­ lenísticos; su em pleo p o r p arte de Z en o b ia, reina de P alm ira, era co m ­ p letam en te norm al.


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defendió en tales térm inos: «O igo, padres coscriptos, que se m e acusa de n o ac‘------- '' ----var a Zenobia en el paseo p o r esto me reprenden no y tante si supieran qué m ujer es ésta, si conocieran su sabiduría en las decisiones, su firm eza en las dis­ posiciones y su severidad frente a los soldados; cuán generosa es cuando la necesidad lo requiere, y cuán rígida cuando la disciplina lo exige. P uedo decir que fue p o r su intervención p o r lo que O d e ­ nato venció a los persas y, tras p oner en fuga a Sa­ por, llegó a C tesifonte . P uedo asegurar que infundió tan gran tem o r entre los pueblos de O rie n ­ te y de E gipto que ni los árabes, ni los sarracenos, ni los arm enios se revelaron contra su autoridad. Y no hubiera respetado su vida si no se supiera que ella fue m uy útil al Estado rom ano, al retener para sí o para sus hijos el p o d er im perial en O riente. Así, pues, que éstos, a los que nada complace, guarden para sí el veneno de sus propias lenguas. Pues si no es conveniente vencer y llevar en el triunfo a una m ujer, ¿qué opinan de G alieno, para cuyo m e­ nosprecio ésta gobernó sabiam ente el im perio?, ¿qué del divino C laudio, venerable y respetado general, que, según se dice, toleró que ella ejerciese el pod er p o ra u e se encontraba ocupado en su expedición contó"tós godos? Y C laudio hizo esto cal­ culada y sabiam ente, para que, m ientras ella guar­ daba la frontera oriental del im perio, él pudiera lle­ var a cabo con m ay or seguridad lo que había d e­ term inado realizar.» Este discurso m uestra el juicio de A ureliano sobre Zenobia. D e ella se dice que era tal su castidad que si no hubiera tenido el p ro p ó sito de concebir, ni siquiera hubiera conocido a su m arido. Pues, si en alguna alguna ocasión se acostaba con él, m an-

88 Cf. 15, 3-4.

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tenía su continencia hasta que llegaba la m enstrua­ ción, p o r ver si estaba em barazada, y sólo en caso contrario le daba de nuevo la o p o rtu n id ad de tener hijos. Vivió con p om p a real. Prefería ser venerada según los m o d o s persas y dio banquetes a la m anera en que lo hacen los reyes de esta nación. Se­ gún la costum bre de los em peradores rom anos, m archaba a las asambleas públicas cubierta con u n casco y ceñida con una fája de colo r p ú rp u ra, de cuya orla colgaban piedras preciosas, y que tenía en m edio u n brillante de form a de caracol, p re n d i­ do com o si fuera u n broche de m ujer y, frecuente­ m ente, con u n o de sus b razos desnudo. E ra de ro stro oscuro, de color m o ren o , con unos ojos negros que irradiaban u n vigor ex traordinario, de espíritu divino, de u n a belleza increíble. Sus dientes eran tan blancos que m uchos pensaban que tenía perlas en lugar de dientes. La voz, clara y sem ejante a la de un hombre. La dureza de los tiranos, cuando la necesi­ dad lo exigía; la clem encia de los buenos príncipes, cuando la indulgencia lo reclam aba. P rudentem ente generosa se encargaba de la custodia del erario m ejor ae lo que es habitual en el género fem enino. Se servía de u n carruaje, rara vez de u n coche de m u ­ jer 90, y con frecuencia m o tab a a cballo. Se dice que a m enudo cam inaba con los soldados tres o cuatro millas 91. C azaba con la pasión de los hispanos. Bebía frecuentem ente con lo s generales, aunque n o r­ m alm ente era m u y sobria; tam bién bebía con p er­ sas y arm enios con el fin de m ostrarse superior a ellos. U tilizó vasos de oro con piedras preciosas en los banquetes, sirviéndose de aquéllos que habían

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89 Cochlis. B rillante con fo rm a de caracol, p ro ced en te de A rab ia; cf. P lin io , N . H „ X X X V II, 194. 90 E l carpentum era u n carruaje de carga, u tilizad o a veces co n fines m ilitares. El p ile n tu m era u n a carro za co n suspensión, n o rm alm e n te em ­ plead a p o r las dam as rom anas. 91 La m illa ro m an a, com o es sabido, equivalía a 1480 ms.


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pertenecido a C leopatra. En el servicio tenía eu n u ­ cos de edad avanzada, rara vez doncellas. O rd en ó 20 a sus hijos que hablaran en latín, de m anera que se expresaban en griego con dificultad y en pocas ocasioens. Ella m ism a n o era totalm ente desconocedo- 21 ra del latín, pero lo hablaba cohibida p o r la v er­ güenza; p o r contra, se expresaba en egipcio de m a­ nera perfecta. C onocía de tal m odo la historia de 22 A lejandro y de O rien te, que, según se dice, ella m ism a escribió un epítom e. N o obstante, leía en griego la historia latina. C uando A ureliano la h izo prisionera, tras ser 23 conducida a su presencia, la inculpó en estos té r­ m inos: «¿Por qué, Z enobia, te has atrevido a desa­ fiar a los em peradores rom anos?». D icen que en­ tonces ella contestó: «A ti, que has vencido, te re ­ conozco com o em perador, a G alieno, a A ureolo y a los demás príncipes no los consideré tales. C o n ­ fiando en que V ictoria 92 fuera sem ejante a mí, d e­ seé, si la m agnitud del territo rio lo hubiese p erm i­ tido, com partir con ell^.^1 p o d e r real.» A sí, fue con- 24 ducida en u n p a s e o ^ ftriu n fa l tan p o m poso com o ningún o tro de los presenciados p o r el pueblo ro ­ m ano. Engalanada, en p rim er lugar, con unas ge­ mas tan enorm es que se fatigaba p o r el peso de sus adornos. Pues, según se dice, esta m ujer tan vale- 25 rosa se detenía a m enudo diciendo que n o podía so ­ p o rta r el peso de sus joyas. A dem ás, sus pies esta- 26 ban atados con cadenas de o ro ; sus m anos, con unas esposas del m ism o m etal, y en su cuello no faltaba un grillete, tam bién de oro, que sostenía delante de lia un bufón persa. Le fue perd o n ad a la vida p o r 27 A urelio y dicen que desde entonces vivió con sus hijos, com o lo hace una m atro n a rom ana, en una hacienda de Tívoli que le fue concedida; ésta, to ­ davía hoy, lleva el nom bre de Z enobia y está sigua-

92 C f. 31.


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da no lejos del palacio de A driano y de ese lugar al que se le da el nom b re de C oncha.

VICTO RIA 31

N o sería m u y digno que tam bién V itruvia — o V ictoria— ocupase u n lugar en las letras, si las cos­ tum bres de G alieno no hubieran conseguido que incluso las m ujeres fueran consideradas dignas de m ención. C iertam ente, V ictoria, cuando vio que su hijo y 2 su nieto habían sido ejecutados p o r los soldados y que P ostum o, después L oliano e incluso M ario (a quien los soldados habían nom b rad o em perador) habían sido asesinados, aconsejó a Tétrico, de quien hem os hablado m ás arriba 95, p ara el im perio, pues siem pre acom etía acciones propias de u n hom bre. A dem ás, se distinguió tam bién p o r el título de M a­ dre de los C am pam entos 96, con que era conocida. Se em itieron m onedas suyas de bronce, de o ro y 3 de plata 97, c u yo cuño se conserva aún h o y entre los treviros 98. V ictoria no vivió m ucho tiem po; fue 4 asesinada cuando T étrico detentaba el p oder, según dicen algunos, m ientras o tro s afirm an que m urió cuando la ley n atu ral lo había prefijado. E sto es lo que a m í m e parece que debe m encio- 5 narse en relación con los trein ta usurpadores. H e reunido a éstos en u n único volum en, pues si h u ­ biese contado p o rm en o rizad am en te los hechos de cada uno, habría p ro vocado u n cansancio inm ere­ cido e intolerable para el lector. A h o ra voy a pasar 6

93 C f. A d ria n o , n. 102. 94 Cf. 3, 5 y 8. 95 C f. 24. 96 E ste títu lo fue reg u larm en te em pleado p o r las em peratrices a p a r­ tir de F au stin a (cf. M arco, 26,8). 97 N o se conserva n inguna. 98 P u eb lo de la G alia Bélgica.


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al em perador C laudio. A cerca de éste a m í me pa=^ rece que ha de publicarse, p o r los m éritos q u / c o R trajo d urante su vida, u n volum en aparte, au nque' sea breve, incluyendo en él a su herm ano " , un hom bre sin igual^de m o d o que puedan referirse al m enos unasÆahtas/Cosas sobre una familia tan n o ­ ble y venerable.' Yo he intro d u cid o a las m ujeres intencionada- 7 m ente en este libro, con el fin de burlarm e de G alieno, el m onstruo más grande que h u b o de so p o r­ tar el E stado rom ano. A h o ra voy a añadir dos usurpadores más, que, p o r así decirlo, son super­ num erarios, ya que n o son de esta época, pues u no vivió en tiem pos de M axim ino y el o tro cfurante el m andato de C laudio; de esta form a, en este v o lu ­ m en, estarán incluidos trein ta hom bres que u su r­ p aro n el p o d e r im perial. Te ruego a ti, que habías 8 recibido el libro ya com pleto, que me com prendas y quieras incluir en tu volum en a éstos a quienes, igual que a Valente el V iejo100 en este libro, yo p re ­ tendía incluir, después de C laudio y A ureliano, en ­ tre esos que vivieron entre T ácito y D iocleciano. Pero la exactitud de tus conocim ientos, al recordar 9 la historia, corrigió m i error. A sí, pues, doy gra- 10 cias p orque la generosidad de tu sabiduría haya com pletado m i título. N in g u n o p odrá decir en el tem plo de la Paz 101 que y o he incluido m ujeres en ­ tre los usurpadores, es decir, usurpadoras o «usur­ patrices», com o ellos suelen, entre risas y brom as, echarm e en cara. T ienen el nú m ero com pleto, reu- 11 nido en m i obra desde los más ocultos secretos de la historia. Pues he añadido 102 a Tito y a C enso- 12 99 Su n o m b re era Q u in tilo ; cf. C laudio 12. 100 C f. 20. 101 E dificio m ajestuoso, co n stru id o p o r m andato de V espasiano en el año 75 de C ., que con tab a con una gran biblioteca y, p o r lo q u e aquí se dice, era lu g ar de reu n ió n de críticos y literatos. 102 A cep tam o s aq u í la co n jetura a d d e n tu r de P eter para llenar la la­ guna de P.


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riño — el prim ero, com o ya dije, vivió bajo el m an­ dato de M axim ino y el o tro en tiem pos de C lau­ dio— , quienes fuero n asesinados p o r los m ismos soldados que antes les habían revestido con la p ú r­ p ura imperial.

TITO y " p"

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C uánta D exipo, y no lo ocultan H ero d ian o y to ­ dos los que transm itieran tales relatos a la p o steri­ dad, que T ito 103, u n trib u n o de los m auritanos a quien M axim ino había reducido a la condición de simple ciudadano, p o r m iedo a u n a m uerte cruen­ ta, según aquéllos refieren, pero de mala gana y obligado p o r los soldados, com o afirm a la m ayo­ ría, se alzó con el p o d e r im perial; y añaden que él fue asesinado p o r pr-ppios soldados, pocos días después de que n ju íén rsid o som etido el levanta­ m iento que el consular M agno 104 dirigió contra M axim ino. D icen, sin em bargo, que fue em perador 2 durante seis meses. La actitud de este ho m b re ha­ cia el E stado, tan to en la p atria com o en el extran­ jero, fue siem pre elogiable, p ero en su m andato im ­ perial se m ostró poco afortunado. P o r o tra parte, 3 algunos aseguran que fue n o m b rad o em perador p o r los arqueros a rm e n io s 105, a quienes M axim ino, p o r ser partidarios de A lejandro, detestaba y había dado m otivos de ofensa. N o debes sorprenderte de que 4 haya tan gran diversidad de opiniones acerca de este hom bre, pues su n o m b re apenas nos es conocido. C alpurnia era su esposa, una m ujer respetada y ve- 5 nerable del linaje de los C esoninos — es decir, de

103 C f. M axim in o s, 11, 1-4. H e ro d ia n o (V II 1,9-10) se refiere a él con el n o m b re de Q uartinus. 104 C f. M axim inos, 10. 105 E n M axim inos, 11,1 se dice qu e eran osroenos.


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los P is o n e s 106— a la que n uestros antepasados re ­ verenciaron, com o sacerdotisa casada u n a sola vez, entre las más venerables m ujeres y cuya estatua ve­ m os todavía en el tem plo de V enus, de piedra la parte superior y el resto de oro. Se dice que poseía 6 unas perlas m uy grandes, que habían pertenecido a C leopatra, y u n a fuente 1 de plata a e cien libras de peso, que han recordado m uchos poetas, y en la que aparecíain scrita la h isto ria de sus antepasados. A m í me parece que he ido más lejos de lo que 7 el asunto requería. P ero, ¿qué voy a hacer?; el sa­ ber, p o r una inclinación n atural, resulta prolijo. P o r 8 eso vuelvo a C ensorino, h o m b re de noble cuna, pero que, según se dice, gobernó durante siete días, más para perjuicio que p ara bien del Estado.

CENSORINO 33

E ra un ho m b re entregado p o r com pleto a la m i­ licia y a la antigua dignidad de la C uria, que fue dos veces cónsul, dos veces prefecto del P retorio, tres veces prefecto de la C iudad, cuatro veces p r o ­ cónsul, tres veces legado de rango consular, dos ve­ ces de rango p reto rio , cuatro veces de rango edilicio y tres del cuestorio, y que fue encargado de una legación extraordinaria a los persas y o tra a los sármatas 108 Sin em bargo, después de todos estos cargos, cuando envejecía en su hacienda, cojeando incluso de un pie a causa de u n a h erida que había recibido

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p recio so s tenía u n uso decorativo. M u y estim adas en Roíma, adem ás de p o r su v alo r m aterial, p o r el v alo r artístico de sus adornos. 108 E s im p osible q u e u n in d iv id u o q u e hu b iera ejercido tan tas y tan im p o rtan tes fu nciones n o h a y a dejado hu ella en n inguna o tra p a rte ; o n u n ca existió o su im p o rtan cia fue m u ch o m enor.


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en la guerra contra los persas, en tiem pos de Vale­ riano, fue hecho em perador y p o r b rom a de los bufones se le dio el n o m b re de C laudio 109. Pero com o actuara con enorm e serenidad y se hiciera in ­ soportable para los soldados a causa de su rígida disciplina, fue asesinado p o r los m ism os que le ha­ bían nom brado. Se conserva su sepulcro en los alrededores de B olonia y en él se han inscrito con grandes letras todos los cargos que desem peñó; pero en la últim a línea se ha añadido: «A fortunado en todas las cosas, desafortunadísim o em perador.» Su familia todavía existe, m u y conocida p o r el n o m ­ bre de los C ensorinos, u n a p arte de la cual, p o r aversión a los asuntos de R om a, m archó a Tracia, otra a Bitinia. Su casa, m u y h erm osa y em plazada junto a la M ansión de los Flavios 110, tam m én se conserva y, según se dice, en o tro tiem po pertene­ ció al em perador Tito. Tienes com pleto el nú m ero de los treinta u su rpadores, tú, que disputabas conm igo en unió n de los m alintencionados, aunque, sin duda, con buena intención. A h o ra da a quien tú quieras este librillo, escrito no tan elegante com o fidedignam ente. A m í me parece que yo no he p ro m etid o elegancia, sino hechos, pues estos libros, que y o he com puesto so­ bre la vida de los príncipes, n o los escribo, sino que los dicto, y los dicto con esa rapidez que — com o si yo hubiese p ro m etid o algo o tú m e lo hubieras pedido— me exiges, de tal m o d o que n o tengo p o ­ sibilidades de respirar.

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109 Claudus, en efecto, significa «cojo». 110 Situada en el Q u irin aí, fue c o n stru id a p o r V espasiano y conver­ tida en tem plo p o r D o m ician o , (cf. S uetonio, D o m . I 1). E l térm ino G entes tiene en este pasaje la significación p ro p iam en te m aterial de «M ansión».


25.

EL D IV IN O C L A U D IO

(Trebelio Polión)

1

H em os llegado al em perador C laudio quien, p o r respeto al C ésar C onstancio 2, debe ser tratado en nuestros escritos con la debida solicitud. E n efecto, yo no p u d e negarm e a escribir acerca de él cuando he escrito acerca de otros em perado­ res elegidos tum ultuariam ente, es decir, reyezuelos, en ese libro que he redactado sobre los treinta u su r­ padores y que ahora contiene incluso el linaje de C leopatra 3 y el de V ictoria 4; pues las cosas llegaron a tal p u n to que yo he escrito las vidas de las m ujeres p o r hacer una com paración con el mal go­ bierno de G alieno. C iertam en te no era lícito p asar en silencio a este príncipe que dejó tan notables des­ cendientes de su linaje 5; que con su p ro p io valor puso fin a la guerra con los godos; que cuando fue vencedor intentó resolver los desastres públicos; que, aunque no fue el artífice de la conjura, al em ­

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1 C o n o c id o n o rm alm en te com o C laudio II, el p rim e ro de los em pe­ rad o res ilíricos (cf. 9,9); o cu p ó el p o d er entre los años 268 y 270. 2 El parentesco existente en tre C laudio y C o n stan cio C loro, a quien se refiere en el pasaje, n o está claro en las fuentes. M ás adelante (cf. 13), este bió g rafo sostiene que C o n stan cio era so b rin o nieto de C laudio; sin em b arg o , en E u tro p io (IX 22) y Z onaras (X II 26) se dice que C o n s ta n ­ cio era nieto de C lau d io . E sta disparidad en las fuentes ha provocado que m u ch o s críticos dud en de la existencia real de tal parentesco. 3 A lu sión a Z en o b ia; cf. T reinta Usurpadores, 30,2. 4 Cf. Treinta Usurpadores, 31, 1-4. a C o n stan cio C lo ro , C o n stan tin o , etc.


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pezar a gobernar para bien del género hum ano, apartó a G alieno, u n m o n stru o so em perador, del ti­ m ón del E stado; que, si se h ubiera m antenido más tiem po a la cabeza de la república, nos habría de­ vuelto con su fuerza, sus consejos y su cautela a los Escipiones, a los Cam ilos y a todos aquellos h o m ­ bres de la antigüedad. E l tiem po que aquél se m an­ tuvo en el p o d er fue, n o p u ed o negarlo, breve, pero breve habría sido el m andato de un hom bre com o él, aunque hubiera p o d id o gobernar tanto tiem po com o dura la vida de los hom bres. ¿Q ué hay en él que no sea adm irable? ¿Q ué hay que no llame la atención? ¿Q ué, que no deba anteponerse a aque­ llos antiguos triunfadores? E n él se hallaban p re ­ sentes el valor de T rajano, la piedad de A ntonino, la m oderación de A ugusto y las buenas cualidades de los grandes príncipes en u n grado tal que no ne­ cesitaba el ejem plo de otro s, antes al contrario, si aquéllos no h ubieran existido, él hubiera dado el ejem plo a seguir p o r los dem ás. Los más sabios as­ trólogos consideran que al h o m b re le han sido o to r ­ gados ciento veinte años p ara vivir y repiten que a ninguno se le han concedido m ás; añaden, incluso, que sólo M oisés, el am igo de D ios, com o dicen los libros de los judíos, vivió ciento veinticinco años 6, y que, cuando se quejó de m o rir joven, se le res­ pondió , según dicen, a través de una desconocida divinidad que ninguno viviría más que él. P o r lo cual, aunque C laudio h ubiera vivido ciento veinti­ cinco años, su vida, adm irable y asom brosa, nos m uestra que nadie habría visto su m uerte com o algo ineludible o esperable, com o dice T ulio acerca ae E scipión 7. ¿Pues qué tuvo aquel ho m b re que no fuera grande tan to en la p atria com o en el extran­ jero? A m ó a los padres, lo que no es sorprendente. A m ó tam bién a sus herm anos, lo que ahora es casi 6 Según D eu tero n o m io X X X IV 11, M oisés vivió ciento veinte años. 7 C iceró n , M il, 16, al referirse a E scip ió n E m iliano.


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asom broso. A m ó incluso a sus allegados, y esto, en nuestros tiem pos, debe ser ya considerado com o un m ilagro. N o envidió a nadie, p ero persiguió a los m alvados. C on d en ó pública y abiertam ente a los jueces corrom pidos y m o stró hacia los necios una casi negligente condescendencia. Prom ulgó leyes excelentes. Fue tan p ro vechoso para él Estado que los más grandes príncipes eligieron a sus descen­ dientes para ocupar el p o d er im perial y u n senado m uy m ejorado se inclinó p o r tal opción. 3 A lguno puede pensar que y o hablo así para ga­ narm e el favor del C ésar C onstancio, p ero tu buen juicio y m i p ropia vida son testigos de que yo n u n ­ ca he pensado, he dicho o he hecho nada para com ­ placer a alguien 8. Yo estoy hablando del em perad o r C laudio, a quien su vida, su bondad y todas las acciones que llevó a cabo en favor del E stado, otorgaron tan eran ren o m b re entre las generacio­ nes que le sucedieron, que el senado y el pueblo r o ­ m ano le recom pensaron con nuevos honores des­ pués de su m uerte: en reconocim iento hacia él, el senado, con el consentim iento de todos, colocó en la C uria rom ana un clypeus aureus — o, como d i­ cen los gram áticos, u n clypeum aureum 9— de m a­ nera que aún h oy puede verse su ro stro en el busto que está grabado en él. E n su h o n o r — lo que n u n ca antes se había realizado— el pueblo rom ano con sus propios recursos le erigió u n a estatua aurea de diez pies de alto en el C apitolio, enfrente del tem plo de Jú p iter O p tim o M áxim o. E n su recuerdo, con la aprobación de to d o el m undo, se colocó

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8 C o n scien te el p ro p io b ió grafo del carácter exageradam ente panegi­ rista de esta vida, rechaza en varios pasajes las im putaciones de adula­ ción (cf. 6,5; 8,2; 9,5). 9 E l clipeus era u n escudo d o n d e solían estar representados bustos de dioses o grandes ho m b res. La form a m asculina en us es m ás fre­ cu en te que la n e u tra um , au n q u e am bas alternan en n u estros textos. 10 U n pie son 29,6 cm, p o r tan to la estatua m edía casi tres m etros de alto.


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en los Rostra 11 una colum na que sostenía una es­ tatua suya de m il quinientas libras 12 de plata, en la que vestía la túnica palm ada 13. Fue él quien, pen- 6 sando en el futu ro , agrandó la M ansión de los Flav io s 14, que había p ertenecido a Vespasiano, a T ito y — me cuesta p ro n u n ciar su nom bre— a D om icia­ no. El, quien, en un breve espacio de tiem po, puso 7 fin a la guerra con los g o d o s 15. P o r ello, el senado y el pueblo rom ano, las naciones extranjeras y las provincias se han m ostrad o aduladoras de su re­ cuerdo, pues todos los órdenes sociales, todas las edades y todas las ciudades han hon rad o al buen príncipe con estatuas, insignias, coronas, tem plos y arcos triunfales. 4 Es interesante para aquéllos que im itan a los bue­ nos príncipes y para to d o el género hum ano, co­ nocer los decretos del senado em itidos acerca de este hom b re, para que tod o s conozcan la opinión oficial que de él se tenía. E n efecto, cuando el n o - 2 veno día antes de las calendas de abril, el día de la Sangre lé, se anunció en el santuario de la M adre que C laudio había sido n o m b rad o em perador, aun­ que n o se p u d o reu n ir al senado a causa de la ce­ lebración de los ritos sagrados, los senadores se vis­ tieron con sus togas y m archaron al tem plo de A p o ­ lo 17, y allí, una vez leída la carta del príncipe C lau11 Y a sabem os que recibía ta l n o m b re la trib u n a desde don d e los o ra ­ do res arengaban al p u eb lo , ad o rn ad a co n los espolones de las naves to ­ m adas al enem igo. 12 L a libra ro m an a equivalía a 327 gram os y era su un id ad superior de peso. 13 C f. G ordianos, n. 12. 14 C f. T reinta U surpadores, n. 110. 15 C f. 6-9. 16 L os G alli o sacerdotes de la M agna M ater, C ibeles, celebraban el 24 de m arzo , seg undo día de las fiestas en h o n o r de la diosa, en el P a ­ latin o , u n ritu a l que consistía en origen en la castración de los m encio­ n ad o s sacerdotes y, p o ste rio rm en te, se redujo a u n corte sim bólico en el b razo del Archigallus, el sum o sacerdote, p ara derram ar unas gotas de sangre. 17 C o n stru id o p o r A u g u sto en el P alatino.


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dio, pronun ciaro n estas aclamaciones en su h o n o r: 3 «A ugusto C laudio, ¡qué los dioses te guarden!» Esto se dijo sesenta veces. «A ugusto C laudio, siem ­ pre deseamos tenerte a ti com o príncipe o a alguien semejante a ti.» Se dijo cuarenta veces. «A ugusto C laudio, el E stado te necesitaba.» Se dijo cuarenta veces. «A ugusto C laudio, tu eres un herm ano, u n padre, un am igo, u n buen senador, u n auténtico príncipe.» Se dijo ochenta veces. «A ugusto C lau- 4 dio, líbranos de A ureolo.» Se dijo cinco veces. «A u­ gusto C laudio, líbranos de los palm iranos.» Se dijo cinco veces. «A ugusto C laudio, líbranos de Z e n o ­ bia y de V itruvia.» Se dijo siete veces. «A ugusto C laudio, T étrico no realizó nada.» Se dijo siete veces. -Tan p ro n to com o fue n o m b rad o em perador, Q a - y (lucero entabló com bate con A ureo lo , que había sido una pesada carga para el E stado p o r com pla­ cer en exceso a G aliano, le apartó del tim ón del E s ­ tado y le consideró u n u su rp a d o r en las proclam as enviadas al pueblo y en los m ensajes dirigidos al se­ nado. A dem ás, este d u ro e inflexible em perador n o 2 escuchó a A ureolo cuando con sus ruegos solicitaba un tratado de paz, sino que le rechazó con tal res­ puesta: «Esto deberías haberlo solicitado de Galieno, que tenía costum bres similares a las tuyas y ade­ más te habría tenido m iedo». Finalm ente, p o r de- 3 cisión de sus p ropios soldados, A ureolo tuvo, cer­ ca de M ilán, una m uerte digna de su vida y de sus costum bres; y, sin em bargo, algunos historiadores han intentado alabarlo, exponiéndose, sin duda, al ridículo. Pues G alo A n tip ater 19, esclava de los car- 4 gos y deshonra de los historiadores 20, al referirse 18 C f. T reinta Usurpadores, 11. 19 A u to r desconocido. 20 A ncilla h o n o ru m et historicorum d eh onestam entum ; la frase, tal co m o ap u n ta M agie (op. cit., I l l , p. 160 y η. 3), p uede ser im itación de Salustio (H istoriae I, frag. 55,22): ancilla turpis, bonorum o m n iu m de­ ho n esta m en tu m .


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a A ureolo, com enzó así: «Llegamos a un em pera­ d o r que hace h o n o r a su p ro p io nom bre». C o m o si con el nom bre del o ro se designe una excelsa vir­ tud; pero yo(se^que entre los gladiadores a m en u ­ do se da este n o m b re a los buenos com batientes. Recientem ente tu libro sobre los juegos recogía este nom bre en la lista de los luchadores. 6 Pero volvam os a C laudio. Pues, com o más arri­ ba dijim os, aquellos godos, que se habían escapado después de las persecuciones de M arciano 21, y éstos, a los que C laudio había im pedido la huida 22, para evitar que ocurriese lo que entonces se cum ­ plió, concitaron a todos los pueblos de su ento rn o para conseguir el b o tín de Rom a. Finalm ente, las diversas tribus de los escitas, los peucinos, los grutungos ostrogodos, tervingos, visigodos, gipedes, celtas e, incluso, hérulos, en su afán de pillaje, irrum pieron en territo rio ro m an o y allí devastaron m uchas regiones, m ientras C laudio se ocupaba de otras cuestiones y preparaba, com o lo hace u n buen com andante, la guerra que después em prendió. E n ­ tonces, pareció que el destino de R om a se detenía ante los lentos preparativos del buen príncipe, pero yo creo que la gloria de C laudio creció de este m odo, y que su victoria le hizo más ilustre en to ­ das las partes del m undo. Flabía, entonces, trescientos veinte m il hom bres de aquellos pueblos dis­ puestos a luchar. Q u ien nos acusa de adulación, que diga ahora si C laudio n o m erecía ser querido. T res­ cientos veinte m il guerreros. ¿Q ue alguien m e diga si Jerjes 23 tuvo tantos!, ¡si alguna leyenda ideó un núm ero tan elevado!, ¡si algún p o eta lo concibió! H abía trescientos veinte m il soldados. A ñade a sus

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21 C f. Galienos, 6,1. 22 C lau d io , com o general de G alieno, o b tu v o u n a gran victoria so­ bre los alam anes, que le valió el so b ren o m b re de G erm ánico. 23 Según H e ro d o to , Jerjes c ru z ó el H e le sp o n to co n 1.700.000 infan­ tes y 80.000 jinetes.


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esclavos, añade a sus familias, añade sus carabanas y piensa en los ríos desecados, en los bosques des­ truidos y en el cansancio de la m ism a tierra, que so ­ p o rtó a una m asa tan ingente de bárbaros. 7 Existe una carta suya, enviada al senado para ser leída ante el pueblo, en la que alude al núm ero de bárbaros; la carta es com o sigue: «El em perador Claudio al senado y al p ueblo rom ano». (Se dice que él m ism o la dictó y yo n o quiero la versión del magister memoriae) 24. «Padres conscriptos, oid con adm iración lo que es verdad. T rescientos veinte m il guerreros bárbaros h an venido al territo rio ro m a­ no: si yo los venciese agradeced mis servicios; si no venciese, sabed que y o in ten té luchar después del gobierno de G alieno. T o d o el E stado está exhausto; vam os a luchar ahora, después de Valeria­ no, después de Ingenuo, después de Regaliano, des­ pués de L oliano, después de P ostum o, después de Celso, después de o tro s m il que se separaron del E stado p o r desprecio hacia el em perador Galieno. Ya no quedan escudos, ni espadas, ni lanzas. Las Galias e H ispania, los pilares ael E stado, se encuen­ tran en p o d er de T étrico, y todos los arqueros — avergüenza decirlo— p erte n e c en a Z enobia. C ualquier cosa que hagam os será bastante grande». Luego, C laudio venció a estos pueblos gracias a su innato valor y en p oco tiem po los aniquiló, p e r­ m itiendo sólo a algunos de ellos regresar al te rri­ torio patrio. M e p reg u n to qué valor tiene ante tan gran victoria u n escudo en la curia o qué clase de recom pensa es una estatua de o ro 25. D ice E nnio 26 refiriéndose a E scipión: «¿Q ué estatua, qué colum na hará el pueblo rom an o p ara representar tus h a ­ zañas?». Podem os decir que Flavio 27 C laudio, u n

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24 Cf. Pescenio N ig ro , 7,4 y n. 11. 25 Cf. 3,1 y ns. 9 y 10. 26 U n pasaje del p o em a Scipio, en el q u e E nnio elogiaba a E scipión A fricano. 27 El n o m b re Flavio que se da aquí a C la u d io es inexacto y responde


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em perador sin rival en to d o el m u n d o , no se sirvió de colum nas, ni de estatuas, sino del p o d er de su renom bre. 8 Tenían, además, dos m il naves, es decir, dos ve­ ces el núm ero con el que to d a G recia y to d a T esa­ lia inten taro n atacar en o tro tiem po las ciudades de Asia 2S. P ero este n ú m ero lo im aginó la plum a de un poeta y la cifra que n o so tro s dam os se apoya en datos históricos. Y, sin em bargo, los escritores adu- 2 lam os a C laudio, u n h o m b re que d estruyó, aplastó y aniquiló a dos m il naves y a trescientos veinte mil guerreros bárbaros, que unas veces o rd en ó quem ar y otras entregó a la servidum bre rom ana, ju n to con sus familias, u n convoy tan grande com o el que tal m u ltitu d de guerreros p u d o p rep arar y disponer para sí. E sto lo p ru eb a u n a carta suya que escribió 3 a Junio Broco , encargado entonces de defender el Ilírico: «C laudio a B roco. H em o s aniquilado a 4 trescientos veinte m il godos, hem os hund id o dos m il naves. Los ríos están tapados p o r sus escudos, 5 todas las playas están cubiertas de sus espadas y sus lanzas. Los cam pos se ocultan debajo ae sus h u e­ sos; ningún cam ino está lim pio, el inm enso convoy ha sido abandonado. H em o s capturado a tan gran 6 núm ero de m ujeres que el soldado vencedor p u ede 9 unirse con dos o con tres. ¡O jalá el E stado no h u ­ biera tenido que sufrir a G alieno! ¡O jalá no h u b ie­ ra tenido que so p o rtar a los seiscientos u su rp ad o ­ resI'MC u án to se h ubiera engrandecido la república (sf ^ tu v ie ra n indem nes los soldados que fueron cas­ tigados p o r tantos com bates, si se hallaron a salvo las legiones que G alieno, u n m al v e n c e d o r30, des­

al deseo del biógrafo de relacionarlo co n Flavio V alerio C onstancio C lo ­ ro. 28 A lu sión a la g u erra de T ro y a. 29 D esco n o cid o en otras fuentes. 30 A su pesar, el biógrafo reconoce aq u í las victorias de G alieno so ­ bre los godos y A u reo lo (cf. Gállenos 13,6 y 14,1).


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truyó! Sin duda, mi actividad une ahora los m iem bros de ese naufragio político al cuerpo del Estado rom ano». Se luchó junto a los mesios y h u b o m uchos com bates cerca de M arcianópolis 31. M uchos hom bres m urieron en los naufragios, m uchos reyes fueron capturados, m ujeres nobles de los diferentes p u e ­ blos fueron conducidas com o cautivas, las pro v in ­ cias rom anas se llenaron con los esclavos bárbaros y los agricultores escitas 32. E l que antes era godo se convirtió en colono del limes b árbaro. N o h u b o región alguna que no dispusiera de esclavos godos com o adornos de su triunfo. ¿ Y qué p odría decir de esos bueyes bárbaros que vieron nuestros ante­ pasados? ¿Y de esas ovejas? ¿Y de esas yeguas celtas que la fama ha divulgado? T odo eso co n trib u ­ ye a la gloria de C laudio. Pues, C laudio no sólo dio seguridad al E stado sino tam bién abundancia de riquezas. Se luchó tam bién en Bizancio, com portándose con gran valentía los bizantinos que h a­ bían logrado sobrevivir. Se luchó en Tesalónica, que había sido sitiada p o r los bárbaros, m ientras C laudio estaba ausente. Se luchó en diversas regiones y en todas ellas, bajo los auspicios de Claudio, los godos fueron vencidos, hasta tal p u n to que ya entonces parecía p rep arar un E stado seguro para sir futuro nieto, el C ésar C onstancio 33. 10 O p o rtu n am en te recuerdo que es necesario co n ­ tar un oráculo, que, según se dice, recibió C laudio en C om agene 34, con objeto de que todos c o n o z­ can que el linaje de C laudio fue instituido por vo-

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31 C iu d ad de la M esia in ferior, fundada p o r T rajano, a la que dio el n o m b re de su h erm an a M arciana. 32 Sabem os p o r otras fuentes que m uchos de los pueblos bárbaros d erro tad o s se asentaron en suelo rom ano en calidad de granjeros, cf. Zósim o I 46. 33 Cf. n. 2. 34 C iu d ad del D an u b io , a u n o s 35 K m s al N o rte de Viena.


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luntad divina para la felicidad del Estado. C uando, tras convertirse en em perador, p reguntó cuánto tiem po habría de ocupar el p oder, surgió el siguien­ te oráculo 35 :

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«ÍTií^que ahora gobiernas las regiones patrias y riges los destinos del m undo, enviado de 1 [los dioses, ( ju ,su p erarás con tus descendientes a los anti­ g uo s; pues tus sucesores reinarán y harán reyes a sus sucesores».

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Igualm ente, cuando p reg u n tó en el A penino sobre su fu tu ro , recibió tal respuesta:

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«H asta que el tercer verano le haya visto rei­ n a n d o en el Lacio» 36. D el m ism o m odo, cuando p reg u n tó acerca de sus descendientes:

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«Yo no p o n d ré lím ites ni a su poderío ni a la [duración de su m andato» 37. Y cuando se interesó p o r el fu tu ro de su herm ano Q u in tilo 38, al que p reten d ía tener com o aso­ ciado en el p o d er im perial, se le respondió: «A él los hados no harán más que m ostrarlo [sobre la tierra» 39. Yo he contado estos oráculos para que todos perciban con claridad que C onstancio, hom bre de li­ naje divino, nuestro venerabilísim o César, procede de una familia de A ugustos y ha de darnos m uchos

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C f. C f. C f. Cf. C f.

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A leja n d ro ,S evero , 4,6 y Firm o, 3,4. E neida, I 265. E neida, I 278. 12. E neida, V I 669; tam bién citado en Elio 4,1 y G ordianos,

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A ugustos, con la m ay o r garantía para los A ugustos D iocleciano y M axim iano y p a ra su herm ano G ale­ rio. 11 Pero m ientras el divino C laudio llevaba a cabo estas cosas, los palm iranos, bajo la conducción de sus generales Saba y Tim agenes, hacen la guerra contra los egipcios , quienes resultan vencedores gracias a la firm eza egipcia y a su incansable co n ­ tinuidad en la lucha. Sin em bargo, P ro b ato , el jefe 2 de los egipcios, fue asesinado p o r las asechanzas de Timagenes. N o obstante, todos los egipcios se en ­ tregaron al em perador rom an o , juran d o lealtad a C laudio, aunque no estaba presente. Siendo cónsules A ticiano y O rfito , el favor divi- 3 no colaboró con las decisiones de C laudio. Pues, una gran m u ltitu d de bárbaros, form ada con los su ­ pervivientes de todos los pueblos, tras reunirse en el H em im o n to 41, fue castigada p o r el ham bre y p o r tal epidem ia de peste que C laudio desdeñó vencer­ los ademas con las arm as. P o r fin, la m ás cruel de 4 las g u w sy W m in ó y se alejaron los terrores de la nación rom ana 42. M i rectitu d m e obliga a decir la 5 verdad, p ero tam bién el deseo de que éstos, que quieren que y o sea considerado u n adulador, sepan que yo no dejo pasar en silencio aquello que la h is­ toria exige que sea contado: en aquel tiem po en q u e 6 se había alcanzado la victoria de m anera total, u n grupo num eroso de soldados de C laudio, em puja­ do p o r el éxito, que p e rtu rb a incluso los ánim os

40 Saba era u n general de Z en o b ia (cf. A u relia n o , 25,3) que en co m ­ p añ ía del egipcio T im ágenes co n q u istó E g ip to (cf. Z ó sim o I 44). P ro b ato , u n general d e C lau d io , in te n tó su reco n q u ista, p ero al parecer, ésta n o se p ro d u jo h asta los tiem pos de A ureliano. 41 Se refiere al m o n te H a em u s, en T racia (cf. Z ó sim o I 45). E l n o m ­ bre de H e m im o n to c o rre sp o n d e a los tiem p o s de D iocleciano; era una de las seis provincias en que fue dividida la diócesis de Tracia. 42 C o m o consecuencia de esta victoria C lau d io asum ió el cognom en G othicus (cf. M agie, op. cit., I II , p . 173 y n . 3).


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de los más sabios 43, se dedicó irreflexivam ente al saqueo, sin pensar que u n reducido contingente de enemigos podía p onerlos en fuga m ientras ellos, se dedicaban, entregados en cuerpo y espíritu, a reco­ ger el botín. Así, cuando se p ro d u jo la victoria, m u- 7 rieron a m anos de algunos bárbaros, que ya habían sido dispersados, casi dos m il soldados. Sin em bar- 8 go, cuando C laudio se enteró de esto, tras reunir el ejército, detuvo a tod o s los que se habían m o s­ trado rebeldes y los envió encadenados a R om a ara que sirvieran de distración en los juegos p ú licos. D e este m odo, los sinsabores que la fortuna o el soldado habían causado, fueron reparados p o r la energía de u n buen príncipe. N o sólo consiguió la victoria sobre el enem igo sino tam bién el desqui­ te. E n esta guerra que C laudio llevó a cabo, sobre- 9 salió el inm enso valor de la caballería dálm ata, pues C laudio, al parecer, declaraba haber nacido en esta provincia; otros, sin em bargo, han dicho que era un dárdano y que p o r sus venas corría la sangre de lio, fun d ad o r de T roya, e incluso del m ism o D ár12 daño 44. E n estos tiem pos, los escitas in ten taro n de­ vastar C reta y C hipre, p ero fueron vencidos en to ­ das partes al sufrir su ejército la peste y el ham bre. A l finalizar la guerra con los godos, se originó 2 una gravísima epidem ia; entonces, C laudio, afecta­ do tam bién p o r la enferm edad, abandonó su vida m ortal y m archó a un cielo que le era ya familiar p o r sus propias virtudes. M ientras se dirigía hacia 3 los dioses y las estrellas, su herm ano Q uintilo, hom bre venerable y p ara decirlo claram ente, un herm ano de su herm ano, asum ió el p oder imperial,

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43 C f. Salustio, C ., X I 7: Q uippe secundae res sapientium anim os f a ­ tigant. 44 D árd an o , h ijo de Z eus y E lectra, y rey de T ro y a a la m uerte de T eu cro . El biógrafo parece c o n fu n d ir la región de D ardania, situada en el Ilírico, con la d ardánica T ro y a; p o r lo dem ás, dicha confusión co n ­ trib u y e al engrandecim iento de C laudio.


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que le fue entregado con el consentim iento de to ­ dos, no com o algo hereditario, sino en atención a sus propias virtudes; pues hubiese sido nom brado em perador aunque n o fuera h erm ano del príncipe. Bajo su im perio, los bárbaros, que aún sobrevivían, intentaro n devastar A nquialos 45 e incluso apode­ rarse de N icópolis 46, pero fu ero n aplastados gra­ cias al valor de los habitantes de aquella provincia. Q uintilo , p o r lo breve de su m andato, n o p u d o lievar a cabo nada que fuera digno del p o d er im pe­ rial, pues transcurridos diecisiete días, fue asesina­ do, com o antes ocurriera a G alba 47 y a Pértinax 4S, p o r m ostrarse severo y rígido con los soldados y p o r haber p rom etido com p o rtarse com o un autén­ tico príncipe. D exipo n o dice que Q u in tilo fuera asesinado, sino sólo que m urió ; pero n o añade que m uriera p o r enferm edad, de m anera que parece te ­ ner dudas. 13 Puesto que ya hem os hablado de su co m p o rta­ m iento en la guerra, debem os decir algunas cosas al m enos acerca del linaje y la familia de C laudio, para que no parezca que pasam os en silencio lo que debe ser conocido p o r todos: los herm anos eran C laudio, Q u in tilo y C rispo. C laudia era hija de C rispo; de ella y de E u tro p io , el ho m b re más n o ­ ble del pueblo dárdano, nació el C ésar C o n stan ­ cio 49. Tam bién tenían herm anas, una de las cuales, que se llam aba C onstantina y estaba casada con u n trib u n o de los asirios, m urió en los prim eros años de su juventud. A cerca de sus antepasados n o so tros conocem os pocas cosas, p ero m uchos autores han trasm itido diferentes datos. E l p ro p io C laudio era insigne p o r la gravedad de sus costum bres, in-

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C iu d ad de la costa se p ten trio n al de T racia, a orillas del M ar N eg ro . A ctual Stari N ik u b , en la B ulgaria m eridional. C f. T ácito , H , I 18 y ss. y S uetonio, G alb, X V y ss. C f. P értinax, 11. C f. n. 2.


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signe p o r su vida singular y su sin p ar castidad; m o ­ derado con el vino, p ero inclinado al alim ento; ele­ vado de estatura, de ojos ardientes y ro stro ancho y lleno, con unos dedos tan fuertes que a m enudo sacaba los dientes a los caballos y a los m ulos de un puñetazo. E sto lo había hecho tam bién en la m i- 6 licia, siendo joven, cuando hacía una dem ostración de lucha entre o tro s fo rzu d o s en los juegos del C am po de M arte. Pues, habiéndose irritado con u n 7 individuo que en lugar del cin tu ró n le agarró los testículos, le sacó to ao s los dientes de u n p u ñ eta­ zo. Este asunto m ereció el p erd ó n p o r ser la ven­ ganza del p u d o r o fendido; pues, D ecio, que era en- 8 tonces em perador y se hallaba presente cuando ocurrió el hecho, no sólo alabó públicam ente el va­ lo r y el p u d o r de C laudio sino que le recom pensó con brazaletes y collares 50, p ero le o rd en ó apartar­ se d&-los com bates de los soldados, tem iendo que realM e/algo con más violencia de lo que el ejerci­ cio d é la lucha requiere. C laudio no tuvo hijos, p e ro Q uintilo dejó dos y C risp o , com o hem os dicho, 9 una hija. 14 A hora hagam os referencia a las opiniones que ex­ presaron diferentes príncipes sobre él, con u n cariz tal, que se h izo evidente que C laudio iba a ser em ­ p erado r en cualquier m om ento. U n a carta de V a- 2 leriano a Z osim ión 51, p ro c u ra d o r de Siria: «H e­ m os entregado al trib u n o C laudio u n hom b re de origen ilirio, n uestra valiente y fidelísim a quinta le­ gión M arcia, pues él está p o r encim a de los más va­ lientes y leales veteranos. A éste le darás de nues- 3 tro tesoro particular las siguientes provisiones: tres m il m odios anuales de trig o , seis m il de cebada, dos m il libras de tocino, tres m ili quinientos sextarios de vino viejo, ciento cincuenta sextarios de aceite

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>.i £7:-

- C í a ·'

50 P rem io s q u e se o to rg a b a n a lo s so ldados q u e vencían en este tipo de com bates, M axim inos, 2,4. 51 D esco n o cid o en o tras fuentes.


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bueno y seiscientos sextarios del de calidad infe­ rior, veinte m edios de sal y ciento cincuenta libras de cera; de heno, paja, vinagre, hortalizas y hierbas cuánto sea necesario y treinta decenas de pieles para las tiendas de cam paña; además, tam bién cada año, seis m ulos, tres caballos, diez camellas, nueve m ulas, cincuenta libras en objetos de plata y ciento cin­ cuenta Filipeos 52 con m i efigie; en las fiestas, com o regalo 53, cuarenta y siete Filipeos y ciento se­ senta m onedas de un tercio de Filipeo 54. Igualm en^te en vasos, copas y jarras once libras. Tam bién cada año, dos túnicas m ilitares de color rojo, dos capotes m ilitares, dos fíbulas de plata dorada, una fíbula de o ro con un pasador de C hipre, un tala­ barte de plata dorada, un anillo con dos gemas de una onza, un brazalete de siete onzas, u n collar de una libra, un casco dorado, dos escudos con incrus­ taciones de oro y una coraza que deberá devolver. D os lanzas herculeanas 55, dos jabalinas 56, dos h o ces norm ales y cuatro de las que se em plean para cortar heno. A dem ás, u n cocinero y un m ulero que deberá devolver y dos m ujeres herm osas, elegidas entre las cautivas. U n vestido blanco de mezcla de seda con p ú rp u ra de G irba 57 y una túnica interior adornada 58 con p ú rp u ra m ora. U n escriba y un en-

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52 E ste n om bre, q u e o rig inariam ente se o to rg ó al stater de o ro acu­ ñ ad o p o r Filipo II de M acedonia, se aplicaba en ocasiones al aureus ro ­ m ano. 53 Las strenae eran regalos que se hacían los días de fiesta com o sig­ n o de buen presagio. 54 L os trientes, acuñados p o r p rim era vez p o r A lejandro Severo (cf.

39). Parece u n anacronism o del autor. A lgunas arm as rom anas recibie­ ro n el n o m b re de «herculianas» a p artir del título H erculius asum ido p o r M axim iano. 56 A clides. Jab alin a cilindrica de 66 cm s con un gancho a cada lado que se arro jab a p o r m edio de una correa y podía ser recuperada des­ pués de h e rir al enem igo. 57 A ctu al D jerb a, una isla em plazada frente a las costas tunecinas. 58 Subarm alis. Especie de chal que se arrollaba al cuerpo p o r debajo de los brazos.


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cargado de servir 59 la mesa, que habrá de devolver. D os par,e57dereojines chipriotas, dos camisas blancas, dos m eifla^d e h o m b re 60 y una toga y un laticlavo, que deberá devolver. D os cazadores que sirvan com o asistentes, u n co n stru cto r de coches, u n m ayordom o, u n aguador, u n pescador y un con­ fitero. M il libras de leña cada día, si hay abundancia de provisiones, en caso contrario , cuánto haya y dónde quiera que se encuentre, y cuatro braseros de carbón vegetal cada día. U n bañero y astillas ara calentar el baño, pero si no hay, que utilice los años públicos. T odas aquellas cosas que p o r su insignificancia no p u ed en ser detalladas aquí, se las entregarás com edidam ente, p ero nada debe abonar­ se en dinero, y si en algún sitio falta algo, no debe sum inistrarse ni tam poco pagarse en dinero. Yo le he otorgado todas estas cosas de u n m odo excep­ cional, com o si se tratase de u n general y no de un tribun o , pues es u n h o m b re de tal clase que aún ha­ brían de ser concedidas m uchas cosas más». 15 E n o tra carta de V aleriano, dirigida a Ablavio M urena 61, prefecto del P reto rio , hem os encontra­ do entre otras, las siguientes m anifestaciones: «Deja ya de quejarte p o rq u e C laudio sea trib u n o y no di­ rija nuestros ejércitos con el grado de general, de lo que, según tú, tam bién se lam entan el senado y el pueblo. H a sido n o m b rad o general y general de todo el Ilírico. T iene bajo su m ando los ejércitos de Tracia, M esia, D alm acia, Panonia y Dacia. E ste hom bre, que en m i opin ió n tam bién es em inente, puede esperar el consulado y, si n o está reñido con su form a de ser, puede recibir, cuando lo desee, la prefectura del P reto rio . H as de saber que yo le he asignado la m ism a cantidad de provisiones que a la

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59 E l structor era el esclavo encargado de p o n e r la m esa y disponer en ella de fo rm a adecuada los p latos y bandejas. 60 C f. A leja n d ro Severo 40,11. 61 D esco n o cid o en o tras fuentes.


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prefectura de E gipto, el m ism o núm ero de vestidos que hem os entregado al proconsulado de Africa, la m ism a cantidad de plata que recibe el adm inistra­ d o r de las m inas del Ilírico y tantos sirvientes com o yo m ism o m e he asignado en cada una de las ciu­ dades; así, todos com prenderán cuál es m i opinión acerca de este hom bre». 16 Existe igualm ente u n a carta de D ecio en la que se m enciona a C laudio : «D ecio saluda a Mésala 62, gobernador de Acaya». E n tre otras cosas leemos: «Sin em bargo, a nuestro trib u n o C laudio, joven ex­ celente, enérgico soldado e integrísim o ciudadano, que es tan necesario a los cam pam entos com o al se­ nado y al E stado, le ordenam os ir a las T erm opi­ las, encom endándole, adem ás, el gobierno de los peloponesios, pues som os conscientes de que nadie cum plirá m ejor todo lo que hem os ordenado. A él 2 le asignarás doscientos soldados del d istrito dardánico 63, cietí-'coraceroíí64, sesenta jinetes, sesenta ar­ queros créticos, y de los nuevos reclutas le darás m il, bien arm ados. Es, sin duda, u n a buena decisión 3 confiarle a él los nuevos ejércitos, ya que no se en­ cuentra a nadie más leal, más valiente y más sereno que él». 17 D el m ism o m odo, cuando a G alieno le fue anun­ ciado p o r sus inspectores 65 que C laudio se había encolerizado a causa de su v oluptuosa form a de vida, escribió en una carta: «N ada me afecta tanto 2 com o lo que m e contaste en tu inform e, a saber, ue C laudio, nuestro pariente y amigo, se ha enfaado gravem ente p o rq u e le han sido insinuadas m uchas falsedades. P o r tan to , te p id o , querido V e- 3 nusto, si quieres m ostrarm e tu lealtad, que trates de calm arle p o r m ediación de G rato y H erenia-

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Igualm ente, desconocido en otras fuentes. C f. n. 44. Cataphactarii o cataphracti. C f. A le ja n d ro Severo, n. 69. F rum entarii, cf. A dria n o , n. 56.


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no 66, sin que los soldados de D acia, que ya están enfurecidos, se enteren de ello, pues así evitarem os que éstos lleven las cosas aún más>lejos. Y o m ism o 4 le ha enviado unos regalos, que(tu,aebes conseguir que sean bien recibidos p o r él. A dem ás, has de p ro ­ curar que no se entere de que y o sé esto, a fin de que no piense que m e he enojado con él y, obliga­ do p o r las circunstancias, adopte una últim a deci­ sión. Yo le he enviado dos pateras adornadas con 5 gemas de tres libras de peso, dos copas de o ro ta­ chonadas con gemas de tres libras, una bandeja de plata con la form a de u n racim o de hiedra de vein­ te libras, una fuente de plata con relieves de p ám ­ panos de treinta libras, una vasija de plata con la form a de u n a h oja de h iedra de veintres libras, u n plato de pescado de plata de veinte libras, dos jarro ­ nes de plata engastados en oro de seis libras y en vasos pequeños u n to tal de veinticinco libras de pla­ ta; diez cálices egipcios y otras obras de orfebrería, 6 dos clámides bordadas con p ú rp u ra de auténtico brillo, dieciseis vestidos diferentes, u n alba de seda mezclada, una túnica con bordados de tres onzas de peso 67, tres pares de sandalias párticas de mi p ropio sum inistro, diez túnicas de D alm acia 6S, un m anto dardánico, una casaca iliricana, un bardocuculum é9, dos capuchas recubiertas de pelo y cuatro 7 pañuelos de Sarepta 70 ; además, ciento cincuenta aúreos de Valeriano y trescientas m onedas de un tercio de áureo con la im agen de Salonino». 18 Tam bién el senado le concedió juicios m u y fa­ vorables, antes de llegar al poder. Así, cuando fue anunciado que él, ju n to con M arciano 71, había lu66 E sto s n o m b res n o s son desconocidos p o r otras fuentes. 67 P aragauda. T ú n ica con m angas de espesas orlas y bord ad o s, que p ro p o rc io n a n al tejido gran rigidez. C f. C ó m o d o , 8,8 y n. 22. 69 V estid u ra de p a ñ o b u rd o con capuchón. 70 C iu d ad fenicia, p ró x im a a S idón y fam osa p o r su p ú rp u ra. 71 C f. G alienos 6,1.


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chado valerosam ente con tra los pueblos del Ilírico, el senado le aclamó de este m o d o : «¡Claudio, nues- 2 tro jefe más valeroso, salve! , ¡saludam os tus v irtu ­ des y tu lealtad! ¡Todos ordenam os que se dedique una estatua a C laudio! D eseam os que C laudio sea cónsul. Q u ien ama al E stado actúa así, quien ama a los príncipes, actúa así, así o b raro n los antiguos soldados. D ichoso tú, C laudio, p o r la buena o pi- 3 nión que de ti tienen los príncipes, dichoso tú p o r las buenas cualidades que posees, ¡Tú cónsul!, ¡tú prefecto! ¡O jalá vivas m ucho tiem po, Valerio 72, y 4 goces del am or de nuestro em perador!». Es largo escribir el gran n ú m ero de elogios que aquel ilustre hom bre m ereció; hay, sin em bargo, un detalle que yo no debo om itir, a saber, que tanto el senado com o el pueblo le tuvieron en tan gran aprecio, an­ tes de que fuera em perador, cuando lo fue y d es­ pués de serlo, que es adm itido p o r todos que ni T rajano ni los A nto nin o s ni ningún o tro em pera­ d o r fue tan querido.

72 D e nuevo, el deseo de relacio n ar a C lau d io con C onstancio C loro im pulsa al biógrafo a llam ar a aquél con el nom bre de Valerio.


26.

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(Flavio V opisco Siracusano)

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U na vez concluidas las fiestas de Cibeles *, en las que sabem os que deben hacerse y decirse toda clase de cosas jocosas, el prefecto de la C iudad Ju nio T iberino 2, h o m b re célebre y que m erecía que se pronunciara su no m b re anticipando una reverencia, m e acogió en su carruaje, u n coche co­ m o el que utilizaban los jueces. C om o su espíritu se hallaba en aquel m om ento libre y desem bara­ zado de los asuntos judiciales y de las activida­ des públicas, inició una larga charla que d uró desde Palacio hasta los jardines de Varío y que versó especialm ente sobre la vida de los em peradores. Y cuando llegamos al tem plo del S o l3, que había sido consagrado p o r el em perador A ureliano, pues­ to que él m ism o hacía derivar su sangre en cierto grado de la familia de éste, me p reg u n tó quién ha­ bía escrito su vida. C u an d o y o fe contesté diciendo que no había leído a ning u n o de los escritores la­ tinos, pero sí a algunos de los griegos, este venera­ ble varón expresó el d o lo r que m anifestaban sus ge-

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1 Se trata de las fiestas llam adas H ilaria, cf. A lejandro Severo, 37, 6, n. 47. ;■! ç \ 2 Ju n io T ib e rin o fue cón sul en ¡etaño(281 y 291. 3 C f. 35,3. E staba situ ad o , según las Ñ o titia e en el cam po dé A gripa, p ero su id entificación es p ro b lem ática, cf. M agie, op. cit., I ll, 9. 264, η. 1.


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m idos, con estas palabras: «O sea, que a Tersites 4, a Sinon 5 y a aquellos restantes azotes de la an ti­ güedad los conocem os bien n o so tro s, y nuestros descendientes tam bién p o d rán recordarlos a m en u ­ do, y, en cam bioK¿será posible que la p o sterio ri­ dad desconozc^ebdivino A ureliano, príncipe de ex­ traordinario prestigio y em perador de gran au to ri­ dad, gracias al cual le n a sido devuelto to d o el orbe al p o d er de Rom a? Q u e D ios im pida tam aña locura. Y, sin em bargo, si bien tengo entendido, p o see­ m os los escritos de unas efem érides de este p rín ci­ pe. Tam bién noticias sobre sus guerras, redactadas al estilo de la historia. D esearía que tú te hicieras con ellas y que las pusieras p o r escrito ordenada­ m ente, agregando aquellos aspectos que atañen a su vida. T ú p odrás in form arte de todas estas cosas, de acuerdo con tu habitual diligencia, leyendo los li­ bros línteos 6, en los que él había m andado consig­ nar p o r escrito sus acciones diarias. Yo procu raré que te los traigan de la biblioteca U lpia 7. Tú acce­ de a mi deseo y, según tus posibilidades, escribe la vida de A ureliano f e ^ z u a l es». O bedecí tus ó rd e ­ nes, m i querido Pim ano, tom é los libros griegos y puse a m ano todas las obras que me eran necesa­ rias, de las que saqué aquellas noticias que eran dig­ nas de m ención y las reu n í en u n solo libro. D eseo que aceptes favorablem ente m i o b ra y que, si no te conform as con ello, releas a los autores griegos e in ­ vestigues tam bién los libros línteos, que te p ro p o r­ cionará la biblioteca U lpia cuando tú quieras. 2 Y, cuando trabam os en este m ism o carruaje u n a

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4 E l v ilip en d iad o r de A g em enón, cf. Ilia d a II, 212 ss. 5 E l tra id o r que p ersu ad ió a los tro y a n o s a in tro d u c ir el caballo en la ciudad, cf. V irgilio, A e n ., II, 67 ss. 6 L ib ro s escritos en tela que, según L ivio, n arra b an u n a crónica m u y antigua que u tilizaro n los antiguos analistas, y que se guardaban en el tem p lo de I m o M oneta. 7 Situada en el p o r o de T rajano.


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conversación sobre T rebelio P olió n 8, que redactó para la posteridad tan to las vidas de los em perado­ res ilustres, com o la de los que son desconocidos, desde los dos Filipos hasta el divino C laudio y su herm ano Q u in tilo , al asegurar T iberiano que P o ­ lión había relatado m uchas cosas negligentem ente y otras m uchas sum ariam ente, m ientras que y o le contradecía afirm ando que n o había habido ningún escritor del género h istórico al que no se le hubiera escapado alguna m entira, y le m ostraba aquello en lo que Livio, Salustio, C orn elio T ácito y, finalm en­ te, T rogo 9 p odían ser refutados con pruebas evi­ dentes, cam biando de o p in ió n y estrechándom e la m ano en plan jocoso añadió a lo que había dicho: 2 «Escribe com o quieras. P odrás decir lo que quieras seguro, pues tendrás com o com pañeros de m enti­ ras a aquellos autores que adm iram os p o r su elo­ cuencia histórica». 3 Pero, p ara n o in tro d u c ir en estos preám bulos m uchas cosas y sin sustancia, señalaré que, según la m ayor p arte de los autores, el divino A ureliano nació en Sirm io 10 de u n a fam ilia bastante desco­ nocida y, según algunos autores, en la D acia rip en ­ se n . Sin em bargo, y o recuerdo haber(leíd o 'un au- 2 to r que afirm aba que había nacido en 'M esia 12. Efectivam ente, acontece a veces que se desconoce el lugar de nacim iento de aquellas personas que, p o r ser de un país hum ilde, se inventan a m enudo ellos tam bién u n suelo natal, p ara conferir así brillantez a sus descendientes p o r el esplendor de los d istin­ tos países en los que h an fingido nacer. N o obs- 3 tante, entre las circunstancias a tener en cuenta res8 U n o de los au to res de la H isto ria A ugusta, escrito r de las Vitae d es­ de F ilipo a C lau d io , co m o se indica en el tex to , cf. Introducción, n. 9, 9 P o m p ey o T ro g o , escrito r de las H istorias Philippicae, 10 E n la P an o n ia su p e rio r, cerca del D a n u b io y en los lím ites de la D acia y la P an o n ia inferio r. 11 L a nueva p ro v in cia creada p o r A u relian o , cf. 39, 7. 12 P rovincia ro m an a al N o r te de T racia y M acedonia.


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pecto a los grandes príncipes, n o es lo más im p o r­ tante saber dónde nació cada uno de ellos, sino cóm o se co m p o rtó en la república. ¿Acaso le confiere más m érito a P latón el hecho de haber sido ciudadano ateniense que el de haber brillado com o un regalo excepcional de la sabiduría? o ¿tal yez nos parecen más pequeños A ristóteles el Estagirijí-) ta, Z enón de Elea 13 o A nacarsis 14 de Escitia j e r ­ que nacieron en aldehuelas sin im portancia, siendo así que a ellos los elevó hasta el cielo la perfección de toda su filosofía? 4 Pues bien, volviendo al hilo de nuestro relato, A ureliano que nació de padres m odestos y fue des­ de sus prim eros años de un talento agudísim o y fa­ m oso p o r su fuerza física, no dejó pasar ni un solo día, aunque fuera festivo o de asueto, sin realizar algún ejercicio con la jabalina, con el arco y con otras clases de armas. C alícrates de T iro, un escrito r que aventajaba en erudición al resto de los es­ critores griegos, dice que su m adre fue sacerdotisa del tem plo del Sol invicto en la aldea donde h a b i­ taban sus padres. Más aún, dice que poseyó un cierto olfato adivinatorio hasta tal p u n to que, una vez que reñía? con su m arido, al m ism o tiem po que le censuraba su necedad y bajeza, decía: «M irad al p a ­ dre de un em perador». C o n ello queda patente que aquella m ujer tuvo conocim iento del destino. E l m ism o au to r dice que los auspicios que auguraron el p o der im perial a A ureliano fueron éstos: al p rin ­ cipio, siendo aún niñ o , una serpiente 15 se enroscó m uchas veces a su palangana y jamás fue posible

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13 D iscípulo de P arm énides (finales del siglo vi), n atu ral de E lea tam ­ bién com o éste, y que vivió a com ienzos del siglo v. In ten tó d em ostrar la im p o sibilidad del m ov im iento con d istin to s argum entos, siendo el ' m ás fam oso el de A quiles y la tortuga. 14 F am oso a u to r de aporías del siglo v. 15 La serpiente estaba co n siderada co m o un genius, una especie de ángel tu te la r del h o g ar, p o r lo que había m uchas casas rom anas que m an ten ían estos reptiles.


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da!r l/jríu e rte , hasta que al fin su m adre, que había contem plado este p rodigio, no consintió que la m a­ taran, com o si fuera de la casa. A ñade, además, que su m adre la sacerdotisa, según dicen, confeccionó para su hijo unos juguetes del pequeño m anto de pú rp u ra que el em perador de su tiem po había ofre­ cido al Sol. A grega tam bién este o tro prodigio : «U n águila levantó de la cuna a A ureliano fajado con sus pañales, sin hacerle ningún daño, y luego le colocó en un altar situado jun to a un pequeño santuario que p o r azar se encontraba sin fuego. E ste m ism o escritor dice que a su m adre le nació un novillo de dim ensiones sorprendentes y de color blanco, pero con m anchas de color p ú rp u ra dispuestas de tal m a­ nera que form aban en un costado el saludo «ave» y en el o tro una coropa^ 5 R ecuerdo que hejleidp^en este m ism o au to r otros m uchos prodigios infundados com o, p o r ejem plo: asegura que después de nacer A ureliano b ro taro n en el patio de la casa esta m ism a m ujer rosas de color p ú rp u ra, con o lo r de rosa pero con péta­ los de oro. D espués, cuando ya servía en el ejército, le acontecieron tam bién m últiples augurios de que alcanzaría el p oder, tal com o luego confirm a­ ron los hechos. E fectivam ente, cuando entró en A ntioquía en un carruaje p o rq u e no podía hacer­ lo a caballo a causa de u n a herida, u n m anto de p ú rp u ra que habían extendido en su h o n o r se vino abajo cubriéndole los h om bros. Y, com o deseaba trasladarse a un caballo, p o rq u e entonces es­ taba mal visto utilizar carruajes en la ciudad, le acer­ caron u n caballo del em perador, y se m o n tó en él pues tenía prisa. Pero, cuando se dio cuenta de di­ cha circunstancia, se cam bió de nuevo al suyo propio. A dem ás, cuando p artió a Persia com o legado, le regalaron una pátera, com o la que el rey de los persas suele ofrecer al em perador, en la que estaba grabado u n sol con la m ism a in dum enta­ ria con la que era adorado el Sol del tem plo en que

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su m adre había sido sacerdotisa. Tam bién le regalaron u n elefante extraordinario, p ero él se le ofreció al em perador, y así A ureliano fue el ú n i­ co ciudadano p articular que poseyó u n elefante propio. 6 Pero, dejando a u n lado estos y otros sucesos simi­ lares, A ureliano era elegante y encantador, de h e r­ m osura varonil, bastante alto, de fortísim os m ú s­ culos, aficionado, aunque p o co , a la com ida y a la bebida, poco lujurioso, de gran severidad, de ex­ traordinaria form ación y p ro n to a desenvainar la espada. E n efecto, com o había en el ejército dos tribunos con el n o m b re de A ureliano, éste y o tro ue fue apresado con V aleriano, los soldados añaieron al nom bre de em perador el distintivo de «es­ pada en m ano», para que, si p o r casualidad alguien preguntaba qué A ureliano había realizado determ i­ nada acción o había llevado a cabo determ inada h a ­ zaña, se le pudiera contestar «A ureliano el de la es­ pada en m ano», y así p udiera ser identificado. Se recuerdan aún m uchas de las singulares p ro e zas que realizó cuando aún era u n ciudadano p a r­ ticular. P o r ejem plo, cuando los sárm atas irrum pie­ ro n en el Ilírico, los d erro tó él sólo con trescientos soldados de una guarnición. Teoclio, que escribió sobre la época en q u e rein aro n los Césares, refiere que A ureliano dio m uerte con su p ro p ia m ano en la guerra con tra los sárm atas a cuarenta y ocho ene­ migos en un solo día y a novecientos cincuenta en distintos días, de tal m o d o que hasta los niños co m ­ pusieron en h o n o r suyo canciones y danzas para poder ejecutarlas com o los soldados en los días de fiesta:

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«H em os degollado m il, m il, mil. ¡U n sólo hom bre! hem os degollado mil. Beba m il veces el que ha m atado mil. N adie tiene tan to vino, com o sangre él ha [derram ado».

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Veo que estas cosas son excesivamente frívolas, 6 pero he creído que no debía silenciarlas p o rq u e el autor antes citado las insertó en sus escritos tal com o aparecen aquí en latín. 7 C uando era trib u n o de la legión sexta Galicana, d erro tó en M aguncia de tal m anera a los francos que invadieron el territo rio , tras vagar de un lado a otro p o r toda ^ Galia, que m ató a setecientos y vendió en público Subasta a trescientos prisioneros de ellos. P o r esta hazaña com pusieron en su h o n o r 2 uña segunda cantinela que decía: «A m il sárm atas y a m il francos hem os pasado a cuchillo de una vez, de una [sola vez. T ratam os de en co n trar a m il persas.» P o r o tra parte, A ureliano suscitó tanto tem or en- 3 tre los soldados que, después de que corrigió una vez con gran severidad las faltas habituales en el ejército, ninguno transgredió el reglam ento bajo su m ando. E n fin, fue el único general que infligió el 4 siguiente castigo a un soldado que había com etido adulterio con la esposa de su huésped: dobló hasta el suelo las copas de los árboles, las ató a los pies del soldado y a continuación las soltó con el fin de que éste se quedara colgado en los árboles rajado en dos partes, lo cual originó u n gran tem or en to ­ dos los soldados. Se conserva una carta suya que re- 5 dactó en campaña y entregó a su lugarteniente, escrita en estos térm inos: «Si quieres ser trib u n o , es más, si quieres vivir, sujeta las manos a tus soldados. Q ue ninguno ro b e u n pollo ajeno ni toque a una oveja. Q ue nadie robe uvas, ni deteriore las mieses, ni exija aceite, sal o leña y que cada u no se contente con su ración de víveres. Q u e los soldados obtengan sus víveres del b o tín capturado a los enemigos, no de las lágrimas de los habitantes de las provincias. 6 Q u e las armas defensivas estén lim pias, las ofensi-


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vas biçn pulidas y que el calzado sea consistente. Q u e la ro p a vieja se sustituya p o r nueva. Q u e el soldado guarde su estipendio en el cinto y no lo d i­ lapide en la taberna. Q u e vaya p rovisto además de collár, brazalete y anillo. Q u e cada u n o lim pie su caballo y su acémila y no venda el forraje destina­ do a los animales y que todos cuiden en com ún del m ulo centuriado. Q u e se m uestre com placiente u n o con otro, co m o si en..., p e ro que nadie obedezca com o si fuera u n esclavo, que los m édicos les asis­ tan gratuitam ente, que no den nada a los arúspices; que se com porten h onestam ente en los albergues y que el que prom ueva litigios sea azotado». 8 E ncontré hace p oco entre los libros de la b iblio­ teca U lpia una carta del divino Valeriano sobre el em perador A ureliano. La he copiado, com o convenía, al pie de la letra. V aleriano A ugusto al cónsul A nton in o G alo : «Me reprochas en una carta confi­ dencial tuya el que haya confiado m i hijo G alie­ no a P ostum o, y no a A ureliano, siendo así que ta n ­ to el niño com o el ejército se debían haber confia­ do al más severo. P ero no seguirías pensando lo m ism o durante más tiem po, si conocieras bien cuán grande es la severidad de A ureliano. Es extrem ado, im po rtu n o y riguroso, y no actúa ya de acuerdo con nuestros tiem pos. Pongo p o r testigo a tod o s los dioses que y o tam bién he tem ido que él casti­ gará con excesiva severidad a m i hijo, cuando éste planeara alguna frivolidad m a y o r «— pues es p ro pensó p o r naturaleza a la diversión— ». Esta carta dem uestra cuán grande fue la severidad de A urelia­ no, puesto que hasta el m ism o V aleriano asegura que llegó a temerle. 9 Existe o tra carta del p ro p io V aleriano que n arra los elogios de que fue objeto. La he sacado de los archivos de la prefectura de la C iudad. E n efecto, se le habían decretado al llegar a R om a los h o n o ­ rarios que le correspondían p o r su cargo. C opia de la carta: «Valeriano A ugusto al prefecto de la C iu ­

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dad C eyonio A lbino. Q uisiéram os p ro p o rcio n ar a todos aquéllos que se consagran de una m anera es­ pecial a la política m ayores ganancias que las que su dignidad exige, sobre to d o cuando su vida reco­ m iende la concesión de tales honores — porque, además de la dignidad, se les debe im putar a los m é­ ritos algún o tro valor— , p ero el rigor de las obli­ gaciones públicas hace que nadie pueda recibir de los im puestos de las provincias más de lo que le corresponde p o r el puesto de la clase a la que p er­ tenece. H em os encargado la inspección y organización de todos los cam pam entos a A ureliano, h o m ­ bre de gran coraje, al cual debem os canto nosotros y to d a la república, según la unánim e confesión de to ­ do el ejército, que es difícil que encontrem os alguna recom pensa, p o r m u y grande que sea, com o la que él merece. Pues ¿qué h ay en él que n o sea ilustre? ¿H ay algo en lo que n o se le pueda com parar a los C orvinos 16 y E scipiones? É l es el lib ertad o r del Ilí­ rico, el restaurador de las Galias, el general ejem plar para todos. Y, no obstante, nada p u ed o añadir a u n varón tan eximio para agradecerle sus funciones — no lo perm ite u n E stado que debe ser gobernado con rectitud y sobriedad— p o r lo cual, m i queri­ dísim o pariente, tu integridad debe entregar a este hom bre, d urante el tiem po que esté en Rom a, die­ ciséis panes m ilitares de los m ejores, cuarenta p a­ nes militares de cam paña, cuarenta sextarios de vino de mesa, la m itad de u n cerdo pequeño, dos pollos, treinta libras de carne de puerca, cuarenta libras de carne de buey, u n sextario de aceite, u n sextario de jugo de buey, u n sextario de sal y las hierbas y le­ gum bres que precise. A dem ás, puesto que hay que asignarle algo en particular, d urante el tiem po que perm anezca en R om a, le concederás cantidades de

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16 M . V alerio C o rv in o , v en ced o r de los volscos y sam nitas en el si­ glo III a. de. C ., y sus d escendientes, sobre to d o , fyl.Mesala C o rv in o , fa­ m o so general de A u g u sto y p ro te c to r del p o eta T ibulo.


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forraje extraordinarias y, p ara sus gastos persona­ les, dos áureos A ntoninianos diarios, cincuenta m inútulos Filipeos de plata 17 y cien denarios de co ­ bre. Los prefectos del erario le sum inistrarán el res­ to». 10 Estos detalles le parecerán a alguien tal vez frí­ volos y de escasa im portancia; pero la curiosidad no desdeña nada. Ejerció m uchas veces el oficio de 2 general, m uchísim as el de trib u n o , casi cuarenta ve­ ces el de suplente de algún general o trib u n o en d is­ tintas ocasiones, hasta el extrem o de que reem pla­ zó a U lpio C rinito que se consideraba descendien­ te de la familia de T rajano (hom bre realm ente aguerridísim o y de gran parecido con Trajano, que fue pintado con A ureliano en el tem plo del Sol y al que V aleriano había determ inado elegir en el car­ go de César), tom ó el m ando del ejército, restable­ ció las fronteras, dio el botín a los soldados, en ri­ queció con bueyes, caballos, esclavos y prisioneros a las Tracias, expuso en Palacio los despojos arra n ­ cados al enem igo y reunió en una quinta, que era propiedad particular de V aleriano, quinientos es­ clavos, dos m il vacas, m il yegüas, diez m il ovejas y quince mil cabras, siendo entonces cuando U lp io 3 C rinito dio las gracias públicam ente en las term as a Valeriano, que se encontraba en B izancio, diciéndole que había tenido una buena opinión sobre él, puesto que había dado a A ureliano com o lugarte­ niente. P o r ello decidió adoptarle. 11 Interesa conocer las cartas que se escribieron so ­ bre A ureliano y el m ism o relato de la adopción. C arta de Valeriano a A ureliano: «Si hubiera o tro individuo, queridísim o A ureliano, que pudiese h a ­ cer las veces de U lpio C rin ito , me gustaría hablar contigo sobre su v irtu d y su diligencia; pero com o 17 C f. A ureliano 28, 8. L a aplicación del térm ino Filipeo a los áureos era norm al, pero p ro b lem ática respecto a los m in ú tu lo s, cf. M agie, op. cit., IÍI, p. 210, n i.


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no he p odido en co n trar a nadie que te supere en prestigio, encárgate de la guerra de la zona de N i­ copolis a fin de que la enferm edad de C rin ito no nos resulte perjudicial. H a z lo que puedas. Soy breve. En tu p o d er estará la dirección del ejército. D ispones de trescientos arqueros itireos, seiscientos ar­ m enios, ciento cincuenta árabes, doscientos sarra­ cenos, cuatrocientos auxiliares de M esopotam ia; tienes a tu disposición a la legión tercera Feliz y a ochocientos coraceros de caballería. E stará contigo H ario m u n d o , H aldagates, H ild o m u n d o y C ariovisco 18. Los prefectos han dispuesto en todos los cam pam entos los aprovisionam ientos necesarios. A ti te com pete, u tilizando las cualidades y la astucia que te son características, em plazar los cuarteles de invierno y de verano en lugares que dispongan de todo lo preciso, enterarte además de la situación de los convoyes de los enem igos y saber a ciencia cier­ ta su núm ero y su ralea, con el fin de no consum ir en vano los víveres o de no desperdiciar los dar­ dos, pues en estas dos m edidas reside el arte de la guerra. Yo, con la protección de la divinidad, espero tanto de tí cuanto la república p o d ría esperar de T rajano, si viniera ahora. Y, en realidad, no es de m enor valía aquél, al que yo he elegido para que le sustituyas y hagas sus veces. Es lógico que tú esperes obtener con dispendios del Estadio el consu­ lado del año próxim o al m ism o tiem po que tu co­ lega U lpio C rinito, para sustituir a G alieno y Va­ leriano a p artir del día once de las calendas de ju ­ nio. En efecto, debe aliviarse la pob reza de aquélíos que siguen siendo po b res, a pesar de haberse consagrado d urante m ucho tiem po a la política, y no la de o tro alguno. T am bién esta carta revela la grandeza de A ureliano; y la verdad es que nadie lle­ gó jamás a la cima del p o d er si no ascendió antes

18 D istin to s caudillos germ anos alistados en el ejército rom ano.

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desde sus prim eros años p o r los distintos escalones de la virtud. 12 C arta sobre el consulado de A ureliano: «Valeria­ no A ugusto al prefecto del teso ro Elio X ifidio. A A ureliano, al que hem os o to rg ad o el consulado, a causa de su. p o breza, p o r la que ha adquirido cierta grandeza y superioridad ante los demás, le e n tre­ garás para que pueda celebrar los juegos circenses trescientos áureos A nto n in ian o s, tres m il m in u tu ­ los Filipeos de plata, cincuenta m il sestercios de co­ bre, diez túnicas de lino, dos pares de m anteles de C hipre, diez tapetes africanos, diez tapices m oros, cien puercos y cien ovejas. O rdénarás que sirvan 2 un banquete público a los senadores y caballeros ro ­ m anos y que se ofrenden dos víctimas adultas y cuatro m enores». Y puesto que yo había hecho la prom esa de re- 3 latar algunos detalles que atañen a l a adopción de tan gran príncipe, ruego que nadie me considere ex­ cesivam ente im p o rtu n o y locuaz en este tema, que para m ay o r veracidad creí o p o rtu n o incluir aquí ex- 4 trayendo sus datos de los libros de A colio, que fue jefe de audiencias del prín cip e V aleriano, concreta­ m ente del libro noveno de sus hechos. 13 E n una ocasión en que V aleriano A ugusto se sen­ tó en las term as en la ciudad de Bizancio, en p re ­ sencia del ejército y de los oficiales del palacio, sen­ tándose a su lado el cónsul ordinario N u m io T u s­ co, el prefecto del p reto rio B ebió M acro 19 y el g o ­ b ernador de O rien te Q u in to A ncario, y sentándo­ se tam bién a su parte izqu ierd a A vulnio Saturnino, general de la frontera d é la Esticia, M urrentio M a u ­ ricio, designado para g obernar E gipto, Julio T rifón, general de la fro n tera oriental, M eció B ru n d i­ sino, prefecto del abastecim iento de víveres de O riente, U lp io C rin ito , general de la frontera de

19 É ste y los personajes que siguen so n desconocidos.


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Iliria y de la Tracia y Fulvio B oyo, general de la frontera de la Recia, V aleriano A ugusto dijo: «la re- 2 pública te da gracias, A ureliano A ugusto, p o r ha­ berla liberado del p o d er de los godos. P o r ti som os ricos en botín, p o r ti som os ricos en gloria y en to ­ dos aquellos bienes con los que aum enta la felici­ dad del pueblo rom ano. Recibe, pues, a cam bio, de 3 las acciones que has realizado, cuatro coronas m u ­ rales 20, cinco coronas vallares 21, dos coronas n a­ vales 22, dos coronas cív ic a s23, diez lanzas sin hierro 24, cuatro banderas de dos colores, cuatro tú ­ nicas rojas de general, dos m antos proconsulares, una toga pretexta, una túnica adornada con palm as, una toga pintada, u n am plio subarm al 25 y una silla de marfil. E n efecto, h o y te n o m b ro cónsul y v o y 4 a escribir al senado para que te asigne el cetro 26 y

20 L a co ro n a era u n a g u irn alda hecha de flores, hojas u o tro s m a te ­ riales reales o artificiales p ara a d o rn a r la cabeza. Se la em pleaba p rin c i­ palm en te p ara reco m p en sar d eterm inadas acciones m eritorias, com o en los casos que siguen, o co m o ad o rn o en las fiestas. Se diferenciaban p o r el m aterial de cjue estaban hechas o p o r el destino que tenían. A q u í se alude a varios tipos. L a c o ro n a m uralis se concedía com o prem io al so l­ d ad o que escalaba el p rim e ro u n m u ro . Solía estar decorada con to rres y alm enetas. 21 L a co ro n a castrensis o uallaris se concedía al p rim e r soldado que hab ía fran qu ead o alguna em palizada (uallum ). E stab a adornada co n em ­ palizadas. 22 L a co ro n a classica, naualis o rostrata era u n co ro n a de o ro hecha im itan d o los espolones d e las em barcaciones (rostra), y se ofrecía al al­ m ira n te que había d estru id o u n a flo ta y quizá tam bién al p rim e r m ari­ n o que había ab o rd ad o u n a nave enem iga. 23 C f. M arco, 12, 8. 24 Es decir, las lanzas llam adas pu ra s p o rq u e estaban desprovistas de p u n ta de h ierro (cuspis), co m o el an tig u o cetro co n que el general r o ­ m an o reco m p en sab a al so ld ad o q u e se había d istinguido en u n a batalla, cf. T ácito, A n n ., III, 21; V irgilio, A e n ., V I, 769. 25 El latín dice subarm ale p ro fu n d u m . S obre la p re n d a del subarm a­ le, cf. Severo, 6, 11. E l térm in o p r o fu n d u s significaría, al p arecer, «sin lím ites, incom m esurable, am plio». 26 E n latín scipio, del griego σ κ ίπ ω ν , u n a variante de sceptrum , tam ­ bién derivado del griego σ κ ή π τρ ο ν , am bos de la raíz que subyace en el v erb o ο χ ή π τω «lanzar, arrojar». E s u n a especie de cetro o b astón


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para que tam bién te asigne los haces, pues el em ­ perado r no suele o to rg ar estas insignias, sino que, al contrario, suele él recibirlas del senado, cuando es nom brado cónsul». 14 Después de estas palabras de Valeriano, Aurelio se levantó y se acercó a las m anos de éste dándole gra­ cias con expresiones propias de un soldado, que yo he estim ado que debía transcrib ir con exactitud y al pie de la letra. A ureliano dijo: «Tam bién yo, so- 2 berano V aleriano y em perador A ugusto, he reali­ zado to d o , he recibido con paciencia estas heridas y he estim ulado a mis caballos y a los que se han conjurado conm igo, con la única intención de que me lo agradezca el E stado y m i p ropia conciencia. 3 Pero tú has hecho cosas m ayores. D o y gracias a tu bondad y acepto el consulado que me otorgas. H a ­ gan los dioses y el dios Sol ipvicto au e tam bién el senado opine lo m ism o de {m » ) Ksí¡ p)ies, cuan- 4 do todos los presentes m ostraban suvagradecimiento, U lpio C rinito se levantó y p ro n u n ció este dis­ curso: «O h A ugusto V aleriano!, entre nuestros an- 5 tepasados existió una costum bre, peculiar de m i fa­ m ilia y de la que ella hacía gala, p o r la que sus m iem bros más distinguidos elegían siem pre a los varones más robustos, para que la fecundidad de la nueva prole enalteciera a las familias que ya enve­ jecían o a los partos de sus m atrim onios, ya d éb i­ les. P o r tanto, al ad o p tar a A ureliano, a quien has 6 nom brado lugarteniente m ío siguiendo el dictam en de su autoridad, he pensado que se debía repetir lo que hizo C oceyo N erv a en la adopción de Trajano, lo que hizo T rajano en la de A driano, lo que h izo A driano en la de A n to n in o y lo que hicieron el res­ to de los em peradores, según una sugestión ya an­ cestral. M anda, p o r tanto, que se actúe con ley y 7

q u e p o r t a b a a n t a ñ o e l g e n e r a l v e n c e d o r y q u e , a p a r t i r d e l s i g l o I I, a ñ a ­ d i e r o n lo s c o n s u la r e s a s u a tu e n d o d e e ti q u e ta .


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que A ureliano sea el h eredero del culto, del n o m ­ bre, de los bienes y de todos los derechos legales de U lpio C rin ito , quien y a posee el rango consu­ lar, y que él m ism o sea enseguida consular p o r tu decisión». 15 Es prolijo exponer tod o s los detalles. E n efecto, Valeriano dio las gracias a C rin ito y la adopción se llevó a cabo com o era habitual. Recuerdo haber leí- 2 do en un libro griego algo que no m e ha parecido o p o rtu n o callar, a saber, que V aleriano encargó a C rinito adoptar a A ureliano, sobre to d o porque era p obre; p ero pienso que ésto debe quedar en sus­ penso. Y, puesto que ya he transcrito anteriorm ente una 3 carta p o r la que se le asignaba una sum a para el de­ sem peño de su consulado, pienso que debo expli­ car porqué he relatado esta circunstancia, que pa­ rece de poco interés. H em o s visto hace poco que 4 el consulado de F urio Plácido se ha hecho público en el circo con tan to bo ato , que daba la im presión de que se entregaban a los aurigas no regalos, sino bienes patrim oniales, pues se les galardonaba con túnicas al cien p o r cien de seda, paragaudas de lino e incluso caballos, en m edio de las consiguientes la­ m entaciones de los hom bres m origerados. E n efec- 5 to, se ha logrado que el consulado sea en cuestión de riquezas, no de personas p o rq u e, realm ente, si se otorga en atención a los m éritos, n o debe arru i­ n ar a su titular. Perecieron y a aquellos tiem pos en 6 los que reinaba la integridad y perecerán en ade­ lante p o r las intrigas p o r o b ten er el favor popular. P ero n o so tro s, com o nos es habitual, dejarem os tam bién este problem a en suspenso. 16 Así.mles, apoyado p o r todas estas opiniones y fa­ vores que acabam os ae exponer, descolló tanto en vida de C laudio que, después de la m uerte de éste y de su herm ano Q uintilo, ostentó él sólo el imperio una vez que d ieron m uerte a A ureolo, con quien G alieno había concertado la paz. E n este aspecto 2


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es tal la discrepancia de los historiadores, incluyen­ do también-,-1φ griegos, que u n o s dicen que A u reo ­ lo fue asesinado p o r A ureliano contrariando la v o ­ luntad de C laudio, o tro s, que p o r m andato y d e­ seo de éste, otros, que dicho personaje fue asesi­ nado p o r A ureliano cuando y a era aún em pera­ dor, y otros, en cam bio, que se ejecutó el asesinato cuando éste era aún u n ciudadano privado. Pero d ejarem os en suspenso estos porm en o res que h abrá que investigar en aquellos autores que los han transm itido. U n a cosa es segura: que el divino C laudio n o confió a ningún o tro , sino a A ureliano, el conjunto de las operaciones bélicas contra los m eótidas 27. 17 Existe una carta que he considerado o p o rtu n o in ­ cluir aquí p o r am or a la fidelidad, com o es habitual en mí, o m ejor aún, p o rq u e veo que o tro s escrito­ res de anales así lo han hecho : «Flavio C laudio saluda a su querido A ureliano. N u estra república te reclam a los servicios que sueles prestarla: asúm e­ los. ¿Porqué te dem oras? D eseo que los soldados aprovechen tu m agisterio y los trib u n o s tu direc­ ción. H a y que atacar a los godos, hay que expul­ sarlos de Tracia. En efecto, la m ay o r parte de aqué­ llos que se p usieron en fuga, cuando tú les atacaste, atacan ahora H em im o n to y E uropa. P ongo en tu s m anos todos los ejércitos de Tracia, todos los de Ili­ ria y toda la frontera. Ea, m uéstranos tu coraje h a­ bitual. M i herm ano Q u in tilo , u n a vez que se haya presentado a ti, se quedará contigo. Yo, que estoy atareado con otros m enesteres, confío a tu talento la dirección de la guerra. Te he enviado diez caba­ llos, dos corazas y o tro s utensilios con los que la necesidad obliga a p ro teg er a aquél que va a la guerra». A sfjktes, aprovechando los éxitos de sus batallas

27 H ab itan tes de las riberas del lago M eotis, en el m a r Azov.

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y bajo los auspicios de C laudio, A ureliano devol­ vió a la república a su antiguo estado, e inm ediata­ m ente, com o dijim os antes, fue elegido em perador p o r acuerdo unánim e de todas las legiones. 18 A ntes de alzanzar la dignidad im perial, asumió durante el gobierno de C laudio el m ando de toda la caballería, p o rq u e los jefes de este cuerpo habían com etido una ofensa al em perador, al em prender la lucha a la ligera y sin que él lo h ubiera ordenado. P o r esta época, el p ro p io A ureliano luchó con gran arrojo co n tra los suebos y los sárm atas y lo ­ gró una espléndida victoria. Sin em bargo, bajo su m ando, los rom anos sufrieron u n trem endo desca­ labro p o r los m arcom anos, a causa de u n erro r tác­ tico que com etió. E n efecto, fuero n devastados con grandes estragos todos los cam pos de los alrededo­ res de M ilán, pues n o se preocupó de afrontar la sú­ bita acom etida de aquéllos, sino que se dedicó a perseguirlos p o r la retaguardia. N o obstante, pos­ teriorm ente fueron d errotados tam bién estos m is­ m os pueblos. E n m edio del pánico que suscitaron los m arcom anos devastándolo to d o , se originaron grandes m otines en R om a, pues tod o s tem ían que pudieran repetirse los desastres de la época de G alieno. P o r esta razó n tam bién se co nsultaron los libros Sibili­ no s que eran célebres p o r los servicios prestados al E stado, y se averiguó que debían hacerse sacrifi­ cios, en determ inados lugares que los bárbaros no p udieran franquear. E n fin, se realizaron todas las prescripciones de los libros Sibilinos, celebrando cultos m u y variados y, gracias a ellos, detuvieron su m archa los bárbaros, a lcps^qtm dio m uerte en su totalidad, pues andabafr e fe ríte s desperdigados. M e place ahora explicar el texto del decreto del senado p o r el que la autoridad de esta ilustrísim a asamblea o rdenó que se inspeccionaran dichos li­ bros: 19 E n el tercer día de los idus de enero, el p reto r ur-

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bano Fulvio Sabino dijo: «Os damos cuenta de la su­ gerencia de los pontífices y de la carta del em pera­ d o r A ureliano en la que éste ordena que se inspec­ cionen los libros del destino que contienen la p r o ­ m esa de acabar la guerra co ntando con el p o ­ der sagrado de los dioses. E n efecto, vosotros m ism os sabei^/que se han consultado estos libros siem ­ pre que Ka o currido algún tu m u lto de cierta grave­ dad y que los males públicos n o han acabado hasta que no se ha autorizad o a realizar sacrificios de acuerdo con ellos». E ntonces se levantó U lpio Silaño, al que correspondía o p in ar en p rim er lugar, y habló así: «D em asiado tarde, senadores, nos d e­ cidim os a consultar sobre la salud de nuestra n a ­ ción, tarde volvem os a inspeccionar los preceptos del destino, actuando com o los enferm os, que no m andan llam ar a los m ejores m édicos hasta que no se encuentran en la situación más desesperada, com o si fueran los hom bres m ás experim entados los que deberían cuidar más de la salud, cuando en realidad es m ejor prevenir todas las enferm edades. Recordáis, senadores, que y o repetí m uchas veces en esta asamblea, tan p ro n to com o tuvim os noticia ^de-ios ataques de los m arcom anos que era preciso cnspltar las disposiciones de la Sibila, que había que "aprovecharse de los beneficios de A polo y seguir las órdenes de los dioses inm ortales, y que, en cam ­ bio, algunos senadores lo rechazaron incluso con violentas e injustas críticas, pues afirm aban en to n o adulador que el valor de A ureliano era tan grande que le exim ía de la necesidad de consultar a los d io ­ ses, com o si él, varón venerable, no debiera adorar a los dioses, ni esperar nada de los dioses in m o rta­ les. ¿Q ué m ás voy a añadir? A cabam os de oir la carta en la que él ha suplicado el auxilio de los dioses — algo que jamás ha supuesto desdoro p ara nadie— ¡O jalá u n hom b re de tan extraordinario coraje re ­ ciba su ayuda! A cudid, p o r tan to , ¡oh pontífices!, puros, lim pios, castos y adecuadam ente vestidos y

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con espíritu reverente, sub id al tem plo, p o n ed en o rden los asientos de laurel, cubrid vuestras m anos para abrir los libros sagrados, averiguar el destino de nuestra nación, que es inm ortal. A los niños cu­ yos padres viven aún, señaládles el canto que de20 ben entonar. N o so tro s fijarem os los gastos para los ritos sagrados, nosotros dispondremos los preparati­ vos para los sacrificios, nosotros dispondremos a toda prisa los altares». D espués de este discurso, habiéndo sido interrogados los senadores, m uchos de ellos expusieron sus orígenes, que resulta pesado deta­ llar aquí. A continuación, en vista de que unos alzaban las m anos y o tro s se dirigían a pie a p resen­ tar sus votos y que la m ay o r p arte expresaba su conform idad de palabra, se redactó el decreto del senado. D espués se dirigieron al tem plo, repasaron los libros sagrados, publicaro n los versos fatales, re­ corrieron la C iudad, can taro n him nos, celebraron una procesión en to rn o a la C iu d ad 28, se anuncia­ ro n los A m barvales 29, y de esta form a cum plieron los ritos sagrados que se habían prescrito. C arta de A ureliano sob re los libros Sibilinos. La he incluido aquí tam bién p ara que se dé crédito a los hechos. «Me adm ira, senadores, que vosotros hayáis/dudado d urante tan to tiem po si debel^) abrir o no los libros Sibilinos, com o si os encontrarais en una iglesia de cristianos y n o en el tem plo de to ­ dos los dioses. A ctuad, p o r tan to , y, valiéndoos de la virtu d de los pontífices y de ritos solemnes, ayu­ dad a u n príncipe que está inquieto p o r la situación crítica de su pueblo. Q u e se consulten los libros Si-

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28 E l llam ado a m b u r b iu m , un a p ro cesió n p o r las calles de la C iu d ad acom pañada de plegarias y de u n sacrificio. 29 L os a m b arvalia, u n as fiestas qu e se celebraban para im p etra r de la diosa C éres la fecu n d id ad del cam po. E n ellas se paseaba la o frenda del sacrificio (am barualis hostia), consistente generalm ente en u n a suo­ vetaurilia o sacrificio d e u n cerdo, una oveja y un to ro , y se o fren d a­ ban las víctim as m ien tras se cantaba el carmen aruale acom pañado de una danza.


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bilinos y se celebren las cerem onias, en caso de que se haya prescrito su celebración: no m e niego a ofrendar, antes al contrarío, ofrezco gustoso cual­ quier dispendio, prisioneros de cualquier pueblo, y los animales reales necesarios, pues no es ningún bal­ dó n vencer al enemigo con la ayuda de los dioses. Así es com o nuestros m ayores com enzaron y c o n ­ cluyeron m uchas guerras. H e entregado una carta al prefecto del erario, con las órdenes de que aporA te los dispendios precisos. A dem ás, vosotros teméis/ bajo vuestro poder el arca del E stado, que sé que está más llena de lo que deseo». 21 Sin em bargo, cuando A ureliano pretendía atacar sim ultáneam ente a tod o s sus enem igos, alistando en su ejército un gran nú m ero de soldados, recibió al lado de Placencia u n a d erro ta ta n descom unal, que estuvo a p u n to de sucum bir el im perio rom ano. C iertam ente, la causa de este peligro residió en la perfidia y astucia de los m ovim ientos de los bárba­ ros. En efecto, al n o p o d e r com batir en lucha abierta, se ad entraron en espesísim os bosques y así, al oscurecer, cayeron sobre los nuestros. Finalm ente, los rom anos n o h ubieran alcanzado la victoria si, tras la consulta de los libros Sibilinos y la celebra­ ción de sacrificios diversos, los dioses n o les h u b ie­ ran ayudado con ciertos prodigios y apariciones so ­ brenaturales que desconcertaron a los bárbaros. C uando acabó la lucha que m antenía con los m arcom anos, com o A ureliano era m uy feroz p o r naturaleza, se dirigió a R om a lleno de indignación ansiando llevar a cabo la venganza que reclam aba la violencia de las sediciones que se habían suscita­ do. Finalm ente, haciendo uso del pod er con exce­ siva altivez, él, que en otras ocasiones había sido u n hom bre excelente, acabó con los cabecillas de las sediciones y reprim ió con gran crueldad aque­ llos m ovim ientos que debía haber aplacado con m a­ yor flexibilidad. E n efecto, fu ero n ejecutados tam bien algunos senadores nobles, aún cuando hubie-

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ra sido un único testigo, o u n testigo falaz o in d o ­ cum entado, el que les h ubiera acusado de alguna falta de poca im portancia o que hubiera p o d i­ do ser desdeñada p o r u n príncipe más benigno. Y 7 ¿para qué referir más detalles? M ancilló con el im pacto de su m ala reputación, que resultó m u y fu­ nesta, aquel p rincipado que ya había sido grande y que, no sin razó n , había alentado la esperanza. C o - 8 m enzó a ser tem ido u n príncipe excelente y a p er­ der el afecto, pues unos aseguraban que u n prínci­ pe sem ejante no era digno de ser deseado sino de ser profundam ente odiado, y otros decían que era un buen m édico, ciertam ente, pero que curaba con un régim en perjudicial. D espués efe estos actos, 9 cuando A ureliano se percató de que p o d ría ocurrir algo similar a lo que o cu rrió bajo el gobierno de G alieno, tras aceptar la o p in ió n del senado, am plió las m urallas de la ciudad de R om a. Pero no fue en­ tonces cuando am plió el p o m erio 30, sino más tar­ de. E n este sentido, a n in g ú n em perador le está per- 10 m itida su am pliación, a n o ser que antes haya en­ riquecido al E stado rom ano con la conquista de al­ guna parte de u n territo rio bárbaro. Sin em bargo, 11 A ugusto hizo u n a am pliación, o tra Trajano y otra N eró n , bajo cuyo reinado fuero n som etidos a la ju ­ risdicción rom ana el P o n to Polem oniaco 31 y los Alpes C otios 32. 22 T^sÇpp’es, una vez que concluyó los proyectos relativos'ál am urallam iento, a la estabilidad de la C iu ­

30 El p o m eriu m era u n a especie de paseo sagrado a u n lado y o tro del surco p rincipal (sulcus principalis) abierto en la tierra en el m o m en ­ to de la fu n d ació n de la C iu d ad . E stab a reservado p ara la consulta de los auspicios p o r los augures p o r lo que n o era edificable. A u n q u e en p rin cip io ese espacio n o coincidía co n los m u ro s defensivos, tendió lue­ go a co n fu n d irse con éstos debido a su etim ología (postm urum ). Se am ­ plió en d istintas ocasiones, p ero no están d ocum entadas en ninguna o tra p arte las am pliaciones atribuidas p o r V opisco a N e ró n y T rajano. 31 R egión al su r del m ar rojo. 32 R egión situada en la fro n tera francoitaliana.


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dad y de los problem as de la población civil, se d i­ rigió contra los palm irenos, es decir, contra Z eno­ bia, que ostentaba el p o d e r im perial en O riente en nom bre de sus hijos. Las guerras que llevó a cabo en el cam ino fueron num erosas e im portantes. A sí, en las Tracias y en el Ilírico d e rro tó a los bárbaros que le hicieron frente, es más, dio m uerte tam bién en el o tro lado del D an u b io a C anaba o C anabaude, jefe de los godos, y a cien m il de sus hom bres. Y, desde allí, después de atravesar Bizancio, se adentró en B itinia apoderándose de ella sin ningún com bate. F u ero n m uchos y m u y fam osos sus d ichos y hechos, pero n o podem os relatarlos todos en u n libro sin dar lugar al hastío, ni querem os h a ­ cerlo así, sino que entresacarem os algunos de ellos para que se pueda com prender así su carácter y su coraje. En efecto, cuando llegó a Tiana 33 y la encontró cerrada, dice que exclamó airado: «N o de­ jaré ni un p e rro en esta ciudad». Y al p u n to fue capturada la ciudad gracias al arro jo con que atacaron sus soldados, im pulsados p o r la esperanza del b o ­ tín, y a la traición de u n individuo llam ado H eraclam ón, que tem ía caer asesinado entre el resto de sus conciudadanos. 23 Pero A ureliano, con espíritu realm ente im perial, ofreció enseguida dos m uestras particulares de su carácter: la una revelaba su severidad y la otra su benignidad. E n efecto, a pesar de su victoria, actuó sabiam ente al ordenar ejecutar a H eraclam ón p o r traicionar a su patria y, cuando los soldados le p edían que destruyera a la c iu d a d 1apoyándose en aquella frase p o r la que él había asegurado que n o dejaría ni u n perro en Tiana, les respondió con es­ tas palabras: «Aseguré que no dejaría n i un p erro en esta ciudad: pues m atadlos a todos». G randiosa fue la frase del príncipe, pero más grandiosa fue la

33 C iu d ad situada al S uroeste de C apadocia.

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actuación de los soldados. E n efecto, la jocosa frase del príncipe p o r la que se negaba el botín y se salvaba la ciudad, la in terp retó el ejército en el sen­ tido de que se le iba a colm ar de riquezas. C arta so­ bre H eraclam ón: «A ureliano A ug u sto a M alio Q u i,lón. H e perm itido la m u erte de aquél p o r cuyo fa­ vor, p o r así decirlo, tom é Tiana. N o pude m o strar afecto alguno a u n tra id o r y p o r ello toleré com ­ placientem ente que los soldados le asesinaran, pues pienso que tam poco a m í m e h ubiera p o d id o ser fiel una persona que traicionó a su patria. E n fin, a él sólo, de entre tod o s los que estaban som etidos a asedio, el cam po le recibió en su seno. N o p uedo negar que era u n hom b re rico, p ero he restituido sus bienes a sus hijos, p a ra que nadie m e p u ed a ca­ lum niar diciendo que he perm itido que se diera la m uerte a u n h o m b re o pulento, a causa de sus riquezas». 24 La ciudad fue tom ada de u n a m anera so rp ren ­ dente. E n efecto, habiendo m ostrad o H eraclam ón un lugar elevado p o r u n a especie de m o n te natural p o r donde p o d ría subir A ureliano con el atuendo imperial, éste subió a él y se m o stró a los hab itan ­ tes del interio r de la ciudad y a los soldados de fue­ ra dejando ver su clám ide de p ú rp u ra, y de este m odo la ciudad fue capturada, pensando que to d o el ejército de A ureliano estaba d en tro de las m u ra­ llas. N o debe silenciarse u n hecho que concierne a la gloria de este venerable príncipe. P o rq u e se dice que había pensado en serio destru ir la ciudad y que había hablado sinceram ente sobre ello; p ero que A polonio de Tiana, sabio de gran ren o m b re y au­ toridad, filósofo y a anciano, u n am igo verdadero de los dioses, digno tam bién él de recibir honores divinos, se le p resentó inesperadam ente cuando iba a entrar en su tienda con su figura habitual y le dijo las siguientes palabras en latín, p ara que pudiera en­ tenderlas u n hom b re de Panonia com o era él: «A u-

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reliano, si quieres vencer, n o debes pensar en la m uerte de mis conciudadanos. A ureliano si quieres ostentar el im perio, abstente de sangre de inocen­ tes. A ureliano, si quieres vivir, actúa con clem en­ cia». El em perador conocía el ro stro de este venerabie filósofo p o rq u e había visto su imagen en m u ­ chos tem plos. E n fin, sobrecogido inm ediatam ente de pánico, le pro m etió u n cuadro, estatuas y u n tem plo y rectificó sus propó sito s. Estas noticias las conozco yo p o r boca de personas de gran respeto y las he vuelto a lee^ en los libros de la biblioteca U lpia y las he créído en atención a la autoridad de A polonio sobre terao. Pues ¿qué persona ha h a b i-' do entre los hom bres m ás santa, más venerable, más noble y más divina que él? Él devolvió la vida a los m uertos, él dijo e h izo m uchas cosas sobrehum a­ nas. El que quiera conocerlas, que lea los libros griegos que se han escrito sobre su vida. P o r lo que a m í toca, si m e queda aún vida y si p o r en to n ­ ces aún perm anece floreciente el prestigio de este hom bre, escribiré, aunque sea brevem ente, las ac­ ciones de tan gran personaje, n o p o rq u e las gestas de un hom b re com o él precisen de m is servicios, sino para que todos proclam en con su v o z aquellas acciones que m erecen ser adm iradas. 25 U n a vez recuperada T iana y tras haber p ro m eti­ do a todos la im punidad, se apoderó de A ntioquía después de u n breve com bate ju n to a D afne y des­ de entonces fue más h u m ano y clem ente, pues, se­ gún se adm ite, obedecía los consejos de aquel vene­ rable varón llam ado A polonio. D espués de esto luchó en un gran com bate cerca de Emesa contra Ze­ nobia y su á S a ó ^ a b a , p ara hacerse con el arbitraje de la situación. Y, cuando las tropas de caballería de Aureliano estaban a punto de abandonar el comba­ te y dar la espalda agobiadas p o r la fatiga, súbitam en­ te se sintieron reanimadas p o r una imagen divina que, com o se puso después de m anifiesto, les alentaba con el im pulso de su p o d er, y p o r la actuación

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tam bién de las tropas de infantería. Z enobia y Zaba fueron puestos en fuga y con ello se consiguió una victoria total. H ab ien d o recuperado, pues, el gobierno de O rien te, entró en Em esa com o vencedor e inm ediatam ente se dirigió al tem plo de H eliogábalo, para cum plir los votos com o si se tratara de un deber público. P ero allí descubrió la m ism a imagen divina que vio que le ayudaba en el com bate. P o r esta razón erigió tam bién en aquella ciudad di­ versos tem plos proveyéndoles de grandes tesoros y construyó en R om a u n tem plo dedicado al Sol que consagró con m ay o r boato, com o dijim os en su lugar. 26 D espués de esto se volvió a Palm ira con el fin de asaltar la ciudad y dar térm ino así a sus empresas. Pe­ ro durante la marcha sufrió num erosos ataques de los ladrones de Siria, siendo acogido a m enudo h o stil­ m ente su ejército y , en el transcurso del asedio de la ciudad, se arriesgó hasta el p u n to de que casi le alcanzó una flecha. Se conserva aún una carta que dirigió a M ucapor, en la que, sobrepasando el decoro debido a un em perador, reconoce la dificultad que suponía esta guerra: «Los rom anos dicen que y o com bato sólo contra una m ujer, com o si Z-fîÿîbia luchara sola conm igo y con sus propias fuerzas, pero realm ente el núm ero de enem igos es equiparable a los que ten ­ dría si tuviera que atacar a un hom b re, dado que ella es más peligrosa a causa de su com plejo de cul­ pabilidad y de su tem or. N o puede decirse cuántas flechas hay aquí, qué clases de m áquinas de guerra, cuántos dardos o cuántas piedras. N o hay ninguna parte de la m uralla que n o esté p rotegida p o r dos o tres ballestas; tam bién sus catapultas lanzan fue­ gos. ¿Para qué añadir más detalles? Tiene m iedo com o m ujer que es, pero lucha com o los que m en un castigo. Pero creo que los dioses ayudaran) al E stado rom ano, ya que nunca dejaron de secun­ dar nuestros proyectos».

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C ansado, al fin, y exhausto p o r estos males, A u reliano envió una carta a Z enobia pidiendo su re n ­ dición y prom etiendo conservar su vida. D e ella he ofrecido este extracto: «A ureliano, em perador del orbe rom ano y que ha recob rad o el O rien te, a Z e­ nobia y a los demás que están u nidos a ella en alian­ za para la guerra. D ebisteis hacer p o r p ropia iniciativa lo que ahora os m ando en m i carta. Pues os ordeno la rendición, p ro m etién d o o s la vida con to ­ tal libertad, de tal m anera que tú , Z enobia, puedas pasar tus días con los tuyos d o n d e yo te instalare, de acuerdo con lo que dictamine nuestro prestigiosí­ simo senado. E ntregad al erario rom ano las piedras preciosas, el oro, la plata, la seda, los caballos y ca­ mellos. A los palmirenos se les conservará su derecho». 27 C uando recibió esta carta, Z enobia contestó al em perador con más altanería e insolencia que la que perm itía su propia situación política, creo que al dictam en de su tem or. Efectivam ente, he insertado tam bién una copia de su carta: «Zenobia, reina en O riente, a A ureliano A ugusto. H asta ahora nadie, salvo tú, es capaz de p e d ir p o r carta lo que tu exi­ ges. La valentía debe ser el m o to r de cualquier ac­ tuación bélica. Pides m i rendición, com o si no supieras que la reina C leopatra prefirió m o rir a vivir con cualquier o tra dignidad. A n o so tro s n o nos van a faltar los auxilios ae los persas, que ya estamos esperando, a favor n u estro están los sarracenos, a favor nuestro, tam bién, los arm enios. A ureliano, los ladrones de Siria han d erro tad o tu ejército. ¿Q ué más? Porque, si llega aquél contingente de tropas que esperam os de todas las partes, entonces depondrás sin duda ese entrecejo arrogante con el que ahora m e exiges la rendición, com o si fueras un vencedor universal». N icóm aco dice que trad u jo esta carta al griego de la lengua siria en la que había dictado la p ropia Zenobia. E n efecto, la anterior que hem os citado de A ureliano estaba escrita en griego.

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C uando recibió esta carta, A ureliano no se aver­ gonzó, sino que se irritó , y reuniendo inm ediantam ente a su ejército y a sus generales, dio la ord en de asediar P alm ira p o r todas las partes y, com o era hom bre enérgico, no renunció a nada que pudiera parecer que lo dejaba incom pleto o inacabado. In terceptó las tropas auxiliares que habían enviado los persas, descom puso los cuerpos de caballería de los sarracenos y de los arm enios y los hizo pasar a sus filas, bien con arrogancia, bien con sagacidad, y p o r fin derro tó a aquella N poderosísim a m ujer tras m u ­ chos esfuerzos. Aísyp,ues, cuando Z enobia huía después de su d erro ta con unos cam ellos, a los que los de allí llam an drom edarios, y se dirigía en ellos ha­ cia Persia, fue capturada p o r u n escuadrón de ca­ ballería enviado p o í A ureliano y luego puesta a su disposición. Y en consecuencia, A ureliano, que había salido victorioso y era d ueño y a de to d o O rie n ­ te, puesto que tenía entre cadenas a Zenobia, trató con los persas, arm enios y sarracenos aquellos ne­ gocios que exigía la ocasión con excesivo orgullo e insolencia. E ntonces se llevaron al tem plo del Sol las vestiduras que vem os aún hoy, recam adas de piedras preciosas, entonces se llevaron tam bién dra­ gones persas, tiaras y u n a p ú rp u ra especial que ya no ha ofrecido después n in g ú n o tro país y que el orbe rom ano no ha visto m ás. Sobre esta clase de p ú rp u ra nos^place decir, al m enos, unas palabras. 29 Recordáis^que h u b o en el tem plo de Jú p iter Ó p ­ tim o M áxim o un m anto peq u eñ o de lana de color p ú rp u ra junto al que los vestidos de p ú rp u ra de las m atronas y del p ro p io A ureliano parecían que cam ­ biaban su color p o r el colo r de ceniza, si los acer­ caban, al contraste con el brillo divino que aquél poseía. Se dice que el rey de los persas com pró este m anto y que luego se lo regaló a A ureliano, escri­ biéndole: «A cepta este m an to de p ú rp u ra com o el que yo utilizo». Pero esto n o fue verdad. E n efecto, A ureliano posterio rm en te y P ro b o y D iocle-

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ciano, más recientem ente, buscaron con gran celo esta clase de p ú rp u ra enviando a Persia a negocian­ tes diligentísim os y, sin em bargo, no p u d iero n en­ contrarlo. P o rq u e dicen que es el sándix de la I n ­ dia el que p ro d u ce esta p ú rp u ra , si se le trata ade­ cuadam ente. 30 Pero volvam os al hilo de la narración: todos los soldados con gran clam or pedían que Zenobia fue­ ra castigada con la m uerte. P ero A ureliano, consi- 2 derando que era indigno hacer m o rir a una m ujer, una vez ejecutada la m ay o r p arte de los cómplices con los que ella había im pulsado, preparado y lle­ vado a cabo la guerra, la reservó para su triunfo, con la intención de que sirviera de espectáculo a los ojos del pueblo rom ano. C u en tan que fue una de- 3 cisión funesta condenar a m uerte, entre otros, al fi­ lósofo L ongino 34, de quien se dice que Zenobia se había servido com o m aestro de literatu ra griega. E n realidad, se dice que A ureliano le asesinó p o r esto, po rq u e corrían rum ores de que aquella carta inso­ lentísim a de la reina había sido redactada según sus consejos, aunque había sido com puesta en lengua siria. -, A síp u e s, u n a vez pacificado el O rien te, A urelia- 4 no volvió com o vencedor a E u ro p a y d erro tó allí a las tropas de los carpos y, com o el senado le con­ cedió el título de C árpico d urante su ausencia, d i­ cen que escribió a esta asam bleas® to n o jocoso: «sólo falta, senadores, que me llaméis tam bién C a r­ pisculo». El carpisculo, en efecto, com o es suficien- 5 tem ente sabido, es un tipo de calzado. Le parecía que dicho título era algo vulgar, dado que ya p o ­ seía el de G ótico, Salmático, A rm énico, Pártico y Adiabénico. 31 Es raro, y más aún difícil, que los sirios m anten­ gan la fidelidad. Así, los palm iranos que ya habían

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sido vencidos y aplastados p ro m o v iero n una grave revuelta, m ientras A ureliano se ocupaba de la si­ tuación de la zo n a de E u ro p a. E n erecto, m ataron a Sandarión, a quien A ureliano había encargado el gobierno de esta zona, y a setecientos arqueros, dis­ p oniendo el p o d er im perial para u n individuo lla­ m ado A quileo pariente de Z enobia. Pero, com o A ureliano estaba p rep arad o realm ente, se volvió desde R ódope y d estruyó la ciudad p o rq u e se hizo m erecedora de tal castigo. E n fin, la crueldad de A ureliano, o com o otros dicen, su severidad llegó a tal extrem o que se puede citar una carta suya que m uestra la confesión de su cruelísim a cólera. É sta es una copia de aquélla: «A ureliano A ugusto a C erronio Baso. N o conviene que las espadas de los soldados lleguen más lejos. Bastantes palm iranos han sido asesinados y pasados a cuchillo. N o he­ m os p erdonado a las m ujeres, hem os asesinado a los niños, hem os decapitado a los ancianos y he­ m os aniquilado a los cam pesinos ¿A quién dejarem os, finalm ente, estas tierras y esta ciudad? Es p re­ ciso p erd o n ar a los que aún sobreviven. C reem os, en efecto, que u n núm ero tan reducido habrá que­ dado escarm entado con los castigos de m uchos. D eseo tam bién que se devuelva su antigua estruc­ tura al tem plo del Sol, que los aquiliferos de la ter­ cera región asolaron en la ciudad de Palm ira junta­ m ente con los p ortaestandartes, el dragonero, los cornetas y los trom petas. Tienes a tu disposición tres libras de o ro procedentes de los cofrecillos de Zenobia, tienes tam bién m il ochocientas libras de plata de los bienes de los palm iranos y tienes tam ­ bién piedras preciosas de la casa real. H a z que se adorne el tem plo con tod o s estos tesoros: así nos causarás a m í y a los dioses inm ortales una gran ale­ gría. Yo escribiré al senado pidiéndole envie u n pontífice para que consagre el tem plo». C om o vem os, esta carta indica que ya había quedado satis­ fecha la ferocidad de este em perador inflexible.

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Al fin, ya más seguro, regresó de nuevo a E u ro ­ pa donde, haciendo gala de su conocido valor, des­ barató a todos los enem igos que pululaban aquí y allá. M ientras A ureliano realizaba magníficas hazañas en Tracia y en toda E uropa, apareció un tal F ir­ m o que se apoderó de E gipto sin asum ir las insig­ nias reales, com o si se tratara de un E stado inde­ pendiente de Rom a. Inm ediatam ente se dirigió contra él A ureliano, al que tam poco le faltó en aquel caso su fortuna habitual. E n efecto, recuperó al pun to E gipto y, com o era feroz de espíritu y vengativo de pensam iento y estaba profundam ente irritado, p o rq u e aún T étrico ocupaba las Galias, se dirigió a O ccidente y, m erced a que éste traicionó a su propio ejército p o rq u e no podía soportar sus actos de indisciplina, A ureliano tom ó el m ando de las legiones que aquél le entregó. P o r tanto, una vez que dejó pacificado el O rien te, las Galias y las tierras de to d o el m u n d o y se convirtió en príncipe de tod o el m undo, decidió m archar a R om a para ce­ lebrar ante los ojos de los rom anos su triunfo so ­ bre Z enobia y T étrico, es decir, sobre O riente y O ccidente. 33 N o está fuera de lugar saber cóm o se celebró el triunfo de A ureliano, pues fue, en efecto, brillantí­ simo. H u b o en el desfile tres carros reales, uno de los cuales era el de O d eo n ato , labrado y adornado con plata, oro y piedras preciosas, o tro , el que re­ galó a A ureliano el rey de los persas, cuya fabrica­ ción era sim ilar a la de aquél, y el tercero, el que había m andado fabricar Z enobia para sí, puesto que esperaba acudir con él a visitar la ciudaa de Rom a; y su esperanza no q uedó fallida, pues entró en la C iudad con aquel carro, pero cautiva y com o un re ­ hén triunfal. H u b o tam bién o tro carro tirado p o r cuatro ciervos, que dicen que pertenecía al rey de los godos. E n él, según la versión de un gran n ú ­ m ero de autores, A ureliano fue transportado hasta el C apitolio para sacrificar allí los ciervos que di-

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cen que había p ro m etid o ofrecer a Jú p iter O p tim o M áxim o cuando los cap tu ró ju n to con el carro al que iban uncidos. Precedieron veinte elefantes, fieras dom esticadas de la L ibia y doscientas fieras de Palestina de distintas especies, que A ureliano rega­ ló enseguida a particulares p ara n o sobrecargar Tos gastos del fisco con su sustento; después cuatro ti­ gres, jirafas, alces y o tro s animales de la m ism a cla­ se, que era conducidos en fila, ochocientas parejas de gladiadores — adem ás de los prisioneros de los pueblos extranjeros— blem ios, exom itas, árabes, eudem ones, indios, bactrianos, iberos, sarracenos, y persas, todos ellos con sus regalos; godos, alanos, roxolanos, sárm atas, francos, suevos, vándalos y germ anos, con las m anos atadas, com o si fueran prisioneros. A brían la m archa tam bién, entre ellos, los príncipes de la ciudad de Palm ira, que habían sobrevivido, y los egipcios a causa de su subleva­ ción. 34 E ran conducidas tam bién en el cortejo diez m u ­ jeres que habían sido capturadas peleando entre los godos con atuendo varonil, m ientras que otras com pañeras suyas perecieron. U n cartel indicaba que eran am azonas: precedían al cortejo carteles que llevaban escritos los nom bres de distintos p u e­ blos. E n tre ellos desfiló T étrico vestido con la clá­ m ide de p ú rp u ra, la túnica de color verde y las b ra­ gas galas, y a su lado su hijo, al que había n o m b ra­ do em perador de la Galia. D esfilaba tam bién Zenobia, adornada con sus piedras preciosas y m ania­ tada con cadenas de o ro que o tro s la ayudaban a lle­ var. Llevaban delante las coronas de o ro de todas las ciudades, colocadas en unos carteles que se al­ zaban a lo alto. A continuación seguía el m ism o pueblo rom ano, luego los guiones die las distintas corporaciones y de los distintos cuarteles, los sol­ dados catafractarios, las fuerzas reales y to d o el ejército y el senado (aunque bastante triste p o rq u e veía que tam bién se exhibían senadores com o rehe-

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nes triunfales) p ro p o rcio n aro n gran fastuosidad. E n fin, no p u d o llegar al C apitolio casi hasta la h o ra nona, y más tarde aún al Palacio. En los días sucesivos se ofrecieron al pueblo distintos espectácu­ los escénicos y circenses, cacerías, com bates gladia­ torios y naum aquias. 35 Parece que no se debe o m itir u n hecho que el pueblo rom ano conserva en su m em oria y que la fe histórica ha difundido con frecuencia, a saber, que A ureliano, p o r aquella época en que se disponía a p artir para O riente, p ro m etió rep artir al pueblo co ­ ronas de dos libras, si volvía victorioso, pero que, al no p o d er o no q uerer dárselas de o ro com o el pueblo esperaba, las confeccionó con los panes que ahora llam an «siliginos» 35 y las distribuyó com o regalo a to d o s los ciudadanos, de tal m anera que durante to d o su reinado cada persona recibiera a diario u n pan de esta clase y trasm itiera este d ere­ cho a sus descendientes. P o r o tra parte, el p ro p io A ureliano distribuyó tam bién carne de cerdo al pueblo rom ano, com o se hace actualm ente. Prom ulgó m uchísim as leyes y ciertam ente, útiles todas. In stitu y ó sacerdocios. C o n stru y ó u n tem plo dedicado al Sol y le consolidó dotándole de unos )órticos y destinó fondos p ara su conservación y a atención de sus m inistros. H ech o esto, se dirigió a las Galias y lib ró a los vindélicos de los ataques de los b á rb a |^ fij después regresó al Ilírico y, tras reunir u n ejército más n u ­ m eroso que po d ero so , declaró la guerra a los p e r­ sas a los que había d erro tad o y a p o r la época en que derro tó a Z enobia, consiguiendo así u n a en o r­ me reputación. Pero, cuando realizaba la m archa contra ellos, A ureliano fue asesinado gracias a la as­ tucia de su secretario y p o r m ano de M ucapor, en

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35 P an fabricado co n la flo r de la harina o co n harina de pan candeal.


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C enofrurio, una m ansion 36 im perial situada entre H eraclea y Bizancio. 36 Explicaré brevem ente cuál fue la causa de su m uerte y cóm o se llevó a cabo, para que nadie ig­ nore un hecho tan im portante. A ureliano, n o se puede negar, fue u n em perador rígido, cruel y san­ guinario. H ab ien d o llegado su rigurosidad hasta el extrem o de haber dado la m uerte a la hija de su herm ana p o r u n m otivo insignificante y que no m e­ recía tal castigo, éste se ganó, prim ero, el odio de los suyos. Pero, com o o cu rren fatalm ente las cosas, a esta circunstancia se sum ó el hecho de que, p o r no sé qué sospechas, h izo con sus amenazas más acérrim o enem igo suyo a u n tal M nesteo 37, que había sido su secretario, y tam bién liberto suyo, según algunos. M nesteo, que sabía que A u reliano n o tenía la costum bre de am enazar en vano ni de olvidar, si había hecho alguna am enaza, es­ cribió una lista de nom bres m ezclando aquéllos con­ tra los que el em perador estaba realm ente enem is­ tado ju n to con aquéllos o tro s sobre los que no pen-~ saba ejercer ninguna violencia, añadiendo tam bién su nom b re para hacer creer que se había m ostrado solícito, y luego leyó la lista a cada u no de los que figuraban en ella, diciéndoles que A ureliano había decidido acabar con todos y que, si eran verdade­ ros hom bres, debían salvar su vida. H abiéndose irritado, p o r tem or, los que m erecían el castigo, y los inocentes, p o r d o lo r de que A ureliano se m os­ trase desagradecido a sus servicios y favores, aco­ m etiendo súbitam ente al em perador durante su via­ je en el lugar reseñado, le dieron m uerte.

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36 Se llam aban m ansiones los lugares de descanso situados a cierta dis­ tancia a lo largo de las grandes vías de com unicación. Se aprovechaban p ara estacionar tro p as, p a ra albergarse los p articulares, relevar los ca­ ballos de los correos, etc. 37 Es p ro b lem ático este n o m b re, pues Z ósim o y Z onaras lo llam an E ros.


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Éste fue el fin de A ureliano, príncipe útil, más que bueno. C u ando se descubrieron las circunstan­ cias que habían envuelto su m uerte, sus asesinos ofrecieron en su h o n o r u n m agnífico sepulcro y un tem plo. M nesteo fue p ren d id o después clandestinam ente y expuesto luego a u n p o ste para que le co ­ m ieran las fieras, com o lo p ru eb an unas estatuas de m árm ol que se colocaron a am bos lados del lugar del suplicio, donde tam bién se em plazaron dos es­ tatuas sobre unas colum nas dedicadas al divino A u ­ reliano. El senado sintió p ro fundam ente su m uerte, pero la sintió más aún el pueblo que solía lla­ m ar a A ureliano «El pedagogo 38 de los senadores». O sten tó el p o d e r im perial d u ran te seis años y cin ­ co meses m enos algunos días y se le hizo figurar en ­ tre los dioses p o r las grandes hazañas realizadas. Me he visto obligado a incluir aquí u n hecho que aparece expuesto en ciertos relatos históricos, p o r­ que está relacionado con A ureliano 39. E n efecto, un gran nú m ero de autores dicen que Q uintilio, el herm ano de C laudio, cuando recibió la noticia de la m uerte de éste en u n a guarnición de Italia d onde se encontraba, asum ió el p o d er im perial, pero que, poco después, cuando se supo que A urelio era y a em perador, fue abandonado p o r todo el ejército p o r esta m ism a causa, y que, com o se puso a p ro ­ nunciar una arenga en contra de A ureliano y los soldados no le escucharon, se co rtó las venas y p e­ reció a los veinte días de haberse proclam ado em pe­ rador. A ureliano hizo desaparecer de todo el orbe de la tierra todos los crím enes, todos los m alos senti­ m ientos, todas las profesiones siniestras y todas las bandas existentes.

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38 E ra el p re c e p to r y acom pañante de los n iños h asta que recibían la to g a viril. E ran de co n d ició n servil. L os capítulos q u e siguen (37,5 a 41,15), según M agie, op. cit. p. 269, 2.2, son u n a especie de apéndice co n repeticiones de lo ya dicho.


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C reo que esto tam bién atañe al tem a que trata­ m os, a saber, que Z enobia retuvo el im perio que ha­ bía en nom bre de su hijo V abalato, no en el de Tim olao y H eren ian o 40. O c u rrió tam bién bajo A u reliano la guerra de los m onederos, siendo su ins­ tigador el contable Felicísim o. La reprim ió con gran d ureza y rigor, p ero perecieron en ella m il sol­ dados de su ejército, com o lo p ru eb a esta carta que escribió a U lp io C rin ito , tres veces cónsul, el cual le había ad optado a él anterio rm en te: «A ureliano A ugusto a su padre U lpio. U n a sedición surgida dentro de R om a ha p ro vocado u n a guerra p ern i­ ciosísima para m í, com o si el destino actuara en contra m ía, haciendo que to d o tip o de turbaciones dificulten aún m ás todas las guerras que em pren­ do. Los m onederos m anifestaron sus sentim ientos hostiles con tra m i, instigados p o r Felicísim o, el ú l­ tim o de mis esclavos, a quien y o había encom en­ dado la adm inistración del fisco. H a n sido reprim isv pero han perecido siete millares de soldados joario s, riparenses, castrianos 41 y dacios. Esto indica que los dioses inm ortales n o m e han conce­ dido ninguna victoria sin dificultades». 39 A T étrico, sobre el que había triunfado, le n o m ­ bró inspector de Lucania, m ientras que su hijo p er­ manecía en el senado. Exigió el tem plo :m ajestuosísimo del Sol. E xtendió la m uralla ae R om a de tal m anera que su circuito llegó a m ed ir más de cincuenta millas. Persiguió con gran severidad a los cuadruplatores y delatores. E n una ocasión ordenó quem ar en el fo ro de T rajano los archivos p ú b li­ cos, para infundir tranquilidad a los ciudadanos que debían algo. T am bién, d u ran te su gobierno se ae-

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40 C f. T reinta Usurpadores, 30, 1-3. 41 L im bario s eran los soldados qu e m ilitaban en la flota del D a n u ­ bio, llam ados así p o r el térm in o lim b u s «barco», «chalupa». R ip arien ­ ses, los apostados en guarniciones a orillas (ripae) del D an u b io . C astríanos, los de las guarniciones de lo s castra fro n terizo s.


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cretó una am nistía de los delitos políticos, a ejem ­ plo de los atenienses, com o recuerda T ulio Ciceró n en las Filípicas. P ersiguió rebasando los lím ites de la disciplina m ilitar a los acusados de concusión y a los reos de peculado 42, llegando a infligirlos grandes suplicios y to rtu ras. E ntregó al tem plo del Sol oro en abundancia y m uchas piedras preciosas. C uando vio que el Ilírico había sido devastado y que se había p e rd id o la M esia, dejó la D acia T ran s­ danubiana, que T rajano había convertido en p r o ­ vincia rom ana, y retiró el ejército y los habitantes de dicha provincia, desconfiando ya de p oder c o n ­ servarla y, después de haber hecho salir a los p u e ­ blos que la ocupaban, los estableció en la M esia, a la que dio el nom bre de D acia A ureliana y que actualm ente separa las dos M esías. Se dice además que fue de una crueldad tal que, p ara p o d er acabar con más facilidad con la vida de u n gran núm ero de se­ nadores, les echó en cara falsam ente la constitución de una asociación p ara co nspirar y alzarse con el poder. A lgunos añaden que él asesinó n o a la hija, sino al hijo de su herm ana; sin em bargo, la m ay o r parte de los autores dice que m ató tam bién al hijo de su herm ana. . 40 La circunspección de que h iz o gala aquel senado venerable y la ponderación y prudencia del ejército dem uestran las grandes dificultades que existen para elegir a u n em perador com o ^sucesor de o tro de grandes cualidades: en efecto, después del asesinato de u n príncipe tan rígido, el ejército confió al senado la m isión de elegir al nuevo em perador, orque pensaba que la elección n o debía recaer sore ninguno de aquéllos que habían participado en el asesinato de aquél príncipe tan grande. Pero el senado, a su vez, declinó esta elección en el ejército,

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42 Se trata del crim en repetundarum , equivalente al cohecho o c o rru p c ió n con dádivas de p erso n as que ejercen funciones públicas, de­ lito m u v frecuente en tre los m agistrados provinciales rom anos y d el pe­ culatus, que consistía en la m alversación de fon d o s públicos.


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consciente de que ya los soldados n o aceptaban con agrado a los em peradores que elegía el senado. E n fin, la operación se repitió p o r tres veces, de tal m a­ nera que el m undo rom an o perm aneció durante seis meses sin em perador y se m antuvieron en sus pues­ tos todos los m agistrados que había elegido el se­ nado o A ureliano, a excepción de Faltonio P robo que fue n om brado p ro có n su l de A sia en sustitu ­ ción de A relio Fusco, 41 M e com place in co rp o rar aquí la m ism a carta que el ejército envió al senado: «Las tropas afortunadas y aguerridas al senado y al p ueblo rom ano. N u e s­ tro em perador A ureliano ha sido asesinado m erced a la astucia de u n sólo h o m b re y p o r la equivoca­ ción de o tro s hom bres h o n rad o s y malvados. ¡O h senadores respetables y venerables señores!, elevad­ le al rango de los dioses, y enviadnos com o em pe­ rad o r a alguien de nuestro estam ento que conside­ réis digno. E n efecto, n o so tro s no tolerarem os que nos m ande ninguno de aquéllos que actuaron p o r equivocación o con m ala intención». L a contestación se h izo según u n decreto del senado. C uando el día tres de las nonas de enero el senado celebró una asam blea plenaria en la C u ria P om piliana, el cónsul A urelio G o rd ian o dijo: «Senadores, vamos a consultaros sobre u n a carta de n u estro ejército que ha o btenido extraordinarios éxitos». U n a vez que hub iero n leído là carta, A urelio T ácito, que era el prim ero en dar su o p in ió n (se trata del m ism o que fue proclam ado em perador después de A u re­ liano con el consentim iento de todos), habló así: «Los dioses habrían actuado con rectitu d y regula­ ridad, si h ubieran p erm itid o que los buenos em pe­ radores hubieran resultado invulnerables a la espa­ da, de tal form a que p u d ieran vivir d urante m ucho tiem po, y si las personas que m aquinan en su m en-

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43 N o m b re aplicado aquí, y en T ácito, 3, 2, falsam ente a la curia lulia.


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te siniestra asesinatos m on stru o so s no tuvieran p o ­ der contra ellos. E ntonces aún viviría nuestro p rín cipe A ureliano, que aventajó a todos en energía y servicios al E stado. N u e stra república, ciertam ente, había com enzado a resp irar con el gobierno de C laudio, después del in fo rtu n io de Valeriano y de las desdichas de G alieno; p ero A ureliano la ha res­ tituido a su antiguo estado gracias a las victorias que ha o btenido en to d o el orbe. Él nos dio las G alias, él liberó Italia, él descargó a los vindélicos del yugo de la esclavitud bárbara. M erced a su victoria se recuperó la Iliria y se som etió de nuevo a las T racias a la obediencia de las leyes rom anas. Él, ¡oh, vergüenza!, recuperó para el dom inio rom ano el O rien te que estaba o prim ido p o r el y u g o de una m ujer, él dispersó, auyentó y aniquiló a los persas que se jactaban aún de la m u erte efe Valeriano. L os sarracenos, blem ios, exom itas, bactranos, seros, iberos, albanos, arm enios, e incluso los pueblos de la India, le adoraron com o si estuviera presente y casi com o a u n dios. E l C apitolio está repleto de los regalos que él o b tu v o entre los países bárbaros. U n sólo tem plo posee quince m il libras de oro, fru ­ to de su liberalidad, y todos los santuarios encla­ vados en R om a brillan con los destellos de sus p re ­ sentes, P o r esto, senadores, m e asiste el derecho para acusar incluso a los m ism os dioses p o r haber perm itido el asesinato de tal em perador, a m enos que les haya m ovido el anhelo de tenerle a su lado. P o r tanto, p ro p o n g o que se le tributen,,honores d ivinos, y pienso ^ œ )o d o s voso tro s detós* hacer la m ism a propuesta. Y, p o r lo que atañe a l a elección del em perador, pienso que hay que encom endarla al p ro p io ejército. E n efecto, en una decisión de este tipo, el elegido se expondrá al peligro y el elec­ to r al odio, si no se hace lo q u e se dice». La p ro puesta de Tácito fue aprobada; pero, com o las m i­ sivas para la elección se repetían u n a u o tra vez, al fin fue nom b rad o T ácito en v irtu d de u n decreto

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del senado que reproducirem os en la vida de este em perador. 42 A ureliano dejó solam ente u n a hija, cuyos descen­ dientes viven actualm ente en R om a. Y es nieto suyo el procó n su l de C ilicia llam ado A ureliano, u n se­ n ador excepcional y respetado p o r su rectitud y p o r sus costum bres, que actualm ente vive en Sicilia. «¿A qué diría y o que se debe el que haya habido tan pocos príncipes buenos, siendo así que ya han ocupado ef tro n o tantos Césares? E n efecto, los re­ gistros públicos contienen la serie de purp u rad o s que han existido desde A ugusto hasta D iocleciano y M axim iano. P ero, entre ellos, los más eximios fueron el m ism o A ugusto, Flavio Vespasiano, Fla­ vio T ito , C oceyo N erva, el divino T rajano, el di­ vino A driano, los A n to n in o s Pío y M arco, Severo el A fricano, A lejandro el hijo de M am ea, el divino C laudio y el divino A ureliano, pues a Valeriano, aunque fue un extraordinario em perador, el in fo r­ tunio le separó de todos los demás em peradores. M ira, p o r favor, cuán escasos son los príncipes bue­ nos, de suerte que se afirm ó con razó n p o r u n ac­ to r de m im os de la época de C laudio y bufón de este em perador que podían inscribirse y represen­ tarse en u n sólo anillo los príncipes buenos». P o r el contrario, ¿cuál es la lista de los príncipes p er­ versos? pues, en el supuesto de que om itam os a los Vitelios, Caligulas y N ero n es, ¿quién será capaz de aguantar a los M axim inos, a los Filipos y a la hez de aquel confuso tropel de em peradores? aunque deba exceptuar a los D ecios, cuya vida y m uerte m erece parangonarse con la de los antepasados. 43 C iertam ente, se suele p reg u n tar p o r la causa que vuelve m alos a los príncipes: en p rim er lugar, ami­ go m ío, es el libertinaje; después, la abundancia de bienes y, aparte de estas causas, los amigos p erver­ sos, los servidores execrables, los eunucos cargados de codicia, los cortesanos necios o detestables y, sin lugar a duda, la ignorancia de la adm inistración del

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Estado. Pero y o escuché de labios de m i padre que el em perador D iocleciano, cuando ya era un h o m ­ bre particular, dijo que n o había nada más difícil que gobernar bien. Se reúnen cuatro o cinco p ersonas y adoptan la com ún decisión de engañar al príncipe, en cuyo caso, le dicen qué es lo que debe aprobar. El em perador, que está encerrado en su casa, no conoce la verdad. Se ve constreñido a sa­ ber solam ente lo que aquéllos le dicen, nom bra ju e­ ces que n o debería n o m b ra r y aparta de la adm i­ nistración a las personas que debía m antener en ella, ¿qué más? C o m o decía el p ro p io D iocleciano, de esta m anera es traicionado el em perador bueno, el p ruden te y el más perfecto. Estas son las palabras de D iocleciano que he incluido aquí para que tu prudencia advierta que nada h ay más escaso que un buen príncipe. 44 Sin duda, m uchos escritores n o colocan a A u re­ liano ni entre los príncipes buenos, ni entre los m a­ los, p o rq u e le faltó la clem encia, la prim era cuali­ dad de los em peradores. V erconio H ereniano 44, prefecto del P reto rio de D iocleciano, contaba m u ­ chas veces, según atestigua A sclepiodoto, que este em perador dijo frecuentem ente al reprender la se­ veridad de M axim ino que A ureliano debería h aber sido general más que em perador. En efecto, detes­ taba su excesiva crueldad. T al vez parezca so rp ren d en te u n hecho que descubrió D iocleciano y que, según dice A sclepiodo­ to, aquél com unicó a su consejero Celsino; pero las futuras generaciones juzgarán sobre ello. Decía, en efecto, que en cierta ocasión A ureliano acudió a consultar a las D ruidas de la G alia 45 p ara averiguar si el tro n o iba a perm anecer entre sus descendien­ tes y que, según él, ellas le habían respondido que ningún nom bre llegaría a ser tan ilustre como el de

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44 C f. Probo} 23,3. 45 Se trata de m ujeres adivinas, cf. A lejandro, 40,6 y Caro, 14,3 ss.


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los descendientes de C laudio. Y, efectivam ente, ya es em perador C onstancio, u n vástago de su mism a sangre, cuyos descendientes, según creo, llegarán a alcanzar aquella gloria que vaticinaron las D ruidas. H e relatado este hecho en la vida de A ureliano p o r­ que fue él quien h izo la consulta y quien recibió la respuesta. 45 A ureliano estableció que desde E gipto se enviara a la ciudad de R om a u n trib u to consistente en vi­ drio, papel, lino, cáñam o y otras clases de bienes con los que se cobraba u n a tasa perpétua. P royectó la construcción de unas term as para invierno en un barrio del o tro lado del T iber, p o rq u e allí había es­ casez de agua fría. C o m en zó a cim entar un foro que llevaba su n o m b re en O stia, al lado del m ar. D espués se co n stru y ó en él un p re to rio público. E nriqueció a sus am igos, aunque con prudencia y m oderación, para que, p o r u n a parte, eludieran las miserias de la p o b reza y., p o r otra, evitaran la en­ vidia que suscitan las riquezas haciendo u n uso m o ­ derado de su patrim onio. N o conservó p resonalm ente en su ro p ero ningún vestido de seda pu ra, n i p erm itió a otro s que los u ti­ lizaran. Y u n día que su m ujer le pidió perm iso p ara ponerse u n m anto singular de seda de color p ú rp u ­ ra, jla i'çfespondiô: «N o quieran los dioses que yo com pre seda con oro». E fectivam ente, en aquellos m om entos una libra de seda equivalía a una de oro. 46 T uvo la intención de p ro h ib ir que se enviara oro para decorar las habitaciones, recam ar las túnicas y las pieles y m ezclarlo con la plata, alegando que en las mismas había m ás oro que plata, p ero que el oro desaparecía debido a los distintos usos a que se des­ tinaban sus lám inas, hilos y distintas fundiciones, m ientras que la plata se conservaba intacta p ara los usos habituales. H ab ía dado perm iso para que los que quisieran utilizaran vasos y copas ae oro. A demás, otorgó a los particulares la posibilidad de dis­ p o ner de coches plateados, m ientras que hasta en-

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tonces los carruajes habían sido adornados con bronce o marfil. P erm itió igualm ente que las m a- 4 trônas vistieran túnicas y o tro s trajes ae p úrpura, siendo así que con anterioridad los habían usado de distintos colores y, con m ucho, de color de acan­ to. T am bién fue el p rim ero en p erm itir que los sol- 5 dados rasos utilizaran ^hebillas de oro , siendo así que anteriormente^ |á s /n a b ía n usado de plata, y el 6 prim ero que repartió entre los soldados vestidos con fajas bordadas de oro, siendo así que anterior­ m ente éstos no los habían recibido sino dotados con unas rayas rectas de colo r p ú rp u ra, en algu­ nos casos p o r cierto, con u n a sola franja, en o tro s con dos, en otros con tres, y, a veces, hasta con cin­ co, com o los vestidos de lino que se usan actual­ m ente. 47 A ñadió a los panes que se usaban en R om a una onza de peso que sacaba de los trib u to s de Egipto, com o él m ism o se jacta en u n a carta que envió al prefecto del abastecim iento de víveres de la C iu ­ dad: «A ureliano A ugusto a Flavio A rabiano, p re- 2 fecto del aprovisionam iento. E ntre los restantes m edios con los que hem os ayudado al Estado r o ­ m ano, con el beneplácito de los dioses, ninguno es para noso tro s más noble que el haber enriquecido con el aum ento de una onza de peso tod o s los a p ro ­ visionam ientos que se reparten p o r la C iudad. Y, 3 para que esta innovación se aplique perm an en te­ m ente, he apostado nuevos arm adores que hagan la travesía del N ilo en E gipto y o tro s que hagan la del T iber en R om a, he levantado las riberas de este río, he dragado su lecho, que estaba encenagado, he d e­ cidido que se hagan votos a los dioses y a la P eren ­ nidad y he consagrado una estatua a la prolífica C éres. A hora, queridísim o A rabiano, es deber tu y o 4 procurar que no resulten inútiles mis disposiciones. En efecto, n o hay nada que cause más alegría que el pueblo rom ano cuando está saturado. 48 H ab ía decidido tam bién d istrib u ir vino gratuita-


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m ente al pueb lo ro m an o p ara que, de la m ism a m a­ nera que se sum inistraba gratuitam ente aceite, pan y carne de cerdo, así se hiciera tam bién con el vino, pues había pensado que con esta m edida p erp etu a­ ría dicha distribución. Se extienden en E tru ria a los 2 largo de la vía A urelia 46 hasta los A lpes M arítim os cam pos inm ensos que son fértiles y que están cu­ biertos de selvas. A ureliano se había p ro p u esto p a­ gar su precio a los propietarios que quisieran ven­ der aquellos terrenos abandonados y establecer en ellos esclavos cautivos, p lan tar de vides las m o n ta­ ñas y d istrib u ir el vino que se recolectara, de tal fo r­ m a que el fisco no recibiera ninguna ren ta p o r ellas sino que las cediera en su totalidad al pueblo ro ­ m ano. Se había hecho el cálculo de las dogas, cu­ bas, naves y jornales que se necesitaban. Pero m u- 3 chos dicen que alguien aconsejó a A ureliano que n o acom etiera esta em presa, o tro s dicen que fue su prefecto del P reto rio el que se lo im pidió, según ellos, con estas palabras: «Si tam bién dam os vino al pueblo rom ano, sólo falta que le dem os pollos y p a ­ tos». Sirve com o argum ento p a ra p ro b a r que A u - 4 reliano realm ente tuvo esta idea, o m ejo r aún, que estuvo dispuesto a llevarla a cabo y que la ejecutó en parte, el hecho de que se almacenase vino del fis­ co en los pórticos del tem plo del Sol, n o con el fin de que se sacara gratuitam ente para distribuirlo al pueblo, sino m ediante el pago de u n a cantidad. N o 5 obstante, conviene saber que A ureliano distribuyó tres veces congiarios, que regaló tam bién túnicas blancas provistas de m angas, procedentes de d istin ­ tas provincias del im perio, otras de lino p u ro de Á frica y de E gipto, y que él fue el prim ero que re ­ galó pañuelos al pueblo rom an o para que los u tili­ zara en las aclamaciones.

46 E sta vía co rría a lo largo de la costa E tru sca h asta Pisa, co n tin u a­ da desde allí h asta G en o v a p o r la vía de E m ilio E scauro.


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C uando estaba en R o m a n o le gustaba habitar en Palacio, sino que prefería vivir en los jardines de Salustio o en los de Domicia. A dornó el pórtico de mil pasos de longitud que había en los jardines de Sa­ lustio en el que se ejercitaba a sí m ism o y a sus ca­ ballos hasta el agotam iento, aunque n o disfrutaba de buena salud. O rd en ab a castigar en su presencia a los esclavos y servidores de su casa que habían co ­ m etido alguna falta, según un o s, para m antener la disciplina y, según otro s, p o r su inclinación a la crueldad. C astigó con la pena de m uerte a una criada suya que había com etido adulterio con un co m ­ pañero de esclavitud. E ntregó a los tribunales p ú blicos, para que les ju zg aran de acuerdo con la ley, a m uchos esclavos ae su p ro p ia casa que habían co ­ m etido alguna falta. H ab ía expresado el deseo de devolver a las damas rom anas su senado o senacu­ lum 47, con la condición de que ocuparan sus p ri­ m eros puestos aquellas m ujeres que p o r decisión del senado hubieran obten id o algún cargo sacerdo­ tal. P rohibió a todos los h om bres el uso de zapatos de color salm onete, am arillo, blancos y del color de la hiedra, pero perm itió su uso a las mujeres. P er­ m itió a los senadores d isponer de m ensajeros con el m ism o atuendo que tenían los suyos. P rohibió tener concubinas de condición libre. L im itó el n ú ­ m ero de eunucos, de acuerdo co n las declaraciones de bienes de los senadores, p o rq u e habían alcanzado recios m uy elevados. Sus vasos de plata nunca sorepasaron las treinta libras de peso. C om ió prefe­ rentem ente carne asada. T uvo especial predilección p o r el vino tinto. 50 C uando se encontraba enferm o, nunca llamaba al m édico, sino que se curaba él m ism o a base de d ie­ ta principalm ente. Estableció la celebración de u nas Sigilarías anuales en h o n o r de su esposa y de su

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47 C f. H eliogábalo, 4, 3, n. 14.

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hija, com o si fuera un particular. C uando llegó a 3 em perador, p ro p o rcio n ó a sus esclavos los mism os vestidos que cuando era u n sim ple ciudadano, sal­ vo a dos ancianos a los que m o stró gran deferencia, com o si fueran libertos, a saber, a A ntistio y G ilón, que fueron m anum itidos después de su m uer­ te p o r u n decreto del senado. Asistía a los juegos 4 sólo en alguna ocasión, p ero encontraba un extra­ ño placer en los m im os, y d isfrutó extraordinaria­ m ente con la actuación de un com ilón 48, que en­ gullía grandes cantidades de alim ento, hasta el p u n ­ to de que se com ió en u n sólo día ante su m esa un jabalí entero, cien panes, u n carnero y un lechón, y se bebió, después de que le acoplaran un em bu­ do, más vino de lo que cabe en un tonel. G ozó de una época venturosísim a, eclipsada sólo p o r algunos m otines internos. El pueblo rom ano le amó, pero el senado le tem ió.

48 E n latín fa g o , de! griego φ α γ ώ ν,


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Según refieren en sus obras los pontífices, en cu ­ yas m anos estuvo la facultad de escribir la historia, aquel procedim iento que se em pleó después de la m uerte de R óm ulo, cuando el im perio de la ciudad de R om a era aún reciente, a saber, que se iniciara un interregno 1 m ientras se buscaba u n buen p rín ­ cipe que sucediera a o tro tam bién bueno, ese m is­ m o procedim iento se em pleó al m o rir A ureliano, suscitándose entre el senado y el ejército rom ano una rivalidad que no radicaba en la envidia ni en la am argura sino en la generosidad y en el respeto y que d uró seis meses com pletos. Sin em bargo, el caso que tratam os difiere de m uchas m aneras del problem a planteado en época de R óm ulo. E fecti­ vam ente, en p rim er lugar, cuando com enzó el in ­ terregno al m o rir éste, se n o m b raro n regentes y to d o aquel año se repartió en períodos de cinco, de cuatro o tres días para que se tu rn aran en el gobier­ no cien senadores, de tal m anera que los que tenían más prestigio desem peñaran la función de regentes al m enos u n a vez. C o n lo cual se consiguió que el

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1 El in terreg n o era el p e rio d o de tiem p o co m p ren d id o entre la m u er­ te de u n rey y la elección del sucesor. E l p rim e ro fue el que m ed ió en­ tre la m u erte de R ó m u lo y el n o m b ra m ie n to de N u m a P o m p ilio (Li­ v io , 1,17). Se llam ó interrex a la p erso n a q u e o sten tó el p o d er du ran te el in terreg n o , así co m o al m agistrado qu e después d u ran te la república ejerció u n a m ag istratu ra vacante. E n este caso el interrex fue el p ro p io senado.


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interregno se m antuviera p o r un plazo superior a un año, para que nadie que poseyera la m ism a dig­ nidad quedara m arginado del gobierno de Rom a. A esto hay que añadir que h u b o regentes tam bién bajo los cónsules y los trib u n o s m ilitares investidos con el p o d er consular 2, si alguna vez se p ro d u jo u n interregno, y que, de este m odo, jamás la rep ú ­ blica rom ana se vio desprovista de este título, de m anera que no se n o m b rara algún regente, aunque sólo fuera p ara dos días o p ara tres. M e doy cuenta de que se m e pued e objetar que en época de nues­ tros antepasados no h u b o d urante u n cuatrienio m agistrados c u ru le s 3, p ero sí trib u n o s de la plebe dotados del p o d er tribunicio, que constituye la p ar­ te más im portante del p o d er real. N o obstante, na­ die ha dicho que en aquella época no hubiera regé^, tes, más aún, se ha proclam ado p o r los historiado­ res más fidedignos en sus relatos que los cónsules fueron creados más tarde p o r los regentes, p a ra que celebraran los com icios d o n d e se elegía a ios otros m agistrados. AsÇpues, el senado y el pueblo rom ano tolera­ ro n que la república no tuviera em perador durante seis meses, m ientras buscaban un buen candidato, lo cual constituyó u n hecho incóm odo y anorm al ¿C uál fue la concordia entre los soldados? ¿C uánta la calma entre el pueblo? ¿C uán firm e la autoridad del senado? N o surgió entonces ningún tirano. T o d o el orbe fue gobernado quedando som etido al parecer del senado, del ejército y del pueblo ro m a­ 2 E n los albores de la república, cu an d o se req u erían m ás de dos ofi­ ciales investidos de p o d e r su prem o, se eligieron de dos a seis de estos trib u n o s consulares en lu g ar de los cónsules. 3 M ag istrad o s que ten ían derecho a la sella curulis, u n tab u rete de pies curvos y b razo s, fo rm an d o u n a x, que se p o d ía ab rir y cerrar có­ m o d am en te co m o n u estras sillas plegables. T raspasadas de É t r u r i ^ o n de la u sab an los reye^.j. R om a, se consideró un privilegió su u s o 'ïx c lu sivo p o r los m agistrados con im perium , rey, in te rre y cónsul, etc., que p o r ello recib iero n el apelativo de curules.


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no. Estos colectivos n o tem ían a ningún príncipe para actuar con rectitu d , ni tam poco al poder tr i­ bunicio, sino que — y esto es lo m ejor en la vida— se tem ían entre sí. N o obstante, es preciso decir la causa que m o ti- 3 vó tan faustas dem oras, y se h ab rá de observar p o r la posteridad del género h um ano ese m ism o adm i­ rable ejem plo de m oderación, p ara que, los que d e­ sean reinar, lleguen a la convicción de que los im ­ perios no se roban, sino que se adquieren p o r los m éritos: después de que A ureliano fue asesinado 4 arteram ente, com o ya hem os dicho en el libro an­ terior 4, p o r la sagaz intervención de u n esclavo m u y m alvado y p o r e rro r de los soldados (com o entre ellos tiene gran incidencia cualquier com en­ tario, pues unas veces escuchan airados, la m ayor parte de las veces borrachos y casi siem pre d espro­ vistos realm ente de opiniones propias), cuando to ­ dos recuperaron el b uen sentido y el ejército casti­ gó con rigor a los culpables, se com enzó a p reg u n ­ tar quién de entre los candidatos debería ser elegi­ do em perador. E ntonces el ejército, que solía hacer 5 esta elección apresuradam ente, im pulsado p o r el odio a sus jefes, envió al senado la carta de la σμβΛ hablam os ya en el libro an terio r 5, pidiendo que é lf- } gieran un príncipe entre los senadores. Pero esta7 6 asamblea, com o sabía que los príncipes que ella h a ­ bía elegido n o eran del agrado de los soldados, d e­ clinó el n o m bram iento en el ejército y así, tras h a ­ cer este ofrecim iento m uchas veces, transcurrieron seis meses 6. 3 P ero es interesante saber cóm o fue n om brado Tácito em perador. E l día siete de las calendas de enero, cuando el 2 estam ento más prestigioso celebraba asamblea en la 4 Cf. A urelia n o , 36. 5 Ib id ., 41,1-2. 6 Cf. 1,1 y A urelia n o , 40,4.


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curia Pom piliana 7, el consul C ornificio G ordiano dijo: «O s p roponem os, padres conscriptos, la cues- 3 tión que ya os hem os p ro p u esto m uchas veces: es preciso elegir u n em perador, p o r que el ejército no puede mantenerse seguro durante m ucho tiempo sin u n príncipe y, al m ism o tiem po, p o rq u e la necesi­ dad obliga a ello. E n efecto, dicen que los germ a- 4 nos han ro to las fronteras de la o tra orilla del Rin y que han ocupado ciudades fuertes, fam osas, ricas y poderosas. Y, aunque n o h ay ninguna noticia de 5 m ovim iento alguno entre los persas, tened en cuen­ ta que los espíritus de los sirios son tan inconstan­ tes que prefieren que los gobiernen incluso m uje­ res antes de so p o rtar n u estra santa autoridad. ¿Q ué 6 decir de Á frica? ¿Q ué del Uírico? ¿Q ué de E gipto y de los ejércitos de todas estas partes del m undo? ¿H asta cuándo creem os que p u ed en perm anecer sin príncipe? P o r tan to , ¡anim o!, padres conscriptos, 7 elegid ya u n em perador, pues el ejército aceptará*el que vosotros enjais')), si lo rechaza, él n om brará otro». V _^ 4 D espués de esto, cuando T ácito, que era consu­ lar con derecho a hablar el prim ero, p retendía ex­ p o ner su opinión — no sabem os cuál— , todos los senadores p ro rru m p iero n en aclamaciones: «Tácito 2 A ugusto, que los dioses te p rotejan. A ti te elegi­ m os, a ti te nom bram os em perador, a ti te confia­ m os el gobierno de la república y del orbe. A cepta 3 p o r m andato del senado el im perio al que te has he­ cho acreedor, pues lo m erece tu rango, tu conduc­ ta y tu inteligencia. C o n razó n el príncipe del se­ nado recibe el títu lo de A ug u sto , con razón el que expone el prim ero su opin ió n sea proclam ado em ­ perador. ¿H ay alguien acaso capaz de gobernar m e- 4 jo r que u n ho m b re p onderado? ¿H ay alguien aca­ so capaz de gobernar m ejor que u n hom bre ilus-

7 C f. A urelia n o , 41,3 y η. 43.


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trado? que tu gobierno sea feliz, prósp ero y salu­ dable, pues has vivido m uchos años com o un sim ­ ple ciudadano, tú sabes cóm o debes gobernar, pues has soportado a otros príncipes; tú sabes cóm o d e­ bes gobernar pues ya h as dado una opinión sobre otros príncipes. Pero él replicó: .«Me asom bra, p a- 5 dres conscritos, que p r e t e ndáís^él e g i r com o p rín ci­ pe a un anciano para suceder a A ureliano, em pera­ dor de gran decisión. Buscad unos m iem bros que 6 sean capaces de lanzar la jabalina, de blandir la lan ­ za, de agitar el escudo y de m o n ta r frecuentem en­ te a caballo para dar ejem plo a los soldados. N o ­ sotros apenas ejercemos ya las funciones de sena­ dor, apenas exponem os ya las opiniones que nos obliga defender n u estro raneóTNMirad con m ucha 7 atención a qué anciano s^cais^de su dorm ito rio y de la som bra de su casa para exponerle a ,k s escar­ chas o a los ardores del sol. P ero ¿pensáis' que los soldados van a aceptar a u n anciano com o em pera­ dor? Fijaos, no vayáis a dar a la república como prín- 8 cipe a aquél, a quien v osotros n o d eseais/y que co ­ mience-a perjudicarm e a m í únicamente^ ésto: el que me hajyáiy elegido unánim em ente. 5 D espués de esto, el senado p ro rru m p ió en acla­ m aciones: «T am bién T rajano accedió al tro n o de anciano». R e p itie ro n diez veces. «Tam bién A driano accedió al tro n o de anciano». R epitieron diez veces! «Tam bién A n to n in o accedió al tropo, de anciano» R epitieron diez veces. «Y tú has (eicjo: y la barba cana del rey de Roma» 8. Repitieron diez ve­ ces. «¿Q uién será capaz de gobernar m ejo r que u n anciano?» R epitieron diez veces. «Te hacem os em ­ p erador, no soldado». R epitieron veinte veces. 2 «M anda a los soldados a luchar». R epitieron trein ­ ta veces. «Eres inteligente y tienes un herm ano que es bueno». R epitieron diez veces. «Severo dijo que

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quien gobernaba era la cabeza, n o los pies». R epi­ tieron treinta veces. «Elegim os tu alma, no tu cuer­ po». R epitieron veinte veces. «Tácito A ugusto, que los dioses te protejan», y después dijeron: «De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo». D espués de estas aclamaciones, cuando se pidió la opinión al se­ nad o r consular que se sentaba después de Tácito, Meció F altonio N icóm aco, éste p ro n u n ció el si­ guiente discurso: 6 «Siem pre, p ad res co nscriptos, esta m agnífica asamblea ha velado con acierto y prudencia p o r la república y de ningún o tro pueblo del orbe de la tierra se ha esperado jamás u n a sabiduría más fir­ me; no obstante, nunca en este santuario se ha ex­ presado una opin ió n más pon d erad a ni más p ru ­ dente. H em os elegido com o em perador a u n anciano y a u n ho m b re que es capaz de velar p o r todos com o u n padre. N o hay que tem er que él tom e al­ guna m edida intem pestiva, apresurada o rigurosa. H a y que presagiar, p o r el co ntrario, que todas sus órdenes serán dignas, enérgicas, y com o si fuera la propia república quien las diera. E n efecto, él sabe cuál fue el príncipe p o r el que siem pre suspiró y no puede p o r tan to ofrecernos o tro distinto xdel que él deseó y quiso tener. A h o ra bien, si deseáis) recordar aquellos m o n stru o s de épocas pasad as,m e refiero a los N ero n es, a los H eliogábalos, a los C ó mocios, o m ejor dicho, siem pre Incóm odos, os daçeis^cuenta de que sus vicios fueron realm ente una consecuencia de su época, m ás que p ro d u cto de su condición hum ana. Los dioses n o perm itan que se elijan com o príncipes a niños y com o padres de la patria a im púberes, a los que sus m aestros de gra­ m ática tengan que sujetar la m ano para firm ar y a los que pro v o q u en a conferir consulados los dul­ ces, los pastelillos o cualquier o tro capricho pueril. ¡Q ué locura! no hay razó n para contar con u n em ­ perado r que no sepa cuidar de su reputación, que no sepa en qué consiste la política, que tem a a su

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p rotecto r, que haga caso a su nodriza, que esté siem pre sobrecogido p o r el tem o r a los golpes de las férulas de sus m aestros y que nom bre consula­ res, generales y jueces a aquéllos cuyas vidas, m é­ ritos, edades, familias y obras desconoce. Pero ¿para qué pro lo n g o p o r más tiem po m i discurso, padres conscriptos? alegrém onos de tener a un em perad o r anciano y no recordem os aquellos tiem pos que fueron más que deplorables para los que los su ­ frían. P o r tanto, doy gracias a los dioses y a ellos quedo agradecido, en m i n o m b re y en el de toda la república, y a(tf,/Tácito A ugusto, acudo en actitud suplicante, pidiéndote vivam ente y reclam ándote con toda franqueza, p o r nuestras leyes y p o r nues­ tra patria com ún, que n o declares herederos del im ­ perio rom ano a tus hijos, aún jóvenes, si el destino te sorprendiera más p ro n to de lo previsto, para que no legues en testam ento la república, los senadores y el pueblo rom ano, com o si se tratara de una p e ­ queña finca tuya, de tus colonos o de tus esclavos. Sé p o r tanto circunspecto, im ita a los N ervas, a los Trajanos y a los A drianos. A m ar a la república más que a sus hijos es la inm ensa gloria de u n príncipe que está en el trance de la m uerte». Este discurso conm ovió vivam ente al m ism o Tácito y em ocionó a todo el estam ento senatorial, que al p u n to excla­ m ó: «Todos de acuerdo, todos de acuerdo». 7 D esde allí se dirigieron al C am po de M arte 9. A llí subió al tribunal de los com icios, desde donde e P prefecto de la C iudad Elio C eseciano habló de la siguiente m anera: «V osotros, soldados respetabilísimos, y vosotros, ciudadanos venerabilísim os, te-

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v Se llam aba así la antigua llan u ra que extendía sus límites desde el fo ro ro m an o y la isla del T ib e r co n el reco d o que éste form aba hasta el M a u su leu m A u g u sti y la Vía L ata, la actual carrera de U m b erto . E ra u n lugar de esparcim iento p ara los ro m an o s, d o n d e tam bién se reu ­ nía la juv en tu d ro m an a para adiestrarse en los ejercicios deportivos. L uego se fue c u b rien d o de edificios, los Saepta, el P ó rtico de O ctavia, el A ra París, etc.


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fiéis /un em perador que ha elegido el senado con el cOrísentimiento de todos los ejércitos: me refiero a Tácito, augustísim o señor, que hasta hoy ha servi­ do a la república con sus consejos y que ahora oja­ lá la sirva con sus m andatos y decretos». El pueblo pro rru m p ió en aclam aciones: «Felicísimo Tácito A ugusto, que los dioses te protejan» y el resto que se suele decir en estos casos. N o debo o m itir aquí que la m ayor parte de los autores escribieron que Tácito fue nombrado empera­ dor cuando estaba ausente e instalado en Campania: es verdad y no p u ed o negarlo. P o rq u e cuando surgió el ru m o r de que iban a proclam arle em perador, se marchó de Roma, y permaneció durante dos meses en Bayas. Pero, después de que le hicieron venir de allí, asistió a esta deliberación del senado, com o si realm ente fuera u n ciudadano p articular y u n a per8 sona que rechazaba sinceram ente el tro n o . Y para que nadie piense que y o he escrito a la ligera la opi­ n ió n de algún escritor griego o latino, le recuerdo que tiene a su disposición en la biblioteca U lpia, en el sexto arm ario, u n libro de m arfil en el que está escrito este decreto del senado, que firm ó el m is­ m o Tácito con su p u ñ o y letra, pues durante m ucho tiem po estos decretos concernientes a los em ­ peradores se redactaban en libros de marfil. D espués se encam inó al ejército. A llí tam bién, en el m om ento que ocupó la tribuna, el prefecto del P retorio M esio G alicano habló en estos térm inos: «Venerabilísim os cam aradas, el senado os ha dado el príncipe que le pedisteis; esta nobilísim a asam ­ blea secundó las recom endaciones y el deseo del ejército. N o p u ed o deciros más cosas puesto que el em perador se halla ya presente entre vosotros. P o r tanto, escuchadle con cortesía a él m ism o, que es quien debe velar p o r n osotros». C u an d o acabó de hablar, Tácito A ugusto dijo: «Tam bién T rajano asum ió el p o d er cuando era ya anciano, pero a él le eligió un ho m b re sólo; en cam bio, a mí, m u y res-

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petables camaradas, prim ero v osotros, que sábéts^ elegir a vuestros príncipes, y luego el senado en p le­ no me juzgasteis dignos de este n o m b re: me p reo ­ cuparé, me esforzaré y haré porque no os falte, si n o actos heroicos, al m enos consejos dignos de un em ­ perado r y de vosotros». 9 D espués de esto, p ro m etió u n a paga y un dona­ tivo, según costum bre, y p ro n u n ció ante el senado su prim er dicurso que fue así: «O jalá yo pueda, p a ­ dres concriptos, gobernar el im perio de tal m anera que quede constancia de que He sido elegido p o r vosotros, pues he decidido acom odar m is actos a vuestra opinión y autoridad. V uestro deber es, p o r tanto, orden ar y ratificar aquellas decisiones que os parezcan dignas de v osotros, dignas de u n ejército sin pretensiones, y dignas del p ueblo rom ano». E n este m ism o discurso decretó que se elevara una es­ tatua de oro en el C apitolio en h o n o r de A urelia­ no, una de plata en la C uria, o tra en el tem plo del S o l10 y o tra en el fo ro del divino Trajano. Pero no se em plazó la de oro, sino que se consagraron solam ente las de plata. E n este m ism o discurso advirtió que si alguien m ezclaba p ara uso público o privado plata con cobre, plata con oro , o plom o con cobre, sería castigado con la pena de m uerte y con la confiscación de sus bienes. En este m ism o discurso dispuso que los esclavos n o fueran in terro ­ gados en procesos co n tra las vidas de sus señores, ni siquiera en las causas de lesa majestad. Im puso a todos la obligación de, tener u n retrato de A u re­ liano. O rd en ó que se erigiera u n tem plo a los em ­ peradores divinizados en el cual se debían em pla­ zar estatuas de los príncipes buenos, de tal m anera que se les ofrecieran libaciones en los días de su ani­ versario, en las Palilias u , en las calendas de enero

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10 C f. A u relia n o , 35,3 11 Fiestas que se celebraban el 21 de abril en h o n o r de Pales, d ivini­ dad fem enina de natu raleza rústica y cuyo com etido era p ro p o rcio n ar


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y en el día de los V otos 12. E n el m ism o discurso 6 pidió el consulado para su h erm ano Floriano, pero no lo consiguió, p o rq u e el senado había cerrado to ­ dos los plazos p ara p resen tar la candidatura a cón­ sul suplente 13. Sin em bargo, se dice que se alegró m ucho de que esta asam blea procediera con liber­ tad al denegarle el consulado que había pedido para su herm ano. C uentan, en fin, que exclam ó: «el se­ nado sabe a qué em perador ha elegido». 10 A djudicó al tesoro público sus bienes familiares, que él había p uesto a{ recjito p o r una cantidad de dos m il ochocientos m illones de sestercios. G astó el dinero que había ah o rrad o en su casa p ara pagar a las tropas. U tilizó las(mijtna$ togas y túnicas que llevaba cuando era ciudadano norm al. P rohibió que 2 se m antuvieran casas de p ro stitu ció n d en tro de la ciudad de R om a, lo que realm ente n o p u d o o bser­ varse p o r m ucho tiem po. O rd e n ó que todas las ter­ mas se cerraran antes de que se encendieran las lám ­ paras, con el fin de que n o se originara ninguna se­ dición n octurna. O rd e n ó que se depositara en to - 3 das las bibliotecas públicas u n C ornelio T ácito, es­ critor de la H isto ria A ugusta 14, p o rq u e decía que era pariente suyo. Y, p ara que n o se destruyera p o r la incuria de los lectores, m andó que cada año se transcribiesen diez copias del libro de los escrito­ rios públicos y que se depositaran en las bibliotealim en to y d efen d er a los p asto res, reb añ o s y p asto s, cf. G . D um ézil, «Les deux Palés» R E L , 40, 1962, 109-117. EÍla dio lugar a la d en o m i­ n ació n del P a latinum . 12 Se refiere a la p ro clam ació n solem ne de los v otos el 3 de enero, la nuncupatio V otorum , q u e h acían oficialm ente los sacerdotes p o r la sa­ lu d del em p erad o r, cf. A d riano, 23,16, n. 105 y Elio, 48. 13 C f. A leja n d ro , Severo, n. 33. C o m o allí dijim os, las N u n d in a e eran las ferias o m ercados que ten ían lu g ar cada nueve días, indicando luego N u n d in iu m u n p e río d o d e d u ració n fija, y en co n creto , la d u ració n del co nsulado y N u n d in ia las fechas de to m a de p osesión de esta m a­ g istratura. J 14 Famosísimo pasaje del que Casaubón, filológpo)del siglo xvi-xvn, de­ d u jo el títu lo d e H isto ria A u g u sta , cf. Introducción, p. 8.


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cas. Prohibió a todos los h om bres vestir trajes de seda pura. M andó d erru ir su casa y o rdenó cons­ tru ir a sus expensas unas term as públicas en el lu ­ gar que había estado em plazada. Regaló a los h ahitantes de O stia, tam bién de su p ro p io peculio, cien colum nas de m árm ol de N u m id ia, de veinti­ trés pies de altura. E ntreg ó las posesiones que tenía en M auritania asignándolas al C apitolio para m a n te n e p ¿ ép. perfecto estado. L a vajilla de plata que utilizaba en su m esa antes de llegar a em pera­ dor, la destinó para el servicio de los convites que se celebraban en los tem plos. M anum itió a todos los esclavos de am bos sexos que tenía en la C iu ­ dad, p ero sin sobrepasar el núm ero de cien, p ara que no se pensara que transgredía la ley C aninia 15. 11 Fue m u y m origerado en sus costum bres, de tal m anera que nunca llegó a b eber u n sextario 16 de vino al día y m uchas veces m enos de una hém ina 17. P o r otra parte, su com ida consistía en u n gallo, pero añadía tam bién sesos y huevos. Le servían toda cla­ se de verduras y en gran cantidad, pero prefería y com ía con pasión las lechugas, pues decía que así com praba el sueño con la prodigalidad dé aquel gasto. Le gustaban m ucho los alim entos un tan to amargos. R ara vez utilizó los baños y se m antuvo m uy sano en su vejez. Le causaban gran placer los distintos tipos de vidrios y los trabajos realizados en ellos. Solamente com ía pan seco y aderezado con sal u otros condim entos. Era m u y versado en las artes, apasionado al m árm ol, de elegancia senatorial y aficionado a la caza. Finalm ente nunca honró su mesa con p roductos que no fueran del campo. Tam poco ofreció faisán salvo en los aniversarios de su nacimiento y en los de los suyos y en los días festi-

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15 L a lex Fufia C aninia de 2 a. de C . q u e fijaba el n úm ero de escla­ vos que se debían m anum itir. 16 M edida de líqu id o s equivalente aproxim adam ente a un litro. 17 E quivalente a m edio litro.


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vos. R estituyó siem pre a su casa las víctimas que había ofrendado y ord en ó que los suyos se alim en­ taran con ellas. N p p erm itió que su esposa utilizara 6 piedras preciosas y '1,4 prohibió usar vestidos con fran­ jas de oro. P o r otrá-parte, se dice que fue tam bién él quien instigó a A ureliano p ara que hiciera retirar el oro de los vestidos de los artesonados y de las pieles. Se le atribuyen a él otras m uchas disposicio- 7 nes, pero resulta largo reseñarlas p o r escrito. Si al­ guien desea conocer to d o lo que hizo este príncie, que lea a Suetonio O p tacian o que ha escrito su iografía con m ucho detalle. Siendo ya anciano leía 8 de form a so rprendente letras m u y dim inutas y ja­ más dejó pasar una noche en la que no escribiera o leyera algo, salvo la del día siguiente de las calendas. 12 N o se debe ocultar, y hay que hacerlo público frecuentem ente, que fue tan grande la alegría del se­ nado p o r haber recuperado este im portantísim o es­ tam ento la función de elegir al em perador, que se decretaron suplicaciones, se prom etió una hecatom ­ be y, en fin, que todos los senadores escribieron a los suyos, más no sólo a ellos, sino tam bién a los extranjeros, y se enviaron además a las provincias cartas que decían: que to d o s los aliados y todas las naciones debían saber que la república había vuelto a su antiguo estado y que el senado elegía a los em ­ peradores, más aún, que el p ro p io senado se había erigido en caudillo, que las leyes había que pedirlas al senado, que al senado tenían que dirigir sus sú­ plicas los reyes bárbaros y que los problem as de la paz y de la guerra debían tratarse bajo la guía del senado. E n fin, para que n o falte nada a m i info r- 9 m ación, he incluido al final de este libro la m ayor parte de estas cartas que, según y o pienso, se van a leer con avidez y sin hastío. 13 La prim era preocupación de Tácito, nada más ser nom b rad o em perador, fue acabar con todos los ase­ sinos de A ureliano, fueran buenos o m alos, a pesar de que ya había quedado vengado. Y, cuando m u- 2

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cprabárbaros procedentes de la z o n a del lago M eotiVnabían irrum pido ya en el im perio, T ácito los re ­ chazó con decisión y valor, aunque estos m ism os 3 m eótidas se concentraban com o si, p o r invitación de A ureliano, hubieran acudido a prestar ayuda a los nuestros en la guerra contra los persas, si la n e­ cesidad así lo exigía. M arco T ulio dice que era m ás 4 h onroso para él decir cóm o hab ía ejercido el co n ­ sulado que cóm o lo había o b ten id o ; en cam bio, en el caso de este hom bre lo h o n ro so fue haber asu­ m ido el im perio con tan ta gloria sin haber realiza­ do nada im portante, sin em bargo, p o r la brevedad de su reinado. Perdió la vida p o r una conspiración 5 m ilitar a los seis meses, según uno s, o com o con­ secuencia de una enferm edad, según otros. C o n todo, se sabe con certeza que le faltó valor y espí­ ritu cuando se vio sorprendido p o r distintas suble­ vaciones. Este m ism o ho m b re o rdenó que se lla­ m ara Tácito al mes de septiem bre, p o rq u e él había nacido y había sido proclam ado em perador en d i­ cho mes. Le sucedió en el im perio su herm ano F loriano, sobre el cual se dirán pocas cosas. 14(1) F loriano fue herm ano carnal de T ácito, quien después de la m uerte de éste se apoderó del poder, n o p o r decisión del senado sino p o r su p ro p io de­ seo, com o si se tratara de algo hereditario, puesto que sabía que a Tácito se le había pedido con in ­ sistencia en el senado que, cuando entrara en ago­ nía, no proclam ara em peradores a sus hijos sino al m ejor candidato. E n fin, m antuvo el tro n o apenas 2 durante dos meses, siendo asesinado en Tarsis p o r los soldados que habían oido que P ro b o y a ocupa­ ba el tro n o , pues le había elegido todo el ejército. 3 P robo poseía una form ación tan grande en el arte m ilitar, que p o r ello el senado o p tó p o r él, los soldadosüé) eligieron y el m ism o p ueblo rom ano le p i­ dió a gritos. F loriano im itó las costum bres de su 4 herm ano, p ero n o en to d o . E n efecto, T ácito, que era frugal, le reprochaba su prodigalidad, y esta


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mism a ansia p o r ocu p ar el tro n o indica que su m odo de. vivir difería del de su herm ano. A ^ jju e s , en u n a sola fam ilia h u b o dos em peradores;"de los cuales uno gobernó d urante seis m e­ ses, el o tro casi d u ran te dos, com o auténticos re ­ gentes, p o r así decirlo, entre A ureliano y P robo. 15(2) H u b o en Interam no 18 dos estatuas de ellos de treinta pies de altura talladas en m árm ol, puesto que allí estuvieron em plazados dos cenotafios en u n so­ lar de su p ro p ied ad ; p ero fueron derribadas p o r u n rayo haciéndolas tantos pedazos, que yacen en tro ­ zos disem inadas p o r el suelo. P o r aquel tiem po los arúspices p redijeron que de la fam ilia de ellos, p o r vía m asculina o p o r vía fem enina, saldría algún día un em perador rom ano que n o m b raría jueces p ara los partos y los persas, que som etería a los francos y a los alam anos a la legislación rom ana, que no de­ jaría a u n sólo bárbaro en to d a la región africana, que im pondría u n g o b ern ad o r a los taprobanos, que enviaría u n p ro có n su l a la isla Juverna 19, que actuaría com o arb itro de todos los sárm atas, que haría suya toda la tierra hasta d o n d e la circunda el O céano, tras apoderarse de todos los pueblos que la habitan, p ero que después devolvería el p o d e r al se­ nado y viviría de acuerdo con las leyes antiguas, para p ro lo n g ar su existencia d urante cien años y m orir sin herederos. Sin em bargo, dijeron que él llegaría a em perador después de m il años a p artir del día en que cayó un ray o e h izo pedazos sus es­ tatuas. La ingeniosidad de los arúspices que aseguraron el advenim iento de u n príncipe sem ejante depués de transcurridos m il años no fue m u y grande, porqu e si su predicción h ubiera sido p ara el plazo de cien años, sus falacias tal vez p o d rían d escubrir­

18 La actual T ern a, a 60 m illas al N o r te de R om a. 19 La actual Irlanda.

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se con facilidad... 19¿,s mas no era fácil hacerlo o fre­ ciendo u n plazo de tantos años, pues difícilm ente p o d ría conservarse d u ran te tan to tiem po esta h is­ toria. Sin em bargo, he creído que debía insertar en 5 este volum en estos detalles, p ara que nadie crea cuando me lea que y o no m e he inform ado su ­ ficientem ente. 16(3) Tácito apenas dio u n congiario al pueblo en el p e ­ ríodo de seis meses. Su retrato está expuesto en la 2 casa de los Q uintilios en u n cuadro quintuple, en el que en u n panel está pintado con toga, en otro con clámide, en el siguiente arm ado, en o tro con m an ­ to y en el últim o con atuendo de cazador. U n com - 3 p o sito r de epigram as se b u rló de este cuadro d i­ ciendo: « N o reconozco a aquel anciano arm ado, ni a aquél que lleva la clámide» y así sucesivamente, «sino a aquél que lleva la toga». F loriano y Tácito 4 tuvieron m uchos hijos, cuyos descendientes, según creo, están esperando el año m ilésim o. C o n tra ellos se han escrito m uchos epigram as en los que tam ­ bién se zahiere a los arúspices que les p ro m etiero n el trono. Estas son las cosas que y o recuerdo h ab er encon- 5 trado dignas de m ención sobre las vidas de Tácito y de Floriano. A h o ra debo escribir la de P robo, va- 6 rón prestigioso en su p atria y en el extranjero y que ha ae ser considerado superior a A ureliano, a T ra ­ jano, a A driano, a los A n to n in o s, a A lejandro y a C laudio, p o rq u e, si bien éstos p o sey ero n cualida­ des diversas, todas las más principales se hallaron reunidas en éste, que fue elegido em perador jd|pj)iés de Tácito p o r decisión de tod o s los nobles y g o ­ bernó el orbe de la tierra que se m antuvo en p r o ­ fundo sosiego, después de h ab er aniquilado a los pueblos bárbaros y haber elim inado a m uchos ti­ 19 t,s Pasaje difícil p o r la existencia de u n a laguna. L a suplo co m p le­ ta n d o el sen tid o de pollicentes co n la frase «mas no era fácil... tantos años».


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ranos que surgieron en su tiem po, y de quien se ha dicho ya que m ereció llam arse P ro b o , aunque no fuera éste su nom bre. A lgunos dicen que los libros Sibilinos habían vaticinado que, si él hubiera vivi­ do más tiem po, el Ogbe. de la tierra n o poseería ya bárbaros. Y o he c /e id p 'q u e debía anticipar breve- 7 m ente estos detalles sobre P ro b o en la vida de otros em peradores, p o r si se diera el caso de que el día, la hora o u n instante reclam aran algo para sí, p e r­ judicándom e con u n destino fatal, y m uriera p o r ello sin haber celebrado a P ro b o . A hora, puesto que 8 he satisfecho de m o m en to m i deseo, concluiré este volum en con la idea de que ya he cum plido m i em ­ peño y anhelo. 17(4) Tácito tuvo los siguientes presagios de su acceso al tro n o : u n poseso, con los m iem bros rígidos, gri­ tó siete veces consecutivas en el tem plo de Silvano: «La p ú rp u ra de T ácito, la p ú rp u ra de Tácito», con lo cual se consideró m ás tarde com o u n augurio. 2 E l vino con el que T ácito iba a hacer libaciones en el tem plo de H ércules, en F o n d i, se volvió de co­ lor de p ú rp u ra en u n instante. U n a vid que daba 3 uvas blancas de A m inia las dio de color de p ú rp u ra el año en que él asum ió el tro n o ...y m uchísim as co­ sas tom aro n el m ism o color. Los presagios de su 4 m uerte fueron éstos: el sepulcro de su padre se abrió, rom piéndose súbitam ente las puertas. La som bra de su m adre se les apareció a pleno día a Tácito y a F loriano, com o si estuviera viva, pues se decía que eran hijos de distinto' padre. T odos los dioses de su capilla privada cayeron al suelo, p o r azar o com o consecuencia de u n terrem oto. La es- 5 tatúa de A polo que am bos veneraban fue descu­ bierta en su lecho, lejos de lo más alto de su p e­ destal, sin que la hubiera colocado allí la m ano de ningún hom bre. Pero ¿hasta dónde prolongarem os nuestros relato? O tro s autores cuentas estos p ro d i­ gios. R eservém onos n o so tro s p ara celebrar a P ro ­ bo y cantar sus insignes proezas.


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18(5) Y puesto que he pro m etid o 20 que iba a ofrecer algunas cartas, para que ellas nos hagan ver los sen­ tim ientos de alegría que em bargaron al senado, cuando T ácito fue n o m b rad o em perador, las agre­ garé aquí y así p o n d ré fin a m i exposición. Cartas públicas: «El prestigiosísim o senado de R om a saluda a la asamblea de C artago. H a vuelto a noso tro s el d e ­ recho de conceder el im perio, de n o m b rar al em ­ perado r y de conceder públicam ente el título de A ugusto. ¡O jalá que ello sea útil, favorable, fecun­ do y saludable p ara la república y para el m undo rom ano! C onsultadnos, pues, en todos los tem as de im portancia. T o d a apelación será com petencia del prefecto de la C iu d ad 21 p ero ella deberá p r o ­ ceder de los procónsules y de los jueces ordinarios. C o n ello creem os que tam bién vuestra dignidad ha vuelto a adquirir la situación que tenía, puesto que este estam ento nuestro es el prim ero que, recupe­ rando su influencia, hace que se m antenga intacto el derecho de los demás». O tra carta: «El p restigiosísim o senado de R om a s a l u d a d a asamblea de Tréveris. C reem os que os alearais-de ver que sois libres y que siem pre lo fuisteis. H a vuelto al senado el derecho de n o m b ra r al em perador y si­ m ultáneam ente se ha decretado que todas las ape­ laciones se hagan al prefecto de la C iudad». Se enviaron cartas con un contenido sim ilar al de éstas a las asambleas de A ntioquía, de A quileya, de M ilán, de A lejandría, de Tesalónica, de C o rin tio y de A te ­ nas. 19(6) Las cartas de carácter privado fueron éstas: «A u­ tro n io T iberiano a su p ad re A u tro n io Ju sto , salud: padre inviolable, debiste ahora asistir a esta ilustrísima asamblea del senado, debiste ahora expresar tu opinión, dado que ha crecido tanto la autoridad de 20 C f. 12,2. 21 P o r ser él el rep resen tan te del senado, cf. Probo, 13,1.

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este estamento prestigiosísimo, que ya somos nosotros quienes designam os a los príncipes de la república, que así ha sido restituida a su antiguo estado, n o ­ sotros proclam am os em peradores y nosotros, en fin, nom bram os augustos. Procura, pues, restable- 2 certe para asistir a la antigua asamblea. N o so tro s re­ cuperam os la autoridad p roconsular, y al prefecto de la C iudad han vuelto las apelaciones de todos los m agistrados y de tod o s los rangos». O tra dice: 3 «C laudio Sapiliano saluda a su tío p aterno C ereyo M eciano. H em os conseguido, padre inviolable, lo que siem pre hem os deseado: el senado ha vuelto a su antigua dignidad. H acem os príncipes y nuestro estam ento ostenta las m agistraturas. D am os gracias 4 al ejército rom ano, y auténticam ente rom ano: él nos ha devuelto el p o d e r de que siem pre gozam os. 5 Deja el retiro de Bayas y de P uzol. Vuelve a la C iu ­ dad, reincorpórate al senado. R om a recupera su es­ plendor, la república entera rejuvenece; n o m b ra­ mos em peradores, elegimos príncipes. Podem os tam bién vetarlos, puesto que hem os com enzado ya a actuar. Lo dicho es suficiente para el que es sabio». Resulta pesado reunjr,-aquí todas las cartas que 6 yo he encontrado y le íd o /M e lim itaré a constatar que fue tan grande la alegría que em bargó a todos los em peradores, que inm olaban en sus casas vícti­ mas blancas, descubrían en m uchos sitios las im á­ genes de los dioses, asistían a las reuniones en tú ­ nica blanca, ofrecían banquetes con gran suntuosi­ dad y pensaban que les había sido devuelto el tiem po pasado.


PRO BO (Flavio V opisco Siracusano).

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Es verdad lo que los historiadores Salustio C ris­ po, M arco C ató n y G elio escribieron a m odo de aforism o, que todas las virtudes de los hom bres son tan grandes com o han querido presentarlas, valién­ dose de sus cualidades literarias, aquellos escritores que han narrad o sus hazañas *. E sta es la razón p o r 2 la que A lejandro M agno el M acedonio, cuando se presentó ante el sepulcro de A quiles, dijo entre p ro ­ fundos suspiros, deseando que se entendiera que se refería a H o m ero , que forjó u n A quiles tan grande o r sus anhelos de v irtu d , com o él m ism o destacaa p o r su talento: «Feliz de ti, joven, que encon­ traste u n can to r tan sublim e p ara tus virtudes.» Tal vez intentes saber, querido C elsino, a qué se 3 refieren estas palabras. E n estos m om entos apenas conocem os p o r falta de historiadores al em perador P ro b o , bajo cuyo gobierno el O rien te y el O cci­ dente, el M ediodía y el S eptentrión y todas las p a r­ tes del m u n d o volvieron a disfru tar de una total se­ guridad. Se p erd ió p ara siem pre ¡O h vergüenza! la 4 biografía de u n ho m b re tan grande y tan famoso que no han p ro p o rcio n ad o o tro igual las guerras púnicas, ni el te rro r inspirado p o r los galos ni las rebeliones del P o n to , n i la astucia H ispana. P ero 5 y o , que hace poco tiem po escogí com o objeto de m i narración la vida de A ureliano, expuesta y a en la m edida que m e ha sido posible, después cíe h a­ ber escrito las de Tácito y F loriano, no dejaré de

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rem ontarm e hasta los hechos de P ro b o , p ara luego hablar, si me queda aún vida, de todos los em pera­ dores restantes hasta M axim iano y D iocleciano. A hora bien, en ellas n o p ro m eto d errochar talento 6 y elocuencia, sino n arrar sim plem ente unos hechos que no tolero que se p ierd an en el olvido. 2 C o n el objeto de n o fru strar en ningún sentido la intim idad con que tu m e acoges, que es gratísi­ ma, he utilizado principalm ente los libros de la bi­ blioteca U lpia 2, que en m i época estaban en las ter­ mas de D iocleciano y los de la casa de T iberio 3, y he utilizado tam bién las m em orias de los escriba­ nos del p ó rtico de P o rfirio 4 y las actas del senado y del pueblo. Y, p uesto que me ha otorgado una 2 gran ayuda para recopilar las gestas de tan gran hom b re la efem érides de T ú ra u lo G alicano, ciu­ dadano de gran honorab ilid ad e integridad, h e con­ siderado u n deber no silenciar el favor de este am i­ go anciano. » ¿Q uién conocería a G n e ç Orpf>eyo, cubierto de 3 esplendor p o r la consecucióñ de los tres triunfos obtenidos en las guerras que libró con tra los p ira­ tas, contra Sertorio y co n tra M itridates y engran­ decido p o r la m agnificencia de otras m uchas ges­ tas? ¿quién, en fin, le conocería si M arco Tulio y T ito Livio no le hub ieran incluido en su escritos? 4 Pero es que no poseerían aún y ocultarían en su seno las tinieblas del olvido a Publio E scipión el

1 Se trata de u n resu m en del p en sam ien to de S alustio (C a t., 8,4) y de C a tó n , según A u lo G elio, I II , 7, 19. C f. V . P icón, «D iversificación d el género biográfico», A ctas d e l V I Cong. Esp. de E studios Clásicos, M ad rid , 1983, p. 100 ss. 2 A u relian o , 1, 7. 3 C f. A n to n in o 10, 4. 4 E n el fo ro de T rajan o , cf. A d ria n o , 7, 6. 5 Las efem érides eran cu ad ern o s o lib ro s de notas en que se refleja­ b an los hechos diarios, del griego έ φ η μ ε ρ ίς. R ecibían tam bién este n o m ­ b re los reg istro s q u e recogían las acciones de lo s em peradores, cí. G a­ lieno, 18 y P robo, 2, 3 y 5.


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A fricano, m ejor dicho, a tod o s los Escipiones, ta n ­ to los llam ados Lucios com o a los N asicas, si no hubiesen existido historiadores ilustres o sin ape­ nas reputación que hubiçjsen escrito sus panegíri­ cos? Resultaría largo ^ ’reu n ir todos los casos que deberían m encionarse com o ejem plos de este tipo, incluso si n osotros guardam os silencio. Yo sólo quiero dejar constancia de estos dos extrem os: que he escrito unos hechos que alguien p o d ría exponer con más decoro y en u n estilo más elevado, si así lo desea, y que, al n arrar las vidas y épocas de los em peradores, he tenido la intención de im itar n o a escritores com o Salustio, Livio, T ácito, T rogo 6 y todos los que poseyeron u n a extraordinaria elo­ cuencia, sino a M ario M áxim o, Suetonio T ran q u i­ lo, Fabio M arcelino 7, G argilio M a rc ia l8, Julio C a ­ pitolino, Elio L am pridio y los restantes que transm itieroijg^la posteridad estos hechos y otros sim i­ lares, HiâSÆO tanto con elegancia com o con veraci­ dad. En efecto, yo soy una p ersona curiosa, no puedo negarlo, y además m e estim ulas tú que, aun sa­ biendo m uchas cosas, deseas saber más. Y, para n o hablar más de mis intenciones, com enzaré ya la b io ­ grafía de este em perador noble, ilustre y de tales cualidades com o n uestra historia no recuerda o tra igual. 3 P ro b o , que era o riu n d o de Panonia, de la ciudad de Sirmio, más noble p o r parte de su padre que de su m adre, de patrim o n io m odesto y de familia de poca relevancia social, brilló extraordinariam ente p o r la nobleza de sus virtudes tan to durante su vida privada, com o cuando fue em perador. Según algunos escritores consignaron en sus obras, el padre de P ro b o se llam aba M áxim o, quien, tras haber ejercido con gran honorab ilid ad el cargo de centu6 Cf. A urelia n o , 2, 1. 7 C f. A lejandro, 48, 6. 8 Ib id ., 37, 9.

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rión, m urió en E gipto después de haber alcanzado el tribunado, habiendo dejado esposa y dos hijos, u n varón y una hem bra. M uchos autores dicen que P ro b o fue pariente del extraordinario y venerabilí­ simo em perador C laudio, p ero dejarem os en sus­ penso esta noticia, p o rq u e ha sido relatada p o r uno sólo de los escritores griegos. Sin em bargo, m e limito, a reseñar una sola cosa, que recuerdo haber (eidcpen unas efem érides: que P ro b o fue sepultado p o r su herm ana Claudia. Cuando era aún u n m uchacho, P ro b o se h izo tan fam oso p o r su vigor cor­ poral, que recibió el trib u n ad o p o r decisión de V a­ leriano sin haberle despuntado aún la barba. Se conserva una carta de V aleriano a G alieno en la que ala­ ba al joven P ro b o y le p ro p o n e a todos com o m o ­ delo. D e ello se desprende que nadie llegó jamás a alcanzar la cim a de la v irtu d a la edad m adura, sino quien, endurecido antes de niño en u n fecundísim o sem illero de virtudes, ofreció ya alguna acción in-

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C arta de Valeriano : «Valeriano A ugusto a su hijo Galieno A ugusto. Siguiendo la opinión que yo he tenido desde u n principio del joven P ro b o y la de todas las personas rectas, que le identifican con el hom bre que lleva su nom b re, le he otorgado el tri­ bunado, confiándole seis cohortes de sarracenos y tropas auxiliares galas ju n to con aquél escuadrón de persas que el sirio A rtabasis dejó. M i queridísi- 2 m o hijo, te ruego que tengas a este joven, al que yo quisiera que im itaran todos los niños, tanta con­ sideración cuanta exigen sus virtudes y sus m éritos, teniendo en cuenta lo que se le debe a él p o r la cla­ ridad de su inteligencia». O tra carta del m ism o Va- 3 leriano al prefecto del P reto rio , e ' se habla del salario: «Valeriano A ugusto Galicano, prefecto del P retorio. Tal vez te asom bres de que haya elevado al trib u n ad o a un joven aún im ­ berbe, contraviniendo el parecer del divino A d ria­ no, pero no te asom brarás tanto si piensas en P ro-


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bo; es un m uchacho realm ente p ro b o ; efectivam ente, cuando pienso en él, jamás se me viene al p e n ­ sam iento o tra cosa que el n o m b re de P ro b o , que si no lo tuvo com o n om b re, p u d o tenerlo com o so ­ brenom bre. P o r consiguiente, puesto que posee u n a escasa fortuna, para que la dignidad que ostenta se vea arropada con distintas ayudas, darás la orden de que le entreguen dos túnicas rojas, dos m antos bordados, una bandeja de plata bruñ id a de diez li­ bras de peso, cien A nto n in ian o s de oro, m il A u re­ lianos de plata y diez m il Filipeos de bronce; asim ism o recibirá, com o salario diario... (diez) libras de carne de buey, seis de carne-de cerdo y diez de carne de cabra, un pollo y un sejrario de aceite cada dos días y diez sestarios de vîïib diarios junto con! tocino, galletas, sal, legum bres y toda la leña que necesite. O rdenarás además que le p roporcionen albergues, com o a los trib u n o s de las legiones». 5 Éstas son, al m enos, las noticias que se exponen en las cartas. A hora expongo cuánto he podido re u ­ nir de su diario: habiendo realizado m últiples ac­ tos de valentía en el transcurso de la guerra contra los sárm atas, tras atravesar el D an u b io y a com o tri­ buno, fue galardonado públicam ente en una asam ­ blea con cuatro lanzas sin hierro, dos coronas va­ llares, una cívica, cuatro estandartes blancos sin adornos, dos brazaletes de oro , u n collar de oro y una copa de cinco libras de p eso para los sacrifi­ cios. P o r entonces tam bién lib ró de u n tropel de cuados a V aleriano Flaco, un m uchacho aristócrata que tenía parenteso con V aleriano. P o r lo cual éste le concedió una corona cívica. E stas fueron las p alabras de Valeriano pronunciadas ante la asamblea: «Probo, recibe estas recom pensas en n o m b re de la república, recibe esta corona cívica en nom bre de tu pariente». P o r cierto, p o r este tiem po le confío tam bién la tercera legión con u n escrito com o el que sigue. C arta sobre la concesión de la tercera legión: «Tus hazañas, queridísim o P robo, hacen que

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de la im presión de que y o te confio dem asiado tar­ de mis tropas más im p o rtan tes; y, sin em bargo, te las voy a entregar rápidam ente. Recibe bajo tu m ando la legión tercera Félix que hasta ahora no he con­ fiado a nadie que no fuera ya de avanzada edad; a m ? tam bién se m e confió esta legión cuando ya me vio'' cubierto de canas el que m e la confiaba para agradecer mis servicios. P ero yo, tratándose efe ti, no espero a la edad, p u esto que eres ya ilustre p o r tus virtudes y apreciado p o r tu carácter. H e o rd e­ nado que te den tres uniform es, te he asignado d o ­ ble salario y u n abanderado». 6 Resultaría largo si y o recorriera u n a p o r u n a las acciones que realizó un varón tan eximio cuando aún era u n ciudadano p articular, d urante los reina­ dos de V aleriano, de G alieno, de A ureliano y de C laudio, las veces que escaló u n a m uralla, arrancó una em palizada, m ató con su p ro p ia m ano a algún enem igo, m ereció las recom pensas de los em pera­ dores y cóm o, gracias a su valor, devolvió a la re­ pública a su antigua situación. U n a carta que G alieno rem itió a sus trib u n o s dem uestra quién fue realm ente P ro b o : «G alieno A ugusto a los tribunos de los ejércitos Ilíricos. A un q u e a m i padre le so r­ prend ió una m u erte fatal en la guerra con tra los persas, tengo aún, sin em bargo, a m i pariente A u ­ relio P ro b o , con cuyo concurso puedo vivir segu­ ro. Si él hubiera estado presente, nunca se hubiera apoderado del tro n o aquél tirano, que ni siquiera merece que se le nom bre. P o r esto deseo que todos vosotros sigáis los consejos de aquél que na m ere­ cido la aprobación de m i padre y del senado». Tal vez te parezca que n o es im portante el juicio de un príncipe tan afem inado com o G alieno, pero hay u n a cosa que no puede negarse, que ninguna persona distinta se entrega a la p rotección de o tro si piensa que las virtudes de él n o le van a ser ú ti­ les. P ero concedam os que sea así, prescindam os de la carta de G alieno ¿qué crédito nos m erece la opi­

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nión de A ureliano? É l confió a P ro b o el m ando de los «decum anos», los soldados más aguerridos de su ejército y con los que él había llevado a cabo grandes proezas, y lo h izo con el siguiente testim onio: «A ureliano A ugusto a P ro b o , salud. Para que veas la gran estim a en que te tengo, acepta el m an ­ do de mis «decum anos» que C laudio m e confió. P o rque éstos son unos soldados que, p o r cierto au­ gurio de felicidad, no están acostum brados a tener p o r jefes sino a futu ro s em peradores. P o r esto se p u d o deducir que A ureliano tuvo la intención de hacer a P ro b o em perador, en el su ­ puesto de que le o curriera algo, com o preveía y sa7 bía que iba a suceder. R esulta pesado aducir los ju i­ cios de C laudio o de T ácito sobre P ro b o , aunque se dice que Tácito, cuando le ofrecieron el im p e­ rio, señaló ante el senado que a quien deberían ele­ gir era a P robo. A h o ra bien, y o no he encontrado este decreto del senado. P o r otra parte, el p ro p io T ácito, cuando era y a em perador, rem itió esta p rim era carta a P ro b o : «Tácito A ugusto a P ro b o . El senado m e ha n o m ­ brado em perador siguiendo los deseos del ejército, que se ha m ostrado sagaz. Sin em bargo, debes sa­ ber que el E stado se ha apoyado ahora más sobre tus hom b ro s, pues todos sabem os, y el senado lo sabe tam bién, quién eres y la grandeza que posees. A yúdanos, p o r tanto, en^ nuestras necesidades y, com o es ya habitual en' tíjs u m a a los desvelos ae tu familia los que p ro p o rcio n a el Estado. Tras confiarte m ediante un decreto el m ando de todo el O riente, hem os quintuplicado tu sálario, hem os duplicado tus o rnam entos m ilitares y hem os decre­ tado que asumas con n o so tro s el consulado para el año próxim o; te aguarda, pues, la túnica capitolina adornada con palm as, com o recom pensa de tus v ir­ tudes». A lgunos autores dicen que P ro b o consideró com o un presagio de su fu tu ro reinado la frase que

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Tácito escribió al final: «Te aguarda la túnica Capi­ tolina adornada con palm as». Pero siem pre se escri­ bía a tod o s los cónsules u tilizando esta expresión. 8 El am or que los soldados tuvieron a P ro b o fue siem pre extraordinario, p ero él n o toleró que jamás faltaran a su deber. M ás aún, m uchas veces hizo de­ sistir a A ureliano de castigarlos con graves penas. 2 Pasaba personalm ente revista a cada m anípulo, ins­ peccionaba su calzado y su uniform e y, cuando lo ­ graron algún b o tín , lo d istrib u y ó de tal m anera que sólo se reservaba p ara sí las armas y los dardos. Más 3 aún, en una ocasión en que, entre el botín captura­ do a los alanos o no se sabe a qué o tro pueblo, se encontró u n caballo, ni herm oso ni grande, pero que, según com entaban los prisioneros, p o d ría re­ correr cien millas diarias y repetir este recorrido durante ocho o diez días consecutivos, cuando to ­ dos creían que P ro b o se iba a reservar para sí este animal, prim eram ente dijo: «Este caballo cuadra más a u n soldado d esertor que a u n soldado valien­ te». D espués o rd en ó que los soldados m etieran su 4 nom bre en una urna, p ara que se lo llevara aquél a quien le cupiera en suerte. Y, al darse la circuns- 5 tancia de que en el ejército m ilitaban otros cuatro soldados con el nom b re de P ro b o , aconteció p o r azar que el p rim er n o m b re que salió fue el de P ro ­ bo, aunque el nom b re del p ro p io general P ro b o no se había incluido en ella. A h o ra bien, com o los cua- 6 tro soldados com petían entre sí y defendían cada uno de ellos que la suerte le había sido favorable, ordenó de nuevo que se agitara la urna, pero vol­ vió a salir tam bién p o r segunda vez el no m b re de P ro b o ; y, cuando hizo repetir- p o r tres y cuatro ve­ ces la operación, la urnaforrojó el nom bre de P ro ­ bo p o r cuarta vez. E n to n ta s to d o el ejército regaló 7 el caballo al em perador, sum ándose a la decisión los cuatro soldados cuyos nom bres habían sido agraciados con la suerte. 9 Luchó tam bién con gran coraje en A frica contra


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los m arm áridas. Los d erro tó , y luego se trasladó desde Libia a C artago a la que libró de varias re ­ beliones. L uchó tam bién en A frica en u n a contienda singular con tra u n individuo llam ado A radión y le derro tó com pletam ente, p ero al h aber constata­ do el gran valor y la extraordinaria firm eza de este hom bre, le h o n ró con u n sepulcro grandioso que persiste todavía actualm ente, elevado sobre u n tú ­ m ulo de doscientos pies de largo p o r los soldados, a los que nunca p erm itió que se m antuvieran o cio ­ sos. A ú n se conservan en m uchas ciudades de E gipto obras suyas, que co n stru y ó valiéndose de los so l­ dados. Realizó tan abundantes obras en el N iló, que sólo él facilitó de esta form a el cobro del im puesto de trigo. C o n stru y ó con m ano de o b ra m ilitar puentes, tem plos, pórticos, basílicas; franqueó las desem bocaduras de m uchos ríos; desecó un gran núm ero de pantanos y los transform ó en llanuras de tierra y cam pos de mieses. L uchó tam bién co n tra los habitantes de Palm ira, que defendían E gipto favoreciendo al p artid o de O a e n a to y C leopatra 9, al principio con éxito, pero después con tanta te­ m eridad que estuvo a p u n to de ser capturado y, p o r fin, tras rehacer sus fuerzas, som etió E gipto y la m ayor^parte de O rien te al p o d e r de A ureliano. 10 A sypues, al ver que destacaba p o r el núm ero y la m agnitud de sus virtudes, cuando T ácito fue ase­ sinado fatalm ente y F loriano intentaba u surpar el p o d er im perial, le n o m b ró em perador to d o el ejér­ cito oriental. N o es una h isto ria im p o rtu n a ni aburrida m o strar cóm o P ro b o o btuvo el p o d er: cuando llegó al ejército la noticia de la m uerte de Tácito, lo prim ero que se les o currió a los soldados fue in ten tar adelantarse a los ejércitos de Italia, p ara que el senado no volviera a n o m b ra r u n em pera­ dor. Pero cuando discutían en tre sí sobre quién d ebería ser elegido em perador y los tribunos les aren9 Cf. Tácito, 18, 3.

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gaban en el cam po p o r escuadrones, diciéndoles que era preciso elegir com o em perador a algún hom bre valiente, recto, m od esto , clem ente y p ro ­ bo, y repetían esto p o r los m últiples corrillos que form aban los soldados, com o suele acontecer, és­ tos a una, com o p o r im pulso divino aclam aron p o r todas las partes: «Probo A ug u sto , que los dioses te 5 retejan». E nseguida se reu n iero n ju n to a una triuna de cesped y le n o m b ra ro n em perador ofre­ ciéndole com o adorno u n m anto de p ú rp u ra que quitaro n a una estatua de u n tem plo y desde allí le condujeron de nuevo a Palacio, a pesar de que se oponía a ello, de que se negaba a avanzar y de que repe,tí^suna y o tra vez: no os conviene soldados, no viviréis )bien conm igo. P o rq u e yo no puedo m os­ trarm e blando con vosotros». La p rim era carta que entregó al prefecto del P re- 6 torio C ap itó n fue com o sigue: «Jamás deseé el im ­ perio y lo acepté en contra de m i voluntad. Pero ya no me es lícito renunciar a él, aunque me resul­ ta m uy enojoso. Tengo que representar el persona­ je que los soldados me han asignado. Te ruego, C a- 7 pitón, que disfrutes conm igo una vez que ya está a salvo la república y que acopies p ara los soldados trigo, vituallas y de to d o lo que precisen en cada caso. Yo, en cuanto me sea posible, no n om braré a o tro prefecto, si todos tus actos de gobierno son rectos. A p .p u es, al enterarse los soldados de que P ro b o 8 ya era-^emperador y, com prendiendo que nadie te­ nía la posibilidad de gobernar con más dignidad que él, dieron m uerte a F loriano que se había apodera­ do del tro n o com o si se tratase de algo hereditario. 9 D e este m odo, sin ningún inconveniente, se le ofre­ ció el im perio de todo el orbe de la tierra p o r de­ cisión del senado y del ejército. 11 Y puesto que hem os m encionado al senado, con­ viene saber el contenido de la carta que escribió al senado y lo que esta ilustrísim a asamblea le contes-

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tó. Primer discurso de Probo al senado: «Vuestra elemencia actuó con corrección y regularidad el año pasado, padres conscriptos, al ofrecer al orbe de la tierra un príncipe, eligiéndole de entre vosotros, que sois los príncipes dçl m u n d o , siem pre lo ha/b é is^ id o y lo se g a re is siéndo en vuestros descenaientes. Y ojala Floriano h ubiera esperado vuestra elección y no se hubiera apropiado el im perio com o si fuera hereditario, pues vuestra m ajestad habría elegido a él o a otro cualquiera. A hora, p o r haberse apoderado del tro n o , los soldados me han ofrecido a(m f^l título de A ugusto y lo que es más, aquellos soldados que poseen m ay o r sagacidad le han casti­ gado a él p o r dicha usurpación. O s ruego que ju zg^jery sobre mis m éritos, pues voy a inten tar hacer lo que vuestra clemencia ordene». Igualm ente, éste es el decreto del senado firm ado el día tres de las nonas de febrero, en el tem plo-de la C oncordia. E n ­ tre otras cosas, el cónsul Elio E scorpiano dijo: «Ya haj^eis·* escuchado*la carta de A urelio Valerio P ro ­ bo: ¿qué p e n sá isjo b re ella?» E ntonces exclam aron: «¡Probo A ugusto, que los dioses te guarden! D es­ de hace m ucho tiem po eres u n jefe experim entado, valiente, justo y bueno y un b uen general; un m o ­ delo para el ejército, u n m odelo de autoridad ¡que los dioses te guarden! D efensor de la república, ¡que reines feliz! C o n d u cto r del ejército, ¡que te n ­ gas un gobierno feliz! ¡Q ue los dioses te protejan a ti y a Tos tuyos! T am bién el senado te eligió hace tiem po. Eres inferior a Tácito en edad, pero supe­ rior en lo demás. Recibe n uestra gratitud p o r h aber asum ido el tro n o . D efiéndenos, defiende-^ la república. C o n razón hem os confiado- e n / t í ^ u e s tú nos ha salvado hasta el presente. (T u^stW tas el título de Fráncico, G ótico, Sarm ático, Pártico y, en una palabra, todos los títulos. Ya antes fuiste en todo m om ento digno del im perio, digno de los triunfos, ¡O jalá vivas feliz! ¡O jalá reines felizm en­ te!».

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D espués de este discurso, M anlio Estaciano, que en aquel m om ento tenía derecho a hablar el p rim e­ ro, «fijo así: «Padres conscriptos, gracias a los dio­ ses inm ortales y, antes que a ningún o tro , a Jú p iter O p tim o , que nos han dado u n príncipe com o el ( que siem pre deseábam os. Si pensam os cuerdam en' te, no' nechárem os fde m enos ni a A ureliano, ni a A lejandro, ni a los A n to n in o s, ni a T rajano, ni a Claudio. E n este príncipe sólo se encuentran reu ­ nidas todas las dotes: el conocim iento de la táctica m ilitar, una disposición clem ente, una vida irrep ro ­ chable, u n m odelo p ara aprender a gobernar y una prenda de todas las virtudes. R ealm ente ¿Q ué parte del m undo hay que P ro b o no haya-conocido con sus victorias? Testigos son los marrftaridás, que fue­ ron vencidos en tierras africanas; testigos son los francos, aniquilados en sus inaccesibles lagunas; testigos los germ anos y los alemanes, alejados más allá de las riberas del R in. P ero , además, para qué voy a hablar de los sárm atas, de los godos, de los partos, de los persas y de to d o el te rrito rio del P o n ­ to. E n todas las partes florecen los signos del valor de P robo. R esulta largo de enum erar la gran cantidad de reyes de naciones poderosas que ha pues­ to en fuga, la m u ltitu d de caudillos que m ató con su prop ia m ano y el arsenal de arm as que él m ism o capturó antes de acceder al im perio. Testigos son ,4as cartas que se conservan en nuestros m o n u m ef ! tfôitos públicos de cóm o le rindieron su agradeci­ m iento los em peradores que le precedieron. ¡O h dioses bondadosos! ¡cuántas veces fue galardonado con recom pensas m ilitares ! ¡cuántos elogios ha m e­ recido de sus soldados ! C u an d o era aún u n m ucha­ cho, recibió el trib u n ad o y , no m ucho después, el m ando de las legiones. Jú p ite r O p tim o M áxim o, Ju n o Regina y tú, M inerva, p ro tecto ra de las vir­ tudes; tú , C on co rd ia del m u n d o y tam bién tú, Vic­ toria Rom ana, conceded este favor al pueblo y al senado rom ano, concedédselo al ejército y conce-

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dédselo tam bién a n uestros aliados y a las naciones extranjeras: ¡que reine de la m ism a m anera que sirvio en el ejército! P o r tanto, padres concriptos, d e ­ creto para él con vuestro v o to unánim e el nom bre de em perador, el de C ésar y el de A ugusto; le o to r­ go, además, el p o d er p ro co n su lar, la consideración de Padre de la patria, el pontificad o m áxim o, el d e­ recho a presentar tres m ociones en el senado y la autoridad tribunicia». A l acabar, la asamblea excla­ m ó: «Todos asentim os, todos de acuerdo». 13 A sí/pues, tras aceptar este decreto del senado, m ediante u n segundo discurso a la asamblea p e r­ m itió a los senadores dictar sentencia en las apela­ ciones de los jueces superiores 10, n o m b rar p ro c ó n ­ sules, p ro p o n e r los legados consulares, otorgar a los gobernadores provinciales el derecho de los p re to ­ res y sancionar con decretos específicos del senado las leyes que dictara P robo. Inm ediatam ente después, castigó con diversos suplicios a los asesinos de A ureliano que aún q u e ­ dáis an con vida, ahora bien, actuó con ellos con más flexibilidad y m oderación que la que m ostró p ri­ m ero el ejército y después T ácito. A continuación castigó tam bién a aquéllos que conspiraron contra éste. P erdonó a los p artidarios de F loriano, p o rq u e creían que seguían al herm ano de su em perador, no a un tirano cualquiera. D espués asum ió el m ando de todos los ejércitos de E u ro p a que habían n o m ­ brado em perador a F loriano y luego le habían h e ­ cho asesinar. Tras realizar estos actos, se dirigió con un p o d eroso ejército a las provincias de las Galias, que se habían visto envueltas todas ellas en desórdenes, después de la m uerte de P o stu m o , y que habían

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10 El texto dice in excubiis. L as excubiae eran las guardias de día fren­ te a las uigiliae que eran las guardias de n o ch e. P ero tam bién se utiliza el térm in o para indicar, com o aquí, guardia en general, e incluso, guar­ nición.


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sido ocupadas p o r los germ anos al m o rir A urelia­ no. A llí entabló tantos com bates y los libró con tanto éxito, que los bárbaros le entregaron sesenta ciudades fam osísim as de todas las Galias y después todo el b o tín que poseían, p o r el que, sin tener en cuenta otras riquezas, eran ensalzados hasta confe­ rirlos celebridad. Y, cuando y a cam paban p o r sus repetos sin preocupación alguna p o r nuestras cos­ tas, e incluso p o r to d o el te rrito rio de las Galias, después de m atar casi a cuatrocientas m il personas que se habían aposentado en territo rio rom ano, hizo h u ir a los restantes h asta más allá del río N i­ cro y del Alba. A rreb ató a los bárbaros u n b o tín tan cuantioso com o el que ellos habían capturado a los rom anos. E m plazó en te rrito rio bárbaro di­ versos cam pam entos, situándolos frente a las ciu14 dades rom anas, y dejó tropas en ellos. Proveyó de tierras, almacenes, casas y víveres a todos los que ocupaban el o tro lado del R in y, p o r supuesto, a los que había apostado en las guardias. Y la lucha n o cesó en n ingún m o m en to , dándose la circuns­ tancia de que todos los días le llevaban cabezas de soldados bárbaros, entonces ya al precio de una m oneda de o ro cada una, hasta que nueve reyezue­ los de diversas tribus vinieron a verle y se arroja­ ron a sus pies. P rim ero, les exigió rehenes y al m om entó se los entregaron; después, les pidió trigo y, finalm ente, vacas y ovejas. D icen que les ordenó, u n tanto rigurosam ente, n o utilizar más sus armas y que deberían esperar a que los rom anos les de­ fendieran, en caso de que algún enemigo intentara castigarlos. Pero se vio que esta ord en no podía lievarse a efecto, a n o ser que se ensanchara la fro n ­ tera rom ana y se convirtiera toda la G erm ania en una única provincia. Sin em bargo, con el consentim iento de los p ro p io s reyes, P ro b o castigó espe­ cialmente a aquéllos que n o devolvieron fielm ente el botín que habían obten id o . Recibió, además, dieciseis mil reclutas que d istrib u y ó en su totalidad

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p o r las distintas provincias, in co rp o ran d o cincuen­ ta o sesenta de ellos en las distintas unidades y en­ tre los soldados que defendían las fronteras, pues decía que no había que lim itarse a ver cuándo el r o ­ m ano es ayudado p o r las tropas auxiliares b árb a­ ras, sino que había que sentirlo físicamente. 15 U na vez resueltos los problem as de las Galias, re ­ m itió esta carta al senado: «D oy gracias a los d io ­ ses inm ortales, padres conscriptos, p o rq u e ha q u e ^ dado confirm ada la opin ió n que teníais sobre m i . /*2 T odo el territo rio p o r el que se extienden los d o ­ m inios de G erm ania ha quedado som etido, de m odo que los nueve reyes efe sus diversas tribus se arrojaron p ostrándose en actitud suplicante a mis pies, o m ejor dicho, a los vuestros. E n estos m o ­ m entos, todos los bárbaros labran para vosotros, os sirven a vosotros y luchan c o n tra los pueblos más lejanos. P o r tanto, decretad acciones de gracias a los dioses. E n efecto, han sido abatidos cuarenta 3 m il enem igos, se nos h an entregado dieciseis mil hom bres arm ados, han sido rescatados de la cau ti­ vidad del enem igo setenta ciudades de gran fam a y todas las provincias de las G alias han conseguido la plena libertad. H e consagrado a vuestra ciernen- 4 cia, padres conscriptos, las coronas de o ro que me ofrecieron todas las ciudades de las Galias. O fre ­ cedlas con vuestras propias m anos a Jú p iter O p ti­ m o M áxim o y a los dem ás dioses y diosas in m o r­ tales. H em os recuperado to d o el botín e incluso he- 5 m os capturado otro m ay o r que el que se nos había arrebatado. Los cam pos de la Galia ya los están la- 6 brando bueyes bárbaros y las yuntas de los germ a­ nos, cautivos, ofrecen sus testudes a nuestros agri­ cultores; los rebaños de estos diversos pueblos p a ­ cen para alim entar a los n uestros, su ganado caba­ llar se fecunda para n u trir n u estra caballería y n u es­ tros graneros están repletos de trigo bárbaro. ¿Q ué más? A ellos les hem os dejado sólo el suelo, m ien ­ tras que noso tro s poseem os todas sus cosas. N o s 7


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habíam os p ro p u esto , padres conscriptos, nom b rar un nuevo tq è ^ ia d o r p ara G erm ania, p ero lo hem os aplazado hasta que se cum plan satisfactoriam ente vuestros votos. Pensam os, sin duda, que esta m e­ dida será útil cuando la divina providencia ayude con más pro fu sió n a n u estro s ejércitos». 16 D espués de esto se dirigió al Ilírico. Pero, antes de llegar allí, im puso u n a p az tan firm e a las p ro ­ vincias de Recia que elim inó toda sospecha de que pudiera surgir algún m otivo de terro r. D e rro tó de tal m anera en el Ilírico a los sárm atas y a otras tri­ bus, que casi sin lucha recuperó to d o lo que estos pueblos habían ro b ad o . D espués, contin u ó su itinerario p o r las Tracias y aceptó la sum isión o la am istad de todos los pueblos géticos, aterrados p o r la fam a de sus acciones y cautivados p o r la au to ri­ dad de su antiguo nom b re. H ech o esto, se dirigió a O rien te y en el cam ino, después de pren d er y con­ denar a m uerte a u n b an d id o poderosísim o llam a­ do Palfurio, libertó a to d a la Isauria, volviendo a im poner las leyes rom anas a sus pueblos y ciuda­ des. Se adentró, p o r la fuerza o u tilizando la diplomacia, en las zonas ocupadas p o r los bárbaros que viven entre los isauros y, después de haberlas pa­ teado, dijo: «Es más fácil m antener alejados de estos lugares a los ladrones que elim inarlos». A djudicó a los veteranos todas las zonas privadas que eran de difícil acceso, im poniéndoles la obligación de en­ viar a la milicia a sus hijos u n a vez cum plidos los dieciocho años, si eran varones, con el fin de que no aprendieran jamás a robar. 17 Finalm ente, tras haber im puesto la paz en todas las partes de Panfília y de las restantes provincias lim ítrofes a la Isauria, em prendió viaje a O riente. Subyugó tam bién a los blemias e hizo conducir a R om a a algunos de ellos com o prisioneros de guerra, los cuales exhibieron sus extraordinarias fi­ guras ante la estupefacción del p ueblo rom ano que los contem plaba. Som etió de nuevo a las leyes ro-

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manas a las ciudades de C o p ta y Ptolom aida tras haberlas arrancado de la servidum bre de los b árb a­ ros. T o d o ello le p ro p o rcio n ó u n prestigio tan grande que los p artos le enviaron legados confesando su tem o r y pidiéndole la paz, pero él los recibió con gran altanería y los despidió a su tierra con más tem or que antes. Se dice que rep u d ió los dones que el rey N arses le había enviado y que le escribió esta carta: «Me so rprende que tu m e hayas enviado tan escasos presentes de to d o lo que ha de ser nuestro bien p ro n to . M ientras tan to , quédate con todas esas riquezas que aún disfrutas. E n caso de que n o so ­ tros deseem os adquirirlas, ya sabem os cóm o ten e­ m os que apropiárnoslas». C u an d o recibió esta carta, N arses quedó p ro fu n d am en te aterrado, sobre todo p o rq u e se enteró de que P ro b o había liberta­ do a C o p ta y P tolom aida del p o d er de los blemias y de que había pasado a cuchillo hasta su exterm i­ nio a estos pueblos, que habían sido anteriorm ente el terro r de las dem ás tribus. 18 .M ig u e s , después de firm ar la paz con los p e r­ sas, volvió a las Tracias y estableció en territo rio r o ­ m ano a cien m il bastarnos que se m antuvieron siem pre fieles en su totalidad. P ero, habiendo trasladado igualm ente un gran n úm eo de colonos de otros pueblos, a saber, de los gipedos, grautungos, y vándulos, todos ellos ro m p iero n el juram ento de fidelidad a R om a y anduvieron errantes p o r tierra y p o r m ar por>casi to d o el orbe, m ientras Probo se hallaba distraidó luchando con los usurpadores, y causaron gran perjuicio al prestigio de Rom a. C o n to d o , P ro b o los d e rro tó en diversas ocasiones y co n victorias m u y variadas, de m o d o que sólo unos p o ­ cos lograron volver a casa vanagloriándose de naber escapado de las m anos del em perador. Estas fueron las hazañas que P ro b o llevó a cabo contra los bárbaros. Pero dom inó tam bién sublevaciones im portantes de algunos tiranos. E n efecto, venció a Saturnino,

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que había usurpado el p o d e r im perial en O riente, en distintos com bates y haciendo gala de su co n o ­ cido valor. D espués de esta victoria, la tranquilidad que reinó en O rien te fue tan grande, que, com o so­ lía decir la gente, nadie podía oir un ratón rebelde. D espués, cuando P róculo y B onoso se adueñaron del tro n o en C olonia, ciudad de la Galia, reclam an­ do para sí todas las provincias de Bretaña, de H is­ pania y de la Galia Bragada 11 les venció con la ayu­ da de los bárbaros. Pero, p ara que no pida más información sobre Saturnino, Próculo o Bonoso, los incluiré en un libro aparte, con el fin de narrar unos pocos detalles, com o cuadra a su personalidad y como la necesidad exige. U n hecho realmente conviene tener en cuenta, a saber, que cuando Próculo trató de exigir que tod o s los germ anos le presenta­ ran su auxilio, éstos prefirieran servir a P robo que ejercer el m ando con B onoso y Próculo. D espués dio perm iso a tod o s los habitantes de la Galia, de H ispania y de Bretaña para que plantaran vides y elaboraran vino. O rd e n ó que los soldados cavaran hoyas en el m onte A lm a, situado en la Iliria, en los alrededores de Sirmio, y lo plantó después él m is­ m o con vides escogidas. 19 O freció al pueblo de R om a espectáculos real­ m ente célebres pues se d istrib u y ero n tam bién con­ giarios. C elebró un triunfo sobre los germ anos y los blem ios, haciendo preceder a la p o m p a 12 triu n ­ fal cuerpos de tropas de todos estos pueblos de has­ ta cincuenta hom bres. O freció una soberbia cace­ ría en el circo perm itiendo que el pueblo se dispu­

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11 Es decir, la Galia bracata, n o m b re to m ad o de la pren d a de vestir llam ada braca (cf. A ureliano, η. 55). Es la actual N arb o n en se. 12 Se llam aba pom pa (del griego π ο μ π ή ) al cortejo fúnebre con el que se acom pañaba a u n m u erto y que estaba form an d o p o r tocadores de tibias, acom pañados de flautas y tro m p e ta s, p o rtad o res de antorchas, p lañideras o praeficae; p ero , com o aquí, se daba tam bién este nom bre a la p ro cesió n triunfal que acom pañaba a los generales en la celebración del triu n fo .


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tara la posesión de todos los despojos. El espectáculo se presentó de esta form a: los soldados arran­ caron a cuajo robu sto s árboles y los clavaron a bi­ gas entrecruzadas a lo largo y a lo ancho y después cubrieron este entram ado con tierra, de tal form a que todo el circo, p lantado com o un bosque, se cu ­ brió de follaje adquiriendo un extraño verdor. D espués, se soltaron p o r todos los accesos m il avestru­ ces, m il ciervos y m il jabalíes; a continuación, ga­ mos, cabras m ontesas, ovejas salvajes y otros ani­ males herbívoros, cuantos p udieron ser cazados o alim entados. Y, a renglón seguido, se dejó entrar a la gente del pueblo y cada cual cogió lo que quiso. O tro día hizo salir en u n a sola carrera en el anfi­ teatro a cien leones de largas crines, los cuales p a ­ recían em itir grandes truenos co n sus rugidos. Fueron todos ellos abatidos p o r la espada sin ofrecer un gran espectáculo al m o rir, pues sus embestidas ya no eran com o suelen ser las de las fieras cuando salen de las jaulas; adem ás, un b uen núm ero de ellos que no querían seguir la dirección pretendida fue­ ron m atados a flechazos. D espués, se representaro n al público cien leopardos de Libia y , a co n ti­ nuación, cien de Siria, cien leones y trescientos osos a la vez. A h o ra bien, se sabe que el espectáculo que pro p o rcio n aro n todas estas fieras no resultó agra­ dable, aunque sí grandioso. O freció además u n com bate de trescientas parejas de gladiadores, en el que lucharon la m ayor parte de blem ios que fue­ ron exhibidos en su entrada triunfal, u n gran n ú ­ m ero de germ anos y sárm atas y tam bién algunos la­ drones isaurios. 2 0 . A l acabar estos espectáculos, cuando se prepara­ ba a luchar contra los persas, sus soldados le q u i­ taron la vida m ediante una em boscada en el trans­ curso de u n a m archa que realizaba a través del Ilírico. Las causas de su m uerte fuero n éstas: en p ri­ m er lugar, n o haber p erm itid o que los soldados perm anecieran ociosos, y a que llevó a cabo m uchos

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de sus trabajos con m ano de o b ra m ilitar, alegando que el soldado no debía com er gratuitam ente los alim entos que se le prop o rcio n ab an . A éstas aña- 3 dió otra, la pron u n ciació n de esta frase, onerosa para ellos, si alguna vez se p o n ía en práctica, p ero saludable para la república: «Q ue en breve los sol­ dados y a no serían necesarios». ¿Q u é era lo que él 4 había concebido en su espíritu al decir esto? pero ¿acáso no había som etido él ya todas las naciones bárbaras y había conseguido que to d o el m undo fuera rom ano? «En breve tiem po», dijo, «no ten- 5 drem os soldados forzosos», lo que es lo m ism o que decir: p ro n to n o habrá n in g ú n soldado rom ano; después la república, segura, extenderá su dom inio p o r todas las partes y se adueñará de tod o , ningún 6 lugar del m u n d o fabricará arm as, ni sum inistrará vi­ tuallas para el ejército, los bueyes serán retenidos p o r el arado, el caballo nacerá para que se le utilice pacíficam ente, no habrá g uerra alguna, ni existirán prisioneros, p o r todas las partes se im p o n d rán las leyes rom anas y juzgarán nuestros jueces. 21 M ovido p o r el am or hacia este em perador ex­ traordinario, he ido más lejos de lo que dem anda u n estilo prosaico. P o r ello, v oy a añadir solam en­ te el hecho que apresuró, m ás que ningún o tro , la m uerte fatal de tan eximio varón. E n erecto, cuan- 2 do llegó a Sirm io con el p ro y ecto de ensanchar y hacer m ás fértil el suelo de su patria, destinó sim ul­ táneam ente a m uchos m illares de soldados a dese­ car un pantano, o rd en an d o que co nstruyeran una fosa gigantesca p ara utilizarla desviando sus cana­ les al Savo, con el fin de sanear aquellos terrenos que de ese m o d o p o d rían ser aprovechados p o r los siemienses. P ero los soldados, soliviantados p o r 3 ello, le dieron m uerte en el q u in to año de su rei­ nado, en el m om ento en que tratab a de h u ir a una torre guarnecida con h ierro , que había ordenado construir a gran altura para utilizarla com o atalaya. N o obstante, todos los soldados, de com ún acuer- 4


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do, le erigieron poco después u n sepulcro, tras le­ vantar un gran terraplén para ello, e hicieron co lo ­ car una inscripción grabada en m árm ol que decía: «A quí yace el em perador P ro b o , que es verdadera­ m ente p ro b o , vencedor de tod o s los pueblos b á r­ baros, vencedor tam bién de los tiranos». 22 A l tratar de com parar al em perador P robo con los demás em peradores me d o y cuenta de que este hom bre, o fue igual que casi to d o s los generales r o ­ m anos que fueron en unos casos valientes, en otros prudentes y en otros dignos de adm iración, o, si no lo contradice una violenta antipatía, m ejor que ellos. E n efecto, d u ran te el quinquenio que ejerció 2 el p o d e r im perial llevó a cabo p o r to d o el orbe de la tierra tantas guerras, dirigiéndolas personalm en­ te, que causa adm iración cóm o p u d o afrontar ta n ­ tas batallas. Realizó m uchas proezas con su p ro p ia 3 m ano e in stru y ó a fam osísim os generales, pues se form aro n con sus enseñanzas C aro, D iocleciano, C onstan tin o , A sclepiodoto 13, A nibaliano, L eóni­ des, C ecropio, Pisoniano, H eren ian o , G audioso, LJrsiniano y otros a los que nuestros padres adm i­ raron y de entre los cuales algunos fueron buenos em peradores. A quien le plazca, que com pare aho- 4 ra con su reinado los veinte años que gobernaron T rajano y A driano, que com pare los años, casi igual en núm ero del reinado de los A n toninos. Y ¿qué voy a decir de A ugusto, cuando es casi im posible sobrevivir los años de su gobierno? Respecto a los príncipes m alos, guardo silencio. Las mismas p ala­ bras de P ro b o indican bien claram ente lo que él es­ peraba haber podido realizar, puesto que afirm aba que p ro n to d o s soldados no serían necesarios. 23 Pero, consciente de sí m ism o, no tem ió ni a los bárbaros ni a los tiranos. E n fin, ¿cuánta felicidad 2 13 E x cep to los em peradores, Ju lio A sclep io d o to y A franio A nibalia­ n o , cónsules del año 292, y H eren ian o (tal vez V erconio H eren ian o m en cio n ad o en A ureliano, 44, 2 (los dem ás son desconocidos).


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hubiera brillado p ara eJ im perio, si n o hubiera ha­ bido soldados durante su gobierno? N in g ú n habi­ tante de las provincias tendría que trib u tar para el avituallam iento, no se pagaría ninguna soldada ex­ trayéndola de los donativos públicos, la república rom ana dispondría de tesoros inagotables, el em pe­ rad o r no realizaría ningún gasto y los propietarios no pagarían im puesto alguno: ciertam ente, P ro b o prom etía un siglo de oro. N o habría en adelante 3 cam pam entos, en ninguna parte se oiría el clarín de guerra, no se fabricarían ya arm as, este pueblo de guerreros, que ahora tra sto rn a la república con guerras civiles, se dedicaría a labrar la tierra, se en­ tregaría al estudio, se instru iría en las artes y se ejer­ citaría en la navegación. A ñade a to d o ello que na­ die m oriría ya en la guerra. ¡O h dioses b o ndado- 4 sos! ¿qué ofensa tan grande ha com etido c o n tra vo­ sotros la república rom ana a la que habçis^a?rebatado tan gran em perador? V áyanse los que p repa- 5 ran a los soldados para las guerras civiles, los que desean arm ar las diestras de sus herm anos para que den m uerte a sus herm anos, exhortar a los hijos a que hieran a sus padres y negar a P ro b o la divini­ dad, siendo así que nuestros hijos em peradores ju z­ garon p ru dentem ente que debía ser inm ortalizada con im ágenes, h o n rad a con tem plos y glorificada con la celebración de juegos circenses. 24 Los descendientes de P ro b o , im pulsados p o r el odio o p o r tem o r a la envidia, h u y ero n de R om a y establecieron sus lares en Italia cerca de V erona, ju nto a los lagos de Benaco y Lario. C iertam ente, 2 no he podido pasar p o r alto esto: que, cuándo la estatua de P ro b o em plazada en u n lugar de V erona se vio afectada p o r el im pacto de u n rayo de m a­ nera que la pretexta que cubría el cuerpo cam bió de color, los arúspices vaticinaron que los descen­ dientes de su familia alcanzarían tanta fama que to ­ dos llegarían a desem peñar los más altos cargos. 3 Pero, en realidad, noso tro s no hem os conocido a


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ninguno de ellos, aunque su descendencia parece disfrutar de la eternidad y no tener u n límite. El senado acogió la m uerte de P robo con gran pesadum bre, igual que el pueblo. Y cuando llegó la noticia de que había asum ido el p o d er im perial C aro, ho m b re bondadoso p ero de costum bres m u y diferentes de las de P ro b o p o r la influencia de su hijo C arino, que había llevado siem pre una vida m uy degenerada, tan to el p ueblo com o el senado se llenaron de h o rro r. E n efecto, tod o s tem ían a u n príncipe tan siniestro, p ero aún más a su perverso heredero. E sto es lo que conocem os sobre P ro b o , o lo que hem os considerado digno de m ención. A hora n ablarem os de F irm o, S aturnino, B onoso y Próculo, en otro libro que será breve. E n efecto, n o era a p ro ­ piado m ezclar la vida de estos cuatro tiranos con la de un príncipe bueno. D espués, en caso de que m e uede aún vida, com enzaré a redactar la biografía e C aro ju n to con la de sus hijos.

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F IR M O , S A T U R N IN O , P R Ó C U L O Y BONOSO

(Flavio V opisco Siracusano).

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Sé que la m ay o r parte de los escritores no han ha­ blado de los u surpadores de escasa im portancia o no los han m encionado sino de pasada. P o r ejem­ plo, Suetonio T ranquilo, escritor veracísim o y de gran im parcialidad, om itió las biografías de A n to ­ nio y de V índex x, lim itándose a hacer una referen­ cia rápida de ellos, y M ario M áxim o incluyó a A vi­ dio en la época de M arco y A lbino y N ig ro en la época de Severo, no en las bografías dedicadas a ellos, sino en las de otros príncipes. Y en cuanto a Suetonio, no nos parece extraño, pues le fue con­ natural am ar la concisión. P ero, ¿qué decir de M a­ rio M áxim o, el más locuaz de todos los hom bres, que se enredó en la com posición de obras fabulo­ sas? ¿descendió acaso a tanta exactitud y detalle? P o r el contrario, T rebelio P olión fue de una escru­ pulosidad y diligencia tal a la h o ra de editar las bio­ grafías de los buenos y de los m alos em peradores, que incluyó en un solo libro, brevem ente, los trein­ ta usurpadores que h u b o en tiem pos de Valeriano y de G alieno y de los príncipes no m ucho anterio­ res o posteriores a ellos. P o r ello tam bién nosotros, a pesar de la prem u ra con que actuam os, hem os o b ­ servado una gran diligencia para no guardar silen-

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1 V index fue u n g o b ern ad o r de la G alia N arb o n e n se que se rebeló co n tra N e ró n en el año 68 d. de C . P ara L. S aturnino A n to n io , cf. Pescenio N igro, 9, n. 7.


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cío sobre Saturnino, B onoso, P róculo y Firm o que vivieron bajo A ureliano, una vez expuestas ya las vidas de A ureliano, T ácito, F lorian o e incluso la del magnífico y extraordinario em perador P ro b o , au n ­ que aún tengam os que escribir la de C aro , C arino y N um eriano. 2 Bien sabes, Baso m ío 2, la violenta discusión que tuvim os hace poco con M arco F o n tey o , hom bre apasionado p o r los cuentos, pues decía que Firm o, que había ocupado E gipto en tiem po de A urelia­ no, había sido un ladro n zu elo , no u n príncipe, mientras que, al contrario, Rufio Celso, Ceyonio Ju ­ liano, Fabio Sosiano y y o nos oponíam os a ello d e­ fendiendo que no sólo había vestido la pú rp u ra, sino que además había recibido el título de A ugus­ to en las m onedas que había acuñado, com o lo d e­ m uestra el hecho de que Severo A contio m ostró tam bién algunas m onedas suyas y p ro b ó m ediante el testim onio de libros griegos y egipcios que en sus edictos se llam aba a sí m ism o a u tó c ra ta 3. P ero, 2 en realidad, la única ra z ó n que alegó F on tey o cuan­ do nos contradecía fue, según él, que A ureliano, en un edicto que h izo público, no escribió que él h a ­ bía m atado a u n tirano, sino que él había alejado a cierto bandolero de la república, com o si fuera u n a h o n ra que u n príncipe de tanta n om bradla diera el nom bre de u su rp ad o r a u n h o m b re desconocido o que los grandes em peradores n o hubieran dado siem pre el no m b re de ladrones a todos aquéllos que llegaron a m atar para conseguir la p ú rp u ra. Yo m is- 3 m o, en la vida de A ureliano, antes de conocer m ás detalles sobre Firm o, n o le consideré com o uno de los p u rp u rad o s, sino com o un lad ró n cualquiera; y he hecho esta salvedad para que nadie piense que 2 E ste y los perso n ajes que siguen son desconocidos. 3 V opisco utiliza el térm in o griego que indica el títu lo que en G re ­ cia se confería al em p erad o r p o r co n sid erar q u e éste tenía poderes ab so ­ lutos.


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m e he olvidado de lo que y o m ism o he dicho. Pero 4 pasem os ya a la vida efe F irm o , para n o m ultiplicar las noticias en u n libro que p ro m etí que sería m uy breve. 3 La patria de F irm o fue Seleucia, aunque la m a­ y o r parte de los escritores griegos le atribuyen otra, p orque desconocen que p o r entonces h u b o tres F ir­ m os, de los cuales u n o fue prefecto de E gipto, o tro , jefe de las fronteras de A frica y tam bién p ro c ó n ­ sul, y el tercero, el cóm plice y am igo de Z enobia que, im pulsado p o r el entusiasm o que caracteriza a los egipcios, se apoderó de la ciudad de A lejandría, y al que A ureliano d erro tó con el éxito que solía acom pañar a su coraje. C o rrían m uchos rum ores 2 sobre sus riquezas. E n efecto, se dice que había am ueblado su casa poij?rándola de espejos cuadra­ dos fijados con asfalto ÿ o tro s p reparados, y que te­ nía una cantidad tan grande de libros, que com en­ taba m uchas veces en público que p o d ía alim entar un ejército con cola y pergam ino. M antuvo u n a so- 3 lidísim a alianza con los blem ios y con los sarrace­ nos. E nvió tam bién frecuentem ente naves a las In ­ dias para com erciar. Se dice tam bién que poseía dos 4 colmillos de elefante de diez pies de largos, con los que A ureliano había decidido, añadiendo otros dos colmillos más, hacer un sitial en el que se pudiera aposentar una estatua de Jú p ite r tallada en oro , ta­ chonada de piedras preciosas y vestida con una p re­ texta especial, para exponerlo a la veneración en el tem plo del Sol y al que,· tras consultar las suertes de los A peninos 4, había decidido que le dieran el nom bre de Jú p iter C ó n su l o C onsejero. Pero, poco 5 después, C arino regaló estos m ism os colm illos a una m ujer que, según cuentan, se hizo u n lecho con ellos. Su nom bre m e lo callo, no solam ente p o rq u e

4 C f. A leja n d ro Severo, 6,6 y C laudio, 10,4. P ara el sentido d'el té r­ m in o «suertes», cf. A d ria n o , 2,8, n. 12.


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se conoce aún actualm ente, sino p o rq u e no a p ro ­ vechará nada saberlo a las generaciones futuras. D e 6 este m o d o este regalo de la In d ia ofrendado en un principio a Jú p iter O p tim o M áxim o, se convirtió, según parece, p o r decisión de este príncipe tan m al­ vado, en precio e in stru m en to de lujuria. 4 Firm o fue de gran estatura, de ojos desorbitados, de cabellos rizado. T enía la frente cubierta de cica­ trices, el ro stro un tan to o scu ro ,,eh resto del cu er­ p o blanco, p ero belludo e h n 'tu so / de tal m anera que la m ayoría de las personas le llam aban C íclo­ pe 5. Se alim entaba a base de grandes cantidades de 2 carne y cuentan que se com ió u n a avestruz en u n día. Bebía p oco vino, p ero m uchísim a agua. Tenía una extraordinaria firm eza de carácter y una m u s­ culatura tan fuerte, que aventajaba en este aspecto a T ritano 6, de quien hace m ención V arrón. Efec- 3 tivam ente, llegó a aguantar un y u n q u e colocado so­ bre su pecho, m ientras otros lo golpeaban sin ce­ sar, m anteniéndose suspendido sobre sus m anos e inclinado hacia atrás fo rm an d o Un arco. Adem ás, cuando los generales de A ureliano querían p ro b ar­ le, no dudó en com petir con ellos a ver quién b e­ bía más. Pues bien, u n día que le provocó a beber 4 un borracho fam osísim o llam ado B ú rb u ro , que ser­ vía en una unidad de vexilarios, se trincó dos cu ­ bos de vino p u ro , p ero se m antuvo sereno después durante to d o el banquete; y cuando B úrburo le dijo: «Por qué no te has bebido las heces», él le co n ­ testó: «N ecio, la tierra no se bebe». Pero me estoy entreteniendo en nim iedades, siendo así que se d e­ ben n arrar los hechos de m ay o r im portancia. 5 A sypues, F irm o se apoderó del im perio contra

5 L os cíclopes eran seres m itológicos herm an o s de los T itanes, de gran corpulencia, belludos y de u n solo o jo en la frente. R ealizaron grandes azañas. 6 N o m b re de u n soldado de P o m p ey o , cuyas p ro ezas describe P li­ nio, N a t H ist., V II,81.


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A ureliano para defender las regiones que aún p er­ m anecían bajo el p o d e r de Z enobia. P ero fue d e rro ­ tado p o r aquél cuando volvía de Tracia. M uchos di- 2 cen que se quitó la vida ahorcándose; pero A urelia­ n o da a entender o tra cosa d istinta en sus edictos. E n efecto, después de h ab er alcanzado la victoria sobre él, o rdenó que se expusiera públicam ente en R om a este edicto: «A ureliano A ugusto saluda al 3 pueblo rom ano, que le am a sobrem anera. D espués de haber pacificado todas las regiones del m undo y los pueblos que las habitan, p ara n o en trar en más detalles, hem os puesto en fuga, asediado, enviado a la to rtu ra y dado m uerte tam bién a F irm o, ese la­ dró n egipcio que se em bravecía sacando p artid o de los tum ultos ae los bárbaros y congregaba a los ú l­ tim os seguidores de u a a y n u je r desvergonzada. Ya 4 no hay nada que p ó d a ij/te m e r, ciudadanos ro m a­ nos, hijos de R óm ulo. L a con trib u ció n que ap o r­ taba E gipto, y que había interceptado ese m alvado ladrón, volverá a llegar a R o m a íntegra. M antened 5 la concordia con el senado, la am istad con el orden ecuestre y la buena disposición de siem pre con los pretorianos. Yo conseguiré que n o exista ninguna preocupación en R om a. E ntregáos a los juegos, en- 6 tregaos a las com peticiones del circo. Q u e a n o so ­ tros nos m antengan ocupados las necesidades p ú ­ blicas; que a vosotros, en cam bio, os tengan absorvidos las diversiones. P o r ello, venerabilísim os ciu­ dadanos», etc. 6 Tú debes saber que son éstos los hechos que yo conozco sobre F irm o ; m e refiero a los que son dig­ nos de m ención. P o rq u e, si tú deseas conocer aque- 2 lias otras noticias que escribió sobre él más p o rm enorizadam ente A urelio F estivo, liberto de A urelia­ no, deberás leer su obra, sobre to d o aquellos pasa­ jes en los que cuenta que F irm o nadaba entre co­ codrilos, tras em badurnarse con grasa de estos ani­ males, que había guiado elefantes y m on tad o sobre hipopótam os y que se había hecho arrastrar senta­


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do sobre grandes avestruces, haciendo que volaba. Pero ¿qué utilidad tiene saber to d o esto? Tam bién Livio y Salustio silenciaron los detalles sin im p o r­ tancia de aquellos personajes sobre los que escri­ bieron. E n efecto, no sabem os cóm o eran los m ulos que tenía C lodio 7 o las m uías que tenía M ilón , o si era etrusco o sardo el caballo que cabal­ gó C atilina o de qué clase era la clámide que usaba . Pom peyo, si era de p ú rp u ra o no. P o r tanto, acabem os la vida de Firm o e iniciem os la de Saturnino que, enfrentándose a P ro b o , reivindicó para sí el im perio en la región oriental. 7 Saturnino fue galo de nacim iento, de una raza de hom bres turbulentísim a y que estaba siem pre ávi­ da o de n o m b rar a un nuevo p ríncipe o de consti­ tuir un im perio. A ureliano le eligió entre los restantes generales para confiarle el m ando de la fro n ­ tera oriental, p o rq u e le creía realm ente el hom bre más prestigioso, ordenándole co n gran sensatez que no visitara nunca E gipto. E fectivam ente, este h o m bre tan sagaz pensaba, p o r lo que se ve, en el ca­ rácter de los galos, tem iendo que, si Saturnino v i­ sitaba aquel violentísism o país, se dejaría arrastrar, com o consecuencia tam bién de la am istad con sus habitantes, a donde su p ropia inclinación le im pul­ saba. Porque los egipcios son, com o tu sabes, p re suntuosos, irritables, jactanciosos, injustos y tan casquivanos, lincenciosos y ávidos de novedades que llegan a celebrarlas en canciones populares, v er­ sificadores, epigram áticos, astrólogos, arúspices y m édicos. E n tre ellos viven cristianos, sam aritanos y otras personas que censuran siem pre con extre-

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7 P. C lo d io P u lcro m u erto en el 52 a. de C ., trib u n o de la plebe en el año 52, p ara p asar a la cual m odificó la o rto g rafía de su p ro p io n o m ­ bre (C laudius C lodius). H iz o d esterrar a C ice ró n acusándole de haber co n d en ad o ilegalm ente a C atilina y m u rió asesinado en el año 52 po r M iló n , cf. n. siguiente. 8 T. A n io M ilón, aristó crata enem igo de C lo d io , a quien defendió C i­ ceró n del asesinato de C lo d io co n su fam oso discurso Pro M ilone. 9 C f. A d ria n o , 16,1.


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m a libertad los tiem pos presentes. Y, p ara que n ingún egipcio se irrite co n tra m í y piense que lo que ne escrito es invención m ía, expondré u n a carta de A driano, sacada de los libros de su lib erto Flegonte 9, que describe perfectam ente las costum bres de los egipcios. 8 «A driano A ugusto al cónsul Serviano, salud. Bien se, queridísim o Serviano, que E gipto, al que tu m e alabas, es u n país com pletam ente frívolo, in ­ seguro y que vuela de acá p ara allá, según los dis­ tintos im pulsos de la fama. Allí, los que h o n ran a Serapis son cristianos, y están consagrados a este dios los que se llam an obispos de C risto ; allí no hay ningún jefe de la sinagoga de los judíos, n in ­ gún sam aritano, n ingún prebístero de los cristianos que no sea astrólogo o arúspice o curandero 10. E l m ism o patriarca, cuando llega a E gipto, es obliga­ do p o r unos a adorar a Serapis y p o r o tro s a ado­ rar a C risto. Es u n a raza de hom bres m uy levantisca, m u y frívola y p ro p en sa a la injuria; su capital es próspera, rica, fecunda y en ella nadie puede vivir ocioso. U n o s soplan el vidrio, o tro s confeccionan el papel, todos en realidad son tejedores de lino y, según parece, poseen cualquier o tra habilidad; los cojos tienen una tarea específica, los eunucos y los ciegos tam bién, y ni siquiera los que padecen la gota en las m anos se hallan entre ellos ociosos. Su único dios es el dinero. A éste adoran los cristianos, los judíos y todos, incluso los gentiles. O jalá las cos­ tum bres fueran m ejores en esta ciudad que p o r su riqueza y p o r su m agnificencia m erece ser la capital de to d o el E gipto. Yo la he hecho to d o tipo de concesiones, la he devuelto sus antiguos privilegios y

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10 E n latín aliptes o alipta (del griego ά λ ε ίπ τ η ς), p erso n a qu e u ngía y fro tab a a los atletas con aceite y o tro s u n g ü en to s antes y después de la lucha en la p alestra, p o r la ^ u a L se le exigía te n e r con o cim ien to de anatom ía y m edicina. N o se (ajíbí co n fu n d ir co n el unctor, esclavo q u e h abía en los baños p ara secar Y -ungir a los bañistas (cf. Séneca, Ep., 56).


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Ja he concedido otros n u evos, de tal m anera que, cuando estuve allí, me d ieron las gracias. Pero, tan p ro n to com o salí del país, lanzaron contra mi hijo Vero m últiples im properios e hicieron correr sobre A ntinó o diversos rum ores, que creo que tu cono­ ces. Yo no les deseo más que se com an sus propios pollos, a los que crían de una form a que da v er­ güenza decirlo. Te he enviado unas copas tornasoladas de distinto color, que me ofreció a mí el sa­ cerdote del tem plo y que yo he dedicado de una m anera especial a mi herm ana y á ítiP ’M i deseo es ue tú las utilices en los convites que ofrezcas los ías de fiesta. Sin em bargo, procu ra que nuestro A fricano 11 no las use a su capricho». 9 P o r tanto, com o pensaba así sobre los egipcios, A ureliano había dado la orden a Saturnino, y sin duda con inteligencia divina, de que n o visitara Egipto. En efecto, tan p ro n to com o los egipcios vieron que u n a altísim a dignidad llegaba a su tierra exclam aron: «Saturnino A ug u sto , que los dioses te protejan». Pero com o él era — n o se puede negar— , u n hom bre p rudente, en seguida se m archó de A le­ jandría y volvió a Palestina. N o obstante, com o h abía com enzado a sospechar que allí no estaría se­ guro si vivía com o u n ciudadano particular, se cu ­ brió con un m an to de p ú rp u ra arrebatado a una es­ tatua de Venus y con la toga ciclada 12 de su espo­ sa en presencia de los soldados que le rodeaban y al p u n to recibió su adoración. O í a m i abuelo decir m uchas veces que él estuvo presente en el m om en­ to en que Saturnino era adorado. «Lloraba», decía mi abuelo, «y decía»: «la república ha perdido u n ciudadano indispensable, si se m e perm ite hablar sin arrogancia. Y o he reorganizado, realm ente, las G a­ lias, yo he devuelto A frica que estaba en poder de

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11 U n so b rin o de A d rian o del q u e se d esconocen sus datos biográfi­ cos. 12 D el griego κ υ κ λ ά ς: toga red o n d a y larga.


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los m oros, y o he pacificado las provincias de H is­ pania. pero , ¿de qué m e sirve? pues to d o ello ha re­ sultado inútil, en cuanto he aspirado al trono». 10 Y, com o aquéllos que le habían revestido con la p ú rp u ra le anim aban a que defendiera su vida o a que^e^m antuviera en ^el tro n o , él les habló así: «N o sábeis^amigos, que^desgracia es ser em perador. Se 2 ciernen sobre nuestras cabezas espadas que penden de un hilo y p o r todas partes te apuntan lanzas y dardos. Se tem e a los guardianes p ro p io s y la p ro ­ pia escolta causa tem or. N o se com e con placer, ni se viaja con voluntad, n i se pelea p o r p ro p ia deci­ sión, ni se utilizan las arm as p o r gusto. Suma a es- 3 tas desventajas que, cuando se es em perador, cual­ quier edad está expuesta a la censura: si es uno an­ ciano, le consideran in ep to ; en cam bio, si es joven, dicen que se abrasa de entusiasm o. E ntonces ¿por qué afirm o r a s q u e P ro b o es am ado p o r todos? C uando des¡eáWque y o trate de im itarle a él, a quien cedo gustoso el p uesto y de quien y o deseo ser su general, m e a rrastfáÍ| a la fatalidad de la m uerte. Pero tengo u n consuelo p ara m i m uerte: que no p o ­ dré perecer solo». M arco Salvidieno dice que es ver- 4 dad que este discurso es de S aturnino, y no hay duda de que él fue m u y erudito, pues había sido discípulo de u n retórico en A frica y había frecuen­ tado las pérgolas 13 d o n d e enseñaban los m aestros en Rom a. 11 Pues bien, p ara no ser m ás p rolijo, he de decir algo que afecta de una m anera especial a Saturni­ no : que algunos se equivocan al identificarle con aquel Saturnino que se apoderó del tro n o im perial en época de G alieno, pues éste es o tro hom b re to ­ talm ente distinto, que fue asesinado sin que P ro b o apenas opusiera resistencia. Sin em bargo, se dice 2 que P ro b o le escribió varias cartas en las que se

13 G alerías en las q u e se h ab ilitab an las escuelas.


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m ostraba clem ente con él y que le pro m etió el p e r­ dón, pero que los soldados que habían estado con él no se lo creyeron. Finalm ente, tras haber sido sitiado en u n fuerte, fue asesinado p o r los soldados que había enviado P ro b o , contraviniendo su volun­ tad. R esulta pesado exponer los detalles insustanciales, u n o p o r u n o , e im p o rtu n o decir cuál fue su es­ tatura, su constitución corporal, su atractivo y qué es lo que com ía y bebía. Sean o tro s los que relaten estos p orm enores que n o tienen casi ninguna utili­ dad para p ro p o n erlo s com o ejem plo. N o so tro s re ­ tom em os el hilo de aquello que aún nos queda p o r exponer. 12 La patria de Próculo fue A lbingauno 14, ciudad situada en los Alpes que lindan con el litoral. E ra de familia noble, aunque sus antepasados se dedi­ caban al pillaje y, p o r este m otivo, era bastante rico en ganados y esclavos y en o tros bienes que él m is­ m o había robado. Se dice, en fin, que arm ó dos m il esclavos suyos en la época en que se apoderó del im perio. Su esposa, que le im pulsó a semejante l o ^ cura, era una m ujeÇ dq carácter varonil, llam^cfot^ Samso, nom b re que ljfjihpusieron más tarde en s u s ­ titución del antiguo de V itúriga. Su hijo era H ereniano, al que, si hubiera llegado a cum plir los cin­ co años, le habría enriquecido, com o él decía, con el im perio. U n hom bre, lo cual n o se puede negar... y m uy valiente, que estaba habituado a tom ar p a r­ te en actos de piratería y que, no obstante, vivió en­ tregado a las armas. E n efecto, estuvo al frente de m uchas legiones com o trib u n o y realizó actos h e­ roicos. Y, puesto que los actos insignificantes son tam bién agradables y ofrecen cierto encanto cuan­ do se leen, no hay que silenciar u n hecho del que se gloría él personalm ente en una carta suya que yo

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14 L a m o d ern a A lb en g a a 50 m illas aproxim adam ente al Suroeste de G én o v a.


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prefiero incluir aquí, en lugar de hablar extensa­ m ente sobre ella. «Próculo a su pariente M eciano, 7 salud. H e capturado a los sárm atas cien vírgenes. H e desflorado a diez en una sola noche, p ero a to ­ das ellas las hice m ujeres en el plazo de quince días, pues ten íap o ten cia sexual para ello»».— C om o ves, 8 se gloría cíe una acción to rp e y bastante lasciva y cree que se le incluirá entre los hom bres fuertes, si se encallece m ultiplicando los crímenes. 13 Este hom bre, aún cuando después de haber co n ­ seguido los honores m ilitares se conducía de form a obscena y desenfrenada, p ero con valentía, a ins­ tancias de los lionenses que se consideraban grave­ m ente hum illados p o r A ureliano y que tem ían intensísim am ente a P ro b o , fue proclam ado em pera­ d o r en una especie de chanza o de juego que re­ cuerda O nésim o 15, p ero que n o he encontrado en ningún o tro autor. E n efecto, u n día que jugaba al 2 juego de los ladrones 16 en u n banquete y le tocó p o r diez veces consecutivas hacer de em perador, un bufón que era bastante conocido le dijo: «Yo te saludo, A ugusto» y to m an d o u n p año de lana de color de p ú rp u ra le cubrió los hom b ro s y le adoró; a p a rtir ae aquel m om ento, los cóm plices del acto em pezaron a tem er y consiguientem ente trataron de seducir al ejército y de obtener el trono para P ró ­ culo. N o obstante, P ró cu lo les fue m uy ú til a los 3 galos, p o rq u e d erro tó , n o sin alcanzar un gran pres­ tigio, a los alam anos que aún se llam aban germ a­ nos, a p esar de que luchó siem pre con la estrategia de u n bandolero. Pero P ro b o le d erro tó y le quitó 4 la vida tras hacerle h u ir hasta las tierras más lejanas, y cuando se disponía a p e d ir ayuda a los francos, de los que él decía que derivaba su origen, fueron 15 A u to r de u n a vid a de P ro b o , según 14,4 y C aro, 4,2. 16 Se trata del ludus la trunculorum al que se jugaba sobre u n a p la n ­ cha llam ada Tabula latruncularia, q u e tenía cierto parecido con n u es­ tro juego de dam as.


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los m ism os francos los que le traicionaron, pues en ellos es un hábito ro m p e r el juram ento de fidelidad con la sonrisa entre los labios. Sus descendientes vi- 5 ven todavía h o y con los albigaunos y suelen decir en brom as que a ellos no les gusta ser ni em pera­ dores ni ladrones. Estas son las cosas dignas de m ención que re- 6 cuerdo haber llegado a saber sobre Próculo. P ase­ mos a B onoso, sobre quien he redactado m uchas m enos noticias aún. 14 B onoso fue descendiente-de u n a fam ilia hispana, britano de origen, aunque sg'inadre era gala, e hijo, com o él m ism o decía, de u n p ro feso r de retórica, o com o yo he descubierto p o r o tro s autores, de u n profesor de literatura. P erdió a su padre cuando era aún un niño, habiendo sido educado después p o r su m adre, que era m u y enérgica, ya n o aprendió nada de literatura. Sirvió p rim ero en el ejército 2 com o soldado en u n a legión, después entre los ca­ balleros; a continuación ostentó el grado de centu­ rión, desem peñó distintos trib u n ad o s, fue jefe de la frontera de Recia y bebía m ás que ningún o tro hom bre. A ureliano decía m uchas veces de él: «H a 3 nacido p ara beber, no para vivir» 17. C o n todo, le m antuvo en su estim a d urante m ucho tiem po p o r el servicio que le prestaba. E n efecto, si alguna v ez 4 llegaban bárbaros desde cualquier parte ael m u n ­ do, se les invitaba a beber, para em briagarlos y adu irir inform ación de to d o s sus planes, valiéndose el vino para ello. Pero él, p o r m ucho que bebiera, se m antenía sereno y despejado y , según dice O n ésim o, au to r de la vida de P ro b o , se m ostraba más sagaz cuando había bebido. T en ía adem ás la ven- 5 taja adm irable de que m eaba cuanto bebía y de que nunca su pecho, su vientre o su vejiga sintieran m a­ lestar. 15 Este m ism o hom bre, com o en cierta ocasión los

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17 Ju eg o de p alab ras: uiuere «vivir» bibere «beber».


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germ anos incendiaron unas naves de crucero que tenían los rom anos en el R in, ante el tem o r de que tendría que sufrir algunas penas p o r ello, se apoderó del tro n o y lo conservó en su p o d e r más tiem po de lo que merecía. A l fin, después de haber 2 sido derrotado p o r P ro b o tras una d u ra y larga ba­ talla, puso fin a su vida con u n lazo, p o r lo que se difundió u n chascarrillo que decía que lo que col­ gaba era una anáfora, n o u n hom bre. D ejó dos hijos, a los que P ro b o o to rg ó el per- 3 dón, m anteniendo tam bién en su aprecio a la espo­ sa de aquél, a la que concedió una pensión hasta su m uerte. Se dice, en efecto, com o tam bién decía m i 4 abuelo, que ésta fue u n a m u jer de una ejem plaridad singular y de fam ilia noble, aunque de raza gala. A ureliano se la había concedido a B onoso com o esposa, p ara conocer p o r él todos los p ro ­ yectos de los galos, pues era una doncella de estir­ pe real. Se conserva una carta escrita al legado de 5 las Tracias sobre esta b oda y sobre los regalos que A ureliano o rd en ó que con m otivo de ella se le die­ ran al general B onoso, carta que he incluido aquí: 6 «A ureliano A ugusto a G alonio A vito, salud. T e he dado las órdenes o p o rtu n as, en u n a carta anterior, para que distribuyas en P erin to a las jovenes de la aristocracia goda y he decretado p ara ellas determ i­ nadas asignaciones, n o p ara u n a a u n a p o r separa­ do, sino para que com an sim ultáneam ente en gru­ pos de siete, pues si la reciben u n a a una, resulta insuficiente y el E stado gasta excesivam ente. Sin 7 em bargo, puesto que he aeterm ian d o que H u n ila sea entregada en m atrim o n io a B onoso, le darás a él tam bién, de acuerdo con el breve d ocum ento que adjunto, to d o lo que he prescrito y harás celebrar sus bodas con dinero p ro ced en te del E stado». Esta era la lista de regalos: dos túnicas palióla- 8 das 18 de color de jacinto y al cincuenta p o r ciento 18 La túnica paliolada (túnica palliolata) era u n a p ren d a q u e re u n ía


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de seda, una túnica en la m ism a p ro p o rció n de seda con bandas de oro y de una libra ae peso, dos tú ­ nicas interiores con dos bandas de color y otras co ­ sas que cuadran a una m ujer casada. A él m ism o le darás cien Filipeos de o;ro, m il A ntoninianos de p la­ ta y diez m il s e s t e r ^ b ^ de cobre». // 3' N·, Éstas son las cosás"que yo recuerdo haber leído 9 sobre Bonoso. En realidad, tam bién y o podía h a ­ ber om itido la vida de estos u surpadores sobre los que nadie quería investigar; n o obstante, para no faltar un ápice a la verdad, he p ro cu rad o tam bién dar a conocer las noticias que y o había adquirido sobre ellos. Pero aún me quedan C aro, C arino y 10 N um erian o , pues D iocleciano y sus sucesores de­ ben ser biografiados en un estilo más elevado.

las características de la túnica y del pallium (cf. A d rian o , 22,4, n. 96), lo que los gram áticos llam aban tunicopallium , no m b re acuñado p ara in­ d icar la natu raleza especial del vestido llam ado palla, pues la p a rte su­ p e rio r del ropaje que fo rm ab a la toga de cerem onia de las dam as ricas, actores, m úsicos, etc. (palla) se colocaba im itan d o u n pequeño m anto (palliolum ) colo can d o sobre las espaldas y el pecho, en lugar de sobre la cabeza.


30.

C A R O , C A R IN O Y N U M E R IA N O

(Flavio V opisco Siracusano)

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La m uerte de P ro b o l dem uestra suficientem en­ te que la república es gobernada p o r el destino y que p o r él es encum brada a lo más alto o reducida a las condiciones más deplorables. E n efecto, después de que soportó casi todos los sufrimientos que la na­ turaleza hum ana so p o rta en la vida de u n hom bre, tras haber sido dirigida a lo largo de los tiem pos p o r distintas conm ociones que unas veces la debi­ litaban y otras la reanim aban, cam biando a causa de alguna tem pestad o de algún acontecim iento fa­ vorable, parecía que después de tan variados males iba à perm anecer ya se g u ra y en p erp etu a felicidad al acabar el gobierno de A ureliano ^principe^sgyjFf" ro, cuando P ro b o m oderaba las.leyes y g o o éran d a/ el tim ón del E stado ateniéndose a la voluntacTclel pueblo y del senado. P ero, cuando los soldados ati­ zados p o r el destino q u itaro n de en m edio a este príncipe, una gran catástrofe sim ilar a u n naufragio o a un incendio redujo los deseos del pueblo ajjna. desesperación tal, que to d o s tem ían a los Dorhic/a/ nos, Vitelios y N ero n es. E n efecto, el carácter-ve­ leidoso de u n em perador provoca más tem or que esperanza, sobre to d o en aquella república que,

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1 U ltim o rey de R o m a, en tre el 534-509. A R ey del E p iro al que T a re n to p id ió ayuda p ara defenderse de R om a. / T r a s varias victorias so b re los ro m a n o s, sufrió en el año 275 u n gran descalabro en B enevento.


CARO, CARINO Y NUM ERIANO

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desgarrada p o r recientes heridas, ha deplorado la cautividad a que le som etió V aleriano y la d isolu­ ción de G alieno, so p o rtan d o el caos a que dieron lugar cerca de treinta tiranos q u e reivindicaban cada un o para sí los m iem bros despedazados de sus p r o ­ pios com patriotas. 2 Efectivam ente, si preten d em o s recordar los cam ­ bios que la república rom ana ha experim entado desde que se fundó la ciudad de R om a, constatare­ m os que ninguna o tra alcanzó más brillo bajo el g o­ bierno de príncipes bond ad o so s, ni padeció tan to p o r el gobierno de los m alos. Y, para com enzar p o r R óm ulo, verdadero p ad re y fu n d ad o r de la re p ú ­ blica, ¿cuál fue la felicidad de aquél que fundó, co n ­ solidó e h izo p o d ero sa a la república y que dejó una C iudad perfecta, com o n o hizo ningún o tro fundador? D espués, ¿qué diré de N u m a que p ro tegió con la coraza de las instituciones religiosas a una C iudad que rugía con las guerras y que se veía abrum ada p o r los triunfos? Y así continuó floreciendo nuestra patria hasta los tiem pos de T arq u i­ nio el Soberbio; pero , tras so p o rtar la adversidad com o consecuencia del carácter de este rey, se v en ­ gó a sí mism a, no sin u n a im ponente destrucción. Después~adc|uirió m ay o r prestigio hasta la época de la conïroracîôn con los galos; pero, sum ergida en una especie de naufragio, cuando fue capturada toda la C iu d ad excepto la fortaleza, experim entó entonces un castigo casi superio r al éxito de que se ensoberbecía. Volvió a reco b rar su integridad, p ero se vio abrum ada p o r el peso de las guerras púnicas y p o r el espanto suscitado p o r P irro hasta tal p u n ­ to, que llegó a sentir los m ism os sufrim ientos de los m ortales p o r el te m o r que p ren d ió en sus en tra­ ñas. 3 D espués de la victoria sobre C artago y de exten­ der su im perio más allá del m ar, se h izo más p o ­ derosa, pero, debilitada a causa de las guerras civi­ les y apagada la sensación de felicidad de que dis-

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frutaba, envejeció extenuada p o r las discordias ci­ viles hasta el reinado de A ugusto. D espués fue res­ taurada p o r A ugusto, si se puede llam ar restaura­ ción a la destrucción de la libertad. Pero en cual- 2 quier caso, aunque fue desdichada en el interior, floreció entre los pueblos extranjeros. A continua­ ción, tras so p o rtar u n b uen núm ero de N erones, le­ vantó la cabeza gracias al gobierno de Vespasiano. 3 Y no habiendo disfrutado de la felicidad plena del reinado de T ito, después de h aber sido lastim ada p o r la crueldad de D om iciano, p e ro siendo más afortunada que de costum bre d u ran te los reinados de N erv a y T rajano hasta el advenim iento de M ar­ co A urelio, se vio atorm entada p o r la locura y crueldad de C ó m o d o . D espués de esto, no experi- 4 m entó ningún o tro bien salvo el de la solicitud de Severo hasta que reinó A lejandro, el hijo de M amea. Es m u y pesado n a rra r todas las vicisitudes que 5 siguen después: en efecto, no p u d o aprovecharse del principado de Valeriano y tuvo que soportar el de G alieno d urante quince años. La fortuna, p ro p i- 6 cia siempre al cambio y enemiga permanente de la jus­ ticia, privó a Claudio de u n largo reinado. D e tal ma- 7 ñera se llevó a cabo el asesinato de A ureliano, la aniquilación de T ácito y la m atanza de P ro b o , que se constata que nada es tan grato a la fo rtu n a com o transform ar los planes que afectan a la adm inistra­ ción del E stado, m ediante diversos acontecim ien­ tos. P ero ¿con qué objeto nos entretenem os en ta- 8 les quejas y en las vicisitudes de las distintas épo­ cas? Pasem os a C aro, un h o m b re de cualidades in ­ term edias, p o r así decirlo, y que debe ser cataloga­ do más bien entre los príncipes buenos que entre los malos, y que hubiera sido m ucho m ejor aún, si no hubiera dejado a C arino p o r heredero. 4 La m ayoría de los autores hablan de la patria de C aro con tanta am bigüedad, que no puedo decir, ante u n cúm ulo tan grande de opiniones, cuál de ellas es la verdadera. Efectivam ente, O nésim o, que 2


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escribió con m uchísim o detalle la biografía de P r o ­ bo, defiende que C aro nació y fue educado en Rom a, pero que sus padres eran de Iliria. En cam bio, Fabio C eriliano 3 que describió con gran h a­ bilidad la época de C aro, C arin o y N um eriano, ase­ gura que no nació en R om a, sino en la Iliria y que sus padres n o eran de P anonia sino cartagineses. Y o recuerdo haber leído en unas efem érides que C aro había venido al m u n d o en M ilán, pero que había sido inscrito en el registro de la C uria de la ciudad de Aquileya. El mism o deseó que le consideraran ro m ano, dato que es im posible negar, com o lo revela una carta que siendo p ro có n su l envió a su lugarte­ niente, exhortándole a ejercer sus honrosos d eb e­ res. C arta de C aro : «M arco A urelio C aro, pro có n su l de Cilicia, a Jun io su lugarteniente. Los príncipes rom anos que nos precedieron, a la h o ra de elegir a sus lugartenientes, tu v iero n la costum bre de o fre­ cer una m uestra de sus propias virtudes p o r m edio de aquéllos a los que confiaban el gobierno del E s ­ tado. E n lo que a m í respecta, em pero, aunque n o hubiera sido así, no habría actuado de o tro m odo. E n efecto, n o he actuado de o tro m odo y no q u e ­ daré defraudado si cu rne ayudas. P rocura, p o r ta n ­ to, que n o discrepem os de n uestros antepasados, es decir, de los ciudadanos rom anos». Ya ves, p o r el sentido de to d a la carta, que él desea que sus an te­ pasados sean considerados rom anos. 5 Y tam bién un discurso suyo dirigido al senado m uestra la m ism a presunción sobré su linaje. E n efecto, tan p ro n to com o fue elegido em perador, es­ cribió lo que sigue al senado, entre otras cosas: «H ay que alegrarse pues, padres conscriptos, p o r ­ que ha sido n o m b rad o em perador un m iem bro de vuestro estam ento y de vuestra raza. E sforcém o­

3 E scrito r desconocido.

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nos, p o r tanto, en no p erm itir que se crea que son m ejores los extranjeros que vuestros com patriotas». 3 Tam bién en este pasaje se ve con bastante claridad que él quería que le considerasen rom ano, es decir, originario de R om a. Asi^çjies, después de que fue elegido p o r P ro b o 4 prefecto del P reto rio , tras o cu p ar distintos grados de la vida civil y m ilitar, com o atestiguan las ins­ cripciones de sus estatuas, lo g ró que los soldados le tuvieran tanto afecto que, una vez asesinado un príncipe tan grande com o P ro b o , a todos les pare­ ció que no había o tro candidato más digno del tro ­ no que él. 6 N o se m e oculta que la m ay o r parte de los es­ critores sospechan que P ro b o fue elim inado p o r una facción partidaria de C aro y que así lo nan constatado ellos en los fastos 4; pero ni la conducta de P ro b o hacia C aro, ni las costum bres de C aro perm iten que se crea su versión, ya que además éste vengó la m uerte de P ro b o con extraordinaria cruel­ dad y pertinacia. Y, respecto a la opinión que P ro - 2 bo tenía de C aro, una buena m uestra es esta carta que aquél dirigió al senado sobre los honores que le trib u tó : «Probo A ugusto saluda al senado, al que ama so­ bre m anera»: Y, entre otras cosas, continuaba: «N uestra patria sería dichosa, si tuviera en los car­ gos públicos a m uchos com o C aro o com o la m a­ y o r parte de vosotros. P o r ello pienso que, si os pa- 3 rece bien, debe decretarse para u n hom b re que o b ­ serva las costum bres ancestrales una estatua ecues­ tre, añadiendo la petición de que se le construya un palacio a expensas públicas, con distintos tipos de

4 L os fastos designaban originariam ente los días aptos (de fa s «líci­ to») p ara tra ta r asuntos judiciales y civiles; p ero el térm in o indica tam ­ bién el m ism o calendario en su c o n ju n to , así com o las listas de los m a­ gistrados, de triu n fo s, etc., y los co m en tario s o crónicas de d istintos he­ chos.


C A R O , C A R IN O Y N U M E R IA N O

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m árm ol que yo traeré de una cancera. Porque co n ­ viene que recom pensem os la integridad de un h o m ­ bre com o éste», etc. 7 Pero, para no añadir todo tipo de nim iedades y de porm enores que se pueden encontrar en otros autores, diré que, tan p ro n to com o asum ió el im ­ perio, con el consentim iento general del ejército, confirió a sus hijos el títu lo de Césares y luego co­ m enzó la guerra contra los persas, que preparaba P robo , adoptando la siguiente estrategia: destinar a C arino a la Gallas p ara que las defendiera con tr o ­ pas de las más selectas, m ientras que él se llevaba a N um erian o , joven m u y distinguido y de extraordi­ naria elocuencia. Y, p o r cierto, dicen que repetía 2 con frecuencia que era u n desdichado p o r haber en­ viado a las Galias com o príncipe a C arino y p o r ­ que N um erian o aún no había alcanzado la edad adecuada para poderle confiar el im perio galo, cuyo gobierno reclam aba u n príncipe de una firm eza ex­ cepcional. P ero reservarem os estos porm enores para o tra ocasión. E n efecto, existe tam bién u n a 3 carta de C aro en la que se lam enta ante su prefecto de las costum bres de C arino, co n lo que se confir­ m a la veracidad de la afirm ación de O nésim o cuan­ do dice que C aro tuvo la intención de arrebatar a C arino el p o d er que tenía com o César. P ero, com o 4 ya hem os dicho, hablarem os de esto en otro m o ­ m ento en la biografía del m ism o C arino 5. A hora volvam os al hilo del relato. 8 D espués de haber acabado en gran p arte la guerra ue m antenía con los sárm atas, m erced a los gran­ es dispositivos bélicos y al con ju n to de tropas que había alistado P robo, dirigiéndose contra los p e r­ sas, se apoderó de M esopotam ia sin que ningún enemigo le saliera al paso, llegó hasta la ciudad de C tesifonte y, com o los persas se hallaban absorbi­

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5 C f. 17,6.


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dos p o r u n a rebelión intestina, consiguio/íe* o to r­ garan el título de em p erad o r de Persia. Pero, al haber penetrado más de lo debido en el país, m ovido p o r el deseo de gloria y, aún m ás, p o r las instan ­ cias de su prefecto quien, deseando o b ten er el p o ­ der, buscaba su destrucción y la de sus hijos, m u ­ rió abatido p o r u n a enferm edad, según unos, o ful­ m inado p o r u n rayo, según otros. N o pued e negarse que en el m o m en to de su m u erte se p ro d u jero n tantos truenos que, según cuentan, m uchas p erso ­ nas m urieron presas de terro r. Según esta versión, cuando yacía p o strado en su tienda p o r una enfer­ m edad, perdió la vida al desencadenarse una vio­ lenta tem pestad acom pañada de grandes relám pa­ gos y de truenos aún más espantosos, com o y a d i­ jim os, Su secretario Julio C alpurnio entregó esta carta sobre la m u erte de C aro al prefecto de la C iu ­ dad. E n tre otras cosas, decía: «C uando C aro, nuestro príncipe realm ente C a ro 6, se hallaba enferm o, surgió inesperadam ente u n tem poral que p ro d u jo u n a to rm en ta tan grande que to d o quedó oscure­ cido y nadie se reconocía entre sí; a continuación, u na vibración continua de centellas y truenos, si­ m ilar a la de los destellos de una estrella encendida nos privó a todos n o so tro s de conocer lo que p a­ saba. E n efecto, súbitam ente, p ero de u n m o d o especial después de aquél tru e n o que había ocasiona­ do el te rro r general, surgió u n griterío unánim e anunciando la m uerte del em perador. A estos h echos, se sum ó la circunstancia de que los ayudas de cám ara de C aro, afligidos p o r su m uerte, incendia­ ro n su tienda. P o r esto rápidam ente surgió el ru ­ m o r de que el em perador había sido fulm inado p o r u n rayo cuando, p o r lo que podem os saber, hay constancia de que pereció p o r u n a enferm edad». 9 H e insertado aquí esta carta p o rq u e la m ay o r

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6 Ju eg o de palabras: C arus «C aro» (n o m b re p ro p io ) carus «querido» (adjetivo).


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parte de los autores dicen que existe u n decreto del destino, según el cual n ingún em perador rom ano puede pasar más allá de C tesifonte, y que, precisa­ m ente p o r ello, C aro fue fulm inado p o r un rayo cuando pretendía traspasar aquellos lím ites que h a­ bían sido fijados p o r el destino. Pero dejemos que 2 la cobardía, a la que hay que aplastar a base de va­ lor, m antenga sus artilugios. Es y será lícito desde 3 luego, (y así lo ha p ro b ad o n u estro sacratísim o C é ­ sar M axim iano) vencer a los persas y traspasar sus fronteras, y pienso que esto ocu rrirá algún día, si los nuestros no descuidan la protección que la d i­ vinidad les ha prom etido. H a y m uchos hechos que dem uestran que C aro 4 fue un buen príncipe, entre ellos esta m aniobra que utilizó con los sárm atas: apenas conseguida la dig­ nidad im perial, cuando los sárm atas se m ostraban tan audaces ante la m uerte de P ro b o que am enaza­ ban invadir n o sólo el Uírico, sino incluso las T racias e Italia, los debilitó con tanta habilidad aislan­ do los com bates, que en m uy pocos días pudo o b ­ sequiar con una seguridad absoluta a las Panonias, después de haber dado m uerte a dieciseis mil sár­ matas y haber capturado a diez mil prisioneros de am bos sexos. 10 C reo que esto es suficiente sobre C aro. Pasemos a N um eriano. Su biografía está más u n id a a su p a ­ dre que la de C arino y se hizo más célebre, al p a ­ recer, p o r el crim en de su suegro. Y, aunque C a ri­ no fue m ay o r en edad y recibió el títu lo de César ante; e N u m erian o , es necesario, n o obstante, que emos p rim ero de este que m u rió despues de su padre, y a continuación de C arino, a quien un hom bre providencial para la república com o Diocleciano A ugusto le quitó la vida después de h a ­ ber m antenido diversos com bates con él. 11 N um eriano 7, hijo de C aro, poseyó virtudes ex7 Su n o m b re co m p leto era M . A urelio N u m e ria n o A ugusto.


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cepcionales y fue realm ente digno del tro n o , des­ tacando tam bién p o r su elocuencia hasta tal p u n to que, ya de niño, declam ó en p úblico y aún circulan obras célebres com puestas p o r él, aunque más ajus­ tadas al género declam atorio que al estilo cicero­ niano. P o r o tra parte, se dice que fue tan hábil en 2 la versificación que superó en este arte a todos los poetas de su tiem po. E n efecto, n o solam ente com ­ pitió con O lim pio N em esiano 8, que escribió trata­ dos de piscicultura, de cinegética y navegación y que se hizo fam oso p o rq u e dom inaba todos los recu r­ sos estilísticos, sino que tam bién, cuando se p u b li­ caron las cosas que había recitado en público, eclip­ só com o con u n rayo de sol al poeta satírico A u ­ relio A polinar, que había escrito las gestas de su p a­ dre. D icen que el discurso que envió al senado era 3 tan elocuente que esta asam blea le decretó u n a es­ tatua, no en calidad de C ésar sino de retórico, para que la em plazaran en la biblioteca U lp ia con la si­ guiente inscripción: «Al C ésar N u m erian o , el más prestigioso o rad o r de su tiem po». 12 N um erian o acom pañó a su padre en la guerra contra los partos. A la m uerte de éste, aprovechan­ do la circunstancia de que había com enzado a p a­ decer una afección ocular, u n tipo de dolencia que fue habitual en él p o r estar agotado debido a su ex­ cesivo insom nio, y cuando era tran sp o rtad o en u n a litera, fue asesinado p o r los partidarios de su sue­ gro A pro, que intentaba apoderarse del tro n o . 2 P ero, cuando los soldados p reguntaban u n día y o tro p o r la salud del em perador y se descubrió la verdad p o r el h ed o r del cadáver, en co n tra de las afirmaciones de A p ro que proclam aba públicam en­ te que no se le p o d ía ver p o rq u e debía proteger sus ojos enferm os del viento y del sol, tocios se lanza­ 8 M . A u relian o O lim p io N em esian o . Se conservan cuatro églogas en las que im ita a V irgilio y u n o s fragm entos de u n p o em a didáctico titu ­ lado Cynegetica.


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ron contra A p ro , cuya artim aña no p u d o perm ane­ cer oculta, y le arrastraron hasta las banderas del cuartel general. A continuación se celebró una co n ­ curridísim a asam blea y se constru y ó u n tribunal. 13 Y, cuando se p reguntaban unos y o tro s a quién debería confiarse, p o r ser el más digno, la vengan­ za de N um erian o y quién debería ser elegido p rín ­ cipe de la república p o r sus buenas cualidades, to ­ dos con extraordinaria unanim idad n o m braron A u ­ gusto a D iocleciano 9, a quien decían que se le h a­ bían dado ya m uchos presagios del im perio, en aquel m om ento com andante de la guardia de corps, un hom bre insigne, hábil, fiel a la república, am an­ te de los suyos y convenientem ente dispuesto a lo que cada circunstancia exigía, que m antenía siem ­ pre elevados designios y a veces m ostraba un ro s ­ tro insensible, aunque reprim ía los im pulsos de su tu rb u len to corazón con p rudencia y gran firmeza. 2 D espués de que s^bió al trib u n al y recibió el título de A ugusto, cuando le preguntaban cóm o había sido asesinado N u m erian o , desenvainando su espa­ da y apuntando al prefecto del P reto rio A pro, le atravesó con ella agregando estas palabras: «Este es el au to r de la m uerte de N um eriano». D e esta m a­ nera A pro, que vivía u n a vida vergonzosa y alber­ gaba horribles proyectos, tuvo el fin que m erecía p o r sus costum bres. M i abuelo m e contó que asis- 3 tió a la asamblea en la cual A p ro fue, asesinado a m a­ nos de D iocleciano; y decía que la frase que p r o ­ nunció D iocleciano al h erir a A p ro fue: «G loríate, A pro», «Caes bajo la diestra del gran E neas»10, frase que y o me extraño de que la pronunciara u n 4 m ilitar, aunque sé a ciencia cierta que hay un gran núm ero de militares que utilizan expresiones en 9 Se trata de C . A u relio D iocleciano A u g u sto , em perador de 284 a 305. 10 V irgilio, A en ., X,830.


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griego o latín de com ediógrafos u o tro s poetas se­ mejantes. E n fin, hasta los m ism os cóm icos en m u- 5 chas ocasiones in tro d u cen soldados en escena h a­ ciéndoles decir proverbios antiguos. P o r ejem plo, «Tú también comes liebre, pero reclamas pulpam en­ to» 11, es tam bién u n p ro v erb io de Livio A n d ro n i­ co 12, y así otros m uchos que consagraron P lauto y Cecilio. 14 N o considero que sea indiscreto ni dem asiado vulgar relatar una anécdota sobre D iocleciano A u ­ gusto, que cuadra a este lugar y que constituyó para él un presagio del im perio. — M i abuelo me dijo que la había conocido p o r boca del p ro p io D iocle­ ciano— . «En una ocasión en que éste», decía m i 2 abuelo, «se detuvo algún tiem po en una posada de la Galia en la región de los tun g ro s, cuando aún m i­ litaba en los g radosjm ás inferioresf'del ejército y echaba las cuentas cok una D ru id a 'd e los víveres que había com ido cada día, y ésta le decía: «D io­ cleciano, eres dem asiado avaro y dem asiado ahorra­ tivo», D iocleciano, según se dice, la respondió, no en serio, sino en bro m a: «Ya seré generoso cuando llegue a em perador». Y, al escuchar estas palabras, 3 dicen que la D ru id a exclam ó: «D iocleciano, no p re­ tendas m ofarte, pues serás em perador cuando ha­ yas dado m uerte a A pro» 13. 15 D iocleciano m antuvo siem pre en su espíritu el deseo del tro n o ,y de ello era consciente M axim ia­ n o y m i abuelo, al que él personalm ente le refirió las palabras que le había dicho la D ruida. Pero com o era astuto, se lo tom ó a risa y guardó silen­ cio. N o obstante, m ató siem pre los jabalíes con su 2

11 P u lp a m en tu m , n o m b re con el q u e se designaban tro z o s de carne o pescado p -d aterm in ad o s p latos de carne guisada. 12 La frase ’es de T eren cio , E un., 426, aunque es posible que re m o n ­ te a L ivio A n d ro n ic o , el p rim e r p o eta ro m an o (280-204). 13 F rase con d o b le sen tid o , pues aper significa «jabalí» y aper «apro», n o m b re pro p io .


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p ro p ia m ano en las cacerías, cuando se le presentó o p o rtu n id ad de hacerlo. E n fin, com o A ureliano, 3 P ro b o , T ácito y el p ro p io C a ro alcanzaron sucesi­ vam ente el tro n o , D iocleciano exclam ó: «Yo siem ­ pre m ato jabalíes, p ero o tro se com e la carne». P o r 4 lo dem ás, es conocida y está suficientem ente divul­ gada la frase que pronu n ció , según cuentan, cu an ­ do m ató al prefecto del P re to rio : «Al fin he dado m uerte al A p ro , señalado p o r el destino». M i abue- 5 lo tam bién decía que D iocleciano había afirm ado que su único p ro p ó sito , al d ar la m uerte a aquel Hombre con su p ropia mano, había sido el de cu m ­ p lir la predicción de la D ru id a y asegurarse el tr o ­ no. Efectivam ente, él n o h u b iera deseado m o strar- 6 se tan cruel, sobre to d o en los prim eros años de su reinado, si la necesidad n o le hubiera arrastrado a com eter aquel atro z asesinato. 16 Ya he hablado de C aro y de N u m erian o ; p ero aún me falta hablar de C arino, el más im puro de los hom bres, adúltero; y co rru p to r pertinaz de la ju ­ ventud, quien además h izo m al uso de los placeres de su p ro p io sexo. É ste, cuando ejercía el p o d e r 2 concerniente a u n C ésar, tras haberle sido confia­ dos p o r u n decreto las Galias, Italia, el Ilírico, las H ispanias, las Bretañas y el A frica, donde su padre le había dejado con dicho títu lo , pero con la co n ­ dición de desem peñar todas las funciones que correspondían a un A ugusto, se m ancilló con v i­ cios desm esurados cayendo en u n a gigantesca d e­ gradación, alejó a los am igos m ás virtuosos, eligió 3 y m antuvo a su lado a los m ás m alvados e hizo p re ­ fecto de la C iu d ad a u n o de sus ujieres 14, la acción más abdom inable que jamás p u d o pensarse o d e­ cirse. M ató a su prefecto del P re to rio ; en su lugar 4 5 no m b ró a un antiguo alcahuete llam ado M acronia14 T rad u cció n de u n u m ex cancellariis suis, pues el cancellarius era u n oficial que m o n tab a la guardia ante la tien d a del em p erad o r o de su d o rm ito rio , cu y o acceso estaba p ro teg id o p o r un enrejado (cancelli).


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no, uno de sus secretarios al que había tenido siem ­ pre com o cóm plice y co lab o rad o r de sus estupros y placeres. Se presen tó en público com o cónsul, contraviniendo la volu n tad ele su padre. E scribió al senado cartas arrogantes. P ro m etió los bienes de los senadores al p opulacho de la ciudad de R om a, com o si se tratara del p ueblo rom ano. T om ó a nueve m ujeres com o esposas tras sucesivos m atrim o ­ nios y divorcios, rep u d ian d o a la m ay o r parte de ellas cuando se hallaban preñadas. L lenó el Palacio de actores de baja estofa, m eretrices, p an to m i­ m os 15, cantores y alcahuetes. Sentía tal hastio de firm ar docum entos, que encom endó esta tarea a u n hom bre degradado con el que gastaba siem pre b ro ­ mas al m ediodía, y al que reprochaba en m uchas ocasiones que im itara correctam ente su firma. 17 Tl ' 1 ciosas en sus zapatos. N o estuvieran adornados con perlas y su tahalí tam bién m uchas veces estaba guarnecido de pedrería. E n fin, la m ay o r p arte de los ilírios le daDan el títu lo de rey. N u n c a salía a recibir a los prefectos ni a los cónsules. O to rg ó m u ­ chos honores a hom bres perversos y los invitaba habitualm ente a sus festines. E n ellos ofrecía con frecuencia cien libras de aves, cien libras de peces y m il libras de carne variada. H acía servir grandes cantidades de vino. N ad ab a entre frutas y melones. A lfom braba sus triclinios y sus d o rm ito rio s con r o ­ sas de M ilán. T om aba baños fríos,/a la tem peratura que suelen estar las habitaciones de los sótanos, pues los tom aba en cámaras refrigeradas constante­ m ente con nieve. U n a vez, cuando llegó d urante la estación invernal a u n lugar en el que había u n m a­ nantial del que solía m an ar de form a natural d u ­ rante el invierno agua m u y tibia y se bañó en una

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15 A cto res p arecidos a n u estro s bailarines de ballet. U tilizab an m ás­ caras y rep resen tab an h isto rias am orosas y m itológicas, escandalizando con sus procacidades.


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piscina utilizando aqyel-agua, dicen que com entó a los bañeros: «Me habéis/preparado un baño p ro p io de m ujeres», y se dice que esta frase fue la más fa­ m osa que p ronunció. Su padre, cuando recibía n o ticias de las cosas que hacía, exclam aba: «Este n o es m i hijo». E n fin, había decidido d ar m uerte a su padre, según dice O nésim o, y elegir para que le sustituyera a C onstancio 16, que entonces se o c u ­ paba-d el gobierno de la D alm acia y después fue nom brad o César, p o rq u e no había en aquellos m o ­ m entos, al parecer, n in g ú n h o m b re más virtuoso que él. R esultaría p rolijo que y o pretendiera ofrecer muchas noticias sobre su lujuria. El que desee co­ nocer su vida en detalle que lea tam bién a Fulvio A spriano que expone la to talidad de sus ademanes hasta llegar a aburrir. 18 C uando C arino supo que su p ad re había sido fu l­ m inado p o r u n rayo, que su h erm ano había sido eli­ m inado p o r su suegro y que D iocleciano había sido elegido em perador, exhibió m ayores vicios y com e­ tió delitos más graves, com o si la m uerte de los su ­ yos le h ubiera liberado de los frenos que le im p o ­ nía el respeto hacia su familia. Sin em bargo, no le faltó coraje a su espíritu para reivindicar el tro n o , pues luchó con tra D iocleciano en num erosos com ­ bates, pero cayó vencido en la últim a batalla en la que se enfrentaron cerca de M argo 17. Este fue el fin que tuvieron estos tres príncipes, C aro, N u m erian o y C arino. D espués de ellos, los dioses nos o to rg aro n a D iocleciano y a M axim iano, y, ju n to a tan ilustres personalidades, a G alerio y C onstancio, de los que el uno nació para borrar la ignom inia que supuso el cautiverio ele V aleriano y el o tro p ara som eter de nuevo a las Galias a las le­ yes de Rom a. C iertam ente, estos cuatro caudillos del m u n d o fueron aguerridos, sabios, benignos y 16 E s decir, C o n stan cio C lo ro o C o n stan cio I. 17 L a actual M oravia.

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m u y generosos, de idénticas ideas políticas, sum a­ m ente respetuosos con el senado rom ano, m esura­ dos, amigos del pueblo, m u y piadosos, p o ndera­ dos, religiosos y príncipes com o los que hem os su­ plicado. C laudio E ustenio, que fue secretario de D iocleciano, escribió sus biografías dedicando a cada una de ellas u n libro, detalle que he reseñado aquí para que nadie m e exija una tarea tan árdua, máxim e cuando n o se p u ed e n arrar la vida de los príncipes que aún viven, sin exponerse a la censura. 19 El reinado de C aro, C arin o y N u m erian o tuvo com o hecho más m em orable la concesión al p u e­ blo rom ano de unos juegos realzados con nuevos espectáculos, que hem os contem plado en unas p in ­ turas de Palacio cerca del p ó rtico de las caballeri­ zas. E n efecto, se exhibió u n funam bulista que se m ovía con sus co tu rn o s com o sostenido p o r el viento, u n escalador de m uros que corrió p o r una pared eludiendo a u n oso, y o tro s osos represen­ tando u n m im o, a cien tro m petistas tocando al u n í­ sono, a cien tañedores de cuernos, a cien flautistas de los que acom pañan los coros y a otros cien de los que celebran los com bates píticos, a m il p a n to ­ m im os y gim nastas y, adem ás, u n teatro m óvil cu­ ya escena se consum ió p o r las llamas y que D iocle­ ciano después reco n stru y ó con m ayor suntuosi­ dad. H iz o venir a actores de m im os de todas las partes. O freció tam bién los juegos Sarm áticos, que superan en diversión a todos los demás. O freció una representación alusiva a los Cíclopes 18. Se con­ cedieron regalos en oro y plata a los artistas grie­ gos, a los gim nastas, a los actores y a los m úsicos, y se les regaló tam bién vestidos de seda. 20 Pero, aunque todas estas cosas tienen u n a insos­ pechada aceptación ante el pueblo, no tienen valor alguno ante los príncipes buenos. E n fin, corre en-

18 C f. Firm o, n. 5.

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C A R O , C A R IN O Y N U M E R IA N O

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tre la gente u n a frase que D iocleciano p ronunció cuando u no de sus tesoreros elogiaba el espectácu­ lo de C aro diciendo q u e aquellos em peradores h a­ bían sido m u y grandes debido a las representacio­ nes teatrales y circenses que habían p ro cu rad o : «Por ese m otivo», dijo aquél, «con razó n C aro ha sido m otivo de risa en su p ro p io reinado». E n fin, aunque D iocleciano ofreció u n o s espectáculos a los que invitó a asistir a tod o s los pueblos, fue m uy re ­ m iso en su liberalidad, alegando que era convenien­ te que los juegos fueran más decorosos cuando a ellos asistía algún censor. O jalá lea este pasaje Ju n io M ésala, a quien y o m e atrevo a censurar sin cortapisas. En efecto, él en­ tregó sus bienes patrim oniales a unos com ediantes y se los negó a sus herederos, entregando la túnica de su m adre a una actriz y el m anto de su p adre a un' pantom im o — y correctam ente, si u n actor trá ­ gico podía haber usado ya com o disfraz trágico el m anto de p ú rp u ra y o ro de su abuela— . T odavía se conserva escrito el nom bre de la esposa de Mésala en el m anto de p ú rp u ra violeta de un flautista que se ufana de dicha pren d a com o si se tratara de u n despojo conquistado a la nobleza. Y, ¿para qué v o y hablar de los vestidos de lino im portados de E g ip ­ to? ¿para qué de los im p o rtad o s de T iro y Sidón m uy transparentes debido a su finura, brillantes p o r su p ú rp u ra y fam osísim os p o r sus trabajosos b o r­ dados? D istrib u y ó com o regalos capotes 19 im p o rtados del país de los atrabatos, de C anusio y de A frica, lujosas prendas que hasta entonces no se h a ­ bían contem plado sobre la escena. 21 P o r cierto, he publicado estos porm enores m o ­ vido p o r el deseo de que el p u d o r invite a los futuros organizadores de espectáculos públicos a

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19 Los famosos birri de estos lugares, prendas que guardaban bien el calor (en relación con el griego πυρ «fuego»).


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no asignar sus p atrim o n io s a pantom im os y m a­ leantes en d etrim ento de sus legítim os herederos. A cepta, amigo m ío, este regalo que, com o he repetido m uchas veces, he dado a la luz pública no p o r su elocuencia, sino p o r su exactitud in form ati­ va, intentando sobre to d o esto: que, si algún escri­ to r elocuente desea contar las acciones de los em ­ peradores, n o tenga que buscar ya m aterial para ello, pues p o d rá co n tar con m is libros com o ins­ trum entos auxiliares de su elocuencia. Te ruego, pues, que te sientas co n ten to con m i regaló y que com prendas que y o he in ten tad o escribir la obra lo m ejor que m e ha sido posible.

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III.

ín d ice de nom bres

1. Abreviaturas A AP AS Aur Αν C Ca Car Cl CIA D DJ E F G Ge Go H M MA Max Ma P Pro PN SS T TU V Va

= = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = =

Adriano Antonino Pío Alejandro Severo Aureliano Avidio Casio Cómodo Caro, Carino, Numeriano Caracalla Claudio Clodio Albino Diadumeno Didio Juliano Elio Firmo, Saturnino, Próculo y Bonoso Galieno Geta Gordianos Helio gáb alo Maximinos Marco Aurelio Maximino y Balbino Macrino Pértinex Probo Pescenio Nigro Septimio Severo Tácito Treinta Usurpadores Vero Valeriano


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En el índice se recogen todos los nombres, salvo los de Roma, Ciudad (referido a Roma), Estado; los de tratamiento, como Clemencia; los de los títulos de Augusto/a, César y algunos otros. Los hemos castellanizado en general, exceptuando sólo aquéllos casos en los que hacerlo supondría violentar su forma, consagrada ya fuertemente por el uso, como en Caracalla, Escitia, Ennio, Pértinax, Víndex y algunos más. Hemos recurrido a la utilización del paréntesis para introducir en él elementos que permitan una mejor identificación del nombre a que se alu­ de o para completar con él la forma de éste. Así mismo, se in­ troducen en él las distintas referencias a títulos, sobrenom­ bres, etc., mediante la abreviación r., por ejemplo, (r. Aurelia­ no) = «referido a Aureliano»). Téngase en cuenta, por último, que bajo el nombre de los emperadores se recogen las distintas denominaciones que éstos poseyeron. 2. Indice Abgaro: AP 9,6; SS 18,1. Ablavio Murena: Cl 15,1. Abrahán: AS 29,2. Academia: A 26,5. Acaya: A 13,1 y 2; AP 5,5; C 7,7; G 2,2 y 6,1 ; TU 19,1 ; Cl 16,1. Adiabénico: (r. Aureliano) Aur 30,5. Adria: A 1,1; 19,1. Adriano: cf. Vida por Elio Esparciano y E 1,1; 1,2; 2,1,6,9; 3,1,4,7-9; 4,2-3, 5,7,8; 5,1,4,5; 6,1,4,5,7 y 10; 7,1-3; AP 2,4,6,11 bis, 3,5,8; 4,1,2,4,5 bis, 6,10; 5,2,3: 6,3; 8,2 bis; 9,6; MA 1,10; 4,1,5,6; 5,1,3 bis, 6; 6,1,2; 7,10; 11,6,7; 16,6; 17,4; 19,9; V 1,3,6; 2,1 bis, 5; 3,6; 11,1; Av 2,5; 8,6; C 17,4; SS 1,6; 20,1; PN 4,3; CIA 2,5; Ge 2,3; H 7,8; AS 30,6; 37,2; 43,6 bis; G 11,4; TU 30,27; Aur 14,6 bis; 42,4; T 5,1; 16,6; Pro 4,3; 22,4; F 7,6; 8,1. Adriano, cf. Elio. Adrianópolis: A 20,4. Adrianos: T 6,9. Adrianoteras: A 20,13. Aerópaeo: G 11,5. África: A 13,4 y 6; 22,14; C 9,1; P 4,1; DI 2,3; SS 1,1; 2,3,4,5,8; 8,7;


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Africana: (flota) C 17,7. Africana Comodiana Herculea: C 17,8. Africano: (r. Gordiano) Go 9,3 bis; 17,2. Africano: (r. Severo) PN 8,1; Ma 9,1. Africano: (T. Sextio Africano; sobrino de Adriano) F 8,10. Afro: (Septimio; primo hermano paterno de Caracalla) Car 3,6. Afeminado: (r. Cómodo) C 17,10. Agaclito: MA 15,2; V 9,3; 10,5. Agarrador: (r. Pértinax) SS 17,6. Agrícola, cf. Calpurnio. Agripa: A 19,10; AP 8,2. Agripina: AS 26,7. Agripina: (colonia) TU 6,3 bis; 7,2. Agripino, cf. Casperio. Agripo: (L. Elio Aurelio Apolausto Menfio) V 8,10. Alacio: (r. caballo de Vero) V 6,3. Alado: (nombre de un cáliz) V 10,9. Alamania: TU 8,11. Alamânico: (r. Caracalla) Car 10,6. Alba: (río) DT 1,7; Pro 13,7. Albano: (ciuaad) Αν 9,8. Albano: (monte) M 23,6. Albingauno: F 12,1. Albino, cf. Ceyonio. Albino, cf. Clodio. Albino, cf. Numio. Albino, cf. Pescenio. Albinos, cf. CIA 4,1,7; 13,5. Albo: (distrito de Germania) P 13,7. Alcionas: Go 3,2. Alejandría: (ciudad) A 12,1; 20,2; MA 25,4; 26,1; V 5,3; 8,11; Αν 7,4; C 17,8; SS 16,9; 17,2; Car 6,2,3; Ma 8,4; AS 28,7; TU 22,3,10; T 18,6; F 3,1; 9,2. Alejandría: (hija de Av.) MA 26,12; Av 9,3; C 17,7. Alejandría Comodiana: (r. Cartago) C 17,8. Alejandría: Go 3,3. Alejandrina: (basílica) AS 26,7. Alejandrina: (purpura) AS 40,6. Alejandrino: (acueducto) AS 25,3. Alejandrino: (r. Emiliano) TU 22,7. Alejandrinos: (corporación) AS 63,3. Alejandrinos: (higos) AS 60,5. Alejandro: (Julio Alejandro; conspirador) C 8,3.


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Alejandro Aurelio: (r. AS) M 29,1. Alejandro Cotiense: MA 2,3. Alejandro: (r. Emiliano) TU 22,7. Alejandro Magno: A 4,9; MA 27,11; Car 2,1,2; AS 5,1 bis, 2,5; 6,1; 11,4; 13,1,4; 30,3; 31,5; 35,1,4; 39,1; 50,4; 62,3; 64,3; TU 14,4 bis, 5,6; 30,22. Alejandro Severo: cf. Vida por Elio Lampridio y, bajo distin­ tos nombres, SS 24,5; Ma 4,1; H 5,1; 10,1; 13,1,2,6; 14,2 bis, 3; 15,3; 16,5; 17,9; 29,5; 30,8; 35,2; M 1,3; 5,3,4; 7,1,3,4,5,6; 8,1; 9,7,8; 10,3; 11,1,7,9; 13,4; 14,2; 29,5; 30,5 bis; Go 2,4; 4,1; 5,1,2; 18,5,6; 33,1; TU 32,3; Aur 42,4; T 16,6; Pro 12,2; Ca 3,4. Alio-Fusco: C 7,6. Alma: (monte) P 18,8; Pro 18,8. Alpes: AP 12,4; MA 14,6; V 9,7; 21,3; Max 12,3; Aur 48,2; F 12 , 1 .

Alpes Cotios: Aur 21,11. Altino: V 9,11 bis. Amazona: C 11,9 bis; Cía 2,4. Amalió Cilón: Aur 23,4. Amazonio: (r. diciembre) C 11,8 y 9. Aminia: T 17,3. Anacarsis de Escitia: Aur 3,5. (Q.) Ancario: Aur 13,1. Anarón: MA 2,2. Ania, cf. Faustina. Ania Cornificia: (hermana de MA) MA 1,8. Ania Faustina: (esposa de AP) AP 1,6; 5,2; 6,7; 8,1; MA 1,3; Αν 10,1. Ania Faustina: (hija de AP, esposa de MA) AP 10,2; MA 1,8; 6,6; 19,2,3 y 7; 20,7; 24,6; 26,4,7 y 9; 29,10; V 10,1,5; Av 7,1; 9,6,9 y 11; 10,1; 11,1 y 3; C 1,3; Car 11,6. Aníbal: PN 11,4-5. Anibalino: Pro 22,3. Aninio Macro: MA 2,4. Anio Cornicula: G 17,2. Anio Fusco: PN 1,3. Anio Libón: MA 1,3, Anio Severo: Go 6,4 y 5. Anio Verisimo: (r. MA) MA 1,10. Anio Vero: (bisabuelo de MA) MA 1,2 y 4. Anio Vero: (falso nombre de Vero) A 24,2; AP 6,10. Anio Vero: (hijo de MA) MA 21,3; C 1,10. Anio Vero: (r. MA) MA 1,10; 5,5.


IN DICE DE NOMBRES

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Anio Vero: (padre de MA) MA 1,1. Anio vero: (suegro de AP) AP 1,6; MA 1,2; P 15,6. A ndo: (acueducto) AP 8,3. Anquialos: Cl 12,4. Anteo: M 6,9. Antimaco: A 16,2. Antinoo: A 14,5; F 8,8. Antio Lupo: C 7,5. Antioquia: A 5,9 y 10; AP 9,2; MA 8,12; 20,6; 25,11; 26,1; V 7,1,3; Av 6,5; 9,1; P 1,6; SS 16,8; Car 1,7; AS 28,7; 53,2; 55,2; Go 26,5 bis, 27,5; TU 2,2; Aur 5,3; T 18,6. Antioquiano: H 14,8. Antipater, cf. Celio. Antipater, cf. Galo. Antístio: Aur 50,3. Antístio, cf. Capela. Antístio Burro: P 3,7; C 6,11. Antoniniada: Go 3,3. Antoninianas: (niñas) D 2,10. Antoninianas: (termas) Car 9,9. Antoninianas Caracallas: (vestidos) Car 9,8; D 2,8. Antoniano: (edicto) D 2,9. Antoniano: (flamen) MA 15,4. Antonianas: (enseñas y banderas) D 3,1. Antonianos: (áureos) Aur 9,7; 12,1; Pro 4,5; F 15,8. Antonianos: (cofraaes) AP 13,4; MA 15,4; 18,8; Car 11,6. Antonianos: (flámenes) MA 18,8. Antonianos: (niños) D 2,10. Antonianos: (patios) H 24,6. Antonino: (r. Gordiano) Go 4,7. Antonino: (r. Gordiano el Joven) Go 4,7; 17,5. Antonino: (hijo de Mamertino) C 7,6. Antonino: (r. septiembre) P 10,1. Antonino: (nomDre de un plebeyo) Ge 3,5. Antonino: (victimario) Ge 3,8. Antonino: los emperadores llamados así, según Capitolino (cf. Ma 3,3 ss.) son ocho: Pío, Marco, Vero, Cómodo, Caracalla, Geta, Diadumeno y Heliogábalo. N o obstante, reciben tam­ bién este nombre Pértinax (D 6,3), Didio Juliano (D 6,3), Se­ vero (D 6,8), Opilio Macrino (Ma 2,1) y Vero (E 5,12). Antonino, cf. Arrio. Antonino Galo: Aur, 8,2. Antonino Pío: cf. Vida por Julio Capitolino y A 24,1,3,6,9 bis, 10; 25,5,6,8; 26,6; 27,2,4; E 2,9; 6,9; 7,2; MA 5,1; 5,5,6;


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6,1,2,3,7,9; 7,3,5; 8,1,6; 16,7; 19,2; 29,6; V 1,3; 2,2,3; 3,1,2,6 bis, 7,8; Av 1,5; 8,7; 10,1; SS 20,1; 21,4; PN 8,5; 12,1; Car 4,2; Ge 2,4; Ma 1,4; 3,1,2,4,7; 7,7; D 1,3; 5,4,5; 6,5; 7,4; H I,2; 2,4; 7,9; AS 9,1; 10,5; 57,7; M 27,6; Go 3,3; 17,4; G II,4; TU 6,6; Cl 3,3; Aur 14,6; 42,4; T 5,1. Antoninos: E 5,13; MA 13,4; SS 20,1; 21,4; 22,2; 23,3; 24,2; P N 12,6; CIA 6,1; Car 8,3; 9,12; Ge 1,7; 2,2; Ma 3,3-5,7; 6,2; 7,7; D 1,3; 6,3; 7,4; H 1,7; 18,1 ter; 34,6 ss.; AS 1,1; 7,3 ss.; 10,4,7; Go 4,7 bis; 9,5; 17,1 y 2; Cl 18,4; T 16,6; Pro 12,2; 22,4. Antonio: (r. Gordiano) Go 4,7. Antonio: (r. Gordiano el Joven) Go 17,2 y 5. Antonio: (Saturnino) PN 9,2; AS 1,7; F 1,1. Antonio Balbo: SS 13,2. Antonios: H 18,1; 34,7; Go 9,5; 17,1. Anubis: C 9,4,6; 16,4; PN 6,9; Car 9,11. Apamena: H 21,2. Apenino: Cl 10,4. Apeninos: P 1,2; F 3,4. Apia: Ge 7,2. Apicio Celio: E 5,9; H 18,4; 20,5; 24,3. Apis: A 12,1. Apolausto: (r. Agripo) V 8,10; C 7,2. Apolinar: (Aurelio Apolinar) Car 6,7. Apolinar, cf. Sulpicio. Apolo: MA 6,9; V 8,2; P N 8,1; ClA 5,4; AS 37,6; M 22,2; 26,2; Max 1,1; Cl 4,2; Aur 19,4; T 17,5. Apolodoro: A 19,13. Apolonio: (retórico) V 2,5. Apolonio de Calcedonia: AP 10,4 bis; MA 2,7; 3,1; V 2,5. Apolonio de Tiana: AS 29,2; Aur 24,3 y 7; 25,1. Apolonio Siró: A 2,9. Apro: (tío paterno de Severo) SS 1,2. Apro: (suegro de Numeriano) Ca 12,1,2 bis; 13,2 bis, 3 ter; 14,3; 15,4. Apro: (cónsul) C 2,4; 12,4. Apro: (P. Septimio) SS 1,2. Apro, cf. Trosio. Apro, cf. Vectio. Apulia: V 6,9. Apulia Calabresa: TU 24,5. Apuleyo: (escritor) ClA 12,12. Apuleyo Rufino: SS 4,4. Aquileya: MA 14,2; V 9,7 bis, 10; M 21,6; 22,1,4; 24,3; 25,2;


IN D IC E D E N O M B R E S

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28,4 y 8; 33,3 bis; Max 11,2; 12,2 y 3; 15,4; 16,7; T 18,6; Ca 4.4. Aquileo: Aur 31,2. Aquiles: AS 31,4; M 4,9; Pro 1,2 bis. Aquileida: Go 3,3. Aquilio: DJ 5,8; PN 2,6. Aquilon: E 5,10. Aquino: PN 1,1. Arabia: A 14,4; AP 9,4 bis, 5; Av 6,5; DJ 2,3; SS 9,9; 12,6; D 8.4. Arabiano: D 9,1. Arabiano, cf. Claudio. Arabiano, cf. Flavio. Arabiano., cf. Septimio. Arábico: (r. Caracalla) Car 10,6. Arábico: (r. Septimio Severo) SS 9,10. Aradión: Pro 9,2. Arato: Go 3,2. Arca Cesarea: AS 1,2; 5,1; 13,5. Arcario, cf. Quinto. Arcia: M 28,8. Arcontio, cf. Severo. Arelio Fusco: (consular) TU 21,3, Arelio Fusco: (escritor) TU 25,2. Arelio Fusco: (procónsul) Aur 40,4. Argunte: Go 31,1. Aristómaco: H 14,8. Aristóteles: Go 7,1. Armenia: MA 9,1; V 7,1; Αν 6,5; D 8,4; AS 58,1. Arménico: (r. Aureliano) Aur 30,5. Arménico (r. MA y V) MA 9,1; V 7,2. Arquimea: M 31,3. Arrastrado: (r. Heliogábalo) H 17,5. Arria Fadila: AP 1,4. Arriano: (consul) Go 29,1. Arrio: (r. Herodiano) M 33,3; Go 2,1; Max 2,2. Arrio Antonino: C 7,1 bis; P 3,7. Arrio Antonino: (nombre imaginario de AP) A 24,1; AP 4,1. Arrio Antonino: (abuelo de AP) AP 1,4. Artabasdes: Va 3,1. Artabases: Pro 4,1. Artajerjes: AS 55,1; 56,6; Go 26,5. Artaxata: MA 9,1. Articuleyo: A 3,1.


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Asclepiodoto: Aur 44,2,3. Aselio Claudiano: SS 13,1. Aselión, cf. Marco. Asia: A 13,1,6; AP 3,2; 9,1; V 6,9; 7,1,7; Car 5,8; D 8,4; Go 31,1; Max 7,2; Va 1,5 bis; G 2,5; 5,3; 6,1,5,; 7,3; 13,8; Cl 8,1; Aur 40,4. Aspriano, cf. Fulvio. Astaco: G 4,8. Astianacte, cf. Meonio. Atalo: C 7,1. Atelanas: A 26,4. Atenas: MA 27,1; V 6,9; G 11,1; T 18,6. Ateneo: P 1,3; Go 3,4. Ateneo: (general de Galieno) G 13,6. Atenión: M 9,6. Ateriano, cf. Julio. Ateyo Santo: C 1,6. Atiano, Celio: A 5,5 y 9; cf. Celio. Aticiano: Cl 11,3. Atico, cf. Herodes. Atico: Go 26,3. Atidio Corneliano: MA 8,6. Atilio Severo: C 4,11. Atilio Ticiano: AP 7,3. Aufidio Victorino: MA 3,8; 8,8. Augur, Arrio: MA 1,5. Augusto: (Octaviano) A 6,4; 12,3; Αν 8,6; 11,6; SS 3,4; 21,3; PN 12,1; H 1,2; AS 10,4; 28,6; Go 21,5; Cl 2,3; Aur 21,11; 42,3; T 4,5; Pro 22,4; Ca 3,1 bis. Augusto: (nombre de mes r. Cómodo) C 11,8. Aurelia: (familia) MA 5,5; V 2,10. Aurelia: (vía) A 1,8; Aur 48,2. Aurelia Mesalina: (madre de Clodio) CIA 4,3. Aureliano: cf. Vida por Flavio Vopisco y FI 35,2; AS 64,1; G 18,4; TU 24,2,3,4,5; 25,2,3,4 bis; 27,2; 30,3,4,12,23,27; T 1,1; 2,4; 4,5; 9,5; 11,6; 13,1,3; 14,5; 16,6; Pro 1,5; 6,1,5,6,7; 8,1; 9,5; 12,2; 13,2,5; F 1,4 bis; 2,1,2,3; 3,1,4; 4,3; 5,1,2,3; 6,2; 7,2; 9,1; 13,1; 14,3; 15,4,5 bis, 6; Ca 1,2; 3,7; 15,3. Aureliano: (conspirador contra Av) PN 7,1. Aureliano: (nieto de Aureliano y proconsul de Sicilia) Aur 42,2 bis. Aureliano: (tribuno) Aur 6,2. Aureliano Festivo: F 6,2. Aureliano, cf. Pescenio.


IN D IC E D E N O M B R E S

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Aurelianos: (áureos) Pro 4,5. Aurelianos: (corporación) MA 7,11. (L.) Aureliano: (nombre dado al padre de Elio Ceyonio Có­ modo) E 2,7. (T.) Aurelio, cf. Antonino Pío. Aurelio Alejandro, cf. Alejandro Severo. Aurelio Cómodo, cf. Cómodo. Aurelio Festivo: F 6,2. Aurelio Filipo: AS 3,2. Aurelio Fulvo: (abuelo de AP) AP 1,2. Aurelio Fulvo: (padre de AP) AP 1,3. Aurelio Fulvo Boyonio, cf. Antonino Pío. Aurelio Gordiano: (cónsul) Aur 41,3. Aurelio Probo Augusto, cf. Probo. Aurelio Probo: (jefe de tintoreros) AS 40,6. Aurelio Tácito, cf. Tácito (emperador). Aurelio Vero: (nombre falso dado a Elio) E 2,6. Aurelio Vero: (escritor) AS 48,6. Aurelio Víctor: Ma 4,2. Aureolo: cf. Vidapor Trebelio Polión y G 2,6,7; 3,1,3; 4,6; 5,6; 7,1; 9,1; 14,6; TU 10,14; 12,2; 13,3,14 bis; 14,1; 15,4; 18,1,3; 30,23; C1 4,2; 5,1,2,3,4; Aur 16,1. Aureolo: (puente de") TU 11,4. Aurunculeyo Corneliano: SS 13,2. Autronio Justo: T 19,1. Autronio Tiberiano: T 19,1. Avidio Casio: cf. Vida por Vulcacio Galicano y MA 15,6; 21,2; 24,5,7 y 8; 25,1,2 bis, 3,8,12; 26,3,10,11,12 bis, 13; V 7,1; 8,3; C 2,3; P 2,10; CIA 6,2; 10,9 y 11; 12,10; AS 1,7; F 1,1. Avidio Severo: (abuelo de Avidio Casio) Av 1,1. Avito, cf. Galieno. Avito, cf. Loliano. Avulnio Saturnino: Aur 13,1. Auxiliadora: (legión) A 2,2. Ayax: M 4,9.

Babilonia: V 7,1; 8,2. Baco: H 28,2. Balbino: M 20,1,5,6 bis, 8; 24,2,3,7,8; 25,3; 26,1,2,4 bis, 5; 28,3; 31,1; 32,3; 33,3; Go 19,9; 22,1,5. Balbo, cf. Antonio.


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Balbo, cf. Cornelio. Balbo Cornelio Teófanes: Max 7,3. Balbo, Junio: Go 4,2. Balista: Va 4,4; G 1,2; 3,2 γ 4; TU 12,1,3,7,9; 14,1 bis; 15,4. Basiano, cf. Caracalla y Heliogábalo. Basiano, Elio: CIA 4,5 y 6, cf. Elio Basiano. Basiano, Valerio: C 7,6, cf. Valerio Basiano. Baso: (amigo de Vopisco) F 2,1. Baso: (cónsul) TU 9,1. Baso, cf. Ferronio. Baso: (prefecto de la Ciudad) SS 8,8. Bayas: A 25,5; AP 5,1; MA 6,1; AS 26,9 y 10; T 7,6; 19,5. Bayo, cf. Fulvio. Bebió Longo: MA 3,8. Bebió Macriano: AS 3,3. Bebió Macro: (prefecto de la Ciudad) A 5,5. Bebió Macro: (prefecto del Pretorio) Aur 13,1. Beleño: Μ 22,1. Bélgica: (Galia) DJ 1,7. Belona: C 9,5; SS 22,6. Benaco: (lago) Pro 24,1. Bética: (Hispania Bética) SS 2,3,4 bis. Bitinia: DJ 2,3; PN 5,2; CIA 6,2; Ma 10,3; 15,1; Max 5,8; 7,2; G 4,7; 11,1; TU 33,5; Aur 22,3. Bizancio: SS 8,12; Car 1,7; G 6,8; 7,2,4; Cl 9,7; Aur 22,3; 33,5. Blanco: (r. Albino) CIA 1,4. Bolonia: TU 33,4. Bonito: TU 10,11. Bonoso: cf. Vida por Flavio Vopisco y Pro 18,5; 24,7; F 1,4; 13,6; 14,1. Bóreas: E 5,10. Bosforo: AP 9,8. Bovonia Procila: AP 1,4. Boyonio Antonino Pío, cf. Antonino Pío. Bragada: (Galia) Pro 18,5. Bretaña: A 12,1; C 6,2; 13,5; P 1,6; 3,5 y 8; DJ 5,1; SS 6,10; 19,1; 24,1; CIA 13,4 y 7; AS 59,6; Pro 18,5 y 8; Ca 16,2. Brindisi: MA 9,4; 27,3; SS 15,2. Broco, cf. Junio. Brundisino, cf. Meció. Brucio Presente: MA 27,8. Bucólicos: (soldados) MA 21,2; Αν 6,7. Buena Diosa: (templo de la) A 19,11. Búrburo: F 4,4 bis.


ÍN D IC E D E N O M B R E S

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Burro, cf. Antístio. Busiris: Μ 8,5.

Cádiz: A 1,2. Calcis: AP 10,4 bis. Caldeos: (adivinos) SS 4,3: 15,5. Caleno: MA 3,8. Calícrates de Tiro: Aur 4,2. Caligula: Av 8,4; H 1,1; 34,1; C 10,2. Caligulas: Aur 42,6. Calpurnia: TU 32,5. Calpurnio: Av 10,9. Calpurnio Agricola: MA 8,8. Calpurnio, cf. Julio. Calvila, cf. Domicia. Calvisio Tulio: MA 1,3. Camilo Furio: SS 21,1; PN 12,1. Camilo, cf. Ovidio. Camilos: Cl 1,2. Campania: A 9,6; AP 7,11; MA 10,7; Go 4,6; TU 24,5; T 7,5. Campo de Marte: A 9,1; MA 13,6; AS 26,7; M 31,5; Go 32,6; Cl 13,6; T 7,2. Camsisolio: TU 26,4. Cánaba o Canabaude: Aur 22,2. Cándido: A 3,4. Cándido, cf. Vespronio. Caninio Celer: MA 2,4; V 2,5. Cano, cf. Sulpicio. Canope: A 26,5. Capadocia: A 13,7; G 11,1. Capela Antistio: C 1,6. Capeliano: M 19,1,3: 20,6; Go 15,1,2,3; 11,2,3. Capitolino, cf. Julio. Capitolio: MA 29,4; P 5,4; DJ 4,6; SS 7,1; 14,7; Car 3,2; H 15,7; 30,4; AS 43,5; 57,1; Go 4,4; 22,8; Max 3,2; 8,2,4; G 8,1,5; Cl 3,4; Aur 33,3; 34,5; 41,11; T 10,5; P 9,2; 10,5. Capiton: Pro 10, 6, 7. Capiton, cf. Egnacio. Capri: C 5,7. Capua: MA 8,10; V 6,7; Av 10,7; DJ 8,3. Caracalla: cf. Vida por Elio Esparciano y SS 10,3; 14,3; 16,3;


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18,9 y 10; 19,2; 20,2; 21,6,9, 11 bis; 22,3; 23,7; PN 8,5; CIA 7,5; Ge 1,4; 7; 2,8; 3,36; 4,2,4; 5,3,6; 6,2,3,4,6,7; 7,4,6; Ma 2,1,3; 3,4,8; 4,7; 5,2,3,9; 6,4 bis, 8; 7,1,3,5,6,8; 8,3 bis, 4; 9,1,4; 13,1 ; D 1,1,2; 2,7,8 bis; 3,1; 6,8,9,10; 9,4; H 1,4,5; 2,1,3; 3,1; 17,8,9; AS 5,3; 7,4; 9,1; 10,5; 25,6; M 4,4,6; 30,6,7; Go 4,1,3. ( Carinas: (barrio) Max 16,1. Carino: cf. Vida por Flavio Vopisco y Pro 24,4; F 1,4; 3,5; 15,10; Ca 3,8; 4,3; 7,1,2,3 bis, 4; 10,1 bis. Carnunto: SS 5,1. Caro: cf. Vida por Flavio Vopisco y Pro 22,3; 24,4 y 8; F 1,4; 15,10; Ca 11,1; 15,3; 16,1; 18,3; 19,1; 20,2 bis. Cárpico: (r. Aureliano) Aur 30,4. Carpisculo: (r. Aureliano) Aur 30,4. Carras: Car 6,6; 7,1,3; Go 26,5; 27,6; 10,2; 12,1. Cartago: A 20,4; AP 9,2; C 17,8; Ma 3,1; M 14,4; Go 4,2; 9,6; 23,4; Max 17,8; T 18,2; Ca 3,1. Caristos: Go 32,2. Casio: (monte) A 14,3. Casio, cf. Avidio. Casio Papirio: CIA, 10, 11, 12. Casios: Áv 1,1. Casperio Agripino: SS 13,3. Casperio Emiliano: SS 13,4. Cástor: M 16,1; Va 5,4. Catilina: Av 3,5; CIA 13,2; F 6,4; cf. Sergio. Catilio Severo: (r. a MA) MA 1,9. Catilio Severo: (consejero de AS) AS 68,1. Catilio Severo: (gobernador de Siria) A 5,10; 15,7; 24,6,7; AP 2,9; MA 1,4. Catón el Censor: A 5,3; 10,3; 16,6; Av 14,4; Go 5,5; Pro 1,1. Catón de Utica: Max 7,7. Catón: (r. Fabio Sabino) AS 68,1. Catones: SS 21,1. Catulino, cf. Valerio. Catulo: (abuelo de Memia) AS 20,3. Catulo, cf. Ciña. Catulo: (filósofo) MA 3,2, cf. Ciña. Cayeta: (puerto) AP 8,3. Cecilio: Av 10,9. Cecropio: G 14,4,7,9. Cecropio: (general) Pro 22,3. Céler, cf. Caninio.


IN DICE DE NOMBRES

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Céler Veriano: TU 9,5 y 6. Celerino, cf. Cuspidio. Celeste: P 4,2; Ma 3,1; TU 29,1. Celestino: Va 8,1. Celiano: (retórico) D 8,9. Celio: (monte) MA 1,5; C 16,3; H 30,4; TU 25,4. Celio: A 1,4; 4,2; 8,7; 9,3 bis; 15,2, cf. Atiano. Celio: (historiador) A 16,6. Celio Félix: C 7,6. Celsa, cf. Nonia. Celsino: Pro 1,3. Celsino: (consejero de Diocleciano) A ur 44,3. Celsino, cf. Clodio. Celso: cf. Vida por Trebelio Polión y CL 7,4. Celso: (consul) A 4,3; 7,2. Celso: (conspirador) Αν 10,1. Celso: (consejero) TU 10,11. Celso Eliano: Max 17,2. Celso, cf. Elio. Celso, cf. Furio. Celso, cf. Herenio. Celso, cf. Juvencio. Celso, cf. Raeonio. Celso, cf. Rufio. Cenofrurio: Aur 35.5 Censorino: cf. Vida por Trebelio Polión y TU 31,12; 32,8. Censorinos: TU 33,5. λ λ Centuncelas: C 1,9. (XoéfrCerdeña: SS 2,4 y 5. Cerelio Faustiniano: SS 13,6. Cerelio Juliano: SS 13,6. Cerelio Macrino: SS 13,6. Cereyo Meciano: T 19,3. Ceres: MA 27,1; Aur 47,3. Ceriliano, cf. Fabio. Ceronio: G 14,4, cf. Cecropio. Cerronio Baso: Aur 31,5. César (Julio): E 7,5; Αν 11,6; SS 21,2; CIA 13,7; AS 62,3; M 18,2; Go 33,4; Max 7,7. César, cf. Elio. Cesarea: TU 2,2. Cesareano: (r. Ciriades) TU 2,2. Ceseciano, cf. Elio.


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Cesonio Vectiliano: Av 5,5. Cesoninos: TU 32,5. Ceyonio Albino: (asesinado por SS) SS 13,3. Ceyonio Albino: (prefecto de la Ciudad) Aur, 9,2. Ceyonio Cómodo: E 2,7. Ceyonio Juliano: F 2,1. Ceyonio Postumiano: CIA 6,2. Ceyonio Postumo: CIA 4,3 y 6. Ceyonios: CIA 4,1 y 7; 10,7; 12,8; 13,5. Cibeles: H 7,2; AS 37,6; Aur 1,1. Cicerón, cf. Tulio. Cíclope: M 8,5; Max 11,1. Ciclópea^: G 8,3. Cíclopes: Ca 19,3. Cierzo: E 5,10. Cilicia: V 6,9; TU 26,3,7; Ca 4,6. Cilón: Car 3,2; 4,5 y 6, cf. Fabio. Ciña Cátulo: MA 3,2. Ciña, cf. Cátulo. Cinció Severo: SS 13,9. Cingio Severo: C 20,3. Circesio: Go 34,2. Ciríades: cf. Vida por Trebelio Polión. Ciríades: (padre) TU 2,1. Cirilo, cf. Tacio. Cirro: MA 25,11. Cívica: MA 9,4. Cízico: AP 3,4; SS 8,16; 9,1; P N 5,8; G 13,8. Clara Emilia: DJ 1,2. Claro, P 15,6. cf. Erucio. Claro, cf. Ragonio. Claro, cf. Septícío. Claudia: (hermana de Probo) Pro 3,4. Claudia: (sobrina de Claudio) Cl 13,2. Claudiano, cf. Aselio. Claudio: cf. Vida por Trebelio Polión y H 35,2; Va 8,3; G 7,1; 14,2,3; 15|3; 18,4; TU 10,9,10,13,14; 11,4 bis, 5 bis; 26,7; 30,3,11 bis; 31,6,7,8,12; 33,2; Aur 2,1; 16,1,2,4; 17,5; 18,1; 37,5; 41,7; 42,4,5; 44,4; T 16,6; Pro 3,3; 6,1,6; 7,1; 12,2; Ca 3,6. Claudio Arabiano: SS 13,7. Claudio: (barbero) H 12,1. Claudio Eustenio: Ca 18,5.


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Claudio, cf. Flavio. Claudio Juliano: Max 17,2. Claudio Lucano: C 7,7. Claudio Máximo: MA 3,2. Claudio: (Tiberio Claudio) AS 65,5. Claudio Pompeyano: (yerno de MA) MA 20,6; Av 10,3; 11,8; 12,2; C 5,12; P 2,4; 4,10; DJ 8,3; Car 3,8. Claudio Pompeyano (Quinctiano): C 4,2 y 4. Claudio Rufo: SS 13,2. Claudio Sapiliano: T 19,3. Claudio Severo: (filósofo) MA 3,3. Claudio Sulpiciano: SS 13,3. Claudio Venaco: AS 68,1. Claudio: (acueducto) AS 30,4. Cleandro: C 6,3,5,6,8,10,12; 7,1,3; 17,5. Cleodamo: G 13,6. Cleopatra: TU 27,1; 30, 19; 32,6; Cl 1,1; Aur 27,3; Pro 9,5 Cleopatras: TU 30,2. Clocfia: (vía) V 8,8. Clodio: (Clodio Pulcro) F 6,4. Clodio Albino: cf. Vida por Julio Capitolino y SS 6,9; 10,1,2,7,8; 11,1,3 bis, 6,8; 12,1,5,6,7; PN 2,1; 4,7; 6,2; 8,1; 9,3; AS 1,7; F 1,1. Clodio: Go 10,1, cf. Balbino. Clodio Celsino: SS 11,3. Clodio Rufino: SS 13,5. Coceyo: Aur 14,6; 42,4 cf. Nerva. Coceyo Vero: SS 13,4. Coedes: V 9,5. Colonia: Pro 18,5. Coloso: (estatua) A 19,12; C 17,9; G 18,2 bis. Comagene: CL 10,1. Comodiana: (r. casa palatina) C 12,7. Comodiana: (r. Roma) C 8,6,9. Comodiana Hercúlea: (r. flota) C 17,8'. Comodiano: (r. siglo de oro) C 14,3. Comodiano: (r. pueblo romano) C 15,5. Cómodo Antonino: cf. Vida por Elio Lampridio y MA 16,1; 17,3; 18,4; 19,1,4,7; 22,12; 27,5,12; V 9,6; Av 10,3; 13,2,4,7; P 3,5,8; 4,3,4,5,7,10; 5,1 bis, 2,3,7; 6,2,3,6,10; 7,4,6,8; 8,1,2,9; 9,8; 12,8 bis; DJ 2,1,6; 3,7; 4,8; 6,2; SS 4,3,4; 5,1; 6,9; 11,3,4; 19,3; PN 1,5 bis; 2,1; 3,5; 4,6; 6,8; 7,2; 10,8; CIA


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2,1; 3,1; 6,3,4,5,7 bis; 13,7; 14,2; Car 5,5; 9,11; Ma 3,4; 4,2; 7,7; 13,1; D 6,7; 7,2,3 bis; AS 7,4; 9,2; 10,5; Ca 3,3. Concordia: P 4,9; AS 6,2; Max 1,1; Pro 11,5; 12,7. Concha: TU 30,27. Condiano: C 4,9. Constancio: (Cloro) G 7,1; 14,3; Cl 1,1; 3,1; 9,9; 10,7; 13,2; Aur 44,5; Pro 22,3; Ca 17,6; 18,3. Constancios: (áureos) H 2,4. Constantina: Cl 13,3. Constantino: (emperador) Ge 1,1; H 2,4; 34,1; AS 65,1; M 1,1; Go 34,6. Controversias: TU 4,2. Copta: Pro 17,3,6. Cordio: H 6,3; 12,1; 15,2. Cordo: CIA 5,10; 7,2; 11,2; Ma 1,3; M 4,1; 6,8; 12,7; 27,7; 28,10; 29,10; 31,4; Go 4,6; 5,6; 12,1; 14,7; 17,3; 19,8; 21,3,4; 22,2; Max 4,3,5 bis; 12,4. Cordo, cf. Valerio. Cordueno, cf. Elio. Corfuleno, cf. Estatilio. Corinto: V 6,9; T 18,6. Coriolano, cf. Marcio. Corneliano, cf. Atidio. Corneliano, cf. Aurunculeyo. Cornelio Balbo: PN 4,1. Cornelio Capitolino: TU 15,8. Cornelio Dolabela: AP 1,8. Cornelio Fronton: (orador) MA 2,5 bis. V 2,5. Cornelio Mácro: TU 14,5. Cornelio Repentino: DJ 3,6. Cornelio Tácito: Aur 2,1; T 10,3. Cornelio Teófanes, cf. Balbo. Cornelio Victoriano: AP 8,8. Cornicula, cf. Anio. Cornificia, cf. Ania. Cornificia: (amante de Pértinax) P 13,8. Cornificio, cf. Velio. Corvinos: Aur 9,4. Cotios, cf. Alpes. Craso: A 5,6. Craso, cf. Sulpicio. Cretólogo: (r. Pértinax) P 13,5. Creta: C1 12,1/;


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Crinito: Aur 15,1,2; cf. Ulpio. Crispino: M 21,6; Max 12,2. Crispino, cf. Tulio. Crispo: Cl 13,2 bis y 9. Cristo: AS 29,2; 43,6; F 8,2. Ctesifonte: SS 16,1; Go 27,6; G 10,6,7; 12,1; TU 15,4; 30,6; Ca 8,1. Cuadrato: (Asinio Cuadrato, historiador) V 8,4 Αν 1,2. Cuadrato: (conspirador) C 4,1,4. Cuadrato; cf. Umidio. Cuarto, cf. Marcio. Cupido: E 5,10. Cures: A 2,8. Curia: MA 10,8; P 4,9,11; D ] 4,2,3,5; Ge 6,5; AS 6,2; Go 11,2; 22,7; Max 2,2,3; 3,5; 13,2; TU 33,1; Cl 3,3; Aur 41,3; T 9,2; Ca 4,4. Curio Fortunaciano: Max 4,5. ' Chipre: Go 3,7; Cl 12,1; 14,5. Dacia: A 6,7; 7,3; C 13,5; P 2,4,10; Cl 15,2; 17,3. Dacia Aureliana: Aur 39,7. Dacia Ripense: Aur 3,1. Dacia Transdanubiana: Aur 39,7. Dafne: MA 8,12; V 7,3; Av 5,5: 6,1: AS 54,7; TU 18,2; Aur 25,1. Dalmacia: MA 21,7; C 6,1; DJ 1,9; G 14,9; TU 12,17; Cl 15,2; 17,6; Ca 17,6. Danubio: MA 21,10; Av. 4,6; P 2,10; G 13,6; Aur 22,2; Pro 5,1. Dardania: (en Yugoslavia) MA 21,7. Dardania: (en Asia Menor) Cl 11,9. Dárdano: Cl 11,9. Dásumo: MA 1,6. Deberes: (Los) AS 30,2. Decébalo: TU 10,8. Decriano: A 19,12. Decio: Va 5,4; 6,1,7; Cl 13,8; 16,1 bis. Decios: Va 5,4 bis; Aur 42,6. Delos: AS 26,8. Demóstenes: SS 21,2; AS 62,3. Dexipo: (Herenio Dexipo) AS 49,3; M 32,3; 33,3; Go 2,2; 9,6; 19,9; 23,1; Max 1,2; 15,5; 16,3,6; G 13,8; TU 32,1; Cl 12,6.


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H IS T O R IA A U G U S T A

Déxtro, cf. Domicio. Diaboleno: AP 12,1· Diademado: (nombre originario de Diadumeno) D 4,4 bis. Diadumeno Antonino, cf. Vida por Elio Lampridio y Ma 2,5; 3,4,8; 5,1,7; 6,2,6; 7,5; 10,3,4; 12,9; 14,1; H 1,4; 3,1; 8,4; AS 9,3; 10,5. Diana: (estatua) H 7,6. Didia Clara: DJ 3,4. Didio Juliano: cf. Vida por Elio Esparciano y P 14,4 bis, 5,9; SS 1,1; 2,2; 5,1,5,7,9 bis, 10; 6,1,5; 7,4; 8,3; 17,5; PN 2,1 bis, 2,3,4; 3,1 bis, 2; CIA 14,2,6; Ma 3,6; D 6,3; AS 1,7. Didio, cf. Petronio. Didio Próculo: (hermano de Didio Juliano) DJ 1,2. Didio: TU 27,1; 30,2. Diocleciano: (Augusto) E 1,1 bis; MA 19,12; V 11,4; Av 3,3; SS 20,4; Ma 15,4; TU 21,7; 31,8; Cl 10,7; Aur 29,3; 42,2; 43,2; Pro 1,5; 2,1; 22,3; F 15,10; Ca 10,1; 13,1,3 bis; 14,1 bis, 2 bis, 3; 15,3,5; 18,1,2,3,5; 19,2; 20,2,3. Diogneto: MA 4,9. Dolabela, cf. Cornelio. Domicia Calvila: (o Domicia Lucila Menor; madre de MA) MA 1,3. Domicia Lucila: (madre de MA) DJ 1,3. Domicia Paulina: (madre de Adriano) A 1,2. Domicia: (jardines de) AP 5,1; Aur 49,1. Domiciano: (Augusto) A 2,3; 20,3; MA 28,10; Av 2,6; S 19,2; AS 65,5; Cl 3,6; Aur 43,4,5; 44,2,3; Ca 3,3. Domiciano: (general de Aureolo) G 2,6; TU 12,14 bis; 13,3. Domicianos: CIA 13,5; Ca 1,3. Domicio Dextro: SS 8,8. Domicio Ulpiano: AS 68,1. Domitila: TU 12,14. Druida/s: (adivinas de la Galia) Aur 44,4,5; 60,6; Ca 14,3; 15,1,5. Druenciano: (yerno de Casio) Av 9,3. Drunciano: MA 26,12, cf. Druenciano. Dulio: (Dulio Silano) C 7,5. Eboraco: SS 19,1. Ebro: H 7,7. Ebucian'o: 6,12. Ecio: (yerno de SS) SS 8,1.


I N D IC E D E N O M B R E S

745

Eclecto: V 9,5,6; C 15,1; P 4,5,6. Edesa: Car 6,6; 7,1, Efeso: V 7,7; G 6,1. Efestión: V 2,5. Egipto: A 5,2; 7,3; AP 5,5; MA 21,2; C 2,3; SS 8,7; P N 5,5; 7,7; H 28,3 bis; AS 28,7; G 4,1; 5,6; 6,4; TU 22,5,6,9,13; 30,7; Cl 15,4; Aur 13,1; 32,2,3; 45,1; 47,1,3; 48,5; T 3,6; Pro 3,2; 9,3,5 bis; F 2,1; 3,1; 5,4; 7,2; 8,4,7; 9,1. Egnacio Capiton: C 4,10. Egnatuleyo Honorato: SS 13,5. Elia: (familia) V 2,1. Elio: cf. Vida por Elio Esparciano y A 23,10,11 bis, 14,15; 24,1; AP 4,1,5; MA 2,7; 4,5; 6,2; Y 1,6; 11,1; P 10,2; CIA 2,5; F 8 ,8 .

Elio: (nombre de un mes) C 12,2. Elio, cf. Cordo. Elio, cf. Vero. Elio Adriano: (padre de Adriano) A 1,2. Elio Adriano: (tío paterno de Adriano) A 2,4. Elio Basiano: (padre de CIA) ClA 4,5,6. Elio Celso: SS 13,2. Elio César: (padre de Vero) V 11,1. Elio Ceseciano: T 7,1. Elio Cordueno: P N 4,4. Elio Escorpiano: Pro 11,5. Elio Esparciano: E 1,1. Elio Gordiano: (padre de Gordiano) AS 68,1. Elio Lampridio: Pro 2,7. Elio Mauro: SS 20,1. Elio Sabino: M 32,1. Elio Severiano: AS 68,1. Elio Vero César, cf. Elio. Elio Xifidio: Aur 12,1. Elios: E 2,6. Eleusinos: (misterios) A 13,1; AS 18,2. Emesa; Ma 9,1; G 3,4; Aur 25,2,4. Emilia, cf. Clara. Emilia: (vía) P 2,2. Emiliano: cf. Vida por Trebelio Polión y G 4,1; 5,6; 9,1; TU 26,4. Emiliano, cf. Casperio. Emiliano: (Aselio Emiliano) SS 8,13,15; PN 5,7 bis. Emilio Leto, (Q): C 17.1.


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HISTORIA AUGUSTA

Emilio: (puente) H 17,2. Emilio Junco: C 4,11. Emilio Parteniano: (historiador) Av 5,1. Emona: M 21,1,5; 31,3. Encolpio: AS 17,1 ; 48,7. Eneas: Ca 13,3. Eneida: Go 3,3. Ennio: A 16,4; Cl 7,5. Epicteto: A 16,10. Epiro: G 13,8. Erucio Claro: SS 1,3. Erucio Claro: (Julio Erucio Claro) P 15,6; SS 13,4. Escantila, cf. Malia o Manlia. Escauro: (Quinto Terencio Escauro) V 2,5. Escaurino: (Terencio Escaurino) V 2,5; AS 3,3. Escaurino: (Terencio Escaurino; hijo de Escaurino) AS 3,3. Escévoia: MA 11,10. Escipión Africano: Cl 7,6; Pro 2,4. Escipión Asiático: Go 21,5. Escipión: (Publio Cornelio Escipión Emiliano) A 10,2; AP 9,10; SS 21,1; H 26,2; Cl 2,5. Escipión: (r. Gordiano el Viejo) Go 5,5,7. Escipión: (r. Heliogábalo) H 26,2. Escipiones: A 1,1; P N 12,2; Go 5,7; 9,4,6; 17,2; Cl 1,2; Aur 9,4; Pro 2,4. Escirón: M 8,5. Escitia: A 16,3; Aur 13,1. Escítica: (legión) SS 3,6. Escorpiano, cf. Elio. Escupo: T U 10,11. Esparciano, cf. Elio. Espartaco: M 9,6. Esperanza: (jardines de la) H 13,5. Esperato: (r Cómodo) C 18,10. Espolones: (casa de) Go 3,6. Esquilmo: G 18,3. Estaciano, cf. Manlio. Estacio: Go 3,3. Estado Prisco: (Licinio Itálio) MA 9,1; V 7,1. Estacio Valente: AS 48,6. Estatilio Corfuleno: CIA 12,11. Estilión: AS 3,3. Estiíón, (L.): SS 13,4.


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Etna: A 13,3. Etruria: A 19,1; E 2,8; AP 3,5 ¿ú ; V 1,9; Go 4,6; TU 24,5; Aur 48,2. Eudemón: A 15,3. Eudémones: (r. árabes) Ma 12,6. Euforión: MA 2,2. Eufrates: A 5,3; V 7,6. Eugamio: Μ 27,5. Eupator: (Julio) AP 9,8. Europa: Aur 17,2; 30,3; 31,1; 32,1; Pro 1,4. Eurupiano, cf. Larcio. Eustenio, cf. Claudio. Eutiquio Próculo: MA 2,3. Eutropio: (padre de Constancio Cloro) C1 13,2.

Fabia: (Ceyonia; hija de Elio y hermana de Vero) MA 29,10; V 10,3,4. Fabia Orestila: Go 17,4. Fabiano: (arco) G 19,4. Fabiano, cf. Masticio. Fabilo: M 27,3. Fabio Ceriliano: Ca 4,3. Fabio Cilón: C 20,1. Fabio Gurges: (r. Heliogábalo) H 26,2, cf. Gurges. Fabio Marcelino: AS 48,6; Pro 2,7. Fabio Paulino: SS 13,3. Fabio Pomponiano: TU 29,1. Fabio Repentino: AP 8,8. Fabio Sabino: AS 68,1. Fabio Sosiano: F 2,1. Fadila, cf. Arria. Fadila: (Aurelia Fadila, hija de ΜΑ) Αν 10,6. Fadila, cf. Julia. Fadila, cf Junia. Faenza: A 7,2; E 2,8; V 1,9. Falaris: M 8,5. Falcón: (Q. Sosio Falcón) P 10,1,4,5,9; 15,6. Faltonio, cf. Meció. Faltonio Probo: Aur 40,4. Farasmanes: A 13,9; 17,12; AP 9,6. Faro: AP 8,2.


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HISTORIA AUGUSTA

Fausiano: G 5,2. Faustina, cf. Ania Faustina maior. Faustina, cf. Ania Faustina minor. Faustina Ania: (Ania Fundania Faustina; prima de MA) C 7,7. Faustina, cf. Mecia. Faustina, cf. Rupilia. Faustina, cf. Vitrasia. Faustina: (templo) Car 11,6; G 19,4. Faustinianas: (corporación) AP 8,1; MA 26,6. Faustiniano, cf. Cerelio. Faustinianos: (corporación) AS 57,7. Faustino: (r. octubre) AP 10,1. Fausto, cf. Papio. Favorino: A 15,12; 16,10. Felición: Go 25,2. Felicísimo: (r. Aureliano) Aur 38,2,3. Felix, cf. Celio. Feliz: (r. Cómodo) C 8,1. Feliz: (r. Macrino) Ma 7,5; 11,2. Feliz: (legión) Aur 11,4. Fenicia: A 14,1. Festivo, cf. Aureliano. Festo: Ma 4,4. Festo, cf. Pescenίο. Fiestas Latinas: MA 4,6. Filemón: Μ 27,5. Filípicas: Aur 39,3. Filipeos: (áureos) Cl 14,3 ter; Aur 9,7; 12,1 Pro 4,5; F 15,8. Filipo: (padre nutricio de AS) AS 13,4. Filipo el Arabe: Go 3,7; 28,1,5; 29,1,2,3,6 bis; 30,1 bis, 2,3,6,7,9; 31,2,3,5,7; 33,1,3; 34,5. Filipo, cf. Aurelio. Filipo de Macedonia: A 13,1; MA 27,11; AS 24,4. Filipos: Go 33,4; 34,3,4; Aur 2,1; 42,6. Filipos: (campos de) Go 34,4. Firmo, cf. Vida por Flavio Vopisco y Aur 32,2; Pro 24,7; F 1,4; 2,1,3,4. Flaco, cf. Persio. Flaco, cf. Valeriano. Flaminia: Go 4,6; TU 24,5. Flaminio: (pórtico) G 18,5. Flavia Ticiana: (esposa de Pértinax) P 5,4. Flavio Arabiano: Aur 47,2,4.


I N D IC E D E N O M B R E S

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Flavio Claudio: Aur 17,1. Flavio Domiciano: AP 1,8. cf. Domiciano. Flavio Genial: DJ 3,1; 8,6. Flavio Juvenal: SS 6,5, cf. Jevenal. Flavio Sulpiciano: P 13,7. Flavio: Aur 42,4; cf. Tito. Flavio Vespasiano: Aur 42,4, cf. Vespasiano. Flavios: (mansion de los) TU 33,6; Cl 3,6. Flegónte: A 16,1; SS 20; F 7,6. Flora: H 6,5. Floriano: Vida por Flavio Vopisco: T 9,6; 13,5; Pro 1,5; 10,1,8; 11,3; 13,4; F 1,4. Floro: (P. Anio Floro) A 16,3,4. Fondi: T 17,2. Fonteyo: F 2,1. Formiano: Αν 10,6,8; 11,3. Formias: Αν 10,7. Fortuna: AP 12,5; MA 7,3; SS 23,5,6; AS 4,6; Marx 8,6; TU 10,7. Fortunaciano, cf. Curio. Francico: (r. Probo) Pro 11,9. Frontino, cf. Julio. Frontón: MA 2,4,5, cf. Cornelio. Frugi: (r. Pisón) TU 21,1. Frugo Craso: A 5,5. Fucino: (lago) A 22,12. Fulvia Pía: (madre de SS) SS 1,2. Fulvio: (Plauciano) PN 5,2. Fulvio Aspriano: Ca 17,7. Fulvio Boyo: Aur 13,1. Fulvio Pío: (abuelo paterno de SS) SS 1,2. Fulvio Sabino: Aur 19,1. Fulvo, cf. (T.) Aurelio. Furio Celso: AS 58,1. Furio Plácido: Aur 15,4. Furio Victorino: MA 14,5. Fusciano: C 12,9; P 4,3. Fusco: A 23,3, cf. Anio. Fusco, cf. Arelio.

Gábalo: (r, Heliogábalo) AS 1,2. Gabinio: TU 22,11.


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H IS T O R IA A U G U S T A

Galacia: Max 7,2; TU 18,8. Galba: Av 8,5; Cl 12,5. Galería Faustino Augusta: MA 1,3, cf. Ania Faustina. Galerio: Cl 10,7; Ca 18,3. Galia/s: A 10,1; 12,1; MA 22,1; SS 5,3; 10,1; 11,1; 12,3; P N 2,1; 3,4,9; 6,7; CIA 1,1,2; 6,3; 9,1; 13,6; Car 5,1; AS 59,2,6; 63,3; M 7,4,6; Max 5,8; 7,2; Va 3,2; G 4,5; 6,6; TU 3,3,9; 5,1 bis, 4,5; 6,6; 12,7; 18,5; Cl 7,5; Aur 9,4; 32,3,4; 34,2; 35,4; 41,8; 44,4; Pro 13,5,6; 15,1,3,4,6; 18,5 bis; F 9,5; Ca 7,1,2; 14,2; 16,2; 18,3. Galicana: (legión) Aur 7,1. Galicano: Μ 20,6; 22,8. Galicano, cf. Mesio. Galicano, cf. Mulvio. Galicano, cf. Túrdulo. Galiena: (prima de Galieno) TU 29,3. Galieno, cf. Vida por Trebelio Polión y CIA 4,2; Va 8,1,5 bis; TU 1 bis, 2; 3,1,3 bis, 5; 5,1,5; 6,1 bis; 8,9; 9,1,3,5,6; 10,1 bis, 2,8,9,10,14,17; 11,1,2,3,4; 12,1,2,8,10,11,12; 14,1; 15,4; 18,1,8; 19,1; 20,2; 21,4; 22,5,8,9; 23,1,2; 26,1,4,5; 29,1,3 bis,4; 30,1,3,10,23; 31,1,7; Cl 1,2 bis; 5,1,2; 7,3,4; 9,1 bis; 17,1; Aur 8,2; 11,8; 16,1; 18,4; 21,9; 41,7; Pro 3,6; 4,1; 6,1,2 bis, 4,5; F 1,3; 11,1; Ca 1,4; 3,5. Galieno: (padre del emperador) G 19,3. Galieno: Va 8,5, cf. Salonino. Galieno Avito: F 15,6. Galo: A 2,7. Galo Antipater: Cl 5,4. Galo; cf. Antonino. Gargilio: AS 37,9; Pro 2,7. Gaudiano: Go 25,3. Gaudioso: Pro 22,3. Gavio Máximo: AP 8,7. Gayo: V 4,6, cf. Caligula. Geíia: AS 38,1,2 ter. Gelio: (historiador) Pro 1,1. Gémino: (actor cómico) MA 2,2. Gémino: (liberto) MA 15,2; V 9,3. Genial: DJ 8,6; cf. Flavio. Gentiano, cf. Loliano. Gentiano, cf. Terencio. Geórgicas: CIA 11,8. Germania: A 2,5; 10,2 MA 8,7; C 12,2; 13,5; P 2,2; DJ 1,6,7,9;


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SS 4,4,7; 5,1; CIA 1,2; AS 61,8; M 11,7; 12,1 bis, 5; 13,1; Go 14,1; TU 3,6; 6,2; 8,11; Pro 14,5; 15,2,7. Germánico: (r. Marco Aurelio) MA 12,9. Germánico: (r. Cómodo) C 11,14. Germánico: (r. Caracalla) Car 5,6; 6,6; 10,6. Gesaces: G 13,9. Geta Antonino; cf. Vida por Elio Esparciano y SS 10,5; 14,8; 16,4; 19,2; 20,2; 21,7; 22,3; CIA 7,5; Car 1,1; 2,7,8; 3,3,4; 4,3; 8,4,7; 10,6; 11,1; Ma 3,4; D 6,9; M 2,4. Geta: (P. Septimio Geta; padre de SS) SS 1,2; Ge 2,1. Geta: (P. Septimio Geta; hermano de SS) SS 8,10; 10,3,5; 14,10. Getas: (godos) Car 10,6. Gigante: M 8,5. Gifón: Àur 50,3. Girba: Cl 14,2. Gordiana, cf. Ulpia. Gordiano el Viejo, cf. Vida por Julio Capitolino y AS 68,1; M 13,6; 14,2,3; 15,7; 16,2,3; 17,7; 18,1; 19,1 20,6; Max 1,1; 3,4, Gordiano el Joven: cf. Vida por Julio Capitolino y M 15,7; 19,2. Gordiano Tercero: cf. Vida por Julio Capitolino y M 16,7 qua­ ter; 20,2,8; 24,2,8; 25,3; 26,4 bis, 5; 28,3; Max 3,3; 8,3 bis; 9,4 bis; 13,1,5; 14,7; 15,6; 16,6. Gordiano, cf. Aurelio. Gordiano, cf. Elio. Gordiano: Go 30,1, cf. Mecio. Gordianos: CIA 4,2; Ma 3,5; D 6,3; H 18,1; M 14,5; 15,6; 16,6; 18,2; 19,3; 20,1; 23,2,3; 26,3,5; 32,3; Max 1,1,2,4; 4,1; 15,5; 16,6. Gótico: (r. Aureliano) Aur 30,5. Gótico: (r. Probo) Pro 11,9. Graco, cf. Nonio. Gracos: Go 2,2. Graniano, cf. Julio. Grato: Cl 17,3. Grecia: SS 8,12; P N 5,6; Max 5,8; G 13,8; TU 16,1; Cl 8,1. Grecostadio: AP 8,2.

Hababa: M 1,6. Hadrumeto: DJ 1,2; SS 11,3; CIA 1,3; 12,8. Halala: MA 26,4.


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Haldagates: Aur 11,4. Hariomundo: Aur 11,4 Harpocratión: V 2,5. Héctor: M 4,9. Helesponto: SS 8,16. Heliodoro: (hijo de Avidio Casio) MA 26,11. Heliodoro: A 15,5; 16,10. Heliogábalo: (divinidad) MA 26,9; Ma 9,3; D 9,5; H 1,5,6; 3,4 bis, 5; 6,7; 17,8; 24,7; Aur 25,4. Heliogábalo, cf. Vida por Elio Lampridio y, bajo distintos nom­ bres, Car 9,2; 11,7; Ma 3,4; 4,1; 7,6,8; 8,2,4; 9,2,3,5; 10,2,3 ter; 15,1.2; D 9,4,5; AS 1,1,2; 2,4; 4,1,6; 5,4; 7,4; 10,5; 17,3; 18,3; 21,9; 22,2; 23,5,6; 24,2; 26,5; 33,3; 34,3,5; 37,2,12; 39,6,9; 45,4; 49,5; 59,5,6; 60,7; 64,4; M 4,6,7,9; 5,3; 7,2; Go 18,4; Aur 1,1. Helvianos: (corporación) P 15,4; SS 7,8. Helvio, cf. Pértinax. Helvio Pértinax: (hijo de Pértinax) Car 10,6; Ge 6,6. Helvio Suceso: (padre de Pértinax) P 1,1. Hemimonto: Cl 11,3; Aur 17,2. Heraclamón: Aur 22,6; 23,2,4; 24,1. Heraclea: G 12,6. Aur 35,5. Heracliano: G 13,5 bis; 14,1. Heraclito: SS 6,10; PN 5,2. Hércules: A 13,1 ; C 9,1 ; 10,9; 16,4; P 8,4; AS 35,4; M 4,9; 6,9; TU 14,5; T 17,2. Hércules: (r. septiembre) C 11,8. Hercules: (r. octubre) C 11.13,14. Hércules: (r. Cómodo) D 7,2,3. Herculeano Comodiano: (flamen) C 17,11. Hereniano, cf. Vida por Trebelio Polión y G 13,2; TU 15,2; 17,2; 24,4; 28,2; 30,2; Aur 38,1. Hereniano: (consejero) Cl 17,3. Hereniano: (general) Pro 22,3. Hereniano: (nijo de Próculo) F 12,4. Hereniano, cf. Verconio. Herenio Celso: TU 22,12. Herenio Nepote: SS 13,7. Herodes Atico: MA 2,A; V 2,5. Herodes, cf. Vida por Trebelio Polión y G 13,1; TU 15,2,5; 17,1,2. Herodiano: (historiador) CIA 1,2; D 2,5; AS 57,3; M 13,4; Max 15,3,5; 16,6; TU 32,1, cf. Arriano.


I N D IC E D E N O M B R E S

753

Hierocles: H 6,5; 15,4. Hildomundo: Aur 11,4 Hispania/s: A 1,1; 12,3,4; MA 1,4; 22,11; CIA 13,6; Va 3,2; Cl 7,5; Pro 1,4; 18,5,8; F 9,5; Ca 16,2. Historia Augusta: T 10,3. Homero: A 16,6; SS 21,2; Pro 1,2. Hómulo: A S‘65,5, cf. Valerio. Honorato, cf. Egnatuleyo. Horacio: AS 30,2. Hortensio: G 20,1.

Iliria: DJ 5,1; TU 11,1; Pro 18,8; C 42,4. Ilirico: A 5,10; MA 14,6; DJ 5,2; AS 58,1; Go 14,1; Max 5,9 Va 3,2; G 2,5,6; 3,3; 5,6; 13,9; TU 10,1,9; 12,13,17; 18,5,8 20,3; 29,1; CI 8,3; 15,2,4; 18,1; Aur 6,3; 9,4; 13,1; 17,3; 35,4 48,1; Pro 16,1,2; 20,1; Ca 9,4; 16,2. Ilo: Cl 11,9. India: Aur 29,3; F 3,3,6. Ingenuo: TU 10,14; Cl 7,4. Interamno: SS 6,2; T 15,1. Invicto: (r. octubre) C 11,8; 12,1. Isauria: AS 58,1; TU 26,2 bis; Pro 16,4; 17,1; 19,8. Isis: C 9,4,6 bis; PN 6,8: TU 25,4. Istria: Max 16,3. Italia: A 6,5; 22,3,13; AP 2,11; 3,1; MA 11,3,6,8; 22,2; 27,3 DJ 2,1; SS 12,3; 23,2; PN 8,6; D 8,7; A S 40,7; M 21,1,3,; 24,4 Go 10,2; 27,3; Max 17,2; Va 3,2; TU 12,17; 24,5; Pro 10,3 24,2; Ca 16,2. Itálica: A 1,1; 12,4. Impuro: (r. Heliogábalo) H 17,4. Incómodos: (r. Cómodos) T 6,4. Ixionios: (parásitos) H 24,5.

Jano: C 16,4, Go 26,3. Jerjes: Cl 6,5. Julia: (Domna) SS 3,9; 18,8; 20,2; CIA 7,5; Ma 9,1; Ge 1,5; 3,1,3.


754

H IS T O R IA A U G U S T A

Julia Fadila: AP 1,5. Juliano, cf. Cerelio. Juliano, cf. Ceyonio. Juliano, cf. Didio. Juliano: (Prefecto del Pretorio de Cómodo) C 7,4; 11,3. Juliano, cf. Pescenio. Juliano, cf. Salvio. Juliano: (Prefecto de Macrino) Ma 10,1,2. Julio Ateriano: TU 6,5. Julio: E 7,5; Av 1,4, cf. César. Julio Calpurnio: Ca 8,4. Julio Capitolino: Pro 2,7. Julio Frontino: AS 3,3. Julio Graniano: AS 3,3. Julio Leto: DJ 8,1. Julio Lupo: AP 1,6. Julio Paulo: AS 68,1. Julio Próculo: C 7,7. Julio Rufo: SS 13,2. Julio Trifón: Aur 13,1. Julo: D 8,7. Junco, cf. Emilio. Junia Fadila: M 27,6. Junio: (legado de Caro) CA 4,6. Junio Balbo: Go 4,2. Junio Broco: Cl 8,3,4. Junio, cf. Cordo. Junio Mésala: CA 20,4,5. Junio Palmato: AS 58,1. Junio Rústico: MA 3,2. Junio Severo: CIA 14,1. Junio Tiberiano: Aur 1,1. Juno Regina: Pro 12,7, Júpiter: SS 22,2;D 1,7 bis; H 1,5; 17,8, AS 17,4;40,8 G 5,3; F 3,4. Júpiter Cónsul: F 3,6. Júpiter Nicéforo: A 2,9. Júpiter Olimpio: A 13,6. Júpiter Qptimo: 26,2; Pro 12,1. Júpiter Optimo: Máximo: MA 21,5; C 18,7; D 1,7; Cl3,4; Max 17,2; Aur 29,1; Pro 12,7; 15,4. Júpiter Optimo:Máximo Capitolino: Aur 29,1. Júpiter Protector: Max 5,3. Júpiter Salvador: G 5,5.


I N D IC E D E N O M B R E S

755

Jupiter Sirio: Car 11,7. Jupiter Vengador: P 11,10. Justo, cf. Autronio. Juvenal: Ge 2,7 bis. Juvenal, cf. Flavio. Juvencio Celso: A 18,1. Juverna: T 15,2.

Laberio Mรกximo (M): A 5,5. Labicana: DJ 8,10. Labico: CIA 11,3. Lacedemonia: H 24,6; AS 25,6. Lacio: Cl 10,4. Lamia Silano: AP 1,7. Lampridia: PN 1,3. Lampridio, cf. Elio. Lanuvio: AP 1,8; 8,3; MA 27,4; C 1,2; 8,6; 16,5. Laodicea: V 7,3. Larcio Eurupiano: C 7,6. Lario: Pro 24,1. Laterano: MA 1,7. Laterano, cf. Sextio. Latinas: (Fiestas) MA 14,6. Latino: (derecho) A 21,7. Laurense, cf. Livio. Lelio: Go 5,5. Leรณnides: Pro 22,3. Leptis: SS 1,2; 2,6. Leptitana: (esposa de Severo) SS 15,7. Leto: (Q. Emilio) C. 15,7; P 4,5,6; 5,2 bis; 10,8,9; 11,7; DJ 6,2; SS 4,4, cf. Emilio. Leto: SS 15,6, cf. Julio. Leto: (Mecenio) Car 3,4. Libia: A 5,2; SS 8,7; M 14,1; G 5,3; T U 29,1; A ur 33,4; Pro 9,1; 19,7. Libitana: (puerta) C 16,7. Libรณn: (primo de Marco Aurelio) V 9,2,3, cf. Anio. Licinio: Go 34,5. Liceo: A 26,5. Liguria: P 3,3,4. Liรณn: SS 3,8; P N 3,3; CIA 12,3.


756

H IS T O R IA A U G U S T A

Liviano: (Claudio) A 4,2. Livio: (Tito) Aur 2,1; Pro 2,7. Livio Andrónico: Ca 13,5. Livio Laurense: C 20,1. Loliano: G 21,5; TU 3,6; 4,1; 6,3; 8,1; 31,2; Cl 7,4. Loliano Avito: P 1,5. Loliano Genciano: P 7,7. Loliano Ticiano: DJ 8,3. Lolio Sereno: CIA 6,1. Lolio Urbico: (historiador) D 9,2. Lolio Urbico: AP 5,4. Longo, cf. Bebió. Lorio: AP 1,8. Lucania: Aur 39,1. Lucania Brúcense TU 24,5. Lucano, cf, Claudio. Lucero: M 27,4. Lucila: (hija de Marco Aurelio) y esposa de Pompeyano) MA 7,7; V 2,4; 7,7; 10,3; C 4,1,4; 5,7; 8,3; Car 3,8. Lucila, cf. Domicia. Lucilio: P 9,5. Lucilo: (cónsul) G 12,1. Lucio Aurelio Vero: (nombre de Elio) E 2,6, Lucio César, cf. Elio. Lucio Elio Vero: (padre de L. Vero) V 1,6. Lucio Vindex: PN 9,2; AS 1,7. Lucios: (r. Escipiones) Pro 2,4. Luna: Car 7,5; G 6,1. Luno: Car 6,6; 7,1,3,5. Lupia: MA 1,6. Lupo, cf. Antio. Lupo, cf. Julio. Lusio Quieto: A 5,8; 7,2. Lusitania: MA 22,11. Lustral, cf. Sergio.

Macedonia: A 5,3; P N 5,6; G 5,6; 13,8; TU 14,4. Macedonio: (r. Alejandro Magno) AS 50,4. Mecedonio: (asesino del usurpador Tito) M H>4. Macelino: (r. Macrino) Ma 13,3. Macriano, cf. Vida por Trebelio Polión y G 1,2,3 bis; 2,1,2,5,7;


I N D IC E D E N O M B R E S

757

3,1 bis, 2 bis, 4,6; TU 10,14; 11,2; 12,1; 14,1 bis, 2; 15,4 bis; 18,3; 19,2; 21,1. Macriano el joven: G 2,7; TU 11,2; 14,2. Macriano: AS 3,3, cf. Bebio. Macriano: (suegro de Alejandro Severo) AS 49,3,4. Macrianos: TU 14,3. Macrino: SS 13,6, cf. Cerelio. Macrino, cf. Opilio. Macrino, cf. Vario: AS 58,1. Macrino: DJ 7,5, cf. Veturio. Macro: (abuelo materno de Septimio Severo) SS 1,2. Macro, cf. Aninio. Macro, cf. Bebio. Macroniano: Ca 16,5. Madre de los dioses: H 3,4; 7,1; 28,2; Cl 4,2. Madre de los campamentos (r. Faustina) MA 26,9. Madre de los campamentos: (r. Victoria) TU 5,3; 6,3; 25,1 ; 31,2. Magno: AS 5,2,4, cf. Alejandro. Magno: (conspirador) Μ 10,1,2; TU 32,1. Magno: (r. Alejandro Severo) AS 5,5; 11,3,4. Magno, cf. Pactumeyo. Maguncia: Aur 7,1. Maíemnio: (rey Salen tino) MA 1,6. Malia o Manlia Escandía: DJ 3,4; 8,10. Mamea: Ma 9,2; AS 3,1; 5,2; 20,3; 26,9 bis; M 7,5; 29,1: Aur 42,4; Ca 3,4. Mameanas/os: (agrupación de niñas y niños) AS 57,7. Mameo: (estanque ael palacio de Bayas) AS 26,9. Mamertino, cf. Petronio. Mamurio: TU 8,3. Malio Quilón: Aur 23,4. Manlio Estaciano: Pro 12,1. Marcelina, cf. Pescenia. Marcelino, cf. Fabrio. Marcelino, cf. Valerio. Marcelo, cf. Publicio Marcelo: A 15,4. Marcelo: (Claudio Marcelo, M.) AS 4,6. Marcelo: (teatro de) AS 44,8. Marcelo, cf. Quintilo. Marcelo, cf. Ulpio. Marcia: C 8,6; 11,9; 17,1; DJ 6,2; P 5,2. Marcia: (esposa de Septimio Severo) SS 3,2. Marcia: (legión) Cl 14,2.


758

HISTORIA AUGUSTA

Marcial: (Julio) Car 6,7; 7,2. Marcial: (Valerio; poeta) E 5,9; AS 38,1,3. Marcial, cf. Gargilio. Marciano: G 6,1; 13,10; 14,1,7; 15,2; Cl 6,1; 18,1. Marcianos: (cofradía) P 15,4; SS 7,8. Marcianópolis : Cl 9,3. Marcio Agripa: Car 6,7. Marcio Coriolano: P N 12,1. Marcio Cuarto: C 6,8. Marcio Turbón: A 5,8; 6,7. Marco Vero: V 7,1; Av 9,7. Marco: (personaje de un epigrama de Marcial) AS 38,2. Marco: (r. Macrino) Ma 14,2; D 2,3. Marco Antonino: cf. Vida por Julio Capitolino y A 24,1; E 5,12 bis; 6,9 bis; 7,2; AP 1,7; 4,5; 6,9; 10,2,4,5; 12,5; V 1,1; 1,2 bis, 4; 2,2,3 bis, 4,10; 3,2,3,7,8; 4,2,3 bis, 5,11; 5,6,8; 6,2,7; 7,2,7 ter; 8,5,9; 9,1,2 bis, 3 bis, 4,6,7,8,9; 10,2,4,5; 11,2,3,4; Av 1,2; 2,1,8 bis; 3,6; 4,9; 5,4,9; 6,6,7; 7,1,2 bis, 4 bis, 5,6,7,8,9; 8,1,2,7; 9,2,4,5,11; 10,1; 11,1,2,8; 12,1,2,7; 13,1,2; 14,3,5,7; C 1,1,2,5; 2,2; P 2,4 bis, 6,7,9 bis; 3,1; 15,4; DJ 1,3,5; SS 1,5; 3,1,3; 10,6; 19,2,3; 20,1; 21,4,5; P N 4,1; 7,2; 12,1; CIA 10,4,6,9; Car 3,8; Ge 2,2,3 bis; Ma 1,4; 3,4; 7,7; 14,2; D 2,3; 6,5,7; 7,4; H 1,2; 2,4; 9,1; 19,1; AS 7,3; 9,1; 10,5; Go 3,3; Aur 42,4; F 1,1; Ca 3,3. Marco Aselión: SS 13,7. Marcomania: MA 24,5. Marcománica: (guerra) H 9,2. Margo: Ca 18,2. Mario: (r. Avidio Casio) Av 3,8; (admirado por Pescenio N i­ gro) P N 1,3,5; 12,1. Mario: (poema de Cicerón imitado por Gordiano) Go 3,2. Mario, cf. Vida por Trebelio Polión y TU 5,3,5; 31,2. Mario Máximo: A 2,10; 12,4; 20,3; 25,4; E 3,9; 5,5; AP 11,3 MA 1,6; 25,10; Av 6,6,7; 9,5,9; C 13,2; 15,4; 18,2; P 2,8 15,8; SS 15,6; CIA 3,4; 9,2,5; 12,14; Ge 2,1; H 11,6; AS 5,4 21,4; 30,6; 48,6; 65,4; Pro 2,7; F, 1,1,2. Marilino: A 1,2. Mama: (r. Alejandro Severo) AS 17,4. Marsella: SS 3,6. Marte: (Campo de) A 9,1; MA 13.6; AS 26,7; M 31,5; Go 32,6; Cl 13,6; T 7,1 Marte: MA 4,3. Marulo: MA 8,1, cf. Meció.


I N D IC E D E N O M B R E S

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Masticio Fabiano: SS 13,2. Materiano, cf. Pescenio. Materno Lascivo, cf. Triario. Matidia¡(suegra de Adriano) A 5,9. Maurencio: DJ 3,1. Mauricio: Go 7,4. Mauricio, cf. Murrentio. Mauritania: A 5,8; 6,7; E 2,3; AS 58,1; Go 3,7; 23,4; T 10,5, Mauro, cf. Elio. Maximiano: (emperador) E 2,2; H 35,4; Cl 10,7; Aur 42,3; 44,2; Pro 1,5; Ca 15,1; 18,3. Maximiano, César, cf. Galerio. Maximino, cf. Vida, por Julio Capitolino y AS 59,7; 61,8; 63,2,6; Go 7,2 bis, 3; 8,1,6; 9,2,3; 10,1,2,3,5 bis, 6,8; 11,1,3,6,9 bis; 12,4; 13,1,3,5,7; 14,1,5; 15,1; 18,6; 22,1,6; Max 1,1,2 bis,4; 2,3,11; 8,4; 9,5; 10,1,3; 11,1,4; 12,2,3,6,7; 13,2; 15,4,5 bis, 7; 16,5,6,7 bis; 18,2; TU 31,7,12; 32,1 bis, 3. Maximino: (histrion) V 8,7. Maximinos: Go 22,5; Aur 42,6. Máximo, cf Vida por Julio Capitolino y M 20,1,4,6,8; 21,1; 22,2; 24,2,3,5,8; 25,2; 26,2,4 bis, 5; 28,1; 31,1; 32,3; 33,3 ter; 33,4; Go 10,1; 19,9; 22,1,5. Máximo: (padre de Probo) Pro 3,2. Máximo, cf. Claudio. Máximo, cf. Gabio. Máximo, cf. Laberio. Máximo, cf. Mario. Máximo, cf. Tacio. Mecenas: M 20,6; Go 22,8. Mecía Faustina: Go 4,2. Meciano: (Volusio Meciano) MA 25,4; Av 7,4. Meciano: (pariente de Próculo) F 12,7. Meciano, cf. Cereyo. Meciano, cf. Volusio. Meció Brundisino: Aur 13,1. Meció Faltonio Nicómaco: T 5,3. Meció Gordiano: Go 30,1. Meció Marulo: Go 2,2. Media: V 7,1. Médico: (r. Vero) V 7,2. Mediodía: Pro 1,3. Megalenses: (fiestas) Car 6,6. Memia: AS 20,3.


760

HISTORIA AUGUSTA

Memio Rufino: SS 13,4. Memnón: SS 17,4. Menfis: SS 17,4; TU 22,13. Menófilo: M 21,6; 22,2; Max 12,2. Meónio: TU 15,5. Meonio Astianacte: TU 12,3. Mesa: Ma 9,1,4,5, cf. Varia. Mésala: M 29,4. Mésala: (gobernador de Claudio) Cl 16,1. Mésala, cf. Junio. Mésala, cf. Aurelia. Mesia: A 2,3; 6,6; AP 9,4; P 2,1; Go 26,4; 13,8; TU 9,1,3; Cl 15,2; Aur 3,2; 39,7 bis. Mesio Galicano: T 8,3. Mesopotomia: A 21,12; G 12,1; TU 15,2; Aur 11,3; Ca 8,1. Metelo: A 10,2. Metelo: (Cecilio Metelo, Q.) AS 8,5. Metelo: (templo de Isis de) TU 25,4. Metelos: AS 44,3. Mezencio: Ma 12,8,10. Mica: M 1,6. Micipsa: SS 21,10. Milán: DJ 1,2; Ge 3,1; Va 8,3; G 14,9; Cl 5,3; Aur 18,3; T 18,6; Ca 4,4; 12,3. Milesios: (cuentos) CIA 11,8. Milón de Crotona: M 6,9. Minerva: Pro 12,7. Minervia: (legión) A 3,6. Minucio: C 16,5. Mirismo: H 15,2. Mitra: C 9,6. Mitrídates: Va 1,5; Pro 2,3. Mnesteo: Aur 36,4,5. Moderato: MA 29,1. Modestino: Μ 27,5. Moisés: Cl 2,4. Montano: Go 25,3. Motileno: C 9,2. Mucio: Go 5,5. Mucapor: Aur 26,2; 35,5. Mulvio: G 18,5. Mulvio Galicano: Pro 4,3. Mumio Secundino: SS 13,1.


I N D IC E D E N O M B R E S

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Murena, cf. Ablavio. Murrentio Mauricio: Aur 13,1.

Nâpoles: A 19,1. Narbona: AP 9,1. Narbonense: Car 5,1. Narciso: SS 14,1. Narses: Pro 17,5,6. Nasicas: (r. Escipiones) Pro 2,4. Neápolis: SS 9,5. Negro: (mar) G 13,6 bis. Negro: (r. Nigro) PN 8,1. Nemesiano: (Aurelio Nemesiano) Car 6,7. Nemesiano, cf. Olimpio. Némesis: Max 8,6. Nepote, cf. Herenio. Nepote, cf. Platorio. Neptuno: A 19,10. Neracio Prisco: A 4,8 bis; 18,1. Nerón: (emperador) A 19,13; MA 28,10; V 1,8; 4,6; 10,8; Av 8,4; C 17,10; 19,2; CIA 13,8; H 1,1; 18,4; 31,5; 33,1; AS 25,3; Aur 21,11. Nerones: CIA 13,5; AS 9,4; Aur 42,6; T 6,4; Ca 1,3; 3,2. ’ Nerva: (emperador) A 2,5,6; 3,7; AP 1,4; AS 28,6; TU 6,6; Aur 14,6; 42,4; Ca 3,3. Nervas: T 6,9. Nicomedes: V 2,8. Nicomedia: H 5,1; G 4,8. Nicopolis: Cl 12,4; Aur 11,1. Nicro: (río) Pro 13,7. Nigrino: (Avidio Nigrino) A 7,1,2; 23,10. Nigro, cf. Pescenio. Nigro: (prefecto del Pretorio) C 6,6; DJ 5,1; SS 9,3. Nilo: A 14,5: PN 7,7; Go 3,2; Aur 47,3; Pro 9,3. Nimes: A 12,2; AP 1,1. Nisibis: Go 26,5; 27,6; G 10,2; 12,1; TU 15,2. Nonia Celsa: D 7,5. Nonio Graco: SS 13,3. Nonio Murco: CIA 2,3. Norbana: C 4,4. Norbano: C 4,4.


762

H IS T O R IA A U G U S T A

Nórico: P 2,6. Noto: E 5,10. Novio Rufo: SS 13,7. Numa Pompilio: AP 2,2; 13,4; MA 1,6; SS 21,1 ; Ca2,3. Numeriano, cf. Vida por Flavio Vopisco y F 1,4; 15,10; Ca 4,3; 10,1; 11,3; 16,1; 18,3; 19,1. Numidia: Go 32,2; T 10,5. Numio Albino: DJ 1,2. Numio Tusco: Aur 13,1.

Occidente: Aur 32,3,4; Pro 1,3. Océano: SS 18,2; M 27,4; T 15,2. Océano: (nombre de bañera) AS 25,5. Octaviano: A 10,3; SS 7,6, cf. Augusto. Odenato de Palmira, cf Vida por Trebelino Polión y Va 4,2,4; G 1,1; 3,1,2 bis, 3,5; 5,6; 10,1,4,5,6,8; 12,1 bis, 6; 13,1,4; 21,5; TU 14,1; 16,1,2,3; 17,1; 18,1 bis, 12; 24,4; 27,1; 30,2,6; Aur 33,2; Pro 9,5. Odomaste: TU 2,2. Olbiópolis: AP 9,9. Olimpias: AS 13,3. Olimpio Nemesiano: Ca 11,2. Onesicrates: C 1,6. Onésimo: F 13,1; 14,4; Ca 4,2; 7,3; 16,1; 17,6. Opilio Macrino, cf. Vida por Julio Capitolino y Car 4,8; 6,6; 8,9; 11,5; D 1,1 bis, 3,6,7 bis; 2,1,4,6,8; 5,5; 7,1,5 bis; 8,1,4: H 1,4; 2,3 bis; 3,3; 5,1 bis; 8,4; AS 1,2; M 4,6. Optaciano, cf. Suetonio. Orco; H 1,6. Oresta: H 7,7,8. Orestes: H 7,5,6. Orestila, cf. Fabia. Orfeo: AS 29,2. Orfito: (prefecto de la Ciudad) AP 8,6. Orfito: MA 29,1. Orfito: (Escipión Orfito; consul) C 11,14; 12,6. Orfito: (Virio Orfito; consul) Cl 11,3. Oriente: A 13,6; AP 9,6; MA 12,13; 24,6; 27,1; V 6,9; Av 7,1; SS 8,6; 9,4; PN 5,3,6; CIA 1,1; Car 5,4; 10,6; AS 5,4; 63,5; M 7,5,6; 11,8; Go 27,3; Va 3,2; G 1,1,2; 2,5; 3,3; 10,1; TU 2,3; 12,12; 14,1; 15,1,2,5,7,8; 16,1; 30,7,8,22; Aur 13,1;


I N D IC E D E N O M B R E S

763

22,1; 25,4; 26,7; 27,2; 28,4; 30,4; 32,4 bis; 35,1; 41,9; Pro 1,3; 7,4; 9,5; 16,4; 17,1; 18,4 bis. Osdroe: A 13,8. Ostia: AP 8,3; CIA 111,3; Aur 45,2; T 10,5. Otón: (emperador) Αν 8,4; H 18,4. Ovidio: (Ovidio Nasón, P.) E 5,9. Ovinio Camilo: AS 48,2,6.

Pacoro: AP 7,6. Pactumeyo Magno: C 7,6. Padre de la patria: A 6,4; AP 6,6; MA 9,3; P 5,6; DJ 4,5; AS 56,9; Pro 12,8. Palacio: C 16,3 bis; P 5,7; 6,5; 7,8; 11,4,6; 13,4; 14,9; DJ 3,5; 4,1; 8,6,8; SS 5,10; 7,1; 22,7; Car 2,4; 3,2; 8,8; H 13,5; 14,2,3; 24,6; AS 15,2; 19,3; 23,5; 25,7; 26,9; 41,6; 42,1; 48,1,2; 51,8; 54,6; 57,4; 67,2; M 26,7; Max 14,3,5; Va 6,6; G 17,8; 20,3; Aur 1,2; 10,2; 34,5; 49,1; Pro 10,5; Ca 16,7; 19,1. Paladión: H 3,4; 6,8. Palatina: (casa) P 10,2; SS 22,7. Palatina Comodiana: (casa) C 12,7. Palatino: H 3,4; 30,4; Go 4,4; Max 8,3. Palestina: A 5,2; SS 14,6; Aur 33,4; F 9,2. Palfurio: Pro 16,4. Palfurio Sura: G 18,6. Palilias: (fiestas) T 9,5. Palma: (Cornelio) A 4,3; 7,2. Palmato, cf. Junio. Palmira: Va 4,2; G 10,1; TU 15,1; Aur 26,1; 28,1; 31,7; 33,5; Pro 9,6; 17,1. Panfilia: MA 6,9; Pro 17,1. Panonia: A 3,9; 6,7; 23,13; 25,3; E 3,2; MA 17,3; V 9,10; SS 10,7; AS 27,6; TU 9,1 bis; Cl 15,2; Aur 24,3; Pro 3,1; Ca 4,3. Panonias: C 13,5; SS 4,2; Ca 9,4. Panteón: A 19,10. Papiano: Car 4,2. Papiniano: (Emilio) SS 21,8; PN 7,4; Car 3,2; 4,1; 8,1,2,3,5,8; Ge 6,3 bis; AS 26,6. Pepio Fausto: SS 13,2,6. Papirio: CIA 10,12, cf. Casio. Papo: (consul) Go 29,1.


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HISTORIA AUGUSTA

Papo, cf. Sosio. Paralio: C 4,4. Paris: H 5,4. Paris: (r. al actor Maximino) V 8,7. Partamasiris: A 5,4. Parteniano, cf. Emilio. Partía: SS 16,1,5. Pártica: (legión) Car 6,7. Pártico: (r. Alejandro Severo) AS 56,9. Pártico: (R. Aureliano) Aur 30,5. Pártico: (r. Caracalla) Car 6,5; 10,6. Pártico: (r. Probo) Pro 11,9. Pártico: (r. Septimio Severo) SS 9,10,11; 16,2,5. Pártico: (r. Vero) MA 7,2. Pártico Máximo: (r. Geta) Ge 6,6. Parto: (rey.) Ma 8,3. Pasieno, cf. Vibio. Paterno: C 4,7,8 ter; 14,8; cf. Tarruteno. Patruino: Car 4,2. Paulina, cf. Domicia. Paulina: (hermana de Adriano) A 1,2. Paulino, cf. Fabio. Paulo: PN 7,4; AS 26,5; 27,2, cf. Julio. Paz: (templo de la) TU 31,10. Pecile: A 26,5. Pelusio: A 14,4; MA 23,7. Penates: AP 3,5; MA 18,6. Penuleo o Penulario: (r. Diadumeno) D 2,8. Perene: C 5,1,6,13; 6,1,2,4,5,6; 8,1; 14,8; P 3,3,5. Perinto: SS 8,13; F 15,6. Persia: G 1,1; TU 15,5; Aur 5,5; 28,3; 29,3; Car 8,1. Pérsica: (túnica) H 23,3. Pérsico: (r. Alejandro Severo) AS 56,9 bis. Persio Flaco: AS 44,9. Pértinax, cf. Vida por Julio Capitolino y C 17,4; 18,7; 20,1; DJ 1,1; 2,3 ter, 6 bis; 3,7,8,10; 4,8 bis, 10; 8,5; SS 5,3; 7,8; 17,6; 23,4; P N 2,3; 3,1; CIA 1,1; 14,2 bis, 6; Car 10,6; Ge 6,6,8; Ma 3,6; D 6,3; TU 6,6; Cl 12,5. Pértinax, cf. Helvio. Pértinax: (r. Macrino) Ma 11,2. Pescenia Marcelina: Max 5,7. Pesceniana: P N 12,4. Pescenio Albino: SS 13,6.


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Pescenio Aureliano: SS 13,6. Pescenio Festo: SS 13,6. Pescenio Juliano: SS 13,6. Pescenio Materiano: SS 13,6. Pescenio Nigro, cf. Vida por Elio Esparciano y DJ 4,7; 5,1; SS 5,8; 6,7,10; 8,6,11, 12 bis, 13,15,17; 9,1,2,4,5,6,8,9; 10, 1 bis; 14,6; 15,4; CIA 1,1,4 bis; 3,4; 6,8; 7,1,2 bis, 4; 11,1; 12,7; Car 1,7; AS 1,7; 35,1; F 1,1. Pescenio Princo: CIA 7,5. Pescenio Veraciano: SS 13,6. Perennidad: Aur 47,3. Petronio Didio Severo: DJ 1,2. Petronio Mamertino: C 7,5 bis. Petronio el joven: SS 13,5. Petronios: C 7,5. Pia, cf. Fulvia. Piceno: A 1,1; Go 4,6; TU 24,5. Pinario Valente: Max 4,4; 5,5. Piniano: Aur 1,9. Pinio: (r. Aurelio Victor) Ma 4,2. Pío: (r. Cómodo) C 8,1. Pío: (r. Pescenio Nigro) PN 12,1. Pio: (r. Macrino) Ma 7,2; 11,2; 14,2. Pío: (r. Diadumeno) D 2,3. Pío: (r. Alejandro Severo) AS 4,5. Pio: (r. mes) C 12,9. Pio, cf. Fulvio. Pipara: G 21,3. Pirro: Ca 2,6. Pisiteo: Av 10,8. Pisón; cf. Vida por Trebelio Polión y G 2,2,3 bis, 4; TU 19,2. Pisón: (Calpurnio Pisón Frugo Liciniano) PN 9,2. Pisón: (Calpurnio Pisón; cónsul) C 12,1. Pisón: (conspirador contra Nerón) CIA 12,10. Pisoniano: Pro 22,3. Pisones: TU 21,1; 33,5. Placencia: Aur 21,1. Plácido, cf. Furio. Platón: A 16,6; AS 30,1; Go 7,1; Aur 3,4. Platón: (r. Virgilio) AS 31,4. Platorrio Nepote: A 4,2; 15,2; 23,4. Plauciano: SS 6,10; 14,5,7,8 bis; 15,4; Car 1,7; Ge 4,4; H 8,6. Plaucio Quintilo: DJ 6,6.


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Plauto: SS 21,2; Ca 13,5. Plautilo: CIA 10,7. Pletoria: MA 10,12. Plotina: (esposa de Trajano) A 2,10; 4,1,4,10; 5,9. Plutarco: MA 3,2. Polieno: A 15,4. Polión: (gramático) MA 2,3. Polión: (Pomponio Próculo Vitrasio; cónsul) C 2,4. Polión: (Futirio; cónsul) C 11,13; 12,4. Polión: Aur 2,1, cf. Trebelio. Pólux: M 16,1; Va 5,4. Pompeyano: Go 23,5. Pompeyano: Av 10,3; 11,8; 12,2, cf. Claudio Pompeyano. Pompeyano: (Claudio Pompeyano; nieto de Marco Antonio e hijo del anterior) Car 3,8. Pompeyo: A 14,4; AS 11,4; 62,3; Go 2,3; 3,6; 6,5; 17,2; 21,5 bis; Max 7,3; F 6,4. Pompiliana: (Curia) Aur 41,3; T 3,2. Pompilio, cf. Numa. Pomponiano, cf. Fabio. Pontífice Máximo: A 22,10; Ma 7,2; AS 40,9; 56,9. Ponto: AP 9,9; Max 7,2; Va 2,3; 3,2; G 6,8; TU 29,1; Aur 21,11; Pro 1,4; 12,4. Pórfido: (mármol de) AS 25,7. Porfirio: (r. Albino) CIA 5,9. Porfirio: (pórtico) Pro 2,1. Posidipo: MA 15,6. Postumiano, cf. Ceyonio. Postumio Severo: SS 13,2. Postumios: CIA 4,1; 13,5. Postumo: cf. Vida por Trebelio Polión y G 4,3,4,5,6; 7,1 bis; 9,1; 21,5; TU 4,1; 5,1,4,5,8; 6,1,6; 8,1; 10,14; 11,3; 31,2; Aur 8,2; Pro 13,5. Postumo el Joven: cf. Vida por Trebelio Polión y TU 3,9. Postumo, cf. Ceyonio. Preneste: MA 21,3; AS 4,6. Prenestina: (vía) Go 32,2. Presente: C 12,7, cf. Brutio. Pretextato: Go 26,3. Priamo: Go 19,4 bis, Priapo: Go 19,4. Prima: Max 5,1. Primigenia: (legión) DJ 1,6.


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Princo, cf. Pescenio. Prisciano: AP 7,4. Prisco, cf. Estacio. Prisco, cf. Neracio. Probiana: (purpura) AS 40,6. Probato: Cl 11,1. Probo: cf. Vida por Flavio Vopisco y A ur 29,3; T 14,2,5; 16,6 bis, 7; 17,5; F 1,4; 6,5; 10,3; 11,3; 13,1,4; 14,4; 15,3; Ca 1,1,2; 3,7; 4,2; 5,4 bis; 6,1 ter, 2 bis; 7,1; 8,1; 9,4; 19,1; 20,2 bis. Probo: (yerno de Severo) SS 8,1 bis. Probo: (soldado) Pro 8,5,7. Probo, cf. Aurelio. Probo, cf. Falconio. Procila, cf. Boyonia. Próculo: cf. Vida por Flavio Vopisco y Pro 18,5,6,7 bis; 24,7; F 1,4. Próculo: (gramático) TU 22,14. Próculo, cf. Didio. Próculo: MA 3,5, cf. Eutiquio. Próculo, cf. Julio. Protréptico: G 20,1. Protogenes: H 6,3. Ptolemaida: Pro 17,3,6. Ptolomeo Evergetes: Car 6,3. Ptolomeos: M 29,8; TU 30,2. Pudente: C 11,13. Pupieno: M 33,3,4; Go 10,1; 19,9; 22,1, cf. Máximo. Puzol: A 25,7; 27,3; T 19,5.

Quieto: cf. Vida por Trebelio Polión y G 3,2,4; TU 12,10,12; 15,4; 18,1,3. Quieto, cf. Lusio. Quilón, cf. Malio. Quintio: P N 12,1. Quintiliano: TU 4,2. Quintilio Marcelo: AS 68,1. Quintilios: T 16,1. Quinólo: (Aurelio Claudio; hermano de Claudio) Cl 10,6; 12,3,5,6; 13,2,9. Aur 2,1; 16,1; 17,3; 37,5. Quintilo, cf. Plaucio. Quirites: AS 52,3; 53,10; 54,3.


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Ragonio Celso: PN 3,9. Ragonio Claro: TU 18,5 bis. Ravena: DJ 6,3; M 24,5; 25,2; 33,3; Max 11,1,2; 12,1,5; 16,7. Recia: P 2,6; Aur 13,1; Pro 16,1; F 14,2. Regaliano: Cl 7,4. Regiliano: G 9,1, cf. Regaliano. Regilo: C 7,4. Repentino: DJ 8,6, cf. Cornelio. Repentino, cf. Fabio. República: (sobre la; de Cicerón) AS 30,1. Reverendo: Go 25,3. Rhoemetalce: AP 9,8. Rin: Max 5,9; TU 3,9; Pro 14,1. Rodano: SS 11,9. Rodas: AP 9,1. Rómulo: SS 21,1; M 18,1; G 19,4; F 5,4. Rostra: Cl 3,5. Rufino, cf. Apuleyo. Rufino, cf. Clodio. Rufino, cf. Memio. Rufio Celso: F 2,1. Rufo, cf. Claudio. Rufo, cf. Julio. Rufo, cf. Novio. Rufo, cf. Velio. Rupilia Faustina: MA 1,4. Rustico, cf. Junio. Rutilio: Go 5,5.

Saba: Cl 11,1. Sabina: (esposa de Adriano) A 1,2; 11,3; 23,9. Sabino: H 16,2,3. Sabiniano: Go 23,4 bis. Sabino: (cónsul) Go 23,4. Sabino: (prefecto de la Ciudad) M 15,1; Go 13,9. Sabino: (hermano de Fabio Sabino) AS 68,1. Sabino: M 32,1, cf. Elio. Sabino, cf. Fabio. Sabino, cf. Fulvio. Sabino, çf. Vecio. Sacra: (vía) G 19,4.


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Salam bo: H 7,3. Salas de M am ea: AS 26,9. Salentino: (rey) M A 1,6. Salona: G 19,3. Salonina: G 21,3. Salonino: cf. Vida p o r T rebelio P o lió n y Va 8,5; T U 3,1,2; 21,4; C1

I 7’7·

Salustio: (Salustio C rispo; h isto riad o r) A 16,6; SS 21,2,10; Max 7,7; A u r 2,1; 49, 1,2; P ro 1,1; F 6,3. Salvidieno: F 10,4. Salvio Juliano: (bisabuelo de D id io Juliano) A 18,1; DJ 1,1; SS 17.5. Salvio Juliano, (P.): C 3,2 bis; 4,8,9; D J 1,2; 2,1. Salvio Juliano: (tío m aterno de D id io Juliano) AS 1,2. Salvio V alente: A P 12,1. Sam nio: P 8,2; T U 24,5. Sam ónico Sereno: C ar 4,4; G o 18,2. Sam ónico Sereno: (hijo) AS 30,1; G o 18,2. Samso o V itúriga: (esposa de P róculo) F 12,3. Sandarión: A u r 31,2. Sangre: (día de) C1 4,2. Santo, cf. A teyo. Saotero: C 3,6; 4,5 bis,7. Sapiliano, cf. C laudio. Sapor: G o 26,5; Va 1,1; 3,1; 4,1,4; T U 2,2 bis; 15,4; 30,6. Sarecta: C l 17,7. Sarm ático: (r. A ureliano) A u r 30,5. Sarm ático: (r. P robo) P ro 11,9.

Sarmático Máximo: (r. Geta) Ge 6,6. Sarm áticos: (Juegos) C a 19,1. Saturnales: A 17,3. S aturnino: cf. Vida p o r T rebelio P olió n y G 9,1; 10,1; F 11,1. Saturnino: cf. Vida p o r Flavio V opisco y Pro 18,6; 24,7; F 1 4· 6.5. ^ Saturnino, cf. A vulnio. S aturnino: (cónsul) G 10,1. S aturno: M A 9,7. Savo: (río) P ro 21,2. Secundino, cf. M um io. Segundo, cf. V itruvio. Seleucia: V 8,3; F 3,1. Sem iram is: T U 27,1. S eptentrion: P ro 1,3.


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Septicio Claro: A 9,5; 11,3; 15,2. Septimianas: (termas) SS 19,5. Septimio: AS 17,2; 48,7. Septimio Arabiano: AS 17,3,4. Septimio Severo, cf. Severo. Septimio Severo: (pariente de Severo) SS 1,2,5. Septizonio: SS 19,5; 24,3. Serapamón: Go 25,2. Serapión: AS 3,3. Serapis: SS 17,4; AS 26,8; F 8,2,3. Sereno, cf. Lolio. Sereno Samónico: Ge 5,6, cf. Samónico. Sergio: (r. Casio) Av 3,5. Sergio: F 6,4, cf. Catilina. Sergio Lustral: SS 13,3. Sertorio: Pro 2,3. Serviano: (Julio Urso) A 1,2; 2,6 bis; 3,8; 8,11 bis; 15,8; 23,2,8; 25,8; F 8,1 bis. Servilio: C 7,5. Setos, los: A 19,10. Severiano, cf. Elio. Severo: cf. Vida por Elio Esparciano y C 17,11,12; P 15,1 bis, 2,5; DJ 5,2,3,5,7,8; 6,1,2,3 bis, 4,5,8; 7,5,6,7,11; 8,1,4,7,8 y 10; PN 2,1 bis, 2,5,7; 3,2,3,5,9; 4,1,5,6,7,8; 5,1,2,6 bis, 7; 6,2,3,10; 7,4; 8,1,6; 9,3; 12,3,7; CIA 1,1,4; 2,3; 3,2,3,4,6; 5,5; 7,1,2,3; 8,1,3,4; 9,1 bis, 3,4,5; 10,1,3; 11,5; 12,1,2,5,6; Car 1,1 bis, 2,7; 8,2,3; 11,3; Ge 1,2,3; 2,1,2,4,6; 3,1 bis, 4,5; 4,2; 7,2 bis; Ma 3,6; 4,3; 5,7; 6,8; 9,1; 11,2; 12,1; D 6,3,8,9; H 17,8; 27,7; 35,6; AS 1,7; 5,4; 13,6; 22,2; 33,4; M 1,4; 2,3,4,6; 3,1,3,4,5; 4,6; 5,4; TU 6,6; Aur 42,4; T 5,2; F 1,1; Ca 3,4. Severo: (tío paterno de SS) SS 1,2. Severo: (cónsul) SS 1,3. Severo: (delator) DJ 2,1. Severo, Go 6,4,5, cf. Anio. Severo, cf. Atilio. Severo Arcontio: F 2,1. Severo, cf. Catilio. Severo, cf. Cingio. Severo, cf. Junio. Severo, cf. Postumio. Severo: (r. Macrino) DJ 7,2; Ma 2,1; 5,7; 11,2. Severo Pértinax el Africano: (r. Septimio Severo) Ma 9,1.


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Sextio Laterano: V 3,3. Sexto: (hijo de Condiano) C 4,9. Sexto: (filósofo) V 2,5. Sexto de Queronea: MA 3,2. Seyo Fusciano: MA 3,8. Sibarítico: (plato) H 30,6. Sibila: Aur 19,4. Sibilinos: (libros) Go 26,2; 20,4,5; Aur 18,5,6; 20,4,5,7; 21,4; T 16,6. Sica: MA 2,3. Sicilia: A 2,3; 4,2,3; G 4,9; Aur 42,2. Sicilia: (aldea) AS 59,6. Sicilia: (recinto de Palacio) P 11,6. Sidón: Car 20,5. Sigilarías: (fiestas) A 17,3; Car 1,8; Aur 50,2. Sila: C 8,1. Silano: M 16,1, cf. Junio. Silano, cf. Lamia. Silano, cf. Ulpio. Silanos: C 7,5. Silvano: T 17,1. Simiamira: H 2,1; 4,4; 14,4; 18,2. Simile: A 9,6. Sinada: Go 32,2. Sinón: Aur 1,5. Siria: A 4,6; 14,1; MA 8,12; 9,5; 12,7; V 4,4,5; 7,7 ¿«,9,10; 8,7,10,11; 9,2 bis; Av 5,9; C 2,3; P 1,6; 2,11; 3,1; DJ 5,1,2; SS 3,9; 5,8; 6,7; 15,2,3; 16,5,7,8; PN 1,5; 2,1; 5,5; CIA 1,1; H 1,6; Go 26,5; 30,8; CL14,2; Aur 26,1; 27,5; Pro 19,7. Sirio: (r. Alejandro Severo) AS 28,7 bis; 38,4; 44,3; 64,3; 68,4. Sirmio: M 13,1; Pro 3,1; 18,8; 21;2; Aur 3,1. Siro, cf. Apolonio. Sol: (divinidad) A 19,13; H 1,5; Aur 1,3; 4,2,5; 5,5; 10,2; 14,3; 25,6; 28,5; 31,7; 35,3; 39,2; 48,4; T 9,2. Sosiano, cf. Fabio. Sosio Papo: A 4,1. Sotérides: Av 10,8. Sublicio: AP 8,2. Suburano: A 3,8. Suceso, cf. Helvio. Sucuba: MA 1,4. Suetonio Optaciano: T 11,7. Suetonio Tranquilo: A 11,3; C 10,2; Max 4,5; Pro 2,7; F 1,1,2.


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HISTORIA AUGUSTA

Sulpiciano; DJ 2,4,6,7; 3,6; cf. Flavio. Sulpicio; (barrio) H 17,8. Sulpicio: (padre de Mamea) AS 20,3. Sulpicio Apolinar: P 1,4. Sulpicio Cano: SS 13,7. Sulpicio Craso: C 7,7. Sulpicio, cf. Claudio. Sura: (Licinio) A 2,10; 3,10. Sura: G 18,6, cf. Palfurio. Sura: (Petronio) C 7,5.

Tacio Cirilo: M 1,2. Tácito: cf. Vida por Flavio Vopisco γ TU 31,8; Aur 41,15 bis; T 14,1 bis,4; 16,1,4,5,6; 17,1 ter,2,4; 18,1; Pro 1,5; 7,1 bis,2,5; 10,1; 11,7;13,2; F 1,4; Ca 3,7; 15,3. Tácito: (sobrino de Floriano) T 14,1. Tácito: (r. septiembre) T 13,6. Tácito, cf. Cornelio. Tarquinio el Soberbio: Ca 2,4. Tarsis: T 14,2. Tarracina: A 7,2; DJ 8,3. Tarragona: A 12,3,4,5; SS 3,4. Tarruteno Paterno: C 4,1. Tacio Máximo: AP 8,7. Tauro: (monte) Car 11,7; MA 26,4. Tausio: P 11,9. Tebaida: TU 22,6. Tebas: PN 12,4 bis,6. Terencio: Genciano: A 23,5. Télefo: V 2,5. Tempe: A 26,5. Teoclia: M 29,1,2. Teódoto: G 4,2; TU 22,8,10; 26,4. Teófanes: (Balbo Cornelio) Max 7,3. Terenciano: (Vulcacio) Go 21,5. Termopilas: Cl 16,1. Terni: SS 6,2. Tersites: Aur 1,5. Tértulo: MA 29,1 bis. Terracina: (puerto) AP 8,3. Tesalia: G 2,3; TU 21,1; Cl 8,1.


I N D IC E D E N O M B R E S

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Tesálico: (r. Pisón) TU 21,1. Tesalónica: G 5,6; Cl 9,8; T 18,6. Tétrico: cf. Vida por Trebelio Polión y TU 5,3,5; 31,2,4; Cl 4,4; 7,5; Aur 32,3,4; 34,2; 39,1. Tétricos: TU 25,4 ter. Tiana: Aur 22,5; 23,2,4; 24,2; 25,1. Tiber: A 19,11; 21,6; AP 9,3; MA 8,4; C 17,4; H 17,3,6; 30,4; 33,7; Aur 45,2; 47,3. Tiberiano: Aur 2,1. Tiberiano, cf. Junio. Tiberino: (r. Heliogábalo) H 17,5. Tiberio: (emperador) Car 2,2; H 33,1. Tiberio: (casa de) AP 10,4; MA 6,3; V 2,4; 6,4; Pro2,l. Ticiana, cf. Flavia. Ticiano: A 15,6, cf. Atilio. Ticiano: (julio) M 27,5. Ticiano: (julio; el viejo) Μ 27,5. Ticiano, cf. Loliano. Tifón: Μ 8,5. Tigidio: C 4,7. Tigris: A 5,3. Timágenes: Cl 11,1,2. Timesiteo: Go 23,6; 24,2; 25,1,6,7; 27,2,4,7,8,9,10; 28,1; 29,2; 31,1; 32,7. Timolanó: cf. Vida por Trebelio Polión y G 13,2; Tu 15,2; 17,2; 24,4; 27,1; 30,2; Aur 38,1. Tinchanio: Go 14,7. Tinurcio: SS 11,1. Tiro: Ca 20,5. Tito: (emperador) A 1,3; MA 1,2; P N 12,1; H 1,2; AS 10,3; Max 1,4; TU 33,6; Cl 3,6; Ca 3,3. Tito; cf. Vida por Trebelio Polión y M 11,2,4; TU 31,12. Tivoli: A 23,7; 26,5; TU 30,27. Toxocio: M 27,6. Tracia: SS 8,12; Car 5,8; M 1,5; 4,4; Go 26,5; Max 7,2; G 5,6; TU 12,13,17; 18,8 bis; 29,1; 33,5; Cl 15,2; Aur 17,2; 32,1; F 5,1. Tracias: P N 5,6; Aur 22,2; 41,8; Pro 16,1; 18,1; F 15,5; Ca 9,4. T ra jan o : (em perador) A 1,1,4; 2,2,5,6 bis, 7 bis, 10; 3,1,2,3,6,7,8,10,11; 4,7,8,9,10; 5,2,4,9; 6,1 bis, 3 bis; 7,7,8; 9,1,2; 10,2; 21,11,12; E 2,2; AP 9,7; MA 17,4; 21,9; Av 8,6; C 2,1; P 9,3; SS 21,3; P N 4,3; CIA 12,10; Ma 1,4; 13,1; H 1,2; AS 10,2; 13,2; 25,5; 26,4,11 bis; 39,1; 48,6; 65,5; Go 2,2;


774

HISTORIA AUGUSTA

Tu 6,6; Cl 2,3; 18,4; Aur 10,2; 11,7; 14,4; 21,11; 39,3,7; 42,4; T 8,5; 9,2; 16,6; Pro 12,2; 22,4; F 2,3. Trajanos: T 6,9. Traies: AP 3,3. Tranquilo, cf. Suetonio. Transitorio: (foro) AS 28,6. Trasíbulo: AS 62,2. Trebelio Polión: Aur 2,1; F 1,3. Tréveris: T 18,5. Triario Materno Lascivo: P 6,4. Triciano: (Elio Decio) Car 6,7. Trifón, cf. Julio. Trípoli: SS 18,3. Triste: (r. Máximo) Max 6,1. Tritano: F 4,2. Triunfador: (r. noviembre) C 11,8. Trogo: (Pompeyo) Pro 2,7. Trosio Apro: MA 2,3. Troya: Cl 11,9. Tulio, cf. Calvisio. Tulio Crispino: DJ 3,1; 6,4; 7,4,6; 8,1. Tulio Cicerón: A 16,6; 25,7; SS 21,2; AS 8,5; 30,2; 31,4; 42,4; 62,3; Go 3,2 bis; 7,1; G 20,1; TU 8,2; 21,1; 22,11; Cl 2,5; Aur 39,4; T 13,4; Pro 2,3. Turbón: A 4,2; 5,8; 7,3; 9,4; 15,7, cf. Marcio. Túrdulo Galicano: Pro 2,2. Turino: AS 36,1,2 ter; 67,2, cf. Verconio. Tusco: D 9,1. Tusco: TU 9,1, cf. Numio. Tusco: (caballo) F 6,4. Tusdro: M 14,3; Go 7,4; 8,5. Tutilio: (Ponciano Genciano) MA 29,1.

Ulpia: (biblioteca) Aur 1,7,10; 8,1; 24,7; T 8,1; Pro 2,1. Ulpia Gordiana: Go 2,2. Ulpiano: PN 7,4; H 16,2,4 bis; AS 15,6; 26,5,6; 27,2; 31,3; 34,6; 51,4; 67,2,68,1; cf. Domicio. Ulpio: (foro) MA 22,7. Ulpio Crinito: Aur 10,2,3; 11,1 bis, 8; 13,1; 14,4,7; 15,1,2. Ulpio Marcelo: AP 12,1.


I N D IC E D E N O M B R E S

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Ulpio Silano: Aur 19,3. Ulpio Trajano: A 1,4, cf. Trajano. Ulpios: Max 2,1. Umbría: P 8,4; Go 4,6; TU 24,5. Umidio Cuadrato: A 15,7; MA 7,4. Urbico: D 9,2, cf. Lolio. Ursiniano: Pro 22,3. Uxorio: Go 3,2.

Vabalato: Aur 38,1. Vada Sabatia: P 9,3 ; 13,4. Valente: cf. Vida por Trebelio Polión y G 2,3 bis,4; TU 20,1,2; 21,1,2,3. Valente el Viejo: cf. Vida por Trebelio Polión y TU 31,8. Valente, cf. Estacio. Valente, cf. Pinario. Valente, cf. Salvio. Valeriano: cf. Vida por Trebelio Polión y Go 9,7; G 1,1 bis; 5,6; 10,2,8; 12,1; 14,10; 17,1; 19,1,7; 21,5 bis; TU 1,1 bis,2; 2,3; 3,8; 9,8; 10,14,15,16,17; 12,1 bis, 5,8,10,15 bis; 15,1,6; 18,4,5,11; 21,3,4; 23,1; 33,2; Cl 7,4; 14,2; 15,1; 17,7; Aur 6,2; 8,1,2; 9,1,2; 10,2 bis,3; 11,1; 12,1,4; 13,1; 14,1,2,5; 15,1,2; 41,7,9; 42,4; Pro 3,5,6; 4,1,3 bis; 5,2,3; 6,1; F 1,3; Ca 18,3. Valeriano el joven: cf. Vida por Trebeliano Polión y G 12,1; 14,9,10 bis; Aur 11,8. Valeriano: (profesor) P 12,7. Valeriano Flaco: Pro 5,2. Valerio Basiano: C 7,6. Valerio Catulino: P 5,7; SS 13,7. Valerio Cordo: AS 3,2. Valerio Marcelino: Max 4,5. Valerio Hómulo: AP 11,8; 13,3; MA 6,9. Varia: H 10,1; 31,4; AS 1,2. Vario, cf. Heliogábalo. Vario: (padre de Alejandro Severo) AS 1,2. Vario Macrino: AS 58,1. Varrón: (Terencio) AS 8,4; F 4,2. Vaticano: (monte) V 6,4; H 23,1. Vectiliana: (villa) C 16,3; P 5,7. Vectiliano, cf. Cesonio. Vectio Apro: DJ 2,4.


776

H IS T O R IA A U G U S T A

Vectio Sabino: Max 2,1,10; 4,4. Veleno: Va 2,1. Velio Cornificio Gordiano: T 3,2. Velio Rufo: C 4,10. Velsolo: Va 1,1. Venaco, cf. Claudio. Vencedor: (r. noviembre) C 12,4. Veneriano: G 13,7. Venus: H 5,4,5; AS 51,3; Max 6,1; TU 32,5; F 9,3. Venus Calva: (templo de) M 33,1. Venusto: Cl 17,3. Venusto: (cónsul) Go 23,4. Veraciano: SS 13,6, cf. Pescenio. Verconio Hereniano: Aur 44,2. Verconio Turino: AS 35,5; 36,2 ter; 67,2. Veriano: (Céler) TU 9,5,6. Verísimo: (r. Marco Antonino) D 6,5, cf. Anio. Vero: Vida por Julio Capitolino y E 6,9 bis; 7,2,3; AP 4,5 bis; 10,3; MA 5,2; 7,5,7; 8,5,6,9,10,11 bis, 12; 9,4; 12,7,9; 15,2,5; 16,3,4; 20,5; 29,6; Av 1,6,7; 2,8; 9,5,7; P 10,2; SS 20,1; Car 3,8; Ma 3,4; 4,4; 7,7; D 6,6; 7,4; AS 7,4; 9,1; 10,5. Vero: (nombre incorrecto en lugar de Elio) E 2,6; 3,8 bis; 4,1,3; 5,5; 6,7. Vero: (r. Macrino) Ma 14,2. Vero: (r. Diadumeno) D 2,3. Vero: (padre de Elio Vero) E 2,7, cf. Ceyonio Cómodo. Vero, cf. Anio. Vero, cf. Coceyo. Vero, cf. Marcio. Vero, cf. Vindio. Vero César: (hijo de Marco Antonino) MA 21,3; C 1,10. Verona: Pro 24,2. Vespasiano: (emperador) MA 1,1; PN 12,1; H 1,2; AS 10,2; TU 6,6; Cl 3,6; Ca 3,2. Vespronio Cándido: DJ 5,6. Vesta: H 3,4; 6,7; G 19,4. Vestal: H 6,8; Va 6,6. Vestales: P 6,5. Vetrasino: MA 12,3. Veturio: TU 8,3. Veturio: (Tito) AS 3,2. Veturio Macrino: DJ 7,5. Vibio Pasieno: TU 29,1.


I N D IC E D E N O M B R E S

777

Victoria, cf. Vida por Trebelio Polión y TU 5,3; 6,3; 7,1; 24,1; 25,1; 30,23; Cl 1,1. Victorias: (estatuas) SS 22,2. Victoria Romana: AS 14,2; Pro 12,7. Victorino: cf. Vida por Trebelio Polión y G 7,1; TU 5,3,5; 7,1 bis; 8,1; 24,1. Victorino, cf. Aufidio. Victorino, cf. Cornelio. Victorino, cf. Furio. Viminacio: SS 10,3. Vindio Vero: AP 12,1. Vindex, cf. Lucio. Virgilio: (Virgilio Marón) A 16,6; E 5,9; SS 21,2; AS 14,5; M 27,4; Go 3,3; 7,1. Vitaliano: M 14,4; Go 10,5,6,8. Vitelio: (emperador) V 4,6; Av 8,4; Ge 3,1; H 1,1; 24,4; 34,1; Vitelios: Cl A 13,5; AS 9,4; Aur 42,6; Ca 1,3. Vitrasia Faustina: C 4,10. Vitruvia: TU 5,3; 6,3; 24,1; Cl 4,4, cf. Victoria. Vitruvio Segundo: C 4,8. Vitúriga: F 12,3. Vologeso: MA 8,6. Volusiano: G 1,2. Volusio: AP 12,1; MA 3,6; cf. Meciano. Votos: (día de los) T 9,5. Vulcacio Terenciano: Go 21,5.

Xifidio, cf. Elio.

Zaba: Aur 25,2,3. Zenobia: cf. Vida por Trebelio Polión y G 13,2,5; TU 15,2,7 16,1,3; 17,2; 24,4; 27,1,2; Cl 4,4; 7,5; Aur 25,2,3; 26,3,6,7,8 27,1,2,6; 28,3,4; 30,1,3; 31,2,8; 32,4; 33,2; 34,2,3; 35,4; 38,1 F 3,1; 5,1. Zenon de Elea: Aur 3,4. Zosimión: Cl 14,2. Zôtico: H 10,2,3,5 bis.


L

A H istoria A ugusta es una colección de bio­ grafías im periales que, con independencia de los m últiples problem as que suscita a los espe­ cialistas, entre los que h ay que destacar especialmente aquellos que giran en torno a su fecha de composición y autoría, constituye una fuente m uy im portante de in­ formación para cualquier lector, no sólo respecto de las particularidades de cada una de las vidas de los em­ peradores, desde A driano a N um eriano, sino también sobre infinidad de aspectos y detalles relativos a las concepciones políticas, sociales, religiosas, vigentes en Roma entre los siglos II y III d.C . Su lectura, sin duda, ha de resultar provechosa y atractiva a todos los que sientan curiosidad por conocer esta etapa im portante de la Antigüedad. Vicente Picón García es Profesor Titular de Filología Latina en la U niversidad A u tó n o m a de M adrid, don­ de se doctoró con la tesis «La sociedad romana a través de Suetonio», por la que obtuvo el prem io extraordi­ nario de doctorado en la sección de Filología Clásica. H a publicado diversos trabajos de investigación sobre sintaxis, filología, estilística y, en el campo de la litera­ tura latina, en el que ha centrado su atención especial­ m ente, sobre historiografía y en particular sobre el gé­ nero biográfico. A ntonio Cascón Dorado es Profesor Titular de Filolo­ gía Latina en la U niversidad A u tónom a de M adrid, donde se doctoró con la tesis «El pensam iento de Fedro en la tradición fabulística greco-latina». Su acti­ vidad investigadora sobre la Literatura latina se ha centrado preferentem ente en el cam­ po de la fá b u la y la historiografía, fr u ­ to de la cual son los trabajos que ha publicado sobre distintos as­ pectos de estas materias. ISBN: 84-7600-361-7


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