Federico Lara Peinado - Mitos sumerios y acadios (Págs. 1-496)

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Quisiera penetrar en el País del cedro talado, sé tú mi aliado». Utu, el celeste, le respondió: «Es verdad que tú eres (...), pero ¿qué eres para el País8?». (Gilgamesh le respondió9:) «Oh, Utu, quisiera decirte una palabra, presta oído a mi voz: En mi ciudad10 el hombre m uere11, oprimido el corazón, el hombre muere, su corazón no puede albergar esperanza. Yo he mirado por encima de la m uralla12 (y) he visto los cadáveres (...) flotando en el río13. En cuanto a mí, mi destino será idéntico; es así, en verdad, (porque) el más alto de los hombres no puede tocar el [cielo (y) el más grande de los hombres no puede circundar la tierra. (Dado que) el ladrillo y el sello no han traído todavía el [término fatal, quisiera penetrar en el País, quisiera elevar mi nombre; en aquellos sitios donde otros nombres han sido elevados [quisiera elevar mi nombre; en aquellos sitios donde no han sido elevados otros nombres [quisiera elevar el nombre de los dioses». Utu, pues, aceptó su llanto como una ofrenda (y) como a un hombre digno de lástima le concedió su [lástima. (A) los siete héroes14, hijos de una misma madre: el primero, un (...), que (...), el segundo, una serpiente que (...), el tercero, un dragón que (...), el cuarto, un fuego abrasador que (...), el quinto, una furiosa culebra que hiela el corazón que el sexto, un diluvio destructor que inunda el país, el séptimo, un veloz (...) relámpago que no puede volverse [atrás, se los llevó15 a (las grutas de) las montañas. Aquel que abatió el cedro se regocijó, el señor Gilgamesh se regocijó, en su ciudad, como un solo hombre, él (...), como dos compañeros él (...). «¡Quien16 tiene una casa tiene su casa! ¡Quien tiene una madre [tiene su madre! ¡Que los hombres solos17 que hubieran hecho lo que yo he [hecho, cincuenta, vengan a mi lado!».


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