Tesoros de la Fe - colección año 2002

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Tesoros dela Fe

N° 1 - Enero de 2002 - Año I

EL SIGLO XVII fue el siglo de oro del Virreinato del Perú. En esa época, que fue también de intensa fe, brillaron las mejores cualidades del pueblo peruano, que el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira sintetiza en el trinomio Grandeza, Señorío, Santidad

La fama de nuestros santos corría paralela a la fama de nuestras riquezas, a tal punto que hasta hoy se usa en Europa la frase “vale un Perú” para indicar algo de gran valor. Pero fue justamente esa riqueza lo que despertó la codicia de los piratas protestantes, que por cierto no eran –como los presentan los filmes de Hollywood– aventureros elegantes y audaces. Eran, eso sí, verdaderos terroristas de la época, que llegaban repentinamente en poderosas flotas y, movidos por su odio sectario, se lanzaban a robar, violar y quemar, ensañándose especialmente con las iglesias católicas, sus altares, imágenes y ornamentos sagrados.

Santa Rosa de Lima es representada en muchas de sus imágenes con un ancla a sus pies, por haber conseguido con sus oraciones y mortificaciones apartar de la Ciudad de los Reyes a la flota del pirata y hereje holandés Spilberg. Este hecho es sintomático para atestiguar la protección divina concedida por la intercesión de la Virgen Santísima a nuestro país.

Nuestra Señora, escudo contra los terroristas de la época

La historia de la Virgen de la Puerta comienza con un caso de piratería, ocurrido en la ciudad de Trujillo. En el año de 1674 apareció a la altura de Huanchaco una flota pirata que ya había cometido crímenes en el puerto de Guayaquil y en la entonces próspera villa de Zaña, hoy desaparecida, donde falleciera el Arzobispo de Lima Santo Toribio de Mogrovejo en 1606.

Los habitantes de Trujillo quedaron evidentemente atemorizados con la aproximación de esa flota y enviaron emisarios a todas las ciudades y villas

Bajo esta invocación, la Santísima Virgen es venerada en Otuzco, departamento de La Libertad.

Su devoción se extiende particularmente a todo el Norte del Perú. Su historia, hoy poco conocida en el resto del país, se origina en un estupendo milagro y contiene una auténtica lección: es imposible que Nuestra Señora no venza todos los imposibles.

Nuestra Señora de la Puerta,

escudo contra los infieles

de la región, entre ellas a Otuzco, situada en la sierra, a 70 Km. de distancia.

Los vecinos del pueblo quedaron también muy preocupados. Y, no disponiendo de murallas ni contando con ninguna posibilidad de defensa, decidieron recurrir a Aquella que la Sagrada Escritura llama “terrible como un Ejército en orden de batalla” . Así, como recurso extremo, decidieron colocar en la puerta de la ciudad una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, devoción que las Ordenes religiosas habían popularizado mucho antes de la proclamación de su dogma por Pío IX, en 1854.

Había en Otuzco una ermita dedicada a la Virgen de la Concepción, debida a la devoción de una ilustre dama, Doña Florencia Mora de Sandoval, célebre por los incontables actos de caridad que practicó.

Curiosamente no fue esa imagen, Patrona de la ciudad, la que se colocó en la puerta, pues una costumbre del Virreinato exigía que ella saliese de su altar en la iglesia solamente para la procesión en el día de su fiesta. Muy respetuosos de las costumbres vigentes, los habitantes de Otuzco no quisieron retirar a la Patrona de su lugar, ni siquiera ante esa inminente calamidad.

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La del Palabra Sacerdote

Canónigo

Pregunta

Antiguamente las personas, cuando iban a la iglesia, se vestían con decencia, a veces pobremente vestidas, pero de manera que agradase a Dios. Hoy todo cambió. Se ve de todo en las iglesias: minifalda, short, camiseta, ropas transparentes, etc. Incluso personas así vestidas se acercan a comulgar. ¿Hubo alguna norma de la Iglesia permitiendo ese cambio? ¿Cómo explicar esa alteración de las costumbres?

Respuesta

Hace bien el autor de la pregunta en colocar la cuestión en el campo de la alteración de las costumbres, porque el aspecto de la inmoralidad de los trajes es tan evidente que dispensaría cualquier comentario. En todo caso, como hoy en día hasta las cosas más obvias dejaron de serlo, conviene aquí decir una palabra de esclarecimiento sobre el asunto.

Cuando asistimos a una iglesia, y por lo tanto nos vamos a presentar de modo muy especial delante de Dios, para prestarle nuestros

homenajes (nuestro culto) o para pedirle gracias, es claro que no podemos estar vestidos de modo opuesto a los principios de moralidad por Él establecidos ya en el Paraíso Terrestre, cuando veló la desnudez de nuestros primeros padres vistiéndolos con túnicas de pieles (Gen. 3, 21), y también en los Mandamientos de su Ley (el 6°, “No pecar contra la castidad”, y el 9°, “No desear la mujer del prójimo”). Ni tampoco contra las normas concretas introducidas por la Iglesia, consignadas en todos los tratados de Teología Moral que, al abordar la virtud de la castidad y el 6° Mandamiento, determinan en qué medida ciertas partes del cuerpo deben estar veladas por el traje y no quedar expuestas, en razón del estímulo que ejercen sobre la sensualidad.

Pero hoy, el problema debe ser visto dentro de un panorama más vasto: no son solamente personas, individualmente, quienes no respetan las normas de la Iglesia, sino que es toda la sociedad

la que ha perdido la noción de lo sacral (sagrado) y está sumida en una atmósfera de secularismo, de la cual Dios está parcial o totalmente ausente o, más precisamente, ¡de la cual fue expulsado!

Expliquemos mejor el sentido del secularismo. Esta palabra deriva del latín saeculo (siglo), y es tomada aquí en el sentido de el siglo presente (el mundo actual), por oposición al Siglo futuro, que es la vida eterna en el Cielo. San Pablo nos advertía contra los principios, las normas y las costumbres de este siglo al decir: “No os conforméis a este siglo” (Rom. 12, 2). O sea, no modeléis vuestras vidas, vuestro modo de proceder, de vestir, etc., según los principios de este siglo, de este mundo, que sean opuestos a los principios de Dios. Es la contraposición que, con otras palabras, San Agustín establece entre la ciudad terrena y la ciudad celestial

Esto siempre fue así, y así será hasta el fin del mundo. Pero la expansión de los principios del Evangelio puede

hacer retroceder los límites de la ciudad terrena y dilatar las fronteras de la ciudad celestial. O sea, hacer que en la práctica de todos los días, de los pueblos como de los individuos, los principios católicos sean más amados y seguidos.

“Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados”, observó el Papa León XIII en la Encíclica Immortale Dei, refiriéndose a la Edad Media. La Iglesia gozaba en aquel tiempo de enorme prestigio, y sus normas valían para toda la sociedad. De entonces para hoy, lamentablemente, los principios del Evangelio fueron perdiendo fuerza en la sociedad, ésta se fue secularizando, la Iglesia fue siendo paulatinamente marginada, y con ella la moral. Y llegamos a los días actuales, en que los principios del Evangelio sólo son seguidos, en la teoría o en la práctica, por un número ínfimo de personas, incluso entre quienes frecuentan las iglesias...

A la pregunta, pues, si “hubo alguna norma de la iglesia permitiendo ese cambio”, debe responderse que, independientemente de algún Obispo o sacerdote que abrió las puertas de su iglesia a gente vestida como el lector describe, lo que hubo fue una invasión tempestuosa de los vientos del secularismo ¡dentro del recinto de las iglesias! ¡ Sin pedir permiso, con el permiso o contra el permiso de los responsables por nuestras iglesias! La ciudad terrena –secularizada– dilató sus fronteras e invadió hasta los límites de la ciudad celestial. La inmoralidad entró galopante.

De tal manera que, para recomponer la situación, no bastará poner de nuevo en vigor las normas sabiamente

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El Papa León XIII El Papa León XIII

emitidas por las autoridades eclesiásticas de otrora. Es preciso desterrar, teórica y prácticamente, los principios y normas de conducta impuestos por el secularismo . Lo que equivale a decir que es preciso impregnar nuevamente toda la sociedad con los principios del Evangelio y reponer a Jesucristo y su Iglesia en el centro de todas las cosas.

Lo cual no se conseguirá sin un arduo combate de los que permanecen fieles a las enseñanzas de la Santa Iglesia. Pero sobre todo no se conseguirá sin una intervención especial de la Providencia en los acontecimientos humanos, llamando a los hombres a la razón –eventualmente con el desencadenamiento de castigos sobre la humanidad prevaricadora– y abriendo sus corazones a la acción de la gracia divina, por medio de una actuación potentísima de Nuestra Señora, Medianera de todas las gracias. Sobre cómo podrá ocurrir esto, el Mensaje de Fátima trae esclarecimientos muy confortantes.

Pregunta

¿Podría Ud. explicar qué viene a ser la actual crisis en la Iglesia? ¿La Iglesia ya no pasó por situaciones semejantes en otras ocasiones, por ejemplo cuando hubo el Cisma de Oriente, o con el Renacimiento, etc.?

Respuesta

A veces por ingenuidad o por optimismo somos llevados a imaginar a la Santa Iglesia de manera diferente a como su Fundador, Nuestro Señor Jesucristo, la instituyó: una torre inamovible sobre la roca de Pedro, pero sujeta a los vientos y tempestades.

Puesta la cuestión en estos términos, la descripción aún está incompleta, pues la metáfora de los vientos y tempestades hace pensar en agentes externos que embisten contra la Iglesia, produciendo estragos en sus murallas exteriores, pero sin conseguir moverla de sus fundamentos. Esto es verdad, pero también es verdad que Jesucristo permitió, por designios insondables, que dentro de la torre, los vientos provocasen igualmente devastaciones...

Pasando de las metáforas a los hechos, basta pensar, por ejemplo en la Iglesia primitiva, en la corriente de los judaizantes, que pretendía imponer a todos los paganos convertidos los usos y costumbres de la antigua ley mosaica. La fricción se manifestó en lances arduos, como fue la resistencia de San Pablo contra San Pedro, cuando este último, presionado por los judaizantes, tuvo la debilidad de contemporizar con las prácticas judaicas, contrariamente a lo resuelto en el Concilio de Jerusalén.

Por lo tanto, el problema de las crisis internas en la Iglesia es de todos los tiempos, y afecta hasta personalidades de las más eminentes, produciendo a veces entrechoques incluso entre santos, como en el caso de San Pedro y San Pablo, que acaba de ser citado. Nada de esto nos debe escandalizar, pero para ello es preciso tener la seriedad de espíritu para considerar que vivimos en un valle de lágrimas, en un campo de pruebas, donde toda especie de obstáculos inesperados se yerguen a nuestro frente, exigiendo que los enfrentemos para demostrar nuestra fidelidad a Jesucristo y a su Iglesia.

Toda la Historia de la Iglesia está llena de esos lan-

ces y su narración llena volúmenes y volúmenes. Pasando por encima de las crisis mencionadas en la pregunta —el Cisma de Oriente, el Renacimiento—, abordemos directamente la actual crisis de la Iglesia.

Como fue explicado en la respuesta a la pregunta anterior, la actual crisis de la Iglesia está directamente relacionada con el proceso de secularización que, a partir de la decadencia de la Edad Media, afecta a toda la sociedad occidental, minando los fundamentos de la civilización cristiana y marginando a la Iglesia del centro de los acontecimientos humanos. A Ella, que es la Maestra de la humanidad, y en cierto sentido también su Madre, pues es por medio de Ella —y sólo de Ella— que Nuestro Señor Jesucristo establece Su Reino en la Tierra. “Reino de Verdad y de Vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz” (Prefacio de la Misa de Cristo Rey).

Frente a ese proceso de secularización, dos especies de mentalidades se confrontan internamente en la Iglesia: la primera es la de los que quieren hacer una composición con el mundo, y preconizan que la Iglesia debe conformarse con la realidad de una sociedad pluralista , aceptando convivir lado a lado, sin privilegios especiales, con otras instituciones religiosas o laicas de cualquier concepción doctrinaria. En esta corriente, no pocos van más allá, y llegan hasta propugnar que la Iglesia abandone sus concepciones, que ellos consideran “obsoletas”, y adopte sin rodeos las posiciones dominantes en el mundo secularizado, como el divorcio, el uso de anticonceptivos, los experimen-

tos con embriones humanos, el aborto, la eutanasia, la práctica homosexual, etc. Se trataría por lo tanto de una capitulación incondicional de la Iglesia frente a los errores del mundo moderno.

Fácilmente se ve que la otra familia de almas preconiza lo opuesto, esto es, una resistencia de la Iglesia a esos errores, y una fidelidad a ultranza a los principios recibidos de su Divino Fundador. Este entrechoque entre las dos familias de almas es pues total, inevitable, inconciliable.

Por la radicalidad de las posiciones asumidas, por la amplitud de los campos que abarca, por las consecuencias profundas de las tesis propugnadas —que no hicimos sino describir simplificadamente— no es exagerado afirmar que la actual crisis en la Iglesia es la más grave, entre las muy graves, que sufrió a lo largo de su historia, dos veces milenaria.

Pero sobre la Iglesia pende la promesa de su Divino Fundador: “Las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella” (Mt. 16, 18).

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San Pablo San Pablo

Al alma angustiada

LecturaLectura LecturaLectura Lectura

EspiritualEspiritual EspiritualEspiritual Espiritual

Afirmaba San Francisco de Paula: “Un hombre sin oración no es capaz de nada”.

Si la oración consiste en la elevación de la mente a Dios, aquel que tiene el hábito de las lecturas espirituales, al mismo tiempo que se instruye, reza.

Como marco inicial de esta sección, nos pareció oportuno presentar a los miembros de la Alianza de Fátima las palabras introductorias de una obra prima en el campo de la lectura espiritual —El Libro de la Confianza— del renombrado autor francés, el R. P. Thomas de Saint Laurent.

Sus palabras parecen escritas ex profeso para auxiliarnos vigorosamente a transponer con espíritu de fe, paz de alma, y sobre todo, confianza, los amargos días que vivimos, en previsión al triunfo del Inmaculado Corazón de María, anunciado por la Virgen en Fátima.

Rvdo. Padre

Raymond de Thomas de Saint Laurent

VOZ DE CRISTO, voz misteriosa de la gracia que resonáis en el silencio de los corazones, Vos murmuráis en el fondo de nuestras conciencias palabras de dulzura y de paz. A nuestras miserias presentes repetís el consejo que el Maestro daba frecuentemente durante su vida mortal: «¡Confianza, confianza!»

“Al alma culpable, oprimida bajo el peso de sus faltas, Jesús decía: «Confía, hijo; tus pecados te son perdonados» (Mt. 9, 2). «Confianza», decía también a la enferma abandonada que sólo de Él esperaba curación, «tu fe te ha sanado» (Mt. 9, 22). Cuando los Apóstoles temblaban de pavor viéndole caminar, por la noche, sobre el lago de Genesaret, Él les tranquilizaba con esta expresión pacificadora: «Tened confianza, soy Yo, no temáis» (Mc. 6, 50). Y en la noche de la Cena,

de 1949, en el Carmelo de Uzès, donde fue capellán.

En su fecunda vida sacerdotal ejerció una prodigiosa actividad apostólica, distinguiéndose desde muy temprano como insigne predicador y escritor.

Cuadro de Nuestra Señora de la Confianza, que se venera en el Seminario Romano.

A propósito de él, la Madre de Dios hizo la siguiente promesa a la Hna. Clara Isabel Fornari (1697-1744):

“Todas las almas que con confianza, se presenten delante de esta imagen, obtendrán verdadero conocimiento, dolor y arrepentimiento de sus pecados, y la Santísima Virgen les concederá una particular devoción y ternura hacia Ella” (La Madonna della Fiducia, R.P. Roberto Mais, Roma. Editrice Sallustiana, 1948).

conociendo los frutos infinitos de su sacrificio, Él lanzaba, al partir hacia la muerte, el grito de triunfo: «¡Confiad! ¡Confiad! ¡Yo he vencido al mundo!» (Jn. 26, 33).

“Esta palabra divina, al salir de sus labios adorables, vibrante de ternura y de piedad, obraba en las almas una transformación maravillosa. Un rocío sobrenatural les fecundaba la aridez, rayos de esperanza les disipaban las tinieblas, una tranquila serenidad ahuyentaba de ellas la angustia. Pues las palabras del Señor son «espíritu y son vida» (Jn. 6, 64). «Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica» (Lc. 2, 28).

“Como antaño a sus discípulos, ahora es a nosotros a quienes Nuestro Señor convida a la confianza. ¿Por qué rehusaríamos atender su voz?” 

Católica, desde 1912, y como Misionero Apostólico, a partir de 1919.

En 1920, fue nombrado Canónigo honorario de la Catedral de Nimes y, cinco años después, Capellán del Carmelo de Uzès.

Nació en Lyon, Francia, el 7 de mayo de 1879 y falleció el 11 de noviembre

Entre sus múltiples actividades como sacerdote, se destacan las que ejerció como capellán de la Juventud

Como escritor publicó diversas obras. El Libro de la Confianza es considerado una obra prima en su género.

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Vidas de Santos

Santo Tomás de Aquino

Príncipe de la Filosofía y Teología católicas

Proclamado como “esplendor y flor de todo el mundo” por San Alberto Magno, fue llamado Doctor Angélico por el Papa San Pío V, habiendo recibido de la Santa Iglesia el título oficial de Doctor Común, debido a su incomparable sabiduría teológica y filosófica.

PLINIO MARÍA S OLIMEO

Tomás nació alrededor de 1227 en la pequeña ciudad de Aquino, en la Campagna felice italiana, a los pies del famoso Monasterio de Monte Cassino, estando emparentado con emperadores y reyes, inclusive el de Francia, San Luis IX.

A los cinco años fue enviado al Monasterio de Monte Cassino para estudiar. “La serenidad de su semblante, la inalterabilidad de su temperamento, su modestia y suavidad eran marcas sensibles de que Dios lo había precedido con sus primeras gracias” 1

Muy reflexivo y recogido, el niño pasaba largo tiempo pensando. A un fraile que le preguntó sobre lo que pensaba, respondió con una pregunta que trasluce sus pensamientos infantiles: “¿Qué es Dios?”. A esa cuestión él mismo responderá mas tarde, como nadie lo hizo.

A los 10 años Tomás fue enviado para continuar sus estudios en la Universidad de Nápoles. Su primer biógrafo relata que “en las aulas su genio comenzó a brillar de tal forma, y su inteligencia a revelarse tan perspicaz, que repetía a los otros estudiantes las lecciones de los maestros de modo más elevado, más claro y más profundo de lo que había oído” 2 .

Victoria contra la concupiscencia

Fue en Nápoles, años después, que el adolescente Tomás trabó relaciones con la Orden Dominica, fundada hacia veinte años, y que representaba en la época “la vanguardia doctrinaria y combativa de la Iglesia” 3 Quiso ingresar en ella, pero como era menor de edad, sólo fue recibido entre los hijos de Santo Domingo más tarde, tras el fallecimiento de su padre, en diciembre de 1243.

Su madre, no obstante, tenía otros planes para él, y por eso mandó a dos de sus hijos, soldados del Emperador, en pos de Tomás, que había fugado en dirección a Roma.

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Apoteosis de Santo Tomás de Aquino, Francisco de Zurbarán, 1631 – Museo Provincial, Sevilla.

Preso Tomás en una torre del castillo, madre y hermanos todo hicieron para convencer al hijo menor a renunciar a aquella aventura. Nada surtió efecto. Los hermanos apelaron entonces a una estratagema infame: contrataron a la más bella de las mujeres de mala vida de la región, prometiéndole una fuerte cuantía si consiguiese llevar al joven al pecado. Sabían que, si él cayese en la impureza, eso quebraría su resistencia.

Tan pronto la infame mujer entró en el cuarto, Tomás, dando muestras de una virtud heroica, tomó de la chimenea un trozo de leña en brasa y corrió atrás de ella, que huyó como pudo. Enseguida, aún lleno de indignación contra la cortesana y de amor a Dios, trazó en la pared una gran cruz, que besó tiernamente, implorando a Dios que nunca perdiese la integridad de la pureza de alma y de cuerpo.

Tan bien tenía Tomás el alma en sus manos, que en poco tiempo volvió a la completa tranquilidad, adormeciendo. Vio entonces en sueño a dos Ángeles que le ciñeron al cuerpo un cinturón de fuego. El confesó después que, a partir de ese momento, nunca más sintió los impulsos de la concupiscencia de la carne. Era la recompensa que recibía por su acto heroico de virtud.

Dos de sus hermanas, convertidas por él, le alcanzaron las Sagradas Escrituras y otros libros de estudio, con lo cual continuó su vida como si estuviese en el convento. En fin, según sus primeros biógrafos, después de casi dos años de prisión, con la ayuda de sus hermanas consiguió escapar, descendido en una cesta hacia los brazos de los dominicos, sus hermanos de hábito, que lo aguardaban.

El encuentro de dos genios, dos santos

Al año siguiente Tomás hizo su profesión religiosa y fue enviado a París. En ese famoso centro universitario brillaba entonces, por su conocimiento, el dominico

Alberto de Bollstädt, que pasó a la posteridad como San Alberto Magno. Era tal la afluencia de los que iban a oírlo, que era necesario transportar su cátedra a una plaza pública, hoy aún conocida como Place Maubert (de la contracción de Magni Alberti).

“El encuentro de Tomás de Aquino con Alberto Magno representa un hecho de extraordinaria trascendencia en la historia de la cultura. Tal vez incluso se pueda decir que son los dos colaboradores necesarios para la elaboración del más vasto y consistente sistema filosófico de todas las épocas” 4 De París, el discípulo Tomás acompaña al maestro, que iba a organizar un centro de estudios teológicos de la Orden en Colonia, Alemania.

Fray Tomás: el “buey mudo”

Para evitar atraer la estima pública y las alabanzas que recibiera en Nápoles por su saber, Tomás se cerró en un mutismo mal interpretado por sus condiscípulos. Además, “un cuerpo grande, lento y pesado, y una placidez un tanto bovina le sirven de espeso envoltorio para un alma benigna y generosa, pero retraída; él es tímido más allá de la humildad, y distraído más allá de la contemplación” 5. Todo eso lleva a que lo llamen “buey mudo” o “gran buey siciliano”

Cierto día sucedió que un condiscípulo, tomando la concentración de Tomás como señal de que no había entendido lo que el maestro dijera, comenzó caritativamente a explicarle la materia. Mas en determinado momento se confunde por entero y no consigue ir adelante. Calmamente el “buey mudo” comenzó entonces a desarrollar la obscura tesis, con mucha más claridad de que lo hiciera el propio maestro. Los papeles entonces se invirtieron, y el condiscípulo suplicó a Tomás que siempre lo ayudase en sus dudas. Da ahí en adelante no fue posible esconder más aquel talento superior y fabulosa memoria.

Apreciando debidamente aquel tesoro, San Alberto profetizó: “Le llamamos buey mudo; pero un día vendrá en que sus mugidos, al exponer la doctrina, han de oírse en el mundo entero”.

En Colonia, Tomás recibió la ordenación sacerdotal y fue nombrado asistente de San Alberto Magno.

En 1252 fue enviado a París para el doctorado, a pesar de no haber alcanzado aún los 30 años y que la edad prescrita era 35. En la Ciudad Luz, Tomás se volvió muy popular, pues “la modestia de su porte, la sabiduría de sus discursos, su dulzura inalterable, la be-

6 6 6 TESOROS DE LA FE Enero de 2002  
El monasterio de Monte Cassino, donde Tomás estudió hasta los 10 años de edad.

lleza natural de sus trazos, el fondo de bondad que transpiraba de toda su persona comunicaban algo de celestial y de divino a aquellos que conversaban con él” 6 .

“Tal vez nunca maestro alguno fuese más apasionadamente admirado y escuchado que Tomás de Aquino. Su culto exclusivo de la verdad comunica a las palabras y a las demostraciones una seguridad que da a los jóvenes auditorios el supremo júbilo de tocar de cerca, en brusco prodigio, la región excelsa de las grandes certezas. En una época llena de vastas aspiraciones, de búsquedas de lo absoluto, las almas quieren más que simples juegos dialécticos sobre conceptos abstractos. Quieren palpar lo real, ser introducidas en el meollo de las cuestiones, entrar en la posesión de las altas evidencias de la razón y de la Fe. Fe que ambiciona comprender. Y Tomás de Aquino, sin prohibirles los ardientes deslumbramientos de la fe, las llevará a la máxima comprensión de los misterios y armonías universales”7

Según la tradición, San Buenaventura — el gran maestro y santo franciscano — y Santo Tomás recibieron el doctorado el mismo día, en la Universidad de París8

Unión entre el Rey santo y el Doctor santo

La fama de Santo Tomás se hizo universal, y todos querían oírlo. San Luis IX — el Rey Cruzado — lo consultaba sobre todos los asuntos importantes. Cierto día en que lo invitó a su mesa, el fraile estaba muy silencioso. De repente, dando un golpe en la mesa, Tomás exclamó: “Encontré un argumento concluyente contra los maniqueos”. El rey, temiendo que Tomás pudiese olvidarse del argumento, llamó deprisa a su secretario para anotarlo. “¡Edificante cuadro medieval, muy demostrativo de la perfecta unidad que liga, en ese período nobilísimo de la Historia, a los Reyes y a los Sabios, en los mismos ideales de la conquista de la verdad y del servicio de Dios!” 9

El propio Cielo ratificaba el acierto del gran teólogo. Estando en Nápoles a los pies de un Crucifijo, pidiendo a Dios que le certificase que lo que había escrito sobre la Eucaristía fuera del agrado divino, entró en éxtasis a la vista de otros, se levantó por encima del suelo, y oyó del Crucificado estas palabras: “Escribiste bien sobre mí, Tomás. ¿Qué recompensa deseas?”. El humilde fraile respondió lleno de amor: “Nada sino a Vos, Señor”

Su sabiduría y su ciencia provenían de la pureza y santidad de vida. Poco antes de morir, confesó a Fray Reinaldo, su secretario, que Dios lo había preservado de todo pecado que destruye la caridad en el alma. Más allá de esto, “nunca se entregaba al estudio o a la composición antes de haber, por la oración, vuelto a Dios propicio a sí; y confesaba con candor que todo lo que sabía lo debía menos al estudio y a su propio trabajo que a la iluminación divina” 10 Sus escritos geniales: “bagazo”...

Sin embargo, después de una visión que tuvo mientras celebraba la Santa Misa en la capilla de San Nicolás, en diciembre de 1273, no volvió más a escribir. Y a aquellos que le insistieron para que terminase su obra, respondió: “No puedo. Todo cuanto escribí me parece unicamente bagazo” . Es que, en aquella visión, le fueron revelados misterios y verdades tan altas, que todo lo demás le pareció sin valor.

Al recibir los últimos Sacramentos en el lecho de muerte, en 1274, con menos de 50 años de edad, afirmó delante de la Hostia consagrada: “Yo espero nunca haber enseñado ninguna verdad que no haya aprendido de Vos. Si, por ignorancia, hice lo contrario, yo revoco todo y someto todos mis escritos al juicio de la Santa Iglesia Romana” 11. La posteridad lo conocería como el “Doctor Angélico”. 

Notas:

1. Rev. Alban Butler, The Lives of the Fathers, Martyrs and Other Principal Saints, D. & J. Sadlier & Company, 1864, Vol. I, Internet, site http://www.ewtn.com.

2. Guilhermo de Tocco, Vita, Cap. VI, apud João Ameal, São Tomás de Aquino, Livraria Tavares Martins, Porto, 1941, 2a. edição, p. 17.

3. João Ameal, op. cit., p. 18.

4. João Ameal, op. cit., p. 49.

5. G. K. Chesterton, Saint Thomas d’Aquin, versión francesa de Maximilien Vox, Librairie Plon, París, p. 20.

6. Les Pettits Bollandistes, Vies des Saints , d’après le Père Giry, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs, París, 1882, vol. III, p. 244.

7. João Ameal, op. cit., p. 107.

8. Cfr. The Catholic Encyclopedia, Vol. XIV, by Robert Appleton Company, 1912, Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight.

9. João Ameal, op. cit., p. 115.

10. Aeterni Patris, § 40.

11. Rev. Alban Butler, Online Edition.

Santo Tomás de Aquino, por el Beato Fra Angélico – Convento de San Marcos, Florencia.

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Nuestra Señora de la Puerta...

Así, quedó defendiendo la puerta de la ciudad otra imagen de Nuestra Señora de la Concepción, traída años antes de Venezuela para realizar procesiones de la Inmaculada fuera de los días de fiesta oficial. Tal imagen tiene un metro de altura, y se halla asentada sobre un trozo de roca de un palmo de alto, toda forrada de plata.

Después de colocarla precisamente en el lugar donde, en cualquier momento, se esperaba la aparición de los piratas, la población estaba compenetrada de que sólo les quedaba rezar y confiar en la protección maternal de María Santísima. Tres días y tres noches permanecieron los habitantes orando juntos en la puerta de la ciudad, a los pies de la imagen, aguardando el temido ataque.

Pero... ¡lo imposible sucedió! Los protestantes holandeses, cuya superioridad numérica y de fuerza era evidente, ¡ni siquiera desembarcaron! Hasta hoy ningún historiador consiguió presentar una explicación natural convincente para el hecho: la ciudad de Trujillo, y los pueblos de Huanchaco y Otuzco fueron preservados de cualquier ataque de los terribles piratas.

Dos Patronas de la misma ciudad

Al recibir la noticia de que las velas de los barcos piratas habían desaparecido, la alegría de los habitantes de Otuzco fue enorme. Condujeron entonces la imagen de la Virgen en procesión hasta el interior de la ciudad, en medio del mayor regocijo. Pero, no queriendo que, después del gran favor recibido, ella quedase en posición “desventajosa” con relación a la Patrona, decidieron los moradores construirle un santuario en la misma puerta de la ciudad, en el local donde los había defendido.

Nació así la devoción a la Virgen “de la Puerta”, que es hoy la devoción a Nuestra Señora más difundida en el Norte del país. Todas las numerosas y bellas iglesias virreinales de Trujillo poseen una réplica de esta imagen, colocada siempre próxima a la puerta de entrada. Igualmente en las iglesias de los demás poblados liberteños se observa siempre una copia de la Virgen de la Puerta junto a la entrada.

Las procesiones de agradecimiento por la retirada de los piratas se extien-

den hasta nuestros días, reuniendo a miles de peregrinos, que lamentablemente no siempre exhiben la misma piedad de otros tiempos.

La fama de la imagen en la región determinó que por ocasión del Congreso Eucarístico Nacional realizado en Trujillo, en 1943, fuese escogida para ser coronada canónicamente, como punto culminante de aquella celebración. La coronación, con presencia de un Legado pontificio, se dio el 27 de octubre de aquel año.

Milagro del anillo, exaltando a los humildes

Entre los muchos hechos admirables realizados por mediación de la Virgen de la Puerta, el más conocido es el “milagro del anillo”.

Cierto día, poco antes de comenzar la novena de su fiesta, llegó a pie a Otuzco, procedente de un poblado denominado Chimur, una devota muy pobre. Deseaba mandar a celebrar una Santa Misa durante la novena, por una intención particular muy apremiante. Como no poseía dinero para encomendar la Misa, pidió limosnas por todo el pueblo hasta obtener la cantidad suficiente. Satisfecha con el resultado, solicitó al párroco local, un sacerdote de apellido Landa, la celebración de la Misa.

Pero satisfacer a última hora ese deseo por ocasión de la fiesta de la Pa-

La imagen de la Virgen de la Puerta sale en procesión los días 15 de diciembre. Al fondo, el espléndido santuario.

trona era imposible, debido a los múltiples pedidos de Misas que se acumulaban para esas fechas. Desconsolada, la pobre mujer renovó el pedido, que no pudo ser atendido por el sacerdote. Comenzó, entonces, nuevamente a pie, el viaje de regreso a su pueblito.

A mitad de camino, se encontró la desconsolada mujer con una joven Señora, de porte majestuoso. Le pareció extraño que tan digna persona anduviese sola por aquellos pobres parajes. La Señora le entregó un precioso anillo, y le aconsejó volver inmediatamente a Otuzco y renovar al padre el pedido de la Misa, pero sin referirse a ese inesperado encuentro. La devota siguió la recomendación y retornó, siempre a pie, a la casa parroquial.

Es de imaginarse la sorpresa del sacerdote, al reencontrar aquella humilde mujer que insistía en la celebración del Santo Sacrificio, mostrándole la joya que él conocía perfectamente: era, ni más ni menos, el valiosísimo anillo usado por la imagen de la Virgen de la Puerta en su altar. Nadie había notado su desaparición. Y no le sería posible a la pobre mujer apoderarse de esa joya en aquellos días, en medio de la multitud de fieles. Ante tal demostración de predilección de la Madre de Dios por aquella fiel devota, el sacerdote inmediatamente concordó en celebrar la Misa.

* * *

Se dice de María Santísima, parafraseando la Escritura, que Ella tiene en sus manos“la llave que abre y nadie cierra; que cierra y nadie abre”. En los conturbados días que nos toca vivir, frente a tantos problemas insolubles y dificultades insuperables que nos agobian –tanto espirituales como materiales– tengamos presente la admirable invocación de Nuestra Señora de la Puerta, y pidámosle que Ella abra las puertas de la solución a todas nuestras necesidades, como a las de nuestros seres queridos y de nuestro atribulado Perú; y las cierre a las influencias perversas del pecado y del desorden.

Alianza de Fátima

8 8 8 TESOROS DE LA FE Enero de 2002 Editado por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la © 2002, Asociación Santo Tomás de Aquino Casilla Especial N° 14-060, Lima 14 PERÚ  497-1223 Fax: 358-2270 E-mail: sttomas@ec-red.com

Tesoros de la Fe

En un desolado paraje de los Andes, a 2420 metros de altitud y a 60 Km. al sur de Arequipa, en el distrito de Polobaya —por el viejo camino que conduce a Moquegua—, se venera una imagen de Nuestra Señora de la Purificación o Candelaria, más conocida como la Virgen de Chapi, cuyo culto en este lugar se remonta al siglo XVIII y crece día a día

La Virgen de Chapi

“la mamita”: reina y patrona de Arequipa

El origen de la imagen se ha perdido en el tiempo

Es difícil precisar con exactitud el origen de esta entrañable devoción del pueblo arequipeño a la Santísima Virgen, asociada a los primeros evangelizadores de la región. Cuenta una vieja tradición, que la imagen fue hallada en un cerro aledaño a Churajón. Ya según un antiguo documento, fue trasladada a raíz de un terremoto en 1743, desde el caserío de Paranay al antiguo valle de Chapi 1, a 4.6 Km. del actual Santuario, conocido también como Chapi Viejo.

Debido a una serie de desmanes que se cometían durante su fiesta, en 1793, el párroco de Pocsi —jurisdicción a la cual pertenecía Chapi—, a fin de que los indios “pudieran cumplir mejor sus deberes de cristianos” 2, ordenó el traslado de la imagen hacia Sogay, pueblo próximo a Quequeña. Argüía el citado eclesiástico, por otra parte, que “la que brada de Chapi estaba poco poblada,

pues la escasez de agua no permitía la siembra, y por este motivo la ermita allí construida estaba casi abandonada” 3 .

Acatando la orden, se procedió a trasladar la imagen. Ya se había avanzado un buen trecho, cuando la comitiva hizo un alto para descansar y recuperar fuerzas. Fue a la sazón que el viento comenzó a arreciar, produciéndose una gran tempestad de arena. Al reiniciar la jornada, por más esfuerzos de los cargadores no lograron levantar la imagen. Lo intentan una y otra vez, sin conseguir el objetivo.

El hecho fue dado por milagroso, interpretándose el suceso, como la voluntad de la Virgen para que su imagen fuese venerada, en adelante, en el sitio en que inamovible se quedó. Fue entonces allí erigida una pequeña ermita para su culto. Al respecto, comenta el Padre Vargas Ugarte, “que lo áspero, desabrido e inculto del mismo [el lugar] no ha sido parte para impedir que allá

se dirijan los devotos, los cuales han vencido aun la misma oposición de las autoridades eclesiásticas” 4 .

Milagrosamente se salva en un terremoto

“La noticia de la Virgen de Chapi se fue extendiendo por los contornos y aun trascendió a Arequipa, donde co menzaron a suscitarse devotos, que en romería se encaminaban a visitarla. No obstante, aún no pasaba de ordinario el culto que se le tributaba...” 5

En 1868, un violento terremoto 6 trajo abajo esta ermita, encontrándose bajo sus escombros a “la mamita” del todo ilesa. En su lugar, se levantó una modesta capilla con los muros hechos de piedra y adobe, y el techo de paja. Con el correr de los años se la fue embelleciendo, aunque el aumento del flujo de peregrinos ya exigía la construcción de un santuario apropiado. De tal forma que, el 12 de febrero de 1893 se colocaron los cimientos del nuevo templo.

N° 2 - Febrero de 2002 - Año I

“Los devotos la visten como una reina con pecheras de raso y manto de terciopelo. Se la ciñe con una corona, símbolo de su realeza” (P. Clavell).

La cantera de sillar y el agua del milagro

El acucioso Padre Vargas Ugarte S. J., narra así los hechos extraordinarios ocurridos entonces: “Lentamente progresaron las obras, pero la Virgen las protegió visiblemente: primero, haciendo que los obreros diesen con una cantera de buena piedra de sillería en ocasión que se les había agotado la que afanosamente traían de Yarabam ba; segundo, haciendo que saltase a flor de tierra y en la concavidad de un pe ñasco una vena de agua pura y crista lina. Este último suceso ocurrió en 1897, y sus circunstancias son en extre mo notables.

“Catorce peones cortaban sillares 7 para la obra, y la carencia de agua en aquel estéril suelo hacía más pesada su labor. Por la noche, uno de ellos fue al santuario y con sencilla fe pidió a la Virgen remediase la necesidad que pa decía. Al día siguiente descubre, como a unos veinte metros de la cantera, un poco de humedad, escarba un poco y con grande júbilo ve brotar un chorro abundante de agua cristalina. No para ron aquí los favores de la Virgen, pues uno de los obreros, que padecía de la vista, se lavó los ojos con el agua del manantial y luego se sintió curado de su dolencia” 8 .

Agradecemos al Pbro. Alberto Clavell por brindarnos sus hermosas fotografías de la Virgen y su opúsculo sobre el Santuario.

Estos hechos se difundieron como reguero de pólvora, con lo cual la Santísima Virgen atrajo hacia sí la atención de una infinitud de peregrinos que desde entonces frecuentan el lugar.

Concluidas las obras, al comenzar el siglo XX, “la modesta capillita de an taño se había convertido en una iglesia de regular tamaño, con su fachada de dos cuerpos y una sola nave, en cuyo altar mayor se veía aparecer, vestida de rico manto, a la graciosa Virgen de Chapi” 9 .

El demonio no podía dejar de perturbar el crecimiento de esta devoción. Años más tarde, el 3 de mayo de 1921, un voraz incendio ocasionado por la caída de un cirio 10 consumió casi por entero el altar de la Virgen, resultando nuevamente, por un milagro, ilesa la venerada imagen. Y el 11 de octubre del año siguiente, un fuerte sismo afecta seriamente al templo.

Su culto en nuestros días

El actual Santuario se terminó de construir en 1967. Está levantado sobre un área de 1700 m2, lo que proporciona una gran amplitud y favorece el culto. Su estilo es neo­colonial, con el clásico altar barroco enchapado en pan de oro. Su estructura —no podía ser de otra manera— es de sillar, ladrillo y cemento armado, para enfrentar los sismos.

Su fiesta se celebra el 2 de febrero, día de la Purificación o Candelaria, pero los peregrinos han escogido de preferencia el 1° de mayo, en que se da inicio al mes dedicado a María, y también el 8 de setiembre, fiesta de su Natividad. En esas fechas, especialmente, se puede apreciar un verdadero mar humano descendiendo por la quebrada que conduce a Chapi. Son decenas de miles de personas, de todas las edades y clases sociales. Hay quien prefiera hacer todo el trayecto por la carretera, que ahora casi toca en el Santuario. Pero la inmensa mayoría de los devotos llega a pie, caminando alrededor de 15 Km., desde el lugar conocido como “Siete Toldos”. Y no faltan los que realizan el inmenso sacrificio de emprender la caminata desde la propia ciudad de Arequipa. Sea como fuere, la gran mayoría lo hace devotamente, entonando plegarias y cánticos a Aquella que es Madre y Abogada nuestra.

Solemne coronación canónica

En el apretado itinerario de la primera visita de Juan Pablo II al Perú, el Santo Padre coronó el 2 de febrero de 1985 a la Virgen de Chapi y al Niño Jesús que sostiene en sus brazos. Para tal ocasión, la imagen fue transportada en un helicóptero desde el Santuario hasta la ciudad de Arequipa. Durante su corta estancia en la Ciudad Blanca, el Pontífice beatificó ese mismo día a Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, virtuosísima flor del arequipeñísimo Monasterio de Santa Catalina.

Hoy por hoy, la Virgen de Chapi es la gran devoción mariana no sólo de Arequipa, sino de gran parte del país. Retribuyamos entonces con nuestros actos tan maternal predilección, pues “mereceríamos el más duro reproche si, después de todas estas demostraciones de amor, siguiéramos viviendo un cristianismo indolente y tibio” 11 

Notas.-

1. Definitivamente el nombre de Chapi se le añadió a esta imagen cuando fue trasladada al valle de dicho nombre, a mediados del s. XVIII. En el Archivo Departamental de Arequipa existen documentos del s. XVII que mencionan ese lugar. En aimara el término “chapi” significa “espino” o “cactus” con el que probablemente se nombró a esa quebrada debido a la abundancia y variedad de aquella planta en el valle (cfr. P. Alberto Clavell Cabot, Breve historia del Santuario de Chapi, Arequipa, 1999).

2. P. Rubén Vargas Ugarte S.J., Historia del Culto de María en Iberoamérica y de sus Imá genes y Santuarios más celebrados, 3a edición, Madrid, 1956, Tomo II, p. 152.

3. Op. cit., p. 153.

4. Op. cit., p. 153.

5. Op. cit., p. 153.

6. El 13 de agosto de 1868, un violento terremoto asoló la región destruyendo casi por completo a la ciudad de Arequipa.

7. El sillar, piedra volcánica que abunda en la región de Arequipa, es muy liviano pero al mismo tiempo resistente. De su color generalmente blanco proviene el apelativo de Ciudad Blanca dado a la capital arequipeña, aunque también se encuentra el de color rojizo. Extremamente dúctil, se han labrado en ella altares, columnas y pórticos que son el orgullo de sus habitantes y la admiración de quienes la visitan.

8. Op. cit., pp. 153­154.

9. Op. cit., p. 154.

10. Quizás más de un lector imagine que una pequeña velita misionera pudo haber sido la causa de tamaña tragedia. Ésta se produjo por la caída de un cirio de aquellos que cargan los devotos a sus espaldas, como parte del sacrificio; tienen una altura de un metro a metro y medio, con un diámetro de entre siete a diez centímetros, y llegan a pesar varios kilos.

11. P. Alberto Clavell Cabot, op. cit., p. 15.

2 Tesoros de la Fe Febrero de 2002

Lectura Espiritual

NO HAY, EN ESTE “VALLE DE LÁGRIMAS” que es la vida terrena, hombres a los cuales no haya sido destinada una cruz, sean buenos o malos. En lo alto del Calvario, Aquel que es la Bondad por excelencia, por los hombres murió en la Cruz, enclavada entre otras dos: la cruz del buen ladrón y la del mal ladrón. El Divino Redentor nos convida a cargar generosamente nuestra cruz, como Él mismo lo hizo de modo sublime.

San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), el ardiente misionero francés, gran apóstol de Nuestra Señora y autor del célebre Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, escribió —en un solo día, después de un inspirado retiro espiritual— el opúsculo Carta Circular a los Amigos de la Cruz, de donde extrajimos el siguiente trecho. Esa pequeña obra constituye un verdadero tesoro espiritual para todos los que desean, en medio de las tribulaciones de la vida, abrazar su cruz, en el camino de la santificación, rumbo a las glorias de la bienaventuranza eterna.

Grandeza del nombre Amigo de la Cruz

Este nombre es grande y glorioso

“Os llamáis Amigos de la Cruz. ¡Qué nombre tan glorioso! Os confieso que me encanta y deslumbra. Es más brillante que el sol, más alto que los cielos, más glorioso y magnífico que los mayores títulos de reyes y emperadores. Es el nombre excelso de Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Es el nombre sin equívoco de un cristiano.

¡Pero cuántas obligaciones encierra!

“Pero si su brillo me encanta, no es menos cierto que su peso me espanta. ¡Cuántas obligaciones ineludibles y difíciles encierra este nombre! El Espíritu Santo las expresa con estas palabras: Linaje elegido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo ad quirido por Dios (I Pedro 2, 9).

“Un Amigo de la Cruz es un hombre escogido por Dios, entre diez mil personas que viven según los sentidos y la sola razón, para ser un hombre totalmente divino, que supere la razón y se oponga a los sentidos con una vida y una luz de pura fe y un amor vehemente a la cruz.

“Un Amigo de la Cruz es un rey todopoderoso, un héroe que triunfa

del demonio, del mundo y de la carne en sus tres concupiscencias. Al amar las humillaciones, arrolla el orgullo de Satanás. Al amar la pobreza, triunfa de la avaricia del mundo. Al amar el dolor, mortifica, la sensualidad de la carne.

“Un Amigo de la Cruz es un hombre santo y apartado de todo lo visible. Su corazón se eleva por encima de todo lo caduco y perecedero. Su conversación está en los cielos. Pasa por esta tierra como extranjero y peregrino, sin apegarse a ella; la

mira de reojo, con indiferencia, y la huella con desprecio.

“Un Amigo de la Cruz es una conquista señalada de Jesucristo, crucificado en el Calvario en unión con su santísima Madre. Es un «Benoni» o Benjamín, nacido de su costado traspasado y teñido con su sangre. A causa de su origen sangriento, no respira sino cruz, sangre y muerte al mundo, a la carne y al pecado, a fin de vivir en la tierra oculto en Dios con Jesucristo.

“Por fin, un Amigo de la Cruz es un verdadero porta­Cristo, o mejor, es otro Cristo, que puede decir con toda verdad: Ya no vivo yo, vive en mí Cristo (Gal. 2, 20).

Examen de conciencia sobre estas obligaciones

“Queridos Amigos de la Cruz, ¿obráis en conformidad con lo que significa vuestro grandioso nombre? ¿Tenéis, por lo menos, verdadero deseo y voluntad sincera de obrar así, con la gracia de Dios, a la sombra de la cruz del Calvario y de Nuestra Señora de los Dolores? ¿Utilizáis los medios necesarios para conseguirlo? ¿Habéis entrado en el verdadero camino de la vida, que es el sendero estrecho y espinoso del Calvario?

¿No camináis, sin daros cuenta, por el sendero ancho del mundo, que conduce a la perdición? ¿Sabéis que existe un camino que al hombre le parece recto y seguro, pero lleva a la muerte?”

Fuente bibliográfica: San Luis María Grignion de Montfort — Obras, B. A. C. , Madrid, 1984, pp. 211­213.

Tesoros de la Fe Febrero de 2002 3
San Luis María Grignion de Montfort

La del Palabra Sacerdote

Canónigo

Pregunta

Según las Sagradas Escrituras, Jesús era el primogénito de María (Mt. 1, 25 y Lc. 2, 7). Por lo tanto, decir que María no tuvo otros hijos no está acorde con la palabra de Dios, pues primogénito significa que nació primero; luego, Ella tuvo otros hijos. Para confirmar esto, en otro trecho de la Biblia está escrito que durante los 30 años en que Jesús no había comenzado a predicar, tuvo que convivir con sus hermanos (Jn. 7, 5).

Respuesta

Es falsa la interpretación de que Jesús no sería el único hijo de la Virgen María. El lector podría citar varios otros pasajes de la Biblia en que se habla de los “her‑ manos de Jesús”, incluso el célebre trecho de San Mateo (13, 55 ­ 56) en que se dan los nombres de esos “her manos”, y se habla también de las “hermanas” de Jesús. No lo hizo, seguramente al querer presentar esa objeción de modo abreviado. Si fuese válida esa objeción —dígase de paso, típicamente protes­

tante—, Nuestra Señora no habría sido Virgen.

Para nosotros como católicos, es importante esclarecer este punto, una vez que la virginidad perpetua de María es un dogma católico (cfr. Denzinger, Enchiridion Sym bolorum, n. 256). Además, es una de las virtudes más bellas y más admirables de la Madre de Dios, y por eso mismo odiada especialmente por el demonio. Comencemos, pues, por los “hermanos” y “herma nas” de Jesús, abundantemente mencionados en el Nuevo Testamento: Mt. 12, 46­47; Mt. 13, 55ss.; Mc. 3, 31­32; Mc. 6, 3; Lc. 8, 19­20; Jn. 2, 12; Jn. 7, 3.5.10; Jn. 20, 17; Hechos 1, 14; Cor. 9, 5; Gal. 1, 19.

La elucidación de esta cuestión es simple: tanto el hebreo como el arameo (lenguas habitualmente habladas en Palestina en la época d e Jesús) usan la palabra “hermano” para designar cualquier clase de parentesco, e incluso personas de relación muy próxima, como era el caso de los discípulos de Jes ús. Por ejemplo, al narrar la aparición de Jesús resucitado a Santa María Magdalena, el Evangelio de San Juan así describe el final de la escena: “Jesús le dijo [a María Magdalena]: No me toques, porque aún no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: «He visto al Señor», y las cosas que le había dicho” (Jn. 20, 17 ­ 18). En estos versículos del Evangelio, hermanos, equivale evidentemente a discípulos.

Como arriba está dicho, San Mateo llega a mencionar los nombres de los

“hermanos de Jesús”: “Y viniendo [Jesús] a su patria, les enseñaba en la sinagoga, de manera que, atónitos se decían: ¿De dónde le vienen a éste tal sabiduría y tales poderes? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María, y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? Sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto?” (Mt. 13, 54­56). Nótese que no son mencionados los nombres de las “hermanas” de Jesús.

Por otro lado, al hablar de las mujeres presentes en el Calvario, San Mateo y San Marcos nombran específicamente a: “María Magdalena y María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos de Zebedeo” (Mt. 27, 56); “María Magdalena, y Ma ría la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé” (Mc. 15, 40).

Comparando l os textos arriba citados, quedan identificados dos de los “hermanos de Jesús”: Santiago el Menor y José, hijos de otra María, distinta de la Madre de Jesús. Eran, pues, parientes de Jesús. La Salomé, mencionada por San Marcos, es la mujer de Zebedeo nombrada por San Mateo, madre de Santiago el Mayor y de San Juan, el evangelista. Salomé fue célebre por haber reivindicado junto a Jesús un lugar privilegiado para sus hijos en su futuro reino (cfr. Mt. 20, 20­23 y Mc. 10, 35 ­ 40). Tal reivindicación indica evidentemente un fácil acceso de ella a Jesús.

San Juan consigna también la presencia de las varias Marías, distinguiendo claramente a la Madre de Jesús de las otras: “Estaban de pie junto a la Cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la mujer de

Cleofás, y María Magdale na” (Jn. 19, 25). Obsérvese de paso, que aquí igualmente se registra el uso judío de llamar “hermana” de María a una parienta suya, pues, como es universalmente admitido, María era hija única. Por otro lado, se sabe que esa “María, mujer de Cleofás” es la Madre de Simón (cfr. Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, III 2, 32).

Resulta claro, por lo tanto, que la palabra “hermanos” no corresponde a una hermandad de sangre, sino a un parentesco —o incluso a una relación— más o menos próxima.

En cuanto a la palabra “primogénito”, era aplicada al primer nacido, aunque después no naciesen otros hijos, a causa de las implicancias legales que traía consigo. Esto es, el primer nacido era el heredero de los derechos y de las obligaciones de los padres, en particular del patrimonio de la familia. Un sistema de mayorazgo, por lo tanto, que daba seguridad y estabilidad a la familia, lo que explica la generalidad de su aceptación por prácticamente todos los pueblos en el mundo entero, habiendo estado en vigor en Occidente hasta el Código Civil de Napoleón (1804), e incluso después.

Entre los judíos, al principio los primogénitos eran los que ejercían el sacerdocio. Cuando ese privilegio se adjudicó a la tribu de Leví, permaneció para las otras tribus la obligación de “rescatar” simbólicamente a los primogénitos (cfr. Núm. 3, 12­13; 18, 15­16; Éx. 13, 2; 24, 19). De donde la enternecedora escena descrita por San Lucas: “Así que se cumplieron los días de la purificación conforme a la Ley de Moisés, le llevaron [al Niño Jesús] a

4 Tesoros de la Fe Febrero de 2002

Jerusalén para presentarle al Señor, según está escrito en la Ley del Señor que “todo varón primogénito sea consagrado al Señor”, y para ofrecer en sacrificio, según lo prescrito en la Ley del Se ñor, un par de tórtolas o dos pichones” (Lc. 2, 22­24). Es obvio que la presentación del primogénito, se hacía poco después que éste nacía, sin esperar que naciesen otros hijos. En otros términos, la obligación legal se imponía, ¡aunque después no naciesen otros hijos! El primero que nacía ya era inmediatamente llamado primogénito, aunque nunca fuese a tener hermanos de sangre.

Es falso concluir, pues, como hacen los protestantes, que la expresión de San Lucas —“y dio a luz a su hijo

primogénito” (Lc. 2, 7)— implica que María hubiese tenido después otros hijos.

Además, que María no tuvo otros hijos, la Biblia lo manifiesta en otros pasajes. Limitémonos a recordar la pungente escena del Calvario: Cristo, moribundo, encomienda a María Santísima a San Juan, quien a partir de entonces, la recibió en su casa (Jn. 19, 26­27). Si la Virgen María hubiese tenido otros hijos, Jesús no tendría por qué preocuparse con el cuidado temporal de su Madre, pues este deber correspondería a los demás hijos. Tanto más cuanto, muchos años después, San Pablo comenta que aún vivía en Jerusalén “Santiago, el hermano del Señor” (Gal. 1, 19). Santiago el Menor, como

fue recordado arriba, era pariente de Nuestro Señor.

La falsa afirmación protestante no tiene, pues, ninguna sustentación en la Sagrada Escritura ni en la Tradición.

Pregunta

Nuestro Señor se refiere a María, en varios pasajes de la Sagrada Escritura, llamándola “mujer”. ¿Podría Ud. explicar el porqué de ese trato?

Respuesta

En el trato habitual de nuestros días, el término “mujer” puede parecer poco respetuoso en una relación familiar. No sucede lo mismo en Portugal, por ejemplo, donde el pueblo es extremamente afectuoso, aunque mucho más vigoroso en sus expresiones. Allá, que el marido llame a su esposa de “mujer” nada tiene de irrespetuoso, sino, por el contrario, indica una intimidad cariñosa.

Esto era así por lo menos hasta algún tiempo atrás. Desde entonces, los vientos de la modernidad comenzaron a barrer también a Portugal, destruyendo principios y modos de ser tradicionales, con lo que la situación se va modificando bastante.

De otro lado, en algunos países latinoamericanos, hasta hoy, que un amigo se dirija a otro amigo usando la palabra hombre constituye un trato afectuoso y varonil.

Por lo tanto, para la correcta apreciación del significado de las expresiones, es necesario tomar en cuenta, cómo se acostumbra decir, no sólo en la cultura local, sino en la época en que fueron usadas. Este procedimiento es muy valorizado hoy en día —hasta la exageración— en

las ciencias sociales, incluso en las adaptaciones que de la liturgia católica se hacen a las diferentes culturas, denominado en el lenguaje eclesiástico y sociológico actual de inculturación.

Hecha la necesaria reserva en cuanto a los abusos frecuentes a que este procedimiento ha dado lugar, se trata en el caso de la presente consulta de analizar lo que significaba en el tiempo de Nuestro Señor el trato de “mujer”, que en más de una ocasión Jesús dispensó a su Santísima Madre (en las bodas de Caná y en lo alto de la Cruz).

Retomemos la narración de San Juan sobre la escena de la Crucifixión en que Jesús encomienda a su Madre al discípulo amado: “Jesús, viendo a su Madre y al dis cípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn. 19, 26­27).

Es necesario tener un corazón de piedra para no emocionarse delante de esta escena al mismo tiempo solemne y tocante. Y es justamente la solemnidad de la ocasión la que comunica al trato “Mujer” una grandeza que la propia palabra “Madre”, en ese contexto, no tendría. Dejemos al cuidado del lector repasar el episodio de la Cena de Caná (Jn. 2, 1­11), en que Nuestro Señor también llamó a su Madre “Mujer”, para constatar que ahí no hay nada de poco respetuoso. Antes bien, por el contrario, era sumamente adecuado al momento. Tal ejercicio valdrá como provechosa meditación sobre la inmensa ternura e intimidad de la relación entre Nuestro Señor y su Madre Santísima. 

Tesoros de la Fe Febrero de 2002 5
En lo alto de la Cruz, Nuestro Señor Jesucristo confía a San Juan Evangelista (izq.) la protección de su Madre (der.)

San Claudio de la Colombière, gran apóstol del Sagrado Corazón

Escogido por Nuestro Señor para dirigir a Santa Margarita María Alacoque en la más trágica y decisiva fase de la vida de ésta, el Santo dio el impulso inicial a la devoción al Sagrado Corazón en los Tiempos Modernos. Calificado por el Divino Redentor, en una de sus apariciones, como servidor fiel y amigo perfecto1, se convirtió en renombrado predicador y director de conciencias, así como apóstol del Escapulario. En su opinión, “ninguna otra devoción ofrece tanta certeza para nuestra salvación” cuanto esta práctica religiosa2.

NATURAL DE SAINT­SYMPHORIEN, cerca de Lyon, Claudio de la Colombière provenía de una familia que ya había dado ilus­tres miembros a la Magistratura. De su madre, muy piadosa, recibió la formación religiosa que despertaría en él la vocación.

El hecho de haber sido alumno del colegio de los jesuitas de Lyon, cuyos profesores eran conocidos por su militancia antijansenista3, marcó a fondo su espiritualidad y su futuro apostolado, basado en la misericordia y en la confianza.

Novicio jesuita, sus dotes poco comunes ya a los 19 años llamaron la atención de su maestro, el Padre Jean Papon, que así lo describe al General de la Compañía, en un informe de 1660: “tiene grandes talentos, una rara capacidad de juicio, prudencia consumada. Mucha experiencia de la vida. Comenzó bien los estudios. Apto para cualquier cosa. Temperamento suave” 4 .

Religioso eximio e hidalgo consumado

Aún siendo estudiante fue escogido como preceptor de dos hijos del poderoso ministro de Luis XIV, Colbert: Nicolás, futuro Arzobispo de Rouen, y Juan Bautista, futuro marqués de Seignelay y Ministro de Marina.

En la residencia de Colbert —gran mecenas de la cultura— convivió con personas refinadas, elegantes y cultas. Se hizo amigo de Olivier Patru, miembro de la Academia Francesa, considerado el hombre que hablaba el mejor francés en el Reino. En esa convivencia completó su educación, convirtiéndose no sólo en un perfecto religioso, sino también en consumado hidalgo 5 .

El Padre Nicolau La Pesse, editor de sus Sermones, en Lyon, el año 1684 6 así lo describe:

“Espíritu vivo, juicio seguro, fino y penetrante, alma noble, tacto y gracia. Se distinguía especialmente por su forma de pensar y por la elegancia y precisión de expre

6 Tesoros de la Fe Febrero de 2002
Vidas de Santos
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sión. Cuando hablaba con las personas, su distinción y dulzura conquistaban los espíritus y los corazones. La unión con Dios trasparecía en su rostro y en sus pala bras. La oración era en él habitual. Como era recto y esclarecido, consideraba con extrema justicia cualquier asunto que tuviese que tratar” 7 .

“Es necesario ser santo para hacer santos”

Ordenado sacerdote en 1669, el Padre de La Colombière regresó a Lyon para enseñar en el Colegio de la Trinidad, durante tres años. Después se retiró a la Casa de San José, en donde completó el periodo de la probatio, es decir, el año de recogimiento y meditación prescrita por la regla de la Compañía de Jesús.

Descendiendo de una familia de notarios, el joven jesuita “sentía mucho el valor de los compromisos jurí dicos y especialmente de los votos hechos a Dios”. No sólo en aquella Casa religiosa, sino aún durante tres a cuatro años, meditó de tal modo sobre las Constituciones y el espíritu de la Compañía de Jesús, que hizo el voto de “observar las Constituciones, las reglas comunes, las reglas de la modestia y las de la vida sacerdotal” 8 lo más perfectamente posible.

Ese fue el medio que escogió para santificarse. En ese sentido, se lee en una de las deliberaciones que tomó durante la probatio: “No importa el precio: es preciso que Dios esté contento. Es verdad que es necesario ser santo para hacer santos, y mis defectos muy considera bles me hacen conocer cuan distante estoy de la santi dad; pero, Dios mío, hacedme santo, y no escatiméis en nada para hacerme el bien. Quiero serlo, no importa lo que me cueste” 9

Encuentro de dos Santos

Con esas cualidades espirituales e intelectuales, el Padre Claudio estaba ya preparado para la gran misión de su vida.

Habiendo sido transferido el Padre Pierre Papon, superior de los jesuitas de Paray­le­Monial, el Padre de La Colombière fue designado para substituirlo en el cargo. Eso muestra el alto concepto en que era tenido.

Había en el Convento de las Visitandinas de aquella ciudad una joven religiosa, simple, de poca cultura, que parecía estar siendo favorecida por gracias extraordinarias y necesitaba de una dirección segura. Su Superiora, la Madre de Saumaise, a pesar de una reconocida virtud y discernimiento, no se sentía segura para juzgar cuestión tan delicada. Recurriera, para eso, a las notabilidades locales. Estas fueron unánimes en juzgar que se trataba de ilusiones...

La buena Madre, sin embargo, vacilaba: la Hna. Margarita María (1647­1690) era sensata, humilde, obediente y no parecía tener nada de visionaria ni querer

valorizarse por esas experiencias místicas. Por lo tanto, era preciso que ellas fuesen juzgadas por alguien con santidad, vasta cultura y profundo saber teológico, y con renombre de gran prudencia y juicio acertado. ¿A quién recurrir?

Fue durante ese impase que el Padre Claudio llegó a Paray­le­Monial y conoció a la vidente. La aprobación del renombrado jesuita a la nueva devoción

En su primera lección a las monjas, el Padre Claudio notó a una que lo oía más atentamente. La superiora le informó que se trataba de la Hna. Margarita María.

– “Es un alma visitada por la gracia”, comentó el jesuita.

Al mismo tiempo, una voz interior le decía a la mencionada religiosa: “He aquí aquel que te envío” 10 .

Como los santos generalmente hablan el mismo lenguaje, el Padre de La Colombière y la Hna. Margarita María pronto se entendieron. Él interpretó la experiencia mística de la religiosa y la estimuló vivamente a seguir las inspiraciones del Espíritu que la dirigía.

Y, contra la generalidad de las opiniones, empeñó su juicio de aprobación de manera serena y firme. La Superiora podría permanecer tranquila; aquello venía de Dios.

San Claudio de La Colombière representó así la caución humana de las visiones de Santa Margarita María. Aconteciese lo que fuese —y mucha persecución e incomprensión aún tendría lugar—, un hecho irremisible estaba puesto: el jesuita afamado por su prudencia y juicio seguro estaba convencido de la autenticidad de las visiones de la Hna. Margarita María.

Durante los 20 meses en que el Padre Claudio fue Superior de la residencia jesuita en Paray­le­Monial, fundó asociaciones de piedad, predicó misiones y dirigió a numerosas almas.

Sin embargo, la gran importancia de su apostolado radicó en el apoyo inestimable que prestó a Santa Margarita María: una nueva luz —la devoción al Sagrado Corazón— iría a llenar los espacios de la Iglesia bajo el influjo de Papas y Santos. Cupo al Padre de La Colombière, en aquel momento, la misión de proteger su tímido brujuleo inicial contra las diversas tempestades. Y él fue fiel al encargo recibido.

Apostolado fecundo: odio de los herejes y prisión

Mientras tanto, otro campo mayor aún de apostolado reclamaba el celo prudente del Padre de La Colombière: Inglaterra.

El Duque de York, heredero del trono y futuro Jaime II, se había casado con la Princesa italiana María Beatriz d’Este, hija del Duque de Módena, encantadora,

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seria, piadosa y de gran inteligencia. El Padre Claudio fue escogido para la difícil tarea de ser su confesor y el predicador de su capilla. Debería vivir en medio de una población llena de prevenciones anticatólicas; tener hábitos de Corte, sin dejarse penetrar del espíritu del mundo; saber agradar con naturalidad, pero ser firme en los principios. Podría hacer un gran bien, sin embargo habría siempre el riesgo de comprometer los intereses católicos en forma gravísima, si fuese inhábil o imprudente. Tal misión presuponía no sólo una virtud sólida, sino también destreza, tacto y experiencia de la vida.

Perfecto hijo de la obediencia, el Padre Claudio dejó Paray­le­Monial rumbo a Londres, en agosto de 1676.

En la capital inglesa, no se limitó a ser el predicador y director de conciencia de la Duquesa de York. Sus densos y piadosos sermones en la capilla del palacio atraían a mucha gente. Visitaba enfermos y convirtió a muchas personas. Rescató de la apostasía a decenas de sacerdotes. Siempre que le fue posible, inculcaba la devoción al Sagrado Corazón, que recibiera de Santa Margarita María, y al Escapulario.

El odio anti­religioso contra él aumentó. Para destruir las perspectivas favorables que la Religión Católica encontraba en Inglaterra en este final del siglo XVII, fue desencadenada una de las más terribles campañas

Notas.-

1. Vie et Oeuvres de Sainte Marguerite‑Marie, Éditions Saint Paul, París, 1991, t. 2, pp. 451 y 452, apud Péricles Capanema Ferreira e Melo, 0 Estandarte da Vitória ‑ A devoção ao Sagrado Coração de Jesus e as necessidades de nossa época, Artpress Indústria Gráfica e Editora, São Paulo, 1998, p. 46.

2. Sermon pour la fête du Scapullaire, Oeuvres, Lyon, 1702, T. 111, apud John Mathias Haffert, María na sua Promessa do Escapulário, Ediciones Carmelo, Aveiro, 1967, p. 93.

3. El Jansenismo, herejía que constituyó una corriente semi­protestante al interior de la Iglesia, era de un rigorismo tieso e injustificado. Fue condenado por diversos Papas.

4. P. Georges Guitton, S.J. , Le bien heureux Claude La Colombière Son milieu et son temps, Librairie Catholique Emmanuel Vitte, París, 1943, p. 56, apud Péricles Capanema Ferreira de Melo,

de calumnias de la Historia, mezcla de estruendo publicitario, denuncias en el Parlamento, medidas judiciales y presiones sobre la Corte y el Rey. Aunque basada en la mentira, la orquestación creada convulsionó al Parlamento y a la opinión pública.

San Claudio, acusado injustamente de un supuesto complot contra el Rey, el “Oates Plot”, fue lanzado en los calabozos infectos y gélidos de King’s Bench, donde las pésimas condiciones agravaron su incipiente tuberculosis. En diciembre de 1678, echado de Inglaterra volvió a Francia.

En las puertas de la muerte, el celo no declina

El Padre de La Colombière vivió aún algunos meses, siempre muy enfermo. Le fue dado un oficio poco fatigante —director espiritual de los seminaristas en Lyon—, habiendo durante esa fase ejercido una benéfica influencia sobre el futuro Padre De Galliffet, el cual se transformó en uno de los mayores apóstoles de la devoción al Sagrado Corazón en el siglo XVIII.

San Claudio falleció en Paray ­ le ­ Monial el día 15 de febrero de 1681, tornándose celebre como el Santo de la confianza y el predicador de la misericordia del Sagrado Corazón.

Beatificado por Pío XI en 1929, fue canonizado por Juan Pablo II en 1992.

op. cit., p. 46.

5. Cfr. Péricles Capanerna Ferreira e Melo, op. cit., p. 47.

6. P. José Leite, S.J., Santos de Cada Dia, Editorial A. O., Braga, 1993, 3a edición, vol. I, p. 226.

7. Cfr. Péricles Capanema Ferreira e Melo, op. cit., p. 47.

8. P. José Leite, S.J., op. cit., p. 226.

9. P. Georges Guitton, S.J., op. cit., pp. 165, 169, apud Péricles Capanema, op. cit., p. 50.

10. P. Georges Guitton, S.J., op. cit., p. 239, apud Péricles Capanema, op. cit., p. 51.

Editado por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la

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Tesoros de la Fe Elogio a la lógica de San José

El Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, inspirador del mayor movimiento internacional de difusión del Mensaje de Fátima —del cual la campaña «El Perú necesita de Fátima» forma parte— se refería con frecuencia al padre adoptivo del Niño Jesús en admirables disertaciones. En 1976, durante la fiesta del gran santo, el insigne pensador católico, respondiendo a una pregunta discurre sobre un aspecto poco tratado del castísimo esposo de la Santísima Virgen.

¿Podría mencionar un hecho en la vida de San José en que éste haya llevado la lógica hasta el heroísmo?

“El E pisodio E s muy conocido; fue cuando vio que nuestra señora había concebido un hijo del cual él no era el padre. El Evangelio aborda el asunto. san José fue colocado frente a una situación absurda, pues nuestra señora era evidentemente santa. de eso él no podía dudar, porque la santidad de Ella relucía de todos los modos posibles. pero, de otro lado, estaba creada una situación que no comprendía, y con la cual no podía convivir.

“En vez de denunciar a su Esposa como lo ordenaba la ley hebraica, pensó en la única salida lógica: «Quien está de más en esta casa no es esta madre, que aquí es la dueña y reina; ni el hijo que concibió. Alguien está de más, y ese alguien soy yo. Voy a abandonar la casa y desaparecer. no comprendo tal misterio, pero contra él no me levantaré. pasaré mis días lejos, venerando el misterio que no entendí».

“y resolvió, cuando llegase la medianoche, abandonar la casa, huir, dejando a nuestra señora con el fruto de sus entrañas.

“consideren la calma de san José. Esa calma, sólo la poseen los hombres lógicos. Tenía que abandonar el mayor tesoro de la Tierra, que era nuestra señora. y eso representaba un sufrimiento inmenso, inimaginable. El Evangelio narra que él estaba dormido, cuando apareció el ángel en sueños y le dio la explicación.

«Mientras reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados» (mt. 1, 20-21).

“Así, antes de ese lance tremendo, san José dormía. iba a viajar y debería prepararse, reposando antes del viaje. doblegado por un enorme sufrimiento, sin embargo, dormía. El ángel se le apareció y le explicó la situación. después, él continuó el sueño. Amaneció y la vida prosiguió normalmente. ¡suma normalidad, suma coherencia, suma lógica! En alabanza a la lógica de san José, queda hecho este rápido comentario, que representa un elogio a la lógica”.

N° 3 - Marzo de 2002 - Año I
El sueño de San José — Escultura de Domenico Guidi (1625-1701), Capilla de San José, Iglesia de Santa María de la Victoria, Roma.

Lectura Espiritual

El Padre Mateo Crawley, SS. CC., conocido internacionalmente como apóstol de la entronización del Sagrado Corazón, ha sido tal vez la figura más ilustre que el Perú ha dado a la Iglesia en el siglo XX.

Nacido en Arequipa, ejerció su apostolado primero en Chile hasta 1913, después en Europa, en Extremo Oriente, en los Estados Unidos y Canadá. Apóstol admirable y apasionado, consagró su vida a la “Cruzada de Entronización del Corazón de Jesús en los hogares”, para la cual gozó del apoyo del gran Papa San Pío X, así como de sus sucesores Pío XI y Pío XII. Falleció piadosamente en Chile, en 1960.

De su obra Jesús, Rey de Amor (Lima, 1948) extraímos los siguientes pasajes, ofreciéndolos a nuestros lectores como tema de meditación para la Cuaresma y Semana Santa.

El valor del sacrificio en la vida cotidiana

no pod E mos , no debemos pertenecer a la casta de los poetas y románticos que cantan el amor divino, y lo cantan muy hermosamente, pero... ¡ay!, no lo viven. Amor sincero el nuestro, debe ser amor, no de lirismo, sino de obra, y más: debe ser amor de sacrificio.

¿En qué consiste esta inmolación?

Ante todo, en la observancia fiel, exacta de la ley, pues “quien observa mis mandamientos, ése es el que me ama” (Jn. 14, 21). y, desde luego, esta observancia fiel, escrupulosa de la ley, esta fidelidad a todo lo presente, tanto en lo grande como en lo pequeño, supone ya necesariamente el primer grado obligatorio de sacrificio.

Esos mil detalles, esas incalculables menudencias o naderías, como impropiamente las llamamos, constituyen a la verdad el más práctico, y casi iba a decir el más rudo de los cilicios. si no somos santos en la vida cotidiana,

ordinaria, no es, por cierto, que nos falte ocasión de hacer penitencia; nos falta el amor que da valor y mérito y fecundidad a la penitencia diaria, inevitable.

si habéis de ser santos, aceptad el cilicio de la vida, tal como el Señor os lo ha tejido : más áspero que si fuera de crin, más punzante que si fuera de alambre; pero llevadlo con amor verdadero.

Hay tres amores que en el fondo no constituyen sino uno solo: Amor de Eucaristía, Amor de cruz y Amor de Almas. no los podéis separar, ni podéis tener el uno y desechar los otros.

y cabalmente porque predico el Amor del c orazón de Jesús , debo necesariamente predicar el sacrificio, pues ambas ideas están tan íntimamente ligadas como el sol y la luz. de ahí que no se puede amar sin sufrir... ni sufrir, con fecundidad y gloria, sin amar.

Amo la cruz a causa del crucificado que adoro, ¡pero amo al crucificado Jesús en el trono de su cruz! Él selló con nosotros un

pacto de amor eterno con sangre divina; a nuestra vez debemos sellar también con sangre el pacto de amistad y el compromiso de apos to lado, nuestros dos títulos de gloria.

Tal es en el fondo nuestra vocación en relación con la gloria y el reinado del corazón de Jesús: ser con Él y como Él amoris victima, “víctima de amor”.

no tenéis sino que tomar la vida tal como el Señor os la presenta, ni más ni menos.

y si sentís hambre de más inmolación, si con la fidelidad a la cruz cotidiana tenéis la fortuna de sentir por gracia del señor que se va desarrollando en vosotros el verdadero espíritu de inmolación, ¡oh!, entonces, creedme, el amor divino es ingenioso, y con él encontraréis o inventaréis mil y mil ocasiones de morir a fuego lento para probar vuestro amor, y para ser fecundados en vuestra vocación de sembrar amor.

Así y todo no dudéis, apóstoles fervorosos, que la mejor de las cru-

2 Tesoros de la Fe Marzo de 2002

ces, la más segura, la más divina es siempre aquella que Jesús manda sin consultarnos

Ahondad en esta creencia de los santos, y especialmente de los santos formados en el molde de nazaret. Adorad, bendecid, cantad al señor en las contrariedades y amar guras que vienen directamente de su mano. dominando la repulsión de la naturaleza, decir con el corazón en los labios fiat, y más, Magnificat

“Quiero darte mi c orazón –decía Jesús a s anta m argarita m aría– pero es preciso que, ante todo, te me entregues como víctima de inmolación” (Vida y o bra, Tomo ii). ¿oís? para que os dé su corazón y, en consecuencia, para que lo deis a las almas, exige Jesús que os constituyáis, ante todo, en calidad de víctimas voluntarias de su amor.

p ero, ¿en qué , cómo y cuándo? pues en las disposiciones sabias y misericordiosas de su providencia con relación a nuestras almas e intereses y familia, dejándole a Él plena libertad de cortar y quemar y destruir como soberano absoluto, pero soberano de amor y de amor crucificado. no temáis... ¿por qué temer? ¿Es Él un tirano? ¿ignora Él hasta qué punto podemos subir la cuesta del calvario con una o con tres cruces? ¿Está enterado Él de lo que falta, de lo que sobra y de lo que ocurre en el hogar? ¿no es, a la vez que sapientísimo, justísimo y dulcísimo porque es Jesús?

pero no hay duda; el hecho de no elegir nuestra cruz nos la hace

más cruz. Esto debido, no a la cruz misma –que la del señor es seguramente más soportable y hermosa que la que nosotros nos fabricamos– sino por culpa de nuestra naturaleza antojadiza y veleidosa, aun en el camino de la santidad.

por ejemplo, la cruz de nuestro carácter es indudablemente y con frecuencia una de las mayores cruces. Ha querido el señor que seamos nosotros nuestra propia cruz, y ésta no se la cambia de un día para otro, ni se la deja en la cómoda estando de viaje o en público, y nos presenta batalla donde quiera, y nos humilla a cada paso.

c ruz de nuestros defectos y miserias, con las cuales nos purifica y levanta. “Hija mía, le decía el s eñor a una religiosa, yo gozo inm ensamente al ver con qué generosidad te esfuerzas

en corregirte, pero te dejo yo mismo el cilicio de tus defectos para santificarte con él... Jamás sabrás tú, acá abajo, cuándo te has corregido del todo, ni a qué grado de perfección has llegado con esta lucha constante”.

y a otra: “yo estoy edificando el santuario sólido de mi amor sobre tus aparentes fracasos, que tanto te humillan, y sobre las ruinas de tu amor propio”.

¡Ah! y, ¿qué decir de nuestros propósitos, de nuestros sueños dorados, que Él disipa como el humo? Qué de veces acariciamos un proyecto que creemos que ha de ser para gloria suya... y Él tiene otro para gloria nuestra.

santa Teresa prepara una tarde todo un arsenal de penitencia, pues se propone al día siguiente comenzar una novena de austeridades por una intención importante. pero, cabalmente, a la mañana siguiente no puede levantarse, cogida por una fuerte calentura.

con su habitual confianza y familiaridad le dice entonces al señor: “¿no sabías que hoy debía comenzar mi novena de penitencias?... p ues, ¿por qué no aguardaste a que terminara para mandarme la fiebre que me abrasa? y Jesús le contestó: “¡Harás la novena de calentura, pues serás santa a mi manera, no a la tuya!”.

Felices las almas que saben alimentarse de verdad, que temen las ilusiones en las cosas santas y que saben ver y aceptar en la vida ordinaria “el cilicio de Jesús y su disciplina”. 

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Santa Francisca Romana Santidad en todos los estados de vida

plinio mARiA solimEo

FRA ncisc A, nacida en 1384 en una eminente familia del patriciado romano, recibió la formación católica de su madre, pero fue dirigida por el divino Espíritu santo en las vías de la santidad. de pureza virginal, no pensaba sino en consagrarse enteramente a dios. A los 12 años hizo voto de ser religiosa. pero no era ése el designio de dios, por lo menos en aquel momento. y así, aconsejada por su director espiritual, tuvo que aceptar el matrimonio propuesto por su padre con el joven lorenzo ponziani, también de alta estirpe y buena disposición hacia la virtud.

A pesar de su corta edad, la joven esposa se empeñó en estudiar el genio del marido, para vivir con él en perfecta armonía conyugal. y lo hizo tan bien que, durante los 40 años que duró su matrimonio, jamás hubo el menor desentendimiento entre esposo y esposa.

Esta santa fue ejemplo de doncella católica, esposa, madre, viuda, religiosa, y un prodigio de gracia y santidad. Aún en vida le fueron develados misterios del más allá, habiendo sido favorecida con visiones del Infierno, el Purgatorio y el Cielo, así como por la presencia visible de su Ángel de la Guarda. Recibió también la protección de un Arcángel, y más tarde la de una Potestad.

Al casarse, Francisca fue a vivir al palacio de su marido, en donde encontró un tesoro en la persona de su cuñada Vanossa, predispuesta a secundarla en todo, en la línea de la virtud y del bien. las dos comenzaron a visitar a los pobres, asistir a los enfermos y practicar toda especie de obras de misericordia. para ello, los respectivos maridos, reconociendo los méritos y alta virtud de las esposas, les daban completa libertad de acción.

Así, un día Roma vio estupefacta a Francisca, la gran dama de la aristocracia, arrastrando por las principales calles de la ciudad a un asno cargado de leña, y aún con un haz de ésta sobre la cabeza, que iba distribuyendo a los pobres. También fue vista en las puertas de las iglesias junto a los pobres, mendigando con ellos para socorrer a los que estaban imposibilitados de hacerlo. En un año de gran carestía, Francisca y Vanossa fueron de puerta en puerta a pedir limosnas para los pobres. muchos se escandalizaban al ver a dos matronas de la aristocracia practicando tan modesta tarea. otros, por el contrario, se edificaban con tanta humildad y se unían a ellas.

Ella convirtió a varias mujeres perdidas; sin embargo, a algunas que no quisieron hacer penitencia y

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enmendarse, se empeñó para que fuesen expulsadas de Roma o de asilos a donde se habían retirado, para que no pervirtiesen a otras.

Formando a los hijos para el Cielo

conociendo que los hijos son dados para ocupar los tronos vacíos dejados en el cielo por la caída de los demonios, Francisca se los pidió a Dios. Y tuvo tres. Al primero le dio como patrono a san Juan Bautista, al segundo a san Juan Evangelista, y a la tercera, una niña, a santa inés.

Vigilando ella misma por su educación, los preparó antes que nada para la vida que no tiene fin. Así Juan Evangelista, que vivió apenas nueve años, progresó tanto en la virtud, que llegó a tener el don de profecía. Al momento de su muerte, vio a san Juan y a san onofre que venían a buscarlo.

Tiempo después de muerto, se le apareció a su madre todo resplandeciente de gloria, acompañado por un joven aún más brillante, diciéndole que, de parte de dios, vendría pronto a buscar a su hermanita inés, entonces con cinco años. y que dios le daba a su madre, para ayudarla en las vicisitudes de la vida, además de su Ángel de la Guarda, a un Arcángel para protegerla e iluminarla en el camino de la virtud.

Francisca pasó a tener la presencia radiante de ese Arcángel noche y día, de tal modo que no necesitaba de la luz material para sus quehaceres, pues la del espíritu celeste le bastaba.

Estado de continencia en la vida conyugal

Como Santa Francisca vivió en la tumultuosa época en que Roma estaba dividida en dos partidos —el de los orsini, que luchaban a favor del papa, y a cuyo servicio lorenzo tenía un alto cargo, y el de los colonna, que apoyaban a ladislao de nápoles—, tuvo mucho que sufrir. su marido fue gravemente herido en una de las refriegas y llevado como prisionero, y su hijo como rehén; padeció también el saqueo de la casa, siendo despojada de sus bienes. como nuevo Job, apenas repetía: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Él”. más tarde, como el patriarca, sus familiares y bienes le fueron restituidos.

Cuando Lorenzo fue gravemente herido, Francisca lo cuidó con todo amor y cariño. y aprovechó, cuando éste se restableció, para persuadirlo a vivir de ahí en adelante en perfecta continencia. Él accedió, con tal que ella no lo abandonase y mantuviese dirigiendo la casa. Feliz, Francisca vendió sus joyas y ricos vestidos, dio el dinero a los pobres y empezó a andar con una vulgar túnica sobre áspero cilicio. comenzó a tomar una sola comida al día, y aún así ésta consistía apenas de insípidas legumbres. Aumentó las disciplinas y empezó a dedicar más tiempo a la oración.

Un niño resucitado por las plegarias de la santa — Fresco del S. XV, Monasterio de Tor de’Specchi (Roma).

Elaboración de la Regla de su Orden: orientación de Apóstoles y grandes santos

Francisca veía el peligro que corrían muchas damas de Roma entregadas a las frivolidades y futilidades de una sociedad decadente, en la cual ya se podían percibir los inicios funestos del Renacimiento. por eso oraba y lloraba delante de dios, pidiendo remedio para eso. oyó entonces una voz que le decía: “Ve, trabaja, reúnelas, infunde tu espíritu y el espíritu de Benito, el patriarca, espíritu de paz, de oración y de trabajo” 1 la sierva de dios comenzó entonces a reunir a viudas y doncellas dispuestas a vivir en estado de perfección. Al principio formó sólo una asociación de mujeres piadosas dedicadas al culto de la madre de dios y al trabajo para la propia santificación. pero después, por inspiración de dios, surgieron las “Oblatas de San Benito”. san pedro, san pablo, san Benito y santa maría magdalena se le aparecieron en diversas oportunidades, instruyéndola sobre los puntos de la regla. “Ella la llevó después a una tal perfección, que se puede decir que en ella dejó a idea más perfecta de la vida religiosa” 2

Cuando falleció su marido, Francisca encauzó el futuro del hijo que le quedaba, dejándole toda su herencia, y pidió ser admitida en la congregación que había fundado. por obediencia a su confesor, aceptó el cargo de superiora. y dios bendijo su sacrificio dándole por compañero un Ángel más, del coro de las

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potestades, cuya gloria era mucho más esplendorosa aún que la del Arcángel. Era también mucho mayor su poder contra los demonios, pues con una sola mirada los ahuyentaba 3

Víctimas de violentos ataques si es verdad que la santa tenía un continuo comercio con los ángeles, no es menos verdadero que también el espíritu infernal no le daba tregua, agrediéndola muchas veces, hasta físicamente. Así, una vez estaba ella de rodillas junto a una religiosa enferma, cuando el demonio la agarró con furia y la arrastró por el cuarto hasta la puerta. otra noche, estando ella en oración, la cogió de los cabellos y la llevó a una terraza, dejándola colgada sobre la vía pública. Francisca se encomendó a Dios, y pronto se vio en su celda.

En una otra ocasión, Santa Francisca encendía una vela bendita. El espíritu infernal cogió la vela, la tiró al suelo y escupió encima. la santa le preguntó por que profanaba una cosa santa. Éste le respondió: “Porque las bendiciones de la Iglesia me desagradan a más no poder”.

Impresionantes visiones del Infierno, Purgatorio y Cielo

Santa Francisca fue favorecida con muchas visiones sobre la vida del más allá, habiendo sido llevada

en espíritu por su Ángel al infierno, al purgatorio y al paraíso celestial. después de testimoniar los horrores del infierno, fue llevada al purgatorio. sobre este lugar de expiación, dijo ella: “En él no reina ni el horror, ni el desorden, ni la desesperación, ni las tinieblas eternas [del infierno]; allá la esperanza divina difunde su luz”. y le fue dicho que ese lugar de purificación era también llamado de ‘posada de esperanza’. Vio allí almas que sufrían cruelmente, y también a ángeles que las visitaban y las asistían en sus sufrimientos” 4

Fue llevada al Paraíso celestial, donde comprendió algo de la esencia de dios.

la pasión de cristo era su meditación ordinaria, siendo que algunas veces sentía físicamente los dolores padecidos por cristo. Era gran devota de la sagrada Eucaristía, sobre la cual hacía largas meditaciones delante del sagrario. En la víspera de la navidad de 1433, Francisca tuvo la dicha de recibir en sus brazos al divino niño Jesús.

Fallecimiento e incomparable elogio de un Doctor de la Iglesia

El 9 de marzo de 1440, conforme lo había predicho, la santa entregó su alma a dios. contaba 56 años de edad, de los cuales había pasado doce en la casa paterna, cuarenta en el estado matrimonial y cuatro como religiosa.

Roma lloró y exaltó a aquella ilustre hija. comenzaron a operarse milagros en su tumba.

“Cuando, en 1606, estaba en marcha el proceso de canonización de Francisca, el Cardenal San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia, asoció a su voto fa vorable una declaración que consistió en un elevado elogio de la extraordinaria Santa. Afirmó que habiendo ella vivido primero en virginidad, después, una serie de años, en casto matrimonio, habiendo soportado los in fortunios de la viudez, y habiendo seguido finalmente la vida de perfección en el claustro, merecía tanto más las honras de los altares cuanto más podía ser presentada como modelo de virtud para todas las edades y todos los estados” 5

Notas.-

1. Fr. Justo Pérez de Urbel, O.S.B., Año Cristiano, Ediciones Fax, madrid, 1945, tomo i, p. 454.

2. les petits Bollandistes, Vies des Saints, d’après le père Giry, parís, Bloud et Barral, libraires-Éditeurs, 1882, torno iii, p. 314.

3. Edelvives, E1 Santo de Cada Día, Editorial luis Vives, s.A., Zaragoza, 1947, tomo ii, p. 98.

4. P. F. X. Shouppe, S.J., Purgatory ‑ Explained by the Lives and Legends of the Saints, TAn Books and publishers, inc., Rockford, illinois, usA, 1973, p. 11.

5. P. José Leite, S.J., Santos de Cada Dia, Editorial Apostolado da oração, Braga.

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Visión de la protección de Nuestra Señora sobre la Congregación — Fresco del s. XV, Monasterio de Tor de’Specchi (Roma).

La del Palabra Sacerdote

Pregunta

Pregunta

¿Después de la resurrección de los muertos, los cuerpos gloriosos conservarán los vestigios o marcas de accidentes violentos que la persona tuvo en vida? Por ejemplo, si la persona tenía una herida considerable en el rostro, ¿la cicatriz permanecerá después de la resurrección? Cuando Nuestro Señor Resucitado se apareció a los Apóstoles mostró a Santo Tomás las marcas de la Pasión.

l as c aracterísticas del cuerpo resucitado no pueden guardar ninguna marca de las cicatrices que las enfermedades y los accidentes de esta vida dejaron en él. porque toda imperfección o sufrimiento son incompatibles con la felicidad plena que el hombre resucitado gozará en el cielo.

p ero a llá, ¡no seremos hombres sin historia! la vida en el cielo es la coronación de una vida de combates y de fidelidad que llevamos en esta Tierra —y también de la misericordia de dios

que nos perdonó lamentables caídas que tuvimos y de las cuales nos arrepentimos. Así como no hay dos hombres iguales y dos vidas iguales, el premio que dios dará a cada hombre será no sólo en proporción a su fidelidad a las gracias recibidas y a la misericordia divina, pues también tendrá una marca personal que caracterizará, de modo inconfundible, la singularidad única de su vida.

Así, un s an luis Gonzaga, cuya vida se caracterizó por una castidad llevada al pináculo de lo inverosímil, es reconocido en el c iel o por esa virtud singularísima suya. Algo en su esplendor y en el perfume que su persona exhala indica a los otros bienaventurados que aquél es san luis Gonzaga, el excelso modelo de la virtud angélica.

c uando n uestro s eñor Resucitado se presentó a los Apóstoles portando las marcas gloriosas de la pasión, sus cicatrices eran luminosas y denotaban que ahí estaba ¡el Redentor del mundo! n ada ha bía en ellas que constituyese un defecto del cuerpo, sino que eran ¡una señal de la Gloria insuperable que carac te rizará por toda la eternidad al Hijo de dios hecho hombre para salvar a los hombres!

m ucho m ás modestamente —sin embargo ¡con cuánta gloria!— un cruzado que con coraje y abnegación se alistó en la memorable epopeya para rescatar el s anto s epulcro caído en manos de los infieles, podrá exhibir en el cielo la llaga gloriosa de la lanzada que le quitó la vida. ¿cuántos otros guerreros, que derramaron su sangre en defensa de la iglesia y de la cristiandad, no merecerán que sus llagas sean reconocidas en el cielo por un brillo muy especial?

Esto en nada les disminuirá la perfecta integridad y felicidad del cuerpo.

Al lado de esos ejemplos supremos, ¿cómo no pensar qué sacrificios aún más modestos, pero no por eso destituidos de mérito y de gloria —de una madre, por ejemplo, que se avienta en un incendio para salvar la vida de un hijo— resplandezcan en el cielo con las cicatrices luminosas de su acto heroico? Esto no será un elemento de fealdad, sino de gloria, como bellas y gloriosas fueron las llagas de cristo Resucitado.

Es así que la hi storia singular de cada hombre y de cada mujer se proyecta hasta el cielo. y es por eso también que la vida en esta Tierra es tan seria...

¿Por qué, tanto en la oración del Padre Nuestro cuanto en el Credo, aparecen “cielo” (en singular) y “cielos” (en plural)?

n o hay contradicción entre las dos expresiones, una en singular, otra en plural: “cielo” y “cielos”. nuestro señor dijo que “en la casa de mi Padre hay muchas moradas”: “in domo Patris mei mansiones multae sunt” (Jn. 14, 2). Así, cuando decimos “cielo” en singular, nos referimos a la casa del padre como un todo; cuando decimos “cielos” en plural, queremos indicar las diversas mansiones que hay en la casa del padre celestial.

¿por qué existen esas diversas mansiones o moradas? – porque, aunque la felicidad en el cielo sea plena y perfecta para todos, no es igual para todos, sino proporcional a los méritos de cada uno.

como vivimos bombardeados por l a idea de la igualdad, que triunfó en el mundo a partir de la Revolución Francesa de 1789 —cuyo lema era precisamente Libertad, Igualdad y Fraternidad— y más aún después del surgimiento del comunismo, cuya noción radical de igualdad impregnó de tal modo las corrientes políticas, económicas y sociales del mundo de nuestros días, afirmar que en el cielo la felicidad no es igual para todos choca a mucha gente: «¿Entonces, en el Cielo, unos serán más felices que otros?» – ¡ s í, exactament e! l a felicidad en el c ielo será proporcional a los méritos de cada uno, como acaba de ser dicho.

sucede que cada uno será plenamente feliz en la medida de su capacidad de ser feliz, lo que depende de su correspondencia y fidelidad a las gracias que a lo largo de la vida recibió de dios. si una persona dilató su alma por un amor más generoso a dios, recibirá un don mayor de amor de dios y de gloria y será más feliz que otra que abrió menos s u corazón a dios. si una fue más devota de nuestra señora que otra, es normal que esté más próxima de la Virgen santísima. pero no sólo eso: la gratuidad del amor de dios es tal que a unos d ios amó más que a otros, y dilató el corazón de ellos de modo que puedan recibir un mayor grado de amor y bienaventuranza.

Así, el premio final de la felicidad en el cielo será una resultante de la gratuidad de la elección divina y de la correspondencia de cada alma. uno podrá haber sido llamado a ocupar un lugar más alto, pero por haber correspondido menos, que-

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Canónigo José Luis Villac El Papa León XIII Respuesta Pregunta Respuesta

dará en un nivel más bajo, y viceversa. A esos diversos niveles y modos de felicidad corresponden las diversas mansiones (“cielos”) en la casa del padre celestial.

Además, es necesa rio considerar que en el cielo no hay pecados ni defectos,

produce más felicidad a los otros, exactamente por estar encima de todos como Reina del cielo.

una vez más cabe el comentario: ¡cómo es seria y bella la vida en esta Tierra! no fuimos puestos aquí para jugar... sino para volvernos

me ronda, pues dicen que me iría al infierno si acaso marcase mi cuerpo.

Respuesta

Nuestro Señor Jesucristo libera a las almas de los justos que estaban en el Limbo, llevándolas al Cielo — Fra Angélico, S. XV, Museo de San Marcos, Florencia (Italia).

por lo tanto no hay envidia. c ada uno se alegrará con la gloria de su hermano, de su superior y esa alegría le traerá un aumento accidental de felicidad. o sea, la gloria de cada uno revertirá en felicidad para todos los demás, y cuanto más él fuere elevado en gloria, más felicidad él ocasionará a los otros, que tienen menos. Tenemos de ello un pálido ejemplo en esta Tierra, con los padres que se alegran que el hijo progrese y se eleve más que ellos. Entre las meras criaturas, n ue stra s eñ ora es la que

santos. “Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial” (mt. 5, 48).

Pregunta

Quiero saber si, a la luz del Evangelio, es pecado mortal hacerse tatuajes en el cuerpo. Tengo ganas de hacerme un monograma con la inicial de mi nombre en una pierna, pero el miedo

un sacerdote no podría sino desaconsejar vivamente que se lleve adelante ese deseo. pero los derechos de la verdad no pueden llevar a un sacerdote a afirmar pura y simplemente que un tatuaje como el descrito constituya de por sí un pecado mortal (en el supuesto que pueda ser hecho con la atención médica que evite un dolor desproporcionado y más aún una infección). y au nque fuese pecado mortal, de ahí no se seguiría que la persona no pudiese arrepentirse, confesar su pecado y así salvarse del i nfierno. l as personas que le afirmaron que se trataría de un pecado mortal tuvieron la buena intención de impedir que una persona amiga cometa un acto contra la virtud de la sabiduría, pero cargaron un poco las tintas. pero no por eso dejan de tener algún tanto de razón. p ues un pecado contra la virtud de la sabiduría, incluso venial, puede ser el eslabón inicial de otros pecados contra la misma virtud u otras, que lleguen a paso acelerado hasta el pecado mortal. y en ese camino, todo cuidado es poco. n uestro señor en el Evangelio ya advertía: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran” (mt. 7, 13). la pregunta da ocasión pa ra focalizar un aspecto de los pecados frecuentes

en el mundo revolucionario de nuestros días, que no se acostumbra resaltar: son los pecados contra la virtud de la sabiduría.

Todo lo que el hombre hace debe ser gobernado por la razón. Quien me hizo la consulta debe pues preguntarse si su deseo de dibujar el monograma con la inicial de su nombre como tatuaje está de acuerdo con la virtud de la sabiduría, o no. Es muy de temer que quien tuvo ese deseo haya sido llevado a él porque “quedaría bien” en los ambientes que frecuenta. pues evidentemente quien se hace un tatuaje en el propio cuerpo es para que otros lo vean.

Ahora bien, ¿qué sentido tiene marcar la propia pierna con la inicial de su nombre?

Finalidad práctica, no parece haber ninguna, pues la persona que piensa hacer eso ciertamente no está imaginando que pueda sufrir un accidente de aviación y que el tatuaje serviría para que reconocieran su cuerpo... pensamiento tan tétrico no le habrá pasado por la cabeza. ¿Tendría tal vez una finalidad estética? Así lo piensan los indígenas que, mientras vivan apartados de la sabiduría de la iglesia, tienen la costumbre de practicar tatuajes. y aquí queda más evidente la falta de sabiduría que implica esta práctica, ¡tanto más cuando es adoptada por una persona civilizada!

marca, verdaderamente indeleble, que ni el tiempo ni la Eternidad borrarán, es la del “Carácter” impreso en el alma por los sacramentos del Bautismo, de la confirmación o del orden.

Editado por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la

Alianza de Fátima

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8 Tesoros de la Fe

Tesoros de la Fe

Las apariciones del Ángel en Fátima nos enseñan a orar, a hacer penitencia y a comulgar adecuadamente

Antes de l A s A pA riciones de la santísima Virgen y como preparación para ellas, los pastorcitos de Fátima lucía de Jesús dos santos, y sus primos, hoy beatos, Francisco y Jacinta Marto— tuvieron tres visiones de un ángel a lo largo de 1916. envuelto en una luz “más blanca que la nieve”, éste se les presentó bajo la apariencia de un joven de unos 14 ó 15 años, transparente y de una gran belleza.

en la primera aparición, les dijo que era el Ángel de la paz y les enseñó esta oración: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman”; y les dijo: “Rezad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”.

la segunda vez, les pidió que rezaran mucho y los exhortó a hacer penitencia: “De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así la paz sobre vuestra Patria. Yo soy su ángel de la guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con resignación el sufrimiento que Nuestro Señor os envíe”.

Y en la tercera, los preparó para recibir la sagrada eucaristía y se las impartió. Veamos cómo la Hermana lucía narra esta última aparición del Ángel:

«En cuanto llegamos allí, de rodillas, con los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del ángel: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo...” No sé cuantas veces habíamos repetido esta oración cuando advertimos que sobre nosotros brillaba una luz desconocida. Nos incorporamos para ver lo que pasaba y vemos al ángel trayendo en la mano izquierda un cáliz sobre el cual está suspendida una Hostia de la que caían, dentro del cáliz, algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces la oración:

—“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el preciosísimo

“No temáis, soy el Ángel de la Paz. Rezad conmigo”.

N° 4 - Abril de 2002 - Año I

Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los infinitos méritos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores”.

Después se levantó, tomó de nuevo en la mano el cáliz y la Hostia, y me dio la Hostia a mí. Lo que contenía el cáliz se lo dio a beber a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo:

— “Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”.

De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: “Santísima Trinidad...” Y desapareció.

Llevados por la fuerza de lo sobrenatural que nos envolvía, imitábamos al ángel en todo; es decir, nos postrábamos como él y repetíamos las oraciones que él decía. La fuerza de la presencia de Dios era tan intensa, que nos absorbía y aniquilaba casi por completo. Parecía como si nos hubiera quitado por un largo espacio de tiempo el uso de nuestros sentidos corporales. En esos días, hasta las acciones más materiales las hacíamos como llevados por esa misma fuerza sobrenatural que nos empujaba. La paz y felicidad que sentíamos era grande, pero sólo interior; el alma estaba completamente concentrada en Dios. Y al mismo tiempo el abatimiento físico que sentíamos era también fuerte» 1 .

* * *

El “Otero del Cabezo”, lugar de la primera aparición.

“Es la descripción de algo sublime —comenta el prof. plinio corrêa de oliveira— que es la preparación, hecha por un ángel, de tres almas incumbidas de una misión profética para el mundo contemporáneo. Él las preparó de esta forma, diciendo tales cosas, apareciendo de esa manera. Y él mismo, por misión divina, les dio a aquellas almas inocentes la Primera Comunión.

“Está indicado así cual es el camino por el que las almas deben prepararse para la vida eucarística. Deben prepararse para la vida eucarística todos los días, en la idea del sufrimiento, en la idea de la lucha. Y no sólo en la idea, sino que en la lucha efectivamente realizada, la que yo llamaría un ‘cuerpo a cuerpo’ invencible contra la crisis moral contemporánea.

“Si en todos los lugares del mundo donde se ama a Dios, se luchara también contra esa crisis, el perfume de este sacrificio ofrecido tendría ante Dios un ‘buen olor’ tal, que haría con que la restauración del orden cristiano venciera” 2 

Notas.-

1. Antonio A. Borelli Machado, Las Apariciones y el Mensaje de Fátima, ediciones tradición Familia propiedad - 1992, pp. 37-38.

2. Plinio Corrêa de Oliveira, disertación para corresponsales de la tFp del 5-jun-1994.

2 Tesoros de la Fe Abril de 2002
El pozo de la casa de Lucía, donde tuvo lugar la segunda aparición del Ángel.

Santo Toribio de Mogrovejo

eminente figura nacional que el país debería honrar más justamente

en el seno de una noble familia de Mayorga, antiguo reino de león, españa, nacía el 16 de noviembre de 1538 un niño predestinado a la gloria de los altares, toribio Alfonso de Mogrovejo.

sus padres, don luis de Mogrovejo y doña Ana de robledo y Morán, pertenecían a la más distinguida estirpe de la comarca, que en aquellos tiempos de fe sumaba al aprecio por sus derechos y privilegios el celo por la integridad de la fe y la pureza de las costumbres.

A los doce años toribio fue enviado por sus padres a estudiar a Valladolid, donde se impuso a la admiración de todos por su comportamiento ejemplar, sus virtudes y sus dotes intelectuales.

después de algunos años, teniendo en vista su gran apetencia por el estudio del derecho civil y eclesiástico, se trasladó a la famosa Universidad de salamanca. Allí recibió la benéfica influencia de su tío Juan de Mogrovejo, profesor en dicha Universidad y en el colegio Mayor de san salvador en oviedo. Habiendo sido invitado por don Juan iii, rey de portugal, a enseñar en coimbra, Juan de Mogrovejo llevó consigo a su sobrino, y ambos residieron algunos años en esa renombrada universidad portuguesa.

de vuelta a salamanca, su tío falleció poco después del regreso. toribio resolvió seguir la carrera de éste, tornándose profesor en el colegio Mayor de san salvador de oviedo.

En los Concilios Limenses convocados por Santo Toribio se encausó sabiamente la conquista espiritual de infinitas almas. El Santo Arzobispo es un nítido ejemplo de cómo Nuestra Señora infundía el espíritu católico en los llamados a la altísima tarea civilizadora proporcionándole una gran ternura con los indígenas manifestada en las jornadas increíbles con que visitó repetidas veces su extensa y abrupta diócesis, sin importarle ninguna dureza, ningún obstáculo, ningún padecimiento...

su vida austera y sus penitencias de tal modo llamaron la atención que algunos de sus amigos ponderaron que aquella vida podría terminar por perjudicarle la salud, sin mayor provecho espiritual, pues muchos podrían juzgar que él practicaba aquellas penitencias por ostentación. el argumento, que aquello podría desedificar a otros, fue decisivo para que toribio concordase en moderar sus austeridades. en esa época emprendió una peregrinación a santiago de compostela, en trajes de peregrino, pidiendo limosnas.

en 1575, tal vez por influencia de uno de sus amigos, diego de Zúñiga, fue nombrado por Felipe ii para el cargo de inquisidor en Granada. de tal manera se desempeñó con sabiduría, prudencia, justicia y rectitud, que el rey, conocedor de las altas cualidades morales e intelectuales de toribio, resolvió indicarlo para una misión más elevada y más espinosa.

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Roberto Alves Leite

La mano de la Providencia en la elección del nuevo Arzobispo

en efecto, estando vacante la sede episcopal de lima tras la muerte en 1575 de su primer Arzobispo, Jerónimo de loayza, en 1578 Felipe ii comunicó a toribio su intención de presentarlo al papa Gregorio Xiii para ocupar el Arzobispado de la ciudad de los reyes.

toribio vacilaba en aceptar tal propuesta, y escribió al rey y al consejo de indias renunciando a la misma. pero después, cediendo a los argumentos de sus amigos y colegas de la Universidad, terminó por aceptarla, pues ellos lo convencieron de que esa era la voluntad divina, y de que serviría mejor a dios en la dura y espinosa tarea de Arzobispo de lima, que permaneciendo como profesor en salamanca.

Así, en marzo de 1579 recibió las bulas de Gregorio Xiii con el nombramiento para el cargo. como ni siquiera era sacerdote, habiendo recibido dispensa papal para la recepción de las diversas órdenes menores, fue ordenado en Granada y poco después recibió la consagración episcopal en sevilla. Finalmente, en septiembre de 1580 embarcó con destino a su sede episcopal, donde llegó en mayo del año siguiente.

en lima se respiraba un aire de religiosidad, gracias a la actuación de las diversas órdenes religiosas que en la capital virreinal mantenían residencias, conventos, hospitales, etc. en una población heterogénea en la que se mezclaban indios, mestizos, negros, criollos y españoles convivieron casi al mismo tiempo, con pocos años de diferencia, cinco santos, tres de ellos nacidos en españa –santo toribio, san Francisco solano y san Juan Macías– y dos nativos, santa rosa y san Martín de porres. Éstos, sumados a los numerosos siervos de dios que habitaban la ciudad, perfumaron con la santidad de su vida y sus virtudes la ciudad de lima de la segunda mitad del siglo XVi y comienzos del siglo XVii

La reforma de la diócesis

la diócesis de lima, de inmensa extensión geográfica, había sido elevada en 1545 a la condición de Arquidiócesis, con obispados sufragáneos que se extendían por todo el territorio de la América del sur española y parte de América central. Habiendo quedado sin pastor durante seis años, de 1575 a 1581, el nuevo Arzobispo la encontró en estado de gran desorden, en un sistema en que el régimen de patronato facultaba a los Virreyes a intervenir en asuntos eclesiásticos, dando origen a frecuentes disputas entre el poder espiritual y el temporal.

se trataba por lo tanto de moralizar las costumbres, reformar el clero y defender los derechos de la iglesia contra las intromisiones indebidas del poder temporal, tarea a la cual santo toribio se dedicó con vigor extraor-

dinario desde su llegada a lima, durante los 25 años en que permaneció al frente de la diócesis.

obedeciendo las directrices del concilio de trento reunió tres concilios provinciales, el primero de los cuales, realizado en 1582, un año después de su llegada, trazó las normas que rigieron todas las diócesis de las Américas por más de tres siglos. Además, cada dos años realizaba sínodos diocesanos, también siguiendo las resoluciones tridentinas.

reformó el clero diocesano en la disciplina y en las costumbres, comenzando por aquellos que deberían ser sus auxiliares más próximos, convirtiendo su residencia en un local “más semejante a un convento de religiosos fervorosos y contemplativos, que al palacio de algún señor rico y poderoso”.

reglamentó toda la predicación para los indígenas y mandó escribir e imprimir bajo su dirección un catecismo especial para ellos, consiguiendo que los predicadores aprendiesen las lenguas indígenas, para las cuales creó una cátedra en la decana de las universidades americanas, la Universidad de san Marcos.

Celo apostólico que no mide sacrificios

A fin de entrar en contacto con todos sus diocesanos, realizó varias visitas pastorales por el inmenso territorio de su diócesis, viajando a pie, a caballo, en mula, bajo fuertes lluvias o soles inclementes, atravesando ríos, embreñándose en las selvas tropicales o escalando montañas escarpadas y bordeando peligrosos abismos. Fue en uno de esos viajes que, en la localidad de Quives (canta), administró el sacramento de la confirmación a santa rosa de lima, entonces con 13 años.

nada lo detenía en su celo apostólico de pastor que “da la vida por sus ovejas”. se hacía entender por los aborígenes, ya sea hablándoles en su propia lengua, o hasta –cuando la lengua de éstos le era desconocida– de manera totalmente inexplicable y milagrosa, como varias veces le sucedió.

su interés por los indios no se limitaba al bien de sus almas. se empeñó también en mejorar sus condiciones de vida, especialmente de aquellos empleados en las grandes propiedades rurales y en las minas. reivindicó que sus derechos fuesen debidamente respetados por los españoles y que hubiese verdadera armonía entre las clases sociales, como preconiza la doctrina social de la iglesia.

La razón de su fecundidad apostólica

conociendo perfectamente que la vida interior es “el alma de todo apostolado”, y que los frutos de la acción apostólica dependen en gran parte de la santidad personal del apóstol, santo toribio procuraba esmerarse en su vida de oración, de recogimiento y de penitencia. Y esto

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Nuestro Santo no llegó a conocer el esplendor limeño que esta acuarela –J. Prendergast, 1855– no hace sino reflejar levemente; pero forjó las bases que lo motivaron y que perduraron durante varios siglos.

hasta tal punto, que a los demás les era difícil comprender cómo conseguía tiempo para llevar simultáneamente a tales extremos la oración, la penitencia y la acción. su vida era de continua oración y contemplación, que a todos edificaba. según sus contemporáneos, verlo rezar era como oír un sermón de la más alta espiritualidad. dedicaba a la meditación varias horas al día, hecho inexplicable en medio de las múltiples ocupaciones que su cargo exigía.

las penitencias que se imponía eran de tres clases: en el sueño, en la alimentación y en la mortificación del cuerpo. no se acostaba en la cama a la noche, sino en una tabla o en una almohada.

en materia de alimentación, los rigores del sacrificio iban hasta extremos inimaginables. según testigos de la época, nunca se lo vio ingerir aves, huevos, mantequilla, leche, tortas y dulces. no comía por las mañanas, y su cena consistía en pan, agua y una manzana verde. en los días de abstinencia, también ayunaba, mientras que en las cuaresmas pasaba semanas enteras sin comer, ingiriendo solamente un poco de pan seco y agua cuando se sentía en el límite de su resistencia.

se infligía castigos corporales desde sus tiempos de estudiante. Además del uso del cilicio, se flagelaba con

tanta frecuencia que producía graves y extensas heridas en sus espaldas y hombros. tales actitudes, en circunstancias corrientes, no son para ser imitadas; lo que no excluye que puedan serlo en otras excepcionales. La muerte lo sorprende en plena acción como un gran guerrero que muere en pleno combate, la muerte lo sorprendió en el curso de su último viaje apostólico, en marzo de 1606. Hallábase en la ciudad de saña (lambayeque), donde pretendía celebrar los oficios de semana santa, cuando se sintió muy mal, y percibió que su fin estaba próximo, previsión que le fue confirmada por los médicos que lo atendieron. la noticia, lejos de causarle preocupación o tristeza, le dio gran alegría, hasta el punto de exclamar con el salmista: Laetatus sum in his quae dicta sunt mihi: in domo Domini ibimus – “Yo me alegré con las cosas que me fueron dichas: iremos a la casa del señor”. pidió entonces que lo lleven a la iglesia parroquial y allí recibir los últimos sacramentos, habiendo distribuido sus pocos haberes entre los criados, indígenas y pobres de la ciudad. Volviendo a la casa donde se hospedaba consoló a los que se encontraban con él y pidió que se entonase el salmo “In te, Domine, speravi” (señor, en ti esperé). cuando se cantaba el versículo “In manos tuas...”, entregó el alma al creador con la alegría y la confianza de aquellos que saben haber combatido el buen combate, terminado la carrera y alcanzado el premio de la gloria. eran las tres y media de la tarde de Jueves santo, 23 de marzo de 1606.

su cuerpo fue embalsamado y sepultado en la iglesia local, siendo trasladado a lima algunos meses después. A lo largo de todo el trayecto acudían las poblaciones indígenas y campesinas para prestar su último homenaje a quien calificaban, con razón, como su padre santo. en la capital, sus despojos fueron recibidos con todos los honores por las autoridades eclesiásticas, civiles, militares y por la población en general, glorificando la figura de un hombre al que ya todos tenían por santo.

Fue entonces sepultado con toda pompa y solemnidad en la catedral, donde se encuentra hasta hoy para veneración de los fieles. su proceso de canonización fue iniciado de inmediato, con el reconocimiento de sus virtudes heroicas, siendo beatificado por el papa inocencio Xi en 1679 e inscrito en el catálogo de los santos por Benedicto XIII, el 10 de diciembre de 1726. 

Fuentes.-

Antonio de Egaña, S. J., Historia de la Iglesia en la América Española, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1966. Enriqueta Vila, Panoramas de la Historia Universal, 16 – Santos de América, Ediciones Moreton S. A., Bilbao, 1968.

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La Palabra del Sacerdote

Canónigo

Pregunta

Aumenta cada día el número de los que no tienen fe. Unos titubean, otros dudan, otros incluso escarnecen de los que tienen fe. Con eso corremos el riesgo de quedar nosotros mismos inseguros en nuestra fe.

¿Podría Ud. explicar cómo unos llegan fácilmente a la fe, mientras otros no la alcanzan? ¿Cómo podemos tener certeza de la verdad de nuestra fe?

Respuesta

la fe es un don de dios, es una virtud sobrenatural infundida por dios en nuestra alma en el sacramento del Bautismo. Ese don, Dios lo destina a todos los hombres, pero sucede que algunos se cierran a él por culpa propia, y entonces el don de dios no se infunde en el alma. otros permanecen abiertos a la acción de dios, y así adquieren el don de la fe.

e ste don es completamente gratuito, es decir, no

resulta de ningún mérito de nuestra parte, y hasta el hecho de estar abiertos para que él penetre en nuestra alma ya es un fruto de la gracia de dios. no hay por lo tanto simetría entre los que reciben el don de la fe y los que lo rechazan: los que lo reciben, no lo reciben por merecimiento; los que lo rechazan, la hacen por culpa propia. Hay aquí dos misterios: el misterio de la gracia para los que lo reciben y el misterio de la iniquidad para los que lo rechazan. decimos que son misterios porque escapan a nuestra capacidad de entendimiento.

El don de la Fe echa raíces en nuestra alma

p or eso, debemos dar gracias a dios por haber nacido en un país católico, en una familia católica que nos condujo a la Pila Bautismal, o simplemente por haber encontrado en nuestra vida a alguien que abrió nuestros ojos para la fe. son factores que sin duda influyeron decisivamente para haber recibido el don de la fe. sobre eso hablaremos enseguida. dejamos para otra ocasión analizar la situación de los pueblos a los cuales no llegó la prédica del e vangelio. d igamos apenas que, por la simple consideración de la naturaleza creada, sus habitantes pueden llegar al conocimiento de la existencia de dios; y si vivieren de acuerdo con la ley natural y la voz de la conciencia, pueden salvar su alma mediante el Bautismo de Deseo. Pero este es un tema demasiado extenso para ser tratado aquí.

c oncentremos, pues, nuestra atención en los pue-

blos beneficiados por el conocimiento del evangelio de nuestro señor Jesucristo, en los cuales hay una ponderable mayoría católica en el conjunto de la población y hasta se formó una cultura y una civilización católica. cultura y civilización que, lamentablemente, se están esfumando de manera notoria en el mundo entero.

Así, la fe entra en peligro, y es muy oportuno preguntar cómo podemos ponerla a salvo en un ambiente crecientemente hostil. p ara eso, nada mejor que analizar cómo el don de la fe echa raíces en nuestra alma. Cómo la fe se radica en nuestra alma, y cómo se puede perderla

l a Fe se infunde en nuestra alma mediante el sacramento del Bautismo, el cual lo recibimos normalmente cuan do aún somos niños muy pequeños. A medida que vamos creciendo –suponiendo que nacimos en una familia católica, insertada, a su vez, en una sociedad católica– encontramos un ambiente impregnado por la Fe, que va infundiendo en nosotros los preámbulos y las primeras verdades de la Fe: la existencia de dios, de nuestro señor Jesucristo, de nuestra señora, de los Ángeles y de los santos (así como de los demonios). somos llevados a la iglesia, y así tomamos contacto con la institución sacrosanta de la iglesia católica, los sacramentos, etc. e s natural, entonces, que tengamos facilidad para considerar todo eso como auténtico y verdadero. como observa el lector, la Fe penetra fácilmente en nuestra alma.

p ero esta tierra es un campo de lucha. el demonio ronda a nuestro alrededor para perdernos. p or otro lado, si el Bautismo eliminó de nuestra alma la culpa del pecado original –que todos contrajimos por el simple hecho de ser descendientes de Adán y eva– no eliminó, sin embargo, una fuerte, aunque no avasalladora inclinación al pecado, dejada en nuestra alma por el mismo pecado original. Así, nuestros lados malos van apareciendo; frecuentemente consentimos en algunos pecados veniales, y podemos llegar hasta el pecado mortal. en ese momento se rasga la vestidura de nuestra inocencia bautismal. Ma nchada por el pecado, nuestra alma se turba, y la luz de la Fe que la iluminaba comienza a ser ofuscada. si no reaccionamos con vigor, si no nos arrepentimos de nuestro pecado, si no obtenemos su perdón por el sacramento de la penitencia, iremos rodando de pecado en pecado.

comienzan entonces las incompatibilidades con las exigencias más severas de nuestra Fe, principalmente en el campo moral. surgen las “dudas”. l os com pañeros de colegio, los amigos del barrio, las músicas para jóvenes, los programas de tV, todo habla un lenguaje diferente del de la iglesia católica. en la escuela, en la prensa, en las artes, los dogmas de F e y los principios de la Moral son contestados y ridiculizados. la ciencia pretende describir un universo que prescinde de dios, tanto para su inicio como para su funcionamiento. ¿cómo extrañar que el fin de ese proceso sea la pérdida de la Fe?

6 Tesoros de la Fe Abril de 2002

en estas condiciones, la conservación de nuestra Fe comi enza por una batalla moral para preservar nuestra inocencia bautismal, y para restaurarla si la hubiésemos perdido. después, es preciso renunciar a las ocasiones de pecado y aplicarnos a la oración y a la frecuente recepción de la s ag rada eucaristía; y también, a la refutación de las doctrinas que se oponen a las verdades de nuestra Fe. para emprender todo esto, ayudará una comprensión adecuada del acto de Fe.

La Fe exige la cooperación de la inteligencia y de la voluntad humanas

Así define santo tomás el acto de Fe: “Creer es un acto de la inteligencia, que presta su asentimiento a la verdad divina, por determinación de la voluntad, movida por la gracia de Dios” (suma teológica iiii, 2, 9).

con todo, como enseña el concilio Vaticano i (denzinger-schönmetzer n° 3008 § 10), el asentimiento de la Fe no es, “de ningún modo, un movimiento ciego del

espíritu”, sino que se basa en los “motivos de credibilidad”, como son los milagros de Jesucristo narrados en los evangelios, los milagros de los santos atestiguados en la Historia, el cumplimiento de las profecías, la propagación, estabilidad y santidad de la iglesia, etc. estas son señales ciertas de la autenti cidad de la r eve lación hecha por dios a la humanidad, y que encontramos en los libros sagrados y en la tradición de la iglesia. sin embargo, aunque nuestra Fe esté conforme con la razón, el motivo superior de nuestra Fe es “la autoridad del propio Dios que se revela, y que no puede engañarse ni engañarnos”, como enseña el mismo concilio Vaticano i en el trecho citado.

p or eso, nuestra Fe es más cierta que cualquier conocimiento humano, porque se funda en la propia palabra de dios, que no puede mentir, como observa santo tomás de Aquino: “La certeza dada por la luz divina es mayor de que la dada por la luz de la razón natural” (suma teológica ii-ii, 171, 5, obj. 3).

Conformidad entre Fe y razón

Y aquí llegamos al importante punto de las relaciones entre Fe y ciencia. es verdad que existen muchos científicos católicos, y otros por lo menos creyentes en dios. pero la existencia de un gran número (felizmente

Bautismo de San Liberto (1490) — Panel de Colijn de Cotter, Catedral de San Rombout, Malinas (Bélgica) . La virtud teologal de la Fe es infundida por Dios en nuestra alma en el sacramento del Bautismo.

no mayoritario) de científicos ateos, que todo lo pretenden explicar por razones exclusivamente naturales, impresiona a ciertas almas livianas. Ahora bien, dios se revela a los hombres de dos maneras: por las sagradas escrituras y por la obra de la creación. Y obviamente no puede haber contradicción entre ambas, como una vez más lo explica el concilio Vaticano i:

“Pero, aunque la fe esté por encima de la razón; sin embargo, ninguna verdadera disensión puede jamás darse entre la fe y la razón, como quiera que el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe, puso dentro del alma humana la luz de la razón, y Dios no puede negarse a sí mismo, ni la verdad contrade cir jamás a la verdad” (denzinger-schönmetzer n° 3017). d octrina reitera da en el reciente c atecismo de la iglesia católica (n° 159).

As í, a los medios de comunicación que se hacen eco de la arrogancia de los científicos ateos, nuestra respuest a debe ser la increpación de s an p ablo a los paganos: “En efecto, lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos, pues Dios se lo manifestó; porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediante las obras. De manera que son inexcusables ” ( r om 1, 19-20).

es decir, tan manifiesta es la existencia de dios por las obras de la creación, que los científicos ateos tienen culpa por su ateísmo y sus funestas consecuencias –inexcusabiles sunt– y de él prestarán cuentas en el día del Juicio Final. 

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¿En qué consiste la perfección cristiana?

Lectura Espiritual

l“A V id A espiritual consiste en conocer la infinita grandeza y bondad de dios, junto a un gran sentido de nues tra propia debilidad y tendencia hacia el mal; en amar a dios y en detestarnos a nosotros mismos, en humillarnos no sólo delante de Él, sino, por su causa, también delante de los hombres; en renunciar enteramente a nuestra propia voluntad para hacer la suya. c onsiste, finalmente, en hacer todo sólo por la gloria de su santo nombre, con un único propósito —agradarle— por un sólo motivo: que Él sea amado y servido por todas sus criaturas. ....

por eso, es necesario luchar constantemente contra sí mismo y emplear todas las fuerzas para arrancar toda inclinación viciosa, incluso las triviales. c onsecuentemente, para prepararse al combate la persona debe reunir toda

El combate espiritual, del teatino Don Lorenzo Scupoli, escrito a fines del siglo XVI, es uno de los más famosos tratados de vida espiritual. San Francisco de Sales, también maestro en esta materia y Doctor de la Iglesia, lo llevó consigo durante 18 años, le leía diariamente y lo recomendaba a las personas que dirigía.

Aunque escrito hace más de 450 años, conserva una actualidad impresionante. Para provecho de nuestros lectores, transcribimos aquí algunos trechos de su primer capítulo*.

Las letras griegas alfa y omega ostentadas por el Padre Eterno, en la miniatura abajo significan que Dios es el principio y fin de todo.

Iluminación medieval — Museo Opera Duomo — Florencia (Italia)

su resolución y coraje. nadie será premiado con la corona si no hubiese combatido con todo coraje . ....

Aquel que tenga el coraje de conquistar sus pasiones, controlar sus apetitos y rechazar hasta las

mínimas mociones de su voluntad, practica una acción más meritoria a los ojos de dios de que si, sin eso, rasgase sus carnes con las más agudas disciplinas, ayunase con mayor austeridad que los padres del desierto, o convirtiese a multitudes de pecadores. ....

lo que dios espera de nosotros, sobre todo, es una seria aplicación en conquistar nuestras pasiones; y eso es más propiamente el cumplimiento de nuestro deber de que si, con incontrolado apetito, le hiciésemos un gran servicio. ....

p ara obtener eso, se debe es tar resuelto a una perpetua guerra contra sí mis mo, comenzando por armarse con las cua tro armas sin las cuales es imposible ob tener la victoria en este combate espi ri tual. e sas cuatro armas son: desconfianza de sí mismo, confianza en d ios, apro piado uso de las facultades del cuerpo y del alma, y el deber de la oración”. 

* The Spiritual Combat ­ And a Treatise on Peace of Soul, TAN Books and Publishers, Inc., Rockford, illinois, UsA, 1990, pp. 4 y ss.

Editado por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la

Alianza de Fátima

© 2002, Asociación Santo Tomás de Aquino Casilla Especial N° 14-060, Lima 14 PERÚ  497-1223 Fax: 358-2270 E-mail: sttomas@ec-red.com

8 Tesoros de la Fe

Tesoros dela Fe

No endurezcamos nuestros corazones a la voz de Fátima

En mayo de 1944, el Prof. PLINIO C ORRÊA DE OLIVEIRA publicó en las páginas de «Legionario», por entonces órgano oficioso de la Arquidiócesis de São Paulo (Brasil), un admirable artículo, del cual destacamos los siguientes trechos, enteramente aplicables a nuestros días, y que constituye un penetrante análisis del Mensaje de Fátima. El 85o Aniversario de las apariciones ofrece una ocasión propicia para dar a conocer a nuestros lectores ese texto, en el cual trasparece el espíritu de Fe, la amplitud de horizontes y la sabiduría del inolvidable Fundador de Tradición Familia Propiedad.

“HACE CERCA de 30 años, la primera conflagración mundial caminaba hacia su fin. Contenido el ímpetu inicial de la invasión teutónica, los franceses se disponían a reconquistar el territorio perdido. Para los políticos de mayor proyección y para los observadores militares, ya no era dudoso el éxito final de la lucha. Toda la estrategia alemana se había basado en la esperanza del triunfo de la blitzkrieg [carga rápida] La primera carta se jugaría con inmensas posibilidades de éxito. Pero era la única. Los alemanes la habían perdido. El resto, para los aliados, era apenas cuestión de tiempo. Los financistas, los sociólogos, los politiqueros, ya comenzaban su barullo de antecámaras y bastidores, para saber cómo el mundo se reorganizaría en la post-guerra. Y esto mientras en los campos de batalla la lucha aún estaba encendida, y los cañones germánicos tronaban no muy lejos de París.

“Ese barullo tenía real importancia. Tenía, inclusive, mucho más importan-

cia que el tronar de los cañones. En los campos de batalla, se liquidaba una guerra ya decidida in radice [en su raíz]. En realidad, en los gabinetes, no se liquidaba una guerra, sino que se elaboraba una nueva era. El futuro ya no estaba en los nidos de las ametralladoras, sino en los pourparlers [tratativas] de los peritos y de los técnicos.

“Cuando apenas comenzaban a delinearse, tímidamente, las primeras líneas de ese mundo nuevo, se verificó uno de los hechos más considerables de la Historia contemporánea. En nuestro mundo son muchos los escépticos que no creen en ese hecho. Los que no son escépticos son tímidos, y no osan proclamar los hechos en que creen. Unos por falta de Fe, otros por falta de coraje, no osan incorporar a la Historia contemporánea ese acontecimiento. Pero los más graves motivos en que la inteligencia humana puede basarse ahí están patentes, para testimoniar que Nuestra Señora bajó de los Cielos a la Tierra, y que manifestó a tres pequeños pastores de

N° 5 - Mayo de 2002 - Año I

Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995), autor del renombrado opúsculo «Revolución y Contra-Revolución», incansable apóstol de Fátima.

un rincón ignorado y perdido del pequeño Portugal, las condiciones verdaderas, los fundamentos indispensables para la reorganización del mundo. Oído ese mensaje, la humanidad encontraría verdaderamente la paz. Negado, ignorado ese mensaje, la paz sería falsa y el mundo inmergiría en una nueva guerra. La guerra vino. La guerra ahí está. Se piensa ahora, como hace treinta años atrás, en reorganizar nuevamente el mundo. Ningún momento es más oportuno que éste, para recordar la aparición de Nuestra Señora en Fátima. ...

* * *

“Hágase una prueba: tómense a varios niños por separado, y mándeseles que imaginen, a título de composición literaria, una aparición de Nuestra Señora, describiendo su semblante, su traje, sus expresiones fisonómicas, sus gestos, recogiendo sus palabras, ¿qué saldría de todo esto? ¡Cuánta cosa infantil, cuánta concepción grotesca, cuánto pormenor francamente ridículo! El nivel de instrucción de los niños de Fátima era incomparablemente inferior al de un

niño de ciudad. No conocían ellos ni teatros ni cines; no habían visto tampoco libros con figuras representando a reinas, damas de corte de tiempos antiguos, etc. No tenían, pues, otra idea de belleza, elegancia, distinción, que la que llegaba hasta ellos —¡y cuán pobremente!— a través de los tipos femeninos que veían alrededor de sí en la aldea. No poseían la menor noción de la belleza propia a los diversos coloridos y a sus respectivas combinaciones. Todo esto no obstante, a la Señora que se les aparece, la describen con pormenores suficientes para ver que era una figura de sublime belleza, vestida con una rara majestad y simplicidad. Señora, dígase de paso, tan diferente de todo cuanto ellos conocían en materia de imágenes, que no sospecharían que fuese Nuestra Señora, y ni siquiera una santa. Fue sólo cuando la Señora se identificó, que supieron con quién trataban.

“Esa Señora les dijo cosas muy elevadas. Les habló de la guerra, les habló del Papa (que Jacinta, la menor, no sabía que existiese), les habló... de política y de sociología. ¡Y esos niños repiten el mensaje con una fidelidad extraordinaria!

“Realmente, como dice la Escritura, Dios toma para Sí, de la boca de los niños, una alabanza perfecta * * *

“Es el momento de considerar ahora el mensaje. Antes que nada, notemos que él es de una pureza de doctrina absoluta. No es fácil inventar un mensaje de esa rectitud. ... Ahora bien, todas, absolutamente todas las palabras de la Señora a los pequeños pastores son de una ortodoxia absoluta. Tratando temas complejísimos, Ella ni una sola vez yerra en doctrina. Positivamente, esto no podría ser invención de tres pastorcitos.

“Pero hay más. El mensaje de la Señora, que sobrevino precisamente en el momento crucial en que se preparaba la post-guerra, despreciando las manifestaciones aparatosas de falso patriotismo y de cientificismo de los ‘técnicos’, colocó con gran simplicidad todas las cosas en sus términos únicos y fundamentales. La guerra fue un castigo al mundo, por su impiedad, por la impureza de sus costumbres, por su hábito de transgredir los domingos y días santos. Re-

suelto esto, todos los asuntos se resolverían por sí. No resuelto esto, todas las soluciones no resolverían nada... Y si el mundo no oyese la voz de la Señora, si él no respetase esos principios, una nueva conflagración vendría, precedida de un fenómeno celeste extraordinario. Y esa conflagración sería mucho más terrible que la primera.

* * *

“Se reunieron los técnicos —que hoy son los reyes de la tierra, juntamente con los banqueros— et convenerunt in unum adversus Dominus [y convergieron al unísono contra el Señor]. Construyeron una paz sin Cristo, una paz contra Cristo. El mundo se hundió aún más en el pecado, a despecho del mensaje de Nuestra Señora.

“En Fátima, los milagros se multiplicaban por decenas, por centenas, por millares. Ahí estaban ellos, accesibles a todos, pudiendo ser examinados por todos los médicos de cualquier raza o religión. Las conversiones ya no tenían número. Y, todo esto no obstante, nadie daba oídos a Fátima. Unos dudaban sin querer estudiar. Otros negaban sin examinar. Otros creían pero no tenían el coraje de decirlo. La voz de la Señora no se oyó. Pasaron más de veinte años. Un bello día, extrañas señales se vieron en el Cielo... era una aurora boreal, noticiada por todas las agencias telegráficas de la Tierra. Del fondo de su convento, Lucía escribió a su Obispo: era la señal, y en breve la guerra vendría. La guerra vino en breve. Ella está ahí, y hoy se cuida nuevamente de reorganizar el mundo, en los últimos lances de esta lucha potencialmente ya vencida. * * *

“Si vocem ejus hodie audieritis, nolite obdurare corda vestra — si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones , dice la Escritura. Al inscribir la fiesta de Nuestra Señora de Fátima en el rol de las celebraciones litúrgicas, la Santa Iglesia proclama la perennidad del mensaje de Nuestra Señora dado al mundo a través de los pequeños pastores. El día de su fiesta, una vez más la voz de Fátima llegó a nosotros: no endurezcamos nuestros corazones, porque sólo así habremos encontrado el camino de la paz verdadera ( Legionario , 14-05-1944).

2 2 TESOROS DE LA FE Mayo de 2002
Santa Mariana de Jesús, la “Azucena de Quito”

Santa Mariana de Jesús, la “Azucena de Quito”

Prodigio de penitencia y mortificación.

Falleció a los veintiséis años, como víctima expiatoria, al ofrecer la vida para que Dios librase a su ciudad natal de la peste y los terremotos que la conmovían.

FUE EN LA ilustre Quito, entonces perteneciente al Virreinato del Perú, donde nació Marianita el 31 de octubre de 1618. Octava hija del Capitán Don Jerónimo de Paredes y Flores, originario de Toledo, y Doña Mariana de Granobles de Xamarillo, descendiente de los primeros conquistadores del país, que aliaban la nobleza de sangre a la de las virtudes.

El modo excelente por el cual practicó las virtudes durante su vida debe ser altamente admirado, aunque no sea paradigma a ser imitado por el común de los fieles.

A los cuatro años perdió a su padre. La madre, apesadumbrada de dolor, resolvió pasar algún tiempo en una casa de campo. Montada en una mula, llevaba a su hijita en brazos.

Cuando fueron a transponer apresuradamente un riachuelo, la mula tropezó y la criatura cayó. Pero su ángel de la guarda la amparó en el aire hasta que fue recogida por la afligida madre.

Poco tiempo después la niña quedaba doblemente huérfana, al fallecer su virtuosa madre. Mas, con anterioridad, ésta la había confiado a su hija mayor, casada entonces con el Capitán Cosme de Casso. Este joven matrimonio ya tenía tres hijas más o menos de la edad de Mariana, a quienes les dio la más esmerada formación. De una inteligencia muy viva y despierta, Marianita aprendía con facilidad todo cuanto le enseñaban, pero sobresaliendo principalmente en música y canto. Dotada de una bonita voz, sin embargo sólo quería utilizarla para entonar cánticos religiosos y alabanzas a Dios.

TESOROS DE LA FE Mayo de 2002 33 33     Vidas de Santos
A los pies de Nuestra Señora de Loreto se venera la imagen de Santa Mariana de Jesús, en la iglesia quiteña de la Compañía.

De una piedad precoz, organizaba con sus sobrinas de la misma edad procesiones, el Via Crucis, y rezaban juntas el Rosario. Sin embargo, la piedad de Mariana iba más allá. Desde los seis años, por penitencia, dejó de comer carne, pescado y lácteos. Se disciplinaba con hojas de ortiga, y una vez su hermana mayor descubrió que ella usaba un cilicio de ásperas hojas.

Un día en que las cuatro niñas jugaban en un determinado lugar de la huerta, súbitamente Mariana hizo que sus jóvenes sobrinas saliesen rápidamente. Apenas lo habían hecho, una pared se desmoronó exactamente donde ellas se encontraban.

La hermana y el cuñado, viendo que ella tenía una piedad muy por encima de su edad, intentaron conseguir que hiciese la Primera Comunión a los siete años, cuando la costumbre era entonces a los 12. Un jesuita llamado para examinarla se sorprendió con la madurez de la niña y lo aventajada que estaba en la vía de la virtud. Le dio la Primera Comunión y pasó a dirigirla espiritualmente. Fue entonces cuando ella añadió a su nombre el “de Jesús”, para mostrar que sólo a Él pertenecía. E, iluminada por una luz interior, hizo voto de castidad perpetua.

Inflamada por el amor a Dios, Marianita quería que todos participasen de su ardor. Le nació así el deseo de evangelizar a los indios Mainas, y convenció a sus sobrinas para seguirla en esa empresa. Había ya conseguido la llave de la casa para salir durante la noche, pero, contra su costumbre, se durmió hasta la mañana siguiente, y el plan fracasó.

Pensó entonces en ser eremita, junto a un oratorio abandonado en el cerro Pichincha, erigido otrora a Nuestra Señora para que preserve a la ciudad de las erupciones de este volcán. Pero, estando ya en camino, fueron detenidas por un toro que obstinadamente les impidió el paso.

En el propio hogar: reclusión y vida religiosa

Cuando Mariana cumplió 12 años, su cuñado y su hermana, viendo el trabajo que la gracia operaba en la niña, quisieron enviarla a un convento donde pudiese desarrollar todas las inclinaciones de su alma. Ella escogió el de las franciscanas. Por dos veces, estando el ajuar listo y, como era costumbre en la época, los parientes convidados para acompañarla, circunstancias imprevistas impidieron la realización del plan. Mariana entonces comunicó a su confesor que Dios le revelara que la quería viviendo recogida, pero en el mundo. El confesor habló con sus responsables, que concordaron en eso.

Más aún —y esto muestra un aspecto de aquella época de fe—, el matrimonio separó tres ambientes de la casa para que la adolescente llevara su vida de reclu-

sión. ¡Ello a la edad de 12 años! Y amueblaron los aposentos de acuerdo con la posición de la familia. Mariana, sin embargo, hizo retirar los muebles y amobló los aposentos a su modo: un lecho con tablas de madera por colchón, una cruz cubierta de espinas, un cajón de difunto con un esqueleto de madera y una calavera. Una de las salas fue transformada en capilla, colocando ella misma en el altar las imágenes del Niño Jesús y de la Virgen María. Mariana adoptó entonces una túnica negra del mismo tejido que la sotana de los jesuitas, con una faja a la cintura y la cabeza cubierta por un velo de lana también negro.

Después de encerrarse en los nuevos aposentos, renovó el voto de castidad e hizo los votos particulares de obediencia y pobreza. No salía sino para ir a la iglesia y —a fin de practicar la humildad y mortificación— atender la mesa familiar. Mas no comía los delicados platos que eran servidos, sino que daba su parte a los pobres, contentándose con agua y un pedazo de pan. Algunas veces pasaba días sólo con la Sagrada Eucaristía.

Mariana no dormía sino tres horas por noche, siendo que los viernes dormía en el cajón.

Se levantaba a las cuatro de la mañana, tomaba larga disciplina, y después hacía meditación y recitaba parte del Oficio Divino. Se dirigía entonces a la iglesia para confesarse y asistir a Misa. Muy devota de las almas del Purgatorio, se dedicaba diariamente, de las 8 a las 9 de la mañana, a ganar indulgencias a favor de ellas. Recitaba después el rosario, haciendo enseguida algún trabajo manual en favor de los pobres. Servía entonces el almuerzo a la familia, y, regresando a sus aposentos, recitaba Vísperas y hacía su examen de conciencia. Trabajaba de nuevo hasta las 17 horas, cuando hacía su lectura espiritual y después rezaba Completas. De las 18 horas hasta la una de la mañana se ocupaba de cosas diversas, en general hacía otra meditación y lectura de vida de santos.

Su amor a los pobres no tenía límites. Como no poseía nada personal, pidió permiso a su cuñado para darles limosna con víveres de la casa. Y lo hacía generosamente. Pero como Dios no se deja vencer en generosidad, en la medida en que Mariana daba a los pobres, Él aumentaba las provisiones de la familia.

Claro está que una vida tan penitente y el ayuno casi continuo de Mariana la dejaron muy débil y macilenta. Esto atrajo el elogio del pueblo menudo, que veía en ella a una santa. Suplicó entonces a Nuestro Señor que le cambiase la apariencia, para evitar tales comentarios. Y realmente quedó con un aspecto saludable, rostro colorado, lo que no llevaba a suponer la severidad de sus penitencias. Éstas, sin embargo, no le quitaban la alegría, que ella demostraba tocando su guitarra y cantando para consolar y distraer a los infelices.

4 4 TESOROS DE LA F E Mayo de 2002  

Además de las penitencias procuradas, Mariana quería sufrir aún más por amor a Dios. Recibió entonces como dádiva diversas molestias dolorosas, lo que la obligaba a ser sangrada muchas veces. Una empleada cogía esa sangre y la arrojaba en un hueco en el jardín, donde permanecía roja como si estuviese fresca. Después de su muerte, en él brotó un lirio de admirable belleza. Mariana, a causa de la fiebre alta, era frecuentemente devorada por la sed; pero, para imitar al Divino Maestro, que tuvo sed en la Cruz, pasaba a veces hasta 15 días sin beber.

Persecución diabólica, profecías, milagros y resurrecciones

A esos sufrimientos se sumaron las persecuciones del demonio, que quería llevarla algunas veces al desánimo, otras a la desesperación.

Mariana de Jesús hizo diversas profecías, que se realizaron tal como ella había predicho. Por ejemplo, que la casa de su cuñado sería transformada en convento, y que el lugar de su alojamiento sería el coro de las religiosas. En efecto, más tarde las carmelitas descalzas allí se establecieron.

La Sierva de Dios recibió el don de hacer milagros, entre los cuales se refieren dos resurrecciones. Su sobrina Juana, por ocasión de un viaje, le confió a su pequeña hija. Un día en que la niña jugaba cerca de unas mulas, una de éstas le dio una coz en la cabeza, fracturándosela mortalmente.

Fachada de la bella iglesia de la Compañía de Quito, en estilo jesuítico (grabado del siglo XIX)

india volvió a la vida. Después reveló que, en medio de su suplicio, vio a Mariana diciéndole que tuviese valor. Ofreciéndose como víctima, salvó a Quito del terremoto y de la peste

En 1645, una terrible epidemia se abatió sobre Quito, haciendo innumerables víctimas, al mismo tiempo que ocurrían terribles temblores de tierra. El día 25 de marzo, asistiendo a Misa, Mariana oyó a su confesor referirse, durante el sermón, a la necesidad de aplacar la cólera de Dios con sacrificios y penitencias. Movida por el Divino Espíritu Santo, hizo el ofrecimiento de su vida por la población de la ciudad.

Al día siguiente, fue atacada por diversas enfermedades, al mismo tiempo en que cesaban los temblores y la peste. Pero la población quedó consternada al tomar conocimiento del estado de salud desconsolador en que se encontraba aquella que veneraban como santa. Todos querían verla, tocarla, informarse de su estado. Pero sólo el Obispo fue admitido.

Mariana recibió los últimos Sacramentos con verdadera alegría, y quiso recibir la Comunión de rodillas, a pesar de la debilidad en que se encontraba. Para morir sin nada suyo, pidió para ser transportada al cuarto de su sobrina, a fin de morir en cama prestada.

Mariana hizo que la llevasen a su celda y rezó sobre ella, restituyéndole la vida.

Otro caso sucedió con la mujer de un indio, empleado de la familia. Suponiendo él, injustamente, que su mujer le era infiel, la arrastró hacia el bosque, golpeándola salvajemente, la estranguló y arrojó el cuerpo en un precipicio. Todo esto lo vió Mariana milagrosamente. Llamó a un comerciante amigo de la familia y le pidió en secreto que fuese a buscar el cuerpo y lo trajese sigilosamente para su celda. Teniéndolo junto a sí, comenzó a frotarlo con pétalos de rosa. Inmediatamente la

El día 26 de mayo de 1645, a los 26 años, aquella que era llamada, en vida, la azucena de Quito entregó su alma a Dios. De inmediato una multitud acudió a venerar su sagrado cuerpo y obtener alguna reliquia.

Mariana de Jesús Paredes y Flores fue beatificada por Pío IX en 1850 y canonizada, 100 años después, por Pío XII.

Obras Consultadas.-

Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, Bloud et Barral, París, 1882, tomo VI, pp. 229 y ss.

JOHN J. D ELANEY, Dictionary of Saints, Doubleday, Nueva York, 1980, p. 445.

R. P. JOSÉ L EITE, S. J., Santos de Cada Dia, Editorial A. O., Braga, 1987, pp. 147 y ss.

TESOROS DE LA F E Mayo de 2002 55 5  

La Palabra del Sacerdote

Canónigo

Pregunta

Pregunta

tar a su Madre de mujer , Jesús la estaba humillando o actuando de acuerdo con las costumbres de la época y de la región?

Respuesta

Mi apreciado lector se siente perplejo al notar una “aparente contradicción” entre lo escritoen esta sección y el inigualable Tratado de la Verdadera Devoción . Más perplejo tal vez quedará al saber que la opinión expresada en La Palabra del Sacerdote no es opinión personal, sino respuesta común de apologistas (polemistas que defienden la doctrina católica) y exegetas (que interpretan las Sagradas Escrituras) a esa dificultad frecuentemente levantada por objetores. Entonces, el problema es más complicado de lo que parece a primera vista: ¿puede haber tales divergencias —¡no sólo aparentes, sino también reales!— entre lo que enseñan teólogos católicos de alto renombre y lo que predican los santos?

se apliquen a las diversas contingencias del peregrinar de los hombres sobre la Tierra. Esto forma en la teología católica un maravilloso conjunto de verdades, sus interpretaciones y sus consecuencias lógicas.

Dogmas y verdades de Fe

Es tal la solidez de los principios católicos, tan imponente el edificio doctrinario de la Iglesia, que los fieles son llevados a pensar que no puede haber la mínima discrepancia entre lo que enseñan los grandes Santos y Doctores, como hasta el más humilde catequista.

Noté una aparente contradicción entre un trecho del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, de San Luis María Grignion de Montfort, y La Palabra del Sacerdote de febrero pasado. En esta última Ud. escribe: “Dejemos al cuidado del lector repasar el episodio de la Cena de Caná, en que Nuestro Señor también llamó a su Madre « mujer» , para constatar que ahí no hay nada de poco respetuoso. .... Tal ejercicio valdrá como provechosa meditación sobre la inmensa ternura e intimidad de la relación entre Nuestro Señor y su Madre Santísima”. Y en el Tratado, no 5 de la Introducción, encontré esta frase: “María es la Madre admirable del Hijo, a quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante la vida, para fomentar su humildad, llamándola mujer, como si se tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres”. Mi duda es la siguiente: al fin de cuentas, al tra- El Papa León XIII

Otros puntos, por fin, no han llegado a adquirir ese estado de consenso entre los teólogos, pero están próximos de serlo, razón por la cual son considerados como verdades próximas de la Fe. Son puntos que caminan a volverse verdades de Fe. Un católico de buen espíritu las aceptará, por lo tanto, dócilmente, sin levantar dudas temerarias.

Es preciso aq uí considerar que la Revelación está toda ella contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición, y es infalible porque Dios no miente. Y la Santa Iglesia Católica es la depositaria y portavoz de ese inmenso tesoro de Fe, de valor infinito. Sin embargo, esa Revelación infalible, al ser trasmitida a los hombres, tiene que adaptarse a las contingencias del lenguaje humano, sujeto a oscuridades e imprecisiones. Y aquí entra el noble papel de los teólogos católicos, buscando interpretar y esclarecer aquello que, a primera vista, puede ofrecer alguna dificultad para un recto entendimiento. Así también es papel de los teólogos sacar de las verdades reveladas conclusiones que

Esto es válido para las verdades de Fe propuestas por la Iglesia como dogmas: en este punto no puede realmente haber discrepancias, y basta negar —o incluso sólo poner en duda con pertinacia— tan sólo un dogma de Fe, para que la persona sea excluida de la Iglesia (excomulgada). Hay una asistencia especial del Espíritu Santo para que la Iglesia, en cuanto tal, no caiga en el error. Pues Ella no es solamente la guardiana de la verdad revelada, sino también su intérprete infalible, de manera que, cuando la Iglesia declara oficialmente un dogma de Fe, éste no contiene ningún error.

Hay, sin embargo, otros puntos que alcanzaron tal consenso entre los teólogos, que son considerados como verdades de Fe, pero aún no fueron declarados dogmas. En este caso, esas verdades deben ser reverentemente acatadas, y nadie puede negarlas sin pecar de temeridad, a menos que sea un autorizado teólogo que presente sus argumentos en círculos de alto nivel, y evite discutirlos públicamente.

En un grado más abajo están las tesis aún en discusión entre los teólogos. Por ejemplo, cuando Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de Nuestra Señora, declaró que Ella está en el Cielo en cuerpo y alma, sin embargo no definió el punto controvertido, si Nuestra Señora murió o no. Aunque la corriente mayoritaria hoy en día opte por la tesis de que Ella efectivamente pasó por la muerte, porque así se volvía más semejante a su Divino Hijo, la otra corriente tiene buenos argumentos para sustentar que no murió, porque eso condecía más con su Inmaculada Concepción y la dignidad de Madre de Dios. Vacilando entre las dos tesis, los teólogos designan prudentemente el hecho como la “Dormición de María”, incluso porque, si Ella murió, tal hecho se dio tan serenamente como alguien que entra en un sueño tranquilo.

En cuanto a la interpretación de numerosos puntos de la Sagrada Escritura, los exegetas no siempre coinciden. Los estudios prosiguen, y de ahí van decantando –a veces a lo largo de siglos–nuevos consensos que son propuestos a los católicos, con mayor o menor grado de certeza, por el Magisterio de la Iglesia.

No se puede dejar de admirar la sabiduría de la Iglesia, que se manifiesta en esa

6 6 TESOROS DE LA FE Mayo de 2002

gradación de las verdades que propone a la aceptación de los fieles, desde dogmas incuestionables hasta meras hipótesis teológicas, libremente discutibles.

Evidentemente excluimos de nuestra apreciación a los llamados “teólogos progresistas”, que comenzaron a hacer afirmaciones contrarias a la doctrina siempre enseñada por los Papas y por los Doctores de la Iglesia. Éstos constituyen un cuerpo extraño dentro de la Iglesia, y sus afirmaciones no pueden ser consideradas como teología católica. Algunos de ellos, incluso, ya se apartaron ostensivamente de la Iglesia, como es el caso del ex-fraile Leonardo Boff; otros continúan dentro de Ella, más preocupados en hacer valer sus opiniones personales y no la enseñanza católica.

Tales teólogos —los progresistas— son los descendientes y herederos de los modernistas (tal es el nombre con que vulgarmente, y con razón, son llamados) y que “con astuciosísimo engaño suelen presentar sus doctrinas” “No se apartará, por lo tanto, de la verdad quien los tuviere como los más peligrosos enemigos de la Iglesia. –Éstos en verdad, como dijimos, no ya fuera, sino dentro de la Iglesia, traman sus perniciosos consejos, y por esto, es por así decir en las propias venas y entrañas de Ella que se encuentra el peligro, tanto más ruinoso cuanto más íntimamente ellos la conocen” (SAN PÍO X, Encíclica Pascendi). Las bodas de Caná

Es el momento de analizar la escena de las bodas de Caná, así descrita en el Evangelio de San Juan (2, 1-11):

“Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y

estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda. No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la madre de Jesús a éste: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? No es aún llegada mi hora. Dijo la madre a los servidores: Haced lo que Él os diga.

“Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres metretas [medida de volumen]. Díjoles Jesús: Llenad las tinajas de agua. Las llenaron hasta el borde, y Él les dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestresala [el encargado de la fiesta]. Se lo llevaron, y luego que el maestresala probó el agua convertida en vino —él no sabía de dónde venía, pero lo sabían los servidores, que habían sacado el agua—, llamó al novio y le dijo: Todos sirven primero el vino bueno, y cuando están ya bebidos, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino mejor. Éste fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en Él sus discípulos”.

La intercesión de Nuestra Señora

La explicación común de los polemistas católicos es que en la respuesta de Jesús a su Madre nada hay de falta de respeto. Nuestro Señor quiere tomar distancia del acontecimiento y adopta un tono noble y solemne: “Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? No es aún llegada mi hora”. Inspirada por el Espíritu Santo, Nuestra Señora entiende que es llegada la hora de iniciar y dar a conocer su misión de intercesora. Por eso manda que los siervos

hagan lo que Jesús les ordenare. Se sigue el milagro estupendo. La interpretación de los exegetas es unánime (inclusive, obviamente, de San Luis Grignion y el Tratado, nos. 19 y 198): en atención al pedido de su Madre, Jesús adelanta su hora que, según acababa de declarar, aún no había llegado. ¡La glorificación de María no podía ser mayor!

¿Por qué, entonces, San Luis Grignion dice que Jesús quiso humillarla, llamándola “mujer, como si se tratara de una extraña”? Es una libertad que escritores y oradores sacros suelen tomar, aislando una frase de su contexto, para hacer comprender mejor el tema moral o espiritual que están explanando.

En el tema enfocado por San Luis Grignion —que consistía en mostrar cómo Jesús mantenía a María oculta a los ojos de los hombres, para favorecer su humildad— la respuesta de Jesús parecía servirle como ejemplo de humillación (es preciso, en todo caso, no confundir humillación con falta de respeto, pues, como decía Santa Teresa, la humildad es la verdad, y Nuestro Señor estaba apenas recordando a su Madre que solamente a Él le cabía decidir la hora de manifestar su divinidad, obrando milagros).

En un episodio altamente glorioso para María, San Luis Grignion destaca una frase que consideraba ir en el sentido de su tesis, esto es, realzando su humildad.

A pesar de todo, prevalece entre los exegetas la explicación según la cual el uso de la expresión “mujer” es un modismo oriental, que se aplica también a las personas más queridas y dignas de respeto. Tal discrepancia no desmerece, en absoluto, a San Luis Grignion, ni invalida su tesis, que es perfectamente verdadera.

Por lo demás, en el propio Tratado , si bien que en otro contexto, el mismo San Luis Grignion contrapone las amarguras que María Santísima sufrió en el Calvario a las alegrías que Ella sintió en las bodas de Caná (no 110).

Son libertades literarias que, como dijimos, un orador sacro (y también no sacro) puede tomar, para exponer mejor su tema.

Esa flexibilidad de espíritu es normal en un alma católica, al contrario del racionalismo protestante, que es yerto e inflexible.

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Las Bodas de Caná, Marten de Vos (1596-97) – Catedral de Amberes, Bélgica.

Madre:Madre: Madre:Madre: Madre:amor,afecto, amor,afecto, amor,afecto, amor,afecto, amor,afecto, bondadybondady bondadybondady bondady misericordiamisericordia misericordiamisericordia misericordia

LL LL L

a palabra familia indica una pluralidad de personas. Pero existe otra palabra, de especial significado, que indica a una sola persona: madre. Madre es la quintaesencia de la familia, porque es la quintaesencia del amor, la quintaesencia del afecto; y en esas condiciones, la quintaesencia de la bondad y de la misericordia.

Así, el alma del niño en contacto con su madre comienza a comprender cómo es la bondad que no se cansa, cómo es la gracia, el favor, el amor que no se agota. Y también aquella forma de afecto que inclina a una madre a jamás encontrar tedioso estar con su hijo. Cargar a su hijo en brazos, jugar con él, soltarlo en el suelo, verlo correr de un lado a otro, ser importunada incontables veces por él durante el día con pequeñas preguntas, con pequeños juegos. Para una buena madre, en esto consiste la alegría de la vida.

Si alguien, al comienzo de su existencia, percibe lo que es la alegría de tener una buena madre, comprende que la vida en la Tierra puede ser muy difícil; pero, mientras conserve la recordación de su madre, guardará el recuerdo paradisíaco de su infancia.

Reteniendo esa recordación, la persona mantiene la esperanza del Paraíso Celestial, en donde una buena Madre nos va a recibir. Y así comprenderemos todo cuanto representa para nosotros Nuestra Señora Auxiliadora.

(Extractos de una conferencia pronunciada para socios y cooperadores de TFP, el 24 de mayo de 1995. Sin revisión del autor.)

Editado por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la

Alianza de Fátima

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8 8 TESOROS DE LA FE Mayo de 2002
PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA

Tesoros dela Fe

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús practicada por PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA se remonta a su más tierna infancia. Él mismo contaba que, aún antes de pronunciar las palabras papá y mamá, su distinguida madre –Doña Lucilia– le enseñó a que cuando le preguntasen dónde estaba Jesús, apuntase hacia una piadosa imagen del Sagrado Corazón que se encuentra en un pequeño oratorio de su cuarto.

Para el presente número, no fue fácil elegir entre tan substanciosos y admirables comentarios que el DR. PLINIO escribió sobre la materia.

“He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres”
*

El Papa Clemente XIII instituyó, en 1765, la celebración oficial de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús para todos los países e iglesias que lo solicitasen. Y el Beato Pío IX, en 1856, la extendió a toda la Iglesia universal.

El Sagrado Corazón de Jesús

“Insistentemente han recomendado los Papas que la humanidad intensifique el culto que presta al Sagrado Corazón de Jesús, a fin de que, regenerado el hombre por la gracia de Dios, y comprendiendo que debe ser Dios el centro de sus afectos, pueda reinar nuevamente en el mundo aquella tranquilidad del orden, de la cual tanto más distantes estamos cuanto más el mundo se despeña hacia la anarquía.

“Así, no podría un periódico católico pasar desapercibida la fiesta del Sagrado Corazón. No se trata apenas de un deber de piedad impuesto por el propio orden de las cosas, sino de un deber que la tragedia contemporánea vuelve más trágicamente apremiante.

“No hay quien no se alarme con los extremos de crueldad a que puede llegar el hombre contemporáneo. Esa crueldad no se atestigua apenas en los campos de batalla. Ella trasparece a cada paso, en los grandes y en los pequeños incidentes de la vida de todos los días, a través de la extraordinaria dureza y frialdad de corazón con que la generalidad de las personas trata a sus semejantes.

El corazón, símbolo del amor de Dios

“Así, será solamente aumentando en los hombres el amor de Dios, que se podrá conseguir de ellos una profunda comprensión de sus deberes hacia el prójimo. Com-

batir el egoísmo es tarea que conlleva necesariamente a dilatar los espacios del amor de Dios, según la bellísima frase de San Agustín.

“Ahora bien, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es, por excelencia, la fiesta del amor de Dios. En ella la Iglesia nos propone, como tema de meditación y objeto de nuestras plegarias, el amor tiernísimo e invariable de Dios que, hecho hombre, murió por nosotros. Mostrándonos el Corazón de Jesús ardiendo de amor, a despecho de las espinas con que lo circundamos por nuestras ofensas, la Iglesia nos abre la perspectiva de un perdón misericordioso y amplio, de un amor infinito y perfecto, de una alegría completa e inmaculada, que deben constituir el encanto perenne de la vida espiritual de todos los verdaderos católicos.

“Amemos al Sagrado Corazón de Jesús. Esforcémonos para que esa devoción triunfe auténticamente en todos los hogares, en todos los ambientes, y, sobre todo, en todos los corazones. Sólo así conseguiremos reformar al hombre contemporáneo” (Legionario, 22-06-1941). 

* Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), rezaba delante del Santísimo Sacramento, en 1675, cuando Nuestro Señor se le aparece mostrando el Corazón y le dice: “He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres que no ha perdonado desvelos, hasta agotarse y consumirse por testificarles amor, y por toda correspondencia sólo recibe de la mayor parte de ellos ingratitudes” (SAINTE MARGUERITE MARIE , Sa Vie écrite par elle-même , Ediciones Saint Paul, París, 1947, p. 70).

N° 6 - Junio de 2002 - Año I

La Palabra del Sacerdote

Canónigo

Pregunta

¿Cuál es el estado de un alma no-católica o no-cristiana, cuando ocurre la muerte corporal?

O sea, una persona que vivió una fe fuera de la Iglesia, como los protestantes o los no-cristianos –como judíos, hindúes, etc.– ¿cuál es el destino eterno de esas almas? ¿Podrán salvarse?

¿Las oraciones y sacrificios de la Iglesia pueden llevarlas a la salvación?

Respuesta

Lo que determina la salvación de un alma es el estado de su relación con Dios en el instante de la muerte: si ella acogió la gracia sobrenatural con la Fe, la Esperanza y la Caridad, y nunca rompió con Dios durante la vida –es decir, nunca cometió un pecado mortal, o, si lo cometió, tuvo un acto de contrición perfecto– ella se salvará, aunque haya vivido toda la vida fuera del gremio visible de la Iglesia y ni siquiera haya sido bautizada. En este caso, habrá recibido lo

que se llama bautismo de deseo o, conforme el caso, bautismo de sangre, pues sin el bautismo nadie puede entrar en el Cielo. Explicaremos mejor esto más adelante.

Puesta así la respuesta en términos absolutos, queda por aclarar con qué frecuencia o probabilidad esas condiciones absolutas se realizan en la práctica. Y aquí la cuestión se complica y desdobla en numerosos aspectos.

Conocer a Dios, por medio de la Creación

En primerísimo lugar está el deber de todo hombre de reconocer la existencia de Dios y de adorarlo y servirlo como su Creador y Señor. Ahora bien, después del pecado de Adán y Eva (pecado original), la mente humana quedó obscurecida, y su voluntad debilitada. Así, muy frecuentemente el hombre niega o duda de la existencia de Dios y pasa a declararse ateo (afirma que Dios no existe), o agnóstico (no sabe si Dios existe o no, y pasa a vivir como si Él no existiese). Y en esto entra una malicia profunda, un pecado gravísimo, que establece una ruptura radical entre el hombre y Dios. Porque reconocer la existencia de Dios está al alcance de toda alma recta, como dice el libro de la Sabiduría: “Pues de la grandeza y hermosura de las creaturas, se puede a las claras venir en conocimiento de su Creador” (13, 5). Por supuesto que si el hombre persiste en esta postura hasta el momento de la muerte, no podrá salvarse, aunque en su vida haya sido, como se suele decir, una “buena persona”. Pues alguien que rompió con Dios en el fondo de su corazón, es un individuo visceralmente

ruin. Los aspectos aparentemente buenos de su personalidad, tan sólo encubren esa malicia de fondo, que contamina todos sus actos internos y externos.

Obligación de conocer la verdadera Fe

Además, el hombre debe llegar normalmente al conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo y de la Iglesia por Él fundada, e incorporarse a Ella por medio del sacramento del Bautismo. En la Iglesia, el hombre encontrará los medios necesarios para alcanzar la salvación: el conocimiento de la verdadera Fe, a través del Magisterio de la Iglesia, y la gracia, por medio de los Sacramentos.

Como el lector que me consulta se refiere a lo que sucede con los no-católicos, consideremos ahora las categorías por él mencionadas, que se pueden encontrar en un país católico: protestantes

y judíos. Lo que diremos sobre la situación en un país católico vale, por extensión, para los países de minoría católica o simplemente nocatólicos, o incluso para las tribus salvajes que viven en estado de barbarie, por no haber, por ventura, entrado en contacto con la civilización. En estos casos, las dificultades pueden ser no pequeñas para el conocimiento y adhesión a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santa Iglesia.

Aunque dispersos por el mundo, los judíos forman comunidades cohesas en que cultivan sus tradiciones religiosas y culturales. Después del rechazo de Jesucristo como el verdadero Mesías, dos mil años atrás, es muy difícil pensar en una conversión masiva antes que la hora de la gracia suene para ellos, como está previsto en la Sagrada Escritura. Algunas conversiones aisladas, sin embargo, se han dado, de las

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cuales las más famosas fueron las de los hermanos Ratisbonne, en el siglo XIX, los cuales fundaron justamente una congregación religiosa para la conversión de sus hermanos de raza.

La pregunta que Ud. me hace es, si un judío no convertido puede salvarse. Dado el carácter compacto y hasta cierto punto cerrado de esa comunidad, será realmente muy difícil que un miembro de ella tenga condiciones de vencer todas las barreras psicológicas, culturales, sociales y religiosas para adherir al cristianismo. A él se aplicará, pues, lo que fue dicho en el primer párrafo de esta respuesta: él será juzgado por la rectitud de su relación íntima con Dios –lo cual incluye la acogida interior de la gracia sobrenatural, de la Fe, Esperanza y Caridad– y por la observancia de los Mandamientos.

Respuesta análoga vale también para los protestantes.

Cinco siglos de ruptura con la Iglesia crearon en ellos obstáculos mentales de toda especie, que exigen un esfuerzo fenomenal –sólo posible con una ayuda especial de la gracia– para que ellos den el paso decisivo de la conversión. Hace poco tiempo atrás, produjo profunda conmoción en Francia la conversión al catolicismo del pastor Michel Viot, que ocupaba un cargo de destaque en la comunidad luterana (cfr. Le Monde , 7 de agosto de 2001).

Bautismo de deseo y bautismo de sangre

¿Cómo explicar que sea posible la salvación de esas almas que vivieron fuera del gremio visible de la Iglesia? La teología católica explica que esas almas rectas, que no consiguieron superar barreras vivenciales y culturales para reconocer a la verdadera Iglesia, si son auténticamente rectas –y por lo tanto, si bajo el influjo de la gracia desearon de hecho conformar sus vidas con la voluntad y la ley de Dios– reciben el bautismo de deseo en razón de la Fe, Esperanza y Caridad que, in voto (implícitamente) acogieron. Esto es, Dios las acoge en el seno de la Iglesia, porque ésta es la comunidad de todos los auténticos hijos de Dios.

A fortiori si, bajo el influjo de la gracia sobrenatural y por un motivo de verdadera caridad, una de esas almas derramó su sangre en defen-

sa de un principio de la ley natural, es decir, de la ley inscrita por Dios en la naturaleza. O incluso, si algún nocatólico fuera intimado, bajo amenaza de muerte, a renegar de Dios, o más específicamente su fe en Jesucristo, y movido por una gracia de caridad sobrenatural, se rehúsa hacerlo, siendo por eso muerto, él recibe el bautismo de sangre, porque in extremis habrá confesado a Dios o a Jesucristo.

No se trata aquí de una sutileza teológica para explicar el principio de que fuera de la Iglesia no hay salvación, sino de la realidad profunda de la relación de las almas con Dios, que sólo Dios conoce. Y Dios acoge a esas almas verdaderamente rectas en la Iglesia triunfante, que es la comunidad de los elegidos.

Asombrosa conversión del banquero judío Alfonso Ratisbonne, en Roma, con la aparición de Nuestra Señora del Milagro

Belleza de las cosas creadas: vía sensible para el conocimiento del Creador del universo

De todo lo anteriormente dicho, no se concluya que esos hechos son cotidianos u ocurren a menudo. Si ya es tan difícil para nosotros, católicos, con todo el socorro de las enseñanzas y de los sacramentos de la Iglesia, mantenernos fieles a Dios y a su ley, ¡cuánto más difícil

será para aquellos que no tienen la dicha de pertenecer a la Iglesia Católica!

De cualquier manera, para Dios nada es imposible, y Él puede salvar también a aquellos que, sin culpa personal, no conocieron a la verdadera Iglesia y vivieron en esta vida apartados exteriormente de ella, pero que, con el socorro de la gracia interior, fueron fieles a los Mandamientos de la Ley natural y sobrenatural de Dios, en los términos ya indicados más arriba.

Sin duda, como sugiere el misivista, las oraciones y sacrificios que nosotros, católicos, hagamos, pueden beneficiar a esas almas rectas dispersas por el mundo, que no tuvieron la gracia enorme de llegar al conocimiento de la única y verdadera Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, que es la Iglesia católica. 

TESOROS DE LA FE Junio de 2002 33 33

San Luis Gonzaga:

Modelo de pureza,

coherencia y desapego

Patrono de la juventud, San Luis Gonzaga alió la nobleza de sangre a la santidad. Hizo voto de virginidad a los nueve años y murió en Roma como novicio de la Compañía de Jesús a los 23, víctima de su señalada caridad con los infectados por la peste.

La Marquesa de Castiglione, Laura de Gonzaga, se hallaba con los dolores del parto, en gran peligro de vida para ella y para la criatura por nacer. Todos ya desconfiaban de verla a salvo, cuando resolvió hacer una promesa a Nuestra Señora de Loreto: consagrarle ese primer hijo de sus entrañas, y llevarlo en peregrinación hasta su santuario, tan pronto ambos se recuperasen. Inmediatamente dio a luz al primogénito de sus ocho hijos, a quien fue dado el nombre de Luis.

Ese feliz suceso fue conmemorado en Castiglione con el júbilo de un nacimiento real. Y sin saberlo, el festejo fue providencial, pues el recién nacido habría de ser la mayor gloria de la dinastía de los Gonzaga, una de las más ilustres de toda Italia. Con dominios de Mantua a Brescia, y de Ferrara a la frontera de Lombardía, a lo largo de los siglos la dinastía había acumulado riquezas, altos cargos eclesiásticos y principados en su aristocrático linaje.

Doña Laura estaba casada con uno de los más destacados miembros de esa estirpe, Fernando, Marqués de Castiglione y Príncipe del Sacro Imperio. Lo había conocido en la Corte de España, donde era dama de honor de la Reina Isabel de Francia. Esta soberana, secundada por su esposo, el gran Felipe II, estimando la virtud y las cualidades morales de Doña Laura, la había escogido para esa función.

Si el Marqués llevaba en la sangre el espíritu combativo y militar de sus antepasados, la Marquesa lo complementaba con una profunda piedad. Y Luis recibió la influencia de ambos.

Desde muy pequeño le gustaba oír, hablar y pensar en Dios. Tuvo así, casi desde la cuna, un don muy elevado para la oración, siendo Dios su único Maestro.

“Conversión” a los siete años...

Unido a esa feliz propensión de su carácter y a su piedad precoz, se podía percibir en él el rebullir belicoso de la sangre ancestral. Así fue que, habiendo cumplido cinco años, el Marqués le obsequió una pequeña ar-

4 4 TESOROS DE LA FE Junio de 2002  
PLINIO MARÍA SOLIMEO Vidas de Santos

madura, yelmo, espadita y un pequeño arcabuz de verdad. Y lo llevó al campamento de Casal-Mayor, donde debería pasar revista a las tropas que llevaba consigo para la guerra del rey de España contra Túnez.

Un día Luis, disparando su arcabuz, se chamuscó el rostro. Su padre le prohibió entonces utilizar pólvora. Pero él, travieso y valiente, un otro día, durante el reposo después del almuerzo, consiguió escapar de la vigilancia de su tutor, aproximarse a un cañón y encenderle la mecha. Todo el campamento fue despertado por el estruendo, y encontraron al pequeño príncipe extendido en el suelo, víctima del sacudón que recibiera al operar la poderosa arma.

Luis gustaba de estar junto a los tercios españoles –las más famosas tropas de infantería de la época– imitando su paso marcial. Pero muchas veces repetía su jerga y las palabras a veces inconvenientes de alguno de ellos. Su tutor le llamó la atención, diciéndole que aquel no era lenguaje de labios limpios. Aunque el niño de cinco años no le entendiese el sentido, lloró amargamente esa falta involuntaria, de la que se acusará siempre como una de las más graves de su vida. ¡Y dijo que a partir de ese episodio comenzó su “conversión”!

Objetivo: la conquista de la perfección

Desde entonces, el pequeño comenzó un proceso de serio enfervoramiento espiritual. Según el juicio de otro gran Santo, el cardenal San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia y su futuro confesor, “a la edad de siete años, Luis comenzó a conocer más a Dios, despreciar al mundo y emprender una vida de perfección. Él mismo con frecuencia me repetía que el séptimo año de su edad marcaba la fecha de su conversión”

A los ocho años su padre lo llevó con su hermano Rodolfo a vivir en la corte del Gran Duque de Toscana, Francisco de Médicis. Ya no se estaba más en la austeridad vivida por los príncipes medievales, pues la decadencia renacentista lo invadía todo. En medio de las diversiones mundanas y de las solicitaciones de esa brillante corte renacentista, Luis buscaba auxilio en Aquella a quien fuera consagrado al nacer. Aumentó entonces sus actos de devoción a la Santísima Virgen, de tal modo que hizo, a los nueve años de edad, voto de castidad perpetua.

Cuando tenía diez años, en ausencia su padre, cierto día recibió en Castiglione al Cardenal-Arzobispo de Milán, San Carlos Borromeo. Este quedó encantado con su pureza y santidad, habiendo declarado que “jamás había encontrado a un joven que en tal edad alcanzase tan elevada perfección”. Él mismo le administró la Primera Comunión, aconsejándole practicar la comunión frecuente y la lectura del Catecismo Romano

Su infancia transcurrió de castillo en castillo, de corte en corte, de festejo en festejo, manteniendo, a pesar de todo, siempre el corazón anclado en Dios. Probó, así, que era perfectamente posible cultivar la santidad en medio de los esplendores de la Nobleza. En efecto, a los doce años ya había alcanzado una alta contemplación. Para eso le fue de mucha ayuda un libro de San Pedro Canisio, apóstol de Alemania. La meditación continua se tornó para él casi una segunda naturaleza.

Uno de sus criados podrá afirmar: “Todos sus pensamientos estaban fijos en Dios. Huía de los juegos, de los espectáculos y de las fiestas. Si decíamos alguna palabra menos decente, nos llamaba y nos reprendía con toda dulzura y gentileza”. Luis afirmaría más tarde: “Dios me dio la gracia de no pensar sino en lo que quiero”. Y por eso tenía un dominio total de sí mismo.

Viviendo en plena época del Renacimiento, estudió las lenguas clásicas, llegando a escribir elegantemente en latín. Fue en esa lengua que hizo un discurso de saludo al monarca español Felipe II cuando sus armas fueron victoriosas en Portugal. Espíritu alerta, perspicaz y serio, triunfó fácilmente en los estudios. En él se aliaban magníficamente la nobleza, la cultura, la inteligencia y la santidad.

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Altar de San Luis Gonzaga en la Iglesia de San Ignacio, en Roma

Para el cumplimiento de la vocación, victoria sobre serios obstáculos

En 1581 Luis fue llevado por su padre a España, para ser paje de los infantes en aquel país. Pero Dios tenía sobre él otros designios. En la corte del más poderoso soberano de la Tierra, se afirma en el corazón de Luis el deseo de apartarse del mundo y dedicarse totalmente a Dios. Habiendo ya cumplido los dieciséis años, decidió hablar con su padre al respecto. El Marqués, que encantado con las cualidades del hijo le auguraba un brillante porvenir en el mundo, respondió con un rotundo no .

Para disuadirlo, lo envió de regreso a Italia, con misiones ante varios príncipes. Esperaba que, en medio de aquella vida brillante de la Italia renacentista, se enfriase en su hijo el deseo de hacerse religioso. Luis se desempeñó con tanto éxito en las varias tareas, que el padre se afirmó más aún en el deseo de tenerlo como su sucesor.

Pero, a fuerza de múltiples súplicas, el Marqués cedió. Y Luis –habiendo obtenido también, como príncipe del Sacro Imperio, el permiso del Emperador– pudo abdicar de todos sus derechos dinásticos a favor de su hermano Rodolfo, y así entrar en el noviciado de la Compañía de Jesús en Roma, próximo a cumplir los dieciocho años.

Alto grado de santidad en plena juventud

Dentro del noviciado jesuita, Luis continuó siendo motivo de edificación para todos, como lo había sido cuando estaba en el mundo. Sus superiores no tuvieron sino que moderar su fervor y poner límites a sus grandes penitencias. Para él era una alegría salir a las calles de Roma, con un costal a las espaldas, pidiendo limosnas para el convento. Era también enviado a ayudar en la cocina y en la limpieza de la casa. A alguien que le preguntó si no sentía repugnancia en hacer actos tan humildes, respondió que no, porque tenía ante sus ojos a Jesucristo humillado por los pecados de los hombres, y la recompensa eterna que Él da a los que se rebajan por amor de Dios.

Visitaba a los enfermos y a los encarcelados. Incluso en esas ocasiones, mantenía su recogimiento en Dios y cumplía sus actos de devoción. Decía que “aquel que no es hombre de oración no llegará jamás a un alto grado de santidad ni triunfará jamás sobre sí mismo; y que toda la tibieza y falta de mortificación que se veía en las almas religiosas, no procedían sino de la negligencia en la meditación, que es el medio más corto y eficaz para adquirir las virtudes”. A tal punto se había tornado señor de su imaginación, que en un espacio de

seis meses, según él mismo reconoció, sus distracciones no habían durado el tiempo de una Avemaría. Una de sus devociones especiales era la Pasión de Nuestro Señor, la cual se volvió objeto continuo de sus meditaciones. Su devoción a María Santísima era tierna y filial. Tenía también especial devoción a los Santos Ángeles, especialmente a su Ángel de la Guarda, e incluso escribió sobre ellos un pequeño estudio. También el Santísimo Sacramento era objeto de sus afecciones. Pasaba horas delante del tabernáculo, entreteniéndose con Dios escondido bajo las apariencias eucarísticas.

Si sus superiores no lo hubiesen moderado, las penitencias físicas que practicaba habrían abreviado sus días. Algunos decían que él lamentaría en la hora de la muerte ese exceso. Muy al contrario: en ese momento hizo cuestión de decir a sus hermanos, reunidos alrededor de su lecho, que si tenía alguna cosa que lamentar en ese sentido eran las penitencias que no había hecho, y no las que hiciera.

Su padre, que había llevado una vida muy vuelta a las cosas del mundo, se preparó tan bien para la muerte, que atribuyó esos sentimientos a las oraciones de su hijo.

A la hora de la muerte, caridad heroica

Poco después del fallecimiento del Marqués, Luis tuvo que ir a Castiglione a resolver una áspera disputa sobre tierras entre su hermano Rodolfo y un tío suyo. Su madre, que lo veneraba mucho, y con sentimientos de verdadera nobleza, lo recibió de rodillas.

Cuando estaba hospedado en el Colegio de la Compañía, en Milán, tuvo la revelación de que en breve moriría. Rebosante, volvió a Roma y empleó sus últimos días cuidando a los infectados por una terrible epidemia que devastaba la Ciudad Eterna. Con eso ganó más méritos. Víctima del contagio, falleció santamente el 21 de junio de 1591.

Que San Luis Gonzaga interceda por nosotros, en medio del neopaganismo y la decadencia moral de nuestros días, y nos obtenga del Creador al menos una fracción de su amor de Dios y celo apostólico, así como de su pureza angélica. 

Obras consultadas.-

LES P ETITES BOLLANDISTES, Vie des Saints, d’après le Père Giry, Bloud et Barral, París, 1882, tomo 7°, pp. 192 a 203.

P. JEAN CROISSET S.J., Año Cristiano, Ed. Saturnino Calleja, Madrid, 1901, tomo 2° pp. 907 a 919.

FR. JUSTO P ÉREZ DE URBEL O.S.B., Año Cristiano, Ediciones Fax, Madrid, 1945, tomo II, pp. 665 a 675.

P. JOSÉ LEITE, S.J., Santos de Cada Día, Ed. Apostolado de la Oración, Braga, 1987, t. II, pp. 275 a 278.

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LecturaLectura LecturaLectura Lectura

EspiritualEspiritual EspiritualEspiritual Espiritual

SAN ALFONSO M ARÍA DE LIGORIO , Las Glorias de María , Librería de Rosa y Bouret, París, 1870, pp. 357-363.

DISCURSO V

De la Visitación de María

María es la tesorera de todas las gracias divinas. Por lo cual el que desee gracias debe recurrir a María; y el que recurre a María debe estar seguro de obtener las gracias que desea.

FELIZ SE JUZGA aquella casa que es visitada por alguna persona real, ya por la honra que en esta visita recibe, ya por las ventajas que después espera. Pero más feliz debe llamarse aquella alma que es visitada por la Reina del mundo María Santísima, la cual no sabe dejar de colmar de bienes y gracias a aquellas almas bienaventuradas que se digna visitar por medio de sus favores.

Fue bendecida la casa de Obededom, cuando la visitó el arca del Señor (I Crónicas 13, 14). Pero ¡de cuántas mayores bendiciones son enriquecidas aquellas personas que reciben alguna visita amorosa de esta arca viva de Dios, cual fue la divina Madre! ¡Feliz aquella casa que visita la Madre de Dios! , escribió Engelgrave.

Bien lo experimentó la casa del Bautista, donde apenas entró María, quedó colmada de gracias y bendiciones celestiales toda aquella familia: y por eso la presente fiesta de la Visitación se llama comúnmente la fiesta de Nuestra Señora de las Gracias. Por lo cual veremos

María es la tesorera de todas las gracias divinas

hoy en el presente discurso, cómo la divina Madre es la tesorera de todas las gracias.

* * *

Después que la Santísima Virgen oyó del arcángel San Gabriel que su prima Isabel estaba en cinta de seis meses, fue iluminada interiormente por el Espíritu Santo, para reconocer que el Verbo humanado y hecho ya Hijo suyo quería empezar a manifestar al mundo las riquezas de su misericordia con las primeras gracias que quería repartir a toda aquella familia. Por lo cual, sin detención, como refiere San Lucas (1, 39), levantándose de la quietud de su contemplación, a la cual estaba siempre aplicada, y dejando su amada soledad, luego se encaminó a la casa de Isabel. Y como la santa caridad todo lo sufre, y no sabe padecer demoras la gracia del Espíritu Santo, como sobre este Evangelio dice San Ambrosio; por eso no cuidando de la fatiga del viaje, la tierna y delicada doncella se puso diligente en camino.

Apenas llegada a aquella casa, saludó a su prima; y, como reflexiona San Ambrosio, María fue la primera en saludar a Isabel. Mas no fue la visita de la bienaventurada Virgen como son las visitas de los mundanos, que por lo común se reducen a ceremonias y falsos cumplimientos; la visita de María acarreó a aquella casa un cúmulo de gracias. Pues a su primera entrada, y al recibir la salutación, Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y Juan libertado de la culpa original y santificado: por eso dio aquella señal de júbilo, saltando de gozo en el vientre de su madre, queriendo manifestar así la gracia recibida por medio de la bienaventurada Virgen,

Antiguo grabado de San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), fundador de la Congregación del Santísimo Redentor.

como declaró la misma Isabel. De manera que, como reflexiona Bernardino de Bustos, en virtud de la salutación de María recibió Juan la gracia del Espíritu divino, que le santificó.

Ahora, si esas primicias de la redención pasaron por manos de María, y Ella fue el canal por donde se comunicó la gracia al Bautista, el Espíritu Santo a Isabel, el don de profecía a Zacarías, y otras tan grandes bendiciones a aquella casa, que fueron las primeras gracias que sabemos hiciese el Verbo en la tierra después de haberse encarnado; es muy de creer que Dios desde entonces constituiría a María en acueducto universal, según dice San Bernardo, por el cual de allí en adelante pasasen a nosotros todas las demás gracias que el Señor quisiese dispensarnos.

TESOROS DE LA FE Junio de 2002 77

Con razón pues invocamos a esta divina Madre como tesoro, tesorera y dispensadora de las divinas gracias. Así la nombraron el venerable abad de Celles, San Pedro Damián, San Alberto Magno, San Bernardino y un doctor griego que cita Petavio, dispensadora de todos los bienes. Así también la llamó San Gregorio Taumaturgo, el cual dice: María se apellida llena de gracia, porque contiene el tesoro de la gracia. Y Ricardo de San Lorenzo dice que Dios ha depositado en María, como en una tesorería de misericordia, todos los dones de las gracias, de cuyo tesoro enriquece Él a sus siervos.

San Buenaventura, hablando del campo del Evangelio en donde está escondido el tesoro que debe comprarse a cualquier precio, como dijo Jesucristo: Es semejante el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo, que si le halla un hombre... va, y vende cuanto tiene y compra aquel campo (Mt. 13, 44), dice que este campo es nuestra Reina María, en la cual está el tesoro de Dios, que es Jesucristo, y con Jesucristo el manantial y la fuente de todas las gracias. Afirmó ya San Bernardo que el Señor ha depositado en manos de María todas las gracias que nos quiere dispensar, para que sepamos que cuantos bienes recibimos, pasan por sus manos.

Y nos lo asegura la misma María, diciendo: En mí está toda la gracia para conocer el camino de la verdad (Eclesiástico 24, 25). En mí están todas las gracias de los verdaderos bienes que vosotros, oh hombres, podéis desear en vuestra vida. Sí, Madre y esperanza nuestra ya sabemos, le decía San Pedro Damián, que todos los tesoros de las divinas misericordias están en vuestras manos. Y antes que él lo afirmó con mayor expresión San Ildefonso, cuando hablando con la Virgen le decía: Señora, todas las gracias que

La Visitación, Domenico Ghirlandaio (1491) – Museo de Louvre, París.

¡Feliz aquella casa que visita la Madre de Dios!

Mas no fue la visita de la bienaventurada Virgen como son las visitas de los mundanos... la visita de María acarreó a aquella casa un cúmulo de gracias.

¡Oh María! Vos no habéis robado la gracia, como quería robarla Lucifer; no la habéis perdido como la perdió Adán; no la habéis comprado, como Simón mago quería comprarla; sino que la habéis hallado, porque la habéis deseado y buscado.

Dios ha determinado hacer a los hombres, todas ha querido proporcionárselas por vuestras manos, y por eso os ha confiado a Vos todos los tesoros de las gracias De manera –concluía San Germán– que no hay gracia, ¡oh María! no hay gracia sino por vuestras manos.

Sobre las palabras que dijo el Ángel a la Santísima Virgen: Oh María, no temas, porque has hallado gracia a los ojos del Señor (Lc. 1, 30), añade esta bella reflexión San Alberto Magno: No temas, porque has hallado la gracia. No la usurpaste, como el primer ángel; no la perdiste, como el primer padre; no la compraste , como Simón mago; sino que hallaste, porque la buscaste. Has hallado la gracia increada, y en ella a toda criatura . ¡Oh María! Vos no habéis robado la gracia, como quería robarla Lucifer; no la habéis perdido como la perdió Adán; no la habéis comprado, como Simón mago quería comprarla; sino que la habéis hallado, porque la habéis deseado y buscado. Habéis hallado la gracia increada, que es el mismo Dios hecho ya Hijo vuestro, y juntamente con ella habéis hallado todos los bienes criados, y los habéis alcanzado.

Confirma este pensamiento San Pedro Crisólogo, diciendo que la gran Madre halló esta gracia para dar después la salud a todos los hombres. Y en otro lugar dice que María halló una gracia llena, suficiente para salvar a todos. De tal modo –dice Ricardo de San Lorenzo– que así como Dios crió el sol para que por su medio sea iluminada la tierra, así hizo a María para que por su medio se dispensen al mundo todas las divinas misericordias. Y San Bernardino añade que la Virgen, desde que fue hecha Madre del Redentor, adquirió una especie de jurisdicción sobre todas las gracias.

Por lo cual concluyamos este punto con Ricardo de San Lorenzo, el cual dice que si queremos conseguir alguna gracia acudamos a María, la cual no puede dejar de alcanzar para sus siervos cuanto pide, pues Ella halló la gracia divina y de continuo la obtiene. Y tomó estas palabras de San Bernardo, el cual dijo: Si deseamos pues gracias, preciso es que acudamos a esta tesorera y dispensadora de las gracias Pues es la voluntad suprema del dador de todo bien –como lo asegura el mismo santo– que todas las gracias se dispensen por mano de María: el que dice todo, nada excluye. 

Alianza de Fátima

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por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la
2002, Asociación Santo Tomás de Aquino Casilla Especial N° 14-060, Lima 14 PERÚ  497-1223 Fax: 358-2270 E-mail: sttomas@ec-red.com
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Tesoros dela Fe La Mamacha Carmen de Paucartambo

LA SANTA IGLESIA celebra el 16 de julio la solemne fiesta de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, que es una de las advocaciones más conocidas y queridas a la Madre de Dios. Su origen se remonta, según una antigua tradición, al Profeta San Elías, quien en el siglo IX a.C., junto a San Eliseo y sus demás discípulos, se estableció en el Monte Carmelo, en Palestina, donde ya veneraban a Aquella que vendría un día a ser la Madre del Redentor.

La Santísima Virgen era entonces simbolizada por la nubecita que apareció cuando San Elías pidió a Dios que pusiese fin a una prolongada sequía que asolaba al pueblo como castigo, nube ésa de la cual cayó finalmente una bendita y abundantísima lluvia que reverdeció la tierra, anunciando las gracias que recibiría la Humanidad cuando fuese redimida por Nuestro Señor Jesucristo.

Esos ermitaños se sucedieron a través de muchas generaciones hasta la Edad Media, y, cuando los musulmanes dominaron Tierra Santa, fueron forzados a huir a Europa, enfrentando grandes dificultades y corriendo riesgo de extinción.

Entonces un carmelita inglés, San Simón Stock, fue elegido Superior General de la Orden y, angustiado con la situación en que se encontraban, comenzó a suplicar incesantemente a la Santísima Virgen para que los protegiese. La respuesta de la Madre de Dios no se hizo esperar y fue de una elocuencia impar.

El 16 de julio de 1251, cuando el Santo rezaba en el convento de Cambridge, se le apareció Nuestra Señora revestida del hábito carmelita, llevando en sus brazos al Niño Jesús y dándole un escapulario para ser difundido entre los fieles, confiriendo privilegios inéditos a aquellos a quienes les fuese impuesto y lo usasen. Mostraba así una predilección excepcional por la Orden Carmelita, sobre la cual recaían grandes designios de la Divina Providencia.

Nuestra Señora del Carmen es, pues, especialísimamente Patrona de todos aquellos que desean, más que cualquier otra cosa, ser fieles a los designios de Dios y a la Santa Iglesia, resistir la opresión del paganismo y que brille el esplendor de la Cristiandad, o sea, que en breve triunfe la Santísima Virgen sobre los ataques del demonio y sus secuaces, de un lado, y sobre las debilidades y faltas de sus propios hijos, de otro.

La belleza de esta imagen es sencillamente extraordinaria, así como la del Niño Jesús, que en alegre expresión infantil descansa sobre su brazo izquierdo. El color marrón oscuro del hábito carmelita, una capa amplia y mantilla blancas, con bordados de hilos de oro y plata, contrastan con la hermosura de su delicado rostro y expresión. Ciñe una gran corona sobre la cabeza y sostiene un cetro de oro en la mano derecha, símbolos de su realeza y autoridad. Completan el conjunto un pectoral bordado con piedras preciosas, pequeños escapularios que penden de las manos del Niño Jesús y numerosas joyas.

N° 7 - Julio de 2002 - Año I

La devoción a la Virgen del Carmen en el Perú

Por eso, entre los muchos modos como los peruanos manifestamos nuestro amor y veneración a la Santísima Virgen se destaca la devoción a Nuestra Señora del Carmen, también conocida en los pueblos andinos como la Mamacha Carmen.

Su presencia en el Perú se refleja de modo especial en la existencia de dieciocho Monasterios de Madres Carmelitas que iluminan nuestro suelo; en la popularísima devoción al Escapulario, tan difundido en todas las clases sociales; en el número de localidades que han tomado su nombre o que la tienen por patrona; y, en las sagradas imágenes de esta advocación que se les presta culto en casi todas las regiones.

Sólo en la Ciudad de los Reyes, antigua capital virreinal y hoy urbe cosmopolita, hay actualmente dos claustros de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo: el Monasterio del Carmen, en los Barrios Altos, y el Monasterio de las Nazarenas, en pleno centro de la ciudad. El Carmen Alto guarda una hermosa imagen de la Virgen del Carmen que sale en procesión por las calles de Lima en el mes de julio, y el de Nazarenas cobija al portentoso Señor de los Milagros, que viste a la ciudad de morado en el mes de octubre.

Y a una legua del vecino puerto del Callao, tenemos a la Virgen del Carmen de la Legua, que se venera en su pequeña iglesia desde comienzos del siglo XVII y que da su nombre a uno de los actuales distritos chalacos. Ahí también, hace algunos años, se estableció un Monasterio de Madres Carmelitas en antiguos terrenos del fundo Oquendo.

La mayor gloria de la provincia de Paucartambo

Sin embargo, entre tantas imágenes de María del Carmen que aquí encontramos, atrae nuestra atención especialmente una, por su singular belleza, encanto sobrenatural, y por el enorme cariño con que la honran sus paisanos, incluso de parajes muy remotos, habiendo recibido además la presea insigne de su coronación canónica. Se trata de la Mamacha Carmen venerada en la localidad de Paucartambo, en el Departamento del Cusco.

La fisonomía de su rostro trasluce simultáneamente profundidad, felicidad y contento. Según el testimonio de muchos devotos, su tez, de un blanco rosado pálido, varía notablemente de expresión. A estas variaciones, contribuyen tanto el color de su rico vestuario como los cambios de luz natural. Pero se trata de un fenómeno real, fácilmente perceptible.

Artífices locales esculpieron el cuerpo con maguey, yeso y tela de medio candelabro. Según especialistas, la cabeza y las manos fueron talladas por artistas cusqueños, debido al parecido con diversas imágenes esculpidas por Basilio de Santa Cruz, Antonio Sinchi Roca, Bernardo Inca o sus discípulos indígenas; famosos pintores y escultores de la época de

Mons. Manuel de Mollinedo y Angulo, gran Obispo y mecenas del Cusco (1673-1699).

Cautivadoras historias adornan su origen con un velo de misterio

De las diversas narraciones que cuentan cómo llegó la Mamacha a Paucartambo, destacamos la que se refiere a la conversión de los chunchos. Hacia el siglo XVII, había en el valle de Q’osñipata más de 360 haciendas. Todos los años, una imagen de la Virgen del Carmen era llevada desde la hacienda Asunción a Paucartambo para la fiesta de Corpus, como sucedía con otras imágenes de santos de la Selva.

Cierta vez se rebelaron los salvajes y con feroz brutalidad destruyeron y quemaron las haciendas del valle, dieron muerte a los habitantes blancos y atacaron finalmente la iglesia. Las flechas de los chunchos hirieron el cuerpo de la Virgen en el ojo y en el pecho. Y por fin la arrojaron al río Amaru Mayu (Río de la Serpiente), el cual desde entonces se llama “Madre de Dios” por haber arrastrado la imagen de la Virgen y haberla posado en un islote, lugar desde el cual se la recuperó y trasladó después a Paucartambo.

Ésta como otras tradiciones se ven reflejadas en los pintorescos bailes que con gran despliegue y vistosidad acompañan hasta el día de hoy las celebraciones. La danza de los chunchos, por ejemplo, alude a la vida guerrera de los salvajes que, según el pensamiento popular, ofrecen sus bailes a la Virgen que, pese a sus faltas, les guarda una especial predilección.

Una gran devoción que perdura en el tiempo

El culto a la Virgen del Carmen de Paucartambo se ha mantenido vivo por más de tres siglos y la fiesta del 16 de julio conserva su importancia pese a la decadencia general de la religiosidad en nuestros días, lo cual se manifiesta en la presencia de costumbres neopaganas que procuran contaminar la celebración tradicional.

El 3 de febrero de 1985, la imagen fue coronada pontificalmente por Juan Pablo II en la fortaleza de Sacsayhuamán sobre un altar monumental levantado para el efecto sobre el Trono del Inca, una imagen de la victoria de la misericordia maternal de la Virgen sobre sus hijos díscolos y finalmente convertidos.

Asimismo, durante las fiestas de Paucartambo, muchos peregrinos se trasladan de madrugada al paraje denominado Tres Cruces, a 5.000 metros sobre el nivel del mar, para contemplar el nacimiento del sol. Bellísimo símbolo de una nueva era de Fe que vendrá para el mundo bajo los inefables auspicios de la Santísima Virgen. 

Obra consultada.-

SEGUNDO VILLASANTE

2 2 TESOROS DE LA FE Julio de 2002
La Mamacha Carmen y el templo parroquial de Paucartambo. ORTIZ, Mamacha Carmen, Serie “Paucartambo”, Tomo II, Cusco, 1980.

LecturaLectura LecturaLectura Lectura

EspiritualEspiritual EspiritualEspiritual Espiritual

Muchos de nuestros lectores podrían imaginar que de la pluma de San Ignacio (14911556) haya salido una literatura tan magnífica como su admirable obra, consubstanciada en la Compañía de Jesús – uno de los pilares de la Contra-Reforma Católica.

En realidad, sin embargo, según sus biógrafos San Ignacio no fue un literato. Ni siquiera un escritor que se haya empeñado en redactar libros. Su producción intelectual apunta hacia otra finalidad, no consistiendo propiamente en libros de lectura. Son verdades enseñadas de una manera nueva, admirable síntesis de principios asimilados a lo largo de años de formación. Sus escritos deben ser considerados bajo tal prisma, y ahí no causarán desilusión al lector; se presentan enjutos, con una fraseología sucinta y, muchas veces, aparentemente dura.

De los escritos legados a la posteridad por ese gran destello de la Contra-Reforma, destacamos los célebres Ejercicios Espirituales, destinados a orientar al fiel en la práctica del método de los retiros ignacianos. Método este que, por su radicalidad, lógica y eficacia, obtuvo tanto la conversión cuanto la santificación de innumerables almas a lo largo de casi cuatro siglos y medio.

Analizando los Ejercicios Espirituales con atención, se percibirá que San Ignacio, al escribirlos, no se preocupó con la forma, y, muchas veces, ni siquiera con la exactitud gramatical, sino sobre todo con la psicología humana, procurando orientarla vigorosamente hacia el bien y la práctica de las virtudes.

Conmemorándose el día 31 del presente mes la fiesta de este gigante de la espiritualidad católica, Tesoros de la Fe presenta a sus lectores algunos extractos de su obra. Seleccionamos precisamente de los Ejercicios Espirituales parte de su Examen general de conciencia, indispensable para la práctica de una buena confesión. Nos restringiremos al examen de los pensamientos, dejando para otra ocasión el examen de las palabras y de las obras. Nos pareció provechoso incluir la conocida oración compuesta por el Fundador de la Compañía de Jesús, rezada frecuentemente y con enorme provecho espiritual, desde hace siglos, después de la recepción de la Sagrada Eucaristía: el Anima Christi.

San Ignacio de Loyola: una espiritualidad vigorosa

Examen de conciencia

Presupongo ser tres los pensamientos en mí, a saber: uno propio mío, el cual sale de mi mera libertad y querer; y otros dos que vienen de fuera: uno que viene del buen espíritu, y el otro, del malo.

Del pensamiento

[En cuanto al merecimiento]

1ª – Hay dos maneras de obtener merecimiento al resistir a un mal pensamiento que viene de afuera. Por ejemplo, viene un pensamiento de cometer un pecado mortal, pensamiento al cual resisto prontamente y que es vencido.

2ª – La segunda manera de merecer es cuando me viene aquel mismo mal pensamiento, y yo le resisto, y vuelve a venir una y otra vez, y yo siempre resisto, hasta que el pensamiento sea vencido; y esta manera de resistir tiene más merecimiento que la primera.

[Concerniente al pecado venial]

Se peca venialmente cuando el mismo pensamiento de pecar venialmente viene, y el hombre le da oídos por algunos instantes, o recibe algún deleite sensual, o en la medida que haya alguna negligencia en repeler tal pensamiento.

[Concerniente al pecado mortal]

1ª – Hay dos maneras de pecar mortalmente: la primera es cuando el hombre da consentimiento al mal pensamiento, para luego obrar tal como lo consintió, o para practicarlo si pudiese.

2ª – La segunda manera de pecar mortalmente es cuando se pone en acto aquel pecado, y es mayor por tres razones: primera, por ser mayor el tiempo de su duración; la segunda, por ser mayor su intensidad; y la tercera, por ser mayor el daño causado a las dos personas.

Nota.- Tomado del texto autógrafo con adaptaciones al lenguaje actual. Las frases explicativas, que van entre corchetes, son nuestras.

Anima Christi (Alma de Cristo)

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, purifícame.

Pasión de Cristo, confórtame.

Oh Buen Jesús, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame a ir a Ti.

Para que con tus Santos te alabe. Por los siglos de los siglos.

Amén.

TESOROS DE LA FE Julio de 2002 33 33

La Palabra del Sacerdote

Canónigo

Pregunta

Yo rezo, rezo, rezo, pero tengo la sensación de que Dios no me atiende. No recibo las gracias que pido. Mi vida familiar siempre fue muy tranquila y feliz, pero de un tiempo a esta parte, se introdujo una gran desavenencia entre nosotros.

Por otro lado, hace cerca de un año, mi situación financiera sufrió un grave colapso. Esa doble situación traumática, familiar y financiera, me aflige tanto que, no teniendo a quién recurrir, lo hice a Dios. Pero Dios permanece sordo a mi voz.

Esto me lleva a una pregunta: ¿qué respuesta podemos dar a los ateos cuando se ríen de nosotros, diciendo que nuestra oración no pasa de una mera elucubración de nuestro espíritu, y por lo tanto no tiene ningún valor, ningún sentido?

Respuesta

Dios es fiel a sus promesas. Y como todo en Dios es infinito, debe decirse asimismo que Él es infinitamente fiel a sus promesas. Ahora bien, Dios prometió atender nuestras oraciones; luego, las atenderá infaliblemente. Sin embargo, Dios no estableció plazos para darnos lo que pedimos. Y si demora en atendernos, es porque prepara una solución mejor aún para nuestro caso concreto. Es necesario por lo tanto tener calma y paciencia, y jamás seremos desilusionados en nuestra fe.

Ésta es la respuesta teológica clásica para preguntas como la suya. Sin embargo, es comprensible que, si esas palabras no fueren acompañadas de una gracia especial, dejarán completamente indiferente a una persona que pasa por tales probaciones. Se hace indispensable abordar el tema por otro lado, más propio a tocar las almas en esas condiciones.

Agnósticos y ateos

Cuando los agnósticos y ateos dicen que nuestra oración es un flatus vocis (una palabra vacía y sin sentido), el raciocinio de ellos es obviamente el resultado de la negación de la existencia de Dios (los ateos), o por lo menos de que Dios pueda ser conocido por el hombre (los agnósticos). Desde esa perspectiva, la oración –el acto de presentarse delante de Dios, para conversar con Él, pedirle gracias,

etc.– es una operación totalmente destituida de contenido, inútil, risible.

Sin embargo, Dios, que es omnisciente (todo lo ve y todo lo sabe), toma también conocimiento de lo que expresamos. Pero Él

va más allá, pues conoce hasta nuestros pensamientos más recónditos, nuestros deseos más secretos. Así, en rigor, ni siquiera requeriríamos expresar a Dios lo que ocurre al interior de nuestra alma, pues

4 4 TESOROS DE LA FE Julio de 2002
Santa Mónica, que obtuvo la gracia de la conversión de San Agustín: modelo de confianza en la oración Santa
Mónica, Benozzo Gozzoli (1464-1465) — Fresco en la iglesia de San Agustín, San Gimignano (Italia)

Él lo sabe. Pero Dios quiere que lo hagamos, para entrar en comunicación voluntaria con Él, y así prestarle culto de adoración, de alabanza, de reparación, de petición y de acción de gracias.

Por lo tanto, al contrario de lo que piensan los ateos y agnósticos, nuestra comunicación con Dios es posible, necesaria y valiosa. Necesaria, porque precisamos de su ayuda. Valiosa, porque siendo omnipotente, puede darnos todo lo razonable que le pidamos.

Oración “importuna”

¿Por qué sucede entonces que, a veces, no vemos el fruto de nuestras oraciones?

Dejemos de lado la hipótesis de que hayamos rezado poco y mal. En ese caso, claro está, Dios espera de nosotros mayor empeño. Pero vamos a suponer justamente que hayamos rezado con la insistencia necesaria, llegando incluso a importunar a Dios con nuestra santa insistencia, como el propio Divino Maestro nos aconsejó (cfr. Lc. 11, 8). Viene entonces la pregunta del misivista: ¿por qué Dios parece no atendernos en esas situaciones?

Aquí entra la explicación con que iniciamos esta respuesta: Dios prometió atender todos nuestros pedidos justos, y nos atenderá infaliblemente. Nuestra oración nunca será en vano. Mas las acciones de Dios se encuadran en el plan general de su Providencia. Dios tiene planes a respecto de cada

hombre en particular, como tiene planes a respecto de la humanidad en general. A veces, Dios da a entender a un alma sus designios acerca de ella; otras veces, sin embargo, mantiene el alma en la obscuridad. Él quiere de esa misma alma una fidelidad a toda prueba, inclusive en la más completa obscuridad. Entonces, es preciso que el alma persevere en la oración, aun incluso en la oración “importuna”, y confíe que su oración no será frustrada. ¡Cuántos años de oración y ríos de lágrimas costaron a Santa Mónica la conversión de su hijo Agustín!

Un día vendrá en que esa persona conocerá que fue atendida más allá de toda medida, según los designios maravillosos de Dios a respecto de ella. Y el auge de ese conocimiento se dará en el Cielo. Inclusive Dios puede establecer que, sólo después de cerrar los ojos para esta Tierra y abrirlos en el Cielo, el alma entenderá qué pasó, viendo que sus oraciones fueron colmadas con gracias que sobrepasaban todo el conocimiento y todas las esperanzas terrenas. Y quedará eternamente agradecida.

Víctimas expiatorias

Queremos ahora referirnos a las almas muy privilegiadas, que Dios escoje como víctimas expiatorias por los pecados de la humanidad; o, más específicamente, por el bien de la Iglesia, sometida hoy al ataque soez y articulado de adversarios traicione-

ros, y de otro lado, infelizmente, a las infidelidades, apostasías, delitos y caídas de todo orden, que deshonran el nombre cristiano. En esa situación, ser escogido por la Divina Providencia, en la oscuridad de nuestra alma, como víctima expiatoria, es un privilegio cuya gloria sólo en el Cielo comprenderemos perfectamente.

Mencionamos aquí este caso extremo, porque puede darse con cualquier alma, cuando ella menos lo espera. Si fuese el caso del misivista, sería un privilegio y una gloria para él. Pero no todos están en

ese caso extremo. Lo más común es que Dios vaya dilatando el atendimiento de nuestras oraciones, a la espera del momento más oportuno para sacarnos del apuro. Y entonces veremos que fuimos atendidos muy por encima de las expectativas más optimistas, confirmándose la verdad recordada más arriba, de que Dios es absolutamente fiel a sus promesas.

Y quien se reirá entonces de los ateos seremos nosotros, será Dios,

según lo que está escrito: “Qui habitat in coelis irridebit eos” (Salmos 2, 4) — Aquel que habita en los Cielos se reirá de ellos.

Intercesión infalible

Esta respuesta, sin embargo, no estaría completa si no recordásemos que el católico debe elevar sus plegarias a Dios por la mediación de Nuestra Señora, cuya intercesión a nuestro favor es infalible. Así lo dice San Bernardo, en la célebre oración “Acordaos”, y lo repite San Luis María Grignion de Montfort en el Tratado de la Verdadera Devoción

San Luis Grignion de Montfort resalta la eficacia de la oración confiante dirigida a la Virgen Santísima

a la Santísima Virgen: “María es tan caritativa que no rechaza a ninguno de los que imploran su intercesión, por más pecador que sea, pues –como dicen los santos– jamás se ha oído decir que alguien haya acudido confiada y perseverantemente a Ella y haya sido rechazado” (nº 85).

TESOROS DE LA FE Julio de 2002 55

Vidas de Santos

FUE

EN EL

PEQUEÑO poblado de Montilla, cerca de Córdoba, en España, donde nació Francisco Solano, hijo de padres católicos ejemplares.

De temperamento pacífico y bondadoso, atraía a todos por su modestia y suavidad. Pero estaba dotado de una voluntad de hierro y de gran determinación. Sabiendo que la virtud no se adquiere sino con mucho esfuerzo, frecuentaba asiduamente los sacramentos, principalmente los de la confesión y comunión, y procuraba domar los malos impulsos de la carne por medio de la oración y rigurosa penitencia.

Pero eso no impedía que fuese un muchacho alegre y servicial. Estudiante en el colegio de los jesuitas, en las horas libres cultivaba el jardín de su padre, cantando mientras trabajaba.

San Francisco Solano Música y penitencia

En la iglesia de la Compañía, en Quito, a los pies de Nuestra Señora de Loreto se venera la imagen de Santa Mariana de Jesús, teniendo al lado varias de sus reliquias, entre ellas la guitarra (a la izquierda) y la caja de costura (a la derecha).

al servicio de la catequesis

A LFONSO DE SOUZA

San Francisco Solano, cuya fiesta conmemoramos el día 14 de este mes —santo genuinamente franciscano a quien las fieras, las aves y los indios más feroces obedecían— tenía alma de poeta en cuerpo de asceta, animado por una ardiente devoción mariana y celo apostólico

A los 20 años entró al noviciado de los franciscanos de su ciudad, donde aumentó sus penitencias. Como dice un biógrafo suyo, “quiso realizar el tipo perfecto del franciscano, aunando la dulzura de San Francisco con la austeridad de San Pedro de Alcántara” (cfr. FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL, O.S.B., Ediciones Fax, Madrid, 1945, t. III, p. 184). Dormía sobre sarmientos, usando como almohada un tronco de madera. Durante el Adviento y la Cuaresma casi no comía, y tomaba disciplinas (se flagelaba) hasta sangrar.

Hecha su profesión religiosa, cursó filosofía y teología y recibió las sagradas órdenes, dedicándose al apostolado de la palabra.

En poco tiempo fue nombrado maestro de novicios de un convento, y después superior de otro, pero pedía

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dispensa de cualquier cargo para poder dedicarse enteramente a la predicación. Su palabra era persuasiva y penetraba profundamente los corazones. En breve tiempo pasó a ser conocido como el fraile santo.

Quiso huir de esa popularidad y, por humildad, ir a predicar a tierra de infieles, en busca del martirio. No obtuvo permiso para ir al Africa, sino para evangelizar el Nuevo Mundo. Así partió hacia Sudamérica en 1589.

En las costas del Perú, el navío encalló en un banco de arena durante una tormenta y amenazaba con partirse. Gran parte de la tripulación se salvó en los botes; pero no había lugar para todos. Fray Francisco escogió quedarse con los remanentes, para prepararlos para una posible muerte. Animó a los pobres colonos españoles a bordo y les habló de la vida eterna. Enseñó a los esclavos que iban a bordo los rudimentos de la Religión, y los bautizó.

El navío no soportó el embate de las olas, y al segundo día se partió en dos, llevando hacia el fondo del mar a gran parte de los esclavos. Los que tuvieron la dicha de permanecer en la parte del navío presa a la arena se reunieron en torno del misionero, aguardando su futura suerte. Él los animó y les predijo que una chalana volvería a recogerlos. Y así sucedió al tercer día después del naufragio.

Apaciguador, armonizó a colonizadores e indios

El grupo de franciscanos del cual hacía parte Francisco Solano llegó a Santiago del Estero (Argentina) en noviembre de 1590. Durante diez años debían recorrer aquella región levantando iglesias, formando villas, catequizando, bautizando, civilizando. Catequizó el Perú, gran parte de Argentina, de Bolivia y del Paraguay. Realizó todo eso andando a pie y descalzo a través de los bosques, desiertos, ríos, pantanos, selvas llenas de insectos malignos y enervantes. Además de eso, el más arduo trabajo de Francisco era hacer convivir a españoles e indios como buenos cristianos. Dificultaban esta relación la esclavitud, que estaba en los hábitos de la época, y las costumbres bárbaras de los indígenas, así como la codicia del oro, que a veces se sobreponía a los sentimientos cristianos.

Algo singular en este santo jovial es el papel desempeñado por la música en su apostolado. Con el violín (algunos autores hablan de arpa o de una especie de viola), que él tocaba con mucha elevación y sentimiento, apaciguaba los espíritus, incluso los instintos salvajes de los aborígenes. Con él también cantaba alabanzas a la Virgen o al Santísimo Sacramento.

Cierta vez en que acompañaba al Santísimo en una procesión, su espíritu se elevó, en un entusiasmo tan ardiente por Dios ahí presente en la Hostia, que comen-

Desde este púlpito, que se conserva en la iglesia de San Francisco en Trujillo, nuestro Santo predijo el sismo que asolaría esa ciudad quince años después de su muerte.

zó a tocar y a bailar. Lo cual hacía también frecuentemente delante de imágenes de Nuestra Señora. Don de lenguas y de milagros

Aprendió milagrosamente en 15 días el dialecto de una tribu indígena. Adquirió también el don de lenguas, hablando en español a indios de tribus diferentes, siendo entendido como si estuviese expresándose en el dialecto de cada una.

Una vez, por ejemplo, estando en San Miguel del Estero durante las ceremonias del Jueves Santo, vino una terrible noticia: miles de indios de diversas tribus, armados para la guerra, avanzaban para atacar la ciudad. El griterío fue general. Sólo, Fray Francisco, calmo, salió al encuentro de los salvajes. Éstos, que lo respetaban, pararon para oírlo. Y cada uno lo entendió en su propia lengua. Quedaron tan emocionados, que un enorme número de ellos pidió el bautismo. Al día siguiente, se observó este portento: al lado de los españoles, estos indios ya convertidos participaban en la procesión de Viernes Santo, flagelándose por causa de sus pecados.

En otra ocasión, supo que los indios querían mudarse del lugar, por falta de agua en la región. Eso pondría fin al apostolado que el Santo estaba haciendo con ellos, pues se dispersarían. Francisco los llamó y les dijo que no había motivo para mudarse, porque allí cerca había una fuente. Fue con los indios incrédulos hasta una área árida, y designando un lugar con su bastón, mandó que cavasen. Brotó una fuente tan abundante, que con el tiempo fue posible, con su agua, mover simultáneamente dos molinos.

En 1559, Francisco Solano fue nombrado custodio de toda la región de Tucumán (Argentina). Eso lo obligaba a viajar casi sin parar, lo que significaba también predicar casi incesantemente.

Cierto día, estando el Santo en una aldea, surgió un toro furioso. Cada uno huyó por su lado; sólo Francisco permaneció calmo a la espera del animal. Cuando éste iba a agredirlo, le habló con voz suave pero firme, reprendiéndolo por su maldad. El toro bajó la cabeza y lamió los pies descalzos del franciscano. Debido a este hecho, San Francisco Solano fue declarado patrono de los toreros.

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En la “Lima de los Santos”

San Francisco fue nombrado superior del Convento de Lima. En esta ciudad se dio el hecho sorprendente y sin precedentes, de presenciar la muerte de cinco santos en un espacio de 39 años: Santo Toribio de Mogrovejo (1606), San Francisco Solano (1610), Santa Rosa de Lima (1617), San Martín de Porres (1639) y San Juan Macías (1645). Por eso, la capital peruana también fue llamada la Lima de los Santos.

Cuando predicaba en la ciudad de Trujillo, de repente prorrumpió en amargos sollozos. Acababa de prever el terremoto que la destruiría algunos años más tarde.

Otra vez, en Lima, predicaba la reforma de vida, amenazando a la ciudad con los castigos y venganzas celestiales, a causa de los vicios de sus habitantes. Y lo hizo con tanta fuerza, que provocó una corrida a los confesionarios y a las iglesias, conmoviendo a toda la ciudad. Algunos lo denunciaron al Virrey y al Arzobispo por provocar aquel alboroto. Pero el Virrey conocía muy bien sus arrebatos y su lenguaje, y el Arzobispo era un Santo que comprendía muy bien a otro Santo.

Su lenguaje se hacía severo cuando era necesario, pues el Santo vivía arrebatado con las bellezas de Dios. Una flor, un bello paisaje, una palabra, lo que fuese, a veces eran capaces de llevarlo al éxtasis. Frecuentemente, durante sus sermones, de repente permanecía inmóvil y como que arrebatado de Dios.

Cierto día preguntó a un enfermo cómo se sentía. A la simple respuesta –“Ya estoy bien, gracias a Dios” –, entró en tal alegría, que tomó dos bastones que había cerca y comenzó a danzar, con una felicidad celestial.

Pasaba horas de horas por las noches delante del altar, rezando, cantando y tocando. Él comprendía bien el dicho popular de que “cantar es rezar dos veces”. Conocía una gran serie de himnos litúrgicos y populares, y los cantaba, frecuentemente acompañado de su violín.

Su candor y su bondad atraían a los hombres y hasta a los animales. Los pájaros se posaban familiarmente en sus hombros o en la cabeza. Para los indios, era casi un dios, a quien

Alameda de los Descalzos. Al fondo, la Recoleta de Nuestra Señora de los Ángeles fundada por San Francisco Solano, en 1592

obedecían los elementos de la naturaleza. Los españoles lo veneraban como a un santo.

Santa muerte y glorificación póstuma

Su última enfermedad duró dos meses, durante los cuales mantuvo emocionantes coloquios con el Crucificado, con María Santísima y con los Santos. Su habitual dulzura no lo abandonaba un solo momento. Aceptaba todas las incomodidades de la fiebre en lugar de la disciplina, que no podía usar. Quien pasase por la enfermería lo oiría exclamar jubiloso piadosas jaculatorias.

En el momento de su última agonía, los frailes cantaban el Credo. A las palabras “Nació de Santa María Virgen”, y mientras la campana tocaba indicando el momento de la Elevación, durante la Misa conventual, rindió su alma a Dios.

Su muerte, acaecida el 14 de julio de 1610 –fiesta de San Buenaventura, a quien le tenía mucha devoción–fue un acontecimiento público. Multitudes hacían cola para poder pasar delante de su cajón. Los indios acudieron para ver una vez más al padre bienamado. Todos querían una reliquia suya, y fue necesario cortar en pedacitos varios hábitos en él tocados para atender los pedidos. Una mujer no se contentó con tener una reliquia indirecta, y, en un exceso, arrancó con los dientes uno de los dedos del Santo.

El cajón del humilde fraile fue llevado, durante el cortejo fúnebre, por el Arzobispo de la ciudad, sucesor de Santo Toribio, y por el Virrey.

Los milagros se sucedieron en su tumba o por su intercesión. Sólo para el proceso de beatificación fueron presentados más de 100. Y para el de canonización, que tuvo lugar en 1726, otros 30.

Obras consultadas.-

LES P ETITS BOLLANDISTES, Bloud et Barral, París, 1882, t. IX, pp. 8 y ss. ENRIQUETA VILA, Santos de América, colección Panoramas de la Historia Universal, Ediciones Moreton S.A., Bilbao, 1968, pp. 93 y ss.

Editado por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la

Alianza de Fátima

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8 8 TESOROS DE LA F E   

Tesoros dela Fe Assumpta est Maria in Coelum

Y la Virgen María fue asunta a los Cielos...

TRANSCURRIDOS algunos años desde la Ascensión del Señor, mientras la mayor parte de los Apóstoles predicaba lejos de Palestina, llegó la hora en que el Cielo reclamaba la presencia de la Virgen Santísima. Jesús, su Divino Hijo, se apareció para comunicarle que en breve vendría a buscarla. María le reveló a San Juan Evangelista, su amado anfitrión e hijo por adopción, el mensaje que el Señor le trajo, rogando para que llamase a San Pedro y a Santiago. De este modo, la Virgen María entregó su alma a Dios en brazos de los Apóstoles. Por lo general, se admite que la muerte haya puesto fin a aquella vida tan preciosa, y esta doctrina es la más probable. Una muerte tan indeciblemente suave y serena, que es denominada “dormición” por los Padres de la Iglesia en Oriente. Sin embargo, existe entre los teólogos una escuela que rebate el hecho de la muerte de Nuestra Señora: según esta opinión, la Virgen María habría pasado de la vida terrena a la vida celestial sin que su alma se hubiese separado físicamente del cuerpo.

En todo caso, al término de su peregrinación terrena, el alma glorificada de María, animó y transformó su cuerpo, dándole aquella vida gloriosa, inmortal, impasible y luminosa que ya adornaba al Hijo de Dios. Y así, la gloriosa Virgen fue llevada al Cielo en cuerpo y alma, en los brazos de los ángeles, al encuentro del Eterno Padre.

Una antigua y muy querida devoción de los peruanos

EN EL PERÚ, la devoción a Nuestra Señora en el misterio de su Asunción se remonta a los primeros años de la evangelización. La ciudad de Arequipa, fundada el 15 de agosto de 1540, se erigió bajo su maternal patrocinio. Lo mismo ocurre con muchas otras localidades del interior del país.

En el altiplano, de las cuatro monumentales iglesias que tiene Juli, una está dedicada a la Asunción. Su altar mayor ostenta un hermoso lienzo de grandes dimensiones que representa a la Virgen María subiendo a los Cielos. En otros tiempos se le profesó gran veneración, siendo su fiesta una de las más atractivas de la región.

En la cusqueña provincia de Urubamba, se rinde culto a Nuestra Señora de la Asunción de Tiobamba. Esta milagrosísima imagen se apareció en el siglo XVII a una india tullida.

También en Cutervo la devoción a la Virgen Asunta es muy antigua, pues consta que en 1686 ya existía una cofradía en su honor.

Otras tres imágenes de esta devoción se veneran en el Callejón de Huaylas. La más celebrada es la de Huata, próxima a Caraz. Se trata de una imagen de talla a la que se le atribuye la resurrección de un niño que su madre dejó exánime al pie del altar. Las otras se encuentran en la Parroquia de Huaylas y en Sihuas, provincia de Pomabamba.

Detalle de La Asunción de la Virgen, Tiziano (15161518) – Santa Maria Gloriosa dei Frari, Venecia.
 N° 8 - Agosto de 2002 - Año I

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EspiritualEspiritual EspiritualEspiritual Espiritual

“Ecclesia festinat lentae”— La Iglesia se apresura lentamente, dice un adagio referente a la sabia y majestuosa calma con que la Esposa de Cristo va explicitando su doctrina a través de los siglos. Así, pasaron casi dos mil años para que proclamara en 1950, durante el pontificado del Papa Pío XII, el dogma de la Asunción de María a los Cielos.

Esta maravillosa verdad de Fe, apoyada en la Revelación, se justifica por la admirable fórmula de San Agustín: “Poterat, volevat, ergo fecit” — “Dios podía, quería, luego lo hizo”. ¿Qué más podría querer Jesucristo que honrar así a su Madre, la misma que, al consentir la Encarnación, abrió para toda la humanidad las puertas del Cielo? Es lo que explica el mismo Pío XII en el trecho que sigue.

El Dogma de la Asunción

“TODOS ESTOS argumentos y razones de los Santos Padres y teólogos se apoyan, como en su fundamento último, en las Sagradas Letras, las cuales, ciertamente, nos presentan ante los ojos a la augusta Madre de Dios en estrechísima unión con su divino Hijo y participando siempre de su suerte. Por ello parece como imposible imaginar a aquella que concibió a Cristo, le dio a luz, le alimentó con su leche, le tuvo entre sus brazos y le estrechó contra su pecho, separada de Él después de esta vida terrena, si no con el alma, sí al menos con el cuerpo. Siendo nuestro Redentor hijo de María, como observador fidelísimo de la ley divina, ciertamente no podía menos de honrar, además de su Padre eterno, a su Madre queridísima. Luego, pudiendo adornarla de tan grande honor como el de preservarla inmune de la corrupción del sepulcro, debe creerse que realmente lo hizo.

“Pues debe sobre todo recordarse que, ya desde el siglo II, la Virgen María es presentada por los Santos Padres como la nueva Eva, aunque sujeta, estrechísimamente unida al nuevo Adán en aquella lucha contra el enemigo in-

fernal; lucha que, como de antemano se significa en el protoevangelio (Gen. 3, 15), había de terminar en la más absoluta victoria sobre la muerte y el pecado, que van siempre asociados entre sí en los escritos del Apóstol de las gentes (Rom. 5 y 6; I Cor. 15, 21-26; 54, 57). Por eso, a la manera que la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y último trofeo de esta victoria; así la lucha de la Bienaventurada Virgen común con su Hijo, había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal; pues, como dice el mismo Apóstol, cuando este cuerpo mortal se revistiere de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que fue escrita: absorbida fue la muerte en la victoria (1 Cor. 15, 54).

“(...) En consecuencia, como quiera que la Iglesia universal, en la que muestra su fuerza el Espíritu de verdad, que la dirige infaliblemente a la consecución del conocimiento de las verdades reveladas, ha puesto de manifiesto de múltiples maneras su fe en el decurso de los siglos, y puesto que todos los obispos de la redondez de la tierra piden con casi unánime consentimiento que sea definida como dogma de fe divina y católica la verdad de la Asunción corporal de la

Beatísima Virgen María a los cielos — verdad que se funda en las Sagradas Letras, está grabada profundamente en las almas de los fieles, confirmada por el culto eclesiástico desde los tiempos más antiguos, acorde en grado sumo con las demás verdades reveladas y espléndidamente explicada y declarada por el estudio, ciencia y sabiduría de los teólogos—, creemos que ha llegado ya el momento preestablecido por el consejo de Dios providente en que solemnemente proclamemos este singular privilegio de la misma Virgen María. (...)

“Por eso, después que una y otra vez hemos elevado a Dios nuestras preces suplicantes e invocado la luz del Espíritu de Verdad, para gloria de Dios omnipotente que otorgó su particular benevolencia a la Virgen María, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para aumento de la gloria de la misma augusta Madre, y gozo y regocijo de toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

“Por eso, si alguno, lo que Dios no permita, se atreviese a negar o voluntariamente poner en duda lo que por Nos ha sido definido, sepa que se ha apartado totalmente de la fe divina y católica.”  P ÍO XII, Constitución Apostólica Munificentissimus Deus, del 1º de noviembre de 1950

2 2 TESOROS DE LA FE Agosto de 2002

Santa Rosa de Lima y la vocación del Perú

Nació Rosa en Abril, mes de las flores, y en Lima, que su azahar cambió en rubíes, pues por darla en la Patria más estima, no pudiendo en el Cielo, nació en Lima.

(DON ANTONIO DE OVIEDO, CONDE DE LA GRANJA)

ROSA DE SANTA MARÍA, la primera flor de santidad del Nuevo Mundo, nació en la Ciudad de los Reyes el 20 de abril de 1586. Fueron sus padres Doña María de Oliva, criolla limeña de ascendencia española, y Don Gaspar Flores, de familia de hidalgos españoles, el mejor “Gentilhombre de la Compañía de Arcabuzes de la Guarda deste Reyno”, que sobresalió tanto por sus hechos de armas como por su cultura (fue intérprete general del quechua para la Real Audiencia).

Rosa fue bautizada en la iglesia de San Sebastián –donde recibió también el agua bautismal San Martín de Porres– con el nombre de Isabel, en atención a su abuela materna. Sin embargo, Santo Toribio de Mogrovejo, en el curso de una de sus legendarias visitas pastorales, al administrarle el sacramento de la Confirmación en

Quives, movido por una inspiración sobrenatural le impondría el nombre de Rosa. Así la llamaba su madre, a raíz de un prodigio ocurrido a los tres meses de nacida. Estando en su cuna, al levantar el velo que la cubría para cerciorarse si estaba dormida, vio con asombro el rostro de la niña de tal manera transformado, que parecía una rosa hermosísima.

Pasados los años se entristecía “de ver que la llamasen Rosa, por ser un nombre célebre, y de mucha hermosura y belleza”. Su actitud cambió cuando Gonzalo de la Maza le dio a leer la vida de la virgen franciscana Santa Rosa de Viterbo. Pero la situación quedó definitivamente zanjada cuando, estando ante la Virgen del Rosario, Nuestra Señora le dio a entender que su Hijo gustaba que se llamase Rosa y Ella, de Santa María.

TESOROS DE LA F E Agosto de 2002 33 33
    Vidas de Santos

A este respecto comenta el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira: “Tengo la impresión de que Santa Rosa de Lima se llamó Rosa por una coincidencia providencial. Y que ella es una rosa en el conjunto de los Santos del Perú, así como el Perú es una rosa en el conjunto de las naciones hispanoamericanas. Ella es un símbolo de una perfección espiritual, pero también un símbolo de la vocación del Perú”, que el gran líder católico resumía en la trilogía Grandeza–Señorío–Santidad

Es precisamente la grandeza contemplativa, el sentido de la Causa católica en su conjunto, lo que más trasluce en la espiritualidad de Rosa.

Forjando su vocación

A la edad de cinco años se propuso jamás ofender a Dios mortalmente, hizo voto de virginidad y empezó a menospreciar las cosas del mundo. Fue virgen que, aunque tentada violentamente por el demonio –a quien llamaba “el sarnoso”– nunca le dio entrada, y para estas materias mortificó su cuerpo.

Llegada Rosa a la edad juvenil, la lucha por la santidad comenzó por donde menos debía esperarse y por donde más es de temerse. Su misma familia, y lo que sorprende más, su propia madre, fueron los que más encarnizadamente la combatieron. Las manifestaciones de la extraordinaria vida mística y ascética de su hija, doña María las achacaba a manías, ilusión o fanatismo devoto; y si recapacitaba, muy pronto la pasión y el mal humor que la dominaba volvían a cegarle, echando por tierra sus buenos propósitos.

Desde muy niña Rosa había rogado a su divino Esposo le concediera tres favores: que sus penitencias no fuesen vistas; que las mercedes que Dios le hacía no fuesen conocidas por los hombres; y, que se mitigase el color de su rostro “porque no parecía sino una Rosa”.

Tuvo desbordante caridad para con sus prójimos, compadeciéndose de sus necesidades espirituales y materiales. Pero en particular se compadecía de las miserias públicas donde Dios Nuestro Señor era ofendido. Rezaba siempre por el estado de la Santa Iglesia Católica, por las almas del Purgatorio, por la conversión de los infieles y pecadores, y por la ciudad de Lima. También por sus padres espirituales y corporales, por las personas que se encomendaban a sus oraciones, y por las que tenía alguna obligación.

En más de una oportunidad la Providencia impidió que Rosa ingresara en alguno de los conventos de clausura que a la sazón comenzaban a poblar Lima. Así entendido, a los veinte años se hizo Terciaria Dominica con el nombre Rosa de Santa María . Para abstraerse del mundo, ayudada por su hermano Francisco, construyó con sus propias manos una ermita de adobe, que se conserva en el huerto posterior de la casa en que nació.

Desposorio místico

La santa limeña fue devotísima de la Virgen del Rosario, quien le enseñaba, consolaba y visitaba junto con su Santísimo Hijo. Su imagen, existente en la iglesia de Santo Domingo, cambiaba de rostro cada vez que le solicitaba algún favor y le significaba los sucesos futuros del reino. Fue a sus plantas que recibió una de las mayores mercedes que obtuvo del Cielo, el Domingo de Ramos de 1615. Los religiosos repartieron todas las palmas que habían bendecido y no alcanzó para Rosa, quien quedó entristecida; pero enseguida, volviéndose a la sagrada imagen, arrepintiéndose de tal sentimiento por cosa de tan poca importancia, pidió perdón y dijo: “Señora mía, no quiero palmas de hombres, espero recibir la que por intercesión vuestra me ha de dar mi Señor Cristo”. Y continuando en oración vio que el rostro de Nuestra Señora estaba alegrísimo y el del Niño más aún, el cual mirándola le dijo: “Rosa de mi Corazón, sé mi esposa”. La santa, humillándose grandemente respondió: “Señor aquí esta vuestra esclava”. Rosa iniciaba, así, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en el Perú. Volvió a casa con este pensamiento y determinó hacer un anillo, señal del desposorio. Confidenciando esto con un hermano suyo, pidió que se grabase un corazón y un Jesús, a lo que su hermano completó: “Y una frase que diga: «Rosa de mi Corazón, sé mi esposa»”, lo que la llenó de gozo al ver que éste repetía las mismas palabras del Niño sin haberlas oído. Hecho el anillo, después de hacerlo colocar en el sagrario durante los días

“Una señora viuda muy rica, y muy noble ajustó con la madre de nuestra santa el matrimonio de un hijo único que tenía; mas propuesto el contrato a Rosa, se negó enteramente a ello, por estar entregada su virginidad al Dios de toda pureza; de donde se originaron todas las persecuciones de su madre, y demás familia.”

“Una señora viuda muy rica, noble con madre de nuestra santa el matrimonio de un hijo único contrato a Rosa, se negó enteramente a ello, por estar entregada su virginidad al Dios de toda pureza; de se originaron todas las persecuciones de su madre, y demás familia.”

4 4 TESOROS DE LA FE Agosto de 2002  

de Semana Santa, la mañana de Pascua lo recibió de manos del Padre Maestro Fray Alonso Velásquez. Defensora de la Eucaristía, misionera e hija ejemplar de la Contra-reforma

Cuando los calvinistas holandeses se aproximaron a las costas del Callao en julio de 1615 cundió la alarma en Lima y mientras los frailes dominicos fueron a tomar las armas, el Santísimo Sacramento quedó sin protección alguna en la Iglesia de Santo Domingo. Entonces, Rosa, “convertida en leona” se remangó las mangas y cortó los hábitos “para con más ligereza poder subir al altar” proponiéndose “luchar y morir por el divino Sacramento”.

Con frecuencia, decía Rosa a sus confesores: “Oh, quién fuese hombre, sólo para ocuparme en la conversión de las almas”, exhortando a los predicadores a la conversión de los indios idólatras. Y concertó con Fray Pedro de Loayza a que si él le daba la “mitad de las almas que por sus sermones se convirtiesen o enmendasen”, ella le daría la mitad “de todas cuantas buenas obras hiciese”. El celo catequizador la llevó al extremo –poco antes de morir– de adoptar un niño de un año para que tras haberlo educado fuese misionero.

Por eso, al fundarse en 1725 el convento franciscano de Ocopa, se tomó a Rosa por patrona. Este centro misionero amazónico materializaba el celo evangelizador de Rosa cuando ésta “ponía los ojos en los montes que ocupaban lo interior de la América, y sentía en sus entrañas que, pasadas las nevadas cumbres de aquellos ásperos collados y montañas inaccesibles, existían muchas almas que no conocían a Jesús”

Testifican los confesores de Rosa, que tuvo singular don del cielo para discernir espíritus y conocer, entre tantas revelaciones y visiones que tuvo, cuáles eran de Dios y cuáles eran del patrón “sarnoso”.

Oyendo decir a algunas personas que querían ir al Purgatorio por toda la vida, sólo por ver a Dios, Rosa decía que era algo bueno, pero que ella no quisiera sino ir luego al Cielo, que para esto la había creado Dios.

Santa muerte y posterior glorificación

Desde que cayó enferma supo que se había de morir y así se lo decía a todos. Viendo llorar a su madre, María de Oliva, le dijo: “No llore, madre mía, ni derrame lágrimas, porque las lágrimas valen mucho y sólo por los pecados se han de derramar”

Los tormentos de la agonía final de Rosa repitieron la Pasión del Calvario. Sus dolores sobrenaturales se asemejaban a una lanza de fuego que la atravesaba de pies a cabeza. “Dónde estas Señor mío, bien mío, regalo mío; cómo no te veo” murmuraba Rosa en su lecho de muerte haciendo suyas las palabras de Cristo en la Cruz, para añadir después “cúmplase Señor en mí tu santísima voluntad”. Así llegó al último trance, para el cual toda la vida se había prevenido y diciendo: “Jesús, Jesús, sea conmigo” expiró y entregó su alma a Dios, en la madrugada del 24 de agosto de 1617, fiesta de San Bartolomé. Al morir, su boca –como la de Cristo– estaba cubierta de sangre y su faz parecía “un vivo retrato de ... Nuestro Señor en la Cruz”

Oración que rezaba Santa Rosa (su confesor daba por seguro que era composición suya)

“Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío, a mí me pesa de haberos ofendido, por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas. Dios mío y verdadero esposo de mi alma y alegría de mi corazón, yo, os quiero amar, benignísimo Jesús, con aquel perfectísimo amor, eficacísimo amor, incontrastable amor, invencible amor, que todos los cortesanos del Cielo os aman, y más os quisiera amar, Dios de mi corazón y de mi vida. Quisiera amar, regalo mío, tanto como la Santísima Virgen os ama, y más os quisiera amar, salud y alegría mía y de mi alma. Quisiera amar tanto a vos, Dios mío, como Vos os amáis. Abráseme yo, consúmame yo, en fuego de divino amor, benignísimo Jesús”.

TESOROS DE LA F E Agosto de 2002 55  
Santa Rosa defendiendo la Eucaristía, anónimo, escuela cusqueña, s. XVIII – Museo de Osma, Lima.

Tan sólo a la vista de su venerable cadáver, los pecadores se confesaban a voces llenando los “confesionarios de lágrimas” y las “casas de modestia”. “Desde unas frías cenizas, y unos áridos huesos, sin voz, y sin lengua mudos”, completa Mujica “esta santa fue el predicador más eficaz que trastocó los cimientos mismos de la sociedad, reformando las conciencias del reino, los trajes y costumbres de toda la ciudad”

Su entierro fue apoteósico. Multitudes de gentes llenaron plazas, calles y azoteas. Concurrieron el Arzobispo Lobo Guerrero y los representantes del Cabildo de la Iglesia Metropolitana, los Magistrados y oidores de la Audiencia de Lima, que sólo hacían acto de presencia a la muerte de un virrey. Antes de ser sepultado, su venerable cadáver fue vestido seis veces por el fervor generalizado de obtener reliquias. Tenía su cuerpo yaciente una singular belleza. Rosa no parecía muerta sino dormida. Tras retirarse el arzobispo, y a pesar de la vigilancia, algún devoto “con ocasión de besarle los pies le arrancó un dedo dellos con los dientes”. Los fragmentos de los hábitos, las hojas de palma de su túmulo, las partículas de su escapulario y velo, el polvo y astillas de su sepulcro y ermita, se repartieron por todo el Perú empezando a curar enfermedades y a obrar numerosos milagros.

Como fue previsto por Rosa, su ejemplo cundió, cinco años después de su muerte se fundó el Monasterio de Santa Catalina, y sobre el solar de su protector don Gonzalo de la Maza, donde se refugió de la persecución que desató su familia contra ella, se levantó más adelante el Monasterio de Santa Rosa de las Monjas.

Clemente X, en su Bula de Canonización (1671), puntualizaba cómo esta santa era “una Rosa de muy suave olor a Dios, a los ángeles y a los hombres... y la primera que el Nuevo Mundo ha de poner en el catálogo de los santos... y de tal manera le inflamó con el fuego de su caridad, que no sólo recreó con su olor, sino que brilló con luz esplendente en aquella parte de la Casa de Dios que estaba en las tinieblas, para que

resplandeciese como el lucero de la mañana entre las tinieblas, como la luna en su plenitud en nuestros días y como el sol refulgente en perpetuas eternidades”. El Perú está en deuda con la Patrona de América y las Filipinas

No es el Perú actual ni un pálido reflejo de aquel Perú que Santa Rosa de Lima anhelaba y por el que tanto oró y sufrió. En el campo espiritual se asemeja a un país que permanece católico apenas por influjo de la inercia. Materialmente aún no se ha logrado un monumento que perennice la memoria de nuestra santa como le es debido. Sus veneradas reliquias son constantemente profanadas por manos sacrílegas sin que se eleven voces de protesta, salvo aisladas, ni se efectúen actos de desagravio y reparación ante tan monstruosos hechos. Años atrás fue robado del Santuario de la Av. Tacna el anillo que la santa mandara forjar para simbolizar su desposorio místico con Jesús; y, más recientemente, afectado el relicario y sustraídas las piezas de valor que contienen sus restos y que sostenían su cráneo, en el altar de los santos peruanos al interior de la Iglesia de Santo Domingo.

Suscite Dios, con la intercesión de Santa Rosa y por las manos de María, en este mundo de impiedad vírgenes consagradas al Señor, que a ejemplo e imitación de esta alma de admirable santidad, alcancen para el Perú la Divina Misericordia y el remedio de los males que aquejan a nuestra Nación, de modo que la realeza de la Santísima Virgen llegue a ser un hecho entre nosotros. Es lo que pedimos de rodillas ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario.

Obras consultadas.-

FRAY PEDRO DE LOAYZA, O. P., Vida de Santa Rosa de Lima, Ed. P. Joaquín Barriales, O. P., Santuario de Santa Rosa, Lima, 1985.

FRAY VICTORINO OSENDE, O. P., Santa Rosa de Lima, La Pluma Fuente, Lima, sin fecha.

RAMÓN MUJICA PINILLA , El ancla de Rosa de Lima: Mística y Política en torno a la Patrona de América, apud. Santa Rosa de Lima y su tiempo, Banco de Crédito del Perú, Lima, 1995.

6 6 TESOROS DE LA FE Agosto de 2002
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El Papa León XIII Entierro de Santa Rosa , anónimo, escuela cusqueña, siglo XVIII – Monasterio de Santa Rosa de las Monjas, Lima.

La Palabra del Sacerdote

Canónigo

Pregunta

Al enterarnos de ciertos escándalos que hacen noticia en la actualidad, al ver a los medios de prensa hablando de sacerdotes homosexuales y pedófilos, quedamos horrorizados.

Quisiéramos, en estas circunstancias, pedirle al R. P. Villac una palabra sacerdotal clara y orientadora, como acostumbran ser sus respuestas en esta sección.

Ayúdenos, padre, en medio de esta confusión que envuelve a la Iglesia, a la que tanto amamos.

Respuesta

La irrupción casi diaria de noticias sobre el asunto, en varios países de la Cristiandad, da la impresión de un fenómeno de grandes proporciones. Sin embargo, cuando se enumeran y analizan los casos narrados, se percibe que el fenómeno alcanza a una porción mínima del Clero católico, que cuenta en sus filas con centenas de millares de

sacerdotes en todo el mundo.

También llama la atención que las denuncias se refieren casi siempre a hechos ocurridos hace 20 ó 30 años atrás. ¿Por qué, de repente, son hechos públicos, simultáneamente, y en tan diversos lugares? ¡Cómo no pensar en una campaña orquestada con inconfesados fines!

Puesta así la cuestión en sus debidas proporciones, queda evidente que no se puede dejar de censurar con las palabras más enérgicas la prevaricación de esos sacerdotes que traicionaron de modo tan infame sus votos y su vocación. Traición en primer lugar a Jesucristo, del cual eran representantes y ministros; traición a la Iglesia, que les confió las almas para ser conducidas por el camino de la salvación y no de la perdición.

Dos pesos y dos medidas

De otro lado, se percibe la malicia intrínseca de esa campaña lanzada contra la

Iglesia en el hecho de que es toda la sociedad moderna la que padece de ese mal. La prensa –escrita, hablada o televisiva– favorece de todos los modos la difusión del más escandaloso permisivismo moral en todos los campos y en todos los estratos de la sociedad, y de repente se vuelve moralista farisaica en un punto específico (la pedofilia) y ¡descarga las baterías contra la Iglesia en ese punto! ¡Cómo no preguntarse con qué objetivos lo hacen...!

Es necesario, desde luego, notar que, muy frecuentemente, los mismos órganos de prensa que incriminan a la Iglesia a causa de los pecados de pedofilia de un cierto número de sacerdotes, de otro lado, son los mayores promotores de los pseudo derechos de los homosexuales. Fingiendo ignorar que, con frecuencia, el pecado de pedofilia es al mismo tiempo un pecado de homosexualismo. La contradicción no podría ser más flagrante: es preciso combatir la pedofilia –dicen

ellos– pero salvar al homosexualismo (lo que intentan hacer, pero no lo dicen...).

No puedo evidentemente, en sólo dos páginas, abordar el asunto en todos sus aspectos. Por esa razón no presento aquí una refutación cabal a la contraargumentación según la cual, en la relación pecaminosa entre dos adultos, entra la presunción de consentimiento entre las partes, mientras que en el caso de la pedofilia la presunción es de violencia o engaño, de donde serían dos casos típicamente distintos.

Digo simplemente que el consentimiento mutuo no salva al pecado de homosexualismo (como tampoco al de pedofilia, conforme algunos pretenden).

Celibato, gloria de la Iglesia

Removiendo así hábilmente del panorama la cuestión del homosexualismo, los promotores de la actual campaña contra la Iglesia embisten contra el

Pío XII: “Es necesario que el Sacerdote renuncie a todo cuanto es del mundo (1 Cor. 7, 32-33)”.

TESOROS DE LA F E Agosto de 2002 77

celibato eclesiástico, señalándolo como la causa de que “tan gran número” de sacerdotes busquen un paliativo en el abuso de menores.

El celibato eclesiástico es una de las glorias de la Iglesia latina. E incluso en las iglesias católicas de rito oriental, en que el celibato es optativo –siendo pues legítimamente practicada la ordenación de hombres casados– conviene recordar que sólo los sacerdotes célibes son elevados al episcopado. Ésta es la manera por la cual las iglesias orientales manifiestan su aprecio por el celibato.

Contra aquellos que piensan que el celibato de los clérigos es de introducción muy posterior a los inicios de la Iglesia, el Papa Pío XI recuerda que en el Concilio de Elvira, celebrado a principios del siglo IV, ya se encuentran los primeros trazos de esa prescripción: “Lo que ciertamente prueba –dice el Pontífice– que esta práctica estaba en uso de hace mucho”. De donde se deduce –concluye Pío XI–que “esta prescripción de la ley, no hace más, por así decirlo, que dar fuerza de

obligación a un como que postulado que se deriva del Evangelio y de la predicación apostólica” (Encíclica Ad catholici sacerdotii, del 20-12-1935, n° 67).

Pío XII profundiza esa razón, explicando por qué el celibato es “como un postulado que se deriva del Evangelio” . Dice él: “El sacerdote tiene como campo de su propia actividad todo lo que se refiere a la vida sobrenatural, y es el órgano de comunicación y de incremento de la misma vida en el Cuerpo Místico de Cristo. Por eso es necesario que él renuncie a ‘todo cuanto es del mundo’ (1 Cor. 7, 32-33). Y es exactamente porque debe de estar libre de las preocupaciones del mundo, para dedicarse todo al servicio divino, que la Iglesia estableció la ley del celibato, a fin de que quedase siempre manifiesto a todos que el Sacerdote es Ministro de Dios y padre de las almas. Con la ley del celibato, el Sacerdote, al revés de perder el don y el

encargo de la paternidad, lo aumenta al infinito, pues si no engendra hijos para esta vida terrena y caduca, los engendra para la celestial y eterna” (Exhortación Menti nostrae , del 23-09-1950, n° 21).

Para aquellos que han dicho que ésa es la opinión de los Papas anteriores al Concilio Vaticano II, basta citar a Paulo VI, el cual, en la carta encíclica Sacerdotalis caelibatus (2406-1967), observa que “el celibato sacerdotal, que la Iglesia guarda desde hace siglos como brillante piedra preciosa, conserva todo su valor incluso en nuestros tiempos, caracterizados por una transformación profunda en la mentalidad y en las estructuras” (enc. cit., n° 1). Y después de refutar al “coro de objeciones” que pretende sofocar “la voz secular y solemne de los Pastores de la Iglesia”, proclama: “No, esta voz es aún más fuerte y

serena; no viene sólo del pasado, viene del presente también ” (enc. cit., n° 13).

Los pontífices citados no hacen más que confirmar la tradición perenne de la Iglesia, cuyos santos y doctores siempre celebraron el celibato eclesiástico. Para no prolongarme en citaciones que llenarían un libro, menciono apenas a San Juan Crisóstomo (c. 340407), el cual afirma: “Conviene a aquel que asciende al sacerdocio ser casto como si ya morase en los Cielos” (De sacerdotio III, 4).

Pidamos a Jesucristo nuestro Redentor, por medio de María, Medianera universal de todas las gracias, que la actual embestida contra el celibato eclesiástico se destruya contra el peñasco de nuestro amor y de nuestra adhesión entusiasta al Espíritu Santo, que suscitó en la Iglesia esa gema preciosa de la castidad perfecta.

8 8 TESOROS DE LA F E Alianza de Fátima
*  Voz secular y solemne Editado por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la © 2002, Asociación Santo Tomás de Aquino Casilla Especial N° 14-060, Lima 14 PERÚ  497-1223 Fax: 358-2270 E-mail: sttomas@ec-red.com
Nuestro Señor Jesucristo instituyó el Orden Sacerdotal en la Última Cena. — La Última Cena, Frans Pourbus II * *

Tesoros dela Fe

N° 9 - Setiembre de 2002 - Año I

La Santísima La Santísima La Santísima La Santísima La Santísima

VirgendeVirgende VirgendeVirgende Virgen de CocharcasCocharcas CocharcasCocharcas Cocharcas

La Santísima La Santísima La Santísima La Santísima VirgendeVirgende VirgendeVirgende Virgen de CocharcasCocharcas CocharcasCocharcas Cocharcas

“Cocharcas” significa en quechua “pantano o lugar cenagoso”. En la noche oscura del paganismo, en medio de un lodazal, surgió el lirio de la devoción a la purísima Virgen de la Candelaria. Encandiló al indio y lo condujo a la práctica de la religión verdadera. Hoy, en medio del terrible pantano moral en que nos encontramos, volvamos las miradas a la Virgen de Cocharcas, para que haga renacer en el Perú esa misma Fe y devoción mariana, apresurando así el triunfo de su Inmaculado Corazón.

EN LAS MÁRGENES del río Pampas, en la provincia de Chincheros, Apurímac, sobre una florida meseta está situado este monumental Santuario Mariano.

Su historia remonta a los primeros tiempos del Virreinato. Hacia fines del siglo XVI vivía en San Pedro de Cocharcas un joven, descendiente del curaca Chuquisullca, llamado Sebastián Quimichi. En la víspera de la fiesta patronal, se hirió con un hacho de maguey encendido, cuyas astillas le atravesaron la muñeca de lado a lado. Lisiado y desdeñado en su tierra, se fue al Cusco a buscar trabajo. Allí, en casa de una palla (dama noble) del linaje de los Incas, se enteró que la Santísima Virgen tenía un santuario en el Collao, al borde del Titicaca, donde obraba incontables prodigios. Lleno de confianza, decidió marchar a Copacabana.

Puesto en camino, una noche tuvo un sueño sobrenatural, y al despertar descubrió que las astillas, que hacía tanto tiempo tenía dentro de la mano, habían quedado fuera sin lesión ni dolor alguno. Al llegar al santuario, completamente recuperado, sintió un gozo y una paz indefinibles y, postrándose

ante el altar de María, dejó que sus ojos y su alma le expresasen con lágrimas y suspiros la gratitud de su corazón. En retribución, se propuso llevar a su pueblo una copia de aquella imagen y promover su culto.

Para tal fin, viajó a La Paz y después a Potosí a la procura de limosnas. Con ellas adquirió, de regreso a Copacabana, una réplica de la venerada imagen que el propio escultor de ésta, Francisco Tito Yupanqui, había tallado para un clérigo del Tucumán fallecido antes de serle entregada. Feliz con su preciado tesoro, Sebastián iba ya a partir, cuando sucede algo inesperado: el Prior del Santuario ordena incautarle la imagen. Al parecer, supuso que el devoto había recogido esas limosnas a nombre de la Virgen del Lago y sin la autorización competente. Como ni sus ruegos, ni sus explicaciones bastaron, el buen Quimichi decidió ir hasta Chuquisaca y exponer ante el Obispo y la Audiencia la justicia de su causa. Finalmente, tras mover Cielo y tierra pudo rescatar su imagen.

El retorno a Cocharcas fue un continuo triunfo: “Iba por el camino Sebastián con sus compañeros —narra el cronista

Fernando de Montesinos— cantándole a la Virgen grandes elogios, que los montes y las peñas y los caminos se allanaban, dando paso a la Virgen, y que por donde pasaba, salían rosas, alhelíes y clavelinas y todas flores”. No escasearon los favores de Nuestra Señora a aquellas gentes sencillas, como tampoco faltaron las contradicciones. Al llegar a Urcos, extrañó al cura que un indio causase tanto alboroto y que, sin la autoridad del Prelado del Cusco, promoviese estas demostraciones. Avisó al Obispo, Don Antonio de la Raya, y éste ordenó que antes de entrar en la ciudad, decomisaran la imagen y condujesen a Sebastián a su palacio.

El devoto indio fue encarcelado y la imagen llevada a la Iglesia de la Compañía. Luego que todo se aclaró, el Prelado le autorizó a proseguir su viaje. Este incidente sirvió para que trascendiese más lo que ya se sabía de esta imagen y dio ocasión a que los vecinos del Cusco la honrasen y aclamasen. El Obispo concedió asimismo la facultad de venerarla en San Pedro de Cocharcas y fundar una cofradía en su honor.

Por fin, la sagrada imagen llega a Cocharcas

Fernando de Montesinos nos relata la llegada de la imagen a Cocharcas (pocos años después de la entrada de su gemela a Copacabana, en 1583): “Hubo muchas fiestas en el recibimiento de la imagen, danzas, cofradías de toda la doctrina con sus pendones, arcos de flores y regocijos de fuego. Entró en su casa la soberana Señora por el mes de Setiembre del año 1598; así como la imagen divisó el pueblo, comenzó a llover, estando sereno el cielo, y continuó la lluvia hasta que llegó a la iglesia; que se advierte, por presagio de bienes, en la relación desta historia, que se guarda en aquella santa Iglesia. Pusieron la imagen en el altar mayor, y luego comenzó Dios a obrar por ella grandes maravillas. Al principio se iban pintando los milagros; hoy como son tantos, no se cuida desto”

Pasado algún tiempo, viendo lo pobre que estaba su iglesia, Sebastián emprendió otra peregrinación a Chuquisaca para conseguir más limosnas. Sin embargo, en Cochabamba le aguardaban nuevas aflicciones: el vicario, no dando crédito a

las licencias que portaba, rasgó los papeles y le incautó lo recolectado. Al fin, el piadoso Sebastián cayó gravemente enfermo y, con cristiana resignación, entregó santamente su alma al Creador.

Al poco tiempo el dinero fue liberado y destinado a las mejoras del templo. Fue el primer Obispo de Huamanga, Fray Agustín de Carvajal, quien dispuso que la fiesta de la Virgen se trasladase al 8 de setiembre, dado que el 2 de febrero coincide con la estación de lluvias, lo cual era un obstáculo para la afluencia de peregrinos y una amenaza constante para los que se arriesgaban a llegar hasta el santuario.

En 1623 se le dedicó una nueva iglesia, que años más tarde reedificó y culminó el ilustre Obispo de Huamanga, Don Cristóbal de Castilla y Zamora. En un letrero, aún visible, se lee: “Acabóse esta Iglesia y Retablo de Ntra. Sra. de Cocharcas. Año 1675”. Su amplio interior atrae la atención por las muchas pinturas que decoran los muros, encerradas todas en valiosos marcos. Mons. Fidel Olivas Escudero hizo trasladar los restos de Sebastián a la sacristía el 14 de setiembre de 1903 y en la lápida que los cubre hizo grabar la siguiente inscripción: “Aquí yacen los restos de Sebastián Martín, Quimichu de la Virgen de Cocharcas. Año 1600”

Vicisitudes de una devoción cuatricentenaria

Tal es el más notable santuario de los Andes del Perú, tan afamado en los tiempos virreinales y cuya romería, concurridísima antaño, daba ocasión a una feria que ha decaído con el tiempo. También la iglesia ha sufrido algún deterioro, en especial a raíz del incendio de 1992. Y el tesoro de la imagen ha disminuido notablemente: el anillo de oro obsequiado por el Papa en 1600, las coronas imperiales donadas por los Reyes de España, la valiosa custodia del Santísimo y hasta el viejo libro manuscrito con la historia original, han desaparecido.

La venerada imagen de la Mamacha Cocharcas es una hermosa talla en madera policromada de regular tamaño. No sobresale por la finura de sus rasgos, pero es devota y tiene indudable parecido con su gemela de Copacabana. De pie, sostiene al Niño en su brazo izquierdo y la consabida candela y el canastillo en el derecho. Sobresale el amplio manto y el vestido, riquísimamente bordados.

En 8 de setiembre de 1946 se realizó la solemne coronación canónica de la imagen, precedida de una asamblea mariana en Ayacucho, a la que siguió un Congreso Mariano realizado en torno al mismo santuario.

La popularidad de esta devoción determinó que se extendiera rápidamente a otros valles. Existen réplicas de la Virgen de Cocharcas, por ejemplo, en el distrito de Sapallanga, en Huancayo, así como en Orcotuna. También en Lima hay un templo de esta advocación, cuyo origen data de tiempos virreinales, situado en el Jr. Huánuco, en Barrios Altos. 

Obras consultadas.-

MONS. ENRIQUE PÉLACH Y FELIU, Nuestra Señora de Cocharcas, Editorial Andina, Abancay, 1972.

P. RUBÉN VARGAS UGARTE, S. J., Historia del Culto de María en Iberoamérica y de sus Imágenes y Santuarios más celebrados, Madrid, 1956.

JOSÉ DE LA RIVA-AGÜERO Y OSMA, Paisajes Peruanos, Instituto Riva-Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1995.

2 2 TESOROS DE LA FE Setiembre de 2002
La Virgen de Cocharcas, en su altar monumental

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EspiritualEspiritual EspiritualEspiritual Espiritual

Se conmemora el 29 de septiembre la fiesta del glorioso San Miguel, cuya invencible combatividad en defensa de Dios omnipotente es así descrita en el Apocalipsis: “Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón, y peleó el dragón y sus ángeles, y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo” (Apoc. 12, 7-8).

El profeta Daniel lo denomina “Miguel, el gran príncipe, el defensor de los hijos de tu pueblo” (Dan. 12, 1), es decir, los hijos de la Iglesia, heredera en el Nuevo Testamento del pueblo de Israel. Por eso, tanto la Santa Iglesia como la mayoría de las naciones cristianas lo han hecho su patrono.

San Miguel es designado comúnmente como Arcángel. Sin embargo, tal calificación puede ser genérica y no significa necesariamente que pertenezca al octavo coro de los Ángeles (los Arcángeles). Es lo que señala el célebre exegeta jesuita, P. Cornelio A Lapide, nacido en Flandes —la actual Bélgica— en 1567, y fallecido en Roma, el 11 de marzo de 1637.

La extensa obra de este insigne hijo de San Ignacio, que comentó todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, es hasta hoy admirada universalmente, por la insuperable erudición, la escrupulosa diligencia y el luminoso ingenio con que trata sobre las Sagradas Escrituras. Hasta el punto de que, cuatro siglos después de escritos, sus magníficos comentarios y eruditas citaciones siguen gozando de autoridad. El Padre A Lapide resume los atributos de San Miguel en un texto de magistral brevedad y claridad. Aquí sus palabras:

San Miguel Príncipe de la Milicia celestial, poderoso escudo contra la acción diabólica

“Muchos juzgan que Miguel, tanto por la dignidad de su naturaleza, como por su gracia y gloria es absolutamente el primero y el Príncipe de todos los ángeles. Y esto se prueba, primero, por el Apocalipsis (12, 7), donde dice que Miguel luchó contra Lucifer y sus ángeles, resistiendo a su soberbia con el grito lleno de humildad: ¿Quién como Dios? Por lo tanto, así como Lucifer es el jefe de los demonios, Miguel lo es de los ángeles, siendo el

Imagen de San Miguel, con yelmo y revestida de armadura, puesta sobre la flecha de la torre de la Abadía de Mont Saint Michel (Francia)

primero entre los Serafines. Segundo, porque la Iglesia lo llama Príncipe de la Milicia Celestial, que está puesto en la entrada del Paraíso. Y es en su nombre que se celebra la fiesta de todos los ángeles. Tercero, porque a Miguel se le rinde culto hoy como protector de la Iglesia como otrora lo fue de la Sinagoga. Finalmente, en cuarto lugar, se prueba que San Miguel es el Príncipe de todos los ángeles, y por eso el primero entre los Serafines, porque lo dice San Basilio en la Homilía De Angelis: ‘A ti, oh Miguel, general de los espíritus celestes, que por honra y dignidad estáis puesto al frente de todos los otros espíritus celestiales, a ti suplico...’ ” 

(Cfr. C ORNELIO A L APIDE , Commentaria in Scripturam Sacram, t. 13, p. 112-114)

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Canónigo

Pregunta

Si Jesús redimió nuestros pecados, entonces ¿podemos hacer cualquier cosa, puesto que ya estamos redimidos completamente?

La Palabra del Sacerdote Respuesta

Ésa es la concepción

luterana de la Redención. Si así fuese, ello conduciría a los hombres al más completo amoralismo. Pues entonces se podría robar, matar, pecar contra la castidad, etc., que al final todos los predestinados irían para el Cielo. Por ahí se puede ver que estamos delante de un error monstruoso, que es preciso refutar.

La única condición, según Lutero, sería que los hombres tuviesen fe en la Redención de Jesucristo. Pero esta misma fe, él la concebía de manera errónea, como si fuese el resultado de una decisión irrevocable de Dios, que arbitrariamente escogió, desde toda la eternidad, a aquellos que Él quiere salvar y a los cuales dio el

don de la fe. Éstos pueden pecar a su antojo, pues están predestinados para el Cielo. A los que no deben salvarse, Dios no les da el don de la fe, e irán para el infierno, aunque lleven una vida intachable, de oración, penitencia y buenas obras, según los Mandamientos de la Ley de Dios.

En esa concepción, Dios habría hecho dos listas: la lista de los buenos (predestinados), que van a salvarse; y la lista de los malos (réprobos), que van a condenarse. ¡Y sería completamente imposible al hombre pasarse de una lista para otra, pues ellas ya estarían fijadas por Dios desde toda la eternidad y para siempre!

Una vez más, no podemos dejar de estremecernos delante de un error tan monstruoso. ¿Dónde

irían a parar la Sabiduría, la Justicia y la Misericordia de Dios?

“Pecca fortiter”

¿Y cómo es que uno puede saber si está en la lista buena o en la lista negra? Escudriñando el propio corazón –según la concepción protestante– y sintiendo que la fe late en su interior. Hecha esa constatación, el hombre debe remover cualquier duda sobre si se salvará o no. Si aconteciera que él pecara, y temiera por la salvación de su alma, debe acordarse que Jesucristo ya redimió de antemano todos nuestros pecados. Así, dudar de la propia salvación sería dudar del valor redentor del sacrificio de Cristo. Entonces, para sofocar esa duda, ¡Lutero aconseja que el hombre

peque aún más fuertemente –“pecca fortiter”– para demostrarse a sí mismo que él cree en la obra redentora de Cristo!

¿Cómo no asombrarnos delante de tan monstruosa ilusión?

La doctrina católica

La doctrina católica explica con sabiduría esa delicada cuestión, que envuelve de un lado la gratuidad de la gracia, y de otro lado, la libre colaboración del hombre. Aunque haya diversas escuelas teológicas a respecto de cómo se da esa misteriosa conjugación entre la gratuidad de parte de Dios y la libre pero necesaria colaboración por parte del hombre, hay un sustrato común a todas las escuelas, que se enuncia así: Dios quiere salvar a todos los hombres, y a todos les ofrece el don gratuito de la fe. Unos lo aceptan, y esa aceptación ya es fruto de la gracia; otros, sin embargo, lo rechazan, ¡y ese rechazo es exclusivamente por culpa del hombre!

Así, si el hombre se salva, su salvación es fruto de la gracia, que no obstante, no dispensa la colaboración del hombre. Sin embargo, si él se condena, lo será por culpa exclusivamente suya, pues no cooperó con la gracia.

La fe sin obras es fe muerta

Por la pre-ciencia divina, Dios sabe qué rumbo tomará cada hombre, pues conoce todas las cosas pasadas, presentes y futuras. Pero ello no interfiere con el libre albedrío del hombre, que continúa siendo libre para escoger entre el bien y el

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Hasta Melanchton, brazo derecho de Lutero, lamentó que éste se hubiese entregado a una vida disipada.

Por los méritos de la Pasión de Cristo, los pecados actuales son perdonados en la Confesión o por un acto de contrición perfecta

mal. Sólo que, cuando escoge el bien, lo hace movido por una gracia; cuando opta por el mal, está rechazando la gracia que lo incitaba al bien, oponiéndole alguna resistencia, y es por lo tanto culpable por el mal que hace.

Lutero niega el libre albedrío y afirma que el hombre no es verdaderamente libre para hacer el bien ni para hacer el mal. De donde se deduciría que él no tiene ningún mérito cuando alcanza el Cielo; sus buenas obras de nada le sirven para eso, como también sus pecados no impiden su salvación.

Según la doctrina católica, Dios quiere que el hombre colabore con la gracia, para que él tenga un mérito personal en alcanzar el Cielo. De ahí que el apóstol Santiago afirme en su Epístola, que la fe sin las obras es una fe muerta (Stgo. 2, 17-26). Como esto contraría la tesis de Lutero, él no tuvo ninguna duda:

suprimió del canon bíblico, como inauténtica, la Epístola de Santiago... “Simul justus et peccator”

Para nosotros, católicos, los pecados cometidos después del bautismo nos son perdonados por el Sacramento de la Confesión (o Penitencia) o bien por un acto de contrición perfecta. Y lo son por los méritos de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Una vez perdonados, quedamos limpios del pecado.

Para Lutero, ¡no! El hombre nunca queda verdaderamente limpio del pecado. Queda “justificado” delante de Dios, porque sus pecados son cubiertos por los méritos de Cristo. Sin embargo, por debajo de ese manto permanece el pecado. De modo que él es al mismo tiempo justo y pecador “simul justus et peccator”, según la fórmula de Lutero.

De la teoría a la práctica

Para quien piense que los principios teóricos no tienen consecuencias prácticas, la historia del protestantismo constituye un desmentido protuberante. Fue tal la disolución de las costumbres que sobrevino a esa prédica doctrinaria, en todas las clases sociales, que alarmó al propio heresiarca. Sin embargo el mal ya estaba hecho. La apostasía de sacerdotes, religiosos y religiosas fue enorme. El mismo Lutero, traicionando sus votos, en 1524 abandonó el hábito de religioso agustino, y en junio de 1525 se unió a Catalina Bora, una religiosa cisterciense salida de su monasterio. Melanchton, brazo derecho de Lutero, llegó incluso a lamentar que éste se hubiese entregado a una vida disipada, que deshonraba su vocación.

Otro ejemplo célebre: el landgrave Felipe de Hesse,

gran sustentáculo del luteranismo, empeñado en tomar una segunda mujer, pidió para eso autorización a Lutero y Melanchton, bajo la amenaza de que, si no se la concediesen, se uniría al Emperador (Carlos V), que patrocinaba la causa católica. Melanchton y Lutero le hicieron ver que tal actitud causaría gran escándalo. Sin embargo, delante de la insistencia y de las amenazas del landgrave, y “en atención a sus méritos en la defensa del Evangelio”, le concedieron el divorcio, con la condición de que lo mantuviese en secreto. Y así, Felipe de Hesse tomó una segunda mujer, colocándose claramente en una situación de poligamia.

Era, sin duda, una aplicación concreta del principio herético: Si Jesús redimió nuestros pecados, entonces podemos hacer cualquier cosa, pues ya estamos completamente redimidos... 

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Vidas de Santos

San Juan Masías

En la iglesia de la Compañía, en Quito, a los pies de Nuestra Señora de Loreto se venera la imagen de Santa Mariana de Jesús, teniendo al lado varias de sus reliquias, entre ellas

Místico de caridad insigne de nuestro siglo XVII

A medida que se agrava la descristianización de nuestra sociedad, los maravillosos Santos del Perú van siendo injustamente puestos en el olvido. Tengamos presente que, como la gloria perfecciona la gracia, los Santos nos ayudan desde el Cielo en el mismo sentido que lo hacían en la tierra, pero mucho más intensa y eficazmente. Y sepamos pedirle con devoción a San Juan Masías que, en esta época en que el País padece una miseria espiritual mucho mayor que su momentánea pobreza material, nos alcance benignamente el remedio para todos nuestros males.

NACIÓ JUAN en Rivera del Fresno (Badajoz), en la agreste Extremadura, el 2 de marzo de 1585, de padres de noble estirpe, aunque decaídos en la fortuna.

Desde muy niño sufre los reveses de la vida: a la edad de cuatro años pierde a su padre, y poco tiempo después fallece su madre. En su aflicción Juan recurre al Cielo, y es escuchado con creces. Una mañana, mientras apacentaba el rebaño de sus tíos, ve a su lado a un niño que le dijo ser San Juan Evangelista “encargado por Dios de tu custodia” y le anuncia que algún día lo llevaría “a tierras muy remotas y lejanas, donde se han de erigir en tu honor templos y altares”.

Largo peregrinaje hasta Lima

Hasta los veinte años Juan llevó la vida sencilla, recogida y relativamente oculta de un pastor. A esa edad marchó a Sevilla —entonces la ciudad más comercial e inquieta de España— donde entró al servicio de un mercader que se disponía a partir al Nuevo Mundo. Des-

la guitarra (a la izquierda) y la caja de costura (a la derecha).

pués de muchos preparativos embarca definitivamente hacia América en 1619 y tras cuarenta días de navegación arriba a Cartagena de Indias, donde queda sin empleo. Decide entonces seguir a Lima por tierra. Atravesando de Norte a Sur la Nueva Granada, sube después a Quito y llega finalmente a la Ciudad de Los Reyes, tras un largo y penoso viaje de cuatro meses y medio, en el cual recorrió novecientas leguas, unas a pie, otras en mula, entre las mayores angustias y fatigas.

La fuerza irresistible del llamado de Dios

En Lima, se empleó en labores de campo por un par de años en las afueras de la capital, hasta que conoció interiormente que el Señor le llamaba para servirle en la Orden de los Predicadores. Fue admitido como hermano lego en el convento recoleto de Santa María Magdalena (actual Plaza Francia) y, terminado el año de prueba, hizo su profesión solemne el 23 de enero de 1623, consagrándose desde entonces sin reservas a Dios y a sus hermanos más necesitados.

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Fue designado para el oficio de portero, que desempeñó con tanta excelencia que transformó la portería — tantas veces lugar de disipación y de ocio— en el teatro de su ardiente caridad y celoso apostolado.

Sentía mayor propensión al retiro y la soledad que a la conversación y la comunicación con los demás, según le confesó al Padre Maestro Ramírez: “si no lo ocupase la obediencia, nadie le habría visto jamás la cara”. Pero el oficio de portero, en el que perseveró por más de veinte años, contrariando su inclinación natural, le servía de continuo ejercicio de la obediencia, y por esto lo desempeñaba con tanto placer y alegría, como empeño y dedicación.

Su íntima unión con Dios se revelaba en hechos extraordinarios. Por ejemplo, mientras se celebraba la misa conventual, no tenía necesidad de ir al coro ni a la iglesia para ver y adorar a Jesús Sacramentado, porque en el momento de la elevación, podía contemplarlo milagrosamente desde la portería, aunque lo separaban del altar tres o cuatro muros compactos.

Sencillo y profundo, era frecuentemente consultado no sólo por las personas principales de la ciudad, sino por el propio Virrey Don Pedro de Toledo y Leyva, Marqués de Mancera, quien en 1643 ungió a la Santísima Virgen del Rosario —venerada en la iglesia de Santo Domingo— como Patrona y Protectora de los Reinos del Perú.

“Fray Juan, Fray Juan, ¿a dónde vas?”

Una noche en que un fuerte temblor de tierra sorprendió a Lima, la Comunidad estaba rezando el oficio en el coro, mientras San Juan Masías oraba en la capilla de Nuestra Señora del Rosario. El primer sacudón hizo que los religiosos corrieran fuera de la iglesia a refugiarse en el jardín del claustro, lugar tenido por menos peligroso. También él comenzó a huir, cuando le detuvo la Virgen llamándolo desde su altar: —“Fray Juan, Fray Juan, ¿a dónde vas?” —“Señora”, respondió él, “voy huyendo como los demás del rigor de vuestro Hijo Santísimo”. A lo cual replicó María: —“Regresa y quédate tranquilo que aquí estoy yo”. Obedeció el siervo de Dios, y retomando su oración pidió a la Virgen se compadeciese del pueblo cristiano. Al punto cesó el terremoto, y levantando el santo los ojos a la imagen, su protectora, vio su rostro radiante y con celestiales resplandores que iluminaban toda la capilla.

Elevada oración, insigne caridad

A las cinco de la mañana, después de tocar al alba, abría fray Juan la despensa donde guardaba los comestibles destinados a los pobres y los llevaba personalmente a la cocina, disponiendo todo lo necesario para el almuerzo. Cuando algo faltaba, él mismo se encargaba

de suplirlo. Hacia el mediodía, iniciaba la distribución del sustento a los necesitados.

A los sacerdotes y a otras personas honorables, decaídas por la adversa fortuna de una posición holgada, les atendía en un comedor especial y secreto, donde les preparaba con limpieza y esmero dos grandes mesas, y les servía de rodillas. A otros “pobres vergonzantes” (quienes por su condición social no podían mostrarse como mendigos) les enviaba en secreto la comida, junto con copiosas limosnas. Y a los enfermos les mandaba también medicinas y lenitivos.

Mientras tanto, otra turba famélica invadía en tropel los umbrales del convento. Salía entonces fray Juan con cuatro grandes ollas y le daba a cada uno su ración con un cucharón de madera, hasta dejar a todos satisfechos y contentos. Su inmensa caridad llegaba aún a socorrer, fuera de la portería, a huérfanos, viudas, ancianos y otros desamparados, con hasta doscientas raciones.

A pesar de ser tantísimos los concurrentes, a ninguno le faltaba el sustento necesario, ni se producía el menor desorden. Esta abundancia no se explica sin milagro: antes de comenzar a ingerir los alimentos, Juan hacía rezar a todos y luego echaba, a nombre de Dios, la bendición con la cuchara; y el Señor multiplicaba imperceptiblemente, tanto cuanto fuera necesario, la comida en las ollas.

Severidad contra el pecado

Sostenía nuestro Santo, sin embargo, que “no es digna de recibir limosna la persona que ofende a Dios”. A cierta mujer que pretendía excusar su conducta pecaminosa con la pobreza que sufría, el siervo de Dios se negó a socorrerla “hasta que se enmendase”, repulsa que la llevó al arrepentimiento y consecuente cambio de vida.

Cuando llegaba a su conocimiento alguna ofensa inferida al Sumo Bien, se entristecía, se afligía y sollozaba diciendo: “¿Cuándo terminarán, Señor, tantos pecados?”

El prodigioso borrico proveedor

Todos los días fray Juan solía enviar por las plácidas calles limeñas de entonces a un borriquillo cargado de dos grandes cestos, sin conductor ni guía, con el encargo de recoger las limosnas para sus pobres. El animalito se desempeñaba ejemplarmente, dirigiéndose a los lugares indicados, en el orden señalado. Al llegar a la puerta de cada comercio o vivienda, no se movía hasta que el dueño o un empleado pusiese en las canastas el donativo acordado, luego de lo cual proseguía su camino. De este modo atravesaba el borrico toda la ciudad, pasando por la plaza, el mercado y las casas de los devotos. Como éstos ya lo conocían, le llenaban a raudal los cestos con víveres y no faltaba quien dejaba algunas monedas.

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Nadie se atrevió jamás a quitarle nada, porque el jumento sabía muy bien defender a coces y mordiscos las limosnas recogidas.

¡Un millón de almas liberadas del Purgatorio!

Juan tenía la costumbre de rezar todas las noches, de rodillas, el Rosario completo. Una parte la ofrecía por las almas del Purgatorio, otra por los religiosos, y la tercera, por sus parientes, amigos y benefactores.

Oraba el Santo en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, cuando de pronto una mano dio un golpe sobre el altar. Sobresaltado, vio a su lado una sombra rodeada de llamas que le dijo: “Soy Fray Juan Sayago, que acabo de morir y necesito muchísimo de tus oraciones y auxilios; para que, satisfaciendo con ellos a la divina justicia, salga de estas penas expiatorias”, con lo cual desapareció. Vivió este fraile en el Convento del Santísimo Rosario, contiguo a la Iglesia de Santo Domingo, habiendo expirado a la misma hora en que se le apareció a nuestro Santo.

A la cuarta noche, hallándose Juan postrado en el mismo altar, se le volvió a aparecer el alma de aquel fraile, ahora luminosa, para decirle que gracias a sus oraciones y penitencias la Virgen lo había sacado del Purgatorio y llevado a gozar de la bienaventuranza eterna. A la hora de su muerte, obligado por la obediencia, Juan Masías confesó haber liberado durante su vida a un millón cuatrocientas mil almas.

Frecuentes levitaciones y éxtasis

Cabe mencionar un hecho acaecido en 1638, narrado por su biógrafo el Padre Cipolletti: Entrando por la noche en la iglesia un novicio, temblando y con una candela en la mano, por miedo del cadáver de don Pedro de Castilla que acababa de ser enterrado, al llegar al ábside del altar mayor, donde solía Juan orar todas las noches, topó el joven con su frente mientras subía las gradas, las rústicas sandalias del Santo que estaba elevado en dulcísimo arrobamiento.

El inexperto novicio, imaginando fuese el espectro del difunto, se atemorizó tanto, que dio un fuerte alarido, echó a correr, se accidentó y cayó. Al grito acudieron dos religiosos, quienes lo encontraron tendido en tierra y quemándose el hábito con la candela que debía prender las velas del altar para Maitines; lo alzaron en peso y lo llevaron a la cama. Sin embargo, ambos observaron que no obstante el estrépito nuestro Juan continuaba en el aire absorto enteramente en Dios. En cuanto al novicio, cayó gravemente enfermo y se asegura que el mismo Santo, con su oración lo sanó, de modo que en adelante no tuvo más miedo de los muertos.

Nuestro Santo predijo no pocas vicisitudes a las familias, como la caída de su vivienda a una y la pobreza a otra. Y en cuanto a los milagros, se sabe que salvó la vida a una niña cuyas piernas habían sido despedazadas por las ruedas de un coche; y, a un negro esclavo llamado Antón que se resbaló y fue a dar de cabeza al fondo de un pozo de gran profundidad.

El cronista Fray Juan Meléndez así lo describe: “Era de mediano cuerpo, el rostro blanco, las facciones menudas, de frente ancha, algo combada, partida con una vena gruesa que desde el nacimiento del cabello, del que era moderadamente calvo, descendía el entrecejo, las cejas pobladas, los ojos modestos y alegres, la nariz algo aguileña, las mejillas enjutas y rosadas, la barba espesa y negra”.

Su celda-habitación era pobrísima. Una tarima de madera cubierta con un cuero de buey le servía de cama, una frazada a los pies, una silla rústica para sentarse y un cajón viejo que usaba como ropero para guardar sus contadas pertenencias. Su único adorno era una imagen pintada sobre lienzo de Nuestra Señora de Belén que tenía a la cabecera de la cama.

Extenuadas sus fuerzas por el mismo fervor que lo iba consumiendo poco a poco, y por una vida siempre mortificada y penitente, no menos que por las continuas fatigas y frecuentes enfermedades que padecía, rindió su hermosa alma al Creador, el 16 de setiembre de 1645, a la edad de 60 años. Fue beatificado por Gregorio XVI el 22 de octubre de 1837 y canonizado por Paulo VI el 28 de setiembre de 1975.

8 8 8 TESOROS DE LA FE    Alianza de Fátima
 Obra consultada.Editado por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la © 2002, Asociación Santo Tomás de Aquino Casilla Especial N° 14-060, Lima 14 PERÚ  497-1223 Fax: 358-2270 E-mail: sttomas@ec-red.com
Profecías, prodigios y una santa muerte FRAY TOMÁS JACINTO CIPOLLETTI, O. P., Vida del Beato Juan Masías, Tip. “Liga Sagrada”, Cusco, 1949.

Tesoros dela Fe

La Patrona del Perú

AUNQUE EL ORIGEN del Santo Rosario –también llamado Salterio de María–se remonta a los tiempos apostólicos, el Cielo reservó a Santo Domingo de Guzmán (11701221) la misión de propagar esta devoción. Consternado a causa de la herejía albigense y los pecados de sus contemporáneos, se internó tres días en un bosque, quedando en continua oración y penitencia. Entonces, la Santísima Virgen se apareció y le dijo:

–“¿Sabes, querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo?

–¡Oh Señora –respondió él– tú lo sabes mejor que yo; porque, después de Jesucristo, tu Hijo, tú fuiste el principal instrumento de nuestra salvación!

–Pues sabe –añadió la Virgen–que la principal pieza de la batalla ha sido el salterio angélico, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por ello, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, predica mi salterio”.

Consolado e inflamado de celo por la salvación de las almas, Domingo volvió al combate predicando incansablemente la devoción que la Señora del Rosario le enseñara, y por todas partes reconquistaba almas: los católicos tibios se enfervorizaban, los fervorosos se santificaban; las órdenes religiosas florecían; convertía a los herejes que, abjurando de sus errores, volvían a la Iglesia por millares; los pecadores se arrepentían y hacían penitencia; expulsaba a los demonios de los posesos; operaba milagros y curaciones.

La Batalla de Lepanto

“En el lado que sigue del crucero Se admira en aparato de capilla la que es en Lima el celestial lucero, la que en la devoción constante brilla, Aquella Virgen, que en piadoso esmero es Patrona y la octava maravilla; pues, grandeza, primor y culto vario todo cede a la imagen del Rosario”.

habían conquistado Constantinopla y ocupado la isla de Chipre. Frente al inminente peligro el Papa de aquel tiempo, San Pío V, reunió con gran dificultad una escuadra gracias al apoyo del Rey de España, Felipe II, y de las Repúblicas de Venecia y Génova, del Reino de Nápoles, además de un contingente de los Estados Pontificios.

El 7 de octubre de 1571, en un combate desproporcionado, la escuadra católica enfrentó a la numerosísima flota musulmana, en el golfo de Lepanto. Luego de más de diez horas de encarnizada lucha, que hacía temer una derrota de imprevisibles consecuencias, ¡oh prodigio!, repentina e inexplicablemente, los turcos se batían en retirada con inmensas pérdidas.

Más tarde, los prisioneros musulmanes confesaron que una brillante y majestuosa Señora apareció en el cielo, amenazándolos e infundiéndoles tal temor, que se llenaron de pánico y comenzaron a huir. Esto ocurrió mientras la Cristiandad entera imploraba el auxilio de la Virgen del Rosario. En Roma, San Pío V había pedido a los fieles que redoblasen sus oraciones. En el preciso momento en que se decidía la batalla, el Pontífice tuvo una visión sobrenatural y conoció antes que ningún otro de la espectacular victoria.

En memoria de la estupenda intervención de María Santísima se introdujo en las Letanías Lauretanas la invocación Auxilio de los Cristianos y desde entonces se conmemora en ese día la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

En el siglo XVI el poderío otomano, instigado por el fundamentalismo islámico de la época, amenazaba invadir y dominar la Europa cristiana. En su loca carrera, los turcos ya

En un famoso cuadro que perpetúa la victoria de Lepanto el Senado veneciano mandó grabar la siguiente inscripción: “Non virtus, non arma, non duces, sed Maria Rosarii victores nos fecit” – Ni las tropas, ni las armas, ni los comandantes, sino la Virgen María del Rosario fue quien nos dio la victoria.

N° 10 - Octubre de 2002 - Año I
(CASIMIRO N OVAJAS, 1867)

La imagen más antigua del Perú

Según una constante tradición, la imagen de la Virgen del Rosario venerada en la Basílica de su nombre en Lima, vio surgir la ciudad fundada por Pizarro en el valle del río Rímac. Donada por el Emperador Carlos V, fue traída al Perú por los primeros conquistadores para que “los favoreciese en tan ardua empresa”. La imagen fue colocada inicialmente en la primitiva pila bautismal de Santo Domingo donde los “primeros creyentes idólatras fueron reducidos”

Se trata de una estupenda talla en madera policromada de 170 cm., atribuida a Roque de Balduque. En su rostro parecen conjugarse la majestad de Reina y la dulzura de Madre. El Niño, a quien sostiene en el brazo izquierdo es también obra perfecta y así el manto, que desde la cabeza baja sobre sus hombros, como los pliegues de su túnica y la finura de sus manos, revelando la destreza del artista que la esculpió.

Según aseveran los cronistas, la “forma visible” que tomó la Virgen –llamada del Triunfo o Sunturhuasi–cuando se apareció en el Cusco, durante el terrible cerco de Manco Inca, a miles de indios guerreros que dejó estupefactos, coincidía con la imagen del Rosario venerada en el convento de Lima.

De cómo se comunicaba con nuestros santos

Es digno de resaltar los coloquios sobrenaturales que esta sagrada imagen tuvo con los santos que vivieron en la Lima virreinal. Entre ellos se destacan los que así nos narra Santa Rosas: “Que no hablaba la imagen dando voces, ni usando de particular idioma, ni con movimiento de los labios; que este admirable modo de hablar se obraba por oculta simpatía y que daba a entender todo lo que quería decir sólo con el modo con que despedía lucientes rayos de la frente apacible y serena; y que estas eran para su espíritu unas señas tan distintas, tan claras, tan diestramente formadas, que la significaban todo lo que esperaba entender con más certeza que pudiera el más retórico, más fecundo y elocuente, si al oído respondiera a lo que ella preguntaba... ”

De su constante patrocinio sobre Lima y el reino

Muchos otros milagros se le atribuyen. En 1605, cierto día, Lima vio cruzar por sus calles a un grupo de hombres vestidos de andrajos, tostados por el sol, con la barba crecida y los cabellos desgreñados. Eran náufragos de un navío que los había abandonado en las islas Galápagos. Dos años permanecieron allí, en medio de grandes penalidades y casi sin esperanza de socorro, hasta que tuvo pena de ellos la Virgen del Rosario, auxiliándolos el mismo día de su fiesta. En agra-

decimiento y en cumplimiento de su promesa, iban a postrarse a los pies de su soberana.

Pero más que los favores particulares, acredita su patrocinio el constante recurso de la ciudad ante las calamidades públicas. En octubre de 1643, Don Pedro de Toledo y Leyva, Marqués de Mansera, Virrey del Perú, ungió a la Virgen del Rosario como Patrona y Protectora de los Reinos del Perú En abril de 1671, era sacada en procesión, rindiéndole gracias por la victoria obtenida en Panamá contra los ingleses y se vio al Virrey, Conde de Lemos, conducir en sus hombros la santa imagen. En octubre de 1687, el vecindario de Lima acudió a implorar su protección, atemorizado por los temblores que conmovían la ciudad.

Más notable fue la intervención que tuvo en 1746. El viernes 28 de octubre, un formidable terremoto asoló la ciudad y el mar sepultó bajo sus olas al puerto del Callao. Tan pronto como se pudo, la venerada imagen fue conducida a una tienda en plena Plaza Mayor, donde se elevaron plegarias, a fin de que pusiese remedio a tantos males y la Virgen no desoyó a sus hijos.

A comienzos del siglo XIX se hicieron solemnes rogativas por la liberación de Fernando VII y la expulsión del invasor napoleónico. Duraron estos cultos del 16 de octubre de 1807 al 24 del mismo mes, y fue inmenso el concurso de gente que la acompañó en su triunfo, tanto a la salida de la imagen como a su vuelta de la catedral.

Su imprescindible auxilio en la hora presente

No podía faltar a imagen tan querida la apoteosis de la coronación canónica. El 2 de octubre de 1927, el egregio Arzobispo de Lima, Mons. Emilio Lissón y Chávez, ciñó sobre la Virgen y el Niño artísticas coronas. La presencia del Presidente Leguía, su Gabinete y la de todos los Obispos del Perú, dieron realce a la fiesta, convirtiéndola en un solemne tributo de la Iglesia y de la Patria a la Reina del Cielo.

Desde entonces, el culto a la Santísima Virgen del Rosario ha sufrido los altibajos de una Fe en crisis. No obstante, ¿cómo no pensar que la Virgen, compadeciéndose una vez más de nuestro pueblo, apartó del país el flagelo del terrorismo a raíz de una verdadera resurrección del rezo del Santo Rosario? Seamos hijos agradecidos y perseveremos en su devoción, porque el Perú hoy más que nunca necesita del auxilio de su gloriosa Patrona. 

Obras consultadas.-

ALFONSO J. ROSPIGLIOSI, Recopilación de Hechos Históricos de la Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario de Españoles, Lima, 1945. P. RUBÉN VARGAS UGARTE, S. J., Historia del Culto de María en Iberoamérica y de sus Imágenes y Santuarios más celebrados , Madrid, 1956.

2 2 TESOROS DE LA FE Octubre de 2002

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EspiritualEspiritual EspiritualEspiritual Espiritual

Robusto, voz potente, elocuencia arrebatadora, gran fecundidad de imágenes apropiadas para encantar el alma del pueblo —dándole así la formación más apta para reconocer el error y huir de él—, San Luis María Grignion de Montfort (16731716), famoso misionero y predicador popular francés, es también considerado por sus admirables obras sobre Nuestra Señora (entre las que sobresale su célebre “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen”) como insuperable Doctor mariano.

Sabiendo que una de las cosas más difíciles de conseguir de un pecador es el reconocimiento humilde y sereno de sus pecados y que los confiese con verdadera contrición, para llevar a los fieles a ese arrepentimiento, San Luis Grignion pronunciaba sermones conmovedores, seguidos de cánticos que él mismo componía y eran acompañados por las multitudes admiradas y movidas por la gracia divina, que de todas partes acudían a oírlo. El texto que sigue, sobre el Santo Rosario, es un magnífico ejemplo de la fuerza comunicativa de sus sermones:

A vosotros, pobres pecadores

“Avosotros, pobres pecadores, uno más pecador todavía os ofrece esa rosa enrojecida con la sangre de Jesucristo a fin de que florezcáis y os salvéis. Los impíos y pecadores empedernidos gritan a diario: Coronémonos de rosas (Sabiduría 2, 8). Cantemos también nosotros: coronémonos con las rosas del santo rosario.

¡Ah! ¡Qué diferentes son sus rosas de las nuestras! Las suyas son los placeres carnales, los vanos honores y las riquezas perecederas, que pronto se marchitarán y consumirán. En cambio, las nuestras –es decir, nuestros padrenuestros y avemarías bien dichos–, unidos a nuestras buenas obras de penitencia, no se marchitarán ni agostarán jamás y su brillo será, de aquí a cien mil años, tan vivo como en el presente.

Sus pretendidas rosas sólo tienen la apariencia de tales. En realidad son solamente espinas que los punzarán durante su vida a causa de los remordimientos de conciencia, que los taladrarán a la hora de la muerte con el remordimiento y los devorarán durante toda la eternidad a causa de la rabia y desesperación.

Las espinas de nuestras rosas son las espinas de Jesucristo, que Él convierte en rosas. Nuestras espinas punzan, pero sólo por algún tiempo y para curarnos del pecado y darnos la salvación.

Coronémonos a porfía de estas rosas del paraíso recitando todos los días un rosario, es decir, las tres series de cinco misterios cada una o tres pequeñas diademas de flores o coronas:

1º para honrar las tres coronas de Jesús y de María (la de gracia de Jesús en la encarnación, su corona de espinas durante la pasión y la de gloria en el cielo, y la triple corona que María ha recibido en el cielo de la Santísima Trinidad);

2º para recibir de Jesús y María tres coronas: la primera, de mérito, durante la vida; la segunda, de paz, en la hora de la muerte, y la tercera, de gloria, en el cielo.

Creedme que recibiréis la corona inmarcesible (1 Pedro 5, 4), que no se marchitará jamás si os mantenéis fieles en rezarlo devotamente hasta la muerte, no obstante la enormidad de vuestros pecados. Aunque estuvierais ya al borde del abismo, aunque estuvierais ya con un pie en el infierno, aunque hubierais vendido vuestra alma al demonio como un mago, aunque fuerais herejes tan endurecidos y obstinados como demonios, os convertiréis tarde o temprano y os sal-

varéis, siempre que –lo repito, y notad bien las palabras y términos de mi consejo– recéis devotamente, todos los días hasta la muerte, el santo rosario con el fin de conocer la verdad y alcanzar la contrición y el perdón de vuestros pecados”. 

TESOROS DE LA FE Octubre de 2002 33 33
(Cfr. SAN LUIS MARÍA G RIGNION DE MONTFORT – Obras, B. A. C., Madrid, 1984, pp. 398-399) San Luis Grignion de Montfort ofrece a Nuestra Señora una de sus obras

Vidas de Santos

San Francisco de Asís siervo perfecto de la Dama Pobreza

PLINIO MARÍA SOLIMEO

Una de las mayores vocaciones de la Historia de la Iglesia, el fundador de la Orden Franciscana recibió los estigmas del Redentor y se tornó un sustentáculo de la Iglesia universal; modelo de desprendimiento total, no despreciaba a los ricos; poseía la alegría que deriva de la pureza de corazón y de la constancia en la oración

SAN FRANCISCO DE ASÍS, uno de los santos más populares del mundo, marcó profundamente no sólo la vida de la Iglesia, sino también la sociedad temporal de su época. Celebramos su fiesta el día 4 de este mes.

Pocos santos ejercieron una influencia tan determinante en la historia civil y eclesiástica de su tiempo como el Poverello de Asís. Y pocos habrán llevado las máximas evangélicas tan lejos cuanto este hombre que se identificó tanto con Nuestro Señor Jesucristo crucificado, que mereció recibir en su cuerpo los sagrados estigmas de la Pasión.

Francisco nació en 1182 en la pequeña y poética ciudad de Asís, situada en los Apeninos. Su padre fue Pedro Bernardone –que se hiciera famoso por la usura y ceguera en relación con su hijo– y su madre una dama de origen francés, de noble sangre y gran virtud, llamada Pica.

Narra una leyenda que ella, sintiendo los dolores del parto, no conseguía dar a luz, hasta que se trasladó a la caballeriza de la casa, naciendo así Francisco, a semejanza del Salvador, sobre la paja, entre el asno y el buey. Alegre, derrochador, pero temeroso de Dios

Nada sabemos de la infancia del Santo. En la Leyenda de San Francisco (o De los Tres Amigos), escrita por tres de sus primeros discípulos, leemos: “Ya crecido, como era dotado de una viva inteligencia, se dispuso a continuar el oficio paterno, es decir, el comercio, sin embargo con otros entendimientos, pues él era mucho más alegre y liberal que su padre: le gustaba andar en festiva compañía, sea durante el día sea durante la noche, por las calles de Asís, en diversiones y cantos, y era tan gran derrochador, que gastaba en reuniones y banquetes todo cuanto ganaba” 1. A lo cual añade San

Fresco de San Francisco en Subiaco. Según muy antigua tradición, ésta es su verdadera fisonomía.

Buenaventura, tercer General de los franciscanos, contemporáneo y discípulo del Poverello: “Pero, con el auxilio divino, jamás se dejó llevar por el ardor de las pasiones que dominaban a los jóvenes de su compañía” 2 .

El propio Francisco confiesa: “–Yo verdaderamente creo nunca haber, por la gracia de Dios, cometido falta sin haber hecho de ello expiación, confesando mi pecado y arrepentido de mi culpa” 3 . Alegre, jovial, desprendido, gentil, afable, “el Señor infundía en su corazón un sentimiento de piedad que lo hacía generoso con los pobres. Este sentimiento fue creciendo en su corazón; y lo impregnó de tanta bondad, que él decidió, como oyente atento que era del Evangelio, ser generoso con quien le pidiese limosna, sobre todo a quien pidiese por amor de Dios” 4, de modo que daba hasta parte de su vestuario, si no tenía más dinero.

La popularidad que Francisco había adquirido hasta entonces entre sus coterráneos se debía más a sus cualidades morales que a las físicas, pues “– era pequeño y de aspecto miserable” 5, atrayendo poco la atención de aquellos que no lo conocían.

“Desprecia lo que amaste” – entrega a la Dama Pobreza

Llevaba él esa alegre y despreocupada vida, cuando tuvo las primeras revelaciones divinas que lo llamaban a una vida más elevada. Rezando un día en la iglesia de San Damián, oyó al Crucificado pedirle que restaurase su casa, que estaba en ruinas. Tomando las palabras literalmente, se empeñó en la refacción no sólo de ese

4 4 TESOROS DE LA FE Octubre de 2002  

templo, sino de otros dos más. El Divino Redentor, sin embargo, le pidió que sobre todo restaurase no los edificios de las iglesias, sino la propia Iglesia en cuanto institución.

Mas le dijo el Salvador: “Si quieres conocer mi voluntad, precisas despreciar todas las cosas que hasta aquí materialmente amaste y deseaste. Cuando hubieres hecho eso, te será agradable todo cuanto te es insoportable y se volverá insoportable todo cuanto deseas” 6 .

Entonces intervino Pedro Bernardone, pues su hijo daba de limosna todo lo que tenía, y pasó a llevar una vida considerada insensata por el mundo. En esa época ocurrió el conocido episodio en que el padre recurre al Obispo para hacer cesar las “extravagancias” del hijo; éste se apresura a despojarse hasta de la ropa que lo cubría, para satisfacer la codicia del padre. Después de eso Francisco se entregó completamente a lo que llamó la Dama Pobreza, siguiendo al pie de la letra los consejos del Evangelio.

Funda los Frailes Menores

“Como otro Elías, comenzó Francisco a anunciar la verdad, con pleno ardor del Espíritu de Cristo. Convidó a otros a que se asociasen a él en la búsqueda de la perfecta santidad, insistiendo para que llevasen una vida de penitencia. Comenzaron algunos a practicar la penitencia, y enseguida se asociaron a él, compartiendo la misma vida, usando vestimentas viles. El humilde Francisco decidió que ellos se llamarían Frailes Menores” 7

Surgieron así los primeros 12 discípulos que, según registran las Florecillas, “fueron hombres de tan grande santidad que, desde los Apóstoles hasta hoy, no vio el mundo hombres tan maravillosos y santos” 8 “Aquellos que venían a abrazar esta vida distribuían a los pobres todo lo que tenían. Se contentaban sólo con una túnica, un cordón y un par de calzas, y no querían más”, dirá más tarde Francisco en su Testamento 9

Los nuevos apóstoles se reunieron en torno de la pequeña iglesia de la Porciúncula, o Santa María de los Ángeles, que pasó a ser la cuna de la Orden.

El Santo sostiene a la Iglesia Católica

Para obtener la aprobación de su incipiente Orden, Francisco se dirigió a Roma. Y el Señor estaba con él, pues, poco antes de llegar, y para prepararle el terreno,

La Porciúncula

“el Pontífice Romano vio en sueños a la Basílica de Letrán, a punto de desplomarse; mas un pobrecillo, hombre pequeño y de aspecto miserable, la sustentaba con sus hombros, impidiendo que se desplome” 10. Cuando el Sumo Pontífice vio en su presencia al Poverello de Asís, lo reconoció, lo abrazó, y le dijo a él y a sus compañeros: “Hermanos, id con Dios y predicad la penitencia, según os será inspirada. Cuando hubiereis crecido en número y el Señor aumentado sus gracias a vuestro favor, tornad a Nos, que os concederemos lo que deseareis y mucho más” 11

Provistos de esa aprobación pontificia, los nuevos religiosos salieron a predicar, de a dos, recorriendo las ciudades de la región y mostrando a sus habitantes, con la palabra y con el ejemplo, el camino de la salvación. Espíritu y fuerza de Elías

Cierta noche los frailes vieron un carro de fuego de un esplendor maravilloso, con un globo brillante, parecido al sol, entrar en el aposento en que estaban, dando tres vueltas en el

El Monte Alverno, donde Francisco recibió la mayor gracia de su vida: los sagrados estigmas de la Pasión de Nuestro Señor.

recinto. Comprendieron que Dios quiso mostrarles, por aquella figura, “que su padre Francisco había venido ‘en el espíritu y en la fuerza de Elías’. Desde entonces [Francisco] penetraba los secretos de sus corazones, predecía el futuro y realizaba milagros. Estaba patente para todos que el espíritu de Elías, dos veces más poderoso, viniera a habitar en él con tal plenitud, que lo más se-

TESOROS DE LA FE Octubre de 2002 55
 

guro para todos era seguir su vida y enseñanzas” 12 Francisco manifestaba su amor a Dios por una alegría inmensa, que se expresaba muchas veces en cánticos ardorosos. A quien le preguntaba cual era la razón de tal alegría, respondía que “ella deriva de la pureza del corazón y de la constancia en la oración”.

Esa divina locura de la cruz, que transparecía en Francisco y le atrajo muchos discípulos, debía atraer también a una joven, hija del Conde de Sasso Rosso, Clara , de 17 años. Desde el momento en que oyó al Pobrecillo predicar, comprendió que la vida que él proponía era la que Dios quería para ella. Francisco se volvió guía y padre espiritual de su alma.

Como sus padres tenían otros planes para Clara, fue necesario que ella huyese a la pequeña iglesia de la Porciúncula, donde Francisco le cortó los cabellos y la hizo vestir un simple hábito. Nacía así la Segunda Orden de los Franciscanos, las Clarisas. Dos semanas después, Inés, hermana de Clara, la seguía al claustro, y más tarde una tercera, Beatriz.

No despreciar a los ricos

A pesar de predicar especialmente a los pobres e identificarse con ellos, “Francisco tenía el hábito de alertar a sus discípulos, exhortándolos a no condenar y no despreciar a ‘aquellos que vivían en la opulencia y vestían con lujo’”. Decía que “también ellos tienen a Dios por señor, y que Dios puede, cuando quiere, llamarlos, como a los otros, y hacerlos justos y santos” 13. Uno de esos nobles le dio al Poverello el Monte Alverno, donde recibiría la mayor gracia de su vida.

Encuentro de dos hombres providenciales

En 1217, yendo a Roma, Francisco se encontró con otra lumbrera de la Iglesia de la época, Domingo de Guzmán, que también había fundado una Orden religiosa para combatir la decadencia de las costumbres. Los dos santos se abrazaron, estableciendo una amistad solidificada por el amor a Dios.

Poco después Francisco recibía en su Orden a uno de los que serían su mayor gloria y haciéndose uno de los santos más populares del mundo, Fray Antonio de Lisboa –más adelante conocido, también, como “–de Padua”

Sinsabores y fundación de la Tercera Orden

Uno de los mayores dolores de Francisco fue ver surgir una nueva tendencia entre sus frailes, comandada por el Superior Fray Elías, que daba una orientación diferente a la del Santo, principalmente con relación a los estudios y al modo de observar la pobreza. Francisco llegó a maldecir a Fray Pedro de Stacia, uno de los frailes de la nueva tendencia.

De otro lado, eran tantos los seglares que, ligados por los lazos del matrimonio o con otros encargos terrenos, no podían observar por entero las reglas franciscanas, pero querían pertenecer a su familia de almas, que Francisco fundó una Orden Tercera para abarcar a todos. Muchos grandes personajes –como San Luis, Rey de Francia, y Santa Isabel, Duquesa da Turingia– a ella pertenecieron.

Recepción de los estigmas

Dos años antes de su muerte, habiendo Francisco ido al Monte Alverno en compañía de algunos de sus frailes más íntimos, se puso en oración fervorosa y fue objeto de una gracia insigne. Con la apariencia de un serafín de seis alas se le apareció Nuestro Señor crucificado que, después de entretenerse con él en dulce coloquio, partió dejándole impreso en el cuerpo los sagrados estigmas de la Pasión. Así, este discípulo de Cristo, que tanto deseaba asemejarse a Él, obtuvo este otro trazo de similitud con el Divino Salvador.

Cantando alabanzas a la “Hermana Muerte”

En su última enfermedad, y ya próximo a la muerte, quería Francisco que Fray Ángelo y Fray León permaneciesen junto a su lecho para cantar las alabanzas de la “Hermana Muerte”. A quienes se escandalizaban con esa actitud, respondía: “Por una gracia del Espíritu Santo, me siento tan profundamente unido a mi Señor Dios, que no puedo dejar de alegrarme en Él” 14

“Por fin, habiéndose realizado en él todos los planes de Dios, el bienaventurado adormeció en el Señor, rezando y cantando un Salmo” 15, el día 4 de octubre de 1226, a los 45 años, siendo canonizado apenas dos años después. 

Notas.-

1. Leyenda de San Francisco, escrita por los tres humildes hermanos franciscanos León, Rufino y Ángelo, el Año de la gracia de 1246”, trascripción libre de Brasil Bandecchi, São Paulo, 1957, p. 13.

2. SAN BUENAVENTURA, Leyenda Mayor y Leyenda Menor – Vida de San Francisco de Asís , Vozes, 1979, p. 21.

3. Speculum Perfectionis, in JOHANNES J OERGENSEN, San Francisco de Asís , Vozes, 1957, p. 316, nota 345.

4. SAN BUENAVENTURA, id. ib.

5. Id., ib., p. 174.

6. Leyenda de San Francisco, p. 25.

7. SAN BUENAVENTURA , op. cit., p. 173.

8. Las Florecillas, Zeus, Madrid, 1963, p. 22.

9. JOERGENSEN, op. cit., p. 137.

10. SAN BUENAVENTURA, op. cit., p. 174.

11. Leyenda de San Francisco, pp. 66, 67.

12. SAN BUENAVENTURA, id., p. 175.

13. JOERGENSEN, op. cit., p. 216.

14. Id. ib., p. 393.

15. SAN BUENAVENTURA, op. cit., p. 200.

6 6 TESOROS DE LA FE Octubre de 2002 El Papa León XIII    

La Palabra del Sacerdote

Canónigo

Pregunta

Dios santificó el sábado en el Antiguo Testamento, pero los católicos guardamos el domingo. ¿Podría Ud. explicar por qué la Iglesia hizo esa alteración?

Respuesta

Vivimos en una época en que todo se resuelve o se instituye sólo por medio de leyes, decretos, resoluciones, constituciones, etc. Así, hasta podría pasar por la mente de alguien que, en determinado momento, después de constituida la Iglesia, San Pedro o alguno de sus sucesores haya emitido una norma substituyendo el sábado por el domingo, como el día que debe ser santificado por los católicos. Sin embargo, los hechos no ocurrieron así.

Como toda sociedad viva, la Iglesia, conducida por el Espíritu Santo, fue procediendo a esa substitución de modo muy natural y orgánico, sensible a las necesidades, a las costumbres y a los lugares,

expandiéndose tal como un árbol abre sus ramas y sus hojas, venciendo o contorneando los obstáculos que aparecían.

Habiendo Nuestro Señor Jesucristo resucitado el primer día de la semana (el día siguiente al sábado), y aparecido en ese mismo día por la tarde a los discípulos reunidos en el Cenáculo, y de nuevo ocho días después, para confirmar en la Fe al apóstol Santo Tomás, era natural que los primeros cristianos se reuniesen ese día de la semana a fin de conmemorar tan grandioso acontecimiento. Ese era el día de la Resurrección del Señor, día por lo tanto del Señor, en latín Dies Domini, de donde se originó la palabra domingo. El precepto

divino del “Sabbat” sucumbía junto con los rituales de la Ley Mosaica, y la Iglesia debía emanciparse de la Sinagoga.

Ese no fue, sin embargo, desde el comienzo un procedimiento absolutamente general. Lo prueba el hecho de que los Apóstoles, y en particular San Pablo, continuaron frecuentando las sinagogas –donde los judíos se reunían los sábados–, pero para anunciar en ellas a Jesucristo.

Es interesante notar cómo muchas instituciones de la Iglesia nacieron para marcar su oposición al mundo exterior –en este caso, al judaísmo hostil–, o a errores que se diseminaban en sus mismos ambientes internos.

Así, sólo con el paso del tiempo la celebración del Día del Señor el primer día de la semana, y ya no más el sábado, se fue generalizando y arraigando en la Iglesia por todas partes. Y la santificación de ese día era de tal manera concebida como una obligación de conciencia por los fieles, que sólo desde el siglo IV en adelante la Iglesia vio la necesidad de prescribirla como norma eclesiástica, justamente cuando el primitivo fervor comenzaba a decaer. Por ejemplo, en el Concilio de Elvira, del año 300, se establecen consecuencias punitivas para los fieles, después de tres ausencias a la Iglesia en día domingo. A esto siguieron otros decretos de concilios particulares, y sólo en el siglo XX el Código de Derecho Canónico de 1917 compiló por primera vez esa tradición en una ley universal, hoy corporificada en e1 Mandamiento de la Iglesia: “oír misa entera los domingos y demás fiestas de precepto”. Lo cual se aplica a todos los fieles, con las excepciones obvias por razones superiores o de sentido común.

¡Cómo estamos lejos de la idea –común en nuestros días– de que todo comienza con un decreto... !

Pregunta

Acerca del descanso dominical, ¿en qué situación quedan los que hacen trabajos en común los domingos, como levantar o techar su propia casa?

El Santo Sacrificio de la Misa – Les Très Riches Heures du Duc de Berry, siglo XV, Museo Condé, Chantilly (Francia).

TESOROS DE LA FE Octubre de 2002 77

¿Cómo quedan los que trabajan en hospitales, el transporte público y tantos otros servicios?

La segunda parte de su pregunta se responde de modo más simple que la primera, pues, como dice Nuestro Señor en el Evangelio, “el sábado fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por el sábado” (Mc. 2, 27). Una vez que una ciudad no puede quedarse sin transporte público, sin hospitales, sin policía, sin agua, sin electricidad e incluso sin restaurantes y tantos otros servicios, es obvio que quien trabaja en ellos queda automáticamente exento del precepto del descanso dominical.

Como se sabe, no pensaban así los fariseos –aquellos precursores del racionalismo moderno– que interpretando tendenciosa y rigorísticamente los preceptos de la Ley de Moisés, abrumaban al pueblo con exigencias extravagantes. Y llegaban a interpelar al propio Hijo de Dios por hacer curaciones los días sábados. El hecho más clamoroso fue la cura del ciego de nacimiento (Jn. 9, 1-41). Ante el milagro asombroso, ¡ellos no se maravillaron! Y estaban con sus mentes tan torcidas, que dijeron: “No puede venir de Dios este hombre, pues no guarda el sábado” (Jn. 9, 16). Por eso, Nuestro Señor les dijo: “vuestro pecado permanece” (Jn. 9, 41).

En cuanto a la primera parte de su pregunta, vale el mismo principio establecido en el Evangelio de San Marcos, arriba citado: “ el

sábado fue hecho a causa del hombre”.

Lamentablemente, las condiciones de la vida moderna se han vuelto tan duras, que muchos trabajadores manuales no tienen las condiciones para contratar a un maestro de obras que les construya la casa que necesitan para cobijar a su familia. Sólo cuentan con su propia mano de obra y la de parientes y amigos, que se disponen a ayudarlos en la construcción de su casa. ¿Qué otra solución dar? –Ellos se encuentran obviamente en un caso de extrema necesidad, frente a la cual ciertas leyes positivas pueden ser derogadas. En concreto, el primer paso seria recurrir al Párroco local para obtener la dispensa del Precepto. No siendo esto factible se puede entonces, dentro de la prudencia, darse por excusado.

Pero esa derogación de leyes sacrosantas tiene sus límites, impuestos por la propia sacralidad de la ley. Es necesario que en el caso arriba expuesto el servicio no se prolongue más allá de un cierto plazo razonable, a

fin de no volverse habitual; que no se extienda a obras superfluas o innecesarias; que no llegue al punto de omitir las oraciones o actos de culto que cómodamente puedan ser hechos, a fin de santificar el domingo. En fin, el amor a Dios, que lleva a tener sentido común, debe prevalecer en todo y por encima de todo.

¿Qué hacer con impresos religiosos ya viejos como, por ejemplo, textos de oraciones, libros, estampas? ¿Pueden ser quemados? ¿Qué hacer con imágenes rotas que no tienen más arreglo?

Todo lo que es sagrado debe ser tratado con respeto, y cuanto más sagrado, con más respeto aún. Éste es el principio que guió a quien me hizo la consulta.

En último análisis, la pregunta es: ¿cómo deshacerse, de manera respetuosa, de un objeto sagrado o de un texto religioso que se

deterioró al punto de no más servir para el uso?

Textos de oraciones, estampas religiosas, sagradas biblias o manuales de oración que se encuentran maltrechos por el uso, o se deshicieron en pedazos, están, por eso mismo, en un estado tal que, en muchos casos, son indignos de su condición sagrada. Así, el propio respeto a su contenido o a su significado consiste en pedir que sean destruidos. Incluso tratándose de objetos benditos, por haber perdido substancialmente su forma primitiva es probable que ya hayan perdido también la bendición. Nada impide, pues, que sean quemados.

Es lo mejor. Pero como esto no siempre puede ser hecho fácilmente, sobre todo por quien vive en una gran ciudad, será tal vez recomendable romperlos en pedazos, envolverlos en una bolsa plástica y colocarlos en un cesto de basura.

Recomendación análoga puede ser hecha con relación a imágenes partidas que no tienen más compostura. Lo ideal sería enterrarlas, pero si eso no fuera posible, lo mejor es terminar de fragmentarlas y envolverlas también en un plástico o papel de envolver por haber sido portadoras de bendiciones.

Al proceder de esta manera, la persona imbuida de espíritu religioso no está siendo movida por el desprecio hacia las cosas de la Fe, sino por el contrario, por el sumo respeto que esos objetos, ya deteriorados, aún merecen.

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La Iglesia nos manda oír misa entera los domingos y demás fiestas de precepto, y no realizar trabajos serviles
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Tesoros dela Fe

N° 11 - Noviembre de 2002 - Año I

EE EE E

L SÁBADO 27 DE NOVIEMBRE de 1830, la Virgen Inmaculada se apareció a Santa Catalina Labouré, entonces joven novicia de la Congregación de las Hermanas de la Caridad, y le confió la misión de hacer acuñar una medalla según el modelo que le reveló: “Haz acuñar una medalla igual a este modelo. Las personas que la lleven con confianza recibirán grandes gracias, sobre todo si la llevan pendiente del cuello”, prometió la Virgen.

La promesa efectivamente se cumplió

Poco tiempo después, una terrible epidemia de cólera, proveniente de Europa oriental, se desata sobre París. La peste se manifestó el 26 de marzo de 1832 y se extendió hasta mediados de aquel año. El 1º de abril, fallecieron 79 personas; el día 2, 168; al día siguiente, 216; y así fueron aumentando las muertes hasta alcanzar a 861 el día 9. En total fallecieron 18.400 personas, oficialmente. En realidad el número fue mayor, dado que las estadísticas oficiales y la prensa disminuyeron las cifras para evitar que se extendiera el pánico popular. UnauxilioUnauxilio

A la izquierda: imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa que se encuentra en el altar mayor de la capilla de las apariciones (abajo) en la rue du Bac.

La Medalla Milagrosa es un poderoso recurso ofrecido por la Madre de Dios a los hombres, particularmente adecuado para épocas de crisis como la actual. Debe su origen a las célebres apariciones marianas ocurridas en la capilla de la rue du Bac (calle del Bac), en París.

UnauxilioUnauxilio Un auxilio venido del Cielo venido del Cielo venido del Cielo venido del Cielo venido del Cielo
UnauxilioUnauxilio Un auxilio venido del Cielo venido del Cielo venido del Cielo venido del Cielo venido del Cielo
UnauxilioUnauxilio

En la silla que se encuentra en la capilla de las apariciones, Nuestra Señora se sentó para conversar con Catalina, la noche del 18 de julio de 1830

El día 30 de junio, fueron entregadas las primeras 1.500 medallas que habían sido encomendadas por el Padre Juan María Aladel, confesor de Catalina, a la Casa Vachette. Las Hermanas de la Caridad, no sabiendo qué hacer para remediar la situación, comienzan a distribuir las primeras medallas... y los enfermos se curan. “¡La medalla es milagrosa!” –proclaman a una voz. La noticia se difunde, y la medalla y los milagros también. De ahí proviene el nombre con el que se la conoce hasta hoy.

Hasta 1836, más de quince millones de medallas habían sido acuñadas y distribuidas en el mundo entero. En 1842, su difusión llegaría a la imprecionante cifra de 100 millones. De los más remotos países llegaban relatos de gracias

extraordinarias alcanzadas por medio de la Medalla: curación de enfermedades, enmienda de vidas, protección contra peligros inminentes, etc.

En vista de tantos hechos extraordinarios el Arzobispo de París, Mons. Jacinto de Quélen –quien había autorizado acuñar la Medalla y obtenido para sí mismo una gracia extraordinaria por su intermedio–, mandó hacer una investigación oficial sobre el origen y los hechos relacionados con la portentosa insignia. He aquí sus conclusiones:

“La rapidez extraordinaria con la cual esta medalla se ha propagado, el número prodigioso de medallas que han sido acuñadas y distribuidas, los hechos maravillosos y las gracias singulares que los fieles han obtenido con su confian-

za, parecen verdaderamente los signos por los cuales el Cielo ha querido confirmar la realidad de las apariciones, la veracidad del relato de la vidente y la difusión de la medalla”.

Y en Roma, en 1846, como consecuencia de la súbita y resonante conversión de un ilustre judío –que presenta notables analogías con la conversión del apóstol San Pablo en el camino a Damasco– el Papa Gregorio XVI confirmaba con su autoridad las conclusiones del Arzobispo de París.

Una prodigiosa conversión

En efecto, en enero de 1842, la conversión de Alfonso Ratisbona –hoy elevado a los altares– atraería aún más las atenciones sobre la ya célebre Medalla. Ratisbona, joven banquero de Estrasburgo, lleno de preconceptos y antipatías contra la Iglesia Católica, estaba de viaje en Roma, cuando aceptó, medio a disgusto, una Medalla Milagrosa que le ofreció un noble francés, el Barón de Bussières. Pocos días después, inesperada y milagrosamente, la Virgen se le apareció en la iglesia de Sant’Andrea delle Fratre, y en cuestión de segundos el antiguo enemigo de la Iglesia se transformó en el ardoroso apóstol que vendría a fundar, junto a su hermano Teodoro, la Congregación de los Misioneros de Nuestra Señora de Sión, dedicada a la conversión de los judíos.

En 1876, año de la muerte de Santa Catalina Labouré, más de mil millones de Medallas Milagrosas ya derramaban sus gracias por el mundo.

En 1894, la Santa Iglesia instituyó la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, fijando la celebración el día 27 de noviembre.

En 1980, cuando se conmemoraron 150 años de la revelación de la Medalla Milagrosa, el propio Juan Pablo II se presentó como peregrino en el lugar de las apariciones.

Lourdes y la Medalla Milagrosa

La Medalla Milagrosa es conocida hoy en el mundo entero. Pero con frecuencia se ignora que las apariciones en la capilla de la rue du Bac prepararon también los grandes acontecimientos de Lourdes.

“La Señora de la Gruta se me ha aparecido tal como está representada

2 2 TESOROS DE LA FE Noviembre de 2002

en la Medalla Milagrosa”, declaró Santa Bernardita, quien llevaba al cuello la preciosa Medalla.

La invocación Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos, difundida por todas partes por la Medalla Milagrosa, contribuyó notablemente para la creación de un clima de fervor generalizado con relación al privilegio mariano de la Inmaculada Concepción. Fue ese clima que movió al Papa Pío IX a la solemne definición dogmática de 1854. Cuatro años después, la aparición de Lourdes confirmaba de manera inesperada la definición de Roma.

En 1954, con ocasión del centenario de esta definición, la Santa Sede hizo acuñar una medalla conmemorativa. En el reverso de la misma, la imagen de la Medalla Milagrosa y la de la gruta de Lourdes, asociadas estrechamente, ponían de relieve el lazo íntimo que une las dos apariciones de la Virgen con la definición del dogma de la Inmaculada Concepción.

Lo mismo que Lourdes es una fuente inagotable de gracias, la Medalla Milagrosa es siempre el instrumento de la incansable bondad de la Santísima Virgen con todos los pecadores y desdichados de la tierra.

Los cristianos que sepan meditar su significado encontrarán en ella el simbolismo de toda la doctrina de la Iglesia sobre el lugar providencial que María ocupa en la Redención, y en particular su mediación universal.

De la rue du Bac a Fátima

Las apariciones de Nuestra Señora a Santa Catalina Labouré, en 1830, marcaron el inicio de un ciclo de grandes revelaciones marianas. Este ciclo prosiguió en La Salette (1846), en Lourdes (1858) y culminó en Fátima (1917).

Desde 1830 Nuestra Señora se manifiesta deplorando los pecados del mundo, ofreciendo perdón y misericordia a la humanidad pecadora y previendo severos castigos en el caso que ella no se convirtiese. Pero también anunciando que, después de esos castigos, vendría el triunfo esplendoroso del Bien.

En noviembre de 1876, un mes antes de su muerte, Santa Catalina Labouré afirmó: “Vendrán grandes catástrofes... la sangre correrá por las calles. Por un

momento, se creerá todo perdido. Pero todo se ganará. La Santísima Virgen es quien nos salvará. Sí, cuando esta Virgen, ofreciendo el mundo al Padre Eterno, sea honrada, nos salvaremos y vendrá la paz”.

Y el 13 de julio de 1917, Nuestra Señora prometió expresamente en Fátima: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”

Gracias extraordinarias

Hoy en día, la Santísima Virgen continúa derramando sus gracias a través de la Medalla Milagrosa. Sin embargo, ella no debe ser usada a la manera de un talismán, como si tuviese una fuerza y eficacia mágicas. El católico debe usarla con verdadero espíritu de Fe, tenien-

do presente que el mejor modo de alcanzar los favores de Dios es no ofenderlo, cumplir sus Mandamientos, practicar la oración y frecuentar los Sacramentos.

Todos necesitamos de grandes gracias, sobre todo en los días que vivimos. Pidámoslas pues, con confianza, a la Virgen de la Medalla Milagrosa.

¿No estará también Ud., amable lector, necesitando de una gracia muy grande? ¿O, entonces, alguien en su familia o entre sus amistades?

Fue pensando en personas necesitadas como nosotros que Nuestra Señora, la mejor de todas las madres, en su misericordia insondable nos trajo la Medalla Milagrosa, este providencial auxilio venido del Cielo. 

Conjunto escultural existente en la pared exterior del convento de las Hermanas de la Caridad, en la rue du Bac, en París.

TESOROS DE LA F E Noviembre de 2002 33

San Martín de Porres el extraordinario santo,

de las cosas extraordinarias

En esta época impregnada de resentimientos sociales, de luchas de clases y xenofobias, el ejemplo de nuestro Santo moreno comprueba cómo un espíritu verdaderamente católico y abrasado por el amor a Dios y al prójimo puede llegar a las cumbres de la santidad, hasta en las más adversas condiciones sociales

HIJO ILEGÍTIMO DE JUAN DE PORRES, noble español perteneciente a la Orden de Alcántara y descendiente de cruzados, y de Ana Velásquez, negra liberta, Martín nació a inicios de diciembre de 1579. De temperamento dócil y piadoso, desde pequeño fue instruido por el Espíritu Santo en las vías de la santidad.

En plena infancia su padre lo legitimó, así como a su pequeña hermana Juana, llevándolos a ambos a Guayaquil, en donde ocupaba un alto cargo de gobierno. Martín tuvo así la oportunidad de aprender a leer y escribir. Cuatro años después, nombrado gobernador de Panamá, Juan de Porres devolvió el niño a su madre, dejando a su hija a los cuidados de otros parientes.

De regreso a Lima, Martín entró en calidad de aprendiz en la botica de Mateo Pastor, quien ejercía el oficio de cirujano, dentista y barbero. Fue allí que el joven mulato aprendió los rudimentos de la medicina, que después le serían tan útiles en el convento.

Si Martín progresaba en el aprendizaje del oficio, avanzaba mucho más aún en la ciencia de los santos, el

amor divino. Fue lo que lo llevó, a los 15 años, a pensar en servir solamente a Dios, en un convento.

En aquella feliz época de fervor religioso, la capital del Virreinato del Perú cobijaba prácticamente a cinco santos en sus diversos conventos, dos de los cuales –el de la Magdalena y el de Nuestra Señora del Rosario–pertenecían a los dominicos, contando cada uno de ellos con casi 200 religiosos.

El “donado”

Fue en el convento de Nuestra Señora del Rosario donde Martín quiso entrar en calidad de donado, es decir, casi como un esclavo. Se comprometía a servir toda la vida, sin ningún vínculo con la comunidad, y con el único beneficio de vestir el hábito religioso. Ana Velásquez, en un acto de desprendimiento admirable, no sólo le permitió a su hijo dar ese paso, sino que ella misma quiso entregarlo al convento.

Desde el primer día Martín se dedicó de cuerpo y alma a servir a sus hermanos en los oficios más bajos y

4 4 TESOROS DE LA FE Noviembre de 2002 Vidas de Santos
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humillantes. Siempre animado por un profundo espíritu sobrenatural, para él no era sólo una alegría, sino incluso una gracia, hacer eso por amor a Dios.

Después del primer año de prueba, recibió el hábito de donado. Pero aquello no agradó a su orgulloso padre, de quien llevaba el apellido. Don Juan pidió a los superiores dominicos que recibiesen a Martín, de tan ilustre estirpe por el lado paterno, al menos en calidad de hermano lego. Sin embargo, eso estaba en contra de las constituciones de la época, que no permitían recibir en la Orden a personas de color. El Superior quiso que el propio Martín decidiese. “Yo estoy contento en este estado –respondió–; es mi deseo imitar lo más posible a Nuestro Señor, que se hizo siervo por nosotros”. Esto zanjó la cuestión.

En la escuela de la humillación

Este acto de humildad fue uno entre los innumerables que distinguieron a nuestro Santo en ese período. Encargado de la enfermería del convento, no le faltaban ocasiones para humillarse delante de la impaciencia que muchas veces se apodera de los enfermos, más aún en una comunidad tan numerosa. Él no se bastaba para atender a todos, lo que provocaba crisis de mal humor en algunos más impacientes. En uno de esos momentos un religioso, que se sentía mal atendido, lo llamó de “perro mulato”. Después del primer choque, Martín se dominó. Arrodillándose junto al lecho del enfermo, dijo llorando: “Sí, es verdad que soy un perro mulato y merezco que me recuerden de eso, y merezco mucho más por mis maldades”.

Otro enfermo que juzgó estar mal atendido le dijo: “¿¡Así es tu caridad, embustero hipócrita!? ¡Ahora te conozco bien!” Mas quedó edificado con la humildad y dulzura con que el ofendido lo trató, y le pidió perdón.

En esos episodios trasparecía la virtud del donado, que fue siendo reconocida por todos y traspuso los muros del convento. Esto llevó a los superiores a hacer una excepción y recibir a Martín como a hermano lego, uniéndose así a la Orden por los tres votos.

Virtud heroica

El desapego que tenía por sí mismo fue heroico. Oyendo decir un día que el convento estaba en apuros financieros, fue donde el superior y le dijo que podría ayudar a resolver el problema. ¿Cómo? “Padre, yo pertenezco al convento. Disponga de mí como de un esclavo, porque algo querrán dar por este perro mulato, y yo quedaré muy contento de haber podido servir en algo a mis hermanos”. Emocionado con tanta virtud, el superior le respondió: “Dios te lo pague, hermano; pero el mismo Dios que te trajo aquí se encargará de dar remedio al caso”.

Nunca ocioso y procurando siempre servir a los demás, el tiempo parecía alargarse para Fray Martín. Además de cuidar de la enfermería, barría todo el convento, cuidaba del guardarropa, cortaba el cabello a los doscientos frailes, y era el campanero, dispensando aún para la oración de seis a ocho horas al día. Llegó a adquirir en algunas ocasiones las cualidades de los cuerpos gloriosos y, atravesando puertas cerradas o incluso paredes, entraba en aposentos donde su presencia era necesaria. Aparecía aquí, allá y acullá repentinamente, para satisfacer su caridad.

Había una huerta en la cual él mismo cultivaba las plantas que utilizaba para sus medicinas. Con ellas operaba verdaderos milagros. Repetía al enfermo: “Yo te medico, Dios te cura”. Y eso ocurría. Pero a veces se valía de las cosas más diversas para comunicar su virtud de cura, como vino tibio, fajas de paño para unir las piernas rotas de un niño, un pedazo de suela para curar la infección que sufría otro donado que era zapatero.

Estando enfermo el Obispo de La Paz, de paso por Lima mandó que llamasen a Fray Martín para que lo curase. El simple contacto de la mano del donado con su pecho lo libró de una grave enfermedad que lo estaba llevando a la tumba.

Fuente donde Fray Martín lavó azúcar rubia, para transformarla en blanca. Segundo claustro del convento dominico, contiguo a la Iglesia de Santo Domingo.

Entre los innumerables milagros que se le atribuyen a Martín, está el don de la bilocación (fue visto a la misma hora en lugares y hasta en países diferentes) y el de obrar una resurrección. Se cuenta también que estando

TESOROS DE LA F E Noviembre de 2002 55
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con otros hermanos lejos del convento, cuando llegó la hora de volver, a fin de no faltar a la virtud de la obediencia, les dio la mano a los demás, y todos levantaron vuelo, llegando así al convento al momento previsto.

La caridad supera a la obediencia

Fray Martín transformó la enfermería en su centro de acción. A ella llevaba a todos los enfermos que encontraba en la calle, incluso a aquéllos con mayor peligro de contagio. Eso le fue prohibido por los superiores. Pero la caridad del Santo no tenía límites. Por eso, preparó en casa de su hermana, que vivía a dos cuadras del convento, unos aposentos para recibir a esos enfermos. Y allá los iba a tratar con sus manos, hasta que sanasen o entregasen el alma a Dios.

Cierto día, sin embargo, sucedió que un indio fue acuchillado en la puerta del convento. Fray Martín no tenía tiempo para llevarlo hasta la casa de su hermana. Ante la urgencia del caso, no tuvo dudas y cuidó del indio en la enfermería del convento. Cuando éste estaba mejor, lo llevó entonces a casa de su hermana. Esto no le gustó al superior, que lo reprendió por haber pecado contra la obediencia. “En eso no pequé”, respondió Martín. “¿Cómo que no?”, impugnó el superior. “Así es, Padre, porque creo que contra la caridad no hay precepto, ni siquiera el de la obediencia”, respondió el Santo.

Además de todas estas actividades, Fray Martín salía también del convento a pedir limosnas para sus pobres y para los sacerdotes necesitados. Conociendo de su prudencia y caridad, muchos le encargaban distribuir sus limosnas, incluso el Virrey, que le daba 100 pesos mensuales para ello.

Don de la sabiduría y del consejo

El don de la sabiduría era en él tan grande, que las más altas personalidades de Lima recurrían a su consejo. También el futuro no le era desconocido. Cierta vez, un hombre que iba a cometer un acto pecaminoso fue retenido por él en la portería del convento, en agradable y edificante conversación, haciéndole olvidarse del tiempo. Cuando continuó su camino, supo que la casa a donde iba se había desplomado, hiriendo gravemente a la mujer que estaba dentro.

Un ángel, en frágil equilibrio, sobre el esbelto campanario de la Iglesia de Santo Domingo.

Como fruto de su alto grado de oración, Martín tenía frecuentes éxtasis, a la vista de todos. Su unión con Dios era continua. Para dominar sus inclinaciones, se flagelaba hasta sangrar tres veces al día, y durante los cuarenta y cinco años que permaneció en el convento ayunó a pan y agua.

Gustaba de ayudar a Misa y era gran devoto de la Eucaristía. Mientras caminaba, no cesaba de pasar las cuentas de su Rosario.

Es fácil suponer que el enemigo del genero humano no pudiese soportar tanto bien, hecho por este humilde dominico. Lo perseguía sin tregua, a veces haciéndole rodar por las escaleras, otras vedándole el camino cuando iba a socorrer a algún necesitado. Fray Martín acostumbraba repelerlo con el símbolo de la Cruz.

Hasta incluso los animales más repugnantes atendían su voz. Cuando los ratones se volvieron un problema en el convento, porque roían todos los productos almacenados con sacrificio, Fray Martín cogió a uno que cayó en la ratonera y le dijo: “Te voy a soltar; pero anda y dile a tus compañeros que no molesten ni sean nocivos al convento; que se retiren a la huerta, que yo les llevaré comida todos los días”. Al día siguiente todos los ratones estaban bien quietitos en la huerta, ¡esperando la comida que Fray Martín les llevaba!

Finalmente Fray Martín, con el cuerpo consumido por el exceso de trabajo, el ayuno continuo y la penitencia, sucumbió a los 60 años. A su lecho de moribundo acudieron el Virrey, Obispos, eclesiásticos y todo el pueblo que consiguió entrar. Su funeral fue una glorificación. Todos querían venerar a aquel santo moreno que nunca había buscado su propia gloria, sino solamente la de Dios. 

Obras consultadas.-

ENRIQUETA VILA, Santos de América, Ediciones Moretón, Bilbao, 1968, pp. 69 a 87.

Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, d’après le Père Giry, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs, París, 1882, tomo XIII, pp. 206-208.

R. P. JOSÉ LEITE , S.J., Santos de Cada Día, Editorial A. O., Braga, 1987, tomo III, pp. 259-261.

6 6 TESOROS DE LA FE Noviembre de 2002
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El Papa León XIII

La Palabra del Sacerdote

Canónigo

Pregunta

Según entiendo, por lo general, el hombre no consigue en esta Tierra efectuar toda la penitencia que necesita hacer para entrar en el Cielo, y tendrá que completarla en el Purgatorio. ¿Pero qué sucederá con uno el día del Juicio Final, cuando el Purgatorio probablemente dejará de existir?

Respuesta

Cuando llegue el día del Juicio Final, todas las almas que estén en el Purgatorio deberán estar con sus “cuentas saldadas”, a fin de presentarse purificadas delante del Señor. ¿Cómo ajustar la cronología de esos eventos, dado que ciertamente habrá entonces personas recientemente fallecidas, que posiblemente no habrán tenido “tiempo” de “saldar sus cuentas”? –Esta es la pregunta del lector, la cual parte del presupuesto de que el tiempo en esta Tierra y el del Purgatorio corren paralelamente.

En realidad, antes del acto creador de Dios no existía el tiempo, como también no existía el espacio. Es un error imaginar que antes de la Creación había un enorme espacio vacío que Dios llenó colocando en él las cosas creadas. El tiempo, así como el espacio, son nociones relacionadas al universo material: como lo explica la sana filosofía, y los científicos modernos lo admiten, el tiempo y el espacio comenzaron a existir en el “instante cero” de la Creación, es decir, ¡en el momento en que Dios pronunció su fiat!

Así, el tiempo y el espacio proseguirán hasta que el mundo se acabe, cuando entonces se realizará el Juicio Final.

Cuando alguien muere, su cuerpo es sepultado y su alma va al Purgatorio (si muere en gracia de Dios), donde pasa por un proceso purificador que se realiza fuera del “tiempo” como lo concebimos aquí en la Tierra. Esta purificación final de los elegidos es absolutamente diferente del castigo aplicado a los condenados en el infierno. En base a ciertos textos de la Sagrada Escritura (por ejemplo, I Cor 3, 15; 1 Pedro 1, 7), la Tradición de la Iglesia explica que las almas del purgatorio sufren el efecto de un fuego purificador, “hasta que les sea franqueado el acceso de la Patria celestial, donde nada de impuro puede entrar” (Catecismo Romano, Parte I, cap. VI, 3). Las almas así purificadas son pues llevadas inmediatamente al Cielo, de donde volverán a la Tierra para reunirse con sus cuerpos y ver sus sentencias de

salvación confirmadas en el Juicio Final.

Este proceso de purificación de las almas es sin duda misterioso, tanto más para nosotros que tenemos dificultad de concebir algo sin las nociones de espacio, tiempo y materia; por lo cual también tenemos dificultad de comprender ese “fuego purificador”, ¡que no es material y actúa sobre las almas, que son espirituales!

De cualquier modo, es cierto lo que el lector dice: el día del Juicio Final, el Purgatorio no tendrá más razón de existir

Pregunta

Hace muchos años, tuvimos en mi familia el penoso caso de un ser querido que se suicidó, era hermano de mi esposa y durante su velatorio el sacerdote se negó a rezar por su alma. Yo y mi familia quedamos tremendamente chocados.

Quisiera saber si Ud. me podría explicar la actitud del sacerdote. Si fue una actitud aislada o si existe alguna norma al respecto. ¿Podemos mandar rezar Misas por el alma de mi cuñado?

Respuesta

Nada justifica el suicidio porque, por más arduas que sean las condiciones de la existencia de una persona, el hombre fue hecho para enfrentar durante la vida situaciones adversas, a veces durísimas. Y Dios nunca le niega al hombre los auxilios que necesita para cumplir sus deberes familiares, profesionales y sociales, y para superar todas las proba-

ciones. Auxilios que alcanzamos de Dios muy especialmente por medio de la oración: “En verdad, en verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá”, dice Nuestro Señor Jesucristo (Jn. 16, 23). “Y todo cuanto pidiereis en la oración, como tengáis fe, lo alcanzaréis” (Mt. 21, 22). La desesperación del suicida es una negación pecaminosa de la misericordiosa paternidad de Dios y de la infalible promesa de Jesucristo.

El suicidio es un pecado escandaloso, que atenta contra los derechos de Dios, supremo y único Señor de la vida y de la muerte. Es un pecado que violenta brutalmente la convivencia familiar y social, privando a familiares y amigos de la presencia de un ser querido, y muchas veces de un sustentáculo familiar material, afectivo y espiritual. Es un pecado gravísimo que precipita al alma directamente al infierno.

Por esa razón, las leyes de la Iglesia (cánones 1184/ 1185) vedan conceder exequias eclesiásticas a los “pecadores manifiestos” –como es el caso de los suicidas– “a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento”.

El ítem 3º del canon 1184 introduce la precisión de que la privación de las exequias eclesiásticas debe ser aplicada a los “pecadores manifiestos, a quienes no puedan concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles”.

El sacerdote, al negarse a rezar por el alma de la persona que cometió el

TESOROS DE LA F E Noviembre de 2002 77

suicidio, presumiblemente examinó la situación concreta para, conforme señala el ítem arriba referido, evitar el “escándalo público de los fieles”. Se comprende, pues, la actitud asumida por él. Conviene aún añadir que no basta la mera suposición de que tal vez, en los últimos instantes (entre el acto suicida y la muerte efectiva), por la infinita misericordia de Dios, se habrá arrepentido de su acto insano y obtenido el perdón. Es preciso que haya algún testimonio fidedigno de que el suicida, antes de expirar, haya por ejemplo besado devotamente un crucifijo o alguna imagen u objeto piadoso, se haya golpeado en el pecho dando muestras de arrepentimiento de sus pecados, haya pedido que le llevasen un sacerdote, aún cuando éste no hubiese llegado a tiempo, etc. Sin estas señales el sacerdote no puede darle “sepultura

eclesiástica”, o sea, rezar públicamente por el difunto, encomendar su alma, bendecir su sepultura, etc., ni celebrar las Misas de exequias.

De cualquier modo, como resta la posibilidad de que Dios le haya concedido in extremis al suicida la gracia del perfecto arrepentimiento, sin que él lo haya podido manifestar públicamente, está permitido rezar privadamente por el difunto, e incluso encomendar misas por su intención, desde que éstas sean celebradas privadamente y asistidas apenas por los familiares y amigos más íntimos, sin darle al acto ningún carácter social (como anuncios en los periódicos, por ejemplo).

Lamentablemente, esas sabias y razonables disposi-

ciones eclesiásticas, que antiguamente eran muy conocidas por los fieles, hoy no lo son más, lo cual explica que Ud. y su familia hayan quedado tremendamente chocados con la actitud del sacerdote. En vista de ello, hubiera sido conveniente, tal vez, que él mismo diese una explicación a la familia.

La triste realidad de nuestros días es que vivimos en una sociedad que se distanció de Dios. Nociones como la de la extrema seriedad de la vida, en la cual debemos, por la honestidad de nuestros actos, ganar el Cielo, y por lo tanto evitar cualquier trasgresión de la Ley de Dios y de la Iglesia, no más forman parte de las ponderaciones habituales de un enorme número de nuestros

contemporáneos. Restan apenas algunos vestigios de tradiciones cristianas, como la de rezar por los difuntos en el velatorio, llamar a un sacerdote para que encomiende su alma, etc.

Y aún es forzoso reconocer que incluso esos residuos están desapareciendo. Con todo, la reacción suya y la de su familia, de quedar chocados con la negación del sacerdote de rezar públicamente por el suicida, se comprende en función del deseo de obtener su salvación. Que recen, pues, por su ser querido, pues Dios, en su infinita misericordia, en previsión de esas oraciones, puede haberle dado al difunto la gracia del arrepentimiento in extremis . ¡Hasta dónde puede llegar la misericordia divina!

Alianza de Fátima

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Juicio Universal (detalle), Fra Angélico, siglo XV – Museo de San Marcos, Florencia (Italia)

Tesoros dela Fe

N° 12 - Diciembre de 2002 - Año I

Bellísima imagen de madera policromada, vestida y con cabellera, de unos 70 cm. de alto, de rostro “muy agraciado y devoto”, así como el Niño Dios, que sostiene en su mano izquierda “mientras que con la diestra lo estrecha amorosamente contra su pecho”.

pitán Pérez de Lezcano regresando de madrugada a su casa. Sin más el Corregidor de la ciudad mandó apresar al capitán, y tras un juicio sumario, pese a que él protestó su inocencia, le hizo sentenciar a muerte.

Nuestra Señora de Guadalupe

EN SU PRIMER VIAJE a Sudamérica, el Papa Juan Pablo II exaltó el hecho de que “mientras que la mayoría de los pueblos vino a conocer a Cristo y al Evangelio después de siglos de su historia, las naciones del continente iberoamericano... nacieron cristianas” 1 .

Sin duda, el país donde más se patentiza ese origen providencial de América Latina es el Perú, con su portentosa gracia fundacional, atestiguada tanto por múltiples hechos sobrenaturales como por inigualados frutos de santidad y civilización cristiana.

Un exponente de esa gracia primigenia, es la milagrosa imagen de la Virgen de Guadalupe venerada en la localidad del mismo nombre, en la provincia de Pacasmayo.

Vivía en Trujillo a los pocos años de fundada, hacia 1560, el encomendero Capitán Francisco Pérez de Lezcano. Rico y muy estimado, la Corona le había concedido tierras y otros beneficios en Chérrepe y Pacasmayo. De repente comenzaron a aparecer en las más distinguidas casas trujillanas, pegados a sus puertas durante las noches, extraños libelos infamando a sus moradores: hecho sumamente grave, aún más considerando que la calumnia y otros delitos contra el honor se castigaban entonces con severidad extrema, que podía llegar hasta la pena capital. Se realizaron investigaciones sin resultado, hasta que dos testigos declararon haber visto, el día en que apareció uno de los carteles infamatorios, a un embozado con características físicas similares a las del ca-

No le quedaba al reo sino poner su suerte en manos de Dios, y lo hizo por medio de la venerada Virgen de Guadalupe “la Extremeña”, una de las invocaciones más populares de España, milagrosamente descubierta en el siglo XIV en una cueva en las montañas de Extremadura, donde había permanecido escondida durante varios siglos desde la invasión mahometana.

Pérez de Lezcano, extremeño y devotísimo de la Virgen de Guadalupe, prometió a su Patrona que si Ella le salvaba la vida traería de España una réplica de su imagen y le erigiría un santuario en Trujillo. Y precisamente en la madrugada del día marcado para su ejecución, un griterío “¡Aquí del Rey!” alborotó la ciudad aún dormida. En la calle todavía oscura un vecino clamaba por ayuda mientras forcejeaba con un embozado a quien había sorprendido pegando un cartel infamatorio en su puerta. Rápidamente este fue reducido y resultó ser un eclesiástico de mala reputación, que vivía junto a la casa del capitán y era de su misma estatura. Así descubierto el verdadero autor de las calumnias, Pérez de Lezcano fue liberado, su inocencia aclamada y su honor debidamente reparado.

Restaba al agradecido capitán cumplir su voto. Viajó a España y, acompañado de un escultor que contrató en Sevilla, se trasladó a Guadalupe, donde con permiso de los custodios del santuario hizo tallar una réplica de la imagen (la cual no debe ser confundida con su homónima de México2). Una vez terminada la trajo personalmente a Trujillo, donde fue festivamente recibida en 1562, y le hizo levantar una capilla en su heredad de Pacasmayo, entregando su custodia a los Padres Agustinos.

Tras el fuertísimo terremoto que arrasó Trujillo en 1619, el santuario se trasladó a su emplazamiento actual, naciendo así el poblado de Guadalupe. En él se destaca el templo, de reminiscencias góticas, concluido en 1643.

Estupendos milagros obrados por la imagen desde su llegada al Perú le dieron rápidamente fama en todo el Norte del continente hasta Centroamérica, y aun en Europa. De ellos se enteró el Virrey Don Francisco de Toledo cuando partía para el Perú a tomar posesión de su cargo. Frente a Cabo Blanco sobrevino una furiosa tempestad que amenazaba echar a pique su escuadra, al punto que todos se dispusieron para morir. En tal extremo, el Virrey hizo solemnes promesas a la Virgen de Guadalupe; a su requerimiento todos la invocaron; y para admiración general, de inmediato el mar se calmó. Tras el feliz desenlace el Virrey quiso desembarcar en Paita y fue por tierra hasta Guadalupe, donde dio una gran limosna y en nombre del Rey hizo donación a la Virgen de cinco pueblos: Guadalupe, San Pedro de Lloc, Jequetepeque, Chérrepe y Chepén.

El cronista de la Orden agustiniana, Fray Antonio de la Calancha, narra también que se debe a esta imagen la primera resurrección ocurrida en América, en la persona de un indio neogranadino llamado Hernando Tusa, cuando estaba siendo velado en el santuario. Refiere asimismo el resonante caso de otro indio llamado Alonso, apóstata y hechicero, “comensal del demonio” , que recibió una doble gracia: primero la conversión y después la curación (era tullido de las manos y en los pies). Pero quizás el más asombroso de los prodigios de la Virgen de Guadalupe es el ocurrido con un soldado español en las

costas del Mar del Norte. Preso por desertor y condenado a la horca, a instancias de un compañero que le contó el caso de Pérez de Lezcano, se encomendó empeñadamente a la protección de la Virgen de Pacasmayo, y renovó su confianza en Ella a camino del patíbulo. Al ordenarse la ejecución, la cuerda se partió inexplicablemente y el condenado cayó al piso sano y salvo. El comandante de la plaza, contrariado, hizo armar una cuerda más gruesa, y ordenó repetir la ejecución. Para asombro de todos, la nueva cuerda también se partió. Obstinado, el comandante mandó insistir con cuerdas cada vez más fuertes, pero todas se partían al momento de ser ahorcado. El prodigio se repitió ¡siete veces!; hasta que el comandante se rindió a la evidencia del milagro y, en medio de aclamaciones concedió al reo la libertad. El feliz amnistiado vino en 1630 a Pacasmayo como peregrino, para agradecer a la Virgen su salvación.

Las convulsiones del período republicano y el anticlericalismo que entonces campeaba determinaron que el santuario de Guadalupe –que fuera para los Agustinos lo que Ocopa fue para los Franciscanos o Juli para los Jesuitas: su más importante centro misionero– pasara al clero secular. Con el tiempo el abandono fue tomando cuenta de la be-

lla construcción. Hasta que hacia 1940 el P. Santiago Wenceslao Aguilar, emprendió la restauración del conjunto y gestionó además la coronación canónica de la imagen, aprobada por Pío XII y realizada en 1954.

La inolvidable ceremonia, presidida por el Nuncio como legado papal, fue apadrinada por el Presidente de la República y su esposa junto con las máximas autoridades de Gobierno, legislativas y judiciales y militares de Trujillo, además de alcaldes regionales de La Libertad, Cajamarca y Lambayeque. Al colocar la corona en la venerada imagen, el Nuncio exclamó: “Del mismo modo que por nuestras manos te coronamos en la tierra, así merezcamos que Cristo nos corone de gloria en el Cielo”. La multitud prorrumpió en aclamaciones y aplausos, mientras escuadrillas de aviones de la Base Aérea de Chiclayo arrojaban flores y una corona de rosas sobre la imagen, las campanas de todos los templos repicaban y la artillería militar disparaba una salva de 21 cañonazos. Se inició después la procesión más concurrida y solemne que el santuario recuerda, con la Virgen de Guadalupe luciendo su hermosa corona de oro, y ladeada de doce niñas simbolizando las doce estrellas de su aureola.

Pidamos a la Virgen de Guadalupe que obtenga de su divino Hijo, que no vino a “apagar la mecha que aún humea” (Mt. 12, 20), que reencienda cuanto antes en nuestra América la debilitada llama de la Fe, para que, reencontrada con su identidad católica y mariana, pueda ella retomar el rumbo de grandeza cristiana que la Providencia le reserva. 

ALEJANDRO EZCURRA NAÓN

Notas.-

1. JUAN PABLO II, Homilía en San Salvador de Bahía, 7-7-1980, Pronunciamentos do Papa no Brasil, Ed. Loyola, San Pablo, 1980, p. 192.

2. El nombre “Guadalupe” deriva del árabe latinizado Ouad al-lupi (“río de los lobos”). Dos siglos después del milagroso hallazgo de la imagen en Extremadura, el mismo nombre fue dado impropiamente en México a la aparición de la Virgen a Juan Diego. Cuando éste le preguntó cómo se llamaba, Ella respondió: “Qoatla xupeh”, que en lengua náhuatl significa “Aquella que aplasta a la serpiente”. Pero los españoles simplificaron la pronunciación, que les resultaba difícil, cambiándola por “Guadalupe”, parecida y familiar a ellos.

2 2 TESOROS DE LA F E Diciembre de 2002
Estado calamitoso en que se encuentran las ruinas del famoso convento agustino de Guadalupe vecino al santuario.

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EspiritualEspiritual EspiritualEspiritual Espiritual

Los sacerdotes Juan Pedro Pinamonti y Carlos Gregorio Rosignoli fueron dos notables jesuitas italianos del siglo XVII. Afamados oradores sacros y fecundos misioneros, como buenos discípulos de San Ignacio de Loyola se empeñaron en la predicación de los famosos Ejercicios Espirituales, compuestos por el fundador de Compañía de Jesús. Con ese fin el P. Pinamonti escribió un libro de meditaciones para religiosas, que después amplió aplicándolo a los fieles laicos. Y el P. Rosignoli escribió las lecturas espirituales correspondientes a cada uno de los Ejercicios. Es de esos textos que hemos extraído la página alusiva a la Santa Navidad, que hoy presentamos a nuestros lectores.

El admirable nacimiento de Jesucristo

Tradicional nacimiento artesanal barroco virreinal

“EL N ACIMIENTO del Salvador está también lleno de prodigios de amor; y su primera entrada en el mundo lo muestra piadosísimo amante de los hombres. Podía muy bien venir Él con comodidades y pompas, en un día solemnísimo; escoger una corte magnífica, yacer en preciosísima cuna, envuelto en finísimas ropas; y con esto habría también dado clarísimas señales de su amor; porque todo sería siempre muy inferior a la Majestad de un Dios humanado. Sin embargo, el infinito amor de Jesús no quedaría satisfecho si no llegase a los últimos extremos. Sabía que un gran amor se hace ver en la humildad y en la paciencia.

¿Pero qué humildad escogió Él en su Nacimiento? Un pesebre por palacio, un comedero por cuna, unas pajas por lecho, unos viles animales por cortesanos.

¿Quién no se siente enternecer ante aquellas palabras del Evangelio: In

propria venit, et sui non receperunt? –Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron? Vino a la Ciudad de Belén que era suya, y los suyos no lo acogieron, con lo cual fue obligado a mendigar de los brutos la hospitalidad que le negaron los hombres.

¡Oh, qué prodigio de humildad! Se admira como un exceso de humildad aquella de San Alejo, señor nobilísimo, que fue de incógnito a la propia casa a pedir a su padre algún lugar donde recogerse; y siendo recogido en un vil rinconcito de su palacio, recibió por tantos años de sus mismos criados la limosna de un poco de pan. Si esta proeza, hecha por un hombre por amor de Dios, fue de tan grande admiración, ¿qué será una tanto mayor, hecha por Dios por amor a los hombres?

¡Qué asombro! ¡Que ingrese Dios en este mundo, casa suya, y no encuentre otro lugar más que una vilísima gruta, y se vea necesitado de

valerse de la piedad de los brutos para que le moderen, con el aliento, el rigor del frío, en lugar de los serafines que en el Cielo le encienden el trono con amorosas llamas!

¿Y con qué remedio se podrá curar la soberbia del hombre, si con la humildad del Hijo de Dios no se abate? ¿Con qué se podrá sanar de la avaricia, si con la pobreza del pesebre no se modera? ¿Con qué se podrá extinguir la concupiscencia de los gustos sensuales, si no se reprime, viendo que Dios Niño desde su Nacimiento comienza a afligir con tantas asperezas su santísimo cuerpecito? Acaba, pues, oh hombre, de entender que ahora el abatimiento es exaltación, la pobreza es riquísima, y las penalidades son deliciosísimas.” 

(J.P. P INAMONTI, S.J., C.G. R OSIGNOLI, S.J. , Ejercicios de San Ignacio y Lecturas Espirituales, Librería Apostolado de la Prensa, Porto, 1953, pp. 330 y ss.)

TESOROS DE LA FE Diciembre de 2002 33 33

Divino Niño Jesús de Praga el “Pequeño Rey”

La imagen del Niño Jesús de Praga, la más famosa del Divino Infante, se volvió objeto de veneración universal, con réplicas diseminadas en todo el orbe, incluso en el Perú

AUNQUE MUCHOS hayan oído hablar del Niño

Jesús de Praga, pocos conocen datos concretos a respecto de esta devoción a la divina infancia del Salvador del mundo. 1 Al transcurrir este mes la conmemoración de su gozoso Nacimiento –la fecha máxima de la Cristiandad– juzgamos oportuno presentar a nuestros lectores esta admirable historia.

Desde tiempos inmemoriales, los justos del Antiguo Testamento ansiaban la venida del Prometido de las Naciones, que vendría a enderezar los caminos tortuosos, aplanar los montes, llenar los valles. En una palabra, abrir el Cielo para la humanidad pecadora. El Profeta por excelencia de esos futuros acontecimientos, Isaías, siete siglos antes de la venida del Divino Redentor, anunció que Él nacería de una Virgen.

En los primeros siglos de la era cristiana, muchos fueron los santos que trataron del tema del Dios Niño y su nacimiento, especialmente el Papa San León Magno. 2

Pertenece a la Edad Media la gloria de corporificar y expandir esa devoción. Varios santos fueron entonces llamados por la gracia divina a manifestar especial fervor por la divina infancia de Nuestro Señor Jesucristo, a quien se llega por medio de Nuestra Señora. San Francisco de Asís, al meditar enternecido a respecto del gran Dios que se hizo frágil Niño sobre un pesebre, montó el primer nacimiento para representar a ese divino misterio. San Antonio de Padua, siguiendo el ejemplo de su maestro y fundador, se encantaba con el Niño Dios, y mereció recibirlo varias veces milagrosamente en sus brazos. Y es de ese modo que el gran santo franciscano es comúnmente representado. Otros santos, como Santa Rosa de Lima, recibirían posteriormente la misma gracia.

Sin embargo, fue en la España de la Contra-Reforma, durante el llamado “siglo de oro”, que el divino Niño

Jesús pasó a ser venerado en imágenes en que aparece de pie, manifestando uno u otro de sus atributos.

La gran Santa Teresa de Ávila introdujo esa devoción en sus conventos, y a partir de ellos se expandió por toda España y después por el mundo. Su discípulo y cofundador de la rama Carmelita masculina reformada, el sublime San Juan de la Cruz, se entusiasmaba tanto con ese misterio de un Dios hecho hombre, que, durante el período de Navidad, llevaba la imagen del Niño Jesús en procesión, y danzaba con ella en brazos. También compuso sublimes poesías sobre la Natividad.

Así, surgieron en los conventos carmelitas varias invocaciones al Niño Jesús, como El Peregrinito, El Lloroncito, El Fundador, El Tornerito y El Salvador.

Pero tal devoción no se limitaba a los claustros. Ya Hernando de Magallanes, cuando descubrió Filipinas, llevaba consigo una de esas imágenes de Jesús Niño, y allí la dejó, siendo venerada hasta hoy en la isla de Cebú.

Venerable Carmelita: confidente del Niño Dios

Le cupo sin embargo a una hija de Santa Teresa ser la confidente del Niño Jesús y la propagadora de su devoción. Se trata de la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento (1619-1648), carmelita del convento de Beaune, en Francia.

Esta monja, fallecida a los 29 años, entró al convento a los 11 años como pensionista. Tenía gran familiaridad con los Ángeles y Santos y el privilegio de participar de todos los grandes misterios de la Vida del Salvador, como su Nacimiento, Transfiguración y Pasión. Sin

4 4 TESOROS DE LA F E Diciembre de 2002   Especial de Navidad

El Niño Jesús en su altar en el Santuario de Nuestra Señora de la Victoria, en Praga.

embargo, recibió la misión especial de venerar y propagar especialmente la devoción a la divina infancia de Cristo.

“Yo te escogí para honrar y hacer visible en ti mi infancia y mi inocencia, cuando yo yacía en el pesebre”, le dijo el Niño Dios, mientras ella rezaba delante de una imagen suya existente en el convento, conocida como El Rey de la Gloria. La hermana Margarita del Santísimo Sacramento recibía muchas gracias extraordinarias, mediante las cuales el Niño Jesús le hacía comprender de un modo más profundo ese misterio 3

Ella fundó la Familia del Niño Jesús, invitando a todos los que quisiesen participar de ella a celebrar con fervor los días 25 de cada mes, en recuerdo de la Santa Natividad, y a rezar la Corona del Niño Jesús (tres Padrenuestros y 12 Avemarías) en honra de los 12 primeros años de su vida.

Dos siglos después, otra Carmelita, Santa Teresita del Niño Jesús (+ 1897), honró de modo especial al Niño Dios, no sólo al escogerlo para su nombre en religión, sino iniciando la vía de la “Infancia Espiritual”. Fue en una noche de Navidad, la de 1886, que ella recibió la mayor gracia de su vida, según dijo, es decir, la de salir de la inmadurez de la infancia para entrar en la gran vía de los santos.

Ella se abandonaba al Niño Dios con toda docilidad, como una pelota en las manos de una criatura. Cuando recibió el encargo de adornar una imagencita del Niño Jesús que había en el claustro, ella lo hacía con gran devoción. Asimismo, mantenía prolongados coloquios con el Niño Dios delante de la imagen del Niño Jesús de Praga que se encontraba en el coro del noviciado.

Maravilla de Praga: el Pequeño Rey

Praga, capital de la actual República Checa, es considerada, a justo título, una de las más bellas capitales de Europa. El visitante no se cansa de recorrerla,

descubriendo siempre cosas nuevas y maravillas insospechadas. Su topografía concurre mucho para su belleza, y el río Moldava, que la atraviesa, se volvió casi legendario. La arquitectura de Praga refleja los diversos períodos de su historia. En ella se ven desde fundaciones románicas, bellísimos ejemplos del gótico religioso y civil, edificaciones renacentistas, barrocas y clásicas. Y hasta un ejemplo del llamado “arte” moderno, como triste concesión al espíritu del tiempo.

Entre las innumerables edificaciones dignas de mención en esa ciudad privilegiada, figura la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, primer santuario barroco local, erigido entre 1613 y 1644. Perteneciente a los Carmelitas Descalzos, en ella está la gran maravilla de Praga: la encantadora imagen del Pequeño Rey, como es conocido el Niño Jesús de Praga.

Raíces de una devoción providencial

En el siglo XVII, en el primer período de la sangrienta Guerra de los Treinta Años, el General de los Carmelitas Descalzos, el Venerable Fray Domingo de Jesús María, se había destacado, exhortando a los ejércitos católicos en la victoria del emperador alemán contra el príncipe elector del Palatinado, el calvinista Federico. En señal de gratitud hacia él, en 1624 el Emperador Femando II llamó a los Carmelitas a Praga –entonces capital del Sacro Imperio Romano Germánico– y les cedió la referida iglesia, rebautizada con el nombre de Santa María de la Victoria, por la ayuda concedida por la Madre de Dios al ejército católico en aquella batalla.

El año 1628, Fray Juan Luis de la Asunción, entonces Prior de los Carmelitas Descalzos de la ciudad, le comunicó a sus religiosos que había sentido una moción interior en el sentido de que venerasen de un modo especial al Niño Dios, para que protegiese a la comunidad, y a fin de que los novicios aprendiesen como Él a hacerse pequeñitos para entrar en el reino de los Cielos.

Casi simultáneamente la Providencia inspiró a la princesa Polyxena de Lobkowicz –quien había enviudado e iba a retirarse a su castillo de Roudinice nad Labem– a donar al convento carmelita una imagen de cera del Niño Jesús que ella poseía. Estaba representado de pie, portando trajes reales, con el Globo en la mano izquierda y la derecha en actitud de bendecir. Tal imagen era un querido recuerdo de familia, pues su madre, Doña María Manrique de Lara, la había recibido como regalo de nupcias cuando se casó con Vratislav de Pernstein, y la dio a su hija también como regalo de bodas.

La princesa Polyxena le dijo al prior, al entregarle la imagen: “Yo os ofrezco, querido padre, lo que más quiero en el mundo. Honrad a este Niño Jesús y estad seguro de que, mientras lo venerareis, nada os faltará”.

TESOROS DE LA FE Diciembre de 2002 55  

Especial de Navidad

Fray Juan Luis agradeció el regalo, que venía tan milagrosamente al encuentro de su deseo, y ordenó que la imagen fuese colocada en el altar del oratorio del noviciado. Allí los religiosos se reunirían todos los días para alabar al Divino Infante y encomendarle sus necesidades.

Después de un primer momento de prosperidad en Praga, los Carmelitas quedaron reducidos casi a la miseria. El prior y sus súbditos recurrieron al Niño Jesús, pidiéndole que les fuese propicio. Esa confianza no fue infundada. El Emperador Fernando II, Rey de Bohemia y de Hungría, conociendo las necesidades por las cuales pasaba la comunidad carmelita, le concedió una renta anual de mil florines y un auxilio sobre las rentas imperiales.

Al mismo tiempo, sucedió otro hecho extraordinario que comprobaba de qué manera el Niño Jesús de Praga no dejaba de socorrer a aquellos que a Él recurriesen.

Existía en el convento una viña, la cual hacía tiempo estaba completamente estéril. De repente, de la forma más imprevista, comenzó a florecer y a fructificar, siendo sus frutos más dulces y espléndidos de lo que se podría imaginar.

Fray Cirilo: de objeto de milagro a apóstol del Niño Jesús

Habitaba este convento un joven sacerdote, Fray Cirilo de la Madre de Dios, que, habiendo dejado el ramo carmelita mitigado, abrazó la reforma de Santa Teresa. Sin embargo, en vez de encontrar la paz que tanto esperaba, se sentía como un réprobo, sufriendo las penas del infierno. Nada lo consolaba o apaciguaba.

El prior, notándolo triste y abatido, le preguntó qué estaba sucediendo. Fray Cirilo le abrió el corazón, contando todas sus penas. “Una vez que la Navidad se aproxima, le dijo el prior, ¿por qué no se pone a los

pies del Santo Niño y le confía todas sus penas? Verá como Él lo ayudará”.

Obedeciendo, Fray Cirilo se dirigió a la imagen del Niño Jesús: “¡Querido Niño, mirad mis lágrimas! Estoy a vuestros pies, ¡ten piedad de mí!” Al instante, sintió como que un rayo de luz penetraba su alma, haciendo desaparecer todas las angustias, dudas y sufrimientos.

Conmovido y sumamente agradecido, Fray Cirilo se volvió un verdadero apóstol del Divino Infante. Ataque sacrílego de protestantes

Mientras tanto, los protestantes se reagruparon en noviembre de 1631, bajo el mando del príncipe elector de Sajonia, y asediaron nuevamente Praga. Hubo pánico entre los imperiales y la angustia dominó a los habitantes de la ciudad. Muchos huyeron.

Fray Juan María, por prudencia, mandó a sus frailes a Munich, permaneciendo en la ciudad para cuidar el convento tan sólo con otro religioso.

Praga capituló. Los soldados protestantes invadieron iglesias y conventos, profanando y destruyendo objetos del culto católico. Pusieron en prisión a los dos frailes Carmelitas y comenzaron a depredar el convento. Al ver en el oratorio de los novicios la imagen del Niño Jesús, comenzaron a reír y burlarse de ella. Uno de los soldados, deseoso de mostrarse delante de los otros, seccionó con la espada las manitos de la imagen con el aplauso de sus compañeros. Después, la arrojó en medio de los escombros a que había quedado reducido el altar.

Ahí el Niño Jesús quedó olvidado.

Firmada la paz en 1634, los Carmelitas pudieron regresar a su convento.

Fray Cirilo no regresó con los otros, y nadie más se acordó de la imagen del Niño Jesús. Tres años más tarde llegó Fray Cirilo y enseguida notó la falta. Buscó la

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Doña Polyxena de Lobkowicz entregando la imagen del Niño Jesús a los Carmelitas. Santuario de Nuestra Señora de la Victoria Santuario de Nuestra Señora de la Victoria

preciosa imagen, pero no la encontró. No había que hacer.

La paz, sin embargo, no fue duradera. Los suecos, rompiendo los acuerdos, sitiaron otra vez Praga, quemando en su camino castillos y poblaciones.

El prior recomendó a sus frailes que rezasen, pues esta vez sólo la oración podía salvarlos. Entonces Fray Cirilo sugirió que se encomendasen al Pequeño Rey, y se puso a buscar nuevamente la imagen. Después de mucho trabajo, la encontró finalmente detrás del altar, cubierta de polvo y suciedad. Por increíble que parezca, nadie había hurgado en aquel lugar durante aquellos atribulados tiempos. Con alegría, la llevó al prior. Delante de la imagen con las manos seccionadas, los frailes oraron fervorosamente por la salvación de la ciudad, lo que realmente se dio. Los suecos levantaron el cerco.

Milagrosa restauración de la imagen

Cuando a imagen fue nuevamente entronizada en el oratorio de los novicios, los benefactores del convento, que durante esos difíciles años habían también ausentado, volvieron a traer su ayuda.

Cierto día Fray Cirilo estaba en oración delante del Niño Dios, pidiendo por la comunidad, cuando Éste le dijo tristemente: “Ten piedad de mí, y yo tendré piedad de ti. Restitúyeme las manos que me cortaron los herejes. Cuanto más me honrareis, más os favoreceré”.

Por motivos ignorados, hasta entonces el fraile no se había empeñado en restaurar la imagencita. Se apresuró a narrar lo sucedido al prior. Pero parece que éste no le dio mucho crédito. Y a causa de la indigencia en que se encontraba el convento, le dijo que era necesario esperar días mejores, pues había necesidades más apremiantes.

Profundamente afligido, Fray Cirilo pidió a Dios que le diese los medios de restaurar la imagen, y la ayuda vino de manera inesperada. Un noble extranjero

le pidió para confesarse con aquel religioso, y después le dijo: “Reverendo Padre, estoy convencido de que el buen Dios me condujo a Praga para prepararme para la muerte y haceros un poco de bien”. Y le entregó una limosna de cien florines.

El fraile buscó al prior, entregándole la suma y pidiendo por lo menos un florín para restaurar la imagen. Pero el prior, a pesar de ese pequeño milagro, dijo que eso no era tan apremiante y podía esperar. Peor aún: mandó que Fray Cirilo sacase la imagencita del oratorio y la llevase a su celda hasta que pudiese ser restaurada. Con lágrimas en los ojos, el fraile obedeció, pidiendo al Pequeño Rey perdón por su incomprensión.

Se le apareció entonces la Santísima Virgen y le hizo comprender que el Niño Jesús debería ser restaurado cuanto antes, y ser expuesto a la veneración de los fieles en una capilla a Él dedicada. ¡Siempre es Nuestra Señora quien conduce a Jesús!

Poco tiempo después, surgió una circunstancia propicia con la elección del nuevo prior. Fray Cirilo le hizo el mismo pedido, y éste respondió: “Si el Niño nos diera antes su bendición, entonces haré reparar la imagen”. Poco después tocaron la puerta, y una dama desconocida entregó a Fray Cirilo un buen donativo. El prior, sin embargo, sólo le dio medio florín para la restauración, diciéndole que tenía que bastar. Pero a la insignificante cantidad se le sumó pronto el generoso donativo de Daniel Wolf, funcionario de la corte favorecido por el Niño Jesús.

La imagencita fue así restaurada y colocada dentro de una urna de cristal próxima a la sacristía. Se cumplía el deseo expresado por Nuestra Señora a Fray Cirilo, de que el Niño fuese expuesto a la veneración pública.

Cura milagrosa y aumento del culto

Un hecho inesperado daría gran impulso a la devoción al Pequeño Rey. Cierto día, en 1639, Fray Cirilo, tenido ya por muchos como santo, fue buscado por el Conde de Kolowrat, Enrique Liebsteinski, cuya esposa estaba gravemente enferma. El Conde pidió al carmelita que llevase la imagen del Niño Jesús a la cabecera de la enferma, alegando que ella era prima de la princesa Polyxena, que había donado la imagen al Convento. Como varios médicos ya la habían desahuciado, la única esperanza que restaba era el Santo Niño.

Fray Cirilo no podía dejar de atender tan justo pedido. Llegando al cuarto de la moribunda, le dijo el marido: “Querida, abre los ojos. Ved, aquí está el Niño Jesús para curarte”. Con gran esfuerzo la enferma abrió los ojos, su rostro se iluminó, y ella exclamó: “¡Oh! ¡El Niño está aquí en mi cuarto!” E irguió los brazos hacia Él, a fin de besarlo. Al ver esto, el marido exclamó exultante: “¡Milagro! ¡Milagro! ¡Mi mujer se ha salvado!”

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La princesa Polyxena, de niña, junto a su madre Doña María Manrique de Lara.

Especial de Navidad

La alegría fue general. Tan pronto se restableció, la condesa fue al convento y ofreció al Niño una corona de oro y objetos preciosos en señal de gratitud.

Éste fue uno de los milagros más célebres atribuidos al Pequeño Rey. A partir de él su devoción comenzó a diseminarse no sólo en la corte, sino también entre el pueblo de la ciudad y sus alrededores. Y ante el altar del Niño Dios afluían, cada vez en mayor número, peregrinos de todas partes.

Eso hizo con que una rica dama de la corte, llevada por devoción indiscreta, hurtase la imagen. Pero este sacrilegio fue castigado por Dios, y el Pequeño Rey retornó a los Carmelitas.

Las grandes donaciones en dinero y en bienes, con las cuales los fieles agradecían las gracias recibidas del Divino Infante, hicieron posible construir la capilla destinada a la milagrosa imagen. Para su solemne consagración, en 1648, fue invitado el Arzobispo de Praga, Cardenal Ernesto Adalberto de Harrach, quien concedió a los frailes la más amplia facultad de celebrar misa en esa ermita del Santo Niño Jesús. Con esa solemne confirmación del Arzobispo, la capilla del Pequeño Rey de la Paz se convirtió en un lugar de culto oficial y muy frecuentado.

Nuevas probaciones, altar definitivo

Nuevamente en 1648, en otra batalla durante la Guerra de los Treinta Años, las tropas protestantes suecas invadieron la ciudad y transformaron el convento Carmelita en hospital de campaña. Pero ninguno de los 160 soldados heridos ahí tratados se atrevió a escarnecer del Santo Niño. Por lo contrario, el mismo comandante de los invasores, el General Konigsmark, durante una inspección, se postró ante la milagrosa imagen, diciendo: “¡Oh Niño Jesús! No soy católico, mas también creo en tu infancia y estoy impresionado al ver la fe de las personas y los milagros que haces en su favor. Yo te prometo que, en cuanto me sea posible, haré levantar el acuartelamiento del convento”. Y entregó a los frailes una donación de 30 ducados.

Poco después los suecos levantaron el asedio de Praga, y todos atribuyeron la liberación a la protección del Pequeño Rey

Confirmación y expansión del culto

Con el regreso a la normalidad, llegó a Praga en 1651 el Superior General de los Carmelitas, Fray Francisco del Santísimo Sacramento, que aprobó la devoción al Divino Infante, recomendando a los frailes que la difundiesen por los otros conventos austríacos y entre los fieles. Dejó escrita una carta, reconociendo la legitimidad del culto a la sagrada imagencita, que fue fijada en la puerta de la capilla del Niño Jesús. En 1655, gracias a la contribución del Barón de Tallembert, la milagrosa imagen fue colocada en un magnífico altar en la iglesia de Santa María de la Victoria y solemnemente coronada por el Arzobispo de Praga, José de Corti. Aún hoy se celebra una fiesta solemne el día de la Ascensión, en recuerdo de esa coronación.

El año de 1675, Fray Cirilo de la Madre de Dios entregó su alma a Dios en olor de santidad, a los 85 años de edad.

La devoción al Divino Niño continuó extendiéndose en todas las clases sociales. La gran emperatriz del Sacro Imperio, María Teresa, quiso confeccionar en 1743, con sus propias manos, un rico vestido para el Pequeño Rey.

La imagen se preservó durante las tiranías nazi y comunista

En 1744, una vez más las tropas protestantes, ahora prusianas, cercaban Praga. Las autoridades de la ciudad acudieron al convento de los Carmelitas, pidiendo al prior que el Pequeño Rey fuese llevado en procesión solemne por la ciudad, a fin de librarla de la destrucción de los herejes. Y felizmente se llegó a una capitulación honrosa, sin batallas; pocos meses después los prusianos dejaron Praga, y todos sus conmovidos habitantes acudieron a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria para agradecer al Niño Jesús esa nueva gracia.

Sin embargo, otro peligro mayor amenazaba la devoción al Divino Infante. En 1784, el impío Imperador José II suprimió el convento de los Carmelitas y confió la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria a la Orden de

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Malta. Y así, sin la asistencia continua de los Carmelitas, el culto al Niño Jesús decayó.

Ya en el siglo XX, durante a II Guerra Mundial, Praga fue ocupada por los nazis, y después el flagelo comunista se abatió sobre el país durante casi 50 años. Mas ni uno ni otro enemigo de la Fe católica atentó contra la milagrosa imagen, que continuó en su trono en la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria.

De Praga, el culto al Niño Jesús ya se había extendido por toda Europa, y de ahí hacia América Latina, India y Estados Unidos. En este país floreció gracias a la devoción de Santa Francisca Javiera Cabrini, que ordenó la entronización, en cada una de las casas del instituto por ella fundado, de una imagen del Pequeño Rey

Devoción se expande a Arenzano

En 1895, los Carmelitas de Milán pidieron al Cardenal Ferrari permiso para introducir la devoción al Niño Jesús de Praga en su iglesia de Corpus Domini. El Cardenal no sólo autorizó la entronización, sino que quiso él mismo hacerla en presencia de tres mil fieles. En la ocasión, consagró a todos los niños de Milán al Niño Jesús de Praga.

A partir de entonces, esta devoción conquistó el corazón de los italianos.

En el convento Carmelita de Arenzano, fundado en 1889 por el hermano del fundador de Corpus Domini, surgió la idea de exponer un cuadro representando al Niño Jesús de Praga en la iglesia del convento. Los habitantes de la ciudad pronto se mostraron muy sensibles al nuevo culto, y el Pequeño Rey atendió sus oraciones y pedidos con muchas gracias y bendiciones.

El año de 1902, para sustituir el cuadro, la marquesa Delfina Gavotti, de Savona, obsequió a los frailes una imagencita del Niño, copia exacta de la de Praga. La enorme afluencia de fieles ante el altar del Niño Je-

sús motivó a los frailes a construirle un santuario expresamente dedicado. La primera piedra fue colocada en octubre de 1904, y cuatro años más tarde el templo era solemnemente consagrado.

El cronista del convento carmelita anotó entonces: “Para todos fue claro que sólo el culto a la infancia divina, venerada bajo el título del Santo Niño Jesús de Praga, dio origen, desarrollo y feliz final a nuestra empresa de construir esta iglesia, para que fuese para los fieles de toda Italia el centro propulsor de esta devoción”.

El día 7 de setiembre de 1924, Su Santidad el Papa Pío XI envió especialmente al Cardenal Merry del Val para coronar solemnemente a la sagrada imagen. Así, la devoción al Niño Jesús de Praga recibía la aprobación oficial de la Iglesia.

En Praga: los comunistas prohíben el culto

Mientras en Arenzano florecía la devoción, en Praga, transformada en capital de la entonces Checoslovaquia, el régimen comunista impedía el libre ejercicio del culto, propugnando el ateísmo de Estado. En 1968, un intento de librarse del régimen impío fue sofocado con sangre en la llamada Primavera de Praga

La devoción al Niño Jesús continuaba restringida a los que frecuentaban la iglesia donde estaba expuesto, y también al fruto del apostolado de las monjas Carmelitas que, deportadas muy lejos de Praga, pintaban estampas con el Santo Niño y las enviaban clandestinamente a otros conventos europeos.

Finalmente, a fines de la década de los ochenta, con la caída del Muro de Berlín, y después, con la llamada Revolución del Terciopelo, cesó la dictadura comunista en Checoslovaquia y surgió la nueva República Checa, independiente y soberana. Fue restablecida la libertad civil y religiosa, y el nuevo Arzobispo de Praga, que había sido también víctima de la represión comunista, se empeñó en el reflorecimiento de la devoción al Niño Jesús. Por invitación de él, dos frailes carmelitas, justamente de Arenzano, fueron hacia Praga para reabrir el convento y estimular esa sublime devoción.

¡Divino Niño Jesús de Praga, ten piedad de nosotros! 

Notas.-

1.Este articulo fue basado en la excelente obra El Pequeño Rey, de la Hna. Giovanna della Croce, C.S.C., traducción del italiano al español por el P. Juan Montero Aparicio, AGAM, Madonna dell’Olmo, Cuneo, ltalia.

2.Ver, por ejemplo, sus Homilías sobre el año litúrgico, BAC, Madrid, 1969, pp. 99 y ss.

3.Cfr. Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs, París, 1882, tomo 15, p. 379.

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Corona del Niño Jesús de Praga

La Palabra del Sacerdote

Canónigo

Pregunta

En las iglesias, en los hogares católicos e incluso en lugares públicos se acostumbra, en el período de Navidad, montar nacimientos en que el Niño Jesús aparece reclinado sobre un pesebre, con su Madre Santísima y San José dentro de una gruta. En ningún lugar de los Evangelios, sin embargo, hay referencia alguna a esa gruta. Así mismo, nada se dice en la Escritura sobre el día del nacimiento de Jesús. Quisiera saber ¿de dónde surgió la fecha del 25 de diciembre?

Respuesta

Es verdad que la palabra “gruta” no aparece explícita en el texto sagrado. Pero, de modo implícito, se inserta perfectamente en el capítulo 2° de San Lucas, el Evangelista por excelencia de la infancia del Niño Jesús. Él nos revela en los versículos 12 y 16 que, avisados por los Ángeles, los pastores fueron “a toda prisa y hallaron a María y

a José, y al Niño reclinado en el pesebre”. Si la primera cuna del Niño Dios fue un “pesebre” –como está explícitamente revelado– y si el pesebre es el recipiente donde es servido el heno a los animales, éstos están normalmente ubicados en los establos. Como en las cercanías de Belén, para abrigo de sus rebaños, los pastores se valían de grutas como establos, se puede entonces razonablemente deducir que el Niño Jesús nació en una gruta. Se trata de un dato de la Revelación implícito. Así lo interpreta la Tradición de la Iglesia.

La voz de la Tradición

Podría incluso corroborar esta conclusión el texto del Profeta Isaías (1, 2-3), cuando ya en el Antiguo Testamento exclamaba:

“Oíd, ¡oh cielos!, y tú, ¡oh tierra!, presta tu atención; pues el Señor es quien

habla... El buey reconoce a su dueño, y el asno el pesebre de su amo; pero Israel no me reconoce... ” El Padre Cornelio a Lapide S. J. –príncipe de los exegetas– al comentar la Adoración de los Magos (Commentaria in Mathaeum, II, 11) aduce textos de conceptuados Padres de la Iglesia, como San Jerónimo y San Agustín entre otros, quienes se reportan al “establo” y al “pesebre” donde el Niño Jesús nació. De nuevo, es la voz de la Tradición. Todos nosotros quisiéramos que los Evangelios hubiesen sido mucho más explícitos y abundantes sobre los hechos de la vida de Nuestro Señor y de Nuestra Señora. Qué interesante hubiera sido saber cómo fue la huida a Egipto, cómo vivió la Sagrada Familia en un país extranjero, cómo era la estrella que orientó a los Reyes Magos, etc. Pero,

puesto que los Evangelios fueron muy sucintos al respecto, cabe preguntar si no hubo una intención divina en esa concisión. Y la respuesta naturalmente tiene que ser “sí”. Veamos por qué.

La cultura occidental viene siendo marcada, en los últimos siglos, por el espíritu racionalista, cuyo representante más citado acostumbra ser el filósofo francés René Descartes (1596-1650), pero que tuvo predecesores famosos e influyentes, entre los cuales se destaca al fraile franciscano inglés Guillermo de Ockham (1300-1350), verdadero padre del racionalismo moderno. Por sus posiciones doctrinarias y políticas perjudiciales a la Fe y a la vida de la Iglesia, acabó siendo condenado por la Iglesia. No obstante, influenció ampliamente todo el movimiento de ideas que le siguió, y está en la raíz de los errores que infectaron la Cristiandad con el protestantismo, cerca de doscientos años después.

¿En qué consiste el racionalismo?

No cabría dar aquí una respuesta cabal, de carácter filosófico, a esta cuestión. Nos limitamos a una explicación genérica, en términos comunes, lo suficiente para encuadrar en su contexto histórico la pregunta que nos fue hecha.

El racionalismo hace una aplicación obtusa, rígida e inadecuada de la razón al estudio de los seres y acontecimientos de la realidad. Busca reducir la

A la izquierda: René Descartes (1596-1650), uno de los más importantes autores racionalistas.

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escrito lo que atestiguaron directamente (de visu), o lo que oyeron (de auditu) de la predica de los Apóstoles, de una manera viva. De ahí las pequeñas discrepancias, que siempre aparecen cuando se le hace a otro el relato de algo que se vio u oyó. Es de Fe, sin embargo, que los autores sagrados escribieron bajo la asistencia e inspiración del Espíritu Santo. De modo que la discrepancia de palabras o detalles no compromete la unicidad y veracidad de los hechos históricos narrados y de la doctrina transmitida por ellos, que es, en el fondo, lo que importa.

realidad –que es siempre muy sutil– a esquemas rígidos, “geométricos”, “matemáticos”, como si todo en la naturaleza tuviese que tener obligatoriamente contornos definidos por líneas y figuras regulares. La naturaleza, sin embargo, no es así, y para darse cuenta de esto basta mirar un panorama cualquiera, una cadena de montañas, por ejemplo. Muy raramente ella presentará contornos geométricos regulares. El racionalista quisiera que la realidad se ajustase a sus esquemas mentales supuestamente claros, definidos y precisos, y por eso acaba distorsionando la realidad, presentándola como ella no es.

El racionalismo, no tan raramente, encuentra campo para su expansión en espíritus afectos a la pereza mental, los cuales no quieren darse el trabajo de

analizar la realidad en todos sus matices. Simplifican todo, partiendo en general de una premisa mal analizada, raciocinando muchas veces de modo lógico, en línea recta, para llegar a una conclusión simple y falsa. No se dan cuenta de que galoparon en el aire, y no en el suelo firme de la realidad. Empobrece así el conocimiento humano, e incluso lo deforma, amputándolo, por ejemplo, de importantes aspectos imponderables o así mismo misteriosos de la vida en esta Tierra.

En concreto, en el caso de la pregunta que estamos respondiendo, el racionalista quisiera que cada paso de la vida de Nuestro Señor Jesucristo hubiese sido objeto de un “proceso verbal”, con un notario registrando minuciosamente todos los hechos, como se hace en una acta notarial.

Sin embargo la vida de nadie es así, y la mayoría de nuestros pasos queda lejos, ¡gracias a Dios!, de una descripción notarial. Los Evangelios no abarcan toda la vida de Nuestro Señor

En la concepción racionalista, los Evangelios deberían haber sido escritos por historiadores como los graduados hoy, digamos, en la Sorbona o en Harvard, que hubiesen hecho investigaciones exhaustivas ante los testigos aún vivos, todo debidamente anotado y documentado. Pero los Evangelios no fueron hechos así. Las verdades de nuestra Fe se transmitieron inicialmente de modo oral, y solamente después de algún tiempo los discípulos sintieron la necesidad de fijar por escrito esa enseñanza oral. Sus autores pusieron entonces por

En verdad, no todo lo que Nuestro Señor dijo o hizo fue colocado en los Evangelios, lo que dicho sea de paso dice expresamente el Apóstol San Juan, al final de su Evangelio: “Muchas otras cosas hay que hizo Jesús, que si se escribieran una por una, me parece que no cabrían en el mundo los libros que se habrían de escribir” (21, 25).

Lo que no fue escrito, sin embargo, continuó transmitiéndose oralmente por los sucesores de los Apóstoles, y nos llegó hasta hoy por lo que se llama la Tradición, y que constituye junto con la Sagrada Escritura, la otra fuente viva en el Magisterio de la Iglesia de nuestra Fe.

* * *

Continuaré desarrollando este importante punto en una próxima edición, en la cual espero, con la gracia de Dios, responder también a la segunda parte de la pregunta, o sea, acerca del día en que nació el Niño Jesús.

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
Epifanía – Giotto di Bondone (1276-1337) – Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

Será llamado

No hay ser humano más débil que un niño. No hay habitación más pobre que una gruta. No hay cuna más rudimentaria que un pesebre. Sin embargo, este Niño, en aquella gruta, en aquel pesebre, habría de transformar el curso de la Historia.

¡Y qué transformación! La más difícil de todas, pues se trataba de orientar a los hombres en el camino más opuesto a sus inclinaciones: la vía de la austeridad, del sacrificio, de la Cruz. Se trataba de convidar para la Fe a un mundo descompuesto por las supersticiones, por el sincretismo religioso y por el escepticismo completo. Se trataba de convidar para la justicia a una humanidad inclinada a todas las iniquidades. Se trataba de convidar al desapego a un mundo que adoraba el placer bajo todas sus formas. Se trataba de atraer hacia la pureza a un mundo en que todas las depravaciones eran conocidas, practicadas, aprobadas. Tarea evidentemente inviable, pero que el Divino Niño comenzó a realizar desde el primer instante en esta tierra, y que ni la fuerza del odio, ni la fuerza del poder, ni la fuerza de las pasiones humanas podría contener.

Dos mil años después del Nacimiento de Cristo, parecemos haber vuelto al punto inicial. La adoración del dinero, la divinización de las masas, la exasperación del gusto de los placeres más vanos, el dominio despótico de la fuerza bruta, las supersticiones, el sincretismo religioso, el escepticismo, en fin, el neo-paganismo en todos sus aspectos invadieron nuevamente la tierra. Y de la gran luz sobrenatural que comenzó a resplandecer en Belén muy pocos rayos brillan aún sobre las leyes, las costumbres, las instituciones y la cultura. Mientras tanto crece sorprendentemente el número de los que se rehúsan con obstinación a oír la palabra de Dios, de los que por las ideas que profesan, por las costumbres que practican, están precisamente en el polo opuesto a la Iglesia.

Príncipe de la Paz y su Reino no tendrá

Asombra que muchos pregunten cuál es la causa de la crisis titánica en que el mundo se debate. Basta imaginar que la humanidad cumpliese la ley de Dios, que ipso facto la crisis dejaría de existir. El problema, pues, está en nosotros. Está en nuestro libre arbitrio. Está en nuestra inteligencia que se cierra a la verdad, en nuestra voluntad que, solicitada por las pasiones, se rehúsa al bien. La reforma del hombre es la reforma esencial e indispensable. Con ella, todo estará hecho. Sin ella, todo cuanto se hiciere será nada.

fin...

PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA

Extracto del artículo “Et vocabitur Princeps Pacis, cujus regni non erit finis”, Catolicismo N° 24, Diciembre de 1952. Ilustración: La Virgen y el Niño Jesús (detalle), Fra Angélico, siglo XV – Museo de San Marcos, Florencia.

Y no terminemos sin descubrir una enseñanza más, suave como un panal de miel. Sí, hemos pecado. Sí, inmensas son las dificultades que nos deparan para volver atrás, para subir. Sí, nuestros crímenes y nuestras infidelidades atrajeron merecidamente sobre nosotros la cólera de Dios. Pero, junto al pesebre, está la Medianera clementísima, que no es jueza sino abogada, que tiene hacia nosotros toda la compasión, toda la ternura, toda la indulgencia de la más perfecta de las madres.

Puestos los ojos en María, unidos a Ella, por medio de Ella, pidamos en esta Navidad la gracia única, que realmente importa: el Reino de Dios en nosotros y en torno de nosotros.

Todo lo demás nos será dado por añadidura.

Editado por la campaña «El Perú necesita de Fátima» con la colaboración de la revista «Catolicismo», en exclusiva para los miembros de la

Alianza de Fátima

© 2002, Asociación Santo Tomás de Aquino Casilla Especial N° 14-060, Lima 14 PERÚ  497-1223 Fax: 358-2270 E-mail: sttomas@ec-red.com

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