Teatro anterior a la Guerra Civil española (1936) A comienzos del siglo XX, el mundo se encontraba en una situación tensa: se produjo la I Guerra Mundial, después se produjo el ascenso de los totalitarismos por una gran crisis económica, que desembocó en la II Guerra Mundial. España era políticamente inestable, con una dictadura militar, golpes de Estado y por último la II República. Esto afectó indudablemente a la literatura. El género teatral presentaba en España dos manifestaciones distintas. El teatro de esta época se caracteriza por unos fuertes condicionantes comerciales que imponen el interés de los empresarios. Las ganancias estaban garantizadas con obras poco complejas destinadas a un público burgués conservador. Por tanto, se limita la libertad en los temas y las formas. Por ello, hay un teatro para ser representado, de tipo comercial, ya que satisfacía los deseos de diversión del público. Por otra, un teatro con intención artística renovadora pero que chocaba con el gusto del espectador y por ello muchas veces no llegaba a los escenarios o lo hacía con escaso éxito. En el primero tenemos la comedia burguesa, el teatro poético en verso y el teatro cómico. La comedia burguesa se caracteriza por tratar asuntos de actualidad, en ambientes burgueses; también se conoce como comedia benaventina, por Jacinto Benavente, su autor más representativo. Previamente a él, hubo otro escritor llamado Echegaray, cuyas obras son muy románticas y melancólicas, fue un autor muy criticado por los novecentistas pero con obras muy populares. Benavente estrenó primeramente “El nido ajeno”, pero recibió críticas y un escaso favor del público y desde ese momento decidió escribir obras con apenas crítica y de tono burgués. Destaca sobre todo por dos obras: “Los intereses creados” y “La malquerida”. El teatro poético o en verso fue un teatro histórico, de ideología tradicionalista y surge directamente de la corriente modernista, recuperando temas históricos y legendarios, constituyéndose como un teatro de pura evasión. Destaca Eduardo Marquina, en cuyas obras se evoca una supuesta España eterna para contraponerla a la de su tiempo, con “Las hijas del Cid”. Otros son los hermanos Machado y Francisco Villaespesa con “El Alcázar de las perlas”. Por último, tenemos el teatro cómico, es cercano al pueblo y tiene una crítica muy sutil. La finalidad básica es el entretenimiento del público y engloba tendencias y espectáculos muy diversos como la Zarzuela o los sainetes. Destaca Carlos Arniches, es sobre todo conocido por sus sainetes donde hace una crítica hacia problemas cotidianos y la forma castiza de hablar de Madrid. También denuncia lacras sociales como el atraso cultural de España, la injusticia social o el caciquismo con su comedia grotesca. Algunas obras son “La señorita de Trevélez” y “Los caciques”. También destaca Pedro Muñoz Seca, creador del astracán, género que se caracteriza por los juegos de palabras, chistes y parodias; su obra más popular es “La venganza de don Mendo”. Por último, tenemos a los hermanos Álvarez Quintero, también dentro del género cómico, con “Malvaloca”. Por otra parte, también se dio un teatro innovador, que no seguía los gustos comerciales. Al principio hay algunos ecos del Realismo con Galdós y Joaquín Dicenta. El del primero no triunfa, y el del segundo consigue romper con el teatro de Echegaray. Dentro de la Generación del 98 destacan Unamuno, que cultivó el teatro como un medio de expresar sus inquietudes existenciales, y Azorín.Sin embargo, hay dos autores que destacan por encima del resto en la corriente innovadora: Valle-Inclán y Lorca. La obra de Valle-Inclán se divide en cuatro etapas. La primera se caracteriza por una reacción antirrealista, con una estética modernista; un ejemplo es “El marqués de Bradomín”. La segunda etapa corresponde al llamado ciclo mítico. Es un ambiente rural de la Galicia primitiva y supersticiosa, los personajes actúan dominados por instintos primarios como la lujuria o la avaricia. Destacan “Comedias bárbaras” o “Divinas palabras”. La tercera etapa es la del esperpento, se encuentra en la línea del expresionismo y con ella se pretende hacer una crítica social y política a través de la exageración y la presentación de elementos deformados. Destacan “Luces de Bohemia” y “Martes de carnaval”. Por último, las farsas, en las que la degradación de la realidad llega al máximo. Algunos ejemplos son: “Farsa y licencia de la Reina castiza” y “La cabeza del dragón”.