Jugar con fuego: guerra social y utopia em la independencia de América Latina.

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vos en cada una de ellas 6. En Puerto Rico existían alrededor de veinte mil esclavos y, en la Luisiana, unos sesenta mil. Los primeros lugares en cuanto al monto de la población esclava de toda América Latina correspondían a Saint Domingue y Brasil. A fines del siglo XVIII la rica colonia francesa del Caribe contaba con medio millón de personas sometidas a este régimen inhumano. En la inmensa posesión portuguesa en América, vivían hacia 1818 cerca de dos millones de habitantes bajo esta brutal institución. En Perú y Quito, la esclavitud era entonces menos numerosa – cincuenta mil y ocho mil respectivamente –, y estaba extendida por la costa del Pacífico, donde se utilizaban trabajadores forzados negros en las minas auríferas de Esmeraldas, en las plantaciones de cacao (Guayaquil) 7, de azúcar – especialmente entre Santa y Cañete–, vid o trigo – Lima y sus alrededores (valle del Rimac), así como en Pisco, Ica y Nazca. Buenos Aires era, en los últimos días coloniales, un activo centro de distribución de esclavos – muchos de ellos destinados a abastecer las plantaciones de azúcar del interior del virreinato (Tucumán) –, tras desplazar a Cartagena de su condición de principal mercado negrero de América del Sur. Pero en todo el extenso territorio rioplatense no había más de treinta mil esclavos. En ciertas zonas del litoral caribeño de Nueva Granada – desde Cartagena hasta Santa Marta – también prosperaron algunos cultivos de exportación que dependían cada vez más de la fuerza de trabajo esclava africana – al igual que sucedía en las minas de Antioquia y las grandes haciendas de Popayán y el valle del Cauca –, en la medida que escaseaba la aborigen. Los censos de fines del siglo XVIII y principios del XIX fijan la población de trabajadores forzados negros en este virreinato en unas setenta mil personas. También en Nueva Granada se duplicaron, después de 1784, los volúmenes del comercio, aunque no llegó a vertebrarse en propiedad una economía de plantación. Las exportaciones neogranadinas, las más reducidas de los cuatro virreinatos, eran casi todas de oro, que constituía el 85% de su comercio. De ahí su endémica dependencia financiera de los situados de Nueva España y otras colonias españolas. De esta desfavorable situación, que contrastaba con el florecimiento de otras áreas del Caribe, se quejaba el poderoso comerciante neogranadino José Ignacio de Pombo en un informe de 1807: Mientras Santo Domingo [se refiere a Haití (SGV)] con solo 300 000 habitantes exportaba 40 millones de pesos anuales, Cuba con 400 000 exportaba 7 millones y Jamaica con 200 000 exportaba 8 millones; la Nueva 6

Las fuentes de estas cifras están en Sergio Guerra Vilaboy: El dilema de la independencia. Las luchas sociales en la emancipación latinoamericana (1790-1826), Santa Fe de Bogotá, Ediciones Fundación Universidad Central, 2000; y Frank Moya Pons: Historia del Caribe, Santo Domingo, Ediciones Ferilibro, 2008. 7 Véase Nick D. Mills: «Economía y sociedad en el periodo de la independencia (1780-1845). Re trato de un país atomizado», en Nueva Historia del Ecuador, Quito, Grijalbo, 1989, t. VI, pp. 152 y ss.

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