Formó parte del mismo proceso atomizador la desmembración, entre 1813 y 1828, del antiguo Virreinato del Plata en otras cuatro naciones: Argentina, Bolivia, Uruguay y Paraguay. También puede incluirse la división de la isla de La Española en dos pequeños Estados: Haití y República Dominicana (1844), aun cuando en este caso se trataba de territorios bien disímiles, con lengua, cultura y tradiciones diferentes. La dominación hispana había sucumbido en La Española ante la ocupación de su territorio por las tropas haitianas del presidente Jean Pierre Boyer en 1822, que había sucedido a Pétion (1818) y unificado Haití tras la muerte de Christophe en octubre de 1820. Ello ocurrió después del fracaso del desesperado plan del dominicano José Núñez de Cáceres, quien solicitó a Colombia la anexión del efímero Estado Independiente de la Parte Española de Haití. 416 Boyer extendió a la parte oriental de la isla las leyes revolucionarias haitianas y dio la libertad a los ocho mil esclavos de Santo Domingo. Al contrario de lo ocurrido en Hispanoamérica, donde la tendencia unionista de Bolívar y los libertadores fue derrotada, Brasil logró preservar su inte gridad territorial. El régimen monárquico, extendido de 1822 a 1889, fue el responsable de garantizar esa unidad, después de costosas guerras civiles en las cuales las fuerzas imperiales se impusieron desde 1848 sobre diversos movimientos secesionistas y regionales, entre ellos los cábanos en Pará, Alagoas y Pernambuco, la república farroupilha de Rio Grande do Sul, la revolución praiera y la república bahiana. A lograr un resultado tan diferente al hispanoamericano, contribuyó que la aristocracia brasileña, para preservar sus privilegios – en primer lugar la esclavitud – cerrara filas en torno a la monarquía, amparándose en el poder centralizador imperial y aprovechando los recursos y el peso del emergente polo cafetalero del área de Río de Janeiro. El más poderoso de estos movimientos secesionistas de Brasil fue la guerra de los farrapos (1835-1845) en Rio Grande do Sul, que contó con la participación y apoyo del italiano Giuseppe Garibaldi, aunque también fue derrotado. En cambio, detrás del proceso que descoyuntó a Hispanoamérica actuaban heterogéneas fuerzas centrífugas internas – los poderosos grupos de poder de cada localidad – y externas, o sea, la política de debilitamiento de las grandes potencias (los Estados Unidos e Inglaterra), interesadas en la proliferación de pequeños Estados, débiles y manejables. Prueba de ello fue no solo la creación de Uruguay, bajo la presión inglesa, sino también la política de los Estados Unidos, tal como hizo constar en su diario, el 11 de febrero de 1828, el historiador mexicano Carlos María de Bustamante, testigo de la independencia como insurgente, al señalar que en contra de los esfuerzos unionistas «tenemos a Mister Poinsett que tiene interés en que se lleve el diablo la América española». 417 416
Más información en Gustado Adolfo Mejía: El Estado Independiente de Haití Español, Santiago, República Dominicana, Editorial El Diario, 1938.
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