las celebraciones el otro lado de las cosas 2020
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las celebraciones usamos mapas, faros, guías, brújulas que nos acompañan a movernos con seguridad o la ilusión del camino correcto. la ruta nos conduce y confiamos en ella. pero siempre, hay un recorrido que no conocemos. ahí empieza la escritura. el espacio caótico y perfecto donde no hay plan, no hay control, donde confiamos en un mapa que no sabemos quién traza y tampoco hasta dónde llega. una de las preguntas más recurrentes alrededor de la literatura es qué se necesita para escribir. qué hago para escribir, qué hago con esta materia, tan al alcance. cómo se escribe, qué pasos debo seguir, qué geografía forma mi paisaje. lo primero, confío. aunque parezca que voy hacia un punto invisible. es la misma confianza con la que sigo el curso que indica el mapa. es algo parecido a la fe. avanzamos a ciegas para verlo todo, queremos verlo todo, ¿quién no quiere verlo todo? ver y tocar el mundo, acercarlo, hacerlo propio. este año el mundo entró en un espacio al que nunca antes había entrado. y nadie sabe qué hacer, y nadie sabe muy bien qué lugar ocupa nuestro miedo y nuestro cuidado, qué es un territorio, dónde está el límite. lo único que nos queda es aceptar el misterio, lo indecible. y entonces se potencia un deseo, la escritura es un bote que se sostiene a fuerza de equilibrio, un bote que recibe la luz del cielo y la luz de las profundidades. las celebraciones, es el fruto del trabajo conjunto de todo este año, de los más sorprendentes y duros que hemos vivido, y de los más maestros también. el otro lado de las cosas, este taller de escritura, no ignora el dolor que trajo esta nueva realidad, y en esa travesía, hablar de celebración es resaltar un gesto del que somos merecedoras. este año la escritura trazó un mapa posible. escribir es detenerse hacia afuera y moverse hacia dentro.
como cangrejas, fue más fácil mirar las cosas. las manos, la luz del sol, el frasco de miel, las ciruelas, el pan, el café, la hoja nueva de la enredadera, las rosas del vecino, mirar las cosas aun sin conocerlas, como la luna, todas las noches. dice henry thoreau, la luna es una criatura divina repleta de consejos para mí. en esta contemplación también empieza la escritura. lo que más nos rodea, es a veces, lo que menos se conoce. y no hubo distancia. lo único que hicimos fue fortalecer una cercanía, aún cada una en su casa, con las ventanas del zoom como ventanas a una intimidad que fue mayor. este fanzine es eso, las celebraciones que nos dimos en medio de lo imprevisible. gracias a todas las voces por el recordatorio: magia y literatura son una misma cosa. como escribió adrienne rich: la verdadera naturaleza de la poesía / el impulso de conectar / el sueño de una lengua común. hablemos de deseo, hablemos de encuentro, eso hace a la comunidad. eso hace la poesía cuando nos devuelve algo que no se espera, se recibe. natalia romero diciembre 2020
sofía cavanna amalia flores pilar maría cimadevilla magdalena garcía batallán florencia gargiulo magdalena giorgio manuela gómez anabella granja mariana gut valentina lamas magalí martínez agustina maggio julia marzik denise menache ailín moreno violeta olivera villamil florencia penélope núñez sara paoletti ailén ponce lucía portelli luciana rubin elena sapia carla santángelo belén seco jéssica signoreta milagros silva eliana tujschinaider adriana uema ana laura urquiza gómez felicitas vivot
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Acacia Ayer barrí las hojas del árbol que planté en la puerta de casa, me llené el cuerpo de polvo bajo el cielo límpido y celeste y las arañas salieron aturdidas por el escándalo. El árbol da una sombra espesa ahora que llegó más alto que el tejado. Si vieras la velocidad con la que su tronco crece, no, mejor dicho, la fuerza, si vieras la fuerza de sus raíces creo que son capaces de rajar todo el cemento de levantar por el medio la calle de mi casa, recorrer las avenidas dar vuelta la ciudad entera y que pasen los veranos y siga creciendo. Es por eso que no dejo de mirarlo, de barrer sus hojas y de susurrarle que lo quiero mientras le doy agua en secreto.
sofía cavanna nació en octubre de 1993 en escobar
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Los nombres de las cosas No sé nada sobre los nombres de las cosas. No sé distinguir ese árbol de aquel árbol de aquel árbol. No sé ni siquiera qué es un aguilucho o un torcal, o un cedro, o una hormiga. ¿Cuándo fue que les pusimos su nombre? Como si un puñado de sílabas fuera linterna en la noche o como si una pregunta pudiera contener acaso todas las dudas. No sé nada sobre los nombres de las cosas pero al salir al mundo y tocar las hojas que nacen enrolladitas y ver las hormigas en fila sobre el tronco y oír el canto como una cueva sonora de las cigarras entonces ya entiendo quisimos darles nombre para al verlas afuera, poder guardarlas adentro.
amalia flores nació el 31 de enero de 1992 en córdoba, españa
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* Mamá barre y canta. Yo estoy cerca, sentada junto al ventanal que da al patio con mis pin y pon. Afuera hace muchísimo frío. Entre las ramas de la parra que cuelgan de la pérgola se filtra un rayo de sol poderoso que cruza también el vidrio justo a la altura de mis ojos. Entonces veo algo flotando, es blanco y parece estar cayendo, pero al piso no llega nada. Pregunto casi gritando qué es, desde la otra habitación papá me responde “polvo”. En el aire que, hasta hacía unos segundos, creía invisible habita un mundo diminuto que me conecta con las ramas frías, con los juguetes guardados en la mochila, con la melodía de mamá. Empiezo a dudar de mis ojos. * Viajamos más al sur. Acompañamos a papá a ver una escuelita en construcción en Santa Cruz. Mientras mamá maneja, toman mate y hablan de lo impactante del paisaje por el que nos deslizamos. Papá dice que hay gente que nunca vio el horizonte. ¿Y qué ven entonces?, pregunto. Edificios o pantallas, responde. El horizonte lo llevan adentro. * La abuela me habla de su mamá. Me cuenta que cada vez que perdía un hijo (fueron cinco los partos tristes), sembraba un frutal al que nombraba igual que al niño muerto. En verano, les pedía a los vivos: “andá a buscar ciruelas a lo de Roberto”, “fíjate si los duraznos de Amelia ya están dulces”, “no se coman todos los higos de Bernardo”. Antes del amanecer salía al patio a regarlos, después preparaba el desayuno y levantaba al resto. * Cuando le conté a Ñata que quería tener una planta me recomendó que consiguiera un lazo de amor. Es la más fácil de cuidar, Pilarcita. La tía me armó una y la puse en la ventana de la cocina del primer departamento que compartí con amigas. Cuando preparaba la comida o lavaba los platos le contaba sobre mi vida.
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Antes de mudarme, saqué un hijito y dejé la planta como una ofrenda para la casa que me había refugiado en esos primeros años lejos de mi familia. Recién ahora entiendo que ahí había una pista. (Fragmentos de Ya no sé a qué temer)
pilar maría cimadevilla nació el 24 de mayo de 1986 en chubut
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Medusa tornasolada El ruido de las olas era como una canción instrumental silencio y estallido sal espuma viento, gaviotas de un tamaño que nunca antes vi en la orilla acostado boca abajo había un lobo marino muerto el agua salada me rozaba los pies iba y venía estaba helada caminé unos metros más con los pies metidos en el mar hasta que casi me tropiezo con una medusa monstruosa gigante violeta tornasol que se camuflaba con el brillo del agua, alrededor tenía caracoles chiquitos que se la comían. Quiero hacer con este dolor lo mismo que la naturaleza hace con lo que muere.
magdalena garcía batallán nació el 29 de marzo de 1993 en buenos aires
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Curadora del viento Voy a ser curadora del viento elegir delicadamente los finales y aún más los principios. No mirar en rewind las historias que componen mi vida. Volver a escribir sin sangría. No dejar que una botella marque los límites de mis líquidos.
No es demasiado pedir No es demasiado pedir silencio tal vez sea demasiado para mí que aprendí a hablar ayer y aun no entiendo el significado de las palabras: precaución despacio. Decir que no. Escucharme no es lo mismo que escuchar aunque acá no haya ningún otro sonido y mi casa no sea una caja de resonancia.
florencia gargiulo nació el 19 de abril de 1987 en mar del plata
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* Este es un poema que tiene los versos iguales hay uno largo, como quién dice: quiero enamorarme, pero vos ya no estás tengo unas plantas que robé del vecino para que pongas en tu casa, ahí donde querías pero vos ya no estas. Solo repite eso vos ya no estás ya no estás ya no no estás. * La psicóloga dice que debo aprender a pagar deudas pero mi angustia no tiene números es un pozo grande en donde la flor que planté ayer, se hunde. Tenes que aprender a pagar tus deudas y agrega que vivir sin una red es imposible. Abro la billetera y observo los billetes que tengo, los separo sobre la mesa. Mamá Papá Hermana Y a vos, te aparto otro montoncito. Si hubiese sabido esto antes ya serías dueño de una casa en la montaña en donde podrías desayunar mirando la nieve caer, y yo, estaría abajo buscando leña para calentar el hogar.
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* No es lo que quiera si no lo que imagino te digo mientras te sacas las medias para acostarte. Ya no me miras a los ojos, y eso es un disparo. Podrías hacer conmigo una estatua, una muñeca, una flor. Podrías guardarme en una cajita o tirarme sobre el pasto hasta que el barro se devore mi cuerpo. Podrías hacer tantas cosas, pero es justo en ese lugar futuro, donde fallamos.
magdalena giorgio nació el 22 de febrero de 1994 en concordia, entre ríos
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Madrugada Cuando me levanto en la madrugada para escribir, todavía está negro el cielo detrás de las ventanas y puede verse la luna suspendida sobre los edificios. Digo luna, pero no siempre es del color de la arena o blanca. Esta mañana, por ejemplo, parece un globo rojo y distante, a punto de apagarse. Yo lo miro hasta que cambia, se ilumina, casi desaparece. A las seis ya solo le queda la frente, ahora sí tan blanca que se confunde fácil con una nube, junto a otras nubes que se desplazan y se asientan sobre el firmamento vacío. Preparo el café y escucho sisear las llamas azules del gas al tocar la atmósfera, atraídas por la superficie metálica de la olla. Soy consciente del aire que circula de habitación en habitación hasta llegar a la cocina donde justo está hirviendo el agua. Me gusta creer que el calor de la casa cuando amanece, es la respiración de todos pero perfectamente acoplada en una sola, que ya vive por su cuenta y avanza segura por el espacio. A veces cuando no sé cómo escribir, miro por la ventana. Ya no están ahí los jirones de la niebla, ahora se ven las montañas y hay un momento, lo juro, en que son azules. También paso los ojos por las cosas que puedo tocar. Mi café caliente tiene el valor de los espejos, refleja lo que tiene para sí de cielo y ese cielo es móvil tiembla, está muy vivo. Entonces es como una pupila grande y dilatada a la que cualquiera puede asomarse, incluso presta su temperatura a la cerámica salmón de la taza que lo contiene a mis dedos que todavía no saben si van a escribir algo verdadero, compuesto de lamateria generosa que sabe cómo repartirse en el aire y me regala el poder de ciertas criaturas que respiran despacio.
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No importa si soy capaz de hacerlo, mis manos ya encontraron ternura al tacto, en esa fricción vaporosa y orgánica, porque cada taza de café es a su manera un principio.
manuela gómez nació en diciembre de 1985 en medellín, colombia
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Infinitas algunas noches todo es cansancio no importa la hora qué día qué mes no importan los años la prisa envuelve rituales rezos atropellados nos quitan la magia de buscar nuestra estrella mi niña entonces me mira las mamás son infinitas, me dice y yo que creo en su sabiduría descanso en sus palabras abro mis ojos me encuentro en los de ella los de mi madre en los míos mi abuela y todas nuestras mujeres ahí entre nosotras aquietan ese instante acunan una noche que ahora es para siempre, mi niña. El barro ¿Fui una mala madre?, pregunta mi abuela con una mueca de dolor. No termino de entender quién espera que le responda. Me siento una cobarde, toda mi atención está puesta en capturar con la pinza plateada un terrón más de azúcar. Lo logro al quinto intento. Revuelvo el café esperando un milagro mientras repito para adentro: hagan de cuenta que no estoy, hagan de cuenta que no estoy. Tarde. Mamá está transfigurada, roja de la bronca que arrastra hace tantos años. Mi abuela es una kamikaze. Ya me tomé tres cafés
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al hilo y me comí todo lo dulce que había en la mesa. Esta vez no quiero problemas, chicas. Necesito información limpia, la mayor cantidad de datos objetivos para mi inminente sesión de biodecodificación. Vamos, vamos que podemos. Este es el enésimo intento que hago para “trabajar” nuestra historia. Lo hago por mí y por ellas aunque me miren con escepticismo apenas se los cuento. No sé en qué pensé, no debería haberles dicho ni mú del motivo de mi visita. Como si no las conociera lo suficiente para anticiparme a sus hombros encogidos y sus ojos claros e incrédulos que se mueven de lado a lado para decir una única cosa: acá no hay nada que arreglar. Fin. A veces pese a ser mujer de esta familia, me gana el entusiasmo. Hice mis deberes, armé el árbol hasta donde me acuerdo con grandes hitos familiares, nacimientos, separaciones, abandonos, muertes. Me falta poco y nada pero necesito ese poco y nada, y ellas lo saben. Me esmero. Sí, mucho me estoy esmerando para que la conversación siga su curso y podamos completar mi cuadro de situación sin remover el pasado. Cuando pienso que las cosas van a encarrilarse, mi abuela se manda con el remate que más le gusta: Te juro Ana, ¡fue la ilusión de mi vida! Listo, ya estoy adentro. De nuevo pienso en sus años, está más flojita de lo que creía si piensa que con eso la va endulzar a mamá. No llego a anotar nada. Mamá se pone como una fiera, casi llega con su cuerpo corto al otro lado del óvalo de la mesa de mármol del living de la abuela. ¿Ah sí? La sacaste barata vos porque te cuento que te enteraste de la mayor parte de mi vida de grande vos, ¡¿eh?! ¡Ay por favor! ¿Qué pretende esta mujer? ¿Dejarla seca a la abuela acá mismo?, ¿ahora mismo? ¿No se da cuenta de que estamos solas y que encima yo me tengo que ir? ¿Por qué no vine con mi hermana? Mamá no me da tiempo a arrepentirme de nada, con ella siempre fue enfrentar tormentas en bombacha y botas de lluvia de caña alta. Cagadas de frío y empapadas pero ni una resbalada, nosotras pasos seguros y en una única dirección: hacia adelante. Así que ahí vamos, levanto la frente, busco la
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lapicera que había dejado caer y tomo nota que para algo había ido yo hasta allá ese mediodía. Tu vida fue dura sí y ¿la mía? ¡Veintidós años sin saber nada de nada!, ¡éramos muy jóvenes!... (hace la pausa que antecede al derrape emocional del que he sido asidua espectadora) ¡Y tontos! Estoy segura, esto no se queda acá. A esto le sigue la enumeración de catástrofes que ya me sé de memoria. Mamá frena y me como el amague. Por el más ínfimo de los instantes pienso que capaz hasta ella se aburrió de escucharlas pero ni yo me la creo; ya habrá ocasión de volver a regocijarse en ellas. Me choca su mesura repentina ante semejante zafarrancho. ¿Tanto enojo para terminar tirando esta papita? Me sorprende que resuma todo en esas palabras, que esconda tras ellas los errores y horrores como le gusta nombrarlos, los mismos que nos siguen marcando a todas. ¿Me sorprende? De golpe hace efecto lo que tomé y comí y se me revuelve el estómago. Me tengo que ir en media hora o pierdo el turno en que se supone voy a arreglar mi vida. Para variar ahora me siento responsable, se va a pudrir todo y yo ahí re pipona, libreta en mano, muda como nunca y rajando justo antes de que todo explote. Pienso en cancelar, en quedarme a cuidar a mi abuela de su hija pero ¿quién me cuida de mi madre? Necesito huir de este nudo antes de que me estrangule a mí también. Por lo menos vos estabas con un marido, yo estaba con un monstruo. El barro me termina salpicando. La abuela sale airosa. Ese monstruo es mi padre.
anabella granja nació el 10 de septiembre de 1972 en buenos aires
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Frente al mar El viento cálido mueve mi pelo. Te acaricio por debajo de la remera, mi mano te toca, estoy conociendo tu calor. El cielo se vuelve rosa naranja rojo, mientras el sol desaparece. Hay algo intacto en la forma en que se esconde la luz cada día, en el mar. Veo cómo tus ojos cambian de color, es una transición lenta que arrastra la tarde a su final. Fue un instante. Lo vi todo, no me moví.
mariana gut nació el 19 de junio de 1988 en buenos aires
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* La luz no es del color que la vemos, en verdad, me dijo el chico rubio del bar fumando un Malboro Gold La vemos amarilla por una serie de causalidades químicas pero la luz podría ser de todos colores, en verdad. Lo verdadero nada tiene que ver con lo que podría haber sido, pensé. La serie de causalidades que nombrás entre el Nitrógeno y el Dióxido, ya se dieron y están acá. ¿Te das cuenta que la palabra verdad no funciona de la forma en que la usás? La luz es amarilla y es lo que me importa por lo menos a las seis de la tarde cuando entro al cuarto y veo rectángulos de luz, rodeados de sombras sobre la cama desordenada de mi mamá unos minutos después de que ella se despierte de la siesta y vuelva a la cocina.
valentina lamas nació en 1999 en venado tuerto
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* Bajo mi almohada duerme mi muñeca quitapenas con una corona de flores en la cabeza rezo cada noche corazón valiente te pido no olvides el brillo, si alguna pena tengo ya sin ella me despierto corazón valiente te pido no olvides el brillo. Creer San Roque San Roque que este perro me mire y no me toque, decreté con el puño cerrado guardando el miedo. Los perros lo huelen me dijo la abuela. Vos tenes que cerrar los ojitos, decirlo para vos y tener fe. Negrita, si confias el perro no se acerca y lo oscuro no te corre, dijo con dulzura sin saber que a los ocho yo entendía lo que era cerrar los ojos, habitar lo oscuro y entregarse. (de Corazón valiente)
magalí martinez nació el 28 de agosto de 1990 en adolfo gonzales chaves
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El cometa Te cuento esto para que sepas. Te lo cuento para que entiendas porque había en tu cama una calcomanía de un cometa. Una de esas que se cargan con la luz y cuando todo está oscuro brillan. Quizás ahora no lo recuerdes pero estoy segura que te lo preguntaste algunos años después que la pegué, porque la calco seguía ahí, pegada en la madera que sostenía la parte de arriba de la cama marinera, cerca de la escalera que después sacamos porque aprendimos a subir de un salto y con un pequeño empuje de manos. Cuando la pegué vos no habías cumplido todavía un año, así que en ese momento no sabías nada de calcomanías y tampoco de lo que pasaba en el mundo, ni en el grande ni en el mío. Por eso te lo cuento. Para que sepas. Era el ‘86 y yo estaba por empezar segundo grado y la tía me traía la revista Anteojito todos los sábados cuando venía con el padrino a comer a lo de la abuela las pizzas que hacía mamá. No se que te traía a vos, eras muy chico para darte cuenta si hacían diferencia, pero por las dudas seguro algo te traerian, capaz ese sombrero tipo piluso, que te quedaba tan lindo, pero que seguro años después cuando viste tu foto con el gorro y la otra en que tenés puesto el jardinero amarillo con la polera del mismo color, pensaste que no te favorecían en nada con el tema de los regalos. La cuestión es, para que sepas, porque yo sabía leer y vos todavía no, y tampoco entendías nada cuando poníamos el noticiero, que se esperaba el paso de un cometa cerca de la tierra. Yo nunca había escuchado hablar sobre cometas, era mi primera vez y este parecía ser importante. No solo hablaban de eso en las noticias sino también en varias ediciones de la revista Anteojito, en donde en una de esas vino la calcomanía del cometa. Quizás ahora te suene el nombre de algún lado, o porque capaz alguna vez te lo nombré, o porque ahora sabes leer y escribir y ya vas a la escuela. Se llama Halley el cometa, y su nombre oficial es 1P/Halley. Se decía por esos días que es uno de los cometas más brillantes y el único que es visible a simple vista desde la tierra. No se bien como es realmente su forma pero por la calcomanía y los dibujos que había en la revista y en las noticias, nosotros, los humanos,
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lo íbamos a ver parecido a una estrella con una cola con dos puntas. Había mucha expectativa con el tema del cometa. Desde que me enteré de su existencia esperé todas las noches su paso por la tierra mirando la calcomanía que había pegado en la cama. Lo que no te puedo contar es sobre el momento en que pasó, porque no lo recuerdo. Si recuerdo que después de aquel día, Halley iba a volver a pasar en 75 años, y esa fue la primera vez que supe que existe la muerte. No voy a mentirte que al principio me dio miedo. Eso de saber que vamos a morir. A veces pienso que fue una buena manera de enterarme, porque en realidad supe que el cometa estaría ahí, siempre, aunque yo no pueda verlo. Y pensé que quizás también eso pase de alguna manera cuando alguien muere. Eso de que seguir estando ahí por algún lugar del universo.
agustina maggio nació en 1980 en buenos aires
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Funcionamiento de una decisión ¿Sabés distinguir entre miedo e intuición cuando te detiene el vértigo unos segundo antes de lanzarte hacia el abismo? Funcionamiento de una oratoria me desnudé frente a un cuerpo desconocido lo recorrí con los ojos lo recorrí con las manos lo recorrí con los labios porque a veces con la boca sé mejor correr que decir.
julia marzik nació el 12 de agosto de 1988 en buenos aires
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* una vez me enfermé para no ir a un acto escolar porque no estaba mi mamá, volvió de su escapada romántica para curar mi otitis. me acuerdo del dolor punzante de oídos dos veces al año. del dos ambientes en villa del parque, y la mascota del vecino, un mono que nos venía a visitar, cruzando de un balcón a otro, mientras acompañábamos algún VHS con gelatina. una vez fuimos a brasil, en la foto estoy en bombacha, veo el yeso en el brazo de la bobe, la sonrisa con barba candado del zeide, los regalos de cumpleaños de cinco me los dieron en la playa, soplé la torta rodeada de abejas. un vestidito amarillo que reciclamos diez años después una mochila fucsia y un peluche del correcaminos quedaron en el baúl del autito blanco que le robaron a mi mamá la noche de tormenta que fuimos al cine a ver pulgarcita. lloramos por la peli, por el auto, por los regalos y por no saber volver. en la primaria era la única con el pelo diferente, era chiquita, diminuta, pero sabía leer. la maestra, graciela, era cariñosa y sonreía arrancaba nuestros dientes de leche cada vez que alguien no soportaba más ese estado intermedio, esa tortura interminable del dientito girando en su lugar todavía agarrado a algo. las aulas y las escaleras, los cuadernos. la recepción y la secretaria, siempre sonaba el teléfono. me sentía querida. tal vez me daban un trato especial por ser la nena con los padres separados a comienzos de los noventa.
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todavía siento el aroma de cada lugar, el comedor y su olor siempre a la misma comida, aunque cambiara el menú, del gimnasio y su dejo de subsuelo, de humedad de las escaleras y su olor a goma, por los antideslizantes que nos permitían subir y bajar. de mi vianda, mis milanesas con puré. el peso o los dos pesos semanales para el kiosko. los flin paff, el teléfono semipúblico. las figuritas, los martes, ir a almorzar con mis abuelas a caballo loco. un día que pedí ñoquis, como siempre, vinieron con un pequeño alambre de virulana. brillaba plateado en el plato entre la salsa blanca me sentía triste cuando los chicos de séptimo iban a comer juntos y dejaban a uno atrás, siempre al mismo, el que comía a otro ritmo. yo también comía despacio y temía que me dejaran sola. ahí aprendí a devorar para no quedarme atrás. en sexto grado mis amigas me hicieron el vacío, en el patio jugaba al truco con los varones. todavía me acuerdo las fechas de sus cumpleaños nos sentábamos en ronda e intercambiábamos señas. los labios grandes de diego, el gesto del dos era un beso, rápido y sin sonido. me sonrojaba cuando tenía que guiñarle el ojo a tomás, porque me gustaba. los ojos azules de marcos y el flequillo sobre sus pestañas. la primera vez que fui a un cementerio fui a visitarlo, leí su nombre en piedra y entendí que nunca más crecería. me acuerdo de los bailes y de mi primer beso, de la botellita y mi capacidad mágica para hacerla frenar donde yo quería. el semáforo, el verdad consecuencia y los lentos. de bailar apretados, de shania twain y de las desilusiones.
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sólo nos besábamos en los bailes, nunca una tarde en casa o en la escuela. todas con todos, el intento por no ponernos celosas. el día más feliz de mis once años de vida me llegó una cartita, la leí abajo del banco, en clase. tomi me preguntaba si quería ser su novia, había dos respuestas: sí y no. y yo tenía que hacer un circulito y devolvérsela. su letra era un poco desprolija y la tinta era azul, de pluma. me arrepiento de no habérmela guardado.
denise menache nació el 17 de febrero de 1989 en buenos aires
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* los miedos antes, eran espíritus acuáticos flotando en círculos de luz del halo de la fiesta yo nadaba entre ellos, los acariciaba tomaba alcohol caro de los floripondios tragaba sin preguntar el pedacito de lo-que-fuera abrí la boca, nena una sirenita porno el futuro, cambio de estado de la materia: cristalización los espíritus se volvieron témpanos de hielo inocuos en la superficie * abajo del agua todo lo que no puedo decir si me quedo dormida los espíritus me susurran entre sueños me trenzan el pelo, dicen que son mis amigos que están para cuidarme prepararme para lo peor no cierro los ojos desde que descubrí que mienten.
ailín moreno nació el 12 de junio de 1994 en buenos aires
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La otra era esa gran extensión verde que es la Vida Me di cuenta que la vida era silvestre-simple y una mañana ( en las mañanas frescas la Vida se abre como un cristal de hielo y susurra para nosotros) era el campo y había montañas bajas yo tenía 13 años era enamorada de todo lo que relucía y ese era un día de ópalo y cristal trepamos una montaña baja nadie se lastimó el cuerpo era fuerte carne dura casi asexual rodar por las colinas verdes vomitar en lo bajo de la ladera y volver a trepar con el regusto a ácido en la boca para volver a tirarse porque la certeza del mareo o la torpeza del cuerpo no podían con la Vida.
violeta olivera villamil nació el 23 de octubre del 2000 en buenos aires
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denise menache
elena sapia
mariana gut lucĂa portelli
sara paoletti
adriana uema agustina maggio
magdalena garcía batallán
magalí martinez
Laberinto El olor a unas tostadas y mate listo por las mañanas, un abrazo sorpresa mientras preparamos la cena, un movimiento, que lleva tu pelo hacia el otro lado. No recuerdo lo que es estar enamorada quiero correr ante esa frase pero me quedo porque aprendí con vos a mantener los pies firmes en las tormentas y sé que aunque la costumbre de tantos años nos aceche hay un fuego que encendemos todos los días para darnos calor en casa que nos susurra por las noche sobre una tierra que con cada respiración profunda descansa. Quiero decirte frases cursis o alguna metáfora que te desnude el alma pero el vuelo lo tengo corto y hay un eclipse que me aplasta. Por ahí me encuentro, caminando despacio desconfiada y medio enredada mirando la belleza de las cosas simples buscando lo sutil en lo concreto, mientras aprendo a saborear lo eterno que se esconde en los segundos que hay entre un mate y otro en el abrazo fuerte en la alegría secreta que nos produce ver algo muy luminoso en los colores vibrantes o los apagados bien combinados.
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En los juegos de la luz y las sombras camino despacio para no pasarme de largo ese camino que aún desconozco donde el amor está construyendo algo nuevo y la hierba crece constante y despacio, sabiendo de estas peregrinas errantes que con el alma se dejan guiar.
florencia penélope núñez nació el 2 de mayo de 1985 en buenos aires
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Amuleto uno Gabriel me contó que vio una mujer que le hizo pensar en vos. Le saqué una foto, me dijo, después te la mando. Le pregunté qué había visto tuyo en ella. No supo decirme. Le prometí que si te reconocía en esa transeúnte extraña haría una estampita y te convertiría a vos, a ella en una pieza de mi altar. En la foto te veías distraída. Tu pie en el aire a punto de dar el paso mágico que te trae cada vez hasta mí. Amuleto uno
Una piedra negra y chata como una laguna de noche. Un conjuro de tiempo, la tarde que la encontramos a la orilla del mar y este momento en el que la descubro en una cartera
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y la acaricio como si fuera un animal durmiendo la siesta, como pidiendo un deseo. El vestido verde esmeralda que soñé algún día me estará esperando. Lo voy a reconocer brillando para mí en un perchero sorprendente y mi piel volverá a sentir la suavidad de aquella noche de verano que no sabemos si existió.
sara paoletti nació el 13 de abril de 1973 en la rioja
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Bichito bolita Siento una curva del tiempo caigo en círculos hacia un vacío que dentro mío duele y a la vez libera todo lo que no voy a lograr ser todo lo que alguna vez pensé sería madre veo las vidas crecer a mi alrededor las personas que más amo son madres mi mamá la caricia de sus manos mis hermanas formamos una sola cosa viva.
ailén ponce nació el 22 de julio de 1987 en san martín de los andes
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* estás parada en medio de la cocina de tus abuelos usás un delantal que se ata en tu cintura tenés un pedacito de masa de ravioles en tus manos es verde y blanca la hacés un bollito si nadie te mira lo vas a comer * es sábado está soleado todas las puertas están abiertas se escuchan las chicharras trepas el roble del patio querés ir lo más alto posible suena serrat o león gieco en el living mamá me llama para que la ayude a tender su cama tengo que aprender, dice pero yo quiero aprender carpintería como mi papá que está construyendo un ropero en el patio * en mi casa jamás hubiéramos participado de un concurso de tele mirábamos el noticiero a mí me gustaba ver las noticias, por las dudas todas las noches si sonaba el teléfono atendía y decía hola susana pero era mi abuela llamando desde bahía blanca.
lucía portelli nació el 5 de marzo de 1992 en villa elisa, la plata
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Disney Yo quería ver el espectáculo de fuegos artificiales cuando fuimos a Disney con mi hermana y mi mamá. Quería sentarme frente al castillo como todo el mundo Quería hacer fuerza para acordarme cuál había sido la explosión más grande. Yo quería pensar que esas luces se reflejaban sobre mí, como en la propaganda que vimos en la entrada del parque. Pero Emi tiene miedo. Nos refugiamos en un restorán ambientado en los 50. Ahí, a salvo suena Elvis y opaca los estallidos. Mientras esperamos la comida en un momento esclarecedor decido salir a mirar de todas formas. Me comparo con la multitud acostada en el pasto sintético y me pregunto si fueras distinta.
luciana rubin nació en diciembre del 2000 en chicago
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Esta es mi casa esta es mi casa la arme con mis manos con materiales que encontre buscando en el jardín. madera hierro metal vidrio mi casa de techos altos de paredes anchas donde no entran las moscas donde las palabras se elevan con el ritmo del eco. cueva iglú mi casa con sifones de vidrio y marcas de mi crecimiento en el borde de la puerta. un piso con dibujos de animales en sus baldosas si algun dia me quedo sola voy a darles vida decir el hechizo ponerles nombre un corazón para siempre una compañía. territorio en una heladera siempre llena un vino sobre la mesa un acolchado como nubes.
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refugio una ventana donde se filtre la luz una bola de cristal que gire y pinte las paredes rojo amarillo verde naranja azul los colores del atardecer tatuados para siempre en mi piel. mi jardín la tierra para recostarme y sentir como mis omoplatos se clavan hacen un hueco y traspasan para buscar quizás sí que hay por debajo de todo esto. y un rincón pequeño o grande donde pueda ver la luna donde pueda ver el cielo donde pueda contar las estrellas. papá, hace años me dijiste esa estrella, júpiter, ahora es tuya. ¿y si algún día desaparece? papá, creo que estoy creciendo. ahora lo sé sé lo que es la muerte soy amiga de los fantasmas. papá ya no le temo a la oscuridad.
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la noche me envuelve cuando dejรณ de ser esa persona que cruza la calle que cocina el almuerzo que lee novelas de amor, la noche mi oscuridad transparente en la que soy un centro.
elena sapia naciรณ el 14 de junio del 2000 en buenos aires
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La helada Todavía puedo verte inmóvil mirando hacia el volcán Nadie nos creerá cuando contemos que los cerros se pusieron rojos que después llovió como si nevara que doña Rosa hizo sus rezos junto a la ventana y los perros no ladraron en toda la tarde Te pregunto: ¿Qué hay después del granizo que cubre los campos? Nadie sabe responder y, sin embargo, insisto Todavía escucho caer la lluvia como si una voz a lo lejos me hiciera regresar hasta la primera helada.
Guanajuato Me tumbo en la hamaca el sol de altura es distinto al sol plano de la casa de mis abuelos y también es otro este jardín lleno de nopales
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Me tumbo el cielo es un contorno luminoso cierro los ojos y una certeza tan pequeña, tan real como esta piedra aparece, la escribo para hacerla vivir: mis mejores siestas las dormí siempre entre los pinos de aquella casa. (de Temporada de peras)
carla santángelo nació el 15 de septiembre de 1989 en mahón, menorca
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El amor primero Después del miedo todo, me repito, después del miedo todo. Pero ahora, ves es todo miedo y soy esa niña que se esconde y no encuentra el amor de mamá porque mamá tampoco sabe quererse a sí misma y se lastima y me lastima para que la mujer-niña rota de par en par sea la copia fiel de la otra mujer rota y así el ciclo de lo roto y las heridas se dibuja en espiral respiro y no soy una niña respiro y soy esa mujer que busca perdonar y no romper a las demás.
belén seco nació el 23 de abril de 1990 en catamarca
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Todos los violetas lloran Me saco los aros bailo boleros con el enojo un camino de flores nace de cada techo de cristal que no puedo noquear. La memoria enredada llora y se disfraza, fantástica violeta me escupe al paredón, golpea mucho el sol por las tardes ya estoy sujeta al brazo del vapor ningún escape es indoloro. En Cali, una moto y un par de anteojos pueden atravesarlo todo reparten recetas para afrontar el destino que no sostienen nuestros propios huesos. La blandura de mis músculos arrulla la cartera húmeda y manchada, repleta de ciruelos pasean los carozos, se secan en la luz se escapan a la tierra, quieren pertenecer a tu vida. El mundo es muy grande como para oler desde afuera donde vivo pero siempre llevo a casa en mi cartera, tu jardín de ciruelos.
jéssica signoretta nació el 11 de junio de 1991 en buenos aires
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Intermitencias Hoy que el mundo ya no es mundo y somos girones de un tapiz que alguna vez tejimos, quiero contarte que la maceta de hojas ilustradas ya no hospeda al palo de agua que encontramos sobre un volquete de mudanza. Que mi cuerpo es más pequeño, ya no tiene fuerza para trepar las medianeras pero mi voz no dejó de ser un tornado ni mis manos aprendieron de motricidad fina. El tiempo se detuvo, y tus manos se volvieron una higuera que se seca quiero contarte: aquello que alguna vez parí hoy son dos panteras que protegen el jardín de la casa. Del otoño queda poco, Las ramas de los árboles se muestran desnudas, cierro las cortinas para vestirlas. Me duele verlas despojadas de las hojas verdes y la luz del sol cuando las vuelve purpurina. Hoy escribo lento y confuso mis palabras se mueven como un cardumen silencioso, Veo en ellas una sincronía natural, pero desconozco hacia donde van. Sé que antes que aparezca el fuego y queme todo, yo ya tenía la cabeza abierta como un melón. También sé que mi existencia es orgánica y que soy abono puro. Entonces busco, porque saber no quiere decir intuir.
milagros silva nació el 28 de octubre de 1977 en buenos aires
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* ¿qué más puedo decir sobre el cielo que no haya dicho antes? ya hablé sobre su color su claridad y su grandeza escribí sobre las nubes el sol y el viento llené hojas enteras intentando no olvidar cómo se sentía el infinito busqué metáforas pero ya no me alcanza el idioma necesito que alguien invente nuevos adjetivos para caracterizar la inmensidad nuevos sustantivos para representar lo que siento cada vez que recuerdo que me esperan atardeceres que todavía no viví necesito que alguien invente nuevas maneras de decir azul porque ya no me alcanza ese color para describir lo que veo cuando a las tres de la tarde me acuesto sobre el piso frío del patio para comprobar si fijando la vista en un punto alto y lejano puedo percibir cómo gira la tierra.
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i. dicen que hay algo en tu pelo oscuro y despeinado que les hace acordar a junio del noventa y cuatro comparan nuestras fotos y entonces lo veo tienen razón dormís con la boca abierta llorás con la misma sílaba te esforzás por abrir tus ojos marrones pareces confundida por momentos asustada pero hay algo en tu expresión calma y distante que me hace acordar a mi ii. ¿cómo va a ser cuando pueda verte? tal vez tenga una revelación un momento de claridad en el que recuerdo mi vida en cámara rápida y lo que hace años está desequilibrado por fin encuentra su lugar tal vez rompemos alguna especie de continuo espacio-temporal y la realidad se cae a pedazos nos despertamos de este sueño absurdamente largo y nos enteramos que todo fue una ilusión
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iii. llegaste al mundo justo cuando los árboles cambian de color esta es tu vida el aire está limpio las calles son hermosas y están cubiertas de hojas amarillas que hacen ruido al pisar la ciudad es gigante hay plazas para jugar y hamacas donde sentarse existen los días las semanas y los años el tiempo pasa y a veces hasta se dobla sobre sí mismo para que la distancia entre algunas personas no exista
eliana tujschinaider nació el 1 de junio de 1994 en buenos aires
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Sérum para olvidar las partes feas de la vida La reflexión tranquila es casi imposible si tu paisaje mental es un grito largo. Violencia gratuita, innecesaria satisfactoria, desgarradora y así como todo lo que amás Hay una variedad de tristeza que hace un hogar en tus entrañas y nunca se va del todo. Amar la distracción, morir por descuido. La mejor estrategia cuando estás en un laberinto, es poner la mano en la pared y seguir esa mano, hasta que encuentres la salida. La segunda mejor estrategia es gritar. Si te olvidas de mí como sujeto espero que puedas recordarme como verbo.
Miles de formas de resignificar un trauma Mi papá se fue a Japón a trabajar en el 89, precisábamos de dólares para terminar de construir la casa. Así es como me vi incentivada a aprender a escribir, para contarle sobre mis días. Mi primera carta consistía de una sola palabra acompañada por un dibujo. “Rinocronte” Le quería contar que me fascinaba ese animal. Le mostré a mi mamá y se rió, a mi me dió mucha vergüenza. Quise romper la carta, quise escribir rinoceronte. A partir de ese momento, toda mi escritura fue en secreto. “Mamá no te quiere ni te extraña, la veo como se ríe con otros hombres y les agarra los pantalones, a veces le huele
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la entrepierna y los pone en la canasta, les pide la dirección y un número de teléfono. Yo si te extraño, papá, venime a buscar en avión” Mi papá no respondía mis cartas, pero si me mandaba regalos espectaculares del primer mundo. El primer sueldo lo gastó en una mochila para mí. “Parece un buzón”, me decían mis compañeritos, esos enanos consentidos del infierno. Era color corazón con un muñeco de mapache que colgaba de un costado. “Estoy acá para ir con vos al colegio, no te voy a dejar nunca” El primer día de clase, Estaban, mi enamorado, tiró tanto del mapache que le arrancó la cola. Yo no le dije nada, porque estaba enamorada de ese nene. Ese momento representó el génesis de cómo a partir de ahí dejé que todos mis enamorados destruyan las cosas más significativas de mi vida.. Era mi forma de entregarme. Esteban se quedó con la cola del mapache y yo tomé eso como señal de amor recíproco. Miraba el bolsillo de su guardapolvos y sabia que ahí estaba la cola de mi mapache. “Papá: Esteban me obligó a entrar al baño de varones con él. Me dijo que me iba a devolver la cola del mapache, pero se bajo los pantalones y me mostró el pito” En respuesta a esa última carta, mi papá me mandó una carterita con dibujos de un conejo comiendo una zanahoria y un mapache tocando una flauta. Adentro había tres cassettes, uno amarilllo, uno fucsia y otro verde. Mi papá no sabía que a mi me gustaba Michael Jackson. Cuando estaba sola ponía el cassette de mis hermanas, me subía a la mesa y hacía un salto mortal al piso dando inicio al baile desenfrenado. Mis bailes también los hacía en secreto. Cuando le dije a mi mamá que quería hacer danza, arrugó la cara, eso quería decir que no iba a ser posible. “Papá, si no puedo hacer danza, quiero tocar el violín”
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En la tele vi el cascanueces y en la orquesta había una chinita tocando el violín y pensé que yo podía ser esa chinita. Mi papá me mandó un órgano casio, de esos que venían con muchos efectos de sonido. Me acostumbré a usar el efecto de violín y el de la ambulancia. Me divertía ver pasar gente por la ventana de mi casa y apretaba el botón de la ambulancia, también les ladraba, porque sentía que imitaba muy bien a los perros.
adriana uema nació el 29 de julio de 1983 en villa ballester
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* me despierto a tiempo de ver el árbol de enfrente con su copa amarilla y hojas caídas en la vereda descubierta. acompaño el cortejo de nubes que pasan lentamente por nuestra ventana rumbo al norte, revelando la luz del sol. todo sigue. el sol calienta mi espalda y las olas lumínicas bailan sobre mi cabeza mientras escucho la madera del techo desperezándose, el unísono de los perros en el vecindario, algunas aleteadas de pájaros y las hojas que rozan su bronce unas en las otras - como quien pide ayuda para tirarse al piso. el otoño ahora me calma y enseña soltar - murmura, mientras cierro mis ojos y descanso.
ana laura urquiza gómez nació el 2 de enero de 1993 en uruguaiana, brasil
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* Despierto en medio de la noche y salgo al jardín. Camino hasta el charco que rodea al rosal. Descalza, en posición de rana hundo las manos en el agua y empiezo a cavar la tierra entre las uñas pero sigo hasta sentir un objeto gelatinoso. Lo saco del agua y con un grito de parto sostengo en mis palmas un corazón que late. Sístole, diástole. Lo apoyo en mi pecho y me duermo cantando canciones de cuna. Me despierta el calor del sol en la cara. Tengo en las manos un durazno. Lo como y escucho un murmullo. Sístole, diástole, Sístole, diástole. * Estamos en el jardín hace meses lo llamamos nuestro. Vinimos con nuestras macetas llenas de cactus y suculentas. Algunas todavía huelen a ciudad. Al jazmín lo trasplantamos en cuanto nos mudamos Creímos que iba a estallar de felicidad. Crecer en tiempo record, florecer fuera de temporada en celebración por poder unir, finalmente, sus raíces con el todo. Le costó, no lo vimos venir
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unos puntitos negros como lunares malignos pintaron sus hojas. Creímos que moriría. Quizás por eso los cactus y suculentas siguen en sus macetas de balcón. No estamos listos para que muera lo que queda de nuestra historia.
felicitas vivot nació el 22 de septiembre de 1985 en buenos aires
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felicitas vivot florencia penélope núñez
luciana rubin anabella granja
julia marzik
pilar cimadevilla
eliana tujschinaider
valentina lamas
taller de escritura el otro lado de las cosas * natalia romero
foto de tapa: luciana rubin diseĂąo editorial: eliana tujschinaider
2020