Erase una vez el amor pero tuve que matarlo - Efraim Medina

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{ BOGOTÁ.JUNIO-91 } Música de Ramones

Las bombas seguían cayendo como copos de nieve negra sobre Bogotá. Esa tarde estaba haciendo fila para entrar al cinema y ¡pummm!!! La fila desapareció en un instante y aproveché para coger el primer puesto en la taquilla. La empleada se había metido bajo una mesa. Después la gente fue regresando poco a poco y ella volvió a su puesto. La película se llamaba Nada es para siempre. La dirigía Robert Redford y el protagonista era un tal Brad Pitt. El nombre original de la película traducía algo como El río que corre profundo (era una película sobre pescadores) pero por política comercial se lo habían cambiado. Si hay algo que pueda chocarme es esa manía de cambiar los nombres originales de los libros y las películas por otros que dan asco. No veo por qué Nada es para siempre resulta más comercial que El río que corre profundo. Los códigos que tenían esos publicistas para juzgar la mentalidad del público eran abominables. Si tenían razón o no me era indiferente pero poner Nada es para siempre a algo que se llama El río que corre profundo es un crimen. Las películas son mejores que los curas, los siquiatras y las aspirinas. Sentado en la oscuridad uno viaja a través de las imágenes y olvida lo inmediato. A veces uno se aburre y otras goza pero siempre se olvida de lo inmediato. Lo único que me cabrea de las películas, sean buenas o malas, es el The End. Las luces se encienden y uno tiene que regresar a lo inmediato. Atrás quedó el bello pueblo de pescadores y Bogotá, cada vez más deshecha e insegura, volvió a llenar mis ojos. No sabía a dónde ir, me había peleado con Mónica y esta vez la cosa iba en serio. Tan en serio que después de la pelea se había ido a cenar con un arquitecto paisa (que era sólo un compañero de trabajo). Me dijo que quería ser amada y no veía amor en mí. Habló de mi incurable hastío y de sentirse siempre menospreciada por no ser pura y virginal como cierta chica. Dejo que mi ideal femenino estaba más cerca de un hada madrina que de una verdadera mujer. Hizo un minucioso inventario de todo lo que había hecho por mí a cambio de nada y luego me ofreció algo de dinero para que alquilara una habitación lo más lejos de ella posible. No acepté el dinero, le dije que podía arreglármelas solo. Ahora caminaba cerca del Museo Nacional, pensando ERASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO - EFRAIM MEDINA

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