La carreta

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1 LA CARRETA Decir que había alumbrado en las calles era mucho decir. Mi tatarabuela Mercedes González Pérez, tía de don Cleto, le contaba a mi abuela Cristobalina que al principio había unos pinches faroles esporádicos en las calles del centro. Luego vino un sistema de gas que mejoró un poco las cosas, hasta aquella famosa noche de 1897, cuando el Presidente don Rafael Yglesias Castro, “Gallo e’ lata”, inauguró el alumbrado eléctrico en las bocacalles de Heredia, cuya energía se traía desde la planta de Río Segundo y era compartida con Alajuela. Pero este primitivo sistema estaba sujeto a constantes apagones y a muy bajo voltaje, lo cual hacía que los bombillos imitaran a los antiguos faroles de querosén, en debilidad y oscilación. Es por eso que aparte de alumbrar tres metros a la redonda, servían más de “faros” para los caminantes nocturnos que de otra cosa. De todos modos, en Heredia nadie salía de las casas por las noches. Y los pocos que se aventuraban a hacerlo corrían el peligro de poner sus vidas y almas a merced de cosas inexplicables o de seres que ya habían dejado este mundo mortal hacía mucho tiempo. Para entonces era Cura Párroco el padre Rosendo de Jesús Valenciano Rivera, el mismo que luego lo fuera de la Merced en San José y el mismo que también se diera a la ardua tarea de construir una enorme cruz allá en los cerros de Alajuelita, así que, si sacamos cuentas, debía estar corriendo el año 1902 o 1903 y mi abuela tendría unos diez años de edad, más o menos. El suceso tiene que haber sido cierto, pues hubo muchos testigos, de diversas edades y condiciones que lo vieron o lo


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