Poder sin límites

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da. Puede ocurrir que nuestra nariz empiece a segregar moco en exceso. ¿Significaría eso que hemos pillado un resfriado? En absoluto. El «constipado» lo hemos atrapado por comer. Nos hemos «constipado» por culpa de los largos años de hábitos alimenticios equivocados. En algunas personas, el súbito aumento de las toxinas eliminadas por los tejidos corporales puede causar un ligero dolor de cabeza. ¿Deben precipitarse a tomar aspirinas? ¡No! ¿Dónde queremos dejar las toxinas, dentro o fuera del organismo? ¿Dónde ha de quedar ese moco en exceso, en el pañuelo o en nuestros pulmones? Es el pequeño precio que hay que pagar por tantos años de malas costumbres alimenticias. En muchas personas, no obstante, tal reacción negativa no se producirá y aparecerá en seguida esa sensación de mayor vitalidad y bienestar. Evidentemente, el espacio que en este libro podemos dedicar a la discusión de la dieta es limitado, por lo que prescindiremos de muchos temas (como las grasas y aceites, el azúcar, el tabaco, etcétera); espero que con este capítulo habré despertado al menos el interés del lector induciéndole a iniciar su propia y personal investigación dietética. Para una información más amplia sobre mis puntos de vista, puede escribir al Robbins Research Institute de Del Mar (California) solicitando nuestro catálogo de material informativo (como recetarios, por ejemplo). Encontrará nuestra dirección en la página 393. Recuerde que la calidad de nuestra fisiología afecta a nuestras percepciones y a nuestra conducta. Todos los días vemos pruebas de cómo la dieta habitual, recargada de dulces, comidas rápidas y aditivos químicos, acumula toxinas «atrapadas» en el organismo; a su vez esos productos de desecho alteran los niveles de oxigenación y de energía eléctrica celular, lo que produce todo género de consecuencias negativas desde el cáncer hasta un aumento de la criminalidad. Como ejemplo horrible, veamos la dieta de un delincuente juvenil multirreincidente, reproducida por Alexander Schauss en su obra Dieta, crimen y delincuencia. Para desayunar, ese muchacho ingería cinco vasos de merengue (al que añadía media cucharada de azúcar), una ros233


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