Poesia

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SÉ MÁS FELIZ QUE YO

Sobre pupila azul, con sueño leve, Tu párpado cayendo amortecido, Se parece a la pura y blanca nieve Que sobre las violetas reposó: Yo el sueño del placer nunca he dormido: Sé más feliz que yo. Se asemeja tu voz en la plegaria Al canto del zorzal de indiano suelo Que sobre la pagoda solitaria Los himnos de la tarde suspiró: Yo sólo esta oración dirijo al cielo: Sé más feliz que yo. Es tu aliento la esencia más fragante De los lirios del Arno caudaloso Que brotan sobre un junco vacilante Cuando el céfiro blando los meció: Yo no gozo su aroma delicioso: Sé más feliz que yo. El amor, que es espíritu de fuego, Que de callada noche se aconseja Y se nutre don lágrimas y ruego, En tus purpúreos labios se escondió: Él te guarde el placer y a mí la queja: Sé más feliz que yo. Bella es tu juventud en sus albores Como un campo de rosas del Oriente; Al ángel del recuerdo pedí flores Para adornar tu sien, y me las dio; Yo decía al ponerlas en tu frente: Sé más feliz que yo. Tu mirada Vivaz es de paloma; Como la adormidera del desierto Causas dulce embriaguez, hurí de aroma Que el cielo de topacio abandonó: Mi suerte es dura, mi destino incierto: Sé más feliz que yo. Juan Arolas


LA SIBILA PARAGUAYA

En solitaria ruina donde el recuerdo se encierra de aquella cruenta guerra que tanto al dolor inclina, se oyó una voz peregrina que con dulcísimo acento, mezcla de triste lamento y de profético canto, gozo infundía y quebranto en un mismo sentimiento: —No llores más, Patria mía, levanta la noble frente y mira el sol refulgente de un nuevo y hermoso día. La densa nube sombría que un tiempo extendió su velo de muerte sobre tu suelo se va fugaz disipando espacio libre dejando al resplandor de tu cielo. Los hechos de alta memoria que tu gran valor aclama, los eterniza la fama en los fastos de la Historia. Tuya es ¡oh Patria! la gloria de aquella lucha tremenda cuando en desigual contienda el más sublime heroísmo en aras del patriotismo te dio su mejor ofrenda. De luto y sangre cubierto quedó tu inmenso cariño; lloró sin padres el niño, el hogar se vio desierto. Entonces el hado incierto, viéndote postrada, inerte, al azar puso tu suerte y te anubló de tal modo que en torno tuyo fue todo envuelto en sombras de muerte. Y mientras todo lo acalla

el peso de tanta pena, dice una voz que resuena en los campos de batalla: —Aquí estuvo la muralla de Curupayty famoso, donde mostró poderoso su ardimiento el paraguayo y envió la gloria un rayo de su cetro esplendoroso. Allí Humaitá renombrado muestra su ruina altiva como un espectro que aviva el sufrimiento pasado Allí el valiente soldado, de pie sobre la trinchera, entre la metralla fiera de su valor hizo alarde, cayendo muerto más tarde envuelto con su bandera. Acullá de Tuyutí la lucha sangrienta fue, allí la de Tuyucué, más allá la de Tayí, lugar donde al frenesí alzóse el bélico ardor, cuando en un leño el valor, con fiera arrogancia ignota, abordó la férrea flota del ejército invasor. En fin, la lucha fue tanta que no hay pedazo de tierra donde la sangrienta guerra no haya posado su planta, y encendió la llama santa del patrio amor tal vehemencia que en la heroica resistencia, antes que verla rendida, se sacrificó la vida por la sacra independencia. —Así la fama pregona con su trompa resonante tu augusto nombre radiante volando de zona a zona,


y te ciñe una corona la diosa de la Victoria para que diga la Historia que la paraguaya tierra, si ha sucumbido en la guerra, se ha levantado en la gloria. No llores más, Patria mía, enjuga el llanto, no llores, y mira los resplandores de un nuevo y hermoso día. La Paz que en grata armonía alegra y anima el mundo, sobre tu suelo fecundo extiende su inmenso manto y torna en alegre canto tu sentimiento profundo. Patria donde soberana la Naturaleza quiso colocar el paraíso de la tierra americana, voluptuosa sultana que corona su cabeza con la tropical belleza entre dos gigantes ríos, flores y bosques sombríos, durmiendo está su grandeza; Tierra que protege y mima la providente Natura

con la pompa y galanura del más benéfico clima, y en donde el amor se anima con tiernísima ansiedad mimado por la beldad, las virtudes y placeres que le brindan sus mujeres de incomparable bondad; Yo que tu bien vaticino, en lo futuro te veo más grande que mi deseo en el cerro del Destino, y por radiante camino marchas ovante y segura al celo de la ventura que en el porvenir se expande, ventura grande, tan grande como lo fue tu amargura. Así dijo entre la sombra de la ruina en que se asila la paraguaya sibila que las patrias glorias nombra. Por la solitaria alfombra de la arboleda sombría, como lejana armonía el eco se fue perdiendo, dulcemente repitiendo ¡No llores más, Patria mía!

Victorino Abente y Lago


CIZAÑA

Amiga cigüeña se puso a la greña con amiga araña: que si pedigüeña, que si mala entraña, que si una castaña, que si un haz de leña, que si por trigueña, que si por extraña, que si aquella seña, que si una patraña, que si tan tacaña, que si tan pequeña, ¡que si una alimaña!... Amiga cigüeña con amiga araña.


LA VOZ DEL MAR

Arena en el mar mar en el desierto... ¡qué otro mar que la lágrima! ¡qué otra lágrima que la arena! ¡cuánto llanto! ¡cuánta soledad! ¿Dónde un espejo, ¡oh mar! en esta arena, que como tú, refleje nuestro rostro y nos devuelva intacta esa imagen con la que Dios a su semejanza hombre nos hizo? La poesía del mar en un argot de silicio impregna la tarde del hombre y desde aquí diviso al sol desde esta atalaya desnudo Hay una multitud de fieras agazapadas desde el pleistoceno esperando el deceso del crepúsculo y adivino que están cerca y se aproximan procurando acorralar las horas

en el mítico segundo de un reloj de arena Arena en el mar mar en el desierto... ¡cuánta infinitud de sueños y de sal albergas en tu lecho! tus aguas no se rinden ni se rindieron ¡tu voz no callará! Será así desde el comienzo Tu voz profética nos hablará y nos enseñará todos los días de nuestra iniquidad Mar fileteado por la luna en tu ancho pliego anida un cuerpo y en tus ojos una lágrima de sal ¡Hay un beso triste que se posa en el agua cuando solloza la luna de Arabia durante las noches de Omán! Alí Al Haded



LA VOZ DEL MAR

Arena en el mar mar en el desierto... ¡qué otro mar que la lágrima! ¡qué otra lágrima que la arena! ¡cuánto llanto! ¡cuánta soledad! ¿Dónde un espejo, ¡oh mar! en esta arena, que como tú, refleje nuestro rostro y nos devuelva intacta esa imagen con la que Dios a su semejanza hombre nos hizo? La poesía del mar en un argot de silicio impregna la tarde del hombre y desde aquí diviso al sol desde esta atalaya desnudo Hay una multitud de fieras agazapadas desde el pleistoceno esperando el deceso del crepúsculo y adivino que están cerca y se aproximan procurando acorralar las horas en el mítico segundo de un reloj de arena Arena en el mar mar en el desierto... ¡cuánta infinitud de sueños y de sal albergas en tu lecho! tus aguas no se rinden ni se rindieron ¡tu voz no callará! Será así desde el comienzo Tu voz profética nos hablará y nos enseñará todos los días de nuestra iniquidad


Mar fileteado por la luna en tu ancho pliego anida un cuerpo y en tus ojos una lágrima de sal ¡Hay un beso triste que se posa en el agua cuando solloza la luna de Arabia durante las noches de Omán! Alí Al Haded


PARA LLORAR

Es para llorar que buscamos nuestros ojos Para sostener nuestras lágrimas allá arriba En sus sobres nutridos de nuestros fantasmas Es para llorar que apuntamos los fusiles sobre el día Y sobre nuestra memoria de carne Es para llorar que acariciamos nuestros huesos y a la muerte sentada junto a la novia Escondemos nuestra voz de todas las noches Porque puede acarrearnos la desgracia Escondemos nuestras miradas bajo las alas de las piedras Respiramos más suavemente que el cielo en el molino Tenemos miedo Nuestro cuerpo cruje en el silencio Como el esqueleto en el aniversario de su muerte Es para llorar que buscamos palabras en el corazón En el fondo del viento que hincha nuestro pecho En el milagro del viento lleno de nuestras palabras La muerte está atornillada a la vida Los astros se alejan en el infinito y los barcos en el mar Las voces se alejan en el aire vuelto hacia la nada Los rostros se alejan entre los pinos de la memoria Y cuando el vacío está vacío bajo el espectro irreparable el viento abre los ojos de los ciegos Es para llorar es para llorar Nadie comprende nuestros signos y gestos de largas raíces Nadie comprende la paloma encerrada en nuestras palabras Paloma de nube y de noche De nube en nube y de noche en noche Esperamos en la puerta el regreso de un suspiro Miramos ese hueco en el aire en que se mueven los que aún no han nacido Ese hueco en que quedaron las miradas de los ciegos estatuarios Es para poder llorar es para poder llorar Porque las lágrimas deben llover sobre las mejillas de la tarde Es para llorar que la vida es tan corta Es para llorar que la vida es tan larga El alma salta de nuestro cuerpo Bebemos en la fuente que hace ver los ojos ausentes La noche llega con sus corderos y sus selvas intraducibles


La noche llega a paso de montaña Sobre el piano donde el árbol brota Con sus mercancías y sus signos amargos Con sus misterios que quisiera enterrar en el cielo La ciudad cae en el saco de la noche Desvestida de gloria y de prodigios El mar abre y cierra su puerta Es para llorar es para llorar Porque nuestras lágrimas no deben separarse del buen camino Es para llorar que buscamos la cuna de la luz Y la cabellera ardiente de la dicha En la noche de la nadadora que sabe transformarse en fantasma Es para llorar que abandonamos los campos de nuestras simientes En donde el árbol viejo canta bajo la tempestad como la estatua de la mañana Es para llorar que abrimos la mente a los climas de impaciencia Y que no apagamos el fuego del cerebro Es para llorar que la muerte es tan rápida Es para llorar que la muerte es tan lenta

Vicente Huidobro


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