Recolectores de miel

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Despegando hacia la lectura: Niveles T–V (50) Recolectores de miel

Recolectores de miel Escrito por Bridie Dickson

Illustrado por Meredith Thomas

okapi educational publishing

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Recolectores de miel

DESPEGANDO HACIA LA LECTURA

Tipo de texto: Narrativo Nivel: T (50)* Número de palabras: 2,551

Fluido avanzado: Niveles Q–S (40)* Libros asociados

Libros de perspectivas

Lenguaje literario

¿Cómo se hace un campeón?

Como pez en el agua

Deportes competitivos

Sustantivos abstractos: cuentos cultura decepción elogio pánico tradiciones

HeroRATs: Ratas heroínas

Una ratita inteligente

Animales que trabajan

Lenguaje para expresar la atmósfera: festivo y alegre hizo sentir feliz se sentía tensa una ola de pánico se apoderó de ella

Tras la escena del zoológico

Tan lejos de casa

Animales en cautiverio

¡Llévame a la escuela!

Escalera al cielo

La educación

Los primeros visitantes

Odiseo y el Cíclope

Aventuras arriesgadas

Polio: Una enfermedad aterradora

¡A bailar!

Prevenir enfermedades

El majestuoso río Mississippi

El niño y el río

Compartir el río

¿Cuál es la atracción?

Rescate en el Cañón Azul

Destinos de vacaciones

Nuestra Tierra activa

Nace un géiser

Vivir en lugares peligrosos

Estrategia de lectura Identificar palabras y frases que describen emociones

Energía limpia

Sobreviviente del terremoto

El impacto del cambio climático

Proteger al pueblo flechero

¡Intrusos!

Pueblos no contactados

Libro asociado Alianzas entre animales

Explorar el espacio

Rescate en el mar

Explorar el espacio

Palabras relacionadas con el escenario: acacia baobab cazadores-recolectores hadza nómadas pájaro indicador recolectores de miel Tanzania vara encendida Conceptos clave • El pueblo hadza y el pájaro indicador tienen una alianza mutua de la que ambos se benefician. • Los personajes de la narrativa pueden cambiar y desarrollarse a lo largo del cuento. • Las personas de distintas culturas pueden aprender unas de otras.

Fluido avanzado: Niveles T–V (50)* Libros asociados © 2021 EC Licensing Pty Ltd. Este trabajo está protegido por la ley de derechos de autor de los EE. UU., y en virtud de las convenciones internacionales de derechos de autor, se aplica en las jurisdicciones en las que se publica. Todos los derechos reservados. La marca “Despegando hacia la lectura” y el logo de la estrella son una marca registrada de EC Licensing Pty Ltd en los EE. UU. Quienes compren este libro pueden tener ciertos derechos para copiar partes de él según la ley vigente sobre derechos de autor. Los compradores deben realizar las averiguaciones necesarias en la jurisdicción en que lo usarán para determinar si tienen esos derechos y su alcance. Todos los demás derechos reservados.

Desarrollado por Eleanor Curtain Publishing Impreso y encuadernado en China por Colorcraft Ltd, Hong Kong Distribuido en los EE. UU. por Okapi Educational Publishing Inc. Teléfono: 866-652-7436 Fax: 800-481-5499 Correo electrónico: info@myokapi.com www.myokapi.com www.flyingstarttoliteracy.com www.despegando-hacia-la-lectura.com ISBN: 978-1-76107-029-7 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 21 22 23 24 25

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Libros de perspectivas

Animales en peligro: El orangután

La jornada de Ahmad

Las selvas tropicales desaparecen

Descubrir el mundo perdido

La exploración de las islas Galápagos Maravillas naturales

Alianzas entre animales

Recolectores de miel

Convivencia

Restaurar los arrecifes de coral

Corales coloridos

Ecosistemas en problemas

La lucha por los derechos de los niños

Un dólar por día

Los niños y el trabajo

¡La cámara no miente!

El notición

En la mira

Liderar el camino

Un líder improbable

¿Qué hace a un líder?

Vivir con robots

Milo y los robots

Robots

La vida en los climas extremos

En el desierto

Convivir con el clima

El misterio de las pirámides

Rey por una semana

Tesoros arqueológicos

Internet y privacidad

¡Etiquetado!

La vigilancia a cada paso

Regresar de la extinción

El regreso del mamut lanudo

Extinto por siempre

* Los niveles indicados con letras son medidas exclusivas de Okapi y son comparables con los niveles de Lectura Guiada de Fountas and Pinnell. Los valores numéricos que están entre paréntesis están alineados con DRA/EDL. * Los niveles indicados con letras son medidas exclusivas de Okapi y son comparables con los niveles de Lectura Guiada de Fountas and Pinnell. Los valores numéricos que están entre paréntesis están alineados con DRA/EDL.


Recolectores de miel

Escrito por Bridie Dickson Illustrado por Meredith Thomas



Contenido Prólogo

4

Capítulo 1 Koyobe

6

Capítulo 2 Jemma

10

Capítulo 3 La llegada de los visitantes

14

Capítulo 4 Jemma explora

18

Capítulo 5 Un encuentro afortunado

24

Epílogo

30

Nota de la autora

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Prólogo El pueblo hadza, originario de Tanzania, en África, es una de las últimas comunidades cazadoras-recolectoras que quedan en el mundo. Son nómadas, es decir, no tienen un hogar permanente y se mueven de un lugar a otro en busca de alimento. Cazan animales, como jirafas, cebras, babuinos y aves, y recolectan frutas, bayas y nueces. La miel silvestre que recolectan de las colmenas representa una parte importante de su dieta. El problema es que las colmenas suelen estar escondidas en las copas de los árboles. El pájaro indicador ayuda a los recolectores a encontrar las colmenas. Cuando los hadza quieren encontrar una colmena, hacen un llamado especial y el pájaro indicador les responde. Silba y canta mientras los recolectores lo siguen hasta llegar a la colmena.

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Luego, los recolectores de miel abren la colmena y se llevan la miel de su interior. Mientras tanto, el pájaro indicador se queda esperando las sobras. Es una alianza fascinante que beneficia tanto a las personas como a las aves. Se cree que es la única asociación mutualista entre humanos y animales silvestres del mundo actual.

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Capítulo 1

Koyobe Pío pío ta-píooo. Pío pío ta-píooo. Un silbido familiar despertó a Koyobe. Lo ignoró y se volvió a acurrucar en una posición más cómoda. Disfrutaba su siesta de mediodía a la sombra. —¡Koyobe! —le gritó su papá, Musa, despertándolo—. El pájaro indicador está aquí. Vamos a buscar miel. —¿Tengo que ir? —dijo, bostezando. —¡Ven! Mira y aprende. Es posible que algún día necesites esta información.

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Koyobe no tenía ganas de ir a recolectar miel. Pero no podía decepcionar a su padre, quien siempre le hablaba de la importancia de su cultura. Sin ganas, Koyobe agarró su hacha y siguió a Musa. Los dos miraron al cielo, protegiéndose del sol con la mano. —Ahí está —dijo Musa, señalando el pájaro. Siguieron al pequeño pájaro mientras este silbaba y volaba de un árbol a otro. Musa le respondía con el silbido que utilizan los recolectores de miel. Koyobe no se sumó a Musa. Pensaba en los visitantes que llegarían de Estados Unidos hasta su campamento en pocos días. Se preguntaba cómo serían. ¡Tenía muchas ganas de descubrirlo!

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Koyobe observó al pájaro detenerse en las ramas de una acacia. Se apresuró a subir al árbol y arrancó un poco de corteza para dejar ver la colmena. —¡Bien hecho, Koyobe! El elogio de Musa lo hizo sentir feliz, pero también lo hizo sentir culpable de haberse negado antes a ir a recolectar miel con su padre.

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Musa trepó el árbol con una vara encendida en su mano y la introdujo en la colmena para tranquilizar a las abejas. Una vez que las abejas se calmaron, Koyobe partió la colmena en dos con su hacha. Juntos, Musa y Koyobe sacaron de la colmena grandes trozos del dorado panal y los dejaron caer al suelo. —¡A los visitantes les encantará esto! —dijo Musa al poner los trozos en una cubeta. Estaba satisfecho con la recolección. —Ya quiero conocerlos —dijo Koyobe—. También estoy ansioso por volver a ver a Tembo —. Tembo era el primo de Koyobe y vivía en la gran ciudad, donde trabajaba como guía turístico. —Lleva a los visitantes por todo Tanzania. Y dependerá de nosotros mostrarles nuestras costumbres hadza —dijo Musa, quien estaba muy orgulloso de sus tradiciones. —Quedarán sorprendidos —respondió Koyobe, quien ya estaba planeando lo que les iba a mostrar.

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Capítulo 2

Jemma La camioneta avanzaba en zigzag para no caer en los baches del camino de terracería. Jemma se agarraba con fuerza a la manija de la puerta y se concentraba en mantener el equilibrio. Cada vez que miraba por la ventana, el paisaje era el mismo: hierbas y arbustos puntiagudos, árboles pequeños esparcidos a lo largo del camino, y rocas lisas y marrones. Jemma miró hacia el asiento delantero, donde su mamá hacía un millón de preguntas a Tembo, su guía. Sonrió para sí misma. Era consciente de lo genial que era tener a una reconocida periodista como mamá. —No falta mucho, Jem —le dijo su mamá sonriendo, mientras la miraba por encima del hombro.

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Jemma trató de devolverle la sonrisa, pero no se sentía tan feliz de estas supuestas vacaciones. Pensaba en el día en que su mamá le contó del viaje...

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—¿Te gustaría venir conmigo en mi próximo viaje de trabajo? —le preguntó su mamá, emocionada. —¡Sí, por supuesto! —respondió Jemma con la voz entrecortada, preguntándose adónde irían. ¿A la playa? ¿A un parque temático? ¿Quizás se quedarían en Nueva York e irían a una galería de arte? —Nos vamos a Tanzania, en África —dijo finalmente—. Incluso nos quedaremos una noche con la comunidad nómada hadza. Estoy escribiendo un artículo sobre ellos. —Eh, ¿África? —Jemma trató de ocultar su decepción. No esperaba esa respuesta. La mamá de Jemma pasaba mucho tiempo fuera, así que Jemma se alegró de poder pasar tiempo con ella. —¡Será divertido! —dijo con una sonrisa. Pero ahora, en medio del calor, el polvo y los baches, ¡ya no estaba tan segura! Después de un rato, finalmente se detuvieron.

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—Llegamos —anunció Tembo, contento. Bajó de la camioneta y la mamá de Jemma lo siguió—. Esta es mi comunidad. Jemma miró por la ventana y se preguntó: ¿Dónde duermen? ¿Qué comen? ¿Cómo se divierten en este lugar tan caluroso y lleno de polvo? Jemma tragó saliva, incómoda y con ganas de llorar. De repente, un niño alto y sonriente le abrió la puerta de la camioneta.

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Capítulo 3

La llegada de los visitantes —¡Hola! ¡Hola! —saludó Koyobe, ansioso por usar el saludo que había aprendido. —Hola —respondió Jemma en voz baja. Miró a su alrededor. Su mamá estaba ocupada hablando mientras gesticulaba y sonreía. Solo Tembo podía entender lo que decía, pero para Jemma era evidente que ya se había ganado el aprecio de todos. De pronto, se dio cuenta de que el niño alto y sonriente intentaba decirle algo. —Koyobe —decía, señalando su pecho—. Koyobe. Jemma asintió. Quizás ese sea su nombre. Sintió vergüenza y miró hacia otro lado. A veces deseaba poder ser igual de segura y extrovertida que su mamá.

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Su mamá la llamó y Jemma fue junto a ella mientras hacían una ronda de presentaciones. Jemma sonrió tímidamente y todos le sonrieron. —¡Vamos a instalarnos, Jem! —dijo, bajando sus cosas de la camioneta mientras Jemma la seguía. Después de montar la tienda de campaña y comer los sándwiches que habían preparado esa mañana, Jemma se sintió más tranquila. Es bastante bonito, pensó. Me gustaría dibujar esos árboles puntiagudos y las rocas con formas extrañas.

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—Musa y los demás nos llevarán a cazar —dijo mamá mientras organizaba su equipo fotográfico—. Van a conseguir comida para la cena de esta noche. ¡Será interesante! A Jemma no le gustó la idea de ir a cazar y, de solo pensarlo, se le revolvió el estómago. —Creo que me quedaré aquí a dibujar. La mamá de Jemma lo dudó por un momento. —Yo estaré aquí —la tranquilizó Tembo, notando la preocupación de la mamá de Jemma—. Jemma estará bien. —Está bien, sé cuánto te gusta dibujar. Solo prométeme que te quedarás en el campamento. Y nada de salir a explorar. Le dio un beso en la frente y salió deprisa.

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Jemma sacó sus lápices y su cuaderno de dibujo. Apenas comenzó a dibujar, se sintió más relajada. Cuanto más dibujaba, más se enfocaba en su trabajo. Estaba muy concentrada hasta que sintió que alguien la observaba. Miró hacia arriba. Se dio cuenta de que era Koyobe, que quería invitarla a explorar el lugar. Pero Jemma no entendía el significado de sus palabras y gestos raros. No quiso ser grosera, así que negó con la cabeza para mostrarle que no entendía. Koyobe suspiró y se fue decepcionado ante la falta de interés de Jemma. Le hubiera encantado mostrarle su hogar y su cultura, pero ahora se sentía desanimado. Tal vez así se siente mi papá cuando no quiero hacer cosas con él, como ir a recolectar miel, pensó.

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Capítulo 4

Jemma explora Jemma puso mucho empeño en su dibujo. Estaba feliz con el resultado. Pío pío ta-píooo. Pío pío ta-píooo. Un pájaro insistente la interrumpió y ella volteó a ver de dónde venía el sonido. —Es un pájaro indicador —le explicó Tembo—. Si lo sigues, te llevará a una colmena. Dentro de esa colmena, ¡encontrarás la miel más deliciosa que hayas probado jamás! Jemma se rió. Estaba segura de que era una broma. —¿Cómo podría un pájaro guiar a alguien a una colmena? —Es cierto —dijo Tembo con tono serio—. Koyobe y su papá te pueden llevar mañana. El papá de Koyobe, Musa, es el mejor recolector de miel que conozco, y le está enseñando a su hijo a convertirse también en un gran recolector de miel. —Me gustaría —respondió con una sonrisa. ¡Y lo decía en serio!

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—Lo organizaré—dijo Tembo—. Pero ahora tengo que descansar un poco. Este clima me hace sentir adormilado. Si necesitas algo, búscame. —Claro, Tembo. Gracias —dijo Jemma, y volvió a concentrarse en su dibujo.

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Pío pío ta-píooo. Pío pío ta-píooo. El sonido la volvió a interrumpir. ¿Qué quieres, pájaro? Pío pío ta-píooo. Pío pío ta-píooo. Jemma miró el pájaro con atención. Eres lindo, ¿no es así? Quédate quieto para que te dibuje. Pero, cuando Jemma quiso dibujarlo, el pájaro salió volando. Pío pío ta-píooo. Pío pío ta-píooo. Jemma lo vio posarse sobre un ancho baobab. Está bien. Yo iré. Miró hacia el campamento. Tembo, Koyobe y todos los demás estaban profundamente dormidos a la sombra, durante el sol de mediodía, así que tomó un lápiz y su cuaderno de dibujo, y siguió al pájaro hasta el siguiente árbol. Pero, en cuanto lo alcanzó, el pájaro voló hacia otro árbol.

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Jemma se rió. ¿Acaso crees que esto es un juego, pajarito? Jemma se apresuró a alcanzar al pájaro. Se detuvo para dibujarlo y, de nuevo, el pájaro voló a otro árbol. ¡Otra vez no! ¡Quédate quieto, pájaro!, pensó Jemma. Jemma siguió al ruidoso pájaro, que revoloteaba de árbol en árbol. Finalmente, el pájaro se posó sobre la rama de un árbol y se quedó quieto. Jemma comenzó a dibujarlo. Mientras dibujaba, sintió un piquete en la mano. —¡Ay! —gritó sorprendida.

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Una abeja le había picado la mano y le dolía mucho. Miró hacia arriba y vio una colmena con abejas zumbando enojadas alrededor. Entró en pánico y se volteó para salir corriendo pero, al hacerlo, una rama larga y afilada de acacia le rasguñó la piel y comenzó a sangrar. —¡Ay! —se quejó de nuevo. Se alejó de la colmena corriendo, pero su zapato resbaló en el polvo. Se tambaleó y cayó, dándose un golpe seco. ¡Pom! —¡Ay! —Jemma se frotó la rodilla. Se levantó lentamente y cojeó hacia el árbol más cercano. Jemma vio la profunda herida en su brazo y su mano hinchada. Tengo que volver al campamento, pensó.

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Miró a su alrededor en todas direcciones, pero ya no se veía el campamento. Una ola de pánico se apoderó de ella. ¡Todo se veía igual y no sabía qué camino tomar! Respiró lenta y profundamente para tratar de bloquear el pánico. ¿Qué hago? Nadie sabe que me fui del campamento. ¿Y si no me encuentran? Jemma se dejó caer al suelo, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

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Capítulo 5

Un encuentro afortunado Koyobe despertó de su siesta. Bostezó y se estiró. Pío pío ta-píooo. Pío pío ta-píooo. —No me molestes, pájaro. No tengo ganas de recolectar miel. Koyobe se sentía cansado, pero el pájaro era insistente y siguió silbando hasta que, finalmente, Koyobe cedió. Agarró su hacha y la vara encendida. Le respondió con un silbido y comenzó a seguirlo. Pronto, el pájaro se detuvo. Koyobe miró el árbol más cercano, pensando que ahí estaría la miel. Estaba a punto de subir, cuando escuchó una voz desconocida. —¡Ayuda! Koyobe volteó. ¡Era Jemma! ¡La chica estadounidense!

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Koyobe corrió hacia ella. —¿Koyobe? —dijo ella sin poder creer que él estuviera ahí—. Me da mucho gusto verte —. Entonces, comenzó a llorar de nuevo. Koyobe vio la mano roja e hinchada de Jemma, e hizo una mueca. Sacó un poco de savia del tronco de un árbol y se la frotó en la mano. Jemma sintió alivio de inmediato. —Gracias —dijo Jemma, sonriendo entre lágrimas.

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Koyobe señaló el árbol de la colmena y le pidió a Jemma que se sentara en una roca. Jemma se sentó y observó a Koyobe trepar el árbol con su vara encendida, abrió la colmena y metió la vara. Luego, partió la colmena en dos con su hacha y sacó grandes trozos de panal. Koyobe le llevó algunos y le hizo señas para que lo probara. Jemma se llevó el rico y dorado panal a la boca, y chupó el dulce y fuerte jarabe.

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—¡Mmm! —Miró a Koyobe con los ojos bien abiertos. Koyobe se sintió orgulloso y contento de haber aprendido eso de su padre. Luego, se sentaron juntos a comer el panal a la sombra. Después de recoger el resto del panal, Koyobe y Jemma regresaron al campamento. Platicaron y rieron durante todo el camino de regreso. Koyobe le señalaba diferentes animales y plantas. Jemma se sorprendió de lo bien que se entendían, a pesar de que ninguno de los dos sabía realmente lo que el otro estaba diciendo. Cuando ya estaban cerca del campamento, Jemma tomó a Koyobe del brazo. Sabía que su mamá se enojaría si se enteraba de que había abandonado el campamento sola y que la habían tenido que rescatar. —Por favor, no les digas que estaba perdida. ¿Puedes guardar el secreto? —Jemma se llevó un dedo a los labios. —¡Sí! ¡Sí! — asintió Koyobe, llevándose también el dedo a los labios—. Se-cre-to.

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Esa noche el ambiente era festivo y alegre mientras todos estaban sentados alrededor de la fogata saboreando un delicioso banquete. La luna llena iluminó el cielo cubierto de estrellas. Jemma y Koyobe se sentaron juntos y rieron de las divertidas historias que Tembo contaba sobre sus hazañas como guía. Jemma y su mamá les enseñaron algunas palabras de su idioma. Los intentos de Koyobe hicieron reír a todos. Tembo interpretó para Jemma y su mamá los cuentos tradicionales hadza narrados por Musa y otros más.

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Al final de la noche todos cantaban canciones hadza mientras el fuego se reflejaba en sus rostros. De repente, Jemma se sintió triste. Estaba decepcionada de que ella y su mamá tuvieran que irse al día siguiente. Iba a extrañar a esas maravillosas personas y echaría de menos a su nuevo amigo Koyobe, el recolector de miel.

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Epílogo Seis meses después Al escuchar un motor a la distancia, Koyobe dejó de hacer lo que estaba haciendo. Intentó ver a través del polvo y distinguió la forma de la camioneta de Tembo. Una sonrisa iluminó el rostro de Koyobe. Siempre era divertido ver a Tembo. —¡Mira lo que traigo! —gritó Tembo, saltando de la camioneta. Agitó una revista llena de imágenes sobre su cabeza. Musa, Koyobe y todos los demás se acercaron a verla. —Es el artículo sobre ustedes. ¡Miren! —Tembo abrió la revista. Había fotos de todos ellos. Al ver las imágenes, sintieron un profundo orgullo. Tembo leyó el artículo en voz alta, antes de pasar la revista de mano en mano. —Y esto es para ti, Koyobe —Tembo le entregó un sobre—. Es de Jemma —agregó con una sonrisa.

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Koyobe abrió el sobre y encontró un dibujo de sí mismo. No podía creer lo mucho que se le parecía. —¿Qué dice aquí, Tembo? —preguntó Koyobe, señalando algo que Jemma había escrito. Decía: Para mi amigo Koyobe. Gracias por compartir tu miel conmigo. Jemma. Koyobe sonrió al ver el dibujo. Lo guardaría por siempre.

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Nota de la autora Cuando escuché por primera vez sobre el pueblo hadza de Tanzania, ¡quedé sorprendida! Los hadza no se estresan fácilmente. Son tranquilos y relajados, y nunca tienen prisa. Quería transmitir ese mensaje en mi relato. Sería muy interesante visitar al pueblo hadza, pero también habría obstáculos, como la barrera del idioma. Tuve eso en cuenta al desarrollar el personaje de Jemma. Mi historia termina con Jemma y Koyobe haciéndose amigos porque, a pesar de sus diferencias, se dan cuenta de lo mucho que tienen en común.

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