Blas Castagna ha conservado siempre enlaces con San Juan. Algunos de esos lazos son afectivos, otros profesionales: fue docente en el Departamento de Artes y realizó una importante obra gráfica que aún es recordada por su originalidad.
Pero es la dimensión de los afectos la que quizás nos aproxime a su obra con mayor fuerza: si pensamos en las relaciones humanas como un eterno diálogo entre lo que creemos conocer y el silencio del mundo, podremos “ver” la interpre¬tación que el artista coloca como una impronta en estas obras.
Desde esa huella del ojo cada uno de nosotros deberá construir otra visión, otro mundo. Esa operación fundamental es la que late en la exhibición en su totalidad; Blas nos desafía a ser quienes completemos finalmente la arquitectura compleja del espectáculo cotidiano a nuestro alrededor, resignificándolo a partir de los datos que él selecciona.