El universo construido por él se propone como humilde, cotidiano y doméstico. No hay heroicos temas que debatan la opinión erudita de selectos espectadores y sin embargo son el reflejo de una realidad latente. Las piezas se presentan sencillas en su materialidad, popular en su dominio y accesibles desde su representación. Para que eso suceda el artista hace énfasis en el detalle, se obsesiona en lo minúsculo, desarrolla la observación y extrae el comportamiento de las cosas. Alfredo se sitúa en un lugar desde donde puede percibir lo existente como un elemento para nuevos posibles simbólicos. Sin embargo algo ocultan, las sombras que arrojan sus piezas no parecen oscuras del todo y dejan ver, de alguna manera, los recuerdos y los deseos truncos materializados. Alfredo sabe quiénes son los causantes pero ya no le importa a quienes van dirigidos como obras.