Bruzzone, nacido en San Juan, vivió sin embargo muchos años de su vida en las cercanías del mar, cuya atmósfera a veces neblinosa se filtró en la paleta del pintor, tiñéndola de cierta melancolía.
Su primera muestra individual, en octubre de 1929 en Casa España deja en él recuerdos
en los que no está ausente la figura de Lino E. Spilimbergo, quien también exhibió su obra en ese lugar, pero que además cruzó lazos de amistad con el joven artista sanjuanino. Su formación se va construyendo lenta y sin fisuras, apoyándose siempre en convicciones en los que su pasión por la pintura -antes que los vaivenes
del mercado- fue el principal fundamento. Realizó viajes a Italia, Rumania, Checoslovaquia y Francia. Dueño de una bohemia atemporal, defendió ideas políticas reñidas con el conservadurismo e incluso su hogar fue testigo de reuniones consideradas clandestinas en épocas tumultuosas de nuestra historia.