Vista de Zamora. Antonio Pedrero. Pieza del mes abril 2017

VISTA DE ZAMORA (ANTONIO PEDRERO, 1960) PIEZA DEL MES ABRIL 2017 MUSEO DE ZAMORA PLAZA DE SANTA LUCIA, 2 49002 ZAMORA

Nos encontramos en la Sala que el Museo dedica a los testimonios de la evolución histórica de la ciudad de Zamora. Junto al extremo izquierdo de las arcadas originales pertenecientes al patio del antiguo Palacio del Cordón (en cuyo espacio se sitúa el Museo), podemos observar tres lienzos que representan vistas de la ciudad de Zamora en distintos momentos.

Nos detenemos especialmente en el de mayor tamaño, realizado por uno de los artistas zamoranos del siglo XX de mayor prestigio: Antonio Pedrero. Es, además, la pieza exhibida más moderna de la colección del museo, realizada en 1960.

Nacido en 1939 (cuenta hoy con 78 años), en el seno de una familia humilde dedicada a la hostelería, Pedrero comienza su formación en la Escuela 1

de Arte de San Ildefonso de Zamora, y, ya en 1953, ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Dedicará el tiempo de aprendizaje a visitar los grandes museos y exposiciones de la capital, donde se encontrará con importantes maestros de la pintura como Velázquez, El Bosco o Boticelli, realistas como Sorolla o Zuloaga, y nuevas promesas para la pintura española, como un joven Antonio López que exponía ya en solitario. A lo largo de su vida, realiza diversos viajes por Italia, Países Bajos y Francia. Así, en su obra se aprecian gran cantidad de influencias, entre ellas, tendencias vanguardistas como el cubismo, el impresionismo, la abstracción…

Es un artista polifacético, que cultiva diversos géneros artísticos: tanto la pintura, desarrollando distintos registros como el retrato, el muralismo, el bodegón o el paisaje, tanto urbano como natural, como también la escultura.

Muestra de ello es la reinterpretación en los años 90 de las famosas veletas zamoranas del Peromato y la Gobierna situadas a ambos lados del puente de los Tres Árboles, en la entrada Sur de la ciudad. Las antiguas veletas se encuentran en esta misma sala del museo.

Terminada su formación en la Escuela de San Fernando, regresa a Zamora en 1958, donde se dedica a estudiar oficios, costumbres, tipos y paisajes de la zona, con la idea de darles su propio enfoque. En esta línea se encuentra el lienzo objeto de esta explicación.

En palabras del poeta zamorano Jesús Hilario Tundidor, de 1959, “nuestra ciudad afortunadamente es una isla tranquila en esta época del movimiento y de la prisa, un gran islote con su vegetación románica resplandeciente y pura que se eleva como una gran plegaria a Dios en el silencio de sus calles empedradas y sus plazas recoletas”.

Esta es la Zamora que evoca Pedrero en esta Vista, en la que se refleja su atracción por todo lo zamorano.

Será éste uno de varios paisajes urbanos de la ciudad que saldrán de los pinceles de Pedrero. De ellos decía el crítico de arte José María Moreno Galván que eran verdaderos “retratos de la ciudad de Zamora”.

Ya que es, pues, un género que desarrolla en diversas ocasiones en el conjunto de su obra, es posible establecer una serie de características: tiende a un formato rectangular alargado, en el que despliega, de manera compacta, una sucesión de arquitecturas representadas en un mismo plano (será nuestra mirada la que diferencia distintos planos entre unos edificios y otros).

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Esta deliberada anulación del espacio entre estructuras, y la absoluta negación de movimiento (hasta el Duero se encuentra detenido), y de signos vida (casi no hay ni árboles), convierten a la Zamora de Pedrero en la ciudad del tiempo detenido.

Además, la visión de la ciudad es fruto de un concienzudo proceso reflexivo: ofrece los hitos arquitectónicos más representativos de la ciudad, pero bajo una interpretación cercana a la abstracción geométrica. Parece que más que ajustar el lienzo a la vista, ha querido comprimir la vista para que cupiese en el lienzo, forzando perspectivas, en algunos casos, y en otros, acortando distancias entre edificios o mostrando de ellos lo más distintivo, aunque desde ese ángulo no pudiera ser visto. Es por tanto una visión idealizada de la ciudad, elaborada desde la margen izquierda del río, aquella que ofrece la mejor perspectiva de los monumentos que identifican Zamora.

La composición se divide en tres niveles: el Duero, terroso, embarrado; la ciudad, la huella del hombre; y el cielo, de un tono azul-grisáceo en el que parece quererse atrapar el Sol bajo un manto de nubes.

En la obra reconocemos: al fondo, de izquierda a derecha, la Catedral con su torre y cimborrio, la Iglesia de San Pedro y San Ildefonso con sus arbotantes, la iglesia de San Cipriano, lo que podría ser el patio seccionado del Palacio de los Condes de Alba y Aliste (actual Parador de Turismo), la iglesia de San Juan de Puerta Nueva, la iglesia de San Vicente y, a la derecha del todo, el Seminario de San Atilano; en el plano medio, de derecha a izquierda, la gran chimenea de la antigua fábrica de alcohol de la Horta, junto a ella la Iglesia de Santa María de la Horta, por debajo de San Cipriano, la iglesia de Santa Lucía, y, a la izquierda del todo, la muralla sobre las peñas en las que se asienta la ciudad vieja, y que termina en el Palacio del Obispo, conectado con el siguiente nivel a través de una rampa; finalmente, el Puente de Piedra, y las Aceñas de Cabañales, junto a la isla que se sitúa en el centro del río Duero.

El cuadro se encuentra en la colección del museo desde 1986, siendo un depósito del antiguo Museo de Arte Contemporáneo de Madrid (hoy Museo Centro de Arte Reina Sofía), ya que fue premiado con la Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Barcelona de 1960. Anteriormente, estuvo depositado en el Museo de Salamanca.

Lo acompañan en esa misma pared otras dos vistas urbanas, de pintores también zamoranos. Aunque, hay que señalar, que no son las únicas de la sala.

El género pictórico del paisaje urbano se consagró entre los siglos XVI y XVIII en los Países Bajos e Italia. Y, precisamente, dentro de esta horquilla 3

cronológica, encontramos otras vistas de la Zamora antigua: como la vista del cartógrafo flamenco Anton Van den Wyngaerde, del siglo XVI; o la de Joseph Augier, que podemos ver al inicio de las vitrinas de la sala, del siglo XVIII. Ambos trabajos responden a una corriente académica que pretendía inmortalizar las ciudades más importantes de España, gracias a las cuales podemos ver hoy distintos edificios que ya no existen.

Sobre la vista de Pedrero, a la izquierda, encontramos una vista de la Zamora del XIX, del zamorano Acedo y Torres. Ejecutada en clave realista, sin artificio, la arquitectura medieval y popular comparte protagonismo con las costumbres de las gentes, que tienden sus ropas al sol, nuevamente en la margen izquierda del río. El Duero se plantea como espejo grandioso de las más relevantes construcciones de la ciudad.

Finalmente, regresamos al siglo XX. El lienzo de pequeño formato, sobre la Vista de Antonio Pedrero, pertenece a los pinceles del zamorano Gallego Marquina. En esa época, este pintor tenía su taller en el Barrio de Olivares, que se extiende a los pies de la muralla, en la orilla del río. No extraña, pues, que Marquina se coloque también en la margen izquierda, desde donde puede vislumbrar mejor este perfil tan icónico de la ciudad, con la catedral y su cimborrio presidiendo la composición, y a sus pies el Barrio de Olivares, con sus aceñas.

BIBLIOGRAFÍA: - Pedrero: retrospectiva: exposición, Claustro del Colegio Universitario, abril 1987. Zamora: Diputación, 1987.

- Gutiérrez Carbajal, Inés. Pintura del siglo XX en Zamora. Zamora: Instituto de Estudios Zamoranos "Florián de Ocampo", 2005.

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