RUINAS DEL DESIERTO MIRADAS DESDE LA FOTOGRAFÍA DEL SIGLO XX
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El paisaje tuvo un lugar clave en los debates que enfrentaron a los pintores indigenistas y cosmopolitas a inicios del siglo XX. Mientras los primeros erigieron el ideal de la serranía andina como expresión de la cultura indígena, los segundos entendieron el paisaje de la costa como un espacio cultural alternativo. El árido desierto del litoral fue cobrando así una importancia cada vez mayor entre quienes buscaban una salida al indigenismo. Reynaldo Luza, uno de los artistas más internacionales del siglo, elaboró una primera y depurada imagen del desierto como escenario natural en una extensa serie de pinturas realizadas a partir de los años cincuenta, tras su regreso definitivo al Perú. Gradualmente, esta propuesta fue incorporando también la arquitectura precolombina. La serie de fotografías del sitio arqueológico de Puruchuco que aquí se presentan definen el perfil de una particular forma de imaginar la costa que ejercería una gran influencia. Hacia los años setenta esa mirada, claramente definida por el modernismo, fue atrayendo a artistas de distintas disciplinas. La fotografía llegaría a ocupar un lugar de gran importancia en ese proceso. La refinada visión de Luza sería continuada por José Casals en una serie muy influyente de fotografías abstractas de Puruchuco que siguieron la pauta del esteticismo formalista de Luza. Ya los fotógrafos asociados al proyecto de Secuencia Fotogalería a fines de esa década habían iniciado una reflexión distinta en torno a la fotografía y el paisaje. Así, a través del registro sistemático de los vestigios y huellas
precolombinas, fotógrafos como Edward Ranney y Billy Hare construyeron la posibilidad del desierto como paisaje histórico. A partir de allí se haría posible pensar en ese espacio como un lugar desde el cual sería posible configurar una nueva idea de lo local. A lo largo de los años ochenta, artistas de distintas generaciones como Fernando Castro y Juan Enrique Bedoya abordarían el paisaje de la costa desde reflexiones diversas sobre el crecimiento urbano, un proceso que convertiría al desierto en el escenario de grandes transformaciones sociales. Poco a poco, los vestigios recientes empezaron a ser representados como los sitios arqueológicos, también inhabitados y abandonados. El desierto pasó así de paisaje histórico a convertirse en una suerte de ruina moderna, cobrando un lugar cada vez más potente en el imaginario de los artistas locales, quienes lo hicieron sujeto privilegiado de diversas exploraciones estéticas. Desde el conceptualismo, las imágenes tomadas por Luz María Bedoya a lo largo de la carretera Panamericana dejaron atrás la idea de la fotografía como registro documental o evocativo del paisaje para abordar indagaciones sobre el medio fotográfico mismo. La regularidad de las tomas y el carácter serial del proyecto transformaron la comprensión poética del paisaje en la fotografía local. Desde la mirada modernista de Luza o en oposición a ella, la fotografía del paisaje de la costa se mantiene como capítulo abierto en el arte peruano.