Barrio Población Centenario: cien años de historias y vida de barrio.

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cerrarla, caminar por el pasaje, prender la luz, sentarse a tomar el sol, cargar un cesto, tocar una guitarra sentado en el vano de la ventana ... son gestos que, provengan de quien provengan, dan al barrio un cierto carácter de vecindad y familiaridad. Ciertamente que hoy día la fiesta y el encuentro no son evidentes, pero en Barrio Centenario, el vecino aún se siente en casa. “Al vecino de al lado siempre se le queda la llave, entonces golpea acá y nosotros le prestamos la escalera para que entre por la ventana. Y eso ya es tradición ... Ya van tantos años de hacer eso, entonces se hizo cotidiano. La vecina de aquí al lado también, a veces no puede abrir la puerta, entonces nosotros le prestamos los destornilladores o lo que necesite.” 2 Son las prácticas rutinarias y recíprocas que nos recuerdan que la invención de lo cotidiano se hace justamente en la rutina de sus prácticas. En este barrio, como en tantos otros, aún se reconoce un cierto “arte de hacer”, en los términos de Michel De Certeau. Y es que en los intersticios de la ciudad neoliberal aún habita un espacio de realización, una poética oculta y diseminada en las maneras de hacer la vida de vecindad. En un contexto de especulación inmobiliaria y desconfianzas mutuas, los vecinos responden con un saber- hacer astuto, creativo y casi invisible: “El centro de madres funciona en la junta de vecinos. Yo voy los martes ... Va mucha gente. Queda pasadito Maturana. En mi grupo somos veintiuno y el día viernes son como cuarenta. Puros viejitos y viejitas que conversan y juegan al Loto.” 3 Si bien es cierto que en nuestras ciudades se extienden e imponen los mecanismos de “vigilancia”, también es cierto que las historias de barrios como Centenario, nos convocan a descubrir cómo estas prácticas de vecindad (minúsculas y cotidianas) juegan y “trampean” con los mecanismos que organizan el orden sociopolítico. Lo interesante es que en este saber hacer de lo cotidiano, el espacio de la vereda sigue siendo un espacio de realización, y no es de extrañar que para los vecinos de Barrio Centenario, siga siendo un espacio a proteger: “Hace ya un tiempo, cuando conversamos sobre los trabajos que podríamos realizar en el comité, surgió desde el diagnóstico la urgencia de rescatar, limpiar, proteger, mejorar y comprometer a los vecinos con el espacio público, que presentaba abandono, suciedad y despreocupación en su entorno.”4 En estos términos, las veredas como espacio de intermediación entre lo público y lo privado, se configuran como espacios para una práctica urbana creativa y emancipadora. La lección que nos deja este libro del Barrio Centenario, es que en las pequeñas tácticas de defensa de lo propio, la vida urbana siempre se piensa a sí misma. La imaginación y el saber- hacer de este vecindario, como actos éticos y poéticos, nos permiten entonces celebrar y anticipar la posibilidad de una mejor condición urbana para todos. Francisca Márquez, antropóloga. 2 3 4

Bianca Vera, edad 15 años. Ana María Mella, edad 61 años. Sara Requena, edad 59 años.

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