Revista FIHNEC 2016 XXXIII

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Acepté el Desafío

cepte al señor en mi vida a la edad de 37 años: Un 27 de noviembre de 1983. Soy salvadoreño, pero en ese entonces radicaba en la ciudad de Guatemala, donde mi familia tenía una cadena de tiendas y almacenes, una fábrica de muebles y una ensambladora de televisores; empresas yo administraba y en las cuales poseía acciones, y lo mismo existía en mi país. Siempre, desde mi juventud, había estado buscando algo o alguien que le diera contenido a mi vida, que llenara un lugar vacío que había en mí. Jesús siempre había estado presente cerca de mí, pero yo no lo reconocí, a pesar de que me eduque en un colegio jesuita, pero no había escuchado su voz. En mi búsqueda de la felicidad hice muchas cosas que me dieron felicidad momentánea: una carrera deportiva, una académica y la empresarial, ámbitos en donde mis metas personales se iban cumpliendo. Seguí en la búsqueda y estuve punto de iniciarme en la masonería, mientras conseguía alcanzar lo que me proponía, sin embargo en mí, siempre estaba el vacío. Caí en las garras del adulterio y me llene de gran orgullo pues yo siempre lograba

[ 18 ] FIHNEC - El Salvador

Edgardo Rodríguez Engelhard

lo que proponía… Y así, había construido un ídolo de mí mismo. Pero la noche del 27 de noviembre, pasó algo extraordinario, fui a una cena de la FIHNEC invitado por mi esposa Milagro, y una buena amiga de mi juventud junto con su esposo. Era el cierre de una Convención. Llegue según yo, en busca de hacer negocios, pero me encontré con un panorama distinto. Allí había alabanzas, oraciones y hombres que hablaban de sus vidas, y de cómo Jesús los había cambiado. Era del Jesús que ya había escuchado en mi juventud y que yo no había querido escuchar…Pero esa noche me estaba hablando a mí, ya que lo que contaban los hombres era casi mi vida y por eso di mi sí. Y fue el mejor negocio que he hecho en mi existencia: Aceptar y conocer a Jesucristo como señor de mi vida. Ese día deje mi ego y comenzó a crecer en mí el amor de Jesús. Pude dejar de buscar pues ya había encontrado al único que da la paz verdadera, la felicidad real, y no la efímera que yo conocía. Deje mi vida de orgullo personal y adulterio. Lo que deseaba era servir a mi señor y compartir con otros hom-

bres el amor extraordinario y grande con que el Señor Dios Todopoderoso me estaba llenando por medio de sus infinitas bendiciones. Desde ese entonces Comencé a cambiar mi vida, el amor volvió a llegar a mi hogar y empecé a asistir a la iglesia. Mis amigos de parrandas se alejaron y mis nuevos amigos llenaron mi vida. Desde mis inicios anduve de capitulo en capitulo dando testimonio de cómo el Señor había cambiado mi vida y compartiendo con los hombres que si hay esperanza y un camino para todo aquel que anda cargado y cansado y que se sienta indigno por ser pecador. Que tiempos más preciosos esos del primer amor de entrega al servicio…Una entrega que, déjenme decirles, cambió también mis prioridades. Antes de entregar mi vida a Dios y a Jesús, mis asuntos eran: el negocio, la familia y el placer. Pero ahora mis prioridades son mi relación con Dios, con mi familia, la iglesia y el ministerio. Y gracias a ello puedo decir como decía San Pablo: “QUE EL QUE ESTA EN CRISTO NUEVA CRIATURA ES”


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