Mula Blanca 4

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ÍNDICE Mula BLanca 4 Invierno 2012

José Luis Bobadilla Acevedo Director Ricardo Cázares Graña Editor Radjarani Torres Flores Diseño Aura Antonia García González Medios Digitales

Viridiana Buñuel Publicidad

HÉCTOR TIZÓN El gallo blanco Notas de trabajo

Jean-Paul de Dadelsen Dos poemas

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Robert Creeley A William Carlos Williams (1º de enero de 1957) La Puerta

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LAura Petrecca Fragmentos de Aquí vivía yo

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BRIAN PATTEN Dos poemas

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Mr. Eddy

Alberto Iván Hernández Ruiz Webmaster

Entrevista

Revista trimestral de poesía, literatura, arte y cultura.

Cuatro Poemas

Dirección: Tamaulipas 153-C Colonia Hipódromo Condesa México. D.F., C.P. 06179.

Sobre el diseño textil. Entrevista.

Contacto y publicidad: mulablanca@gmail.com facebook.com/revistamulablanca Twitter: @rmulablanca

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Ismael Velázquez Juárez 56

Daniella Trigo 59

mulablanca.com Distribución gratuita. Impreso por Fernando Cabrera Bautista Amado Nervo #53 Col. Moderna C.P. 03510 N° de certificado de reserva de derechos al uso exclusivo del título: en trámite.


Ilustraciones de Daniella Trigo

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El gallo blanco HÉCTOR TIZÓN

Cuando la mujer parturienta gritó desgarradora o jubilosamente, el hombre flaco de pelo abundante y entrecano pasó por el callejón llevando un hermoso gallo blanco debajo del brazo. Del bolsillo de su pantalón asomaba una flauta. Era por agosto, festividad de San Roque, día de los perros; un día de sol luminoso y excitante. El que llevaba el gallo era en realidad natural de Tusaquillas, de donde siendo niño había huido con su padre cuando éste, al regresar del servicio militar, halló a su pueblo bajo el poder del comisario Yurquina —hombre parco, célibe y de sombrero alón— y no tuvo más remedio que exiliarse en Yala, porque únicamente en caso de tiranía es dable cambiar de patria. Entonces huyeron sólo catorce pobladores, los demás por temor se convirtieron en mudos. Este hombre siempre fue flaco, como su padre. Había recibido la mayor parte de sus preceptos morales de la “niña” Tuna, pero otros descubrió por propia cuenta: reprobaba todos los excesos a excepción de la bebida, la comida y el sexo, y desde que fue azotado no habló con nadie durante años. Don Antenor Prado, que había sido muerto a golpes años atrás, fue el padre de la mujer, su única hija, llamada Tuna, más once bastardos de vientres diferentes entre su propia servidumbre, aunque ninguno viviera jamás en la vieja casona oscura y

Nació en 1929 en Yala, Jujuy, localidad al norte de Argentina. Fue diplomático y juez del Superior Tribunal de Justicia y vivió exhiliado durante los años de la última dictadura militar en ese país. Su amplia obra narrativa esta integrada por volumenes de cuento como: A un costado de los rieles, El traidor venerado, Recuentos y el gallo blanco, así como novelas: Fuego en Casabindo, Sota de bastos, caballo de espadas, El hombre que llegó a un pueblo, El viejo soldado y La belleza del mundo. Entre muchos otros, ha obtenido los premios de La Academia Argentina de las Letras, el de El Fondo Nacional de las Artes y la condecoración de Caballero de Artes y Letras del Gobierno de Francia.

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arruinada con palmeras y hortensias y matas de zarzamoras, sino desparramados en los “puestos” de la propiedad rural, cuidando algunas vacas o chivos o simplemente sin cuidar nada; retrasados mentales algunos, gordos melancólicos que pasaban los días a la sombra echados en malolientes jergones. Fue encontrado en el fondo de una barranca, ya no sangraba, con la boca rígidamente abierta y también los ojos, descalzo, sin sus botas que jamás aparecieron y por eso la policía tuvo durante un tiempo esperanzas de dar con él, con los asesinos, por la tenencia de aquellas botas enormes y distintas de otras, que nunca aparecieron hasta ahora, en que la mujer, su única hija, acababa de dar de alaridos, las manos atadas al respaldo con figuras de rosas de la cama de hierro forjado, para evitar que se arañase la cara mojada, bañada en sudor lo mismo que sus cabellos liberados que oscurecían la almohada como un nido. Desde el patio de la casa, en angarillas, la imagen del santo transportada por su “esclavo”, el más viejo de los bastardos, saldría a pisar los campos no mucho antes arrasados e incendiados y ahora ya listos para recibir la siembra cuando los cantos agudos y asexuados rasgaran la noche dando comienzo a la siembra como antes, la semilla y la tierra tibia y abierta, excitada por esos ruegos cantados, cuando los pájaros cerraban sus picos y abatían sus alas y los oscuros naranjos del traspatio de la casa donde irían a cavar el hoyo para semienterrar el gallo cesaban casi de respirar porque las ganas de la tierra estaban vivas otra vez y los hombres le pedían su calor. Sólo una vez don Antenor Prado se alejó de la casa y de Tuna, su hija, que en aquellos días era apenas una niña. Fue cuando viajó a la ciudad para acudir al juzgado. Tiempo atrás, dos, tres años quizá, se había extraviado una gran carga de cueros curtidos despachada al sur en un vagón. Su abogado entonces le aconsejó interponer una demanda contra el ferrocarril y aquella mañana fue la primera audiencia en el juzgado de la cual sólo recordaría después un vago olor a papeles resecos, un par de moscas pertinaces posándose en turnos sobre la calva del juez —un pariente lejano—, el ronroneo de la respiración de su abogado, otro de sus parientes lejanos, que nunca dejaba de tener en la boca una pastilla de sen-sen, astuto y asmático y una jerga inalcanzable y fastidiosa. Ya instalados luego de la audiencia en un extremo del penumbroso salón del club, mientras esperaban al camarero, el abogado dijo: —Esto es un hecho. Lo del pleito. Don Antenor tenía los bigotes lacios y blancos y miraba a través del ventanal que daba a la calle. El abogado sacó el pequeño estuche de carey del tamaño de un relicario del bolsillo de su chaleco y se puso en la boca otra pastilla, mecánicamente.

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—Será un montón de dinero, ya lo has de ver —dijo—. Los cueros no se recuperarán, pero sí el dinero. Y mucho. —Me interesan los cueros —dijo el otro. —No seas tonto, Antenor. Será cómo haberlos vendido de una sola vez y al mejor de los precios. Hoy en día el dinero es mejor que las cosas. En eso llegó el camarero con las botellas y las copas. —Y podrás comprarte ese automóvil... o tres automóviles... Un hermoso Ford T. Ya son cinco los que hay en la ciudad. Ahora don Antenor lo miró, como volviendo a este momento y dijo: —¡Qué haré yo cuando se muera! El abogado lo observó sin entender. —Digo, cuando ya no sirva el automóvil. Ahora pensaba en Barrabás con su pata quebrada al pisar un hoyo, que había acabado de matar de un tiro en la cabeza. Aquel tordillo de trote corto y empinado que todos los amaneceres iba a despertarlo metiendo el hocico negro y húmedo por entre los barrotes de su ventana. —El automóvil vivirá mucho más que nosotros —dijo el abogado sonriendo y agregó—. Primo, no seas antiguo, un caballo es sólo eso, y los caballos desaparecerán. —No digas tonterías —dijo don Antenor Prado—. Y deja ya de mascar esas porquerías. Aquella estada en la ciudad fue por dos días. Mientras tanto la niña Tuna había quedado al amparo de los sirvientes y los perros en la casa junto a la loma que dominaba un llano cubierto de arboleda. La niña nunca había ido a la escuela. Su padre pensaba: “Las mujeres aprenden o saben de por sí lo que deben saber; no necesitan de libros ni de lápices. No he conocido jamás ninguna mujer decente que leyera libros. Los libros sólo han servido para el engaño o para quitarnos lo que hemos tenido”. Él lo recordaba ahora en la penumbra del salón, quizá traído por la imagen del caballo y de su casa. “Tampoco a los hombres, a los verdaderos, les hace falta” —pensó—. “Antes bastaba con el fusil para defender lo de uno. Y ahora basta con tener dinero para los abogados; sí, el precio de cualquier abogado vale, cuando menos, tanto como dos caballos medianos.” —Paguemos ya, y vámonos —dijo el abogado. Cuando él la vio en el jardín, pálida y espigándose y la volvió a observar frente al espejo de sobre la consola con sus manos posadas en el talle o en sus pechos entonces ni siquiera pequeños pero incipientes, ordenó a la criada

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que la envolviese con una faja que ya siempre usaría en adelante, incluso en los largos días de calor entre las lluvias. Él pensaba entonces como ahora, aludiendo a los pechos de las mujeres: “Son como un hueso para los perros, ahí los tendrás encima”. Él sólo había tenido encuentros fugaces con las mujeres dictados por las ganas, antes y después de su viudez, y con la madre de Tuna sólo convivió el tiempo suficiente para recibirla en la casa aquella mañana de abril cuando llegó desde la ciudad a casarse, apenas conocida a pesar de un bisabuelo común, en un coche de caballos; el tiempo necesario para engendrar la hija y desde la distancia asistir a su muerte cuando un otro caballo perseguido por las avispas desbocado cayó por la barranca. Era de baja estatura, regordeta y silenciosa y aunque lo había intentado después durante mucho tiempo no pudo recordar ninguna palabra de ella, o no más de una decena, siempre las mismas y nunca la palabra no. Y sólo la recordaba cuando ella se quedaba mirando hacia los campos o a través de las cosas como suelen hacer las mujeres: parecen conformadas y en paz y satisfechas y de pronto rompen a llorar cuando miran a través de la ventana en los atardeceres, a lo lejos. Y ahora pensaba otra vez que ellas son como la tierra, no más que la tierra que los hombres pisan y que los acoge y disuelve en su regazo. —Vámonos —dijo el abogado. Era quizá diez años mayor que ella y siempre fue flaco. Su padre, que lo abandonó apenas pudo, había sido sucesivamente jornalero, ladrón por necesidad y terminó de músico, su recóndita vocación, cuando José Agripo le advirtiera que un hombre sabio debía dedicarse a una sola cosa. Aun ahora muchos recordamos a José Agripo, poeta y consultor del pueblo a quien, según la opinión más acreditada, se atribuía haber introducido en Yala el juego del sapo. Y el hombre flaco que se llamaba Berna —Bernardino, tal vez— había aprendido de ella que Dios lo veía todo desde arriba y que era como una neblina transparente. Era mozo de mano y la niña le transmitía las doctrinas que el obispo, en su discursos semiebrios, cuando pernoctaba en la casa en gira hacia el norte de la diócesis, decía de sobremesa. Decía el obispo: La virtud de las mujeres debe ser como el fruto de los árboles que crecen en medio de los abismos: sólo debe aprovechar a Dios. Ya por entonces ella acostumbraba ir de paseo hasta el río a donde llegaba para mojarse los pies mientras el mozo permanecía a prudente distancia escuchando la chicharras y otras voces del monte en los atardeceres y allí fue violada aquel día, antes de ahora, luego de que el gallo cantó. Era el día final de mes, el de la vieja y la nueva luna, mucho después de que el padre fuera encontrado muerto a golpes, sin sus botas. Puesto que nadie nace aquí desde hace varios años, todos hemos

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conocido a todos los que aquí viven desde entonces. Don Antenor quizá no quería al mozo de mano ni podía deshacerse de él. Le entregaba la botella con estricnina para los zorros y él, ya un hombre, se cuidaba de tocarla con los dedos envolviéndola con un trozo de papel o con una hoja de morera o cualquier otra tan grande como su mano. El patrón lo veía salir con la botella asida camino de las supuestas madrigueras y sonreía pensando que alguna vez iba seguramente a descuidarse y entonces lo encontrarían rígido y seco como un palo. Don Antenor lo veía partir, igual que veía partir a los arrenderos y peones al amanecer hacia los campos, los mismos, aunque no los mismos hombres sino sus hijos y aun sus nietos, de aquellos a quienes se repartía en un comienzo a razón de dos sementeras de maíz por cabeza de familia y también un par de novillos de la hacienda aunque sólo por tres años, con cargo de amansamiento, dádivas forzosas o simplemente ancestrales para hacer que esa gente huyera de los vicios y del mal vivir. en realidad don Antenor no hallaba en su memoria otras diferencias entre él y su padre y su abuelo salvo tal vez que él estaba más rico y menos feliz o no feliz aunque en realidad nunca supo si los otros lo fueron. Así era. Sólo una vez el mozo fue azotado. Cuando unos chivos diezmaron las hortensias del callejón, caía el látigo una y otra vez, él lo miraba sin protegerse apenas de pie hasta que estuvo en el suelo y desde allí siguió mirándolo aunque sangraba por debajo de la camisa de un color percudido por el sudor y los solazos. Fue la única vez. Al día siguiente amanecieron tres de los chivos destrozados en el fondo del precipicio. Ella está por parir, encomendada a la imagen de la virgen pintada en colores decididos sobre una hoja de lata que cuelga de una pared del cuarto. Le han atado las manos con unos cordeles para evitar que con las uñas se lastime la cara y el vientre, semiinconsciente por este dolor asombroso. La habitación está oscurecida para ahuyentar las moscas. Por su memoria desfilan momentos, imágenes junto a voces aisladas, y el padre, siempre a contraluz, su perfil con el sombrero puesto cuando se reunían a la hora del almuerzo o de la cena en el comedor vacío y lúgubre y él repetía aquellas palabras, ahora, en estos dolores una y otra vez. Sabe que el santo, en angarillas, está a punto de partir —o ya ha salido— a transitar por los campos vecinos a la casa y la gente por detrás, algunos descalzos para mejor sentir los terrones húmedos y tibios. El padre que, sentado a la mesa, se quitaba el sombrero para dejarlo siempre en el suelo junto a su silla diciendo: “Ya esta tierra para qué sirve? Lo que sale de esta tierra cada vez vale menos. Era mejor que te hubieras metido a monja. Fea y sin madre”, dijo una vez. Y después: “Unos se van sin decir nada

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y otros vienen y no los entendemos. La sangre ya es como el agua”. “La tierra es suya, padre”. “¿De qué sirve? Son las ciudades las que prosperan. La tierra está llena de muertos y los muertos matan a los vivos”. “Papaíto, no reniegue y encomiéndese a Dios”. Su perfil contra el halo del quinqué era como el de un árbol. Fue la última vez que ella lo miró de ese modo. No había llegado jamás a conocerlo. “Dios tiene preferencia por algunas cosas que ha hecho”, dijo. El abogado, su pariente, mucho tiempo después de ganar aquel pleito había muerto atropellado por un automóvil, al salir de un burdel. Tales son en provincia los destinos. Nunca habían sido demasiado amigos, pero a don Antenor se le dio por tener a ese accidente como una señal o como un augurio para el mundo y desde entonces se encerró en su casa y nunca más puso los pies en la ciudad. Despierto antes del alba —cuando también ella, tantas veces, despierta, al escuchar al amanecer el canto de los gallos había sentido no pena pero sí ganas de llorar sin saber por qué— salía por los campos a caballo y regresaba con el sol en la cabeza. Sus siestas eran largas y silenciosas inducidas por el vino y también los prolegómenos de sus noches, un vino oscuro y virulento macerado en sus propios toneles. Y el vino le traía consuelo, como si fuese un fugaz sustituto de la acción, como el fuego, recuerdo de los sueños que el hombre puede provocar. Jamás compró el automóvil, y mucho menos después de la muerte del abogado. Metió todo el dinero ganado en el pleito en una caja de metal que guardaba debajo de las tablas bajo su cama, sabiendo que estaba allí, como sabía que su alma estaba dentro de él sin usar y eso le bastaba. Y desde aquellos días su abulia y sus rígidos principios corriendo parejos aumentaban. Fue también cuando, en un ademán insólito, mandó hacer aquellas botas que recordaba haber visto en la estampa de un diario en la ciudad. Tal vez nadie lo haya muerto. Quizá fue que se cayó del caballo y que la bestia se asustó y le dio de coces o que una piedra al fondo de la barranca le rompió el cráneo. De cualquier manera lo hallaron descalzo porque alguien se llevó aquellas botas, como la túnica de cristo, y han de estar aún por aquí, tal vez ocultas, enterradas si es que no fueron quemadas, ya que nadie pudo haberlas usado sin que los demás lo supiéramos. Y de este modo a poco el recuerdo de esas botas casi desalojó al de su dueño. La procesión ha regresado con el santo a cuestas y hombres y mujeres afuera, pasan erguidos o apenas encorvados debajo del tabernáculo en angarillas; ella escucha los sones de la flauta y el tambor rítmico militar y escucha o sospecha el trajín con los bancos y sillas arrastradas hacia los costados

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del patio en cuyo centro el gallo blanco ya ha sido apresado en el hoyo y allí permanece con su cresta roja quieto, sujeto, observando con sus ojos fríos de estúpida objetividad. Los danzantes se preparan varilla en mano, sus ojos enceguecidos con un pañuelo negro y el sonido del cuerno comienza, orientando a la danzante de turno, posándose casi sobre la cabeza del gallo apresado y, alternativamente, en sentido contrario yendo y viniendo. Mientras la mujer, bañada en sudor, transfigurada y sostenida por las comadronas da de alaridos y voces por momentos tapados o desvirtuados por el sonar del cuerno. Los días eran muy breves y aquella tarde era más bien noche, pero tibia cuando nueve meses atrás regresaba desde el río hacia la casa. Su caballo, desocupado, había marchado al trote adelantándose. Las que danzan con la varilla en la mano para asestar el golpe sobre el gallo apresado en la tierra son niñas y esgrimen la vara amenazante y loca con la cual golpearán sobre el gallo que observa lo que no comprende con sus ojos de pájaro. La música de la flauta y el tambor ha cesado. Sólo vibra el cuerno. San Roque en su casa de madera ha sido puesto a la sombra en un rincón del patio, antes de ser depositado en la capilla en donde ella, antes, observaba sus ojos vivos, su barba negra y vuelve a ver ahora sus cabellos debajo del sombrero aldeano, su rostro, su cuerpo, ahora vivo, levantándose la pelliza que lo cubría para enseñar la pierna herida pero semejante, ahora, a la de aquél desabrochándose el pantalón y luego un miembro duro y oscuro, el cielo como techo hasta la claridad del amanecer cuando despertó y creyó haber soñado y regresó a la casa a través de los campos sembrados. Estos campos ahora repoblados pero sólo con maíces, hierbas silvestres, y aun dañinas, antes arrasados, cuando él mando incendiar el tabacal. Después del extravío de los cueros, que él había tomado por mal agüero a pesar de la indemnización tardía y pingüe pero sólo en dinero, llegó un hombre del sur y visitó esos campos como otros y entonces dijo que todas esas antiguas plantaciones no tendrían porvenir. Don Antenor dijo que el porvenir le importa sólo a los malnacidos. Pero el hombre del sur insistió y entonces fueron talados los frutales y viñedos y ya no se plantó maíz ni trigo y se colmaron las eras de tabaco con los primeros plantines que la compañía del hombre del sur distribuyó gratuitamente y ya ningún propietario plantó ni habló de otra cosa y la primera cosecha fue recogida por buena y desde allí siguieron plantando, hasta que el tercero o el cuarto año el mismo hombre del sur, inspeccionando las plantaciones comenzó a menear la cabeza observando con una lupa y con sus hábiles dedos debajo de las hojas de tabaco y dijo que éstas valían poco y que eran de segunda o de tercera clase y el precio venía a ser por la mitad o

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quizá menos. Era un tiempo caluroso e inmóvil, aun a la sombra de la galería de columnas rechonchas y ligeramente desiguales entre sí, que daba al poniente. El hombre del sur ahora, no como antes, mantuvo puesto su mismo sombrero de paja con no tan imperceptibles manchas ocres de sudor junto al ala. Inútil fue que el propietario alegase que aquel tabaco era el mismo y que valía igual o hasta más que el primero y dijo también que le estaba pareciendo desleal el trato porque el maíz, las viñas y el trigo y los citrus ya no estaban, sino únicamente el tabaco y un solo comprador y así era éste quien debía comprarlo y pagarlo como antes. El hombre del sur dijo: —Es lamentable, don Antenor, yo sólo soy un mandado. La compañía dice que este tabaco es malo. —¿Cómo, si no lo ha visto? —Lo dice igual. —La compañía, ¿quién es? No venderé nada a ese precio. —Son de otro lado. Y no hay alternativa, don Antenor. Ni yo puedo hacer nada. Usted tiene que vendérnoslo o, digamos, quemarlo. —Así es —dice entonces él—. Ahora váyase. Antes de que los perros lo despedacen —y el hombre del sur se fue porque había venido sólo a eso. Al día siguiente más de veinte peones salieron a arrasar los campos donde al atardecer sólo quedaban pavesas humeantes, y un poco tiempo después murió y fue hallado descalzo con un gesto espantoso debajo del sombrero. No lejos hallaron el caballo detenido, como esperando. El cuerno en el extremo de la caña suena otra vez, lúgubremente. La parturienta da un alarido. La niña de turno danza. El cuerno sigue sonando, la gente ríe y hay ya varios semiebrios cuando una de las niñas avanza con la vara amenazante, el son del cuerno trata de confundirla, el gallo sacude la cresta estúpidamente y grita cuando le asestan con la vara en la cabeza y se oye el vagido del recién nacido, que aparece enseguida cabeza abajo sostenido de los pies por una de las comadronas obesa y de piel oscura. El gallo tiene la cabeza ensangrentada. La niña se quita la venda de los ojos, la gente aplaude y ríe cuando el cuerno calla. Después el gallo es desenterrado y degollado. La olla con agua hirviendo ya estaba pronta. Dos o tres horas después todos devoran el gallo guisado, cuando la “niña” Tuna acaba de morir y ya el niño había abierto los ojos por primera vez, cuando alguien le pintó en la frente la señal de la cruz con un dedo mojado en la brillante sangre de un gallo.

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Notas de trabajo El presente texto es un extracto del ensayo La narrativa del interior: rebelión, sumisión, mistificación publicado en el libro La escritura argentina (Universidad Nacional del Litoral, 1992).

1. Escribir aún sabiéndose absolutamente solos, o contra todo y contra todos sin miramientos ni escrúpulos, sin pensar por qué se escriben y para quién. Rilke en sus Cartas decía que “las obras de arte son de una infinita soledad, y nada puede tocarlas menos que la crítica. Sólo el amor puede agarrarlas y retenerlas y juzgarlas rectamente”. Por otra parte, todos en definitiva estamos solos. Y hasta un tonto contiene un quién innumerable, como dijo Cummings. 2. La misión del escritor —o una de ellas, quizá la principal— es la de conmover (“compadecer” —padecer junto) a los demás, llamarles la atención sobre aquello que va a morir porque tiene que morir, porque los tiempos cambian, los medios y los fines y lo que va quedando obsoleto y/o marginado debe morir o cambiar, así los hombres como la tierra, las costumbres, los hábitos, la cultura. Un escritor debe huir del desamor o de la indiferencia. Si un escritor no se conmueve, o mejor: si su obra no conmueve, está muerto. Copio aquí lo que escribí en mi diario de trabajo al concluir un relato llamado “El gallo blanco”: Este cuento —digo allí— como muchos otros que he escrito, lo he llevado en la cabeza durante mucho tiempo, años. Ahora está terminado y no me parece mal. En partes, para abreviar, he soslayado el discurso literario y he apelado a una adaptación literaria del habla de un narrador ingenuo. El tema de las primeras plantaciones de tabaco en el sur de la provincia, que causó la destrucción de los antiguos cultivos (viñas, citrus, hortalizas), la implantación de monopolios compradores y el nacimiento de nuevos ricos merecen un trabajo más extenso. Aquí está apenas tocado, resumido. Don Antenor Prado enfrenta al monopolio naciente inmolándose. Pero los otros —los más— con muchos de los cuales bebo whiskey de vez en cuando –se han asociado a la cosa y prosperan en una relación muy hegeliana. Pronto el Gotha de esta región será sólo una guía de plantadores de tabaco. Los demás, inadaptados, morirán como don Antonio Prado. La tierra y la naturaleza que antes eran como el escenario o el ámbito, como la madre y condicionante de los hombres y de los animales y de todo lo que allí vivía y perduraba, ahora debe necesariamente producir cosas para que se venden

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y den réditos, ya que si no las producen deben ser abandonadas y morir. Y esto para un escritor no es ni malo ni bueno; no debe necesariamente levantar ello como bandera a favor o en contra, sino que debe narrarlo para que lo sepamos, porque así ha ocurrido y ocurrirá. 3. Un escritor debe escribir sobre aquello que conoce. Pienso que es bueno para un escritor estar tan arraigado a su tierra como puede estarlo un árbol. Sólo eso le dará fuerza y coherencia. No digo que el árbol ame la tierra que lo arraiga, sino que él uno no es indiferente a la suerte del otro. Podemos odiar o amar el lugar donde vivimos, pero lo que no es posible, en tanto se es escritor, es permanecer fríos e indiferentes al medio. ¿Por qué escribo como lo hago y de lo que escribo? Pues, porque no conozco otro lugar tan bien como el mío. Nacer es una casualidad pero también una fatalidad, puesto que nadie elige por sí mismo el lugar donde nacer. De modo que un escritor ronda y da vueltas sobre el mismo tema, los mismo hombres y las mismas cosas. Nunca tendrá tiempo de conocer a fondo otras, es decir, también como conoce las suyas propias y, a la vez, aprender a escribir cada vez mejor. No es que deba exaltar su medio, sino que necesariamente lo refleja, evoca, contabiliza lo que conoce, que probablemente no sea ni mejor ni peor que otros, sino que es lo único que de verdad tiene y lo único que de verdad conoce. 4. Escribir por necesidad y sólo cuando es imposible no hacerlo. De los miles de libros que se publican, sólo muy pocos son necesarios. Esto en cuanto a los demás, y en lo que respecta a uno mismo sucede otro tanto. Un escritor casi siempre escribe más de lo necesario porque no tiene tiempo ni ganas de pulir, prescindir, abreviar, desechar: hacer un solo volumen, quizá, de los diez que ha escritor. Un escritor alcanza verdaderamente su madurez cuando se da cuenta de que todos sus libros anteriores no han sido más que un exordio. Es fundamental para un escritor conocerse lo mejor posible, diferenciar una señal o un síntoma falso de otro auténtico; hablo de aquella señal que uno desde su rincón toma por el comienzo de la pelea. Cuando uno sale al ring por un falso campanazo hará un mal trabajo porque se habrá dejado ganar por la impaciencia, por no saber discriminar entre la necesidad y el mero entusiasmo. Uno debe escribir cuando no hay más remedio que hacerlo. Debe tener en cuenta entonces, en lo posible, todos los intentos que otros han hecho en la misma dirección y ver si vale la pena la reincidencia, para no tropezar con la misma piedra. Ya he dicho que no creo en el escritor como pionero, como self made man.

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Un escritor puede huir, incluso despreciar la “vida literaria”, pero no puede abominar de la verdadera tradición literaria; debe saber cómo y qué han escrito los otros, como sabe lo suyo un carpintero o un agricultor. 5. El destino de toda obra literaria es el fracaso. La materia del escritor son las imágenes mentales que fija con palabras. La dimensión de su fracaso o de su acierto estará dada por la satisfacción o el convencimiento que tenga de haberse acercado cuanto le fue posible a esas imágenes mentales que lo movieron a narrar escribiendo. Pero jamás lo que escriba será exactamente igual a aquellas imágenes primigenias y allí radica su frustración y su desdicha, puesto que sólo él sabe la medida de su fracaso o de su acierto. No existen las obras perfectas, sólo existen propuestas o intentos más o menos felices. Uno continúa escribiendo, siempre, lo que ya escribieron otros; la verdadera grandeza y el coraje de un escritor estriba en aceptar esos desafíos y narrar lo mismo que ya se ha narrado pero mejorándolo, tratar de acercarse a la perfección que nunca nadie logrará. 6. El acierto de la literatura y su razón de ser está en parecer fiel siendo infiel. Ezra Pound sostenía que la sustancia “histórica” es lo único que confiera a la obra de fantasía vigor y valor de épica, y Eliot añadía que ninguno que pretenda escribir poesía debe prescindir de la historia. Es verdad que la tarea de un narrador, aunque comparta ciertos procedimientos comunes, no es la de un antropólogo o un sociólogo, sino la de un artista. Los primeros enumeran, explican, clasifican y postulan enunciados o leyes, al escritor, para lograr convicción, quizá le sea conveniente saber el nombre de las flores, las piedras, los árboles, los insectos, el pan que come, pero si no son circunstancialmente necesarios debe alejarse de esas exactitudes, hacer como si las ignora y volverlas a crear. La exactitud de los datos sólo debe adivinarse en el contexto de una obra literaria, no en su cuerpo textual. Un escritor no vivisecciona la historia narrativa con frialdad científica y neutra. Debe narrar lo que conoce reordenándolo o recreándolo, pero sin consideraciones fundadas en la ética, la ciencia, la militancia, la crítica o la piedad. Tampoco le debe importar ser oscuro, si lo que narra es esencialmente coherente y conmovedor. La claridad no siempre es sello distintivo y único de la obra literaria, ni siquiera de aquellas que llamamos “clásicas”. No es más hondo, ni mejor, ni más rico Aristóteles que Heráclito. Pero su primer deber es resguardar la riqueza de la lengua, evitar su empobrecimiento (que para eso ya es suficiente con la TV y las historietas o comics), huir

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de las jergas, del dialecto eclesial y del mero color “local”. No quiero decir con esto recurrir al diccionario, pero tampoco lo contrario; no debemos degradar a los lectores al nivel de la patanería so capa de un populismo del habla, tan pernicioso como todos los demás populismos. E incluso no desdeñar la retórica (no digo solemnidad o grandilocuencia) cuando es buena y nos sirve como “amplificación poética de la materia bruta imaginaria”.

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DOS POEMAS Jean-Paul de Dadelsen Traducción de Julia Piastro

STONE IN VENCE The stone seemed to continue on that side we saw A sentence started on some previous leaf. The stone was saying: Et memoriae dulcissimae of I don’t remember whom. One Septimus or Caius, he died young, at twenty-five. Jucundilla or was it Priscilla, perhaps his wife, ordered this stone Inscribed Unto his memory most sweet. He might in earlier times Have led a legion, at his age, been for the current year elected A member of the college of priests, He might, had he been in Rome, have perished because of Sejanus Or some other schemer. He lived in Vence under the milder sky Of northern plane trees strong in defenceless leaves of spring. Has he been happy? His memory was sweet. So were his arms who knew no anaesthetic, His knees brought bare to battle as bare his thighs to bed. They married young.

Estrasburgo, 1913 - Zúrich, 1957. Fue traductor y profesor de instituto. En 1942 se unió en Inglaterra a las Fuerzas Francesas Libres como oficial de paracaidistas, convirtiendose posteriormente en corresponsal extranjero de la revista Combat, de Albert Camus, y titular de una emisión de la BBC. No comenzó a escribir realmente sino a partir de 1952, el magnífico "Bach en otoño", su primera tentativa, cuando tenía 39 años. Murió de un cáncer cerebral. Puesto que Dadelsen dejó casi toda su obra inédita al morir, Albert Camus quedó encargado de su publicación póstuma, pero murió antes de poder llevarla a término. Fueron Henry Thomas y Jacques Brenner los que publicarían finalmente su obra.

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SEPULCRO EN VENCE Sobre el costado de la piedra que mirábamos Continuaba una frase que había empezado, al parecer, en otra hoja. La piedra decía: Et memoriae dulcissimae... no recuerdo de quién. Caius o Septimus, que murió joven, a los veinticinco años. Priscilla o Jucundilla, su esposa, quizá, Mandó grabar la inscripción En su dulce recuerdo. Antaño quizá dirigió una legión, tan joven, o fue admitido en el colegio de pontífices por un año. De seguir en Roma, podría haber sido eliminado por Sejanus o por otros intrigantes. Pero vivió en Vence, bajo el cielo más clemente de los árboles nórdicos ufanos de sus hojas, tan frágiles en primavera. ¿Habrá sido feliz? Su recuerdo era todo dulzura. Como sus brazos, vírgenes de anestesia, Las rodillas desnudas en combate y los muslos desnudos en la cama. Se casaban rápido.

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At night the frogs in April chanted massive mortatlity Made up of many tiny beatitudes. The cicadas Against the rising bread of heat grated as the brain in our head. The Alps were thawing. Now he has passed into a foreign order. The penny in is mouth May buy him easy passage. His eyes, his neck most strong Are mirrored in his children His sweetness in his little daughter’s quiet laughter over pebbles He has now passed into a foreign island surrounded by Dark waters. His memory is gentle, his memory is Gently fading. At evening in Vence an invisible dust of contentment Is descending over the dead seated in the declining sun. They are pleased with their day. They had their tempers over municipal money or a bad throw At boules in the public square. They still say their little jokes. They occasionally play their little practical jokes on the living. They are in no hurry here. Softly the pagan stone remembers its modest bliss. A young man long since passed to further reaches. Is he now back to the sea? Softly next to the stone of the ancient resignation inscribe Under the happy dust in the widening night invisible lines In hope and confidence and love to Helen G. At more than seventy She died quite young. Ours is not a world of memory but of participation, Not of order, but of desire, not of law, but of affirmation. Our night is wide. The tunic of our life without cut or stitch Stretches across the minor borders of our mineral self Certainly there has been pain. Certainly a long way ahead.

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En abril, durante la noche, las ranas cantaban la mortandad masiva, Compuesta de una multitud de pequeños éxtasis. Las cigarras En un calor infernal cantaban como el cerebro en nuestras cabezas. La nieve en los Alpes se derretía. Ahora lo acogió otro orden de las cosas. La moneda entre sus dientes podría pagar el pasaje. Sus ojos y su fuerte nuca se hallan ahora en sus hijos. Su gracia, en la risa encantadora de su hija que juega con guijarros Él se fue hacia una isla desconocida, rodeada de oscuras aguas. Su recuerdo planea dulcemente, su recuerdo Se esfuma dulcemente. En Vence, llegada la noche, un polvo invisible, un aire de felicidad, Se disemina sobre los muertos sentados al atardecer. Están satisfechos de su jornada. Después de haber arrojado su ira sobre las finanzas municipales o un chorro de cabezas fracasado sobre la gran plaza. Se siguen contando sus pequeñas bromas. A veces les hacen jugarretas a los vivos. Aquí nadie tiene prisa. La piedra pagana rememora dulcemente su modesta felicidad. Un hombre joven, desde hace tiempo, cruzó a la otra ribera. ¿Habría regresado al mar? Inscribe dulcemente en líneas invisibles bajo el polvo feliz de la noche que cae Cerca de la piedra de antigua resignación Con esperanza, confianza y amor para Helen G. A setenta años de su muerte, Murió joven. Nuestro mundo no quiere acordarse, sólo participar No conoce órdenes, no escucha más que su deseo, desprecia las leyes, para [afirmarse mejor Nuestra noche es vasta. La túnica de nuestra vida sin puntos ni costuras Se extiende más allá de los límites de nuestro ser de carne y sangre. Es cierto, ha habido sufrimiento. Es cierto, el camino será largo.

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Look after The small child who discovered travel. The dead in Vence are leaving the public square And under darkening trees they go to sit near the table Or in their secret garden. Many of them have not become very wise or willing, Many of them still potter about their shops or stables. May the fiery saints help us to consume the fruits of our deeds. Time will not last for ever. Soft night, descend in waters of air over the deserts of wisdom, Over the dry places where the friendly flesh has turned to bone and dust So that again we may hear The fountains of the soul playing for the joy of the silence And like the pagan woman giving thanks for her day most brief We may desire the gathering breeze in which we will put to sail Towards the land from which we came. 31 IV 54 In memoriam HELEN GARRET

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Cuiden Al niño que se aficiona a los viajes. Los muertos de Vence abandonan la gran plaza, Se acercan a la mesa bajo los árboles oscuros Donde descansan en sus jardines secretos. Muchos de ellos no se volvieron más sabios ni más abiertos Muchos de ellos erran todavía en sus negocios o en el establo. Que los santos ardientes nos ayuden a consumir los frutos de nuestras acciones. El tiempo no será eterno. Derrámate, oh dulce noche, en río aéreo sobre los desiertos de sabiduría, Sobre las ciudades secas donde la carne amada se ha vuelto hueso y polvo, Para que escuchemos de nuevo Las fuentes del alma alabar el silencio Y que, como la mujer pagana rindiendo gracia por su corto día, Podamos desear la brisa ascendente con la cual izaremos las velas Para regresar al país del que vinimos. 31 IV 54 In memoriam HELEN GARRETT

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LES PONTS DE BUDAPEST Ils m'ont pendu avoir voulu vivre. Ils m'ont pendu pour n'avoir pas tué. Ils — ce ne sont pas le mêmes tous les jours — m'ont pendu pour avoir cru ce que prédisent les autres dans leurs livres d'école du soir pour adultes arriérés. Ils m'ont pendu pour rien. Pour oublier la peur. Pour étrangler la honte. Écoute, sur le ponts de Budapest, coexister les pendus de tous catéchismes, de toutes cosmogonies. Une fois le mauvais moment passé, on se tient compagnie plus on est de pendus, plus on peut causer au point où l'on en est, plus on peut rire. Le vent du beau Danube bleu remplit nos poches à jamais vides de grenades le givre raidit les défroques de nos corps. Six jours durant j'ai trimé dur; le septième jour je me suis reposé, j'ai vu.

D'étranges mandragores vont naître sur les routes quand les chars, quand les chiens, quand le égouts en débordant auront disséminé dans toutes les veines de la terre, dans toutes ses matrices ce foutre de pendus, ce sang giclant en pluie équatoriale sur les arbres gluants ces lambeaux de muqueuses et d'os et d'ongles de gamines de treize ans pour de précoces noces habillées de grenades se glissant sous le chars pour se faire avec eux sauter. Contre, dans la grande balance stupide — contre le plateau où s'entassent les mots qui ne veulent rien dire e tout dire les mots qui ne font pas de pain, les mots qui ne font pas l'amour, les mots faits de vent de recueilli dans le barbes depuis longtemps pourries de professeurs à caleçons long pour révolutions en pantoufles, contre le mots qui tuent sans voir, sans regarder quiconque, contre le gens qui vivent d'empêcher de vivre, contre le gens qui soixante ans durant se vengent de leurs tristes enfances,

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LOS PUENTES DE BUDAPEST Me ahorcaron por haber querido vivir. Me ahorcaron por no haber matado. Ellos –no son los mismos todos los días– me ahorcaron por haber creído lo que predicen los otros en sus libros de escuela vespertina para adultos retrasados. Me ahorcaron por nada. Por olvidar el miedo. Por estrangular la vergüenza. Escucha, sobre los puentes de Budapest, cómo conviven los ahorcados de todas las doctrinas, de todas las cosmogonías. Una vez pasado el mal trago, nos hacemos compañía mientras más somos los ahorcados, más platicamos llegados a este punto de las cosas, más reímos El viento del bello Danubio azul llena nuestros bolsillos vaciados de granadas [por siempre la escarcha endurece los restos de nuestros cuerpos. Durante seis días trabajé duro; el séptimo día descansé, miré. Extrañas mandrágoras nacerán sobre las calles cuando las carretas, cuando los perros, cuando las coladeras desbordando hayan diseminado en todas las venas de la tierra, en todas sus matrices esta bola de ahorcados, esta sangre salpicando en lluvia ecuatorial sobre los árboles pegajosos estos jirones de mucosas y de huesos y de uñas de muchachas de trece años para precoces nupcias vestidas con granadas deslizándose bajo las carretas para saltar en pedazos junto a ellas. Contra, en la gran balanza estúpida –contra la charola donde se amontonan las palabras que no quieren decir nada pero [quieren decir todo las palabras que no hacen pan, las palabras que no hacen el amor, las palabras hechas de viento recogido en barbas podridas desde hace tiempo de profesores con calzones largos para revoluciones en pantuflas contra las palabras que matan sin ver, sin mirar a nadie, contra la gente que vive de no dejar vivir, contra la gente que durante sesenta años se venga de sus tristes infancias,

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contre : de garçons livreurs, de ferblantiers, des vidangeurs, des typographes, des laitiers, de petites télégraphistes, quelques gamines de treize, douze, dix ans soudain pubères quand il s'agit de se glisser, pour l'étrangler, dans l'alcôve de métal et de feu du boucher. Nous avons arrosé, labouré, ensemencé les esplanades, nous avons sur l'asphalte passé la herse e la houe, nous avons moissonné. À toi, Ivan, de faire la vendange! Ivan, ô fils, truie, ô fils de femme chrétienne, enfant de goret, enfant de bagnard sibérien, Ivan aux mile visages, Ivan d'une seule misère, c'est contre toi, c'est avec toi, c'est a côte de toi, c'est aussi pour toi que je me suis battu contre ton frère Ivan, contre mon frère Janos. Le vent nous fait valser au même lampadaire. Du plus haut bec de gaz, ohé Janos, toi qui nous pètes sur la tête vois-tu venir les chars américains? vois-tu descendre en parachute les volontaires titistes, progressites, libertaires, humanistes? T'as voulu faire le fier, Janos. Pas comme nous qui depuis tant d'années, dans tant de nuit, attendons, dans tant de gel, dans tant de mort, attendons, dans le toujours plus ridicule, plus nécessaire espoir, attendons, quand nos gosses rentrés de l'école idolâtre prétendent nous apprendre comment on fait un feu, un toit, un lit, un pain, comment on tue le cochon (quand on en a un), comment le loup cherche pâture, comment à chaque printemps le fleuve immensément fait craquer sa prison, comment on vend ses légumes, comment on nourrit sa vieille mère, comment on fait des enfants comment on meurt. Toi qui voulais un monde clair et fraternel, tu es servi, toi qui toujours espères, sur ton peuple d'ivrognes et de fainéants voir fondre une soudaine Pentecôte où tout le monde s'embrassera en parlant russe parmi des pigeons de feu, tu as réussi. Autour de pendus danse la ronde des enfants perdus, dansent les esprits des morts de massacres plus anciens. Forcément,

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contra: los muchachos de los repartidores, de los hojalateros, de los poceros, de los tipógrafos, de los lecheros, de los pequeños telegrafistas, algunas muchachas de trece, doce, diez años de pronto púberes cuando se trata de deslizarse, para ahorcarlo en la alcoba de metal y fuego del carnicero. Hemos regado, arado, sembrado las explanadas, hemos pasado sobre el asfalto el rastrillo y la azada, hemos segado. ¡Iván, es tu turno de hacer la vendimia! Iván, oh hijo de puerca, oh hijo de mujer cristiana, niño de gorrino, niño de presidiario siberiano, Iván de los mil rostros Iván de una sola miseria, contra ti, contigo junto a ti, también por ti luché contra tu hermano Iván, contra mi hermano Janos. El viento nos hace valsar bajo el mismo foco. Desde el más alto farol de gas, eh Janos, tú que nos pedorreas sobre la cabeza ¿no ves llegar los carruajes americanos? ¿no ves descender en paracaídas los voluntarios titistas, progresistas, libertarios, humanistas? Quisiste hacerte el valiente, Janos. No como nosotros que después de tantos años, sumidos en tanta noche, esperamos, sumidos en tanto gel, en tanta muerte, esperamos, sumidos en la cada vez más ridícula, más necesaria ilusión, esperamos cuando nuestros niños que regresan de la escuela idólatra pretenden enseñarnos cómo se hace un fuego, un techo, una cama, un pan, cómo se mata al cerdo (cuando se tiene uno), cómo el lobo busca pastura, cómo cada primavera el río hunde inmensamente su prisión, cómo se venden las verduras, como se alimenta a la vieja madre, cómo se hacen los niños cómo se muere. Tú que querías un mundo claro y fraternal, ahí lo tienes, tú que siempre tienes la ilusión, en tu pueblo de borrachos y flojos de ver fundir un repentino pentecostés donde todo el mundo se abrazará hablando ruso entre palomas de fuego, lo lograste. Alrededor de los ahorcados baila la ronda de los niños perdidos, bailan los espíritus de aquellos que murieron en masacres más antiguas. Forzosamente,

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quand on donne une pareille fête, ça attire du monde, on fait recette en attendant les sanglantes kermesses d'Ukraine, de Russie Blanche et Baltique et Caucasienne et Turkestane et Sibérienne, voici des collègues venus des petites fêtes de la famille humaine, répression de la Grande Mutinerie, marche vers l'Ouest, village près de Tipiza liquidé à la bombe l'année de la Libération, conquête du Congo, pacification de villages zoulous, bantous, viets, malais, javanais, philippins, mandchous, maumau, tutti quanti. Venez collègues, faites comme chez vous. Tu parles bien, Ivan, tu as toujours aimé parler. Nous, ici, maintenant, on a rentré cette récolte précise. On se repose, on regarde. Et pour délirant, pour inutile que ça puisse être, nous, ce qu'on a fait, maintenant, ici, tel quel, ça nous plaît.

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una fiesta de esta magnitud atrae a todo el mundo, tiene éxito en lo que llegan las sangrientas kermeses de Ucrania, de Rusia Blanca y Báltica y Caucásica y Turquica y Siberiana, aquí llegan colegas de las pequeñas fiestas de la familia humana, represión del Gran Motín, marcha hacia el Oeste, aldea cerca de Tipiza liquidada con bombas, el año de la Liberación, conquista del Congo, pacificación de las aldeas zulús, bantús, vietnamitas, malasias, javanesas, filipinas, mandchús, maumaus, tutti quanti. Vengan, colegas, están en su casa. Hablas bien, Iván, siempre te ha gustado hablar. Nosotros, aquí, ahora, hemos guardado esta cosecha precisa. Descansamos, miramos. Y por delirante, por inútil que pueda ser, nosotros, lo que hacemos, aquí, tal cual, nos gusta.

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A William Carlos Williams (1º de enero de 1957) / LA PUERTA Robert Creeley Traducción del inglés y nota de Ricardo Cázares

Robert Creeley 1953 , © Jonathan Williams

Los amigos escritores de Robert Creeley admiraron siempre las cartas del poeta y ensayista norteamericano por la claridad de sus ideas —expresadas en una sintaxis tan arriesgada como la de sus poemas— y su total despojamiento. Creeley era un hombre curioso y entusiasta, siempre atento a lo que los demás tuvieran que decir acerca no sólo de su obra sino de la poesía en general. Sus cartas subrayan algunas de las constantes en toda su obra: su preocupación por encontrar un asidero en la realidad inmediata, algo así como un afán por descubrir las formas que inventamos para vivir. Basta leer unas cuantas líneas para advertir su necesidad de entrar en contacto con los hombres, los lugares, las palabras. Se trata, a fin de cuentas, de entender el lugar que uno ocupa en el mundo.

Arlington, Massachusetts, 1926 - Odessa, Texas, 2005. Su destacada obra comprende mas de sesenta libros de poesía, ensayo y narrativa, entre los que destacan For Love, Words, Pices y Later. Fue además editor del la Black Mountain Review.

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La correspondencia de Robert Creeley es vasta, como lo sabe, por ejemplo, quien se ha aventurado a leer los cinco volúmenes de intercambios que sostuvo con el poeta Charles Olson en la década del cincuenta. Aquellas cartas no sólo sirvieron para forjar una amistad entrañable, sino que fueron el yunque donde se martillaron muchas de las ideas que aún sostienen las poéticas de la segunda mitad del siglo XX en los Estados Unidos. En aquellos años, Creeley mantuvo también una correspondencia, aunque mucho más esporádica, con el poeta William Carlos Williams. La primera carta data de 1950, cuando Creeley rozaba los 25 años y Williams había cumplido 67. Naturalmente, la relación entre ambos fue menos horizontal y apasionada que la otra, pero no por ello fue menos cálida y provechosa. La carta a Williams del 1º de enero del 57 no presenta deslumbrantes argumentos literarios ni refiere hallazgos poéticos significativos. De hecho, apenas se tocan asuntos referentes a lo que a menudo consideramos “el trabajo” de un poeta. Creeley simplemente le escribe a un amigo, un hombre al que admira y a quien también considera un maestro, para hablarle de su vida, las dificultades de proveerse el sustento, los remordimientos que lo aquejan tras haber dejado atrás a su familia, el consuelo de sentir que es posible encontrar un lugar en el mundo. Se trata pues, de compartir la soledad, la emoción que proporciona la incertidumbre, el placer de descubrir nuevas sensaciones, de reencontrar antiguas compañías. A fin de cuentas, parece decirnos, ése es el trabajo.

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A WILLIAM CARLOS WILLIAMS (1º DE ENERO DE 1957)

a/a 610 Central SE Albuquerque, N. M. Querido

1º de enero de 1957 Bill,

A menudo he querido escribir para darte las gracias por tu carta, como siempre —también para contarte cómo van las cosas. En septiembre conseguí un empleo dando clases aquí, lo cual, por el momento, me ha procurado los medios para comer —y también para reponerme, prepararme para un ataque más concentrado. Quizá sea justo el formalismo que hay en mi modo de examinar esos asuntos el que a menudo los separa de mí —no lo sé. Por algún tiempo estuve convencido de haber dado con un medio de subsistencia, es decir, las clases, que era a la vez razonable y suficiente, incluso para las aspiraciones de una familia; pero impaciencia o no, eso pronto se convirtió en nada (per se) en lo que toca a lo 1º, excepto por el placer que a veces brinda el enseñar un idioma que desconozco del todo qua improvisación (como se dice), y preocuparme demasiado por lo 2º. Mañana regreso a trabajar, tengo 6 clases al día: Inglés 7, Francés 8, Inglés I, Francés I-A, Francés I-B, e Inglés 8 —toda esa jerga se resume en chicos de entre 12 y 14 años, de 10 a 15 en cada clase, a fin de cuentas un grupo de gente letalmente orientado. De hecho resulta interesante, y (de un modo egoísta) hace llevadero el año: la información sobre una sociedad que estos chicos, por momentos, suministran. La ½ de ellos no tiene padre, viudas o divorciadas, etc. No existe ningún “referente” social claro en este sitio, p. ej. Albuquerque es nueva tanto en el sentido de ser la ciudad atómica, de 50 a más de 150,000 en menos de 10 años —como lo es también por ser Nuevo México, que lleva menos de 50 años de ser un estado, y además es mexicano, indio y anglo, etc. Con mucha frecuencia los chicos son una muestra elocuente de esto. El enseñarles francés (quién lo iba a decir) es a menudo ver lo que la “artificialidad” puede efectuar —y me lleva a tomar conciencia (por llamarlo de algún modo) del por qué esta ropa, este

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modo de hablar, aquel sombrero & lo demás —mucha. Pero claramente no puedo hacer esto por siempre —y un año más (ya que en este momento debo informarle al “director” si pienso o no quedarme) significaría puro didacticismo en el mejor de los casos, y repetición, ranciedad y —realmente no quiero nada de eso. Ha servido o así lo espero, para subsanar mi temor de ser un inepto, es decir, de que era incapaz de ganar lo suficiente para mí o para la familia que a veces consigo descubrir en mi imaginación —veo que es algo fácil o difícil, y no puede saberse mucho más antes de la ocasión literal. Mi sueldo, de 250 al mes luego de los impuestos (!), es aceptable, y de hecho me ha permitido rentar una casa cómoda & comprar un coche viejo —pero, insisto, no quiero sentir la masa y el volumen de ambos adhiriéndose a mí. En cierta manera me sentía de lo más contento con la mochilota que compré en San Francisco, y también con la bolsa de dormir que compré en el mismo lugar. Así que —suficiente ya de sueldos; y creo que de tener la necesidad, podría hacerlo, es decir, ganarme el pan & demás. Más en concreto, acabo de volver de México, donde viajé sin parar en autobuses, —realmente encantado, y trabado de lengua, pero al menos intentando hablar español, sentándome tan recto como fuera posible en el asiento —sabe dios que intentaba observar cuanto podía. Viajé en 2ª clase desde Juárez a Durango, luego a Mazatlán —por suerte a través de las montañas, a más de 10,000 pies, con barrancos de 3 a 4000 pies a cada paso, ¡y el conductor (indio) que ponía el autobús en neutral y dejaba que rodara! Fue algo bueno, es decir, el “por qué no” —la indiferencia “ante cosas como esas” —todos los pasajeros de lo más despreocupados. Pasamos por pueblos que no hubiera creído posibles, aldeas de peones de lo más remotas, casuchas de madera rústica, todas grises, los niños corriendo detrás de nosotros, y cada criatura del señor terminó por subirse al autobús, desde “conchitas” hasta un hombre verdaderamente loco (que se quejaba con tal fuerza acerca del frío que nos mantuvo despiertos a todos, de un modo sombrío, etc). En Mazatlán (demasiado parecido a un “spa” desierto) decidí seguir avanzando, y me dirigí a Guadalajara —pasé Nochebuena en un hotel barato, sobre la Calzada, un 1er piso con vista a la calle —echado en la cama, agotado, leyendo el Malone muere de Beckett (y pensando que era algo limitado, gastado, e insuficiente). A la mañana siguiente tomé otro autobús a Barra de Navidad, en la costa occidental pasando Manzanillo —para alcanzar a Mitch & Dennie Goodman*, quienes habían dejado *

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N. de T. Se refiere al escritor Mitchell Goodman y su esposa, la poeta Denise Levertov.


la ciudad para pasar allá las fiestas, Mitch se había ido antes para capturar su novela & corregirla, supongo. El viaje me tomó otras 12 horas, era un camino de tierra —magníficos pueblos con enormes catedrales, siempre deterioradas y cayéndose a pedazos (en una de ellas vi a un grupo de mujeres con bebés, supongo que esperando a que los bautizaran, poinsettias y demás enredadas en las barras de la reja (de fierro) que las rodeaba, después dos niños que llegaron a jalar de una larga cuerda que colgaba desde el campanario (derruido), para hacer que el reloj (como finalmente ocurrió) diera las tres (de la tarde) —luego, al final, cuando las mujeres ya habían entrado (por un enorme doble portón de madera), volví a mirar y vi un gran cerdo gris asomándose por la reja, viendo a la gente pasar). Llegué a Barra de Navidad a eso de las 9, todo a oscuras —el pueblo es una hilera de pequeñas “casas” con techo de paja, en una estrecha franja de tierra entre el mar (al frente) y una laguna (atrás). Hay “hoteles” para la gente de Guadalajara, etc. Me dieron un cuarto como una enorme cripta, sin ventanas, el piso de tierra (eso creo), con un catre, una vela & una mesa —y toda la noche pude escuchar el mar golpeando la playa a unos 50 pies de donde dormía. Encontré el hotel donde Mitch y Dennie se hospedaban, y descubrí que habían conseguido que les dieran la planta superior del viejo edificio de enfrente, así que subí en la oscuridad, a través de un pasillo desvencijado, siguiendo el brillo de una luz & las voces que se filtraban por la puerta —y toqué para encontrarme con Mitch leyéndole a su hijo, y finalmente logré decir Feliz Navidad a gente a la que quiero, y a la que espero poder demostrar, de algún modo, mi afecto. Dennie apareció desde el otro cuarto, maravillosa, envuelta en algo —le había preguntado a Mitch si yo podía etc —todo muy bien. De modo que pudimos pasar un par de días conversando, ella me mostró sus nuevos poemas, escritos en un cuaderno alargado con el dibujo de un tigre en la tapa —gruesos poemas, hermosamente densos, de un mundo que, en ella, se vuelve cada vez más seguro, y mucho. Pasamos el día acostados en la playa, cuando nos daba calor nos metíamos, y luego de regreso, agua & arena sin fin, una pequeña bahía extendiéndose hacia el mar abierto —tropical, es decir, papayas, cocos, pájaros extraños, muchos cerdos, también algunas muchachas muy bellas a las que no podía quitarles la mirada —y me senté (cenamos todos juntos en un cuarto grande, ya sabes, los “visitantes”) mirando el largo cabello de una muchacha, espeso y cayendo pesado sobre su espalda, ella también, muy a su pesar, volteaba a mirarme, era tan curiosa y tenía unos enormes ojos negros, bien abiertos & sumamente alertas a su curiosidad. Fue un desahogo,

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todo aquello —al parecer me he “contenido” tanto tiempo, de un modo tan intencional (aunque sólo han pasado 4 meses). En cierto momento, una tarde temprano en la playa, Dennie no se había puesto el traje de baño, sino que traía un vestido ligero —quiso nadar con nosotros, y de pronto corrió hacia el agua, riéndose y fue algo cabronamente lindo —ahí estaba ella, chorreando agua, riendo, su pelo mojado y su vestido mojado aferrándose a ella mientras salía tropezando (con gracia). Pues nada. Fue difícil marcharse. Pero he regresado (no “al menos” pero) con suficiente discreción —prueba de ello fue o es, que el “director” acaba de pasar hace un minuto para desearme un “feliz año nuevo”, y pude contestar con bastante decencia, porque él es un hombre bastante decente, sabiendo que esta semana le diré que me voy & demás, es decir, que no “concuerdo”). En todo caso —a cumplir el supuesto contrato para ahorrar un poco de dinero, con el cual podré mudarme nuevamente en junio, creo que a Oaxaca, donde puedo subsistir con muy poco y también, según Mitch, podría vivir de enseñarle inglés a mexicanos codiciosos, que tienen la ventaja de ser adultos, independientes, y que deciden por sí mismos el uso de —por lo tanto, carecen de esa cosa a menudo lastimosamente indefensa de ser un niño atrapado en el afán de venganza de un fallido modelo de conducta adulto. Pensé en tu “Soy un poeta. Eso soy. Eso soy. . .” No quiero ninguna otra “excusa”. Dios sabe que un oficio de algún tipo —quizá la enseñanza pueda proporcionarlo, me gusta la improvisación que al menos una ocasión nueva cada vez, nos permite —en todo caso, encuentro soluciones para comer & antes eso me había preocupado. Mi “antigua” vida se aleja de mí, aunque a veces está dolorosamente cerca, por decir, en mis sueños, o en cosas así. En todo caso, la imagen de lo que queda de la “familia” en que viví, vivíamos, es algo difícil de manejar —no los niños, que deben estar felices allá en Nueva Inglaterra, deslizándose ahora en la nieve, los bosques etc, eso debe estar bien —sino Ann**, quien ayer me escribió: “es una situación bastante pesada. Estoy aprendiendo a cotizar en la bolsa de valores con una miseria. Mucho leer el Wall Street Journal y ninguna ganancia. Un vecino me está dando lecciones. . .” Fue la primera mujer a quien hice el amor, lo cual cargo no sé si como una cruz o una flor —aunque aún tengo esperanza. Ella era una huérfana y yo un patán de pueblo. Fue algo genial, como dicen. Yo iba a ser escritor, y vivíamos con los 215 que ella recibía cada mes de un fideicomiso, ni más menos —como celestiales cagadas de pájaro. Continuamente avergonzado por no mantenerla ni a ella ni a **

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N. de T. Ann MacKinnon, primera esposa de Creeley.


los niños —pero perpetuamente codicioso & angustiado por igual, del tiempo que me daba. Eso creo. Una vez cuando tuvo un aborto, fui yo quien saqué lo que había del bebé; una vez un bebé que tuvimos murió de manera prematura en NH, y el sepulturero y yo lo enterramos, en una simple caja de pino blanco, dentro de un hoyo en el cementerio del lugar (en el camino a Littleton). Es difícil dejarlo atrás —el propósito realmente, en parte, es la parte que toca al hombre, al menos en lo que toca a la esperanza. No ser capaz de admitir que el Wall St J/ es una lectura apropiada para una mujer tan linda como ella fue & aún debe ser. Al igual que este día de Año Nuevo (sin retórica) que sería en verdad un mundo nuevo, otra vez, si aún pudiéramos cuidar el uno del otro. ¿Pero quién es ella, como dicen —y de igual modo, quién soy yo? Parece que aún queda mucho por hacer; por mi parte, quisiera encontrar una esposa este año & finalmente escribir una “novela”. Gracias por la fuerza que la tuya me da —es duro decirlo, pero siempre es verdad. Espero que todo vaya bien para ti. Y —para terminar este rodeo— tengo tus notas acerca de Ford & Marsden Hartley bien guardadas, y la revista en sí, saldrá, con suerte, a principios de la primavera (ahora se encuentra, una parte, en manos del impresor en Mallorca). Feliz Año Nuevo & mi amor para ti & tu familia, [firma — Bob]

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THE DOOR

for Robert Duncan

It is hard going to the door cut so small in the wall where the vision which echoes loneliness brings a scent of wild flowers in a wood. What I understood, I understand. My mind is sometime torment, sometimes good and filled with livelihood, and feels the ground. But I see the door, and knew the wall, and wanted the wood, and would get there if I could with my feet and hands and mind. Lady, do not banish me for digressions. My nature is a quagmire of unresolved confessions. Lady, I follow. I walked away from myself, I left the room, I found the garden, I knew the woman in it, together we lay down. Dead night remembers. In December we change, not multiplied but dispersed, sneaked out of childhood, the ritual of dismemberment. Mighty magic is a mother, in her there is another issue of fixture, repeated form, the race renewal, the charge of the command.

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LA PUERTA

para Robert Duncan

Es difícil avanzar hasta la puerta recortada tan estrecha en la pared donde la visión que reverbera el desamparo arrastra el perfume de flores salvajes en un bosque. Lo que entendí, lo entiendo. Mi mente es a veces un suplicio, a veces buena y cargada de sustento, y toca la tierra. Pero veo la puerta, y conocí la pared, y quise el bosque, y de poder iría hasta allí con mis pies y mis manos y mi mente. Señora, no me destierres por digresiones. Mi naturaleza es un pantano de oscilantes confesiones. Señora, yo persisto. Me aparté de mí mismo, dejé el cuarto, descubrí el jardín, conocía a la mujer que estaba ahí, nos recostamos. La media noche recuerda. En diciembre cambiamos, no multiplicados, dispersos, escapando a hurtadillas de la infancia, el ritual del desmembramiento. La imponente magia es una madre, en ella está la otra cuestión de las constantes, las formas repetidas, la renovación de la raza, la carga del mandato.

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The garden echoes across the room. It is fixed in the wall like a mirror that faces a window behind you and reflects the shadows. May I go now? Am I allowed to bow myself down in the ridiculous posture of renewal, of the insistence of which I am the virtue? Nothing for You is untoward. Inside You would also be tall, more tall, more beautiful. Come toward me from the wall, I want to be with You. So I screamed to You, who hears as the wind, and changes multiply, invariably, changes in the mind. Running to the door, I ran down as a clock runs down. Walked backwards, stumbled, sat down hard on the floor near the wall. Where were You. How absurd, how vicious. There is nothing to do but get up. My knees were iron, I rusted in worship, of You. For that one sings, one writes the spring poem, one goes on walking. The Lady has always moved to the next town and you stumble on after Her. The door in the wall leads to the garden where in the sunlight sit

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El jardín resuena en el cuarto. Está encajado en la pared como un espejo de cara a la ventana tras de ti y refleja las sombras. ¿Puedo irme ahora? ¿Tengo permiso de postrarme en la ridícula postura de la renovación, de la virtud que soy de la insistencia? Nada para Ti es inapropiado. Adentro Tú serías alta, más alta, más hermosa. Ven hacia mí desde esa pared, quiero estar Contigo. Así que te grité a Ti, que oyes el viento, y cambias múltiple, invariable, que cambias en la mente. Corrí hacia la puerta, agotado como un reloj sin cuerda. Caminé hacia atrás, tropecé, sentándome de golpe en el suelo junto al muro. Dónde estabas Tú. Qué absurdo, qué inhumano. No queda más que levantarse. Mis rodillas de hierro, oxidadas de adorarte, a Ti. Es por ello que uno canta, uno escribe el poema de la primavera, uno sigue caminando. La Señora se ha mudado como siempre a otro pueblo y tú vas tras de Ella, tropezando. La puerta en la pared lleva al jardín donde las Gracias descansan

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the Graces in long Victorian dresses, of which my grandmother had spoken. History sings in their faces. They are young, they are obtainable, and you follow after them also in the service of God and Truth. But the Lady is indefinable, she will be the door in the wall to the garden in sunlight. I will go on talking forever. I will never get there. Oh Lady, remember me who in Your service grows older not wiser, no more than before. How can I die alone. Where will I be then who am now alone, what groans so pathetically in this room where I am alone? I will go the garden. I will be a romantic. I will sell myself in hell, in heaven also I will be. In my mind I see the door, I see the sunlight before me across the floor beckon to me, as the Lady’s skirt moves small beyond it.

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bajo el sol en los vestidos victorianos, de los que hablaba mi abuela. La historia canta en sus rostros. Son jóvenes, son alcanzables, y también las persigues al servicio de Dios y la Verdad. Pero la Señora es algo indefinible, será la puerta en la pared que da al jardín bajo el sol. Hablaré por siempre. Nunca arribaré a ese sitio. Ah Señora, recuérdame a mí que en Tu servicio me hago viejo no sabio, no más que antes. Cómo puedo morir solo. ¿Dónde estaré yo que ahora estoy solo, qué es lo que se queja de un modo tan patético en este cuarto donde estoy? Iré al jardín. Seré un romántico. Me venderé en el infierno, en el cielo también estaré. En mi mente veo la puerta, veo la luz del sol en el suelo frente a mí llamándome, mientras la falda de esa Señora se desliza más allá.

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Fragmentos de Aquí vivía yo LAura Petrecca

Algo de verdad buscaba verdad como algo preciso, neto no como una revelación o un sueño o una fantasía, o un anhelo verdadero como cierto como pequeño y cierto como una piedra. * ¿Qué pasa arriba que ya no se detienen? ninguna de las personas, como siluetas, como plumas, ninguna de las estampas que siempre nos empujan ninguna de las máscaras en esta casa aún envuelta en sueño * Puede ser que no haya mucho que quede de nosotros en esta casa porque el silencio se condensa, espera a que lleguen otros y nosotros, vamos a ir con nuestra música a otro lado a otras casas y todo lo que hagamos se va a perder, o va a volver a nosotros

Buenos Aires, 1985. Su primer libro es Pensó que ya lo sabía (2008).

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En la casa donde yo nací hay ruidos de otro tiempo mi hermano lo sabe, yo lo sé pero sólo afuera puedo encontrar esa seguida posibilidad de un vacío ninguna voz se teje detrás mío, por fin nada de música * Nosotros vivíamos acá como en cualquier fantasía y rendidos sobre el puente notábamos que hay tantos tipos de rojo como posibilidades de fuerza y curvas y faltas y afueras en los motores de un día la obligación te marea, te devuelve al corazón de los otros pero hay más espacios que éste como hay meridianos de seda y rutas de fotografías como hay cartografías imprecisas y recuerdos en momentos de hacer nada * no fue todo lo que tomaste sino fue todo lo que diste para vivir guardado en un lugar seguro

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y ahora que se enciende el cielo sabés que ni siquiera es tuyo te preguntas que queda del amor que profesabas hacia todas las cosas y en sus distintas maneras de las marcas en la caras y de las noches de siesta si bailamos en ideas es porque nos perdimos en ellas * Tu cabeza es un caballo que corre solo si te das cuenta que van perdiendo las tardes y los duraznos sobre la vía, vos no podés hacer nada para no irte siempre más lejos

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DOS POEMAS BRIAN PATTEN Traducción de Óscar Muciño

NO TAXIS AVAILABLE It’s awful not knowing where to go. You wear the streets like an overcoat. Certain houses are friends, certain houses can no longer be visited. Old love-affairs lurk in doorways, behind windows women grow older. Neglection blossoms. You have turned down numerous invitations, left the telephones unanswered, said “No” to the few that needed you. Stranded on an island of your own invention, you have thrown out messages, longings. How useless it is knowing that where you want to go is nowhere concrete. The trains will not take you there, the red buses glide past without stopping, No taxis are available.

Liverpool, 1946. Abandonó los estudios a los 15 años. Formó parte del grupo The Mersey Sound junto a Adrian Henri y Roger McGough. Ha publicado, entre otros, los libros: Little Johnny’s Confession, The irrelevant song, Jumping Mouse y Storm Damage.

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NO HAY TAXIS LIBRES Es malo no saber a dónde ir. Usas las calles como un abrigo. Ciertas casas son amigas, ciertas casas ya no pueden ser visitadas. Los viejos amores rondan en los portones; tras las ventanas las mujeres envejecen. El abandono florece. Has rechazado numerosas invitaciones, dejado teléfonos sin contestar, dicho “No” a los pocos que te necesitaban. Varado en la isla que inventaste has arrojado mensajes, nostalgias. Qué inútil es saber que donde quieres ir no es un lugar concreto. Los trenes no te llevarán ahí, los autobuses rojos pasan ligeros sin detenerse, No hay taxis libres.

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YOU COME TO ME QUIET AS RAIN NOT YET FALLEN You come to me quiet as rain not yet fallen afraid of how you might fail yourself your dress seven summers old is kept open in memory of sex, smells warm, of boys of the once long grass but we are colder now; we have not love´s first magic here. You come to me quiet as bulbs not yet broken out into sunlight. The fear I see in your now lining face changes to puzzlement when my hands reach for you as branches reach. Your dress does not fall easily, nor does your body sing of its own accord. What love added to a common shape no longer seems a miracle. You come to me with your age wrapped in excuses And afraid of its silence. Into the paradise our younger lives made of this bed and room has leaked the world and all its questionings and now those shapes terrify most that remind us of our own. Harder now to check longings or sentiment, to care overmuch, you look out across years, come to me quiet as the last of our senses closing.

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LLEGAS A MÍ EN SILENCIO COMO LLUVIA QUE AÚN NO CAE Llegas a mí en silencio como lluvia que aún no cae temerosa de cómo crees fallarte, tu vestido de hace siete veranos se mantiene abierto en memoria del sexo, del tibio aroma de los chicos y los pastizales altos pero ahora somos más fríos, no tenemos la magia del primer amor. Llegas a mí tranquila como capullo que aún no abre a la luz del sol. El miedo que veo en tu rostro ahora envejecido se torna confusión cuando mis manos llegan a ti como ramas alcanzándote. Tu vestido no cae fácilmente, ni tu cuerpo canta por sí solo. Lo que el amor añadió a una forma común no parece más un milagro. Llegas a mí con tu edad envuelta en excusas y con temor de su silencio. Dentro del paraíso que nuestras vidas jóvenes hicieron de esta cama y cuarto se ha filtrado el mundo y sus cuestionamientos, ahora sus formas espantan aun más que el recuerdo de las nuestras. Es más difícil ahora revisar deseos o sentimientos, preocuparse demasiado, miras a través de los años, llegas a mí en silencio como el último de nuestros sentidos al cerrarse.

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Entrevista a Mr. Eddy ¿Cómo inicia su relación con la música? Lisa Gervassi: Desde chica inventaba melodías. Para mí la música siempre fue algo muy orgánico, algunas notas me hacían literalmente llorar. En la adolescencia aprendí piano y guitarra, pero realmente nunca estudié música en una academia. Me gusta encontrar los sonidos con el tacto y el oído, encontrar sonidos que en conjunto empiezan a tener cierta coherencia que no puedo explicar, simplemente sucede. Tana Barbier: Empecé con la guitarra a los quince años y me dediqué cien por ciento a la música a partir de los veinte. Me inicié en el rock, me gustaba su energía. Estudié rock y jazz, y posteriormente empecé a grabar y a experimentar con la computadora. Después de unos años de experimentación, estudié composición electroacústica. El noise, para mí, es la conexión entre el rock y la música electroacústica. ¿Cómo describirían su proyecto musical? Este proyecto surgió cuando nos instalamos en México. Estábamos viviendo un proceso de adaptación intenso que nos hacía sentir cosas diversas, principalmente la emoción de descubrir algo nuevo y la fragilidad que eso trae. Quisimos trabajar con esas emociones, que finalmente fueron y son nuestras herramientas. Un día experimentando, entendimos que naturalmente nos inclinábamos a la música de improvisación, al noise. Nombramos a este proyecto Mr. Eddy: Tana Barbier: es egresado en 2004 de la escuela de música actual ATLA (París). En 2008 continuó sus estudios de composición electroacústica en el Conservatorio de Pantin, del cual se graduó en 2010 con una medalla de oro en composición. Ha participado desde entonces en diversos proyectos: realizó composición musical para películas, cortometrajes, danza y live electronica. Fue además guitarrista del grupo de hardcore-jazz instrumental «Les Louise Mitchels». Vive actualmente en la ciudad de México y trabaja como profesor en el SAE Institute. Lisa Gervassi: es egresada en 2009 de l’ENSAPLV (Ecole Nationale Supérieure de Paris la Villette) con una maestría en Arquitectura, se dedica actualmente a la distribución de cine. Paralelamente a sus actividades profesionales participa en diversos proyectos de fotografía, ilustración y música. www.mreddy-music.com

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Mr. Eddy, en homenaje a un personaje de la película Lost Highway, quien existe en dos mundos, el simbólico y el real. Mr. Eddy es un proyecto que nos permite estar en contacto con nuestro mundo interior y exterior. Nos gusta que lo que sucede es siempre nuevo, que aunque trabajemos la dinámica y la evolución en el tiempo durante los ensayos, el resultado en vivo siempre depende mucho de cómo nos sentimos al estar expuestos, al interactuar con la gente y con la música, y el modo en que eso nos afecta. ¿Qué tipos de procesos realizan para hacer su música? T: Lisa y yo hablamos de las ideas que tenemos y trabajamos con un programa que manejo, a través del cual, construyo las herramientas que nos van a servir para aterrizar estas ideas. Cuando ensayamos, por lo general, escuchamos lo que finalmente grabamos. Entonces se nos ocurren nuevas ideas para perfeccionar los sonidos. Este ejercicio de escucha nos ayuda mucho para aprender a comunicar y a intuir la evolución que queremos que exista. Nos ayuda a trabajar la forma musical y la dinámica. L: Nos gusta entender lo que hacemos en función de dos tiempos: la acción y la percepción; porque una cosa es la sensación que tienes cuando estás en un acto de improvisación en vivo, y otra muy diferente es ponerse en el lugar de quien te escucha. Cuando estás en la acción, siempre tienes una impresión distinta que al sólo escuchar. Creo que en este tipo de música es muy importante aprender a escuchar y estar atento para saber qué decir. A veces hacemos otro tipo de ejercicios, por ejemplo, alguno de los dos empieza solo y el otro únicamente escucha. Después de un tiempo, se integra para establecer un diálogo. Independientemente del proceso, creen que existe algo en su trabajo que lo distinga de otros? Lo bueno de esta música, es que resulta tan libre que cada quien establece su propio lenguaje, su propia estética, y haciéndolo honestamente el resultado es necesariamente original. ¿Se sienten vinculados de algún modo a una tradición musical? Los géneros no nos importan mucho, nos pueden gustar cosas de estilos, ambientes, y energías muy distintas. En lo que hacemos, hay obviamente una larga

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tradición de músicas de improvisación que nos gustan mucho: el jazz, el noise, la música clásica de la India, la electrónica, el rock, etc. ¿Son músicos de tiempo completo, cómo es su relación con la vida cotidiana? L: Desafortunadamente no tengo el tiempo que quisiera para hacer música. Tengo un trabajo de tiempo completo y básicamente me levanto, pongo un disco, tomo café y me voy corriendo a la oficina. Generalmente es por la noche o en los fines de semana cuando encuentro el espacio para hacer música o enfocarme en otros proyectos de ilustración y fotografía. T: Soy músico de tiempo completo, doy clases de síntesis, de guitarra, tengo dos proyectos personales y otra banda. Mi vida cotidiana consiste en preparar y dar clases, hacer música, componer, hacer patches de Usine, hacer de comer, calificar exámenes, sacar a la perrita, ensayar y grabar.

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Cuatro Poemas Ismael Velázquez Juárez HUESOS acumular huesos resulta en un poco de aire acumular aire en muchos clavos y cada clavo en ninguna pared esto nunca será una casa

PIEDRA la oscuridad dijo todos los vuelos han sido cancelados y la oscuridad se respondió a sí misma todos podemos no tener un amor y además perderlo ese fue el año en que obtuve de ella una piedra Iztapalapa, Distrito Federal,1960. Ha publicado Polvo de Billar (poemas) y Arte de Beber (aforismos). Actualmente tiene en proceso de publicación dos libros más de poesía: Lugares y no lugares para caer muerto en Richard Brautigan y Producto Interno Bruto. http://ismaelvelazquezjuarez.blogspot.com

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ZATOPEK AL FRENTE DE ALGUNOS PATOS JÓVENES la vida tiene vida propia que gusta de salir corriendo de nuestra vida propia como no puede mantener animales ni hacerse comer por ellos conforta a todos con un puñetazo luego huye muere en perdices en patos y nunca nunca es alcanzada

RAISONNABLE, SEUL, ROUX gustábanse entre sí las cosas aburridas como cuarenta y ocho pasajeros y cuarenta y ocho segundos o 1960 y un día sin pasar all they make such lovely holes que al unísono gotean cosa distinta sería si montado en su amo el caballo apareciera therefore infinitely

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Sobre el diseño textil. Entrevista con Daniella Trigo

Daniella Trigo

¿Cómo empezó tu relación con el diseño textil? ¿Tienes una formación profesional o llegaste a donde estás ahora por tu cuenta? Empecé con la costura, haciendo vestidos para muñecas 'Barbie' con patrones miniatura y se los regalaba a mis hermanas, primas o amigas; eran casi siempre vestidos de noche. Luego pasé a coser ropa de personas y después de un rato decidí estudiar diseño de modas. Me fui a Londres a hacer la carrera y en el primer año me di cuenta de que en todos mis proyectos ponía mayor atención en los estampados, por lo que centré mi especialidad en ese trabajo e hice el corte de prendas a un lado. Digamos entonces que empecé por mi cuenta pero luego tuve una formación profesional que, en mi caso, hizo toda la diferencia. En cuestiones prácticas, aprendí diversas técnicas de serigrafía y eso es lo que hago ahora. Distrito Federal. Vivió en los Estados Unidos durante largo tiempo donde se inició en el diseño a temprana edad haciendo vestidos de muñecas. Después se trasladó a Londres para estudiar Diseño de Modas en la institución Central Saint Martins, donde descubrió su pasión por el estampado textil, área en la que se ha concentrado desde entonces. Actualmente Trigo se dedica al diseño de estampados y a la serigrafía textil en una amplia variedad de proyectos.

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En mi universidad hacían mucho hincapié en el desarrollo de ideas y en hacer diseños coherentes a partir de un concepto, creo que eso fue lo más valioso de mi formación escolar. Hoy el diseño en sus distintas manifestaciones vive un momento muy intenso, la imagen es muy importante para el mundo contemporáneo. Desde tu perspectiva, ¿cómo entiendes el diseño textil hoy? ¿Dónde se vive, cómo se vive? Sí, la imagen ahora es lo más importante en el diseño y en todo en general. Supongo que esto se debe en parte gracias a internet y a la supuesta "presencia virtual" que todos tenemos ahora. Sin embargo, en cuanto a la imagen y el diseño, el diseño textil tal vez sea de los menos percibidos. Todo el mundo usa ropa y eso es muy tangible, pero creo que no se piensa casi nada en términos del diseño textil, lo que hay detrás de una prenda. Se ven los estampados y los gráficos dentro de la moda, y sí, ahí hay una oportunidad de hacer diseño de estampados, pero a mí me interesa el diseño textil desde un punto de vista más general y no sólo en la moda. Creo que todavía es una rama del diseño en el que se puede mezclar la imagen con elementos táctiles, y con la creación de ambientes completos en los que la imagen presentada al público se vuelve menos importante y se permite que el gusto personal sea más relevante. Para mí todo esto es también una cuestión cultural. En México hay una larga tradición en la artesanía textil, aunque los artesanos se basan más en el tejido que en los estampados. En otros países existen otras tradiciones, como en Inglaterra o en Japón, dónde el acento está puesto en los estampados. En estos países hay carreras de diseño de estampados como especialidad dentro del diseño textil. Lo que creo es que en estos momentos hay más visibilidad y énfasis en cuanto al diseño gráfico, industrial y multimedia, que en el diseño textil. Creo que todavía no es algo que se viva o experimente tanto en este país como se esperaría dadas nuestras tradiciones artesanales, y creo que ahí hay mucho espacio para hacer diseño textil innovador y creativo. ¿En qué trabajas actualmente, podrías describirnos tus procesos? En este momento tengo dos proyectos de producción propia, de productos textiles serigrafiados y trabajo también para terceros en pedidos especiales de estampado y serigrafía. Uno de mis proyectos se llama Yema, ahí hago ropa para cama y casa estampados a mano: mantelería, accesorios de cocina y de recámara.


El otro se llama Talking Pillows, que son fundas de almohada para cama con mensajes divertidos y otro tipo de textos. El proceso empieza por la creación de un diseño. Cuando es para un cliente en particular las ideas surgen tomándolo en cuenta. También todo puede desarrollarse a partir de una idea mía. En este último caso, hay dos perspectivas: hacer una investigación del tema o buscar elementos a partir de experimentaciones visuales para entonces llegar a un diseño fresco y ajustado. Lo que me gusta es que el diseño posea algún significado mayor, que no sea solamente una pura cuestión visual o estética, aunque muchas veces sea yo la única que conozca este significado. En cuanto al trabajo físico, una vez que existe un diseño, lo ajusto a las dimensiones requeridas y se hace un positivo que luego se "quema" en un marco de serigrafía. El marco lleva un stencil a través del cual se pasa la tinta textil a la tela. Es más fácil entender el proceso de serigrafía viéndolo, es un proceso para mí muy divertido. Mezclo colores, hago pruebas en diferentes telas y con diferentes técnicas hasta llegar al resultado final que quiero. De ahí hago el estampado de las piezas que necesito, se cura la tinta textil en un horno, se lava y se plancha. Es un proceso largo que lleva distintos pasos, pero que una vez viendo el resultado, vale la pena. ¿Harías una distinción entre el arte y el diseño? Por ejemplo, ¿dónde empieza uno y dónde termina el otro? Definitivamente hago una distinción entre el arte y el diseño, y debo admitir que es una distinción más intuitiva que estudiada. Para mí el diseño siempre tiene una finalidad o un uso específico y el arte no. El diseño textil en particular tiene la ventaja de que se convierte en un objeto de uso diario la mayoría de las veces, o en el caso de lo que yo hago, siempre. El diseño tiene una función clara, resuelve problemas, logra resultados, digamos, mientras que el arte es una cosa que puede estar fuera de la comprensión de cualquiera. Es muy borrosa la línea entre uno y otro, especialmente con cuestiones como la artesanía o los productosrealizados a mano como los que yo hago. Pero no por estar hecho a mano una cosa se vuelve arte, simplemente sigue procesos artesanales. Una vez lo hablaba con un amigo y él comentaba que hacer arte es imponer el gusto propio en los demás. Hacer diseño es exponerse al juicio constante de los demás y quererconvertir al público en seguidores del gusto de uno mismo, entonces ahí también se borra la línea entre el arte y el diseño, pero sigo pensando que el diseño, con todas sus derivaciones estéticas y posiblemente teóricas, sirve a un propósito preestablecido mientras que el arte es más ambiguo.

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¿Qué le recomendarías a alguien que quisiera empezar a diseñar? De entrada creo que es una área cada vez más competida y sobresaturada. Supongo que es como todo, hay que tener muy claro lo que uno quiere hacer para poder hacerlo bien. El diseño está en todo, desde el artículo más sofisticado que puedas imaginar hasta en los DVDs piratas que se venden en los tianguis. Alguien tuvo que sentarse a pensar en cómo presentar tal cosa, y creo que eso ya es diseñar, pues implica una comunicación o una identificación, otra cosa es diseñar para imponer ideas propias. Los dos casos son para mí válidos. Pienso que es esencial decidir qué camino tomar antes de enfrentar el proceso de diseño, saber a dónde quieres llegar con tus diseños y llevar hasta el último punto esa idea para lograr algo nuevo y realmente único.

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Guvier

FLORIBÉLULA Estas libélulas con cabeza de flor aparecen posadas en un fondo de hojas en uno de sus autorretratos. El conjunto de joyería posee variaciones que retoman fragmentos del cuadro Autorretrato con collar de espinas (1940). Piezas realizadas en plata .980. Cada una está esmaltada al fuego para lograr el color que Frida representó en su obra.

PASIÓN El corazón es uno de los iconos con los que se identifica a Frida por la pasión con la que vivió. Esta colección recoge la imagen del corazón, un de los íconos representativos de la obra de la pintora mexicana. Las piezas están esmaltadas al fuego en plata .980 y en las flores se encuentran 3 diamantes.

RAICES La naturaleza fue fuente de inspiración para Frida, al igual que sus raíces. Estas piezas despliegan elementos de una de sus famosas pinturas, realizada en 1943. En Raíces, Frida Kahlo utiliza las hojas como formas que integran su obra. Las piezas son de oro de 14k. con perlas naturales.



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